jueves, 12 de mayo de 2016

Imperialismo humanitario. El uso de los Derechos Humanos para vender la guerra, de Jean Bricmont. Las ONGs al servicio del imperialismo de Estados Unidos




Jean Bricmont




12/NOV/2008
Pascual Serrano

En los últimos años, parte de la progresía internacional, ha llegado a equiparar las intervenciones humanitarias con el carácter solidario internacionalista que tradicionalmente ha caracterizado a la izquierda. Este libro del belga Jean Bricmont se encarga, con una lucidez estremecedora, de desmantelar ese pensamiento.

En los últimos años, parte de la progresía internacional, ha llegado a equiparar las intervenciones humanitarias con el carácter solidario internacionalista que tradicionalmente ha caracterizado a la izquierda. Este libro del belga Jean Bricmont se encarga, con una lucidez estremecedora, de desmantelar ese pensamiento. Para las injerencias militares el poder esgrime dos tipos de argumentos. Unos, destinados a los sectores de la población menos politizada y menos conocedora de la política internacional, a ellos se les airea el espantajo del terrorismo o la presencia de armas y dictadores peligrosos. En cambio, para los intelectuales y la élite, puesto que serán conscientes de que las supuestas amenazas de esos estados son exageradas, las acciones militares se presentan como intervenciones humanitarias que legitiman el derecho de injerencia. Así, gran parte del discurso ético de la izquierda considera la necesidad de exportar la democracia y los derechos humanos echando mano de las intervenciones militares del primer mundo, y califican de relativistas morales e indiferentes al sufrimiento ajeno a quienes critican esas injerencias. De forma que es precisamente esa izquierda la que inventa e interioriza “la ideología de la guerra humanitaria como un mecanismo de legitimación”.


Para empezar, bastaría con recordar la legislación internacional, el mismo preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas establece como prioridad “preservar a las futuras generaciones del flagelo de la guerra” para lo cual es fundamental el “respeto de la soberanía nacional y la no injerencia en los asuntos internos de otros Estados”. Evidentemente, el primer paso para la guerra es enviar un ejército a otro país sin el consentimiento de este último. Es un error plantear que existen gobiernos buenos -que pueden invadir- y malos -que merecen ser invadidos y derrocados-. No olvidemos que si aceptamos esa opción, la invasión legítima, en el fondo, estamos autorizando la del fuerte sobre el débil. ¿Acaso invadirá Brasil (tan democrático como EEUU) a Iraq para instaurar la democracia? ¿Aceptaríamos que Siria bombardeara con carácter preventivo a Israel? Recordemos que ha sido atacado alguna vez por ese país, estaría muy fundado su ataque preventivo.


Olvidan también que el poder siempre se ha presentado como altruista. Decir que se bombardea Yugoslavia para impedir una limpieza étnica, se invade Afganistán para defender los derechos de las mujeres o se ocupa Iraq para llevar la democracia y liberar al país de un dictador, no difiere mucho del discurso de la Santa Alianza para enfrentar las ideas de la Ilustración que inspiraron la Revolución Francesa, o del de Hitler que justificó su invasión de los Sudestes checoslovacos para defender a la minoría alemana. Parece que esa izquierda de fervor internacionalista humanitario olvida que, ya en los tiempos más recientes, el intervencionismo extranjero occidental, que viene a ser lo mismo que decir el estadounidense, es el que apoya Suharto frente a Sukarno, a los dictadores guatemaltecos frente a Arbentz, a Somoza frente a los sandinistas, a los generales brasileños contra Goulart, a Pinochet frente a Allende, al apartheid frente a Mandela, al Sha contra Mossadegh y a los golpistas venezolanos contra Chávez.


El cinismo de las intervenciones llega tan lejos que se presentan como en defensa de la democracia, pero si de democracia se tratase, deberían escuchar las constantes condenas de los no alineados que representan el 70 % de la población. Véase el caso de Cuba, cuyo bloqueo es condenado masivamente por todos los países de las Naciones Unidas. Si por democracia entendemos escuchar a la opinión pública, he aquí dos ejemplos claros de cómo aplicarla sin enviar tropas a ningún país.


Comparar intervenciones actuales, por muy humanitarias y democráticas que parezcan, con ejemplos históricos de internacionalismo como fueron las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil española es, en opinión de Bricmont, una frivolidad absoluta. Cuando hoy decimos “nosotros debemos intervenir para... “, no es que vayamos a ir físicamente como hicieron valerosa y generosamente aquellos brigadistas, ahora el “nosotros” quiere decir que irán las fuerzas armadas de los países poderosos. No se puede comparar el interés por la democracia de los brigadistas internacionales con el de la U.S. Air Force, como la historia de este ejército está demostrando. Y, por supuesto, es diferente el valor de aquellos -muchos de los cuales dieron su vida- con el nuestro que nos limitamos -bajo un solemne nosotros- a pronunciarnos a favor de la intervención desde el sofá de nuestra casa. Existe, en opinión de nuestro autor, otra importante diferencia entre el internacionalismo proletario y el humanismo intervencionista actual. Entonces había unos intereses comunes entre los movimientos sindicales, anarquistas, comunistas o socialistas que entendían que los trabajadores debían unirse frente a un enemigo común. Pero, ahora, “en términos de objetivos políticos, ¿qué tienen la izquierda en común con el Dalai Lama, el Ejército para la Liberación de Kosovo, los separatistas chechenos, Natan Sharansky y Vaclav Havel?”. Todos ellos, en algún momento, han tenido el apoyo de la izquierda occidental. Por otro lado, en caso de una solidaridad materializada en la presencia de uno mismo, siempre puede controlar el desarrollo de esa intervención porque la protagoniza, tal y como sucedía con las Brigadas Internacionales, pero los defensores de los derechos humanos, vía intervención militar, “no tienen influencia, ni siquiera una influencia moderadora, sobre la fuerza que ellos alientan, es decir, el ejército de EEUU”.



Otro error es pensar que una sociedad democrática es garantía de que su presencia militar en otros países será respetuosa con los derechos humanos. Pero desde los tiempos del colonialismo a los actuales con las invasiones con la aplicación de la tortura y la existencia de ese gulag que es Guantánamo, se ha demostrado que eso no es verdad.

Es frecuente apelar al nazismo y a la Segunda Guerra Mundial como ejemplo de pasividad ante los dictadores y que la lección que debemos haber aprendido es que la política del apaciguamiento no es efectiva. Pero, en realidad, lo que sucedió en el expansionismo nazi fue precisamente lo que ahora estamos permitiendo, que un país invade con la argumentación altruista de que lo hace para proteger determinadas nacionalidades minoritarias. Para eso se crearon las Naciones Unidas para que nunca más nos lanzáramos a la guerra de todos contra todos en nombre de  la defensa de minorías étnicas.


El error es considerarnos tan superiores como para creernos en el derecho de violar la carta fundacional de las Naciones Unidas e ignorar la soberanía de los países. Es verdad que los derechos humanos son un valor universal, pero les exigimos a países del Tercer Mundo que respeten derechos humanos que nosotros nunca respetamos cuando nos encontrábamos en sus mismos niveles de subdesarrollo. No somos capaces de entender que no puede desaparecer la corrupción policial si el policía no gana para comer, ni dejará de haber cultivos ilícitos si los campesinos se mueren de hambre cultivando maíz o que la ausencia de libertad de prensa es irrelevante para ellos si no saben leer ni escribir y cada día mueren miles de niños por falta de comida. Esto, que hace unas décadas hubiera sido una obviedad para la izquierda, ahora se ha olvidado, en lo que supone una victoria del concepto neoliberal de los derechos humanos. Los intelectuales de Occidente no dejan de repetir que las naciones del Tercer Mundo deben resolver sus diferencias como lo hacen los del primero, sin entender que su situación de subdesarrollo, con quien debería compararles es con nuestra Europa y Estados Unidos de hace muchos años. Así, el desarrollismo de China (explotación laboral, trabajo infantil... ) es lo mismo que hizo Inglaterra en los tiempos de Dickens. Olvidamos que nuestra riqueza, confort y democracia se basa, en primer lugar, en una explotación de los recursos naturales inviable si lo quisieran hacer en el resto del mundo, queremos que China respete los derechos humanos como nosotros, pero nos asusta que consuman tanta leche y cereales como hacemos aquí porque desestabilizan el mercado mundial. Además, olvidamos que ninguna de las violaciones y abusos del Tercer Mundo se puede comparar en crueldad a las que hicieron los países ricos en su periodo colonizador.

Incluso cuando algunos de estos intelectuales de izquierda intentan estar por encima del bien y del mal, con sus expresiones de equidistancia del tipo “ni Milosevic ni OTAN”, “ni Sadam ni Bush”, están insinuando que estar en contra de un bombardeo de la OTAN o una invasión estadounidense requiere de un rechazo expreso a esos regímenes para que no se interprete que se defienden, cuando el único asunto a plantearse es la violación de la legislación internacional por parte de una potencia invasora.

Jean Bricmont considera que la izquierda está cayendo en un absolutismo moral de situarse por encima del bien y del mal, no se quiere “mojar” y sólo apuesta por un catálogo de buenas intenciones para así no equivocarse (abrir las fronteras, garantizar el pleno empleo...), a costa de no ofrecer ninguna alternativa concreta para el mundo real. “Obviamente, si no hacemos nada que pueda tener un efecto sobre la realidad, no correremos ningún riesgo y no tendremos que preocuparnos que nos acusen de apoyar a Stalin o a Pol Pot”. Y, por supuesto, desde esa moral tan inmaculada como incapaz, la izquierda se permite encontrar errores y defectos en un Chávez vociferante, un Castro personalista o un Lula demasiado moderado, y así con cualquier gobernante progresista que surja y que se vea obligado, ese es su defecto, a tener los pies en la tierra.


Es en esa línea de “mojarse” que el autor de la obra propugna “defender el mal menor, el derecho internacional por oposición al hegemonismo estadounidense”.


Incluso cuando los intelectuales de izquierda expresan públicamente su apoyo -critica el autor-, no se sabe muy bien en qué consiste, no se diferencia entre apoyo pasivo y activo. Como “la mayoría de nosotros no tiene ni armas ni secretos que entregar a alguna causa con la que simpaticemos”, nuestro “apoyo” es sentimental, tan meritorio y sacrificado como el del hincha de fútbol que grita en el sofá con una cerveza en la mano a favor de su equipo. Este hábito procede de los tiempos de la Internacional Comunista, cuando había un centro revolucionario que escuchaba y difundía nuestras opiniones hasta el otro lado del mundo, algo que ahora no lo hay.


