La
crítica del proletariado
30 de
junio de 2015
Por TEODORO NELSON / CANARIAS-SEMANAL.ORG.
El proletariado es, en esencia, la clase social
que carece de los medios de producción y que por lo tanto debe vender su fuerza
de trabajo (una mercancía de extraordinaria importancia en las sociedades, pues
dota de valor a las mercancías y es la forma esencial en que el hombre se
relaciona con su entorno natural, además de ser la única mercancía que al
consumirse genera valor).
Entonces, ¿en qué se diferencia un camarero del siglo XXI de,
por ejemplo, un liberto de la antigua Roma que trabajara en las tabernas del
Subura?
Estrictamente hablando, se entiende por proletariado a "la
clase de los trabajadores asalariados modernos quienes, puesto que no poseen
medios de producción propios, dependen de la venta de su fuerza de trabajo para
sobrevivir". Es decir, el proletariado es aquella clase surgida
con el capitalismo y sus transformaciones, que es responsable de la producción
y valorización de mercancías. Es la contraparte de la clase burguesa moderna.
En esencia, es la clase oprimida en las relaciones
sociales del capitalismo, mientras que los capitalistas son la clase
rentista, explotadora. No significa ello que sea la única clase explotada,
obviamente. Pero sí la más numerosa y por lo tanto, la única capaz de cambiar
las cosas. Prueba de ello es que todo gran movimiento histórico contemporáneo,
liderado o no por la burguesía, ha debido de contar con el proletariado o ir en
contra de éste.
Pero el capitalismo tiene varias fases. Su última fase se
denomina imperialismo. Esta fase histórica fue explicada por Lenin. Consiste
principalmente en el dominio del capital financiero, y sobre todo bancario,
sobre el resto de los capitalistas-a través del control del crédito así
como de la bolsa, pasando a controlar toda la industria- y por lo tanto sobre
toda la sociedad. Este capitalismo donde gobiernan los bancos, donde la clase
dominante se configura como una aristocracia financiera, es hoy día más
evidente que nunca.
En este período, las potencias imperialistas, con los
grandes bancos a la cabeza, se reparten el mundo -o la mayor parte de éste- a
través de las diversas formas de colonialismo y (valga lo absurdo del término)
neocolonialismo.
Entonces, ¿qué pasa con el proletariado bajo el
imperialismo, bajo el capitalismo donde las finanzas y la banca controlan la economía?
Veamos, lo que Engels le escribía a Marx sobre este respecto
en una carta de octubre de 1858 que recoge Lenin en su libro "El
imperialismo: fase superior del capitalismo":
"El proletariado inglés se está
aburguesando cada vez más, de modo que esta nación, la más burguesa de todas
las naciones, aspira aparentemente a llegar a tener una aristocracia burguesa y
un proletariado burgués, además de una burguesía. Para una nación que explota
al mundo entero, esto es, naturalmente, hasta cierto punto justificable".
¡Y luego la izquierda europea ensalza el Estado del
Bienestar! Este aburguesamiento de una parte del proletariado es lógico; la
explotación del mundo entero por parte de unos pocos bancos permite tener un
proletariado nacional con salarios altos, que consuman los productos fabricados
en las colonias y que no protesten mucho.
En la actualidad sucede exactamente lo mismo. La explotación
de lo que falsamente se ha venido llamando Tercer Mundo es lo que permite que
en el sistema capitalista los proletarios vivan bien y tengan tele, coche,
ordenador, etc. Los capitalistas les hacen así partícipes forzosos de la
explotación de los proletarios de las colonias o semicolonias, cuya situación
bien podría denominarse esclavitud asalariada.
¿Es entonces malo que los obreros occidentales vivan
dignamente? ¿Deberían practicar el ascetismo para no verse inmersos en el
"mal" del consumismo? ¡Pues claro que no! Los comunistas no somos
cristianos, no defendemos la pobreza militante. Los comunistas deben defender
cada pequeño bastión democrático que consigan los obreros dentro del sistema.
Tampoco son culpables los trabajadores de dicha explotación aunque vivan de las
migajas del capitalismo, pues son partícipes involuntarios.
Hoy en día se niega la existencia del proletariado. En occidente
sólo hay "clase media" y el término proletario está
"anticuado". Desmontemos eso rápidamente:
1. El
término clase media es mentira. La "media" de
renta no es 1.000, 2.000 o 3.000 euros. Y si tenemos en cuenta la renta de los
grandes capitalistas, muchísimo menos.
