Nota de los editores del blog: Uno de los
argumentos más utilizados por aquellos en la izquierda que dicen adherirse a la
“nueva” política es que ellos, a diferencia de aquellos a los que según afirman
solo nos importa la pureza ideológica, están luchando en la calle,
que ellos están con la gente. Que ese algo que
andan haciendo en el mejor de los casos tenga un impacto nulo, y en el peor, y
más frecuente, ayude a reproducir el sistema de explotación que genera esos
mismos males contra los que dicen luchar, es algo que ni se plantean. Resulta
llamativo que quienes andan en ese lugar tan perfectamente cómodo que es el de
hacer y decir lo que se lleve en cada momento, nos acusen a quienes vamos a
contracorriente de ser unos cómodos que no queremos enfrentarnos al
mundo real de la calle. Curioso también que quienes siempre están con
la postura dominante y con quién manda en todas partes acusen a los que van a
contracorriente de estar en una posición muy cómoda. Tan
prácticos, curiosamente jamás se preguntan cuáles son las consecuencias prácticas de
sus acciones en el mundo real, de darse alguna. Esto es llamativo pero
perfectamente explicable, la izquierda posmoderna no piensa, solo siente. Lo
que es más, la única batalla en la que está realmente metida es la de la
autopromoción, por lo tanto cualquier análisis de sus acciones lo hará bajo esa
luz. El artículo que hemos traducido analiza estos aspectos mostrando que no
hay nada menos real que el mundo en el que habita esta izquierda posmoderna y
nada más ilusorio que sus luchas. El texto es muy útil para quienes se plantean
cuáles pueden ser realmente las luchas de una Izquierda que en lo único que no
ha fracasado es en la promoción de oportunistas.
El autor muestra, como han mostrado otros, que no es la clase trabajadora
la que ha fallado, que ésta da muestras de estar cuando se la convoca, que la
que ha fallada es esta izquierda que en su pretensión de lucha (postureo) todo
lo que toca lo vacía de contenido; frente a fuerzas materiales poderosas no se
puede vencer con luchas imaginarias. Esta izquierda no tiene nada de nueva,
pero quizás lo peor actualmente es su omnipresencia. Entre quienes apoyan los
sucesivos productos de moda en la izquierda, y se adhieren a esta forma de
activismo cuyo único resultado práctico es la autopromoción de individuos y
organizaciones, no encontramos solo a lo más descafeinado de la “clase media”
sino también a autodenominados socialistas y marxistas. Esta izquierda “a lo
ONG”, todo espectáculo y nada de sustancia, ha penetrado profundamente incluso
en los espacios considerados más radicales, convirtiendo cualquier ideología,
cualquier lucha y sus símbolos tradicionales, en un simple postureo, producto
de marketing y consumo para quienes buscan el sentirse bien,
el momento excitante (“histórico”). Numerosos son los ejemplos de esto.
Organizaciones con el nombre de Rosa Luxemburgo que representan todo aquello
contra lo que ella luchó, críticas vacías al capitalismo en convenciones financiadas
por el capital, sindicatos pagando a empresas de relaciones públicas de dudosas
conexiones para hacer pasar por movimiento de masas una campaña por el salario
mínimo que se acaba usando para apoyar a Hillary Clinton. Un candidato
“socialista” dentro de uno de las herramientas más fieles del capital como es
el Partido Demócrata estadounidense, y que tiene entre sus principales fans en
ese país a una clase media blanca universitaria que saldría gritando
despavorida si pensara que de verdad viene el socialismo. Esta Izquierda
posmoderna, que no planta ninguna batalla real contra el capital, no tiene
utilidad alguna como instrumento de la clase trabajadora. Como afirma Scott
Jay, si los movimientos sociales
no hacen daño real a la gente en el poder – y no simplemente los avergüenzan
ligeramente – o dan poder a los explotados y oprimidos – y no simplemente los
movilizan temporalmente – entonces puede que no sea una estrategia que merezca
la pena. Puede que simplemente se sienta como que lo es.
Es crítico, como hace el autor de este texto, desenmascarar esta
simulación de enfrentamiento, ya que al no poder generar ningún resultado
visible de avance en las luchas de la clase trabajadora, si lo confundimos con
el enfrentamiento real al capitalismo concluiremos erróneamente que el sistema
capitalista es todopoderoso y nuestra lucha contra el mismo absolutamente
inútil. En las palabras del propio Scott Jay:
Si no podemos distinguir la
simulación de la realidad, nos arriesgamos a descender de un pesimismo sano al
estado actual en que creemos que las luchas de la clase trabajadora no pueden
tener ningún impacto simplemente porque de manera engañosa parece que no lo
tienen.
