miércoles, 4 de julio de 2012

El luxemburguismo en España: 3. Biografías

El luxemburguismo en España: 3. Biografías
Aparte de las “locales”, en los años setenta se publicaron al menos cuatro biografías importantes de Rosa Luxemburgo, amén del “Extraordinario” de “Materiales” que merece una atención aparte.
Pepe Gutiérrez-Álvarez | Para Kaos en la Red | 13-9-2008 a las 10:59 | 1669 lecturas | 13 comentarios

Aparte de las “locales” (Llorente, Vidal Villa, Díaz Valcárcel), en los años setenta se publicaron al menos cuatro biografías importantes de Rosa Luxemburgo, amén del “Extraordinario” de “Materiales” que merece una atención aparte. 
        Dos de ellas fueron obras de dos significados discípulos suyos, la más clásica de Paul Frölich, Rosa Luxemburgo, vida y obra (Ed. Fundamentos, Madrid, 1977), Frölich (1884-1953), fue uno de sus discípulos más firmes, joven socialista, luego uno de los fundadores del grupo “Espartakus”, dirigente del KPD, y d luego del KPO, formó parte del grupo socialista-comunista de Heinrich Brandler,  que durante la guerra española sostuvo al POUM…Pierre Frank lo cita en sus historia de la Cuarta como un “compañero de ruta” hasta el final de su vida…
        De Lelio Basso se publicó El pensamiento político de Rosa Luxemburg (Barcelona, Península, 1976)…Basso fue una de las últimas grandes figuras de la tradición socialista italiana, fundador del emblemático Partido Socialista de Unificación Proletaria (PSIUP), amén de uno de los mayores divulgadores de la obra de Rosa, aparte de componente del Tribunal Russell, tarea que prosiguió hasta su muerte, todo un personaje que habrá que hacer algo para recuperar. También apareció el trabajo de Tony Cliff,  Rosa Luxemburg (Introducción a su lectura), Buenos Aires, Editorial Galerna, 1971), que sí no me equivoco fue reeditada por los amigos de En Lucha…
          Pero la biografía más exhaustiva, la culminación de las más clásicas, es la de J. P. Nettl (1), que contiene además una documentación abrumadora. Obra de un escritor no-marxista, se trata de un trabajo impresionante con el que se puede discrepar en tal o cual punto, pero cuya información resulta inexcusable. Es seguramente el trabajo más completo sobre Rosa, el  punto de cita inexcusable para todo estudioso. Según Mª José Aubet resulta “preferible, de todos modos, consultar la versión francesa o la edición original”, claro está quien pueda. De momento se trata de una edición descatalogada que en los comienzos del llamado “desencanto” se podía comprar en los saldos de El corte Inglés ya que ERA quebró en una de esas crisis que adornaron los años ochenta. Dado que Txalaparta tiene una relación fraternal con ERA, estaría más que bien que hubiera una reedición, una idea que podría unificar a muchos y muchas “luxemburguistas”  como parte de una tarea necesaria.
      Como introducción al libro de Nettl, me  permití “escanear” un texto de Hannah Arendt sobre Rosa que en su día publicaron los amigos de L´espai Marx. En una nota introductoria señalaba lo siguiente: “A lo largo del  pasado año hemos asistido a toda clase de eventos relacionados con el centenario de Hannah Arendt. Se han publicado trabajos biográficos, se han publicado “dossiers” en los diarios, y se han organizado numerosos debates. Sin embargo,  tal como mandan los cánones establecidos en la coyuntura cultural dominante, solamente en algún caso se ha hecho referencia a sus posicionamientos “consejistas” (una corriente surgida en el seno de los primeros partidos comunistas –sobre todo en el holandés y en el alemán- que situaba a los consejos obreros como alternativos a los sindicatos y al parlamentarismo, y entre cuyos representantes se pueden citar el joven Lukács, Karl Korsch, Otto Rühle, Hermann Gorter, etc),  y apenas si se ha citado la amistad de Marthe, su madre, con Rosa Luxemburgo, a la que Hannah admiró profundamente. Una muestra de esta vinculación la encontramos en este trabajo –con el que podemos polemizar en algún que otro punto como en el del marxismo de Rosa-, que hemos recuperado de El desafío de Rosa Luxemburgo, editado en Proceso, Buenos Aires, 1972, junto con trabajos de Bertand D. Wolfe, Gilbert Badia, León Trotsky, Lenin (el libro está precedido por una cita suya: “Rosa Luxemburgo fue y seguirá siendo un águila”), J.P. Netl, John Knieff, Daniel Bensaïd, Alian Nair, Michael Lowy y Paul M. Sweezy...El texto de Hannah fue traducido de la reviste Preuves, París, noviembre, 1967.
         