Según Bricmont, “un mínimo de modestia debería hacernos comprender que, lejos de apoyar a una resistencia que no nos pide nada, es ella la que nos apoya a nosotros. Después de todo, esta resistencia es mucho más efectiva bloqueando el aparato militar estadounidense, al menos temporalmente, que los millones de manifestantes que han marchado pacíficamente contra la guerra y que, desafortunadamente, no lograron detener ni a los soldados ni a las bombas” de sus propios gobiernos. Pero el autor deja claro que lo suyo no es un alegato a favor de permanecer en casa y “cultivar nuestro jardín”: “¿Por qué la gente que critica que no hayamos intervenido en Ruanda, donde cerca de 8.000 personas murieron cada día durante cien días, no se siente responsable ante el hecho de que el mismo número de personas muere en África cada día, todo el año, debido a enfermedades que son relativamente fáciles de prevenir?”. Hay una diferencia entre intervención y cooperación, y para cambiar nuestra mentalidad haría falta más modestia y menos arrogancia. Nuestra soberbia nos lleva a considerar que el primer mundo está en condiciones de arreglar todos los conflictos del globo, de ahí el dilema de considerar que el caos dominante en Iraq no hace recomendable una salida de las tropas ocupantes, “sería mucho más realista admitir que no tenemos soluciones a los problemas de los demás y que, en consecuencia, lo mejor que podríamos hacer es no inmiscuirnos en sus asuntos”. La opción más recomendada sería, por tanto, “cooperación pacífica, no injerencia, respeto a la soberanía nacional y resolución de los conflictos mediante la intermediación de las Naciones Unidas”.


La conclusión es que “la ideología de la intervención en nombre de los derechos humanos ha sido el instrumento perfecto para destruir a los movimientos pacifistas y a los movimientos antiimperialistas”. Las organizaciones de derechos humanos, ante esas invasiones, piden que se respeten las leyes de la guerra, en lugar de denunciar la ilegalidad de la invasión, es como si pidieran a los violadores que utilizaran preservativo.


Pero a pesar de sus duras críticas, la conclusión con la que termina el libro, es esperanzadora. Los medios y los intelectuales dominantes no son tan poderosos, perdieron el referéndum de la constitución Europea en Francia, pierden cada votación en Venezuela y en Estados Unidos no han conseguido que la mayoría de la población deje de oponerse a la invasión de Iraq. Basta contrastar la facilidad con que EEUU derrocó a Mosadegh o a Arbenz en los cincuenta y lo que le está costando controlar Iraq, y no digamos dar la vuelta a la tortilla en Venezuela o en Irán. No me resisto a reproducir su párrafo final: “Todos aquellos que prefieren la paz antes que el poder, y la felicidad antes que la gloria, deberían estar agradecidos a los pueblos colonizados por su misión civilizadora: al liberarse de su yugo, han hecho a los europeos más modestos, menos racistas y más humanos. Esperemos que el proceso continúe y que EEUU se vea forzado a seguir la misma vía. Cuando nuestra causa es injusta, la derrota puede ser liberalizadora”.
Jean Bricmont. “Imperialismo humanitario. El uso de los Derechos Humanos para vender la guerra”. El Viejo Topo. Barcelona 2008. Traducción de A. J. Ponziano Bertoucini





Parte del libro, Imperialismo humanitario: el uso de los derechos humanos para vender la guerra.  Escrito por Jean Bricmont


"Imperialismo humanitario: El uso de los Derechos Humanos para vender la guerra"


Imperialismo Humanitario: los derechos humanos como excusa para la intervención militar (Jean Bricmont)


ENTREVISTA CON JEAN BRICMONT 
Imperialismo Humanitario


Imperialismo humanitario. Los derechos humanos, el derecho de injerencia, más fuerte es la derecha?



"La izquierda se ha autodestruido aceptando las intervenciones humanitarias"
Jean Bricmont recoge en su libro 'Imposturas intelectuales' que la izquierda debería exigir un estricto respeto del derecho internacional por parte de los gobiernos occidentales


Jean Bricmont: "La izquierda se ha autodestruido aceptando las intervenciones humanitarias


Por Àngel Ferrero | Público.es | 25 noviembre del 2015
Jean Bricmont (Uccle, 1952), profesor de Física en la Universidad Católica de Lovaina, es conocido por el público español por Imposturas intelectuales(Paidós), una demoledora crítica del posmodernismo coescrita con Alan Sokal, y por Imperialismo humanitario. El uso de los Derechos Humanos para vender la guerra (El Viejo Topo), de cuya edición española se cumplen en este 2015 diez años. Con motivo de este aniversario, Público entrevistó a Bricmont para hablar de las principales ideas del libro, con el conflicto de Siria como telón de fondo.


Han pasado 10 años desde la publicación en español de Imperialismo humanitario. ¿Qué le llevó a escribir entonces este libro?


Comenzó como una reacción a la actitud de la izquierda durante la guerra de Kosovo, en 1999, que fue en gran medida aceptada con argumentos humanitarios, y también a la más bien débil oposición del movimiento pacifista antes de la invasión de 2003 en Irak.

Por ejemplo, muchos "pacifistas" aceptaron la política de sanciones impuesta en la primera guerra del Golfo, en 1991, e incluso después, y eran favorables a las inspecciones en los días previos a la guerra sin darse cuenta de que era una maniobra para preparar a la opinión pública para que la aceptase, algo que se hizo público a través de filtraciones posteriores, como los llamados papeles de Downing Street.

Me parecía que la ideología de la intervención humanitaria había destruido por completo en la izquierda cualquier noción de respeto al derecho internacional, así como cualquier actitud crítica hacia los medios de comunicación.

¿Qué cree que ha cambiado en estos últimos 10 años?
Los imperialistas humanitarios siguen ocupados empujándonos hacia nuevas guerras

Han cambiado muchas cosas, aunque me temo que no debido a mi libro. Se trata, más bien, de una realidad que se ha revelado por sí misma, primero, con el caos en Irak, luego en Libia y ahora en Siria y en Ucrania, conduciendo a la crisis de los refugiados y a un estado próximo a la guerra con Rusia, que no sería un simple desfile militar.

Los imperialistas humanitarios siguen ocupados empujándonos hacia nuevas guerras, pero ahora hay una parte considerable de la opinión pública que está en contra de estas políticas. Esa parte es probablemente más importante en la derecha que en la izquierda.

El papel de los intelectuales a la hora de legitimar las intervenciones e injerencias occidentales es duramente criticado en el libro, así como sus acciones simbólicas, como la firma de cartas públicas y manifiestos, ¿por qué?
El problema con los intelectuales es que les encanta pretender que son críticos del poder cuando en realidad lo legitiman. Por ejemplo, lamentarán que nuestros gobiernos occidentales no hacen lo suficiente para promover nuestros valores (a través de intervenciones y subversiones), lo que, por descontado, refuerza el concepto de que “los nuestros” o “nuestros gobiernos” hacen eso de buena voluntad, algo de lo que conviene dudar, como trato de explicar en mi libro.


Estos intelectuales en ocasiones son criticados, ¿pero por quién? En general por figuras marginales, creo. Siguen dominando en los medios de comunicación y en la esfera intelectual.
Otra de las preocupaciones del libro es la degradación del discurso público. ¿Cree que la situación empeorado? ¿Cómo valora el impacto de las redes sociales?

El discurso público ha ido de mal a peor, al menos en Francia. Este hecho está relacionado con la censura constante, ya sea a través de demandas legales o campañas de demonización, o del discurso políticamente incorrecto, en el que se incluye a quienquiera que cuestione el discurso dominante sobre los crímenes de nuestros enemigos y las justificaciones para las guerras.

Las redes sociales es la única alternativa que queda a los disidentes, con el inconveniente de que, allí, cabe cualquier cosa, incluyendo las teorías más descabelladas.


Algunos comentaristas señalan que Rusia está utilizando actualmente su propia versión de la “ideología de los derechos humanos” para justificar su intervención en Crimea o su campaña de bombardeos en Siria contra el Estado Islámico. ¿Le parece justa esta comparación?


¿Quién empezó a desmantelar el orden internacional basado en la Carta de la ONU y la premisa de igual soberanía de todas las naciones? La respuesta, obviamente, es los EEUU y sus aliados.


No creo que Rusia ni siquiera alegue intervenir por motivos humanitarios. En el caso de Crimea, se basa en el derecho a la propia autodeterminación de un pueblo que es básicamente ruso, que fue vinculado a Ucrania de manera arbitraria en 1954 (en una época en la que no importaba demasiado, porque Ucrania era parte de la Unión Soviética) y que tenía todas las razones del mundo para temer un gobierno fanáticamente antirruso en Kiev.


En el caso de Siria, han respondido a la demanda de ayuda del gobierno de ese país para combatir a los terroristas procedentes del extranjero. No veo por qué es menos legítima que la intervención de Francia en Mali, que también fue demandada por el gobierno de ese país, o la intervención, más reciente, de Estados Unidos en Irak contra el Estado Islámico.

Por supuesto, los movimientos de los rusos pueden demostrarse como equivocados y pueden debatirse desde un punto de vista pacifista, pero la cuestión fundamental es la siguiente: ¿Quién empezó a desmantelar el orden internacional basado en la Carta de la ONU y la premisa de igual soberanía de todas las naciones? La respuesta, obviamente, es los Estados Unidos y sus aliados (en los viejos tiempos, uno estaba acostumbrado a decir lacayos). Rusia sólo está respondiendo a ese desorden y lo hace a través de vías legales.


No abandonemos Siria. Algunos políticos europeos exigen una intervención militar en Siria y Libia para restaurar el orden y detener el flujo de refugiados hacia la Unión Europea. ¿Qué opina de esta crisis y de las soluciones planteadas por la UE?

Nadie probablemente esperaba la crisis de los refugiados, pero ocurrió en un momento en el que los ciudadanos europeos son crecientemente hostiles a la inmigración y a la construcción europea.


Los políticos no saben resolver el problema que ellos mismos han creado. Sobre el conflicto, diré que exigiendo la dimisión de Assad como condición previa a resolver la crisis siria y apoyando a los llamados rebeldes moderados (la etiqueta moderado significa aquí, en la práctica, que son los que han sido escogidos por nosotros), previene cualquier solución en Siria. Es más, una solución política debería estar basada en la diplomacia y esto último presupone una evaluación realista de las fuerzas.


En el caso de Siria, ser realista significa aceptar el hecho de que Assad tiene el control del ejército y tiene aliados extranjeros, Irán y Rusia. Ignorar este hecho es una manera de negar la realidad y de rechazar dar cualquier oportunidad a la diplomacia.


Nadie probablemente esperaba la crisis de los refugiados, pero ocurre en un momento en el que los ciudadanos europeos son crecientemente hostiles a la inmigración y a la construcción europea. La mayoría de los gobiernos europeos se enfrentan a lo que llaman movimientos populistas, esto es, movimientos que exigen una mayor soberanía para sus propios países.


El flujo de refugiados no podría llegar en peor momento desde el punto de vista de los gobiernos europeos, por lo que intentan resolver el problema como pueden: con países periféricos como Hungría alzando vallas (que denuncian en público pero de las que probablemente se alegran en privado), reintroduciendo controles fronterizos, pagando a Turquía para que se haga cargo de los refugiados, etcétera.

También hay, por supuesto, llamadas a intervenir en Siria y resolver el problema "en su origen". ¿Pero qué es lo que pueden hacer ahora? ¿Prestar un mayor apoyo a los rebeldes creando una zona de exclusión aérea, por ejemplo, y arriesgándose a tener una confrontación directa con los rusos? ¿Ayudar al ejército sirio a combatir a los rebeldes, como hacen los rusos? Pero eso significaría dar la vuelta a años de propaganda y políticas contrarias a Assad.

