NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Le he añadido algunas obras que hace
referencia Lenin, he elegido la traducción que hace Justo de la Cueva porque me
parece más completa. Se puede leer esta obra en inglés, que tiene otro título. Vladimir Ilich Lenin. What Is To Be Done? /
Vladimir Ilich Lenin. ¿Lo que se debe hacer?
Escrito: Escrito
entre el otoño de 1901 y febrero 1902
Problemas
candentes de nuestro movimiento
Escrito: Entre fines de 1901 e inicios
de 1902.
Primera
Edición: En
forma completa como libro, en marzo de 1902, en Stuttgart, publicado por la
editorial de Dietz.
Traducción: Instituto de Marxismo-Leninismo adjunto al Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética.
Fuente: Tomo 6 de las Obras completas de V.I. Lenin páginas 1 a 203, Editorial Progreso, Moscú, 1981.
Digitalización: El Argala Taldea de la Red Vasca Roja.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, 2000-2001.
Traducción: Instituto de Marxismo-Leninismo adjunto al Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética.
Fuente: Tomo 6 de las Obras completas de V.I. Lenin páginas 1 a 203, Editorial Progreso, Moscú, 1981.
Digitalización: El Argala Taldea de la Red Vasca Roja.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, 2000-2001.
Índice
- Presentación de La Red Vasca Roja
- Prólogo del autor
a.
¿Qué
significa la "libertad de crítica"?
b.
Los
nuevos defensores de la "libertad de crítica"
c.
La
crítica en Rusia
d.
Engels
sobre la importancia de la lucha teórica
a.
Comienzo
del ascenso espontáneo
b.
El
culto a la espontaneidad. "Rabóchaya Mysl"
c.
El
Grupo de Autoemancipación y "Rabóchei Dielo"
a.
La
agitación política y su restricción por los economistas
b.
De
cómo Martínov ha profundizado a Plejánov
c.
Las
denuncias políticas y la necesidad de "infundir actividad
revolucionaria"
d.
¿Qué
hay de común entre el economismo y el terrorismo?
e.
La
clase obrera como combatiente de vanguardia por la democracia
f.
Una
vez más "calumniadores", una vez más "embaucadores"
a.
¿Qué
es el primitivismo en el trabajo?
b.
El
primitivismo en el trabajo y el economismo
c.
La
organización de los obreros y la organización de los revolucionarios
d.
Amplitud
de la labor de organización
e.
La
organización "de conspiradores" y la "democracia"
f.
El
trabajo a escala local y a escala nacional
a.
A
quién ha ofendido el artículo "¿Por dónde empezar?"
b.
¿Puede
un periódico ser organización colectiva?
c.
¿Qué
tipo de organización necesitamos?
- Conclusión
- Anexo. Intento de fusionar
"Iskra" con "Rabócheie Dielo"
- Enmienda para
"¿Qué hacer?"
- Notas
PRESENTACIÓN
Por
Regalé a
alguien mi edición de AKAL de la primera mitad de los años setenta. Hay una
edición separada de Editorial Progreso, Moscú, 1981, 238 páginas. En Obras
escogidas Tomo I, páginas 115-270. En Obras completas sexto Tomo. Editorial
Progreso. Moscú.1981. páginas 1-203. (Escrito en ruso entre el otoño de
1901 y febrero de 1902. Publicado por primera vez en marzo de 1902 como folleto
aparte en Stuttgart).
Se trata de
otra obra indiscutiblemente GENIAL.
Mucha gente
creemos que hubo una Revolución de Octubre en 1917 porque quince años antes se
escribió este programa y guía de acción y porque las pocas decenas de miles de
obreros bolcheviques que la hicieron en Petrogrado se fueron formando y
entrenando durante lustros en una práctica guiada por el ¿Qué hacer?.
Por supuesto
es una obra de combate. Pensada por tanto para una tarea concreta en
una época concreta (primer decenio del siglo XX) para un
área concreta (el Imperio zarista). O sea para una
coyuntura concreta de la lucha de clases. Nada puede ser más
imbécil que tomar esa obra como un RECETARIO universal para
ser aplicado en no importa qué época en no importa qué país en no importa qué
coyuntura. Imbécil cosa que desdichadamente se ha realizado muchas, demasiadas
veces, por cretinos que cometen la blasfemia laica de tomar el marxismo por una
religión y ésta y otras obras de Lenin y de otros marxistas como los patéticos
alienados por el Islam o por el Cristianismo toman el Corán o la Biblia.
Pero el ser
una obra de combate para una coyuntura concreta NO IMPIDE que sucedan dos
cosas:
- que sea una obra con una
riquísima aportación teórica nueva o renovadora;
- que muchísimas de sus RECETAS
valgan también para otras coyunturas y otras épocas o sirvan
de punto de partida para reelaborar RECETAS nuevas para esas coyunturas y
épocas (por ejemplo para la Euskal Herria Sur de hoy).
Interesado
como estás en los problemas de comunicación agitación y propaganda, tienes una
increíblemente mina de diamantes en esas páginas. Hace catorce años yo di en
Bilbao una serie de cursillos y seminarios en los que analicé ampliamente esta
obra. Si encuentro el folio y medio de citas de temas y páginas (dos por renglón)
te lo adjuntaré (hace catorce años no tenía yo ordenador y hace unos meses le
dejé a algún desaprensivo la carpeta). En cualquier caso seguro que tú sólo
irás encontrando en la lectura centenares de sugerencias útiles para la acción
de hoy mismo (recuerda que lo que hay que hacer no es adoptarlas sino
adaptarlas). Más sencillamente dicho: salvo excepcionalísimas personas
geniales, nadie puede ser un buen propagandista, un buen publicitario, un buen
agitador, un buen dirigente de acción colectiva (va de suyo que un buen
revolucionario) sin haber leído y estudiado esta obra.
Prólogo
Según el
plan inicial del autor, el presente folleto debía consagrarse a desarrollar
minuciosamente las ideas expuestas en el artículo ¿Por dónde empezar?(2) ((2) El artículo de
Lenin ¿Por dónde empezar?, (y aquí en la página 195)publicado como editorial en el número 4 de Iskra, da respuesta a las cuestiones
más importantes del movimiento socialdemócrata de Rusia en aquellos tiempos:
carácter y contenido principal de la agitación política, tareas de organización
y plan de creación de un combativo partido marxista de toda Rusia. Lenin
denominó al artículo ¿Por dónde empezar? Esbozo del plan desarrollado más tarde
en el libro ¿Qué hacer?
El artículo sirvió de documentos programático para la socialdemocracia revolucionaria y fue muy difundido en Rusia y en el extranjero – 5.
El artículo sirvió de documentos programático para la socialdemocracia revolucionaria y fue muy difundido en Rusia y en el extranjero – 5.
(Iskra (3), núm. 4, mayo de 1901)*. En primer lugar, debemos
disculparnos ante el lector por haber cumplido con retraso la promesa que
hicimos en dicho artículo (y que repetimos en respuesta a numerosos
requerimientos y cartas particulares). Una de las causas de dicha tardanza ha
sido la tentativa, hecha en junio del año pasado (1901), de unificar todas las
organizaciones socialdemócratas rusas en el extranjero (4).
Era natural que esperase los resultados de esta tentativa que, de haber tenido
éxito, tal vez se hubiese requerido exponer las concepciones de Iskra en
materia de organización desde un punto de vista algo distinto; en todo caso,
este éxito prometía acabar muy pronto con la existencia de dos corrientes la
socialdemocracia rusa. El lector sabe que el intento fracasó y que, como
procuramos demostrar a continuación, no podía terminar de otro modo después del
nuevo viraje de Rabócheie Dielo (5), en su número 10, hacia el
"economismo". Ha sido absolutamente necesario emprender una enérgica
lucha contra esta tendencia imprecisa y poco definida, pero, en cambio, tanto
más persistente y capaz de resurgir en formas diversas. De acuerdo con ello, ha
cambiado y se ha ampliado en grado muy considerable en plan inicial del
folleto.
Debían haber
sido su tema principal los tres problemas planteados en el artículo ¿Por
dónde empezar?, a saber: el
carácter y el contenido principal de nuestra agitación política, nuestras
tareas de organización y el plan de crear, simultáneamente y en distintas
partes, una organización combativa de toda Rusia. Estos problemas interesan
desde hace mucho al autor, quien trató ya de plantarlos en Rabóchaya
Gazeta (6) durante
una de las tentativas infructuosas de reanudar su publicación (véase el cap.
V). Dos razones han hecho irrealizable por completo nuestro primer propósito de
circunscribirnos en este folleto al examen de los tres problemas mencionados y
de exponer nuestras ideas, en la medida de lo posible de manera afirmativa, sin
recurrir o casi sin recurrir a la polémica. Por una parte, el
"economismo" ha resultado más vivaz de lo que suponíamos (empleamos
la palabra "economismo" en su sentido amplio, como se explicó en el
número 12 de Iskra (diciembre de 1901), en el artículo Conversación
con los defensores del economismo, que trazó, por decirlo así, un esbozo
del folleto** que ofrecemos a la atención del lector).
Ha llegado a ser indudable que las distintas opiniones sobre el modo de
resolver estos tres problemas se explican mucho más por una oposición radical
entre las dos tendencias de la socialdemocracia rusa que por divergencias de
detalle. Por otra parte, la perplejidad de los "economistas" al ver
que Iskra sostenía de hecho nuestras concepciones ha
evidenciado que hablamos a menudo en lenguajes literalmente distintos; que,
debido a ello, no podemos llegar a ningún acuerdo sin
comenzar ab ovo***; que es necesario intentar "explicarnos"
sistemáticamente con todos los "economistas" en la forma más
popular posible y basándonos en el mayor número posible de ejemplos concretos
sobre todos los puntos cardinales de nuestras discrepancias. Y me he decidido a
hacer esta tentativa de "explicarnos" con plena conciencia de que
ello va a aumentar muchísimo el volumen del folleto y a retardar su aparición;
pero no he visto ninguna otra posibilidad de cumplir la promesa hecha en el
artículo ¿Por dónde empezar? Así pues, a las disculpas por la
tardanza he de añadir las excusas por los inmensos defectos del folleto en lo
que a su forma literaria se refiere: he tenido que trabajar con una
precipitación extrema y, además, prestar atención a otras muchas
ocupaciones.
El examen de
los tres problemas indicados sigue constituyendo el tema principal del folleto.
Pero he tenido que comenzar por dos problemas de carácter más general: ¿por qué
la consigna de "libertad de crítica", tan "inocente" y
"natural", es para nosotros una verdadera llamada al combate?; ¿por
qué no podemos llegar a un acuerdo ni siquiera en el problema fundamental del
papel de la socialdemocracia en relación al movimiento espontáneo de masas?
Luego expongo las opiniones acerca del carácter y el contenido de la agitación
política, exposición que se ha convertido en un esclarecimiento de la
diferencia entre la política tradeunionista y la socialdemócrata, en tanto que
la exposición de los puntos de vista sobre las tareas de organización se ha
transformado en un esclarecimiento de la diferencia entre los métodos
primitivos de trabajo, que satisfacen a los "economistas", y la
organización de revolucionarios, que consideramos indispensable. Después
insisto en el "plan" de un periódico político para toda Rusia, tanto
más que las objeciones hechas contra él carecen de fundamento y que no se ha
dado una respuesta a fondo a la pregunta hecha en ¿Por dónde empezar? De
cómo podríamos emprender simultáneamente en todas partes la formación de la
organización que necesitamos. Por último, en la parte final del folleto espero
demostrar que hemos hecho cuanto dependía de nosotros para prevenir una ruptura
decisiva con los "economistas", ruptura que, sin embargo, ha
resultado inevitable; que Rabócheie Dielo ha adquirido una
significación particular, y se quiere "histórica", por haber
expresado de la manera más completa y con el mayor relieve no el
"economismo" consecuente, sino más bien la dispersión y las
vacilaciones que han constituido el rasgo distintivo de todo un período de
la historia de la socialdemocracia rusa; que por eso adquiere también
importancia la polémica, demasiado detallada a primera vista, con Rabócheie
Dielo, pues no podemos avanzar sin superar definitivamente este período.
Febrero de
1902
N. Lenin
I
Dogmatismo y "libertad
de crítica"
¿Qué
significa la "libertad de crítica"?
La "libertad de crítica" es hoy, sin duda, la consigna más en
boga, la que más se emplea en las discusiones entre socialistas y demócratas de
todos los países. A primera vista es difícil imaginarse nada más extraño que
esas alusiones solemnes a la libertad de crítica, hechas por una de las partes
contendientes. ¿Es que en el seno de los partidos avanzados se han levantado
voces en contra de la ley constitucional que garantiza la libertad de ciencia y
de investigación científica en la mayoría de los países europeos? "¡Aquí
pasa algo!", se dirá toda persona ajena a la cuestión que haya oído la
consigna de moda, repetida en todas partes, pero que no haya profundizado aún
en la esencia de las discrepancias. "Esta
consigna es, por lo visto, una de esas palabrejas convencionales que, como los
apodos, son legalizadas por el uso y se convierten casi en nombres comunes".
En efecto, para nadie es un secreto que en el seno de la socialdemocracia
internacional* contemporánea
se han formado dos tendencias cuya lucha ora se reaviva y levanta llamas ora se
calma y consume bajo las cenizas de impresionantes "resoluciones de
armisticio". En qué consiste la "nueva tendencia, que asume una
actitud "crítica" frente al marxismo "viejo, dogmático",
lo ha dicho Bernstein y lo ha mostrado Millerand
con suficiente claridad.
Nota mía
La socialdemocracia debe dejar de ser el partido de la revolución social
para transformarse en un partido democrático de reformas sociales. Bernstein ha
apoyado esta reclamación política con toda una batería de "nuevos"
argumentos y razonamientos concertados con bastante armonía. Se ha negado la
posibilidad de basar el socialismo en argumentos científicos y demostrar que es
necesario e inevitable desde el punto de vista de la concepción materialista de
la historia; se ha refutado la miseria creciente, la proletarización y la
exacerbación de las contradicciones capitalistas; se ha declarado carente de fundamento el concepto mismo de "objetivo final" y
rechazado de plano la idea de la dictadura del proletariado; se ha denegado que
haya oposición de principios entre el liberalismo y el socialismo, se ha
rebatido la teoría de la lucha de
clases, afirmando que es inaplicable a una sociedad estrictamente
democrática, gobernada conforme a la voluntad de la mayoría, etc.
Así pues, la exigencia de que la socialdemocracia revolucionaria dé un
viraje decisivo hacia el socialreformismo burgués ha ido acompañada de un
viraje no menos decisivo hacia la crítica burguesa de todas las ideas
fundamentales del marxismo. Y como esta última crítica del marxismo se venía
haciendo ya mucho tiempo, utilizando para ello la tribuna política, las
cátedras universitarias, numerosos folletos y gran cantidad de tratados
científicos; como toda la nueva generación de las clases instruidas ha sido
educada sistemáticamente durante decenios en esta crítica, no es de extrañar
que la "nueva" tendencia "crítica" haya salido de golpe con
acabada perfección en el seno de la socialdemocracia, como Minerva de la cabeza
de Júpiter (15). Por su
fondo, esta tendencia no ha tenido que desarrollarse ni formarse: ha sido
transplantada directamente de las publicaciones burguesas a las publicaciones
socialistas.
Prosigamos. Por si la crítica teórica de Bernstein y sus anhelos
políticos estaban aún poco claros para ciertas personas, los franceses se han
cuidado de demostrar palmariamente lo que es el "nuevo método".
Francia se ha hecho una vez más acreedora de su vieja reputación de "país
en el que las luchas históricas de clase se han llevado siempre a su término
decisivo más que en ningún otro sitio" (Engels, fragmento del prólogo a la
obra de Marx Der
18 Brumaire) (16). En lugar
de teorizar, los socialistas franceses han puesto manos a la obra; las
condiciones políticas de Francia, más desarrolladas en el aspecto democrático,
les han permitido pasar sin demora al "bernsteinianismo práctico" con
todas sus consecuencias. Millerand ha dado un brillante ejemplo de este
bernsteinianismo práctico: ¡por algo Bernstein y Vollmar se han apresurado a
defender y ensalzar con tanto celo a Millerand! En efecto, si la
socialdemocracia es, en esencia, ni más ni menos que un partido de reformas y
debe tener el valor de reconocerlo con franqueza, un socialista no sólo tiene derecho
a entrar en un ministerio burgués sino que incluso debe siempre aspirar a ello.
Si la democracia implica, en el fondo, la supresión de la dominación de las
clases, ¿por qué un ministro socialista no ha de cautivar a todo el mundo
burgués con discursos acerca de la colaboración de las clases? ¿Por qué no ha
de seguir en el ministerio, aun después de que los asesinatos de obreros por
gendarmes hayan puesto de manifiesto por centésima y milésima vez el verdadero
carácter de la colaboración democrática de las clases? ¿Por qué no ha de
participar personalmente en la felicitación al zar, al que los socialistas
franceses no dan ahora otro nombre que el de héroe de la horca, del látigo y de
la deportación ("knouteur, pendeur et déportateur")? ¡Y a
cambio de esta infinita humillación y este autoenvilecimiento del socialismo
ante el mundo entero, a cambio de pervertir la conciencia socialista de las
masas obreras -única base que pueda asegurarnos el triunfo -, a cambio de todo
eso ofrecer unos rimbombantes proyectos de reformas tan miserables que eran
mayores las que se lograba obtener de los gobiernos burgueses!
Quien no cierre deliberadamente los ojos debe ver por fuerza que la nueva
tendencia "crítica" surgida en el socialismo no es sino una nueva
variedad de oportunismo. Y sin o juzgamos a los hombre por el
brillo del uniforme que se han puesto ellos mismos, ni por el pomposo
sobrenombre que a sí mismos se dan, sino por sus actos y por las ideas que
propagan en realidad, veremos claramente que la "libertad de crítica"
es la libertad de la tendencia oportunista en el seno de la socialdemocracia,
la libertad de hacer de la socialdemocracia un partido demócrata de reformas,
la libertad de introducir en el socialismo ideas burguesas y elementos
burgueses.
La libertad es una
gran palabra; pero bajo la bandera de la libertad de industria se han hecho las
guerras más rapaces, y bajo la bandera de la libertad de trabajo se ha
expoliado a los trabajadores. La misma falsedad intrínseca lleva implícito el
empleo actual de la expresión "libertad de crítica". Personas
verdaderamente convencidas de haber impulsado la ciencia no reclamarían
libertada para las nuevas concepciones al lado de las viejas, sino la
sustitución de estas últimas por las primeras. En cambio, los gritos actuales
de ¡Viva la libertad de crítica! Recuerdan demasiado la fábula del tonel vacío.
Marchamos en grupo compacto, asidos con fuerza de las manos, por un
camino abrupto e intrincado. Estamos rodeados de enemigos por todas partes, y
tenemos que marchar casi siempre bajo su fuego. Nos hemos unido en virtud de
una decisión adoptada con toda libertad, precisamente para luchar contra los
enemigos y no caer, dando un traspiés, en la contigua charca, cuyos moradores
nos reprochan desde el primer momento el habernos separado en un grupo
independiente y elegido el camino de la lucha y no el de la conciliación. Y de
pronto, algunos de los nuestros empiezan a gritar: "¡vamos a esa
charca!" Y cuando se les pone en vergüenza, replican: ¡ah, sí, señores,
ustedes son libres no sólo de invitarnos, sino de ir adonde mejor les plazca,
incluso a la charca; hasta creemos que su sitio de verdad se encuentra
precisamente en ella, y estamos dispuestos ayudarles en lo que podamos para que
se trasladen ustedes allí! ¿Pero, en ese caso, suelten
nuestras manos, no se agarren a nosotros, ni envilezcan la gran palabra
libertad, porque también nosotros somos "libres" para ir adonde
queramos, libres para luchar no sólo contra la charca, sino incluso contra los
que se desvían hacia ella!
Los
nuevos defensores de la "libertad de crítica"
Precisamente esta consigna ("libertad de crítica") ha sido
lanzada de manera solemne en los últimos tiempos por Rabócheie Dielo (número
19), órganos de la Unión de Socialdemócratas Rusos en el Extranjero (17). Y no como
un postulado teórico, sino como una reivindicación política, como respuesta a
la pregunta de si "es posible la unión de las organizaciones socialdemócratas
rusas que actúan en el extranjero": "Para una unión sólida es
indispensable la libertad de crítica" (pág. 36).
De esta declaración se deducen dos conclusiones bien claras: 1) Rabócheie
Dielo asume la defensa de la tendencia oportunista en la
socialdemocracia internacional en general; 2) Rabócheie Dielo exige
la libertad del oportunismo en el seno de la socialdemocracia rusa. Examinemos
estas conclusiones.
A Rabócheie Dielo le disgusta, "sobre todo",
la "tendencia de Iskra y Zariá (18) a
pronosticar la ruptura entre la Montaña y la Gironda (19) en la
socialdemocracia internacional**.
"En general -escribe B. Krichevski, director
de Rabócheie Dielo -, las habladurías sobre la Montaña y
la Gironda en las filas de la socialdemocracia nos parecen una
analogía histórica superficial y extraña en la pluma de un marxista: la Montaña
y la Gironda no representaban dos temperamentos o corrientes intelectuales
diferentes, como puede parecerles a los historiadores de la ideología, sino distintas
clases o sectores: por una parte, la burguesía media; y por otra, la pequeña
burguesía y el proletariado. Pero en el movimiento socialista contemporáneo no
hay choques de interés de clase; sustenta en su totalidad, en
todas (subrayado por B. Kr.) sus variedades, incluidos los más declarados
bernsteinianos, la posición de los intereses de clase del proletariado, de su
lucha de clase por la liberación política y económica" (pág. 32-33).
¡Atrevida afirmación! ¿No ha oído B. Krichevski hablar del hecho, observado
hace ya tiempo, de que precisamente la amplia participación del sector de
los "académicos" en el movimiento socialista de los últimos años ha
asegurado una difusión tan rápida del bernsteinianismo? Y lo principal: ¿en qué
funda nuestro autor su juicio de que incluso "los más declarados
bernsteinianos" sustentan la posición de la lucha de clases por la
emancipación política y económica del proletariado? Nadie lo sabe. Esta
enérgica defensa de los más declarados bernsteinianos no se apoya en ningún argumento,
en ninguna razón. El autor cree, por lo visto, que con repetir cuanto dicen de
sí mismos los más declarados bernsteinianos huelgan las pruebas de su
afirmación. Pero ¿es posible imaginarse algo más "superficial" que
este juicio acerca de toda una tendencia fundado en lo que dicen de sí mismos
los representantes de la tal tendencia? ¿Es posible imaginarse algo más
superficial que la "moraleja" subsiguiente sobre los dos tipos o
cauces distintos e incluso diametralmente opuestos de desarrollo del partido (Rabócheie
Dielo, pag. 34-35)? Los socialdemócratas alemanes, se dice, reconocen la
completa libertad de crítica; pero los franceses no, y precisamente su ejemplo
demuestra todo lo "nociva que es la intolerancia".
Precisamente el ejemplo de B. Krichevski -responderemos a eso - demuestra
que a veces se llaman marxistas gentes que ven la historia sólo "a lo
Ilovaiski" (22). Para
explicar la unidad del Partido Socialista Alemán y la desunión del francés no
hace falta en absoluto escarbar en las peculiaridades de la historia de tal o
cual país, comparar las condiciones del semiabsolutismo militar y el
parlamentarismo republicano, analizar las consecuencias de la Comuna y las de
la Ley de excepción contra los socialistas(23),
confrontar la situación económica y el desarrollo económico, recordar que
"el crecimiento sin par de la socialdemocracia alemana" fue
acompañado de una lucha de energía sin igual en la historia del socialismo, no
sólo contra los extravíos teóricos. (Mülberger, Dühring***,
los socialistas de cátedra (26), sino
también contra las equivocaciones en el terreno de la táctica (Lassalle), etc.
¡Todo esto está de más! Los franceses riñen porque son intolerantes; los
alemanes están unidos porque son buenos chicos.
Y observen que, mediante esta sin par profundidad de pensamiento, se
"elimina" un hecho que rebate por completo la defensa de los
bernsteinianos. Sólo la experiencia histórica puede dar una respuesta
definitiva e irrevocable a la pregunta de si sustentan la
posición de la lucha de clase del proletariado. Por tanto, en este sentido
tiene la máxima importancia precisamente el ejemplo de Francia por tratarse del
único país donde los bernsteinianos han intentado actuar de
manera independiente, con la aprobación calurosa de sus colegas alemanes (y, en
parte, de los oportunistas rusos: véase R. D., núm. 2-3, pág.
83-84). La alusión a la "intolerancia" de los franceses -además de su
significación "histórica" (en sentido "nozdrioviano ")(27) - no
es más que una tentativa de disimular con palabras graves hechos muy
desagradables.
Tampoco estamos dispuestos, en absoluto, a entregar a los alemanes como
regalo a B. Krichevski y demás copiosos defensores de la "libertad de
crítica". Si se tolera todavía en las filas del partido alemán "a los
más declarados bernsteinianos", es sólo por cuanto acatan la
resolución de Hannover (28), que
rechazó de plano tanto las "enmiendas" de Bernstein como la de
Lübeck (29),
contenedora esta última (pese a toda su diplomacia) de una clara
advertencia a Bernstein. Se puede discutir, desde el punto de vista de los
intereses del partido alemán, si esta diplomacia era oportuna o no, o si, en
tal caso, no valía más un mal ajuste que un buen pleito; se puede disentir, en
suma, de si conviene tal o cual procedimiento de rechazar el
bernsteinianismo; pero lo que no se puede hacer es no ver que el partido
alemán ha rechazo dos veces el bernsteinianismo. Por tanto,
creer que el ejemplo de los alemanes confirma la tesis de que "los más
declarados bernsteinianos sustentan la posición de la lucha de clase del
proletariado por su emancipación política y económica "significa no
comprender en absoluto lo que está pasando delante de todos nosotros****.
Es más: como hemos dicho ya, Rab. Dielo presenta a la
socialdemocracia rusa la reivindicación de "libertad de
crítica" y defiende el bernsteinianismo. Por lo visto, ha tenido que
convencerse de que se ha agravida injustamente a nuestros "críticos"
y bernsteinianos. ¿A cuáles en concreto? ¿A quién, dónde y cuándo? ¿En qué
consistió, ni más ni menos, la injusticia? ¡R. Dielo guarda silencio
sobre este punto, no menciona ni una sola vez a ningún crítico o bernsteiniano
ruso! Sólo nos resta hacer una de las dos hipótesis posibles. O bien la
parte agraviada injustamente no es otra que el mismo R. Dielo (así
lo confirma el que en ambos artículos de su número 10 se trate sólo de agravios
inferidos por Zariá e Iskra a R.
Dielo). En este caso, ¿cómo explicar el hecho tan extraño de que R.
Dielo, que siempre ha negado de manera tan obstinada toda solidaridad con
ell Bernsteinianismo, no haya podido defenderse sin hablar en pro de los
"más declarados bernsteinianos" y de la libertad de crítica? O
bien han sido agraviadas injustamente unas terceras personas. Entonces
¿cuáles pueden ser los motivos que impidan mencionarlas?
Vemos, pues, que R. Dielo sigue jugando al escondite lo
mismo que venía haciendo (y como demostraremos más adelante) desde que
apareció. Además, observen esta primera aplicación práctica de la
decantada "libertad de crítica". De hecho, esta libertad se ha
reducido en el acto no sólo a la falta de toda crítica, sino a la falta de todo
juicio independiente en general. Ese mismo R. Dielo, que guarda
silencio sobre el bernsteinianismo ruso, como si fuera una enfermedad secreta
(según la feliz expresión de Starovier) (31), ¡propone
para curarla copiar lisa y llanamente la
última receta alemana contra la variedad alemana de esta enfermedad! ¡En vez de
libertad de crítica, imitación servil... o, peor aún, simiesca! El idéntico
contenido social y político del oportunismo internacional contemporáneo se
manifiesta en una y otras variantes, según las peculiaridades nacionales. En
este país, un grupo de oportunistas viene actuando desde hace tiempo bajo una
bandera especial; en ése, los oportunistas han desdeñado, la teoría, siguiendo
en la práctica la política de los radicales socialistas; en aquél, algunos
miembros del partido revolucionario han desertado al campo del oportunismo y
pretender alcanzar sus objetivos no con una lucha franca en defensa de los
principios y de la nueva táctica, sino mediante una corrupción gradual,
imperceptible y, valga la expresión, no punible de su partido; en el de más
allá, esos mismos tránsfugas emplean iguales procedimientos a la sombra de la
esclavitud política, manteniendo una proporción de lo más original entre la
actividad "legal" y la "ilegal", etc. pero decir que la
libertad de crítica y el bernsteinianismo son una condición para unir a los socialdemócratas rusos,
sin haber analizado en qué se manifiesta precisamente el bernsteinianismo ruso,
ni qué frutos singulares ha dado, es hablar por hablar.
Intentemos, pues, decir nosotros, aunque sea en pocas palabras, lo que no
ha querido exteriorizar (o quizás ni siquiera ha sabido comprender) R.
Dielo.
La
crítica en Rusia
La peculiaridad fundamental de Rusia en el aspecto que examinamos
consiste en que el comienzo mismo del movimiento obrero espontáneo, por una parte, y del viraje de la
opinión pública avanzada al marxismo, por otra, se distinguió por la unión de
elementos a todas luces heterogéneos bajo una bandera común para combatir a un
enemigo común (la concepción sociopolítica anticuada del mundo). Nos referimos
a la luna de miel del "marxismo
legal". En general fue un fenómeno de extraordinaria originalidad que
nadie hubiera podido siquiera creer posible en la década del ochenta o primeros
años de la siguiente del siglo pasado. En un país autocrático, donde la prensa estaba sojuzgada por
completo, en una época de terrible reacción política, cuando eran perseguidos
los mínimos brotes de descontento político y protesta, se abrió de pronto
camino en las publicaciones visadas por la censura la teoría
del marxismo revolucionario expuesta en un lenguaje esópico, pero comprensible
para todos los "interesados". El gobierno se había acostumbrado a
considerar peligrosa únicamente la teoría del grupo (revolucionarios) Libertad
del Pueblo, sin ver, como suelo ocurrir, su evolución interna y regocijándose
de toda crítica que fuera contra ella. Pasó mucho tiempo (mucho según contamos
los rusos) hasta que el gobierno se despertó y hasta que el aparatoso ejército
de censores y gendarmes pudo descubrir al nuevo enemigo y caer sobre él.
Mientras tanto, iba apareciendo un libro marxista tras otro; empezaban a
publicarse revistas y periódicos marxistas; todo el mundo se hacía marxista; se
halagaba y lisonjeaba a los marxistas; los editores estaban entusiasmados de la
extraordinaria venta que tenían los libros marxistas. Se comprende
perfectamente que entre los marxistas principiantes envueltos por esa humareda
de éxito hubiera algún que otro "escritor envanecido"... (32) Máximo Gorki
Hoy puede hablarse de ese periodo con calma, como de algo ya pasado. Para
nadie es un secreto que la efímera prosperidad alanzada por el marxismo en la
superficie de nuestras publicaciones fue debida a la alianza de elementos
extremistas con otros muy moderados. En el fondo, estos últimos eran demócratas
burgueses, y esa deducción (confirmada con evidencia por el desarrollo
"crítico" posterior de dichos hombres) no podían menos de hacerla ya
ciertas personas en los tiempos de mantenimiento de la "alianza"*****.
Pero si eso es así, ¿no recae la mayor responsabilidad por la
"confusión" ulterior precisamente en los socialdemócratas
revolucionarios, que pactaron esa alianza con los futuros "críticos"?
Esta pregunta, seguida de una respuesta afirmativa, se oye a veces en boca de
gente que enfoca el problema de una manera demasiado simple. Pero esa gente no
tiene la menor razón. Puede temer alianzas temporales, aunque sea con personas
poco seguras, sólo quien desconfía de sí mismo, y sin esas alianzas no podría
existir ningún partido político. Ahora bien, la unión con los marxistas legales
fue una especie de primera alianza verdaderamente política concertada por la
socialdemocracia rusa. Gracias a esta alianza se ha logrado el triunfo, de
asombrosa rapidez, sobre el populismo, así como la grandiosa difusión de las
ideas del marxismo (si bien en forma vulgarizada). Además, la alianza no fue
pactada sin "condición" alguna, ni mucho menos. Pruebas al canto: la
recopilación marxista Datos sobre el desarrollo económico de Rusia (33), quemada por la censura de 1895. Si el acuerdo
literario con los marxistas legales puede ser
comparado con una alianza política, este libro puede compararse con un pacto
político.
Escrita: Entre
fines de 1894 y comienzos de 1895.
La ruptura no se debió, desde luego, al hecho de que los
"aliados" resultaran ser demócratas burgueses. Por el contrario, los
adeptos de semejantes tendencias son aliados naturales y deseables de la
socialdemocracia, siempre que se trate de las tareas democráticas de esta
última, planteadas en primer plano por la situación actual de Rusia. Mas, para
esta alianza, es condición indispensable que los socialistas tengan plena
posibilidad de revelar a la clase obrera la oposición antagónica existente
entre sus intereses y los de la burguesía. Ahora bien, el bernsteinianismo y la
tendencia "crítica", hacia la cual evolucionó totalmente la mayoría
de los marxistas legales, descartaban esa posibilidad y corrompían la
conciencia socialista, envileciendo el marxismo, predicando la teoría de la
atenuación de las contradicciones sociales, declarando absurda la idea de la
revolución social y de la dictadura del proletariado, reduciendo el movimiento
obrero y la lucha de clases a un tradeunionismo estrecho y a la lucha
"realista" por reformas pequeñas y graduales. Era exactamente lo
mismo que si la democracia burguesa negara al socialismo el derecho a la
independencia, y, por tanto, su derecho a la existencia; en la práctica, eso
significaba tratar de convertir el incipiente movimiento obrero en un apéndice
de los liberales.
En tales condiciones, como es natural, la ruptura se hizo imprescindible.
Pero la particularidad "original" de Rusia se manifestó en que esa
ruptura sólo significaba que los socialdemócratas se apartaban de las
publicaciones "legales", más accesibles para todos y muy difundidas.
Los "ex marxistas" se hicieron fuetes, en ellas, colocándose
"bajo el signo de la crítica" y obteniendo casi el monopolio de
"demoler" el marxismo". Los gritos: "¡Contra la
ortodoxia!" y "¡Viva la libertad de crítica!" (repetidos ahora
por R. Dielo) se pusieron en el acto muy en boga. Ni siquiera los
censores ni los gendarmes pudieron resistir a esa moda, como lo prueba la
aparición de tres ediciones rusas del libro del famoso (famoso a Eróstrato)
Bernstein (34) o la
recomendación por Zubátov (35) de los
libros de Bernstein, del señor Prokopóvich y otros (Iskra, número 10).
Los socialdemócrtas tienen planteada ahora una tarea difícil de por sí y,
además, complicada en grado increíble por obstáculos puramente externos: la
tarea de combatir la nueva corriente. Y esta corriente no se ha limitado al
terreno de las publicaciones. El viraje hacia la "crítica" ha ido
acompañado de un movimiento opuesto: la inclinación hacia el
"economismo" por parte de los socialdemócratas dedicados a la labor
práctica.
Podría servir de tema para un artículo especial esta interesante
cuestión: cómo han surgido y han aumentado el nexo y la interdependencia entre
la crítica legal y el "economismo" ilegal. A nosotros nos basta con
señalar aquí la existencia incuestionable de este nexo. El famoso Credo ha
adquirido tan merecida celebridad precisamente por haber formulado con toda
franqueza ese nexo y haber revelado, sin proponérselo, la tendencia política
fundamental del "economismo": que los obreros se encarguen de la
lucha económica (más exacto sería decir: de la lucha tradeunionista, pues esta
última comprende también la política específicamente obrera), y que la
intelectualidad marxista se fusione con los liberales para la "lucha"
política. La labor tradeunionista "entre el pueblo" resultó ser la
realización de la primera mitad de dicha tara, y la crítica legal, la
realización de la segunda mitad. Esta declaración fue un arma tan excelente en
contra del "economismo" que, si no hubiese aparecido el Credo, valdría
la pena hacerlo inventado.
El Credo no fue inventado, pero sí publicado sin el
consentimiento y hasta en contra, quizás, d ella voluntad de sus autores. Al
menos, el autor de estas líneas, que participó en sacar a la luz del día el
nuevo "programa"******, tuvo que escuchar lamentos y
reproches porque el resumen de las opiniones de los oradores se difundió en
copias, recibió el mote de Credo y ¡apareció incluso en la
prensa junto con la protesta! Referimos este episodio porque revela un rasgo
muy curioso de nuestro "economismo": el miedo a la publicidad. Un
rasgo precisamente del "economismo" en general -y no sólo de los
autores del Credo - que se ha manifestado en Rabóchaya
Mysl (38),
el adepto más franco y más honrado del "economismo", en R.
Dielo (al indignarse contra la publicación de documentos
"economistas" en el Vademécum (39); en el
comité de Kíev, que hace cosa de dos años no quiso autorizar la publicación de
su Professión de foi (40) junto
con la refutación* escrita contra ella, y en muchos, muchísimos partidarios del
"economismo".