      Hannah Arendt:
      Rosa Luxemburgo, heroína de la revolución
         
      La biografía monumental, al estilo inglés bien documentada, cargada de notas y generosamente sembrada de citas- es uno de los géneros más admirables de la historiografía, y fue un rasgo de genialidad por parte de J. P. Nettl elegir la de Rosa Luxemburgo, cuya vida podría parecer la menos indicada para este tipo de empresa. En efecto, se trata de un género clásico apto para relatar la vida de grandes hombres de estado o de personajes importantes, y Rosa Luxemburgo no tiene nada en común con ellos. Aun en su propio medio, el del movimiento socialista europeo, ella ha sido más bien un personaje marginal que conoció contados momentos de esplendor o de gloria, y su influencia tanto por sus acciones como por sus escritos, apenas puede compararse con la de sus contemporáneos, Plekhanov, Trotsky y Lenin, Bebel y Kautsky, Jaurès y Millerand.
      Muy joven aún, Rosa Luxemburgo abandonó su Polonia natal, para entregarse a una intensa actividad en el partido socialdemócrata alemán; continuó desempeñando un papel decisivo en la historia tan descuidada y mal conocida del socialismo polaco, y durante casi veinte años fue el personaje más discutido e incomprendido de la izquierda alemana. Cabe preguntarse cómo Nettl ha logrado llevar a cabo su propósito tratándose de una mujer que, si bien actuó con tanto empeño en el ámbito de la política europea de su tiempo, nunca fue reconocida oficialmente. En realidad, el éxito o el fracaso de una biografía al estilo inglés no sólo depende de la gloria del personaje elegido, o del interés que pudo revestir su existencia; en este género literario la historia no se toma como el inevitable fondo de determinada vida humana, sino que se trata de lograr que la luz incolora de una época histórica se refracte a través del prisma representado por una fuerte personalidad, de manera que el espectro resultante ofrezca una coherencia perfecta, lograda mediante la unión de una existencia y un mundo. Dicho de otra manera, el éxito parece ser una condición previa para el buen resultado de una obra de este tipo, y es precisamente el éxito -aun en su propio universo, el de la revolución- lo que le ha sido negado a Rosa Luxemburgo durante su vida, en la hora de su muerte, y aun después. ¿Será que el fracaso en que terminaron todos sus esfuerzos, por lo menos en lo que respecta al lugar que se le reconoce oficialmente, está, de un modo u otro, ligado al siniestro fracaso de la revolución en este siglo? ¿No veríamos la historia con una luz diferente si la observáramos a través del prisma de su vida y sus obras?
      Sea como fuere, no sé de ningún libro que arroje mayor claridad sobre el período, crucial para el socialismo europeo, que se extiende desde las últimas décadas del siglo XIX hasta la jornada trágica de enero de 1919, cuando Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, los dos líderes espartaquistas, precursores del partido comunista alemán, fueron asesinados en Berlín, hecho que tuvo como testigos -y probablemente como cómplice al régimen socialista entonces en el poder. Los asesinos eran miembros de los "cuerpos francos", formación paramilitar, ultranacionalista e ilegal, donde los grupos de asalto del nazismo reclutarían poco después sus mejores matones. Recientemente, el capitán Pabst, último sobreviviente de los que participaron en el crimen, confirmó que en esa época el gobierno se encontraba prácticamente a merced de los "cuerpos francos", ya que "contaban con el apoyo de Noscke" (el experto socialista en defensa nacional encargado a la sazón del departamento militar).
    El gobierno de Bonn -muy empeñado en este aspecto, como en otros, en revivir las características más siniestras de la República de Weimar- hizo pública una declaración (en el Bulletin des Presse-und lnformationsamtes der Bundesregierung) según la cual el asesinato de Rosa Luxemburgo y Liebknecht había sido perfectamente legal: "una ejecución realizada conforme a la ley marcial". Esto era más de lo que había pretendido la República de Weimar, ya que ésta había "castigado" a los asesinos: dos años y dos semanas de prisión para el soldado Runge (que golpeó a Rosa Luxemburgo en la cabeza en un pasillo del hotel Eden), y cuatro meses al teniente Vogel (de servicio cuando ésta fue ultimada de un balazo en el interior de un automóvil, y arrojada después al canal Landwehr) por "no señalar la existencia de un cadáver y haber dispuesto de él ilegalmente". En el curso del proceso se presentó como prueba una fotografía que mostraba a Runge y sus camaradas al día siguiente celebrando el asesinato en el mismo hotel dicho documento divirtió mucho al acusado, por lo que el presidente exclamó: "Acusado Runge, comportaos correctamente, no es para divertirnos que nos hemos reunido aquí". Veinticinco años después, en Frankfurt, durante el proceso de Auschwitz, se produjo una escena similar, y fueron pronunciadas las mismas palabras.
      Este asesinato lleva a la inevitable división de la izquierda europea en partido socialista y partido comunista: "El abismo que los comunistas habían descrito pasó a ser (...) el abismo de una tumba". Al encontrar el apoyo y la complicidad del gobierno, este primer crimen señala el comienzo de una danza macabra en la Alemania de- posguerra: los extremistas de derecha comenzarán por liquidar a los líderes más importantes de la extrema izquierda -Hugo Haase y Gustav Landauer, Leo Jogiches y Eugene Leviné- para acometer enseguida contra el centro y el centro-derecha: Walther Rathenau y Matthias Erzberger, ambos miembros del gobierno en el momento de ser ultimados. De esta manera, en Alemania, el asesinato de Rosa Luxemburgo representa una línea divisoria entre dos épocas, y determina para la izquierda alemana una situación irreversible. Todos aquellos que se habían volcado al comunismo llevados por su amargura y su decepción con respecto al partido socialista, sufrirían un desengaño aún mayor al comprobar la rápida declinación del partido comunista, tanto política cuanto moralmente, sin poder evitar, sin embargo, el pensamiento de que volver al partido socialista hubiera sido absolver de culpa a los asesinos de Rosa. Tales reacciones personales, por lo general inconfesadas, son como fragmentos de mosaico, como piedrecitas que sacuden a través de la gran criba de la historia. En el caso de Rosa Luxemburgo, pertenecen a la leyenda en la cual su nombre fue muy pronto envuelto. Las leyendas tienen siempre algo de verdad, pero Nettl ha preferido, con razón, dejar de lado el mito de Rosa. Su intención, que consistió en reconstruir la historia de una vida, ya fue de por sí sumamente difícil.
      Poco después de la muerte de Rosa Luxemburgo, cuando todas las tendencias de izquierda decidieron que ella se había "equivocado" siempre (un "caso verdaderamente desesperado", como escribió, entre otros, George Lichtheim, en Encounter), se asiste a una curiosa modificación de su fama. La publicación de dos volúmenes de correspondencia, dos pequeños volúmenes de cartas personales, de una belleza simple, conmovedora, humana y a veces poética, bastó para destruir la imagen falsa de la "Rosa la Roja" sedienta de sangre -salvo en los medios antisemitas mas obstinados y reaccionarios-. Pero se gestó entonces otra leyenda: la imagen sentimental de una mujer amante de las flores y de los pájaros, a quien sus carceleros dirán adiós con lágrimas en los ojos al abandonar ella la prisión, como si sintieran perder el contacto con la extraña prisionera que acostumbraba hablarles como a seres humanos. Nettl no menciona esta anécdota. Me fue referida fielmente siendo aún niña, y confirmada más tarde por Kurt Rosenfeld, amigo y abogado de Rosa, quien dijo haber sido testigo de la escena. Aunque probablemente cierta, esta anécdota resulta en cierto sentido trascendente comparada con otra que cita Nettl en su obra. En 1907, Rosa Luxemburgo y su amiga Clara Zetkin (más tarde la "anciana gran dama" del comunismo alemán) habían salido de paseo, llegando con atraso a una cita con Augusto Bebel quien, inquieto por la demora, las daba ya por perdidas. Rosa propone redactar un epitafio para las dos: "Aquí yacen los dos últimos hombres de la socialdemocracia alemana". Siete años después tuvo la ocasión de probar la verdad de esta broma cruel al acudir ante la Corte criminal que la había inculpado de "incitar" a las masas a la desobediencia en caso de guerra. (Digamos de paso que no está tan mal, tratándose de una mujer que "se equivocó siempre" presentarse a un juicio bajo tal inculpación cinco meses antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, posibilidad aceptada en ese momento por poca gente "seria"). Nettl, con justicia, reproduce íntegramente el discurso de Rosa ante sus jueces: su "virilidad" no admite comparación en la historia del socialismo alemán.
  Fueron necesarios algunos años más y varias catástrofes para que la leyenda pasara a ser el símbolo de cierta nostalgia hacia los viejos tiempos del movimiento socialista, tiempos de confiada esperanza, cuando la revolución parecía inminente y, cosa aún más importante, cuando permanecía todavía intacta la fe en las posibilidades de las masas y en la integridad moral de los líderes socialistas y comunistas. Que esta leyenda -vaga, confusa, inexacta en casi todos sus detalles se haya difundido por el mundo y reviva cada vez que surge una "nueva izquierda" revela el mérito no sólo de Rosa Luxemburgo sino de toda aquella vieja generación revolucionaria. Sin embargo, junto a esta bella imagen persisten también otras que la muestran como a la "hembra belicosa", aquella "romántica” que no fue ni "realista" ni científica (es verdad que ella siempre siguió su propio camino) y cuyas obras, especialmente su importante libro sobre el imperialismo (La acumulación del capital, 1913), no obtuvieron más que un gesto de indiferencia.
