El Capital
Tomo I. Capítulo XXIV. La llamada acumulación originaria
Carlos Marx
El Capital, Tomo I "El Proceso de Producción del Capital", Capítulo
VIII, La Jornada Laboral.
El
Capital Tomo I; "El Proceso de Producción del Capital"
Rosa
Luxemburgo: La memoria del "Proletariado" 1903. Rosa Luxemburgo La
cuestión nacional (quinta parte)
CAPITULO
XXV LA TEORIA MODERNA DE LA
COLONIZACION 1
La economía
política procura, por principio, mantener en pie la más agradable de las
confusiones entre la propiedad privada que se funda en el trabajo
personal y la propiedad privada capitalista diametralmente contrapuesta,
que se funda en el aniquilamiento de la primera [a]. En el occidente de Europa, patria de
la economía política, el proceso de la acumulación originaria se ha consumado
en mayor o menor medida. En esta región, o el modo capitalista de producción [b] ha sometido directamente la
producción nacional en su totalidad, o, allí donde las condiciones aún no están
desarrolladas, por lo menos controla indirectamente las capas sociales que
siguen vegetando a su lado, capas degenerescentes que corresponden al modo de [955] producción
anticuado. El economista aplica a este mundo acabado del capital las nociones
jurídicas y de propiedad vigentes en el mundo precapitalista, y lo hace con un
celo tanto más ansioso y con tanta mayor unción, cuanto más duro es el choque entre
su ideología y los hechos. No ocurre lo mismo en las colonias. El
modo capitalista de producción y de apropiación [c] tropieza allí, en todas partes,
con el obstáculo que representa la propiedad obtenida a fuerza de trabajo por
su propio dueño [d], con el obstáculo del productor que, en
cuanto poseedor de sus propias condiciones de trabajo, se enriquece a sí mismo
en vez de enriquecer al capitalista. La contradicción entre estos dos
modos de producción y de apropiación, diametralmente contrapuestos, existe aquí
de manera práctica e. Allí donde el capitalista tiene
guardadas sus espaldas por el poder de la
metrópoli, procura quitar de en medio, por la violencia, el modo de
producción y de apropiación fundado en el trabajo personal. El mismo
interés que en la metrópoli empuja al sicofante del capital, al economista, a
explicar teóricamente el modo de producción capitalista por su
contrario, ese mismo interés lo impulsa aquí "to make a clean breast of
it" [a sincerarse], a proclamar sin tapujos la antítesis entre
ambos modos de producción. A tal efecto, pasa a demostrar cómo el
desarrollo de la fuerza productiva social del trabajo, la cooperación, la
división del trabajo, la aplicación de la maquinaria en gran escala, etcétera,
son imposibles sin la expropiación de los trabajadores y la consiguiente transformación
de sus medios de producción en capital. En interés de la llamada riqueza
nacional, se lanza a la búsqueda de medios artificiales que establezcan
la pobreza popular. Su coraza apologética se desmigaja aquí como
yesca echada a perder.
El gran
mérito de Edward Gibbon Wakefield no es el de haber descubierto algo nuevo
acerca de las colonias [2], [957] sino el de
haber descubierto en las colonias la verdad acerca de las relaciones
capitalistas de la metrópoli. Así como el sistema proteccionista, en sus
orígenes [3], pugnaba por la fabricación de
capitalistas en la metrópoli, la teoría de la colonización expuesta por
Wakefield y que Inglaterra durante cierto tiempo procuró aplicar
legislativamente aspiraba a la fabricación de asalariados en las
colonias. A esto lo denomina Wakefield "systematic colonization"
(colonización sistemática).
En primer
término, Wakefield descubrió en las colonias que la propiedad de dinero, de
medios de subsistencia, máquinas y otros medios de producción no confieren a un
hombre la condición de capitalista si le falta el complemento: el asalariado,
el otro hombre forzado a venderse voluntariamente a sí mismo. Descubrió que el
capital no es una cosa, sino una relación social entre
personas mediada por cosas [4]. El señor Peel nos relata Wakefield en
tono lastimero llevó consigo de Inglaterra al río Swan, en Nueva Holanda [5], medios de subsistencia y de producción
por un importe de [sterling] 50.000. El señor Peel era tan previsor que
trasladó además 3.000 personas [6] pertenecientes a la clase obrera:
hombres, mujeres y niños. Una vez que hubieron arribado al lugar de destino,
sin embargo, "el señor Peel se quedó sin un sirviente que le tendiera la
cama o que le trajera agua del río" [7]. [exclamdown]Infortunado señor Peel,
que todo lo había previsto, menos la exportación de las relaciones de producción
inglesas al río Swan!
