Karl Marx. El Capital. Tomo I .El Proceso de Producción del Capital
Karl Marx. El Capital. Crítica de
la Economía Política
A mi inolvidable amigo, el intrépido, fiel, noble paladín del
proletariado
WILHELM WOLFF Nació en Tarnau, el 21 de junio de 1809.Murió
en Manchester, en el exilio, el 9 de mayo de 1864.
PROLOGO A
LA PRIMERA EDICION
[a]
La obra cuyo primer tomo entrego al público es la continuación de mi trabajo
"Contribución a la crítica
de la economía política", publicado en 1859. La prolongada pausa entre comienzo y
continuación se debió a una enfermedad que me ha aquejado durante años e
interrumpido una y otra vez mi labor.
En el primer capítulo del presente tomo se resume el contenido
de ese escrito anterior [2]. Y ello, no sólo para ofrecer una
presentación continúa y completa. Se ha mejorado la exposición. En la medida en
que las circunstancias lo permitieron, ampliamos el desarrollo de muchos puntos
que antes sólo se bosquejaban, mientras que, a la inversa, aquí meramente se
alude a aspectos desarrollados allí con detenimiento. Se suprimen ahora por
entero, naturalmente, las secciones sobre la historia de la teoría del
valor y del dinero. Con todo, el lector del escrito precedente encontrará,
en las notas del capítulo primero, nuevas fuentes para la historia de dicha
teoría.
Los comienzos son siempre difíciles, y esto rige para todas las ciencias. La
comprensión del primer capítulo, y en especial de la parte dedicada
al análisis de la mercancía, presentará por tanto la dificultad
mayor. He dado el carácter más popular posible a lo que se refiere más
concretamente al análisis de la sustancia y magnitud del valor [3b]. [6] La forma
de valor, cuya figura acabada es la forma de dinero, es sumamente simple y
desprovista de contenido. No obstante, hace más de dos mil años que la
inteligencia humana procura en vano desentrañar su secreto, mientras que ha
logrado hacerlo, cuando menos aproximadamente, en el caso de formas mucho más
complejas y llenas de contenido. ¿Por qué? Porque es más fácil estudiar el
organismo desarrollado que las células que lo componen.
Cuando
analizamos las formas económicas, por otra parte, no podemos servirnos del
microscopio ni de reactivos químicos. La facultad de abstraer debe hacer las
veces del uno y los otros.
Para la sociedad burguesa la forma de mercancía, adoptada por el
producto del trabajo, o la forma de valor de la mercancía, es
la forma celular económica. Al profano le parece que analizarla no
es más que perderse en meras minucias y sutileza. Se trata, en
efecto, de minucias y sutilezas, pero de la misma manera que es a
ellas a que se consagra la anatomía micrológica.
Exceptuando el apartado referente a la forma de valor, a esta obra no se la
podrá acusar de ser difícilmente comprensible. Confío, naturalmente, en que sus
lectores serán personas deseosas de aprender algo nuevo y, por tanto, también
de pensar por su propia cuenta.
El físico observa los procesos naturales allí donde se presentan en la forma
más nítida y menos oscurecidos por influjos perturbadores, o bien, cuando es
posible, efectúa experimentos en condiciones que aseguren el transcurso
incontaminado del proceso. Lo que he de investigar en esta obra es el modo
de producción capitalista y las relaciones de producción e intercambio a
él correspondientes. La sede clásica de ese modo de producción es, hasta hoy,
Inglaterra. Es éste el motivo por el cual, al desarrollar mi teoría, me sirvo
de ese país como principal fuente de ejemplos. [7] Pero si el
lector alemán se encogiera farisaicamente de hombros ante la situación de los
trabajadores industriales o agrícolas ingleses, o si se consolara con la idea
optimista de que en Alemania las cosas distan aún de haberse deteriorado tanto,
me vería obligado a advertirle: De te fabula narratur! [¡A ti se
refiere la historia!] [4].
En sí, y para sí, no se trata aquí del mayor o menor grado alcanzado, en su
desarrollo, por los antagonismos sociales que resultan de las leyes naturales
de la producción capitalista. Se trata de estas leyes mismas, de
esas tendencias que operan y se imponen con férrea necesidad.
El país industrialmente más desarrollado no hace sino mostrar al menos
desarrollado la imagen de su propio futuro.
Pero dejemos esto a un lado. Donde la producción capitalista se ha aclimatado
plenamente entre nosotros, por ejemplo en las fábricas propiamente dichas, las
condiciones son mucho peores que en Inglaterra, pues falta el
contrapeso de las leyes fabriles. En todas las demás esferas nos atormenta, al
igual que en los restantes países occidentales del continente europeo, no sólo
el desarrollo de la producción capitalista, sino la falta de ese desarrollo.
Además de las miserias modernas, nos agobia toda una serie de miserias
heredadas, resultantes de que siguen vegetando modos de producción vetustos,
meras supervivencias, con su cohorte de relaciones sociales y políticas anacrónicas.
No sólo padecemos a causa de los vivos, sino también de los muertos. Le
mort saisit le vif! [¡El muerto atrapa al vivo!] [5]bis
Comparada con la inglesa, la estadística social de Alemania y de los demás
países occidentales del continente europeo es paupérrima. Aun así, descorre el
velo lo suficiente para que podamos vislumbrar detrás del mismo una cabeza de
Medusa. Nuestras propias condiciones nos llenarían de horror si
nuestros gobiernos y parlamentos, como en Inglaterra, designaran periódicamente
comisiones investigadoras de la situación económica; si a esas comisiones se
les confirieran los mismos plenos poderes de que gozan en Inglaterra para
investigar la verdad; si a tales efectos se pudiera encontrar hombres tan
competentes, imparciales e inflexibles como los inspectores fabriles ingleses,
como sus autores de informes médicos acerca de la "Public Health"
(salud pública), sus funcionarios encargados de investigar la explotación de
las mujeres y los niños y las [8] condiciones de vivienda y de
alimentación, etc. Perseo se cubría con un yelmo de niebla para perseguir a los
monstruos [6]. Nosotros nos encasquetamos el yelmo
de niebla, cubriéndonos ojos y oídos para poder negar la existencia de los
monstruos.
No debemos engañarnos. Así como la guerra norteamericana por la independencia,
en el siglo XVIII, tocó a rebato para la clase media europea, la guerra civil
norteamericana del siglo XIX hizo otro tanto con la clase obrera europea. En
Inglaterra el proceso de trastocamiento es tangible. Al alcanzar cierto nivel,
habrá de repercutir en el continente. Revestirá allí formas más brutales o más
humanas, conforme al grado de desarrollo alcanzado por la clase obrera misma.
Prescindiendo de motivos más elevados, pues, su propio y particularísimo
interés exige de las clases hoy dominantes la remoción de todos los obstáculos
legalmente fiscalizables que traban el desarrollo de la clase obrera. Es por
eso que en este tomo he asignado un lugar tan relevante, entre otras cosas, a
la historia, el contenido y los resultados de la legislación fabril inglesa.
Una nación debe y puede aprender de las otras. Aunque una sociedad haya
descubierto la ley natural que preside su propio movimiento y
el objetivo último de esta obra es, en definitiva, sacar a la luz la
ley económica que rige el movimiento de la sociedad moderna, no puede
saltearse fases naturales de desarrollo ni abolirlas por decreto. Pero puede
abreviar y mitigar los dolores del parto.
Dos palabras para evitar posibles equívocos. No pinto de color de rosa, por
cierto, las figuras del capitalista y el terrateniente. Pero aquí sólo se trata
de personas en la medida en que son la personificación
de categorías económicas, portadores de determinadas relaciones e intereses de
clase. Mi punto de vista, con arreglo al cual concibo como proceso
de historia natural el desarrollo de la formación económico-social, menos
que ningún otro podría responsabilizar al individuo por relaciones de las
cuales él sigue siendo socialmente una criatura por más que subjetivamente
pueda elevarse sobre las mismas.
En el dominio de la economía política, la investigación científica
libre no solamente enfrenta al mismo enemigo que en todos los demás
campos. La naturaleza peculiar de su objeto convoca a la lid contra ella a las
más violentas, mezquinas y aborrecibles pasiones del corazón [9] humano:
las furias del interés privado. La Alta Iglesia de Inglaterra [7], por ejemplo, antes perdonará el
ataque a treinta y ocho de sus treinta y nueve artículos de fe que a un
treintainueveavo de sus ingresos. Hoy en día el propio ateísmo es culpa
levis [pecado venial] si se lo compara con la crítica a las relaciones
de propiedad tradicionales. No se puede desconocer, con todo, que en este
aspecto ha habido cierto progreso. Me remito, por ejemplo, al libro azul [8] publicado hace pocas semanas:
"Correspondence with Her Majesty's Missions Abroad, Regarding Industrial
Questions and Trade Unions". Los representantes de la corona inglesa en el
extranjero manifiestan aquí, sin circunloquios, que en Alemania, Francia, en
una palabra, en todos los estados civilizados del continente europeo, la
transformación de las relaciones existentes entre el capital y el trabajo es
tan perceptible e inevitable como en Inglaterra. Al mismo tiempo, allende el
Océano Atlántico, el señor Wade, vicepresidente de los Estados Unidos de
Norteamérica, declaraba en mítines públicos: tras la abolición de la esclavitud, pasa al orden del día la
transformación de las relaciones del capital y las de la propiedad de la tierra.
Son signos de la época, que no se dejan encubrir ni por mantos de púrpura ni
con negras sotanas. No anuncian que ya mañana vayan a ocurrir milagros. Revelan
cómo hasta en las clases dominantes apunta el presentimiento de que la sociedad
actual no es un inalterable cristal, sino un organismo sujeto a cambios y
constantemente en proceso de transformación.
El segundo tomo de esta obra versará en torno al proceso
de circulación del capital (libro segundo) y a las configuraciones del
proceso en su conjunto (libro tercero); el tercero y
final (libro cuarto), a la historia de la teoría[9].
Bienvenidos todos los juicios fundados en una crítica científica. En cuanto a
los prejuicios de la llamada opinión pública, a la que nunca he
hecho concesiones, será mi divisa, como siempre, la del gran florentino: Segui
il tuo corso, e lascia dir le genti!
