"Una
parte de la burguesía desea mitigar las injusticias sociales, para de este modo
garantizar la perduración de la sociedad burguesa. Se encuentran en este
bando los economistas, los filántropos, los humanitarios, los que aspiran a
mejorar la situación de las clases obreras, los organizadores de actos de
beneficencia, las sociedades protectoras
de animales, los promotores de campañas contra el alcoholismo, los
predicadores y reformadores sociales de toda laya"
(El
Manifiesto Comunista, C,Marx y F. Engels).
El
animalismo, ideología burguesa de hoy y de ayer (una colaboración del camarada Sade).
Cuando los
llamados animalistas emplean la expresión “liberación animal”, ¿a qué se
refieren con “liberación”?
Antes de
tratar de contestar a esta pregunta es necesario aclarar un punto: los
animalistas, como cualquier otra forma de reformismo pretendidamente
progresista, desvirtúan el rigor de las palabras, revistiéndolas –y de paso
revistiéndose ellos mismos– de una supuesta radicalidad que no es sino un viejo
truco de prestidigitación política: el famoso “que todo cambie para que todo
siga igual”.
La vacua
expresión “liberación animal” es un buen ejemplo de ese aguachirlismo
ideológico al que, sin embargo, habremos de seguir el juego si queremos
desmontarlo.
Vamos a
ello.
En rigor,
los animales salvajes y zahareños deberían quedar excluidos de la misión
liberadora, pues la razón más chata nos advierte de que liberar lo que ya está
libre y suelto vendría a ser ocupación de orates. O dicho de otro modo, que la
liberación no puede predicarse más que de esos animales que llamamos
domésticos.
Aquí nos
asalta una duda: ¿quién libera a quién? ¿Es el amo quien libera a los animales
o son los animales quienes se liberan a sí mismos?
Empecemos
por este último supuesto, el del animal como sujeto de su propia liberación.
Hasta donde
nuestro conocimiento alcanza, la historia natural no guarda memoria de ninguna
emancipación de una especie animal por sí misma. Más allá de alguna cabra
montaraz o de algún perro cimarrón, podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos,
que la domesticación no admite, ¡ay!, la vuelta atrás, el retorno a la idílica
y áurea vida salvaje.
Como en
alguno de aquellos deliciosos relatos de Jack London, no nos queda, pues, más
remedio que reducir las liberaciones motu proprio de animales
domésticos a aventuras robinsonianas de algún que otro espécimen de marcado
carácter individualista al que casi cabría calificar de literario, demasiado
literario.
El otro caso
que contemplábamos de liberación es el que tiene al animal por objeto a
liberar, es decir, un supuesto concreto del amo que manumite al esclavo.
Ni que decir
tiene que en los rasgos específicos que adopta esa manumisión –como en
cualquier otra– se reflejan más los intereses materiales y espirituales del amo
que los deseos del esclavo horro, lo cual, aceptadas las relaciones de
esclavitud, es muy lógico: quien libera es el amo.
Hecha esta
puntualización, cabe identificar esta forma de liberación animal con todas
aquellas relaciones bien avenidas de mascota con dueño de mascota, de las que,
suponemos, deben de existir millones y millones de ejemplos en nuestro planeta.
Cabría
imaginar, finalmente, una última forma de liberación, la del dueño de la
mascota por la propia mascota. O lo que es lo mismo, la salvación del hombre –y
el proyecto de salvación de todos y cada uno de los hombres y mujeres del
mundo–, por medio de la entrañable compañía de un animal.
Es de
sospechar que poco o ninguno debe de ser el alcance de esta forma de
liberación, que ni permite distinguir, por su grado de libertad, a quienes
tienen mascota de quienes carecen de ella, ni equipara tampoco en libertad a
los dueños de animales.
Por otra
parte, en tanto que proyecto universal, a la vista del éxito de otras
redenciones colectivas por vía del amor, mucho nos tenemos que el radio de esa
liberación humana operada por mascotas vaya a ser ciertamente corto.
Decíamos al
principio que el animalismo como ideología recurre a trucos de
prestidigitación. El principal de ellos, sobre el que se asienta todo el
edificio “liberador”, es el que afirma que animal = hombre, de donde cabe
inferir, en pura lógica y a pesar de lo disparatado que suena el aserto
animalista, que liberación animal = liberación humana.
Es decir,
una libertad, la animalista, que, traducida a fisonomía de bípedo implume,
oscila, como hemos visto, entre el individualismo burgués más reconocible y el
detestable paternalismo del explotador para con los explotados, cuando no se
encenaga directamente en la nebulosa del pensamiento religioso.
Aquí, en el
animalismo, no hay nada de liberador, sino todo lo contrario.
Así lo
entendieron Marx y Engels cuando en El Manifiesto Comunista incluyeron
a “las sociedades protectoras de animales” entre “la burguesía que desea
mitigar las injusticias sociales, para de este modo garantizar la perduración
de la sociedad burguesa”, y así sigue siendo a día de hoy.
Peter Singer.
Es el precursor del movimiento animalista, él acuñó el concepto liberación animal y de los derechos de los
animales en el 1975
Peter Singer
Derechos de
los animales
"Liberación
Animal" de Peter Singer: contra la liberación animal
'Liberación
Animal', de Peter Singer: 40 años de controversia
22/04/2015
Liberación
animal1
Peter
Singer2
Partido
Animalista Contra el Maltrato Animal
Partido
Animalista Contra el Maltrato Animal PACMA
PACMA se
suma a las peticiones de ayuda internacional para las ONG que trabajan en Siria
salvando vidas.
Las bombas
alcanzan el refugio de gatos de Alepo
No hay comentarios:
Publicar un comentario