Este miedo que tienen a la crítica los adeptos de la libertad de crítica
no puede explicarse sólo por astucia (si bien algunas veces las cosas no
ocurren, indudablemente, sin astucia; ¡no es prudente dejar al descubierto ante
el embate del enemigo los brotes, débiles aún, de la nueva tendencia!). no, la
mayoría de los "economistas" desaprueba con absoluta sinceridad (y,
por la propia esencia del "economismo", tiene que desaprobar) toda
clase de controversias teóricas, disensiones fraccionales, grandes problemas
políticos, proyectos de organizar a revolucionarios, etc. "¡Sería mejor
dejar todo eso a la gente del extranjero!", me dijo en cierta ocasión un "economista",
bastante consecuente, expresando con ello la siguiente idea, muy difundida (y
también puramente tradeunionista): lo que a nosotros nos incumbe es el
movimiento obrero, las organizaciones obreras que tenemos aquí, en nuestra
localidad, y el resto no son más que invenciones de los doctrinarios,
"sobrestimación de la ideología", como decían los autores de la carta
publicada en el número 13 de Iskra, haciendo coro al número 10
de R. Dielo.
Ahora cabe preguntar: en vista de estas peculiaridades de la "crítica"
rusa y del bernsteinianismo ruso ¿en qué debía consistir la tarea de los que de
hecho, y no sólo de palabra, querían ser adversarios del oportunismo? Primero,
era necesario preocuparse de reanudar la labor teórica, apenas iniciada en la
época del marxismo legal y que había vuelto a recaer sobre los militantes
clandestinos; sin esta labor era imposible un incremento eficaz del movimiento.
Segundo, era preciso emprender una lucha activa contra la
"crítica" legal, que correspondía a fondo los espíritus. Tercero,
había que combatir con energía la dispersión y las vacilaciones en el
movimiento práctico, denunciando y refutando toda tentativa de subestimar,
consciente o inconscientemente, nuestro programa y nuestra táctica.
Es sabido que R. Dielo no hizo ni lo primero, ni lo
segundo, ni lo tercero; y más adelante tendremos que aclarar detalladamente
esta conocida verdad en sus más diversos aspectos. Por ahora, sólo queremos
mostrar la flagrante contradicción en que se halla la reivindicación de
"libertad de crítica" con las peculiaridades de nuestra crítica
patria y del "economismo" ruso. En efecto, echen un vistazo al texto
de la resolución con que la Unión de Socialdemócratas Rusos en el Extranjero ha
confirmado el punto de vista de R. Dielo:
"En beneficio del ulterior
desarrollo ideológico de la socialdemocracia consideramos absolutamente
necesaria la libertad de criticar la teoría socialdemócrata, en las
publicaciones del partido, es el grado en que dicha crítica no esté en pugna
con el carácter clasista y revolucionario de esta teoría" (Dos
congresos, pág. 10).
Y se exponen los motivos: la resolución "coincide en su primera
parte con la resolución del Congreso de Lübeck del partido acerca de
Bernstein"... ¡En su simplicidad, los "aliados" ni siquiera notan
qué testimonium paupertais (certificado de pobreza) se firman
a sí mismos con esta manera de copiar! ... "Pero..., en su segunda parte,
restringe más la libertad de crítica que el Congreso de Lübeck".
¿De modo que la resolución de la Unión está dirigida contra los
bernsteinianos rusos? ¡Porque, de otro modo sería un absurdo completo referirse
a Lübeck! Pero no es cierto que "restrinja la libertad de crítica de un
modo estricto". En su resolución de Hannover, los alemanes rechazaron
punto por punto precisamente las enmiendas que presentó
Bernstein, y en la de Lübeck hicieron una advertencia personal a
Bernstein, mencionando su nombre en el texto. En cambio, nuestros imitados
"libres" no hacen la menor alusión a una sola de las
manifestaciones de la "crítica" y del "economismo"
especialmente rusos; si se guarda silencio de esa forma, la mera alusión al
carácter clasista y revolucionario de la teoría deja mucha más libertad para
falsas interpretaciones, sobre todo si la Unión se niega a calificar de
oportunismo "el llamado economismo" (Dos congresos, pág.
8,punto 1). Pero esto lo decimos de pasada. Lo principal consiste en que la
posición de los oportunistas frente a los socialdemócratas revolucionarios es
diametralmente opuesta en Alemania y en Rusia. En Alemania, los
socialdemócratas revolucionarios, como es sabido, están a favor de mantener lo
que existe: el viejo programa y la vieja táctica, que todo el mundo conoce y
que han sido explicado en todos sus detalles a través de la experiencia de
muchos decenios. Los "críticos", en cambio, quieren introducir
modificaciones; y como estos "críticos" representan una ínfima
minoría, y sus aspiraciones revisionistas son muy tímidas, es fácil comprender
los motivos por los cuales la mayoría se limita a rechazar lisa y llanamente
las "innovaciones". En Rusia, en cambio, son los críticos y los
"economistas" quienes desean mantener lo que existe: los
"críticos" quieren que se siga considerándolos marxistas y que se les
asegure la "libertad de crítica" que disfrutaban en todos los
sentidos (pues, en el fondo, jamás han reconocido ningún vínculo de partido*; además, entre nosotros no había un órgano de partido reconocido por
todos que pudiera "restringir" la libertad de crítica, aunque sólo
fuera por medio de un consejo); los "economistas" quieren que los
revolucionarios reconozcan "la plenitud de derechos del movimiento en el
presente" (R. D., número 10, pág. 25), es decir la "legitimidad"
de la existencia de lo que existe; que los "ideólogos", no traten de
"desviar" el movimiento del camino "determinado por la acción
recíproca entre los elementos materiales y el medio material" (Carta en
el número 12 de Iskra); que se considere deseable sostener la lucha
"que es posible para los obreros en las circunstancias presentes", y
se considere posible la lucha "que mantienen realmente en el momento
actual" (Suplemento especial de "R. Mysl" (41),
pág. 14). En cambio, a nosotros, los socialdemócratas revolucionarios,
nos disgusta ese culto a la espontaneidad es decir, a lo que existe "en el
momento actual"; reclamamos que se modifique la táctica que ha prevalecido
durante los últimos años, declaramos que "antes de unificarse y para
unificarse es necesario empezar por deslindar los campos de un modo resulto y
definido" (del anuncio sobre la publicación de Iskra)*********. En pocas
palabras, los alemanes se conforman con lo que existe, rechazando las
modificaciones; nosotros reclamamos que se modifique lo existente, rechazando
el culto a ello y la resignación con ello.
¡Precisamente esta "pequeña" diferencia es la que no han
advertido nuestros "libres" copiadores de resoluciones alemanas!
Engels
sobre la importancia de la lucha teórica
"Dogmatismo, doctrinarismo", "anquilosamiento del partido,
castigo ineludible por las trabas impuestas al pensamiento": tales son los
enemigos contra los cuales arremeten caballerescamente en Rab. Dielo los
paladines de la "libertad de crítica". Nos alegra mucho que se haya
suscitado esta cuestión, y sólo propondríamos completarla con otra:
¿Y quiénes serán los árbitros?
Tenemos a la vista los anuncios de dos publicaciones. Uno es el programa
de "Rabócheie Dielo", órgano de prensa de la Unión de
Socialdemócratas Rusos (separata del núm. 1, de R. D.). El otro, es
el Anuncio sobre la reanudación de las publicaciones del grupo
Emancipación del Trabajo (42).
Ambos están fechados en 1899, cuando la "crisis del marxismo"
estaba planteada a la orden del día desde hacía ya mucho tiempo. ¿Y bien? En
vano buscaríamos en el primero de dichos documentos una alusión a este fenómeno
y una exposición definida de la actitud que el nuevo órgano piensa adoptar ante
él. Ni en este programa ni en los suplementos del mismo, aprobados por el III
Congreso de la Unión en 1901 (43) (Dos
congresos, pág. 15-18), se dice una sola palabra de la labor teórica ni de
sus tareas inmediatas en el momento actual.
Durante todo este tiempo, la redacción de R. Dielo ha
dado de lado los problemas teóricos, a pesar de que preocupaban a todos los
socialdemócratas del mundo entero.
Por el contrario, el otro anuncio señala, ante todo, que en los últimos
años ha decaído el interés por la teoría, reclama con insistencia que se preste
una "atención vigilante al aspecto teórico del movimiento revolucionario
del proletariado" y llama a "criticar implacablemente las tendencias
bernsteinianas y otras tendencias antirrevolucionarias" en nuestro
movimiento. Los números aparecidos de Zariá muestran cómo se
ha cumplido este programa.
Vemos, pues, que las frases altisonantes contra el anquilosamiento de la
idea, etc., encubren la despreocupación y la impotencia en el desarrollo del
pensamiento teórico. El ejemplo de los socialdemócratas rusos ilustra con
particular evidencia un fenómeno europeo general (señalado también hace ya
mucho por los marxistas alemanes): la famosa libertad de crítica no significa sustituir
una teoría con otra, sino liberarse de toda teoría íntegra y meditada,
significa eclecticismo y falta de principios. Quien conozca por poco que sea el
estado efectivo de nuestro movimiento, verá forzosamente que la vasta difusión
del marxismo, ha ido acompañada de cierto menosprecio del nivel teórico. Son
muchas las personas muy poco preparadas, e incluso sin preparación teórica
alguna, que se han adherido al movimiento por su significación práctica y sus
éxitos prácticos. Este hecho permite juzgar cuán grande es la falta de tacto
de R. Dielo al lanzar con aire triunfal la sentencia de Marx: "cada paso del movimiento efectivo es
más importante que una docena de programas". Repetir estas palabras en
una época de dispersión teórica es exactamente lo mismo que gritar al paso de
un entierro: "¡Ojalá tengáis siempre uno que llevar!" Además, estas
palabras de Marx han sido tomadas de su carta sobre el Programa de Gotha (44), en la
cual censura duramente el eclecticismo en que se incurrió al
formular los principios: si hace falta unirse -escribía Marx a los dirigentes
del partido - , pactad acuerdos para alcanzar los objetivos prácticos del
movimiento, pero no trafiquéis con los principios, no hagáis
"concesiones" teóricas. Tal era el pensamiento de Marx, ¡pero resulta
que entre nosotros hay gente que en nombre de Marx trata de aminorar la
importancia de la teoría!
Sin teoría revolucionaria tampoco
puede haber movimiento revolucionario. Jamás se insistirá
bastante sobre esta idea en unos momentos en que a la prédica de moda del
oportunismo se une la afición a las formas más estrechas de la actividad
práctica. Y para la socialdemocracia rusa, la importancia de la teoría es mayor
aún, debido a tres circunstancias que se olvidan con frecuencia. En primer
lugar, nuestro partido sólo empieza a organizarse, sólo comienza a formar su
fisonomía y dista mucho de haber ajustado sus cuentas con las otras tendencias
del pensamiento revolucionario que amenazan con desviar el movimiento del
camino justo. Por el contrario, precisamente los últimos tiempos se han
distinguido (como predijo hace ya mucho Axelrod a los "economistas")
por una reanimación de las tendencias revolucionarias no socialdemócratas. En
estas condiciones, un error "sin importancia" a primera vista puede
tener las más tristes consecuencias, y sólo gente miope puede considerar
inoportunas o superfluas las discusiones fraccionales y la delimitación
rigurosa de los matices. De la consolidación de tal o cual "matiz"
puede depender el porvenir de la socialdemocracia rusa durante muchísimos años.
En segundo
lugar, el movimiento socialdemócrata es internacional por naturaleza. Esto no
significa únicamente que debamos combatir el chovinismo nacional. Significa
también que el movimiento incipiente en un país joven sólo puede desarrollarse
con éxito a condición de que aplique la experiencia de otros países. Y para
ello no basta conocer simplemente esta experiencia o limitarse a copiar las
últimas resoluciones adoptadas; para ello es necesario saber enfocar de modo
crítico esta experiencia y comprobarla uno mismo. Quienes
se imaginen cuán gigantescos son el crecimiento y la ramificación del
movimiento obrero contemporáneo comprenderán cuántas fuerzas teóricas y cuánta
experiencia política (y revolucionaria) se necesitan para cumplir esta tarea.
En tercer lugar, ningún otro partido socialista del mundo ha tenido que
afrontar tareas nacionales como las que tiene planteadas la socialdemocracia
rusa. Más adelante deberemos hablar de los deberes de índole política y
orgánica que nos impone esta tarea de liberar a todo el pueblo del yugo de la
autocracia. Por el momento queremos señalar únicamente que sólo un
partido dirigido por una teoría de vanguardia puede cumplir la misión de
combatiente de vanguardia. Y para que el lector tenga una idea concreta,
por poco que sea, de lo que esto significa, que recuerde a precursores de la
socialdemocracia rusa como Herzen, Belinski, Chernyshevski y a la brillante
pléyade de revolucionarios de los años 70; que piense en la importancia
universal que está alcanzando ahora la literatura rusa; que ... ¡pero basta con
lo dicho!
Aduciremos las observaciones hechas por Engels en 1874 a la significación
de la teoría en el movimiento socialdemócrata. Engels reconoce tres formas
de la gran lucha de la socialdemocracia, y no dos (la política
y la económica) -como es usual entre nosotros -, colocando también a su
lado la lucha teórica. Sus recomendaciones al movimiento obrero, alemán, ya
robustecido en los aspectos práctico y político, son tan instructivas desde el
punto de vista de los problemas y las discusiones actuales que el lector no nos
recriminará, así lo esperamos, por reproducir un extenso fragmento del prefacio
al folleto Der deutsche Bauernkrieg**********, que desde
hace ya mucho es una rareza bibliográfica:
"los obreros alemanes tienen dos ventajas esenciales sobre los
obreros del resto de Europa. La primera es que pertenecen al pueblo más teórico
de Europa y han conservado en sí ese sentido teórico, casi completamente
perdido por las clases llamadas "cultas" de Alemania. Sin la
filosofía alemana que le ha precedido, sobre todo sin la filosofía de Hegel,
jamás se habría creado el socialismo científico alemán, el único socialismo
científico que ha existido alguna vez. De haber carecido los obreros de sentido
teórico, este socialismo científico nunca hubiera sido, en la medida que lo es
hoy, carne de su carne y sangre de su sangre. Y demuestra cuán inmensa es dicha
ventaja, de un lado, la indiferencia por toda teoría, que es una de las causas
principales de que el movimiento obrero inglés avance con tanta lentitud, a
pesar de la excelente organización de algunos oficios, y de otro, el desconcierto
y la confusión sembrados por el proudhonismo, en su forma primitiva, entre los
franceses y los belgas, y, en la forma caricaturesca que le ha dado Bakunin,
entre los españoles y los italianos.
"La segunda ventaja consiste en que los alemanes han sido casi los
últimos en incorporarse al movimiento obrero. Así como el socialismo teórico
alemán jamás olvidará que se sostiene sobre los hombros de Saint-Simon, Fourir
y Owen -tres pensadores que, a pesar del carácter fantástico y de todo el
utopismo de sus doctrinas, pertenecen a las mentes más grandes de todos los
tiempos, habiéndose anticipado genialmente a una infinidad de verdades cuya
exactitud estamos demostrando ahora de un modo científico -, así también el
movimiento obrero práctico alemán nunca debe olvidar que se ha desarrollado
sobre los hombros del movimiento inglés y francés, que ha tenido la posibilidad
de sacar simplemente partido de su experiencia costosa, de evitar en el
presento los errores que entonces no había sido posible evitar en la mayoría de
los casos. ¿Dónde estaríamos ahora sin el precedente de las tradeuniones
inglesas y de la lucha política de los obreros franceses, sin ese impulso
colosal que ha dado particularmente la Comuna de París?
"Hay que hacer justicia a los obreros alemanes pro haber aprovechado
con rara inteligencia las ventajas de su situación. Por primera vez desde que
existe el movimiento obrero, la lucha se desarrolla en forma metódica en sus tres direcciones concertadas y
relacionadas entre sí: teórica, política y económico-práctica (resistencia a
los capitalistas). En este ataque concéntrico, por decirlo así, reside
precisamente la fuerza y la invencibilidad del movimiento alemán.
"Esta situación ventajosa, por su parte, y, por otra, las
peculiaridades insulares del movimiento inglés y la represión violenta del
francés, hacen que los obreros alemanes se encuentren ahora a la cabeza de la
lucha proletaria. No es posible pronosticar cuánto tiempo les permitirán los
acontecimientos ocupara este puesto de honor. Pero, mientras lo sigan ocupando
es de esperar que cumplirán como es debido las obligaciones que les impone.
Para esto, tendrán que redoblar sus esfuerzos en todos los aspectos de la lucha
y de la agitación. Sobre todo los jefes deberán instruirse cada vez más en
todas las cuestiones teóricas, desembarazarse cada vez más de la influencia de
la fraseología tradicional, propia de la vieja concepción del mundo, y tener
siempre presente que el socialismo, desde que se ha hecho ciencia, exige que se
le trate como tal, es decir, que se le estudie. La conciencia así lograda, y
cada vez más lúcida, debe ser difundida entre las masas obreras con celo cada
vez mayor, y se debe cimentar cada vez más fuertemente la organización del
partido, así como la de los sindicatos ...
"... Si los obreros alemanes siguen avanzando de este modo, no es
que marcharán al frente del movimiento -y no le conviene al movimiento que los
obreros de una nación cualquiera marchen al frente del mismo -, sino que
ocuparán un puesto de honor en la línea de combate; y están bien pertrechados
para ello si, de pronto duras pruebas o grandes acontecimientos reclaman de
ellos mayor valor, mayor decisión y energía" (45).
Estas palabras de Engels resultaron proféticas. Algunos años más tarde,
al dictarse la ley de excepción contra los socialistas, los obreros alemanes se
vieron de improviso sometidos a duras pruebas. Y, en efecto, los obreros
alemanes les hicieron frente bien pertrechados y supieron salir victoriosos de
esas pruebas.
Al proletariado ruso le esperan pruebas inconmensurablemente más duras;
tendrá que luchar contra un monstruo, en comparación con el cual parece un
verdadero pigmeo la ley de excepción en un país constitucional. La historia nos
ha impuesto ahora una tarea inmediata, que es la más revolucionaria de todas
las tareas inmediatas del proletariado de cualquier otro país. El cumplimiento
de esta tarea, la demolición del más poderoso baluarte no sólo de la reacción
europea, sino también (podemos decirlo hoy) de la reacción asiática,
convertiría al proletariado ruso en la vanguardia del proletariado
revolucionario internacional. Y tenemos derecho a esperar que conquistaremos
este título de honor, que se merecieron ya nuestros predecesores, los
revolucionarios de los años 70, si sabemos infundir a nuestro movimiento, mil
veces más vasto y profundo, la misma decisión abnegada y la misma energía que
entonces.
*A propósito. En la historia
del socialismo moderno es quizá un hecho único, y extraordinariamente
consolador en su género, que una disputa entre distintas tendencias en el seno
del socialismo se haya convertido, por vez primera, de nacional e
internacional. En otros tiempos, las discusiones entre lassalleanos y
eisenacheanos (7), entre guesdistas y posibilistas (8), entre fabianos (9) y socialdemócratas, entre partidarios de
Libertad del Pueblo (10) y socialdemócratas (11) eran discusiones puramente nacionales,
reflejaban peculiaridades netamente nacionales, se desarrollaban, por decirlo
así, en planos distintos. En la actualidad (ahora se ve esto bien claro), los
fabianos ingleses, los ministerialistas franceses (12), los bernsteinianos (13) alemanes y los críticos rusos (14) son una sola familia; se elogian mutuamente, aprenden los unos de
los otros y cierran filas contra el marxismo "dogmático". ¿Será en
esta primera contienda, realmente internacional, con el oportunismo socialista
donde la socialdemocracia revolucionaria internacional se fortalezca los
suficiente para acabar con la reacción política que impera en Europa desde hace
ya largo tiempo?
**La
comparación de las dos tendencias existentes en el proletariado revolucionario
(la revolucionaria y la oportunista) con las dos corrientes de la burguesía
revolucionaria del siglo XVIII (la jacobina -la Montaña - y la gironda) fue
hecha en el artículo de fondo del número 2 de Iskra (febrero
de 1901) escrito por Plejánov. A los demócratas-constitucionalistas (20), los "sin título" (21) y los mencheviques les gusta mucho, hasta
ahora, hablar del "jacobinismo" en la socialdemocracia rusa. Pero hoy
prefieren callar u... olvidar que Plejánov lanzó por primera vez este concepto
contra el ala derecha de la socialdemocracia. (Nota de Lenin para la edición de
1907. - N. de la Edit.)
***Cuando
Engels arremetió contra Dühring, muchos representantes de la socialdemocracia
alemana se inclinación por las concepciones de este último y acusaron a Engels,
incluso públicamente, en un congreso del partido, de brusquedad, intolerancia,
polémica impropia de camaradas, etc. Most y sus compañeros propusieron (en el
Congreso de 1877)(24) retirar de Vorvärts (25) los artículos de Engels por "no tener interés para la inmensa
mayoría de los lectores2, y Vahlteich declaró que la publicación de estos
artículos había perjudicado mucho al partido, que también Dühring había
prestado servicios a la socialdemocracia: "debemos aprovecharnos a todos
en beneficio del partido, y si los catedráticos discuten, Vorwärts en
modo alguno es el lugar adecuado para sostener tales discusiones" (Vorwärts,
1877, número 65, 6 de junio). ¡Como ven, éste es también un ejemplo de defensa
de la "libertad de crítica", y no estaría mal que meditaran en él
nuestros críticos legales y oportunistas ilegales, a quienes tanto place
invocar el ejemplo de los alemanes!
****Debe advertirse que, al hablar del
bernsteinianismo en el partido alemán, R. Dielo se ha limitado
siempre a un mero relato de los hechos, "absteniéndose" por completo
de calificarlos. Véase, pro ejemplo, el número 2-3, pág. 66, acerca del
Congreso de Stuttgart (30); todas las discrepancias se reducen a la "táctica",
sólo se hace constar que la inmensa mayoría es fiel a la anterior táctica
revolucionaria. O el número 4-5, pág. 25 y siguientes, que es una simple
repetición de los discursos pronunciados en el Congreso de Hannover, acompañado
de la resolución de Bebel; la exposición de las concepciones de Bernstein y la
crítica de las mismas quedan aplazadas de nuevo (así como en el número 2-3)
hasta la publicación de un "artículo especial". Lo curiosos del caso
es que en la pág. 33 del número 4-5 leemos: "... las concepciones
expuestas por Bebel cuentan con una inmensa mayoría en el congreso", y un
poco más adelante: "... David ha defendido las opiniones de Bernstein y
sus amigos, a pesar de todo (¡sic!), sustentan la posición de la lucha de
clases"".. ¡Esto se escribió en diciembre de 1899; pero en septiembre
de 1901 R. Dielo no cree ya, por lo visto, que Bebel tenga razón y repite la
opinión de David como suya propia!
*****Aludimos al artículo de K. Tulin contra Struve
(véase V.I. Lenin. Obras Completas, 5ª ed. en ruso, t. I, pág. 347-534),
basado en un informe que tenía por título El reflejo del marxismo en las
publicaciones burguesas. Véase el Prólogo. (Nota de Lenin para la edición
de 1907 - N. de la Edit.)
******Se trata de la Protesta de los 17 contra el
Credo. El autor de estas líneas participó en la redacción de la protesta (fines
de 1899) (36). La protesta fue publicada en el extranjero, junto
con el Credo, en la primavera de 1900. Hoy se sabe ya, por el artículo de la
señora Kuskova (publicado, creo, en la revista Byloe ) (37), que fue ella la autora del Credo y
que entre los "economistas" de entonces que se encontraban en el
extranjero desempeñó un papel prominente el señor Prokopóvich. (Nota de Lenin
para la edición de 1907. - N. de la Edit.)
********La falta de
vínculos claros con el partido y de tradiciones de partido constituye por sí
sola una diferencia tan cardinal entre Rusia y Alemania que debería haber
puesto en guardia a todo socialista sensato contra cualquier imitación ciega.
Pero he aquí una muestra de hasta dónde llega la "libertad de
crítica" en Rusia. Un crítico ruso, el señor Bulgákov, hace la siguiente
reprimenda al crítico austríaco Hertz: "Pese a toda la independencia de
sus conclusiones, Hertz sigue en este punto (acerca de las cooperativas), según
parece, demasiado atado por las opiniones de su partido y, al disentir en los
detalles, no se decide a desprenderse del principio general" (El
capitalismo y la agricultura, t. II, pág. 287). ¡Un súbdito de un Estado
esclavizado en el terreno político con una población que el servilismo político
y la absoluta incomprensión del honor de partido y de los vínculos de partido
tienen corrompida en el 999 por 1000 hace una reprimenda altiva a un ciudadano
de un Estado constitucional porque "lo atan demasiado las opiniones del
partido"! Lo único que les queda a nuestras organizaciones clandestinas es
ponerse a redactar resoluciones sobre la libertad de crítica ...
**********Dritter
Abdruck. Leipzig, 1875. Verlag der Genossenschaftsbuchdruckerei. (La guerra
campesina en Alemania, tercer edición, Leipzig, 1875.
Editorial Cooperativa. - N. de la Edit
II.
La espontaneidad de las masas y la conciencia de la socialdemocracia
Hemos dicho que es preciso infundir a nuestro pueblo movimiento,
muchísimo más vasto y profundo que el de los años 70, la misma decisión
abnegada y la misma energía que entonces. En efecto, parece que nadie ha puesto
en duda hasta ahora que la fuerza del movimiento contemporáneo reside en el
despertar de las masas (y, principalmente, del proletariado industrial), y su
debilidad, en la falta de conciencia y de espíritu de iniciativa de los
dirigentes revolucionarios.
Sin embargo, en los últimos tiempos se ha hecho un descubrimiento pasmoso
que amenaza con trastrocar todas las opiniones dominantes hasta ahora sobre el
particular. Este descubrimiento ha sido hecho por R. Dielo, el
cual, polemizando con Iskra y Zariá, no se ha
limitado a objeciones parciales, sino que ha intentado reducir "el
desacuerdo general" a su raíz más profunda: a "la distinta
apreciación de la importancia comparativa del elemento espontáneo y del
elemento "metódico" consciente". R. Dielo nos
acusa de "subestimar la importancia del elemento objetivo o espontáneo del
desarrollo". Respondemos a esto: si la polémica de Iskra y Zariá no
hubiera dado ningún otro resultado que el de llevar a R. Dielo a
descubrir ese "desacuerdo general", ese solo resultado nos
proporcionaría una gran satisfacción: hasta tal punto es significativa esta
tesis, hasta tal punto ilustra claramente el fondo de las actuales
discrepancias teóricas y políticas entre los socialdemócratas rusos.
Por eso mismo, la relación entre lo consciente y lo espontáneo ofrece un
magno interés general y debe ser analizado con todo detalle.
a. Comienzo del ascenso espontáneo
En el capítulo anterior hemos destacado el apasionamiento general de la
juventud instruida de Rusia por la teoría del marxismo, a mediados de los años
90. Las huelgas obreras adquirieron también por aquellos años, después de la famosa guerra industrial de 1896 en San
Petersburgo (46), un carácter general. Su extensión a
toda Rusia patentizaba cuán profundo era el movimiento popular que volvía a
renacer; y puestos a hablar del "elemento espontáneo", es natural que
precisamente ese movimiento huelguístico deba ser calificado, ante todo, de
espontáneo. Pero hay diferentes clases de espontaneidad. En Rusia hubo ya
huelgas en los años 70 y 60 (y hasta en la primera mitad del siglo XIX),
acompañadas de destrucción "espontánea" de máquinas, etc. comparadas
con esos "motines", las huelgas de los años 90 pueden incluso
llamarse "conscientes": tan grande fue el paso adelante que dio el
movimiento obrero en aquel período. Eso nos demuestra que, en el fondo, el
"elemento espontáneo" no es sino la forma embrionaria de
lo consciente. Ahora bien, los motines primitivos reflejaban ya un cierto
despertar de la conciencia: los obreros perdían la fe tradicional en la
inmutabilidad el orden de cosas que los oprimía; empezaban… no diré que a
comprender, pero sí a sentir la necesidad de oponer resistencia colectiva y
rompían resueltamente con la sumisión servil a las autoridades. Pero, sin
embargo, eso era, más que lucha, una manifestación de desesperación
y de venganza. En las huelgas de los años 90 vemos muchos más destellos de
conciencia: se presentan reivindicaciones concretas, se calcula de antemano el
momento más conveniente, se discuten los casos y ejemplos conocidos de otros
lugares, etc. si bien es verdad que los motines eran simples levantamientos de
gente oprimida, no lo es menos que las huelgas sistemáticas representaban ya
embriones de lucha de clases, pero embriones nada más. Aquellas huelgas eran en
el fondo lucha tradeunionista, aún no eran lucha socialdemócrata; señalaban el
despertar del antagonismo entre los obreros y los patronos; sin embargo, los
obreros no tenían, ni podían tener, conciencia de la oposición inconciliable
entre sus intereses y todo el régimen político y social contemporáneo, es
decir, no tenían conciencia socialdemócrata. En este sentido, las huelgas de
los años 90, aunque significaban un progreso gigantesco en comparación con los
"motines", seguían siendo un movimiento netamente espontáneo.
Hemos dicho que los obreros no podían tener conciencia
socialdemócrata. Esta sólo podía ser traída desde fuera. La historia de todos
los países demuestra que la clase obrera está en condiciones de elaborar
exclusivamente con sus propias fuerzas sólo una conciencia
tradeunionista, es decir, la convicción de que es necesario agruparse en
sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar al gobierno la promulgación de
tales o cuales leyes necesarias para los obreros, etc.*. En cambio, la doctrina del socialismo ha surgido
de teorías filosóficas, históricas y económicas elaboradas por intelectuales,
por hombres instruidos de las clases poseedoras. Por su posición social, los
propios fundadores del socialismo científico moderno, Marx y Engels, pertenecían la intelectualidad burguesa. De igual modo,
la doctrina teórica de la socialdemocracia ha surgido en Rusia independiente
por completo del crecimiento espontáneo del movimiento obrero, ha surgido como
resultado natural e ineludible del desarrollo del pensamiento entre los
intelectuales revolucionarios socialistas. Hacia la época de que tratamos es
decir, a mediados de los años 90, esta doctrina no sólo era ya el programa,
cristalizado por completo, del grupo Emancipación del Trabajo, sino que incluso
se había ganado a la mayoría de la juventud revolucionaria de Rusia.
Así pues, existían tanto el despertar espontáneo de las masas obreras, el
despertar a la vida consciente y a la lucha consciente, como una juventud
revolucionaria que, pertrechada con la teoría socialdemócrata, pugnaba por
acercarse a los obreros. Tiene singular importancia dejar sentado el hecho,
olvidado a menudo (y relativamente poco conocido), de que los primeros
socialdemócratas de aquel período, al ocuparse con ardor de la agitación
económica (y teniendo bien presentes en este sentido las indicaciones realmente
útiles del folleto, Acerca de la agitación, entonces todavía en manuscrito),
lejos de considerarla su única tarea, señalaron también desde el primer momento
las más amplias tareas históricas de la socialdemocracia rusa, en general, y la
tarea de dar al traste con la autocracia, en particular. Por ejemplo, el grupo de socialdemócrtas de San Petersburgo que fundó la
Unión de Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera (47), redactó ya a fines de 1895 el primer número
del periódico titulado Rabóchei Dielo. Completamente preparado para
la imprenta, fue recogido por los gendarmes, al allanar éstos el
domicilio de A. A. Vanéiev**, uno de los miembros del grupo, en
la noche del 8 de diciembre de 1895. De modo que el R. Dielo del
primer período no tuvo la suerte de ver la luz. El editorial de aquel número
(que quizá alguna revista como Rússkaya
Starina (48) exhume
de los Archivos del Departamento de Policía dentro de unos treinta años)
esbozaba las tareas históricas de la clase obrera de Rusia, colocando en primer
plano la conquista de la libertad política. Luego seguían el artículo
¿En qué piensan nuestros ministros?***, dedicado a la disolución de los
Comités de Primera Enseñanza por la fuerza de la policía, y diversas
informaciones y comentarios de corresponsales no sólo de San Petersburgo, sino
de otras localidades de Rusia (por ejemplo, sobre la
matanza de obreros en la provincia de Yaroslavl) (49). Así pues, si no nos equivocamos, este
"primer ensayo" de los socialdemócratas rusos de los años 90 no era
un periódico de carácter estrechamente local, y mucho menos
"económico"; tendía a unir la lucha huelguística con el movimiento
revolucionario contra la autocracia y lograr que todos los oprimidos por la
política del oscurantismo reaccionario apoyaran a la socialdemocracia. Y
cuantos conozcan, por poco que sea, el estado del movimiento de aquella época,
no dudarán que semejante periódico habría sido acogido con toda simpatía tanto
por los obreros de la capital como por los intelectuales revolucionarios y
habría alcanzado la mayor difusión. El fracaso de esta empresa demostró
únicamente que los socialdemócratas de entonces no estaban en condiciones de
satisfacer la demanda vital del momento debido a la falta de experiencia
revolucionaria y de preparación práctica. Lo mismo cabe decir de Sankt-Petersburgski rabochi Listok (50) y, sobre todo, de Rabóchaya
Gazeta y del Manifiesto del Partido Obrero Socialdemócrata de
Rusia, fundado en la primavera de 1898. Se
sobreentiende que no se nos ocurre siquiera imputar esta falta de preparación a
los militares de entonces. Mas, para aprovechar la experiencia del movimiento y
sacar de ella enseñanzas prácticas, hay que comprender hasta el fin las causas
y la significación de tal o cual defecto. Por eso es de extrema importancia
hacer constar que una parte (incluso, quizá, la mayoría)
de los socialdemócratas que actuaron de 1895 a 1898 consideraba posible, con
sobrada razón ya entonces, en los albores del movimiento
"espontáneo", defender el programa y la táctica de combate más
amplios****. La falta de preparación de la
mayoría de los revolucionarios, fenómeno completamente natural, no podía
despertar grandes recelos. Dado que el planteamiento de las tareas era justo y
que había energías para repetir los intentos de cumplirlas, los reveses
temporales eran una desgracia a medida. La experiencia revolucionaria y la
habilidad de organización son cosas que se adquieren con el tiempo. ¡Lo que hace falta es querer formar en uno
mismo las cualidades necesarias! ¡Lo que hace falta es tener conciencia de los
defectos, cosa que en la labor revolucionaria equivale a más de la mitad de su
corrección!
Pero la desgracia a medias se convirtió en una verdadera desgracia cuando
comenzó a ofuscarse esa conciencia (que era muy vía entre los militantes de los
susodichos grupos), cuando aparecieron hombres, y hasta órganos
socialdemócratas, dispuestos a erigir los defectos en virtudes y que incluso
intentaron argumentar teóricamente su servilismo y su culto a la espontaneidad.
Es hora ya de hacer el balance de esta tendencia, muy inexactamente definida
con la palabra "economismo", término demasiado estrecho para expresar
su contenido.
b. El culto a la espontaneidad.
"Rabóchaya Mysl"
Antes de pasar a las manifestaciones literarias de este culto,
señalaremos el siguiente hecho típico (comunicado en la fuente antes
mencionada), que arroja cierta luz sobre la forma en que surgió y se ahondó en
el medio de camaradas que actuaban en San Petersburgo la divergencia entre las
que serían después dos tendencias de la socialdemocracia rusa. A principios de 1897, A.A. Vanéiev y algunos de sus
camaradas asistieron, antes de ser deportados, a una reunión privada (51) de
"viejos" y "jóvenes" miembros de la Unión de Lucha por la
Emancipación de la Clase Obrera. Se habló principalmente de la organización y,
en particular, del Reglamento de la Caja Obrera, cuyo texto
definitivo fue publicado en el número 9-10 de Listok
"Rabótnika" (52) pág. 46). Entre los "viejos"
("decembristas" como los llamaban entonces en broma los
socialdemócratas petersburgueses) y algunos de los "jóvenes" (que más
tarde colaboraron activamente en Rabóchaya Mysl) se manifestó en el
acto una divergencia acusada y se desencadenó una acalorada polémica. Los
"jóvenes" defendían las bases principales del Reglamento tal y como
ha sido publicado. Los "viejos" decían que lo más necesario no era
eso, sino fortalecer la Unión de Lucha
transformándola en una organización de revolucionarios a la que debían subordinarse las distintas cajas obreras, los círculos
de propaganda entre la juventud estudiantil, etc. Por supuesto, los
contrincantes estaban lejos de ver en esta divergencia el comienzo de una
disensión, un desacuerdo; por el contrario, la consideraban esporádica y
casual. Pero este hecho prueba que, también en Rusia, el "economismo"
no surgió ni se difundió sin lucha contra los "viejos"
socialdemócratas (cosa que los "economistas" de hoy olvidan con
frecuencia). Y si esta lucha no ha dejado, en su mayor parte, vestigios
"documentales", se debe únicamente a que la
composición de los círculos en funcionamiento cambiaba con frecuencia, por lo
cual las divergencias tampoco ser registraban en documento alguno.
La aparición de Rab. Mysl sacó el "economismo"
(Economicismo (socialismo) a la luz del día, pero tampoco lo hizo de
golpe. Hay que tener una idea concreta de las condiciones de trabajo y de la
vida efímera de numerosos círculos rusos (y sólo puede tenerla quien la ha
vivido) para comprender cuánto hubo de casual en el éxito o fracaso de la nueva
tendencia en distintas ciudades, así como del largo período en que ni los
partidarios ni los adversarios de estas ideas "nuevas" pudieron
determinar, ni tuvieron literalmente la menor posibilidad de hacerlo, si era,
en efecto, una tendencia especial o un simple reflejo de la falta de
preparación de algunas personas. Por ejemplo, los primeros números deRab.
