4 de marzo
de 2015
Por Marat
Este será
seguramente mi último artículo, no sé si de modo definitivo o por un largo
tiempo. Ya no me quedará más que decir tras él. Estoy seco pero, si no lo
estuviera, estoy convencido de que mis palabras tendrían el mismo eco que han
tenido hasta ahora: el de llegar a un reducido círculo cuya posibilidad de
influir en la sociedad española es prácticamente nula.
Cuando uno constata que la sociedad en la que
vive va por un lado opuesto al que percibe como necesario y que nada que diga o
haga frente a ello podrá impedirlo, sólo le queda el silencio, no del cómplice
sino de quien ha comprendido lo inútil de su oposición a la letanía formateada
para que los bobos la repitan como loros. Como decía aquella frase gamberra de
mi infancia, “Cien mil millones de moscas no pueden equivocarse: coma mierda.
Quien no
quiera caer en la psicosis política que acompaña a todo el que defiende un
punto de vista opuesto al del resto debe dejar de clamar en el desierto, como
un loco cuyas palabras no interesan a nadie o sólo a los que como Bevilacqua,
el protagonista de las novelas de Lorenzo Silva, y su colección de soldaditos
de plomo, conformamos ese ejército de soldados derrotados. Sí, derrotados pero
insumisos a aceptar el último signo de la derrota, el que consiste en dar por
buena la mentira construida por el poder económico y difundida por sus
siervos políticos y mediáticos de que es posible un capitalismo de rostro
humano y que basta el fetiche del voto para revertir todo lo destruído durante
estos años.
Hoy ningún
discurso que vaya contracorriente y que, por tanto, no cuente con el
beneplacito del poder mediático del capital tiene la menor oportunidad de
abrirse paso y de llegar a conformar una corriente de opinión con peso
suficiente para alcanzar alguna relevancia. El simulacro de democracia digital,
de pluralismo informativo y de cuento chino de descentralización de la
comunicación no es otra cosa que una patraña amparada en la falsedad de que son
posibles las voces discordantes frente a las oficiales de la comunicación
tradicional y vertical pero el engaño es tan burdo que se desmonta cuando lo
que los ciberactivistas bendecidos “crean” en las redes es rápidamente cobijado
por los aparatos de comunicación tradicionales. Y es que redes sociales y medios
tradicionales pertenecen al poder económico y distinguen muy bien a qué deben
dar difusión y a qué silenciar.
Mientras
tanto, la idolatría de “lo nuevo” (comunicación digital, neolenguajes
políticos, ofertas electorales) conduce a amplios sectores sociales a devorar
con fruición y sin sentido crítico ni capacidad de duda alguna la
desinformación que les inoculan. El flujo constante de la comunicación es ruido
sin contenido real pero revestido de innovación y modernidad. Los mensajes que
se convierten en dominantes son los que los líderes de opinión y community
managers previamente designados vehiculan, los que, a su vez, son repetidos sin
procesamiento mental previo por los fans, y que el poder mediático recoge como
relevantes. El resto se pierde ahogado por la sinfonía atronadora de lo
"pertinente".
El sarcasmo
de todo ello consiste en vender como libertad de opinión la sutil inquisición
contra el disidente, al que ya no es necesario aplicar garrote vil. Basta con
ignorarle, marginarle, hacerle sentir que no forma parte de la comunidad de creyentes
y, si persiste en su posición, insultarle, inventar mentiras contra él, tirarse
el pedo en su cara de falsear suciamente sus palabras o provocarle del modo más
indecente con la intención de que salte y caiga al nivel de la bajeza de la
chusma censora que lo ataca.
El miedo a
verse marginado por la tiranía de las mayorías fabricadas por los medios
performadores de la opinión crea cobardes, dóciles marionetas que callarán para
no verse lapidados por la enmaquetada “opinión pública”, miserables
infrahumanos incapaces de sostener una opinión propia, calculadores súbditos
-pues nadie lo es tanto como esa masa amorfa de “ciudadanos” indiferenciados-,
dispuestos a plegarse a la corriente dominante, pusilánimes que hoy callarán
por miedo y que mañana dejarán de pensar para repetir el mantra del momento:
gente, casta, empoderamiento o cualquier otra patraña que el demagogo
oportunista del momento les haga recitar.
