Informe
pronunciado ante el IV Congreso de la Internacional Comunista el 13 de
noviembre de 1922 V. I. Lenin
Pronunciado: El 13
de noviembre de 1922.
Primera publicación: El día 15 de noviembre de 1922 en el núm. 258 de Pravda.
Fuente: Tomado de V. I. Lenin. Obras Completas, tomo 45, Editorial Progreso, Moscú, 1981, pp. 278-294.
Digitalizado para el MIA: Julio Rodríguez, mayo de 2012.
HTML: Juan Fajardo, mayo de 2012
(La aparición del camarada Lenin en la tribuna es
acogida con clamorosos y prolongados aplausos de toda la sala, que se transforman
en ovación. Todos se ponen en pie y cantan La
Internacional.)
Camaradas: En la lista de oradores figuro como el informante principal,
pero comprenderéis que, después de mi larga enfermedad, no estoy en condiciones
de pronunciar un informe amplio. No podré hacer más que una introducción a los
problemas de más importancia. Mi tema será muy limitado. El tema Cinco años de
la revolución rusa y perspectivas de la revolución mundial es demasiado amplio
y grandioso para que pueda agotarlo un solo orador y en un solo discurso. Por
eso tomo únicamente una pequeña parte del problema: la “nueva
política económica”. Tomo deliberadamente sólo esta pequeña parte a fin
de familiarizaros con este problema, de suma importancia hoy, al menos para mí,
ya que me ocupo de él en la actualidad.
Mejor
menos pero mejor Lenin 02 de marzo 1923
"Pravda" N º 49, 4 de marzo de 1923.
Escrito en el XII Congreso del Partido Comunista de Rusia artículo.
Así pues, hablaré de cómo hemos iniciado la nueva política económica y de
los resultados que hemos logrado con ella. Si me limito a este problema, tal
vez pueda hacer un balance en líneas generales y dar una idea general de él.
Si he de deciros, para empezar, cómo nos decidimos a adoptar la nueva
política económica, tendré que recordar un artículo mío escrito en 1918. En una
breve polémica de comienzos de 1918 me referí precisamente a la actitud que debíamos
adoptar ante el capitalismo de Estado.
Entonces escribí:
“El capitalismo de Estado sería un paso adelante en
comparación con la situación existente hoy en nuestra República Soviética. Si
dentro de unos seis meses se estableciera en nuestro país el capitalismo de
Estado, eso sería un inmenso éxito y la más firme garantía de que, al cabo de
un año, el socialismo se afianzaría definitivamente y se haría invencible”.
Esto lo dije, naturalmente, en una época en que éramos más torpes que
hoy, pero no tanto como para no saber analizar semejantes cuestiones.
Así pues, en 1918 yo sostenía la opinión de que el capitalismo de Estado
constituía un paso adelante en comparación con la situación económica existente
entonces en la República Soviética. Eso parecerá muy raro, y puede que hasta
absurdo, pues nuestra república era ya entonces una república socialista;
entonces adoptábamos cada día con el mayor apresuramiento –quizá con un
apresuramiento excesivo- diversas medidas económicas nuevas, que no podían
calificarse más que de medidas socialistas. Y, sin embargo, pensaba que el
capitalismo de Estado suponía un paso adelante comparado con aquella situación
económica de la República Soviética y explicaba más adelante esta idea,
enumerando simplemente los elementos del régimen económico de Rusia. Estos
elementos eran, a mi juicio, los siguientes: “1) economía campesina patriarcal,
es decir, natural en grado considerable; 2) pequeña producción mercantil (en
ella se incluye la mayoría de los campesinos que venden cereales); 3)
capitalismo privado; 4) capitalismo de Estado, y 5) socialismo”. Todos estos
elementos económicos existían a la sazón en Rusia. Entonces me planteé la tarea
de explicar las relaciones que existían entre esos elementos y si no sería
oportuno considerar alguno de los elementos no socialistas, a saber, el
capitalismo de Estado, superior al socialismo. Repito: a todos les parece muy
raro que un elemento no socialista sea apreciado en más y considerado superior
al socialismo en una república que se proclama socialista. Pero comprenderéis
la cuestión si recordáis que nosotros no considerábamos, ni mucho menos, el
régimen económico de Rusia como algo homogéneo y altamente desarrollado, sino
que teníamos plena conciencia de que, al lado de la forma socialista, existía
en Rusia la agricultura patriarcal, es decir, la forma más primitiva de
agricultura. ¿Qué papel podía desempeñar el capitalismo de Estado en semejante
situación?
