viernes, 28 de septiembre de 2012

jueves, 27 de septiembre de 2012

FAES, la fundación preside José María Aznar y vicepresidenta María Dolores de Cospedal



Partiendo que el P.P. es el partido de la burguesía
Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAE)
Su presidente es José María Aznar y su vicepresidenta María Dolores de Cospedal

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FAES pide el fin del 'gratis total' y que cada español pague "según su renta"

Los recortes que está haciendo el P.P., en el 2 de agosto de 2.010 lo habían decididos.  Este es un documento de la FAES, la fundación que preside José María Aznar.
Curso estabilidad y reformas ante la crisis fiscal
“Reformas estructurales para una política económica de futuro”
Mesa redonda, moderador Antonio Beteta, consejero de Economía y Hacienda de la Comunidad de Madrid, participaron Luis de Guindos director de Centro PwC/IE del sector Financiero IE Business School; Juan Iranzo director general del Instituto de Estadios IEBUSINE School y Joaquín Trigo, director ejecutivo de Fomento de Trabajo Nacional.

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miércoles, 26 de septiembre de 2012

Las clases medias en su relación con el proletariado



LAS CLASES MEDIAS EN SU RELACIÓN CON EL PROLETARIADO1
José Luis Arenillas
  El problema de la revolución proletaria está planteado en los siguientes términos de crudeza: lucha entre burguesía y el proletariado por la conquista de las clases medias.
   En aquellos países donde la clase obrera representa una minoría en relación a las clases medias, como es el caso de España, el comunismo y la clase obrera no podrían disfrutar si no ganan para su causa a dichas clases. Pero teniendo en cuenta que el proletariado ha de ser la clase que dirija tal movimiento, y que el Partido de la clase obrera ha de conservar, por encima de todo, su independencia –aun cuando utilice a las clases medias como fuerzas auxiliares- en su lucha contra la oligarquía dominante-. ¿Cómo ganar a la pequeña burguesía sin caer en una alianza con ella?
   De un modo genérico responderemos que se logrará este resultado obrando, de una manera tenaz y consecuente, en nombre de los intereses generales de la mayoría del pueblo laborioso.
   Táctica que, en las actuales circunstancias, supone propagar ardientemente la necesidad de un cambio de estructura, la necesidad de una revolución progresiva que, como la proletaria (la única progresiva), implique la transformación de la sociedad capitalista en sociedad socialista. Porque en tanto que los medios de producción y cambio pertenezcan a la clase capitalista, y la tierra a los grandes terratenientes, las masas laboriosas no tendrán nunca el Poder, aun cuando gobiernen sus partidos, cuya política social no podrá entrar en conflicto con las necesidades de la política económica de los latifundistas y del capital.
   Ahora bien: en la actualidad, la defensa de las masas laboriosas contra los ataques que les dirige la oligarquía dominante no puede realizarse sin entrar en conflicto con la política económica del capital. Hecho que conviene tener muy en cuenta para fijar nuestra posición en los momentos que vivimos, atendiendo al porvenir del movimiento obrero.
   La estructura de la sociedad moderna no permite saltar del capitalismo al socialismo, quemando las etapas intermedias. Cuando la clase obrera haya conquistado el poder político, y lo ejerza en nombre de los intereses de la mayoría de la población, procederá a la socialización de las ramas económicas socializables, respetando la iniciativa privada en aquellas ramas cuya socialización sería onerosa para la colectividad y engendraría cuantiosos gastos, por el número de organismos que se crearían y por el aparato burocrático destinado a su servicio. Cuesta más coordinar, socializar, las pequeñas industrias, que dejarlas que se incorporen suasoriamente a las grandes socializadas, impulsadas por la ocurrencia de estas últimas y por una evidente mejora del nivel de vida. Ni la máquina de coser de un sastre o modista, ni el carromato de un campesino, ni las herramientas de un carpintero, son socializables, así como tampoco lo son muchos talleres dirigidos por pequeños capitalistas; precisamente por su pequeñez y por estar insuficientemente centralizados. De aquí se deduce la necesidad, una vez triunfante la insurrección armada, de una economía caracterizada por la coexistencia de un sector socializado y de un sector privado. Basta con que las industrias, los transportes, los Bancos y las grandes empresas comerciales se encuentren en manos de la colectividad, para que la clase obrera se ala clase económicamente dominante, y por lo tanto, la que ejerza una influencia decisiva, incluso sobre el sector privado de la economía.
