El “Lincoln” de Spielberg, Karl Marx y
la Segunda Revolución Americana
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Kevin Anderson · 20/01/2.013
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El "Lincoln"
de Steven Spielberg transcurre en un solo pero crucial mes de la Guerra Civil
de los EE.UU., un conflicto equivalente a una segunda revolución americana.
En enero de 1865, cuando faltan pocos meses para la victoria de la Unión
sobre la Confederación, el presidente Abraham Lincoln decide hacer aprobar la
Decimotercera Enmienda a la Constitución de los EE.UU., para la abolición de
la esclavitud sin condiciones y sin indemnización a los propietarios de
esclavos. Se trata de un Lincoln muy diferente al candidato de 1860, que se
negó a hacer campaña como abolicionista, o al presidente que aplazó la
Proclamación de la Emancipación casi hasta el tercer año de la Guerra Civil,
en 1863. Se trata de un Lincoln que ha crecido con los tiempos, cuyo ejército
ahora incluye 200.000 soldados negros, y cuyos discursos comienzan a insinuar
derechos de ciudadanía y voto para los antiguos esclavos.
América revolucionaria
Con un guión escrito por
el destacado guionista de izquierdas Tony Kushner ("Angels in
America", "Homebody / Kabul"), la película de Spielberg se
centra no sólo en el propio Lincoln, sino también en una figura, sin duda,
revolucionaria, el abolicionista radical Thaddeus Stevens, con quien Lincoln
se alió en aquellos fatídicos días de enero de 1865. Algunas de las escenas
más dramáticas retratan los debates cruzados de Stevens con el congresista de
Nueva York y racista patológico Fernando Wood, líder del ala
anti-abolicionista del Congreso.
En otra escena,
Stevens presenta a un escéptico Lincoln el programa republicano radical de
una prolongada ocupación militar del sur, durante la que los antiguos
esclavos alcanzarían plenos derechos políticos, incluido el de ser elegidos a
los más altos cargos públicos, y las plantaciones de los antiguos
propietarios de esclavos serían confiscadas y repartidas en propiedad a los
antiguos esclavos (los famosos "40 acres y una mula"). Todo ello
narrado fílmicamente gracias a la excelente interpretación de Daniel Day
Lewis (Lincoln) y, más aún, de Tommie Lee Jones (Stevens), con una
contribución también importante de Sally Field (Mary Todd Lincoln).
Al mismo tiempo, sin
embargo, está presente el lado sórdido de la democracia de EE.UU., en medio
de estos cambios revolucionarios, mediante la corrupta política de patronazgo
utilizada para obtener los últimos votos para aprobar la enmienda y enviarla
a los estados para su ratificación final.
En su conjunto,
"Lincoln", ofrece una perspectiva anti-esclavista y anti-racista de
la Guerra Civil de los EE.UU. más consecuente que la habitual en las
películas de Hollywood. Evita el típico retrato de Hollywood del Sur como
moralmente equivalente, si no superior, al del Norte. En cambio, la película
se centra en la esclavitud y el racismo como el tema central de la Guerra
Civil, a la vez que muestra a un líder revolucionario como Stevens
favorablemente, lo que no es usual. Es más, el fraudulento argumento
del Sur sobre los "derechos de los estados" es desenmascarado,
mostrando su verdadero contenido: el "derecho" de los blancos a
esclavizar a millones de sus semejantes.
Dimensiones económicas y de clase de la abolición
Algunos sectores de la
izquierda han criticado la película por no poner de relieve la lucha por la
auto-emancipación de los afroamericanos, como por ejemplo en la película de
1989 "Gloria", que narra la historia de los soldados
afro-americanos del 54 regimiento de Massachusetts.
Aunque esas críticas
son válidas e importantes, me gustaría centrarme en otros dos temas que no
aborda la película, la importancia económica de la esclavitud y su abolición,
y el intercambio de correspondencia entre Karl Marx y Abraham Lincoln, que se
produjo durante el mismo mes de enero de 1865, en el que se desarrolla la película.
Ambos temas podrían fácilmente haber sido incorporados al guión sin alterar
el ángulo desde el que la película narra estos trascendentales
acontecimientos históricos, el de la confrontación entre élites políticas en
lugar de las masas movilizadas. Por supuesto, las primeras influyen en las
segundas, y vice-versa, pero intento hacer una crítica inmanente, que aborde
la película en sus propios términos y examine algunas de las contradicciones
que surgen.