Para que se
comprendan los siguientes descubrimientos de Wakefield, formulemos dos
observaciones previas. [958] Como es sabido, los medios
de producción y de subsistencia, en cuanto propiedad del productor directo,
no son capital. Sólo se convierten en capital cuando están sometidos a
condiciones bajo las cuales sirven, a la vez, como medios de
explotación y de sojuzgamiento del obrero. Pero en la cabeza del
economista, el alma capitalista de esos medios está tan íntimamente compenetrada
con su sustancia material, que en todos los casos los bautiza con el nombre
de capital, incluso cuando son exactamente lo opuesto. Ocurre así
con Wakefield. Y además: a la fragmentación de los medios de producción, en
cuanto propiedad individual de muchos trabajadores recíprocamente
independientes que trabajan por su cuenta, Wakefield la denomina división
igual del capital. Al economista le ocurre lo mismo que al jurista feudal.
Este también adhería sus rótulos jurídicos feudales a relaciones puramente
dinerarias.
"Si el
capital", dice Wakefield, "estuviera distribuido en porciones iguales
entre todos los miembros de la sociedad [...], a nadie le interesaría
acumular más capital que el que pudiese emplear con sus propios brazos. Es
este el caso, hasta cierto punto, en las nuevas colonias norteamericanas, donde
la pasión por la propiedad de la tierra impide la existencia de una
clase de trabajadores asalariados" [8]. Por tanto, mientras el trabajador puede
acumular para sí mismo y lo puede hacer mientras sigue siendo propietario de
sus medios de producción, la acumulación capitalista y
el modo capitalista de producción son imposibles. No existe
la clase de los asalariados, indispensable para ello. ¿Cómo,
entonces, se llevó a cabo en la vieja Europa la expropiación del
trabajador, al que se privó de sus condiciones de trabajo, y por tanto la
creación del capital y el trabajo asalariado? Mediante un contrat
social de tipo absolutamente inédito.
"La
humanidad... adoptó un sencillo método para promover la acumulación del
capital", misión que, naturalmente, desde los tiempos de Adán
espejeaba en la imaginación de los hombres como fin último y único de su
existencia: "se dividió en propietarios de capital y propietarios de
trabajo... Esta división fue el resultado de un concierto y combinación
voluntarios" [9]. En una palabra:[959] la
masa de la humanidad se expropió a sí misma para mayor gloria de la
"acumulación del capital". Ahora bien, habría que
creer que el instinto de este fanático renunciamiento de sí mismo debería
manifestarse sin trabas especialmente en las colonias, pues sólo en éstas
existen hombres y circunstancias que podrían transferir un contrat
social del reino de los sueños al de la realidad. ¿Pero para qué,
entonces, la "colonización sistemática", antitéticamente
contrapuesta a la espontánea y natural? Pero,
pero, pero: "En los estados septentrionales de la Unión norteamericana es
dudoso que una décima parte de la población pertenezca a la categoría de los
asalariados... En Inglaterra... la gran masa del pueblo está compuesta
de asalariados" [10]. El impulso autoexpropiador de la
humanidad laboriosa, en efecto, para mayor gloria del capital, tiene una
existencia tan tenue que la esclavitud, según el propio Wakefield,
es el único fundamento natural de la riqueza colonial. La
colonización sistemática de Wakefield es un mero pis
aller [paliativo], ya que tiene que vérselas con hombres libres,no con
esclavos. "Sin esclavitud, en las colonias españolas el
capital [f] 11 habría sucumbido o, por
lo menos, se habría contraído, reduciéndose a las pequeñas cantidades que
cualquier individuo puede emplear con sus propios brazos. Esto ocurrió
efectivamente en la última colonia fundada por los ingleses [12], donde un gran capital en simientes,
ganado e instrumentos pereció por falta de asalariados, y donde ningún colono
posee más capital que el que puede emplear con sus propios brazos" [13].