   La pequeña burguesía radical ya no se pronuncia únicamente contra las castas feudales, sino también contra el capital financiero y las grandes empresas, que la desplazan de la concurrencia, lanzándola a la proletarización. Atribuye su malestar al capital monopolista y “abusivo” (según la terminología fascista) a quien odia y aborrece, porque no le deja vivir y se aprovecha de sus iniciativas y de los nuevos negocios que emprende –a donde acude cuando rinden beneficio, para desplazarla nuevamente de la concurrencia.
   Para las clases medias, el capital financiero es una entidad real pero desconocida, pues ignoran cómo impone sus decisiones a los Gobiernos, que obran en función de esos intereses.  Como sienten sus efectos, aspiran a conquistar el Poder, con el fin de controlar instituciones y las actividades del capital financiero, y de esta suerte, evitarlos. Unas veces imaginan esta conquista con el propósito de retornar al capitalismo de la libre concurrencia (caso de la pequeña burguesía democrática, Prieto, Azaña, radicales socialistas y demócratas, etc.); y otras con el de conciliar los intereses de las dos clases fundamentales de la sociedad contemporánea, por medio de organismos de arbitraje y del Estado corporativo (caso de Besteiro2, clérigo-fascistas y fascistas).
   De una u otra manera, en la conciencia de las clases medias se ha creado la necesidad de que la sociedad cambie sus rumbos.
   Por ser una clase económicamente dependiente, y carecer por esta causa de iniciativa propia, se siente débil y acobardada entre el caos que la domina, y busca anhelante una orientación y una fuerza que le ampare y le guíe, aun cuando sobre el papel reclame libertad de movimiento.
   La oligarquía dominante pretende utilizar en su provecho la situación inestable y la desorientación de la clase medias, agitándola contra el proletariado descompuesto y sin brío, por medio e drogas imaginativas que hacen recaer el peso de todas sus desdichas en las mejoras conseguidas por la clase obrera y en la importancia que ha cobrado el proletariado y sus  organizaciones en la sociedad moderna. Para el capitalismo es cuestión de vida o muerte la conquista de las clases medias. En esta lucha no puede contenerse con rechazar y desvirtuar las soluciones llamas de izquierda; el capitalismo necesita imponer sus soluciones, para lo cual aprehenderá el movimiento de las clases medias si no hay una fuerza contraria que lo impida.
   La clase media se deja organizar por las fuerzas económicas que aborrece (como es el caso de Alemania e Italia), y se resiste a dejarse dirigir por la clase obrera porque no aprecia en ella la unidad de principios que debiera presidir sus actos ni ve en sus partidos la seriedad y consecuencia política con que debieran conducirse en todo instante.
   De aquí resulta que el problema de la conquista de las clases medias para la causa de la revolución proletaria está indisolublemente ligado a la división orgánica y a la falta de principios que existe entre el proletariado, y durará tanto como tarden en fundirse las distintas fracciones de la clase obrera bajo la bandera del marxismo revolucionario. Si el proletariado ha de conquistar la confianza de la pequeña burguesía, ha de tener confianza en sus propias fuerzas. Por lo tanto, este problema está ligado a la política justa de frente único; en realidad, a la existencia del partido revolucionario de la clase obrera.
   En lugar del Bloque Popular, propagar la necesidad apremiante de constituir el bloque proletario, y una vez logrado esto, la pequeña burguesía encontrará en la clase obrera el guía seguro que anda buscando.