Hoy no
existen espacios de pensamiento, reflexión y debate. Lo que domina de norte a
sur, por tierra, mar y aire, es el adocenamiento de los devotos, la desesperada
“ilusión” del pobre iluso que mañana se desilusionará y buscará un nuevo pastor
porque él es carne de rebaño, el devoto fanatizado por su demanda de mentiras
que alivien sus miedos o desgracias; el pequeño hombrecito del que habló
Wilhelm Reich que “está orgulloso de sus grandes generales, pero no de sí
mismo.” (“Escucha hombrecito”)
Si alguna
vez el ser humano se elevó por encima de la mera creencia, la superstición, el
fanatismo o el pensamiento esotérico, por el esfuerzo de unas minorías, nunca
de las masas, que sólo son carne de cañón, hoy a vuelto a caer a la altura de
la bestia asustada, del pensamiento mágico, en las garras del chamán y
del cuentista que vuelve a manipularlos con artes cuasi místicas y formas de fe
religiosa.
“Se necesita
la abolición de la religión entendida como felicidad ilusoria del pueblo para
que pueda darse su felicidad real. La exigencia de renunciar a las ilusiones
sobre su condición es la exigencia de renunciar a una condición que necesita de
ilusiones. La crítica a la religión es, por tanto, en germen, la crítica del
valle de lágrimas, cuyo halo lo constituye la religión.” (K. Marx.
"Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de
Hegel")
Ciertamente
la política ha adquirido su merecido lugar en el estercolero de la ruin
humanidad pero lo que vale para la política valdría para cualquiera de las
actividades que debieran elevarnos dentro de la categoría humana. Y sin
embargo, pensamiento, ciencia, filosofía, conocimiento han degenerado de las
peores formas, subyugadas bajo el interés del poder pequeño o grande o de la
rendición a la opinión populista de los idiotas.
Hoy la
posibilidad de golpear las conciencias ya no existe. Hace mucho que vivimos un
proceso de transferencia del conocimiento, y cada vez más, del pensamiento
desde el ser humano hacia un lugar externo a él, que ya no controla, las
máquinas. Los centros de control informático, la robotización, los espacios
indexados, la nube, la red como proveedora de desinformación y de significados,
son la nueva conciencia del mundo. Los estúpidos que reproducen y divulgan lo
que “encuentran”, algo a lo que en realidad son conducidos, son sus esclavos.
El mundo
hace mucho tiempo que debiera haber cambiado de base. En cada una de las crisis
del capitalismo, sus recetas han mostrado su rostro más feroz frente a los más
débiles. Desde que existen las clases trabajadoras éstas han sido las víctimas
de un sistema económico de depredación. Hubo un tiempo en el que éstas le
presentaron batalla y pretendieron un mundo mejor. Tras 1929 la clase
trabajadora se hubiera entregado si no es porque se había producido una
revolución social y proletaria en Rusia en 1917 que marcaba el horizonte de las
luchas. Hoy, cuando la realidad más cruel del capital debiera hacer visible su
condición criminal, nadie parece querer reconocerse ni como explotado, ni como
proletario, ni como trabajador. Todo quisque es clase media- Los papás de
quienes quieren una salida capitalista a la crisis que les permita continuar
teniendo el segundo coche a la puerta del chalé no son distintos de sus
piji-hijos abocados a vivir peor que sus progenitores-. De la clase obrera
nadie habla porque las “izquierdas” que deben representarla hace mucho que
viven como sindicalistas, concejales, diputados o cualesquiera otra forma de
integrarse en el sistema a su costa. Y, desde hace mucho tiempo, no aspiran
sino a un capitalismo menos salvaje que les permita diferenciarse frente al
liberalismo más criminal. Ya nadie es socialista o comunista -eso sólo es una
etiqueta que no compromete a cambiar nada de base- ni esa expresión que estuvo
de moda hasta no hace mucho, anticapitalista. Ahora la progresía vergonzante es
sólo antineoliberal y pretende, que ya no lo hace, corregir, como Caritas, los
peores excesos del egoísmo capitalista, como si la perversidad del capitalismo
fuese debida a que no son todos los potentados tan generosos como Bill Gates. ¡Qué
cosas!
En una
sociedad en la que los entusiasmos van y vienen, se elevan y decaen a la
velocidad de la luz -¿dónde están todos quienes se entusiasmaban con Siryza,
Tsipras y Varoufakis hace apenas un mes? Desde que llegaron al gobierno han
aceptado todas las imposiciones de la UE, han negociado la prórroga del rescate
que pacto Samaras y ahora negocian un tercer rescate-, mudan certezas y
principios al ritmo de las modas y de los dictados mediáticos y se organiza la
sustitución de viejos bipartidismos de siglas por otros nuevos de tiempos
verbales y nombres comunes para que nada cambie, intentar abrir un discurso que
deje al margen la lucha por ocupar el mero ropaje de la institucionalidad para
disparar contra el corazón mismo del sistema económico es quimera porque hoy el
ruido comunicacional lo pervierte todo; expulsa todo lo que no esté dentro del
campo semántico de lo previamente codificado como aceptable.
