13-02-2015
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En mayo de
2013 el que era entonces solo un economista más o menos conocido en medios de
izquierda, Yanis Varoufakis, hizo una larga
presentación en el 6o Festival Subversivo de
Zagreb, Croacia. El Festival Subversivo, que celebrará este año su 8a edición,
ha sido lugar de encuentro de luminarias de la izquierda como Slavoj Žižek,
Alexis Tsipras, Oliver Stone, Antonio Negri, Gianni Vattimo o David Harvey. En
la edición de 2013, Varoufakis, hoy ministro en el gobierno de Syriza, habló
cerca de una hora y luego contestó a preguntas. Varoufakis es
greco-australiano, fue docente por muchos años en Australia, Inglaterra y EEUU
y su presentación en Zagreb, en inglés, se ha difundido también en una versión transcrita, titulada ”Confessions
of an erratic Marxist in the midst of a repugnant European crisis”. Se entiende
fácilmente que en castellano eso sería algo así como “Confesiones de un
marxista excéntrico” (o quizá fuera mejor traducción “descarriado”) “en medio
de una repugnante crisis europea”.
Lo que dijo
Varoufakis en esa ocasión en Zagreb puede resumirse en lo que sigue. Europa
está experimentando un “batacazo” que difiere sustancialmente de una recesión
capitalista normal, de la que se saldría mediante una contracción salarial que
restaura la rentabilidad. La crisis actual es prolongada, representa un
deslizamiento hacia la depresión y la desintegración monetaria y pone a los
radicales en un terrible dilema: ¿Debe utilizarse esta crisis capitalista,
única en un siglo, como oportunidad para hacer campaña para desmantelar la
Unión Europea, dado el entusiasmo de dicha Unión por las políticas y el credo
neoliberales? ¿O más bien debe aceptarse que la izquierda no está lista para el
cambio radical y hacer campaña para estabilizar el capitalismo europeo?
Varoufakis sostuvo en su presentación que por mucho que repugne a los
radicales, el deber histórico de la izquierda en esta coyuntura particular es
estabilizar el capitalismo, salvarlo de sí mismo y de los inútiles gestores de
la crisis en la eurozona. Explayándose sobre su propia trayectoria intelectual,
Varoufakis explicó que a su juicio Marx ”debe seguir siendo fundamental para
nuestro análisis del capitalismo” y también que hay que seguir siendo
“marxistas descarriados”. Varoufakis explicó también por qué un análisis marxista
del capitalismo europeo y de la condición actual de la izquierda obliga a
trabajar en pro de una amplia coalición, incluso con partidos de derecha, para
resolver la crisis de la eurozona y estabilizar la Unión Europea. En resumen,
Varoufakis afirmaba en mayo de 2013 que lo que los radicales han de hacer en el
calamitoso contexto europeo es concentrarse en minimizar el sufrimiento de la
gente, para lo cual hay que fortalecer las instituciones públicas de Europa y
“comprar” tiempo y espacio para desarrollar una alternativa genuinamente
humanista.
Todo eso que
Varoufakis dijo en mayo del 2013 parece casi al pie de la letra el programa que
Syriza está siguiendo desde que con sus 149 actas de diputado ganó las
elecciones a finales de enero pasado. De hecho, el nuevo gobierno
griego es una coalición de Syriza con Anexartitoi Ellines, el partido de los
Independientes Griegos, un grupo de derecha nacionalista pro Iglesia Ortodoxa
que obtuvo 13 diputados y que ahora cuenta con el Ministerio de Defensa en el
gobierno de coalición.
Resulta así
que los radicales han de hacer todo lo posible por estabilizar y salvar el
capitalismo. Varoufakis basa su posición en una compleja disquisición sobre la
teoría económica de Marx, a quien acusa de ser determinista. Según Varoufakis,
Marx considera que su modelo matemático implica que el capitalismo no es
viable. Pero, dice Varoukakis, ¿no fue el mismo Marx quien demostró que la
fuerza de trabajo no es susceptible de conversión completa en mera mercancía,
lo cual introduce una indeterminación radical en el sistema económico?