En suma, son rehenes de su propia situación, lo cual es una posición incómoda.

¿Por qué cree que los verdes y la nueva izquierda defienden las intervenciones humanitarias?
La nueva izquierda está enteramente dominada por intelectuales pequeño-burgueses.


En última instancia uno debe llevar a cabo un análisis de clase de la “nueva izquierda”. Mientras que la “vieja izquierda” se basaba en la clase obrera y sus dirigentes procedían de esa clase social, la nueva izquierda está enteramente dominada por intelectuales pequeño-burgueses.

Estos intelectuales no son “burguesía”, en el sentido de que no poseen los medios de producción, ni son tampoco explotados.


Su función social es la de proporcionar una ideología que pueda servir de justificación cómoda a un sistema económico y a una serie de relaciones internacionales que están basadas, en última instancia, en la fuerza bruta. La ideología de los derechos humanos es perfecta desde ese punto de vista.


Es lo suficientemente idealista e imposible de poner en práctica de manera consistente (si uno tuviera que librar una guerra contra cada “violador de los derechos humanos”, entonces entraríamos en una guerra contra todo el mundo, incluyéndonos a nosotros mismos), como para permitir a aquellos defensores de la oportunidad observar críticamente a los gobiernos (si no Intervienen lo suficiente).


Sin embargo, desviando la atención de las relaciones de fuerza reales en el mundo, la ideología de los derechos humanos ofrece también a aquellos que mantienen realmente el poder una justificación moral para sus acciones. Así, los intelectuales pequeño-burgueses de la nueva izquierda pueden servir al poder y pretender, al mismo tiempo, ser subversivos. ¿Qué más se le puede pedir a una ideología?

En la conclusión del libro recomienda una suerte de pedagogía para el público occidental, con el fin de que éste acepte el fin de la hegemonía occidental y la emergencia de un nuevo orden en las relaciones internacionales. ¿Cómo se puede contribuir a ello?


La izquierda debería exigir un estricto respeto del derecho internacional por parte de los gobiernos occidentales.


Como dije antes, es la realidad la que está forzando a la audiencia occidental a cambiar. Siempre fue un disparate pensar que se podían promover los derechos humanos con un sinfín de guerras, pero ahora vemos las consecuencias de ese disparate ante nuestros propios ojos.

Debería haber una reorientación radical de las prioridades de la izquierda en los asuntos internacionales: en lugar de intentar resolver los problemas en otros países a través de intervenciones ilegales, la izquierda debería exigir un estricto respeto del derecho internacional por parte de los gobiernos occidentales, la cooperación pacífica con otros países, en particular Rusia, Irán y China, y el desmantelamiento de alianzas militares agresivas como la OTAN.

Imposturas intelectuales




[Libro] Imposturas intelectuales (Paidós) 1999 Alan Sokal- Jean Bricmot



Me gustaría preguntarle sobre Imposturas intelectuales, el otro libro que le hizo conocido para el público no especializado. Este libro, coescrito con Alan Sokal, es una crítica al posmodernismo. ¿Sigue existiendo esa influencia del posmodernismo entre los académicos y en la opinión pública?


Me resulta difícil responderle a esta pregunta, porque precisaría un estudio sociológico para el que no cuento con los medios necesarios. Pero debería decir que el posmodernismo, como el giro hacia las intervenciones humanitarias, es otra vía por la que la izquierda se ha autodestruido, aunque este aspecto ha tenido consecuencias menos dramáticas que las guerras y el daño se limitó a una “élite” de los círculos intelectuales.


Si la izquierda quiere crear una sociedad más justa, ha de contar con una noción de justicia. Si adopta una actitud relativista hacia la ética, ¿cómo puede justificar sus objetivos? También tiene que denunciar las ilusiones y mistificaciones del discurso dominante.


Es mejor respaldarse en una noción de verdad que no es una “construcción social”, sin más. El posmodernismo ha contribuído en gran medida a la destrucción de la razón, la objetividad y la ética en la izquierda, y la ha conducido a su suicidio.


A propósito de Imposturas intelectuales:
Una entrevista a Alan Sokal
Una versión ligeramente abreviada de esta entrevista fue publicada en El Viejo Topo [Barcelona], no. 132 (septiembre 1999), págs. 27-39.




Imposturas intelectuales Alan Sokal y Jean Bricmont Paidós, 1999 (e.o. 1998)

Cuando los derechos humanos son un pretexto para las intervenciones militares imperialistas
19/10/2008


Respuesta a la izquierda anti-antiguerra, por Jean Bricmont


¿DERECHO DE INJERENCIA O DERECHO INTERNACIONAL?

Respuesta a la izquierda anti-antiguerra
Por Jean Bricmont

Jean Bricmont


Los agentes involuntarios de la Orden Imperial – La izquierda ilusa


Jean Bricmont - Archivo



La caída de Saigón. ¿Recuerda Europa lo qué sucedió 40 años atrás?




Ambos lados de la política estadounidense
  07 de noviembre 2001

"Estados Unidos hará todo lo posible para poner radios de las ruedas de los rusos"



Reflexiones de Damasco a Paris: El yihadismo como instrumento del imperialismo y sus guerras





LOS INTELECTUALES DEL "CONSENSO" CONTRA SIRIA





IMPERIALISMO HUMANITARIO
EL USO DE LOS DERECHOS HUMANOS PARA VENDER LA GUERRA



Libia frente al imperialismo humanitario. Entrevista






Entrevista con Jean Bricmont, autor de Imperialismo humanitario
¿Derechos humanos o derecho del más fuerte?
10-01-2006
En su nueva obra, Imperialismo humanitario, Jean Bricmont denuncia la utilización del pretexto de los derechos humanos para justificar las agresiones contra los países del sur. Encuentro con un pacifista e intelectual comprometido

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
¿Cómo un profesor de física teórica llega a escribir un libro sobre el imperialismo?


Jean Bricmont. Siempre me ha interesado la política, al menos de manera pasiva. El principio de mi compromiso se remonta a 1999: lo suscitó la guerra contra Yugoslavia. Los motivos humanitarios invocados por Estados Unidos para justificar esta agresión me dejaron perplejo. También me sorprendió la falta de oposición de la izquierda -e incluso, en parte, de la extrema derecha- frente a esta agresión. He sido invitado a dar conferencias en todo tipo de lugares: iglesias protestantes, movimiento musulmán, círculos de estudiantes, Attac... Mi obra Imperialismo humanitario es, entre otras cosas, una reacción ante las preocupaciones y las conversaciones mantenidas con las personas y grupos con los que me encontré en estas conferencias. Este libro también es una respuesta a las actitudes de algunos militantes políticos que se dicen de izquierda. Legitiman las agresiones a países soberanos en nombre de los derechos humanos. O reducen hasta tal punto su oposición que ésta se vuelve simbólica.



¿Los derechos humanos a la basura?


Jean Bricmont. Defiendo las aspiraciones contenidas en la Declaración universal de los derechos humanos de 1948. Ésta contiene un conjunto de derechos económicos, sociales, políticos e individuales. El problema surge cuando el no respeto, real o supuesto, de estos derechos sirve para legitimar una guerra, el embargo y otras sanciones contra un país. Cuando los derechos humanos se convierten en un pretexto de una injerencia violenta. Además, muchas veces la Declaración solo se lee parcialmente. Cuando se habla de respeto a los derechos humanos, los derechos económicos y sociales suelen importar poco en relación a los derechos individuales y políticos. Tomemos la calidad de sanidad en Cuba. Se trata de un desarrollo absolutamente destacable de un derecho socio-económico. Sin embargo se ignora completamente. Aun admitiendo que Cuba corresponde perfectamente a la descripción muy crítica que Periodistas sin fronteras hace de ella, esto no disminuye en nada la importancia de la calidad de su sanidad. Si se expresan reservas sobre el respeto a los derechos políticos e individuales cuando se habla de Cuba, al menos habría que mencionar la importancia de los derechos económicos y sociales de los que se benefician los cubanos. Podríamos preguntarnos, entonces, qué es más importante, los derechos individuales o el derecho a la sanidad. Sin embargo, nadie razona de esta manera. Los defensores de los derechos humanos ignoran generalmente el derecho a la vivienda, a la alimentación, a la existencia o a la salud.



Precisamente su libro indica que estos elementos son ignorados en las campañas mediáticas contra los países socialistas como Cuba o China. Usted escribe que si India hubiera adoptado la vía china se podrían haber salvado cuatro millones de vidas.


Jean Bricmont. Partiendo de una base similarlos economistas Jean Drèze y Amartya Sen calculan que China e India han seguido caminos de desarrollo diferentes y que la diferencia entre los sistemas sociales de ambos países implica 3.900.000 muertos suplementarios al año en India.



En América latina se habrían salvado 285. 000 vidas al año si se hubiera aplicado el sistema cubano de sanidad y de alimentación. No digo que los éxitos en materia social y económica puedan justificar lagunas en otros derechos. Pero nadie afirmará lo contrario: el respeto de los derechos individuales y políticos no puede justificar que los derechos sociales y económicos sean ignorados. ¿Por qué los defensores de los derechos humanos nunca hacen estas declaraciones? Volvamos a Cuba. ¿Se puede justificar la falta de libertades individuales con una sanidad competente? Se discute eso. Si en Cuba hubiera un régimen pro-occidental, seguramente los servicios sanitarios no tendría tan buenas prestaciones. Al menos esto es lo que se deduce si se constata el estado sanitario en los países «pro-occidentales» de América latina. Así pues, en la práctica no encontramos con una opción: ¿qué tipo de derechos son más importantes, los socio-económicos o políticos e individuales? Se querría tener ambos a la vez. El presidente venezolano Chávez, por ejemplo, trata de conciliarlos. Pero la política de injerencia estadounidense hace difícil esta reconciliación en el tercer mundo. Lo que quiero subrayar es que no somos nosotros, personas que en occidente nos beneficiamos de ambos tipos de derechos, quienes tenemos que elegir. Más bien deberíamos consagrar nuestra energía a permitir un desarrollo independiente de los países del tercer mundo. Esperando que a largo plazo el desarrollo favorezca la emergencia de estos derechos.



¿La percepción de los derechos humanos y del deber de injerencia no es muy diferente según se viva en el norte o en el sur del planeta? Jean Bricmont.


En 2002, poco antes de la guerra, estuve en Damasco (Siria) y Beirut (Líbano). Allí conocí a varias personas. Decir que se oponían a la guerra contra Iraq es un eufemismo. Y ello incluso en la universidad estadounidense de Beirut. ¡El antiamericanismo y la oposición feroz a la guerra eran fortísimos!. ¡Cuando volví a Bélgica no percibí el menor eco de ello! Tomemos la cuestión del desarme de Iraq. Algunos miembros del CNAPD [coordinación belga contra la guerra] me decían que había que imponer este desarme, no por la vía militar desde luego, sino por medios pacíficos. Si se dice lo mismo en Oriente Medio, la gente responde: «¿Y por qué no hay que desarmar a Israel?» En América Latina y en el mundo arabo-musulmán sobre todo, la percepción del derecho internacional es totalmente diferente de la que hay en nuestros países, incluso en la izquierda y extrema izquierda. A estos últimos no parece que les interese lo que piensan las poblaciones directamente concernidas por nuestras injerencias.