La última
perla del “radical” Tsipras, primer ministro de “la mayor potencia europea”,
acusando a las “dos potencias mundiales” - Portugal y España-, de haber
intentado “llevar la negociación - con la UE- al abismo” tiene todos los rasgos
de un chiste de Gila adaptado por Chiquito de la Calzada. Que don Alexis se
“olvidase” de que Alemania y en concreto frau Merkel es quien manda, decide e
impone en la UE y que el resto de miembros, incluidos las “3 grandes potencias”
mencionadas, son los 27 enanitos de esta peculiar y sádica Blancanieves, coloca
al citado no en la posición del enanito Gruñón sino en la de su colega Tontín.
Cuando el embustero fabula su patraña con tan poco arte e imaginación, para
defenderse de las críticas internas de su propio partido por su rendición sin
paliativos ante el Eurogrupo, se está colocando a la altura de aquel Presidente
español, que ahora se niega a ser enterrado por la historia en humilde y
decoroso silencio, que decía, mientras la crisis empezaba a golpear con fuerza
a España, que su "Gobierno ha situado a España en la Champions League de
las economías del mundo"
Siempre he
creído que una de las diferencias fundamentales entre la derecha y la izquierda
debía de ser la verdad de ésta frente a la mentira de la primera. Desde hace
tiempo sé que ambas son dos patas del mismo sistema, el capitalista, porque si
la derecha no se corta lo más mínimo en ser más derecha que nunca, la
izquierda, o casi toda ella, ha dejado de serlo hace tiempo. La falacia del
señor Tsipras no sirve ni como intento de “ayuda” a sus socios de Podemos
porque tiene el efecto de igualar a los dos en la misma práctica de la mentira
cuando se les pilla en un renuncio.
En una
sociedad en la que se ve sólo con el ojo que interesa, se escucha sólo por el
oído al que llega lo que se quiere oir y se alterna el botón “on”/ “off” según
convenga, el adulador de masas, el demagogo, el mentiroso compulsivo, el
carente de escrúpulos es el actor principal. Basta con que ese flautista de
Hamelín toque la melodía, amplificada comunicacionalmente, en la que suene la
consigna sencilla, adaptada al mínimo común denominador del más tonto de su
audiencia, y repita, repita, repita, hasta que el cerebro de sus oyentes deje
de funcionar y la comunión de los memos acabe convencida de que le están
diciendo no ya lo que le gustaría escuchar, algo siempre ingenuo y superficial,
sino de que es precisamente eso lo que realmente se corresponde con sus
intereses.
Vivimos en
una sociedad en la que el líder de un partido ya no tan inmaculado ni tan
pujante afirma que “el Parlamento Europeo - al que él y los suyos se
presentaron el año pasado, siendo varios de ellos elegidos- es una pérdida de
tiempo” y que "los programas de debate político se han convertido en los
verdaderos parlamentos" y el público se lo premia con un incremento de las
expectativas de voto y de las audiencias de las tertulias a las que su
formación acude.
Vivimos en
un feedback permanente de sondeos de opinión-"tertulianadas"-sondeos
que señala la banalización de la política, la perversión del lenguaje y sus
conceptos, la falta de vergüenza y de ética política de los nuevos actores
políticos y la manipulación del soberano, el pueblo, que ha alcanzado profundas
simas de estupidez individual y colectiva.
Una sociedad
que obtiene sus opiniones políticas principalmente de las tertulias televisivas
en las que el griterío de gallinero, las interrupciones, la frivolización de
los contenidos del debate, en un tono que es el mismo de los programas de
telerelaidad y casquería al estilo de Gran Hermano o Sálvame; una sociedad en
la que “periodistas” como García Ferreras o Jesús Cintora condicionan las
opiniones políticas de un modo tan descarado y manipulador como los debates de
TeleMadrid o o el Cascabel al Gato; una sociedad en la que bufones como el Gran
Wyoming O Jordi Évole trivializan la realidad social y política, disfranzando
su estilo de programación crítica, es una sociedad enferma.
Una sociedad
en la que lo dramático de la vida cotidiana, del dolor y la opresión, de la
desigualdad y de las consecuencias sociales de la crisis del capitalismo se entremezcla
con lo grotesco de “El caloret” o del “Candy Crush” y
en la que los medios masivos dicen a la tropa de ciberbobos lo que debe ser
“trending tonting”, mientras gran parte de aquella suma a la puerilización de
la realidad, es una sociedad despreciable y, muy probablemente, incapaz de
salir de una enajenación mental en la que se siente cómoda y de la que demanda
crecientes dosis de espectáculo con el que doparse.