La
expropiación de la masa del pueblo despojada de la tierra, como vemos, constituye el
fundamento del modo capitalista de producción. La esencia de una colonia
libre consiste, a la inversa, en que la mayor parte del suelo es todavía
propiedad del pueblo, y por tanto en que cada colono puede convertir una parte
de la misma en su propiedad privada y en medio individual de producción, sin
impedir con ello que los colonos posteriores efectúen la [960] misma
operación [14]. Este es el secreto tanto de la
prosperidad de las colonias como del
cáncer que las roe: su resistencia a la radicación del capital.
"Donde la tierra es muy barata y todos los
hombres son libres; donde cualquiera que lo desee puede obtener para sí
mismo un pedazo de tierra, no sólo el trabajo es muy caro en lo que respecta a
la parte que de su propio producto toca al trabajador, sino que lo
difícil es obtener trabajo combinado, a cualquier precio que sea" [15].
Como en las
colonias no se da aún la escisión entre el trabajador y sus condiciones de
trabajo, entre aquél y la raíz de éstas, la tierra, o como sólo se da
esporádicamente o sólo dispone de un campo de acción restringido, tampoco
existe aún el divorcio entre la agricultura y la industria ni se ha
aniquilado todavía la industria doméstica rural; ¿de dónde, entonces,
habría de surgir el mercado interno para el capital? "Ninguna parte de la
población de Norteamérica es exclusivamente agrícola, a excepción
de los esclavos y sus dueños, que combinan el capital y el trabajo para
efectuar grandes obras. Los norteamericanos libres, que cultivan el suelo por
sí mismos, se dedican al mismo tiempo a otras muchas ocupaciones. Comúnmente
ellos mismos producen una parte del mobiliario y del instrumental que utilizan.
Suelen construir sus propias casas y llevan los productos de su propia
industria al mercado, por distante que esté. Son hilanderos y tejedores,
fabrican jabón y velas, hacen los zapatos y vestidos para su uso personal. En
Norteamérica la agricultura constituye, a menudo, la actividad accesoria del
herrero, del molinero o el tendero" [16]. Entre individuos tan estrafalarios,
¿dónde queda campo para el "renunciamiento" del capitalista?
La gran
belleza de la producción capitalista no sólo estriba en que reproduce constantemente
al asalariado como asalariado, sino en que, proporcionalmente
a la acumulación del capital, produce siempre una sobrepoblación relativa de
asalariados. De esta suerte se mantiene en sus debidos carriles la ley
de la oferta y la demanda [961] de trabajo, la
oscilación de los salarios queda confinada dentro de límites adecuados a la
explotación capitalista y, finalmente, se afianza la tan imprescindible dependencia
social del trabajador respecto del capitalista, relación de
dependencia absoluta que el economista, en su casa, en la metrópoli,
puede transformar falaz y tartajosamente en relación contractual libre
establecida entre comprador y vendedor, entre dos poseedores de mercancías
igualmente autónomos: el poseedor de la mercancía capital y el de la
mercancía trabajo. Pero en las colonias esa bella fantasmagoría se hace
pedazos. La población absoluta crece aquí mucho más rápidamente que en la
metrópoli, puesto que muchos trabajadores hacen su aparición ya maduros, y sin
embargo el mercado de trabajo está siempre insuficientemente abastecido.
La ley de la oferta y la demanda de trabajo se desmorona. Por un lado, el viejo
mundo introduce constantemente capital afanoso de explotación, ávido de
renunciamiento; por otra parte, la reproducción regular de los
asalariados como asalariados tropieza con los obstáculos más
desconsiderados y, en parte, insuperables. [exclamdown]Y no hablemos de
la producción de asalariados supernumerarios, proporcional a la
acumulación del capital! De la noche a la mañana, el asalariado se convierte en
campesino o artesano independiente, que trabaja por su propia cuenta.
Desaparece del mercado de trabajo... pero no para reaparecer en el workhouse.
Esta transformación constante de los asalariados en productores
independientes que en vez de trabajar para el capital lo
hacen para sí mismos, y que en vez de enriquecer al señor capitalista se
enriquecen ellos, repercute a su vez de manera tremendamente perjudicial en la
situación del mercado de trabajo. No sólo el grado de explotación
del asalariado se mantiene indecorosamente exiguo, sino que éste, por
añadidura, con la relación de dependencia pierde también el sentimiento de
dependencia respecto al capitalista cultor del renunciamiento. De ahí surgen
todos los males que nuestro Wakefield describe tan gallardamente, con tanta
elocuencia y de manera tan conmovedora.