Mysl, tirados en hectógrafo, no llegaron en absoluto a la inmensa mayoría
de los socialdemócratas. Y si ahora podemos referirnos al editorial de su
primer número es sólo gracias a su reproducción en el artículo de V. I.(53) (Listok
"Rabótnika", nú. 9-10, pag. 47 y siguientes) (Listok Rabótnika (Hoja de Trabajo) , que, como es natural, no dejó de elogiar con
fervor (un fervor insensato) al nuevo periódico, el cual se distinguía tanto de
los periódicos y proyectos de periódicos que hemos mencionado antes*****. Este editorial expresa con tanto
relieve todo el espíritu de Rab. Mysl y del "economismo" en
general que merece la pena examinarlo.
Después de señalar que el brazo con bocamanga
azul (54) no podrá detener el desarrollo del
movimiento obrero, el artículo continúa: "… El movimiento obrero debe esa
vitalidad a que el propio obrero toma, por fin, su destino en sus propias
manos, arrancándolo de las manos de los dirigentes", y más adelante se
explana en detalle esta tesis fundamental. En realidad, la policía
arrancó a los dirigentes (es decir, a los socialdemócratas, a los organizadores
de las Unión de Lucha), puede decirse, de las manos de los obreros******, ¡pero las cosas son presentadas como si los
obreros hubieran luchado contra esos dirigentes y se hubieran emancipado de su
yugo! En vez de exhortar a marchar a volver atrás, a la lucha
tradeunionista exclusiva. Se proclamó que "la base económica del
movimiento es velada por el deseo constantes de no olvidar el ideal
político", que el lema del movimiento obrero debe ser: "lucha por la
situación económica" (¡); o mejor aún: "los obreros, para los
obreros"; se declaró que las cajas
de resistencia "valen más para el movimiento que un centenar de otras
organizaciones" (comparen esta afirmación, hecha en octubre de 1897,
con la discusión entre los "decembristas" y los "jóvenes" a
principios de 1897), etc. Frasecitas como, por ejemplo, la de que no debe
colocarse en primer plano la "flor y nata" de los obreros, sino al
obrero "medio", al obrero de la masa; que la "política sigue
siempre dócilmente a la economía"*, etc., etc., se pusieron de moda y
adquirieron una influencia irresistible sobre la masa de la juventud enrolada
en el movimiento, la cual sólo conocía, en la mayoría de los casos, retazos del
marxismo tal y como se exponían en las publicaciones legales.
Esto significaba someter por completo la conciencia a la espontaneidad; a
la espontaneidad de los "socialdemócratas" que repetían las "ideas del señor V.V. , a la espontaneidad de los
obreros que se dejaban llevar por el argumento de que conseguir aumentos de un kopek
por rublo estaba más cerca y valía más que todo socialismo y toda política; de
que debían "luchar, sabiendo que lo hacían no para imprecisas generaciones
futuras, sino para ellos mismos y para sus hijos" (editorial de núm. 1
de R.Mysl)*******. Las
frases de este tipo han sido siempre el arma favorita de los burgueses de
Europa Occidental que, en su odio al socialismo, se esforzaban (como el
"socialpolítico" alemán Hirsch) por trasplantar el tradeunionismo
inglés a su suelo patrio, diciendo a los obreros que la lucha
exclusivamente sindical******** es una lucha para ellos mismos y para sus
hijos, y no para imprecisas generaciones futuras con un impreciso socialismo
futuro. Y ahora, "los V.V. de la socialdemocracia
rusa"(55) repiten estas frases burguesas. Importa
señalar aquí tres circunstancias que nos serán de gran utilidad para seguir
examinando las divergencias actuales*********.
(55) Vasily Vorontsov
V. I. Lenin. COMUNICACIÓN EN NOMBRE DE LOS
"VIEJOS" A LOS MIEMBROS DE LA "UNION DE LUCHA POR LA
EMANCIPACIÓN DE LA CLASE OBRERA" DE PETERSBURGO
Escrita:
En 1896.
Nikolai Mijailovski
Alexander Kviatkovski
Tierra y libertad
narodniki
El populismo es el
nombre de un movimiento socialista agraria
activa en 1860 al
final de la xix ª siglo fundada
por populista ruso .
En
primer lugar, el sometimiento de la conciencia a la espontaneidad, antes
mencionado, se produjo también por vía espontánea. Parece un juego de palabras,
pero ¡ay!, es una amarga verdad. Este hecho no fue resultado de una lucha
abierta entre dos concepciones diametralmente opuestas y del triunfo de una
sobre otra, sino que se debió a que los gendarmes "arrancaron" un
número cada vez mayor de revolucionarios "viejos" y a que aparecieron
en escena, también en número cada vez mayor, los "jóvenes" "V.
V. de la socialdemocracia rusa". Todo el que haya, no ya participado en el
movimiento ruso contemporáneo, sino simplemente respirado sus aires, sabe de
sobra que la situación es como acabamos de describir. Y si, no obstante,
insistimos de manera especial en que el lector se explique del todo este hecho
notorio; si, para mayor claridad, por decirlo así, aducimos datos sobre Rabócheie
Dielo del primer período y sobre las discusiones entre los
"viejos" y los "jóvenes" de principios de 1897 es porque
hombres que presumen de "demócratas" especulan con el hecho de que el
gran público (o los jóvenes) lo ignoran. Aún insistiremos sobre este punto más
adelante.
En
segundo lugar, ya en la primera manifestación literaria del
"economismo" podemos observar un fenómeno sumamente original, y
peculiar en extremo, que permite comprender todas las discrepancias existentes
entre los socialdemócratas y contemporáneos. El fenómeno consistente en que los
partidarios del "movimiento puramente obrero", los admiradores del
contacto más estrecho y más "orgánico" (expresión de Rab.
Dielo) con la lucha proletaria, los adversarios de todos los intelectuales
no obreros (aunque sean intelectuales socialistas) se ven obligados a recurrir,
para defender su posición, a los argumentos de los "exclusivamente
tradeunionistas" burgueses. Esto nos prueba que R. Mysl comenzó
a llevar a la práctica desde su aparición –y sin darse cuenta de ello el
programa del Credo. Esto prueba (cosa que R. Dielo en
modo alguno puede comprender) que todo lo que sea rendir culto
a la espontaneidad del movimiento obrero, todo lo que sea aminorar el papel del
"elemento consciente", el papel de la socialdemocracia, significa –de
manera independiente por completo de la voluntad de quien lo hace – acrecentar
la influencia de la ideología burguesa entre los obreros. Cuantos hablan de "sobrestimación de la
ideología"+, de exageración del papel del elemento consciente++, etc., se imaginan que el movimiento puramente
obrero puede elaborar por sí solo y elaborará una ideología independiente con
tal de que los obreros "arranquen su destino de manos de los
dirigentes". Pero eso es un craso error. Para completar lo que acabamos de
exponer, añadiremos las siguientes palabras, profundamente justas e
importantes, dichas por C. Kautsky con motivo del
proyecto de nuevo programa del Partido Socialdemócrata Austríaco+++:
"Muchos
de nuestros críticos revisionistas consideran que Marx ha afirmado que el
desarrollo económico y la lucha de clases, además de crear las condiciones
necesarias para la producción socialista, engendran directamente la
conciencia (subrayado por C. K.) de su necesidad. Y esos críticos
objetan que el país de mayor desarrollo capitalista, Inglaterra, es el que más
lejos está de esa conciencia. A juzgar por el proyecto, podría creerse que esta
sedicente concepción marxista ortodoxa, refutada de la manera indicada, es
compartida por la comisión que redactó el programa austríaco. El proyecto dice:
"Cuanto más crece el proletariado con el desarrollo capitalista, tanto más
obligado se ve a emprender la lucha contra el capitalismo y tanto más
capacitado está para emprenderla. El proletariado llega a adquirir
conciencia" de que el socialismo es posible y necesario. En este orden de
ideas, la conciencia socialista aparece como el resultado necesario e inmediato
de la lucha de clase del proletariado.
Eso es falso a todas luces. Por supuesto, el socialismo, como doctrina, tiene sus raíces en las relaciones
económicas actuales, exactamente igual que la lucha de clase del proletariado;
y lo mismo que esta última, dimana de la
lucha contra la pobreza y la miseria de las masas, pobreza y miseria que el
capitalismo engendra. Pero el socialismo y la lucha de clases surgen
juntos, aunque de premisas diferentes; no se derivan el uno de la otra. La conciencia socialista moderna sólo puede
surgir de profundos conocimientos científicos. En efecto, la ciencia
económica contemporánea es premisa de la producción socialista en el mismo
grado que, pongamos por caso, la técnica moderna; y el proletariado, por mucho
que lo desee, no puede crear ni la una ni la otra; de la ciencia no es el
proletariado, sino la intelectualidad burguesa (subrayado por
C. K.): es del cerebro de algunos miembros de este sector de donde ha surgido
el socialismo moderno, y han sido ellos quienes lo han transmitido a los proletarios
destacados por su desarrollo intelectual, los cuales lo introducen luego en la
lucha de clase del proletariado, allí donde las condiciones lo permiten. De
modo que la conciencia socialista es algo introducido desde fuera (von auBen
Hineingetragenes) en la lucha de clase del proletariado, y no algo que ha
surgido espontáneamente (urwüchsig) dentro de ella. De acuerdo con esto,
ya el viejo programa de Heinfeld decía, con toda razón, que es tarea de la
socialdemocracia introducir en el proletariado la conciencia (literalmente:
llenar al proletariado de ella) de su situación y de su misión. No habría
necesidad de hacerlo si esta conciencia derivara automáticamente de la lucha de
clases. El nuevo proyecto, en cambio, ha transcrito esta tesis del viejo programa
y la ha prendido a la tesis arriba citada. Pero esto ha interrumpido por
completo el curso del pensamiento…"
Puesto
que ni hablar se puede de una ideología
independiente, elaborada por las propias masas obreras en el curso mismo de su
movimiento++++, el
problema se plantea solamente así: ideología
burguesa o ideología socialista. No hay término medio (pues la
humanidad no ha elaborado ninguna "tercera" ideología, además, en
general, en la sociedad desgarrada por las contradicciones de clase nunca puede existir una ideología al margen
de las clases ni por encima de las clases). Por eso, todo lo que
sea rebajar la ideología socialista, todo lo que sea separarse de
ella significa fortalecer la ideología burguesa. Se habla de espontaneidad.
Pero el desarrollo espontáneo del movimiento obrero marcha
precisamente hacia la subordinación suya a la ideología burguesa, sigue
precisamente el camino trazado en el programa del Credo, pues el movimiento
obrero espontáneo es tradeunionismo, es Nur-Gewerkschaftlerei, y el
tradeunionismo no es otra cosa que el sojuzgamiento ideológico de los obreros
por la burguesía. De ahí que nuestra tarea, la tarea de la socialdemocracia, consista
en combatir la espontaneidad, en apartar el movimiento obrero de
este afán espontáneo del tradeunionismo, que tiende a cobijarse bajo el ala de
la burguesía, y enrolarlo bajo el ala de la socialdemocracia revolucionaria. La
frase de los autores de la carta "economista", publicada en el núm.
12 de Iskra, de que ningún esfuerzo de los ideólogos más inspirados
podrá desviar el movimiento obrero del camino determinado pro la interacción de
los elementos materiales y el medio material equivale plenamente,
por tanto, a renunciar al socialismo. Y si esos autores fuesen
capaces de pensar en lo que dicen, de pensar hasta el fin con valentía y
coherencia –como debe meditar sus ideas toda persona que actúa en la palestra
literaria y social – no les quedaría más remedio que "cruzar sobre el
pecho vacío los brazos innecesarios" y… y ceder el terreno a los señores
Struve y Prokopóvich, que llevan el movimiento obrero "por la línea de la
menor resistencia", es decir, por la línea del tradeunionismo burgués, o a
los señores Zubátov, que lo llevan por la línea de la "ideología"
clerical-policíaca.
Recuerden
el ejemplo de Alemania. ¿En qué consistió el mérito histórico de Lassalle ante
el movimiento obrero alemán? En haber apartado ese movimiento
del camino del tradeunionismo progresista y del cooperativismo, por el cual se
encauzaba espontáneamente (con la participación benévola de los
Scheulze-Delitzsch y sus semejantes). Para cumplir esta tarea fue necesario
algo muy distinto de la charlatanería sobre la subestimación del elemento
espontáneo, sobre la táctica-proceso, la interacción de los elementos y del
medio, etc. para ello fue necesario desplegar una lucha encarnizada
contra la espontaneidad, y sólo como resultado de esa lucha, que ha durado
largos años, se ha logrado, por ejemplo, que la población obrera de Berlín haya
dejado de ser un puntal del Partido Progresista para convertirse en uno de los
mejores baluartes de la socialdemocracia. Y esta lucha no ha terminado aún, ni
mucho menos (como podrían creer quienes estudian la historia del movimiento
alemán en los escritos de Prokopóvich, y su filosofía, en los de Struve).
También hoy está fraccionada la clase obrera alemana, si es lícita la
expresión, en varias ideologías: una parte de los obreros está agrupada en los
sindicatos obreros católicos y monárquicos; otra, en los
sindicatos de Hirsch-Duncker (57), fundados
por los admiradores burgueses del tradeunionismo inglés, y una tercera, en los
sindicatos socialdemócratas. Esta última es incomparable mayor que las demás,
pero la ideología socialdemócrata ha podido conquistar esta supremacía y podrá
mantenerla sólo en lucha tenaz contra todas las demás ideologías.
Pero,
preguntará el lector: ¿por qué el movimiento espontáneo,
el movimiento por la línea de la menor resistencia, conduce precisamente al
predominio de la ideología burguesa? Por la sencilla razón de que la ideología
burguesa es, por su origen, mucho más antigua que la ideología socialista,
porque su elaboración es más completa y porque posee medios de difusión incomparablemente
mayores+++++. Y cuanto
más joven sea el movimiento socialista en un país, tanto más enérgica deberá
ser, por ello, la lucha contra toda tentativa de afianzar la ideología no
socialista, con tanta mayor decisión se habrá de prevenir a los obreros contra
los malos consejeros que protestan de "la exageración del elemento
consciente", etc. Los autores de la carta "economista", al
unísono con R. Dielo, fulminan la intolerancia, propia del período
infantil del movimiento. Respondemos a eso: sí, nuestro movimiento se encuentra, en efecto, en la infancia; y para que
llegue con mayor rapidez a la edad viril debe contagiarse precisamente de
intolerancia con quienes frenan su desarrollo prosternándose ante la
espontaneidad. ¡Nada hay más ridículo y nocivo que dárselas de viejos
militantes que han pasado hace ya mucho por todos los episodios decisivos de la
lucha!.
En
tercer lugar, el primer número de R. Mysl nos muestra que la
denominación de "economismo" (a la cual, por supuesto, no pensamos
renunciar, pues, de uno u otro modo, es un sobrenombre que ha arraigado ya) no
expresa con suficiente exactitud la esencia de la nueva corriente. Rab.
Mysl no niega por completo la lucha política: en el Reglamento de las
cajas, publicado en su primer número, se habla de la lucha contra el
gobierno. Rabóchaya Mysl entiende sólo que "la política
sigue siempre dócilmente a la economía" (en tanto que Rabócheie
Dielo varía esta tesis, asegurando en su programa que "en Rusia,
más que en ningún otro país, la lucha económica está ligada de modo
inseparable a la lucha política"). Esta tesis de Rabóchaya
Mysl y de Rabócheie Dielo son falsos desde el
comienzo hasta el fin si entendemos por política la política
socialdemócrata. Como hemos visto ya, es muy frecuente que la lucha
económica de los obreros esté ligada (si bien no de modo inseparable) a la
política burguesa, clerical, etc. las tesis de R. Dielo son
justas si entendemos por política la política tradeunionista, es decir, la
aspiración común de todos los obreros de arrancar al Estado tales o cuales
medidas contra las calamidades propias de su situación, pero que no acaban aún
con esa situación, o sea, que no suprimen el sometimiento del trabajo al
capital. Esta aspiración es en verdad común tanto a los tradeunionistas
ingleses, enemigos del socialismo, como a los obreros católicos, a los obreros
"zubatovistas", etc. Hay diferentes tipos de política. Vemos, pues,
que Rab. Mysl, también en lo que respecta a la lucha política,
lejos de negarla, rinde culto a su espontaneidad, a su falta de
conciencia. Al reconocer plenamente la lucha política que surge en forma
espontánea del propio movimiento obrero (o dicho con más exactitud: los anhelos
y las reivindicaciones políticas de los obreros), renuncia por completo a elaborar
independientemente una política socialdemócrata específica
que corresponda a los objetivos generales del socialismo y a las condiciones
actuales de Rusia. Más adelante demostraremos que Rab. Dielo incurre
en el mismo error.
Hemos
examinado con tanto detalle el editorial, poco conocido y casi olvidado hoy,
del primer número de Rab. Mysl porque expresó antes y con mayor relieve que
nadie esa corriente general que saldría después a la superficie por
innumerables arroyelos. V. I-n tenía plena razón cuando, al elogiar el primer
número y el editorial de Rab. Mysl, dijo que había sido escrito "con
fogosidad y vigor" (Listok "Rabótnika", núm. 9-10, pág. 49).
Toda persona de convicciones firmes y que cree decir algo nuevo escribe
"con vigor" y de manera que pone de relieve sus puntos de vista. Sólo
quienes están acostumbrados a nadar entre dos aguas carecen de todo
"vigor"; sólo esa gente es capaz, después de haber elogiado ayer el
vigor de Rab. Mysl, de atacar hoy a sus adversarios porque den muestras de
"vigor polémico".
Sin
detenernos en el Suplemento especial de "Rabóchaya Mysl" (distintos
motivos nos obligarán más adelante a referirnos a esta obra, que expresa con la
mayor coherencia las ideas de los "economistas"), comentaremos sólo
brevemente el Llamamiento del Grupo de
Autoemancipación de los Obreros (marzo de 1899, reproducido en Nakanunie (59) de Londres, núm. 7, julio del mismo año). Los
autores de este llamamiento dicen con toda razón que "la Rusia obrera sólo
empieza a despertar, a mirar en torno suyo y se aferra instintivamente a los
medios de lucha que tiene a mano". Pero deducen de ahí la misma conclusión
falsa que R. Mysl, olvidando que lo instintivo es precisamente lo inconsciente
(lo espontáneo), en cuya ayuda deben acudir los socialistas; que los medios de
lucha "que se tienen a mano" serán siempre, en la sociedad actual,
medios tradeunionistas de lucha, y que la primera ideología "que se tiene
a mano" será la ideología burguesa (tradeunionista). Esos autores tampoco
"niegan" la política, sino que, siguiendo al señor V. V., dicen
solamente (¡solamente!) que la política es una superestructura y que, por ello,
"la agitación política debe ser una superstructura de la agitación en pro
de la lucha económica, debe nacer de ella y seguirla".
En
cuanto a R. Dielo, comenzó su actividad precisamente por la "defensa"
de los "economistas". Después de haber afirmado con evidente
falsedad, ya en su primer número (pág. 141-142) que "ignoraba a qué
camaradas jóvenes se había referido Axelrod" en su conocido folleto++++++, al hacer
una advertencia a los "economistas", R. Dielo tuvo
que reconocer, en la polémica con Axelrod y Plejánov
a propósito de esa falsedad, que, "fingiendo no saber de quién se trataba,
quiso defender de esa acusación injusta a todos los emigrados
socialdemócratas más jóvenes" (Axelrod acusaba de estrechez de miras a los
"economistas") (60). En realidad, dicha acusación era completamente
justa, y R. Dielo sabía muy bien que se aludía, entre otros, a
V. I-n, miembro de su redacción. Señalaré de paso que en la polémica
mencionada, Axelrod tenía completa razón, y R. Dielo se
equivocaba de medio a medio en la interpretación de mi folleto Las tareas de los socialdemócratas
rusos +++++++. Este folleto fue escrito en 1897, antes de que
apareciera Rab. Mysl, cuando yo consideraba con todo fundamento que
la tendencia inicial de la Unión de Lucha de San Petersburgo, que he definido
más arriba, era la predominante. Y por lo menos hasta mediados de 1898, esa
tendencia predominó, en efecto. Por eso, R. Dielo no tenía
ningún derecho a remitirse, para refutar la existencia y el peligro del
"economismo", a un folleto que exponía concepciones desplazadas en
San Petersburgo en 1897-1898 por las concepciones "economistas"++++++++.
Nota mía
Pero R.
Dielo no sólo "defendía" a los "economistas", sino
que él mismo caía continuamente en sus equivocaciones principales. Esto se
debía al modo ambiguo de interpretar la siguiente tesis de su propio programa:
"El movimiento obrero de masas (la cursiva es de R. D.)
surgido en los últimos años es, a juicio nuestro, un fenómeno de la mayor
importancia de la vida rusa y está llamado principalmente a determinar
las tareas (la cursiva es nuestra) y el carácter de la actividad literaria
de la Unión". Es indiscutible que el movimiento de masas representa un
fenómeno de la mayor importancia. Pero la cuestión estriba en la manera de
concebir "cómo determina las tareas" este movimiento de masas. Puede
concebirse de dos maneras: o bien en el sentido del culto a la
espontaneidad de ese movimiento, es decir, reduciendo el papel de la
socialdemocracia al de simple servidor del movimiento obrero como tal (así la
conciben Rab. Mysl, el Grupo de Autoemancipación y los demás
"economistas"); o bien en el sentido de que el
movimiento de masas nos plantea nuevas tareas teóricas,
políticas y orgánicas, mucho más complejas que las tareas con que podíamos
contentarnos antes de que apareciera el movimiento de masas. Rab. Dielo tendía
y tiende a concebirla precisamente en el primer sentido, pues no ha dicho nada
concreto acerca de las nuevas tareas y ha razonado todo el tiempo como si el
"movimiento de masas" nos eximiera de la necesidad
de comprender con claridad y cumplir las tareas que éste plantea. Será
suficiente recordar que R. Dielo consideraba imposible señalar
al movimiento obrero de masas como primera tarea el
derrocamiento de la autocracia, rebajando esta tarea (en nombre del movimiento
de masas) al nivel de la lucha por reivindicaciones política inmediatas (Respuestas,
pág. 25).
Dejemos
a un lado el artículo La lucha económica y política en el movimiento ruso,
publicado por B. Krichevski, director de Rab. Dielo, en el núm. 7
–artículo en que se repiten esos mismos errores# -, y
pasemos directamente al número 10 de dicho periódico. Por supuesto, no nos
detendremos a analizar objeciones aisladas de b. Krichevski y Martínov
contra Zariá e Iskra. Lo único que os interesa
aquí es la posición de principios que ha adoptado Rabócheie Dielo en
su número 10. No nos detendremos, por ejemplo, a examinar el caso curioso de
que R. Dielo vea una "contradicción flagrante" entre
la tesis:
"La
socialdemocracia no se ata las manos, no circunscribe sus actividades a un
plano o procedimiento cualesquiera de lucha política concebidos de antemano:
admite todos los medios de lucha con tal de que correspondan a las fuerzas
efectivas del partido", etc. (núm. 1 de Iskra)##
y
la tesis:
"Sin
no existe una organización fuerte con experiencia de lucha política en
cualquier situación y en cualquier período no se puede ni hablar de un plan
sistemático de actividad, basado en principios firmes y aplicado rigurosamente,
del único plan que merece el nombre de táctica" (núm. 4 de Iskra)###.
Cuando
se quiere hablar de táctica, confundir la admisión en principio de todos los
medios de lucha, de todos los planes y procedimientos con tal de que sirvan
para lograr el fin propuesto, con la exigencia de guiarse en un momento
político concreto por un plan aplicado a rajatabla equivale a
confundir que la medicina admite todos los sistemas terapéuticos con la
exigencia de que en el tratamiento de una enfermedad concreta se siga siempre
un sistema determinado. Pero de lo que se trata, precisamente, es de que Rab.
Dielo, que padece de una enfermedad
que hemos llamado culto a la espontaneidad, no quiere admitir ningún
"sistema terapéutico" para curar esta enfermedad. Por eso ha hecho el
notable descubrimiento de que "la táctica-plan está en contradicción con
el espíritu fundamental del marxismo" (núm. 10, pág. 18), de que la
táctica es "un proceso de crecimiento de las tareas del partido, las
cuales crecen junto con éste" (pág. 11; la cursiva es de R.
D.) Esta segunda máxima tiene todas las probabilidades de hacerse célebre,
de convertirse en un monumento imperecedero a la "tendencia" de Rab.
Dielo. A la pregunta de "¿A dónde ir?, este órgano dirigente responde:
El movimiento es un proceso de cambio de la distancia entre el punto de partida
y el punto subsiguiente del movimiento. Esta incomparable profundidad de
pensamiento no sólo es curiosa (si sólo fuera curiosa no valdría la pena
detenerse especialmente en ella), sino que representa, además, el
programa de toda una tendencia, a saber: el mismo programa que R. M. Expuso
(en el Suplemento especial suyo) con las siguientes palabras:
es deseable la lucha que es posible, y es posible la lucha que se sostiene en
un momento dado. Esta es precisamente la tendencia del oportunismo ilimitado,
que se adapta en forma pasiva a la espontaneidad.
"¡La
táctica-plan está en contradicción con el espíritu fundamental del
marxismo!" Eso es una calumnia contra el marxismo, eso equivale a
convertirlo en la caricatura que nos oponían los populistas en su guerra contra
nosotros. ¡Eso es precisamente aminorar la iniciativa y la energía de los
militantes conscientes, mientras que el marxismo, por el contrario, da un
impulso gigantesco a la iniciativa y a la energía de los socialdemócratas,
abriendo ante ellos las perspectivas más vastas, poniendo a su disposición (si
podemos expresarnos así) las fuerzas poderosas de los millones y millones que
constituyen la clase obrera, la cual se alza a la lucha
"espontáneamente"! Toda la historia de la socialdemocracia
internacional abunda en planes, propuestos ora por uno, ora por otro líder
político, que demuestran la perspicacia y la justedad de las concepciones que
uno tiene de política y organización o revelan la miopía y los errores
políticos de otro. Cuando Alemania dio uno de los mayores virajes históricos
–la formación del Imperio, la apertura del Reichtag, la concesión del sufragio
universal -, Liebknecht tenía un plan de la política y la acción en general de
la socialdemocracia, y Schweitzer tenía otro. Cuando sobre los socialistas
alemanes cayó la Ley de excepción, Most y Hasselman, dispuestos a exhortar pura
y simplemente a la violencia y al terrorismo, tenían un plan; Höchberg, Schramm
y (en parte) Bernstein tenían otro plan, y empezaron a predicar a los
socialdemócratas que, con su innsensata brusquedad y su revolucionarismo,
habían provocado esa ley y debían ganarse el perdón con una conducta ejemplar;
tenían un tercer plan quienes prepararon y llevaron a la práctica la publicación de un órgano de prensa clandestino (61). Al mirar al pasado, muchos años después de
terminar la lucha por la elección del camino y de haber pronunciado la historia
su veredicto sobre el acierto del camino elegido, no es difícil, claro está,
revelar profundidad de pensamiento, proclamando la máxima de que las tareas del
partido crecen con éste. Pero limitarse en un momento de confusión####,
cuando los "críticos" y los "economistas" rusos hacen
descender a la socialdemocracia al nivel del tradeuninismo, y los terroristas
propugnan con empeño la adopción de una "táctica-plan" que repite los
viejos errores, a semejante profundidad de pensamiento significa extenderse a
sí mismo un "certificado de pobreza". Decir en un momento en que
muchos socialdemócratas rusos padecen precisamente de falta de iniciativa y
energía, de falta de "amplitud en la propaganda,
agitación y organización políticas"#####, de falta de "planes"
para organizar a mayor escala la labor revolucionaria, decir en un momento así
que "la táctica-plan está en contradicción con el espíritu fundamental del
marxismo" no sólo significa envilecer el marxismo en el sentido teórico,
sino, en la práctica, tirar del partido hacia atrás.
"El socialdemócrata revolucionario –nos alecciona más adelante R.
Dielo – se plantea la única tarea de acelerar con su labor consciente
el desarrollo objetivo, y no suprimirlo o sustituirlo con planes
subjetivos. Iskra sabe todo esto en teoría. Pero la magna
importancia que el marxismo atribuye justamente a la labor revolucionaria
consciente la lleva en la práctica, debido a su concepción doctrinaria de la
táctica, a aminorar la importancia del elemento objetivo o espontáneo
del desarrollo" (pág. 18)
Otra vez la mayor confusión teórica, digna del señor V. V. y cofradía.
Pero desearíamos preguntar a nuestro filósofo: ¿en qué puede manifestarse la
"aminoración" del desarrollo objetivo por parte de un autor de planes
subjetivos? Evidentemente, en perder de vista que este desarrollo objetivo crea
a afianza, hunde o debilita a estas o las otras clases, sectores y grupos, a tales
o cuales naciones, grupos de naciones, etc., condicionando así una u otra
agrupación política internacional de fuerzas, una u otra posición de los
partidos revolucionarios, etc. pero el pecado de tal autor no consistirá
entonces en aminorar el elemento espontáneo, sino en aminorar, por el
contrario, el elemento consciente, pues le faltará
""conciencia"" para comprender con acierto el desarrollo
objetivo. Por eso, el mero hecho de hablar de "apreciación de la
importancia relativa" (la cursiva es de Rabócheie Dielo)
de lo espontáneo y lo consciente revela una falta absoluta de
"conciencia". Si ciertos "elementos espontáneos del
desarrollo" son accesibles en general a la conciencia humana, su
apreciación errónea equivaldrá a "aminorar el elemento concsciente2. Y si
son inaccesibles a la conciencia, no los conocemos ni podemos hablar de ellos.
¿De qué habla, pues, B. Krichevski? Si considera erróneos los "planes
subjetivos" de Iskra (y él los declara erróneos), debería
probar qué hechos objetivos no son tenidos en cuenta en esos planes y acusar
a Iskra, por ello, de falta de conciencia, de
""minoración del elemento consciente"" usando su lenguaje.
Pero si, descontento con los planes subjetivos, no tiene más argumento que el
de invocar la "aminoración del elemento espontáneo" (¡!) lo único que
demuestra es que: 1) en teoría, comprende le marxismo a los Karéiev
y a lo Mijailovski, suficientemente ridiculizados por Béltov (62); 2) en la
práctica, se da por satisfecho en absoluto con los "elementos espontáneos
del desarrollo", que arrastraron a
nuestros marxistas legales al bernteinianismo, y a nuestros socialdemócratas, al "economismo", muestra
"gran indignación" con quienes han decidido apartar contra
viento y marea a la socialdemocracia rusa del camino del desarrollo
"espontáneo".
Y más adelante siguen ya cosas divertidísimas. "De la misma manera
que los hombres, pese a todos los éxitos de las ciencias naturales, seguirán
multiplicándose por el método antediluviano, el nacimiento de un nuevo régimen,
pese a todos los éxitos de las ciencias sociales y el aumento del número de
luchadores conscientes, seguirá siendo asimismo principalmente resultado
de explosiones espontáneas" (pág. 19). De la misma manera que la sabiduría
antediluviana dice que no hace falta mucha inteligencia para tener hijos, la
sabiduría de los "socialistas modernos" (a lo
Narciso Tuporílov) (63) proclama:
Cualquiera tendrá inteligencia suficiente para participar en el nacimiento
espontáneo de un nuevo régimen social. Nosotros también creemos que cualquiera
tendrá inteligencia suficiente. Para participar de ese modo, basta dejarse
arrastrar por el "economismo" cuando reina el
"economismo", y por el terrorismo. Así, en la primavera de este año,
cuando tanta importancia tenía prevenir contra la inclinación al
terrorismo, Rabócheie Dielo estaba perplejo ante este
problema, "nuevo" para él. Y seis meses más tarde, cuando el problema
ha dejado de ser actual, nos ofrece a un mismo tiempo la declaración de que
"creemos que la tarea de la socialdemocracia no puede ni debe consistir en
contrarrestar el auge del espíritu terrorista" (R. D. núm. 10,
pág. 23) y la resolución del congreso: "El
congreso considera inoportuno el terrorismo ofensivo sistemático" (Dos congresos, pág. 18). ¡Con qué
magnificas claridad e ilación está dicho! No nos oponemos, pero lo declaramos
inoportuno; y lo declaramos de tal manera, que el terror no sistemático y
defensivo no va incluido en la "resolución". ¡Es forzoso
reconocer que semejante resolución está a cubierto de todo peligro y queda
garantizada por completo contra los errores, como lo está un hombre que habla
por hablar! Y para redactar semejante resolución sólo hacía falta una cosa:
saber mantenerse a la zaga del movimiento. Cuando Iskra se
burló de Rab. Dielo por haber declarado que el programa del
terrorismo era nuevo######, R. Dielo, enfadado, acusó a Iskra de
tener "la pretensión verdaderamente increíble, de imponer a la
organización del partido la solución que ha dado a los problemas de táctica
hace más de 15 años un grupo de escritores emigrados" (pág. 24). En efecto
¡qué pretensión y qué exageración del elemento, consciente: resolver de
antemano los problemas en teoría, para luego convencer de la justedad e esa
solución tanto a la organización como al partido y a las masas!####### ¡Otra cosa es repetir simplemente cosas
trilladas y, sin "imponer" nada a nadie, someterse a cada
"viraje", ya sea hacia el "economismo", ya sea hacia el
terrorismo! Rab. Dielo llega incluso a generalizar este gran
precepto de la sabiduría de la vida, acusando a Iskra y Zariá de
"oponer su programa al movimiento, como un espíritu que se cierne sobre un
caos amorfo" (pág. 29). Pero ¿en qué consiste el papel de la
socialdemocracia sino en ser el "espíritu" que no sólo se cierne
sobre el movimiento espontáneo, sino que eleva a este
último al nivel de "su programa"? Porque no ha de
consistir en seguir arrastrándose a la zaga del movimiento, lo que, en el mejor
de los casos, sería inútil para el propio movimiento y, en el peor de los
casos, nocivo en extremo. Pero Rabócheie Dielo no sólo sigue esta
"táctica-proceso", sino que la erige en principio, de modo que sería
más justo, llamar a esta tendencia seguidismo (de la palabra "seguir a la
zaga") en vez de oportunismo. Y es obligado reconocer que quienes han
decidido firmemente seguir siempre a la zaga del movimiento están asegurados,
en absoluto y para siempre, contra la "aminoración del elemento espontáneo
del desarrollo".
Así pues,
hemos podido convencernos de que el error fundamental de la "nueva
tendencia" en la socialdemocracia rusa consiste en rendir culto a la
espontaneidad, en no comprender que la espontaneidad de las masas exige de
nosotros, los socialdemócratas, una elevada conciencia. Cuanto más crece la
lucha espontánea de las masas, cuanto más amplio se hace el movimiento, tanto
mayor, incomparablemente mayor, es el imperativo de elevar con rapidez la
conciencia en la labor teórica, política y orgánica de la socialdemocracia.
La activación espontánea de las masas en Rusia ha sido (y sigue siendo)
tan rápida que la juventud socialdemócrata ha resultado poco preparada para
cumplir estas tareas gigantescas. Esta falta de preparación es nuestra
desgracia común, una desgracia de todos los socialdemócratas
rusos. La activación de las masas se ha producido y aumentado de manera
continua y sucesiva, y lejos de cesar donde había comenzado, se ha extendido a
nuevas localidades y nuevos sectores de la población (bajo la influencia del
movimiento obrero se ha reanimado la efervescencia entre la juventud
estudiantil, entre los intelectuales en general e incluso entre los
campesinos). Pero los revolucionarios se han rezagado de la
creciente actividad de las masas tanto en sus "teorías" como en su
labor, no han logrado crear una organización permanente que funcione sin
interrupciones y sea capaz de dirigir todo el movimiento.
En el primer capítulo hemos consignado que R. Dielo rebaja
nuestras tareas teóricas y repite "espontáneamente" el grito de moda:
"libertad de crítica"; quienes lo repiten no han tenido
"conciencia" suficiente para comprender que las posiciones de los
"críticos" oportunistas y las de los revolucionarios en Alemania y en
Rusia son diametralmente opuestas.
En los capítulos siguientes examinaremos cómo se ha manifestado este
culto a la espontaneidad en el terreno de las tareas políticas y en la labor de
organización de la socialdemocracia.
* El tradeunionismo en modo alguno descarta
toda "política" como se cree a veces. Las tradeuniones han realizado
siempre cierta agitación y cierta lucha política (pero no socialdemócrata). En
el capítulo siguiente expondremos la diferencia existente entre política
tradeunionista y política socialdemócrata.
** A.A. Vanéiev falleción en 1899, en
Siberia Oriental, a causa de la tuberculosis que contrajo cuando se hallaba
incomunicado en prisión preventiva. Por eso hemos tenido a bien publicar los
datos que figuran en el texto, cuya autenticidad garantizamos, pues proceden de
gente que conocía personalmente a Vanéiev y tenía intimidad con él.
**** "Al repudiar la actividad de los
socialdemócratas de fines de los años 90, Iskra no tiene en
cuenta que entonces faltaban condiciones para toda labor que no fuera la lucha
por pequeñas reivindicaciones", dicen los "economistas" en su
Carta a los órganos socialdemócratas rusos (Iskra, núm. 12). Los hechos
mencionados en el texto demuestran que esta afirmación sobre la "falta de
condiciones" es diametralmente opuesta a la verdad. No sólo a fines, sino
incluso a mediados de los años 90 existían de sobra todas las condiciones
necesarias para otra labor, además de la lucha por pequeñas reivindicaciones;
todas las condiciones, excepto una preparación suficiente de los dirigentes. Y
en vez de reconocer con franqueza esta falta de preparación por nuestra parte,
por parte de los ideólogos, de los dirigentes, los "economistas2 quieren
achacarlo todo a la "falta de condiciones", a la influencia del medio
material, el cual determina un camino del que ningún ideólogo conseguirá
apartar el movimiento. ¿Qué es esto sino servilismo ante la espontaneidad,
apego de los "ideólogos" a sus propios defectos?
