Voy
utilizar este artículo para poner los partidos, sindicatos y ongs que apoyaron
la guerra imperialista en Libia
En
este artículo hay enlaces en inglés, le he añadido la traducción en castellano.
Albert
Escusa es uno de los teóricos del
estalinismo en el Estado español.
Hay una unanimidad entre parte de la
izquierda y el imperialismo en la diabolización de Gadafi y su régimen. ¿Qué
motivaciones hay para destruir a Gadafi? ¿Cómo afecta el eurocentrismo a la
izquierda?
Albert Escusa | Para Kaos en la Red | 13-3-2011 a las 20:37 | 3803
lecturas | 24 comentarios
La izquierda
occidentalista y el imperialismo
Si algo tiene de
positivo la crisis libia es que está poniendo al desnudo los viejos prejuicios
que una parte de la izquierda (sobre todo una parte de izquierda la occidental,
preferentemente la extrema izquierda), tiene sobre determinados procesos
políticos y sociales que se dan en la periferia del sistema, en el llamado
Tercer Mundo, juzgados invariablemente (a veces de forma inconsciente) según el
patrón de los valores culturales y políticos occidentales. Esta
izquierda occidentalista, a pesar de un discurso radical que aparentemente
pretende superar la ideología occidental burguesa y liberal, se ha dejado
orientar ante la crisis de Libia (repitiendo los mismos esquemas que en
Yugoslavia, Irak, Venezuela, Cuba y tantos otros lugares) en gran medida según
las pautas y análisis elaborados por los medios de comunicación imperialistas,
que se puede resumir en esta simple etiqueta, consumible por todo tipo de
público: «la lucha pacífica del pueblo libio contra la dictadura criminal de
Gadafi». Este es el dogma de la izquierda occidentalista, sin que haya un
resquicio para la duda, sin entrar a evaluar las complejidades de la historia y
la sociedad de este país, y lo que es más grave, sin considerar en absoluto la
actitud de los gobiernos imperialistas hacia los gobernantes libios y los
intereses que se esconden tras la unanimidad occidental en derrocar a Gadafi.
Jean Bricmont,
denunciando las graves incoherencias de la izquierda occidentalista, explica
que Libia significa el regreso del imperialismo humanitario como en Kosovo, una
coartada para la colonización del país, escenario siniestro que encuentra
nuevamente sus complicidades en una parte no desdeñable de la izquierda
europea. Esta izquierda, a diferencia de la izquierda en América Latina, «ha
perdido todo sentido de lo que significa hacer política» y de ofrecer
alternativas concretas porque «sólo es capaz de tomar posiciones morales, en
particular la denuncia de dictadores y las violaciones de derechos humanos en
tono grandilocuente» (1). El sustrato ideológico de la izquierda occidentalista
es el eurocentrismo, que considera a occidente en una posición moral e
intelectual mucho más elevada sobre los otros pueblos y culturas, y por ello
puede permitirse dar lecciones a los demás, incluyendo a la izquierda de otras
latitudes. Diana Johnstone nos recuerda que «los medias habían tenido menos de
diez años para transformar a Milosevic en un monstruo, mientras que con Gadafi
han tenido muchos años. Y Gadafi es más exótico, habla menos el inglés y se
presenta ante el público con trajes que podrían haber sido diseñados por John
Galliano (…). Este aspecto exótico reaviva las burlas y el desprecio contra las
culturas ancestrales sobre las que Occidente ha ganado su puesto victorioso,
con el que África fue colonizada, y con el que el Palacio de Verano de Pekín
fue arrasado por los soldados occidentales que combatían para convertir al
mundo en un lugar seguro para la adición al opio» (2). Esta izquierda
eurocentrista y occidentalista hunde sus raíces en la ignominiosa postura que
la socialdemocracia europea tuvo respecto a las colonias y los países oprimidos
durante el siglo XX, a los que se les negaba el derecho de independencia con el
argumento de que “no estaban maduros” y de que se trataba de países y culturas
atrasadas y por ello no debían apartarse de las “civilizadas” metrópolis. Fue
con este complejo de superioridad con el que la izquierda eurocentrista miró a
la Revolución rusa y la URSS ayer, y como mira hoy a los procesos que se
desarrollan en América Latina.
No hay duda de que el
sustrato eurocentrista, el mesianismo occidentalista latente de una parte de la
izquierda, ha salido nuevamente a la superficie para impregnar los
posicionamientos radicales anti-Gadafi que llevan a coincidir con las políticas
injerencistas y neocoloniales de la globalización imperialista dirigida por
Estados Unidos. Cuando el genio escapa de la botella, es incontrolable: cuando
el mesianismo occidental y colonialista se pone en funcionamiento no importa
que sea de derechas o de izquierdas, puesto que sus efectos son idénticos. En nombre
de los valores occidentales de la «democracia», los «derechos humanos» y otras
coartadas ideológicas, se trata de imponer el derecho de injerencia y el
imperialismo “humanitario” contra el «eje del mal» (versión imperialista) o
contra los «regímenes deformados» (versión izquierda occidentalista).
En muchos de los
posicionamientos públicos de la izquierda occidentalista anti-Gadafi o,
digámoslo claramente, de esta izquierda neocolonial, el eurocentrismo empuja a
repetir sin dar un minuto a la reflexión los mismos eslóganes de los medios de
comunicación del imperialismo, que nos hablan de «el tirano Gadafi», «la
revolución pacífica del pueblo libio», «los bombardeos aéreos sobre la
población civil», «las masacres contra civiles indefensos», supuestas deserciones
en masa y un «derrumbe del régimen que se defiende con mercenarios» y tantas
otras (a diferencia de la moderación respecto a Túnez, Egipto y otros países en
crisis), como si los trágicos precedentes de Rumanía, Yugoslavia, Irak, Irán y
tantos otros, como si las campañas de desinformación, intoxicación y guerra
psicológica promovidas por las agencias propagandistas (periódicos,
televisiones, cine, etc.) al servicio de la OTAN que hablaban de «genocidios»,
«fosas comunes», «armas de destrucción masiva», etc., no hubieran existido.