La oferta de
trabajo, deplora Wakefield, no es ni constante, ni regular, ni suficiente.
"Es siempre no sólo reducida, sino además insegura" [17]. "Aunque el producto a [962] dividir
entre el obrero y el capitalista sea grande, el obrero se apropia de
una parte tan considerable que pronto se convierte en capitalista... Pocos,
en cambio, aunque alcancen a una edad inusualmente avanzada, pueden acumular
grandes masas de riqueza" [18]. Los obreros, sencillamente, no
toleran que el capitalista renuncie a pagarles la mayor parte
de su trabajo. De nada le sirve a éste ser muy astuto e importar de Europa, con
su propio capital, también sus propios asalariados. "Pronto dejan [...] de
ser asalariados, se [...] transforman en campesinos independientes, e incluso
en competidores de sus ex patrones en el mercado mismo de trabajo
asalariado" [19]. [exclamdown]Imagínese usted, qué atrocidad!
El honesto capitalista ha importado él mismo de Europa, con su propio dinero
contante y sonante, a sus propios competidores, [exclamdown]y en persona!
[exclamdown]Pero es el acabose!. Nada tiene de extraño que Wakefield se queje
de que entre los asalariados de las colonias falte la
relación de dependencia y el sentido de dependencia. "Debido al alto
nivel de los salarios", dice su discípulo Merivale, "en las colonias
existe un deseo apasionado de trabajo más barato y servicial,
de una clase a la que el capitalista pueda dictarle las condiciones, en
vez de tener que aceptar las que ella le dicta... En países civilizados
desde antiguo, el obrero, aunque libre, depende del capitalista por una
ley de la naturaleza; en las colonias debe crearse esa dependencia por medio de
recursos artificiales" [20] g 21.
[963] Ahora bien, ¿cuál es el
resultado del sistema, imperante en las colonias, conforme al cual la propiedad
privada se funda en el trabajo propio, y no en la explotación de trabajo ajeno?
Un "sistema barbarizante de dispersión de los productores y
del patrimonio nacional" [22]. La dispersión de los medios de
producción entre innumerables productores que se apropian de los mismos y
trabajan con ellos aniquila, con la concentración capitalista, el
fundamento capitalista de todo trabajo combinado. Toda empresa capitalista
de gran envergadura que se extienda a lo largo de varios años y requiera
desembolsos de mucho capital fijo, se vuelve problemática [h]269 Nota idéntica a la 269 de la 2ª
edición. 23. En
Europa el capital no vacila ni un instante, pues la clase obrera constituye su
accesorio vivo [i], siempre en abundancia, siempre disponible.
[exclamdown]Pero en los países coloniales! Wakefield relata una anécdota
extremadamente desgarradora. Ese autor conversó con algunos capitalistas de
Canadá y del estado de Nueva York, donde, además, las oleadas inmigratorias a
menudo [964] se detienen y depositan un sedimento de obreros
"supernumerarios". "Nuestro capital", gime uno de los
personajes del melodrama, "nuestro capital ya estaba pronto para efectuar
muchas operaciones que requieren un lapso considerable para su consumación;
¿pero podíamos emprender tales operaciones con obreros que, bien lo sabíamos,
pronto nos volverían las espaldas? Si hubiéramos estado seguros de poder retener el
trabajo de esos inmigrantes, los habríamos contratado de inmediato,
gustosamente y a un precio elevado. E incluso los habríamos contratado, pese a
la seguridad de su pérdida, si hubiéramos estado seguros de contar con
nuevos refuerzos a medida que los necesitáramos" [24].
Después de
cotejar, ostentosamente, la agricultura capitalista inglesa y su trabajo
"combinado" con la dispersa agricultura campesina norteamericana,
Wakefield nos deja ver también, en un desliz, el reverso de la medalla.
Describe el bienestar, la independencia, el espíritu emprendedor y la relativa
cultura de la masa del pueblo norteamericano, mientras que "el obrero
agrícola inglés es un miserable zaparrastroso (a miserable wretch), un
indigente... ¿En qué país, excepto Norteamérica y algunas colonias nuevas, los
jornales del trabajador libre empleado en la agricultura superan de manera
digna de mención lo que se necesita para que el obrero adquiera los medios de
subsistencia más indispensables?... Sin duda alguna, a los caballos de tiro por
ser una propiedad valiosa se los alimenta en Inglaterra mucho mejor que al
jornalero agrícola" [25]. Pero never mind [no
importa]: una vez más, la riqueza
nacional es idéntica, por su propia naturaleza, a la miseria
popular.
