Por Mathieu
Miquel
Una serie de
atentados enlutó Madrid hace cinco años. La justicia española concluyó que
aquella operación, atribuida sucesivamente a la ETA y después a Al Qaeda, fue
de inspiración islamista, aunque no vinculada con redes internacionales.
La prensa española, con el diario El Mundo a la cabeza, está poniendo hoy en entredicho esa conclusión, de evidente carácter político. Como en los casos de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, o los de Bali, Casablanca y Londres, veamos un análisis sobre la cuestión.
RED
VOLTAIRE | 19 DE OCTUBRE DE 2009
Titulares
del diario español {El País}
192 muertos
y 1 800 heridos. El atentado de Madrid constituye un verdadero trauma para la
sociedad española, sobre todo porque la polémica sobre los verdaderos autores
del atentado no ha terminado aún. El 11 de marzo de 2004, siendo alrededor de
las 7 horas y 40 minutos de la mañana, diez bombas estallan en cuatro trenes en
el espacio de unos pocos minutos. La fecha parece haber sido escogida
cuidadosamente ya que los hechos se producen a sólo tres días de las elecciones
generales a las que el Partido Popular (de derecha) del presidente saliente
José María Aznar se presenta como favorito.
Las
sospechas de la prensa y de la mayoría de los españoles se dirigen de inmediato
hacia la ETA, el grupo nacionalista vasco, hacia el cual el presidente del
gobierno saliente ha predicado una política de fuerza. Pero al producirse el
arresto de un grupo de sospechosos marroquíes, la víspera de las elecciones,
las sospechas de la opinión pública van a reorientarse hacia Al Qaeda.
El ataque
pudiera ser una represalia por la participación de España en la guerra contra
Irak, aunque las autopsias demuestran que no hubo ningún kamikaze. El posterior
empecinamiento del gobierno de Aznar en condenar a la ETA es interpretado como
el resultado de un cálculo electoral y la votación del 14 de marzo da la
victoria al Partido Socialista de José Luís Zapatero. Tres semanas más tarde,
el 3 de abril, 7 sospechosos magrebíes «se suicidan» al hacer estallar el
apartamento en que se encontraban rodeados por la policía. La instrucción de la
investigación durará más de dos años hasta que se abre el juicio por el
atentado, en febrero de 2007.
La justicia
confirma la tesis del atentado islamista pero los supuestos organizadores del
atentado resultan absueltos. Sólo uno de los acusados es encontrado culpable de
haber puesto bombas en los trenes y la mayoría de los 29 inculpados son
condenados por ser miembros de grupos yihadistas, no por estar implicados en el
atentado. El proceso de apelación confirma esa sentencia en julio de 2008.
En España,
una intensa polémica se desarrolla aún sobre ese atentado, designado como
«11-M». La prensa extranjera prácticamente se ha abstenido de reportar la
polarización de los medios españoles en cuanto al tema [1].
Los dos principales diarios de España se oponen, en efecto, con rudeza al
abordar los atentados del 11 de marzo.
Según El
País (diario atlantista de centro izquierda), no existen dudas válidas sobre la
tesis islamista, mientras que para El Mundo (periódico soberanista de centro
derecha) la tesis islamista no es más que un montaje policial. El periodista
más emblemático entre los defensores de esa opinión es sin dudas Luís del Pino,
que trabaja para Libertad Digital, el primer diario numérico de España, y es
además el autor de varios libros y documentales de TeleMadrid [2]
sobre el tema. Otros medios, más dispuestos a tratar de desacreditar que a
emprender un debate argumentado, califican la posición de Luís del Pino de
teoría de la conspiración o de «consparanoia».
La división
existe incluso entre los escépticos que se oponen a la tesis del atentado
islamista. Algunos incriminan a la ETA mientras que otros sospechan de los
servicios secretos, tanto de los españoles como de los extranjeros. Nuestro
artículo no abordará el tema de los verdaderos autores del atentado sino que se
limitará a demostrar que la versión oficial es falsa.
Como la
justicia española ha avalado la tesis del atentado islamista, es esencial comenzar
por la exposición de esa tesis. Por increíble que pueda parecer, las pruebas
que supuestamente la confirman no resisten sin embargo el rigor de un análisis.
Y el comportamiento sospechoso de ciertos elementos del aparato policial indica
claramente la existencia de una voluntad de sabotear la investigación. Todas
las informaciones expuestas en este artículo provienen de los medios españoles
anteriormente citados y de los documentos judiciales oficiales, como el acta de
inculpación, las audiencias del proceso y el veredicto.
La piste
islamista
La tesis del
atentado islamista es la conclusión final de una investigación que se
desarrolló a partir de dos pistas. Expondremos aquí la marcha de esa
investigación, poniendo énfasis en las pruebas aceptadas por la justicia
española [3].
La primera pista de la investigación parte de una bomba que no estalló. Tres de
las bombas depositadas en los trenes tenían un defecto y no estallaron. Se supo
así rápidamente que las bombas estaban en bolsos de mano o en mochilas. En la
mañana del 11 de marzo, los especialistas en explosivos neutralizaron dos de
ellas mediante explosiones controladas.
Pero nadie
reparó en la tercera mochila y ésta fue depositada junto a los objetos
abandonados de las víctimas. Fue en el momento de inventariar dichos objetos
que se descubrió la mochila que contenía la bomba, en la comisaría del barrio
de Vallecas, durante la noche del 11 al 12 de marzo. Aquella bomba, conocida
como «la mochila de Vallecas», se componía de 10 kilogramos de dinamita del
tipo «Goma 2 Eco», metralla, un detonador y un teléfono celular (o móvil) que debía
desencadenar la explosión a través de la función de despertador.
El teléfono
contenía una tarjeta SIM que, al ser rastreada a través de la red de venta,
permitió determinar dónde se había comercializado. El rastreo condujo a un
establecimiento de Madrid especializado en la venta de artículos telefónicos,
perteneciente a un marroquí, Jamal Zougam. Basándose en esos elementos, la
policía arresta a Zougam, a dos de sus empleados y a dos indios que
supuestamente habían vendido el teléfono. Estos arrestos tienen el 13 de marzo,
víspera de las elecciones. Los medios anuncian los arrestos y dan amplia
divulgación a las fotos de los sospechosos. En los días posteriores varios
pasajeros del metro dicen haber visto a los detenidos en los trenes atacados.
Finalmente, al cabo de varias semanas, la inconsistencia de los testimonios da
lugar a la liberación de 4 de los 5 sospechosos. Zougam se mantiene en prisión
ya que los testimonios en su contra parecen más sólidos.
La otra
pista que sirve de punto de partida a la investigación son las revelaciones de
Rafa Zouhier, un narcotraficante marroquí de poca monta, confidente de la
Guardia Civil (la segunda fuerza policial de España [4]).
A los pocos días del atentado este individuo dijo a la policía, en una
conversación telefónica grabada, que abrigaba fuertes sospechas sobre un tal
Jamal Ahmidan, alias El Chino. El Chino es otro traficante marroquí de poca
monta y Zouhier lo había puesto en contacto con una banda de Asturias (región
del norte de España) sospechosa de traficar, entre otras cosas, con explosivos
originalmente destinados a la actividad minera.