2. Establecer categorías sociales en base al salario (alta, media, baja) no
sólo es un caos, sino que es completamente ridículo. Es una
reproducción del fetichismo del dinero, que parece que es el que establece los
"estamentos" sociales. Proletario no significa ni "pobre"
ni "humilde". Significa la clase que vende su fuerza de trabajo,
antagónica al capital bancario y productora del valor de las mercancías. Que su
salario en determinado momento sea más o menos alto no tiene nada que ver.
3. Existen clases medias o capas medias, evidentemente (Marx habla
en varias ocasiones de clase media alemana, pero no se refiere a lo que hoy
entendemos por clase media). Pero no es una clase en sí misma, ni un sistema de
conciliación de clases. Evidentemente, hay clases intermedias y numerosas
situaciones concretas, pero no se puede usar ese árbol para tapar el bosque: la
realidad evidente son intereses contrapuestos entre unos pocos y unos muchos.
4. Como ya hemos visto, si existe un proletariado con un nivel de vida
relativamente acomodado (o existía hasta la crisis), se debe a la flagrante
explotación del resto del mundo, con la que se obtienen inmensas plusvalías.
5. En la actualidad existen más proletarios que en el siglo XIX. No sólo
por el aumento demográfico, sino por la expansión del imperialismo. El número
de trabajadores aumenta en la proporción en el que el número de grandes
banqueros (la plutocracia financiera) se estrecha cada vez más.
6. Un proletario "aburguesado" puede generar más plusvalía que
un asalariado ultraexplotado, debido al valor añadido de las mercancías más
tecnificadas.
El tema es la regurgitación de las viejas teorías
conciliaristas del Estado, contra los cuales ya tuvieron que defenderse Marx
y Lenin. La historia es la historia de la lucha de clases. La lucha
entre unos opresores y unos oprimidos. No es de extrañar que en los Estados
capitalistas se quiera negar esta teoría o pasarla por alto. ¿Pues quienes son
los opresores sino los mismos capitalistas? La lucha de clases refleja la
desigualdad, señala la existencia y la posición de los opresores. Es una teoría
rebelde, revolucionaria, pues es la verdad. Las otras teorías, hoy día
dominantes, solo reflejan sumisión. Decir que en el capitalismo no hay
proletarios es negar la misma existencia de la opresión; es como decir que son
los banqueros los que crean la riqueza. O que todos somos
"ciudadanos" e "iguales".
Esto también tiene que ver con la dimensión internacional del
capitalismo. Si en la Inglaterra decimonónica nos encontrábamos a una clase
media que contaba con una parte de proletarios aburguesados, en el imperialismo
del siglo XXI nos encontramos con unos proletarios en países como los africanos
donde la explotación es de las más salvajes que ha conocido nunca la historia
de la humanidad, y en su contraparte, unas potencias imperialistas cuyos
obreros tienen salarios relativamente "dignos". ¡Pero la banca y la
industria de esas potencias sacan más beneficios que nunca de las colonias
aunque tengan su sede en París o Berlín! Todos tenemos aún muy cerca las
guerras por el petróleo, o las brutalidades de las multinacionales en Níger, en
América Latina, en Asia...
Este es un esbozo general de la situación del proletariado a nivel
mundial.
¿Cuál debe ser entonces la postura del proletariado con respecto a
sí mismo y al mundo? En primer lugar, debe afirmarse como tal; saber
reconocerse y reconocer sus variedades y movimientos desde la teoría científica
de los trabajadores.
Atendamos a Marx cuando habla del caso
concreto de Alemania:
"¿Dónde reside, pues, la posibilidad positiva de la
emancipación alemana? Respuesta: en la formación de una clase con cadenas
radicales, de una clase de la sociedad burguesa que no es una clase de la
sociedad burguesa; de un Estado que es la disolución de todos los Estados; de
una esfera que posee un carácter universal por sus sufrimientos universales y
que no reclama para sí ningún derecho especial, sino el desafuero puro y
simple; que no puede apelar ya a un título histórico, sino simplemente al
título humano [...]".
Vemos como la emancipación real del ser humano de sus cadenas
materiales pasa por el liderazgo y la toma del poder de aquellos que soportan
las cadenas. Igual es el obrero desahuciado en España que el minero explotado
en Angola; su sufrimiento es universal, así como la forma de su sufrimiento.
Este es otro motivo por el cual el proletariado y la lucha de clases reflejan
mejor la realidad que las teorías demoburguesas. Es importante que ambos
trabajadores se reconozcan como iguales en cuanto a su posición dentro de las
relaciones de producción.