***** Digamos de paso que este elogio de Rabóchaya
Mysl, en noviembre de 1898, cuando el "economismo" se había
definido por completo, sobre todo en el extranjero, partía del propio V. I.-n.,
que muy pronto formó parte del cuerpo de redactores de Rab. Dielo,
¡Y Rab. Dielo todavía continuó negando la existencia de dos
tendencias en la socialdemocracia rusa, como la sigue negando hoy!
****** El siguiente hecho característico prueba
que esta comparación es justa. Después de ser detenidos los "decembristas",
entre los obreros de la carretera de Shlisselburgo se difundió la noticia de
que había contribuido a ello el provocador N. N. Mijáilov (un dentista),
vinculado a un grupo que estaba en contacto con los "decembristas".
Los obreros se indignaron de tal modo que decidieron matar a Mijáilov.
******* Del mismo editorial del primer número de
Rabóchaba Mysl. Se puede juzgar po resto de cuál era la preparación teórica de
esos "V.V. de la socialdemocracia rusa", los cuales repetían la burda
vulgarización del "materialismo económico", en tanto que los
marxistas hacían en sus publicaciones la guerra al auténtico señor V. V.,
llamado desde hacía tiempo "maestro en asuntos reaccionarios" por ese
mismo modo de concebir la relación entre la política y la economía.
******** Los alemanes incluso tienen una palabra
especial, Nur-Gewerk-schaftler, para designar a los partidarios de la lucha
"exclusivamente sindical".
********* Subrayamos actuales para quienes se
encojan farisaicamente de hombros y digan: ¡ahora es fácil demostrar a Rabóchaya
Mysl cuando no es más que un arcaísmo! Mutato nomine de te
fabula narratur ("cambiando el nombre, la fábula habla de
ti". – N. de la Edit.), contestamos nosotros a esos fariseos
contemporáneos cuya completo sumisión servil a las ideas de Rab. Mysl será
demostrada más adelante.
+++ Neue Zeit, 1901-1902, XX, I,
núm. 3, pág. 79. El proyecto de la comisión a que se refiere C. Kautsky fue
aprobado por el Congreso de Viena (56) (a fines
del año pasado) un tanto modificado.
++++ Esto no quiere decir, naturalmente, que
los obreros no participen en esa elaboración. Pero no participan como obreros,
sino como teóricos del socialismo, como los Proudhon y los Weitling; dicho con
otras palabras, sólo participan en el momento y en la medida en que logran, en
grado mayor o menor, dominar la ciencia de su siglo y hacerla avanzar. Y para
que lo logren con mayor frecuencia, es necesario preocuparse lo más
posible de elevar el nivel de conciencia de los obreros en general; es necesario
que éstos no se encierren en el marco, artificialmente restringido, de las
"publicaciones para obreros", sino que aprendan a asimilar más y más
las publicaciones generales. Incluso sería más justo decir, en vez de "no
se encierren", que "no sean encerrados", pues los obreros leen y
quieren leer cuanto se escribe también para los intelectuales, y sólo ciertos
intelectuales (de ínfima categoría) creen que "para los obreros"
basta relatar lo que ocurre en las fábricas y repetir cosas conocidas desde hace
ya mucho tiempo.
+++++ Se dice a menudo que la clase obrera
tiende espontáneamente al socialismo. Esto es justo por completo en el sentido
de que la teoría socialista determina, con más profundidad y exactitud que
ninguna otra, las causas de las calamidades que padece la clase obrera, debido
a lo cual los obreros la asimilan con tanta facilidad, siempre que esta teoría
no ceda ante la espontaneidad, siempre que esta teoría supedite a la
espontaneidad. Por lo general, esto se sobreentiende, pero Rab. Dielo lo
olvida y lo desfigura. La clase obrera tiende al socialismo de manera
espontánea; pero la ideología burguesa, la más difundida (y resucitada sin
cesar en las formas más diversas), es, sin embargo, la que más se impone
espontáneamente a los obreros.
++++++ En torno a las tareas actuales y la
táctica de los socialdemócratas rusos. Ginebra, 1898, Dos cartas a Rabóchaya
Gazeta, escritas en 1897.
++++++++ Defendiéndose, Rabócheie Dielo completó
su primera falsedad ("ignoramos a qué camaradas jóvenes se ha referido
P.B. Axelrod") con una segunda, al escribir en su Respuesta: "Desde
que apareció la reseña de Las tareas, entre algunos
socialdemócratas rusos han surgido o se han definido con mayor o menor claridad
tendencias hacia la unilateralidad económica, que significan un paso atrás en
comparación con el estado de nuestro movimiento esbozado en Las tareas"
(pág. 9). Esto lo dice la Respuesta publicada en 1900. Pero el
primer número de Rabócheie Dielo (con la reseña) apareció en
abril de 1899. ¿Es que el "economismo" surgió sólo en 1899? No, en
1899 se oyó por vez primera la voz de protesta de los socialdemócratas rusos contra
el "economismo" (la protesta contra el Credo). (Véase V. I. Lenin.
Obras Completas, 5ª ed. en ruso, t. 4, pág. 163-176. –N. de la Edit.) El
"economiso surgió en 1897, como sabe muy bien Rabócheie Dielo,
pues, V. I-n elogiaba a Rabóchaya Mysl ya en noviembre de
1898 (Listok "Rabótnika", núm. 9-10).
# Por ejemplo, en
ese artículo se expone con las siguientes palabras la "teoría de las
fases" o teoría de los "tímidos zigzags" en la lucha política:
"Las reivindicaciones políticas que, por su carácter, son comunes a toda
Rusia, deben, sin embargo durante los primeros tiempos" (¡esto se escribe
en agosto de 1900!) "corresponder a la experiencia adquirida por el sector
dado (¡sic!) de obreros en la lucha económica. Sólo (¡) tomando como base esta
experiencia se puede y se debe iniciar la agitación política", etc. (pág.
11). En la pág. 4, indignado el autor por las acusaciones de herejía
economista, carentes de todo fundamento, según él, exclama con tono patético:
"Pero ¿qué socialdemócrata ignora que, según la doctrina de Marx y Engels,
los intereses económicos de las distintas clases desempeñan un papel decisivo
en la historia y que, por tanto (la cursiva es nuestra), en
particular la lucha del proletariado por sus intereses económicos debe tener
una importancia primordial para su desarrollo como clases y para su lucha
emancipadora?" Este "por tanto" está completamente fuera de
lugar. Del hecho de que los intereses económicos desempeñan un papel
decisivo en modo alguno se deduce que la lucha económica
(=sindical) tenga una importancia primordial, pues los intereses más esenciales
y "decisivos" de las clases pueden satisfacerse en general únicamente por
medio de transformaciones políticas radicales, en particular, el
interés económico fundamental del proletariado sólo puede beneficiarse por
medio de una revolución política que sustituya la dictadura de la burguesía con
la dictadura del proletariado. B. Krichevski repite el razonamiento de los
"V. V. de la socialdemocracia rusa" (la política sigue a la economía,
etc.) y de los bernsteinianos de la alemana (por ejemplo, Woltmann alegaba
precisamente los mismos argumentos para tratar de demostrar que los obreros,
antes de pensar de una revolución política, deben adquirir una "fuerza
económica").
#### Ein Jahr der Verwirrung ("Un
año de confusión"): así ha titulado Mehring el apartado de su Historia
de la socialdemocracia alemana en que describe los titubeos y la
indecisión que manifestaron los socialistas en un principio, al elegir la
"táctica-plan" que correspondía a las nuevas condiciones.
##### Del editorial del núm. 1 de Iskra.
(Véase V. I. Lenin. Tareas urgentes de nuestro movimiento. – N.
de la Edit.)
####### Tampoco debe olvidarse que, al resolver
"en teoría" el problema del terrorismo, el grupo Emancipación del
Trabajo sintetizó la experiencia del movimiento revolucionario
anterior.
Aleksandr
Martínov
III.
Política
tradeunionista y política socialdemócrata
Comenzaremos una vez más haciendo un elogio de Rabócheie Dielo.
En su número 10 publica un artículo de Martínov sobre las discrepancias
con Iskra, titulado Las publicaciones de denuncias y la
lucha proletaria. "No podemos limitarnos a denunciar el estado de
cosas que entorpece su desarrollo (el del partido obrero). Debemos también
hacernos eco de los intereses inmediatos y cotidianos del proletariado"
(pág. 63). Así formula Martínov la esencia de esas discrepancias. "Iskra…
es de hecho el órgano de la oposición revolucionaria, que denuncia el estado de
cosas reinante en nuestro país y, principalmente, el régimen político… Nosotros,
en cambio, trabajamos y seguiremos trabajando por la causa obrera en estrecha
conexión orgánica con la lucha proletaria" (ibíd.). Es forzoso agradecer a
Martínov esta fórmula. Adquiere un notable interés general, porque, en el
fondo, no abarca sólo, ni mucho menos, nuestras discrepancias con R.
Dielo: abarca también, en general, todas las discrepancias existentes entre
nosotros y los "economistas" respecto a la lucha política. Hemos
demostrado ya que los "economistas" no niegan en absoluto la
"política", sino que únicamente se desvían a cada paso de la
concepción socialdemócrata de la política hacia la concepción tradeunionista.
De la misma manera se desvía Martínov, y por eso estaremos dispuestos a tomarlo
por modelo de las aberraciones economistas en esta cuestión. Trataremos de
demostrar que nadie podrá ofenderse con nosotros por esta elección: ni los
autores del Suplemento especial de "Rabóchaya Mysl",
ni los autores del Llamamiento del Grupo de Autoemancipación, ni los autores de
la carta "economista" publicada en el núm. 12 de Iskra.
a. La
agitación política y su restricción por los economistas
Todo el mundo sabe que la lucha económica* de
los obreros rusos alcanzó gran extensión y se consolidó a la par con la
aparición de "publicaciones" de denuncias económicas (concernientes a
las fábricas y los oficios). El contenido principal de las
"octavillas" consistía en denunciar la situación existente en las fábricas,
y entre los obreros se desencadenó pronto una verdadera pasión por estas
denuncias. En cuanto los obreros vieron que los círculos socialdemócratas
querían y podían proporcionarles hojas de nuevo tipo –que les decían toda la
verdad sobre su vida miserable, su trabajo increíblemente penoso y su situación
de parias -, comenzaron a inundarlos, por decirlo así, de cartas de las
fábricas y los talleres. Estas "publicaciones, de denuncias" causaban
inmensa sensación tanto en las fábricas cuyo estado de cosas fustigaban como en
todas las demás a las que llegaban noticias de los hechos denunciados. Y puesto
que las necesidades y las desgracias de los obreros de distintas empresas y de
diferentes oficios tienen mucho de común, la "verdad sobre la vida obrera"
entusiasmaba a todos. Entre los obreros más atrasados
se propagó una verdadera pasión por "ser publicado", pasión noble por
esta forma embrionaria de guerra contra todo el sistema social moderno, basado
en el pillaje y la opresión. Y las "octavillas", en la inmensa
mayoría de los casos, eran de hecho una declaración de guerra, pues la denuncia
producía un efecto terriblemente excitante, movía a todos los obreros a
reclamar que se pusiera fin a los escándalos más flagrantes y los disponía a
defender sus reivindicaciones por medio de huelgas. Los propios fabricantes
tuvieron, en fin de cuentas, que reconocer hasta tal punto la importancia de
estas octavillas como declaración de guerra, que, muy a menudo, ni siquiera
querían esperar a que empezase la guerra. Las denuncias, como ocurre siempre,
tenían fuerza por el mero hecho de su aparición y adquirían el valor de una
poderosa presión moral. Más de una vez bastó con que apareciera una octavilla
para que las reivindicaciones fuesen satisfechas total o parcialmente. En una
palabra, las denuncias económicas (fabriles) han sido y son un resorte
importante de la lucha económica. Y seguirán conservando esta importancia
mientras exista el capitalismo, que origina necesariamente la autodefensa de
los obreros. En los países europeos más adelantados se puede observar,
incluso hoy, que las denuncias de escándalos en alguna "industria de
oficio" de un rincón perdido o en alguna rama del trabajo a domicilio,
olvidada de todas, se convierten en punto de partida para despertar la
conciencia de clase, para iniciar la lucha sindical y la difusión del
socialismo**.
Durante los últimos tiempos, la inmensa mayoría de los socialdemócratas
rusos han estado absorbidos casi enteramente por esta labor de organización de
las denuncias de los abusos cometidos en las fábricas. Basta con recordar Rab.
Mysl para ver a qué extremo había llegado esa absorción y cómo se olvidaba que
semejante actividad, por sí sola, no era aún, en el fondo,
socialdemócrata, sino sólo tradeunionista. En realidad, las denuncias no se
referían más que a las relaciones de los obreros de un oficio
determinado con sus patronos respectivos, y lo único que lograban era
que los vendedores de la fuerza de trabajo aprendieran a vender a mejor precio
esta "mercancía" y a luchar contra los compradores en el terreno de
las transacciones puramente comerciales. Estas denuncias podían convertirse
(siempre que las aprovechara en cierto grado la organización de los
revolucionarios) en punto de partida y elemento integrante de la actividad
socialdemócrata, pero podían conducir también (y, con el culto a la
espontaneidad, debían conducir) a la lucha "exclusivamente sindical"
y a un movimiento obrero no socialdemócrata. La socialdemocracia dirige la lucha de la clase obrera no sólo para
conseguir ventajosas condiciones de venta de la fuerza de trabajo, sino para
destruir el régimen social que obliga a los desposeídos a venderse a los ricos.
La socialdemocracia representa a la clase obrera en sus relaciones no sólo con
un grupo determinado de patronos, sino con todas las clases de la sociedad
contemporánea, con el Estado como fuerza política organizada. Se comprende,
por tanto, que, lejos de poder limitarse a la lucha económica, los
socialdemócratas no pueden ni admitir que la organización de denuncias
económicas constituya su actividad predominante. Debemos emprender una intensa labor de educación política de la clase
obrera, de desarrollo de su conciencia política. Ahora, después
del primer embate de Zariá e Iskra contra el
"economismo", "todos están de acuerdo" con eso (aunque
algunos lo están sólo de palabra, como veremos enseguida).
Cabe preguntar: ¿en qué debe
consistir la educación política? ¿Podemos limitarnos a propagar la idea de
que la clase obrera es hostil a la autocracia? Está claro que no. No basta
con explicar la opresión política de que son objeto los
obreros (de la misma manera que era insuficiente explicarles el
antagonismo entre sus intereses y los de los patronos). Hay que hacer agitación
con motivo de cada hecho concreto de esa opresión (como hemos empezado a
hacerla con motivo de las manifestaciones concretas de opresión económica). Y
puesto que las más diversas clases de la sociedad son víctimas de esta opresión,
puesto que se manifiesta en los más diferentes ámbitos de la vida y de la
actividad sindical, cívica, personal, familiar, religiosa, científica, etc.,
¿no es evidente que incumpliríamos nuestra misión de
desarrollar la conciencia política de los obreros si no asumiéramos la
tarea de organizar una campaña de denuncias políticas de
la autocracia en todos los aspectos? Porque para hacer agitación
con motivo de las manifestaciones concretas de la opresión es preciso denunciar
esas manifestaciones (lo mismo que arpa hacer agitación económica era necesario
denunciar los abusos cometidos en las fábricas).
Podría creerse que esto está claro. Pero aquí precisamente resulta que
sólo de palabra están "todos" de acuerdo con que es necesario
desarrollar la conciencia política en todos sus aspectos. Aquí
precisamente resulta que Rab. Dielo, por ejemplo, lejos de asumir
la tarea de organizar denuncias políticas en todos los aspectos (o comenzar su
organización), se ha puesto a arrastrar hacia atrás también
a Iskra, que había iniciado esa labor. Escuchen: "La lucha
política de la clase obrera es sólo" (precisamente no es sólo) "la
forma más desarrollada, amplia y eficaz de la lucha económica" (programa
de Rab. Dielo: véase su número 1, pág. 3). "En la
actualidad, los socialdemócratas tienen planteada la tarea de dar a la lucha
económica misma, en la medida de lo posible, un carácter político"
(Martinóv en el núm. 10, pág. 42). "La lucha económica es el medio que se
puede aplicar con la mayor amplitud para incorporar a las masas a la lucha
política activa" (Resolución del Congreso de la
Unión (64) y "enmiendas": Dos
congresos, pág. 11 y 17): como ve el lector, Rab. Dielo está
impregnado de todas estas tesis desde su aparición hasta las últimas
"instrucciones a la redacción", y todas ellas expresan,
evidentemente, un mismo parecer de la agitación y la lucha políticas. Analicen,
pues, este parecer desde el punto de vista de la opinión, dominante entre todos
los "economistas", de que la agitación política debe seguir a
la económica. ¿Será cierto que la lucha económica es, en general***, "el medio que se puede
aplicar con la mayor amplitud" para incorporar a las masas a la lucha
política? Es falso por completo. Medios "que se pueden aplicar" con
no menos "amplitud" para tal "incorporación" son todas
y cada una de las manifestaciones de la opresión policíaca
y de la arbitrariedad autocrática, pero en modo alguno sólo las manifestaciones
ligadas a la lucha económica. ¿Por qué los jefes de los zemstvos (65) y los castigos corporales de los
campesinos, las concusiones de los funcionarios y el trato que da la policía a
la "plebe" de las ciudades, la lucha con los hambrientos y la
persecución de los deseos de instrucción y de saber que siente el pueblo, la
exacción de tributos y la persecución de las sectas religiosas, el
adiestramiento de los soldados a baquetazos y el trato cuartelero que se da a
los estudiantes y los intelectuales liberales; por qué todas estas
manifestaciones de opresión y miles de otras análogas, que no tienen relación
directa con la lucha "económica", han de ser en general medios y
motivos "que se pueden aplicar" con menos "amplitud"
para hacer agitación política, para incorporar a las masas a la lucha política?
Todo lo contrarios: es indudable que, en la suma total de casos cotidianos en
que el obrero (él mismo o sus allegados) está falto de derechos o sufre de la
arbitrariedad y la violencia , sólo una pequeña minoría son casos de opresión
policíaca en la lucha sindical. ¿Para qué restringir de
antemano la envergadura de la agitación política y declarar que se "puede
aplicar con más amplitud" sólo uno de los medios, al lado
del cual, deben hallarse, para un socialdemócrata, otros que, hablando en
general, "pueden aplicarse" con no menos "amplitud"?
En tiempos muy, muy remotos (¡hace un año!…), Rab. Dielo decía:
"Las reivindicaciones políticas inmediatas se hacen asequibles a las masas
después de una huelga o, a lo sumo, de varias huelgas", "en cuanto el
gobierno emplea la policía y la gendarmería" (núm. 7, pág. 15 de agosto de
1900). Ahora, esta teoría oportunista de las fases ha sido ya rechazada por la
Unión, la cual nos hace una concesión al declarar que "no hay ninguna
necesidad de desarrollar desde el comienzo mismo la agitación política
exclusivamente sobre el terreno económico" (Dos congresos, pág.
11). ¡Por este solo hecho el futuro historiador de la socialdemocracia rusa
verá mejor que por los más largos razonamientos hasta qué punto han envilecido
el socialismo nuestros "economistas"! Pero ¡qué ingenuidad la de la
Unión imaginarse que, a cambio de esta renuncia a una forma de restricción de
la política, podía llevársenos a aceptar otra forma de restricción! ¿No hubiera
sido más lógico decir, también en este caso, que se debe desarrollar con la
mayor amplitud posible la lucha económica, que es preciso utilizarla siempre
para la agitación política, pero que "no hay ninguna necesidad" de
ver en la lucha económica el medio que se puede aplicar con más amplitud
para incorporar a las masas a la lucha política activa?
La Unión atribuye importancia al hecho de haber sustituido con las
palabras "el medio que se puede aplicar con la mayor amplitud" la
expresión "el mejor medio", que figura en la resolución correspondiente del IV Congreso de la Unión Obrera Hebrea (Bund) (66). Nos
veríamos, efectivamente, en un aprieto si tuviésemos que decir cuál de estas
dos resoluciones es mejor: a nuestro juicio, las dos son peores.
Tanto la Unión como el Bund se desvían en este caso (en parte, quizá, hasta
inconscientemente, bajo la influencia de la tradición) hacia una interpretación
economista, tradeunionista, de la política. En el fondo, las cosas no cambian
en nada con que esta interpretación se haga empleando la palabreja "el
mejor" o la expresión, "el que se puede aplicar con la mayor
amplitud". Si la Unión dijera que "la agitación política sobre el
terreno económico" es el medio aplicado con la mayor amplitud (y no
"aplicable"), tendría razón respecto a acierto período de desarrollo
de nuestro movimiento socialdemócrata. Tendría razón precisamente respecto a
los "economistas", respecto a muchos militantes prácticos (si no a la
mayoría de ellos) de 1898 a 1901, pues esos
prácticos-"economistas" aplicaron, en efecto, la
agitación política (¡en el grado en que, en general, la aplicaban!) casi
exclusivamente en el terreno económico. ¡Semejante agitación política era
aceptada y hasta recomendada, como hemos visto, tanto por Rab. Mysl como
por el Grupo de Autoemancipación! Rab. Dielo debería
haber condenado resueltamente el hecho de que la obra útil de
la agitación económica fuera acompañada de una restricción nociva de la lucha
política; pero, en vez de hacer eso, declara que ¡el medio más aplicado (por
los "economistas") es el medio más aplicable! No es de
extrañar que estos hombres, cuando los tildamos de "economistas", no
encuentren otra salida que ponernos de vuelta y
media, llamándonos "embaucadores",
"desorganizadores", "nuncios del papa" y
"calumniadores"****; no
encuentren otra salida que llorar ante todo el mundo, diciendo que les hemos
inferido una atroz afrenta, y declarar casi bajo
juramento que "ni una sola organización socialdemócrata peca hoy
de "economismo""*****. ¡Ah, esos
calumniadores, esos malignos políticos! ¿No habrán inventado adrede todo el
"economismo" para inferir a la gente, por simple odio a la humanidad,
atroces afrentas?
¿Qué sentido concreto, real, tiene en labios de Martínov plantear ante la
socialdemocracia la tarea de "dar a la lucha económica misma un carácter
político"? La lucha económica es una
lucha colectiva de los obreros contra los patronos por conseguir ventajosas
condiciones de venta de la fuerza
del trabajo, por mejorar las condiciones de trabajo y de vida de los
obreros. Esta lucha es, por necesidad, una
lucha sindical, porque las condiciones de trabajo son muy diferentes en los
distintos oficios y, en consecuencia, la lucha orientada a mejorar estas
condiciones tiene que sostenerse forzosamente por oficios (por los sindicatos
de Occidente, por asociaciones sindicales de carácter provisional y por medio
de octavillas en Rusia, etc.). Dar a la "lucha económica misma un carácter político" significa, pues,
conquistar esas reivindicaciones profesionales, ese mejoramiento de las condiciones
de trabajo en los oficios son "medidas legislativas y
administrativas" (como se expresa Martínov en la página siguiente, 43, de
su artículo). Y eso es precisamente lo que hacen y han hecho siempre todos los
sindicatos obreros. Repasen la obra de los esposos Webb, serios eruditos (y
"serios" oportunistas), y verán que los sindicatos obreros ingleses
han comprendido y cumplen desde hace ya mucho la tarea de "dar a la lucha
económica mima un carácter político"; luchan
desde hace mucho por el derecho de huelga, por la supresión de todos los
obstáculos jurídicos que se oponen al movimiento cooperativista y sindical, por
la promulgación de leyes de protección de la mujer y del niño, por el
mejoramiento de las condiciones de trabajo mediante una legislación sanitaria y
fabril, etc.
¡Así pues, tras la pomposa frase de "dar a la lucha económica misma un
carácter político", que suena con "terribles" hondura de
pensamiento y espíritu revolucionario, se oculta, en realidad, la tendencia
tradicional a rebajar la política socialdemócrata al nivel de
política tradeunionista! So pretexto de rectificar la unilateralidad de Iskra,
que considera más importante –fíjense en esto – "revolucionar el dogma que revolucionar la vida"******, nos
ofrecen como algo nuevo la lucha por reformas económicas. En
efecto, el único contenido, absolutamente el único, de la frase "dar a la
lucha económica misma un carácter político" es la lucha por reformas
económicas. Y el mismo Martínov habría podido llegar a esta simple conclusión
si hubiese profundizado como es debido en la significación de sus propias
palabras. "Nuestro partido –dice, enfilando su artillería más pesada
contra Iskra – podría y debería presentar al gobierno
reivindicaciones concretas de medidas legislativas y administrativas contra la
explotación económica, contra el desempleo, contra el hambre, etc." (R.
D., núm. 10, pág. 42-43). Reivindicar medidas concretas, ¿no es, acaso,
reclamar reformas sociales? Y preguntamos una vez más a los lectores
imparciales: ¿calumniamos a los rabochediélentsi******* (¡que me
perdonen esta palabreja poco feliz hoy en boga!) al calificarlos de
bernsteinianos velados cuando presentan, como discrepancia suya
con Iskra, la tesis de que es necesaria la lucha por reformas
económicas?
La socialdemocracia revolucionaria siempre ha
incluido e incluye en sus actividades la lucha por las reformas. Pero no
utiliza la agitación "económica" exclusivamente para reclamar del
gobierno toda clase de medidas: la utiliza también (y en primer término) para
exigir que deje de ser un gobierno autocrático. Además, considera su deber presentar
al gobierno esta exigencia no sólo en el terreno de la lucha
económica, sino asimismo en el terreno de todas las manifestaciones en general
de la vida sociopoítica. En una
palabra, subordina la lucha por las reformas como la parte al todo, a la
lucha revolucionaria por la libertad y el socialismo. En cambio,
Martínov resucita en una forma distinta la teoría de las fases, tratando de
prescribir infaliblemente la vía económica, por decirlo así, del desarrollo de
la lucha política. Al propugnar en un momento de efervescencia revolucionaria
que la lucha por reformas es una "tarea" especial, arrastra al
partido hacia atrás y hace el juego al oportunismo "economista" y
liberal.
Prosigamos. Después de ocultar púdicamente la lucha por las reformas tras
la pomposa tesis de "dar a la lucha económica misma un carácter
político", Martínov presenta como algo especial únicamente las
reformas económicas (e incluso sólo las reformas fabriles). Ignoramos
por qué lo ha hecho. ¿Quizá por descuido? Pero si hubiera tenido en cuenta no
sólo las reformas "fabriles", perdería todo sentido la tesis entera
suya que acabamos de exponer. ¿Tal vez porque estima posible y
probable que el gobierno haga "concesiones" únicamente en el terreno
económico?******** De ser así, resultaría un error extraño.
Las concesiones son posibles, y se hacen a veces también en el ámbito de la
legislación sobre castigos corporales, pasaportes, pagos
de rescate (67), sectas religiosas, censura, etc., etc. Las
concesiones "económicas" (o seudoconcesiones), son sin duda, las más
baratas y las más ventajosas para el gobierno, pues espera ganarse con ellas la
confianza de las masas obreras. Mas por eso mismo nosotros, los
socialdemócratas, en modo alguno debemos dar lugar, ni
absolutamente con nada, a la opinión (o a la equivocación) de que apreciamos
más las reformas económicas, de que les concedemos una importancia singular,
etc. "Estas reivindicaciones –dice Martínov, refiriéndose a las
reivindicaciones concretas de medidas legislativas y administrativas formuladas
por él antes –no serían palabras vanas, puesto que, al prometer ciertos
resultados palpables podrían ser apoyadas activamente por la masa obrera"…
No somos "economistas", ¡oh, no! ¡Únicamente nos humillamos a los
pies de la "palpabilidad" de resultados concretos con tanto
servilismo como lo hacen los señores Bernstein, Prokopóvich, Struve, R. M.
y tutti quanti! ¡Únicamente damos a entender (con Narciso
Tuporílov) que cuanto no "promete resultados palpables" son
"palabras vanas"! ¡No hacemos sino expresarnos como si la masa obrera
fuera incapaz (y no hubiese demostrado su capacidad, pese a los que le imputan
su propio filisteísmo) de apoyar activamente toda protesta contra la
autocracia, incluso la que no le promete absolutamente ningún resultado
palpable!
Tomemos aunque sólo sean los mismos ejemplos citados por el propio
Martínov acerca de las "medidas" contra el desempleo y el hambre.
Mientras Rab. Dielo se ocupa, según promete, de estudiar y
elabora "reivindicaciones concretas (¿en forma de proyectos de ley?) de
medidas legislativas y administrativas" que "pometan resultados
palpables", Iskra, "que considera siempre más
importante revolucionar el dogma que revolucionar la vida", ha tratado de
explicar el nexo indisoluble que une el desempleo con todo el régimen
capitalista, advirtiendo que "el hambre es inminente", denunciando
"la lucha de la policía contra los hambrientos", así como el
indignante Reglamento provisional de trabajos
forzados, y Zariá ha publicado en separata como folleto de
agitación, la parte de su Crónica de la vida interior********* dedicada al
hambre. Pero, Dios mío, ¡qué "unilaterales" han sido esos ortodoxos
de incorregible estrechez, esos dogmáticos sordos a los imperativos de la
"vida misma"! ¡Ni uno solo de sus artículos ha contenido - ¡qué
horror! – ni una sola, ¡imagínense ustedes!, ni siquiera una sola
"reivindicación concreta" que "prometa resultados
palpables"! ¡Desgraciados dogmáticos! ¡Hay que llevarlos a aprender de los
Krichevski y los Martínov para que se convenzan de que la táctica es el proceso
del crecimiento, de lo que crece, etc., de que es necesario dar a la lucha
económica misma un carácter político!
"La lucha económica de los obreros contra los patronos y el gobierno
(¡¡"lucha económica contra el gobierno"!!), además
de su significado revolucionario directo, tiene también otro: incita
constantemente a los obreros a pensar en su falta de derecho políticos"
(Martínov, pág. 44). Si hemos reproducido este pasaje no es para repetir por
centésima o milésima vez lo que hemos dicha ya antes, sino para agradecer de
manera especial a Martínov esta nueva y excelente fórmula "La lucha
económica de los obreros contra los patronos y el gobierno". ¡Qué
maravilla! Con qué inimitable talento, con qué magistral eliminación de todas
las discrepancias parciales y diferencia de matices entre los
"economistas" tenemos expresada aquí, en su postulado conciso y
claro, toda la esencia del "economismo",
comenzando por el llamamiento a los obreros a sostener "la lucha
política en aras del interés general, para mejorar la situación de todos los
obreros" [Rabóchaya Mysl, Suplemento especial, pág.
14], siguiendo luego con la teoría de las fases y terminado con la resolución
del congreso sobre el medio "aplicable con la mayor amplitud", etc.
"La lucha económica contra el gobierno" es precisamente política
tradeunionista, que está muy lejos, lejísima, de la política socialdemócrata.
Aleksandr
Martínov
Gueorgui
Plejánov
b. De
cómo Martínov ha profundizado a Plejánov
"¡Cuántos Sénecas socialdemócratas han aparecido últimamente en
nuestro país!", observó cierto día un camarada, refiriéndose a la
asombrosa inclinación de mucha gente propensa al "economismo" a
alcanzar indefectiblemente con "su propia inteligencia" las grandes
verdades (por ejemplo, que la lucha económica incita a los obreros a pensar en
su falta de derechos), desconociendo con magnífico desdén de genios innatos
cuánto ha proporcionado ya el desarrollo anterior del pensamiento
revolucionario y del movimiento revolucionario. Un genio innato de esta índole
es precisamente Séneca-Martínov. Den un vistazo a su artículo Problemas
inmediatos y verán cómo llega con "su propio
entendimiento" a cosas dichas hace ya mucho por Axelrod (al que nuestro
Séneca, como es natural, silencia por completo); cómo empieza, por
ejemplo, a comprender que no podemos pasar por alto la oposición de tales o
cuales sectores de la burguesía (Rabócheie Dielo, núm. 9, pág. 61, 62,
71; compárese con la Respuestade la redacción de R.
D. a Axelrod, pág. 22, 23-24), etc. pero -¡ay! – sólo
"llega" y no pasa de "empezar", ya que, a pesar de todo, no
ha comprendido aún las ideas de Axelrod hasta el punto de que habla de
"lucha económica contra los patronos y el gobierno". Rab. Dielo ha
venido acumulando fuerzas durante tres años (de 1898 a 1901) para comprender a
Axelrod y, pese a ello ¡no lo ha comprendido! ¿Quizás también se deba esto a
que la socialdemocracia, "a semejanza de la humanidad", se plantea
siempre únicamente tareas realizables?
Pero los
Sénecas no se distinguen sólo porque ignoran muchas coas (¡eso sería una
desgracia a medias!), sino también porque no ven su ignorancia. Eso es ya
una verdadera desgracia, y esta desgracia los mueve a emprender en el acto la
labor de "profundizar" a Plejánov.
"Desde que Plejánov escribió el folleto citado (Las tareas de los
socialistas en la lucha contra el hambre en Rusia) ha corrido mucho agua
bajo los puentes –cuenta Séneca-Martínov -. Los socialdemócratas, que en el
transcurso de diez años han dirigido la lucha económica de la clase obrera…, no
han tenido aún tiempo de ofrecer una amplia argumentación teórica de la táctica
del partido. Hoy esta cuestión ha madurado, y si quisiéramos ofrecer esa
argumentación teórica, tendríamos, sin duda, que profundizar considerablemente
los principios tácticos desarrollados en su tiempo por Plejánov… Ahora
tendríamos que definir la diferencia entre la propaganda y la agitación de una
manera distinta a como lo hizo Plejánov" (Martínov acaba de citar las
palabras de Plejánov: "El propagandista comunica muchas ideas a una sola o
a varias personas, mientras que el agitador comunica una sola idea o un pequeño
número de ideas, pero, en cambio, a toda una multitud"). "Nosotros entenderíamos por propaganda
la explicación revolucionaria de todo el régimen actual o de sus
manifestaciones parciales, indiferentemente de que se haga en una forma
accesible sólo para algunas personas o para la multitud. Por agitación, en el
sentido estricto de la palabra (¡sic!), entenderíamos el llamamiento dirigido a
las masas para ciertas acciones concretas, la ayuda a la intervención
revolucionaria directa del proletariado en la vida social".
Felicitamos a la socialdemocracia rusa –e internacional – por esta nueva
terminología martinoviana, más estricta y más profunda. Hasta ahora creíamos
(con Plejánov y con todos los líderes del movimiento obrero internacional) que
sin un propagandista trata, por ejemplo, el problema del desempleo, debe
explicar la naturaleza capitalista de las crisis, mostrar la causa que las hace
inevitables en la sociedad actual, exponer la necesidad de transformar la
sociedad capitalista en socialista, etc. en una palabra, debe comunicar
"muchas ideas", tantas, que todas ellas en conjunto podrán ser
asimiladas en el acto sólo por pocas (relativamente) personas. En cambio, el
agitador, al hablar de este mismo problema, tomará un ejemplo, el más destacado
y más conocido de su auditorio –pongamos por caso, el de una familia de parados
muerta de inanición, el aumento de la miseria, etc. – y, aprovechando ese hecho
conocido por todos y cada uno, orientará todos sus esfuerzos a inculcar en la
"masa" una sola idea: la idea de cuán absurda es la
contradicción entre el incremento de la riqueza y el aumento de la miseria;
tratará de despertar en la masa el descontento y la
indignación contra esta flagrante injusticia, dejando al propagandista la
explicación completa de esta contradicción. Por
eso, el propagandista actúa principalmente por medio de la palabra impresa, mientras que el agitador
lo hace de viva voz.
Al propagandista se le exigen cualidades distintas que al agitador. Así,
llamaremos propagandistas a Kautsky y a Lafargue; agitadores, a Bebel y Guesde.
Pero segregar un tercer terreno o tercera función de actividad práctica
incluyendo en esta función "el llamamiento dirigido a las masas para
ciertas acciones concretas", constituye el mayor desatino, pues el
"llamamiento", como acto aislado, o es un complemento natural e
inevitable del tratado teórico, del folleto de propaganda y del discurso de agitación,
o es una función netamente ejecutiva. En efecto, tomemos, por ejemplo, la lucha
actual de los socialdemócratas alemanes contra los aranceles cerealistas. Los
teóricos escriben estudios sobre la política aduanera y "llaman",
supongamos, a luchar por la conclusión de tratados comerciales y por libertad
de comercio; el propagandista hace lo mismo en una revista, y el agitador, en
discursos públicos. Las "acciones concretas" de las masas consisten
en este caso en firmar peticiones dirigidas al Reichstag, reclamando que no se
eleven los aranceles cerealistas. El llamamiento a esta acción parte
indirectamente de los teóricos, los propagandistas y los agitadores, y
directamente, de los obreros que recorren las fábricas y las viviendas
particulares recogiendo firmas. Según la "terminología de Martínov",
resulta que Kautsky y Bebel son propagandistas, y los portadores de las listas
de adhesión, agitadores. ¿No es así?