Un miembro
de aquella banda, Emilio Trashorras, confirma a la policía haber proporcionado
al Chino explosivos del tipo Goma 2 Eco, afirmación corroborada por un joven
gitano que participó en la transacción. Por otro lado, las comunicaciones entre
varios miembros de la banda del Chino estaban siendo interceptadas en el marco
de una investigación sobre tráfico de drogas, y las grabaciones confirman que
aquellas personas habían viajado a Asturias.
Las dos
pistas de la investigación conducen a personajes completamente diferentes. Por
un lado, a Zougam, y por el otro, al Chino y su banda. No se descubre ningún
vínculo personal entre ambos. La única conexión viene de 7 tarjetas SIM cuyos
números aparecen durante el rastreo a través de la red de comercialización de
teléfonos. Y vinculan al Chino porque el operador telefónico Amena declara que
las tarjetas fueron puestas en funcionamiento por vez primera el día anterior
al atentado y en la zona de cobertura de una antena que cubre la casa del
Chino.
Al parecer,
los explosivos se encontraban en aquella casa y la elaboración de las bombas se
desarrolló en ese mismo lugar. Después de su activación, no se registró más
actividad de las 7 tarjetas SIM, lo cual parece indicar que fueron utilizadas
para hacer estallar las bombas. Se establece así el vínculo entre Zougam y la
banda del Chino.
Cerca del
mediodía del 3 de abril, o sea tres semanas después del atentado, la policía
localiza finalmente la banda del Chino en un apartamento de Leganés, en las
afueras de Madrid. Al descubrir la presencia de la policía, los sospechosos se
niegan a rendirse y llegan a abrir fuego. Al caer el día, el GEO (Grupo
Especial de Operaciones de la policía española) lanza un asalto para tratar de
capturar a los miembros del comando terrorista. Los servicios de inteligencia
advierten a la policía que los sospechosos rodeados han realizado varias
llamadas telefónicas en las que anuncian que tienen intenciones de suicidarse.
La policía fuerza la puerta del apartamento y se produce una explosión en la
que mueren los 7 sospechosos y un policía del GEO.
Entre los
escombros del apartamento aparecen explosivos del tipo Goma 2 Eco, algunos
textos y un video reclamando la autoría del atentado, pero las personas que
aparecen en el video no son identificables ya que portan máscaras. Al igual que
El Chino, la mayoría de los 7 muertos son narcotraficantes de poca monta. Los
demás son miembros de círculos islamistas radicales. La sentencia del juicio
establece como conclusión que estas personas depositaron las bombas, con la
participación de Zougam, y que planeaban cometer otros atentados en la región
de Granada, donde habían alquilado un apartamento.
Cierto
número de indicios secundarios corroboran las conclusiones de esa
investigación. Entre ellos se menciona una furgoneta Renault Kangoo ya que se
trató del primer elemento importante encontrado durante la investigación y su
hallazgo provocó numerosas polémicas. Este vehículo se hallaba en el parqueo de
la estación del metro de Alcalá, por donde pasaron todos los trenes que
estallaron el 11 de marzo. Un conserje del barrio declaró que en la mañana del
11 de marzo había visto tres individuos sospechosos merodeando alrededor de la
Kangoo. Estaban prácticamente enmascarados con bufandas y gorros y uno de ellos
se dirigió hacia la estación del metro con un bolso.
Hacia el
final de la mañana, la policía abre la furgoneta y la inspecciona. Dos perros
entrenados en detección de explosivos verifican la Kangoo sin encontrar nada
sospechoso. Al encontrarse en la lista de vehículos robados, la furgoneta es
trasladada a una dependencia de la policía. Allí, después de una nueva
inspección, aparecen en la furgoneta 7 detonadores, un fragmento de explosivo
del tipo Goma 2 Eco envuelto debajo de un asiento y, lo más importante, un casete
de audio con una grabación del Corán, que tendrá un impacto decisivo en la
opinión público española. El veredicto del juicio concluye que el objetivo del
comando terrorista era imponer la ley islámica en Europa mediante la fuerza y
que el grupo se inspira en el ejemplo de Al Qaeda, sin estar por ello vinculado
a esa organización [5].
Las grietas
del veredicto
Acabamos de
exponer aquí todas las pruebas importantes que sirvieron de basamento a la
tesis del atentado islamista. Todas, sin embargo, están plagadas de elementos
sospechosos, como veremos a reanalizarlas una por una. La prueba material
fundamental es una de las bombas que no explotó el 11 de marzo: la que apareció
en la mochila de Vallecas. Graves sospechas de falsificación existen, sin
embargo, en cuanto a su composición así como en lo tocante a las circunstancias
en que se produjo el hallazgo. En primer lugar, la bomba no explotó porque
había un cable que simplemente no estaba conectado. El especialista en
explosivos encargado de desactivarla declaró en el juicio que aquella «chapuza»
no se correspondía con la complejidad del resto del dispositivo [6].
Existe, además, una diferencia esencial entre la composición de la bomba
encontrada y las que sí estallaron.
La mochila
de Vallecas contenía 640 gramos de tornillos y clavos que debían servir de
metralla. Sin embargo, las autopsias revelaron que ninguna de las víctimas
había sido alcanzada por proyectiles metálicos [7].
Y, según los policías que las manipularon, las dos bombas desactivadas en la
mañana del 11 de marzo tampoco contenían ese tipo de proyectiles. ¿Qué motivó a
los terroristas a poner metralla en una sola bomba? Y, finalmente, las
circunstancias del hallazgo de la mochila de Vallecas son confusas.
Durante el
juicio, los especialistas en explosivos explicaron que ellos habían registrado
4 veces todos los objetos abandonados en los vagones y certificaron que era
imposible que la bomba encontrada estuviese entre ellos [8].
Su origen resulta más dudoso todavía debido a que los objetos abandonados entre
los que fue encontrada aquella bomba fueron transportados 3 veces a lo largo de
la jornada del 11 de marzo, no siempre bajo la mejor vigilancia [9]
y acabaron en la comisaría de Vallecas, contrariamente a lo que había ordenado
el juez.
Si se agrega
a esto los testimonios contradictorios sobre el momento en que fue
descubierta [10],
el hecho que no se menciona la bomba en los inventarios de objetos
abandonados [11]]
y el hecho que no hay fotos de la bomba anteriores al momento en que fue
desmantelada, la inconsistencia de dicha prueba resulta evidente. A pesar de lo
anterior, el tribunal la utilizó como elemento clave al rendir su veredicto.
La
investigación a través de la red de comercialización de teléfonos concluyó que
la tarjeta SIM encontrada en la mochila de Vallecas había estado en venta en el
establecimiento de Zougam. ¿En qué se basa la investigación para llegar a esa
conclusión? Antes de su venta al consumidor en un establecimiento, las tarjetas
SIM pasan generalmente por las manos de 3 o 4 intermediarios. Pero sólo los
primeros intermediarios mencionan en sus facturas el número de identificación
de cada tarjeta SIM vendida. Los siguientes sólo anotan la cantidad total de
tarjetas SIM.