No sólo eso, sino que:
"Para que coincidan la revolución de un
pueblo y la emancipación de una clase especial de la sociedad burguesa, para
que una clase valga por toda la sociedad, es necesario, por el contrario, que
todos los defectos de la sociedad se condensen en una sola clase, que una
determinada clase resuma en sí la repulsa general, sea la incorporación del
obstáculo general, es necesario, para ello, que una determinada esfera social
se considerada como el crimen notorio de toda la sociedad, de tal modo que la
liberación de esta esfera aparezca como la autoliberación general."
Es decir, hoy en día no sólo no existe el proletariado, sino que
está más internacionalizado y desarrollado que nunca. Por su parte, la
burguesía se ha concentrado en torno a los derechos de propiedad de unos pocos
grandes bancos; como clase es más delgada y minoritaria que nunca. Los bancos
condensan hoy día "todos los defectos de la sociedad"; son el
arquetipo de todo lo que hay de despreciable y rastrero en la sociedad, e
incluso los sectores más reaccionarios se lo piensan dos veces antes de
defenderlos de forma abierta.
El objetivo histórico de esta clase está muy claro: "Cuando
el proletariado proclama la disolución del orden universal anterior, no hace
más que pregonar el secreto de su propia existencia, ya que él es la disolución
de hecho de este orden universal [...] la cabeza de esta emancipación [la
emancipación del hombre] es la filosofía, su corazón es el proletariado."
La liberación social pasa por el proletariado como fuerza
principal del motor histórico y el pensamiento revolucionario como su cabeza.
La transformación real del mundo pasa porque su componente social mayoritario
se reconozca a sí mismo y su poder: "hay que enseñar al pueblo a asustarse
de sí mismo, para infundirse ánimo". La liberación real y no parcial de
las cadenas de la sociedad pasa en primer lugar, por que el pueblo se reconozca
como lo que es en sí mismo.
Citando a Berltolt Bretch, ¿quién
podrá contener al que conoce su condición?
BIBLIOGRAFÍA
Karl Marx. La España Revolucionaria. Alianza, 2006 Madrid.
Karl Marx. El dieciocho brumario de Luis Bonaparte. Alianza,
2014 Madrid.
Karl Marx. En torno a la crítica de la filosofía del derecho
(Introducción). Sine Data.
Carlos
Marx y Federico Engels
La
España revolucionaria
Sobre la
clase “media”
26-03-2013
¿En general
qué es la clase “media”? Se trata de una construcción, inventada en Occidente,
con el objetivo de destruir el concepto de clases del marxismo. Desde el punto
de vista del marxismo no tiene sentido – es una quimera, que existe gracias a
los recursos financieros sobrantes, en la que entran tanto la cúpula de la
clase obrera, como la pequeña y mediana burguesía, así como los que sirven a
las clases altas. Desde el punto de vista del actual estado burgués con su
modelo de capitalismo financiero, la clase “media” es el grupo humano con un
comportamiento de consumo tipo, y no únicamente en cuanto a los bienes y
servicios, sino también en cuanto a los servicios políticos. Hacia este grupo
se orienta todo el sistema de publicidad total y educación, dirigido al máximo
aumento del consumo y la prohibición de hecho de los valores más meditados. En
consecuencia, precisamente este grupo proporciona la base para la estabilidad
político-social del actual estado occidental. Señalemos también que su creación
también fue posible en parte, gracias al desplazamiento de la industria masiva
y “burda” a los países del “tercer mundo” y, la posterior redistribución de los
beneficios a favor de los países desarrollados.
Al mismo
tiempo hoy ha surgido un serio problema con esta misma clase “media”. Está
relacionado con que la principal fuente de su subsistencia tiene poca relación
con los ingresos reales, percibidos por este grupo de población. Más
exactamente, cuando apareció el concepto de la clase “media” durante el período
del máximo esplendor de la URSS en los años 60 -70, las fuentes para su
formación eran la redistribución de los beneficios en el interior de toda la
sociedad occidental (en los años 60 en los EE.UU. la tasa superior del impuesto
sobre la renta superaba el 90%) y el saqueo de las colonias y los países del
“tercer mundo”. Pero tras la crisis de los años 70 comenzaron los problemas –
estos recursos ya no eran suficientes. A principios de los años 70 en Occidente
incluso hubo una seria sensación de que la URSS estaba ganando la competición
entre los dos sistemas. Entonces aparece la comprensión de que, en primer
lugar, había que aumentar considerablemente el volumen de la clase “media” y,
en segundo lugar, que la única manera de hacerlo consistía en proporcionar el
crédito a los consumidores.