Nos gustaría aclarar, para evitar confusiones en el lector potencial, que
el texto es profundamente crítico y el autor no usa el término neoliberalismo
como se hace con frecuencia para ocultar que estamos hablando del sistema
capitalista. Más bien pretende destacar que ni siquiera una forma tan burda y
agresiva de capitalismo ha generado una oposición real al mismo en la Izquierda
internacional. A la hora del uso que hace de algunos términos debemos tener en
cuenta que en mundo anglosajón algunos de ellos pueden tener unas connotaciones
algo distintas a las que tienen para nosotros.
La
Izquierda posmoderna y el éxito del neoliberalismo
Global Research, 7 de
febrero de 2016
Libcom.org, 5 de enero de
2016
Traducido por Mariola
García Pedrajas
La Izquierda internacional
se dedica más a promover su propia imagen que a involucrarse en la amarga
realidad de la resistencia contra el neoliberalismo. No necesita creer en el
posmodernismo, es posmodernismo.
El ascenso del
neoliberalismo en todo el globo durante décadas, y su adaptación constante
desde la crisis financiera de 2007-2008 en particular, nos fuerza a
preguntarnos por qué no ha habido una resistencia más satisfactoria contra el
mismo.
Podríamos empezar por el
cambio en la estructura de la clase trabajadora, especialmente en Occidente, y
ese sería un factor a destacar, pero no es como si el neoliberalismo hubiera
abolido por completo la resistencia de la clase trabajadora. No es como si no
hubiera habido múltiples huelgas generales en Grecia, por ejemplo. Además,
Estados Unidos fue testigo recientemente de una serie de rebeliones urbanas
contra los asesinatos de negros por parte de la policía, con quema de edificios
y coches de policía destruidos en la revuelta contra las condiciones que el
estado les imponía. Muchos de los participantes han sido condenados por
incendio provocado y otros delitos y se encuentran ahora cumpliendo largas
penas de prisión.
El problema no es que la
militancia no sea posible o incluso en algunos momentos inminente. La gente de
clase trabajadora en los EE.UU. ha mostrado gran valentía frente al terrorismo
policial, y en Grecia rehusó aceptar otra ronda más de medidas de austeridad
incluso con su economía mantenida como rehén por el capital europeo.
La cuestión alternativa que
hay que preguntarse es, pues, ¿por qué ha fallado la Izquierda específicamente,
a la hora de oponer resistencia al neoliberalismo?
Podríamos contestar esta
pregunta de docenas de formas, una por cada izquierda que exista. Pero la
incapacidad de SYRIZA en Grecia para resistir una oleada más de medidas de
austeridad – de hecho su aceptación de la política de austeridad – centra y
aclara el problema, planteando verdades incómodas.
A saber, que quizás la
Izquierda no ha fracasado a la hora de oponer resistencia al neoliberalismo.
Quizás ni siquiera lo ha intentado.
¿No fue SYRIZA el proyecto
de una década para construir una alianza de radicales en respuesta al colapso
de la socialdemocracia frente al neoliberalismo? Ciertamente parecía eso en su
momento, probablemente a sus participantes sobre todo. Y a pesar de ello el
proyecto colapsó de manera tan rápida y tan espectacular, pasando de ser lo más
innovador de la Izquierda internacional a un símbolo de todo lo que va mal en
la misma, en menos de una semana.
El momento de la verdad para
SYRIZA y para la Izquierda internacional de la actual generación se dio en las
primeras horas de la mañana del 11 de julio de 2015. Muchas historias olvidarán
este detalle considerando que fue una más de las sesiones parlamentarias, sin
embargo fue con mucho la más significativa. En este momento, solo días después
del espectacular voto del pueblo griego por el “Oxi” que rechazaba la política
de austeridad, sus representantes en el parlamento eligieron recibirla con los
brazos abiertos. Con 149 diputados en el parlamento, solo dos miembros de la
coalición radical de la Izquierda dedicada a acabar con la austeridad acabaron
votando “Oxi” junto con la gente que dicen representar. Fue un momento
asombroso que ningún radical debería olvidar mientras viva, a menos que quiera
repetir estos emocionantes fracasos una y otra vez indefinidamente.
Es cierto que los votos [por
el no] mejoraron más adelante ese mes, pero el colapso del 11 de julio no
debería ser olvidado fácilmente. Durante un breve instante vimos el elemento
crucial – o uno de los elementos cruciales – del problema de la Izquierda
internacional.