[¡Sigue tu camino y deja que la gente hable!][10]
KARL MARX
Londres, 25 de julio de 1867.
[11]
EPILOGO A
LA SEGUNDA EDICION
Debo, para empezar, informar a los lectores de la primera edición sobre las
modificaciones introducidas en la segunda. Salta a la vista la mejor
subdivisión de la obra. En todos los casos, las notas suplementarias están
indicadas como notas de la segunda edición. En lo referente al texto mismo, lo
más importante es lo siguiente:
Capítulo I, 1: hemos efectuado con mayor rigor
científico la derivación del valor mediante el análisis de las ecuaciones en
las que se expresa todo valor de cambio; del mismo modo, se ha destacado de
manera expresa el nexo, en la primera edición apenas indicado, entre la sustancia del valor y la
determinación de la magnitud de éste por el tiempo de trabajo socialmente
necesario. Se ha reelaborado íntegramente el capítulo I, 3 (La forma de
valor), tal como ya lo exigía la exposición doble de la primera edición. Dejo
constancia, de paso, que esa exposición doble me la había sugerido en Hanóver
mi amigo el doctor Ludwig Kugelmann. Me encontraba de visita en su casa,
en la primavera de 1867, cuando llegaron de Hamburgo las primeras galeras, y
fue él quien me persuadió de que hacía falta, para la mayor parte de los
lectores, una exposición suplementaria y más didáctica de la forma de valor. Se
ha modificado en gran parte el último apartado del capítulo I, "El
carácter fetichista de la mercancía, etc." Hemos revisado cuidadosamente
el capítulo III, 1 (La medida de los valores), puesto que en la primera
edición, en la que nos remitíamos al estudio que del punto habíamos efectuado
en la "Contribución a la [12] crítica
de la economía política", Berlín, 1859, tratamos con negligencia ese
apartado. Reelaboramos considerablemente el capítulo VII, y en especial el
apartado 2.
No sería provechoso referirse en detalle a las modificaciones incidentales, a
menudo puramente estilísticas, efectuadas en el texto. Están dispersas por todo
el libro. No obstante, al revisar la traducción francesa que se está publicando
en París, he llegado a la conclusión de que más de una parte del original
alemán haría requerido una reelaboración radical aquí, allí una mayor
corrección de estilo, o también una supresión más cuidadosa de ocasionales
inexactitudes. Faltó el tiempo para ello, pues la noticia de que se había
agotado el libro y debía comenzarse a imprimir la segunda edición ya en enero
de 1872, no la recibí hasta el otoño de 1871, en momentos en que me hallaba,
además, ocupado en otros trabajos urgentes.
La rápida comprensión con que amplios círculos de la clase obrera alemana
recibieron "El capital" es la mejor recompensa por mi trabajo. Un
hombre que en lo económico representa el punto de vista burgués, el fabricante
vienés señor Mayer, expuso certeramente en un folleto [11] publicado durante la guerra
franco-prusiana que la gran capacidad teórica que pasa por ser el patrimonio
alemán, ha abandonado totalmente a las clases presuntamente cultas de Alemania
y renace, por el contrario, en su clase obrera [c].
La economía política ha seguido siendo en Alemania, hasta la hora actual, una
ciencia extranjera. En su "Geschichtliche Darstellung des Handels, der
Gewerbe usw.", y particularmente en los dos primeros tomos de la obra,
publicados en 1830, Gustav von Gülich examinó ya las circunstancias históricas
que obstruyeron, entre nosotros, el desarrollo del modo de producción
capitalista, y por tanto también el que se constituyera la sociedad burguesa
moderna. Faltaba, pues, el suelo nutricio de la economía política. Se la
importó, en calidad de mercancía ya terminada, de Inglaterra y Francia; los
profesores alemanes de esa ciencia siguieron siendo discípulos. En sus manos,
la expresión teórica de una realidad extranjera se transformó en colección de
dogmas, interpretados por ellos conforme al espíritu del mundo pequeñoburgués
que los [13] rodeaba, y en consecuencia mal interpretados. Se
procuraba ocultar el sentimiento de impotencia científica no totalmente
reprimible , la conciencia poco tranquilizadora de tener que oficiar de dómines
en un territorio que en realidad les era extraño, bajo el relumbrón de la
sapiencia histórico-literaria o mediante la mezcla de ingredientes extraños,
tomados en préstamo de las llamadas ciencias de cámara [12], un revoltijo de conocimientos a cuyo
purgatorio debe someterse el esperanzado [d] candidato a la burocracia
alemana.
A partir de 1848 la producción capitalista se desarrolló rápidamente en
Alemania, y hoy en día ha llegado ya a su habitual floración de fraudes y
estafas. Pero la suerte sigue siendo esquiva a nuestros especialistas. Mientras
pudieron cultivar desprejuiciadamente la economía política, faltaban en la
realidad alemana las modernas relaciones económicas. Y no bien surgieron dichas
relaciones, ello ocurrió en circunstancias que ya no permitían su estudio sin
prejuicios dentro de los confines del horizonte intelectual burgués. En la
medida en que es burguesa, esto es, en la medida en que se considera el orden
capitalista no como fase de desarrollo históricamente transitoria, sino, a la inversa,
como figura absoluta y definitiva de la producción social, la economía política
sólo puede seguir siendo una ciencia mientras la lucha de clases se mantenga
latente o se manifieste tan sólo episódicamente.
Veamos el caso de Inglaterra. Su economía política clásica coincide con el
período en que la lucha de clases no se había desarrollado. Su último gran
representante, Ricardo, convierte por fin, conscientemente, la antítesis entre
los intereses de clase, entre el salario y la ganancia, entre la ganancia y la
renta de la tierra, en punto de partida de sus investigaciones, concibiendo
ingenuamente esa antítesis como ley natural de la sociedad. Pero con ello la
ciencia burguesa de la economía había alcanzado sus propios e infranqueables
límites. La crítica, en la persona de Sismondi, se enfrentó a aquélla ya en
vida de Ricardo, y en oposición a él [13].
La época subsiguiente, 1820-1830, se distingue en Inglaterra por la vitalidad
científica que se manifiesta en [14] el dominio de la economía
política. Fue el período tanto de la vulgarización y difusión de la teoría
ricardiana como de su lucha con la vieja escuela. Se celebraron brillantes
torneos. Las contribuciones efectuadas entonces son poco conocidas en el
continente europeo, ya que en gran parte la polémica está diseminada en
artículos de revistas, escritos ocasionales y folletos. El carácter
desprejuiciado de esta polémica aunque la teoría ricardiana sirve excepcionalmente,
también, como arma de ataque contra la economía burguesa se explica por las
circunstancias de la época. Por una parte, la gran industria salía apenas de su
infancia, como lo demuestra el mero hecho de que el ciclo periódico de su vida
moderna no es inaugurado sino por la
crisis de 1825. Por otra parte, la
lucha de clases entre el capital y el trabajo quedaba relegada a un segundo
plano: políticamente por la contienda que oponía el bando formado por los
gobiernos y los señores feudales congregados en la Santa Alianza, a las masas
populares, acaudilladas por la burguesía, económicamente, por la querella entre
el capital industrial y la propiedad aristocrática de la tierra, pendencia que
en Francia se ocultaba tras el antagonismo entre la propiedad parcelaria y la
gran propiedad rural, y que en Inglaterra irrumpió abiertamente con las leyes
cerealeras. La literatura económica inglesa correspondiente a esa época
recuerda el período de efervescencia polémica que sobrevino en Francia tras la
muerte del doctor Quesnay, pero sólo de la manera en que el veranillo de San
Martín recuerda la primavera. Con el año 1830 se inicia la crisis definitiva,
concluyente.
La burguesía, en Francia e Inglaterra, había conquistado el poder político.
Desde ese momento la lucha de clases, tanto en lo práctico como en lo teórico,
revistió formas cada vez más acentuadas y amenazadoras. Las campanas tocaron a
muerto por la economía burguesa científica. Ya no se trataba de si este o aquel
teorema era verdadero, sino de si al capital le resultaba útil o perjudicial,
cómodo o incómodo, de si contravenía o no las ordenanzas policiales. Los
espadachines a sueldo sustituyeron a la investigación desinteresada, y la mala
conciencia y las ruines intenciones de la apologética ocuparon el sitial de la
investigación científica sin prejuicios. De todos modos, hasta los machacones
opúsculos que la Anti-CornLaw League [14], encabezada por los fabricantes
Cobden [15] y Bright, sembró a todos los vientos, presentaban
aunque no un interés científico cuando menos un interés histórico por su
polémica contra la aristocracia terrateniente. Pero la legislación
librecambista, de sir Robert Peel en adelante, arrancó este último aguijón a la
economía vulgar.
La revolución continental de 1845-1849 [e] repercutió también en
Inglaterra. Quienes aspiraban aún a tener cierta relevancia científica y se
resistían a ser simples sofistas y sicofantes de las clases dominantes,
procuraron compaginar la economía política del capital con las reivindicaciones
del proletariado, a las que ya no era posible seguir desconociendo. De ahí ese
insípido sincretismo cuyo representante más destacado es John Stuart Mill.
Trátase de una declaración de bancarrota por parte de la economía
"burguesa" [15], tal como lo ha esclarecido
magistralmente el gran sabio y crítico ruso Nikolái Chernishevski en su obra "Lineamientos de la
economía política, según Mill".
En Alemania, pues, el modo de producción capitalista alcanzó su madurez después
que su carácter antagónico se hubiera revelado tumultuosamente en Francia e
Inglaterra a través de luchas históricas y cuando el proletariado alemán tenía
ya una conciencia teórica de clase mucho más arraigada que la burguesía del
país. Por lo tanto, apenas pareció que aquí ilegaría a ser posible una ciencia
burguesa de la economía política, la misma se había vuelto, una vez más,
imposible.
En estas circunstancias, sus portavoces se escindieron en dos bandos. Una gente
sagaz, ávida de lucro, práctica se congregaron bajo la bandera de Bastiat, el
representante más pedestre y por lo tanto más cabal de la apologética economía
vulgar, los otros, orgullosos de la dignidad profesoral de su ciencia,
siguieron a John Stuart Mill en el intento de conciliar lo inconciliable. Tal
como en la época clásica de la economía burguesa, al producirse la decadencia
de ésta los alemanes siguieron siendo meros aprendices, reiteradores e
imitadores, vendedores ambulantes y al pormenor de los mayoristas extranjeros.