¿Dónde queda la mirada crítica, antiguamente inseparable de la izquierda
revolucionaria? ¿El régimen libio debería ser el enemigo número uno para la
izquierda y la lucha antiimperialista? Podemos hallar una interesante reflexión
al respecto en el imprescindible libro de Antonio Fernández Ortiz que desnuda
crudamente el empleo de las técnicas occidentales para la destrucción de la
antigua Unión Soviética, reproducibles para cualquier otro sistema político
discordante con los intereses occidentales: «una vez que la conciencia social
es inducida a asumir la ilegitimidad de un líder o de un sistema político, la
forma de su derrocamiento es ya una cuestión secundaria, un problema
tecnológico» (3). En Libia, el «problema tecnológico» para el derrocamiento de
Gadafi, como veremos más adelante, consiste en escoger entre la insurrección
armada de grupos mercenarios de la CIA, como fue el UCK en Kosovo (plan A) o el
desembarco de tropas de la OTAN (plan B) tras una sofisticada y masiva campaña
de diabolización, una campaña reciclable para tratar quirúrgicamente a otras
“pesadillas de occidente” como Hugo Chávez en Venezuela, Raúl Castro en Cuba, o
Aleksandr Lukashenko en Belarús, dirigentes que hoy son un freno para una
globalización imperialista en cuya vanguardia encontramos a los ejércitos de la
OTAN.
¿Cuál es la lógica que
guía a esta izquierda occidentalista? Simplemente, considerar que cualquier
manifestación de descontento popular en un país no occidental constituye,
independientemente de los intereses que defiende, un movimiento legítimo,
progresista o revolucionario contra un poder opresivo y dictatorial: así es
como la izquierda occidentalista ha colaborado en que el concepto mismo de
“revolución”, que antaño provocaba pánico entre las clases dirigentes, hoy sea
utilizado por los medios de manipulación de masas para expresar su contrario:
el derecho de injerencia por parte de las potencias imperialistas para derrocar
«regímenes canallas». La izquierda occidentalista, en el caso de Libia, se ha
sumado a la dialbolización de Gadafi y llega al extremo de apoyar movimientos
“pacíficos” (tan pacíficos que son capaces de destruir tanques y cuarteles
militares y que piden la intervención militar de la OTAN) y “revolucionarios”
(tan revolucionarios que enarbolan las banderas de la vieja monarquía
dictatorial, reaccionaria y pro-occidental). Pero el esquema «pueblo contra
dictadura» no puede explicar el hecho de que una parte sustancial del pueblo
permanece al lado de Gadafi, y que el régimen, lejos de constituir una
dictadura monolítica de una sola voz, parece caracterizarse por sus divisiones,
una cierta pluralidad de corrientes políticas y contradicciones internas.
Nadie puede negar
desde la izquierda que el coronel Gadafi ha tenido posiciones erráticas y
contradictorias, al igual que difícilmente se puede negar que también en su
momento obtuvo logros y avances progresistas importantes, algunos de los cuales
todavía forman parte de la Libia actual. Y ciertamente, parece existir un
sustrato de descontento popular entre algunos sectores de la población contra
el gobierno libio. Pero el debate, al contrario de lo que desean los medios
neocoloniales, no puede converger sobre la figura o la legitimidad del líder
libio, y menos desde una actitud injerencista en estos momentos tan graves: el
pueblo libio debe resolver sus problemas en un sentido o en otro sin ser
condicionados por las graves manipulaciones externas de las potencias
imperialistas, que ya han escogido una opción y desean verla materializada lo
antes posible. Por ello, este artículo no pretende disertar sobre una toma de
posición pro o contra Gadafi, sino mostrar algunas particularidades de la
crisis libia (a diferencia de Túnez o Egipto), y mostrar la estela de los
mensajes dominantes convertidos en propaganda de guerra en la que una parte de
la izquierda ha caído.
Hay que remarcar el
contraste de las posturas radicales de la izquierda occidentalista con la
precaución que han tenido los principales dirigentes de la izquierda mundial,
especialmente los que forman parte del ALBA latinoamericano: por ejemplo,
Daniel Ortega de Nicaragua y el movimiento sandinista que dirige ha manifestado
un apoyo explícito al «hermano Gadafi», mientras que Hugo Chávez y Evo Morales
han señalado la necesidad de que se resuelva de forma pacífica el conflicto
interno antes de que la situación degenere y los poderes imperialistas realicen
una invasión militar. Fidel Castro, por su parte, ha realizado análisis
elaborados en sus diversas Reflexiones intentando analizar la evolución
del régimen libio así como las contradicciones e incoherencias que a su juicio
presenta, siempre desde el respeto y la no injerencia interna y denunciando el
peligro real de una invasión militar de la OTAN. La actitud de estos dirigentes
de la izquierda latinoamericana ha provocado la reacción airada de la izquierda
occidentalista, escandalizada por el hecho de que no sólo no excolmulguen al
líder libio, sino que mantengan alianzas con él y traten de buscar una solución
pacífica al conflicto. ¿Prefiere quizás la izquierda occidentalista una
invasión de la OTAN?
El “hecho diferencial”
de Libia y las técnicas de desestabilización de la CIA
La cuestión clave que
hay que comprender sobre la crisis libia es la siguiente: ¿se trata de una
continuación natural de las revueltas en el mundo árabe, o bien representa una
excepción?
La crisis Libia, tanto
desde los medios de comunicación dominantes como entre la izquierda
anti-Gadafi, se ha querido presentar como la continuación natural de las
revueltas de Túnez, Egipto, Yemen y otros países árabes: la caída de Gadafi
sería el desenlace lógico de las caídas de las dictaduras proimperialistas de
los países vecinos, de una nueva victoria de la «sociedad civil democrática» o
bien de una «revolución popular» contra un «régimen dictatorial». Pero si se
rasca un poco y no afloran a la superficie los prejuicios eurocéntricos,
aparecen evidencias que muestran que la crisis de Libia tiene muy poco que ver
con la de los países vecinos: «a diferencia de Túnez y Egipto, en donde la
miseria y el hambre castigan a sus pueblos, Libia era lo contrario: el
país a donde emigraban tunecinos y egipcios en busca de calidad de vida. El
índice de PIB más alto de África. Hay una contradicción aquí» remarca certeramente
Raúl Bracho (4).