En pocas palabras, estos
miembros de SYRIZA estaban más comprometidos con la imagen de SYRIZA como una
coalición de la izquierda radical donde imperaba la unidad que con oponerse de
verdad a la austeridad cuando tenían la oportunidad de hacerlo justo delante de
ellos. Le dieron la espalda a la realidad y sus consecuencias prefiriendo
agarrarse a la imagen de lo que habían construido. Esto es la Izquierda
posmoderna en la práctica.
Frente al neoliberalismo
implacable, la Izquierda internacional ha abrazado el posmodernismo, no en
teoría sino en la práctica, dando más importancia al estilo que a la sustancia
y a los momentos que hacen sentir bien y a los líderes llamativos que a la
realidad brutal de oponer resistencia a la explotación capitalista. La
Izquierda posmoderna no rechaza metanarrativas o la realidad objetiva en la
teoría. De hecho interioriza la metanarrativa de su propia centralidad para
alterar el curso de la historia, pero cuando se encuentra a sí misma en el
centro de desarrollos históricos, trata a la historia como a algo etéreo, una
masa amorfa que no puede ser comprendida. Algo que sencillamente pasa, y no hay
ninguna posibilidad de disponer de opciones que puedan moldear los
acontecimientos. Una vez que se coloca a la Izquierda en el asiento del
conductor, no hay más alternativa que participar de forma pasiva en las
maquinaciones del sistema. Cualquier otra cosa es sencillamente demasiado
difícil.
La Izquierda posmoderna
evita construir un movimiento con verdadero poder entre los pobres y oprimidos,
en vez de ello se centra en espectáculos de autopromoción que se viven como
lucha y poder pero que están completamente vacíos.
La Izquierda posmoderna
habla de “sindicalismo de clase”
para después llevar a cabo una reforma
de las pensiones justificada por la necesidad de equilibrar los presupuestos y a continuación insistir en que nunca
apoyaron tal cosa porque las palabras no significan nada y no tienen ninguna relación con
la realidad objetiva. La Izquierda posmoderna está desconectada de la realidad
porque crea su propia realidad.
La Izquierda posmoderna no
cree en el posmodernismo. La Izquierda Posmoderna es posmodernismo.
Las raíces materiales del izquierdismo posmoderno
La Izquierda posmoderna no
es el resultado de un declive en la relevancia de la realidad objetiva. Al
contrario, posee una base material sólida de la que surge, y a la que está
encadenada, concretamente en la forma de Organización No Gubernamental (ONG).
Bajo el neoliberalismo, los desaparecidos programas de prestaciones sociales y
otras fuentes de estabilidad para las personas de clase trabajadora han sido
reemplazados por servicios prestados por las ONGs, financiadas por fundaciones
y gobiernos a la vez que directamente por las corporaciones. Esta forma
organizativa se ha extendido más allá del sector que ofrece servicios a la
propia Izquierda, donde las organizaciones de los movimientos de protesta
pueden construir una infraestructura de personal que trabaja para ellas a
tiempo completo accediendo al mismo tipo de financiación. El problema para las
ONGs es, pues, cómo cuestionar el estatus quo sin cuestionar las fuentes de la
élite que financian sus operaciones. Esto se ha mostrado un problema imposible
de resolver, como consecuencia de ello las ONGs han servido para reproducir el
neoliberalismo más que para cuestionarlo.
Unos cuantos ejemplos
ilustrarán este punto.
La Rosa Luxemburg Stiftung es una red global de organizaciones con sede en
Berlín y Nueva York que rinde homenaje a la vida de Rosa Luxemburgo, una
revolucionaria polaca mejor conocida por su papel en el movimiento socialista
alemán como crítica del apoyo de éste al reformismo electoral y al
imperialismo. Fue después asesinada por sus camaradas reformistas cuando
llegaron al poder. En esto, la Rosa Luxemburg Stiftung ha
adoptado su nombre a la vez que apoya a las Naciones Unidas y celebra la victoria
electoral de Alexis Tsipras después que éste adoptara las políticas de austeridad. Su nombre se ha
convertido en poco más que una herramienta para conseguir financiación.
DeRay McKesson es un
activista que alcanzó protagonismo durante el ascenso del movimiento Black
Lives Matter, especialmente en Ferguson, Missouri. Aunque es conocido como
un activista, pocos pueden apuntar qué es lo que ha conseguido más allá de una
masa de seguidores en Twitter y el elogio de los medios de
las grandes corporaciones de la comunicación. McKesson fue también un director de escuela ligado a Teach
For America, una
organización que apoya una “reforma” de la enseñanza a favor de los intereses
privados que debilita los sindicatos de profesores proporcionando a las
escuelas profesores temporales sin experiencia recién salidos de la universidad
a bajo coste. Más recientemente, McKesson dejó su trabajo para convertirse en
un “activista a tiempo completo” trabajando para los partidos Demócrata y
Republicano, Twitter y otros patrocinadores de las corporaciones en la organización de
debates presidenciales. En
resumen, DeRay McKesson no es en realidad un militante de izquierda, pero a
veces seguro que lo parece. El problema es que hay tantos DeRay McKesson en el
escenario del activismo, normalmente con muchos menos lazos con los intereses
corporativos que él, que puede ser difícil discernir entre un militante “real”
y uno “falso”.