El peculiar desarrollo histórico de la sociedad alemana, pues, cerraba las
puertas del país a todo desarrollo original de la economía
"burguesa" [16], pero no a su crítica. En la medida
en que tal crítica representa, en general, a una [16] clase,
no puede representar sino a la clase cuya
misión histórica consiste en trastocar el modo de producción capitalista y
finalmente abolir las clases: el proletariado.
En un principio, los portavoces cultos e ignaros de la burguesía alemana
procuraron aniquilar "El capital" por medio del silencio, tal como
habían logrado hacer con mis obras anteriores. Cuando esa táctica ya no se
ajustó a las demandas de la época, se pusieron a redactar, con el pretexto de
criticar mi libro, instrucciones "para tranquilizar la conciencia
burguesa", pero encontraron en la prensa obrera véanse por ejemplo los
artículos de Joseph Dietzgen en el "Volksstaat" [17] paladines superiores, a los que
aun hoy deben la respuesta [18].
En la primavera de 1872 apareció en San Petersburgo una excelente traducción
rusa de "El capital". La edición, de 3.000 ejemplares, ya está
prácticamente agotada. En 1871 el señor Nikolái Sieber, profesor de economía
política en la Universidad de Kíev, había presentado ya, en su obra
"Teoríia tsénnosti i kapitala D. Ricardo" ("La teoría de David
Ricardo sobre el valor y el capital), mi teoría del valor, del dinero y del
capital, en sus lineamientos fundamentales, como desenvolvimiento necesario de
la doctrina de Smith-Ricardo. En la lectura de esta meritoria obra, lo que
sorprende al europeo occidental es que el autor mantenga consecuentemente un
punto de vista teórico puro.
[17] El método aplicado en "El capital" ha sido poco
comprendido, como lo demuestran ya las apreciaciones, contradictorias entre sí,
acerca del mismo.
Así, la "Revue Positiviste" [19] de París me echa en cara, por
una parte, que enfoque metafísicamente la economía, y por la otra ¡adivínese!
que me limite estrictamente al análisis crítico de lo real, en vez de formular
recetas de cocina (¿comtistas?) para el bodegón del porvenir. En cuanto a la
inculpación de metafísica, observa el profesor Sieber: "En lo que respecta
a la teoría propiamente dicha, el método de Marx es el método deductivo de toda
la escuela inglesa, cuyos defectos y ventajas son comunes a los mejores
economistas teóricos" [20]. El señor Maurice Block "Les
théoriciens du socialisme en Allemagne". "Extrait du Journal des
Économistes, juillet et août 1872 descubre que mi método es analítico y dice,
entre otras cosas: "Con esta obra, el señor Marx se coloca al nivel de las
mentes analíticas más eminentes". Los críticos literarios alemanes alborotan,
naturalmente, acusándome de sofistería hegueliana. La revista de San
Petersburgo "Viéstñik levropi" ("El Mensajero de Europa"),
en un artículo dedicado exclusivamente al método de "El capital"
(número de mayo de 1872, pp. 427-436), encuentra que mi método de investigación
es estrictamente realista, pero el de exposición, por desgracia,
dialéctico-alemán. Dice así: "A primera vista, y si juzgamos por la forma
externa de la exposición, Marx es el más idealista de los filósofos, y
precisamente en el sentido alemán, esto es, en el mal sentido de la palabra.
Pero en rigor es infinitamente más realista que todos sus predecesores en el
campo de la crítica económica... En modo alguno se lo puede llamar
idealista". No puedo dar más cumplida respuesta al autor de ese artículo [21] que transcribir algunos
extractos de su propia crítica, que tal vez interesen, además, a no pocos de
los lectores para los cuales es inaccesible el original ruso.
Luego de citar un pasaje de mi Prólogo a la "Crítica de la economía
política" (Berlín, 1859, pp. IV-VII), en el que discuto la base
materialista de mi método, prosigue el autor:
"Para Marx, sólo una cosa es importante: encontrar la ley de los fenómenos
en cuya investigación se ocupa. Y no sólo le resulta importante la ley que los
rige cuando han adquirido una forma acabada y se hallan en la interrelación que
se observa en un período determinado. Para él [18] es
importante, además, y sobre todo, la ley que gobierna su transformación, su
desarrollo, vale decir, la transición de una a otra forma, de un orden de
interrelación a otro. No bien ha descubierto esa ley, investiga
circunstanciadamente los efectos a través de los cuales se manifiesta en la
vida social... Conforme a ello, Marx sólo se empeña en una cosa: en demostrar,
mediante una rigurosa investigación científica, la necesidad de determinados
órdenes de las relaciones sociales y, en la medida de lo posible, comprobar de
manera inobjetable los hechos que le sirven de puntos de partida y de apoyo. A
tal efecto, basta plenamente que demuestre, al tiempo que la necesidad del
orden actual, la necesidad de otro orden en que aquél tiene que transformarse
inevitablemente, siendo por entero indiferente que los hombres lo crean o no,
que sean o no conscientes de ello. Marx concibe el movimiento social como un
proceso de historia natural, regido por leyes que no sólo son independientes de
la voluntad, la conciencia y la intención de los hombres, sino que, por el
contrario, determinan su querer, conciencia e intenciones... Si el elemento
consciente desempeña en la historia de la civilización un papel tan subalterno,
ni qué decir tiene que la crítica cuyo objeto es la civilización misma, menos
que ninguna otra puede tener como base una forma o un resultado cualquiera de
la conciencia. O sea, no es la idea, sino únicamente el fenómeno externo lo que
puede servirle de punto de partida. La crítica habrá de reducirse a cotejar o
confrontar un hecho no con la idea sino on otro hecho. Lo importante para ella,
sencillamente, es que se investiguen ambos hechos con la mayor precisión
posible y que éstos constituyan en realidad, el uno con respecto al otro,
diversas fases de desarrollo, le importa, ante todo, que no se escudriñe con
menor exactitud la serie de los órdenes, la sucesión y concatenación en que se
presentan las etapas de desarrollo. Pero, se dirá, las leyes generales de la
vida económica son unas, siempre las mismas, siendo de todo punto indiferente
que se las aplique al pasado o al presente. Es esto, precisamente, lo que niega
Marx. Según él no existen tales leyes abstractas... En su opinión, por el
contrario, cada período histórico tiene sus propias leyes... Una vez que la
vida ha hecho que caduque determinado período de desarrollo, pasando de un
estadio a otro, comienza a ser regida por otras leyes. En una palabra, la [19] vida
económica nos ofrece un fenómeno análogo al que la historia de la evolución nos
brinda en otros dominios de la biología... Al equipararlas a las de la física y
las de la química, los antiguos economistas desconocían la naturaleza de las
leyes económicas... Un análisis más profundo de los fenómenos demuestra que los
organismos sociales se diferencian entre sí tan radicalmente como los
organismos vegetales de los animales... Es más: exactamente el mismo fenómeno
está sometido a leyes por entero diferentes debido a la distinta estructura
general de aquellos organismos, a la diferenciación de sus diversos órganos, a
la diversidad de las condiciones en que funcionan, etcétera. Marx niega, a modo
de ejemplo, que la ley de la población sea la misma en todas las épocas y todos
los lugares. Asegura, por el contrario, que cada etapa de desarrollo tiene su
propia ley de la población... Con el diferente desarrollo de la fuerza
productiva se modifican las relaciones y las leyes que las rigen. Al fijarse
como objetivo el de investigar y dilucidar, desde este punto de vista, el orden
económico capitalista, no hace sino formular con rigor científico la meta que debe proponerse toda investigación exacta
de la vida económica... El valor científico de tal investigación radica en la
elucidación de las leyes particulares que rigen el surgimiento, existencia,
desarrollo y muerte de un organismo social determinado y su remplazo por otro,
superior al primero. Y es éste el valor que, de hecho, tiene la obra de
Marx."
Al caracterizar lo que él llama mi verdadero método de una manera tan certera,
y tan benévola en lo que atañe a mi empleo personal del mismo, ¿qué hace el
articulista sino describir el método dialéctico?
Ciertamente, el modo de exposición debe distinguirse, en lo formal, del modo de
investigación. La investigación debe apropiarse pormenorizadamente de su
objeto, analizar sus distintas formas de desarrollo y rastrear su nexo interno.
Tan sólo después de consumada esa labor, puede exponerse adecuadamente el
movimiento real. Si esto se logra y se llega a reflejar idealmente la vida de
ese objeto es posible que al observador le parezca estar ante una construcción
apriorística.
Mi método dialéctico no sólo difiere del de Hegel, en cuanto a sus fundamentos,
sino que es su antítesis directa. Para Hegel el proceso del pensar, al que
convierte [20] incluso, bajo el nombre de idea, en un sujeto
autónomo, es el demiurgo de lo real; lo real no es más que su manifestación
externa. Para mí, a la inversa, lo ideal no es sino lo material traspuesto y
traducido en la mente humana.
Hace casi treinta años sometí a crítica el aspecto mistificador de la
dialéctica hegueliana, en tiempos en que todavía estaba de moda. Pero
precisamente cuando trabajaba en la preparación del primer tomo de "El
Capital", los irascibles, presuntuosos y mediocres epígonos que llevan hoy
la voz cantante en la Alemania culta [22], dieron en tratar a Hegel como el bueno de Moses Mendelssohn
trataba a Spinoza en tiempos de Lessing: como a un "perro muerto". Me
declaré abiertamente, pues, discípulo de aquel gran pensador, y llegué incluso
a coquetear aquí y allá, en el capítulo acerca de la teoría del valor, con el
modo de expresión que le es peculiar. La mistificación que sufre la dialéctica
en manos de Hegel, en modo alguno obsta para que haya sido él quien, por vez primera,
expuso de manera amplia y consciente las formas generales del movimiento de
aquélla. En él la dialéctica está puesta al revés. Es necesario darla vuelta,
para descubrir así el núcleo racional que se oculta bajo la envoltura mística.