Otra cuestión clave es
que el régimen de Gaddafi no se ha derrumbado automáticamente, desmintiendo los
pronósticos triunfalistas de los medios occidentales, y además sus partidarios
están reconquistando el país, lo cual es indicativo de que todavía conserva un
sustancial grado de apoyo social. La oposición se ha visto obligada a solicitar
ayuda militar al imperialismo, como una zona de exclusión aérea, ataques a las
fuerzas leales a Gadafi, o el envio de tropas especiales que entrenen a esta
oposición. Esto no es de extrañar, puesto que es una oposición creada y
dirigida por la CIA, como muestra un artículo esclarecedor de Sara Flounders:
por ejemplo, según el New York Times del 25 de febrero, la insurrección
en Libia no fue preparada por jóvenes facebooks, sino por miembros de la
oposición tradicional, y el contrabando de armas desde Egipto preparado durante
semanas permitió que la revuelta se extendiera rápidamente y adquiriera formas
muy violentas. El grupo opositor que más protagonismo tiene en las revueltas es
el Frente Nacional por la Salvación de Libia (FNSL), fundado en 1981 y
financiado por la CIA, que tiene oficinas en Washington. Este grupo ha formado
una fuerza militar llamada Ejército Nacional Libio en Egipto, cerca de la frontera
libia. También es activa la Conferencia Nacional de la Oposición Libia,
coalición del FNSL con la Unión Constitucional Libia (UCL) dirigida por Muhamad
as-Senussi, pretendiente al trono libio, y que pide al pueblo libio jurar
lealtad al rey Idris el-Senusi (5). Este monarca fue marioneta del Imperio
británico tras la II Guerra mundial, hasta que fue derrocado por el movimiento
nacionalista-revolucionario dirigido por Gadafi en 1969. Según un artículo del Times
citado por esta periodista, el FNSL utilizó armas de contrabando para atacar
puestos militares y policiales y capturar la ciudad de Bengasi y las áreas
petrolíferas cercanas, llegando a controlarlas en un 80%. Por otra parte,
Telesur informaba que la aduana de Trípoli decomisó 4 cargamentos de 37
millones 450 píldoras de medicamentos en estimulantes en un barco procedente de
Dubai que iban dirigidas al parecer a los jóvenes de las zonas levantadas
contra el gobierno (6).
Es natural que ante el
escenario artificial de «derrumbe automático del régimen» y de las «masacres a
los manifestantes pacíficos», las potencias de la OTAN tuvieran prisa en
intervenir para derrocar a Gaddafi y aniquilar a sus partidarios: Obama, Premio
Nóbel de la paz, abrió el camino y envió dos buques de guerra con miles de marines
a las costas libias, declarando que estaban preparados para intervenir, al
igual que otros gobiernos occidentales. No obstante, la audaz propuesta del
presidente venezolano Hugo Chávez, respaldada por todos los países del ALBA, de
enviar una misión de paz para tratar de encontrar una solución pacífica,
paralizó momentáneamente a los partidarios de una agresión militar de la OTAN,
aunque se estén desarrollando otras acciones encubiertas: el gobierno libio
anunció la captura de militares holandeses, varios agentes imperialistas
(españoles, británicos, estadounidenses, franceses y otros) han tomado o
planean tomar contacto con la oposición, y un diario paquistaní informó que
tropas norteamericanas ya habían desembarcado en Libia donde han establecido bases
para entrenar y armar a la oposición (7). Un Consejo Nacional, autoproclamado
en la ciudad de Bengasi como el único representante legítimo del pueblo libio
–sin ningún proceso electoral–, ha sido rápidamente reconocido por Francia y
Gran Bretaña.
¿Es Gaddafi un
dictador vendido al imperialismo?
Una gran parte de los
argumentos de la izquierda anti-Gadafi se basan en presentar a éste como
representante de una dictadura corrupta que oprime a su pueblo, y que se ha
vendido al imperialismo (al estilo de Mubarak, Ben Alí o Mohammed VI, rey de
Marruecos), rompiendo con sus antiguos ideales revolucionarios.
Dejando de lado la
posibilidad de un cierto resentimiento popular o tribal contra Gadafi, todavía
no estudiado suficientemente bien, es falso que Gadafi –independientemente de
que se pueda coincidir con él en muchas o pocas cosas–, se haya convertido en
una marioneta del imperialismo y de las multinacionales. En 1969 el coronel
Gadafi lideró una rebelión militar que derrocó a la monarquía neocolonial,
expulsó las bases militares extranjeras, creó la Compañía Nacional de Petróleo
en 1970 que controló la mitad de la producción, y en 1977 proclamó la Gran
República Popular Socialista Árabe de la Yamahiriya. Gadafi, a pesar de sus
erráticas y a veces contradictorias posiciones políticas, no es un dictador pro-occidental
sino que es un representante del nasserismo y del nacionalismo árabe
progresista: aunque mantuvo buenas relaciones con la Unión Soviética, también
apoyó financiera y militarmente a determinados movimientos anticomunistas en
África que él consideraba que amenazaban su concepto de revolución. Su Libro
Verde (supuestamente la superación del capitalismo y el marxismo) es la
expresión teórica del pensamiento de Gadafi, que constituye según el marxista
africano Mohamed Hassan, «una mezcla de anti-imperialismo, de islamismo, de
nacionalismo, de capitalismo de Estado y de otras cosas más», mientras que los
comités populares instituidos en Libia eran «una tentativa de democracia
directa influenciada por conceptos marxistas-leninistas» (8), donde fueron integrados
de forma interclasista representantes de todos los grupos sociales y tribales
del país, ya que el Libro Verde teoriza la superación de los partidos «que sólo
representan una parte del pueblo».