Un grupo de organizaciones
sin ánimo de lucro celebraron recientemente una convención sobre vivienda y
derechos de los inquilinos en Oakland, California. Esta es una ciudad donde los
apartamentos de dos dormitorios normalmente se alquilan por 2000 dólares o más
y la población negra y latina está siendo desplazada rápidamente. Una de las
organizaciones patrocinadoras del evento andaba recientemente negociando con las
autoridades locales de Oakland un contrato de 320.000 dólares para supervisar
el Day Laborer Program de Oakland, el
cual suministra fuerza de trabajo inmigrante con bajos salarios a varios
empleadores. En esto, uno de los conferenciantes en la sesión plenaria declaró
que el enemigo era nada menos que el propio sistema capitalista. La
recientemente destituida alcaldesa Jean Quan, que formaba parte de la audiencia
y mantiene una estrecha alianza con muchos de los organizadores, ni pestañeó
ante tal afirmación, ni lo hará nadie en el Ayuntamiento de Oakland, porque
todo esto no es más que un escaparate para crear la ilusión de radicalismo.
Nadie que recibe 320.000 dólares de la ciudad va a amenazar las alianzas
políticas que le ayudaron a conseguirlos, por muy alto que proclame su
oposición al capitalismo.
El entorno general del
activismo de ONG creado por estas organizaciones es el hábitat de la Izquierda.
Es decir, no todos los radicales tienen que sucumbir a la forma de ONG,
simplemente necesitan adaptarse al tipo de activismo liderado por las ONGs, que
es la apariencia de militancia, para construir una base de apoyos y conseguir
reformas, sin la sustancia de la militancia, para evitar molestar a importantes
fuentes de financiación y aliados. En resumen, la imagen de algo que parece en
esencia revolucionario – Rosa Luxemburgo, y la rebelión urbana contra el terror
policial – puede ser usado por personas cuyos objetivos son totalmente compatibles
con el neoliberalismo.
No hace falta que la
Izquierda posmoderna reciba dinero de las autoridades locales de Oakland, o
incluso que tenga un estatus que le permita no pagar impuestos. Solo hace falta
que confunda este tipo de activismo con un desafío real al sistema sin
identificar sus severas limitaciones ¿Y por qué haría eso nadie? Porque
esta forma de activismo, ¡es tan excitante! Y todos los demás lo
hacen. Y ser el único tipo en la habitación que dice que algo está mal aquí es
un lugar terriblemente solitario en el que estar, especialmente cuando estás
intentado construir una base o reclutar gente o simplemente movilizar gente en
torno a cualquier cosa con la esperanza de que ese algo será
la base para luchas futuras. Pero en vez de lucha lo que obtenemos es una
representación de lucha.
Cualquiera que asistiera a
una de las grandes reuniones del Partido Socialista de los Trabajadores
británico en el pasado será consciente de los aspectos de puesta en escena de
esta organización. Al haber fracasado en la construcción de un partido de los
trabajadores durante sus décadas de existencia, tiene que crear un ambiente
como si fuera un partido de los trabajadores, de otra manera los trabajadores
no se unirán, culminado con
cánticos “!Los trabajadores unidos jamás serán vencidos!” A quien le están
cantando no está claro. No hay jefes en las cercanías, por lo tanto va dirigido
más probablemente a los trabajadores asistentes, o quizás simplemente a los
fieles al partido para recordase a sí mismos su compromiso con la clase
trabajadora. No es que no estén comprometidos – ciertamente creen que lo están
– el problema es más bien que su compromiso es una actuación. Más que construir
un partido de los trabajadores, simulan serlo con la esperanza de que los
trabajadores se unan.
La Izquierda posmoderna es
el simulacro de una izquierda, con todos los cánticos, pancartas y demás
parafernalia de una izquierda militante, con pocos o ninguno de sus actos de
resistencia. Finge luchar, se da un baño con la imaginería gloriosa, después se
pregunta por qué nunca consigue la victoria, lo que es imposible a menos que
haya una batalla real. La mayoría de las veces estas batallas acabarán en
derrota, por lo tanto la Izquierda posmoderna prefiere la ilusión feliz a la
triste realidad. Por supuesto, las personas de clase trabajadora no pueden
ignorar la amargura de su propia realidad vital, pero la Izquierda posmoderna
generalmente no habita ese mundo por lo que esto no es un problema para ella.