La
reaccionaria anticomunista Hannan Arendt , pensadora tan del gusto de ciertos
trotskistas, escribió sobre “ la banalidad del mal” bajo el nazismo. Se trata
de un concepto controvertido por cuanto que teoriza sobre el hecho de que los
grandes criminales nazis de los campos de exterminio no eran necesariamente
seres dominados por una perversidad moral basada en la crueldad y el odio sino
funcionarios obedientes que no se cuestionaban la justeza ética de las órdenes
que cumplían dentro de la administración del III Reich. De ahí la idea de que
el mal se banalizaba, al depender de un origen que no estaba en unas
motivaciones profundas sino en la simple obediencia a la autoridad de la que
emanaba el poder, como cualquier funcionario que se precie. Es obvio que ha de
haber algo más profundo que esta explicación sobre el germen del horror, ya que
la obediencia debida no puede ser eximente del crimen, por mucho que se haya
sumergido a una sociedad o a un individuo en el no cuestionamiento ético de sus
actos si se corresponden con las órdenes que emanan de la autoridad. Y es que
el ser humano es, por su naturaleza, un ser reflexivo, que piensa en algunas
ocasiones sobre sus decisiones y comportamientos, lo que une al proceso
intelectivo un inevitable imperativo moral.
En los
tiempos que corren encuentro una relación distinta entre maldad y banalidad a
la que planteaba Hannah Arendt. Ya no se trata de que los orígenes del mal
puedan estar en “razones” o motivaciones más triviales que el carácter o la
personalidad de los sujetos sino de que existe una perversidad intrínseca en la
banalización de la vida cotidiana, del pensamiento, en la necedad de consignas
vaciadas de sentido, en la trivialización de cuestiones que afectan
radicalmente a nuestras vidas, en la puerilidad con la que se fijan posturas y
se debaten ideas, en una comunicación que establece un mínimo común denominador
intelectual en las ideas que propanga, “adaptando su nivel al menos inteligente
de los individuos a los que va dirigida”. Hoy cabe decir que la producción
mediática de sentido adopta fielmente los once principios de la propaganda expuestos por el
líder de propaganda del partido nazi, Jospeh Goebbels. El objetivo
no es otro que la producción industrial en masa de imbéciles en lugar de
individuos conscientes. De un modo u otro, esto ha sido siempre así pero en la
actualidad ha adquirido ha alcanzado la cumbre de sus objetivos. Podría
hablarse entonces del triunfo sin paliativos de "la maldad de lo
banal"
Entiéndanme,
no estoy satanizando a la sociedad en genérico. Sólo constato la enorme
capacidad del hombre y la mujer comunes para aceptar el engaño, para soportar
la manipulación y su terrible ceguera para no verlas. Seguramente, los medios
de manipulación y de embrutecimiento de masas hayan experimentado un nivel tal
de sofisticación que uno no lo note, si escoge su canal de preferencia para
tragarse los embustes. Seguramente la inmediatez, el bombardeo de
desinformación y la masividad especial de la red tengan en sí mismos
condicionantes tan poderosos que sea muy difícil mantener un sentido crítico
frente a ellos. Pero colocar los determinantes de la falsificación de la
realidad como eximentes absolutos de la conciencia individual y de la
responsabilidad de cada ser humano ante el mantenimiento de un mínimo de
sentido crítico y de capacidad racional sólo es un intento de justificar la
minoría de edad mental permanente en la que vive la gran mayoría de la sociedad
y sus individuos. No vale el mismo recurso a la alienación, como explicación de
la dominación de clases y del poder económico, en una sociedad formada por
individuos analfabetos, como era la del siglo XIX, y en otra con alto grado de
alfabetización y formación académica, como la actual, por mucho que el opio
mental se haya generalizado. Forzosamente la víctima ha de tener una parte de
consentidora, no siempre inconsciente, sino cómplice de su situación. No hay
relación sadomasoquista que no nazca de una cierta forma de pacto previo, como
viene a señalarnos Deleuze.
Podríamos
volver sobre los conceptos de alienación, falsa conciencia, intereses objetivos
y subjetivos o incluso sobre los principios de tesis, antítesis y síntesis de
la dialéctica clásica, hegeliana y de la específica marxista. Nos explican lo
que sucede pero no el cómo cambiarlo. Seguramente muy pocos hayan ido más allá que
György Lukács en su “Historia y conciencia de clase”.