El ejemplo de los alemanes me ha hecho recordar la palabra alemana Verballhornung,
que traducida literalmente significa "ballhornización". Juan Ballhorn
fue un editor de Leipzig del siglo XVI; publicó un cantón, en el que, siguiendo
la costumbre, incluyó un dibujo que representaba un gallo, pero, en lugar de la
estampa habitual del gallo con espolones, figuraba uno sin espolones y con dos
huevos al lado. Y en la portada del cantón agregó: "Edición corregido de
Juan Ballhorn". Desde entonces, los alemanes dicen Verballhornung al
referirse a una "enmienda" que, de hecho, empeora el original. Y no puede
menso de recordarse a Ballhorn al ver cómo los Martínov "profundizan"
a Plejánov…
¿Para qué ha "inventado" nuestro Séneca este embrollo? Para
demostrar que Iskra, "lo mismo que Plejánov hace ya unos
quince años, presta atención a un solo aspecto del asunto" (pág. 52). Si
traducimos esta última frase del lenguaje de Martínov a un lenguaje corriente
(pues la humanidad no ha tenido aún tiempo de adoptar esta terminología recién
descubierta), resultará lo siguiente: en Iskra, las tareas de
propaganda y agitación políticas relegan a segundo plano la tarea de
"presentar al gobierno reivindicaciones concretas de medidas legislativas
y administrativas" que "prometen ciertos resultados palpables"
(O, en otros términos, reivindicaciones de reformas sociales, si se nos permite
emplear una vez más la vieja terminología de la vieja humanidad, que no ha
llegado aún al nivel de Martínov). Proponemos al lector que compare con esta
tesis la retahíla siguiente:
"En estos programas" (los programas de los socialdemócratas
revolucionarios) "nos asombrará también que coloquen eternamente en primer
plano las ventajas de la actividad de los obreros en el Parlamento (que no
existe en nuestro país) dando de lado por completo (a causa de su nihilismo
revolucionario) la importancia de la participación de los obreros en las
asambleas legislativas de los fabricantes, asambleas que sí existen en nuestro
país, para discutir asuntos de las fábricas… o aunque sólo sea, de la
participación de los obreros en la autogestión urbana…"
El autor de esta retahíla expresa de una manera algo más directa, clara y
franca la idea a que ha llegado con su propio entendimiento Séneca-Martínov. El
autor es R. M., en le Suplemento especial de
"Rabóchaya Mysl" (pág. 15).
c. Las
denuncias políticas y la necesidad de "infundir actividad
revolucionaria"
Al lanzar contra Iskra su "teoría" de
"elevar la actividad de la masa obrera", Martínov ha puesto al
descubierto ¡de hecho! Su tendencia a rebajar esta actividad,
pues ha declarado que el medio preferible, de importancia singular,
"aplicable con la mayor amplitud" para promoverla y su campo de
operaciones es la misma lucha económica, ante la cual se han postrado todos los
"economistas". Este error es característico precisamente porque no es
propio sólo de Martínov, ni mucho menos. En realidad, se puede "elevar la
actividad de la masa obrera" únicamente a condición de
que no nos limitemos a hacer "agitación política sobre el
terreno económico". Y una de las condiciones esenciales para esa extensión
indispensable de la agitación política consiste en organizar denuncias
políticas omnímodas. Sólo con esas denuncias pueden infundirse
conciencia política y actividad revolucionaria a las masas. De ahí que esta
actividad sea una de las funciones más importantes de toda la socialdemocracia
internacional, pues ni siquiera la libertad política suprime en lo más mínimo
esas denuncias: lo único que hace es modificar un tanto su orientación. Por
ejemplo, el partido alemán afianza sus posiciones y extiende su influencia, sobre
todo, gracias a la persistente energía de sus campañas de denuncias políticas.
La conciencia de la clase obrera no puede ser una verdadera conciencia política
si los obreros no están acostumbrados a hacerse eco de todos los
casos de arbitrariedad y de opresión, de todos los abusos y
violencias, cualesquiera que sean las clases afectadas; a
hacerse eco, además, desde el punto de vista socialdemócrata, y no desde algún
otro.. la conciencia de las masas obreras no puede ser una verdadera conciencia
de clase si los obreros no aprenden –basándose en hechos y acontecimientos
políticos concretos y, además, actuales sin falta – a observar a cada
una de las otras clases sociales en todas las
manifestaciones de su vida intelectual, moral y política; si no aprenden a
hacer un análisis materialista y una apreciación materialista de todos los
aspectos de la actividad y la vida de todas las clases,
sectores y grupos de la población. Quien orienta la atención, la capacidad de
observación y la conciencia de la clase obrera de manera exclusiva –o, aunque
sólo sea con preferencia – hacia ella misma, no es un socialdemócrata, pues el
conocimiento de la clase obrera por sí misma está ligado de modo indisoluble a
la completa claridad no sólo de los conceptos teóricos … o mejor dicho: no tanto de los conceptos teóricos como de
las ideas, basadas en la experiencia de la vida política, sobre las relaciones
entre todas las
clases de la sociedad actual. Por eso es tan nociva y tan reaccionaria,
dada su significación práctica, la prédica de nuestros "economistas"
de que la lucha económica es el medio que se puede aplicar con más amplitud
para incorporar a las masas al movimiento político. Para llegar a ser un
socialdemócrata, el obrero debe formarse una idea clara de la naturaleza económica
y de la fisonomía social y política del terrateniente y del cura, del
dignatario y del campesino, del estudiante y del desclasado, conocer sus lados
fuertes y sus puntos flacos; saber orientarse entre los múltiples sofismas y
frases en boga, con los que cada clase y cada sector social encubre sus
apetitos egoístas y su verdadera "entraña"; saber distinguir qué
instituciones y leyes reflejan tales o cuales intereses y cómo lo hacen. Mas
esa "idea clara" no se puede encontrar en ningún libro: pueden proporcionarla
únicamente las escenas de la vida y las denuncias, mientras los hechos están
recientes, de cuanto sucede alrededor nuestro en un momento dado; de lo que
todos y cada uno hablan –o, por lo menos, cuchichean – a su manera; de lo que
revelan determinados acontecimientos, cifras, sentencias judiciales, etc.,
etc., etc. Estas denuncias políticas omnímodas son condición indispensable
y fundamental para infundir actividad revolucionaria a las
masas.
¿Por qué el obrero ruso muestra todavía poca actividad revolucionaria
frente al salvajismo con que la policía trata al pueblo, frente a las
persecuciones de las sectas, los castigos corporales impuestos a los
campesinos, los abusos de la censura, las torturas de los soldados, la
persecución de las iniciativas culturales más inofensivas, etc.? ¿No será
porque la "lucha económica" no le "incita a pensar" en
ello, porque le "promete" pocos "resultados palpables",
porque le ofrece pocos elementos "positivos"? No; semejante juicio,
repetimos, no es sino una tentativa de achacar las culpas propias a otros,
imputar el filisteísmo propio (y también el bernsteinianismo) a la masa obrera.
Debemos culparnos a nosotros mismos, a nuestro atraso con respecto al
movimiento de las masas, de no haber sabido aún organizar denuncias lo
suficiente amplias, brillantes y rápidas contra todas esas ignominias. Si lo
hacemos (y debemos y podemos hacerlo), el obrero más atrasado comprenderá
o sentirá que le estudiante y el miembro de una secta
religiosa, el mujik y el escritor son vejados y atropellados por esa misma
fuerza tenebrosa que tanto le oprime y le sojuzga a él en cada paso de su vida.
Al sentirlo, él mismo querrá reaccionar, sentirá un deseo incontenible de
hacerlo; y entonces sabrá armar hoy un escándalo a los censores, manifestarse
mañana ante la casa del gobernador que haya sofocado un levantamiento
campesino, dar pasado mañana una lección a los gendarmes con sotana que
desempeñan la función del Santo Oficio, etc. Hemos hecho todavía muy poco, casi
nada, para lanzar entre las masas obreras denuncias omnímodas
y actuales. Muchos de nosotros ni siquiera comprendemos aún esta obligación suya
y seguimos espontáneamente tras la "monótona lucha cotidiana" en el
estrecho marco de la vida fabril. En tales condiciones decir que "Iskra tiene
la tendencia a rebajar la importancia dela marcha ascendente de la monótona
lucha cotidiana, en comparación con la propaganda de ideas brillantes y
acabadas" (Martínov, pág. 61), significa arrastra al partido hacia atrás,
defender y ensalzar nuestra falta de preparación, nuestro atraso.
En lo que respecta al llamamiento a las masas para la acción, éste
surgirá por sí mismo siempre que haya enérgica agitación política y denuncias
vivas y aleccionadoras. Pillar a alguien en flagrante delito y estigmatizarlo
en el acto ante todo el mundo y en todas partes es más eficaz de cualquier
"llamamiento" e influye a veces de tal modo que después es incluso
imposible decir con exactitud quién "llamó" a la muchedumbre y quién
propuso tal o cual plan de manifestación, etc. Se puede llamar a una acción –
en el sentido concreto de la palabra, y no en el sentido general – sólo en el
lugar mismo donde la acción se lleve a cabo; y puede hacerlo únicamente quien
va a obrar en el acto. Y nuestra misión de publicistas socialdemócratas
consiste en ahondar, extender e intensificar las denuncias políticas y la
agitación política.
A propósito de los "llamamientos". "Iskra" fue
el único órgano que, antes de los sucesos de la
primavera, llamó a los obreros a intervenir de modo activo en
una cuestión – el aislamiento forzoso de estudiantes – que no prometía absolutamente
ningún resultado palpable al obrero. Nada más publicarse la
disposición del 11 de enero sobre "el aislamiento forzoso de ciento
ochenta y tres estudiantes para hacer el servicio", Iskra insertó un artículo
sobre este hecho (núm. 2, febrero)+ y, antes de
que comenzara toda manifestación, llamó con claridad "a los obreros a
acudir en ayuda de los estudiantes", llamó al "pueblo" a
contestar públicamente al insolente desafío del gobierno. Preguntamos a todos y
cada uno: ¿cómo explicar la notable circunstancia de que, hablando tanto de
"llamamientos" y destacando los "llamamientos" incluso como
una forma especial de actividad, Martínov no haya mencionado para nada este llamamiento?
¿No será filisteísmo, después de todo, la declaración de Martínov de que Iskra es unilateral porque
no "llama" suficientemente a la lucha por reivindicaciones que
"prometen resultados palpables"?
Nuestros "economistas", entre ellos Rabócheie Dielo,
tenían éxito porque se adaptaban a la mentalidad de los obreros atrasados. Pero
el obrero socialdemócrata, el obrero revolucionario (y el número de estos
obreros aumenta día en día) rechazará con indignación todos esos razonamientos
sobre la lucha por reivindicaciones que "prometan resultados
palpables", etc., pues comprenderá que no son sino variantes de la vieja
cantilena del aumento de un kopek por rublo. Este obrero dirá a sus consejeros
de R. Mysl y de R. Dielo: en vano se afanan,
señores, interviniendo con demasiado celo en asuntos que nosotros mismos
resolvemos y esquivando el cumplimiento de sus verdaderas obligaciones. Porque
no es nada inteligente decir, como lo hacen ustedes, que la tarea de los
socialdemócratas consiste en dar a la lucha económica misma un carácter
político; eso es sólo el comienzo, y no radica en ello la tarea principal de
los socialdemócratas, pues en el mundo entero, sin exceptuar a Rusia, es la
policía misma la que comienza muchas veces a dar a la lucha
económica un carácter político, y los propios obreros aprenden a darse cuenta
de con quién está el gobierno++. En efecto, esa "lucha
económica de los obreros contra los patronos y el gobierno", con que
ustedes presumen como si hubieran descubierto América, la sostienen en
numerosos lugares perdidos de Rusia los propios obreros, que han oído hablar de
huelgas, pero que quizá nada sepan de socialismo. Esa "actividad"
nuestra, de los obreros, que todos ustedes quieren apoyar presentando
reivindicaciones concretas que prometen resultados palpables, existe ya entre
nosotros; y en nuestra minúscula labor cotidiana, sindical, nosotros mismos
presentamos esas reivindicaciones concretas, a menudo sin ayuda alguna de los
intelectuales. Pero esa actividad no nos basta; no somos niños
a los que se pueda alimentar sólo con la papilla de la política "económica";
queremos saber todo lo que saben los demás, queremos conocer detalladamente todos los
aspectos de la vida política y tomar parte activa en todos y
cada uno de los acontecimientos políticos. Para ello es necesario que
los intelectuales repitan menos lo que ya sabemos nosotros mismos+++ (Aventurerismo revolucionario) y nos den más de lo que
todavía no sabemos, de lo que jamás podremos saber por nosotros mismos a través
de nuestra experiencia fabril y "económica", o sea: conocimientos
políticos. Ustedes, los intelectuales, pueden adquirir estos conocimientos y tienen
el deber de proporcionárnoslos cien y mil veces más que hasta ahora;
además, deben proporcionárnoslos no sólo en forma de razonamientos, folletos y
artículos (que a menudo -¡disculpen al franqueza! – suelen ser algo aburridos),
sino indispensablemente en forma de denuncias vivas de cuanto
hacen nuestro gobierno y nuestras clases dominantes en estos momentos en todos
los aspectos de la vida. Cumplan con mayor celo esta obligación suya y hablen
menos de "elevar la actividad de la masa obrera". ¡Nuestra
actividad es mucho de lo que ustedes suponen y sabemos sostener, por medio de
la lucha abierta en la calle, incluso las reivindicaciones que no prometen
ningún "resultado palpable"! Y no son ustedes los llamados a
"elevar" nuestra actividad, pues ustedes mismos carecen precisamente
de esa actividad. ¡Póstrense menos ante la espontaneidad y piensen más en
elevar su propia actividad, señores!
V.
I. Lenin. Aventurerismo revolucionario. Escrito: Entre el 1
de agosto y el 1 de septiembre de 1902.
d. ¿Qué hay de común entre el economismo
y el terrorismo?
Hemos confrontado, en una nota a pie de página, a un
"economista" y a un terrorista no socialdemócrata, que por casualidad
han resultado solidarios. Pero, hablando en general, entre los unos y los otros
existe un nexo no casual, sino interno y necesario, del cual tendremos que
hablar aún más adelante y al que es preciso referirse precisamente cuando se
trata de inculcar la actividad revolucionaria. Los "economistas" y
los terroristas de nuestros días tienen
una raíz común: el culto a la
espontaneidad, del que hemos hablado en el capítulo precedente
como de un fenómeno general y que ahora examinamos desde el punto de vista de
su influencia en la actividad política y la lucha política. A primera vista,
nuestra afirmación puede parecer paradójica: tan grande es, aparentemente, la
diferencia entre quienes hacen hincapié en la "monótona lucha
cotidiana" y quienes preconizan la lucha más abnegada del individuo
aislado. Pero no es una paradoja. Los "economistas" y los terroristas
rinden culto a dos polos diferentes de la corriente espontánea: los
"economistas", a la espontaneidad del "movimiento puramente
obrero", los terroristas, a la espontaneidad de la indignación más
ardiente de los intelectuales que no saben o no tienen la posibilidad de
vincular la labor revolucionaria al movimiento obrero para formar un todo.
Quienes hayan perdido la fe en esta posibilidad, o jamás la hayan tenido,
difícilmente encontrarán, en efecto, otra manera de manifestar su sentimiento
de indignación y su energía revolucionaria que no sea el terrorismo. Así pues,
el culto a la espontaneidad en las dos direcciones indicadas no es sino el
comienzo de la aplicación del famoso programa del Credo:
los obreros sostienen su "lucha económica contra los patronos y el
gobierno" (¡que nos perdone el autor del Credo porque
expresemos sus ideas con palabras de Martínov! Creemos tener derecho a hacerlo,
pues también en el Credo se habla de que los obreros, en la
lucha económica "chocan con el régimen político"), ¡y los
intelectuales, con sus propias fuerzas, despliegan su lucha política, como es
natural, por medio del terrorismo! Esta conclusión es
completamente lógica e inevitable, y es forzoso insistir sobre ella, aunque quienes comienzan
a realizar dicho programa no han comprendido que tal
conclusión es inevitable. La actividad política tiene su lógica, que no depende
de la conciencia de quienes con las mejores intenciones exhortan o al
terrorismo o a imprimir un carácter político a la lucha económica misma. De
buenas intenciones está empedrado el camino del infierno, y en el caso presente
las buenas intenciones no salvan aún de la inclinación espontánea a "la línea
del menor esfuerzo", a la línea del programa netamente burgués del Credo.
Porque tampoco tiene nada de casual que muchos liberales rusos –tanto los
liberales declarados como los que se cubren con una careta marxista –
simpaticen de todo corazón con el terrorismo y traten de mantener la
intensificación de las tendencias terroristas en el momento actual.
Pues bien, al surgir el "Grupo Revolucionario-Socialista Svoboda",
que se había señalado precisamente la tarea de ayudar por todos los medios al
movimiento obrero, pero incluyendo en el programa el
terrorismo y emancipándose, por decirlo así, de la socialdemocracia, este hecho
vino a confirmar una vez más la admirable perspicacia de P.B. Axelrod, quien
predijo con toda exactitud estos resultados de las vacilaciones
socialdemócratas ya a fines de 1897 (en su trabajo A
propósito de las tareas y de la táctica actuales) y
trazó sus famosas "dos perspectivas". Todas las discusiones
y discrepancias posteriores entre los socialdemócratas rusos están ya, como la
planta en la semilla, en esas dos perspectivas++++.
Desde el punto de vista indicado se comprende también que R.
Dielo, que no ha podido resistir a la espontaneidad del
"economismo", tampoco haya podido resistir a la espontaneidad del
terrorismo. Tiene sumo interés señalar aquí la argumentación especial que ha
esgrimido Sbovoda en defensa del terrorismo. "Niega por
completo" el papel intimidador del terrorismo (Renacimiento del
revolucionarismo, pág. 64), pero, en cambio, destaca su "importancia
excitadora". Esto es característico, en primer lugar, como una de las
fases de la descomposición y decadencia del conjunto tradicional
(presocialdemócrata) de ideas que obligaba a asirse al terrorismo. Reconocer
que en la actualidad es imposible "intimidar" al gobierno –y, por
consiguiente, desorganizarlo –por medio del terrorismo equivale, en el fondo, a
condenar rotundamente este último como sistema de lucha, como campo de actividad
consagrado por su programa. En segundo lugar, esto es aún más característico
como ejemplo de la incomprensión de nuestras tareas urgentes de "infundir
actividad revolucionaria a las masas". Sbovoda hace
propaganda del terrorismo como medio de "excitar" el movimiento
obrero y darle un "fuerte impulso". ¡Es difícil imaginarse una
argumentación que se refute a sí misma con mayor evidencia! Cabe preguntar: ¿es
que existen en la vida rusa tan pocos abusos que sea preciso aún inventar
"excitantes" especiales? Y, por otra parte, si hay alguien que no se
excita ni es excitable siquiera por la arbitrariedad rusa, ¿no es evidente que
seguirá contemplando también con indiferencia el duelo entre el gobierno y un
puñado de terroristas? La realidad es que las masas obreras se excitan mucho
por las infamias de la vida rusa, pero nosotros no sabemos reunir, si puede
decirse así, y concentrar todas las gotas y chorrillos de la excitación popular
que la vida rusa rezuma en cantidad inconmensurablemente mayor de lo que todos
nosotros nos figuramos y pensamos, y que es preciso fusionar en un solo torrente
gigantesco. Que esto es factible lo demuestran de manera irrefutable la colosal
propagación del movimiento obrero y la avidez, ya señalada, de publicaciones
políticas, así como los llamamientos a dar a la lucha económica misma un
carácter político, son formas distintas de esquivar el deber
más imperiosos de los revolucionarios rusos: organizar la agitación política en
todos sus aspectos. Sbovoda quiere sustituir la
agitación con el terrorismo, confesando sin rodeos que, "en cuanto empiece
una agitación intensa y enérgica entre las masas, el papel excitador de éste
desaparecerá" (Renacimiento del revolucionarismo, pág. 68). Esto
justamente muestra que tanto los terroristas como los
"economistas" subestiman la actividad revolucionaria
de las masas, pese al testimonio evidente de los sucesos de la
primavera+++++; además, unos se precipitan en busca de
"excitantes" artificiales y otros hablan de "reivindicaciones
concretas". Ni los unos ni los otros prestan suficiente atención al
desarrollo de su propia actividad de agitación política y de
organización de denuncias políticas. Y ni ahora ni en ningún otro momento se
puede sustituir con nada esta labor.
e. La
clase obrera como combatiente de vanguardia por la democracia
Hemos visto ya que la agitación política más amplia y, por consiguiente,
la organización de denuncias políticas de todo género es una tarea necesaria en
absoluto, la tarea más imperiosamente necesaria de la
actividad, siempre que esta actividad sea de veras socialdemócrata. Pero hemos
llegado a esta conclusión partiendo sólo de la necesidad
apremiante que la clase obrera tiene de conocimientos políticos y de educación
política. Sin embargo, esta manera de plantear la cuestión sería demasiado
estrecha y daría de lado las tareas democráticas universales de toda la
socialdemocracia, en general, y de la socialdemocracia rusa actual, en
particular. Para explicar esta tesis del modo más concreto posible,
intentaremos enfocar el problema desde el punto de vista más
"familiar" al "economista", o sea, desde el punto de vista
práctico. "Todos están de acuerdo" con que es preciso desarrollar la
conciencia política de la clase obrera. Pero ¿cómo hacerlo y qué es necesario
para hacerlo? La lucha económica "hace pensar" a los obreros sólo en
las cuestiones concernientes a la actitud del gobierno ante la clase obrera;
por eso, por más que nos esforcemos en "dar a la lucha
económica misma un carácter político", jamás podremos, en
los límites de esta tarea, desarrollar la conciencia política de los obreros
(hasta el grado de conciencia política socialdemócrata), pues los
propios límites son estrechos. La fórmula de Martínov es valiosa para
nosotros, pero en modo alguno porque ilustre la capacidad del autor para
embrollar las cosas. Es valiosa
porque pone de relieve el error fundamental de todos los
"economistas": el convencimiento
de que ese puede desarrollar la conciencia política de clase de los
obreros desde dentro, por
decirlo así, de su lucha económica, o sea, partiendo sólo (o, al menos,
principalmente) de esta lucha, basándose sólo (o, al menos, principalmente) en
esta lucha. Semejante opinión es errónea de raíz; y precisamente porque los
"economistas", enojados por nuestra polémica con ellos, no quieren
reflexionar como es debido en el origen de nuestras discrepancias, acabamos
literalmente por no comprendernos, por hablar lenguas diferentes.
Al obrero
se le puede dotar de conciencia política de clase sólo desde fuera, es decir, desde fuera de la lucha económica,
desde fuera del campo de las relaciones entre obreros y patronos. La única
esfera de que se pueden extraer esos conocimientos es la esfera de las
relaciones de todas las clases y sectores sociales con el
Estado y el gobierno, la esfera de las relaciones de todas las clases entre sí.
Por eso, a la pregunta de qué hacen para dotar de conocimientos políticos a los
obreros no se puede dar únicamente la respuesta con que se contentan, en la
mayoría de los casos, los militantes dedicados a la labor práctica, sin hablar
ya de quienes, entre los, son propensos al "economismo", a saber:
"Hay que ir a los obreros". Para aportar a los obreros conocimientos
políticos, los socialdemócratas deben ir a todas las clases de la
población, deben enviar a todas partes destacamentos de su
ejército.
Si empleamos adrede esta fórmula tosca y nos expresamos adrede de una
forma simplificada y tajante, no es en modo alguno por el deseo de decir
paradojas, sino para "incitar" a los "economistas" a pensar
en las tareas que desdeñan de manera tan imperdonable y en la diferencia – que
ellos no quieren comprender – entre la política tradeunionista y la política
socialdemócrata. Por eso rogamos al lector que no se impaciente y nos escuche
con atención hasta el final.
Tomemos el tipo del círculo socialdemócrata más difundido en los últimos
años y examinemos su actividad.
"Está en contacto con los obreros" y se conforma con eso, editando
hojas que fustigan los abusos cometidos en las fábricas, la parcialidad del
gobierno con los capitalistas y las violencias de la policía; en las reuniones
con los obreros, los límites de estos mismos temas; sólo muy de tarde en tarde se
pronuncian conferencias y charlas acerca de la historia del movimiento
revolucionario, la política interior y exterior de nuestro gobierno, la
evolución económica de Rusia y de Europa, la situación de las distintas clases
en la sociedad contemporánea, etc.; nadie piensa en establecer y
desenvolver de manera sistemática relaciones con otras clases de la sociedad.
En el fondo, los componentes de un círculo de este tipo conciben al militante
ideal, en la mayoría de los casos, mucho más parecido a un secretario de
tradeunión que a un jefe político socialista. Porque el secretario de cualquier
tradeunión inglesa., por ejemplo, ayuda siempre a los obreros a sostener la
lucha económica, organiza la denuncia de los abusos en las fábricas, explica la
injusticia de las leyes y disposiciones que restringen la libertad de huelga y
la libertad de colocar piquetes cerca de las fábricas (para avisar a todos que
en la fábrica dada se han declarado en huelga), explica la parcialidad de los
árbitros pertenecientes a las clases burguesas del pueblo, etc., etc. En una
palabra, todo secretario de tradeunión sostiene y ayuda a sostener "la
lucha económica contra los patrones y el gobierno". Y jamás se insistirá
bastante en que esto no es aún socialdemocracia, que el ideal del socialdemócrata
no debe ser el secretario de tradeunión, sino el tribuno popular, que sabe
reaccionar ante toda manifestación de arbitrariedad de opresión, dondequiera
que se produzca y cualquiera que sea el sector o la clase social a que afecte;
que sabe sintetizar todas estas manifestaciones en un cuadro único de la
brutalidad policíaca y de la explotación capitalista; que sabe aprovechar el
hecho más pequeño para exponer ante todos sus convicciones socialistas y sus
reivindicaciones democráticas, para explicar a todos y cada uno la importancia
histórica universal de la lucha emancipadora del proletariado. Comparen, por
ejemplo, a hombres como Roberto Knight (conocido secretario y líder de la
Sociedad de Obreros Caldereros, uno de los sindicatos más poderosos de
Inglaterra) y Guillermo Liebknecht e intenten aplicarles las contradicciones en
que basa Martínov sus discrepancias con Iskra. Verán que R. Knight
–empiezo a hojear el artículo de Martínov – " ha exhortado" mucho más
"a las masas a ciertas acciones concretas" (pág. 39), mientras que G.
Liebknecht se ha dedicado más a "explicar desde un punto de vista
revolucionario todo el régimen actual o sus manifestaciones parciales"
(pág. 38-39); que R. Knight "ha formulado las reivindicaciones inmediatas
del proletariado e indicado los medios de satisfacerlas" (pág. 41),
mientras que G. Liebknecht, sin dejar de hacer eso, no ha renunciado a
"dirigir al mismo tiempo la intensa actividad de los diferentes sectores
oposicionistas" y "dictarles un programa positivo de acción"++++++ (pág. 41);
que R. Knight ha procurado precisamente "imprimir, en la medida de lo
posible, a la lucha económica misma un carácter político" (pág. 42) y ha
sabido muy bien "presentar al gobierno reivindicaciones concretas que
prometen ciertos resultados palpables" (pág. 43), en tanto que G.
Liebknecht se ha ocupado mucho más de las "denuncias"
"unilaterales" (pág. 40); que R. Knight ha concedido más importancia
al "desarrollo progresivo de la monótona lucha cotidiana" (pág. 61),
y g. Liebknecht, "a la propaganda de ideas brillantes y acabadas"
(pág. 61); que G. Liebknecht ha hecho del periódico dirigido por él
precisamente "un órgano de oposición revolucionaria de denuncia nuestro
régimen, y sobre todo nuestro régimen político, por cuanto choca con los
interese de los más diversos sectores de la población" (pág. 63), mientras
que R. Knight "ha trabajado pro la causa obrera en estrecho contacto orgánico
con la lucha proletaria" (pág. 63) – si se entiende por "estrecho
contacto orgánico" ese culto a la espontaneidad que hemos analizado más
arriba en los ejemplos de Krichevski y de Martínov – y "ha restringido la
esfera de su influencia", convencido, sin duda como Martínov, de que
"con ello se hacía más compleja esta influencia" (pág. 63). Es una
palabra, verán que Martínov rebaja de facto la socialdemocracia al nivel del
tradeunionismo, aunque, claro está, en modo alguno lo hace porque no quiere el bien
de la socialdemocracia, sino simplemente porque se ha apresurado un poco a
profundizar a Plejánov, en lugar de tomarse la molestia de comprenderlo.
Pero volvamos a nuestra exposición.
Hemos dicho que el socialdemócrata, si es partidario, no sólo de palabra, del
desarrollo polifacético de la conciencia política del proletariado, debe
"ir a todas las clases de la
población". Surgen varias preguntas: ¿Cómo hacerlo? ¿Tenemos fuerzas
suficientes para ello? ¿Existe una base que permita realizar esta labor entre
todas las demás clases? ¿No implicará eso abandonar, o conducirá a abandonar,
el punto de vista de clase? Examinemos estas cuestiones.
Debemos "ir a todas las clases
de la población" como teóricos, como propagandistas, como agitadores y
como organizadores. Nadie pone en duda que la labor teórica de los
socialdemócratas debe orientarse a estudiar todas las peculiaridades de la
situación social y política de las diversas clases. Pero se hace muy poco,
poquísimo, en este sentido, desproporcionadamente poco si se compara con la
labor tendiente a estudiar las peculiaridades de la vida fabril. En los comités
y en los círculos podemos encontrar personas que incluso estudian a fondo
especialmente algún ramo de la siderurgia; pero apenas encontrarán ejemplos de
miembros de las organizaciones que (obligados por una u otra razón, como sucede
a menudo, a retirarse de la labor práctica) se dediquen de manera especial a
reunir datos sobre algún problema actual de nuestra vida social y política que
pueda servir d emotivo para desplegar una labor socialdemócrata entre todos
sectores de la población. Cuando se habla de la poca preparación de la mayoría
de los actuales dirigentes del movimiento obrero, es forzoso recordar asimismo
la preparación en este aspecto, pues está ligada también a la concepción
"economista" del "estrecho contacto orgánico con la lucha
proletaria". Pero lo principal, por supuesto, es la propaganda y la
agitación entre todos los sectores de la población. El
socialdemócrata de Europa Occidente ve facilitada esta labor por las reuniones
y asambleas populares, a las que asisten cuantos lo deseen, y por la existencia
del Parlamento, en el cual el representante socialdemócrata habla ante los
diputados de todas las clases. En nuestro país no tenemos ni Parlamento ni
libertad de reunión; pero sabemos, sin embargo, organizar reuniones con los
obreros que quieren escuchar a un socialdemócrata. Debemos saber también
organizar reuniones con los componentes de todas las clases de
la población que deseen escuchar a un demócrata. Porque no es
socialdemócrata quien olvida en la práctica que "los comunistas apoyan por doquier todo movimiento
revolucionario"
(69); que, por ello, debemos exponer y recalcar ante todo el pueblo los objetivos democráticos generales, sin
ocultar en ningún momento nuestras convicciones socialistas. No es socialdemócrata
quien olvida en la práctica que su deber consiste en ser el primero en
plantear, acentuar y resolver todo problema democrático
general.
"¡Pero si no hay nadie que no esté de acuerdo con eso!" –nos
interrumpirá el lector impaciente- , y las nuevas instrucciones a la redacción
de Rab. Dielo, aprobadas en el último Congreso de la Unión, dicen
con claridad: "Deben servir de
motivos para la propaganda y la agitación políticas todos los fenómenos y
acontecimientos de la vida social y política que afecten al proletariado, bien
directamente, como clase especial, bien como vanguardia de todas las fuerzas revolucionarias en la lucha por la
libertad" (Dos congresos, pág. 17. La cursiva es nuestra). En
efecto, son palabras muy justas y muy buenas, y nos consideraríamos satisfechos
por ejemplo si "Rabócheie Dielo" las comprendiese, si
no dijese, al mismo tiempo, otras que las contradicen. Pues no basta
con titularse "vanguardia", destacamento avanzado: es preciso,
además, actuar de tal modo que todos los otros destacamentos vean y estén
obligados a reconocer que marchamos a la cabeza. Y preguntamos al lector: ¿es
que los componentes de los demás "destacamentos" son tan estúpidos
que van a creernos como artículo de fe cuando hablamos de la "vanguardia"?
Imagínense de manera concreta el siguiente cuadro. En el
"destacamento" de radicales o de constitucionalistas liberios del
gobierno autocrático. Pero "nosotros", si queremos ser demócratas
avanzados, debemos preocuparnos de incitar a quienes están
descontentos únicamente del régimen universitario o del zemstvo, etc., a pensar
que es malo todo el régimen político. Nosotros debemos asumir la
tarea de organizar la lucha política, bajo la dirección de nuestro partido, en
forma tan múltiple que todos los sectores de oposición puedan prestar, y
presten de verdad, a esta lucha y a este partido la ayuda que puedan. Nosotros debemos
hacer de los militantes socialdemócratas dedicados a la labor práctica líderes
políticos que sepan dirigir todas las manifestaciones de esta lucha múltiple,
que sepan, en el momento necesario, "dictar un programa positivo de
acción" a los estudiantes en efervescencia, a los descontentos de los
zemstvos, a los miembros indignados de las sectas religiosas, a los maestros
nacionales lesionados en sus intereses, etc., etc. Por eso es completamente
falsa la afirmación de Martínov de que "con respecto a ellos sólo
podemos desempeñar el papel negativo de denunciadores del régimen … Sólo
podemos disipar sus esperanzas en las distintas comisiones gubernamentales"
(la cursiva es nuestra). Al decir esto, Martínov demuestra que no
comprende nada en absoluto del verdadero papel de la
"vanguardia" revolucionaria. Y si el lector tiene esto en cuenta,
comprenderá el verdadero sentido de las siguientes palabras de conclusión de
Martínov: "Iskra es un órgano de oposición revolucionaria
que denuncia nuestro régimen, sobre todo el político, por cuanto choca con los
intereses de los más diversos sectores de la población. Nosotros, en cambio,
trabajamos y trabajaremos por la causa obrera en estrecho contacto orgánico con
la lucha proletaria. Al restringir la esfera de nuestra influencia, hacemos más
compleja esta influencia" (pág. 63). El verdadero sentido de semejante
conclusión es: Iskra quiere elevar la
política tradeunionista de la clase obrera (a la que se limitan con tanta
frecuencia nuestros militantes prácticos, ya sea por equivocación, por falta de
preparación o por convicción) al nivel de política socialdemócrata. En
cambio,, Rab. Dielo quiere rebajar la
política socialdemócrata al nivel de política tradeunionista. Y, por si eso
fuera poco, asegura a todo el mundo que "estas posiciones son
perfectamente compatibles en la obra común" (pág. 63). O,
sancta simplicitas!
Prosigamos. ¿Tenemos bastantes fuerzas para llevar nuestra propaganda y
nuestra agitación a todas las clases de la población? Pues
claro que sí. Nuestros "economistas", que a menudo son propensos a
negarlo, olvidan el gigantesco paso adelante que ha dado nuestro movimiento de
1894 (más o menos) a 1901. Como "seguidistas" auténticos que son,
viven con frecuencia aferrado a ideas del período inicial, pasado hace ya
mucho, del movimiento. Entonces, en efecto, nuestras fuerzas eran tan pocas que
asombraban, entonces era natural y legítima la decisión de consagrarnos por
entero a la labor entre los obreros y condenar con severidad toda desviación de
esta línea, entonces la tarea estribaba en afianzarse entre la clase obrera.
Ahora ha sido incorporada al movimiento una masa gigantesca de fuerzas; vienen
a nosotros los mejores representantes de la joven generación de las clases
instruidas; por todas partes, en todas las provincias se ven condenadas a la
inactividad personas que ya han tomado o desean tomar parte en el movimiento y
que tienden hacia la socialdemocracia (mientras
que en 1894 los socialdemócratas rusos podían contarse con los dedos). Uno
de los defectos fundamentales de nuestro movimiento, tanto desde el punto de
vista político como de organización, consiste en que no sabemos emplear
todas estas fuerzas ni asignarles el trabajo adecuado (en el capítulo
siguiente, hablaremos con más detalle de esta cuestión). La inmensa mayoría de
dichas fuerzas carece en absoluto de la posibilidad de "ir a los
obreros"; por consiguiente, no pude ni hablarse del peligro de distraer
fuerzas de nuestra labor fundamental. Y para proporcionar a los obreros
conocimientos políticos auténticos, vivos y que abarquen todos los dominios es
necesario que tengamos "gente nuestra", socialdemócratas, en todas
parte, en todos los sectores sociales, en todas las posiciones que permiten
conocer los resortes internos de nuestro mecanismo estatal. Y nos hace falta
esa gente no sólo para la propaganda y la agitación, sino más aún para la
organización.
¿Existe una base que permita actuar entre todas las clases de la
población? Quienes no ven que existe, prueban una vez más que su conciencia se
rezaga del movimiento ascensional espontáneo de las masas. El movimiento obrero
ha suscitado y suscita entre unos el descontento; entre otros, despierta la
esperanza de lograr el apoyo de la posición; a otros les hace comprender que el
régimen autocrático no tiene razón de ser, y que su hundimiento es ineludible.
