De la colección.
I. Lenin, Marx Engels Marxismo
EDICIONES EN
LENGUAS EXTRANJERAS PEKIN Primera edición 1980 págs. 73-80.
TRES
FUENTES Y TRES PARTES
INTEGRANTES DEL MARXISMO
INTEGRANTES DEL MARXISMO
La doctrina de Marx suscita en todo el mundo civilizado la mayor
hostilidad y el odio de toda la ciencia burguesa (tanto la oficial como la
liberal), que ve en el marxismo algo así como una "secta perniciosa".
Y no puede esperarse otra actitud, pues
en una sociedad que tiene como base la lucha de clases no puede existir una
ciencia social "imparcial". De uno u otro modo, toda la
ciencia oficial y liberal defiende la
esclavitud asalariada, mientras que el
marxismo ha declarado una guerra implacable a esa esclavitud. Esperar que
la ciencia sea imparcial en una sociedad de esclavitud asalariada, sería la
misma absurda ingenuidad que esperar imparcialidad por parte de los fabricantes
en lo que se refiere al problema de si deben aumentarse los salarios de los obreros
disminuyendo los beneficios del capital.
Pero hay más. La historia de la filosofía y la historia de la ciencia
social muestran con diáfana claridad que en el marxismo nada hay que se parezca
al "sectarismo", en el sentido de que sea una doctrina fanática,
petrificada, surgida al margen de
la vía principal que ha seguido el desarrollo de la civilización mundial. Por
el contrario, lo genial en Marx es, precisamente, que dio respuesta a los
problemas que el pensamiento de avanzada de la humanidad había planteado ya. Su
doctrina surgió como la continuación directa e inmediata de
las doctrinas de los más grandes representantes de la filosofía, la economía
política y el socialismo.
La doctrina de Marx es omnipotente porque es verdadera. Es completa y
armónica, y brinda a los hombres una concepción integral del mundo,
intransigente con toda superstición, con toda reacción y con toda defensa de la
opresión burguesa. El marxismo es el heredero legítimo de lo mejor que la
humanidad creó en el siglo XIX: la filosofía alemana, la economía política
inglesa y el socialismo francés.
Nos detendremos brevemente en estas tres fuentes del marxismo, que
constituyen, a la vez, sus partes integrantes.
I
La filosofía del marxismo es el materialismo. A lo
largo de toda la historia moderna de Europa, y en especial en Francia a fines
del siglo XVIII, donde se desarrolló la batalla decisiva contra toda la escoria
medieval, contra el feudalismo en las instituciones y en las ideas, el
materialismo se mostró como la única filosofía consecuente, fiel a todo lo que
enseñan las ciencias naturales, hostil a la superstición, a la mojigata
hipocresía, etc. Por eso, los enemigos de la democracia empeñaron todos sus
esfuerzos para tratar de "refutar", minar, difamar el materialismo y
salieron en defensa de las diversas formas del idealismo filosófico, que se
reduce siempre, de una u otra forma, a
la defensa o al apoyo de la religión.
Marx y Engels defendieron del modo más enérgico el materialismo filosófico
y explicaron reiteradas veces el profundo error que significaba toda desviación
de esa base. En las obras de Engels Ludwig Feuerbach y Anti-Dühring, que -- al igual que el Manifiesto Comunista -- son
los libros de cabecera de todo obrero con conciencia de clase, es donde
aparecen expuestas con mayor claridad y detalle sus opiniones.
Pero Marx no se detuvo en el materialismo del siglo XVIII, sino que
desarrolló la filosofía llevándola a un nivel superior. La enriqueció con los
logros de la filosofía clásica alemana, en especial con el sistema de Hegel, el
que, a su vez, había conducido al materialismo de Feuerbach. El principal de
estos logros es la dialéctica, es decir, la doctrina del desarrollo
en su forma más completa, profunda y libre de unilateralidad, la doctrina
acerca de lo relativo del conocimiento humano, que nos da un reflejo de la
materia en perpetuo desarrollo. Los novísimos descubrimientos de las ciencias
naturales -- el radio, los electrones, la trasformación de los elementos -- son
una admirable confirmación del materialismo dialéctico de Marx, quiéranlo o no
las doctrinas de los filósofos burgueses, y sus "nuevos" retornos al
viejo y decadente idealismo.