Tras la
caída del muro de Berlín y después de la Unión Soviética, dos hechos que le
parecen maravillosos al “honrado” Juan Carlos Monedero, las ideas progresistas,
de igualdad, revolución social y construcción de una sociedad más justa bajo
parámetros no capitalistas se vinieron abajo. No afectó sólo a los partidos
comunistas sino a la idea misma de progreso en sentido histórico, de avance
hacia el fin del capitalismo. Francis Fukuyama se vengaría del pensamiento
marxista en su obra “El fin de la Historia y el último hombre”. Antes los
postmodernos, los Daniell Bell, los Baudrillard, le habían precedido bajo el
signo del pesimismo histórico, del mismo modo en que la escuela reaccionaria de
“los nuevos filósofos” (Bernard-Henri Lévy, André Glucksmann,...) habían hecho
su revisionismo histórico contra la filosofía de la praxis.
Hoy las
llamadas izquierdas son aún más integradas que hace 40 años. Apenas quedan
apocalípticos. Sus políticos son personas cuyos horizontes se agotan en la idea
de “gestión” y su perspectiva de futuro no pasa más allá que de hacer más
soportable este sistema económico y de un simple slogan, “sí se puede”.
Pero, ¿qué coño es lo que se puede cuando hasta el mismo slogan fue fabricado
para la elección presidencial del último inquilino de la Casa Blanca, uno de
los emperadores más agresivos contra los pueblos de toda la historia USA?
¿Recuperar alguno de los derechos sociales perdidos tras la llegada al gobierno
del representante del momento de la olgarquía capitalista, Mariano Rajoy? ¿Esa
es la mezquina utopía de las izquierdas? Parece que sí y para quien tuviera
dudas al respecto el modo en que la socialdemocráta “izquierda radical” griega
se ha rendido al poder del capital europeo a la primera de cambio debiera
bastarle como respuesta. La vida me resulta demasiado corta para malgastarla en
algo tan mezquino.
El rastro de
decepción y frustración colectivas que traerán las opciones reformistas, ya se
llamen Syriza, Podemos, Ganemos o cualesquiera otras variantes de nombres que
inventen, o IU, si finalmente no desaparece y se integra en ese proceso de
“cambio” -¡qué casualidad, cambio como en 1982!- será tal que la próxima
“ilusión” de “la gente” desclasada será ya optar por organizaciones
abiertamente fascistas donde aún no lo han hecho. ¿De verdad creen ustedes que
todo el esfuerzo de “cambio” ha de agotarse en elegir qué partidos serán los
encargados de aplicar las medidas económicas, antisociales y represivas contra
las clases trabajadoras? ¿Es hasta ahí donde llega su rabia? Teniendo en cuenta
que hace casi 4 años se “ilusionaron” con la “indignación” que
decía tonterías del calibre “no soy antisistema, el sistema es antiyo”,
que se ilusionaron con las “primaveras árabes”, que trajeron los
inviernos yihadistas, y que se entusiasmaron con la inexistente “revolución
islandesa”, no sé de qué carajo me sorprendo. Es fácil acusar de
maximalistas a quienes nos negamos a considerar respetable el minimalismo de
quienes se contentan en reclamar unas migajas y en dosificar el ritmo de los
azotes. Pero no deja de ser cierto que quienes se conforman tienen tanto
de víctimas como de cómplices y, en algunos casos, mucho más de lo segundo que
de lo primero.
Hace un año
decidí defender a IU frente a Podemos, no porque me identificase con dicha
organización, a la que deje de pertenecer hace 23 años, sino porque quedaban en
ella ciertos rasgos ideológicos de clase, a pesar de su ciudadanismo y de ser
una coalición de reformistas, y porque esperaba encontrar entre sus bases un
mínimo de masa crítica suficiente para hacer frente a la secta podemita.
Pronto vi
que el carácter socialdemócrata de IU no se limitaba a lo que yo ya sabía, el
conjunto de su dirección federal y la gran mayoría de sus federaciones
autonómicas, sino también a un sector muy mayoritario de sus bases, lo que me
indicaba hasta qué punto estaban pervertidos los valores de izquierda no
comunista sino socialista radical dentro de la misma. Las primarias internas de
esta organización en Madrid, donde fue elegida quien luego sería una tránsfuga
y ya entonces submarino de Podemos, junto con su escudero, y las federales en
las que se optaba por el juvenil caballo de Troya de la organización, empeñado
en converger de cualquier forma con la secta podemita, me confirmaron que la
gran mayoría de las bases de IU no eran sino sujetos desideologizados,
estúpidos y carentes del más elemental principio de resistencia, lo que les
llevó a la paradoja de elegir a sus asesinos sobre el supuesto de salvar a su
organización de una extinción que, de cualquier modo, habrá de producirse
porque en su interior lleva las claudicaciones que la matarán.