¿Por qué? ¿Por egocentrismo, por etnocentrismo?

Jean Bricmont. Durante la colonización y la guerra de Vietnam, la izquierda antepuso una nueva reflexión. Defendió un punto de vista anti-imperialista en materias económica, militar, social. Después esta reflexión fue mermada por la injerencia de los derechos humanos. La oposición al neo-colonialismo fue remplazada por la voluntad de ayudar a los pueblos del sur a luchar contra sus gobiernos dictatoriales, ineficaces, corruptos...Los defensores de esta opción no se dan cuenta de la profundidad del abismo que les separa de los pueblos del tercer mundo. Estos generalmente no aceptan la injerencia de los gobiernos occidentales en sus asuntos internos. Muchos de ellos, por supuesto, aspiran a gobiernos más democráticos o más honestos. Pero, ¿con qué objetivos? En primer lugar para que sus dirigentes aseguren una gestión racional de sus recursos naturales, para obtener mejores precios para sus materias primas, para que sus dirigentes les preserven del control de las multinacionales e incluso para crear ejércitos poderosos. Cuando algunos hablan aquí de gobiernos más democráticos, no se refieren en absoluto a todo esto. Unos gobiernos verdaderamente democráticos en el sur se parecerían más al de Chávez que al actual gobierno iraquí.


¿No habría en ello un fondo de ideología colonial?

Jean Bricmont. Quizá, pero en el marco de un leguaje post-colonial. Todo el mundo condena la colonización. Quienes defienden las guerras actuales afirman que las injerencias humanitarias son «completamente diferentes» del colonialismo. Si embargo, es forzoso constatar la continuidad en el cambio. Las injerencia fueron legitimadas primero por el cristianismo y después por una misión civilizadora. También por el anticomunismo. En cualquier época se supone que nuestra supuesta superioridad nos autoriza a cometer una serie de acciones.

¿Cuál es el papel de los medios de comunicación en la propagación de este «imperialismo humanitario»?

Jean Bricmont. Fundamental. En el caso de la guerra en Yugoslavia, los medios de comunicación se emplearon en preparar a la opinión pública para estos ataques. En relación a Iraq los periodistas repiten sin cesar: «En cualquier caso, está bien que se haya derrocado a Sadam». Pero, ¿en qué medida es legítimo que Estados Unidos derroque a Sadam? He aquí una pregunta que los periódicos no plantean nunca. ¿Consideran los iraquíes esta injerencia como beneficiosa? En caso afirmativo, ¿por qué más del 80% desea que Estados Unidos se vaya de su país? La prensa critica a Estados Unidos, pero la crítica se refiere sobre todo a los medios utilizados durante la guerra y durante la ocupación, no al principio mismo de la injerencia.

¿Con un presidente demócrata Estados Unidos sería menos propenso a emprender guerras?


Jean Bricmont. Esto depende mucho de cómo acabe la ocupación de Iraq. En Estados Unidos se están alzando muchas voces que piden la retirada de las tropas. En muchos sectores de la sociedad se ha instalado un clima de pánico. Si como en Vietnam la guerra de Iraq termina en una catástrofe para los estadounidenses, durante algún tiempo podría producirse un repliegue significativo. Si consiguen retirarse suavemente, sin perder demasiadas plumas, entonces podrían emprender rápidamente otra guerra. Pero creer que los demócratas son menos agresivos o no preconizan las intervenciones militares es una ilusión que está muy viva. 



¿Por qué la respuesta a la guerra de los progresistas europeos es tan débil?

Jean Bricmont. En efecto, los ecologistasla izquierda socialista, los partidos comunistas tradicionales, los trotskistas y la mayoría de las ONG han dado muestras de una oposición muy débil. Estas corrientes se han visto mermadas por la ideología de la injerencia humanitaria y ha abandonado toda referencia seria al socialismo en sus programas. Una parte de esta izquierda ha sustituido sus objetivos iniciales de mejora o de revoluciones sociales por la lucha por los derechos humanos. Como para estos movimientos es difícil defender una guerra de EEUU contra Yugoslavia o Iraq, adoptan esta postura tan cómoda del «Ni Ni». Esta postura permite evitar todas las críticas: «Ni Bush ni Sadam». Evidentemente puedo comprender que Sadam Husein no guste . Pero el «Ni, Ni» va mucho más allá de esta constatación. En primer lugar esta postura no reconoce la legitimidad del derecho internacional. No distingue entre agresores y agredidos. Haciendo una comparación, durante la Segunda Guerra Mundial hubiera sido muy difícil decir algo como «Ni Hitler, Ni Stalin» sin ser considerado colaborador. En segundo lugar, esta fórmula desdeña el poder destructor de Estados Unidos desde 1945. Desde el final de la Segunda Guerra mundial interviene en todas partes del mundo para apoyar o instalar fuerzas conservadoras, reaccionarias, desde Guatemala al Congo, de Indonesia a Chile. Estados Unidos se esfuerza por matar el espíritu de cambio social de los pobres en todas partes del mundo. Es este país, y no Sadam Husein, quien quiere revocar a Hugo Chávez. La guerra de Vietnam tampoco de debió a Sadam. Aun admitiendo el discurso de demonización contra Milosevic o Sadam Husein, situarlos en pie de igualdad en el plano internacional con EEUU es totalmente injusto y falso. Por último, lo que más me molesta de este «Ni, Ni» es la postura que adoptamos frente a nuestra propia responsabilidad al seguir estas consignas. Cuando vemos unos políticos que no nos gustan en el tercer mundo, hay que empezar discutiendo con quienes viven en él y hacerlo con las organizaciones representativas de masas, no con grupúsculos o individuos aislados. Hay que tratar de ver si sus prioridades son las mismas que las nuestras. Espero que el movimiento altermundista ponga en funcionamiento canales que permitan una mejor comprensión de los puntos de vista del sur. Por el momento, la izquierda occidental tiende a quedarse en su rincón, al mismo tiempo que tiene muy poca influencia ahí donde vive y hace el juego al imperialismo, demonizando al árabe, al ruso, al chino...en nombre de la democracia y de los derechos humanos. De lo que somos fundamentalmente responsables es del imperialismo de nuestros propios países. Empecemos, pues, por dedicarnos a eso. Y de manera eficaz.


Jean Bricmont. Impéralisme humanitaire. Droits de l'Homme, droit d'ingérence, droit du plus fort?, Ed. Aden, 2005, 253 pages, 18 euros. Se puede pedir a la editoria Aden :http://www.rezolibre.com/librairie/detail.php?article=98

VÉASE TAMBIÉN : Biografía de Jean Bricmont http://www.michelcollon.info/bio_invites.php?invite=Jean%20Bricmont

Jean Bricmont - Quelques remarques sur la violence, la démocratie et l'espoir: http://www.michelcollon.info/articles.php?dateaccess=2005-03-16%2017:32:42&log=invites


Quelques remarques sur la violence, la démocratie et l’espoir.
Algunas observaciones sobre la violencia, la democracia y la esperanza.
Jean Bricmont


Algunas observaciones sobre la violencia revolucionaria
22 de noviembre de, de 2006




 Jean Bricmont - Européens, encore un effort si vous voulez vous joindre au genrehumain! http://www.michelcollon.info/articles.php?dateaccess=2003-02-16%2018:24:22&log=invites



Jean Bricmont & Diana Johnstone - Les deux faces de la politique américaine http://www.michelcollon.info/articles.php?dateaccess=2001-11-07%2018:35:48&log=invites
Les deux faces de la politique américaine
Ambos lados de la política estadounidense
07 de noviembre 2001




SOBRE LA GUERRA EN IRAQ Y SUS CAUSAS, VÉASE TAMBIÉN Nuevo libro [de Michel Collon] "Bush, le cyclone" http://www.michelcollon.info/bush_le_cyclone.php



Entrevista con Jean Bricmont, autor de Imperialismo humanitario
¿Derechos humanos o derecho del más fuerte?
10-01-2006
En su nueva obra, Imperialismo humanitario, Jean Bricmont denuncia la utilización del pretexto de los derechos humanos para justificar las agresiones contra los países del sur. Encuentro con un pacifista e intelectual comprometido

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

¿Cómo un profesor de física teórica llega a escribir un libro sobre el imperialismo?


Jean Bricmont. Siempre me ha interesado la política, al menos de manera pasiva. El principio de mi compromiso se remonta a 1999: lo suscitó la guerra contra Yugoslavia. Los motivos humanitarios invocados por Estados Unidos para justificar esta agresión me dejaron perplejo. También me sorprendió la falta de oposición de la izquierda -e incluso, en parte, de la extrema derecha- frente a esta agresión. He sido invitado a dar conferencias en todo tipo de lugares: iglesias protestantes, movimiento musulmán, círculos de estudiantes, Attac... Mi obra Imperialismo humanitario es, entre otras cosas, una reacción ante las preocupaciones y las conversaciones mantenidas con las personas y grupos con los que me encontré en estas conferencias. Este libro también es una respuesta a las actitudes de algunos militantes políticos que se dicen de izquierda. Legitiman las agresiones a países soberanos en nombre de los derechos humanos. O reducen hasta tal punto su oposición que ésta se vuelve simbólica.


¿Los derechos humanos a la basura?

Jean Bricmont. Defiendo las aspiraciones contenidas en la Declaración universal de los derechos humanos de 1948. Ésta contiene un conjunto de derechos económicos, sociales, políticos e individuales. El problema surge cuando el no respeto, real o supuesto, de estos derechos sirve para legitimar una guerra, el embargo y otras sanciones contra un país. Cuando los derechos humanos se convierten en un pretexto de una injerencia violenta. Además, muchas veces la Declaración solo se lee parcialmente. Cuando se habla de respeto a los derechos humanos, los derechos económicos y sociales suelen importar poco en relación a los derechos individuales y políticos. Tomemos la calidad de sanidad en Cuba. Se trata de un desarrollo absolutamente destacable de un derecho socio-económico. Sin embargo se ignora completamente. Aun admitiendo que Cuba corresponde perfectamente a la descripción muy crítica que Periodistas sin fronteras hace de ella, esto no disminuye en nada la importancia de la calidad de su sanidad. Si se expresan reservas sobre el respeto a los derechos políticos e individuales cuando se habla de Cuba, al menos habría que mencionar la importancia de los derechos económicos y sociales de los que se benefician los cubanos. Podríamos preguntarnos, entonces, qué es más importante, los derechos individuales o el derecho a la sanidad. Sin embargo, nadie razona de esta manera. Los defensores de los derechos humanos ignoran generalmente el derecho a la vivienda, a la alimentación, a la existencia o a la salud.

Precisamente su libro indica que estos elementos son ignorados en las campañas mediáticas contra los países socialistas como Cuba o China. Usted escribe que si India hubiera adoptado la vía china se podrían haber salvado cuatro millones de vidas.


Jean Bricmont. Partiendo de una base similarlos economistas Jean Drèze y Amartya Sen calculan que China e India han seguido caminos de desarrollo diferentes y que la diferencia entre los sistemas sociales de ambos países implica 3.900.000 muertos suplementarios al año en India.