A pesar de sus
marcadas diferencias ideológicas con el marxismo, Gadafi estableció alianzas
con los países del bloque soviético, con Cuba y otros países antiimperialistas,
y recientemente con los países del ALBA. Gadafi se enfrentó fundamentalmente al
imperialismo anglo-norteamericano (Libia fue bombardeada por los EE.UU. en
1986) y estuvo siempre promoviendo la unidad de los países árabes para
encontrar una vía «independiente» –incluso después de la desaparición de la
Unión Soviética–, y el control nacional de los recursos energéticos. Pocos años
atrás, a partir de 2004, el gobierno libio realizó una política de
liberalización económica elogiada por el FMI que incluía amplias
privatizaciones de empresas estatales y libertad de precios, y permitió la
entrada de capital extranjero; en el campo diplomático y comercial, trabajó por
la reconstrucción de las relaciones con los países imperialistas con el
objetivo de escapar del aislamiento y la diabolización al que occidente le
había sometido durante décadas. Pero a pesar de ello y de posibles sus errores,
Gadafi siguió siendo el símbolo de la independencia de Libia, que todavía
impedía que su país fuera recolonizado por el imperialismo, conservando los
recursos petrolíferos y una política unificada en la OPEP. Y además consiguió
del gobierno de Berlusconi un tratado de amistad en 2008 y reparaciones de
guerra por la invasión de Libia por parte del ejército fascista de Mussolini
durante la segunda guerra mundial.
Es falso, como
proclama la izquierda occidentalista, que Gadafi sea una marioneta del
imperialismo. Aunque no se esté de acuerdo con este dirigente y el régimen que
representa, es evidente que es un personaje incómodo para el imperialismo por
el hecho de que, al igual que el antiguo Irak de Saddam Hussein o el régimen
iraní actual, parte de la riqueza petrolífera se distribuye entre el pueblo, ha
consolidado la soberanía nacional y ha conseguido una cierta unificación de la
nación libia sobre las ancestrales diferencias tribales y la voluntad del
imperialismo de balcanizar el país. Además, la mujer libia ha realizado grandes
progresos en materia de igualdad de género y de promoción social a diferencia
de otros países del entorno: «en las calles las damas usan velo, pero en los
desfiles batallones femeninos lucen magníficos rostros y cabelleras; hay
mujeres científicos y muchachas pilotos de aviones de combate» rememora el
escritor venezolano Luis Britto acerca de su viaje por Libia en 1984 (9). El
gobierno libio, por otra parte, es uno de los pocos gobiernos africanos que se
ha opuesto al Africom, la red de bases militares y de espionaje que EE. UU.
desea instalar en África para apoderarse del petróleo y amenazar los gobiernos
que no controla. Y no es por casualidad que algunos de los dirigentes
antiimperialistas y de izquierdas más relevantes, como Hugo Chávez, Fidel
Castro o Daniel Ortega tienen buenas relaciones con el dirigente libio.
¿Cuáles son las
motivaciones reales para derrocar a Gaddafi?
Una duda inquietante
surge respecto a Libia si se contrasta con los posicionamientos moderados y
conciliadores del imperialismo en Túnez y Egipto: ¿cuáles son las motivaciones
reales del imperialismo para promover las sanciones de la onU, la congelación
de fondos financieros libios en el extranjero, la ayuda militar a la oposición
y, si falla todo ello, una rápida intervención militar extranjera? ¿Son
motivaciones humanitarias?
Hay evidencias
consistentes que muestran que la crisis en Libia tiene poco que ver con lo
sucedido en los países vecinos (a pesar de que pueda haber influido en algunos
sectores de la población). En primer lugar, Libia, a diferencia de Egipto y
Túnez, posee grandes cantidades de yacimientos de petróleo y gas. En segundo
lugar, en estos dos países (a pesar de que los facebooks y similares
egipcios y tunecinos manejados por la CIA hayan triunfado temporalmente), hace
muchos años el movimiento obrero, las organizaciones de izquierdas y los
sindicatos han protagonizado grandes movilizaciones y han sufrido una durísima
represión –silenciada por los grandes medios y por la extrema izquierda
anti-Gadafi que quiere mostrar un hilo conductor en todas las revueltas– para
combatir las destructivas políticas neoliberales implantadas por dictaduras
sanguinarias, títeres del imperialismo y del sionismo, que han empobrecido a
los pueblos. En cambio, en Libia no ha habido históricamente grandes protestas
obreras o populares (al menos de la misma importancia que en los países
vecinos) que justifiquen la comparación con ellos. Además, la oposición libia
tiene otra paternidad, como explica Sara Flounders: «evidentemente esas fuerzas
financiadas por la CIA y los antiguos monárquicos son política y socialmente
diferentes de la juventud privada de derechos y de los trabajadores que han
marchado por millones contra los dictadores respaldados por EE.UU. en Egipto y
Túnez y que hoy se manifiestan en Bahrein, Yemen y Omán.»
Manlio Dinucci,
periodista de Il Manifesto, explica que «gracias a sus reservas de
petróleo y gas natural, Libia tiene una balanza comercial positiva de 27 mil
millones de dólares anuales y unos ingresos medios por habitante de 12.000
dólares, seis veces más alto que el egipcio. A pesar de las fuertes
diferencias, el nivel de vida medio de la población Libia (…) es también más
elevado que el de Egipto y el de otros países norteafricanos. Lo testimonia el hecho
de que en Libia trabajan un millón y medio de inmigrantes, la mayoría de otros
países norteafricanos.» Para el periodista italiano, estos datos muestran que
la revuelta libia, «no se caracteriza como una revuelta de las masas
empobrecidas como las de Egipto y Túnez, sino como una verdadera guerra civil,
debido a una fractura en el grupo dirigente.» Por otra parte, las exportaciones
de petróleo de Libia se dirigen por este orden hacia Italia, Alemania, Francia
y… China, el país que rivaliza en África con Estados Unidos y Europa por
conseguir fuentes de energía y que en el momento de estallar la crisis tenía
30.000 trabajadores en Libia. Y el comercio entre Libia y China aumentó un 30%
el año 2010. A diferencia de las grandes empresas de petróleo de Europa, Rusia
y China, las estadounidenses no tienen acceso directo a los recursos naturales
de Libia (10). Por ello, además de los países del ALBA y otros, Rusia y China
se oponen frontalmente a una intervención militar de la OTAN y exigen la no
injerencia en los asuntos internos libios.
Mediante una
intervención militar de Estados Unidos en solitario o a través de la OTAN para
«proteger a la población libia de los ataques de Gadafi», según Manlio Dinucci,
el imperialismo podría «recomponer todo el marco de las relaciones económicas
de Libia, abriendo la vía a sus multinacionales, hasta ahora excluidas de la
explotación de las reservas energéticas libias». De esta manera alejaría a
otros países occidentales del petróleo libio, pero sobre todo a China, país con
quien Libia mantiene crecientes relaciones comerciales.