Marx profundizó y desarrolló totalmente el materialismo filosófico, e
hizo extensivo el conocimiento de la naturaleza al conocimiento de la sociedad
humana. El materialismo histórico de Marx es una enorme
conquista del pensamiento científico. Al caos y la arbitrariedad que imperan
hasta entonces en los puntos de vista sobre historia y política, sucedió una
teoría científica asombrosamente completa y armónica, que muestra cómo, en
virtud del desarrollo de las fuerzas productivas, de un sistema de vida social
surge otro más elevado; cómo del feudalismo, por ejemplo, nace el capitalismo.
Así como el conocimiento del hombre refleja la naturaleza (es decir, la
materia en desarrollo), que existe independientemente de él, así el
conocimiento social del hombre (es
decir, las diversas concepciones y doctrinas filosóficas, religiosas,
políticas, etc.), refleja el régimen
económico de la sociedad. Las instituciones políticas son la superestructura que se alza sobre la
base económica. Así vemos, por ejemplo, que las diversas formas políticas
de los Estados europeos modernos sirven para reforzar la dominación de la
burguesía sobre el proletariado.
La filosofía de Marx es un materialismo filosófico acabado, que ha
proporcionado a la humanidad, y sobre todo a la clase obrera, la poderosa arma
del saber.
II
Después de haber comprendido que el régimen económico es la base sobre
la cual se erige la superestructura política, Marx se entregó sobre todo al
estudio atento de ese sistema económico. La obra principal de Marx, El
Capital, está con sagrada al estudio del régimen económico de la sociedad
moderna, es decir, la capitalista.
La economía política clásica anterior a Marx surgió en Inglaterra, el
país capitalista más desarrollado. Adam
Smith y David Ricardo, en sus investigaciones del régimen económico,
sentaron las bases de la teoría
del valor por el trabajo Marx prosiguió su obra; demostró
estrictamente esa teoría y la desarrolló consecuentemente; mostró que el valor de toda mercancía está determinado por la cantidad
de tiempo de trabajo socialmente necesario invertido en su producción.
Allí donde los economistas
burgueses veían relaciones entre objetos (cambio de una mercancía por otra), Marx descubrió relaciones
entre personas. El cambio de mercancías expresa el vínculo
establecido a través del mercado entre los productores aislados. El
dinero, al unir indisolublemente en un todo único la vida económica íntegra
de los productores aislados, significa que este vínculo se hace cada vez más
estrecho. El capital significa un desarrollo ulterior de este
vínculo: la fuerza de trabajo del hombre
se trasforma en mercancía. El obrero asalariado vende su fuerza de trabajo al
propietario de la tierra, de las fábricas, de los instrumentos de trabajo. El obrero emplea una parte de la jornada de
trabajo en cubrir el costo de su sustento y el de su familia (salario); durante
la otra parte de la jornada trabaja gratis, creando para el capitalista la plusvalía, fuente de
las ganancias, fuente de la riqueza de la clase capitalista.
La teoría de la
plusvalía es la piedra angular de la teoría económica de Marx.
El capital, creado por
el trabajo del obrero, oprime al obrero, arruina a los pequeños propietarios y
crea un ejército de desocupados. En la industria, el triunfo de la gran producción se
advierte en seguida, pero también en la agricultura se observa ese mismo
fenómeno, donde la superioridad de la gran agricultura capitalista es
acrecentada, aumenta el empleo de maquinaria, y la economía campesina, atrapada
por el capital monetario, languidece y se arruina bajo el peso de su técnica
atrasada. En la agricultura la decadencia de la pequeña producción asume otras
formas, pero es un hecho indiscutible.