En América latina se habrían salvado 285. 000 vidas al año si se hubiera aplicado el sistema cubano de sanidad y de alimentación. No digo que los éxitos en materia social y económica puedan justificar lagunas en otros derechos. Pero nadie afirmará lo contrario: el respeto de los derechos individuales y políticos no puede justificar que los derechos sociales y económicos sean ignorados. ¿Por qué los defensores de los derechos humanos nunca hacen estas declaraciones? Volvamos a Cuba. ¿Se puede justificar la falta de libertades individuales con una sanidad competente? Se discute eso. Si en Cuba hubiera un régimen pro-occidental, seguramente los servicios sanitarios no tendría tan buenas prestaciones. Al menos esto es lo que se deduce si se constata el estado sanitario en los países «pro-occidentales» de América latina. Así pues, en la práctica no encontramos con una opción: ¿qué tipo de derechos son más importantes, los socio-económicos o políticos e individuales? Se querría tener ambos a la vez. El presidente venezolano Chávez, por ejemplo, trata de conciliarlos. Pero la política de injerencia estadounidense hace difícil esta reconciliación en el tercer mundo. Lo que quiero subrayar es que no somos nosotros, personas que en occidente nos beneficiamos de ambos tipos de derechos, quienes tenemos que elegir. Más bien deberíamos consagrar nuestra energía a permitir un desarrollo independiente de los países del tercer mundo. Esperando que a largo plazo el desarrollo favorezca la emergencia de estos derechos.



¿La percepción de los derechos humanos y del deber de injerencia no es muy diferente según se viva en el norte o en el sur del planeta? Jean Bricmont.

En 2002, poco antes de la guerra, estuve en Damasco (Siria) y Beirut (Líbano). Allí conocí a varias personas. Decir que se oponían a la guerra contra Iraq es un eufemismo. Y ello incluso en la universidad estadounidense de Beirut. ¡El antiamericanismo y la oposición feroz a la guerra eran fortísimos!. ¡Cuando volví a Bélgica no percibí el menor eco de ello! Tomemos la cuestión del desarme de Iraq. Algunos miembros del CNAPD [coordinación belga contra la guerra] me decían que había que imponer este desarme, no por la vía militar desde luego, sino por medios pacíficos. Si se dice lo mismo en Oriente Medio, la gente responde: «¿Y por qué no hay que desarmar a Israel?» En América Latina y en el mundo arabo-musulmán sobre todo, la percepción del derecho internacional es totalmente diferente de la que hay en nuestros países, incluso en la izquierda y extrema izquierda. A estos últimos no parece que les interese lo que piensan las poblaciones directamente concernidas por nuestras injerencias.



¿Por qué? ¿Por egocentrismo, por etnocentrismo?


Jean Bricmont. Durante la colonización y la guerra de Vietnam, la izquierda antepuso una nueva reflexión. Defendió un punto de vista anti-imperialista en materias económica, militar, social. Después esta reflexión fue mermada por la injerencia de los derechos humanos. La oposición al neo-colonialismo fue remplazada por la voluntad de ayudar a los pueblos del sur a luchar contra sus gobiernos dictatoriales, ineficaces, corruptos...Los defensores de esta opción no se dan cuenta de la profundidad del abismo que les separa de los pueblos del tercer mundo. Estos generalmente no aceptan la injerencia de los gobiernos occidentales en sus asuntos internos. Muchos de ellos, por supuesto, aspiran a gobiernos más democráticos o más honestos. Pero, ¿con qué objetivos? En primer lugar para que sus dirigentes aseguren una gestión racional de sus recursos naturales, para obtener mejores precios para sus materias primas, para que sus dirigentes les preserven del control de las multinacionales e incluso para crear ejércitos poderosos. Cuando algunos hablan aquí de gobiernos más democráticos, no se refieren en absoluto a todo esto. Unos gobiernos verdaderamente democráticos en el sur se parecerían más al de Chávez que al actual gobierno iraquí.


¿No habría en ello un fondo de ideología colonial?

Jean Bricmont. Quizá, pero en el marco de un leguaje post-colonial. Todo el mundo condena la colonización. Quienes defienden las guerras actuales afirman que las injerencias humanitarias son «completamente diferentes» del colonialismo. Si embargo, es forzoso constatar la continuidad en el cambio. Las injerencia fueron legitimadas primero por el cristianismo y después por una misión civilizadora. También por el anticomunismo. En cualquier época se supone que nuestra supuesta superioridad nos autoriza a cometer una serie de acciones.

¿Cuál es el papel de los medios de comunicación en la propagación de este «imperialismo humanitario»?

Jean Bricmont. Fundamental. En el caso de la guerra en Yugoslavia, los medios de comunicación se emplearon en preparar a la opinión pública para estos ataques. En relación a Iraq los periodistas repiten sin cesar: «En cualquier caso, está bien que se haya derrocado a Sadam». Pero, ¿en qué medida es legítimo que Estados Unidos derroque a Sadam? He aquí una pregunta que los periódicos no plantean nunca. ¿Consideran los iraquíes esta injerencia como beneficiosa? En caso afirmativo, ¿por qué más del 80% desea que Estados Unidos se vaya de su país? La prensa critica a Estados Unidos, pero la crítica se refiere sobre todo a los medios utilizados durante la guerra y durante la ocupación, no al principio mismo de la injerencia.



¿Con un presidente demócrata Estados Unidos sería menos propenso a emprender guerras?


Jean Bricmont. Esto depende mucho de cómo acabe la ocupación de Iraq. En Estados Unidos se están alzando muchas voces que piden la retirada de las tropas. En muchos sectores de la sociedad se ha instalado un clima de pánico. Si como en Vietnam la guerra de Iraq termina en una catástrofe para los estadounidenses, durante algún tiempo podría producirse un repliegue significativo. Si consiguen retirarse suavemente, sin perder demasiadas plumas, entonces podrían emprender rápidamente otra guerra. Pero creer que los demócratas son menos agresivos o no preconizan las intervenciones militares es una ilusión que está muy viva. 


¿Por qué la respuesta a la guerra de los progresistas europeos es tan débil?

Jean Bricmont. En efecto, los ecologistasla izquierda socialista, los partidos comunistas tradicionales, los trotskistas y la mayoría de las ONG han dado muestras de una oposición muy débil. Estas corrientes se han visto mermadas por la ideología de la injerencia humanitaria y ha abandonado toda referencia seria al socialismo en sus programas. Una parte de esta izquierda ha sustituido sus objetivos iniciales de mejora o de revoluciones sociales por la lucha por los derechos humanos. Como para estos movimientos es difícil defender una guerra de EEUU contra Yugoslavia o Iraq, adoptan esta postura tan cómoda del «Ni Ni». Esta postura permite evitar todas las críticas: «Ni Bush ni Sadam». Evidentemente puedo comprender que Sadam Husein no guste . Pero el «Ni, Ni» va mucho más allá de esta constatación. En primer lugar esta postura no reconoce la legitimidad del derecho internacional. No distingue entre agresores y agredidos. Haciendo una comparación, durante la Segunda Guerra Mundial hubiera sido muy difícil decir algo como «Ni Hitler, Ni Stalin» sin ser considerado colaborador. En segundo lugar, esta fórmula desdeña el poder destructor de Estados Unidos desde 1945. Desde el final de la Segunda Guerra mundial interviene en todas partes del mundo para apoyar o instalar fuerzas conservadoras, reaccionarias, desde Guatemala al Congo, de Indonesia a Chile. Estados Unidos se esfuerza por matar el espíritu de cambio social de los pobres en todas partes del mundo. Es este país, y no Sadam Husein, quien quiere revocar a Hugo Chávez. La guerra de Vietnam tampoco de debió a Sadam. Aun admitiendo el discurso de demonización contra Milosevic o Sadam Husein, situarlos en pie de igualdad en el plano internacional con EEUU es totalmente injusto y falso. Por último, lo que más me molesta de este «Ni, Ni» es la postura que adoptamos frente a nuestra propia responsabilidad al seguir estas consignas. Cuando vemos unos políticos que no nos gustan en el tercer mundo, hay que empezar discutiendo con quienes viven en él y hacerlo con las organizaciones representativas de masas, no con grupúsculos o individuos aislados. Hay que tratar de ver si sus prioridades son las mismas que las nuestras. Espero que el movimiento altermundista ponga en funcionamiento canales que permitan una mejor comprensión de los puntos de vista del sur. Por el momento, la izquierda occidental tiende a quedarse en su rincón, al mismo tiempo que tiene muy poca influencia ahí donde vive y hace el juego al imperialismo, demonizando al árabe, al ruso, al chino...en nombre de la democracia y de los derechos humanos. De lo que somos fundamentalmente responsables es del imperialismo de nuestros propios países. Empecemos, pues, por dedicarnos a eso. Y de manera eficaz.

Jean Bricmont. Impéralisme humanitaire. Droits de l'Homme, droit d'ingérence, droit du plus fort?, Ed. Aden, 2005, 253 pages, 18 euros. Se puede pedir a la editoria Aden :http://www.rezolibre.com/librairie/detail.php?article=98

VÉASE TAMBIÉN : Biografía de Jean Bricmont http://www.michelcollon.info/bio_invites.php?invite=Jean%20Bricmont

Jean Bricmont - Quelques remarques sur la violence, la démocratie et l'espoir: http://www.michelcollon.info/articles.php?dateaccess=2005-03-16%2017:32:42&log=invites
Quelques remarques sur la violence, la démocratie et l’espoir.
Algunas observaciones sobre la violencia, la democracia y la esperanza.
Jean Bricmont

Algunas observaciones sobre la violencia revolucionaria
22 de noviembre de, de 2006


Bahar Kimyongür



Partido Revolucionario Liberación del Pueblo


Organizaciones consideradas como terroristas por el Consejo de la Unión Europea


Nuevo libro! Syriana,  la conquista continua


NUEVO! Learn 2: Syriana, la  conquista continua

La conquista continúa




 Jean Bricmont - Européens, encore un effort si vous voulez vous joindre au genrehumain! http://www.michelcollon.info/articles.php?dateaccess=2003-02-16%2018:24:22&log=invites



Jean Bricmont & Diana Johnstone - Les deux faces de la politique américaine http://www.michelcollon.info/articles.php?dateaccess=2001-11-07%2018:35:48&log=invites
Les deux faces de la politique américaine
Ambos lados de la política estadounidense
07 de noviembre 2001


Entrevista a Jean Bricmont, escritor y profesor de física teórica en la Universidad de Louvain, cuya última obra analiza cómo la excusa de la defensa de los derechos humanos se ha transformado en un instrumento de injerencia militar:
Imperialismo humanitario

06-12-2005
Jean Bricmont, es profesor de física teórica en la Universidad de Louvain; intelectual comprometido, acaba de publicar: “Impérialisme humanitaire. Droits de l’homme, droit d’ingérence, droit du plus fort? “ [Imperialismo humanitario. Derechos humanos, derecho de injerencia, ¿derecho del más fuerte?]. Es una obra que analiza cómo la idea de la defensa de los derechos humanos en el intervencionismo occidental se ha transformado poco a poco en la legitimación de la injerencia militar. Jean Bricmont también forma parte del “Tribunal de Bruselas”. Es un tribunal de opinión que examina los crímenes de guerra en Irak y se considera como la continuación de la gran movilización internacional contra la guerra en Irak. Compuesto de intelectuales y juristas, el Tribunal de Bruselas participa igualmente en un movimiento más amplio que quiere poner fin al nuevo orden imperialista mundial.