En este
caso, no existe una factura que pruebe que la tarjeta SIM incriminada fue
vendida a Zougam [12].
Lo único que permite llegar a esa conclusión es el testimonio de su proveedor,
que dice recordar específicamente la venta de esa tarjeta SIM entre cientos de
otras tarjetas. Aceptemos, sin embargo, ese elemento como prueba suficiente y
sigamos examinando el curso de la investigación.
El hecho de
haber vendido una tarjeta SIM no hace al vendedor responsable del posible uso
delictivo que el comprador pueda darle a dicha tarjeta. Pero Zougam había
aparecido como testigo en una investigación anterior sobre terroristas
islamistas. Al parecer fue ése el único argumento que motivó su arresto el 13
de marzo, ya que ningún testigo lo había descrito ni lo había identificado
antes de aquella fecha. Un reanálisis del comportamiento de Zougam hasta el
momento de su arresto permite comprobar que al parecer cometió una serie de
imprudencias realmente increíbles. Primeramente, utilizó una tarjeta SIM en
venta en su propio establecimiento para confeccionar la bomba de Vallecas.
En segundo
lugar, dejó esa tarjeta SIM en el teléfono a pesar de que ésta no era necesaria
para el uso de la función de despertador. Y, en tercer lugar, prosiguió su
actividad normal hasta el día de su arresto, en la tarde del 13 de marzo, a
pesar de que toda España sabía desde el 12 de marzo por la mañana que la
policía había desmantelado una de las bombas. A partir de aquel momento, Zougam
tenía que saber que los investigadores tenían en su poder una tarjeta SIM que
los conduciría hasta él. Pero no trató de esconderse ni huir. La incoherencia
de ese comportamiento lleva a dudar de su culpabilidad.
Los medios
dan amplia difusión a los arrestos del 13 de marzo y a las fotos de los
sospechosos. Pasajeros de los trenes atacados se presentan espontáneamente para
prestar testimonio sobre los sospechosos vistos en los trenes el 11 de marzo.
Algunos de esos testimonios implican a Zougam y constituyen la única prueba de
su implicación en el atentado. También se trata en este caso de una prueba
increíblemente inconsistente, en relación con la gravedad de los hechos.
El primer
problema reside en la difusión de la foto de Zougam a través de los medios,
hecho que impide que los testimonios cumplan una regla fundamental: el recuerdo
no debe estar influenciado por otras imágenes vistas después de los hechos. Por
otro lado, algunos testimonios no concuerdan en cuanto al recorrido que
supuestamente hizo Zougam en los trenes, se contradicen en lo tocante a su
descripción, a cómo estaba vestido o afirman que depositó un bolso en un lugar
donde no explotó ninguna bomba [13].
Finalmente
el veredicto de octubre de 2007 sólo tiene en cuenta 3 testimonios que
incriminan a Zougam [14].
En el juicio de apelación, en julio de 2008, la corte invalida uno de esos 3
testimonios ya que el testigo había prestado su declaración ante el juez de instrucción
en vez de hacerlo ante el tribunal, al que ni siquiera fue convocado, lo cual
impidió que la defensa de Zougam pudiera interrogarlo a pesar de las dudas
existentes sobre su declaración. Por ejemplo, según ese testigo el sospechoso
se bajó del tren, saliendo al andén, y después volvió al mismo vagón pasando
por la puerta que comunicaba con el otro vagón, comportamiento extrañamente
indiscreto tratándose de alguien que está poniendo bombas. Sólo quedan, por lo
tanto, dos testimonios que acusan a Zougam y los dos provienen de dos amigas
rumanas que viajaban juntas. La primera se presentó como testigo tres semanas
después del atentado.
En aquel
momento su descripción del sospechoso es muy somera: un individuo de 1 metro 80
de estatura, de complexión física media, que llevaba un bolso. Sin más
detalles. Pero esa misma descripción se va precisando días después, cuando la
policía le muestra una serie de fotos entre las que ella reconoce a Zougam:
cabello hasta los hombros, nariz más bien gruesa, barba de chivo, labio
inferior más grueso que el superior, etc. Es lícito preguntarse entonces si lo
que está describiendo esta testigo no es más bien lo que ve en la foto en vez
de lo que recuerda. También van cambiando sus declaraciones sobre otros
detalles, como la posición del vagón en el tren. Al cabo de un año, la testigo
recuerda que el sospechoso la empujó, justificando así por qué recordaba su
rostro, y dice entonces por vez primera que ella misma viajaba con una amiga,
que se convierte así en el segundo testigo acusatorio contra Zougam.
¿Por qué
pasó todo ano sin que mencionara a la amiga que viajaba con ella? ¿Por qué esa
otra testigo esperó un año antes de manifestarse? ¿Qué podía recordar aún esa
nueva testigo al cabo de todo ese tiempo? ¿Puede considerarse su testimonio
como independiente del de su amiga? Y es precisamente sobre la base de esos dos
dudosos testimonios que se pronuncia la única condena por la ejecución material
del atentado del 11 de marzo. Por su parte, Zougam negó siempre toda implicación
en el atentado.
Todas las
demás personas que supuestamente pusieron bombas perecieron el 3 de abril en la
explosión del apartamento de Leganés, tres semanas después del atentado. Una
importante consecuencia de la muerte de esas personas es que la investigación
no reconstruyó el papel exacto de cada una de esas personas en la realización
del atentado, concentrando entonces la atención en los inculpados. La justicia
reconoce en su veredicto que se ignora cuáles de entre esas 7 personas se
dedicaron a poner las bombas y dónde lo hicieron [15].
Lo anterior
contrasta con el caso de Zougam, claramente acusado de haber puesto las bombas
en el tren que explotó en la estación Santa Eugenia. Después de haber visto el
trabajo que costó mantener el expediente de la acusación contra Zougam, se
puede pensar que la ausencia de información [sobre las personas muertas en
Leganés] resultó paradójicamente beneficiosa para los encargados de demostrar
la culpabilidad de esos 7 sospechosos ya que evitó toda confrontación con la
realidad. La investigación se enfocó entonces en demostrar que la muerte de
aquellas personas en el apartamento de Leganés fue un suicidio, suicidio que
fue utilizado como prueba del fanatismo de los sospechosos mientras que el
descubrimiento de documentos que reclamaban la autoría del atentado entre las
ruinas del apartamento era interpretado como una confesión póstuma.
Las
circunstancias en que se descubre aquel apartamento, en momentos en que los 7
sospechosos se encontraban allí, siguen siendo confusas. Durante mucho tiempo,
la policía habló de un tiroteo callejero entre varios de sus agentes y una
banda de magrebíes. El incidente supuestamente desembocó en una persecución que
llevó a la banda a refugiarse en el apartamento de Leganés [16].
Pero este episodio desaparece posteriormente del discurso oficial para dar paso
a otra explicación.
Según ésta,
la policía pasó revista a la lista de llamadas de un teléfono sospechoso de
pertenecer al comando terrorista. Al llamar a uno de los números de esa lista,
la policía entró en contacto con un propietario que afirmaba haberle alquilado
un apartamento en Leganés a un grupo de árabes desde hacía un mes. Esa es la
versión del descubrimiento del apartamento que se menciona en el veredicto, en
el que se ignora totalmente el episodio de la persecución.