Sólo de palabra seríamos "políticos" y socialdemócratas (como ocurre,
en efecto, muy a menudo) si no tuviéramos conciencia de que nuestro deber
consiste en aprovechar todas las manifestaciones de descontento, en reunir y
elaborar todos los elementos de protesta, por embrionaria que sea. Y no
hablemos ya de que la masa de millones de campesinos trabajadores, artesanos,
pequeños productores, etc., escuchará siempre con avidez la propaganda de un
socialdemócrata algo hábil. Pero ¿acaso existe una sola clase de la población
en la que no haya individuos, grupos y círculos descontentos por la falta de
derechos y la arbitrariedad, y, en consecuencia, capaces de comprender la
propaganda del socialdemócrata como portavoz que es de las demandas
democráticas generales más candentes? A quienes deseen formarse una idea
concreta de esta agitación política del socialdemócrata entre todas las
clases y sectores de la población, les indicaremos las denuncias
políticas, en el sentido amplio de la palabra, como el medio principal
(pero, claro está, no único) de esta agitación.
"Debemos –escribía yo en el artículo ¿Por
dónde empezar? (Iskra, núm. 4, mayo de 1901), del que
tendremos que hablar detenidamente más adelante – despertar en todos los
sectores del pueblo con un mínimo de conciencia la pasión por las
denuncias políticas. No debe desconcertarnos que las voces que
hacen denuncias políticas sean ahora tan débiles, escasa y tímidas. La causa de
ello no es, ni mucho menos, una resignación general con la arbitrariedad
policíaca. La razón está en que las personas capaces de denunciar y dispuestas
a hacerlo no tienen una tribuna desde la que puedan hablar, no tienen un
auditorio que escuche ávidamente y anime a los oradores, no ven por parte
alguna en el pueblo una fuerza a la que merezca la pena dirigir una queja
contra el "todopoderoso" gobierno ruso… Ahora podemos y debemos crear
una tribuna para denunciar ante todo el pueblo al gobierno zarista: esa tribuna
tiene que ser un periódico socialdemócrata"#.
Ese auditorio ideal para las denuncias políticas es precisamente la clase
obrera, que necesita, primero y principalmente, amplios y vivos conocimientos
políticos y que es la más capaz de transformar estos conocimientos en lucha
activa, aunque no prometa ningún "resultado palpable". Ahora bien, la
tribuna para estas denuncias ante todo el pueblo sólo puede
ser un periódico central para toda Rusia. "Sin un órgano político es
inconcebible en la Europa contemporánea un movimiento que merezca el nombre de
movimiento político", y en este sentido por Europa contemporánea hay que
entender también, sin duda alguna, a Rusia. La prensa se ha convertido, en
nuestro país, desde hace ya mucho, en una fuerza; de lo contrario, el gobierno
no gastaría decenas de miles de rublos en sobornarla y en subvencionar a los
Katlov y los Mescherski de toda laya. Y en la Rusia autocrática no es una
novedad que la prensa clandestina rompa los candados de la censura y obligue a
hablar públicamente de ella a los órganos legales y conservadores. Así ocurrió
en los años 70 e incluso a mediados de siglo. ¡Y cuánto más extensos y
profundos son ahora los sectores populares dispuestos a leer la prensa
clandestina y a aprender en ella "a vivir y a morir", como se
expresaba el obrero autor de una carta publicada en
el núm. 7 de Iskra! (70). Las denuncias políticas son precisamente una
declaración de guerra al gobierno, de la misma manera que las
denuncias de tipo económico son una declaración de guerra al fabricante. Y la
importancia moral de esta declaración de guerra es tanto mayor cuanto más
amplia y vigorosa es la campaña de denuncias, cuanto más numerosa y decidida
es la clase social que declara la guerra para
empezarla. En consecuencia, las denuncias políticas son, ya de por sí, uno de
los medios más potentes para disgregar las filas enemigas,
para apartar del adversario a sus aliados fortuitos o temporales y sembrar la
hostilidad y desconfianza entre quienes participan de continuo en el poder
autocrático.
En nuestros días podrá convertirse en vanguardia de las fuerzas
revolucionarias sólo el partido que organice campañas de
denuncias de verdad ante todo el pueblo. Las palabras "todo
el pueblo" encierran un gran contenido. La inmensa mayoría de los denunciadores que no pertenecen a la
clase obrera (y para ser vanguardia es necesario precisamente atraer a
todas las clases) son políticos realistas
y hombres serenos y prácticos. Saben muy bien que si es peligroso
"quejarse" incluso de un modesto funcionario, lo es todavía más
quejarse del "todopoderoso" gobierno ruso. Y se quejarán a nosotros sólo
cuando vean que sus quejas pueden surtir efecto, que somos una fuerza política. Para lograr
que las personas ajenas nos consideren una fuerza política debemos trabajar
mucho y con tenacidad a fin de elevar nuestro grado de
conciencia, nuestra iniciativa y nuestra energía, pues no basta con pegar el marbete
de "vanguardia" a una teoría y una práctica de retaguardia.
Pero los admiradores demasiado celosos del "estrecho contacto
orgánico con la lucha proletaria" nos preguntarán y nos preguntan ya: si
debemos encargarnos de organizar denuncias verdaderamente ante todo el pueblo
sobre los abusos cometidos por el gobierno, ¿en
qué se manifestará entonces el carácter de clase de nuestro movimiento?
¡Pues precisamente en que seremos nosotros, los socialdemócratas, quienes
organizaremos esas campañas de denuncias ante todo el pueblo; en que todos los
problemas plantados en nuestra agitación serán esclarecidos desde un punto de
vista socialdemócrata firme, sin ninguna indulgencia para las deformaciones,
intencionadas o no, del marxismo; en que esta polifacética agitación política
será realizada por un partido que une en un todo indivisible la ofensiva contra
el gobierno en nombre del pueblo entero, la
educación revolucionaria del proletariado –salvaguardando al mismo tiempo
su independencia política -, la dirección
de la lucha económica de la clase obrera y la utilización de sus conflictos
espontáneos con sus explotadores, conflictos que ponen en pie y atraen sin
cesar a nuestro campo a nuevos sectores proletarios!
Pero uno de los rasgos más característicos del "economismo"
consiste precisamente en que no comprende esta conexión; es más, no comprende que la necesidad más urgente
del proletariado (educación política en todos los aspectos pro medio de la
agitación política y de las denuncias políticas) coincide con la necesidad
del movimiento democrático general. Esa incomprensión se manifiesta tanto en
las frases martinovianas como en diferentes alusiones del mismo sentido a un
supuesto punto de vista de clase. He aquí, por ejemplo, cómo se expresan al
respecto los autores de la carta "economista" publicada en
el núm. 12 de Iskra##: "Este mismo defecto
fundamental deI skra (la sobrestimación de la ideología) es la
causa de su inconsecuencia en los problemas referentes a la actitud de la
socialdemocracia ante las diversas clases y tendencias sociales. Resolviendo por medio de deducciones
teóricas…" (y no mediante "el crecimiento de las tareas del
partido, las cuales crecen junto con éste…") "la tarea de pasar sin
demora a la lucha contra el absolutismo y sintiendo, por lo visto, toda la
dificultad de esta tarea para los obreros, dado el actual estado de
cosas…" (y no sólo sintiendo, sino sabiendo muy bien que esta tarea les
parece menos difícil a los obreros que a los intelectuales
"economistas" que los tratan como a niños pequeños, pues los obreros
están dispuestos a batirse incluso por reivindicaciones que, dicho sea con
palabras de inolvidable Martínov, no prometen ningún "resultado
palpable")…, "pero no teniendo la paciencia de esperar que los
obreros acumulen fuerzas para esta lucha, Iskra empieza a
buscar aliados entre los liberales y los intelectuales…"
Sí, sí, se nos ha acabado, en efecto, toda la "paciencia" para
"esperar" los días felices que nos prometen desde hace mucho los
"conciliadores" de toda clase, en los cuales nuestros
"economistas" dejarán de imputar su propio atraso a los obreros y de
justificar su insuficiente energía con una pretendida insuficiencia de fuerzas
de los obreros. Preguntamos a nuestros "economistas": ¿en qué debe
consistir la "acumulación de fuerzas por los obreros para esta
lucha"? ¿No es evidente que consiste en dar educación política a los
obreros, en denunciar ante ellos todos los aspectos de nuestra
abyecta autocracia? ¿Y no está claro que justamente para esta labor necesitamos
tener "aliados entre los liberales y los intelectuales" dispuestos a
compartir con nosotros sus denuncias de la campaña política contra la gente de
los zemstvos, los maestros, estadísticos, estudiantes, etc.? ¿Será, en
realidad, tan difícil de comprender esta asombrosa "treta"? ¿No les
viene repitiendo P.B. Axelrod, ya desde
1897, que "el problema de que los socialdemócratas rusos conquisten
adictos y aliados directos o indirectos entre las clases no proletarias se
resuelve, ante todo y sobre todo, por el carácter de la propaganda que se hace
en el seno del proletariado mismo"? ¡Pero no obstante, los Martínov y
demás "economistas" siguen creyendo que los obreros deben primero,
por medio de "la lucha económica contra los patronos y el gobierno",
acumular fuerzas (para la política tradeunionista) y sólo después "pasar",
según parece, del tradeunionista "infundir actividad" a la actividad
socialdemócrata!
Nota mía
"…En sus búsquedas –continúan los "economistas" – Iskra se
desvía con frecuencia del punto de vista de clase, velando las contradicciones
entre las clases y colocando en primer plano la comunidad del descontento con
el gobierno, aunque las causas y el grado de este descontento entre los
"aliados" son muy diferentes. Tal es, por ejemplo, la actitud
de Iskra ante los zemstvos" … Iskra, según
dicen los "economistas", "promete la ayuda de la clase obrera a
los nobles insatisfechos de las limosnas gubernamentales, sin decir una sola
palabra del antagonismo de clase que separa a estos dos sectores de la
población". Si el lector se remite a los artículos La
autocracia y los zemstvos (números 2 y 4 de Iskra), a los
que probablemente aluden los autores de la carta, verá que
están consagrados### a la actitud del gobierno frente a la
"agitación blandengue del zemstvo burocrático y estamental" y frente
a la "iniciativa que parte hasta de las clases poseedoras". El
artículo dice que el obrero no puede contemplar con indiferencia la lucha del
gobierno contra el zemstvo; invita a la gente de los zemstvos a abandonar sus
discursos blandengues y pronunciarse con palabras firmes y tajantes cuando la
socialdemocracia revolucionaria se alce con toda su fuerza ante el gobierno.
¿Qué hay en esto de inaceptable para los autores de la carta? Nadie lo sabe.
¿Piensan que el obrero "no comprenderá" las palabras "clases
poseedoras" y "zemstvo burocrático estamental"? ¿Creen que incitar a
la gente de los zemstvos a pasar de los discursos blandengues a las palabras
tajantes es "sobrestimar la ideología"? ¿Se imaginan que los obreros
pueden "acumular fuerzas" para luchar contra el absolutismo si no
saben cómo trata éste también a los zemstvos? Nadie lo sabe
tampoco. Lo único claro es que los autores tienen una idea muy vaga de las
tareas políticas de la socialdemocracia. Que esto es así nos lo dice con mayor
claridad aún esta frase suya: "Idéntica es la actitud de Iskra"
(es decir, de nuevo "vela las contradicciones entre las clases")
"ante, el movimiento estudiantil". En lugar de exhortar a los obreros
a afirmar, por medio de una manifestación pública, que el verdadero
origen de la violencia, de la arbitrariedad y del desenfreno se halla en el
gobierno ruso, y no en la juventud universitaria (Iskra, núm. 2)####,
¡deberíamos haber publicado, por lo visto, razonamientos en el espíritu
de R. Mysl! Y semejantes ideas son expresadas por socialdemócratas
en el otoño de 1901, después de los sucesos de febrero y marzo, en vísperas de
un nuevo crecer del movimiento estudiantil, revelador de que, incluso en este terreno,
la "espontaneidad" de la protesta contra la autocracia adelanta a
la dirección consciente del movimiento por la socialdemocracia. ¡El deseo
espontáneo de los obreros de intervenir en defensa de los estudiantes apaleados
por la policía y los cosacos adelanta a la actividad consciente de la
organización socialdemócrata!
"Sin embargo, en otros artículos – continúan los autores de la carta
- , Iskra condena duramente todo compromiso y defiende, por
ejemplo, la posición intransigente de los guesdistas". Aconsejamos que
mediten bien sobre estas palabras quienes suelen afirmar con tanta presunción
ligereza que las discrepancias entre los socialdemócratas de nuestros días no
son esenciales ni justifican una escisión. ¿Pueden actuar con éxito en una
misma organización quienes afirman que hemos hecho todavía muy poco para
denunciar la hostilidad de la autocracia a las clases más diversas y para dar a
conocer a los obreros la oposición de los sectores más diversos de la población
a la autocracia, y quienes ven en esta actividad un "compromiso",
evidentemente un compromiso con la teoría de la "lucha económica contra
los patronos y el gobierno"?
Hemos hablado, al recordar el cuadragésimo aniversario de la
liberación de los campesinos (núm. 3) #####, de que es
necesario llevar la lucha de clases al campo; hemos mostrado, a propósito del
informe secreto de Witte (núm. 4), que la administración autónoma local y la
autocracia son inconciliables; hemos atacado el feudalismo de los
terratenientes del gobierno, al comentar la nueva ley (núm. 8)######, y hemos aplaudido el congreso ilegal
de los zemstvos#######, alentando a los miembros y defensores de
estos últimos a abandonar las peticiones humillantes y pasar a la lucha; hemos
estimulado a los estudiantes, que empezaban a comprender la necesidad de la
lucha política y pasaban a ella (núm. 3) y, al mismo tiempo, hemos fustigado la
"bárbara incomprensión" de quienes propugnan el movimiento
"exclusivamente universitario" y exhortan a los estudiantes a no
participar en las manifestaciones callejeras (núm. 3, con motivo del
llamamiento del Comité Ejecutivo de los Estudiantes de Moscú fechado el 25 de
febrero); hemos denunciado los "sueños absurdos" y la
"hipocresía falaz" de los astutos liberales del periódico Rossía (71) (núm. 5) y, a la vez, hemos
destacado la furiosa represión del gobierno carcelero "contra pacíficos
literatos, contra viejos catedráticos y científicos, contra conocidos liberales
de los zemstvos" (núm. 5: Correría policíaca contra la literatura);
hemos revelado el verdadero sentido del programa "de patronato del Estado
para mejorar las condiciones de vida de los obreros" y
celebrado la "preciosa confesión" de que "más vale
prevenir con reformas desde arriba las demandas de reformas desde abajo que
esperar a esto último" (núm. 6)########; hemos animado (núm. 7) a los
funcionarios de Estadística que protestan y condenado a los funcionario
esquiroles (núm. ). ¡Quienes ven en esta táctica una ofuscación de la
conciencia de clase del proletariado y un compromiso con el liberalismo prueban
que no comprenden en absoluto el verdadero sentido del programa del Credo y, de
facto, aplican precisamente este programa, por mucho que lo repudien!
Porque, por eso mismo, arrastran a la socialdemocracia a "la lucha
económica contra los patronos y el gobierno" y se rinden ante el
liberalismo, renunciando a intervenir de manera activa en cada problema
"liberal" y a fijar frente a él su propia actitud,
su actitud socialdemócrata.
f. Una vez más
"calumniadores", una vez más "embaucadores"
Como recordará el lector, estas amables palabras son de R. Dielo,
que replica así a nuestra acusación de "haber preparado indirectamente el
terreno para convertir el movimiento obrero en un instrumento de la democracia
burguesa". En su simplicidad, Rab. Dielo ha decidido que
esta acusación o es otra cosa que una argucia polémica. Como si dijera: estos
malignos dogmáticos han resuelto decirnos toda clase de cosas desagradables ¿y
qué pude haber más desagradable que ser instrumento de la democracia burguesa?
Y se publica en negrilla un "mentís": "una calumnia
patente" (Dos congresos, pág. 30), "un embaucamiento"
(pág. 31), "una mascarada" (pág. 33). Como Júpiter, Rab.
Dielo (aunque se parece poco a Júpiter) se enfada precisamente porque
no tiene razón, demostrando con sus insultos precipitados que es incapaz de
seguir el hilo de los pensamientos de sus adversarios. Y sin embargo, no hace
falta reflexionar mucho para comprender por qué todo culto a
la espontaneidad del movimiento de masas, todo rebajamiento de
la política socialdemócrata al nivel de la política tradeunionista significa
precisamente preparar el terreno para convertir el movimiento obrero en un
instrumento de la democracia burguesa. El movimiento obrero espontáneo sólo
puede crear por sí mismo el tradeunionismo (y lo crea de manera inevitables), y
la política tradeunionista de la clase obrera no es otra cosa que la política
burguesa de la clase obrera. La participación de la clase obrera en la lucha
política, e incluso en la revolución política, en modo alguno convierte aún su
política en una política socialdemócrata. ¿Se le ocurrirá a R. Dielo negar
esto? ¿Se le ocurrirá, al fin, exponer ante todo el mundo, sin ambages ni
rodeos, el concepto que tiene de los problemas candentes de la socialdemocracia
internacional y rusa? ¡Oh, no! Jamás se le ocurrirá nada semejante, pues se
aferra al recurso de "hacerse el ausente": Ni soy quien soy, ni sé ni
quiero saber nada del asunto. Nosotros no somos "economistas", Rab.
Mysl no es "economismo", en general, en Rusia no hay
"economismo". Es un recurso muy hábil y "político", pero
tiene un pequeño inconveniente: a los órganos de prensa que lo practican se les
suele poner el mote de "¿En qué puedo servirle?"
Rab. Dielo cree que, en general, la
democracia burguesa en Rusia es una "quimera" (Dos congresos,
pág. 32)#########. ¡Qué felices son! Como el avestruz, esconden
la cabeza bajo el ala y se imaginan que con ello han hecho desaparecer todo lo
que les rodea. La serie de publicistas liberales que anuncian triunfalmente
cada mes el desmoronamiento e incluso la desaparición del marxismo; la serie de
periódicos liberales Sankt-Petersburgskie Viédomosti, Russkie
Viédomosti y otros muchos) dedicados a estimular a los liberales que
llevan a los obreros una concepción brentaniana de
la lucha de clases (72) y una concepción tradeunionista de la
política; la pléyade de críticos del marxismo, cuyas verdaderas tendencias han
puesto tan bien al descubierto el Credo y cuya mercancía literaria es la única
que circula por Rusia sin impuestos ni aranceles; la reanimación de las
tendencias revolucionarias no socialdemócratas, sobre todo después de los
sucesos de febrero y marzo; ¡todo eso, por lo visto, es una quimera! ¡Todo eso
no tiene en absoluto nada que ver con la democracia burguesa!
(72) Brentano, Lujo (1844-1931):
economista burgués alemán partidario del llamado "socialismo estatal"
Afirmaba que la igualdad social era posible en el marco del capitalismo por
medio de reformas y de la conciliación de los intereses de los capitalistas y
los obreros. Encubriéndose con frases marxistas, Brentano y sus adeptos
intentaban subordinar el movimiento obrero a los intereses de la burguesía.
–107.
Rab. Dielo y los autores de la carta
"economista" aparecida en el núm. 12 de Iskra deberían
"pensar en cuál es la causa de que estos sucesos de la primavera haya
suscitado una reanimación o socialdemócratas, en lugar de fortalecer la
autoridad y el prestigio de la socialdemocracia". La causa es que no hemos
estado a la altura de nuestra misión, que la actividad de las masas obreras ha
sido superior a la nuestra, que no hemos tenido dirigentes y organizadores
revolucionarios preparados en grado suficiente, que conocieran a la perfección
el estado de ánimo de todos sectores oposicionistas y supieran ponerse a la cabeza
del movimiento, transformar una manifestación espontánea en una manifestación
política, ampliar su carácter político, etc. en estas condiciones, nuestro
atraso seguirá siendo aprovechado de manera inevitable pro los revolucionarios
no socialdemócratas más dinámicos y más enérgicos; y los obreros, pro grandes
que sean su abnegación y su energía en la lucha con la policía y con las
tropas, por muy revolucionaria que sea su actuación, no pasarán de ser una
fuerza que apoye a esos revolucionarios, serán la retaguardia de la democracia
burguesa y no la vanguardia socialdemócrata. Tomemos el caso de la
socialdemocracia alemana, de la que nuestros "economistas" quieren
imitar sólo los lados débiles. ¿Por qué no se produce en Alemania ni un
solo suceso político sin que contribuya aumentar más y más la
autoridad y el prestigio de la socialdemocracia? Pues porque la
socialdemocracia es siempre la primera en la apreciación más revolucionaria de
cada suceso, en la defensa de toda protesta contra la arbitrariedad. No se
adormece con la consideración de que la lucha económica incitará a los obreros
a pensar en su falta de derechos y de que las condiciones empujan fatalmente el
movimiento obrero al camino revolucionario. Interviene en todos los aspectos y
en todos los problemas de la vida social y política: cuando Guillermo se niega
a ratificar el nombramiento de un alcalde progresista burgués (¡nuestros
"economistas" no han tenido tiempo aún de explicar a los alemanes que
esto es, en el fondo, un compromiso con el liberalismo!); cuando se dicta una
ley contra las obras y estampas "inmorales"; cuando el gobierno
influye para que sean elegidos determinados profesores, etc., etc. La
socialdemocracia está siempre en primera línea, excitando el descontento
político en todas las clases, despertando a los dormidos, espoleando a los
rezagados y proporcionando hechos y datos de todo género para desarrollar la
conciencia política y la actividad política del proletariado. Y el resultado de
todo eso es que hasta los enemigos conscientes del socialismo sienten respeto
por el luchador político de vanguardia, y no es raro que un documento
importante, no sólo de los medios burgueses, sino incluso de las esferas
burocráticas y palaciegas, vaya a parar por una especie de milagro al despacho
de la redacción de Vorwärts.
Ahí está la clave de la aparente "contradicción", la cual
rebasa tanto la capacidad de comprensión de Rab. Dielo que la
revista se limita a levantar las manos al cielo clamando:
"¡Mascarada!" En efecto, ¡figúrense ustedes: nosotros, Rab.
Dielo, colocamos en primer plano el movimiento
obrero de masas (¡y lo imprimimos en negrilla!), prevenimos a
todos y a cada uno contra el peligro de disminuir la importancia del elemento
espontáneo, queremos dar un carácter político a la misma, a la
mismísima lucha económica, queremos mantener un contacto estrecho y
orgánico con la lucha proletaria! Y después de eso se nos dice que preparamos
el terreno para convertir el movimiento obrero en un instrumento de la
democracia burguesa. ¿Y quién nos lo dice? ¡Hombres que llegan a un
"compromiso" con el liberalismo, interviniendo en todos los problemas
"liberales" (¡qué incomprensión del "contacto orgánico con la
lucha proletaria"!) y dedicando tanto atención a los estudiantes e incluso
(¡qué horror!) a la gente de los zemstvos! ¡Hombres que, en general, quieren
consagrar una parte mayor de sus fuerzas (en comparación con los
"economistas") a la actividad entre las clases no proletarias de la
población! ¿No es eso, acaso, una "mascarada"?
¡Pobre Rab. Dielo! ¿Llegará alguna vez a desentrañar el
secreto de esta treta?
* Advertimos,
para evitar equívocos, que en la exposición que sigue entendemos por lucha
económica (según el uso arraigado entre nosotros) la "lucha económica
práctica" que Engels denominó, en la cita reproducida antes,
"resistencia a los capitalistas" y que en los países libres se llama
lucha gremial, sindical o tradeunionista.
** En
este capítulo hablamos únicamente de la lucha política, de su concepción más
amplia o más estrecha. Por eso señalaremos sólo de paso, como un simple hecho
curioso, la acusación lanzada porRab. Dielo contra Iskra de
"moderación excesiva" con respecto a la lucha económica (Dos
congresos, pág. 27; acusación repetida con machaconería por Martínov en su
folleto La socialdemocracia y la clase obrera). Si los señores acusadores
midieran por puds o por pliegos de imprenta (como gustan de hacerlo) la sección
de Iskra dedicada a la lucha económica durante el año y la
compararan con la misma sección de R. Dielo y R. Mysl juntos,
verían fácilmente que, incluso en este sentido, están atrasados. Es evidente
que el conocer esta sencilla verdad les obliga a recurrir a argumentos que
demuestran con claridad su confusión. "Iskra –escriben-,
quiéralo o no (¡), tiene (¡) que tomar en consideración las demandas imperiosas
de la vida y publicar, por lo menos (¡!), cartas sobre el movimiento
obrero" (Dos congresos, pág. 27). ¡Menudo argumento para hacernos
trizas!
*** Decimos
"en general" porque en Rab. Dielo se trata precisamente
de los principios generales y de las tareas generales de todo el partido. Es
indudable que en la práctica se dan casos en que la política debe,
efectivamente, seguir a la economía; pero sólo "economistas" pueden
decir eso en una resolución para toda Rusia. Porque hay también casos en que
"desde el comienzo mismo" se puedehacer agitación
política "únicamente en el terreno económico", puede hacer agitación
política "únicamente en el terreno económicos", pese a lo cual Rab.
Dielo ha llegado, por fin, a la conclusión de que "no hay ninguna
necesidad" de ello (Dos congresos, pág. 11). En el capítulo
siguiente probaremos que la táctica de los "políticos" y de los
revolucionarios, lejos de desconocer las tareas tradeunionistas de la
socialdemocracia, es, por el contrario, la única que asegura su cumplimiento
consecuente.
****** Rab.
Dielo, núm. 10, pág. 60. Así aplica Martínov al estado caótico de nuestro
movimiento en la actualidad la tesis de que "cada paso de movimiento real
es más importante que una docena de programas", cuya aplicación hemos
analizado ya antes. En el fondo, eso no es sino una traducción al ruso de la
célebre frase de Bernstein: "el movimiento lo es todo; el objetivo final,
nada".
******** Pág.
43: "Desde luego, si recomendamos a los obreros que presenten determinadas
reivindicaciones económicas al gobierno, lo hacemos porque el gobierno
autocrático está dispuesto, por necesidad, a hacer ciertas concesiones en
el terreno económico".
++ La
exigencia de "dar a la lucha económica misma un carácter político" es
la manifestación más patente del culto a la espontaneidad en
la actividad política. La lucha económica adquiere a menudo un carácter
político de manera espontánea, es decir, sin la intervención de los
"intelectuales", que son el "bacilo revolucionario", sin la
intervención de los socialdemócratas conscientes. Por ejemplo, la lucha
económica de los obreros en Inglaterra adquirió también un carácter político
sin participación alguna de los socialistas. Ahora bine, la tarea de los
socialdemócratas no se limita a la agitación política en el terreno económico:
su tarea es transformar esa política tradeunionista en lucha política
socialdemócrata, aprovechar los destellos de conciencia política que la lucha
económica ha hecho penetrar en los obreros para elevar a éstos al nivel de
conciencia política socialdemócrata. Pero los Martínov, en vez de
elevar e impulsar la conciencia política que se despierta de manera
espontánea, se prosternan ante la espontaneidad y repiten con machaconería,
hasta dar náuseas, que la lucha económica "incita" a los obreros a
pensar en su falta de derechos políticos. ¡Es de lamentar, señores, que este
despertar espontáneo de la conciencia política tradeunionista no les "incite" a
ustedes mismos a pensar en sus tareas socialdemócratas!
+++ Para
confirmar que todo este discurso de los obreros a los "economistas"
no es una invención gratuita nuestra, nos remitiremos a dos testigos que, sin
duda, conocen el movimiento obrero directamente y no se inclinan, ni mucho
menos, a ser parciales con nosotros, los "dogmáticos", pues uno de
ellos es un "economista" (¡que considera incluso a Rabócheie
Dielo un órgano político!) y el otro, un terrorista. El primer testigo
es el autor de un artículo, notable por su veracidad y viveza, publicado en el
núm. 6 de Rab. D. con el título El movimiento obrero
de San Petersburgo y las tareas prácticas de la socialdemocracia. Divide
a los obreros en: 1) revolucionarios conscientes; 2) sector intermedio, y 3) el
resto de la masa. Y resulta que el sector intermedio "a menudo se interesa
más por los problemas de la vida política que por sus interese económicos
inmediatos cuya relación con las condiciones sociales generales ha sido
comprendida hace ya mucho"… Rab. Mysl es "criticado
con dureza": "siempre lo mismo, hace mucho que lo sabemos, hace mucho
que lo leímos", "tampoco esta vez hay nada nuevo en la crónica
política" (pág. 30-31). Pero incluso el tercer sector, "la masa
obrera más sensible, más joven, menos corrompida por la taberna y por la
iglesia, que casi nunca tiene posibilidad de conseguir un libro de contenido
político, habla a diestro y siniestro de los fenómenos de la vida política y
reflexiona sobre las noticias fragmentarias acerca de un motín de
estudiantes", etc. Y el terrorista escribe: "… Leen un par de veces
unas líneas dedicadas a minucias de la vida de las fábricas en ciudades que no
son las suyas y luego dejar de leer… Les aburre… No hablar en un periódico
obrero sobre el Estado… significa imaginarse que el obrero es un niño
pequeño… El obrero no es un niño" (Svoboda (68), ed. del
Grupo Revolucionario-Socialista, pág. 69-70)
++++ Martínov
"se imagina otro dilema más real (¿)" (La socialdemocracia y la
clase obrera, pág. 19): "O la socialdemocracia sume la dirección
inmediata de la lucha económica del proletariado y, con ello (¡), la transforma
en lucha revolucionaria de clase"… "Con ello", es decir, al
parecer, con la dirección inmediata de la lucha económica. Que nos indique
Martínov dónde se ha visto que, por el único y solo hecho de
dirigir la lucha sindical, se haya logrado transformar el movimiento
tradeunionista en movimiento revolucionario de clase. ¿No caerá en la cuenta de
que, para realizar esta "transformación", debemos asumir activamente
la "dirección inmediata" de la agitación política omnímoda?…
"O bien otra perspectiva: La socialdemocracia abandona la dirección de la
lucha económica de los obreros y, con ello…, se corta las alas"… Según el
juicio de Rab. Dielo, antes citado, es Iskra la que
"abandona". Pero hemos visto que Iskra hace para
dirigir la lucha económica mucho más que"Rab. Dielo"
y, por añadidura, no se limita a eso ni restringe, en nombre de eso, sus tareas
políticas.
+++++ Se
trata de la primavera de 1901, en la que comenzaron grandes manifestaciones en
las calles. (Nota de Lenin para la edición de 1907. –N. de la Edit.)
++++++ Por
ejemplo, durante la guerra franco-prusiana, Liebknecht dictó un programa de
acción para toda la democracia, cosa que Marx y Engels hicieron en mayor escala
en 1848.
## La
falta de espacio nos ha impedido responder circunstancialmente en Iskra a
esta carta, tan típica de los "economistas". Su aparición nos causó
verdadero júbilo, pues hacía ya mucho que llegaban hasta nosotros, desde los
lados más diversos, dimes y diretes acerca de que Iskra carecía
de un consecuente punto de vista de clase, y sólo esperábamos una ocasión
propicia, o la expresión cristalizada de esta acusación en boga, para darle una
respuesta. Y tenemos por costumbre contestar a los ataques no con la defensiva,
sino con contraataques.
### Y
durante el período comprendido entre estos artículos, se ha publicado (Iskra,
núm. 3) otro dedicado especialmente a los antagonismos de clase en el campo.
(Véase V. I. Lenin. Obras Completas, 5ª ed. en ruso, t. 4, pág.
429-437. – N. de la Edit.)
######### Y a
renglón seguido se alude a "las condiciones concretas rusas, que empujan
faltamente el movimiento obrero al camino revolucionario". ¡No se quiere
comprender que el camino revolucionario del movimiento obrero puede no ser aún
el camino socialdemócrata! Bajo el absolutismo, toda la burguesía de Europa
Occidental "empujaba", empujaba conscientemente a los obreros al
camino revolucionario. Pero los socialdemócratas no podemos contentarnos con
eso. Y si rebajamos de una u otra forma la política socialdemócrata al nivel de
la política espontánea, de la política tradeunionista, con ello precisamente
haremos el juego a la democracia burguesa.
IV
El
primitivismo en el trabajo de los economistas y la organización de los
revolucionarios
Las afirmaciones de Rab. Dielo, antes analizadas, de que la
lucha económica es el medio de agitación política más ampliamente aplicable, de
que nuestra tarea consiste ahora en dar a la lucha económica misma un carácter
político, etc., demuestran que se tiene una noción estrecha no sólo de nuestras
tareas políticas, sino también de las de organización. Para
sostener la "lucha económica contra los patronos y el gobierno" es
innecesaria en absoluto una organización centralizada de toda Rusia –que, por
ello mismo, no puede formarse en el curso de semejante lucha – que agrupe en un
solo impulso común todas las manifestaciones de oposición política, de protesta
y de indignación; una organización
formada por revolucionarios profesionales y dirigida por verdaderos líderes políticos
de todo el pueblo. Y se comprende. La estructura de cualquier organismo
está determinada, de modo natural e inevitable, pro el contenido de la
actividad de dicho organismo. De ahí que Rab. Dielo, con las
afirmaciones que hemos examinado anteriormente, consagre y legitime, no sólo la
estrechez de la actividad política, sino también la estrechez de la labor de
organización. Y en este caso, como siempre, es un órgano de prensa cuya
conciencia cede ante la espontaneidad. Sin embargo, el culto a las formas de
organización espontáneas, la incomprensión de cuán estrecha y primitiva es
nuestra labor de organización, de hasta qué punto somos todavía unos
"artesanos" en un terreno tan importante, esta incomprensión, digo
yo, es una verdadera enfermedad propia de la decadencia, sino una enfermedad
debida al crecimiento. Pero precisamente ahora, cuando la ola de la indignación
espontánea nos azota, por decirlo así, a nosotros como dirigentes y
organizadores del movimiento, es necesaria en grado sumo la lucha más intransigente
contra toda defensa del atraso, contra toda legitimación de la estrechez de
miras en este sentido; es necesario en grado sumo despertar, en cuantos toman
parte o se proponen tomar parte en la labor práctica, el descontento por
los métodos primitivos de trabajo que predominan entre
nosotros y la decisión inquebrantable de desembarazarnos de ellos.
a. ¿Qué
es el primitivismo en el trabajo?
Intentemos responder a esta pregunta trazando un pequeño cuadro de la
actividad de un círculo socialdemócrata típico de los años comprendidos entre 1894
y 1901. Hemos aludido ya a la propensión general de la juventud estudiantil
de aquél período hacia el marxismo. Claro que esta propensión no era sólo, e
incluso no tanto, hacia el marxismo en calidad de teoría como en calidad de
respuesta a la pregunta "¿Qué hacer?", de llamamiento a emprender la
campaña contra el enemigo. Y los nuevos guerreros iban a la campaña con un
equipo y una preparación primitivos en extremo. En muchísimos casos carecían casi
por completo hasta de equipo y no tenían absolutamente ninguna preparación.
Iban a la guerra como verdaderos labradores, sin más pertrecho que un garrote
en la mano. Falto de todo contacto con los viejos dirigentes del movimiento,
falto de toda ligazón con los círculos de otros lugares o hasta de otros puntos
de la ciudad (o de otros centros de enseñanza), sin organización alguna de las
diferentes partes de la labor revolucionaria, sin ningún plan sistematizado de
acción para un período más o menos prolongado, un círculo de estudiantes se
ponen en contacto con obreros y empieza a trabajar. Despliega paso a paso una
agitación y una propaganda cada vez más vastas, y con su actuación se gana las
simpatías de sectores obreros bastante amplios, así como de una parte de la
sociedad instruida, que proporciona dinero y pone a disposición del
"comité" nuevos y nuevos grupos de jóvenes. Crece el prestigio del
comité (o unión de lucha) y aumenta su actividad, que se amplía de un modo
espontáneo por completo: las mismas personas que hace un año o unos cuantos
meses intervenían en círculos de estudiantes y resolvían el problema de
"¿a dónde ir?", que entablaban y mantenían relaciones con los
obreros, redactaban e imprimían octavillas, se ponen en contacto con otros grupos
de revolucionarios, consiguen publicaciones, emprenden la edición de un
periódico local, empiezan a hablar de organizar una manifestación y, por fin,
pasan a operaciones militares abiertas (que pueden ser, según las
circunstancias, la primera hoja de agitación, el primer número del periódico o
la primera manifestación). Y por lo general, en cuanto se inician estas
operaciones, se produce un fracaso inmediato y completo. Inmediato y completo
precisamente porque dichas operaciones militares no son el resultado de un plan
sistemático, bien meditado y preparado poco a poco, de una lucha larga y tenaz,
sino sencillamente el crecimiento espontáneo de una labor de círculo efectuada
de acuerdo con la tradición. Porque la policía, como es natural, conoce casi
siempre a todos los dirigentes principales del movimiento local, que se han
"acreditado" ya en las aulas universitarias, y sólo espera el momento
más propicio para hacer la redada, consistiendo adrede que el círculo se
extienda y se desarrolle en grado suficiente para contar con un corpus
delicti palpable, y dejando cada vez intencionadamente unas cuantas
personas, de ella conocidas, "como semilla" (expresión técnica que
emplean, según mis noticias, tanto los nuestros como los gendarmes). Es forzoso
comparar semejante guerra con una campaña de bandas de campesinos armados de
garrotes contra un ejército moderno. Y es de admirar la vitalidad de un
movimiento que se ha extendido, crecido y conquistado victorias pese a la
completa falta de preparación de los combatientes. Es cierto que, desde el
punto de vista histórico, el carácter primitivo del equipo era al principio no
sólo inevitable, sino incluso legítimo, como una de las condiciones
que permitía atraer a gran número de combatientes. Pero en cuanto empezaron las
operaciones militares serias (y empezaron ya, en realidad, con las huelgas del
verano de 1896), las deficiencias de nuestra organización de combate se
hicieron sentir cada vez más. El gobierno se desconcertó al principio y cometió
una serie de errores (por ejemplo, contar a la opinión pública monstruosidades
de los socialistas o deportar a obreros de las capitales a centros industriales
de provincias), pero no tardó en adaptarse a las nuevas condiciones de la lucha
y supo colocar en los lugares adecuados sus destacamentos de provocadores,
espías y gendarmes, pertrechados con todos los medios modernos. Las redadas se
hicieron tan frecuentes, abarcaron a un número tan grande de personas y
barrieron los círculos locales hasta el punto de que la masa obrera quedó lo que
se dice sin dirigentes, y el movimiento adquirió un carácter esporádico
increíble, siendo imposible en absoluto establecer continuidad ni conexión
alguna en el trabajo. El pasmoso fraccionamiento de los militantes locales, la
composición fortuita de los círculos, la falta de preparación y la estrechez de
horizontes en el terreno de los problemas teóricos, políticos y orgánicos eran
consecuencia inevitable de las condiciones descritas. Las cosas han llegado al
extremo de que, en algunos lugares, los obreros, a causa de nuestra falta de
firmeza y de hábitos de lucha clandestina, desconfían de los intelectuales y se
apartan de ellos: ¡los intelectuales, dicen, originan fracasos por su acción
demasiado irreflexiva!