Luego me preguntaba: ¿cuál de estos elementos es el predominante? Es
claro que en un ambiente pequeñoburgués predomina el elemento pequeñoburgués.
Comprendía que este elemento era el predominante; era imposible pensar de otro
modo. La pregunta que me hice entonces (se trataba de una polémica especial,
que no guarda relación con el problema presente) fue ésta: ¿qué actitud
adoptamos ante el capitalismo de Estado? Y me respondía: el Capitalismo de
Estado, aunque no es una forma socialista, sería para nosotros y para Rusia una
forma más ventajosa que la actual. ¿Qué significa esto? Significa que nosotros
no sobrestimábamos ni las formas embrionarias, ni los principios de la economía
socialista, a pesar de que habíamos hecho ya la revolución social; por el
contrario, entonces reconocíamos ya, en cierto modo: sí, habría sido mejor
implantar antes el capital
Debo subrayar particularmente este aspecto de la cuestión porque
considero que sólo partiendo de él es posible, primero, explicar qué representa
la actual política económica y, segundo, sacar de ello deducciones prácticas
muy importantes también para la Internacional Comunista. No quiero decir que
tuviésemos preparado de antemano el plan de repliegue. No había tal cosa. Esas
breves líneas de carácter polémico en modo alguno significaban entonces un plan
de repliegue. Ni siquiera se mencionaba un punto tan importante como es, por
ejemplo, la libertad de comercio, que tiene una significación fundamental para
el capitalismo de Estado. Sin embargo, con ello se daba ya la idea general,
imprecisa, del repliegue. Estimo que debemos prestar atención a este problema
no sólo desde el punto de vista de un país que ha sido
y continúa siendo muy atrasado en cuanto a la estructura de su economía, sino
también desde el punto de vista de la Internacional Comunista y de los países
adelantados de Europa Occidental. Ahora, por ejemplo, estamos redactando
el programa. Mi opinión personal es que procederíamos mejor si discutiéramos
ahora todos los programas sólo de un modo general, tras la primera lectura, por
decirlo así, y los imprimiéramos, sin adoptar ahora, este año, ninguna decisión
definitiva. ¿Por qué? Ante todo, porque, naturalmente, no creo que los hayamos
estudiado todos bien. Y, además, porque casi no hemos analizado el problema de
un posible repliegue y la manera de asegurarlo. Y este problema requiere sin
falta que le prestemos atención en un momento en que se producen cambios tan
radicales en el mundo entero como son el derrocamiento del capitalismo y la
edificación del socialismo, con todas sus enormes dificultades. No debemos
saber únicamente cómo actuar en el momento en que pasamos a la ofensiva directa
y, además, salimos vencedores. A fin de cuentas, en un período revolucionario
eso no es tan difícil ni tan importante; por lo menos, no es lo más decisivo.
Durante la revolución hay siempre momentos en que el enemigo pierde la cabeza,
y si lo atacamos en uno de esos momentos, podemos triunfar con facilidad. Pero
esto aún no quiere decir nada, puesto que nuestro enemigo, si posee suficiente
dominio de sí mismo, puede agrupar con antelación sus fuerzas, etc. Entonces
puede provocarnos con facilidad para que lo ataquemos, y después hacernos
retroceder por muchos años. Por eso opino que la idea de que debemos
prepararnos para un posible repliegue tiene suma importancia, y no sólo desde
el punto de vista teórico. También desde el punto de vista práctico todos los
partidos que se preparan para emprender en un futuro próximo la ofensiva
directa contra el capitalismo deben pensar ya ahora también en cómo asegurarse
el repliegue. Yo creo que si tenemos en cuenta esta enseñanza, así como todas
las demás que nos brinda la experiencia de nuestra revolución, lejos de
causarnos daño alguno, nos será, probablemente, muy útil en muchos casos.
Después de haber subrayado que ya en 1918 considerábamos el capitalismo
de Estado como una posible línea de repliegue, paso a analizar los resultados
de nuestra nueva política económica. Repito: entonces era una idea muy vaga
todavía; pero en 1921, después de haber superado la etapa más importante de la
guerra civil, y de haberla superado victoriosamente, nos enfrentamos con una
gran crisis política interna -yo supongo que la mayor- de la Rusia Soviética. Esta crisis interna puso al desnudo el descontento no sólo
de una parte considerable de los campesinos, sino también de los obreros.