La policía
rodea entonces el apartamento, en la tarde del 3 de abril. Hacia las 21 horas,
el GEO emprende el asalto, de forma precipitada según los miembros de esa
brigada [17].
Pero antes de lograr entrar, estalla el apartamento, causando la muerte de sus
7 ocupantes y de un miembro del GEO. Debido al estado de los cadáveres, se hace
necesario recurrir a las huellas digitales o al ADN durante el proceso de
identificación. La investigación concluye que se trata de un suicidio
colectivo, pero el carácter suicida de la explosión no está tan claramente
establecido como se afirma en el veredicto.
Antes del
asalto del GEO y la explosión, los vecinos habían oído disparos, gritos e
incluso cánticos en árabe provenientes del apartamento. Pero nadie pudo ver
claramente a los sospechosos. Y no existen huellas ni registro alguno de los
impactos de bala que deberían existir en en el lugar después del intercambio de
disparos [18].
El argumento decisivo para sostener la tesis del suicidio es que los
sospechosos supuestamente se comunicaron por teléfono con sus familias durante
el asedio para despedirse de ellas. Durante el juicio, el único familiar citado
como testigo de esas llamadas fue el hermano de uno de los 7 sospechosos,
Abdenabi Kounjaa.
Este testigo
declaró que no pudo reconocer la voz de su hermano durante la llamada, y que
pensó que no era él [19],
razón por la cual avisó de inmediato a la policía y no devolvió la llamada a su
hermano para convencerlo de no suicidarse. Ese testimonio pone seriamente en
duda la autenticidad de las llamadas, sobre si se tiene en cuenta que ningún
otro familiar fue citado al juicio como testigo.
El
expediente de la instrucción contiene 3 informes sucesivos sobre esas llamadas,
pero no aporta mayores aclaraciones sobre el asunto. Cada informe contradice el
anterior en numerosos aspectos: los teléfonos utilizados, la identidad de
algunos destinatarios de las llamadas y la cantidad de llamadas realizadas a
algunos destinatarios [20].
Tantas divergencias justifican las dudas en cuanto a la confiabilidad de tales
datos.
¿Realmente
se suicidaron los sospechosos? ¿Qué circunstancias determinaron la presencia de
estos en aquel apartamento? El 3 de abril hacía ya 4 días que los medios venían
anunciando que estaban siendo buscados y que sus fotos habían sido divulgadas.
En ese contexto, reunirse todos en un apartamento de las afueras de Madrid, en
vez de escapar cada uno por su lado, resultaba una gran imprudencia. Y ¿por qué
esperarían aquellos criminales, que acababan de cometer un crimen masivo, a que
la policía evacuara toda la vecindad antes de volar el apartamento? Las
incoherencias no se terminan ahí. Quien se interese en los movimientos de los
sospechosos entre el atentado y el momento del suicidio se enterará, por
ejemplo, de que El Chino estuvo de fiesta con la familia de su mujer 8 días
después del atentado, en la misma casa donde supuestamente confeccionó las
bombas. El propio perfil de la mayoría de los miembros del comando no se
corresponde con el islamismo radical que supuestamente los llevó a perpetrar la
masacre y, posteriormente, al suicidio. Cuatro de ellos eran delincuentes de
poca monta vinculados al medio del narcotráfico, poco compatible con el
islamismo.
El Chino vivía
con una española “de sangre”, que se vestía con ropa ligera, y el hijo de ambos
iba a una escuela católica [21].
La muerte de aquellos 7 sospechosos permitió, en todo caso, reconstituir un
escenario sin entrar demasiado en los detalles, y sin que los acusados pudieran
contradecirlo. Por otra parte, periodistas que han tenido acceso al expediente
de instrucción [22]
ponen en duda el vínculo anteriormente mencionado entre los 7 suicidas y
Zougam. Según esos periodistas, no hay en los documentos que proporcionó el
operador telefónico Amena nada que indique que las 7 tarjetas SIM en cuestión
hayan sido puestas en funcionamiento en la casa del Chino. La defensa mencionó
ese problema durante el juicio sin que los empleados de Amena invitados a
declarar como expertos pudieran responder a ello [23].
El último
elemento importante a favor de la tesis del atentado islamista es la furgoneta
Renault Kangoo. El veredicto establece que varios miembros del comando
terrorista, sin precisar quiénes [24],
utilizaron esa furgoneta para llegar con sus bombas hasta la estación del
metro. Por lo tanto, el tribunal no tomó en cuenta el testimonio que prestara
–durante el propio juicio– el instructor canino que participó en la inspección
de ese vehículo.
Efectivamente,
aunque el instructor canino reconoce que es posible que se haya pasado por alto
el pequeño fragmento de explosivo, ese mismo especialista declara que la
manipulación de bolsos con decenas de kilogramos de explosivos tendría que
haber dejado un rastro de olor dentro del vehículo, rastro que su perro habría
detectado [25].
Por otro lado, el conserje que llamó la atención de la policía hacia la
furgoneta Kangoo declara que le pareció que los individuos eran europeos del
este, y la empleada de la estación del metro que le vendió un billete a uno de
los individuos afirma que éste hablaba sin acento extranjero [26].
En este punto, resulta nuevamente sorprendente el comportamiento de los
sospechosos. ¿Por qué llamar la atención dirigiéndose a la vendedora con el
rostro casi enmascarado en vez de comprar el billete en un expendedor
automático? ¿Por qué correr riesgos utilizando un vehículo robado sin cambiarle
las placas? ¿Y por qué abandonaron los terroristas ese vehículo, sobre todo
dejando en él detonadores, explosivos y ropa? Según el acta de inculpación esa
ropa contenía muestras del ADN de los sospechosos, pero el veredicto no tuvo
esa prueba en cuenta.
Tantos
aspectos no aclarados en las pruebas que la sostienen, hacen que la tesis del
atentado islamista pierda toda credibilidad. Sobre todo si se tiene en cuenta
que este artículo no los menciona todos. En su libro Les Dessous du
Terrorisme [27],
Gerhard Wisnewski demuestra por ejemplo la incoherencia de los diferentes
reclamos islamistas de autoría del atentado. Al aceptar la tesis de la
culpabilidad islamista, la justicia española estima de forma sorprendente que esas
contradicciones no eran significativas.
La sombra la
policía
¿Existen
otros elementos que permitan confirmar la tesis del atentado islamista u
orientar la investigación en otra dirección? El problema es que los elementos
fundamentales de la investigación han sido objeto de negligencias que resultan
cuando menos inquietantes. Primeramente, los vagones donde explotaron las
bombas fueron destruidos sólo dos días después del atentado [28].
¿Qué
necesidad había de deshacerse tan rápidamente de la «escena del crimen»? En
2006, un tren del metro que había sufrido un accidente en Valencia fue conservado
2 años debido a las necesidades de la investigación. La justicia reconoce en su
veredicto que muchas dudas hubieran encontrado respuesta si los vagones se
hubiesen conservado por más tiempo [29].