Silvia Cattori: En la introducción a su último libro “Imperialismo humanitario”, usted escribe que existen dos tipos de sentimientos que conducen a la acción política: la esperanza y la indignación”. Toda persona dotada de conciencia no puede dejar de sentir indignación después leerlo. Países enteros han sido salvajemente destruidos por gobiernos que, como Estados Unidos, han actuado al margen del derecho y, lo que es más grave, con la complicidad de lo que se da por llamar la “comunidad internacional”. ¿Qué medios se pueden utilizar para difundir esta indignación en la opinión pública y asegurar su impacto político?


Jean Bricmont: ¡Qué pregunta complicada! Me limito a lo que soy capaz de hacer, escribir y hablar: evidentemente, se necesitan otros relevos, organizaciones políticas que no puedo, personalmente, estructurar. Las que existen no son suficientemente conscientes de las verdaderas prioridades, según mi modesta opinión. Hay que re-crear un movimiento internacional contra la guerra en Irak, como hubo en la época de la guerra de Argelia, de la guerra de Vietnam, de la crisis de los misiles, y como ya no existe en la actualidad.


S.C.: ¿Piensa que el desafío lanzado al mundo por “Eje por la Paz”, creado por iniciativa de Thierry Meyssan de la Red Voltaire, pueda constituir el punto de partida de un gran movimiento contra la guerra?


Jean Bricmont: La idea es buena: reunir a personas de diversos horizontes filosóficos, políticos, religiosos, y que actúan a favor de la paz; la mayor parte de los conflictos en el mundo son conflictos regionales, entre países vecinos o dentro de un mismo país. No hay más que un país que se permite enviar sus tropas lejos de sus fronteras, contra un país que no le ha hecho ningún mal, bajo pretextos totalmente inventados, y es Estados Unidos. Esta forma de actuar es una amenaza para la paz mundial, y debe ser detenida; no es una tarea simple, requiere la colaboración de la población estadounidense, y constato que una parte de esta última se da cuenta de que la opinión pública mundial no acepta la política de su gobierno. Al protestar aquí contra la política estadounidense, apoyamos a aquellos que, en Estados Unidos, quieren cambiar la política de su país.


S.C.: Si la mayoría de la gente se horroriza ante las imágenes que llegan de Irak, de Afganistán, de Palestina, no sabe con claridad que toda esta barbarie ha contado con el apoyo de los partidos progresistas. ¿Cómo han podido degenerar estos últimos hasta llegar a hacer creer que Bush y Blair libran una guerra por buenos motivos, siendo que se trata de agresiones contra la libertad y la dignidad de los pueblos?


Jean Bricmont: Hay que distinguir; hay diversos aspectos. La política de Bush no ha sido muy popular en los medios que pueden ser calificados de izquierdas, incluyendo el movimiento favorable a la ingerencia humanitaria. La política que fue verdaderamente popular, era la de Clinton; durante todo el período de su presidencia hubo un embargo contra Irak que sin duda ha causado más muertos que la guerra, y vi muy pocas protestas contra ese embargo por parte de personas que abundaban en elogios de la ingerencia humanitaria, por ejemplo en Yugoslavia. Si la gente no apoya la política de Bush, es porque posee el arte de presentarla muy mal, lo que resulta en que la hace impopular; también es muy arrogante, lo que agrava su impopularidad, sobre todo en el extranjero. Clinton no era así. Por otra parte, el apoyo de la izquierda al intervencionismo frenó la oposición a las guerras, incluso a las de Bush, y hace que dicha oposición sea relativamente superficial. No se opone por principio a la hegemonía y a la guerra en Irak, sino porque Bush es torpe. El objetivo del libro es sacudir al sector de la izquierda constituido por personas que a menudo son muy sinceras, pero que no poseen una visión suficientemente global de la situación como para tener como prioridades la paz y el respeto a la soberanía nacional de los países del Tercer Mundo. Ese tipo de ideas ha sido mermado por la ideología de la ingerencia humanitaria que nació después de la guerra de Vietnam.

S.C.: ¿Cuáles son los países que han sufrido guerras en nombre de ese “derecho de intervención?

Jean Bricmont: Desde el comienzo de la era colonial, existe fundamentalmente en Occidente una ideología según la cual, porque somos países civilizados, más respetuosos de la democracia y de los derechos del hombre, más desarrollados, más racionales, más científicos, etc., tenemos derecho a cometer monstruosidades contra países que consideramos como menos civilizados. El cristianismo, la misión civilizadora de la república, la carga del hombre blanco donde los ingleses, han servido sucesivamente de justificación ideológica para crímenes abominables. En la actualidad, la ideología que tiende a remplazar todo eso, es la ideología de los derechos humanos y de la democracia. Esto no conduce forzosamente a la guerra, pero abarca otras formas de acción, como el embargo contra Irak, o contra Cuba, y otras sanciones, que son aceptadas porque van dirigidas contra regímenes horribles, o que supuestamente lo son. La izquierda debería considerar lo que dicen las cumbres de los países del sur, o de los países no-alineados, que se han opuesto a todas esas sanciones y que lo dicen de modo muy explícito. Para ellos, ninguna sanción puede ser unilateral y todo debe pasar por la ONU. Los países del sur, que representan a la inmensa mayoría del género humano, no desean en ningún caso una semejante política de ingerencia.

S.C.: Usted escribió: “La ideología de nuestra época, en todo caso en lo que se refiere a la legitimación de la guerra, ya no es el cristianismo, ni la “misión civilizadora” de la República, sino un cierto discurso sobre los derechos del hombre y la democracia. Ese discurso y esa representación son lo que hay que encarar si se quiere construir una oposición radical y sin complejos a las guerras actuales y futuras.” Pero, ¿de dónde salió esa teoría del derecho a la ingerencia humanitaria?
Jean Bricmont: Su origen se remonta esencialmente a la administración Carter, que realizó un cambio. Antes de, y durante, la guerra de Vietnam hubo una política de apoyo a los regímenes anticomunistas, respetuosos o no de los derechos humanos, en nombre de la lucha contra el comunismo. Después del fin de la guerra de Vietnam, Carter redoró el blasón de Estados Unidos diciendo que los derechos humanos constituían el alma de su política extranjera. Esto contradecía su práctica política en Timor o en Afganistán, pero, con esa ideología y a causa del impacto de los “nuevos filósofos” en Francia, hubo una presión inmensa sobre la izquierda para que se distanciara de los movimientos revolucionarios y de liberación en el Tercer Mundo. La crisis yugoslava fue el clímax de la legitimación de la intervención porque la izquierda se puso a repetir consignas como: “No se puede permitir que hagan eso”, “es como Hitler antes de la guerra”, etc. El cambio de mentalidad se completó con la guerra de Kosovo, y la izquierda, sobre todo en Occidente, había capitulado por completo en el tema de la defensa de la soberanía nacional y del derecho internacional. Es lo que hace que la oposición a la guerra en Irak haya sido muy débil, sobre todo ideológicamente, en las cabezas de las organizaciones que podían estructurar esa oposición. Se aceptaban argumentos del estilo de: “Sí, pero primero hay que desarmar a Irak… “Aceptaban casi todos los pretextos a favor de la guerra, incluso personas que se declaraban contra la guerra. Y en la actualidad, las mismas personas parecen aceptar la idea de que los estadounidenses van a permanecer indefinidamente en Irak. La idea general, es que se asiste en Irak a una transición hacia la democracia: no todo va bien pero las cosas en general van mejor, o por lo menos, van a terminar por mejorar. En el momento de la caída de Bagdad gente de mi entorno creía que se había acabado y que no habría más resistencia. Muchos piensan todavía que esta última terminará por ser vencida, pero yo lo dudo.

S.C.: ¿No será que los ideólogos que han proclamado que había que imponer la democracia para combatir el “terrorismo”, han invertido el problema porque les convenía? ¿No habría sido necesario enfrentar las causas profundas, especialmente Israel, que provoca todos los conflictos regionales?
Jean Bricmont: No diría que eso genera todos los demás conflictos, pero juega un papel inmenso en muchos otros conflictos, eso es seguro. Los occidentales no comprenden que la naturaleza del conflicto israelí-palestino va mucho más allá de las fronteras de Israel o de Palestina por una razón muy simple: lo que los europeos han hecho, es hacer pagar a los árabes por los crímenes cometidos por los europeos contra los judíos. Las cosas se pueden resumir diciendo que no crearon un Estado judío en Europa, para compensar las desgracias sufridas por los judíos en Europa, no sólo porque los sionistas querían un Estado en Palestina, sino porque esta última estaba poblada por árabes, considerados en ese tiempo como carentes de todo valor. Desde entonces, no se ha reconocido jamás la raíz del conflicto, se han sumado otros conflictos al conflicto inicial, se ocupan territorios, etc. En realidad, las cosas se han agravado y existe una ceguera de los occidentales sobre las raíces y la profundidad del conflicto. No hay un niño que crezca en Rabat, incluso si están tan lejos de Palestina, que no sepa que si Israel fue creado en el sitio en el que se encuentra, es porque los europeos lo han hecho, judíos y no-judíos, que se creían más civilizados que árabes como él, y eso es difícilmente tolerable. Es una dimensión del conflicto que es mucho más profunda que lo que se comprende en general en Occidente.

S.C.: A propósito de la crítica de la política de Israel y del sionismo, usted ha escrito: “Cuando judíos como Norman Finkelstein o Noam Chomsky se atreven a criticar la política del movimiento sionista, tratan de hacerlos callar acusándolos de una extraña enfermedad psicológica, el “odio a sí mismo”. Y en cuanto a los no-judíos, basta una sola palabra: “antisemitismo”– ¿Qué se puede hacer para reconquistar un derecho a la libre expresión, asfixiado en la actualidad – especialmente en Franca – por esas acusaciones sin fundamento?

Jean Bricmont: Hay dos tipos de problemas: por una parte la satanización y la intimidación, por otra los procesos (Dieudonné Mbala Mbala, Edgar Morin, Israel Shamir y otros). Frente a esta situación, hay que defender la libertad de expresión. Es otro error de la izquierda y, de modo irónico, es precisamente una izquierda que se quiere antifascista y antiestalinista, la que adopta la doctrina, común al fascismo y al estalinismo, según la cual el Estado tiene derecho a determinar lo que se puede decir en cuanto a la historia o sobre otros temas. Las leyes que reprimen la libertad de expresión parten de ideas antirracistas tal vez generosas, pero mal entendidas. Esas leyes, igual que la ley Fabius-Gayssot contra el negacionismo, son sostenidas en general por la izquierda y la extrema izquierda (Gayssot es comunista). Pienso que es un error total, porque la respuesta a los discursos supuestamente de odio, es más discursos, no menos. Existen perfectamente medios de combatir al antisemitismo respetando la libertad de expresión; no faltan medios donde expresar puntos de vista criticando al antisemitismo. Además estoy perfectamente de acuerdo en que se critique al antisemitismo pero no es posible hacerlo de modo eficaz si no se distingue radicalmente entre el antisionismo, que consiste en un cierto número de actitudes políticas, y el antisemitismo, que es una forma de racismo. La gente que amalgama las dos cosas piensa que va a librarse del antisionismo difamándolo, al asociarlo con el antisemitismo; el problema es que se puede leer al revés la ecuación antisionismo=antisemitismo, es decir que se puede legitimar el antisemitismo al asociarlo con el antisionismo. Los que practican esta asimilación piensan que van a hacer desaparecer ideas que no les gustan, pero no se dan cuenta en todos los casos de que también pueden legitimar ideas que les gustan menos aún.