Por un lado, la Izquierda
posmoderna ha fracasado totalmente a la hora de enfrentarse a las medidas de
austeridad neoliberales. Por otro lado, podemos ver que el personal que trabaja
a tiempo completo en la Izquierda posmoderna ha hecho un trabajo espectacular
manteniendo la austeridad a raya en cuanto nos damos cuenta que los únicos
empleos a cuya defensa están totalmente entregados son los suyos propios.
Movimientos sociales posmodernos
Arun Gupta analizó el método
posmoderno tras muchos movimientos sociales en su descripción de las marchas
populares por el clima de 2014 las cuales supusieron un triunfo espectacular en lo que se refiere
a situar el estilo por encima de la sustancia. Gupta hizo notar que no había en
las mismas “ni exigencias, ni objetivos, ni enemigos. La admisión por
parte de los organizadores de que animaban a los banqueros a participar en las
marchas es como decir que los mercenarios de Blackwater deberían
unirse a la protesta antiguerra. No hay más unidad que el dinero.”
¿Cómo pudo una manifestación
de cientos de miles de personas convertirse en algo sin ningún poder? Porque
estaba dirigida por ONGs comprometidas sobre todo con mantener su flujo de
ingresos. Todo lo que hacía falta era la imagen de una manifestación de masas,
el sentimiento de que estábamos haciendo algo. Que ese algo fuera completamente
inadecuado para el problema que teníamos entre manos – salvar al planeta de la
destrucción por parte del capitalismo – no es un gran problema si tu verdadero
objetivo es conseguir donaciones, vender libros y organizar charlas. En otras
palabras, esto no es una lucha sino simplemente marketing en
la forma de lucha. Es simplemente una simulación.
O, como Gupta describe su
lógica:
Estilo. Esa es la forma
en que se va a resolver la crisis climática. Estamos en la era de los
movimientos sociales posmodernos. La imagen (no la ideología) es lo primero y
moldea la realidad. Las relaciones públicas y el marketing determinan las
tácticas, el mensaje, la organización y la estrategia.
Uno de los ejemplos actuales
más descarados de lucha ilusoria es la campaña Fight for Fifteen(1),
particularmente a nivel nacional, que ha llevado a la huelga a miles de
trabajadores con bajos salarios contra sus empresas de comida rápida. ¿O
no? Una participante describe
su experiencia: “En Miami asistí a manifestaciones de Fight for $15
en las que la inmensa mayoría de los manifestantes eran activistas pagados,
empleados de ONGs, organizaciones comunitarias, y personal de sindicatos
buscando miembros potenciales.” De hecho, muchos que han asistido a estas
acciones mirarán a su alrededor y se preguntarán, ¿quién está realmente en
huelga aquí? Habrá ciertamente gente que arriesga sus trabajos para participar,
pero en muchos casos los cientos de personas que asisten a una de estas
“huelgas” son simplemente gente que apoya la idea de que los trabajadores con
bajos salarios se pongan en huelga. Los trabajadores en huelga son muy pocos y
aislados, con unos cuantos designados como portavoces en los medios de
comunicación y el resto sin identificar.
Jane Macalevy es una antigua
empleada del Sindicato Internacional de Empleados y Servicios (SEIU, por sus
siglas en inglés), el sindicato que dirige la campaña Fight for Fifteen en
el fondo, pero discretamente para mantener la imagen de que se trata de una
campaña liderada por los trabajadores. Macalevy describe como de ilusoria es realmente esta campaña: “La
llamamos la campaña Berlin Rosen: unos figuras entre las empresas de la
comunicación que obtuvo algo así como entre 50 y 70 millones de dólares de SEIU
para dar la imagen, a través de las redes sociales, de un gran movimiento.
Berlin Rosen es una agencia
de relaciones públicas empleada no solo por SEIU sino también por el actual
alcalde de Nueva York y que estuvo implicada en la bancarrota de Detroit, el
corazón de la bestia del neoliberalismo. Los líderes del sindicato del
automóvil (United Auto Workers)
también contrataron sus servicios para que convencieran a los empleados de Chrysler de que aceptaran un
contrato después de que estos mismos empleados rechazaran uno anterior que no
llegaba lo suficientemente lejos en las cancelación del sistema salarial en dos
niveles. En este caso, el activismo posmoderno y el neoliberalismo son uno y lo
mismo. Berlin Rosen prueba, cuando menos, que hay un buen dinero que ganar en
los movimientos sociales posmodernos.