Varoufakis ve una contradicción clara entre el pensamiento innovador y
liberador de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 y
el Marx enconsertado por un modelo económico “cerrado” que surge veintitantos
años después en El capital y que niega que el futuro es
impredecible.
La lectura
de Marx que hace Varoufakis es sin duda idiosincrásica. A juicio de quien esto
escribe, el Marx de los Manuscritos económico-filosóficos de
1844 en temas económicos era un aprendiz, un aprendiz eso sí con mucho genio,
pero un aprendiz al fin y cabo. Frente a él hallamos al Marx que en 1867
publica el primer tomo del El capital, donde presenta lo
fundamental de su teoría económica, de su modelo económico del capitalismo que
ya se bosqueja con una estructura incompleta, pero acabada en muchos aspectos
fundamentales. Pero ese Marx sigue evolucionando y pasa los dieciséis años que
le quedan de vida intentando acabar el modelo general del capitalismo, es
decir, el manuscrito de la obra que había bosquejado en la década de 1860. Todo
indica que Marx no solo no se obceca en sus ideas de los años sesenta, sino que
estudia sin cesar y las reelabora. A la vez se enzarza en las actividades de la
Internacional y de los partidos socialistas que van creciendo en Europa, y
reescribe sus manuscritos. Lamentablemente, esa labor, probablemente obsesiva,
le lleva a morir dejando un enorme volumen de manuscritos inacabados. Solo el
trabajo de Engels, que edita los tomos segundo y tercero de El capital, y
más tarde Kautski, que edita los tres volúmenes de las Teorías sobre la
plusvalía, consigue salvar del olvido y quizá de la destrucción, toda
esa enorme obra inacabada.
Pero, ¿a qué
viene hablar de Marx y de sus manuscritos, cuando de lo que se trata es de
hablar de política y de economía, de la política y de la economía de Grecia, de
España, de la Unión Europea… ? ¿Qué importa si Marx era o no determinista
cuando de lo que se trata hoy, en el invierno de 2015, es de hacer historia, de
sacar de la miseria a quien la sufre? ¿Es que no es impecable el razonamiento
de Varoufakis, que parte de la obvia premisa de que la izquierda no está lista
ni para acabar con el capitalismo ni para romper con la Unión Europea y, por lo
tanto, lo que ha de hacer es buscar alianzas amplias y desprejuiciadas para
sacar a Grecia de la miseria?
Desde que
Syriza formó gobierno, Varoufakis ha desplegado una enorme actividad. Al poco
de asumir el cargo de ministro, Varoufakis afirmó que Grecia no sufriría un “accidente
financiero” ni sería forzada a abandonar la eurozona. Aunque Grecia no debería
haber entrado nunca en la eurozona, ahora no puede salir, dice Varoufakis, que
también insiste en que Grecia no dejará de hacer frente a los pagos de la deuda
al Fondo Monetario Internacional o a los propietarios privados de bonos y
certificados del Tesoro griegos. Según Varoufakis, no habrá reducción
unilateral de la deuda al sector privado. En cuanto a si la economía de Grecia
puede crecer suficientemente rápido para salir del agujero de la deuda,
Varoufakis dice que el crecimiento es cuestión que ha de manejarse a nivel
pan-europeo y que habría que lanzar bajo hegemonía alemana un programa de
reactivación de toda la economía europea similar al New Deal de Roosevelt y al
plan Marshall de los años cincuenta. Varoufakis opina, sin embargo, que la
recuperación griega no ocurrirá mediante un programa keynesiano a la vieja
usanza, sino que dependerá sobre todo de la inversión privada, que volverá cuando
el peso de la deuda se reduzca. En cuanto a los bancos griegos, Varoufakis no
muestra preocupación por su seguridad financiera, a pesar de los informes que
dicen que miles de millones de euros de depósitos en esos bancos han salido del
país. Para Varoufakis es obvio que el comienzo del gobierno de Syriza será
turbulento, pero una vez que se vea que lo que propone es razonable, que se
busca la cooperación y lo que sea realmente terapéutico, los mercados se
recuperarán y las acciones en bolsa volverán a subir. Varoufakis afirmó también
que el nuevo gobierno no alterará las privatizaciones en curso y que Grecia ha
de ser un destino atractivo para la inversión extranjera.