Cuantos conozcan, por poco que sea, el movimiento saben que todos los
socialdemócratas reflexivos perciben, al fin, que el primitivismo en el trabajo
es una enfermedad. Más para que no crea el lector no iniciado que
"construimos" con artificio, una fase especial o una enfermedad
peculiar del movimiento, nos remitiremos al testigo ya citado. Que se nos
disculpe la extensión de la cita.
"Si el paso gradual a una
actividad práctica más amplia –escribe B-v
Borís Sávinkov (73) en el número 6 de Rab. Dielo-, paso
que depende directamente del período general de transición por que atraviesa el
movimiento obrero ruso, es un rasgo característico…, existe otro rasgo no menos
interesante en el mecanismo general de la revolución obrera rusa. Nos referimos
a la escasez general de fuerzas revolucionarias aptas para la acción*, que se
deja sentir no sólo en San Petersburgo, sino en toda Rusia. A la par con la
intensificación general del movimiento obrero, con el desarrollo general de la
masa obrera, con la creciente frecuencia de las huelgas y con la lucha de masas
de los obreros, cada día más abierta –lo que recrudece las persecuciones
gubernamentales, las detenciones, los destierros y las deportaciones -, se
hace más y más patente esta escasez de fuerzas revolucionarias de alta calidad
y, sin duda, no deja de influir en la profundidad y el carácter general del
movimiento. Muchas huelgas transcurren sin una influencia enérgica y
directa de las organizaciones revolucionarias…, se deja sentir la escasez de
hojas de agitación y de publicaciones clandestinas… los círculos obreros se
quedan sin agitadores… Al mismo tiempo se deja notar la falta constante de
dinero. En una palabra, el crecimiento del movimiento obrero rebasa al
crecimiento y al desarrollo de las organizaciones revolucionarias. Los
efectivos de revolucionarios activos resultan demasiado insignificantes para
concentrar en sus manos la influencia sobre toda la masa obrera en
efervescencia y para dar a todos los disturbios aunque sea un asomo de armonía
y organización… Los círculos y los revolucionarios no están unidos, no están
agrupados, no constituyen una organización única, fuerte y disciplinada, con
partes metódicamente desarrolladas"… Y después de hacer constar que el
surgimiento inmediato de nuevos círculos en lugar de los aniquilados
"demuestra tan sólo la vitalidad del movimiento…, pero no prueba que
exista una cantidad suficiente de militantes revolucionarios plenamente
aptos", el autor concluye: "La falta de preparación práctica de los
revolucionarios pequeñoburgueses se refleja también en los resultados de su
labor. Los últimos procesos, y en particular los de los grupos
Autoemancipación y Lucha del Trabajo contra el Capital (74), han
demostrado claramente que un agitador joven que no conozca al detalle las
condiciones del trabajo y, por consiguiente, de la agitación en una fábrica
determinada, que no conozca los principios de la clandestinidad y que sólo haya
asimilado" (¿asimilado?) "las ideas generales de la socialdemocracia,
puede trabajar unos cuatro, cinco o seis meses. Luego viene la detención, que
muchas veces acarrea el aniquilamiento de toda la organización o, por lo menos
de una parte de ella. Cabe preguntar: ¿puede un grupo actuar con éxito, con
fruto, cuando su existencia está limitada a unos cuantos meses? Es evidente que
los defectos de las organizaciones existentes no pueden atribuirse por entero
al período de transición…; es evidente que la cantidad y, sobre todo, la
calidad de los componentes de las organizaciones activas desempeñan aquí un
papel de no escasa importancia, y la tarea primordial de nuestros
socialdemócratas… debe consistir en unificar realmente las
organizaciones con una selección rigurosa de sus miembros".
b. El
primitivismo en el trabajo y el economismo
Debemos analizar ahora una cuestión que, sin duda, se plantean ya los
lectores: ¿puede establecerse una relación entre el primitivismo en el trabajo,
como enfermedad de crecimiento que afecta a todo el
movimiento, y el "economismo", como una tendencia de la
socialdemocracia rusa? Creemos que sí. La falta de preparación práctica y la
falta de habilidad en la labor de organización son, en efecto, cosas comunes
a todos nosotros, incluso a quienes desde el primer momento han
sustentado con firmeza el punto de vista del marxismo revolucionario. Y es cierto
que nadie podría culpar de esta falta de preparación, por sí sola, a los
militantes dedicados a la labor práctica. Pero, además de la falta de
preparación, el concepto "primitivismo en el trabajo" implica también
otra cosa: el reducido alcance de toda la actividad revolucionaria en general,
la incomprensión de que con esta labor estrecha es imposible constituir una
buena organización de revolucionarios y, por último –y eso es lo principal -,
las tentativas de justificar esta estrechez y erigirla en una "teoría"
particular, es decir, el culto a la espontaneidad también en este terreno. En
cuanto se manifestaron tales tentativas se manifestaron en dos direcciones.
Unos empezaron a decir: la propia masa obrera no ha planteado aún tareas
políticas tan amplias y combativas como las que quieren "imponerle"
los revolucionarios, debe luchar todavía por reivindicaciones políticas
inmediatas, sostener "la lucha económica contra los patronos y
el gobierno"** (y a
esta lucha "accesible" al movimiento de masas corresponde, como es
natural, una organización "accesible" incluso a la juventud menos
preparada). Otros, alejados de toda "gradación", comenzaron a decir:
se puede y se debe "hacer la
revolución política", más para eso no hay necesidad alguna de crear
una fuerte organización de revolucionarios que eduque al proletariado en una
lucha firme y tenaz; para eso basta con que empuñemos todos el garrote ya
conocido y "asequible". Hablando sin alegorías: que
organicemos la huelga general***; o que estimulemos el
"indolente" desarrollo del movimiento obrero por medio del
"terrorismo excitante"****. Ambas tendencias, los oportunistas y los
"revolucionistas", capitulan ante el primitivismo imperante en el
trabajo, no confían en que sea posible desembarazarse de él, no comprenden
nuestra primera y más urgente tarea práctica:
crear una organización de revolucionarios capaz de asegurar a la lucha política
energía, firmeza y continuidad.
Acabamos de citar las palabras de B-v: "El crecimiento del
movimiento obrero rebasa el crecimiento y el desarrollo de las organizaciones
revolucionarias". Esta "valiosa noticia de un observador
directo" (comentario de la redacción de Rabócheie Dielo al
artículo de B-v) tiene para nosotros un doble valor. Demuestra que teníamos razón
al considerar que la causa fundamental de la crisis por que atraviesa en la
actualidad la socialdemocracia rusa está en el atraso de los dirigentes
("ideólogos", revolucionarios, socialdemócratas) respecto al movimiento
ascensional espontáneo de las masas. Demuestra que todas esas
disquisiciones de los autores de la carta “economista" (en el núm. 12
de Iskra), de B. Krichevski y Martínov, sobre el peligro de
disminuir la importancia del elemento espontáneo, la monótona lucha cotidiana,
la táctica-proceso, etc., son precisamente una defensa y una exaltación del
primitivismo en el trabajo. Esos hombres, que no pueden pronunciar la palabra
"teórico" sin una mueca de desprecio y que llaman "intuición de
la vida" a su prosternación ante la falta de preparación para la vida y
ante el desarrollo insuficiente, demuestran de hecho que no comprenden nuestras
tareas prácticas más imperiosas. Gritan a quienes se han
rezagado: "¡Seguid el paso! ¡No os adelantéis!" Y a quienes adolecen
de falta de energía y de iniciativa en la labor de organización, de falta de
"planes" para organizar las cosas con amplitud y valentía ¡les hablan
de la "táctica-proceso"! Nuestro pecado capital consiste en rebajar nuestras
tareas políticas y orgánicas al nivel de los intereses
inmediatos, "palpables", "concretos" de la lucha económica
cotidiana, pero siguen cantándonos; ¡hay que imprimir a la lucha económica
misma un carácter político! Repetimos: eso es literalmente la misma
"intuición de la vida" que demostraba poseer el personaje de la épica
popular que gritaba al paso de un entierro: "¡Ojalá tengáis siempre uno
que llevar!"
Recuerden la incomparable presunción, verdaderamente digna de Narciso,
con que esos sabios aleccionaban a Plejánov: "A los círculos obreros
les son inaccesibles en general (¡sic!) las tareas políticas
en el sentido real, práctico de esa palabra, es decir, en el
sentido de una lucha práctica, conveniente y eficaz, por
reivindicaciones políticas" (Respuesta de la redacción de
"R.D.", pág. 24). ¡Hay
círculos y círculos, señores! Desde luego, a un círculo de "artesanos" le son inaccesibles las tareas
políticas, mientras esos artesanos no comprendan el primitivismo de su trabajo
y no se desembaracen de él. Pero si, además, esos artesanos tienen apego a sus
métodos, si escriben siempre en cursiva la palabra "práctico" y se
imaginan que el practicismo exige de ellos que rebajen sus tareas al nivel de
la comprensión de los sectores más atrasados de las masas, entonces, por
supuesto, serán incorregibles y, en efecto, las tareas políticas les
serán inaccesibles en general. Pero a un círculo de adalides como Alexéiev
y Myshkin, Jaulturin y Zheliábov les son accesibles las tareas políticas en el
sentido más real, más práctico, de la palabra. Y les son accesibles
precisamente por cuanto sus fogosos discursos encuentran eco en la masa que se
despierta espontáneamente; por cuanto su impetuosa energía es secundada y
apoyada por la energía de la clase revolucionaria. Plejánov tenía mil veces
razón no sólo cuando indicó cuál era esta clase revolucionaria, no sólo cuando
demostró que su despertar espontáneo era inevitable e ineludibles, sino también
cuando incluso señaló a los "círculos obreros" una tarea política
grande y sublime. Y ustedes invocan el movimiento de masas, surgido desde entonces,
para rebajar esa tarea, para reducir la
energía y el alcance de la actividad de los "círculos obreros". ¿Qué es esto sino apego del artesano a sus
métodos? Se vanaglorian de su espíritu práctico y no ven el hecho conocido de
todo militante ruso entregado a la labor práctica: que milagros puede hacer en
la obra revolucionaria la energía no sólo de un círculo, sino incluso de un
individuo. ¿O creen que en nuestro movimiento no pueden existir adalides como
los que existieron en los años 70? ¿Por qué razón? ¿Por qué estamos poco
preparados? ¡Pero nos preparamos, nos seguiremos preparando y llegaremos a
estar preparados! Es cierto que, por desgracia, en agua estancada de la
"lucha económica contra los patronos y el gobierno" se ha criado entre
nosotros verdín: han aparecido personas que se postran ante la espontaneidad y
contemplan con unción (como dice Plejánov) "la parte trasera" del
proletariado ruso. Sin embargo, sabremos limpiarnos ese verdín. Es ahora
precisamente cuando el revolucionario ruso, guiándose por una teoría
verdaderamente revolucionaria y apoyándose en una clase verdaderamente
revolucionaria que despierta de manera espontánea, puede al fin -¡al fin! –
alzarse cuan alto es y desplegar todas sus fuerzas de gigante. Para ello sólo
hace falta que entre la masa de militantes dedicados a la actividad práctica –y
entre la masa, mayor aún, de quienes sueñan con la práctica ya desde el banco
de la escuela – sea acogido con burla y desprecio todo intento de rebajar
nuestras tareas políticas y el alcance de nuestra labor de organización. ¡Y lo
conseguiremos, señores, pueden estar seguros de ello!
En el artículo ¿Por dónde empezar? he escrito
contra Rabócheie Dielo: "En veinticuatro horas se puede
cambiar de táctica en la agitación respecto a algún problema especial, se puede
cambiar de táctica en la realización de algún detalle de organización del
partido; pero cambiar, no digamos en veinticuatro horas, sino incluso en
veinticuatro meses de criterio acerca de si hace falta en general, siempre y en
absoluto una organización combativa y una agitación política entre las masas es
cosa que sólo pueden hacer personas sin principios"*****. Rabócheie Dielo contesta:
"Esta acusación de Iskra, la única que pretende estar basada
en hechos, carece de todo fundamento. Los lectores de R.. Dielo saben
muy bien que nosotros, desde el comienzo mismo, no sólo hemos exhortado a la
agitación política, sin esperar a que apareciera Iskra…"
(diciendo al paso que, no ya a los círculos obrero, "ni aun siquiera al
movimiento obrero de masas se le puede plantear como primera tarea política la
de derribar el absolutismo", sino únicamente la lucha por reivindicaciones
políticas inmediatas, y que "las reivindicaciones políticas inmediatas se
hacen accesibles a las masas después de una o, en todo caso, de varias
huelgas")…, "sino que, con nuestras publicaciones hemos proporcionado
desde el extranjero a los camaradas que actúan en Rusia los únicos materiales
de agitación política socialdemócrata…" (y en estos materiales no sólo han
practicado con la mayor amplitud la agitación política exclusivamente en el
terreno de la lucha económica, sino que han llegado, por fin, a la conclusión
de que esta agitación limitada es "la que se puede aplicar con la mayor
amplitud". ¿Y no advierten ustedes, señores, que su argumentación
demuestra precisamente la necesidad de que apareciera Iskra –en
vista del carácter de esos materiales únicos – y la necesidad de la lucha
de Iskra contra Rabócheie Dielo?)… "Por otra
parte, nuestra actividad editorial preparaba en la práctica la unidad táctica
del partido…" (¿la unidad de convicción de que la táctica es un proceso de
crecimiento de las tareas del partido, las cuales crecen junto con éste?
¡Valiente unidad!)… "y, con ello, la posibilidad de crear una
"organización de combate" para cuya formación ha hecho la Unión todo
lo que está al alcance de una organización residente en el extranjero" (R.
D. núm. 10, pág. 15). ¡Vano intento de salir del paso! Jamás se me ha ocurrido
negar que han hecho ustedes todo lo que estaba a su alcance. Lo que yo he afirmado y afirmo es que los límites de lo
"accesible" para ustedes se restringen por la miopía de sus
concepciones. Es ridículo hablar de "organizaciones de combate"
para luchar por "reivindicaciones políticas inmediatas" o para
"la lucha económica contra los patronos y el gobierno".
Pero si el lector quiere ver perlas de enamoramiento
"económico" de los métodos primitivos, tendrá que pasar, como es
lógico, del ecléctico y vacilante Rab. Dielo al consecuente y
decidido Rab. Mysl. "Dos palabras ahora sobre la llamada
intelectualidad revolucionaria –escribía R. M. En el Suplemento
especial, pág. 13- . es cierto que más de una vez ha demostrado en la
práctica que está totalmente dispuesta a "entablar el combate decisivo
contra el zarismo". Pero lo malo es que, perseguida de manera implacable
por la policía política, nuestra intelectualidad revolucionaria tomaba esta
lucha contra la policía política por una lucha política contra la autocracia.
Por eso sigue aún sin encontrar respuesta a la pregunta de "dónde sacar
fuerzas para luchar contra la autocracia"".
¿Verdad que es incomparable este olímpico desprecio que siente por la
lucha contra la policía un admirador (en el peor sentido de la palabra) del
movimiento espontáneo? ¡¡Está dispuesto a justificar nuestra
inepcia para la actividad clandestina diciendo que, con el movimiento
espontáneo de masas, no tiene importancia, en el fondo, la lucha contra la
policía política!! Muy pocos, poquísimos suscribirán esta monstruosa
conclusión: con tanto dolor siente todo el mundo las deficiencias de nuestras
organizaciones revolucionarias. Pero si no la suscribe, por ejemplo, Martínov,
es sólo porque no sabe o no tiene la valentía de reflexionar hasta el fin en
sus propias tesis. En efecto, ¿acaso una "tarea" como la de que las
masas planteen reivindicaciones concretas que prometan resultados palpables
exige preocuparse de manera especial pro crear una organización de revolucionarios sólida, centralizada y combativa?
¿No cumple también esta "tarea" una masa que en modo alguno
"lucha contra la policía política"? Más aún: ¿sería realizable esta
tarea, si, además de un reducido número de dirigentes, no se encargaran de
cumplirla también (en su inmensa mayoría) obreros que son incapaces en
absoluto de "luchar contra la policía política"? Estos obreros, los
hombres de medios de la masa, pueden dar pruebas de energía y abnegación
gigantescas en una huelga, en la lucha contra la policía y las tropas en la
calle, pueden decidir (y son los únicos que pueden), el
desenlace de todo nuestro movimiento; pero precisamente
la lucha contra la policía política exige cualidades especiales, exige
revolucionarios profesionales.
Y nosotros debemos preocuparnos no sólo de que las masas "planteen"
reivindicaciones concretas, sino también de que la masa de obreros
"destaque", en número cada vez mayor, a estos revolucionarios
profesionales. Llegamos así al
problema de las relaciones entre la organización de revolucionarios
profesionales y el movimiento puramente obrero. Este problema, poco
reflejado en las publicaciones, nos ha ocupado a nosotros, los
"políticos", mucho tiempo en pláticas y discusiones con camaradas más
o menos inclinados al "economismo". Merece la pena que nos detengamos
en él especialmente. Pero terminemos antes de ilustrar con otra cita nuestra
tesis sobre la relación entre el primitivismo en el trabajo y el
"economismo".
"El grupo Emancipación del Trabajo –decía el señor N.N. en su Respuesta (75) –exige
que se luche directamente contra el gobierno, sin pensar dónde está la fuerza
material necesaria pasa esa lucha ni indicar qué caminos ha de seguir
ésta". Y subrayando estas últimas palabras, el autor hace a propósito
del término "caminos" la observación siguiente: "Esta circunstancia no puede explicarse por
fines conspirativos, ya que en el programa no se trata de una conjura, sino de un movimiento de masas. Y las
masas no pueden avanzar por caminos secretos. ¿Es posible, acaso, una huelga
secreta? ¿Es posible celebrar en secreto una manifestación o presentar en
secreto una petición?" Vademécum, pág. 59). El autor ha
abordado de lleno tanto la "fuerza material" (los organizadores de
las huelgas y manifestaciones) como los "caminos" que debe seguir
esta lucha; pero se ha quedado, sin embargo, confuso y perplejo, pues se
"prosterna" ante el movimiento de masas, es decir, lo considera algo
que nos exime de nuestra actividad revolucionaria, y no algo
que debe alentar e impulsar nuestra actividad revolucionaria.
Una huelga secreta es imposible para quienes participen en ella o tengan
relación inmediata con ella. Pero para las masas de obreros rusos, esa huelga
puede ser (y lo es en la mayoría de los casos) "secreta", porque el
gobierno se preocupará de cortar toda relación con los huelguistas, se
preocupara de hacer imposible toda difusión de noticias sobre la huelga. Y aquí
es necesaria la "lucha contra la
policía política", una lucha especial, una lucha que jamás podrá
sostener activamente una masa tan amplia como la que participa en las huelgas.
Esta lucha deben organizarla, "según
todas las reglas del arte", personas cuya profesión sea la
actividad revolucionaria. La organización de esta lucha no se ha
hecho menos necesaria porque las masas se incorporen
espontáneamente al movimiento. Al contrario: la organización se hace, por
eso, más necesaria, pues nosotros, los socialistas, faltaríamos a
nuestras obligaciones directas ante las masas si nos supiéramos impedir que la
policía haga secreta (y si a veces no preparásemos nosotros mismos en secreto)
cualquier huelga o manifestación. Y sabremos hacerlo precisamente
porque las masas que despiertan espontáneamente destacarán también de
su seno a más y más "revolucionarios profesionales" (siempre que no
se nos ocurra invitan a los obreros, de diferentes maneras, al inmovilismo).
c. La
organización de los obreros y la organización de los revolucionarios
Si el concepto de "lucha
económica contra los patronos y el gobierno" corresponde para una
socialdemócrata al de lucha política, es natural esperar que el concepto de
"organización de revolucionarios" corresponda más o menos al de
"organización de obreros". Y así ocurre, en efecto; de suerte que, al
hablar de organización, resulta que hablamos literalmente en lenguas
diferentes. Por ejemplo, recuerdo como si hubiera ocurrido hoy la conversación que sostuve en cierta ocasión con un
"economista" bastante consecuente al que antes no conocía (76). La conversación giraba en torno al
folleto ¿Quién hará la revolución política? Pronto convinimos
en que el defecto principal de este folleto consistía en dar de lado el
problema de la organización. Nos figurábamos estar ya de acuerdo, pero…, al
seguir la conversación, resultó que hablábamos de cosas distintas. Mi interlocutor acusaba al autor de no tener en cuenta las cajas de resistencia, las
sociedades de socorros mutuos, etc.; yo en cambio, pensaba en la organización de
revolucionarios indispensable para "hacer" la revolución política.
¡Y en cuanto se reveló esta discrepancia, no recuerdo haber coincidido jamás
con este "economista" sobre ninguna cuestión de principio!
¿En qué consistía, pues, el origen de nuestras discrepancias?
Precisamente en que los "economistas" se apartan a cada paso de las
concepciones socialdemócratas para caer en el tradeunionismo, tanto en las
tareas de organización como en las políticas. La lucha política de la
socialdemocracia es mucho más amplia y compleja que la lucha económica de los
obreros contra los patronos y el gobierno. Del mismo modo (y como consecuencia
de ello), la organización de un
partido socialdemócrata revolucionario ha de ser inevitablemente de un género distinto que la organización de los obreros para
la lucha económica, la organización de los obreros deber ser, primero,
profesional; segundo, lo más amplia posible; tercero, lo menos
clandestina posible (aquí más adelante me refiero, claro está, sólo a la Rusia
autocrática). Por el contrario, la organización de los revolucionarios debe
agrupar, ante todo y sobre todo, a personas cuya profesión sea la actividad
revolucionaria (por eso hablo de una organización de revolucionarios, teniendo
en cuenta a los revolucionarios socialdemócratas). Ante este
rasgo común de los miembros de semejante organización debe desaparecer
en absoluto toda diferencia entre obreros e intelectuales, sin hablar
ya de la diferencia entre las diversas profesiones de unos y otros. Esta
organización debe ser necesariamente no muy amplia y lo más clandestina
posible. Detengámonos en estos tres puntos distintos. En los países que gozan
de libertad política, la diferencia entre la organización sindical y la
organización política es completamente clara, como lo es también la diferencia
entre las tradeuniones y la socialdemocracia. Por supuesto, las relaciones de
esta última con las primeras varían de manera inevitable en los distintos
países, en dependencia de las condiciones históricas, jurídicas, etc., pudiendo
ser más o menos estrechas, complejas, etc. (desde nuestro punto de vista, deben
ser lo más estrechas y lo menos complejas posibles); pero no puede ni hablarse
de identificar en los países libres la organización de los sindicatos con la
organización del partido socialdemócrata. En Rusia, en cambio, el yugo de la
autocracia borra a primera vista toda diferencia entre la organización
socialdemócrata y el sindicato obrero, pues todo sindicato obrero todo círculo
están prohibidos, y la huelga, principal manifestación y arma de la lucha
económica de los obreros, se considera en general un delito común (¡y a veces
incluso un delito político!). por consiguiente, las condiciones de Rusia, de
una parte, "incitan" con gran fuerza a los obreros que sostienen la
lucha económica a pensar en las cuestiones políticas, y, de otra,
"incitan" a los socialdemócratas a confundir el tradeunionismo con la
socialdemocracia (nuestros Krichevski, Martínov y Cía., que hablan sin cesar de
la "incitación" del primer tipo, no ven la "incitación" del
segundo tipo). En efecto, imaginémonos a personas absorbidas en el 99 por 100
por "la lucha económica contra los patronos y el gobierno". Unas
jamás pensarán durante todo el período de su actuación (de cuatro a seis meses)
en la necesidad de una organización más compleja de revolucionarios. Otras
"tropezarán" tal vez con publicaciones bernsteinianas, bastante
difundidas, y extraerán de ellas la convicción de que lo importante de verdad
es "el desarrollo progresivo de la monótona lucha cotidiana". Otras,
en fin, se dejarán quizá seducir por la tentadora idea de dar al mundo un nuevo
ejemplo de "estrecho contacto orgánico con la lucha proletaria", de
contacto del movimiento sindical con el movimiento socialdemócrata. Cuanto más
tarde entra un país en la palestra del capitalismo y, en consecuencia, del
movimiento obrero –razonarán esas personas -, tanto más pueden participar los
socialistas en el movimiento sindical y apoyarlo, y tanto menos puede y debe
haber sindicatos no socialdemócratas. Hasta ahora, tal razonamiento es
completamente justo; pero la desgracia consiste en que van más lejos y sueñan
con una fusión total de la socialdemocracia y el tradeunionismo. En seguida
veremos, por el ejemplo de los Estatutos de la Unión de Lucha de San
Petersburgo, el nocivo reflejo de esos sueños en nuestros planes de
organización.
Las organizaciones obreras para la lucha económica han de ser
organizaciones sindicales. Todo obrero socialdemócrata debe, dentro de lo
posible, apoyar a estas organizaciones y actuar intensamente en ellas. De
acuerdo. Pero es contrario en absoluto a nuestros intereses exigir que sólo los
socialdemócratas puedan ser miembros de las organizaciones
"gremiales", pues eso reduciría el alcance de nuestra influencia
entre las masas. Que participe en la organización gremial todo obrero que
comprenda la necesidad de la unión para luchar contra los patronos y el
gobierno. El fin mismo de las organizaciones gremiales sería inaccesible si no
agrupasen a todos los obreros capaces de comprender, por lo menos, esta noción
elemental, si dichas organizaciones gremiales no fuesen muy amplias.
Y cuanto más amplias sean estas organizaciones tanto más amplia será nuestra
influencia en ellas, ejercida no sólo por el desarrollo "espontáneo"
de la lucha económica, sino también por el influjo directo y consciente de los
miembros socialistas de los sindicatos sobre sus camaradas. Pero en una
organización amplia es imposible la clandestinidad rigurosa (pues exige mucha
más preparación que para participar en la lucha económica). ¿Cómo conciliar
esta contradicción entre la necesidad de una organización amplia y de una clandestinidad
rigurosa? ¿Cómo conseguir que las organizaciones gremiales sean lo menos
clandestinas posible? En general, no puede haber más que dos caminos: o bien la
legalización de las asociaciones gremiales (que en algunos países ha precedido
a la legalización de las organizaciones socialistas y políticas), o bien el
mantenimiento de la organización secreta, pero tan "libre", tan poco
reglamentaria, tan lose*******, como dicen los alemanes, que la
clandestinidad quede reducida casi a cero para la masa de afiliados.
La legalización de asociaciones obreras no socialistas y no políticas ha
comenzado ya en Rusia, y está fuera de toda duda que cada paso de nuestro
movimiento obrero socialdemócrata, que crece con rapidez, estimulará y
multiplicará las tentativas de esta legalización, efectuadas principalmente por
los adictos al régimen vigente, pero también, en parte, por los propios obreros
y los intelectuales liberales. Los Vasíliev y los Zubátov han izado ya la
bandera de la legalización; los señores Ozerov y Worms le han prometido y dado
ya su concurso, y la nueva corriente ha encontrado ya adeptos entre los
obreros. Y nosotros no podemos dejar ya de tener en cuenta esta corriente. Es
poco probable que entre los socialdemócratas pueda existir más de una opinión
acerca de cómo hay que tenerla en cuenta. Nuestro deber consiste en denunciar
sin desmayo toda participación de los Zubátov y los Vasíliev, de los gendarmes
y los curas en esta corriente, y explicar a los obreros los verdaderos
propósitos de estos elementos. Nuestro
deber consiste en denunciar asimismo toda nota conciliadora, de "armonía",
que se deslice en los discursos de los liberales en las reuniones obreras públicas,
independientemente de que dichas notas sean debidas al sincero convencimiento
de que es deseable la colaboración pacífica de las clases, al afán de
congraciarse con las autoridades o a simple falta de habilidad. Tenemos, en
fin, el deber de poner en guardia a los obreros contra las celadas que les
tiende con frecuencia la policía, que en estas reuniones públicas y en las
sociedades autorizadas observa a los "más fogosos" e intenta
aprovechar las organizaciones legales para introducir provocadores también en
las ilegales.
Pero hacer todo eso no significa en absoluto olvidar que, en fin
de cuentas, la legalización del movimiento obrero nos beneficiará a
nosotros, y no, en modo alguno, a los Zubátov. Al contrario: precisamente con
nuestra campaña de denuncias separamos la cizaña. El trigo está en interesar en los problemas sociales y políticos a
sectores obreros aún más amplios, a los sectores más atrasados; en liberarnos
nosotros, los revolucionarios, de funciones que son, en el fondo, legales
(difusión de libros legales, socorros mutuos, etc.) y cuyo desarrollo nos
proporcionará, de manera ineluctable y en cantidad creciente, hechos y datos
para la agitación. En este sentido, podemos y debemos decir a los Zubátov y
a los Ozerov: "¡Esfuércense, señores, esfuércense!" Por cuanto
tienden ustedes una celada a los obreros (mediante la provocación directa o la
corrupción "honrada" de los obreros con ayuda del "struvismo" (77), nosotros ya nos encargaremos de
desenmascararlos. Por cuanto dan ustedes un verdadero paso adelante –aunque sea
en forma del más "tímido zigzag", pero un paso adelante -, les
diremos: "¡Sigan, sigan!" Un verdadero paso adelante no puede ser
sino una ampliación efectiva, aunque minúscula, del campo de acción de los
obreros. Y toda ampliación semejante ha de beneficiarnos y acelerar la
aparición de sociedades legales en las que no sean los provocadores quienes
pesquen a los socialistas, sino los socialistas quienes pesquen adeptos. En una
palabra, nuestra tarea consiste ahora en combatir la cizaña. No es cosa nuestra
cultivar el trigo en pequeños tiestos. Al arrancar la cizaña, desbrozamos el
terreno para que pueda crecer el trigo. Y mientras los
Afanasi Ivánovich y las Puljeria Ivánovna (78) se dedican al cultivo doméstico, nosotros debemos preparar segadores que sepan arrancar
hoy la cizaña y recoger mañana el trigo*******.
Así pues, nosotros no podemos resolver por medio de la
legalización el problema de crear una organización sindical lo menos
clandestina y lo más amplia posible (pero nos alegraría mucho que los Zubátov y
los Ozerov nos ofreciesen la posibilidad, aunque fuese parcial, de resolverlo
de este modo ¡para lo cual tenemos que combatirlos con la mayor energía
posible!). Nos queda el recurso de las organizaciones sindicales secretas,
y debemos prestar toda ayuda a los obreros que emprenden ya
(como sabemos de buena tinta) este camino. Las organizaciones sindicales pueden
ser utilísimas para desarrollar y reforzar la lucha económica y, además,
convertirse en un auxiliar de gran importancia para la agitación política y la
organización revolucionaria. Para llegar a este resultado y orientar el
naciente movimiento sindical hacia el cauce deseable para la socialdemocracia,
es preciso, ante todo, comprender bien lo absurdo del plan de organización que
preconizan los "economistas" petersburgueses desde hace ya cerca de
cinco años. Este plan ha sido expuesto en el Reglamento de la Caja
Obrera del mes de julio de 1897 (Listok "Rabótnika",
núm. 9-10, pág. 46, del núm. 1 de Rab. Mysl) y en el Reglamento
de la Organización Sindical Obrera de octubre de 1900
(boletín especial, impreso en San Petersburgo y mencionado en el núm. 1
de Iskra). El defecto de ambos
reglamentos consiste en que estructuran con todo detalle una vasta organización
obrera y la confunden con la organización de los revolucionarios. Tomemos
el segundo reglamento por ser el más acabado.
Consta de cincuenta y dos artículos: veintitrés exponen la estructura, el
funcionamiento y las atribuciones de los "círculos obreros", que
serán organizados en cada fábrica ("diez hombres como máximo") y
elegirán los "grupos centrales" (de fábrica). "El grupo central
– dice el art. 2- observa todo lo que pasa en su fábrica y lleva la crónica de
lo que sucede en ella". "El grupo central da cuenta cada mes a todos
los cotizantes del estado de la caja" (art. 17), etc. Diez artículos están
consagrados a la "organización distrital", y diecinueve, a la
complejísima relación entre el Comité de la Organización Obrera y el Comité de
la Unión de Lucha de San Petersburgo (delegados de cada distrito y de los
"grupos ejecutivos": "grupos de propagandistas, para las
relaciones con las provincias, para las relaciones con el extranjero, para la
administración de los depósitos, de las ediciones y de la caja").
¡La socialdemocracia equivale a "grupos ejecutivos" en lo que
concierne a la lucha económica de los obreros! Sería difícil demostrar con
mayor relieve cómo el pensamiento del "economista" se desvía de la
socialdmeocracia hacia el tradeunionismo; hasta qué punto le es extraña toda
noción de que el socialdemoócrata debe pensar, ante todo, en una organización de revolucionarios capaces de dirigir toda la lucha emancipadora del
proletariado. Hablar de "la emancipación política de la clase obrera",
de la lucha contra "la arbitrariedad zarista" y escribir semejante
reglamento de una organización significa no tener la menor idea de cuáles son
las verdaderas tareas políticas de la socialdmeocracia. Ni uno solo del medio centenar de artículos revela la mínima
comprensión de que es necesario hacer la más amplia agitación política entre
las masas, una agitación que ponga en claro todos los aspectos del absolutismo
ruso y toda la fisonomía de las diferentes clases sociales de Rusia. Es
más, con un reglamento así son inalcanzables no sólo los fines políticos, sino
incluso los fines tradeunionistas, pues estos últimos requieren una
organización por profesiones que ni siquiera se menciona en el reglamento.
Pero lo más característico es, quizá, la pesadez asombrosa de todo este
"sistema" que trata de ligar cada fábrica al "comité"
mediante una cadena ininterrumpida de reglas uniformes, minuciosas hasta lo
ridículo y con un sistema electoral indirecto de tres grados. Encerrado en el
estrecho horizonte del "economismo", el pensamiento cae en detalles
que despiden un tufillo a papeleo y burocracia. En realidad, claro está, las
tres cuartas partes de estos artículos jamás son aplicados; pero, en cambio,
una organización tan "clandestina", con un grupo central en cada
fábrica, facilita a los gendarmes la realización de redadas increíblemente
vastas. Los camaradas polacos han pasado ya por esta fase del movimiento, en la
que todos ellos se dejaron llevar por idea de fundar cajas obreras a vasta
escala, pero renunciaron muy pronto a ella, al persuadirse de que sólo
facilitaban presa abundante a los gendarmes. Si queremos amplias organizaciones
obreras y no amplios descalabros, si no queremos dar gusto a los gendarmes,
debemos tender a que estas organizaciones no estén reglamentadas en absoluto.
¿Podrán entonces funcionar? Veamos cuáles son sus funciones: "… Observar
todo lo que pasa en la fábrica y llevar la crónica de lo que sucede en
ella" (art. 2 del reglamento). ¿Existe una necesidad absoluta de reglamentar
esto? ¿No podría conseguirse mejor por medio de crónicas en la prensa
clandestina, sin crear para ello grupos especiales? "…Dirigir la lucha de
los obreros por el mejoramiento de su situación en la fábrica" (art. 3).
Para esto tampoco hace falta reglamentación. Todo agitador, por poco
inteligente que sea, sabrá averiguar a fondo, por una simple conversación, qué
reivindicaciones quieren presentar los obreros y, después, hacerlas llegar a
una organización estrecha, y no amplia, de revolucionarios para que les envíe
la octavilla apropiada. "…Crear una caja… con cotización de dos kopeks por
rublo" (art. 9) y dar cuenta cada mes a todos de las entradas y salidas
(art. 17); excluir a los miembros que no paguen las cuotas (art. 10), etc. Eso
es un verdadero paraíso para la policía, pues nada hay más fácil que penetrar
en el secreto de la "caja central fabril", confiscar el dinero y
encarcelar a todos los militantes mejores. ¿No sería más sencillo emitir
cupones de uno o dos kopekss con el sello de una organización determinada (muy
reducida y muy clandestina), o incluso, sin sello alguno, hacer colectar cuyo
resultado se daría a conocer en un periódico ilegal con un lenguaje
convencional? De este modo se alcanzaría el mismo fin, y a los gendarmes les
sería cine veces más difícil descubrir los hilos de la organización.