La más
importante de esas dudas tiene que ver con la naturaleza del explosivo
utilizado. El análisis de las sustancias químicas que se depositaron sobre los
objetos que se encontraban cerca de las explosiones hubiera aportado la
información fundamental de la investigación. Sin embargo, no se sabe aún con
precisión qué fue lo que explotó en los trenes, como se reconoce en el
veredicto [30].
Veamos por qué no fue posible determinar el tipo de explosivo utilizado. La
primera negligencia está en la selección del servicio que realizó el análisis
de las muestras. La responsabilidad de ese análisis fue puesta en manos de los
especialistas en desactivación de bombas, cuyos laboratorios disponen solamente
de medios rudimentarios para el análisis de sustancias explosivas. Según el
procedimiento habitual es la policía científica la que hubiese tenido que
garantizar esos análisis, precisamente porque dispone de medios mucho más
avanzados.
Los
resultados del análisis pericial son también muy imprecisos. El informe
entregado al juez de instrucción señala la presencia de «componentes genéricos
de dinamita» en las muestras. Pero no determina el tipo de dinamita, ¿Titadyne,
Goma 2 Eco, Goma 2 EC? Más sorprendente aún, ni siquiera incluye la lista de
los componentes químicos encontrados. Ante tanta imprecisión, el tribunal acabó
ordenando un nuevo análisis pericial en el momento de la apertura del proceso,
en 2007. Desgraciadamente, en el nuevo análisis pericial hubo que utilizar las
muestras ya analizadas, al no poder recogerse nuevas muestras debido a la
destrucción de los trenes, anteriormente mencionada. Los expertos se quejaron
de la poca cantidad de muestras que había conservado la policía y de las graves
negligencias que contaminaron aquellas muestras en el transcurso de los
análisis anteriores [31].
Finalmente, sus conclusiones no arrojan más luz sobre el tipo de explosivo
utilizado ya que en ellas aparece una lista de productos que no corresponde a
ningún compuesto de dinamita [32].
Al final de todo ese proceso, se esperaba con especial interés el testimonio de
la directora del laboratorio de los especialistas en desmantelamiento de bombas
para que contestara a las preguntas sobre el trabajo que había entregado en
marzo de 2004. Pero declaró que ella no disponía de los soportes de
cromatografía en los que aparecen los elementos químicos [33],
ni siquiera disponía de los documentos donde los había anotado durante la
realización de su análisis [34].
Provocó sin embargo la sorpresa del tribunal al citar por vez primera el
listado preciso de los compuestos químicos hallados explicando que nunca había
entregado aquel listado porque nadie se lo había explícitamente [35].
La
imprecisión del informe sobre el análisis había dado lugar a una polémica tan
grande en toda España durante los 3 años transcurridos entre el atentado y el
testimonio de la directora del laboratorio que su explicación es grotesca. ¿Qué
crédito puede concederse a esa lista, mencionada únicamente al cabo de 3 años y
que corresponde a la composición de la dinamita del tipo Goma 2 Eco?
Sobre la
cuestión del explosivo, hay que agregar las dudas que provocó la declaración
del jefe de los especialistas en desmantelamiento de bombas que supervisó las
operaciones el 11 de marzo. Al ver los daños que habían provocado las bombas,
este jefe de especialistas declaró que el visible desgarramiento de las
estructuras de los vagones era característico de explosivos de alto poder, de
tipo militar, y no de dinamita [36].
Hay que
recordar que ciertos explosivos militares no dejan rastros químicos en el lugar
de la explosión, lo cual los hace muy difíciles de detectar. Otra fuente de
duda es el emplazamiento de las bombas reconstituido en el acta de
inculpación [37]. Según ese
documento, la mayoría de los bolsos –que contenían 10 kilogramos de explosivo–
no estaban escondidos sino que, por ejemplo, habían sido dejados entre dos
asientos situados frente a frente cerca de la ventanilla, o en el
portaequipaje, o al lado del cesto de basura, o debajo de un asiento plegable
(que debería estar cerrado). Sólo una bomba estaba escondida debajo de un
asiento no plegable.
¿Por qué los
terroristas no trataron de esconder mejor los bolsos? ¿Y cómo es posible que
bolsos tan pesados, abandonados en lugares tan visibles, no llamaran la
atención de los pasajeros? Para dar respuesta a esas preguntas varios
periodistas emitieron la hipótesis de que las bombas fueran de mucho menor
tamaño confeccionadas no con dinamita sino con explosivos de alto poder [38].
La dinamita del tipo Goma 2 Eco encontrada en la furgoneta Kangoo, en la
mochila de Vallecas y en el apartamento de Leganés no prueba que ese mismo
explosivo fuese utilizado para hacer estrellar los trenes. Las sospechas que
pesan sobre esas pruebas hacen pensar que se trataba de elementos destinados a
desviar la atención de la escena del crimen, o sea de los trenes. Un último
ejemplo de negligencia: las grabaciones de las conversaciones entre las patrullas
de la policía hubieran permitido aclarar el asunto de la persecución que
supuestamente tuvo lugar en Leganés. Pero cuando el juez de instrucción pidió
esas grabaciones, la policía respondió que no habían sido conservadas [39].
Más grave
que las negligencias es la existencia de fuertes sospechas de falsificación de
diferentes elementos de la investigación. Ya mencionamos la mochila de
Vallecas, la furgoneta Kangoo y las llamadas telefónicas de adiós de los
suicidados de Leganés. Pero existen otros elementos cuya falsificación es tan
evidente que el veredicto ni siquiera los tuvo en cuenta, como por ejemplo las
conversaciones telefónicas de Rabei Osman, un egipcio que residía en Italia. La
policía italiana grabó y tradujo sus conversaciones en 2004, y en una de ellas
este individuo supuestamente se atribuía la organización del atentado.
Durante el
juicio, nuevas traducidas solicitadas por la defensa mostraron que las frases
en las que Osman se atribuía el atentado fueron simplemente inventadas por los
traductores italianos [40].
La justicia
española se vio por lo tanto obligada a absolverlo de todo vínculo con el
atentado, cuando este hombre había sido presentado como el cerebro del grupo
islamista. En el veredicto no se designa por lo tanto el organizador del
atentado, lo cual provocó la indignación de las asociaciones de víctimas, que
presentaron una apelación.
Pero la más
notoria falsificación de la investigación es un vehículo Skoda Fabia que la
policía encontró cerca de la estación del metro de Alcalá, a 20 metros del
lugar donde se encontraba la furgoneta Kangoo. Ese descubrimiento se produjo el
13 de junio de 2004, o sea 3 meses después del atentado. Este segundo vehículo
permite reforzar la tesis de que los 7 u 8 terroristas llegaron a Alcalá en
auto y también presenta rastros del ADN de uno de los muertos de Leganés. Sin
embargo, numerosos observadores dudan que un vehículo estacionado tan cerca de
la furgoneta Kangoo haya podido pasar inadvertido durante 3 meses, más aún
teniendo en cuenta que su número de inmatriculación ni siquiera figura en los
registros recogidos el 11 de marzo.