   La pequeña burguesía siente repugnancia por revueltas y los desórdenes políticos y sociales en que se ve envuelta la sociedad contemporánea. Ansía un régimen de orden y autoridad, donde los conflictos sociales no tengan acogida. Pero el desorden y las revueltas son reflejos políticos y sociales del caos económico que reina en la sociedad moderna, como resultado de la anarquía del sistema capitalista. Luego destruyendo este régimen, que se basa en la propiedad privada de los medios de producción, es como desaparecerá el caos y todos los conflictos sociales que provoca. El socialismo pondrá orden a las necesidades de la colectividad; y la dictadura del proletariado gozará, en el seno de las clases medias, de la influencia que haya conquistado la clase obrera con su trabajo conjunto, con su acción espiritual y con su autoridad.
   El capitalismo es el caos social y la anarquía económica.
   El socialismo es el orden, la economía basada en un plan establecido según las necesidades de la colectividad. El capitalismo es la falta de autoridad que descansa sobre el libre arbitrio siempre que se disponga de capital. El socialismo es la exaltación de los valores humanos del individuo, fecundados por el sentido colectivo, aplicados al servicio de la sociedad, que es la suprema autoridad.
   Por todo ello afirmamos que deben estudiarse las cuestiones inherentes al movimiento de las clases medias y dar respuestas claras que hagan ver la justeza de los puntos vista que defienden los comunistas en nombre de la continuidad histórica de la sociedad y de la civilización. Porque no será yendo hacia las clases medias como lograremos su conquista, sino atrayéndolas hacia nosotros, reconociendo la existencia de sus problemas, separando  lo real de lo imaginario, haciendo nuestras sus reivindicaciones inmediatas, que ya no podrán lograrse en los cuadros del sistema capitalista, y que por eso mismo, adquieren un carácter revolucionario, progresivo, frente a la reacción capitalista feudal. En la ayuda que solicitamos de ellas, invocando la necesidad de realizar el socialismo, han de ver la seguridad de una solución eficaz a sus problemas, por medio de la revolución proletaria.
   Pero este resultado no se alcanzará por la simple enunciación de las ideas comunistas; ni por el mero hecho de llamar a la lucha social a la pequeña burguesía en nombre de los principios revolucionario del marxismo; ni tampoco por la demostración, harto evidente, del fracaso de las instituciones y del sistema capitalista. No cabe la menor duda que esta propaganda ideológica es necesaria. Pero como se logrará conquistar a esas masas será organizándolas sobre la base de un programa de reivindicaciones concretas que aporte solución a los problemas inmediatos de las clases medias. Programa que comprenderá, a la vez, todos los problemas que afectan a la mayoría de la población, o sea, a la colectividad, con exclusión de los explotadores “abusivos”. Precisamente, de este hecho arranca la comunidad de intereses de las clases populares.
   Pero para que la colectividad posea el poder de intervención necesario contra esas fuerzas ciegas que la dominan, y pueda imponer su autoridad, ejerciendo ese control que las clases medias desean, debe ser dueña de los instrumentos de producción y de cambio. Y a esto se llega conquistando el Poder político, para proceder a la expropiación de los terratenientes, a la socialización de la Banca, de los monopolios, de los transportes, de las industrias vitales y de las grandes empresas comerciales, única forma de prestar ayuda segura y eficaz a los campesinos, artesanos y pequeños comerciantes.
   En el terreno político es preciso aislar a la pequeña burguesía de sus partidos representativos, que han traicionado sus intereses, desde abril del 31 hasta la revolución de octubre. Es conveniente precipitar la descomposición de esos partidos, desenmascarando a sus jefes, y poniendo en evidencia sus verdaderas intenciones como agentes de un sistema económico que tiende a desaparecer, y cuyas actividades perjudican al progreso y a la civilización.
   Hay que desenmascararles como instrumentos que han servido (y que servirían si la ocasión se presenta) a la burguesía cuando ha necesitado de la democracia. Porque ^^cuando todos los grupos intermedios, vacilantes, inseguros, perplejos, es de decir la pequeña burguesía, la democracia pequeño-burguesa, que no debe confundirse con la burguesía, estén suficientemente desacreditados ante el pueblo, por el fracaso práctico de su política, cuando tal ocurra, habrá llegado la hora de la revolución^^ (Lenin).