    Cada movimiento de la nueva izquierda, al llegarle la hora de convertirse en vieja izquierda -en general cuando sus miembros alcanzan los cuarenta años- sepulta prontamente el entusiasmo demostrado hacia Rosa Luxemburgo, junto con sus sueños juveniles, y como por lo general estos hombres no se han tomado la molestia de leer y menos aún de comprender su mensaje, les resulta fácil descartarla, con todo el filisteísmo protector que implica su nueva condición. El "luxemburguismo", invención póstuma con fines polémicos de algunos viejos reincidentes del partido, no ha logrado ni siquiera que se lo honre con una acusación de "traición"; se lo ha tomado sólo como una enfermedad infantil e inofensiva. Nada de lo dicho o escrito por Rosa Luxemburgo se ha perpetuado salvo su crítica admirablemente justa de la política bolchevique durante los primeros años de la revolución rusa, pero por la sola razón de que aquellos para quienes "un dios había caído" pudieron servirse de ella como de un arma cómoda, aunque totalmente ineficaz, contra Stalin. ("Hay algo de indecente en el uso que se hace del nombre y las obras de Rosa como armas de guerra fría", escribió en el Times Litterary Supplement un comentarista de este libro). Estos nuevos admiradores no tienen en común con ella más de lo que tuvieron sus detractores. Su agudo sentido de las verdaderas diferencias, su juicio infalible y sus simpatías, así como también sus antipatías, le habrían impedido con seguridad colocar en ningún caso a Lenin y Stalin en un mismo casillero -aún prescindiendo del hecho de que jamás fue una "creyente", que nunca se sirvió de la política como de un sustituto de la religión y que toda vez que se vio obligada a oponerse a la Iglesia pus') especial atención, como lo hace notar Nettl, en no atacar la religión. En síntesis, "la revolución fue para ella algo tan suyo y tan verdadero como lo fue para Lenin", pero no un artículo de fe, no más de lo que puede serlo el marxismo. Lenin fue ante todo un hombre de acción y hubiera hecho política en cualquier circunstancia, mientras que Rosa, quien bromeando solía decir que ella había nacido "para cuidar gansos", hubiera podido muy bien consagrar una existencia anónima a la botánica o a la zoología si el mundo en el que vivió no hubiera herido su sentido de la justicia y la libertad.
      Naturalmente, decir esto es reconocer que Rosa Luxemburgo no fue una marxista ortodoxa -tan poco ortodoxa en realidad que uno llega a preguntarse sí fue verdaderamente marxista- Nettl dice con razón que Marx no era para ella más que "el mejor intérprete  de la realidad tal como se les presentaba a todos en ese momento" y se comprueba hasta qué punto se sentía poco ligada al marxismo al constatar que pudo escribir esto (a Hans Diefenbach, 8 de marzo de 1917. Briefe an Freunde, Zürich, 1950): "En este momento, el primer volumen del Capital de Marx me horroriza, por toda esa retórica rococó, tan esmerada, al estilo Hegel". Lo que más contaba para ella (más aún que la misma revolución) era la realidad en todos sus aspectos, fueran maravillas u horrores. Su falta de ortodoxia era inocente, desprovista de espíritu polémico: ella "recomendaba a sus amigos la lectura de Marx por lo osado de su pensamiento, su repulsa a tomar algo por "seguro", más que por el valor de sus conclusiones. Sus errores (...) resultaban evidentes (...) y esa era la razón por la cual juzgaba inútil empeñarse al respecto en una crítica detallada". Todo esto aparece con claridad en La acumulación del capital y sólo Franz Mehring ha tenido la suficiente libertad de espíritu para definir esta obra como "un resultado realmente magnífico, fascinante, sin igual desde la muerte de Marx" (pasaje no citado por Nettl; ver Briefe an Freunde, página 84).
            La tesis central de "esta curiosa obra maestra" es bastante simple. Como el capitalismo no mostraba ningún signo de debilitamiento "bajo el peso de sus contradicciones económicas", Rosa Luxemburgo se entregó a la búsqueda de una causa externa capaz de explicar su conservación y su crecimiento. La descubrió en lo que se llamó la teoría del tercer hombre: el proceso de desarrollo no era sólo la consecuencia de las leyes intrínsecas que rigen la producción capitalista sino también de la existencia de sectores precapitalistas en el mismo país, sectores de los cuales el capitalismo se apodera, introduciéndolos en su esfera de influencia. Una vez que este procedimiento ha sido aplicado al país entero, los capitalistas se verán obligados a procurarse otras regiones, otros territorios precapitalistas para introducirlos en el proceso de acumulación del capital que así se nutre de todo lo que le es exterior. En otra palabras, la "acumulación capitalista original" de Marx, no es, como el pecado original, un acontecimiento único, un único acto de expropiación cometido por la naciente burguesía para poner en marcha el proceso de acumulación que proseguirá después "con una férrea necesidad", de acuerdo con su propia ley y hasta su hundimiento final. Por el contrario, la expropiación no debe cesar de repetirse para mantener el sistema en movimiento. En consecuencia, el capitalismo no es un sistema cerrado que engendra sus propias contradicciones y que "lleva la revolución en su seno", sino que se alimenta de factores externos, y su aniquilamiento automático no llegará -si es que llega- sino el día en que toda la superficie de la tierra habrá sido conquistada y devorada.
      Lenin percibió enseguida que esta descripción, cualquiera fueran sus méritos o fallas, era esencialmente no marxista. Contradecía los fundamentos de la dialéctica marxista y hegeliana, que sostiene que la sociedad burguesa crea sus propias contradicciones y que todo el processus es el efecto de la ley de Hegel sobre el movimiento de la Historia. Lenin consideró que desde el punto de vista del materialismo dialéctico "su tesis, según la cual dentro de una economía cerrada es imposible un desarrollo considerable de la producción capitalista, lo que la obliga a devorar otras economías simplemente para seguir funcionando (...) es un error fundamental". Lo bueno es que este error con respecto a la teoría marxista más abstracta era al mismo tiempo un análisis inspirado de los acontecimientos como ellos se presentan en la realidad.
    El mejor y más original acierto de Nettl desde el punto de vista histórico es el descubrimiento del "grupo de los iguales" judío-polaco y del afecto profundo que Rosa Luxemburgo guardó celosamente durante toda su vida por el partido polaco que de él nació. Aún cuando nunca se tuvo en cuenta, este grupo significó una fuente importante para el espíritu revolucionario del siglo  XX. Como medio social ya en 1920 había perdido toda trascendencia y en la actualidad ha desaparecido por completo. Su núcleo estaba formado por judíos asimilados, pertenecientes a la clase media y a familias cuya cultura era esencialmente alemana (Rosa Luxemburgo recitaba Gotee y Möricke de memoria y poseía una preparación literaria mucho más completa que cualquiera de sus amigos alemanes) pero cuya formación política era rusa; en cuanto a sus criterios morales, tanto en lo que respecta a la vida pública como a la privada, eran absolutamente personales. Estos judíos, que constituían una pequeñísima minoría en Europa del Este y un porcentaje aún menor en el seno de los judíos asimilados del Oeste, estaban fuera de toda categoría social, judía o no judía y en consecuencia desprovistos de todo tipo de prejuicios o convencionalismos. En su espléndido aislamiento se habían impuesto un código de honor particular que terminó por atraer hacia ellos a un cierto número de no-judíos, entre ellos Julián Marchlewski y Félix Dzerjinski, quienes después integrarían las filas del bolchevismo. Fue precisamente en razón de ese pasado excepcional y de la preparación que allí había adquirido que Lenin hizo de Dzerjinski el primer jefe de la Cheka. Lo juzgó un hombre imposible de corromper: ¿acaso no le había suplicado que lo nombrara director de los servicios de educación e higiene de la infancia?.
    Nettl señala las excelentes relaciones de Rosa Luxemburgo con su familia, sus padres, hermanos y sobrina, refiriéndose al hecho de que aun cuando ninguno de ellos mostraron jamás el menor entusiasmo por el socialismo o las actividades revolucionarias, hicieron sin embargo todo cuanto les fue posible por ayudarla cuando tuvo que huir de la policía o cuando estuvo en la cárcel. No es inútil recordar estos hechos puesto que ellos demuestran lo excepcional del medio que formaban estas familias judías, y sin una idea clara al respecto, la existencia de los "grupos de iguales" y su particular código moral sería incomprensible. El secreto elemento nivelador que había reunido a estas personas quienes realmente se trataban de igual a igual  -y que trataban de la misma manera poco más o menos a todo el mundo- provenía de la simple experiencia de un mundo infantil donde el respeto mutuo y la confianza absoluta se consideraban perfectamente naturales, así como un profundo sentido humanitario y un desprecio auténtico y casi ingenuo por las distinciones sociales y étnicas. Los miembros de este grupo de iguales tenían en común lo que podría llamarse una especie de criterio moral, es decir, algo completamente diferente  de los "principios morales". Ellos debían la autenticidad de su moral al hecho de haber crecido en un mundo muy unido, y esto les había creado una "confianza excepcional en ellos mismos", tan fuera de lugar en el  medio  en el cual ingresarían que fue tomada como manifestación de arrogancia y vanidad. Fue este medio, y  no el partido alemán, el verdadero hogar de Rosa Luxemburgo, hogar que hasta cierto punto, podía considerarse móvil, y que no coincidía con ninguna "patria" ya que esencialmente era judío.