En su forma mistificada, la dialéctica estuvo en boga en Alemania, porque
parecía glorificar lo existente. En su figura racional, es escándalo y
abominación para la burguesía y sus portavoces doctrinarios, porque en la
intelección positiva de lo existente incluye también, al propio tiempo, la
inteligencia de su negación, de su necesaria ruina, porque concibe toda forma
desarrollada en el fluir de su movimiento, y por tanto sin perder de vista su
lado perecedero, porque nada la hace retroceder y es, por esencia, crítica y
revolucionaria.
El movimiento contradictorio de la sociedad capitalista se le revela al burgués
práctico, de la manera más contundente, durante las vicisitudes del ciclo
periódico que recorre la industria moderna y en su punto culminante: la crisis
general. Esta crisis nuevamente se aproxima, aunque aún se halle en sus
prolegómenos, y por la universalidad de su escenario y la intensidad de sus
efectos, atiborrará de dialéctica hasta a los afortunados advenedizos del nuevo
Sacro Imperio prusiano-germánico.
KARL MARX
Londres, 24 de enero de 1873.
[21]
PROLOGO Y
EPILOGO
A LA
EDICION FRANCESA
Londres, 18 de marzo de 1872.
Al ciudadano Maurice La Châtre.
Estimado ciudadano:
Aplaudo su idea de publicar por entregas periódicas la traducción de "Das
Kapital". En esta forma la obra será más accesible a la clase obrera,
consideración que para mí prevalece sobre cualquier otra.
Es ése el lado bueno de la medalla, pero veamos el reverso: el método de
análisis empleado por mí, y que hasta el presente no había sido aplicado a las
cuestiones económicas, hace que la lectura de los primeros capítulos resulte no
poco ardua, y es de temer que el público francés, siempre impaciente por llegar
a las conclusiones, ávido de conocer la relación entre los principios generales
y los problemas inmediatos que lo apasionan, se desaliente al ver que no puede
pasar adelante de buenas a primeras.
Nada puedo contra ese inconveniente, sin embargo, salvo advertir y prevenir
acerca de él a los lectores que buscan la verdad. En la ciencia no hay caminos
reales, y sólo tendrán esperanzas de acceder a sus cumbres luminosas aquellos
que no teman fatigarse al escalar por senderos escarpados.
Reciba usted, estimado ciudadano, las seguridades de mi devoto aprecio.
KARL MARX
Traducidos del original francés.
[22]
AL LECTOR
El señor Joseph Roy se había comprometido a efectuar una traducción lo más
exacta, e incluso lo más literal que fuera posible; ha cumplido
escrupulosamente su tarea. Pero esa misma escrupulosidad me ha obligado a
alterar la redacción, a fin de volverla más accesible al lector. Estos
retoques, introducidos en el correr de los días porque el libro se publicó por
entregas, se efectuaron con despareja atención y, seguramente, fueron causa de
discordancias estilísticas.
Habiendo emprendido ese trabajo de revisión, terminé por extenderlo también al
cuerpo del texto original (la segunda edición alemana), simplificando algunos
análisis, completando otros, incluyendo materiales históricos o estadísticos
suplementarios, agregando apreciaciones críticas, etcétera. Sean cuales fueren
las imperfecciones literarias de la presente edición francesa, la misma posee
un valor científico independiente del original y deben consultarla incluso los
lectores familiarizados con la lengua alemana.
Reproduzco a continuación aquellos pasajes del epílogo a la segunda edición
alemana dedicados al desarrollo de la economía política en Alemania y al método
empleado en esta obra [g].
KARL MARX
Londres, 25 de abril de 1875.
[23]
PROLOGO A
LA TERCERA EDICION
[ALEMANA]
No le fue posible a Marx dejar lista para la imprenta esta tercera edición. El
formidable pensador ante cuya grandeza se inclinan hoy hasta sus propios
adversarios, murió el 14 de marzo de 1883.
Sobre mí, que he perdido con él al amigo de cuatro decenios, al amigo mejor y
más constante y a quien debo más de lo que pueda expresarse con palabras, recae
ahora el deber de preparar tanto esta tercera edición como la del tomo segundo,
cuyo manuscrito dejó al morir. De cómo he cumplido con la parte primera de ese
deber, he de rendir cuenta al lector en este lugar.
Marx, en un principio, proyectaba reelaborar en gran parte el texto del primer
tomo, elucidar con más rigor diversos puntos teóricos, añadir otros nuevos,
completar el material histórico y estadístico con datos recientes y actuales.
Su precario estado de salud y la necesidad imperiosa de emprender la redacción
definitiva del segundo tomo, lo indujeron a renunciar a aquel propósito. Sólo
había que modificar lo estrictamente necesario, y no incorporar más que las
adiciones contenidas ya en la edición francesa (Karl Marx, "Le capital",
París, Lachâtre, 1873) [23], publicada en el ínterin.
Entre los papeles dejados por Marx se encontró luego un ejemplar de la edición
alemana, corregido en algunas partes por el autor y provisto de referencias a
la edición francesa; asimismo, un ejemplar de ésta en el que había señalado con
precisión los pasajes que se debía utilizar. Estas modificaciones y agregados
se limitan, con escasas [24] excepciones a la última parte del
libro, a la sección intitulada "El proceso de acumulación del
capital". En este caso el texto publicado se ajustaba, más que en otros,
al proyecto original, mientras que las secciones precedentes habían sido objeto
de una reelaboración más sustancial. El estilo era, por tal motivo, más
vigoroso y homogéneo, pero también menos esmerado; el texto estaba salpicado de
anglicismos y en ciertos pasajes era oscuro; en el curso de la exposición
aparecían, aquí y allá, ciertas lagunas, puesto que determinados puntos
importantes estaban apenas bosquejados.
En lo que toca al estilo, el propio Marx había revisado a fondo varios
capítulos, dándome con ello, así como en frecuentes indicaciones verbales, la
pauta de hasta dónde debía proceder yo en la supresión de términos técnicos
ingleses y demás anglicismos. Sin duda, Marx habría reelaborado más los
agregados y complementos y sustituido el pulido francés por su conciso alemán;
tuve que contentarme con traducirlos ajustándome lo más posible al texto
original.
En esta tercera edición, por ende, no se ha modificado una sola palabra de la
que yo no sepa con certeza que el propio autor la habría cambiado. No podía
ocurrírseme siquiera introducir en "El capital" la difundida jerga en
que suelen expresarse los economistas alemanes, ese galimatías según el cual,
por ejemplo la persona que, contra pago en dinero, hace que otro le dé trabajo,
se denomina Arbeitgeber [dador de trabajo] [h], y Arbeitnehmer [tomador de
trabajo] [i] aquel cuyo trabajo se recibe a
cambio de un salario. También en francés se usa la palabra "travail",
en la vida corriente, en el sentido de "ocupación". Pero los
franceses tildarían de loco, y con razón, al economista que quisiera llamar al
capitalista "donneur de travail" [dador de trabajo] y al obrero
"receveur de travail" [receptor de trabajo].
Tampoco me tomé la libertad de reducir a sus equivalentes alemanes modernos las
unidades inglesas de moneda, peso y medida. Cuando salió a luz la primera
edición, en Alemania había tantos tipos de pesos y medidas como días en el año,
y por añadidura dos clases de marcos (el Reichsmarksólo circulaba
por entonces en la cabeza de Soetbeer, quien lo había inventado a fines del
decenio de 1830), otras dos de florines y como mínimo tres clases de táleros,
entre ellos uno cuya unidad era el "nuevo dos tercios" [24]. En las ciencias naturales
prevalecía el sistema métrico decimal; en el mercado mundial, los pesos y
medidas ingleses. En tales circunstancias, estas últimas unidades de medida
eran de rigor en una obra que se veía obligada a tomar sus datos fácticos, casi
exclusivamente, de las condiciones imperantes en la industria inglesa. Y esta
razón sigue siendo aun hoy la de más peso, y tanto más por cuanto,
prácticamente, las condiciones referidas no han variado en el mercado mundial:
precisamente en las industrias decisivas las del hierro y el algodón imperan
aun hoy de manera casi exclusiva los pesos y medidas ingleses [25].
Una última palabra, para concluir, en torno al modo, poco comprendido, en que
Marx hacía sus citas. Tratándose de datos y descripciones fácticos, las citas,
por ejemplo las tomadas de los libros azules ingleses, desempeñan obviamente la
función de simples referencias testimoniales. No ocurre lo mismo cuando se
transcriben opiniones teóricas de otros economistas. Aquí la sola finalidad de
la cita es dejar constancia de dónde, cuándo y por quién fue enunciado
claramente, por vez primera, un pensamiento económico surgido en el curso del
desarrollo histórico. Lo único que importa en estos casos es que la idea
económica de que se trata tenga relevancia para la historia de la ciencia, que
sea la expresión teórica más o menos adecuada de la situación económica de su
época. Pero que se lo cite no significa en modo alguno que ese pensamiento,
desde el punto de vista del autor, tenga vigencia absoluta o relativa, o que su
interés sea ya puramente histórico. Estas citas, pues, constituyen simplemente
un comentario vivo del texto tomado de la historia de la ciencia económica, y
dejan establecido, por fecha y autor, los progresos más importantes de la
teoría económica. Era esto muy necesario en una ciencia cuyos historiadores,
hasta el presente, sólo han descollado por su ignorancia tendenciosa, propia
casi de advenedizos. Se comprenderá ahora, [26] asimismo, por
qué Marx, en consonancia con el epílogo a la segunda edición, sólo muy
excepcionalmente se vio en el caso de citar a economistas alemanes.
El segundo tomo, espero, podrá aparecer en el curso del año 1884.
FRIEDRICH ENGELS
Londres, 7 de noviembre de 1883.
PROLOGO A
LA EDICION INGLESA
[j]
El hecho de que se publique una versión inglesa de "Das Kapital" no
requiere justificación alguna. Por el contrario, bien podría esperarse que
explicáramos por qué esta edición inglesa se ha retrasado tanto, si se observa
que desde hace algunos años las teorías sostenidas en este libro son
incesantemente citadas, combatidas y defendidas, explicadas y tergiversadas en
la prensa y en la literatura de actualidad, tanto en Inglaterra como en los
Estados Unidos.