Después SEIU ha respaldado
la candidatura de Hillary Clinton, quien no apoya el salario mínimo de 15
dólares la hora. Mientras tanto, la huelga más reciente de la campaña Fight
for Fifteen ha terminada con llamados a salir y votar en 2016 – nos
podemos imaginar por quien – y ha cambiado el eslogan de campaña a “Come Get
My Vote” (Ven Consigue Mi Voto). Es decir, el movimiento se ha posicionado
abiertamente para ser cooptado por el Partido Demócrata. Esta no es la
evolución habitual de una rebelión nacional de trabajadores, pero puede que sea
como se puede hacer evolucionar a una simulada.
Richard Seymour describe el
activismo vacío, de hacernos sentir bien, en el cual los buenos sentimientos de
la gente que finalmente puede expresar su oposición a los horrores del
neoliberalismo sobrepasan a la cuestión de qué podemos hacer realmente para
parar estas cosas. ¿Por qué hacerse estas preguntas difíciles cuando se siente
tan bien andar simplemente en una marcha de protesta por fin?
Fue, sin lugar a dudas,
una ocasión gozosa [escribe
Seymour sobre una marcha de protesta contra las políticas de austeridad]. La
gente llenaba las calles apenas suficientemente grandes para contenerla, y
coreaba eslóganes y cantaba con notas de alegre desafío. Aquellos que afirman
que este tipo de eventos son ‘aburridos’ están de hecho equivocados, y dan la
impresión de búsqueda de emoción política. Todos lo pasamos muy bien. Y ese era
precisamente el problema.
Una condición mínima
para adquirir conciencia en la izquierda es comprender que esta protesta es en
sí misma prueba de al menos cinco años de fracaso catastrófico. Hay algo
elocuente e increíblemente incongruente en la subjetividad de una izquierda
manifestándose como si fuera un pasatiempo, cuando sabemos que también estamos
de duelo por las víctimas y los muertos. Sugiere que realmente no vamos en
serio. Sugiere que, más que querer hacer temblar los muros y pilares de la
tierra, lo que queremos es tomarnos un helado y marcharnos a casa.
Lo que describe Seymour es
el problema planteado desde el 15 de febrero de 2003, el punto álgido del
activismo posmoderno, cuando millones de personas en todo el planeta se
manifestaron contra la guerra en Irak en lo que fue posiblemente el día más
grande de manifestaciones en la historia mundial. Millones de personas
inundaron las calles y muchos tuvieron la mayor sensación de poder de sus
vidas, y a pesar de ello qué poco poder teníamos realmente. Por supuesto,
millones de personas tienen un poder enorme, pero no si simplemente están ahí
de pie en la calle, incluso aunque porten pancartas y lleven camisetas con
mensajes políticos. Se puede oír a la Izquierda posmoderna todavía, de vez en
cuando, diciendo lo cerca que estuvimos de parar la guerra en Irak. Nada podría
estar más lejos de la realidad, pero la realidad no perturba a la Izquierda
posmoderna.
“La tradición de todas las
generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos,”
escribió Marx en el 18 Brumario de Luis Bonaparte. En este caso, es más como
soñar despierto, una fantasía de lucha con toda la imaginería de la resistencia
y nada de su sustancia. Si esto es todo lo que podemos hacer, y nada más,
entonces estamos totalmente perdidos.
Algunos han estado peleando
por entender el problema planteado por [la ausencia de resultados de las
grandes manifestaciones que tuvieron lugar] el 15 de febrero [de 2003] durante
la última década. Otros están perfectamente contentos repitiendo el mismo
proceso una y otra vez, ya que les permite vender libros, ser llamados a dar
charlas, reclutar gente y financiar sus organizaciones sin ánimo de lucro.
Estas maquinaciones pueden continuar indefinidamente y son totalmente
compatibles con el sistema capitalista. Uno puede tener una carrera y un estilo
de vida bastante satisfactorios como una especie de revolucionario, siempre que
todo quede dentro de los confines de la Izquierda posmoderna.
El neoliberalismo posmoderno de SYRIZA
Si esta es la era de las
ilusiones, entonces el ascenso de SYRIZA en Grecia debe ser la penúltima
ilusión. Desgraciadamente, pero como era de esperar, la burbuja SYRIZA ha sido
explotada y todos nos hemos visto forzados a volver a la realidad. Desde que
SYRIZA aceptó la política de austeridad, el antiguo miembro de su Comité
Central Stathis Kouvelakis ha escrito una serie de autopsias sobre lo que fue
una vez el sueño de SYRIZA. En una declaración
especialmente reveladora, hace notar como muchas de las acciones de SYRIZA eran totalmente
contrarias a lo que cualquier izquierdista radical aceptaría.