          Es en extremo significativo el hecho de que el SDKPIL, el partido donde este grupo judío predominaba, se separó del partido socialista polaco, el FPS, porque este último luchaba a favor de la independencia polaca. (Pilsudski, dictador de Polonia a partir de 1926, fue el resultado más notable y que tuvo el mayor de los éxitos). No menos significativo es el hecho de que 'juego de esta escisión los miembros del grupo se convirtieron en ardientes defensores de un internacionalismo a menudo doctrinario, y resulta aún más significativo constatar que la cuestión de las nacionalidades es el único punto con respecto al cual se puede acusar a Rosa Luxemburgo de haberse hecho ilusiones y de no haber querido afrontar la realidad. Parece fuera de duda que esto tenga alguna relación con el hecho de que ella era judía, si bien es "lamentablemente absurdo" interpretar su antinacionalismo como "un rasgo esencialmente judío". Nettl, empeñándose en no ocultar nada, evita cuidadosamente la consideración de la "cuestión judía"; dado el bajo nivel en que generalmente se desarrollan las discusiones sobre este problema, no se puede dejar de aprobarlo. Desgraciadamente, su disgusto, perfectamente comprensible, le ha hecho ignorar un cierto número de hechos importantes relacionados con este problema, lo cual es de lamentar puesto que por simples y elementales que hubieran sido, había también escapado a la inteligencia, en otras cosas tan sensible y rápida de Rosa Luxemburgo.
    Sólo Nietzsche, por lo que yo recuerdo, hizo notar que la posición y las funciones de su pueblo en Europa predestinó a los judíos a convertirse en los "buenos europeos" por excelencia. En realidad, los judíos de la clase media de París y de Londres, de Berlín y de Viena, de Varsovia y de Moscú no eran ni cosmopolitas ni internacionalistas, aún cuando los intelectuales pertenecientes a estos grupos se hayan definido así. Ellos eran europeos, cosa que no puede decirse de ningún otro grupo, y no se trataba de una cuestión de convicción sino de un hecho objetivo. En otras palabras, si la ilusión de los judíos asimilados consistía en cometer el error de creerse tan alemanes o tan franceses como los otros, la de los intelectuales judíos era la de creer que ellos no tenían "patria", mientras que en realidad su patria era Europa, cosa particularmente cierta para la "intelligenzia" de Europa del Este, que era políglota. (Rosa Luxemburgo hablaba con fluidez el polaco, ruso, alemán y francés y sabía muy bien inglés e italiano). Ellos no comprendieron nunca por que la divisa "la patria de la clase obrera es el movimiento socialista" era tan desastrosamente falso, precisamente para la clase obrera. Causa cierta turbación constatar que la misma Rosa Luxemburgo, con su agudo sentido de la realidad y su rechazo de los esquema, no comprendió nunca que había algo de falso en la base misma de este slogan. Puesto que una patria es, en primer lugar, un "país", y una organización no puede .jamás ser un país, ni siquiera metafóricamente hablando. Hay algo así como una suerte de confirmación siniestra en la transformación que debía sufrir después el slogan: "La patria de la clase obrera es la Rusia soviética" -pero por lo menos Rusia es un "país"- transformación que pondría término al internacionalismo utópico de esta generación.
            Se podrían mencionar algunos hechos más, pero sería de todos modos, difícil afirmar que Rosa Luxemburgo se equivocó totalmente en lo que respecta al problema nacional. Después de todo, ¿qué es lo que más ha contribuido a la declinación catastrófica de Europa sino el nacionalismo enloquecido que acompaña la decadencia de los Estados nacionales en el curso de la era imperialista? Aquellos a quienes Nietzsche había llamado los "buenos europeos" -y que no eran, aun entre los judíos, más que una débil minoría- fueron tal vez los únicos en presentir las consecuencias desastrosas que produciría un tal estado de cosas; sin embargo fueron incapaces de valorar correctamente la enorme fuerza de los sentimientos nacionalistas en el seno de una sociedad en decadencia.
          Al mismo tiempo que descubría el "grupo de las iguales" polaco, de gran importancia para Rosa Luxemburgo tanto en lo que respecta a su vida privada como a su vida pública, Nettl exhumó una serie de documentos, hasta entonces inaccesibles, que le permitieron reunir y reconstruir los acontecimientos de su vida, "un trabajo delicado de amor y oficio". Es evidente que no sabemos nada de su vida privada porque ella se protegió celosamente de toda publicidad.
        No sólo es cuestión de fuentes. Es realmente una suerte que estos documentos hayan ido a parar a las manos de Nettl, y él tiene el derecho de reubicar en su justo lugar a sus predecesores, quienes fueron menos limitados por la dificultad de conocer los hechos que por su incapacidad de actuar, de pensar y de sentir a nivel del tema que habían elegido. La facilidad con la cual Nettl maneja los elementos de esta biografía es sorprendente, haciendo uso de ello con una sutileza excepcional. La imagen que bosqueja de esta mujer extraordinaria, con amor, con mucho tacto y delicadeza, es la primera realmente aceptable. Es como si ella hubiera encontrado su último admirador, ya este respecto uno se siente tentado de discutirle al autor algunas afirmaciones.
        Nettl está ciertamente equivocado cuando insiste acerca de la ambición de Rosa Luxemburgo, y sobre la importancia que ella daba a su carrera. Es necesario creer que el violento desprecio que ella ostentaba por los que querían hacer carrera en el partido y llegar a los mejores puestos -aquellos que no cabían en sí de alegría ante la idea de entrar al Reichstag- ¿era sólo afectación? ¿Cree Nettl que una persona realmente ambiciosa hubiera podido mostrar tanta generosidad? (Un día, durante un congreso internacional, Jaurès pronunció un elocuente discurso, en el cual "ridiculizó las equivocadas pasiones de Rosa Luxemburgo, pero sucedió que no había nadie en ese momento para traducirlo. Rosa se alzó y reprodujo exactamente los términos de esta alocución, traduciéndola del francés a un alemán no menos fuerte"). ¿Y cómo puede Nettl conciliar esta opinión, a menos de acusar a Rosa de deshonestidad o de ambición, con la siguiente frase, que se encuentra en una de sus cartas a Jogiches: "Tengo una terrible nostalgia de felicidad, y estoy dispuesta a luchar con la obstinación de una mula para obtener mi ración cotidiana"? Lo que él toma por ambición es la fuerza natural de su temperamento, capaz, como ella lo dijera mofándose de sí misma, de "incendiar una pradera"; ese temperamento que la empujó, casi a pesar suyo, a la vida pública y que la dominaba, aun en sus empresas puramente intelectuales. Aun cuando insiste muchas veces sobre el elevado nivel de los criterios morales del "grupo de los iguales", Nettl no parece comprender, sin embargo, que las ideas como la ambición, el hacer carrera, los puestos, y el éxito mismo, eran consideradas absolutamente tabú por quienes pertenecían a este grupo.
              Hay otro aspecto de la personalidad de Rosa Luxemburgo sobre la cual Nettl insiste, pero del cual no parece apreciar todas sus consecuencias: el hecho de que ella fue tan consciente de ser mujer.
            Esto sólo hubiera sido suficiente para poner límites a sus posibles ambiciones, y Nettl no le atribuye más que los que hubiera podido tener cualquier hombre con su capacidad y sus medios. La poca inclinación que ella mostraba por el movimiento en favor de la emancipación femenina (hacia el cual todas las demás mujeres de su generación que compartían sus convicciones políticas se sentían irresistiblemente atraídas), es significativa: de frente a las reivindicaciones de igualdad de las sufragistas, ella hubiera sentido sin duda la tentación de gritar: "¡Viva la "diferencia!". Rosa era una extranjera, no sólo porque era judía polaca en un país que nunca había amado, y en un partido que ella llegó a despreciar muy pronto, sino, también, porque era una mujer. Con todo, se deben perdonar a Nettl sus preconceptos, debidos al hecho de ser hombre; estas ideas no tendrían casi importancia si no fuera porque le impiden comprender claramente el papel que Leo Jogiches, su marido y su primero (y quizás único) amante jugó en su vida. La disputa terriblemente seria, provocada por la breve aventura que Jogiches tuvo con otra mujer, las 'peleas interminables complicadas por las reacciones de furor de parte de Rosa, todo esto es muy representativo de esa época y de ese medio, como lo fueron luego los celos de ella y la negativa de él a perdonar, que duró muchos años. Esta generación estaba aún profundamente convencida de que el amor sólo llega una vez, y el desprecio que mostraba por las ceremonias oficiales del matrimonio no debe ser tomado como una tendencia especial hacia el amor libre. Nettl muestra claramente que Rosa tuvo amigos y admiradores, y que le causaba placer, pero esto no significa que haya habido otro hombre en su vida. Dar crédito a las charlatanerías que circularon en el partido con respecto a sus proyectos de matrimonio con "Hiinschen" Diefenbach -al cual ella siempre se dirigió utilizando el Sie (Usted), y al que nunca pensó tratar de igual a igual me parece una estupidez. Nettl se refiere a la relación de Leo Jogiches y Rosa Luxemburgo como a "una de las grandes y trágicas historias de amor del socialismo", definición que ni siquiera vale la pena discutir si se piensa que la tragedia que sella el fin de sus relaciones no es imputable a "los celos obcecados y destructivos" sino a la guerra, a los años de prisión, a la revolución perdida y al final cruento.