Al azotar la pequeña producción, el capital lleva al aumento de la
productividad del trabajo y a la creación de una situación de monopolio para
los consorcios de los grandes capitalistas. La misma producción va adquiriendo cada vez más un carácter social --
cientos de miles y millones de obreros ligados entre sí en un organismo
económico sistemático --, mientras que un puñado de capitalistas se apropia del
producto de este trabajo colectivo. Se
intensifican la anarquía de la producción, las crisis, la carrera desesperada
en busca de mercados, y se vuelve más insegura la vida de las masas de la
población.
Al aumentar la dependencia de los obreros hacia el capital, el sistema
capitalista crea la gran fuerza del trabajo conjunto.
Marx sigue el desarrollo del capitalismo desde los primeros gérmenes de
la economía mercantil, desde el simple trueque, hasta sus formas más elevadas,
hasta la gran producción.
Y la experiencia de todos los países capitalistas, viejos y nuevos,
demuestra claramente, año tras año, a un número cada vez mayor de obreros, la
veracidad de esta doctrina de Marx.
El capitalismo ha triunfado en el
mundo entero, pero este triunfo no es más que el preludio del triunfo del
trabajo sobre el capital.
III
Cuando fue derrocado el feudalismo y surgió en el mundo la "libre" sociedad capitalista, en seguida se puso de manifiesto que esa libertad representaba un nuevo sistema
de opresión y explotación del
pueblo trabajador. Como reflejo de esa opresión y como protesta
contra ella, aparecieron inmediatamente diversas doctrinas socialistas. Sin
embargo, el socialismo primitivo era un socialismo utópico. Criticaba
la sociedad capitalista, la condenaba, la maldecía, soñaba con su destrucción,
imaginaba un régimen superior, y se
esforzaba por hacer que los ricos se convencieran de la inmoralidad de la
explotación.
Pero el socialismo utópico no podía indicar una solución real. No podía
explicar la verdadera naturaleza de la esclavitud asalariada bajo el
capitalismo, no podía descubrir las leyes del desarrollo capitalista, ni
señalar qué fuerza social está en condiciones de convertirse
en creadora de una nueva sociedad.
Entretanto, las tormentosas revoluciones que en toda Europa, y
especialmente en Francia, acompañaron la caída del feudalismo, de la
servidumbre, revelaban en forma cada vez más palpable que la base de todo
desarrollo y su fuerza motriz era la lucha
de clases.
Ni una sola victoria de la libertad política sobre la clase feudal se
logró sin una desesperada resistencia. Ni un solo país capitalista se formó
sobre una base más o menos libre o democrática, sin una lucha a muerte entre
las diversas clases de la sociedad capitalista.
El genio de Marx consiste en haber sido el primero en deducir de ello la
conclusión que enseña la historia del mundo y en aplicar consecuentemente esas
lecciones. La conclusión a que llegó es la doctrina de la lucha
de clases.
Los hombres han sido siempre, en política, víctimas necias del engaño
ajeno y propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a descubrir detrás de
todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y
sociales, los intereses de
una u otra clase. Los que abogan por reformas y mejoras se verán siempre
burlados por los defensores de lo viejo mientras no comprendan que toda
institución vieja, por bárbara y podrida que parezca, se sostiene por la fuerza de determinadas clases dominantes. Y para
vencer la resistencia de esas clases, sólo hay un medio:
encontrar en la misma sociedad que nos
rodea, las fuerzas que pueden -- y, por su situación social, deben --
constituir la fuerza capaz de barrer lo viejo y crear lo nuevo, y educar y
organizar a esas fuerzas para la lucha.
Sólo el materialismo filosófico de Marx señaló al proletariado la salida
de la esclavitud espiritual en que se han consumido hasta hoy todas las clases
oprimidas. Sólo la teoría económica de Marx explicó la situación real del proletariado
en el régimen general del capitalismo.
En el mundo entero, desde Norteamérica hasta el Japón y desde Suecia
hasta el Africa del Sur, se multiplican organizaciones independientes del
proletariado. Este se instruye y educa al librar su lucha de clase, se despoja
de los prejuicios de la sociedad burguesa, está adquiriendo una cohesión cada
vez mayor y aprendiendo a medir el alcance de sus éxitos, templa sus fuerzas y
crece irresistiblemente.
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