Esa prueba
se mantiene por lo tanto en el limbo hasta junio de 2005, cuando la policía
entrega al juez de instrucción el testimonio de un preso chileno. Este
individuo dice haber robado el Skoda y haberlo vendido posteriormente a uno de
los muertos de Leganés, en octubre de 2003. Pero esta prueba se ve
desacreditada nuevamente en marzo de 2006, cuando un periodista del diario El
Mundo da a conocer el testimonio de un vigilante de un barrio de Madrid donde
el Skoda fue abandonado en noviembre de 2003. Según este nuevo testigo, el
vehículo estuvo durante 3 semanas en estacionamiento indebido y recibió
numerosas contravenciones, hasta que desapareció.
Al verificar
ese testimonio a través de los registros de contravenciones, se pudo comprobar
que aquel vehículo estaba implicado en varios delitos, como robos callejeros.
Esos delitos habían sido cometidos entre septiembre y octubre de 2003, periodo
durante el cual se suponía que estaba en posesión del chileno. Pero hasta
entonces la policía, al igual que el chileno, había ocultado totalmente
aquellos hechos al juez de instrucción. Cuando quiso interrogar nuevamente al
preso sudamericano, el juez se enteró de que éste había sido extraditado a
Chile sin que nadie se lo comunicara. A todas estas contradicciones hay que
agregar la incoherencia del comportamiento de los terroristas. Para ir a
cometer uno de los peores atentados que nunca se hayan visto en Europa no se
les ocurrió nada mejor que utilizar un auto robado, implicado en toda una serie
de delitos, que había permanecido abandonado en la calle durante un tiempo, que
tenía varias contravenciones, y ni siquiera se les ocurrió cambiarle las placas
de inmatriculación.
El tribunal
no tuvo por lo tanto más remedio que descartar el Skoda de la lista de
elementos de prueba del veredicto [41].
Por otra parte, el ADN encontrado en aquella prueba probablemente falsificada
hace surgir dudas en cuanto a los rastros de ADN encontrados en la ropa tan
«oportunamente» abandonada por los sospechosos en este caso.
Citemos,
para terminar, algunos ejemplos de sospechas de falsificación de testimonios.
Emilio Trashorras afirmó que la policía le había pedido que inventara el
episodio según el cual fue él quien proporcionó los explosivos al Chino [42].
Este testigo pensaba que gozaría de la condición de testigo protegido y que no
tendría más problemas con la justicia.
Por su
parte, el testigo Hassan Serroukh declaró ante el juez de instrucción que su
declaración ante la policía había sido falsificada. Aquel testimonio describía
a Zougam como un fanático religioso, cosa que Serroukh dice no haber mencionado
nunca [43].
Negligencias,
sospechas de falsificación, son numerosas las actuaciones sospechosas de parte
de elementos policiales que aparecen en la investigación posterior al atentado.
Pero las sospechas se acentúan todavía más al examinar la preparación del
atentado presentada en el veredicto. Dos actores claves del atentado son
confidentes de las fuerzas de seguridad [44].
El primero, Zouhier, puso al comando terrorista en contacto con un traficante
de explosivos. La investigación reveló que la Guardia Civil, que controlaba a
este confidente, lo llamó los dos días antes del atentado.
El segundo,
Trashorras, es nada menos que el propio traficante de explosivos. Este sostuvo
varias conversaciones telefónicas con su contacto en la policía el día antes,
el día después y dos días después de haber puesto los explosivos en manos del
Chino. Pero el policía asegura que Trashorras no le dijo nada de aquello. Por
otro lado, los teléfonos móviles utilizados en la confección de las bombas
fueron desbloqueados en un establecimiento perteneciente a un policía de origen
sirio, Maussili Kalaji [45].
¡Qué
coincidencia que todos estos colaboradores de los terroristas hayan estado
vinculados a la policía! Y sobre todo, qué «suerte» que ninguno de ellos los
denunciara antes de que cometieran el crimen. Al parecer, los terroristas
también tuvieron suerte en lo tocante a la vigilancia de que eran objeto por
parte de la policía. Según consta en documentos policiales, desde enero del año
2003 la policía venía vigilando estrechamente un grupo islamista del que
formaban parte varios de los terroristas que morirían en Leganés.
En suma,
aquel grupo estuvo bajo seguimiento durante 81 jornadas regularmente
distribuidas entre enero de 2003 y febrero de 2004. Esa vigilancia parece
haberse intensificado durante la primera quincena de febrero de 2004, pero cesa
bruscamente el día 17 de febrero, o sea 11 días antes de la operación de
entrega de los explosivos, y 24 días antes del atentado [46].
La misma buena suerte acompañará a los dos cómplices del comando terrorista
cuyas conversaciones telefónicas estaban siendo interceptadas en el marco de
una investigación sobre tráfico de drogas. Las escuchas se suspenden
bruscamente el 12 de marzo, el día siguiente del atentado [47].
Veamos un primer ejemplo en el que la silueta de la policía se dibuja detrás de
los terroristas.
Después de
la explosión del apartamento de Leganés, varios documentos sobre la ETA
aparecen entre las ruinas. Se supo posteriormente que esos documentos provenían
del apartamento vecino, parcialmente destruido. Aquel otro apartamento estaba
ocupado por un policía que, otra coincidencia más, se dedicaba a la lucha
antiterrorista [48].
Todos estos
comportamientos sospechosos, antes y después del atentado, vinculados a la
evidente inconsistencia de la pista islamista, hacen pensar que los verdaderos
culpables se encuentran bajo la protección del aparato del Estado. Hay que
resaltar, sin embargo, que únicamente una reapertura de la investigación
permitirá saber si esas sospechas tienen fundamento. Al revelar testimonios que
echan por tierra la versión oficial y al absolver a los presuntos
organizadores, el juicio no ha hecho más que confirmar la extrema fragilidad de
la tesis del atentado islamista.
En todo
caso, en el contexto político, el tribunal no trató de establecer con precisión
los hechos. Tenía que confirmar que las acusaciones de José María Aznar contra
la ETA eran infundadas, como ya había decidido el más amplio de los jurados
populares, los electores. El tribunal tenía además que confirmar que las
acusaciones de los neoconservadores en contra de Al Qaeda eran también
infundadas, cosa que ya había decidido el nuevo gobierno de José Luís Zapatero.
El tribunal
señaló que los primeros indicios habían sido falsificados para acusar
calumniosamente a la organización vasca ETA, pero no quiso ir más allá en
cuanto a las manipulaciones a las que dedicaron ciertos elementos de la policía.
Prefirió, de forma nada sorprendente, contentarse con la hipótesis que le era
presentada y que era la única que podía restablecer la calma en la sociedad: la
hipótesis de la responsabilidad islamista sin vínculo con Al Qaeda.
Documentos
adjuntos
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Otros
documentos
Auto de procesamiento del 11-M (Pdf en cuatro partes de unos 50 Mgb cada una)
Parte I
Parte II
Parte III
Parte IV
Grabaciones de video de las audiencias
Retranscripciones de las audiencias
Los 192 editoriales que el diario El Mundo dedicó al atentado.