Esta segunda
comprensión tenía que ver con el hecho de que en los años 70 los ingresos
reales de los hogares habían bajado considerablemente. De hecho, si tenemos en
cuenta la inflación real y no la oficial (que la estadística estatal siempre
rebaja), veremos que estos por su capacidad adquisitiva no crecen desde los
principios de los 80 y se corresponden aproximadamente a los ingresos de
1962-63. Está claro que, teniendo en cuenta el serio aumento de todo tipo de
pagos obligatorios, como, por ejemplo, los seguros, que semejantes ingresos no
pueden asegurar de ninguna manera una vida confortable en las condiciones
actuales. Y todavía menos, aumentar considerablemente el número de personas que
viven esta vida confortable.
Como
resultado, a principios de los años 80 comenzó a realizarse el programa de
“reaganomía”, cuyo principal significado no estaba tanto en la liberalización
de la economía, como en la estimulación del consumo privado a costa del
crédito. Este programa, como es natural, tenía sus contras, el principal
consistía en que los créditos había que devolverlos. Hasta el principio de los
años 80 era prácticamente imposible obtener el nuevo crédito si antes no se
devolvía el anterior (salvo la excepción de los créditos hipotecarios, pero
estos también se tenían en cuenta a la hora de valorar la solvencia del
solicitante). Pero en semejantes condiciones era imposible estimular la demanda
durante un tiempo prolongado: cuando la persona recibe el crédito a corto
plazo, la demanda no crece, sino que cae, dado que además del “cuerpo” del
crédito hay que devolver los intereses.
Como
resultado, hubo que cambiar todo el sistema de crédito para los particulares,
permitiéndose de manera encubierta su refinanciación, cuando el resto del
crédito anterior se devolvía a costa del nuevo crédito y como garantía de pago
servían diferentes avales, en primer lugar, los bienes inmuebles. Pero para que
dentro del marco de semejante esquema la deuda no se acumulara con excesiva
rapidez, había que rebajar continuamente el precio del crédito. Lo que
efectivamente ocurría en la práctica: la tasa de descuento del Sistema de la
Reserva Federal, el acreedor en última instancia en los EE.UU. y el mundo, que
en 1980 era de 19%, a finales de 2008 había bajado prácticamente hasta cero.
Después de
que la tasa fue rebajada hasta el cero, la deuda acumulada (para el otoño de
2008 en los Estados Unidos para el hogar medio ya suponía el 130%, cuando antes
del comienzo de la “reaganomía” no superaba el 65%) se había convertido en un
serio problema, del que nos informan los periódicos prácticamente a diario.
Pero lo importante no es eso. Si ya no se puede conceder más créditos, si ahora
hay que devolver las deudas ¿qué pasará con la clase “media”?
Recordemos
que los ingresos reales de los hogares hoy corresponden a los comienzos de los
años 60 (sin contar el peso de la deuda crecido considerablemente). Si los
representantes de la clase “media” comienzan a rebajar su consumo, lo cual es
prácticamente inevitable, sus ingresos ya de por sí bajos, también descenderán
– porque bajarán los salarios y se cerrarán las empresas. Lo que, teóricamente,
significa que la estructura de los ingresos tendrá que volver como mínimo a los
años 50, pero por entonces no existía ni de lejos ninguna clase “media”. Y lo
más importante – la gente estaba acostumbrada a vivir pobremente, aún era
desconocida la propaganda del “consumismo”.
Y no se
trata de centenares de miles y ni siquiera de millones, sino de decenas o
incluso de centenares de millones de personas. Volver a traer la industria
llevada al sudeste de Asia no podrá salvar a nadie (en referencia a las
promesas de Obama – N. del T.) – podría crear algunos puestos de trabajo, pero
no podrá aumentar los salarios – en el caso contrario tal cosa no sería
rentable. Es decir, que esencialmente no cambiaría nada.
Así que no
se puede hablar de conservar la clase “media” – para ello simplemente no hay
recursos. Señalemos que en la Unión Europea la situación es aún peor, porque en
general la población es más pobre. La cuestión de cómo los estados burgueses
actuales piensan salir de la situación en la que se destruye su principal pilar
social no es solamente seria, sino que además es extremadamente actual. Creo
que esta cuestión ya se está discutiendo, aunque evidentemente, no en público
y, a juzgar por las filtraciones, la solución se reduce al fortalecimiento del
control estatal sobre el pueblo (“la plebe” por usar el lenguaje al uso de las
clases dominantes). Lo malo es que tal fortalecimiento del control en absoluto
puede cambiar el modelo económico – lo que significa que también hacen falta
acciones constructivas. Y en esta dirección por el momento nadie hace nada, en
primer lugar, debido a que los economicsistas (así llama Khazin a los economistas
liberales, de economics con la que sustituyeron a la economía política – N. del
T.) mantienen el monopolio sobre la ciencia económica.
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