Por ejemplo, destaca la
pronta aceptación de un acuerdo el 20 de febrero de 2015 para extender el
rescate financiero, mucho antes de la capitulación de julio:
Su primera y más
inmediata consecuencia fue paralizar la movilización y destruir el optimismo y
la militancia que prevalecían en las primeras semanas tras la victoria
electoral del 25 de enero. Por supuesto, este descenso de la movilización
popular no es algo que empezó el 25 de enero o el 20 de febrero, como
consecuencia de una táctica gubernamental particular. Es algo que preexistía en
la estrategia de Syriza.
Esto es exactamente lo
contrario de lo que se supone que pasó, pero había que mantener las
apariencias. A continuación Kouvelakis destaca el rápido declive de la democracia
interna en SYRIZA en los últimos años:
Lo que vimos que se
estaba construyendo tras junio de 2012 – paso a paso pero de manera sistemática
– era una forma de partido cada vez más centrado en el líder, centralizado, y
desconectado de las acciones y la voluntad de sus miembros. El proceso estaba
completamente fuera de control cuando Syriza llegó al gobierno.
Nada de esto debería ser
inesperado. Estas son las consecuencias familiares de estrategias electorales,
de las que los marxistas han sido conscientes durante un siglo, desde la
capitulación de la socialdemocracia europea en la Primea Guerra Mundial,
repetida muchas veces desde entonces. A pesar de ello, marxistas entusiastas en
todo el mundo veían en SYRIZA algo diferente, pero era meramente la ilusión de
algo diferente. Al final, fue exactamente la misma clase de estrategias
electorales radicales del pasado, pero el atractivo de que estos intrépidos
intelectuales marxistas y activistas pudieran asumir los poderes europeos era
demasiado tentador. En SYRIZA, la Izquierda internacional se veía a sí misma, y
no podía imaginar que ella misma, también, podría colapsar de la misma manera
bajo circunstancias similares.
El problema es que este tipo
de estrategias atraen a un cierto tipo de izquierdista que ocupa una cierta
posición social – específicamente, intelectuales y líderes de ONG – incluyendo
aquellos que han dedicado sus carreras a explicar las limitaciones del
electoralismo. El atractivo de la gloria electoral es sencillamente tan grande
para esta gente que es capaz de imponerse a una crítica del reformismo sólida
como una roca.
Tras el 11 de julio, ningún
izquierdista serio podrá jamás, durante el resto de su vida, mirar a los ojos a
prominentes figuras de la izquierda y darle ningún valor a sus promesas.
Simplemente no podemos tomarnos a nosotros mismos en serio si seguimos
pretendiendo que podemos confiar en las nobles promesas de presumidos líderes
autoseleccionados. Y a pesar de ello, esto es exactamente lo que la Izquierda
posmoderna seguirá haciendo, asegurar a todo el mundo que no, que cada próximo
proyecto no es otra SYRIZA, aunque casi con total seguridad dijeron el mismo
tipo de cosas sobre la propia SYRIZA.
Grecia ha vivido docenas de
huelgas generales durante los últimos años y algunos incluso predijeron que la
clase trabajadora podría alzarse en respuesta a la capitulación de SYRIZA. Hubo
incluso una huelga general de los trabajadores del sector público el mismo día
que se firmó la primera ronda de medidas de austeridad en el parlamento griego
el 15 de julio. Sorprendentemente, esta huelga general pareció no tener el más
mínimo impacto en el parlamento. “La lucha está en marcha,” pregonó una crónica entusiasta anunciando
la huelga inminente. “No ha acabado: es el tiempo del combate contra un
contrincante imaginario lo que ha acabado.” La huelga llegó y pasó, pero el
simple combate contra un contrincante imaginario continuó.
Nos queda preguntarnos si la
gente trabajadora tiene la capacidad o no de desafiar a sus gobiernos cuando
incluso una huelga general no puede alterar el curso de la historia. Hay, por
supuesto, una explicación alternativa, la cual es que al menos algunas de ellas
pueden haber sido simples simulaciones de huelgas generales, iniciadas y
después desalentadas por los líderes de los sindicatos, con poca amenaza de
perturbar nada más allá de parar un día de trabajo, tras lo cual el orden se
restablecía completamente, si es que en algún momento estuvo amenazado.
Si no podemos distinguir la
simulación de la realidad, nos arriesgamos a descender de un pesimismo sano al
estado actual en que creemos que las luchas de la clase trabajadora no pueden
tener ningún impacto simplemente porque de manera engañosa parece que no lo
tienen.