Poco después de la muerte del autor, acaecida en 1883, se hizo evidente que una
edición inglesa de la obra se había vuelto realmente imprescindible. Fue
entonces cuando el señor Samuel Moore, durante muchos años amigo de Marx y del
autor de estas líneas y persona que conocía a fondo el libro tal vez más que
ninguna otra , aceptó efectuar la traducción que a los albaceas literarios de
Marx urgía poner en manos del público. Se convino que yo habría de compulsar el
manuscrito con el original y sugerir las modificaciones que entendiera
aconsejables. Cuando advertimos, poco a poco, que las ocupaciones profesionales
del señor Moore le impedían concluir la traducción con la prontitud que todos
deseábamos, aceptamos de buena gana el ofrecimiento formulado por el doctor
Aveling, dispuesto a ejecutar una parte del trabajo; al mismo tiempo la señora
Aveling, hija menor de Marx, se ofreció para verificar las citas y restaurar el
texto [28] original de los muchos pasajes tomados por Marx de
autores y libros azules ingleses, y traducidos por él al alemán. Esta tarea se
llevó a cabo con todo éxito, salvo contadas e inevitables excepciones.
El doctor Aveling tradujo las siguientes partes de la obra: 1) los capítulos X
("La jornada laboral") y XI ("Tasa y masa del plusvalor"),
2) la sección sexta ("El salario", que abarca los capítulos XIX a
XXII); 3) desde el capítulo XXIV, apartado 4 ("Circunstancias que",
etc.), hasta el final del libro, inclusive la última parte del capítulo XXIV,
el capítulo XXV y toda la sección octava (capítulos XXVI a XXXIII); 4) los do
prólogos del autor [26]. El señor Moore vertió el resto de
la obra. Si bien, pues, cada uno de los traductores sólo es responsable de su
aporte personal al trabajo, yo asumo una responsabilidad global por el conjunto
de la obra.
La tercera edición alemana, que hemos tomado en todo como base de nuestro
trabajo, fue preparada por mí, en 1883, con el auxilio de los apuntes dejados
por el autor, en los cuales se indicaban los pasajes de la segunda edición que
debían sustituirse por determinados fragmentos del texto francés publicado en
1873 [27]. Las modificaciones así efectuadas
con respecto al texto de la segunda edición, coinciden en general con las
enmiendas incluidas por Marx en una serie de instrucciones manuscritas para una
versión inglesa que, hace diez años, se proyectaba en Estados Unidos, pero que
se dejó a un lado principalmente por falta de traductor idóneo y apropiado.
Puso el manuscrito a nuestra disposición nuestro viejo amigo el señor Friedrich
Adolf Sorge, que reside en Hoboken, Nueva Jersey. Se especificaban allí otras
inserciones que debían realizarse tomando como base la edición francesa; pero
como dicho manuscrito es anterior en muchos años a las instrucciones finales
para la tercera edición, sólo me juzgué facultado para hacer uso de él en raras
ocasiones, especialmente cuando nos ayudaba a superar dificultades. De igual
modo, en la mayor parte de los pasajes difíciles hemos recurrido al texto
francés como indicio respecto a [29] lo que el propio autor
estaba dispuesto a sacrificar, allí donde era inevitable dejar fuera de la
traducción algo del cabal sentido del original.
Subsiste, empero, una dificultad que no pudimos ahorrarle al lector: el empleo
de ciertos términos en un sentido que no sólo difiere del que se les da en la
vida corriente, sino también en la economía política al uso. Pero esto era
inevitable. Toda nueva concepción de una ciencia lleva en sí una revolución en
los términos técnicos de aquélla. Esto nos lo demuestra inmejorablemente la
química, cuya terminología íntegra se modifica radicalmente cada veinte años,
poco más o menos, y en la que apenas puede citarse una sola combinación
orgánica que no haya recibido sucesivamente toda una serie de nombres
diferentes. La economía política, en general, se ha dado por satisfecha con
adueñarse sin modificarlos de los términos usuales en la vida comercial e
industrial y operar con ellos, pasando de tal modo totalmente por alto que se
enclaustraba así en el estrecho ámbito de las ideas expresadas por esas
palabras. De esta suerte, incluso la economía política clásica, aunque
perfectamente consciente de que tanto la ganancia como la renta sólo son
subdivisiones, fragmentos de esa parte impaga del producto que el obrero ha de
proporcionar a su patrón (al primer apropiador de esa parte no retribuida,
aunque no a su poseedor último y exclusivo), nunca fue más allá de las ideas
usuales acerca de la ganancia y la renta, nunca examinó en su conjunto, como un
todo, esa parte impaga del producto (llamada plusproducto por Marx), y de ahí
que jamás pudiera comprender claramente el origen y naturaleza de tal
plusproducto ni tampoco las leyes que regulan la posterior distribución de su
valor. De manera similar, engloba indiscriminadamente bajo el término de
manufactura a toda industria que no sea agraria o artesanal , con lo cual se
borra la distinción entre dos grandes períodos, esencialmente diferentes, de la
historia económica: el período de la manufactura propiamente dicha, fundada e
la división del trabajo manual, y el período de la industria moderna, que se
basa en la maquinaria. Pero se cae de su peso que una teoría según la cual la
moderna producción capitalista es una mera fase transitoria en la historia económica
de la humanidad, habrá de emplear término [30] diferentes de
los habituales en escritores que consideran imperecedera y definitiva esa forma
de producción.
Tal vez no esté de más decir dos palabras acerca del método aplicado por el
autor en las citas. En la mayor parte de los casos, aquéllas sirven, según se
acostumbra, como prueba documental de las tesis expuestas en el texto. Pero en
muchas ocasiones se transcriben pasajes de diversos economistas para indicar
cuándo, dónde y por quién fue enunciada claramente, la primera vez, determinada
proposición. Ocurre ello en los casos en que la tesis citada tiene relevancia
por expresar, más o menos adecuadamente, las condiciones de producción e
intercambio sociales que predominaban en determinada época, y esto
completamente al margen de que Marx admita esa tesis o bien la considere de
validez general. Estas citas, por consiguiente, proveen al texto de un
comentario vivo tomado de la historia de la ciencia.
Nuestra traducción comprende tan sólo el primer tomo de la obra. Pero este
primer tomo constituye en considerable medida, un todo en sí mismo y se lo ha
considerado durante veinte años como obra autónoma. El segundo tomo, editado
por mí en alemán, en 1885, es decididamente incompleto sin el tercero, que no
podrá publicarse antes de fines de 1857. Cuando vea la luz la edición original
del tercer tomo en alemán, habrá tiempo de pensar en preparar una versión
inglesa de ambos volúmenes.
Suele llamarse a "Das Kapital" en el continente "la Biblia de la
clase obrera". Nadie que conozca bien el gran movimiento de la clase
obrera negará que las conclusiones a que llega esa obra se convierten, de día
en día y cada vez más, en los principios fundamentales de ese movimiento, no
sólo en Alemania y Suiza, sino también en Francia, en Holana y Bélgica, en
Estados Unidos e incluso en Italia y España, ni que en todas partes la clase
obrera reconoce más y más en dichas conclusiones la expresión más adecuada de
su situación y sus aspiraciones. Y también en Inglaterra, en este momento
preciso, las teorías de Marx ejercen un influjo poderoso sobre el movimiento
socialista, el cual no se propaga menos entre las filas de la gente
"culta" que en las de la clase obrera. [31] Pero
esto no es todo. Rápidamente se aproxima el instante en que se impondrá, como
necesidad nacional inevitable, la de investigar a fondo la situación económica
de Inglaterra. La marcha del sistema industrial de Inglaterra, imposible sin
una expansión constante y rápida de la producción y por ende de los mercados,
tiende a paralizarse. El librecambio ha agotado ya sus arbitrios; hasta
Manchester pone en duda a ese su añejo evangelio económico [28]. La industria extranjera, en rápido
desarrollo, por todas partes mira con gesto de desafío a la producción inglesa,
y no sólo en las zonas protegidas por aranceles aduaneros, sino también en los
mercados neutrales y hasta de este lado del Canal. Mientras que la fuerza
productiva crece en progresión geométrica, la expansión de los mercados avanza,
en el mejor de los casos, conforme a una progresión aritmética. Es verdad que el ciclo decenal de
estancamiento, prosperidad, sobreproducción y crisis que se repitió
constantemente de 1825 a 1867 parece haber concluido, pero sólo para
sumirnos en la cenagosa desesperanza de una depresión permanente, crónica. El
anhelado período de prosperidad no termina de llegar; cada vez que nos parece
vislumbrar sus signos precursores, éstos se desvanecen en el aire. Entretanto,
cada nuevo invierno replantea la gran cuestión: "¿Qué hacer con los
desocupados?"; pero mientras que el número de éstos va en aumento de año
en año, no hay nadie que responda a la pregunta, y casi es posible calcular el
momento en que los desocupados, perdiendo la paciencia, tomarán su destino en
sus propias manos. En tales momentos tendrá que escucharse, sin duda, la voz de
un hombre cuya teoría íntegra es el resultado del estudio, efectuado durante
toda una vida, de la historia y situación económicas de Inglaterra, y al que
ese estudio lo indujo a la conclusión de que, cuando menos en Europa,
Inglaterra es el único país en el que la [32] inevitable
revolución social podrá llevarse a cabo enteramente por medios pacíficos y
legales. No se olvidaba de añadir, ciertamente, que consideraba muy improbable
que las clases dominantes inglesas se sometieran, sin una "rebelión a
favor de la esclavitud" [29], a esa revolución pacífica y legal.
FRIEDRICH ENGELS
5 de noviembre de 1886.
PROLOGO A
LA CUARTA EDICION
[ALEMANA]
La cuarta edición me ha obligado a fijar definitivamente, en lo posible, tanto
la forma del texto como la de las notas. Daré breve cuenta, a continuación, de
cómo he respondido a esa exigencia.
Tras una nueva compulsa de la edición francesa y de las anotaciones manuscritas
de Marx, he insertado en el texto alemán algunas nuevas adiciones tomadas de
aquélla. Se encuentran en la p. 80 (3ª ed., p. 88), pp. 458-460 (3ª ed., pp.