¿Qué clase
de programa es este? La verdad es que es difícil de decir. Lo relativo a la
deuda sin duda refleja la inevitable realidad de que la deuda griega es
impagable, y por lo tanto los llamamientos griegos a negociarla son mucho más
razonables que la terquedad de la Troika reafirmando el “principio universal”
de que las deudas se pagan. Varoufakis compara la situación de Grecia a la de
un desempleado que no puede pagar los plazos de la hipoteca. ¿Sería lógico
darle un préstamo para que pueda hacer frente a los pagos? Todo eso, sin
embargo, se da bastante de bruces con las afirmaciones de Varoufakis según las
cuales Grecia va a seguir pagando a unos y otros.
Lo demás que
dice Varoufakis parece sobre todo una colección de frases para la galería, sin
mucha coherencia, por decirlo con buenas palabras. ¿Que el crecimiento ha de
manejarse a nivel pan-europeo? ¿Qué ha de lanzarse un programa de inversiones
en toda Europa? ¿Va a convencer el gobierno griego a la Merkel, a Hollande y a
Rajoy, o va a esperar a que Podemos gane las elecciones para tener un aliado?
Varoufakis dice que las inversiones privadas en Grecia se reactivarán en cuanto
se alivie el peso de la deuda. ¿Sí? Primero está por ver si ocurre ese alivio
pero, suponiendo que ocurra, ¿por qué arte de birlibirloque van a reactivarse
esas inversiones? ¿Acaso porque los salarios griegos serán “atractivos” (o sea,
cuanto más bajos mejor) para los hoy llamados inversionistas, alias
capitalistas de otros tiempos? ¿Va a intentar Syriza que se avance en esa
dirección? ¿Acaso van a fluir las inversiones a Grecia porque el nuevo gobierno
brindará seguridad y garantía de que el capital será respetado y no sufrirá
merma en forma de impuestos, nacionalizaciones o regulaciones? Pero quienes
poseen deuda griega, ¿no son precisamente esos capitalistas? ¿No les sonará a
rayos cualquier “quita”, cualquier reducción de la deuda, que no sería otra
cosa que la pérdida parcial o total de su capital?
Cómo podrá
ingeniárselas el gobierno de Syriza para no hundirse en un caos financiero en
los próximos meses y a la vez no defraudar a quienes han votado a la coalición
radical es casi tan difícil como la cuadratura del círculo. Lo que podría
salvar la situación sería una reactivación de la economía mundial, o al menos
europea, que permitiera a Grecia aumentar sus ingresos por turismo,
exportaciones y servicios de carga marítima. Pero la probabilidad de una
reactivación de la economía mundial o europea en los próximos meses parece
mucho menor que la probabilidad de lo contrario, y si lo más probable ocurre,
Syriza se verá en serios aprietos, ni más ni menos en los mismos aprietos que
estaba el gobierno griego anterior. ¿Ocurrirá en Grecia como ocurrió en España
en los años ochenta, cuando el PSOE aplicó a grandes dosis lo que no había
podido aplicar la UCD, la medicina amarga de aumentar la explotación de los
asalariados? Algunas frases de Varoufakis parecen dar a entender que esa es una
posibilidad real. Pero en fin, todo eso está por ver. Durante muchas décadas
desde los tiempos de Marx hasta la segunda guerra mundial las crisis del
capitalismo se resolvían con una combinación de destrucción de capital y
aumento de la explotación de los asalariados, pero las cosas cambiaron en
tiempos recientes y salvo en naciones de poca monta como Islandia y en el caso
de capitales pequeños como los de las empresas medianas y pequeñas que siempre
quiebran por centenares en las crisis, el capital internacional se niega a
sufrir pérdidas y usa sus recursos políticos para salvar sus corporaciones y
sus bancos quebrados. La consecuencia es que las deudas se acumulan por todas
partes, sobre todo en los bancos centrales, y el sistema adquiere un lastre
cada vez mayor. Consecuencia de las rigideces impuestas por la existencia del
euro y de la obcecación del capital mundial por evitar las pérdidas que
implicaría la liquidación de esas deudas es que en Europa la recesión ha sido
casi continua desde finales de la década pasada.