Auto de procesamiento del 11-M (Pdf en cuatro partes de unos 50 Mgb cada una)
Parte I
Parte II
Parte III
Parte IV
Grabaciones de video de las audiencias
Retranscripciones de las audiencias
Los 192 editoriales que el diario El Mundo dedicó al atentado.
[1] Ver uno de los pocos artículos en francés que menciona
la posición del diario español El Mundo: «Espagne -
attentats de Madrid: enjeu politique du procès», Latinreporters.com, 13 de
febrero de 2007. Este artículo no aborda, sin embargo, la discusión de las
pruebas.
[2] Ambos comentarios (Las Sombras del 11-M y 11-M: 1000
Días Después), muy interesantes para un primer acercamiento rápido al
trabajo de Luís del Pino, aparecen en esta página del sitio del
colectivo por la reapertura de la investigación.
[3] La presentación de las pruebas en el veredicto (2007) se
desarrolla en las partes Hechos Probados (página 172 hasta la 228) y
Fundamentos Juridicos (página 423 hasta la 722). Esta argumentación está
disponible, en francés, en el blog
de Jean Chalvidant, autor de La
Manipulation: Madrid, 11 mars, el principal libro publicado en francés
sobre ese atentado.
[4] A pesar de su reciente incorporación al ministerio del
Interior, la Guardia Civil es esencialmente militar.
[5] Veredicto de apelación, páginas 581-582: «La dependencia
ideológica respecto de los postulados defendidos por Al Qaeda resulta asimismo
del contenido de las reivindicaciones de la autoría de los actos terroristas y
del resto del material incautado.
Sin embargo
no aparece relación alguna de carácter jerárquico con otros grupos o con otros
dirigentes de esa organización, lo que permite establecer que la célula que
operaba en Madrid, en la medida en que ha sido identificada, no dependía
jerárquicamente de otra y por lo tanto puede considerarse a los efectos penales
como un grupo u organización terrorista diferente e independiente.»
[6] Testimonio
del especialista en desmantelamiento de artefactos explosivos, testigo
protegido 64501, 19 de marzo de 2007. «no cuadra la concepción del teléfono
móvil, porque, aunque es sencilla es muy ingeniosa, (...) y eso no cuadra con
la pequeña chapuza entre comillas de no encintar los cables, ¿no?, porque no es
lógico.»
[7] Entrevista
con Carmen Baladia, jefa de los médicos legales del 11 de marzo, por Luís
del Pino para Libertad Digital TV, 23 de enero de 2008. Título de la
entrevista: «Pero ni clavos, ni tuercas, ni tornillos. No había metralla entre
nuestros 191 muertos.»
[8] Testimonio
del jefe de los especialistas en desmantelamiento de artefactos explosivos de
Madrid, testigo protegido 28296, 14 de marzo de 2007. «Lo que sí estoy
totalmente convencido es de que después de la revisión de los TEDAX que
trabajaron allí, no había ni una sola mochila que contuviese un artefacto
explosivo. Y eso se lo puedo asegurar.»
[9] «La
fiscal prescinde del testigo clave de la custodia de la mochila de Vallecas», El
Mundo, 21 de marzo de 2007.
[10] Los
enigmas del 11M, por Luís del Pino, (Libroslibres, 2006), capítulo 24
« Llámame».
[11] Veredicto (2007), página 517: «Lo cierto es que, como
pusieron de manifiesto varias partes, en esa relación no aparece la bolsa de
deportes que contenía el explosivo.»
[12] Los
enigmas del 11M, por Luís del Pino, (Libroslibres, 2006), capítulo 17 «Los
intocables».
[13] Los
enigmas del 11M, por Luís del Pino, (Libroslibres, 2006), capítulo 21 «Déjà vu»
[En francés en el texto].
[14] «La
Sentencia del 11M. La autoría material (II)», por Lucía Velasco,Asturias
Liberal, 1º de septiembre de 2008.
[15] Veredicto de apelación (2008), página 7: «tres
miembros de la célula terrorista descrita, sin que se tenga la certeza absoluta
de sus identidades, se desplazaron hasta la localidad de Alcalá de Henares en una
furgoneta blanca (...) Al tiempo, otros miembros del grupo hacían lo mismo
subiendo a los trenes en lugares no determinados.»
[16] Los
enigmas del 11M, por Luís del Pino, (Libroslibres, 2006), capítulo 20 «La busca»,
párrafo «¿Cómo llegó la Policía al piso de Leganés?».
[17] «Nos
llaman héroes (...) y somos tontos por ir donde fuimos», Cadena SER.com, 7
de abril de 2004 (la Cadena SER es la estación de radio de mayor audiencia en
España) «Algunos de los agentes de operaciones especiales que participaron en
el asalto del piso de Leganés el pasado sábado cuestionan la forma en la que se
ordenó el asalto al inmueble. Este es el testimonio íntegro recogido por la
Cadena SER.»
[18] «Las
piedras de Pulgarcito», por Fernando Mugica, El Mundo, 11 de
marzo de 2005: «Trescientas por minuto es la cadencia de disparo de esas armas.
Pero en la relación exhaustiva de los Tedax y de la Policía Científica no
existen las vainas de los cartuchos presuntamente disparados por esas
ametralladoras. ¿Y dónde están los impactos de esas balas? ¿Y la marcación
exacta de sus trayectorias, como se hace siempre en cualquier investigación
policial?)
[19] Testimonio
de Abdelkader Kounjaa, 9 de abril de 2007. El testigo declara 3 veces que
no reconoce la voz de su hermano. Veamos: «la voz que tenía… que tenía duda
como no si fuera mi hermano. Y le digo: ¿quién es ? Y me dice: Soy Abdulá. Y le
digo: ¿quién es Abdulá? Tu hermano.» Es importante señalar que, al ignorar
totalmente las dudas expresadas en este testimonio, el veredicto lleva la
incoherencia al extremo de citarlo como prueba de la autenticidad de las
llamadas de adiós (páginas 568-569).
[20] Los
enigmas del 11M, por Luís del Pino, (Libroslibres, 2006), capítulo 6 «Las
llamadas de Leganés».
[21] Los
enigmas del 11M, por Luís del Pino, (Libroslibres, 2006), capítulo 2 «El
cuento de El Chino», párrafo «Un terrorista hacendoso».
[22] Los
enigmas del 11M, por Luís del Pino, (Libroslibres, 2006), capítulo 39 «Los
registros de Amena», párrafo «¿Qué pasa con las 7 tarjetas?»
[23] Testimonio
de los expertos en telefonía, 21 de mayo de 2007. Pregunta de la defensa de
Zougam: «¿Podrían indicar ustedes exactamente en qué folio de este informe se
encuentra el dato que les permite afirmar que se encendieron esas 7 tarjetas en
Morata?» Los expertos no logran aportan una respuesta concreta.
[24] Cf. Veredicto de apelación (2008), página 7, Op. cit.
[25] Testimonio
del instructor canino, testigo protegido 28226, 19 de marzo de 2007.
Pregunta de la defensa de Zougam: «En el caso de que en esa furgoneta se
hubieran transportado 50 o 30 Kilos de explosivo ¿El perro habría detectado ese
olor?- Sí, lo habría detectado, inmediatamente lo habría, porque quedan
residuos del explosivo y el perro lo habría detectado.» Después otro abogado
pregunta si el perro hubiera detectado el olor en caso de que el explosivo
estuviera particularmente bien empacado.