La Proclamación de
Emancipación de 1863 y la decimotercera enmienda de 1865 que hizo permanente
la medida de guerra de 1863 eran diferentes de las leyes de emancipación
promulgadas en otros estados. Por ejemplo, la política de emancipación de
EE.UU. prohibía cualquier compensación económica a los anteriores
propietarios de esclavos. Se diferenciaba así incluso de la pionera Ley de
abolición de la esclavitud británica de 1833, que proveyó grandes sumas de
indemnización. En este sentido, fue más parecida a la abolición jacobina de
1794 en Francia, anulada por Napoleón una década más tarde, pero que ayudó a
desencadenar la revolución haitiana.
Por otra parte, la
esclavitud era más importante para la economía de los EE.UU. que para Gran
Bretaña o Francia. Los casi cuatro millones de esclavos en los EE.UU. en 1860
constituían alrededor del 13% de la población, y sufría una forma totalmente
deshumanizada de capitalismo que permitía comprar y vender a los seres
humanos como esclavos. A un precio promedio de 500 dólares cada uno, la
“propiedad” humana de los esclavistas en EE.UU. tenía un valor aproximado de
2 mil millones de dólares, una suma astronómica en la década de 1860. Por lo
tanto, la abolición de la esclavitud sin indemnización en los EE.UU.
constituyó la mayor expropiación de propiedad privada capitalista hasta la
revolución rusa de 1917. Se acabó de un plumazo con toda una clase social,
los dueños de las plantaciones del Sur, que desde hacía siglos se habían
eregido sobre una inmensa acumulación de riqueza derivada de la producción de
azúcar, tabaco, algodón y otras materias primas, así como de la compra y
venta de una mercancía más, los propios esclavos.
La abolición también
incorporó a millones de trabajadores libres formalmente a la clase obrera de
los EE.UU., aumentando la posibilidad de una unidad de clase más allá de
divisiones raciales y étnicas, mucho más fácil que cuando el trabajo esclavo
coexistía con el trabajo formalmente libre. Aunque sólo una pequeña parte de
esa unidad interracial se lograría en la postguerra, y sólo brevemente, su
necesidad sigue estando más que nunca en la agenda, en la medida en que hoy
la clase obrera de los EE.UU. está integrada cada vez más por personas de
color, sobre todo afroamericanos y latinos.
Aunque la película
pasa por alto estas realidades económicas y de clase a favor de la dimensión
política, no se le escaparon a Karl Marx. En una carta del 29 de noviembre de
1864, apenas unas semanas después de la fundación de la Primera Internacional
(Asociación Internacional de Trabajadores), escribió, "hace tres años y
medio, en el momento de la elección de Lincoln, la cuestión era no hacer más
concesiones a los propietarios de esclavos, pero ahora la abolición de la
esclavitud es el objetivo declarado y en parte ya realizado ", y agregó
que "nunca una convulsión tan gigantesca ha tenido lugar tan
rápidamente. Tendrá un efecto benéfico en el mundo entero" (Saul
Padover, ed, Karl Marx sobre América y la Guerra Civil, New York:
McGraw-Hill, 1972, p. 272).
La carta abierta de Marx a Lincoln
Como se mencionó
anteriormente, el mes de enero de 1865, cuando Lincoln giró a la izquierda,
aliándose con Stevens, fue también el mes en el que Marx y Lincoln tuvieron
su intercambio público de cartas. Después de la publicación del
"Discurso Inaugural" de la Primera Internacional (escrito por Marx)
y sus "Reglas generales" de afiliación, ambos en noviembre de 1864,
su siguiente declaración pública fue una carta abierta para felicitar a
Lincoln por su victoria aplastante en las elecciones de noviembre de 1864. La
carta a Lincoln fue redactado por Marx y también firmada por un gran grupo de
activistas obreros y socialistas que incluía a "Karl Marx, secretario de
correspondencia para Alemania".
En ese momento, la
embajada de EE.UU. en Londres estaba encabezada por Charles Francis Adams, un
abolicionista de Massachusetts, miembro de una de las más ilustres familias
políticas de Estados Unidos. Adams conocía sin duda a algunos de los
implicados en la Internacional, porque había enviado a su hijo Henry a
observar e informar sobre las reuniones que los trabajadores británicos
habían organizado desde 1862 para socavar los llamamientos de los políticos
británicos y los principales medios de comunicación a intervenir a favor del
Sur. En esas reuniones intervinieron muchos de los futuros líderes de la
Internacional. Y la presencia del adinerado joven Henry Adams en esas
reuniones seguramente le hizo más que visible entre los trabajadores
asistentes. Además de recopilar información, la presencia del hijo del
embajador también pudo tener como objeto hacer un llamamiento directo a la
clase obrera británica sin contar con su gobierno.