Otra de las
motivaciones del imperialismo es impedir que toda la región escape al control
de EE.UU., según Mohamed Hassan: «la revolución tunecina ha sorprendido
fuertemente a Occidente. Y la caída de Mubarak todavía más. Washington trata de
recuperar estos movimientos populares, pero el control se le escapa (…). La
región podría escapar al control de los Estados Unidos. La intervención en
libia permitiría a Washington barrer este movimiento revolucionario y evitar
que se extienda al resto del mundo árabe y de África. (…) El otro peligro para
Estados Unidos es ver emerger a gobiernos anti-imperialistas en Túnez o en
Egipto. En este caso, Gadafi ya no estaría aislado y podría deshacer los
acuerdos firmados con Occidente. Libia, Egipto y Túnez podrían unirse y formar
un bloque anti-imperialista. Con todos sus recursos podrían convertirse en una
potencia importante en la región, probablemente más que Turquía».
Otro objetivo, según Michel Chossudovsky, es la privatización
de la empresa estatal libia de petróleos, la National Oil Corporation (NOC),
que se sitúa entre las 25 mayores empresas mundiales en este sector (que iría a
manos de las multinacionales anglo-norteamericanas), y un mayor control del
mercado mundial del petróleo, ya que Libia posee un 3,5% de las reservas
mundiales (11).
Conclusión: la
izquierda “Ni-Ni” y el occidentalismo al servicio del imperialismo
“humanitario”
Hemos visto que hay
argumentos de peso para rechazar la versión «pueblo pacífico contra dictador
sanguinario» como motor del conflicto libio, descalificando una toma de postura
injerencista, por parte de sectores de la izquierda que favorecen el
imperialismo “humanitario”: más bien nos encontramos ante la clásica maniobra
de desestabilización de la CIA y la política neocolonial de apoderarse del
petróleo libio. No obstante, inasequibles al desaliento, diversos sectores de
la izquierda que se consideran revolucionarios han tomado partido abiertamente
contra el gobierno de Gadafi, aunque quien más ha vuelto a destacar por su
monolítica radicalidad en esta postura ha sido todo el abanico de las
corrientes trotskistas (desde Alan Woods hasta la LIT y otras), así como
algunos intelectuales a título individual. No se podía esperar nada diferente
de la mayoría de sectores trotskistas, considerando su posición activa contra
dirigentes o regímenes que por determinados motivos eran un obstáculo al avance
de la globalización neoliberal imperialista y de la dictadura mundial que
prepara la oligarquía financiera: Milosevic, Saddam Hussein, la Unión Soviética
y otros que en su momento fueron blanco de campañas criminalizadoras o bien cayeron
bajo las bombas de la maquinaria bélica del imperialismo. En este sentido,
puede afirmarse que la extrema izquierda trotskista y grupos equivalentes, con
su mesianismo occidentalista, es una de las vanguardias ideológicas de una
globalización neoliberal que avanza implacable arrasando pueblos y culturas
tras los ejércitos de la OTAN, Guantánamo y las cárceles secretas de la CIA, y
los «daños colaterales» que masacran a las poblaciones civiles.
Esta izquierda
occidentalista abraza los arcaicos esquemas dogmáticos a causa de sus
desenfoques eurocentristas que le empujan a considerar que los procesos
políticos en todo el mundo deben repetirse hoy exactamente como Marx había
previsto para la Europa del siglo XIX, ya sea entre los beduinos nómadas del desierto,
entre las comunidades indígenas de Bolivia o entre los obreros de Londres o
Shangai. Con esta lógica, jamás encontrará ninguna justificación para colocarse
al lado de ninguna experiencia concreta, excepto las que ha idealizado como sus
referentes míticos, religiosamente consagrados en los discursos de tal o cual
dirigente como verdades eternas. Y dado que puede demostrarse que jamás ha
habido ni habrá un movimiento revolucionario o un régimen político que sea
ideal, que no presente “deformaciones” o que lleve en su seno las semillas de
los errores y las “desviaciones”, aunque sea por el sólo hecho de que la teoría
política general debe aplicarse en una sociedad concreta (en el caso del
marxismo, más de un siglo o siglo y medio de tiempo desde que se escribió tal
teoría y en lugares inimaginables). De esta manera, siempre será una izquierda
pura y no contaminada, aunque sea al precio de igualar al agresor y al agredido
(al que le niega ninguna legitimidad y derecho de existencia), despreciando
cualquier consideración por la soberanía nacional de un país y el derecho de
autodefensa bajo el argumento de la «lucha contra la dictadura». En su afán de
presentarse como la izquierda «pura» que no se contamina con procesos políticos
«deformados» (que coinciden con el «eje del mal») esta izquierda abraza el
argumento “Ni-Ni” para evitar tener que escoger un bando: ni OTAN ni Milosevic
en el caso yugoslavo, ni República ni Franco en el caso español, ni Gadafi ni
la OTAN en el caso de Libia. Así, igualando al agresor y al agredido, esta
izquierda occidentalista busca desarmar las posibles solidaridades de sectores
de izquierda hacia los agredidos.
Los factores internos
en Libia no son los más determinantes, sólo son el vehículo para la
desestabilización de un gobierno “enemigo”: independientemente de que en una
parte de la población exista un resentimiento que justifique las protestas,
queda claro que la CIA y otros servicios de inteligencia occidentales y
sionistas han preparado un cuidadoso y meditado plan de desestabilización que
sigue el patrón clásico. Con los argumentos expuestos, hay evidencias para
comprender que nos encontramos ante una situación muy diferente de Túnez y
Egipto, y que el esquema «pueblo contra dictadura» no explica la dinámica del
conflicto libio, donde las injerencias imperialistas han actuado desde mucho
antes de la crisis. Para la izquierda el enemigo no debería ser Gadafi, sino el
imperialismo (principalmente el imperialismo norteamericano) y su sanguinaria
maquinaria de terror y genocidios, la OTAN. Le corresponde al pueblo libio,
libre de injerencias imperialistas, decidir cómo resolver esta crisis y el
futuro político de su país.