              Leo Jogiches, cuyo nombre Nettl ha salvado del olvido, fue una figura notable y un ejemplo típico de revolucionario profesional. A los ojos de Rosa, era sin duda masculini generis, lo cual para ella era sumamente importante. Esto lo prueba también el hecho que, frente a todos los iluminados del partido socialista alemán, ella prefería al conde Gestar (líder del partido conservador) "porque, según ella decía, era un hombre". No respetó sino a contadas personas, y Jogiches encabezaba una lista en la que no podrían incluirse con seguridad otros nombres, además de los de Lenin y Franz Mehrlng. Jogiches era verdaderamente un hombre de acción, que supo actuar y sufrir; su personalidad incita a compararlo con Lenin, a quien se asemeja en cierta medida, exceptuando su amor por el anonimato y su inclinación por manejar los hilos detrás de la escena. Además, su pasión por la conspiración y el peligro debía añadir a su personalidad algo así como un hechizo erótico. En los hechos, fue un Lenin malogrado, "totalmente" incapacitado como escritor (ella lo dice en el retrato sutil y no obstante extrema-dadamente tierno que le hizo en una de sus cartas) y mediocre como orador. Ambos tenían enorme capacidad para la acción y el mando pero no para más, al punto de sentirse impotentes e inútiles cuando se vieron librados a ellos mismos. Esto es menos evidente en el caso de Lenin puesto que éste nunca se encontró completamente solo, mientras que Jogiches riñe muy pronto con el partido ruso después de una discusión con Plekhanov, quien considera a este joven judío, seguro de sí, recién llegado de su Polonia natal, como "una versión disminuida de Netchaiev". Como consecuencia de esta ruptura, Jogiches, según Rosa Luxemburgo, "vegetó, completamente desarraigado"; durante varios años, hasta la revolución de 1905, que le ofreció sus primeras oportunidades: "De golpe logró transformarse en una de las cabezas, no sólo del movimiento polaco, sino también del ruso." (El SDKPIL se destacó durante la revolución y se hizo cada vez más importante en los años subsiguientes. Jogiches, si bien "nunca escribió una sola línea", quedó como el verdadero espíritu de sus publicaciones). Su última actividad consistió en organizar una oposición clandestina en el seno del ejército alemán, durante la Primera Guerra mundial, "cuando era completamente desconocido en el SPD". "Sin él, no hubiera existido el Spartakusbund", el grupo que, al contrario de las otras organizaciones de la izquierda alemana, pasó a ser en poco tiempo algo así como un "grupo ideal de iguales". (Naturalmente, esto no significa que Jogiches haya hecho la revolución alemana; como todas las revoluciones, aquélla no fue la obra de nadie en particular. También Espartaco "siguió, más que suscitó, los acontecimientos", y la concepción oficial según la cual la "sublevación espartaquista" de enero de 1918 fue conducida o inspirada por sus jefes -Rosa Luxemburgo, Jogiches, Liebknecht- es un mito).
            No sabremos jamás qué opinión política tenía Rosa Luxemburgo respecto de Jogiches; tratándose de una pareja, no es siempre fácil determinar las opiniones personales de cada uno. Pero que Jogiches fracasara allí donde Lenin triunfó, fue tanto la consecuencia de las circunstancias -él era judío y polaco- como de su menor envergadura. En cualquier eventualidad, Rosa Luxemburgo hubiera sido la última en reprochárselo; los miembros del grupo de los iguales jamás se juzgaban mutuamente según tales criterios. Sin duda, Jogiches compartía el juicio de Eugene Leviné, ruso y judío él también, aunque más joven, quien decía: "Nosotros somos muertos a plazo fijo". Esta disposición de espíritu lo diferenciaba de los demás, puesto que ni Lenin ni Trotsky, ni aun Rosa Luxemburgo, parecen haber guardado semejante pensamiento. Después de la -muerte de Rosa, Jogiches  rehúsa a abandonar Berlín para su seguridad personal: "Alguien debe quedarse para escribir nuestros epitafios" habían pasado dos meses del asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, cuando fue arrestado y ultimado de un balazo en la espalda, en un destacamento policial. Se supo el nombre  del asesino, "pero nada se hizo para intentar castigarlo"; cometió otro crimen similar y luego "prosiguió su carrera y obtuvo ascensos en la policía prusiana". Tal era lo que acostumbraba hacer la República de Weimar.
            Al leer y evocar estas viejas historias, no se puede evitar, aunque dolorosamente, de aceptar la diferencia que había entre los miembros del partido socialista alemán y el grupo de Rosa Luxemburgo. Durante la revolución rusa de 1905 ella fue arrestada en Varsovia y sus camaradas se unieron para pagar su caución (es probable que el dinero haya sido proporcionado por el partido alemán), acompañando el depósito con "una tácita amenaza de represalias: si algo le sucediera a Rosa, ellos tomarían sus represalias contra personajes oficiales importantes". La idea de una "acción" semejante no partió jamás de sus amigos alemanes, ni antes ni después de la ola de crímenes políticos, ni cuando la impunidad de los asesinos se hizo notoria.
            En la actuación de Rosa Luxemburgo hay circunstancias más embarazosas para su memoria y seguramente más penosas para ella misma que los "errores" que se le atribuyen: nos referimos a algunas circunstancias cruciales en las que lejos de mantenerse al margen del problema en cuestión, se mostró totalmente de acuerdo con los dirigentes del partido socialista alemán. Pero terminó por reconocer todos estos errores indiscutibles, arrepintiéndose amargamente de haberlos cometido. El de menor gravedad es el que se refiere a la cuestión del nacionalismo: Rosa Luxemburgo había llegado a Alemania en 1898, después de haber obtenido su doctorado en Zürich con "una disertación de primer orden sobre el desarrollo industrial en Polonia" (según los términos empleados por el profesor Julius Wolf, quien, en su autobiografía, se refiere con ternura a su "mejor alumna"), disertación que recibió la desusada distinción de "ser publicada inmediatamente y puesta en venta", y que en la actualidad es utilizada todavía por los estudiantes interesados en la historia de Polonia.
          Según esta tesis, el desarrollo económico de Polonia dependía por completo del mercado ruso, y toda tentativa "para crear un Estado Nacional o lingüístico consistiría en negar el progreso y el desarrollo de los últimos cincuenta años". Que esta opinión haya sido acertada desde el punto de vista económico, lo prueba suficientemente el atraso crónico de la economía polaca entre las dos guerras. Ella pasa a ser entonces un experto de los problemas polacos en el partido alemán, propagandista entre los habitantes dé origen polaco las provincias del este de Alemania y concierta, algo incómoda, una alianza con los partidarios de la "germanización" de los polacos, quienes "habrían regalado de buen grado a todos los polacos, incluidos los socialistas polacos", como le había dicho un secretario del SPD. Es evidente que "la importancia de una aprobación oficial podría engañarla."
            Mucho más grave fue su desacertado acuerdo con el partido en la controversia sobre el revisionismo, donde ella jugó un papel principal. Esta furiosa discusión había sido iniciada por Eduardo Bernstein. El revisionismo histórico tomó la forma de una preferencia por la reforma contra la revolución, pero este  grito de combate conduce a error por dos razones: porque podría hacer creer que el SPD, a principios de  siglo, todavía se preocupaba por realizar la revolución,  lo cual no era cierto; y porque ocultaba la verdad sobre muchas ideas de Bernstein. Su crítica a las teorías económicas de Marx estaba en realidad, como él afirmó, "perfectamente de acuerdo con los hechos". Bernstein señaló que, en una sociedad, "el acrecentamiento considerable de la prosperidad no va acompañado por una disminución del número de los grandes capitalistas, sino de un aumento del número de capitalistas de todo tipo", que "no se había evidenciado una disminución marcada del número de capitalistas, simultáneamente a un incremento de la miseria en las clases más pobres", y que la fórmula de Marx "el proletariado no tiene patria", ya no era válida. El sufragio universal había concedido al proletariado derechos políticos, los sindicatos habían conquistado para ellos un lugar en la sociedad y la nueva evolución del imperialismo hacía que se sintieran interesados por la política exterior de su país. Sin ninguna duda, la reacción del partido socialista alemán ante estas verdades fastidiosas, fue inspirada principalmente por un firme rechazo al examen crítico de sus bases teóricas. Estaba en juego el estatuto mismo del SPD en su calidad de "Estado dentro del Estado": el partido, convertido en una enorme burocracia bien organizada, se mantenía al margen de la sociedad y tenía sumo interés en que las cosas no cambiaran. El revisionismo de Bernstein hubiera obligado al partido a reintegrar la sociedad alemana, lo cual fue considerado peligroso, tanto para los intereses del partido, como para los de la revolución.