¿Cómo curar,
entonces, el cáncer anticapitalista de las colonias? Si se quisiera transformar
de un solo golpe toda la tierra que hoy es propiedad del pueblo en propiedad
privada, se destruiría la raíz del mal, ciertamente, pero también... la
colonia. Las reglas del arte exigen que se maten dos pájaros de un tiro.
Asígnese a la tierra virgen, por decreto gubernamental, un precio
independiente de la ley de la oferta y la demanda, un precio
artificial que obligue al inmigrante a trabajar por salario durante
un [965] período más prolongado, antes que pueda ganar el
dinero suficiente para adquirir tierra [26] y transformarse en campesino
independiente. El fondo resultante de la venta de terrenos a un
precio relativamente prohibitivo para el asalariado, ese fondo
de dinero esquilmado del salario, pues, mediante la violación
de la sagrada ley de la oferta y la demanda, inviértalo el gobierno, a su vez,
a medida que aumente, en importar pobres diablos de Europa a las colonias y
mantener lleno así, para el señor capitalista, su mercado de trabajo
asalariado. Bajo estas circunstancias tout sera pour le mieux dans
le meilleur des mondes possibles 27.
Este es el gran secreto de la "colonización sistemática".
"Si se aplica este plan", exclama triunfante Wakefield, "la
oferta de trabajo tendrá que ser constante y regular; primero, porque como
ningún obrero puede obtener tierra antes de haber trabajado por dinero, todos
los obreros inmigrantes, al trabajar combinadamente por un salario, producen
capital a su patrón para el empleo de más trabajo, en segundo lugar, porque
todo el que colgara los hábitos de asalariado y se convirtiera en propietario
de tierras, precisamente al comprarlas aseguraría la existencia de un
fondo destinado a transportar nuevos trabajadores a las colonias" [28]. El precio de la tierra impuesto
por el estado, naturalmente, tiene que ser "suficiente" (sufficient
price), esto es, tan alto "que impida a los obreros convertirse en
campesinos independientes hasta que otros estén allí para llenar su lugar en el
mercado de trabajo asalariado" [29] 30. Este "precio suficiente de
la tierra" no es otra cosa que un circunloquio eufemístico con el que
se describe el rescate pagado al capitalista por el obrero
para que aquél lo autorice a retirarse del mercado de trabajo asalariado y a
establecerse en el campo. Primero tiene que [966] crear "capital"
para el señor capitalista, de modo que el último pueda explotar más
obreros, y luego poner en el mercado de trabajo un "sustituto"
que el gobierno, a expensas del obrero independizado, habrá de expedir a través
de los océanos a su antiguo señor capitalista.
Es
extremadamente característico que el gobierno inglés haya aplicado durante años
ese método de "acumulación originaria", recetado expresamente
por el señor Wakefield para su uso en los países coloniales. El fracaso, por
supuesto, fue tan ignominioso como el de la ley bancaria de Peel [31]. La corriente emigratoria,
simplemente, se desvió de las colonias inglesas hacia Estados Unidos.
Entretanto, los progresos de la producción capitalista en Europa, sumados a la
creciente presión del gobierno, hicieron superflua la receta de
Wakefield. La caudalosa y continua correntada humana que año tras año fluye
hacia Norteamérica, en parte deposita sedimentos estacionarios en el Este de
Estados Unidos; en parte, la ola emigratoria procedente de Europa arroja
hombres allí, en el mercado de trabajo, más rápidamente de lo que puede
barrerlos la ola emigratoria que los empuja hacia el Far West. La producción
capitalista, pues, prospera en los estados del Este, aunque la baja de
salarios [j] y la dependencia del asalariado
disten todavía de haber alcanzado los niveles normales en Europa. El
desvergonzado despilfarro de tierras vírgenes coloniales regaladas por el
gobierno inglés a aristócratas y capitalistas y tan enérgicamente censurado
por [967] Wakefield, ha generado, particularmente en Australia 32, una "sobrepoblación
obrera relativa" de suficiente volumen, resultado al que han contribuido
también la corriente humana atraída por los diggins[k] [yacimientos auríferos] y la competencia
que la importación de mercancías inglesas significa hasta para el más pequeño
de los artesanos; de ahí que casi cada vapor correo traiga la desalentadora
noticia de que el mercado laboral australiano está abarrotado "glut of the
Australian labour-market" , y de ahí, también, que en algunos lugares de
Australia la prostitución florezca con tanta lozanía como en el Haymarket
londinense.