En diciembre de 1864,
la Internacional propuso que una delegación obrera de 40 miembros entregase
la carta y fuese recibida por la Embajada. Si bien el Embajador Adams declinó
la propuesta, la carta de la Internacional "Dirigida al presidente
Lincoln" fue entregado a la Embajada, y publicada en varios periódicos
ligados al movimiento obrero británico. Decía en parte:
"Felicitamos al
pueblo americano por su reelección por una amplia mayoría. Si la resistencia
al Poder esclavista fue la principal consigna de su primera elección, el
triunfante grito de guerra de su reelección es: ¡muerte a la
esclavitud!". (Esta carta, la respuesta de Lincoln, y otros textos
relacionados se recogen en Robin Blackburn, Una revolución inconclusa:
Karl Marx y Abraham Lincoln, Londres: Verso, 2011)
Y continuaba:
"Desde el comienzo de la titánica lucha americana, los obreros de Europa
han sentido instintivamente que la bandera de las barras y estrellas porta el
destino de su clase".
Esta frase se refería
no sólo a los profundos sentimientos antiesclavistas de las clases trabajadoras
británicas de la época, y a las reuniones de masas que habían organizado en
apoyo del Norte, incluso cuando los principales políticos y periódicos
defendían que si apoyaban una intervención británica para romper el bloqueo
de Lincoln de los puertos del Sur, el algodón fluiría de nuevo a través de
los mares, y pondría fin al desempleo masivo causado por el bloqueo. La frase
sobre el vínculo entre el destino de los EE.UU. y el de las clases
trabajadoras de Europa se basaba también en un hecho indiscutible. La clase
obrera de Gran Bretaña (y más aún en el Continente) carecía de derecho al
voto, entonces censitariamente limitado a los propietarios y veía en los
EE.UU. el único experimento importante de democracia política de la época. El
resultado fue uno de los mejores ejemplos jamás vistos de internacionalismo
proletario.
Como Marx observó
durante estas movilizaciones de los trabajadores británicos al principios de
la guerra: "El verdadero pueblo de Inglaterra, de Francia, de Alemania,
de Europa, considera la causa de los Estados Unidos como su propia causa, la
causa de la libertad, y que, a pesar de todos los sofisma pagados, consideran
la tierra de los Estados Unidos como tierra libre a disposición de los
millones de campesinos sin tierra de Europa, su tierra prometida, que hay que
defender ahora espada en mano de las sórdidas garras esclavistas .... Los
pueblos de Europa saben que la esclavocracia del Sur comenzó la guerra con la
declaración de que la continuación de la esclavocracia ya no era compatible con
la continuidad de la Unión. Por lo tanto, los pueblos de Europa saben que la
lucha por la supervivencia de la Unión es una lucha contra la continuación de
la esclavocracia - que en este contexto, la más alta forma de autogobierno
popular conseguido hasta hoy está dando batalla a la mas despreciable y más
desvergonzado forma de esclavitud del hombre en los anales de la
historia" (Marx, "El Times de Londres y lord Palmerston, New
York Tribune, 21 de octubre de 1861).
La carta de Marx a
Lincoln en nombre de la Internacional también afirmaba: "Mientras los
trabajadores, el verdadero poder político del Norte, permitieron que la
esclavitud profanase su propia república, mientras ante el negro, dominado y
vendido sin su consentimiento, presumieron de que la mayor prerrogativa del
trabajador de piel blanca era venderse y elegir su propio dueño, no fueron
capaces de alcanzar la verdadera libertad del trabajo, ni de apoyar a sus
hermanos europeos en su lucha por la emancipación, pero esta barrera al
progreso ha sido barrida por el mar rojo de la guerra civil".
La respuesta pública de Lincoln a Marx
El 28 de enero de
1865, para sorpresa y deleite de Marx y de otros miembros de la
Internacional, la Embajada de los EE.UU. emitió una respuesta pública del
Embajador Adams a la Internacional. En una carta a Engels del 10 de febrero,
un satisfecho Marx le hace notar que Lincoln había elegido dirigir su
importante respuesta no a los liberales británicos que le adulaban, sino a la
clase obrera y a los socialistas: "El hecho de que Lincoln nos
contestase con tanta cortesía y que a la "Sociedad por la Emancipación
Burguesa” lo hiciera de manera tan brusca y puramente formal indignó al The
Daily News de tal manera que no ha impreso la que nos había
dirigido ... La diferencia entre las respuesta de Lincoln a nosotros y la
burguesía ha provocado tal sensación aquí que los “clubs” del West End mueven
incrédulos la cabeza. Puede comprender lo gratificante que ha sido para
nuestra gente".
