BY RPM45NET ·
2 ENERO, 2015
El debate
sobre la cuestión del Estado no perdió actualidad. Sigue motivando intensos
debates ideológicos. Los defensores de la vía institucional rumbo al socialismo
afirman que no es necesario destruir el Estado burgués, solamente transformarlo
mediante reformas revolucionarias.
Eduard
Bernstein y Karl Kautsky, dos revisionistas del marxismo.
Miguel
Urbano Rodrigues
Releí hace
días textos de Eduard Bernstein y de Karl Kautsky. Fue un trabajo útil. El
revisionismo de ambos ayuda a comprender luchas y desafíos del presente.
Bernstein
inició la campaña. Veía en el marxismo solamente un método para estudiar
problemas sociales y sostuvo que era posible llegar al socialismo sin
revolución, mediante conquistas irreversibles de la clase obrera resultantes de
reformas del capitalismo. Su famosa sentencia «El movimiento es todo, la meta
final nada» motivó la réplica de Rosa Luxemburgo, para quien la meta, el
socialismo, era todo.
En la
socialdemocracia alemana, en ese tiempo marxista, las tesis del llamado
«socialismo evolutivo» de Bernstein sembraron confusión, pero no recibieron
inicialmente el apoyo de Kautsky.
El líder del
Partido Social Demócrata (SPD) solamente cambió de posición en vísperas de la I
Guerra Mundial.
Partido más
votado en 1912, el SPD dio entonces un giro a la derecha. Kautsky, al empezar
la guerra imperialista, decidió apoyar a la burguesía alemana. Eso lo hizo
blanco de una crítica devastadora de Lenin. El revolucionario ruso, que en su
juventud lo había admirado, pasó a identificar en el «un renegado».
La polémica
que en la época dividió el SPD tuvo por palanca la cuestión del Estado.
Para Kautsky
el Estado era una máquina que, aun en manos de la clase dominante, sería
conquistada por el proletariado.
¿Para qué
destruir el estado burgués -argumentaba- si durante la lucha pasaría a manos de
la clase obrera?
Partiendo de
Marx, la posición de Lenin era antagónica*.
En su libro
El Estado y la Revolución, escrito en dos meses en Finlandia, después de las
Jornadas de julio, el gran revolucionario fustigó a Kautsky. Las tesis del
dirigente del SPD conducirían, si fueran aplicadas, a la integración gradual de
las organizaciones obreras en el sistema del mecanismo capitalista.
Kautsky,
citando fuera del contexto la hipótesis formulada por Marx de que en
Inglaterra, excepcionalmente, los trabajadores podrían llegar al poder por vía
pacífica, defendió con Bernstein una estrategia según la cual la revolución ya
no era necesaria para la toma del poder.
Como afirmó
Bujarin, un sector amplio de la socialdemocracia alemana utilizaba aún «una
fraseología marxista, una capa verbal marxista, pero ya sin ningún contenido
marxista».
Transcurrido
un siglo, y desaparecida la URSS, la ofensiva revisionista se repite con un
lenguaje diferente. El Partido de la Izquierda Europea (PIE), que reúne a la
mayoría de los partidos comunistas del continente, invoca también a Marx, pero
su ideología es -como ocurría con la socialdemocracia alemana- inseparable de
una práctica oportunista.
La burguesía
europea reaccionó con simpatía a la formación del PIE. Identificó en él, desde
el inicio, un instrumento de neutralización de la combatividad de la clase
obrera.
En el plano
internacional las posiciones que viene asumiendo son también muy negativas. Sus
dirigentes, ante las críticas de organizaciones que responsabilizan a los
partidos del PIE por la crisis del movimiento comunista internacional,
contestan que el mundo cambió profundamente desde la época en que Marx escribió
El Capital. Según ellos colocar la cuestión de la vía para el socialismo y la
temática del Estado recurriendo a textos suyos es negar la propia esencia del
marxismo.
De la
argumentación de esos revisionistas se trasparenta desconocimiento del
marxismo.
El marxismo
no es solamente una metodología científica creada para la transformación del
mundo; es simultáneamente el instrumento indispensable para alcanzar ese
objetivo revolucionario.
Precisamente
por haber comprendido que el marxismo no era una ideología estática, sino
dinámica, Lenin supo extraer las lecciones implícitas en las profundas
alteraciones que el capitalismo presentaba en el inicio del siglo XX. La
creación del partido de nuevo tipo, el bolchevique, fue una de ellas, desde
luego decisiva para la victoria de la revolución rusa de octubre de 1917.
En vida de
Marx el capitalismo tradicional, de Adam Smith y Ricardo, no evolucionaba
todavía hacia lo que Lenin definió en su libro como «imperialismo, estadio
superior del capitalismo». Solamente a fines del siglo XIX el colonialismo
asumió un papel decisivo en las estrategias imperialistas.
El
leninismo, hijo del marxismo, no habría sido posible si su creador, además de
notable estratega, no fuera también un táctico atento a todos los aspectos
innovadores de las sociedades del comienzo del siglo XX.
«En gran
parte -advirtió- los errores resultan de un hecho: las palabras de orden, las
iniciativas que eran totalmente correctas en determinado periodo histórico y
determinada situación, son mecánicamente transferidas a otro contexto histórico
para otra situación con otra relación de fuerzas».
Lenin
concluía de eso que era necesario plantear cuestiones que «permitiesen una
síntesis de la destrucción de lo antiguo y de la construcción de lo nuevo, una
síntesis de esos aspectos en un todo nuevo».
La obra
teórica de Lenin tiene para los comunistas una importancia que aumenta a cada
año. La derrota transitoria del socialismo no disminuye su significado.
Ella nos
ayuda a establecer puentes entre el tacticismo capitulador de los revisionistas
de inicios del siglo XX y las opciones ideológicas y el discurso político de
los oportunistas del Partido de la Izquierda Europea que, enmascarados de
marxistas, son hoy instrumento inconsciente de las clases dominantes y del
imperialismo.
* El debate
sobre la cuestión del Estado no perdió actualidad. Sigue motivando intensos
debates ideológicos. Los defensores de la vía institucional rumbo al socialismo
afirman que no es necesario destruir el Estado burgués, solamente transformarlo
mediante reformas revolucionarias.
Pero la vía
llamada pacífica no fue hasta hoy exitosa en ningún país.
En el Chile
de la Unidad Popular cuando dos partidos marxistas, el Socialista de Allende y
el Comunista, llegaron al gobierno por vía electoral, un golpe militar
sangriento puso término a la experiencia.
En la
Venezuela bolivariana el contexto es diferente. El gobierno de Chávez, con el
apoyo del Ejército, hizo cambios muy positivos en la sociedad. Pero Venezuela
sigue siendo un país capitalista. Con Maduro el futuro inmediato se presenta
cargado de amenazas. Lo mismo ocurre en Bolivia.
Serpa, 2 de
enero de 2015
Traducido
por el autor. Revisado por lahaine.org
De
Bernstein y Kautsky a la teoría y práctica marxistas de Lenin
Lenin y el
revisionismo
La
incompatibilidad de la democracia burguesa y la democracia obrera
El
luxemburguismo en España: y 4. Obras
La Deutsche
Ideologie (III). Un Marx desconocido
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