509-510), pp. 547-55l (3ª ed., p. 600), pp. 591-593 (3ª ed., p. 644) y en la
nota 79 de la p. 596 (3ª ed., p. 648) [k]. De igual manera, y ajustándome al precedente de las
ediciones francesa e inglesa, incorporé al texto la extensa nota acerca de los
mineros (3ª ed., páginas 509-515; 4ª ed., pp. 461-467 [l]). Las demás
modificaciones, de escasa importancia, son de índole puramente técnica.
Introduje, además, algunas notas explicativas, principalmente cuando el cambio
de las circunstancias históricas así parecía aconsejarlo. En su totalidad, esas
notas adicionales van entre corchetes y acompañadas de mis iniciales o de la
referencia "N. del ed." [m].
La edición inglesa, aparecida en el ínterin, hizo necesaria una revisión
completa de las numerosas citas. La hija [34] menor de Marx,
Eleanor, se tomó el trabajo de cotejar con los originales todos los pasajes
citados, de suerte que en las citas de fuente inglesa, que son con mucho las
que predominan, no se brinda allí una retraducción del alemán, sino el propio
texto original inglés. Me correspondió, pues, consultar ese texto al preparar
la cuarta edición, y encontré no pocas inexactitudes de menor cuantía.
Referencias a páginas mal indicadas, en parte por errores cometidos al copiar
de los cuadernos y en parte por la acumulación de erratas a lo largo de tres
ediciones. Comillas traspuestas y cortes mal indicados, cosa inevitable al
tomar de cuadernos de apuntes infinidad de citas. Aquí y allá, en la
traducción, algún término no muy felizmente escogido. Pasajes citados de los
viejos cuadernos que Marx había utilizado en París en 1843-1845, cuando aún no
entendía inglés y leía a los economistas ingleses en versiones francesas,
motivando pues la doble traducción una ligera mudanza de los matices, ocurría
esto, por ejemplo, en los casos de Steuart y Ure, entre otros, mientras que
ahora hubo que emplear el texto inglés. Y una serie de inexactitudes y
negligencias por el estilo, de poca importancia. Pero quien confronte la cuarta
edición con las precedentes se convencerá de que todo ese laborioso proceso de
corrección no ha modificado en el libro absolutamente nada que valga la pena
referir. Hay una sola cita que no ha sido dable ubicar, la de Richard Jones (4ª
ed., p. 563, nota 47) [n],[30] es probable que Marx se
equivocara al consignar el título del libro. Todas las demás, en la forma
exacta actual, conservan o robustecen su valor demostrativo. Pero aquí me veo
obligado a volver sobre una vieja historia.
Sólo ha llegado a mi conocimiento un caso en que se pusiera en duda la
fidelidad de una cita hecha por Marx. Como este caso siguió ventilándose incluso
después de la muerte de Marx, no cabría que aquí lo pasara por alto [31]. En la "Concordia" berlinesa, órgano de la Liga
Alemana de Fabricantes, apareció el 7 de marzo de 1872 un artículo anónimo:
"Cómo cita Karl Marx". Se aseveraba allí, con exuberante despliegue
de indignación moral y de expresiones poco académicas que la cita tomada
del [35] discurso con que Gladstone presentó el presupuesto el
16 de abril de 1863 (la cual figura en la alocución inaugural de la Asociación
Internacional de Trabajadores y se reitera en "El capital", t. I, p.
617 en la 4ª ed., pp. 670-671 en la 3ª ed.[o]) había sido falsificada. De la frase: "Ese
embriagador aumento de riqueza y poder... se restringe enteramente a las clases
poseedoras", no aparecerían ni rastros en las actas taquigráficas
reproducidas por el (oficioso) "Hansard". "Dicha frase no se
encuentra, empero, en ninguna parte del discurso de Gladstone. En el mismo se
afirma precisamente lo contrario." (Y en negrita:)
"¡Marx
ha fraguado e interpolado la frase, formal y materialmente!"
Marx, a quien se le envió en el mes de mayo ese número de la
"Concordia", respondió en el "Volksstaat" del 1º de junio
al anónimo objetor. Como ya no recordaba de qué reseña periodística había
tomado la cita, se limitó primero a reproducirla conforme a la redacción
idéntica brindada en dos textos ingleses, citando luego la reseña del
"Times", según el cual Gladstone había dicho: "That is the state
of the case as regards the wealth of this country. I must say
for one, I should look almost with apprehension and with pain upon this
intoxicating augmentation of wealth and power, if it were my belief that it was
confined to classes who are in easy circumstances. This takes no cognizance at
all of the condition of the labouring population. The augmentation I have
described and which is founded, I think, upon accurate returns, is an augmentation
entirely confined to classes of property". [Tal es el estado de cosas en lo tocante a la riqueza
de este país. Debo decir, por mi parte, que contemplaría casi con aprensión y
pena ese embriagador aumento de riqueza y poder si creyera que se restringe a
las clases acomodadas. Esto en absoluto tiene en cuenta la situación de la
población trabajadora. El aumento que he descrito fundándome, creo, en informes
fidedignos es un aumento que se restringe enteramente a las clases poseedoras.]
Gladstone, pues, dice aquí que lamentaría que eso fuese así, pero que es así.
Ese embriagador aumento de poder y riqueza se restringe enteramente
a las clases poseedoras. Y en lo tocante al oficioso "Hansard", añade
Marx: "En su versión mañosamete aderezada a posteriori, el señor Gladstone
se las ingenió para escamotear un pasaje harto comprometedor en labios de un
ministro inglés del tesoro. Se trata, por lo demás, de una costumbre
parlamentaria tradicional en Inglaterra, y en modo alguno de un invento de
Lasker, el pequeño, contra Bebel" [32].
El anónimo impugnador se encoleriza cada vez más. En su réplica
"Concordia" del 4 de julio , poniendo a un lado las fuentes de
segunda mano, da a entender de manera vergonzante que es "usanza"
citar los discursos parlamentarios conforme a la versión taquigráfica, pero
también que la reseña del "Times" (en la que figura la frase
"fraguada e interpolada") y la de "Hansard" (en la que no
figura) "concuerdan materialmente en todo", y asimismo que la reseña
del "Times" incluye "todo lo contrario de lo que dice aquel
famoso pasaje de la alocución inaugural", ¡a cuyos efectos el buen hombre
encubre con esmero que al lado de ese presunto "lo contrario", consta
precisamente, de manera expresa, "aquel famoso pasaje"! Pese a todo,
el anónimo crítico echa de ver que se ha metido en un atolladero y que sólo
puede salvarlo un nuevo subterfugio. Al paso, pues, que mecha en su artículo,
henchido de "desfachatada mendacidad", como acabamos de demostrar,
toda clase de edificantes dicterios "mala fides" [mala fe],
"fullerías", "mención falaz", "aquella cita
embustera", "desfachatada mendacidad", "una cita falsificada
de arriba abajo", "esta patraña", "sencillamente infame",
etc. , cree necesario llevar la polémica a otro terreno, y por eso promete
"analizar en un segundo artículo el significado que nosotros" (el
anónimo no "embustero") "atribuimos a las palabras de
Gladstone". ¡Como si esa opinión suya, que a nadie le va ni le viene,
tuviese algo que ver con el asunto! Ese segundo artículo se publicó en la
"Concordia" del 11 de julio.
Marx replicó una vez más en el "Volksstaat", el 7 de agosto,
reproduciendo también las reseñas que del consabido pasaje habían publicado el
"Morning Star" y el "Morning Advertiser" del 17 de abril de
1863. Según ambas dice Gladstone que contemplaría con aprensión, etc., ese
embriagador aumento de riqueza y poder si creyera que se restringe a las clases
realmente acomodadas (classes in easy circumstances). Pero que ese
aumento se restringe a las clases poseedoras de propiedad
(entirely confined to [37] classes possessed of property). De
modo que también estas reseñas incluyen, de manera textual, la frase
presuntamente "fraguada e interpolada". Marx volvió a demostrar,
comparando los textos del "Times" y de "Hansard", que la
frase corroborada como auténtica por tres reseñas periodísticas independientes
entre sí, textualmente coincidentes y aparecidas a la mañana siguiente faltaba
en la reseña de "Hansard" corregida según la conocida
"usanza", o sea que Gladstone, para decirlo con palabras de Marx,
"la había escamoteado a posteriori". Finalmente, aclaró que no
disponía de tiempo para seguir debatiendo con su anónimo antagonista. Éste, al
parecer, también se dio por satisfecho, o por lo menos nadie envió a Marx
nuevos números de la "Concordia".
Con ello, el asunto parecía estar muerto y enterrado. Ahora bien, desde aquel
entonces personas que tenían relación con la Universidad de Cambridge nos comunicaron,
una o dos veces, misteriosos rumores sobre una indescriptible fechoría
literaria que Marx habría cometido en "El capital"; pero a despecho
de todas las pesquisas, fue absolutamente imposible averiguar algo más
concreto. En eso estábamos cuando el 29 de noviembre de 1883, ocho meses después
de la muerte de Marx, apareció en el "Times" una carta fechada en el
Trinity College de Cambridge y suscrita por un tal Sedley Taylor, en la cual,
aprovechando una oportunidad traída de los pelos, ese hombrecito que cultiva el
cooperativismo más apacible [33] nos ilustró por fin no sólo con
respecto a las hablillas de Cambridge, sino también sobre el anónimo
articulista de la "Concordia".
"Lo que resulta extrañísimo", dice el hombrecito del Trinity College,
"es que estuviera reservado al Professor Brentano (en ese
entonces en la Universidad de Breslau, ahora en la de Estrasburgo)... revelar
la mala fe que, evidentemente, dictó la cita del discurso de Gladstone hecha en
la alocución" (inaugural). "El señor Karl Marx, que... intentó
defender la cita, tuvo la temeridad, en los espasmos agónicos (deadly shifts) a
que lo dejaron rapidísimamente reducido los magistralmente llevados ataques de
Brentano, de afirmar que el señor Gladstone antes de que apareciera en
"Hansard" había aderezado astutamente la reseña de su discurso
publicada por el "Times" el 17 de abril de 1863, a fin de escamotear
un pasaje harto comprometedor para un ministro inglés del tesoro. Cuando [38] Brentano,
mediante una pormenorizada compulsa de textos, demostró que las reseñas del
"Times" y de "Hansard" coincidían en cuanto a excluir de
manera absoluta el sentido que la cita mañosamente desgajada del contexto,
había colgado a las palabras de Gladstone, ¡Marx se batió en retirada,
pretextando carencias de tiempo!"