              El análisis de Nettl sobre la posición del SPD se basa en una interesante teoría que él desarrolló en un artículo titulado "El partido socialdemócrata alemán, de 1890 a 1914, considerado como modelo político", publicado en el número de abril de 1966 de la revista Past and Present: en él Nettl describe la "posición de paria” del SPD en la sociedad alemana, y cómo su participación en el gobierno fue un fracaso. Sus miembros estimaron que el partido podía "proveer, por sí mismo, una alternativa superior a la del capitalismo corrupto". Pero, al determinar "defenderse contra la sociedad en todos los frentes", engendra ese falso sentimiento de "camaradería" (como lo muestra Nettl) que los socialistas franceses consideraron con el mayor de los desprecios.
              De todos modos, cuanto más aumentaba el número) de los militantes del partido, más el movimiento radical estaba "organizado fuera de todo contacto con la realidad"; le era posible vivir muy confortablemente en ese "Estado dentro del Estado", evitando todo conflicto con la sociedad en general y tomándole gusto a un sentimiento de superioridad moral, que no comportaba ninguna consecuencia. No hubo necesidad de pagar el precio de una verdadera alienación puesto que esta "sociedad paria" no era en realidad más que una imagen reflejada, "una reproducción en miniatura" de la sociedad alemana. Este callejón sin salida en el cual se había internado el partido socialista alemán, puede ser analizado correctamente según diferentes puntos de vista: el del revisionismo bernsteiniano, según el cual la emancipación de la clase obrera en la sociedad capitalista era un hecho y por consiguiente urgía terminar  con una revolución de la cual todo el mundo hablaba  pero en la que nadie creía; o bien desde el punto de vista de los que no sólo se sentían alienados en la sociedad burguesa, sino que realmente deseaban transformar el mundo.  Esta última posición era la de los revolucionarios del este, quienes habían dirigido los ataques contra Bernstein (Plekhanov, Parvus y Rosa Luxemburgo) y apoyado a Karl Kautsky, el más destacado de los teóricos  del partido alemán, aunque probablemente él se hubiera encontrado más cómodo con Bernstein que con sus nuevos aliados. La victoria que obtuvieron fue más bien una victoria a lo Pirro: "no hizo más que reforzar la alienación alejándolos de la realidad". Puesto que el verdadero problema no se planteaba sobre el plano económico ni sobre el teórico; lo que se cuestionaba era la convicción de Bernstein, disimulada vergonzosamente en una nota al pie de página, según la cual "en su masa, la clase media, incluí da la clase media alemana, (era) aún muy fuerte, no sólo desde el punto de vista económico, sino también moralmente" (subrayado por mí). Es por este motivo que Plekhanov lo acusa de "filisteísmo", y que Parvus y Rosa Luxemburgo estiman que el combate contra su tesis es de gran importancia para el porvenir del partido. En realidad, Bernstein y Kautsky tenían en común una profunda aversión por la revolución (la ley de la "férrea necesidad" era para Kautsky la mejor excusa para no hacer nada). Los huéspedes llegados del este eran los únicos que no sólo creían en la revolución como una necesidad teórica, sino que deseaban actuar con el propósito de acelerarla, precisamente porque pensaban que por razones morales y de justicia, la sociedad, tal como se presentaba, se hacía insoportable. Bernstein y Rosa Luxemburgo, por otra parte, eran honestos (lo que explicaría la "secreta ternura" que Bernstein guardaba hacia ella), ambos analizaron los hechos tal como los vieron, fueron leales frente a la realidad, y asumieron una actitud de crítica con respecto a Marx. Bernstein se dio perfectamente cuenta de eso y en su respuesta a los ataques de Rosa Luxemburgo hizo notar con delicadeza que también ella había cuestionado "todas las profecías de Marx sobre el porvenir de la evolución social, en cuanto ellas se fundamentaban en la teoría de las crisis".
          Los primeros triunfos de Rosa Luxemburgo en el partido alemán se basaron en un doble malentendido. Al cambiar el siglo, el SPD era "la envidia y la admiración de todos los socialistas del mundo". Augusto Bebel, su "gran viejo" que desde la fundación del Reich alemán por Bismark hasta la Primera Guerra mundial "dominó su política y su espíritu", había afirmado repetidamente: "Yo soy y seré siempre el enemigo mortal de la sociedad tal como es". Estas palabras, ¿no traen a la memoria el espíritu del grupo polaco "de los iguales"? ¿Semejante recelo no podrá hacer pensar que el poderoso partido alemán era en cierto modo un SDKPIL aumentado? Fueron necesarios casi 10 años -hasta el momento de su regreso, después de haber asistido a la primera revolución rusa- para que Rosa Luxemburgo percibiera que el secreto de ese recelo era un rechazo obstinado a comprometerse con el mundo y una preocupación exclusiva por el desarrollo organizativo del partido. Es a partir de esa experiencia, es decir, después de 1910, que ella comprende el verdadero sentido del programa, que exigía una oposición constante hacia la sociedad, hecho que, como acababa de entender, condenaba a la esterilidad la fuente misma del espíritu revolucionario. No quería pasar toda su vida en medio de una secta, por más amplia que fuese; su devoción por la revolución era ante todo una cuestión moral, es decir, que permanecía empeñada apasionadamente en la vida política y en los problemas públicos, interesándose con ardor por el destino de la humanidad. Su preocupación por la vida política europea más allá de los intereses inmediatos de la clase obrera -y por consiguiente sobrepasando de lejos el punto de vista de todos los marxistas.- se demostró de la manera más sorprendente cuando no cesó de insistir sobre la necesidad un programa republicano" para los partidos socialistas: ruso y alemán.
            Este fue uno de los temas centrales de su famoso Juniusbrochure, que había escrito en la cárcel durante la guerra y que después sirvió de plataforma a los espartaquistas. Lenin, sin saber quién era el autor, declaró inmediatamente que proclamar "el programa de una república...(significa) en realidad proclamar la revolución con un programa revolucionario incorrecto", Un año después, sin ningún "programa", estalla la revolución rusa, y su primera medida fue la abolición de la monarquía y la instalación de la república, circunstancias que se reprodujeron en Alemania y en Austria, lo cual, de todos modos, no impidió que sus camaradas rusos, polacos y alemanes se declararan en violento desacuerdo con ella sobre este punto. En realidad, fue esta discusión sobre la república más que aquélla sobre el nacionalismo, lo que la alejó de los demás de una manera decisiva. Allí se encontró completamente sola, del mismo modo -aunque resultó menos evidente- que cuando insistió en la necesidad absoluta no sólo de la libertad individual sino también de las libertades públicas, bajo cualquier circunstancia.
              El segundo malentendido se relaciona directamente con la discusión sobre el revisionismo. La vacilación de Kautsky en aceptar los análisis de Bernstein engañó a Rosa pues ella la tomó como un auténtico compromiso con el porvenir de la revolución. Después de la revolución rusa de 1905, que la hizo regresar con urgencia a Varsovia valiéndose de documentos falsos, ya no podía hacerse demasiadas ilusiones. Esos pocos meses fueron para ella no sólo una experiencia crucial, sino también, como solía decir, los más felices de su vida. A su regreso, discutió aquellos sucesos con sus amigos del partido, socialista alemán y comprendió muy pronto que la palabra revolución, puesta en contacto con una situación realmente revolucionaria, se transforma de inmediato en unas pocas sílabas desprovistas de todo sentido. Para los socialistas alemanes ese tipo de acontecimientos no podrían darse sino en regiones bárbaras y remotas.
          Este fue el primer golpe, del que jamás se repuso; el mundo, en 1914, la llevó al borde del suicidio.
          Su verdadero contacto con una verdadera revolución le brindó algo más que la desilusión o el arte del desdén o  la desconfianza. En primer lugar, esta experiencia hizo que elaborara una idea sobre la naturaleza de la acción política que Nettl considera como su contribución más trascendente a la teoría política. Los consejos obreros revolucionarios (más tarde transformados en soviets) le enseñaron lo ella consideró más importante: que "la buena organización no  precede la  acción sino que es su consecuencia", que "la organización de la lucha revolucionaria puede y debe surgir de la revolución misma, del mismo modo que no sé  puede aprender a nadar fuera del agua", que nadie "hace" las revoluciones. sino que estallan "espontáneamente", que la  "compulsión a la lucha” siempre parte "desde abajo", y  también que una revolución es grande y fuerte hasta que no la hundan los socialdemócratas”,          Sin embargo, se le habían escapado por completo dos aspectos de este preludio de 1905: de manera sorprendente, la revolución había estallado en un país no industrializado, atrasado, donde no existía ningún movimiento socialista poderosos que dispusiera del apoyo de las masas: además había sido la innegable consecuencia de la derrota