Fue la primera vez, y confío en que será la última en la historia de la Rusia
Soviética, que grandes masas de campesinos estaban contra nosotros, no de modo
consciente, sino instintivo, por su estado de ánimo. ¿A qué se debía esta
situación tan original y, claro es, tan desagradable para nosotros? La causa
consistía en que habíamos avanzado demasiado en nuestra ofensiva económica, en
que no nos habíamos asegurado una base suficiente, en que las masas sentían lo
que nosotros aún no supimos entonces formular de manera consciente, pero que
muy pronto, unas semanas después, reconocimos: que el paso directo a formas
puramente socialistas, a la distribución puramente socialista, era superior a
las fuerzas que teníamos y que si no estábamos en condiciones de replegarnos,
para limitarnos a tareas más fáciles, nos amenazaría la bancarrota. La crisis
comenzó, a mi parecer, en febrero de 1921. Ya en la primavera del mismo año
decidimos unánimemente - en esta cuestión no he observado grandes discrepancias
entre nosotros- pasar a la nueva política económica. Hoy, después de año y
medio, a finales de 1922, estamos ya en condiciones de hacer algunas
comparaciones. Y bien, ¿qué ha sucedido? ¿Cómo hemos vivido este año y medio?
¿Qué resultados hemos obtenido? ¿Nos ha proporcionado alguna utilidad este
repliegue, y nos ha salvado en realidad, o se trata de un resultado confuso
todavía? Esta es la pregunta principal que me hago y supongo que tiene también
importancia primordial para todos los partidos comunistas, pues si la respuesta
fuera negativa, todos estaríamos condenados a la bancarrota. Considero que
todos nosotros podemos dar, con la conciencia tranquila, una respuesta
afirmativa a esta pregunta, y precisamente en el sentido de que el año y medio
transcurrido demuestra de manera positiva y absoluta que hemos salido airosos
de esta prueba.
Trataré de demostrarlo. Para ello debo enumerar brevemente todas las
partes integrantes de nuestra economía.
Me detendré, ante todo, en nuestro sistema financiero y en el famoso
rublo ruso. Creo que se le puede calificar de famoso aunque sólo sea porque la
cantidad de estos rublos supera ahora a mil billones. (Risas.) Esto ya es algo.
Es una cifra astronómica. Estoy seguro de que no todos los que se encuentran
aquí saben siquiera lo que esta cifra representa. (Hilaridad general.) Pero
nosotros -y, además, desde el punto de vista de la ciencia económica- no
concedemos demasiada importancia a estas cifras, pues los ceros pueden ser
tachados. (Risas.) Ya hemos aprendido algo en este arte, que desde el punto de
vista económico tampoco tiene ninguna importancia, y estoy seguro de que en el
curso ulterior de los acontecimientos alcanzaremos en él mucha mayor maestría.
Lo que tiene verdadera importancia es la estabilización del rublo. Para
resolver este problema trabajamos, trabajan nuestras mejores fuerzas, y
concedemos a esta tarea una importancia decisiva. Si conseguimos estabilizar el
rublo por un plazo largo, y luego para siempre, habremos triunfado. Entonces,
todas esas cifras astronómicas -todos esos billones y millares de billones- no
significarán nada. Entonces podremos asentar nuestra economía sobre terreno
firme y seguir desarrollándola sobre ese terreno. Creo que puedo citaros hechos
bastante importantes y decisivos sobre esta cuestión. En 1921, el período de estabilización
del rublo papel duró menos de tres meses. Y en el corriente año de 1922, aunque
no ha terminado todavía, el período de estabilización dura ya más de cinco
meses. Supongo que ya es suficiente. Claro que no lo será si esperáis de
nosotros una prueba científica de que en el futuro resolveremos por completo
este problema. Pero, a mi juicio, es imposible, en general, demostrarlo por
completo. Los datos citados prueban que desde el año pasado, en que empezamos a
aplicar nuestra nueva política económica, hasta hoy, hemos aprendido ya a
avanzar, Si hemos aprendido eso, estoy seguro de que sabremos lograr nuevos
éxitos en este camino, siempre que no cometamos alguna estupidez
extraordinaria. Lo más importante, sin embargo, es el comercio, la circulación de
mercancías, imprescindible para nosotros. Y si hemos salido airosos de esta
prueba durante dos años, a pesar de que nos encontrábamos en estado de guerra
(pues, como sabéis, hace sólo algunas semanas que hemos tomado a Vladivostok) y
de que sólo ahora podemos iniciar nuestra actividad económica de un modo
regular; si, a despecho de todo eso, hemos logrado que el período de
estabilización del rublo papel se eleve de tres meses a cinco, creo tener
motivo para atreverme a decir que podemos considerarnos satisfechos de eso.