S.C.: Los movimientos que pretendían ser anticolonialistas han apoyado la ideología del intervencionismo occidental. Personalidades políticas – como Bernard Kouchner, Daniel Cohn Bendit, Joska Fischer – han hecho uso cínicamente de los derechos humanos y de la democracia por motivos oportunistas. ¿No es aún mayor la responsabilidad de estos personajes de gatillo fácil si se considera que los medios les han dado vía libre para proceder al lavado de cerebros?


Jean Bricmont: No quiero emprenderlas demasiado contra persona; es verdad que a veces cito en el libro a personas que son representativas de esa esfera de influencia, como Kouchner o Havel. Pero lo importante, es la desviación del movimiento ecológico. Cuando nació ese movimiento, era no-violento, opuesto a todo ejército, y ahora apoya una política una política de ingerencia humanitaria que presupone un ejército importante. Exigir una política de ingerencia humanitaria presupone tener los medios, un ejército poderoso, la posibilidad de transportar tropas a miles de kilómetros de distancia. Esta transformación del movimiento ecológico es extraordinaria. En la época de la guerra fría, existía verdaderamente una amenaza de guerra, tal vez exagerada, pero la URSS era poderosa y su ejército nos era potencialmente hostil. A pesar de ello, en esa época, los ecologistas abogaban por una defensa civil no-violenta, incluso en caso de agresión soviética. Por lo tanto, la ideología de la ingerencia ha producido transformaciones profundas, irreconciliables con la perspectiva ecologista del comienzo, a causa precisamente de la militarización que presupone su nueva posición política. Esto ocurrió en los años noventa, y esos movimientos oponen actualmente una resistencia muy débil a la guerra en Irak, no dicen mucho al respecto, y no hacen mucho. No dicen, por ejemplo: nuestra prioridad es exigir el retiro de las tropas estadounidenses de Irak. En EE.UU., por paradoja, existe una oposición muy fuerte a la guerra en ciertos sectores de la derecha, que no es neoconservadora, sino que es más tradicional, así como entre ciertos militares y sus familiares que pagan el costo de la guerra, en vidas humanas. Esta oposición contrasta con la actitud de los demócratas, o de la izquierda “moderada”, que dicen: “Hay que seguir ocupando, no podemos abandonar a los iraquíes, etc.” ¡No es sólo el gobierno Bush el que debilita el movimiento por la paz!

S.C.: Ha habido unanimidad en las fuerzas políticas para barrer con los principios que rigen el derecho internacional. Al no condenar a los Estados que han violado esos principios, las instancias internacionales han perdido igualmente todo crédito. El Consejo de Seguridad de la ONU ha ratificado las peores sanciones. ¿No ha llegado la hora de construir muros de contención para impedir que la superpotencia de Estados Unidos vaya más lejos? ¿Y no es demasiado tarde?

Jean Bricmont: No es nunca demasiado tarde. En lo que se refiere a la ONU, hay que usar matices. Lo que usted dice del Consejo de Seguridad es verdad: han legitimado la agresión, las sanciones, etc. Pero igual hay que ver a la ONU como un adelanto mayor en relación a lo que existía antes de 1945, porque ha reforzado el derecho internacional y ha ofrecido un medio para solucionar conflictos de manera pacífica antes de que estallen. Los votos de la asamblea general de la ONU son también interesantes: expresan en muchos temas el punto de vista de la opinión pública mundial. El problema del Consejo de Seguridad, es el derecho a veto, y el exorbitante poder de Estados Unidos, que posee medios enormes de presión sobre los miembros no-permanentes del Consejo de Seguridad. Toda reforma de la ONU debe pasar por la ONU, es decir debe tener el acuerdo de los países que tienen derecho a veto, y yo no sé cómo obligarlos a aceptar reformas que serían positivas en el sentido de que limitarían el poder de los Estados más poderosos, es decir el de ellos. Pienso que proyectos regionales, el proyecto bolivariano en América del Sur o el grupo de Shangai que agrupa a China, Rusia y otros países, que tratan de poner límites a la hegemonía estadounidense, constituyen buenos pasos. Y ciertos dirigentes estadounidenses se dan cuentan de que la política de Bush es la que, por reacción, suscita esas dinámicas, y por lo tanto querrían una política más suave, lo que se producirá sin duda cuando los demócratas vuelvan al poder: un retorno a la política de Clinton. Si las cosas van mal en Irak para EE.UU., y si se convierte en una catástrofe, tal vez haya un electrochoque, una revuelta de la población. Por el momento, la población no está muy preocupada, es relativamente indiferente, pero una política aislacionista podría recibir el apoyo de la mayoría de la población estadounidense. Para el resto del mundo, sería sin duda la solución menos mala.

S.C.: Ya que el agresor es al mismo tiempo el que financia a las ONG, esto implica que espera de ellas que se conduzcan frente a los verdugos como si fueran perfectamente legítimos. ¿Se puede continuar teniendo confianza en esas ONG que se han involucrado en esos desastres programados y que hoy hacen el trabajo humanitario como si fuera un negocio?

Jean Bricmont: No quiero pronunciarme de un modo demasiado categórico, no he estudiado en detalle el problema de las ONG. Simplemente presento un cierto número de ejemplos en el libro: Cuando sobrevino la guerra en Irak, Human Rights Watch denunció la forma como EE.UU. hizo la guerra, lo que ha causado, dicen, centenares de muertos inútiles. Pero, según un estudio publicado por la prestigiosa revista médica The Lancet, habría habido 100.000 muertos civiles y, por lo menos, hay 25.000. Por lo tanto la declaración de Human Rights Watch es absolutamente extraordinaria: se indigna, denuncian un crimen, y al mismo tiempo minimizan considerablemente su amplitud, lo que es una forma particularmente hipócrita de defenderlo. El fondo del problema, es la “N” en ONG. ¿En qué medida es real? Las ONG no son gubernamentales en el sentido estricto de la palabra, pero son en general y en gran parte financiadas por los gobiernos, o por la Unión Europea, ¡y eso no parece causarles problemas! En realidad, como esas ONG son financiadas por países democráticos, sus militantes piensan que ese financiamiento no puede tener influencia, amañar su conducta, llevarlas a hacer algunas cosas y no otras. Pero es evidente, para presentar un ejemplo extremo, que una ONG de médicos no sería financiada para ir a atender a los miembros de la resistencia iraquí. Por lo tanto, la fuente del financiamiento de las ONG, que es gubernamental, influye sobre sus decisiones. Es un poco como en el caso de la prensa: Es “libre”, pero todos los periodistas interiorizan la idea de que hay cosas que no se hacen y no se dicen: las que pondrían en peligro sus contactos con los que están en el poder, o los recursos publicitarios de sus periódicos. Entre los militantes de las ONG, la credulidad fundamental concierne la creencia en la neutralidad de los Estados que las financian.

S.C.: La situación de las víctimas se hace aún más dramática por el estado de inferioridad en la que se encuentran los pueblos. Y se les prohíbe igualmente resistir al agresor. Por lo tanto todo se pasa como si la dignidad de las palabras no tuviera valor cuando se trata de árabes y musulmanes. Pero su libro, como un grito, hace comprender que ya no es posible callarse. ¿Qué pueden hacer los ciudadanos deseosos de cambiar las cosas sin equivocarse por las políticas?

Jean Bricmont: He tratado de argumentar, de hacer un libro que ataca lo más rigurosamente posible a la ideología imperial. Yo no quiero hacer reaccionar a la gente por la fuerza, aunque parta de una indignación: me chocó ver la debilidad de la oposición durante la guerra en Yugoslavia, en los movimientos contra la guerra, pacifistas, de extrema izquierda, etc. En 2003, la población se movilizó, es verdad, pero fue momentáneo. La situación en Irak choca probablemente a muchas personas, pero no comprenden que lo que hay que hacer, es decir a Estados Unidos: “Respecten el derecho internacional, punto y aparte, vuelvan a su casa”. Si en Irak no hubiera habido resistencia, todos habrían dicho: Muy bien, Bush los libró de Sadam Husein, y ya está, se habrían lanzado a la guerra contra Irán, contra Siria, o en Cuba, hasta que los detuvieran en algún sitio. Siempre he pensado, desde el comienzo de la ideología de la ingerencia, que ésta llevaría a un nuevo Dien Bien Phu o a un nuevo Stalingrado, porque esa ideología es totalmente errónea, Debemos cooperar con los países del Tercer Mundo sobre la base de un respeto mutuo, no meternos en sus asuntos internos. Desde el comienzo de los años ochenta, la izquierda toma un rumbo totalmente equivocado con esta ideología. Además, es un truco que fomenta el poder de los países occidentales (vayan a salvar a los kosovares, a las mujeres afganas, etc.) y sobre todo su peor aspecto, el poder militar.

S.C.: Usted dice que el futuro retendrá sin duda de nuestra época la imagen de una indiferencia generalizada ante políticas criminales, mezclada con una perfecta buena conciencia, simbolizadas por el moralismo de un Kouchner que justifica indirectamente el cinismo de un Rumsfeld. En lo inmediato, después de haber destruido y desmembrado Irak, quebrantado a la gente, esta vez Irán y Siria son amenazados por Bush, Blair y también Chirac. ¿No caracterizan la hipocresía, las mentiras, y las sumisiones a la política y la diplomacia? ¿Se puede esperar, a pesar de todo, que nuestro futuro será menos cruel que nuestro pasado?

Jean Bricmont: Hay una especie de carrera de velocidad entre la superpotencia estadounidense y la opinión pública mundial: si esta última es suficientemente fuerte, Estados Unidos se encontrará en una situación de la que se puede esperar que lo bloquee. La situación militar en Irak, es el nudo de todo; mientras se vean inmovilizados por la resistencia en Irak, no los veo atacando a otros países, salvo mediante bombardeos. Pueden bombardear a Irán y Siria, pero no tienen suficientes tropas para invadirlos. Además, tenemos a Latinoamérica donde la situación no es nada de buena para los estadounidenses. Lo que es muy peligroso, es la nueva posición del Pentágono que considera abiertamente el uso de armas nucleares contra países que no poseen tales armas. Es su nueva doctrina. Muchos científicos estadounidenses y franceses se movilizan contra esta política. Pero a pesar de ello hay que esperar que haya una reacción en Estados Unidos, que les impida utilizar el arma todopoderosa que es el arma nuclear. Siempre han tenido una doble estrategia: las armas convencionales, en cantidades absurdas, más el arma nuclear. Han demostrado en Irak, para sorpresa de muchos, que las armas convencionales no bastan. Por lo tanto, lo único que les queda, es el arma nuclear. ¡Hay que impedir que la utilicen! Para convencer a la opinión dicen: “vamos a miniaturizar el arma nuclear,” será mucho menos devastadora, por lo tanto su utilización será políticamente más aceptable. Es muy peligroso. Existe efectivamente una carrera de velocidad entre un militarismo estadounidense que puede no aceptar su derrota, y la opinión pública mundial, incluyendo a una buena parte de la opinión pública estadounidense, ya que una fracción importante de ésta piensa que hay que destituir a Bush, lo que no está mal.