¿Tomará nota la
izquierda de lo que se juega en la crisis libia y sabrá librarse librándose de
prejuicios eurocentristas y de la propaganda de guerra manipuladora, o bien
volverá a repetir viejos errores obstaculizando una solidaridad amplia con un
país agredido? Ayer Yugoslavia, hoy Libia y mañana… ¿Cuba? ¿Venezuela?
Notas
Este enlace está en
inglés
Este enlace está
desactivado
Gringos en libia
(3)Antonio Fernández
Ortiz: Chechenia versus Rusia. Ed. El Viejo Topo, 2003.
En ingles
En inglés
La Libye dans le grand jeu du nouveau partage de l’Afrique
Muamar Gadafi: Luces y sombras.
http://lacomunidad.elpais.com/periferia06/2012/3/24/siria-y-santiago-alba-rico-i-ii-precedente-libio
Rebeldes (libios) sin causa
20-09-2011
Cita:
Por
más que algunos se empeñen, los distintos posicionamientos frente a los
acontecimientos en Libia no son otro capítulo más de la eterna trifulca entre
“trotskistas y estalinistas”. Ciertas organizaciones de férrea línea
marxista-leninista, como el PCE (m-l), el PCOT o el FPLP, apoyan a los
“rebeldes” libios. Y existe como mínimo un colectivo trotskista, Clase contra
clase, que se niega a hacerlo
Los artistas del 'No a
la guerra', partidarios de la intervención en Libia
EQUO, ICV y ERC apoyan la intervención militar en Libia
Equo reclama que la intervención
en Libia se limite a lo establecido en la resolución de la ONU
Libia: los derechos humanos por delante de EQUO
Raül Romeva i Rueda es Eurodiputado
por ICV y vicepresidente del Grupo Verdes /ALE
¡Abajo la intervención imperialista! ¡Abajo Gadafi y todas las
dictaduras árabes! ¡Viva la revolución árabe!
La izquierda y Gadafi
Mikel Isasi / Txemi Peñas |
Gorripidea / Antikapitalistak
Aconsejo leer los
comentarios del artículo como este http://old.kaosenlared.net/noticia/por-que-apoyar-a-gaddafi
La izquierda y
la intervención militar en Libia
Cita: (Gadafi
ya realiza una guerra contra sus ciudadanos, y eso hay que pararlo como sea y
con rapidez)
Por Vicenç Fisas
es director de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de
Barcelona.
En
respuesta a Vicenç Fisas (sobre la guerra de Libia)
Lo
que opinan los "intelectuales" que apoyan la guerra de Zapatero
contra Libia
Ignacio Fernández Toxo, Cándido Méndez, Almudena Grandes, Juan
Diego, Miguel Ríos, Luis García Montero, CCOO, UGT y otros han justificado la
intervención en Libia al calificarla como "un mal menor"
Libia
y el regreso del Imperialismo Humanitario
Cita:
De igual manera, queremos mostrar nuestro apoyo a la revolución
libia y rechazamos frontalmente cualquier reforma en el país que no salga del
propio pueblo libio y defienda sus intereses. Si bien entendemos que Libia dejó
hace años de ser una república socialista y se convirtió en una parte más del
genocida modelo capitalista sí apoyamos su sistema popular y esperamos con gran
deseo que este ataque europeo y estadounidense a su independencia y soberanía
sirva para reorientar la revolución libia al socialismo y a posturas
antiimperialistas más definidas.
Rebeldes libios perpetran nueva masacre 28 de marzo 2011
Cita:
Supuestos
izquierdistas como Adolfo Gilly (historiador y periodista argentino radicado en México), Robert
Fisk (periodista de The Independent), Alan Woods ( dirigente de Corriente Marxista Internacional ), Jorge Altamira (dirigente del Partido
Obrero de la Argentina) Martín Hernández (dirigente de LIT - CI ), Santiago Alba Rico (colaborador de
Rebelión) , Alma
Allende (colaboradora
de Rebelión), y John Brawn, entre otros, apoyan a estos terroristas libios que
están bajo las ordenes de EE.UU., Francia e Inglaterra. Recuerda sus nombres
para que en el futuro no puedan engañarte
Revuelta en Magreb y medio oriente
Fidel
Castro, Kadafi y la insurrección Adolfo Gilly
El
imperialismo encubre a Gadafi y extorsiona a la sublevación popular para
imponer su propia salida Jorge Altamira
IGNACIO
RAMONET, QUE APOYÓ LA INVASIÓN EN LIBIA, TRABAJARÁ EN TELESUR
CCOO y UGT apoyan la matanza imperialista en Libia
Intervención de Gaspar Llamazares guerra en Libia
31/3/2011
La fuente el artículo no te lleva al artículo en
cuestión, cuando pincha la fuente te lleva a este http://www.cuartopoder.es/invitados/si-la-calle-no-confluye-con-una-alternativa-electoral-no-les-asustaremos/1299
Esta es la
fuente correcta, http://www.cuartopoder.es/tribuna/libia-de-nuevo-la-guerra-otra-vez-las-mentiras/1299
Leer los comentarios como este (Cuidado, camarada Cayo: Parecen haber indicios de que el “dictador” Gaddafi no lo es tanto como a todos nos parecía al principio de este conflictoJ ,
Este artículo que pone el comentarista sigue cometiendo casi los mismos errores que Cayo Lara
http://dizdira.blogspot.com/2011/03/libia-revuelta-popular-nuevos-datos.html
La misión
militar enfrenta a IU y BNG con ecosocialistas y republicanos
Libia: Los rebeldes esperan burlar la defensa gadafista y tomar
Ajdabiya al asalto
Revolución
y contrarrevolución en Libia
Javier Cordón,
Marcelino Fraile y Jesús Jaén (izquierda anticapitalista)
¡Hay que derribar a Gadafi cuanto antes y rechazar los
bombardeos de la OTAN!
Izquierda anticapitalista
La izquierda y Libia, un debate necesario
La insurrección iniciada el pasado 17 de febrero contra el régimen de Gadafi, su contradictorio desarrollo y la intervención imperialista desatada tras la aprobación de la resolución 1973 de la ONU, han hecho florecer un buen número de posiciones en el abanico de la izquierda con las que creemos necesario abrir el debate. A ello dedicamos el siguiente artículo.