1.- Felicitaciones...
Lucca Toni|13-09-2008 11:31
Felicitaciones a Pepe por su extenso trabajo. Particularmente estoy leyendo el texto de Frölich, realmente interesante y emotivo, aunque voy un poco lento ya que lo tengo en inglés. También me han resultado muy interesantes las simpatías de Hanna Arendt por Rosa que indagaré.

No obstante, para proseguir el debate os recomiendo leer el texto "Los trabajadores contra los bolcheviques" que podréis encontrar en el blog:

antorchasocialista.blogspot.com (con observaciones y aclaraciones que creo pertinentes sobre la naturaleza y evolución del bolchevismo)

O bien en el blog del Movimiento Socialista Mundial (otra corriente a tener en cuenta) de donde lo he sacado. Creo que el vínculo es
www.es.wpus.org.

Saludos revolucionarios internacionalistas.
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#2.- luxemburguismo en españa
Jorge|13-09-2008 12:14
A propósito de la bibliografía sobre Rosa en España, está el libro que edito Prospettiva Edizioni en castellano sobre Rosa Luxemburg por parte de Anna Bisceglie y Dario Renzi. La primera parte de Anna es una biografía de Rosa mientras que la segunda parte es un ensayo crítico y reivindicativo en un sentido actualizador del pensamiento socialista de Rosa.
Cómo venía en un comentario del primer artículo en España existe una organización como Socialismo Libertario (de la que hago parte) que desde nuestra fundación hemos reivindicado el pensamiento socialista revolucionario de Rosa, en relación a otras versiones marxistas revolucionarias como el bolchevismo. A partir del desarrollo programático que vivió Socialismo revolucionario en Italia en la década de los 90´. Reivindicando la centralidad socialista del pensamiento de Rosa. Por ejemplo, y al respecto, es muy sintomática su crítica a Lenin y a Trotsky durante la revolución rusa porque como ella recordaría en el programa de fundación del Partido Comunista Alemán (aunque ella prefería el nombre de Liga Espartaco) el socialismo no se decreta sino que es una obra consciente de las clases subalternas. Y es esto lo que diferencia cualitativamente las revoluciones proletarias y socialistas con la revolución burguesa.´
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#3
Makhno|13-09-2008 18:53
También recordar el notable trabajo de Daniel Guerin "Rosa Luxemburgo y el espontaneismo revolucionario", colección de textos comentados de Rosa precedido de un estudio crítico del propio Guerin.

Fue editado en castellano por Proyección en los 70.
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#4.- A Jorge...
Lucca Toni|13-09-2008 21:25
Pues me gustaría mucho poder debatir contigo ( y supongo que todos los compañeros) y con Socialismo Libertario. Casualmente yo estuve en el PST en la época de la escisión, fue una de mis primeras decepciones con el trotskismo.
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#5.- Sobre el libro de Lelio Basso
Paco Fernández|14-09-2008 01:47
Aunque evidentemente todas las obras citadas por el autor del artículo son muy importantes, creo que no se ha destacado suficientemente la de Lelio Basso. Y es más que recomendable. El político italiano apoya sin fisuras (lo cual no es sinónimo de no ser crítico) las tesis de Rosa. Y las explica de una forma muy inteligible. Por cierto, quizás el proceso de integración del PSIUP en el PCI no estaría de más para comprender por qué esas "uniones" no conducen a nada interesante.

Hay un aspecto que me gustaría matizar. Lenin no fue el primero en criticar la tesis de la acumulación de Rosa. Lenin tomó las críticas de la dirección del SPD y la Internacional (rebatidas ya por la propia Rosa). Y al igual que ellos (incluido Pannekoek) se equivocó. Porque Rosa no hizo simple teoría sobre cómo funciona el capitalismo (hacer "teoría" no es tan difícil). Rosa teorizó lo que la Historia mostraba. Interpretó la dinámica histórica del desarrollo capitalista. Casi todas las tendencias que se reclaman del marxismo la han criticado. La Historia, como en tantas cosas, le ha dado la razón.
Como se señala en el texto, Rosa no separó el proceso de acumulación original del proceso de expansión posterior. Descifró así cómo se expande el capitalismo, pero, sobre todo, evidenció los límites objetivos del propio capitalismo.
Como pasó con lo demás, esa aportación fue arrinconada por los epígonos. Para desgracia del movimiento obrero.
SALUD
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#6.- continuando el debate
jorge|14-09-2008 19:14
Por supuesto que me gustaría seguir discutiendo contigo Lucca (y con el resto de los compas). En relación al pensamiento de Rosa Luxemburgo que implica una concepción del socialismo muy diferente a la marxista revolucionaria de tipo bolchevique. En el libro que comentaba, sobre todo en el ensayo de Dario se argumenta bastante en este sentido. Una idea del socialismo que no se decreta, sino que debe nacer de modo autoconsciente de las masas en revolución. En este sentido como viene en el programa de la Liga Espartaco (escrito por Rosa) ésta sólo tomará el poder cuando la inmensa mayoría estén de acuerdo con el programa, los métodos y los fines de la Liga Espartaco. Es una idea que se puede cuestionar (nosotros como SL y como corriente Utopía Socialista no estamos de acuerdo con la idea de toma del poder) pero que sin duda es muy distinta de la visión más jacobina de Lenin, que acabó por sustituir la autoactividad de las masas y sus formas de autogobierno en los soviets.
Rosa no casualmente no estaba de acuerdo con la fundación de la Internacional Comunista, porque tenía una visión distinta del socialismo revolucionario a la de los bolcheviques.  Se ve en tantos ejemplos, un compañero en el debate recordaba por ejemplo su posición sobre la violencia y de crítica del terror. En fin para nosotros como Socialismo Libertario (y como corriente Utopía Socialista) Rosa es una inspiración fundamental en nuestra idea del socialismo. Y debatir sobre ella es siempre un estímulo.
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#7.- A Lucca
Jorge|14-09-2008 19:18
A propósito Lucca, ya me dirás del PST (del que proceden las compañeras y compañeros que fundaron Socialismo Libertario). Me imagino que cuando hablas de ruptura te refieres al momento de ruptura definitiva del PST, cuando la mayoría acabó integrándose en lo que hoy es Espacio Alternativo, y otras compañeras y compañeros conformando lo que acabó siendo Socialismo Libertario...
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#8.- Ruptura del PST...
Lucca Toni|14-09-2008 20:15
Quizá me refiera a antes, cuando se separó la tendencia de Cabezas, que daría luego lugar al PRT y la mayoría PST- Contracorriente. Por lo que me dices entiendo que la mayoría se integró en Espacio Alternativo, me resuelves una duda que tenía de hace mucho tiempo atrás, pues llegué a distribuir aquella revista por algunas librerías y luego perdí totalmente el rastro. Supongo que , posteriormente, cuando se integraron en EA sería la formación de "Socialismo Libertario". Igualmente Lucha Internacionalista se separó del PRT, pero de mutuo acuerdo y permaneciendo en la LIT.