S.C.: Su libro, que apela a la sensibilidad y a la compasión que debemos a los seres que no tienen la posibilidad de vivir con dignidad, puede contribuir a aumentar las posibilidades de una toma de conciencia. Pero ¿puede esperarse verdaderamente que los dirigentes que se han equivocado de rumbo lo vayan a leer y que echen marcha atrás bajo la presión de la opinión pública, y particularmente la de sus electores?

Jean Bricmont: No espero que dirigentes como Bush me vayan a leer. En todo caso no leen mucho. Pero deseo abrir la discusión en la izquierda, y re-crear la actitud que existía en los movimientos anticolonialistas del pasado, que era mucho más lúcida respecto a lo que son nuestros propios países. Además, hay que darse cuenta que en Occidente somos los principales responsables de la política de los países occidentales. Cuando vemos políticas en los países del tercer mundo que no nos gustan, hay que comenzar por discutir con la gente que vive allá, pero con las organizaciones representativas de las masas, no con grupúsculos o individuos aislados. Hay que tratar de ver si sus prioridades son las mismas que las nuestras. Por ejemplo, la gente de a pie en Latinoamérica no ve a Cuba de la misma manera que en Francia, donde cuesta decir algo bueno sobre Cuba, pero en Latinoamérica es bastante popular. Una persona como el primer ministro de Malasia, Mohammed Mahatir, es demonizada en nuestro país (por antisemitismo), pero lo que ha dicho es sin duda relativamente popular en los países musulmanes (y no simplemente por el antisemitismo). Existe una extraordinaria conciencia tranquila occidental que consiste en decir: “Esa gente son dictadores, o musulmanes fanáticos, extremistas, etc.”, que permite ignorar y no escuchar lo que piensa una gran parte del género humano. Espero que el movimiento altermondialista instituya canales que permitan una mejor comprensión de los puntos de vista del sur. Por el momento, la izquierda occidental tiende a permanecer en su rincón, aunque tiene poquísima influencia donde reside y hace indirectamente el juego del imperialismo al satanizar al adversario, al otro, al árabe, el ruso, el chino… en nombre de la democracia y de los derechos humanos. De lo que se es responsable antes de todo, es del imperialismo de su propio país. Comencemos por lo tanto a encarar ese tema y a enfrentarlo de manera eficaz; de los crímenes de los otros: Sadam, Milosevic, Bin Laden, hablaremos cuando corresponda.
Bibliografía.
- Jean Bricmont, Impérialisme humanitaire. Droits de l’homme, droit d’ingérence, droit du plus fort ?, Aden, Bruselas, 2005, 18 Euros.
Imperialismo humanitario. Los derechos humanos, el derecho de injerencia, más fuerte es la derecha?



- Jean Bricmont, Régis Debray, A l'ombre des Lumières, Odile Jacob, Paris, 2003
- Jean Bricmont, Alan Sokal, Impostures Intellectuelles, Odile Jacob, Paris, 1997 (2ème édition, Le livre de poche, 1999)



- Jean Bricmont, Diana Johnstone, « Les deux faces de la politique américaine », in : L'empire en guerre (coll.), Le temps des cerises, Paris, 2001


- « Folies et raisons d'un processus de dénigrement, Lire Noam Chomsky en France », postface in : Noam Chomsky, De la guerre comme politique étrangère des Etats-Unis, Agone, Marseille, 2002
- « L'espoir change-t-il de camp? » en: Mourir pour MacDo en Irak (coll.), Aden, Bruselas, 2004
- Prfacio en: Norman Finkelstein, Tuer l'espoir: introduction au conflit Israélo-Palestinien, Aden, Bruselas, 2003
- « Donner un contenu concret à la notion de classe », prefacio en: Geoffrey Geuens, Tous pouvoirs confondus, EPO, Bruselas, 2003
- « La fin de la "fin de l'histoire" », y « Questions aux "défenseurs des droits de l'homme" », en: 11 de septiembre 2001, La fin de la "fin de l'histoire" (coll.), Aden, Bruselas, 2001.




Los Verdes en el Parlamento Europeo, apoyan al gobierno golpista nazi de Ucrania




Los Verdes son el motor de la ola neoconservadora




EQUO, ICV y ERC apoyan la intervención militar en Libia



Equo reclama que la intervención en Libia se limite a lo establecido en la resolución de la ONU


Libia: los derechos humanos por delante de EQUO




¿Contra Gadafi o contra el imperialismo? Reflexiones sobre la crisis libia y la izquierda occidentalista


Prólogo al libro "Derechos humanos como arma de destrucción masiva"



Un dúo fraudulento: organizaciones "humanitarias" y medios de comunicación.




Desenmascarando a Human Rights Watch (HRW )


La hipocresía de Human Rights Watch


Denuncian que el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos está financiado por la UE


Denuncian que el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos está financiado por la UE

Destapando a la Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio y el terrorismo mediático sobre el conflicto en Siria




Observatorio Sirio para los Derechos Humanos


Médicos Sin Fronteras: ¿ayudando al ataque militar sobre Siria?



Hipocresía de Amnistía Internacional. Falsa bandera “humanitaria”.


El papel de Amnistía Internacional en la guerra contra Siria


La contrarrevolución de las ONGs: la estafa de Greenpeace




Los principales líderes de Podemos, firman este artículo tan infame sobre Siria. Los pseudoizquierdistas otanistas ni-ni.
04-11-2011



"LA OTAN NO NACIÓ POR LA AMENAZA DE LA URSS, SINO PARA IMPEDIR LOS MOVIMIENTOS ANTICAPITALISTAS" Y ARTÍCULOS COMPLEMENTARÍOS


El imperialismo orquestó la Primavera Árabe



La guerra de la OTAN contra Yugoslavia se basó en mentiras. Artículos relacionados.



La OTAN: 65 años de crímenes 'humanitarios'



Pedro Sánchez trabajó en Bosnia en la década de los 90 al servicio del FMI y el BM


Conferencias del conflicto entre Israel- Palestina de Norman Finkelstein y uno de sus libros.



Así es el nazi-sionismo: En el discurso del Primer Ministro Netanyahu en el 37ª Congreso Sionista, dijo que Hitler no quería exterminar a los Judios, sino que fue Haj Amin al-Husseini convenció a Hitler.



El holocausto como industria y justificación de la masacre de los palestinos



Israel, una máquina de asesinar y torturar en masa



Cuidado: Israel el Eager Provocateur




Sionismo, el verdadero aliado de Hitler. EEUU aumenta hasta mil millones de dólares su ayuda militar a Israel


Obama y Netanyahu (EEUU e Israel) se quedan solos en la ONU en defensa del bloqueo contra Cuba



Robert Ménard fundador de Reporteros sin Fronteras (RSF) o reporteros sin escrúpulos, hoy alcalde fascista



Filtración: Bush y Blair acordaron invadir Irak un año antes de que comenzara la guerra


Tony Blair pide perdón por la “errónea” información que condujo a la invasión de Irak y admite que el conflicto provocó el surgimiento de ISIS.



Los casos de uso de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos en el extranjero, 1798-2015. Instances of Use of United States Armed Forces Abroad, 1798-2015.


El otanista Santiago Alba Rico será candidato de Podemos al Senado por la provincia de Ávila


Las guerras recientes y el papel de los intelectuales del “ninismo”, siempre al servicio del imperialismo


¿Contra Gadafi o contra el imperialismo? Reflexiones sobre la crisis libia y la izquierda occidentalista


Los pseudoizquierdistas en guerra imperialista, cuando dicen “Ni OTAN, Ni Al-Assad” es decir en la práctica “Sí a la OTAN”.



Alba Rico y el Euromaidan de Podemos. El ideólogo y fundador de “Podemos” justifica a los nazis ucranianos


Teresa Rodríguez también a favor del general otanista y de mantener las bases en Andalucía



Podemos ficha como número 2 al Congreso por Zaragoza, al general Julio Rodríguez que dirigió el bombardeo contra Libia, fue Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD) entre 2008 y 2011 con el Gobierno de Zapatero.



Informe confidencial en Wikileaks: el general de Podemos 'es pro EEUU', según la Embajada de EEUU




El canalla de Felipe González considera que las dictaduras de su amigo y aliado Pinochet y Franco eran más respetuosas que la Venezuela de Maduro. Las miserias del PSOE



Sergio Pascual secretario de organización de Podemos y candidato por Sevilla. “Respetaremos hasta la última coma del acuerdo sobre las bases militares” "la religión es parte de nuestra historia" y garantiza la continuidad de la enseñanza concertada.






Teresa Rodríguez (Podemos) apoya las “revoluciones de colores” exportadas desde EEUU a Hong Kong



Izquierda Anticapitalista califica la caída del muro de Berlín como “símbolo de la lucha por la democracia”



Las guerras recientes y el papel de los intelectuales del “ninismo”, siempre al servicio del imperialismo


La OTAN: 65 años de crímenes 'humanitarios'


"LA OTAN NO NACIÓ POR LA AMENAZA DE LA URSS, SINO PARA IMPEDIR LOS MOVIMIENTOS ANTICAPITALISTAS" Y ARTÍCULOS COMPLEMENTARÍOS



Médicos Sin Fronteras: ¿ayudando al ataque militar sobre Siria?



Neoliberalismo, colonialismo y fundamentalismo contra un estado incómodo: Siria



El lado oscuro y destructor de las ONGs




El postmarxismo rampante. Una crítica a los intelectuales y a las ONGs



Reporteros Sin Fronteras pierde definitivamente la máscara y artículos complementarios.



¿Es este el rostro de un nuevo movimiento mundial de derechos humanos?




La mirada de los oportunistas



La red Gladio en España. Los antecedentes terroristas de la OTAN


OTAN perpetró el 11-M para hacer presente en Europa la "amenaza terrorista islámica”



Los misiles lanzados desde el Mediterráneo contra Siria salieron de territorio español y artículos complementarios

 23 de septiembre de 2013



La OTAN y los refugiados: la mano que mece la cuna



Misión de la OTAN en «Cerizia del Este»



Prólogo al libro "Derechos humanos como arma de destrucción masiva"



¿Quién exige la salida del poder de Bashar al-Assad en Siria?



¿Quién está detrás del atentado contra Charlie Hebdo? ¿Un 11 de septiembre en París? Fue una operación de bandera falsa.





Los crímenes de la OTAN, de sus estados miembros y de sus gobernantes: La agresión contra Libia







No hay comentarios:

Publicar un comentario