Sin embargo,
no nos concierne aquí la situación de las colonias. Lo único que nos interesa
es el secreto que la economía política del Viejo Mundo descubre en el Nuevo y
proclama en alta voz: el modo capitalista de producción y de
acumulación, y por ende también la propiedad privada capitalista, presuponen el
aniquilamiento de la propiedad privada que se funda en el trabajo propio, esto
es, la expropiación del trabajador. 1 353 Se trata
aquí de verdaderas colonias, de tierras vírgenes colonizadas por
inmigrantes libres. Estados Unidos sigue siendo aún, hablando en términos
económicos, una colonia de Europa. Por lo demás, también pertenecen a esta
categoría esas antiguas plantaciones en que la abolición de la esclavitud ha
trastocado totalmente la situación.
[a] a En la 3ª y 4ª ediciones esta frase dice así: "La
economía política confunde aquí, por principio, dos tipos muy diferentes de
propiedad privada, uno de los cuales se funda en el trabajo personal
del productor, mientras que el otro lo hace sobre la explotación de trabajo
ajeno. Olvida que el segundo no sólo es la antítesis directa del primero, sino
que crece únicamente sobre su tumba".
[b] b
En la 3ª y 4ª ediciones, después de la coma: "o el régimen capitalista".
[c] c
En la 3ª y 4ª ediciones; "El régimen capitalista".
[d] d
En la 3ª y 4ª ediciones se suprimen las palabras que figuran entre las dos
últimas comas.
e e En la 3ª y 4ª ediciones esta
frase dice así: "La contradicción entre estos dos sistemas económicos,
diametralmente contrapuestos, se efectiviza aquí, de manera práctica, en la
lucha entablada entre los mismos".
[2] 254
Las pocas conjeturas certeras de Wakefield acerca de la esencia de las colonias
habían sido anticipadas plenamente por Mirabeau père, el
fisiócrata, y mucho antes aun por economistas ingleses.
[3] 255
Más adelante dicho sistema se convierte en una necesidad transitoria, dentro de
la lucha competitiva internacional. Pero sean cuales fueren sus motivos, las
consecuencias son siempre las mismas.
[4] 256
"Un negro es un negro. Sólo bajo determinadas condiciones se convierte
en esclavo. Una máquina de hilar algodón es una máquina de hilar
algodón. Sólo bajo determinadas condiciones se convierte en capital.
Desgajada de esas condiciones, la máquina dista tanto de ser capital como dista
el oro, en sí y para sí, de ser dinero y el azúcar
de ser el precio del azúcar... El capital es
una relación social de producción. Es una relación
histórica de producción." (Karl Marx, "Lohnarbeit und
Kapital", en "Neue Rheinische Zeitung", nº 266, 7 de abril de
1849.)
[5] [306]
El río Swan desemboca cerca de la actual ciudad de
Perth. Nueva Holanda fue el nombre dado por navegantes
holandeses a las costas australianas septentrional y occidental, visitadas por
ellos durante la primera mitad del siglo XVII; sólo cuando Flinders (en
1801-1803) circunnavegó Australia, quedó demostrado que Nueva Holanda y Nueva
Gales del Sur formaban parte del mismo continente. La primera de estas dos
denominaciones, que durante cierto tiempo siguió aplicándose a Australia
Occidental, ha caído en desuso.-- 957.
[6] [307]
Se trataba, en realidad, de 300 personas, como ha indicado H. O. Pappe en
"Wakefield and Marx" ("The Economic Historical Review", IV,
1951, nº I, p. 90, cit. por Rubel).-- 957
[7] 257
E. G. Wakefield, "England...", vol. II, p. 33.
[8] 258
Ibídem, vol. I, p. 17.
[9] 259
Ibídem, p. 18.
[10] 260
Ibídem, pp. 42, 43, 44.