Porque estamos completamente solos. No hemos recibido ni recibimos ningún
empréstito. No nos ha ayudado ninguno de esos poderosos Estados capitalistas
que organizan de manera tan “brillante” su economía capitalista y que hasta hoy
no saben adónde van. Con la paz de Versalles han creado tal sistema financiero
que ni ellos mismos se entienden. Si esos grandes países capitalistas dirigen
su economía de ese modo, opino que nosotros, atrasados e incultos, podemos
estar satisfechos de haber alcanzado lo principal: las condiciones para
estabilizar el rublo. Esto lo prueba la práctica, y no un análisis teórico
cualquiera, y soy del parecer de que la práctica es más importante que todas
las discusiones teóricas del mundo. La práctica demuestra que, en este terreno,
hemos logrado resultados decisivos: hemos comenzado a hacer avanzar nuestra
economía hacia la estabilización del rublo, lo que tiene extraordinaria
importancia para el comercio, para la libre circulación de mercancías, para los
campesinos y para la inmensa masa de pequeños productores.
Paso ahora a examinan nuestros objetivos sociales. Lo principal,
naturalmente, son los campesinos. En 1921, el
descontento de una parte inmensa del campesinado era un hecho indudable. Además,
se declaró el hambre. Y esto implicó para los campesinos la prueba más dura. Y
es completamente natural que todo el extranjero empezara a chillar: “Ahí tenéis
los resultados de la economía socialista”. Es completamente natural, desde
luego, que silenciaran que el hambre era, en realidad, una consecuencia
monstruosa de la guerra civil. Todos los terratenientes y capitalistas, que se
lanzaron sobre nosotros en 1918, presentaron las cosas como si el hambre fuera
una consecuencia de la economía socialista. El hambre ha sido, en efecto, una
inmensa y grave calamidad, una calamidad que amenazaba con destruir toda
nuestra labor organizadora y revolucionaria.
Y yo pregunto ahora: luego de esta inusitada e inesperada calamidad,
¿cómo están las cosas hoy, después de haber implantado la nueva política
económica, después de haber concedido a los campesinos la libertad de comercio?
La respuesta, clara y evidente para todos, es la siguiente: en un año, los
campesinos han vencido el hambre y, además, han abonado el impuesto en especie
en tal cantidad que hemos recibido ya centenares de millones de puds, y casi
sin aplicar ninguna medida coactiva. Los levantamientos de campesinos, que
antes de 1921 constituían, por decirlo así, un fenómeno general en Rusia, han
desaparecido casi por completo. Los campesinos están satisfechos de su actual
situación. Lo podemos afirmar con toda tranquilidad. Consideramos que estas
pruebas tienen mayor importancia que cualquier prueba estadística. Nadie duda que los campesinos son en nuestro país el factor
decisivo. Y hoy se encuentran en tal situación que no debemos temer
ningún movimiento suyo contra nosotros. Lo decimos con pleno conocimiento de
causa y sin exagerar. Eso ya está conseguido. Los campesinos pueden sentir
descontento por uno u otro aspecto de la labor de nuestro poder, y pueden
quejarse de ello. Esto, naturalmente, es posible e inevitable, ya que nuestra
administración y nuestra economía estatal son aún demasiado malas para poderlo
evitar; pero, en todo caso, está excluido por completo cualquier descontento
serio del campesinado en su totalidad contra nosotros. Lo hemos logrado en un
solo año. Y opino que ya es mucho.
Paso a hablar ahora de la industria ligera. Precisamente en la industria
debemos hacer diferencias entre la industria pesada y la ligera, pues ambas se
encuentran en distintas condiciones. Por lo que se refiere a la industria
ligera, puedo decir con tranquilidad que se observa en ella un incremento
general. No me dejaré llevar por los detalles, por cuanto en mi plan no entra
citar datos estadísticos. Pero esta impresión general se basa en hechos y puedo
garantizar que en ella no hay nada equivocado ni inexacto. Tenemos un auge
general en la industria ligera y, en relación con ello, cierto mejoramiento de
la situación de los obreros tanto en Petrogrado como en Moscú. En otras zonas
se observa en menor grado, ya que allí predomina la industria pesada; por eso
no se debe generalizar. De todos modos, repito, la industria ligera acusa un
ascenso indudable, y la mejora de la situación de los obreros de Petrogrado y
de Moscú es innegable. En la primavera de 1921, en ambas ciudades reinaba el
descontento entre los obreros. Hoy esto no existe en absoluto. Nosotros, que
observamos día a día la situación y el estado de ánimo de los obreros, no nos
equivocamos en este sentido.