Bueno, voy a ver si encuentro ese libro en la web de SR.

Si te apetece pásate por: democraciacomunista.blogspot.com
o bien                                                            antorchasocialista.blogspot.com
o por el Foro Luxemburguista Internacional (no tengo el link pero por google es fácil).

Ahora bien todas esas ideas de "no tomar el poder" no me convencen mucho. ¿No era una idea de un tal Holloway?. En general, creo que nuestra linea no es tan "heterodoxa". Pero bueno el marxismo no es un dogma inamovible, aunque creo que en lo de tomar el poder tenía razón.

¿Por cierto, sabes que relación tiene el PRT-IR con Corriente Roja?

Un saludo internacionalista

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#9.- Una solicitud a Pepe
Manugorri|15-09-2008 00:17
¿Por favor, puede echar un vistazo a la página del MIA y ver en el personaje de Rosa la biografía que tienen allí sobre ella  de Tony Clift?

  Nada más, te agradeceré aquí  un pequeño comentario sobre dicho trabajo y te lo agradeceran también cuantos den con el mismo.

Saludos y Agur
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#10.- a Lucca Toni
Jorge|15-09-2008 11:09
Si te interesa el libro de Anna Bisceglie y Dario Renzi ponte mejor en contacto con nosotros como Socialismo Libertario, tenemos las copias de la edición en castellano.
Te doy el teléfono y el email de SL-Madrid: 914284887 (Lunes, miércoles y viernes de 19horas a 21horas). Email:
slcentro@gmail.com.
Muchas gracias por los blogs que pasabas, que consultaré.
En cuanto a lo que decías sobre la posterior ruptura del PST tienes razón, la mayoría acabó en Izquierda Alternativa (lo que es hoy Espacio Alternativo). No entendía si te referías a esta fase o a la que tu comentabas que dio lugar a la ruptura y conformación del PRT.
En cualquier caso llamanos si te apetece y podemos hablar con más calma.
Jorge
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#11.- SL y Cliff
Paco Fernández|15-09-2008 12:39
Un camarada de Madrid intentó contactar con SL. Los mails (los de la web) rebotaban. He visto que tenéis otro. Le comentaremos que os escriba. Intentó también veros en los "puestos" de los domingos (él está en CNT), pero no siempre estais.

Sobre lo que se comentaba de la obra de Cliff, a mí también me gustaría escuchar los comentarios de PGA. Para mí es de lo peor que he leído de Cliff. Muchos de los análisis de la IST son más que interesantes. Pero en esa obra se vuelve a repetir a la postre el esquema bolchevique de siempre: Rosa fue maravillosa, nos acordamos de ella, pero no acertó en nada. Como le dije en un debate aquí a un camarada de la IST, para eso Cliff se podía haber ahorrado escribir el texto.

En un texto de Renzi sobre RL (no recuerdo si es al que se refiere el compañero u otro) la visión era similar. Se venía a decir también algo así como que pese a que se equivocó en casi todo, había que recuperarla. Lo que no se explica nunca (de manera científica, con datos, no citando a Lenin y compañía) es dónde están esos errores. Yo suelo decir que si me considero "luxemburguista" es porque RL es la única "líder" (entiéndase bien, no se malinterprete) con la que en ningún elemento fundamental puedo estar en desacuerdo.

SALUD
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#12.- observaciones
pg-a|15-09-2008 20:39
  Creo que el marxismo será abierto o no será, y es creativo cuando se plantea abiertamente las cuestiones. Como en un viaje vital, que llegas diferente a cuando partistes. Hace muchos años que leí el folleto de Tony Clift, y no me convenció. Lo he ojeado nuevamente, y sigue sin hacerlo. Respeto mucho a la gente capaz de crear y mantener una formación revolucionaria, pero no creo que se pueda hacer un dictamen sobre nada y adiós, y menos sobre una vida y obra tan extraordinaria como Rosa Luxemurgo. En un texto de RL sobre la evolución del marxismo, reconocía que el de su tiempo significaba un paso atrás en relación al de Max y Engels, y considerando que su tiempo todavía nos deslumbra...Actualmente, hay una reflexión marxista muy extensa y rica, pero rara vez está en conexión con los movimientos. Ante tanta incertidumbre, hay un recurso fácil que no dudar, el partido lo aclara todo. Creo que, aunque diga lo contrario, en el dictamen de  Clift no habita la duda.
    Carlos, por supuesto que no me  molesta el don cuando viene de voces amigas. Es una palabra que se puede coger de una manera u otra, pero cuando es respetuosa tiene su encanto, sobre todo porque es algo que se otorga a los ancianos de la tribu.
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#13.- breve observación
Jorge|16-09-2008 13:52
Muy brevemente, el texto de Dario Renzi al que me refería no tiene nada que ver con una crítica leninista a Rosa. Al contrario es una reivindicación de la peculiaridad de sus posiciones socialistas revolucionarias, que ella defendía  en el ámbito del marxismo revolucionario. Es una reivindicación de Rosa como la principal maestra socialista, que expresaba otra idea del socialismo, diferente a la de los bolcheviques. Al mismo tiempo que sí es una crítica actualizadora al pensamiento socialista de Rosa, donde una inspiración luxemburguista no quiere decir estar de acuerdo con todos los elementos que ella dijo...  

Anexo que yo le incluyo.

Más obras de Rosa Luxemburgo, que no está incluido en las obras escogidas
Este es el desglose
Introducción a la economía política de rosa Luxemburgo, libro de 159 páginas
La acumulación del capital de Rosa Luxemburgo, libro de 232 paginas
La acumulación del capital o en qué han convertido los epílogos la teoría del Marx
Critica de las críticas
Programa de la liga Spartakus y otros
Discurso ante el congreso de formación del partido comunista alemán
Este enlace de mi blog, son los libros de arriba
Este enlace tiene 8 o 9 libros muy bueno
Desglose
La izquierda bolchevique y el poder obrero 1919-1927, por Michel Olivier, libro de140 páginas
Los nacionalismos contra el proletariado Carlos Marx  Federico Engels, libro de 151 páginas
El materialismo histórico, explicado a los obreros por Hermann Gortes (Stuttgor 1913)
Las diversas tácticas en el movimiento obrero por Anton Pannekoek (Hamburgo 1909)
Libro de 302 páginas
Herman Gorter  Anton Pannekoek, libro de 290 páginas
Contra el nacionalismo, contra el imperialismo y la guerra: ¡Revolución proletaria mundial!
Jan Appel, Hermann Gorte, Heinrich Laufenberg, Ludwig Meyer, Anton Pannekeor, Franz Pfemfert, Otto Ruhle, Berhrd Reichenbach, Alexander Achwab, Fritz Wolffheim y otros
Ni parlamento ni sindicatos: ¡Los consejos obreros! Libro de 355 páginas
Claude Bitot
Investigando sobre el capitalismo llamado triunfante, libro de 142 páginas
Claude Bitot
El comunismo no ha empezado todavía, libro de 341 páginas
Tratado de Brest- Litovsk de 1918
Frenazo a la revolución, por Guy Sabater, libro de 213 páginas
Barricadas en Barcelona
La CNT de la victoria de julio de 1936 a la necesaria derrota de mayo de 1.937
Agustín Guillamón libro de 302 páginas
Ida Mett
La Comuna de Cronstadt
Crespúsculo sangriento de lo soviets, libro de 139 páginas
H. Gorte K. Korsch   A.Pannkoeh
La izquierda comunista germano-holandesa contra Lenin
Gills Davé y FranÇois Martin
Declive y resurgimiento de la perspectiva comunista
                                              Leon Trosky
Informe de la delegación siberiana, seguido ideología y lucha de clase por Pirre Guillaum y
El “renegado” Kautsky y su discípulo Lenin por Jean Barrot
Obras escogidas  de Rosa Luxemburgo
Biblioteca general de socialistas en castellano



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