¡Conque era ésa la madre del borrego! ¡Y qué gloriosamente se refleja, en la
fantasía cooperativista-productiva de Cambridge, la campaña anónima del señor
Brentano en la "Concordia"! ¡Así se erguía, y así blandía su acero [34], en "magistralmente llevados
ataques", este San Jorge de la Liga Alemana de Fabricantes, mientras el
infernal dragón Marx, a sus pies, reducido "rapidísimamente a espasmos
agónicos", lanza los últimos estertores!
Pero toda esta narración épica, propia de un Ariosto, sólo sirve para disimular
los subterfugios de nuestro San Jorge. Aquí ya no se habla de "fraguar e
interpolar", de "falsificación", sino de "cita mañosamente
desgajada del contexto" (craftily isolated quotation). La polémica entera
cambiaba de terreno, y San Jorge y su escudero de Cambridge conocían con toda
exactitud el porqué.
Como el "Times" rehusara acoger su réplica, Eleanor Marx la publicó
en la revista mensual "To-day", en febrero de 1884, volviendo a
llevar el debate al único punto que lo había motivado: ¿Marx había, o no,
"fraguado e interpolado" aquella frase? A ello respondió el señor
Sedley Taylor: "La cuestión de si cierta frase figura o no en el discurso
del señor Gladstone" sería, en su opinión "de importancia muy
secundaria" en la controversia entre Marx y Brentano, "comparada con
la cuestión de si la consabida cita se efectuó con el propósito de comunicar o
tergiversar el sentido de las palabras de Gladstone". Admite luego que la
reseña del "Times" "contiene en realidad una contradicción
verbal", pero... pero que el resto del texto, interpretado correctamente
es decir, en un sentido gladstoniano-liberal , denota lo que el señor Gladstone
había querido decir ("To-day", marzo de 1884). Lo
más cómico del caso es que nuestro hombrecito de Cambridge se obstina en no basarse
para sus citas en "Hansard", aunque según el anónimo Brentano tal es
la "usanza", sino en la reseña del "Times", que el
susodicho Brentano había calificado de "inevitablemente defectuosa".
¡Por supuesto, ya que en "Hansard" falta la frase
fatídica!
[39] A Eleanor Marx, en el mismo número de "To-day", poco
le costó pulverizar esa argumentación. O bien el señor Taylor había leído la
controversia de 1872, en cuyo caso se dedicaba ahora a "fraguar", no
sólo "interpolando", sino también "suprimiendo". O no la
había leído, y entonces estaba obligado a callarse la boca. De todos modos,
quedaba claro que no se atrevió a sostener ni por un momento la acusación de su
amigo Brentano, según el cual Marx había "fraguado e interpolado" una
frase. Por el contrario, ahora Marx no habría fraguado e interpolado nada, sin
suprimido una frase importante. Pero sucede que esta misma frase aparece citada
en la página 5 de la alocución inaugural, pocas líneas más arriba de la
presuntamente "fraguada e interpolada". Y en lo tocante a la
"contradicción" en el discurso de Gladstone, ¡acaso no es precisamente
Marx quien en "El capital", p. 618 (3ª ed., p. 672), nota 105 [p], se refiere a las "continuas y clamorosas
contradicciones en los discursos con que Gladstone presentara los presupuestos
de 1863 y 1864"! Sólo que Marx no incurre en la audacia de disolver esas
contradicciones, a lo Sedley Taylor, en una atmósfera de complacencia liberal.
La recapitulación final, en la réplica de Eleanor Marx, está concebida en estos
términos: "Por el contrario, Marx no ha suprimido nada digno de mención ni
fraguado o interpolado lo más mínimo. Rescata del olvido y restaura, sí, el
texto primitivo de cierta frase de un discurso gladstoniano, la cual
indudablemente fue pronunciada, pero, de una manera u otra... se escabulló de
la versión de "Hansard".
Con esto, también el señor Sedley Taylor consideró que había recibido lo suyo,
y el resultado de toda esta trenza profesoral, urdida a lo largo de dos
decenios y en dos grandes naciones, fue el de que nadie osara ya poner en duda
la escrupulosidad literaria de Marx, y que desde ese entonces el señor Sedley
Taylor tuviera que otorgar tan poca confianza a los partes de batalla
literarios del señor Brentano, como el señor Brentano a la infalibilidad papal
de "Hansard".
F. ENGELS
Londres, 25 de junio de 1890.
1 Se
encontrará, más adelante, un epílogo a la segunda edición (a).
[a] a Nota suprimida en la 3ª y 4ª ediciones.
[2] [1] En la primera edición del tomo I Marx
denominó capítulos las subdivisiones que de la segunda edición
en adelante llevaron el nombre de secciones. El capítulo I de la
primera edición, pues, "Mercancía y dinero", corresponde a lo que en
la segunda edición y siguientes se denominó "Sección primera"
(capítulos I, II y III). En el apéndice de nuestra edición, pp. 971 a 1016 del
volumen 3 del tomo 1, el lector encontrará la parte de ese capítulo originario
("La mercancía") que corresponde al capítulo I de la edición segunda
y siguientes.-- 5.
[3] 2 (b) Esto pareció tanto más
necesario, por cuanto la obra de Ferdinand Lasalle contra Schulze-Delitzsch,
hasta en la parte en que su autor proclama brindar "la quintaesencia
intelectual" de mis concepciones sobre esos temas, contiene errores de
importancia. En passant [incidentalmente]. El que Lasalle haya
tomado casi textualmente de mis escritos, y por cierto sin consignar las
fuentes, todas las tesis teóricas generales de sus trabajos económicos por
ejemplo las relativas al carácter histórico del capital, a la conexión entre
las relaciones de producción y el modo de producción, etc., etc., valiéndose
incluso de la terminología creada por mí , ha de deberse seguramente a razones
de orden propagandístico. No me refiero, naturalmente, a sus explicaciones de
detalle y aplicaciones prácticas, con las cuales nada tengo que ver.
[b] b Nota 1 en la 3ª y 4ª ediciones.
[4] [2] Mutato nomine de te fabula
narratur! (¡Bajo otro nombre, a ti se refiere la historia!)-- Horacio,
"Sátiras", libro I, sátira 1, verso 69 y s.-- 7; 321.
[5] [2bis] Le mort saisit le vif! (¡El
muerto atrapa al vivo!)-- Vertimos literalmente la frase proverbial francesa
porque Marx, con seguridad, la emplea en ese sentido. En rigor, el verbo saisir conserva
aquí su acepción arcaica y la locución significa: "el muerto inviste al
vivo", "pone en posesión al vivo"; vale decir, en el mismo
momento en que el propietario muere, su heredero entra a disfrutar de los
bienes sin necesidad de formalidad judicial alguna. Es éste el sentido en que
figura la frase en viejos textos jurídicos franceses como "Coutumes de
Beauvoisis" (segunda mitad del siglo XIII), de Philippe de Rémi, sire de
Beaumanoir, y "Maximes du droit français" (1614), de Pierre de
l'Hommeau.-- 7.
[6] [3] Yelmo de niebla.-- Marx emplea
aquí el término Nebelkappe (capucha o caperuza de niebla). La
palabra griega correspondiente a Kappe (kyné) tanto puede
significar yelmo como caperuza de cuero, pero optamos por
yelmo porque así suele traducirse el término en obras sobre mitología helénica
(véase por ejemplo Robert Graves, "The Greek Myths", Middlesex, 1960,
t. I, p. 239: Perseo usó "the dark helmet of invisibility, which belonged
to Hades").-- 8.
[7] [4] Alta Iglesia de Inglaterra (High
Church, Anglo-Catholics).-- Sector de la Iglesia Anglicana que
después de la ruptura con el papado conservó, a diferencia de los calvinistas y
otras iglesias protestantes, lo esencial de la estructura jerárquica y de la
liturgia de la Iglesia Católica.-- 9; 764; 806.
[8] [5] Libros azules.-- Se denominan
así, por el color de sus tapas, las publicaciones oficiales de informes y
materiales del parlamento inglés, del Privy Council (véase
nuestra nota 107) y del Ministerio de Relaciones Exteriores (Foreign Office).
Estos informes, que comenzaron a publicarse en el siglo XVII (aunque la
denominación libros azules no parece haberse usado antes de
1720) constituyen una fuente importante para el estudio de la economía y la
sociedad inglesas.-- 9.
[9] [6] En realidad, los libros segundo y
tercero, publicados por Engels, ocuparon un volumen cada uno, y el cuarto,
editado por Kautsky, tres.-- 9.
[10] [7] Segui il tuo
corso, e lascia dir le genti! (¡Sigue tu camino y deja que la gente
hable!)-- Cita modificada de Dante, "La divina comedia", "El
purgatorio", canto V, verso 63. Virgilio le ordena a Dante: "Vien
dietro a me, e lascia dir le genti" ("Sígueme, y deja que la gente
hable"). Cfr. "La Commedia di Dante Alighieri", con el
comentario de Stefano Talice da Ricaldone, vol. II, Milán, 1888, p. 61.-- 9.
[11] [8] Marx se refiere al
folleto de Sigmund Mayer, "Die sociale Frage in Wien. Studie eines
"Arbeitgebers". Dem Niederösterreichischen Gewerbeverein
gewidmet". Viena, 1871.-- 12.
[c] c En la 4ª edición no se incluyeron los cuatro
primeros párrafos de este epílogo.
[12] [9] Ciencias de
cámara.-- En los pequeños estados alemanes absolutistas de los siglos XVIII
y XIX tal era el nombre que recibía el estudio de su economía, finanzas y
administración. Las ciencias de cámara se inspiraban, por lo general, en el
espíritu de un mercantilismo estrecho.-- 13.
[d] d 3ª y 4ª ediciones: "desesperanzado".
[13] 1 Véase mi obra
"Contribución a la crítica..., p. 39.