Un buen número de partidos de la izquierda reformista (como ICV o ERC, ambas votaron a favor de la participación española en los bombardeos), las direcciones de los sindicatos mayoritarios y gran parte de los actores e intelectuales del “No a la Guerra” y “la ceja”, se muestran ahora partidarios de la intervención imperialista. Son la “izquierda” pro-imperialista, que asumiendo el discurso humanitario de defensa de la población civil (el mismo que decenas de intervenciones imperialistas extranjeras anteriores), bendicen los planes de la UE y EEUU para garantizar que el proceso libio se estabiliza y permite una transición de un régimen pro-imperialista a otro. Ellos son parte del coro de los sepultureros de la primavera árabe. Ni se cuestionan cómo los mismos que apoyan las sanguinarias monarquías del Golfo-¡¡¡e incluso esas mismas monarquías!!!- son los abanderados de los derechos humanos y la democracia en Libia.
Otro sector de la izquierda, nucleado sobre todo en el estalinismo más rancio, repiten la cantinela de Chávez y Castro, que -obviando el currículum de socio preferente de Gadafi con Bush, Aznar, Berlusconi...- presentan a la dictadura libia como resistente al imperio. Niegan así la necesidad de que los trabajadores y el pueblo libio lleven adelante una revolución contra un régimen corrupto, opresivo y cipayo, que vende su país y somete a una durísima explotación a cientos de miles de trabajadores “importados” de otros países africanos. Su apoyo a Gadafi retrata fielmente la verdadera naturaleza de estos regímenes, que buena parte de la “izquierda” y la “extrema izquierda” europea consideran revolucionarios. Lo más grave de todo este “chavismo” europeo es que ni siquiera el apoyo de los dos Comandantes al Coronel les hace cuestionarse su política claudicante ante el bonaparte bolivariano o la nomenclatura castrista. Así El Militante, más chavista que Chávez, en la declaración de su corriente internacional (Corriente Marxista Revolucionaria) del 22 de marzo sobre Libia, a la vez que no denuncia las declaraciones del Comandante recuerda que “En Venezuela hay una revolución que es la punta de lanza en todo el mundo de la lucha de los trabajadores y oprimidos por el socialismo. Ese es el principal mérito del comandante Chávez que se ha convertido en un ícono de la lucha por el socialismo”.1
Dentro de la izquierda opuesta a la intervención y a Gadafi se levantan también algunas posiciones que desde nuestro punto de vista están al límite de apoyar indirectamentea la intervención imperialista y de claudicar a algunas de las salidas “democráticas” o de cambio de régimen que el imperialismo está buscando. Se trata de aquellos grupos que a pesar de la orientación claramente reaccionaria y pro-imperialista de la dirección rebelde, y de la inexistencia por el momento de sectores independientes en este campo que se estén oponiéndose al CNTL y la intervención imperialista, levantan políticas generales de “apoyo a los rebeldes” o de “armas para la revolución”. Algunos parten de ni siquiera denunciar el rol reaccionario del CNTL. En Lucha (EL) lo reconoce como un “organismo que surgió de la revolución” y justifica su política porque “se vio obligado a hipotecar su futuro con el fin de garantizar su supervivencia.”2, sin atender a que su composición es fundamentalmente de figurones ligados al régimen de Gadafi y a millonarios exiliados, acostumbrados a hacer buenos negocios con el imperialismo. Corriente Roja (CR) reconoce la necesidad de una “dirección política que se oponga firmemente a las injerencias de las potencias imperialistas”3, pero sin mencionar la existencia del CNTL y su política, y por lo tanto eludiendo la tarea de denunciar y luchar contra la dirección actual. De hecho la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT), donde se encuentra el PRT-IR (parte fundamental de CR), a pesar de reconocer que en el campo rebelde hay sectores importantes del aparato de la dictadura alienta a “unificar sólidamente a todas las fuerzas sociales, políticas y militares que sostienen la lucha”, posponiendo la lucha contra estos sectores a la Libia post-Gadafi al sostener seguidamente que “Esto no significa, sin embargo, que todos los que participan de la lucha tengan los mismos intereses o piensen en las mismas medidas para cuando, después del derrocamiento de Kadafi, haya que construir el nuevo poder para la nueva Libia”4.
Lo que queda demostrado es que más que consignas “unificadoras” del bando rebelde lo que se precisa es levantar una denuncia y lucha política abierta contra quienes están actuando de sepultureros de la revolución en dicho campo. Tampoco Izquierda Anticapitalista/Revolta Global (IA/RG) lo mencionan en su declaración5 es decir obvian el “pequeño” detalle de que los rebeldes tienen ya una dirección que bendice la intervención imperialista. Para Lucha Internacionalista (LI) sí que reconoce al menos que el CNTL “es muy posible que negocien no derrocar el régimen”, ya que “una parte del mismo” “son antiguos colaboradores de él”6, pero la lucha contra él está ausente. El denominador común de todos estos grupos es levantar un apoyo político bastante acrítico al bando rebelde en general, sin alertar en ningún momento que la política de la dirección en ese campo lleva a un callejón sin salida que puede convertir a dicho bando en la avanzadilla terrestre de la ofensiva imperialista para sofocar la rebelión libia, y por extensión del conjunto del mundo árabe. Esta política puede llevar objetivamente a apoyar el que se está convirtiendo en el agente del imperialismo en la región, el CNTL, emulando al el Ejército de Liberación de Kosovo (UCK).