Según los
meses fueron pasando y el asentamiento fabricado por los poderes fácticos de
Podemos se iba consolidando, así se quebraba la voluntad en IU de ser y de
existir. Y eso sucedía entre dirigentes, representantes con sueldo o vocación
de tenerlo y quórum más que suficiente de bases. Tampoco es algo que me
sorprendiese demasiado. Recibí sus caricias, al igual que de otras “izquierdas”
durante el tiempo en que denuncié la involución político-ideológica que representaba el 15M, a la que ellos mismos
contribuyeron mediante el pacto de nacimiento de ese engendro con la extrema
derecha liberal de este país.
De las
denuncias contra los ataques que representaba Podemos a las siglas de IU,
apenas contra los valores reaccionarios que representa aquél, se fue pasando al
debate de cómo entregarse a la nueva formación. Que si pacto entre
organizaciones, que si el Ganemos ciudadanista y anticlase como espacio de
encuentro, que si no renunciar a las siglas, que si el “partido instrumental”
para entregar siglas, armas y bagaje a un Podemos para el que sólo valía la
rendición y la selección de “cuadros” (menudos cuadros de tan endeble condición
resistente).
Nadie se
equivoque. No estoy defendiendo a los de las tarjetas black de IU ni a los
responsables políticos de que este escándalo se produjese, por mucho que
vayan defensores de las siglas, que no de combatientes contra la peste podemita, y que, en mi opinión,
pueden acabar encausados en cosas más gordas como la venta de los antiguos
terrenos del Real Madrid o una Fundeste que debe tanto a Caja Madrid.
Nunca
existió en esa casa una tercera opción, limpia, comunista, defensora de
principios políticos y articulada. Visto el modo en el que finalmente Cayo Lara
ha ido reculando en sus resistencias, callando, otorgando y bendiciendo al
nuevo liquidador fui concluyendo que aquella casa carecía de habitaciones
aseadas que se asentaba en el pestilente lodazal del oportunismo más zafio. Ni
siquiera la más absoluta minoría en un órgano de dirección descarga de la
responsabilidad de denunciar públicamente un proceso de desideologización de
una organización que continúa usando el slogan -"el poder de la
gente"- que evidencia que, en lo ideológico es precursora de la infección
podemita.
Y sí,
durante unos meses hubo resistencia entre una minoría de las bases de IU,
resistencia que compartí, no por IU, sino por mis convicciones de lo que
representa Podemos. Pero una parte muy significativa de esa resistencia era
mera expresión de patriotismo de siglas (con lo que yo quiero a IU y lo que le
están haciendo y cosas así) y la otra, la mejor con diferencia, no era capaz de
cuestionar hasta qué punto esta organización ha sido la mentora de todo el
proceso que va desde el 15M hasta Podemos ni en qué medida su visión de
“proceso constituyente” es la nada frente al capital, como así ha demostrado
Syriza en un plis plas.
En el mes de
Enero decía que “En los últimos tiempos, siempre lo ha sido, pero últimamente
más que nunca, la política nacional se ha convertido en un inmenso estercolero,
un lodazal en el que los políticos demuestran ser perdularios de la peor
condición, Pedronavajas en barrio de putas, matones de esquina, payasos vocacionales,
un patio de Monipodio en el que el tonto sin complejos ni escrúpulos es el rey,
maleantes que merecen ser tratados como carne de presidio, imbéciles sin el
menor sentido del ridículo, desleales Brutos a su partido y a sus compañeros,
vulgares funcionarios del capital que les coloca donde está -solo el ignorante
dice que lo hace “el pueblo”, ese villano que vota lo que le dicen que debe
votar-. Y de esa condición no hay partido, organización política o coalición
que se salve. Eso sin hablar de corrupción económica porque creo que la peor es
la de tipo moral, ya que de ella vienen todos los males. Es el signo de una
crisis de capitalismo que no es mera crisis económica sino degradación general
de los valores mínimamente humanistas, lo que permite medrar al más trepa, al
más canalla, al más idiota con soberbia suficiente para pisar fuerte y decir
“aquí estoy yo”. El majadero y el sinvergüenza a menudo van de la misma mano”
Para el
necio todo el párrafo anterior se sintetiza en la exclusiva idea de corrupción.
Y es muy cierto, más allá de dónde la coloquen las encuestas como preocupación
de los españoles, que es un problema nacional grave. Pero también lo es que se
está usando como luz de gas contra las angustias vitales de quienes sufren la
crisis capitalista en su propia desesperación. En la medida en que ésta se usa
como acicate a la ira social, sirve para tapar la nada en la que se ahoga
nuestro presente colectivo.
Quienes
esperan que un cambio de gobierno traería, si no la restitución de todo o parte
de los derechos económicos y sociales, sí al menos una regeneración moral de la
vida política y social, confiarán en vano. La corrupción no es sólo económica
sino también ética y hunde sus raíces en el modelo de desarrollo económico
español (muy ligado a la especulación inmobiliaria y financiera) y en los
procesos de privatización de lo público llevados a cabo en estos últimos años.