   Hay que proclamar bien alto que ^^el único apoyo serio de la democracia y de la República son las masas, las masas obreras, y tras de ellas, los campesinos medios y pobres, y no los intrigantes parlamentarios, los arribistas y aventureros de los partidos burgueses y pequeño-burgueses^^ (Lenin), que un día se declaran radicales demócratas, o socialistas, o de izquierda republicana, ^^para vender mañana a las masas que les eligieron sus representes, por un cargo de ministro, o un negocio lucrativo, bajo la forma de una concesión cualquiera o de un puesto en el sindicato de millonarios^^.
   Si las clases medidas se dejan seducir por estos políticos pequeño-burgués; si se dejan deslumbrar por estas personalidades que poseen todas las costumbres del intelectual burgués, en porque ^^ la pequeña burgués inferior, sus grandes masas, no ven en los partidos obreros otra cosa que máquinas parlamentarias; no creen en la fuerza de los partidos obreros; no creen que sean capaces de luchar, que estén prestos a llevar esta vez la lucha hasta el final^^ (Trotski). Y además, añadimos nosotros,  porque tampoco ven sinceridad en sus intenciones, ya que, en realidad, son partidos que sólo aspiran a gobernar sea como sea, unas veces sirviendo de agentes de la burguesía y de los intereses que condenan, y otras, supeditando los intereses generales del pueblo laborioso a los intereses particulares del partido.
   Para que movimiento revolucionario, una transformación profunda, de la sociedad, pueda efectuarse, es preciso, de una parte, una crítica radical del estado de cosas en que vivimos, y, de otra, una masa popular que haga suyas estas críticas. No basta con que el pensamiento, la teoría, clame por realizarse,  sino que es preciso que responda a las necesidades de las masas laboriosas y encuentre en ellas el componente material, la fuerza motriz que realice efectivamente la revolución. Y como la masa popular está compuesta en España de clases medias en su mayoría y de una minoría numerosa de proletarios, es lógico que deduzcamos la necesidad de conciliar en términos revolucionarios las reivindicaciones  de ambas clases laboriosas.
   A este respecto recordaremos el programa de la ^^ República roja^^ de 1849, expuesto por Marx en La lucha de clases en Francia3, que podrá servir de punto de referencia. ^^ Revuelta contra la dictadura de la burguesía (del capital, dicen los que desde el campo fascista pretenden captar a la pequeña burguesía): necesidad de una modificación de la sociedad; sostenimiento de las instituciones democráticas; alianza en torno del proletariado, la única potencia revolucionaria decisiva^^. Programa que, con ligeras variantes, producidas por la evolución histórica de la sociedad, pudiera servir para emprender la conquista de la pequeña burguesía radical.
   Debemos convencernos de que la conquista de las clases medias sólo será posible mediante un programa de acción comunista concreto que dé satisfacción a sus inquietudes intelectuales y solución a sus necesidades económicas. Y que si la clase obrera, a través de las grandes luchas que se avecinan, ha de erigirse en clase dirigente, tendrá su capacidad organizativa y su decisión revolucionaria. Esta será la única manera de que las clases medias se incluyan en la lucha por una un programa revolucionario, formulado por el partido de la clase obrera, y que resuelvan también sus necesidades en los cuadros de la dictadura del proletariado.
   Las organizaciones de la clase obrera han de emprender resueltamente la batalla contra el capitalismo y su última forma de dominación, apoyándose en los derechos democráticos que la burguesía abandona. En la actualidad, todo  movimiento democrático es un puente tendido hacia el socialismo, y las libertades políticas, por muy amplias que sean, están condenadas a perecer si no se acompañan de la emancipación económica. Toda modificación de la situación política no puede ser más que el primer paso, algo así como una estación de tránsito, desde donde sin detenerse, la clase obrera y sus fuerzas auxiliares, caminan hacia delante con el propósito de realizar la democracia proletaria por la dictadura del proletariado, régimen de transinción entre el capitalismo y el socialismo, entre la democracia burguesa y la democracia social, desde la clase productora, instalada en el Poder, trabaja por organizar la verdadera democracia.