La tercera cuestión se refiere a la industria pesada. Debo aclarar, a
este respecto, que la situación es todavía difícil. En 1921-1922 se ha iniciado
cierto viraje en esta situación. Podemos confiar, por tanto, en que mejorará en
un futuro próximo. Hemos reunido ya, en parte, los medios necesarios para ello.
En un país capitalista, para mejorar el estado de la industria pesada haría
falta un empréstito de centenares de millones, sin los cuales esa mejora sería
imposible. La historia de la economía de los países capitalistas demuestra que,
en los países atrasados, sólo los empréstitos de centenares de millones de
dólares o de rublos oro a largo plazo podrían ser el medio para elevar la
industria pesada. Nosotros no hemos tenido esos empréstitos ni hemos recibido
nada hasta ahora. Cuanto se escribe sobre la entrega de empresas en régimen de
concesión, etc., no significa casi nada, excepto papel. En los últimos tiempos
hemos escrito mucho de eso, sobre todo de la concesión Urquhart. No obstante,
nuestra política concesionaria me parece muy buena. Más, a pesar de ello, no
tenemos aún una concesión rentable. Os ruego que no olvidéis esto. Así pues, la
situación de la industria pesada es una cuestión verdaderamente gravísima para
nuestro atrasado país, ya que no hemos podido contar con empréstitos de los
países ricos. Sin embargo, observamos ya una notable mejoría y vemos, además,
que nuestra actividad comercial nos ha proporcionado ya algún capital, por
ahora, ciertamente, muy modesto, poco más de veinte millones de rublos oro.
Pero, sea como fuere, tenemos ya el comienzo: nuestro comercio nos proporciona
medios que podemos utilizar para elevar la industria pesada. Lo cierto es que
nuestra industria pesada aún se encuentra actualmente en una situación muy
difícil. Pero supongo que lo decisivo es la circunstancia de que estamos ya en
condiciones de ahorrar algo. Así lo seguiremos haciendo. Aunque a menudo se
hace esto a costa de la población, hoy debemos, a pesar de lodo, economizar.
Ahora nos dedicamos a reducir el presupuesto del Estado, a reducir la
administración pública. Más adelante diré unas cuantas palabras sobre nuestra
administración pública. En todo caso, debemos reducirla, debemos economizar
cuanto sea posible. Economizamos en todo, hasta en las escuelas. Y esto debe
ser así, pues sabemos que sin salvar la industria pesada, sin restablecerla, no
podremos construir ninguna clase de industria, y sin ésta pereceremos del todo
como país independiente. Lo sabemos de sobra.
La salvación de Rusia no está sólo en una buena cosecha en el campo -esto
no basta-; tampoco está sólo en el buen estado de la industria ligera, que
abastece a los campesinos de artículos de consumo -esto tampoco basta-;
necesitamos, además, una industria pesada. Pero, para ponerla en buenas
condiciones, se precisarán varios años de trabajo.
La industria pesada necesita subsidios del Estado. Si no los encontramos,
pereceremos como Estado civilizado, sin decir ya que también como Estado
socialista. Por tanto, en este sentido hemos dado un paso decisivo. Hemos
empezado a acumular los recursos necesarios para poner en pie la industria
pesada. Es verdad que la suma que hemos reunido hasta la fecha apenas si pasa
de veinte millones de rublos oro; pero, de todos modos, esa suma existe y está
destinada exclusivamente a levantar nuestra industria pesada.
Creo que, como había prometido, he expuesto brevemente, a grandes rasgos,
los principales elementos de nuestra economía nacional. Considero que de todo
ello puede deducirse que la nueva política económica nos ha reportado ya
beneficios. Hoy tenemos ya pruebas de que, como Estado, estamos en condiciones
de ejercer el comercio, de conservar nuestras firmes posiciones en la
agricultura y en la industria y de avanzar. Lo ha demostrado la práctica. Y
pienso que, por el momento, esto es bastante para nosotros. Tendremos que
aprender muchas cosas todavía y comprendemos qué necesitamos aprender. Hace
cinco años que estamos en el poder, con la particularidad de que durante estos
cinco años hemos vivido en estado de guerra permanente. Por tanto, hemos tenido
éxitos.