Esto se hace aún más patente cuando el apoyo se traslada a consignas programáticas militares como la de “armas para la revolució”7 que levantan LI abiertamente y IA/RG o CR de forma más velada en sus declaraciones (“armamento de los trabajadores y las clases populares libias” -CR- o “el derecho de la rebelión a armarse” -IA/RG-), aunque abiertamente en sus actos públicos en el caso de la primera. Las dificultades del imperialismo para decidirse a invadir el país -fruto del empantanamiento en Iraq y Afganistán- hace que la opción del envío de armas no esté descartada. De hecho ha estado en el orden del día de las diferentes cumbres y reuniones de los países agresores. Bombardear desde el aire o armar al CNTL pueden ser distintas tácticas de una misma estrategia militar de injerencia imperialista. Pero además del problema de quién suministraría las armas (el imperialismo no lo haría nunca “neutralmente” o “sin poner condiciones” como utópicamente se pide) ¿para quién están pidiendo las armas?, nada más y nada menos que para unas fuerzas militares que avanzan en convertirse en algo similar a lo que fue el UCK en Kosovo. Así pues el apoyo acrítico y general a los rebeldes -también en el campo militar- lleva a convertir la oposición a la intervención en una diferencia meramente táctica con el imperialismo, y por lo tanto a una claudicación a los intentos de las potencias de reposicionarse en la región después del retroceso parcial que les ha causado la irrupción de la primavera árabe.
Así la deben entender los dirigentes de IA/RG, pues en el marco de su campaña en solidaridad con las revoluciones árabes, organizan una gira de charlas con Gilbert Achcar, un intelectual libanés que públicamente se ha manifestado a favor de la intervención imperialista por considerarla un apoyo táctico a la revolución libia.
Desde nuestro punto de vista esta política es hija de una concepción ajena a la revolución permanente. Identifica la caída de las dictaduras y la instauración de regímenes más o menos democráticos como “conquistas” en sí mismas, como un “paso adelante”, “una etapa recorrida”. No se cuestionan la dirección que está a la cabeza de los procesos, que determinará si se consiguen resolver las demandas democráticas o no y si esas aparentes “conquistas” no pueden terminar volviéndose en contra de los intereses de los trabajadores y el pueblo. Y esto es capital, más cuando la opción gatopardista es la predilecta por el imperialismo en estos momentos, tratar que “todo cambie para que no cambie nada”. Para estos grupos la consecución de una derrota a Gadafi sería pues un avance en “sí mismo”, sin cuestionarse que si esto es realizado de la mano del imperialismo (y con la dirección del CNTL va a ser así) esta aparente “conquista” parcial, se va a convertir inmediatamente en un retroceso terrible para el mismo proceso revolucionario libio -no habrá verdadera democracia sin ruptura con el imperialismo- y del mundo árabe en general. El imperialismo avanzaría en tratar de reposicionarse tras el retroceso sufrido, y así seguir bendiciendo las respuestas represivas a las movilizaciones por parte de sus monarquías amigas de la región y fortalecer los procesos de transición de Egipto y Túnez. No hay “etapas” democráticas donde la burguesía -y mucho menos de la mano de las potencias imperialistas- puedan resolver los problemas democráticos fundamentales de Libia. Todo proceso dirigido por esta clase y las potencias expoliadoras devolverá al pueblo libio a la situación de dominación, opresión y miseria contra la que se revelaron el 17 de febrero.
Los “atajos” democratistas terminan siendo funcionales a los planes “democráticos” del imperialismo para sofocar la primavera árabe. A estas concepciones debemos oponer la lucha contra la intervención imperialista, el CNTL y la dictadura de Gadafi. La lucha del pueblo libio por su emancipación, como la del resto de pueblos de la región, pasa por que los sectores obreros y populares que protagonizaron la insurrección del 17 de febrero libren una lucha independiente por un Gobierno obrero y popular que de respuesta a todas sus aspiraciones democráticas y sociales. Para ello habrá que avanzar sobre los intereses de la burguesía gadafista, la del CNTL y las multinacionales imperialistas. Sin un programa transicional como éste el “apoyo a los rebeldes”, dada las características concretas de la dirección de este bando, puede convertir a sectores de la izquierda en los coros de la política imperialista contra la primavera árabe.
NOTAS 1 “¡Fuera la OTAN y el imperialismo de Libia!” CMR 22/03/2011 en www.elmilitante.net 2 “Cómo las potencias occidentales chantajean la revolución libia” Simón Assaf en www.enlucha.net 3 “Declaración de Coerriente Roja sobre Libia” CR 10/03/2011 en www.corrienteroja.net 4 “Libia a sangre y fuego” Gabriel Massa en Correo Internacional nº4 febrero-marzo 2011 5 “Hay que derribar a Gadafi cuanto antes y rechazar los bombardeos de la OTAN!” IA 19/03/2011 en www.anticapitalistas.org 6 “Declaración del CEI” CEI 26/03/2011 www.luchainternacionalista.org 7 Lema de la pancarta de LI en la movilización contra la intervención y en solidaridad con las revoluciones árabes de Barcelona 20/03/2011
Declaración del CEI
La única paz posible en Libia es el derrocamiento de Gadafi y de los saqueadores imperialistas
http://luchainternacionalista.org/spip.php?article1019
¡Fuera la OTAN y el imperialismo de Libia!
Por: Corriente Marxista Revolucionaria (Internacional)
Cómo
las potencias occidentales chantajean la revolución libia
Libia: pasado, presente y
perspectivas de una rebelión
Declaración de Corriente Roja sobre Libia
Túnez, Siria, Libia: Entrevista con Santiago
Alba Rico
Gaddafi quiso
nacionalizar en 2009 petroleras de EEUU, Reino Unido, Canadá, Alemania,
Noruega, España e Italia
Cien soldados
británicos entraron a Libia hace 3 semanas para “sondear el territorio”
[Libia] El carácter criminal de los
rebeldes y su Consejo Nacional
Recopilación de información veraz sobre el conflicto
en Libia frente a la propaganda unísona de los medios internacionales compuesta
por rumores que se convierten en informaciones "no-verificadas"
Libia bombardeada por las fuerzas imperiales que buscan saquear
su petróleo y poner uno de sus lacayos al poder
Perdone la pregunta pero,¿usted es marxista-leninista?
ResponderEliminarGracias por preguntar:
ResponderEliminarMe considero marxista revolucionario y quisiera colaborar en la creación de un partido comunista sin apellidos (estalinista-trotskista) aunque considero a Rosa Luxemburgo es la más fiel alumna de Carlos Marx. Te recuerdo Lenin hizo algunas obras criticando a Rosa Luxemburgo y el tiempo le ha dado la razón.
Considero que los que define marxista- leninista se manifiestan fieles a Stalin.
Un salado