   La defensa  de los derechos democráticos no implica acomodo con el régimen capitalista. Ante al contrario. La defensa de las libertades democráticas contenidas en la Constitución de la República y en algunos reforma aprobadas en las pasadas Constituyentes, tiende a romper la democracia burguesa,  haciéndola saltar de sus propios goznes, anulándola por la realización lógica de sus propios fines.
   Hemos de propagar que la democracia se defiende caminando hacia delante sin detenerse. Porque si no camina hacia el socialismo, está destinadas a retroceder hacia el fascismo. Por esto la clase obrera debe inspirarse en el siguiente principio: si para defender e instaurar la democracia proletaria es necesario luchar contra el capitalismo, para poder luchar contra el capitalismo es preciso defender lo que subsiste de democracia. Para educar y organizar a las grandes masas se necesita un mínimun de libertad. Y conste que no excluimos, con este procedimiento, el trabajo clandestino, necesario y utilísimo en todo instante, pero especialmente en los periodos de represión.
   A las clases medias se las debe estudiar según su posición de clase, y a partir de la situación en que han sido colocadas por la crisis general del capitalismo, sin olvidar las ideologías que pretenden captarlas con el fin de azuzarlas contra el proletariado. Conviene recordar su absoluta incapacidad para orientar, definir y dirigir un movimiento revolucionario hasta el fin.
   Frente a  soluciones utópicas y vagas debemos presentar soluciones concretas fácilmente realizables, arrancando posiciones cada día más ventajosas a la burguesía y a partir del momento en que la clase capitalista haya dejado forzosamente los puestos de mando económicos. Porque de lo que se trata es de inducir en la conciencia de las clases medias que la transformación social que anhelan no puede realizarse sin un cambio de estructura, y que, por consiguiente, todas sus reivindicaciones tropezarán prácticamente con las necesidades del capitalismo, y no serán prácticamente con la clase obrera no se alza con el Poder político.
(2º época. Año I, núm. 6, julio de 1.936)
 Capitulo copiado del libro.
La Nueva Era
Antología de una revista revolucionaria. 1.930-36
Introducción y selección de Víctor Alba. Ediciones Júcar, 1.977
^^La Nueva Era^^ revista mensual de política e información, se publicó en Barcelona de 1.930 a 1.931 y en los seis primeros meses de 1.936. La dirigieron sucesivamente Joaquín Maurin y Adreu Nin y colaboraron en ella militantes del Bloque Obrero y Campesino (B.O.C.) y del Partido Obrero de Unificación Marxista (P.O.U.M.)
3 http://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/francia/index.htm http://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/francia/francia1.htm ojo, la introducción Bernstein utilizó esa introducción para defender su táctica oportunista. En carta a Lafargue del 3 de abril de 1895, Engels manifiesta como Bernstein "me ha jugado una mala pasada. En mi introducción a los artículos de Marx sobre la Francia de 1848 al 50 ha escogido lo que pudiera servir para defender la táctica hostil a la violencia y pacífica a toda costa; esta táctica, que el mismo ha predicado con tanto cariño, y más hoy que se preparan en Berlín las leyes de excepción. Pues esta táctica la recomiendo solamente para Alemania en la época actual, y todavía con grandes reservas. En Francia, en Bélgica, en Italia y en Austria no debe seguirse íntegramente; en Alemania puede ser mañana inaplicable".
Además la introducción,  tiene poco que ver con el texto de Marx



José Luis Arenillas (1903-1937)
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José Luis Arenillas

Las crisis económica española: entre la tiranía de los mercados financieros, el déficit fiscal, el paro, y el recorte de las pensiones.
Daniel Albarracín- febrero de 2.10
Este artículo lo he puesto porque tiene cuadro que se llama.
Clases sociales por relación con los medios de producción. Estimación a partir de la población ocupada por condición socioeconómica (%)