[f] f
En la 4ª edición, la cita comienza así: "<<Los primeros colonos
españoles en Santo Domingo no obtuvieron trabajadores procedentes de España.
Pero sin trabajadores>> (es decir, sin esclavitud) <<el
capital>>"... {308}
11 [308] La corrección de
Engels ajusta el texto al original inglés TI 768).-- 959.
[12] [309]
Wakefield se refiere aquí a la colonización en el río Swan, mencionada más
arriba.-- 959.
[13] 261
Ibídem, vol. II, p. 5.
[14] 262
"La tierra, para llegar a ser un elemento de la colonización, no sólo ha
de ser inculta, sino propiedad pública convertible en propiedad privada." (Ibídem,
vol. II, p. 125.)
[15] 263
Ibídem, vol. I, p. 247.
[16] 264
Ibídem, pp. 21, 22.
[17] 265
Ibídem, vol. II, p. 116.
[18] 266
Ibídem, vol. I, p. 131.
[19] 267
Ibídem, vol. II, p. 5.
[20] 268
Merivale, "Lectures on Colonization...", vol. II, pp. 235-314 y pássim. Incluso el
dulce economista vulgar, el librecambista Molinari, dice: "En las colonias
donde se ha abolido la esclavitud sin remplazar el trabajo forzoso por
una cantidad equivalente de trabajo libre, se ha visto operar la contrapartida
del hecho que todos los días tiene lugar ante nuestros ojos. Se ha visto
cómo los simples trabajadores, por su parte, explotan a
los empresarios industriales, al exigir de éstos salarios totalmente
desproporcionados con la parte legítima que les toca del
producto. Como los plantadores no están en condiciones de obtener por su azúcar
un precio suficiente para cubrir el alza de los salarios, se han visto
obligados a cubrir el excedente recurriendo primero a sus ganancias,
y luego a sus capitales mismos. Multitud de plantadores se arruinaron de esta
manera, mientras que otros cerraban sus establecimientos para escapar a una
ruina inminente... Indudablemente, más vale ver perecer acumulaciones de
capital que generaciones de hombres" ([exclamdown]qué generoso es el señor
Molinari!), "¿pero no sería mejor que ni las unas ni las otras sucumbieran?"
(Molinari, ibídem, pp. 51, 52.) [exclamdown]Señor Molinari, señor Molinari!
¿Qué será de los diez mandamientos, de Moisés y los profetas {216},
de la ley de la oferta y la demanda, si en Europa el
"entrepreneur" [empresario] puede retacear al obrero y en las Indias
Occidentales el obrero al entrepreneur su part légitime? ¿Y cuál
es, háganos el favor, esa "part légitime" que en Europa, según usted
admite, el capitalista deja todos los días de pagar? Allá, del otro lado del
mar, en esas colonias donde los obreros son tan "simples" que
"explotan" a los capitalistas, el señor Molinari siente la fuerte
tentación de encarrilar debidamente, por medio de la policía, la misma ley de
la oferta y la demanda que en otras partes opera de manera automática.
g g En la 4ª edición la cita de
Merivale no figura entre comillas.
21 [216] [exclamdown]He
allí a Moisés y los profetas!. --Vale decir: [exclamdown]eso es lo
esencial, el precepto al que hay que atenerse! La expresión procede del
"Evangelio de Lucas", XVI, 29-31: desde el infierno el rico pide que
Lázaro, que está en el cielo, prevenga a los hermanos del primero acerca del
terrible futuro que les aguarda si siguen viviendo en el pecado, a lo que
responde Abraham: "A Moisés y los profetas tienen; óiganlos. [...] Si no
oyen a Moisés y los profetas tampoco se persuadirán, si alguno se levantare de
los muertos".-- 735; 963.
[22] 269
Wakefield, "England...", vol. II, p. 52.
[h] h
En la 4ª edición el párrafo comienza así: "Ahora bien, ¿cuál es, según
Wakefield, la consecuencia de esa penosa situación en las colonias? Un <<sistema
bárbaro de dispersión>> {310} de los
productores y del patrimonio nacional (269). La fragmentación de
los medios de producción entre innumerables propietarios que trabajan por su
cuenta aniquila, con la centralización del capital, todo fundamento de
trabajo combinado. Toda empresa de gran envergadura que se extienda a lo
largo de varios años y requiera una inversión de capital fijo, tropieza con
obstáculos para su ejecución".