Nadie se
engañe. Dentro del papel económico que España y los países mediterráneos juegan
en la UE y a nivel mundial, esos son los parámetros en los que deben moverse:
vertedero de aguas fecales, ya sea de la economía sumergida o del lavado del
dinero negro de las mafias, ahora ya no autóctonas sino internacionales.
Los procesos
judiciales que estamos viviendo frente a la multitud de casos de corrupción son
sólo una parte minúscula del gran iceberg sumergido en las aguas residuales del
capitalismo y que conectan las tuberías de las alcantarillas económicas del
sistema económico capitalista con el sistema político.
No cabe ser
ingénuo, salvo que el autoengaño sea una coartada de complicidad con el sistema
económico. Apelar a la honradez de los políticos cuando la corrupción es
sistémica, el sistema es un todo integral en el que lo institucional y lo
económico pertenecen a una estructura única y las pretendidas nuevas
alternativas ya nacen con sus dosis de corrupción y aproximación a los poderes
económicos es estúpido.
Al mirar
cómo empresas demoscópicas y medios de comunicación han jugado a la bolsa de
los valores políticos menguantes y crecientes he comprendido desde hace mucho
tiempo que era necesario hablar también del juego de las apariencias
“políticas”.
Creo que
hace mucho tiempo tanto los dirigentes políticos de siempre como los de
"lo nuevo" son incapaces de decirnos la verdad. La verdad
es que el capitalismo ha mutado desde el pacto social, que hizo cuando le
convenía crecer y tener muchos consumidores, hasta éste en el que lo principal
es salvar los muebles del sistema económico. Desde los años 70 del pasado siglo
se ha ido agotando un modelo de acumulación y ya sólo era posible sostener el crecimiento
mediante el consumo a crédito. La financiarización de la economía se vino abajo
en cuanto la arquitectura “de salto” acumulativo se agotó al aparecer los
primeros signos de impagos.
Desde
entonces, los dirigentes políticos bien nos venden una recuperación cada vez
más diferida en el tiempo, bien un mundo precario, bien una vuelta a los
felices años del crecimiento. Tres mentiras que lo son por no insistir sobre el
hecho principal: que el capitalismo, independientemente de que pueda tener
breves períodos de recuperación del beneficio, está ya agotado y que sólo una
propuesta política que centre sus objetivos en su derribo puede llegar a ofrecer
algo más que falsas esperanzas a sus víctimas. Estas tres falacias serán
administradas según conveniencias de lecturas de anticipación económica y de
oferta política concreta dentro del sistema. En cualquier caso, la inmundicia
futura que se nos ofrece no es sino un espejismo para quienes teman el fin de
un mundo como el de aquél que da sentido a los valores materiales en los que
centran sus vidas.
Sí esto es
lo que sucede en el mundo real, el económico, que es el que de verdad afecta a
nuestras vidas, en el político sólo queda un espectáculo realmente depresivo,
excepto para los que se entretienen con programas del nivel de la “Teletienda”.
Hoy, el
debate acaba siendo si el sistema bipartidista del 78 será sustituido por uno
nuevo o, si en lugar de dos actores políticos principales pasaremos a 3 y medio
o cuatro. Y no faltarán los mentecatos que compren tales escenarios, bien por
entretenimiento, bien por el principio de que si no hay hostias podría haber
napolitanas. Pero esos “pasteles” no son otra cosa que “procesos
constituyentes” o, lo que es lo mismo, la repetición de lo que se vendió entre
1976 y 1978. Y a la mayoría de la población le gusta porque lo compró entonces
con la UCD primero y, más tarde, con el PSOE.
Es llamativo
que los dos partidos emergentes (Podemos y Ciudadanos) que pretenden sustituir
el antiguo bipartidismo del PP y el PSOE compartan una misma definición: lo
“nuevo” (ellos) frente a lo “viejo” (PP y PSOE), en lugar de izquierda frente a
derecha, que no tiene porqué corresponderse en absoluto con los dos partidos
del actual bipartidismo.
En aquella
“nueva matemática” que estudiamos en la enseñanza primaria quienes hoy somos
cincuentones existía un tipo de representación de la misma llamada “diagramas
de Venn”, en homenaje a su creador, John Venn. Dentro de las representaciones
de los diagramas de Venn existe una relación entre dos conjuntos llamada de
“intersección”, que es lo que sucede cuando entre esos dos conjuntos hay
elementos comunes.
Pues bien,
entre el conjunto Podemos y el conjunto Ciudadanos hay una relación de
“intersección” mucho mayor de la que algunos pretenden ignorar.
