Londres, 29
de noviembre de 1886
El auge de Henry George ha llevado a la luz, desde
luego, una cantidad colosal de fraudes, y me alegro de no haber estado ahí.
Pero a pesar de todo ha sido un día trascendental. Los alemanes no han
aprendido a usar su teoría como palanca que podría poner en movimiento a las
masas norteamericanas; en su mayor parte no entienden la teoría y la tratan en
forma abstracta y dogmática, como algo que debe aprenderse de memoria y que
proveerá entonces sin más a todas las necesidades. Para ellos es un credo y no una guía para la acción. A lo que se
agrega que por principio no aprenden el inglés. De aquí que las masas
norteamericanas tuvieron que buscarse su propio camino, el que por el momento
parecen haberlo encontrado en los K of L[1], cuyos confusos principios y ridícula
organización parecen corresponder a su propia agrupación. Pero, según todos mis
informes, los K of L son una potencia real, especialmente en
Nueva Inglaterra y en el oeste, y se refuerzan día a día debido a la brutal oposición
de los capitalistas. Creo que es necesario trabajar dentro de sus
organizaciones, formar dentro de esta masa todavía bastante plástica un núcleo
de gente que comprenda el movimiento y sus fines y que en consecuencia tome la
dirección, por lo menos de una sección, cuando se produzca la ruptura inminente
e inevitable del “orden” actual. El peor aspecto de los Caballeros del Trabajo
fue su neutralidad política, la que tuvo por resultados las maniobras de parte
de los Powderly[2], etc.; pero esto ha terminado con el
comportamiento de las masas en las elecciones de noviembre, especialmente en
Nueva York. El primer gran paso de
importancia para todo país que entre en el movimiento es siempre la
organización de los obreros como partido político independiente, no importando
cómo, siempre que sea un partido netamente obrero. Y este paso ha sido
dado, con rapidez mucho mayor de la que teníamos derecho a esperar, y eso es lo
principal. El que el primer programa de este partido sea todavía confuso y muy
deficiente, el que haya izado la bandera de Henry George, son males
inevitables, pero también sólo transitorios. Las masas deben tener tiempo y
oportunidad para desarrollarse, y únicamente pueden tener la oportunidad de
hacerlo si tienen su propio movimiento —no importa en qué forma siempre que
tengan su propio movimiento— al que hacen progresar por sus propios errores y
aprendiendo lastimándose. El movimiento está en Norteamérica en la misma
situación en que estaba entre nosotros antes de 1848; la gente realmente
inteligente de allí deberá empezar por desempeñar el mismo papel que el que
desempeñó la Liga Comunista en las asociaciones obreras antes de 1848. Con la
diferencia de que en Norteamérica las cosas irán ahora con rapidez
infinitamente mayor; no tiene en absoluto precedente que el movimiento haya
logrado tales triunfos electorales después de escasamente ocho años de
existencia. Y lo que falta será puesto por la burguesía; en ninguna parte del
mundo los burgueses se comportan tan desvergonzada y tiránicamente como en
Estados Unidos, y vuestros jueces han dejado brillantemente atrás a los hábiles
profesionales de Bismarck. Allí donde la burguesía lucha empleando métodos de
este tipo, las cosas llegan rápidamente a una decisión, y si no nos apuramos
los europeos, los americanos pronto nos tomarán la delantera. Pero es
precisamente ahora que se hace doblemente necesario tener ahí unas pocas
personas que estén de nuestro lado, bien firmes en lo que respecta a la teoría
y a la táctica, y que también sepan escribir y hablar en inglés; porque, por
buenas razones históricas, los norteamericanos son un mundo remoto en todas las
cuestiones teóricas, y si bien no arrastran instituciones medievales europeas,
siguen estando, en cambio, bajo el peso de cantidad de tradiciones medievales,
religión, Derecho inglés común (feudal), supersticiones, espiritismo: en una
palabra, toda clase de imbecilidades que
no perjudican directamente a los negocios y que son ahora muy útiles para
volver estúpidas a las masas. Y si hay a mano gente de mentalidad teóricamente
clara, que pueda explicarles de antemano las consecuencias de sus propios
errores y hacerles comprender que todo movimiento que no tenga en vista
constantemente y como objetivo final la
destrucción del sistema asalariado está destinado a descarrilarse y fracasar,
entonces pueden evitarse muchas tonterías y puede acortarse considerablemente
el proceso. Pero esto debe tener lugar a la manera inglesa, debe abandonarse la
característica específicamente alemana, para lo cual no están capacitados los
señores del Sozialist, al tiempo que los del Volkszeitung únicamente
son más inteligentes en lo que concierne a los business.[3]
§ En las
elecciones municipales de noviembre de 1886, muchos de los partidos obreros
recientemente formados obtuvieron muchos votos y en algunos lugares fueron
electos sus candidatos. El triunfo más espectacular fue el obtenido en la
ciudad de Nueva York, donde- el United Labour Party, constituido en julio,
llevó a Henry George como candidato a alcalde, obteniendo el segundo puesto y
derrotando a Theodore Roosevelt, el candidato republicano. [Extracto de la N. Ed. ingl.]
[1] Knights of Labor (Los
Caballeros del Trabajo): organización sindicalista surgida en 1869. (N. de
marxists.org)
[2] Terence Vincent Powderly
(1849-1924). Nacido en Irlanda e inmigrado a los EE.UU. Dirigió los
Knights of Labor. (N. de marxists.org)
[3] El Sozialist,
semanario germanoamericano dirigido por Dietzgen, era el órgano oficial del
Socialist Labour Party; el New Yorker Volkszeitung, diario alemán,
había sido fundado en 1878 por afiliados del mismo partido. (N. Ed. Ingl.)
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