23 [310] En TI 771 sólo
figuran entre comillas las palabras "barbarising tendency of
dispersion" ("tendencia barbarizante a la dispersión").-- 963.
[i] i
En la 3ª y 4ª ediciones se agrega: "allí".
[24] 270
Ibídem, pp. 191, 192.
[25] 271
Ibídem, vol. I, pp. 47, 246.
[26] 272
"Añadís que, gracias a la apropiación del suelo y de los capitales, el
hombre que no posee más que sus brazos encuentra ocupación y se
procura un ingreso... Por el contrario, es precisamente a la apropiación
individual del suelo que se debe el que haya hombres que sólo
poseen sus brazos... Si colocáis a un hombre en el vacío, lo despojáis del
aire. Así procedéis también cuando os apoderáis del suelo... Es como ponerlo en
el vacío de riquezas, para no dejarlo vivir más que si se somete a vuestra
voluntad." (Colins, "L'économie politique...", t. III, pp.
267-271 y pássim.)
27 [90] Tout [est] pour
le mieux dans le meillellr des mondes possibles (todo va de la mejor
manera en el mejor de los mundos posibles).-- Con variantes, esta frase aparece
reiteradas veces en "Cándido" (caps. I, IlI, VI, XXX); Voltaire
satiriza con ella la tesis de Leibniz ("Teodicea", I, 8), según la
cual "Dios no habría creado el mundo si éste no fuera el mejor de todos
los posibles".-- 236; 965.
[28] 273
Wakefield, "England...", vol. II, p. 192.
[29] 274
Ibídem, p. 45.
30 [311] En TI 772 la cita
de Wakefield finaliza así: "hasta que otros hayan llegado a ocupar su
lugar".-- 965.
[31] [312]
Ley bancaria de Peel. --En 1844 se aprobó, por iniciativa de lord
Overstone y Robert Peel, una ley de reforma del Banco de Inglaterra. Se creaba
un fondo áureo especial de reserva y se limitaba a [sterling] 14.500.000 la
emisión de billetes de banco no cubiertos por el fondo metálico. Para evitar la
quiebra del Banco de Inglaterra y la paralización del comercio, sin embargo, el
gobierno se vio obligado a suspender la vigencia de la ley durante los pánicos
provocados por las crisis comerciales de 1847 y 1857, esto es, debió aumentar
considerablemente la cantidad de papel moneda carente de respaldo áureo. Cfr.
el artículo de Marx "La ley bancaria inglesa de 1844", publicado el
23 de agosto de 1858 en la "New-York Daily Tribune" (MEW t. XII, pp.
539 y ss.)-- 966.
[j] j
En la 3ª y 4ª ediciones, en vez del texto que va desde el comienzo de la frase
anterior hasta aquí, se lee; "Por una parte, la caudalosa y continua
correntada humana que todos los años fluye hacia Norteamérica, deposita
sedimentos estacionarios en el Este de Estados Unidos, puesto que la ola
emigratoria procedente de Europa arroja hombres allí, en el mercado de trabajo,
más rápidamente de lo que puede barrerlos la ola emigratoria que los empuja
hacia el Oeste. Por otra parte, la guerra norteamericana de Secesión ha traído
como consecuencia una deuda pública colosal, y con ella una sobrecarga
impositiva, el surgimiento de la más ordinaria de las aristocracias
financieras, la donación de una parte inmensa de las tierras públicas a
sociedades de especuladores dedicadas a la explotación de los ferrocarriles, de
las minas, etc., en una palabra: la más acelerada centralización del capital.
La gran república, pues, ha dejado de ser la tierra prometida de los obreros
inmigrantes. La producción capitalista avanza allí a pasos de gigante, por más
que la rebaja de salarios"...
32 275 No bien Australia se
convirtió en su propio legislador, promulgó, como es natural, leyes favorables
a los colonos, pero subsiste el obstáculo del despilfarro inglés de la tierra,
ya consumado. "La finalidad primera y principal que persigue la nueva ley
de tierras de 1862 es otorgar mayores facilidades para el asentamiento del
pueblo." ("The Land Law of Victoria, by the Hon. G. Duffy,
Minister of Public Lands", Londres, 1862, p. 3.)
[k] k
En la 3ª y 4ª ediciones, "gold-diggings" [yacimientos auríferos].
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