Es natural, ya que nos seguían los campesinos. Es difícil dar mayores
pruebas de adhesión que las mostradas por los campesinos. Comprendían que tras
los guardias blancos se encuentran los terratenientes, a quienes odian más que
a nada en el mundo. Y por eso, los campesinos nos han apoyado con todo
entusiasmo, con toda lealtad. No fue difícil conseguir que nos defendieran de
los guardias blancos. Los campesinos, que antes odiaban la guerra, apoyaron por
todos los medios la guerra contra los guardias blancos, la guerra civil contra
los terratenientes. Sin embargo, esto no era todo, porque, en el fondo, se
trataba únicamente de si el poder quedaría en manos de los terratenientes o de
los campesinos. Para nosotros, esto no era bastante. Los campesinos comprenden
que hemos conquistado el poder para los obreros y que nos planteamos el
objetivo de crear el régimen socialista con ayuda de ese poder. Por eso, lo más
importante para nosotros era preparar en el aspecto económico la economía
socialista. No pudimos prepararla directamente y nos vimos obligados a hacerlo
de manera indirecta. El capitalismo de Estado, tal como lo hemos implantado en
nuestro país, es un capitalismo de Estado peculiar. No corresponde al concepto
habitual del capitalismo de Estado. Tenemos en nuestras manos todos los puestos
de mando, tenemos en nuestras manos la tierra, que pertenece al Estado. Esto es
muy importante, aunque nuestros enemigos presentan la cosa como si no significara
nada. No es cierto. El hecho de que la tierra pertenezca al Estado tiene
extraordinaria importancia y, además, gran sentido práctico en el aspecto
económico. Esto lo hemos logrado, y debo manifestar que toda nuestra actividad
ulterior debe desarrollarse sólo dentro de ese marco. Hemos conseguido ya que
nuestros campesinos estén satisfechos y que la industria y el comercio se
reanimen. He dicho antes que nuestro capitalismo de Estado se diferencia del
capitalismo de Estado, comprendido literalmente, en que el Estado proletario
tiene en sus manos no sólo la tierra, sino también las ramas más importantes de
la industria. Ante todo, hemos entregado en arriendo sólo cierta parte de la
industria pequeña y media; todo lo demás queda en nuestras manos. Por lo que se
refiere al comercio, quiero destacar aún que tratamos de crear, y estamos
creando ya, sociedades mixtas, es decir, sociedades en las que una parte del
capital pertenece a capitalistas privados -por cierto, extranjeros la otra
parte nos pertenece a nosotros. Primero, de esa manera aprendemos a comerciar,
cosa que necesitamos, y, segundo, tenemos siempre la posibilidad de cerrar esas
sociedades, si así lo creemos necesario. De modo que, por decirlo así, no
arriesgamos nada. En cambio, aprendemos del capitalista privado y observamos
cómo podemos elevarnos y qué errores cometemos. Me parece que puedo limitarme a
cuanto queda dicho.
Quisiera referirme todavía a algunos puntos de poca monta. Es indudable
que hemos hecho y haremos aún muchísimas tonterías. Nadie puede juzgarlas mejor
ni verlas más claro que yo. (Risas.) ¿Por qué hacemos
tonterías? La razón es sencilla: primero, porque somos un país atrasado;
segundo, porque la instrucción en nuestro país es mínima; tercero, porque no
recibimos ninguna ayuda de fuera. Ni uno solo de los países civilizados nos
ayuda. Por el contrario, todos obran en contra nuestra. Y cuarto, por culpa de
nuestra administración pública. Hemos heredado la vieja administración pública,
y ésta ha sido nuestra desgracia. Es muy frecuente que esta administración
trabaje contra nosotros. Ocurrió que en 1917, después de que tomamos el poder,
los funcionarios públicos comenzaron a sabotearnos. Entonces nos asustamos
mucho y les rogamos: “Por favor, vuelvan a sus puestos”.