Aunque la respuesta a
la Internacional fue firmado por el embajador Adams, dejo muy claro que
Lincoln había leído su carta y que Adams estaba hablando en su nombre y no
sólo en el suyo: "Me han instruido informarle que el Discurso inaugural
del Consejo Central de la Asociación, fue debidamente transmitida a través de
esta Legación al Presidente de los Estados Unidos, y este la ha
recibido".
Teniendo en cuenta los
acontecimientos de enero 1865 narrados en la película, cuando Lincoln estaba
en medio de la recogida de votos para la Decimotercera Enmienda, es aún más
notable que se tomase tiempo para redactar semejante respuesta. Y por una
confluencia extraña y conmovedora de acontecimientos, la respuesta de Lincoln
a la Internacional fuese hecha pública sólo tres días antes de que la Cámara
de Representantes de EE.UU. superase los obstáculos de numerosos políticos
racistas y votase, el 31 de enero, ratificar la Enmienda y enviarla a los
estados para su ratificación final.
La respuesta de
Lincoln también se refiere a nivel general a "los amigos de la humanidad
y el progreso en todo el mundo" con quienes los EE.UU. contaban, una
alusión a la forma en que las asambleas de los trabajadores británicos, que
carecían de derecho al voto debido a los requisitos de propiedad, habían sido
tan cruciales a la hora de impedir las maniobras británicas para intervenir a
favor del Sur durante los primeros años de la guerra. Esta sugerencia es más
evidente en la última frase, que afirma que el gobierno de EE.UU. fue capaz
de "sacar nuevos ánimos para perseverar gracias al testimonio de los
obreros de Europa de que esa actitud nacional se ve favorecida con su
aprobación ilustrada y sus ardientes simpatías". Es difícil recordar
otro momento en el que el gobierno de EE.UU. haya agradecido públicamente a
la clase obrera internacional su apoyo, y mucho menos a una organización de
los trabajadores dirigida por socialistas.
Las revoluciones inconclusas: 1860 y 1960
Este intercambio entre
Marx y Lincoln ilustra dramática el hecho de que la Guerra Civil fue una
segunda revolución americana, mucho más radical que la primera, en 1776. Fue
sin duda una revolución burguesa y no socialista, pero la defensa de su ala
izquierda -sin éxito finalmente– de la necesidad de una transformación
fundamental de la propiedad de la tierra en el Sur apuntaba a algo aun más
radical. Este carácter inconcluso de la revolución, que se detuvo en la
emancipación política de los antiguos esclavos, y que luego, después de
1876, incluso en gran parte quedó sin validez, es algo que todavía pesa sobre
los Estados Unidos de América hasta nuestros días.
En un inquietante
paralelismo, la revolución por los derechos civiles de las décadas de 1950 y
1960, que finalmente consiguieron sobre una base más permanente lo que se
había establecido muy brevemente mediante las leyes y las enmiendas
constitucionales de las décadas de 1860 y 1870, también se vio obligada por
las circunstancias a parar antes de la emancipación política. Ello nos deja
hoy con el resultado paradójico de que los EE.UU. tiene su primer presidente
afro-americano, cuando al mismo tiempo más hombres y mujeres afroamericanos
que nunca en su historia se consumen casi olvidados en el mundo deshumanizado
de las prisiones y cárceles de Estados Unidos.
Y la película
"Lincoln", que no trata de estos temas tampoco, está en muchos
aspectos también sin terminar. Incluso en sus propios términos, viendo la
historia desde un ángulo que destaca los acontecimientos protagonizados por
la élite política en vez de por las masas que les presionaban, no lleva hasta
el final sus propias implicaciones más radicales, como por ejemplo en su
retrato del programa republicano radical de Stevens. Pero es un signo de los
tiempos, de las transformaciones profundas de la sociedad y la cultura de
Estados Unidos, que una película comercial de Hollywood revele incluso una
parte de esta página de la historia revolucionaria, que, como señaló Marx,
tuvo efectos "en todo el mundo".
Kevin
Anderson es profesor de
sociología y ciencias políticas en la UCLA y autor de Marx at the Margins:
On Nationalism, Ethnicity, and Non-Western Societies (University of
Chicago Press, 2010).
Traducción
para www.sinpermiso.info: Gustavo
Buster
|
El
mismo texto en este blog
Anexo:
La
Asociación Internacional de Trabajadores 1.864
Dirección de
la Asociación Internacional de Trabajadores a Abrahan Lincon, Presidente de los
Estado Unidos. Presentado al embajador de E.E.U.U. Charles Francis Adams 28 de
enero de 1,865
Respuesta
del embajador Charles Francis Adams
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