El testigo
responde que la manipulación de una cantidad de explosivo tan grande siempre
deja un rostro de olor.
[26] Los
enigmas del 11M, por Luís del Pino, (Libroslibres, 2006), capítulo 5 «Las
miguitas del pulgarcito», párrafo «La furgoneta de Alcalá».
[27] Les
Dessous du Terrorisme, por Gerhard Wisnewski, editorial Demi-lune.
(2007), páginas de la 23 a la 28.
[28] Veredicto, página 476: «los trenes que, como consta en
el rollo de Sala, fueron desguazados el 13 de marzo de 2004».
[29] Veredicto de apelación, página 652: «A pesar de ello
puede resultar sorprendente una tan apresurada destrucción, que impidió un
estudio posterior más reposado y en profundidad, e incluso su reiteración de
haber sido necesaria, de aspectos que pudieran haber resultado de interés para
la investigación.»
[30] Veredicto página 538: «No se sabe con absoluta certeza
la marca de la dinamita que explotó en los trenes».
[31] «La nitroglicerina
no ha venido volando», El Mundo, 4 de junio de 2007, entrevista
de uno de los expertos con Antonio Rubio. El experto: «Cuando un químico
analiza cualquier asunto, hace una disolución que pasa por unos equipos de
medidas y lo que procede es reservarla.
Pues aquí no
estaban reservadas.»
[32] Veredicto, página 541: «El Tribunal, (...) da por
probado que en todos los casos aparecen componentes de la GOMA 2 ECO, lo que
indica que ésta dinamita estuvo presente en todos los focos de los trenes, si
bien no se puede descartar la presencia de otra u otras marcas de dinamita.»
[33] Testimonio
de la directora del laboratorio de los especialistas en desactivación de
bombas, experto 17632, 28 de mayo de 2007. Abogado de Zougam: «¿Esas placas
las conservan ? - Evidentemente no.»
El juez: «O
sea, las del 11 de marzo, la del análisis que hace usted el mismo 11 de marzo
no las conserva? - Esas mismas no.»
[35] Ibid.
El abogado de la asociación de víctimas: «¿Por qué ha esperado hasta hoy para
concretarlos y en estos tres años se refería únicamente a « componentes
genéricos de dinamita» ? (...) - Perdone, a mí me hablaron de qué componentes
había, y digo estuvimos hablando eh, sin que me dijeran detálleme los que le
salen a usted en el análisis, a mí eso nunca se me produjo. (...) y yo no
recuerdo que se me dijera en ningún caso en estos cuatro años que escribiera
los componentes.»
[36] Acta de inculpación, página 53: declaración del jefe
de los especialistas en desactivación de explosivos de Madrid: «tenían claro
que no era Titadine porque este tipo de explosivo muerde, es decir, que no
tiene corte limpio, en cambio un alto explosivo corta totalmente y una vez
visto los resultados de las explosiones podía tratarse de un C3 o un C4.»
[37] Acta de inculpación, a partir de la página 78
[38] Los
enigmas del 11M, por Luís del Pino, (Libroslibres, 2006), capítulo 10 «El
tiempo debe detenerse», párrafo «Tirando del hilo».
[39] Los
enigmas del 11M, por Luís del Pino, (Libroslibres, 2006), capítulo 20 «La busca»:
Respuesta de la policía, 20 de mayo de 2005: «Dando cumplimiento a lo
solicitado por ese Juzgado... respecto a los hechos ocurridos en la localidad
de Leganés los días 3 y 4 de abril del pasado año, se participa que, dado el
tiempo transcurrido, ya no se conservan las cintas de grabación de dicho suceso.»
[40] Veredicto, página 634: «las conversaciones de Rabei
Osman EL SAYED AHMED en las que, según las acusaciones, se atribuye la autoría
intelectual de los atentados al decir que «el hilo de lo de Madrid fue mio...
era mi proyecto más querido, etc.», son claramente equívocas.» Y veredicto,
página 720: «DEBEMOS ABSOLVER Y ABSOLVEMOS A (...) Rabei Osman EL SAYED AHMED
(...) de todos los delitos de que venía acusado.»
[41] Los
enigmas del 11M, por Luís del Pino, (Libroslibres, 2006), capítulo 29 «El
Chileno».
[42] «Trashorras:
’La Policía me ofreció dinero para incriminar a Zougam y ’El Tunecino’», El
Mundo, 5 de septiembre de 2006, entrevista de Trashorras con Fernando
Mugica. «Yo le dije al juez que Jamal Ahmidan a quien conocía como ’Mowgli’,
llevaba los explosivos porque así me lo pidió la Policía [...]; fui amenazado y
coaccionado para que declarase en ese sentido).»
[43] Los
enigmas del 11M, por Luís del Pino, (Libroslibres, 2006), capítulo 7 «Jamal
Zougham, cabeza de turco».
[44] Los
enigmas del 11M, por Luís del Pino, (Libroslibres, 2006), capítulo 9 «Visperas
de sangre», párrafo «Quinto enigma: llamadas de cortesía».
[45] Veredicto, página 529: «otros seis [teléfonos] fueron encargados
(...) al establecimiento Test Ayman, S.L. por el empleado Cuenca Medina, según
las declaraciones coincidentes de (...) y de Ayman Maussili Kalaji, dueño de
Test Ayman, S.L.»
[46] Los
enigmas del 11M, por Luís del Pino, (Libroslibres, 2006), capítulo 15 «Un
ejercicio de escapismo», párrafos «Con la Policía en los talones» y «El
escape».
[47] Los
enigmas del 11M, por Luís del Pino, (Libroslibres, 2006), capítulo 9 «Visperas
de sangre», párrafo «Cuarto enigma: el tiempo invertido».
[48] Veredicto, página 563: «Consta a los folios 73357 y
73358 una comparencia del funcionario del Cuerpo Nacional de Policía con número
73.158 en la que, tras explicar que hasta julio de 2003 estuvo destinado en el
área especial de seguimientos de la comisaría general de información y que
vivía en el calle Martín Gaite número 40 de Leganés, reconoce una carpeta con
documentos con su nombre y número profesional.»
Atentados de Madrid: la pista atlantista SEGUNDA PARTE
Cita:
Conclusión
Al
término de este análisis podemos afirmar que la decisión del Tribunal Supremo
[español] no responde a la realidad sino a exigencias políticas. Elementos del
aparato estatal español intervinieron para falsificar elementos probatorios y
orientar la investigación hacia una pista prefabricada, la pista islamista. Los
atentados fueron perpetrados por una organización militar que disponía de
cómplices dentro del aparato del Estado.
La
OTAN, cuyo pasado terroristas está fehacientemente demostrado, disponía del
conocimiento, de los medios logísticos y tenía además un móvil para realizar
esa operación. Si se abriera una nueva investigación judicial, el sospechoso
principal debería ser la OTAN.
Luís del Pino
Atentados del 11 de marzo de 2004 (Con los artículos
anteriores desmonta lo dice Wikipedia)
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