Todos volvieron, y ésta ha sido nuestra desgracia. Hoy poseemos una inmensidad
de funcionarios, pero no disponemos de elementos con suficiente instrucción
para poder dirigirlos de verdad. En la práctica sucede con harta frecuencia que
aquí, arriba, donde tenemos concentrado el poder estatal, la administración
funciona más o menos; pero en los puestos inferiores disponen ellos como
quieren, de manera que muy a menudo contrarrestan nuestras medidas. Hombres
adictos, en las altas esferas, tenemos no sé exactamente cuántos, pero creo
que, en todo caso, sólo varios miles, a lo sumo unas decenas de miles. Pero en
los puestos inferiores se cuentan por centenares de miles los antiguos
funcionarios que hemos heredado del régimen zarista y de la sociedad burguesa y
que trabajan contra nosotros, unas veces de manera consciente, y otras
inconscientes. Es indudable que, en este terreno, no se conseguirá nada a corto
plazo. Tendremos que trabajar muchos años para perfeccionar la administración,
renovarla y atraer nuevas fuerzas. Lo estamos haciendo a ritmo bastante rápido,
quizá demasiado rápido. Hemos fundado escuelas soviéticas y facultades obreras;
estudian varios centenares de miles de jóvenes; acaso estudien demasiado de
prisa; pero, de todas maneras, la labor en este terreno ha comenzado y creo que
nos dará sus frutos. Si no nos precipitamos demasiado en esta labor, dentro de
algunos años tendremos una masa de jóvenes capaces de cambiar radicalmente
nuestra administración.
He dicho que hemos hecho innumerables tonterías, pero debo decir también
algo en este aspecto de nuestros adversarios. Si éstos nos reprochan y dicen
que el propio Lenin reconoce que los bolcheviques han hecho muchísimas
tonterías, yo quiero responder: es cierto, pero, a pesar de todo, nuestras
tonterías son de un género completamente distinto que el de las vuestras.
Nosotros no hacemos más que empezar a estudiar, pero estudiamos con tanta
regularidad que estamos seguros de obtener buenos resultados. Pero si nuestros
enemigos, es decir, los capitalistas y los héroes de la II Internacional,
recalcan las tonterías que hemos hecho, me permitiré citar aquí, a título
comparativo, las palabras de un famoso escritor ruso, que, modificándolas un
poco, resultarían así: cuando los bolcheviques hacen tonterías, dicen: “Dos por
dos, cinco”; pero cuando las hacen sus adversarios, es decir, los capitalistas
y los héroes de la II Internacional, el resultado es: “Dos por dos, una vela de
estearina”. Esto no es difícil demostrarlo. Tomad, por ejemplo, el pacto con
Kolchak que concertaron Norteamérica, Inglaterra, Francia y el Japón. Yo os
pregunto: ¿existen en el mundo potencias más cultas y fuertes? ¿Y qué resultó?
Se comprometieron a ayudar a Kolchak sin calcular, sin reflexionar, sin
observar. Ha sido un fracaso incluso difícil de comprender, a juicio mío, desde
el punto de vista de la razón humana.
Otro ejemplo más reciente y de mayor importancia: la paz de Versalles. Yo
os pregunto: ¿qué han hecho, en este caso, las “grandes” potencias “cubiertas
de gloria”? ¿Cómo podrán encontrar ahora la salida de este caos y de este
absurdo? Creo que no exageraré si repito que nuestras tonterías no son nada en
compa-ración con las que hacen juntos los Estados capitalistas, el mundo
capitalista y la II Internacional. Por eso supongo que las perspectivas de la
revolución mundial -tema que habré de tratar brevemente- son favorables. Y
pienso que, si se da determinada condición, se harán más favorables todavía.
Desearía decir algunas palabras sobre estas condiciones.
En 1921 aprobamos en el III Congreso una resolución sobre la estructura
orgánica de los partidos comunistas y los métodos y el contenido de su labor5.
La resolución es magnífica, pero es rusa casi hasta la médula; es decir, se
basa en las condiciones rusas. Este es su aspecto bueno, pero también su punto
flaco. Flaco porque estoy convencido de que casi ningún extranjero podrá
leerla; yo la he releído antes de hacer esta afirmación. Primero, es demasiado
larga, consta de cincuenta o más puntos. Por regla general, los extranjeros no
pueden leer cosas así. Segundo, incluso si la leen, no la comprenderán
precisamente porque es demasiado rusa. No porque esté escrita en ruso (ha sido
magníficamente traducida a todos los idiomas), sino porque está sobresaturada
de espíritu ruso. Y tercero, si, en caso excepcional, algún extranjero la llega
a entender, no la podrá cumplir. Este es su tercer defecto. He conversado con
algunos delegados extranjeros y confío en que podré conversar detenidamente con
gran número de delegados de distintos países en el curso del congreso, aunque
no participe personalmente en él, ya que, por desgracia, no me es posible.