La simulación se da de bruces con la realidad
SYRIZA resultó ser una
simulación de teoría marxista. El colapso de la socialdemocracia requería una
nueva fuerza electoral que tomara su lugar. Apareció SYRIZA, una alianza
electoral que le aseguró a todo el mundo que iban de verdad a enfrentarse a los
poderes financieros en Europa. Marxistas en todo el mundo que han documentado
en detalle como la socialdemocracia ha fracasado y se ha ido descomponiendo
durante décadas de pronto creyeron que sí, que este proyecto de reforma
electoral tendría éxito, y no, no había nada que lo hiciera diferente de los
fracasos del pasado. Sin una izquierda marxista “falsa” – los estalinistas,
reformistas y otros revisionistas del pasado – la izquierda marxista “real” llegó
para tomar su lugar, pregonando el alba de una nueva era en Europa, al menos
durante unos cuantos meses excitantes.
Puede parecer imposible en
ocasiones distinguir lo real de lo falso, la simulación de la realidad, pero al
fin de cuentas no vivimos en un mundo posmoderno. Simplemente vivimos en un
mundo donde tantos en la izquierda actúan como si lo fuera. Sin embargo, todas
estas simulaciones al final tienen que enfrentarse con las fuerzas materiales
brutas de la realidad, y de pronto la total incompetencia de la izquierda
simulada – no solo SYRZA sino de manera general – queda al descubierto a la
vista de todos. Al final, una revuelta en Ferguson o en Baltimore y la
irrelevancia de la Izquierda posmoderna para el proyecto de organizar a la
clase trabajadora queda completamente clara.
Si hay alguna forma de salir
de este círculo, es rechazar el espectáculo y la simulación en favor de la
resistencia material real. Los momentos de sentirse bien con triunfos sin
ninguna base real, las reuniones exuberantes y los cánticos que la gente
recuerda durante el resto de sus vidas, pueden que sean un obstáculo en la
construcción de algo con poder de verdad. La imagen de la revuelta, e incluso
el hablar de socialismo y – ¡agárrense a sus asientos! – “revolución política”
cuando procede de la campaña para presidente de Bernie Sanders no llegará a
ningún sitio. Es el valeroso acto de resistencia, y el control del terror al
que debe enfrentarse ante la respuesta del estado neoliberal a dicha
resistencia, lo que transforma a una clase en una fuerza de rebelión.
En resumen, si los
movimientos sociales no hacen daño real a la gente en el poder – y no
simplemente los avergüenzan ligeramente – o dan poder a los explotados y
oprimidos – y no simplemente los movilizan temporalmente – entonces puede que
no sea una estrategia que merezca la pena. Puede que simplemente se sienta como
que lo es.
En otras palabras, si se
siente bien, no lo hagas.
Podemos luchar para ver más
allá de las ilusiones desde nuestra actual posición con vistas privilegiadas.
Sin duda, nos encontraremos a nosotros mismos en las trincheras de la lucha de
clases, solo para mirar fuera y darnos cuenta que todo el espectáculo ha sido
construido por un charlatán. Esto seguirá pasando, mientras el capitalismo siga
ofreciendo oportunidades profesionales para los charlatanes, como sin duda
seguirá haciendo.
Hay una gran necesidad,
pues, de derribar la fachada, de no seguir permitiendo las imágenes falsas de
resistencia que de manera subrepticia permite el liberalismo y que desvían la
atención del proyecto esencial de resistencia. Las SYRIZAs de este mundo
insistirán que eso es contraproducente para sus proyectos. Y precisamente de
eso se trata.
(1)
Se refiere
a una campaña para subir el salario mínimo en EE.UU. a 15 dólares la hora
Artículo original en inglés:
AN OVERVIEW OF C7 INTERNATIONAL NGOs IN
DEVELOPMENT COOPERATION
CASO ESTUDIO
7 RESUMEN DE LA INTERNACIONAL EN ONG COOPERACIÓN PARA EL DESARROLLO
ONGs y
movimientos populares están controlados por las elites financieras, y otros
documentos complementarios.
8 de
enero de 2013
El lado
oscuro y destructor de las ONGs
Un dúo
fraudulento: organizaciones "humanitarias" y medios de comunicación.
El
postmarxismo rampante. Una crítica a los intelectuales y a las ONGs
La
contrarrevolución de las ONGs: la estafa de Greenpeace
El burgués
billonario George Soros, financia y asesora al partido de Alexis Tsipras
Una lista de
fundaciones y operaciones de ingeniería social o disidencia controlada como las
revoluciones de colores, creadas por el burgués globalista GEORGE SOROS
Organizaciones
financiadas por GEORGE SOROS Y SU INSTITUTO SOCIEDAD ABIERTA
Muy bueno también el comentario inicial.
ResponderEliminar