En una de
las respuestas a una pregunta del público tras su presentación en
el Festival Subversivo de Zagreb, Varoufakis dijo que en ninguna de sus
intervenciones políticas o económicas de años recientes se ha guiado por
modelos económicos, que a su juicio son absolutamente irrelevantes para
entender el capitalismo real que hoy existe. La frase tiene su meollo, porque
si no se tiene algún modelo, es imposible hacerse una idea de por dónde se
desenvuelven los fenómenos sobre los que se quiere actuar. ¿Es posible navegar
desde Barcelona a Londres sin mapa alguno que muestre los posibles itinerarios?
¿Puede entenderse un circuito eléctrico con diodos, acumuladores y transistores
sin tener en la cabeza esquemas de cómo funcionan esas cosas?
“El de las
barbas”, como Varoufakis denomina a veces a Marx, se pasó toda su vida
bosquejando planos y esquemas de ese tipo para formar con ellos un modelo
general de la economía capitalista. El modelo general está ciertamente
incompleto, los esquemas no nos permiten predecir por ejemplo que EEUU se
convertiría en la segunda mitad del siglo XX en el principal país del sistema
capitalista mundial, que revoluciones anticapitalistas tendrían lugar en Rusia
y en China (y fracasarían) y que las computadoras y la comunicación internética
cambiarían por completo la apariencia del mundo. Pero los esquemas de Marx,
abstractos en extremo como son, permiten entender por qué el capitalismo es
fuente continua de desigualdad social, por qué está abocado a crisis una y otra
vez y por qué los intentos bien o mal intencionados de regularlo o “salvarlo”
solo conducen al fracaso o a convertir a quienes los protagonizan en parte de
ese grupo de gerentes de alto copete que en España hoy reciben a menudo el
apelativo de “la casta”. Eliminar el capitalismo es ciertamente difícil y
muchos estarán de acuerdo con Varoufakis en que “la izquierda” no está
preparada para ello. Pero afirmar que de lo que se trata hoy es precisamente de
salvar el capitalismo, ¿no es negar todo lo importante que estuvo alguna vez
tras esa nebulosa idea de “la izquierda”? ¿Es compatible esa idea de salvar el
capitalismo con la defensa a corto plazo de los desempleados que pierden sus
subsidios, de los empleados que ven deteriorarse sus condiciones de trabajo, de
los que son desahuciados porque no pueden pagar la hipoteca? Defender los
intereses de quienes son golpeados por la crisis no sustenta al capitalismo, lo
debilita. Pero desde John Maynard Keynes muchos economistas se creyeron aquello
de que aumentar los salarios es bueno para los capitalistas y para el
capitalismo, porque crea más demanda y reactiva los negocios. Y parece que
Varoufakis también se lo cree. Y se lo creen muchos de Podemos. Pero no es
verdad
Vicente
Navarro sobre Marx y Keynes, o las vagas ideas económicas del reformismo
José A.
Tapia
Yo voy a
votar a Luis Alegre
Santiago
Alba Rico *
Me ha gustado
mucho la reflexión del flamante ministro griego de Finanzas, Yannis
Varoufakis, cuando se define como un “marxista errático” cuya misión -como
marxista- es la de “salvar el capitalismo de sí mismo” a fin de salvar la vida
y la dignidad de la gente, y con ello la posibilidad de ser marxista más
adelante. Podemos ni puede ni debe ser lo que quieren los Líquidos, lo que yo
mismo querría que fuese. Es un botiquín de urgencia y no un proyecto
revolucionario, salvo porque no hay nada más revolucionario hoy que un
torniquete y una tirita. Tratemos de que Podemos sea sólido como el pan -pero
no duro- y líquido como el vino -pero no derretido. Con pan y vino se
construyen las mayorías sociales sin las que ninguna verdad irrenunciable podrá
nunca ganar las elecciones para cambiar un poco nuestro país y el destino de
sus ciudadanos.
ALGUNAS
REFLEXIONES DE URGENCIA TRAS EL ÉXITO ELECTORAL DE SYRIZA
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