En primer
lugar comparten la definición ideológica antes mencionada.
En segundo
lugar, comparten gran parte de su base social: clases medias predominantemente
urbanas.
En tercer
lugar comparten el origen del voto, proveniente fundamentalmente del PSOE, el
PP y parte de ex votantes de UPyD e IU.
Llegados aquí cabe preguntarse si esa relación de intersección entre ambos partidos no tiene también mucho de relación de inclusión y si aquella expresión tan popularizada de PPSOE no merece también aquí ser aplicada: PODANOS.
“Y qué
ocurrría entonces? ¡Bah! Negociaciones punteadas con inocuos tiros de fusil, y
luego todo seguirá lo mismo, pero todo estará cambiado” (“El gatopardo”. Guseppe
Tomasi di Lampedusa)
Cuando en
una sociedad unos hacen el papel de gobierno y oposición, escondiendo que
carecen de soluciones y de alternativas dentro del capitalismo y de su respeto
a las reglas del juego legal, y otros se indignan por lo perdido pero no por
las causas reales de esas pérdidas, limitándose a culpar a unos políticos que simplemente
hacen como que administran una realidad sobre la que no tienen control ni
autonomía alguna, o hacen como que se ilusionan con un cambio de caras de los
protagonistas estamos ante el agotamiento de la política tal y como la hemos
conocido. Quienes dicen que gobiernan o que van a gobernar y quienes creen ser
gobernados desde la instancia política están profundamente envilecidos y no
parece haber modo de que salgan de la pestilente alcantarilla en la que viven.
El mundo de las
apariencias y el de la realidad poco o nada tienen que ver. Mientras en la
feria de las vanidades cada actor es un bufón que representa un papel ya muy
deteriorado de tanto ejercerlo, pero que repite sempiternamente a falta de un
libreto realmente nuevo, en el mundo real, toda esa tramoya no es sino un
edificio de cartón piedra que probablemente no acabe cayendo con el estruendo y
el clamor con el que lo hizo la casa Usher sino deshaciéndose en una amalgama
de papel mojado por la ciénaga en la que se asienta.
La
descomposición del sistema político-institucional a la que iremos asistiendo de
modo acelerado tras el fracaso de las promesas económicas, cada vez más rácanas
y de cortos vuelos, y también, y de un modo particular, tras el fiasco de la
pretendida regeneración moral nacional, traerá una creciente demanda de
autoritarismo y una justificación de la tiranía como búsqueda del hombre
providencial, demanda que ya se aprecia hoy en la devoción hacia cierto
“liderazgo fuerte” y que mañana se justificará desde la exaltación de la
voluntad de poder.
No hay
salida a la crisis del marco legal institucional desde ningún “proceso
constituyente” porque éste está viciado de antemano, al limitarse a la esfera
política y rehuir el hecho de que el enorme pestilencia social que nos ahoga
viene de un sistema capitalista que, en su etapa senil descompone, al
parasitarlos, todos los demás elementos de la estructura sistémica global. Y no
la hay tampoco porque no existe ni la subjetvididad colectiva que desee poner
fin a este sistema económico de dominación ni las fuerzas políticas que realmente
deseen destruirlo. Es sobre la complicidad colectiva de opresores y oprimidos,
de víctimas y victimarios de la que nace todo este nauseabundo olor a
cloaca.
Pero de todo
esto ya he hablado, de una u otra forma, demasiadas veces y soy muy consciente
de que sólo ha llegado a los previamente convencidos, a ese ejército de
soldados derrotados del que antes les hablé, y de que cualquier insistencia en
una difusión minoritaria de ideas opuestas a las dominantes frente al ruido de
los bulos mediáticos, los carismas digitalmente fabricados y los anhelos de
mentiras que calmen las desesperanzas, es inútil. Y frente a ese vano esfuerzo
sólo me queda el silencio, lo único que debe hacerse cuando no se es capaz de
mejorar aquél.
Intentaré
seguir comprometido con las luchas que se dan en el plano de lo real en las que
siempre he estado, lo que escapa a la majadería de las redes sociales, en las que
la saturación de mensajes, griterío, insultos y copia y pega irreflexivo de
tonterías es el peor veneno que existe para quién aún siga creyendo en la
necesidad de un proyecto transformador.
El blog ya
no se actualizará. Los artículos que hay en él quedarán a disposición de
quienes, a pesar todo, puedan encontrar en ellos alguna reflexión que les
aporte algo, por poco que sea.
Bon voyage,
mes amis.
Los
orígenes del totalitarismo.
Hannah
Arendt
Hannah
Arendt y la banalidad del mal (documental completo)
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