[14] [10] Anti-Corn-Law
League (Liga contra las Leyes Cerealeras).-- El objetivo de esta
asociación --fundada en 1838 y dirigida por grandes fabricantes como Cobden y
Bright-- era la derogación de las leyes cerealeras de 1815, que por medio de
aranceles proteccionistas impedían la importación de trigo en Inglaterra. En su
lucha contra los grandes terratenientes la liga trató de obtener, con promesas
demagógicas, el apoyo de la clase obrera inglesa. Las leyes impugnadas por los
librecambistas se derogaron parcialmente en 1842 y por entero en junio de
1846.-- 14.
[e] e En la 3ª y 4ª ediciones: "1848".
[15] [11] Es muy posible que
estas comillas sólo tengan sentido en alemán: el adjetivo
"bürgerlich" tanto puede significar "burgués" como
"civil". Lo más probable es que Marx quiera dar a entender, con las
comillas, que está hablando de economía burguesa, no de
economía civil. La confusión resultaría hoy casi imposible, pero
recuérdese que en italiano, por ejemplo, lo que actualmente llamamos economía
política se denominó en un principio "economia pubblica" o
"civile". En las versiones francesa e inglesa de "El
capital" no se mantienen estas comillas.--15.
[16] [11] Es muy posible que
estas comillas sólo tengan sentido en alemán: el adjetivo "bürgerlich"
tanto puede significar "burgués" como "civil". Lo más
probable es que Marx quiera dar a entender, con las comillas, que está hablando
de economía burguesa, no de economía civil. La
confusión resultaría hoy casi imposible, pero recuérdese que en italiano, por
ejemplo, lo que actualmente llamamos economía política se denominó en un
principio "economia pubblica" o "civile". En las versiones
francesa e inglesa de "El capital" no se mantienen estas
comillas.--15.
[17] [12] (W) El artículo de
Joseph Dietzgen, "Das Kapital. Kritik der politischen Ökonomie von Karl
Marx, Hamburg, 1867", se publicó en los números 31, 34, 35 y 36 (1868) del
"Demokratisches Wochenblatt". Este periódico apareció de 1869 a 1876
bajo el nombre de "Der Volksstaat".--16.
[18] 2 Los tartajosos parlanchines
de la economía vulgar alemana reprueban el estilo de mi obra y mi sistema
expositivo. Nadie puede juzgar más severamente que yo las deficiencias
literarias de "El capital". No obstante, para provecho y gozo de
estos señores y de su público, quiero traer aquí a colación un juicio inglés y
otro ruso. La "Saturday Review", hostil por entero a mis opiniones,
dijo al informar sobre la primera edición alemana: el sistema expositivo
"confiere un encanto (charm) peculiar aun a los más áridos problemas
económicos". El S. P. "Viédomosti" (un diario de San Petersburgo)
observa en el número del 20 de abril de 1872: "La exposición, salvo unas
pocas partes excesivamente especializadas, se distingue por ser accesible a
todas las inteligencias, por la claridad y, pese a la elevación científica del
tema, por su extraordinaria vivacidad. En este aspecto el autor... ni de lejos
se parece a la mayor parte de los sabios alemanes, que... redactan sus libros
en un lenguaje tan ininteligible y árido como para romper la cabeza al mortal
común y corriente". Lo que se les rompe a los lectores de la literatura
que hoy en día producen los profesores nacional-liberales de Alemania es,
empero, algo muy distinto de la cabeza.
[19] [13] (W) "La
Philosophie Positive. Revue".-- Revista publicada en París de 1867 a 1883.
En el número 3 (noviembre-diciembre de 1868) se incluyó una breve recensión
sobre el primer tomo de "El capital" escrita por Eugen De Roberty,
partidario del filósofo positivista Auguste Comte.-- 17.
[20] [14] (W) Nikolái Sieber,
"Teoríia tsénnosti i kapitala D. Ricardo v sviazi s pózdñeishimi
dopolñéñiiami i raziasñéñiiami", Kíev, 1871, p. 170.-- 17.
[21] [15] Se trata de Ilarión
Ignátievich Kaufmann, economista ruso que enseñaba en la Universidad de San
Petersburgo. Un libro posterior de Kaufmann ("Teoría y práctica de los
bancos", aparecido en 1873) fue objeto de severa crítica por Marx.-- 17.
[22] [16] El autor alude,
seguramente, a filósofos como Eugen Dühring, Rudolf Haym, Ludwig Büchner y
Friedrich Lange.-- 20.
[f] f Traducidos del original francés.
[g] g Ver las pp. 12-15, 16-20 de la presente
edición.
[23] [17] La fecha del texto
es imprecisa. La edición francesa del tomo I se publicó por entregas de agosto
de 1872 a noviembre de 1875.-- 23.
[h] h "Patrón"; literalmente, "dador de
trabajo".
[i] i "Obrero", "empleado";
literalmente, "tomador de trabajo".
[24] [18] Reichsmark.--
Conforme a leyes de diciembre de 1871 y julio de 1873, a partir del 1-I-1876
el Mark (ocasionalmente denominado Reichsmark),
equivalente a 0,36 gramos de oro, fue la única unidad monetaria del Imperio
Alemán. El nuevo dos tercios era una moneda de plata que valía
2/3 de tálero; circuló de fines del siglo XVII a mediados del XIX en diversos
estados alemanes.-- 25.
[25] [19] En la presente
edición de "El capital" hemos optado por dar en notas al pie las
equivalencias métricas de los pesos y medidas ingleses. Como contribuyen a
demostrarlo los errores cometidos en otras versiones de la obra (al francés,
italiano, español) en la traducción de expresiones como "Fuss im
Quadrat", "Fuss Kubik" (véase nuestra "Advertencia",
p. XXIV, n. 22), en los países latinos no son pocas las personas cultas que no
tienen una idea ni siquiera aproximada de a cuánto equivale, por ejemplo, un
pie cuadrado o un pie cúbico.-- 25.
[j] j Traducido del original inglés.
[26] [20] La subdivisión de
la versión inglesa en capítulos no coincide con la de las ediciones alemanas
segunda a cuarta, sino con la de la versión francesa: los tres apartados del
capítulo IV de la segunda edición alemana se convierten en capítulos (IV, V y
VI) en la versión inglesa; otro tanto ocurre con los siete apartados del
capítulo XXIV (capítulos XXVI a XXXII en la versión inglesa).-- 28.
[27] 1 Karl Marx, "Le
capital", trad. del señor Joseph Roy, enteramente revisada por el autor,
París, Lachâtre. Esta versión, sobre todo en su parte final, presenta
considerables modificaciones y adiciones con respecto al texto de la segunda
edición alemana.
[28] 2 En la asamblea trimestral que
la Cámara de Comercio de Manchester celebró esta tarde, se suscitó un acalorado
debate sobre el problema del librecambio. Se presentó una moción según la cual,
como "se ha esperado en vano, durante cuarenta años, que otras naciones
sigan el ejemplo librecambista dado por Inglaterra, esta cámara entiende que ha
llegado la hora de reconsiderar esa posición". Por sólo un voto de
diferencia se rechazó la propuesta, la votación fue de 21 a favor y 22 en
contra ("Evening Standard", 1º de noviembre de 1886).
[29] [21] "Proslavery
rebellion" ("rebelión a favor de la esclavitud").-- Se alude
aquí a la insurrección y guerra de los esclavistas sureños contra el gobierno
federal norteamericano (1861-1865).-- 32; 345; 520.
[k] k La numeración de las páginas correspondientes
en esta edición será indicada en el volumen 3.
[l] l Véase nota a.
[m] m En esta edición, en vez de "N. del
ed.", estos pasajes se distinguen siempre con las iniciales "F.
E." y van entre llaves { }.
[n] n Véase la nota 47 de la sección séptima.
[30] [22] Según una nota en
TI 27, "Marx no se equivocó en el título del libro, sino en la página:
escribió 36 en vez de 37". Pero como lo que escribió Marx no fue
"36", sino "36 y siguiente" ("36 sq."), el desliz
habría sido aun más desdeñable.-- 34; 739.
[31] [23] En 1891 Engels
publicó en un volumen especial el conjunto de críticas de Brentano y Sedley
Taylor contra Marx --a quien éstos acusaban de haber deformado un pasaje de un
discurso de Gladstone-- y las réplicas respectivas de Marx, Engels y Eleanor
Marx: "In Sachen Brentano contra Marx wegen angeblicher Citatsfälschung,
Geschichterzählung und Dokumente", Hamburgo, año 1891.-- 34.
[o] o O sea, en el punto 5, a), del capítulo XXIII.
[32] [24] (W) En la sesión
del Reichstag del 8 de noviembre de 1871, el diputado liberal-nacionalista
Eduard Lasker declaró, polemizando contra Bebel, que si a los obreros alemanes
se les ocurría imitar el ejemplo de los comuneros de París, "el ciudadano
honesto y acomodado los mataría a palos". El orador no se decidió a
publicar esas expresiones, sin embargo, y en las actas de la cámara, en vez de
"los mataría a palos", figuran las palabras: "los mantendría a
raya con sus propias fuerzas". Bebel puso al descubierto la falsificación.
[...] A causa de su pequeña talla a Lasker se lo denominaba "Lasker, el
pequeño".-- 37.
[33] [25] Taylor preconizaba
la creación de cooperativas de producción y consumo.-- 37.
[34] [26] Engels parafrasea
las fanfarronas palabras ("Here I lay, and thus [...] I bore my
point") con que Falstaff describe sus hazañas en "Henry IV", de
Shakespeare (parte I, acto II, escena 4).-- 38.
[p] p Nota 105 de la sección séptima.
Contribución
a la Crítica de la Economía Política
Contribución
a la Crítica de la Economía Política
Karl
Marx: Prefacio a la Contribución a la Crítica de la Economía Política
Materialismo histórico
.”en la producción social de su vida los
hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su
voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la
estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la
superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas
de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social
política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que
determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su
conciencia.”
Carta de
Karl Marx a a Joseph Weydemeyer
Esbozo de
crítica de la economía política por Friedrich Engels
Carlos
Marx El Capital, Tomo I "El Proceso de Producción del Capital",
Capítulo VIII, La Jornada Laboral.
El
Capital Tomo I. Capítulo XXIV. La llamada acumulación originaria
El
Capital Tomo I. Capítulo XXV. La teoría moderna de la colonización
Bibliografía
de Carlos Marx y Federico Engels