Tengo la impresión de que hemos cometido un gran error con esta resolución, es
decir, que nosotros mismos hemos levantado una barrera en el camino de nuestro
éxito futuro. Como ya he dicho, la resolución está excelentemente redactada, y
yo suscribo todos sus cincuenta o más puntos. Pero no hemos comprendido cómo se
debe llevar nuestra experiencia rusa a los extranjeros. Cuanto expone la
resolución, ha quedado en letra muerta. Y si no comprendemos esto, no podremos
seguir nuestro avance. Considero que lo más importante para todos nosotros,
tanto para los rusos como para los camaradas extranjeros, es que, después de
cinco años de revolución rusa, debemos estudiar. Sólo ahora hemos obtenido la
posibilidad de estudiar. Ignoro cuánto durará esta posibilidad. No sé durante
cuánto tiempo nos concederán las potencias capitalistas la posibilidad de
estudiar tranquilamente. Pero debemos aprovechar cada minuto libre de las
ocupaciones militares, de la guerra, para estudiar, comenzando, además, por el
principio.
El partido en su totalidad y todos los sectores de la población de Rusia
lo demuestran con su afán de saber. Esta afición al estudio prueba que nuestra
tarea más importante ahora es -estudiar y estudiar. Pero también los camaradas
extranjeros deben estudiar, no en el mismo sentido en que lo hacemos nosotros:
leer, escribir y comprender lo leído, que es lo que todavía precisamos. Se
discute si esto corresponde a la cultura proletaria o a la cultura burguesa.
Dejo pendiente la cuestión. Pero de lo que no cabe ninguna duda es de que
nosotros necesitamos, ante todo, aprender a leer, a escribir y a comprender lo
que leemos. Los extranjeros no lo necesitan. Les hace falta ya algo más
elevado: esto implica, primero, que comprendan también lo que hemos escrito
acerca de la estructura orgánica de los partidos comunistas y que los camaradas
extranjeros firmaron sin leerlo y sin comprenderlo. Esta debe ser su primera
tarea. Es preciso llevar a la práctica esta resolución. Pero no puede hacerse
de la noche a la mañana, eso sería completamente imposible. La resolución es demasiado rusa: refleja la experiencia rusa.
Por eso, los extranjeros no la comprenden en absoluto y no pueden conformarse
con colocarla en un rincón como un icono y rezar ante ella. Así no se
conseguirá nada. Lo que necesitan es asimilar parte de la experiencia rusa. No
sé cómo lo harán. Puede que los fascistas de Italia, por ejemplo, nos presten
un buen servicio, explicando a los italianos que no son todavía bastante cultos
y que su país no está garantizado aún contra las centurias negras. Quizá esto
sea muy útil. Nosotros, los rusos, debemos buscar también la forma de explicar
a los extranjeros las bases de esta resolución, pues, de otro modo, se verán
imposibilitados por completo para cumplirla. Estoy convencido de que, en este
sentido, debemos decir no sólo a los camaradas rusos, sino también a los
extranjeros, que lo más importante del período en que estamos entrando es
estudiar. Nosotros estudiamos en sentido general. En cambio, los estudios de
ellos deben tener un carácter especial para que lleguen a comprender realmente
la organización, la estructura, el método y el contenido de la labor
revolucionaria. Si se logra esto, las perspectivas de la revolución mundial,
estoy convencido de ello, serán no solamente buenas, sino incluso
magníficas. (Clamorosos aplausos que duran largo rato. Las
exclamaciones de “¡Viva nuestro camarada Lenin!” promueven nuevas ovaciones
clamorosas.)
ACERCA DE LA
CUESTION SOCIAL EN RUSIA
Escrito: Por Engels en abril de 1875
La URSS: de
la revolución socialista al capitalismo de Estado
Burocracia y
capitalismo de Estado
Marx y la
Teoría de la Revolución Permanente
Rosa Luxemburgo
1918:. Discurso ante el Congreso de Fundación del Partido
Comunista Alemán (en .pdf) en este texto critica la
introducción que hace Engels, La lucha de clase en Francia
Antes de tomar el poder defiende el capitalismo de estado
ResponderEliminarV. I. Lenin La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla
https://app.box.com/s/ee9jq1lk0qbz36lt3jkquc5kjxf96dl0
Septiembre de 1917,
http://www.vozproletaria.com.ve/2015/08/formacion-lenin-la-catastrofe-que-nos.html
Defiende el capitalismo de estado
V. I. Lenin. Acerca del infantilismo "izquierdista" y del espíritu pequeñoburgués
Escrito: El 5 de mayo de 1918.
https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1918/mayo/05.htm
Anton Pannekoek 1937: Capitalismo de estado y dictadura
ResponderEliminarhttps://www.marxists.org/espanol/pannekoek/1937/dictadura.htm