Podría continuar este análisis del reglamento, pero creo que con lo dicho
basta. Un pequeño núcleo bien unido, compuesto por los obreros más seguros, más
experimentados y mejor templados, con delegados en los distritos principales y
ligado a la organización de revolucionarios de acuerdo con las reglas de la más
rigurosa clandestinidad, podrá realizar perfectamente, con el más amplio
concurso de las masas y sin reglamentación alguna, todas las
funciones que competen a una organización sindical, y realizarlas, además, de
la manera deseable para la socialdemocracia. Sólo así se podrá consolidar y
desarrollar, a pesar de todos los gendarmes, el movimiento sindical socialdemócrata.
Se me objetará que una organización tan lose, sin ninguna
reglamentación, sin ningún afiliado conocido y registrado, no puede ser
calificada de organización. Es posible. Para mí la denominación no tiene
importancia. Pero esta "organización sin afiliados" hará todo lo
necesario y asegurará desde el primer momento un contacto sólido entre nuestras
futuras tradeuniones y el socialismo. Y quienes deseen bajo el absolutismo
una amplia organización de obreros, con elecciones, informes,
sufragio universal, etc., son unos utopistas incurables.
La moraleja es simple: si comenzamos por crear firmemente una fuerte
organización de revolucionarios, podremos asegurar la estabilidad del
movimiento en su conjunto y alcanzar, al mismo tiempo, los objetivos
socialdemócratas y los objetivos netamente tradeunionistas. Pero si comenzamos
a constituir una amplia organización obrera con el pretexto de que es la más
"accesible" a la masa (aunque, en realidad, será más accesible a los
gendarmes y pondrá a los revolucionarios más al alcance de la policía), no conseguiremos
ninguno de estos objetivos, no nos desembarazaremos de nuestros métodos
primitivos y, con nuestro fraccionamiento y nuestros fracasos continuos, no
logramos más que hacer más accesibles a la masa las tradeuniones del tipo de
las de Zubátov u Ozerov.
¿En qué deben consistir, en suma, las funciones de esta organización de
revolucionarios? Vamos a decirlo con todo detalle. Pero examinemos antes otro
razonamiento muy típico de nuestro terrorista, el cual (¡triste destino!)
vuelve a marchar al lado del "economista". La revista para
obreros Svoboda (núm. 1) contiene un artículo titulado La
organización, cuyo autor procura defender a sus amigos los
"economistas" obreros de Ivánovo-Voznesensk.
"Mala cosa es –dice- una muchedumbre silenciosa, inconsciente; mala
cosa es un movimiento que no viene de la base. Vean lo que sucede: cuando los
estudiantes de una ciudad universitaria retornan a sus hogares durante unas
fiestas en el verano, el movimiento obrero se paraliza. ¿Puede ser una
verdadera fuerza un movimiento obrero así, estimulado desde fuera? En modo
alguno… todavía no ha aprendido a andar solo y lo llevan con andaderas. Y así
en todo: los estudiantes se van y el movimiento cesa; se encarcela a los
elementos más capaces, a la crema, y la leche se agria; se detiene al
"comité" y, hasta que se forma otro nuevo, vuelve la calma. Además,
no se sabe qué otro se formará, quizá no se parezca en nada al antiguo; aquél
decía una cosa, éste dirá lo contrario. El nexo entre el ayer y el mañana está
roto, la experiencia del pasado no alecciona al porvenir. Y todo porque el
movimiento no tiene raíces profundas en la multitud; porque no son un centenar
de bobos, sino una docena de inteligentes quienes actúan. Siempre es fácil que
una docena de hombres caiga en la boca del lobo; pero cuando la organización
engloba a la multitud, cuando todo viene de la multitud, ningún esfuerzo, sea
de quien sea, podrá destruir la obra" (pág. 63).
La descripción es justa. Ofrece un buen cuadro de nuestro primitivismo.
Pero las conclusiones son dignas de Rabóchaya Mysl por su
falta de lógica y de tacto político. Son el colmo de la insensatez, pues el
autor confunde la cuestión filosófica e histórica social de las "raíces
profundas" del movimiento con una cuestión técnica y de organización: cómo
luchar mejor contra los gendarmes. Son el colmo de la falta de tacto político,
porque, en lugar de apelar a los buenos dirigentes contra los malos, el autor
apela a la "multitud" contra los dirigentes en general. Son un
intento de hacernos retroceder en el terreno de la organización, de la misma
manera que la idea de sustituir la agitación política con el terrorismo
excitante nos hace retroceder en el sentido político. A decir verdad, me veo
en un auténtico embarras de richesses********, sin saber por dónde empezar el análisis del
galimatías con que nos obsequia Svoboda. Para mayor claridad,
comenzaré por un ejemplo: el de los alemanes. Nos negarán ustedes, me imagino,
que su organización engloba a la multitud, que entre ellos todo viene de la
multitud y que el movimiento obrero ha aprendido a andar solo. Sin embargo,
¡¡cómo aprecia esta multitud de varios millones de hombres a su
"docena" de jefes políticos probados, con qué firmeza los sigue!! Más
de una vez, los diputados de los partidos adversos han tratado de irritar en el
Parlamento a los socialistas, diciéndoles: "¡Vaya unos demócratas! El
movimiento de la clase obrera no existe entre ustedes más que de palabra; en
realidad, es siempre el mismo grupo de jefes el que interviene. Año tras año,
decenio tras decenio, siempre el mismo Bebel, siempre el mismo Liebknecht.
¡Vuestros delegados, supuestamente elegidos por los obreros, son más
inamovibles que los funcionarios nombrados por el emperador!" Pero los alemanes han acogido con una
sonrisa de desprecio estas tentativas demagógicas de oponer la
"multitud" a los "jefes", de atizar en ella malos instintos
de vanidad, de privar al movimiento de solidez y estabilidad, minando la
confianza de las masas en la "docena de inteligentes". Los alemanes
han alcanzado ya suficiente desarrollo del pensamiento político, tienen
suficiente experiencia política para comprender que, sin "una docena"
de jefes de talento (los talentos no surgen por centenares), de jefes probados,
preparados profesionalmente, instruidos por un alarga práctica y bien
compenetrados, ninguna clase de la sociedad contemporánea puede luchar con
firmeza. También los alemanes han tenido a sus demagogos, que adulaban a
los "centenares de bobos", colocándolos por encima de las
"docenas de inteligentes"; que glorificaban el "puño
musculoso" de la masa, incitaban (como Most o Hasselmann) a esta masa a
acometer acciones "revolucionarias" irreflexivas y sembraban la
desconfianza respecto a los jefes probados y firmes. Y el socialismo alemán ha
crecido y se ha fortalecido gracias únicamente a una lucha tenaz e
intransigentes contra toda clase de elementos demagógicos en su seno. Pero en
su período en que toda la crisis de la socialdemocracia rusa se explica por el
hecho de que las masas que despiertan de un modo espontáneo carecen de jefes
suficientemente preparados, desarrollados y expertos, nuestros sabihondos nos
dicen con la perspicacia de Ivánushka**********:
"¡Mala cosa es un movimiento que no viene de la base!"
"Un comité compuesto de estudiantes no nos conviene porque es
inestables". ¡Completamente justo! Pero la conclusión que se deduce de ahí
es que hace falta un comité de revolucionarios profesionales, sin que importe si son estudiantes u obreros
las personas capaces de forjarse como tales revolucionarios profesionales.
¡Ustedes, en cambio, sacan la conclusión de que no se debe estimular desde
fuera el movimiento obrero! En su ingenuidad política, no se dan cuenta
siquiera de que hacen el juego a nuestros "economistas" y a nuestros
métodos primitivos. Permítanme una pregunta: ¿Cómo han "estimulado"
nuestros estudiantes a nuestros obreros? Únicamente transmitiéndoles
los retazos de conocimientos políticos que ellos tenían, las migajas de ideas
socialistas que habían podido adquirir (pues el principal alimento espiritual
del estudiante de nuestros días, el marxismo legal, no podía darle más que le
abecé, no puede darle más que migajas). Ahora bien, tal "estímulo desde
fuera" no ha sido demasiado grande, sino, al contrario, demasiado pequeño,
escandalosamente pequeño en nuestro movimiento, pues no hemos hecho más que
cocernos con excesivo celo en nuestra propia salsa, prosternarnos con excesivo
servilismo ante la elemental "lucha económica de los obreros contra los
patronos y el gobierno". Nosotros,
los revolucionarios de profesión, debemos dedicarnos, y nos dedicaremos, a ese
"estímulo" cien veces más. Pero precisamente porque eligen esta
abyecta expresión de "estímulo desde fuera", inspira de modo
inevitable al obrero (por lo menos al obrero tan poco desarrollado como
ustedes) la desconfianza hacia todos los que les proporcionan desde fuera
conocimientos políticos y experiencia revolucionaria, y que despierta el deseo
instintivo de rechazarlos a todos, proceden ustedes como demagogos,
y los demagogos son los peores enemigos de la clase obrera.
¡Sí, sí! Y no se apresuren a poner el grito en el cielo a propósito de
mis "métodos" polémicos "exentos de camaradería"! Ni
siquiera se me ocurre poner en tela de juicio la pureza de sus intenciones; he
dicho ya que la ingenuidad política
también basta para hacer de una persona un demagogo. Pero he demostrado que
han caído en la demagogia, y jamás me cansaré de repetir que los demagogos son los peores enemigos de la
clase obrera. Son los
perores, porque excitan los malos instintos de la multitud y porque a los
obreros atrasados les es imposible reconocer a estos enemigos, los cuales se
presentan, y a veces sinceramente, como amigos. Son los peores, porque en este
período de dispersión y vacilaciones, en el que la fisonomía de nuestro
movimiento está aún formándose, nada hay más fácil que arrastrar
demagógicamente a la multitud, a la cual podrán convencer después de su error
sólo las más amargas pruebas. De ahí que la consigna del momento de los
socialdemócratas rusos deba ser combatir con decisión tanto a Svoboda como
a Rabócheie Dielo, que caen en la demagogia. (Más
adelante hablaremos detenidamente de este punto+.)
"Es más fácil cazar a una docena de inteligentes que a un centenar
de bobos". Este magnífico axioma (que les valdrá siempre los aplausos del
centenar de bobos) parece evidente sólo porque, en el curso de su razonamiento,
han saltado de una cuestión a otra. Comenzaron por hablar, y siguen hablando,
de la captura del "comité", de la captura de la
"organización", y ahora saltan a otra cuestión, a la captura de las
"raíces profundas" del movimiento. Está claro que nuestro movimiento
es indestructible sólo porque tiene centenares y centenares de miles de raíces
profundas, pero no se trata de eso, ni mucho menos. En lo que se refiere a las
"raíces profundas", tampoco ahora se nos puede "cazar", a
pesar de todo el primitivismo de nuestro trabajo; y, sin embargo, todos
deploramos, y no podemos menos de deplorar, la caza de "organizaciones",
que rompe toda continuidad del movimiento. Y puesto que plantean la cuestión de
la caza de organizaciones e insisten en trata de ella, les
diré que es mucho más difícil cazar a una docena de inteligentes que a un
centenar de bobos; y seguiré sosteniéndolo sin hacer ningún caso de sus
esfuerzos para azuzar a la multitud contra mi "espíritu
antidemocrático", etc. Como he señalado más de una vez, debe entenderse
por "inteligentes" en materia de organización sólo a los revolucionarios
profesionales, sin que importe sin son estudiantes u obreros quienes se
forjen como tales revolucionarios profesionales. Pues bien, yo afirmo: 1)
que no puede haber un movimiento revolucionario sólido sin una organización de
dirigentes estable que guarde la continuidad; 2) que cuanto más vasta
sea la masa que se incorpore espontáneamente a la lucha – y que constituye la
base del movimiento y participa en él -, tanto más imperiosa será la necesidad
de semejante organización y tanto más sólida deberá ser ésta (pues con tanta mayor
facilidad podrán los demagogos de toda laya arrastrar a los sectores atrasados
de la masa); 3) que dicha organización debe estar formada, en los
fundamental, por hombres que hagan de las actividades revolucionarias su
profesión; 4) que en un país autocrático, cuanto más restrinjamos el
contingente de miembros de dicha organización, incluyendo en ella sólo a los
que hacen de las actividades revolucionarias su profesión y que tengan una
preparación profesional en el arte de luchar contra la policía política, tanto
más difícil será "cazar" a esta organización, y 5) tanto mayor será
le número de personas de la clase obrera y de las obras clases de la sociedad
que podrán participar en el movimiento y colaborar en él de un modo activo.
Invito a nuestros "economistas",
terroristas, y "economistas-terroristas"++ a que refuten estas tesis, las dos
últimas de las cuales voy a desarrollar ahora. Lo de si es más fácil cazar a "una
docena de inteligentes" que a "un centenar de bobos" se reduce
al problema que he analizado antes: si es compatible una organización de
masas con la necesidad de observar la clandestinidad más rigurosa. Jamás
podremos dar a una organización amplia el carácter clandestino indispensable
para una lucha firme y tenaz contra el gobierno. La concentración de todas las
funciones clandestinas en manos del menor número posible de revolucionarios
profesionales no significa, ni mucho
menos, que estos últimos "pensarán por todos", que la multitud no
tomará parte activa en el movimiento. Al contrario: la multitud promoverá de su
seno a un número cada vez mayor de revolucionarios profesionales, pues sabrá
entonces que no basta con que unos estudiantes y algunos obreros que luchan en
el terreno económico se reúnan para constituir un "comité", sino que
es necesario formarse durante años como revolucionarios profesionales, y
"pensará" no sólo en los métodos primitivos de trabajo, sino
precisamente en esta formación. La centralización
de las funciones clandestinas de la
organización no implica en modo alguno la centralización de todas
las funciones del movimiento.
La colaboración activa de las más amplias masas en las publicaciones
clandestinas, lejos de disminuir, se decuplicará cuando una
"docena" de revolucionarios profesionales centralicen las funciones
clandestinas de esta labor. Así, y sólo así, conseguiremos que la lectura de
las publicaciones clandestinas, la colaboración en ellas y, en parte, hasta su
difusión dejen casi de ser una obra clandestina, pues la policía
comprenderá pronto cuán absurdas e imposibles son las persecuciones judiciales
y administrativas con motivo de cada uno de los miles de ejemplares de
publicaciones distribuidas. Lo mismo cabe decir no sólo de la prensa, sino de
todas las funciones del movimiento, incluso de las manifestaciones. La
participación más activa y más amplia de las masas en una manifestación, lejos
de salir perjudicada, tendrá, por el contrario, muchas más probabilidades de
éxito si una "docena" de revolucionarios probados, no menso
adiestrados profesionalmente que nuestra policía, centraliza todos los aspectos
de la labor clandestina: edición de octavillas, confección de un plan
aproximado, nombramiento de un grupo de dirigentes para cada distrito de la
ciudad, para cada barriada fabril, cada establecimiento de enseñanza, etc. (se
dirá, ya lo sé, que mis concepciones "no son democráticas", pero más
adelante refutaré de manera detallada esta objeción nada inteligente). La
centralización de las funciones más clandestinas por la organización de
revolucionarios no debilitará, sino que reforzará la amplitud y el contenido de
la actividad de un gran número de otras organizaciones destinadas a las vastas
masas y, por ello, lo menos reglamentadas y lo menos clandestinas posible:
sindicatos obreros, círculos obreros culturales y de lectura de publicaciones
clandestinas, círculos socialistas, y democráticos también, para todos los
demás sectores de la población, etc., etc. Tales círculos, y organizaciones son
necesarios en todas partes, en el mayor número y con las
funciones más diversas; pero es absurdo y perjudicial confundir estas
organizaciones con la de los revolucionarios, borrar las fronteras
entre ellas, apagar en la masa la conciencia, ya de por sí increíblemente
oscurecida, de que para "servir" al movimiento de masas hacen falta
hombres dedicados de manera especial y por entero a la acción socialdemócrata,
y que estos hombres deben forjarse con paciencia y tenacidad
como revolucionarios profesionales.
Sí, esta conciencia se halla oscurecida hasta lo increíble. Con nuestro
primitivismo en el trabajo hemos puesto en entredicho el prestigio de los
revolucionarios en Rusia: en esto radica nuestro pecado capital en materia de
organización. Un revolucionario blandengue, vacilante en los problemas teóricos
y de estrechos horizontes, que justifica su inercia con la espontaneidad del
movimiento de masas y se asemeja más a un secretario de tradeunión que a un
tribuno popular, carente de un plan amplio y audaz que imponga respeto incluso
a sus adversarios, inexperto e inhábil en su arte profesional (la lucha contra
la policía política), ¡no es, con perdón sea dicho, un revolucionario, sino un
mísero artesano!
Que ningún militante dedicado a la labor práctica se ofenda por este duro
epíteto, pues en lo que concierne a la falta de preparación, me lo aplico a mí
mismo en primer término. He actuado en un
círculo (79) que se asignaba tareas vastas y
omnímodas, y todos nosotros, sus componentes, sufríamos lo indecible al
comprender que no éramos más que unos artesanos en un momento histórico en que,
modificando ligeramente la antigua máxima, podría decirse: ¡Dadnos una organización de revolucionarios y removeremos a Rusia de
sus cimientos! Y cuanto más a menudo he tenido que recordar la bochornosa
sensación de vergüenza que me daba entonces, tanto mayor ha sido mi amargura
contra los seudosocialdemócratas que "deshonran el nombre de
revolucionario" con su propaganda y no comprenden que nuestra misión no
consiste en propugnar que se rebaje al revolucionario al nivel del militante
primitivo, sino en elevar a este último al nivel del revolucionario.
d.
Amplitud de la labor de organización
Como hemos visto, B-v habla de "la escasez de fuerzas
revolucionarias aptas para la acción, que se deja sentir no sólo en San
Petersburgo, sino en toda Rusia". Y es poco probable que alguien ponga en
duda este hecho. Pero el quid está en cómo explicarlo. B-v escribe:
"No nos proponemos esclarecer las causas históricas de este
fenómeno; sólo diremos que la sociedad, desmoralizada por una larga reacción
política y disgregada por los cambios económicos que se han producido y se
producen, promueve un número extremadamente reducido de personas aptas
para la labor revolucionaria; que la clase obrera, al promover a
revolucionarios obreros, completa en parte las filas de las organizaciones
clandestinas; pero el número de estos revolucionarios no corresponde a las
demandas de la época. Tanto más que la situación del ocupado en la fábrica once
horas y media al día, sólo le permite desempeñar principalmente funciones de
agitador; en cambio, la propaganda y la organización, la reproducción y distribución
de publicaciones clandestinas, la edición de proclamas, etc., recaen ante todo,
quiérase o no, sobre un número reducidísimo de intelectuales" (R. Dielo,
núm. 6, pág. 38-39).
Discrepamos en muchos puntos de esta opinión de B-v. no estamos de acuerdo,
en particular, con las palabras subrayadas por nosotros, las cuales muestran
con singular relieve que, después de haber sufrido mucho (como todo militante
práctico que piense algo) a causa de nuestros métodos primitivos, B-v no puede,
agobiado por el "economismo", encontrar una salida de esta situación
insoportable. No, la sociedad promueve un número extremadamente grande de
personas aptas para la "causa", pero no sabemos utilizarlas a todas.
En este sentido, el estado crítico, el estado de transición de nuestro
movimiento puede formularse del modo siguiente: nos falta gente, y
gente hay muchísima. Hay infinidad de hombres porque tanto la clase obrera
como sectores cada vez más diversos de la sociedad proporcionan año tras año, y
en cantidad creciente, descontentos que desean protestar y que están dispuestos
a contribuir cuanto puedan a la lucha contra el absolutismo, cuyo carácter
insoportable no comprende aún todo el mundo, aunque masas cada día más vastas
lo perciben más y más. Pero, al mismo tiempo, no hay hombres, porque no hay
dirigentes, no hay jefes políticos, no hay talentos organizadores capaces de
realizar una labor amplia y, a la vez, indivisible y armónica, que permita
emplear todas las fuerzas, hasta las más insignificantes. "El crecimiento
y el desarrollo de las organizaciones revolucionarias" se rezagan no sólo
del crecimiento del movimiento obrero, cosa que reconoce incluso B-v, sino
también del crecimiento del movimiento democrático general en todos los
sectores del pueblo. (Por lo demás, es probable que B-v consideraría hoy esto
un complemento a su conclusión). El alcance de la labor revolucionaria es
demasiado reducido en comparación con la amplia base espontánea del movimiento,
está demasiado ahogado por la mezquina teoría de "la lucha económica
contra los patronos y el gobierno". Pero hoy
deben "ir a todas las clases de la población" no sólo los agitadores
políticos, sino también los organizadores socialdemócratas+++. No creo
que un solo militante dedicado a la actividad práctica dude que los
socialdemócratas puedan reaprtir mil funciones fragmentarias de su trabajo de
organización entre personas de las clases más diversas. La falta de especialización
es uno de los mayores defectos de nuestra técnica que B-v deplora con tanta
amargura y tanta razón. Cuanto más menudas sean las distintas
"operaciones" de la labor general, tantas más personas capaces de
llevarlas a cabo podrán encontrarse (y, en la mayoría de los casos, totalmente
incapaces de ser revolucionarios profesionales) y tanto más difícil será que la
policía "cace" a todos esos "militantes que desempeñan funciones
fragmentarias", tanto más difícil será que pueda montar con el delito
insignificante de un individuo un "asunto" que compense los gastos
del Estado en el mantenimiento de la policía política. Y en lo que respecta al
número de personas dispuestas a prestarnos su concurso, hemos señalado ya en el
capítulo precedente el cambio gigantesco que se ha operado en este aspecto
durante los cinco años últimos. Pero, por otra parte, para agrupar
en un todo único esas pequeñas fracciones, para no fragmentar junto con las
funciones del movimiento el propio movimiento y para infundir al ejecutor de
las funciones menudas la fe en la necesidad y la importancia de su trabajo, sin
la cual nunca trabajará++++, para todo esto hace falta precisamente una
fuerte organización de revolucionarios probados. Con una organización así, la
fe en la fuerza del partido se hará tanto más firme y tanto más extensa cuanto
más clandestina sea esta organización; y en la guerra, como es sabido, lo más
importante es no sólo infundir confianza en sus fuerzas al ejército propio,
sino hacer que crean en ello el enemigo y todos los elementos neutrales; una
neutralidad amistosa puede, a veces, decidir la contienda. Con semejante
organización, erigida sobre una firme base teórica, y disponiendo de un órgano
de prensa socialdemócrata, no habrá que temer que el movimiento sea desviado de
su camino por los numerosos elementos "extraños" que se hayan
adherido a él (al contrario, precisamente ahora, cuando predominan los métodos
primitivos, vemos que muchos socialdemócratas lo llevan a la trayectoria del
Credo, imaginándose que sólo ellos son socialdemócratas). En una palabra, la
especialización presupone necesariamente la centralización y, a su vez, la
exige en forma absoluta.
Pero el mismo B-v, que ha mostrado tan bien toda la necesidad de la
especialización, no la aprecia bastante, a nuestro parecer, en la segunda parte
del razonamiento citado. Dice que el
número de revolucionarios procedentes de los medios obreros es insuficiente.
Esta observación es del todo justa, y volvemos a subrayar que la
"valiosa noticia de un observador directo" confirma por entero
nuestra opinión sobre las causas de la crisis actual de la socialdemocracia y,
por tanto, sobre los medios de remediarla. No sólo los revolucionarios en
general se rezagan del ascenso espontáneo de las masas obreras. Y este hecho confirma
del modo más evidente, incluso desde el punto de vista "práctico",
que la "pedagogía" con que nos obsequia tan a menudo, al discutirse
el problema de nuestros deberes para con los obreros, es absurda y reaccionaria
en el aspecto político.
Este hecho
testimonia que nuestra obligación primordial y más imperiosa consiste en ayudar
a formar obreros revolucionarios que, desde el punto de vista de su actividad en
el partido, estén al mismo nivel que los intelectuales revolucionarios
(subrayamos: desde el punto de
vista de su actividad en el partido, pues en otros sentidos, aunque sea
necesario, está lejos de ser tan fácil y tan urgente que los obreros lleguen al
mismo nivel). Por eso debemos orientar nuestra atención principal a elevar a los obreros al nivel de los
revolucionarios y no a descender indefectiblemente
nosotros mismos al nivel de la "masa obrera", como quieren los
"economistas", e indefectiblemente al nivel del "obrero
medio", como quiere Svoboda (que, en este sentido, se
eleva al segundo grado de la "pedagogía" economista). Nada más lejos
de mí que el propósito de negar la necesidad de publicaciones de divulgación
para los obreros y de otras publicaciones de más divulgación aún (pero, claro
está, no vulgares) para los obreros muy atrasados. Pero lo que me indigna es
ese constante meter sin venir a cuento la pedagogía en los problemas políticos,
en las cuestiones de organización. Pues ustedes, señores, que se desvelan pro
el "obrero medio", en el fondo más bien ofenden a los obreros con el
deseo de hacerles sin falta una reverencia antes de hablar de
política obrera o de organización obrera. ¡Yérganse para hablar de cosas serias
y dejen la pedagogía a quienes ejercen el magisterio, pues no es ocupación de
políticos ni de organizadores! ¿Es que entre los intelectuales no hay también
hombres avanzados, elementos "medios" y "masas"? ¿Es que no
reconoce todo el mundo que los intelectuales también necesitan publicaciones de
divulgación? ¿No se escribe esa literatura? Pero imagínense que, en un artículo
sobre la organización de los estudiantes universitarios o de bachillerato, el
autor se pusiera a repetir con machaconería, como quien hace un descubrimiento,
que se precisa, ante todo, una organización de "estudiantes medios".
Por seguro que semejante autor sería puesto en ridículo, y le estaría muy bien
empleado. Le dirían: usted denos unas cuantas ideíllas de organización, si las
tiene, y ya veremos nosotros mismos quién es "medio", superior o
inferior. Y si las que tiene sobre organización no son propias, todas sus
disquisiciones sobre las "masas" y los "elementos medios"
hastiarán simplemente. Comprendan de una vez que los problemas de
"política" y "organización" son ya de por sí tan serios que
no se puede hablar de ellos sino con toda seriedad: se puede y se debe preparar a
los obreros (lo mismo que a los estudiantes universitarios y de
bachillerato) para poder abordar ante ellos esos
problemas; pero una vez los han abordado, den verdaderas respuestas,
no se vuelvan atrás, hacia los "elementos medios" o hacia las
"masas", no salgan del paso con retruécanos o frases+++++.
Si el obrero revolucionario quiere prepararse por entero para su trabajo,
debe convertirse también en un revolucionario profesional. Por esto no tiene
razón B-v cuando dice que, por estar el obrero ocupado en la fábrica once horas
y media, las demás funciones revolucionarias (salvo la agitación) "recaen
ante todo, quiérase o no, sobre un número reducidísimo de
intelectuales". No sucede esto "quiérase o no", sino debido a
nuestro atraso, porque no comprendemos que tenemos
el deber de ayudar a todo obrero que se distinga por su capacidad para
convertirse en un agitador, organizador, propagandista, distribuidor, etc.,
etc., profesional. En este sentido dilapidamos vergonzosamente nuestras
fuerzas, no sabemos cuidar lo que tiene que ser cultivado y desarrollado con
particular solicitud. Fíjense en los alemanes: tienen cien veces más fuerzas
que nosotros, pero comprenden perfectamente que los agitadores, etc., capaces
de verdad, no descuellan con excesiva frecuencia de entre los obreros
"medios". Por eso procuran colocar enseguida a todo obrero capaz en
condiciones que le permitan desarrollar plenamente y aplicar plenamente sus
aptitudes: hacen de él un agitador profesional, lo animan a ensanchar su campo
de acción, a extender ésta de una fábrica a todo un oficio, de una localidad a
todo el país. De este modo, el obrero adquiere experiencia y habilidad
profesional, amplía su horizonte y su saber, observa de cerca de los jefes
políticos destacados de otros lugares y de otros partidos, procura ponerse a la
misma altura que ellos y unir en su persona el conocimiento del medio obrero y
la lozanía de las convicciones socialistas a la maestría profesional sin la
que no puede el proletariado desplegar su tenaz lucha contra sus
enemigos perfectamente instruidos. Así, sólo así, surgen de la masa obrera los
Bebel y los Auer. Pero lo que en un país libre en el aspecto político se hace
en gran parte por sí solo, en Rusia deben hacerlo sistemáticamente nuestras
organizaciones. Un agitador obrero que tenga algún talento y "prometa" no
debe trabajar once horas en la fábrica. Debemos arreglarlo de manera que viva de los fondos del partido, que
pueda pasar a la clandestinidad en el momento preciso, que cambie de lugar de
acción, pues de otro modo no adquirirá gran experiencia, no ampliará su
horizonte, no podrá sostenerse siquiera varios años en la lucha contra los
gendarmes. Cuanto más amplio y profundo es el movimiento espontáneo de
las masas obreras, tantos más agitadores de talento descuellan, y no sólo
agitadores, sino organizadores, propagandistas y militantes
"prácticos" de talento, "prácticos" en el buen sentido de
la palabra (que son tan escasos entre nuestros intelectuales, en su mayor parte
un tanto desidiosos y tardos a la rusa). Cuando tengamos destacamentos de
obreros revolucionarios (y bien entendido que "todas las armas" de la
acción revolucionaria) especialmente preparados y con un largo aprendizaje,
ninguna policía política del mundo podrá con ellos, porque esos destacamentos
de hombres consagrados en cuerpo y alma a la revolución gozarán igualmente de
la confianza ilimitada de las más amplias masas obreras. Y somos los
culpables directos de no "empujar" bastante a los obreros a
este camino, que es el mismo para ellos y para los "intelectuales",
al camino del aprendizaje revolucionario profesional, tirando demasiado a
menudo de ellos hacia atrás con nuestros discursos necios sobre lo que es
"accesible" para la masa obrera, para los "obreros medios",
etc.
En este sentido, igual que en los otros, el reducido alcance del trabajo
de organización está en relación indudable e íntima (aunque no se dé cuenta de
ello la inmensa mayoría de los "economistas" y de los militantes
prácticos noveles) con la reducción del alcance de nuestra teoría y de nuestras
tareas políticas. El culto a la espontaneidad origina una especie de temor de
apartarnos un poquitín de lo que sea "accesible" a las masas, un
temor de subir demasiado por encima de la simple satisfacción de sus
necesidades directas e inmediatas. ¡No tengan miedo, señores! ¡Recuerden
ustedes que en materia de organización estamos a un nivel tan bajo que es
absurda hasta l apropia idea de que podamos subir demasiado alto!
e. La organización "de
conspiradores" y la "democracia"
Entre nosotros hay mucha gente tan sensible a "la voz de la
vida" que nada temen tanto como eso precisamente, acusando de ser adeptos
del grupo Libertad del Pueblo, de no comprender la "democracia",
etc., a los que comparten las opiniones expuestas más arriba. Nos vemos
precisados a detenernos en estas acusaciones, que apoya también, como es
natural, Rabócheie Dielo.
Quien escribe estas líneas sabe muy bien que los "economistas"
petersburgueses acusaban ya a Rabóchaya Gazeta de seguir
a Libertad del Pueblo (cosa comprensible si se la compara
con Rabóchaya Mysl). Por eso, cuando, después de aparecer Iskra,
un camarada nos refirió que los socialdemócratas de la ciudad X califican
a Iskra de órgano de Libertad del Pueblo, no nos sentimos nada
sorprendidos. Naturalmente, esa acusación era para todos nosotros un elogio,
pues ¿a qué socialdemócrata decente no habrán acusado de lo mismo los
"economistas"?
Estas acusaciones son debidas a malentendidos de dos géneros. En primer
lugar, en nuestro país se conoce tan poco la historia del movimiento
revolucionario que toda idea de formar una organización combativa centralizada
que declare una guerra sin cuartel al zarismo es calificada de adicta a
Libertad del Pueblo. Pero lo magnífica organización que tenían los
revolucionarios de la década del 70 y que debiera servirnos a todos de modelo
no la crearon, ni mucho menos, los adeptos de Libertad del Pueblo, sino los partidarios de Tierra y Libertad (80) que luego se dividió en Reparto
Negro y Libertad del Pueblo. Por eso es absurdo, tanto desde el punto de vista
histórico como desde el lógico, ver en una organización revolucionaria de
combate algo específico de Libertad del Pueblo, porque ninguna tendencia
revolucionaria que piense realmente en una lucha seria puede prescindir de
semejante organización. El error de los adeptos de Libertad del Pueblo no
consistió en procurar que se incorporaran a su organización todos los
descontentos ni orientar esa organización hacia una lucha resuelta contra la
autocracia. En eso, por el contrario, estriba su gran mérito ante la historia.
Y su error consintió en haberse apoyado en una teoría que no tenía en realidad
nada de revolucionaria y en no haber sabido, o en no haber podido, establecer
un nexo firme entre su movimiento y la lucha de clases en la sociedad
capitalista en desarrollo. Y sólo la más burda incomprensión del marxismo (o su
"comprensión" en sentido "struvista") ha podido dar lugar a
la opinión de que la aparición de un movimiento obrero espontáneo de masas
nos exime de la obligación de fundar una organización de
revolucionarios tan buena como la de los partidarios de Tierra y Libertad o de
crear otra incomparablemente mejor. Por el contrario, ese movimiento nos impone precisamente
dicha obligación, ya que la lucha espontánea del proletariado no se convertirá
en su verdadera "lucha de clase" mientras no esté dirigida por una
fuerte organización de revolucionarios.
En segundo lugar, muchos –y entre ello, por lo visto, B. Krichevski (R.
D., núm. 10, pág. 18) – no comprenden bien la polémica que siempre han
sostenido los socialdemócratas contra la concepción de la lucha política como
una lucha "de conspiradores". Hemos protestado y
protestaremos siempre, desde luego, contra la reducción de la
lucha política a las proporciones de una conjuración++++++, pero eso,
claro está, en modo alguno significaba que negásemos la necesidad de una fuerte
organización revolucionaria. Y, por ejemplo, en el folleto citado en
la nota, junto a la polémica contra quienes quieren reducir la lucha política a
una conjuración se encuentra el esquema de una organización (como ideal de los
socialdemócratas) lo bastante fuerte para poder recurrir tanto a la
"insurrección" como a cualquier "otra forma de ataque" con
objeto de asestar el golpe decisivo al absolutismo"+++++++.
Por su forma, una organización revolucionaria de esa fuerza en un país
autocrático puede llamarse también organización "de conspiradores"
porque la palabra francesa "conspiration" equivale a
"conjuración", y el carácter conspirativo es imprescindible en el
grado máximo para semejante organización. El carácter conspirativo es condición
tan imprescindible de tal organización que las demás condiciones (número,
selección, funciones, etc. de los miembros) tienen que concertarse con ella.
Sería, por tanto, extrema candidez temer que nos acusen a los socialdemócratas
de querer crear una organización de conspiradores. Todo enemigo del
"economismo" debe enorgullecerse de esa acusación, así como de la
acusación de ser partidario de Libertad del Pueblo.
Se nos
objetará que una organización tan poderosa y tan rigurosamente secreta, que
concentra en sus manos todos los hilos de la actividad conspirativa,
organización necesariamente centralista, puede lanzarse con excesiva ligereza a
un ataque prematuro, puede enconar irreflexivamente el movimiento antes de que
lo hagan posible y necesario la extensión del descontento político, la fuerza
de la efervescencia y de la exasperación de la clase obrera, etc. Nosotros
contestaremos que, hablando en términos abstractos, no es posible negar, desde
luego, que una organización de combate puede abocar en una
batalla impremeditada, la cual puede acabar en una derrota que
en modo alguno sería inevitable en otras condiciones. Pero, en semejante
problema, es imposible limitarse a consideraciones abstractas, porque todo
combate entraña la posibilidad abstracta de la derrota, y no hay otro medio
de disminuir esta posibilidad que preparar organizadamente el
combate. Y si planteamos el problema en el terreno concreto de las condiciones
actuales de Rusia, habremos de llegar a esta conclusión positiva: una fuerte
organización revolucionaria es sin duda necesaria para dar precisamente
estabilidad al movimiento y preservarlo de la posibilidad de
los ataques irreflexivos. Justamente ahora, cuando carecemos de semejante
organización y cuando el movimiento revolucionario crece espontánea y
rápidamente, se observan ya dos extremos opuestos (que, como
es lógico, "se tocan"): o un "economismo" sin el menor
fundamento, acompañado de prédicas de moderación, o un "terrorismo
excitante", con tan poco fundamento, que tiende "a producir
artificiosamente, en el movimiento que se desarrolla y se consolida, pero que
todavía está más cerca de su principio que de su fin, síntomas de su fin"
(V. Z. En Zariá, núm. 2-3, pág. 353). Y el ejemplo de Rab.
Dielo demuestra que existen ya socialdemócratas que
capitulan ante ambos extremos. Y no es de extrañar, porque, amén de otras
razones, la "lucha económica contra los patronos y el gobierno" jamás satisfará
a un revolucionario, y extremos opuestos siempre surgirán aquí o allá. Sólo una
organización combativa centralizada que aplique firmemente la política
socialdemócrata y satisfaga, por decirlo así, todos los instintos y
aspiraciones revolucionarios puede preservar de un ataque irreflexivo al
movimiento y preparar un ataque con perspectivas de éxito.
Se nos
objetará también que el punto de vista expuesto sobre la
organización contradice el "principio democrático". La acusación
anterior tiene un origen ruso tan específico como específico carácter extranjero tiene
esta otra. Sólo una organización con sede en el extranjero (La Unión de
Socialdemócratas Rusos) ha podido dar a su redacción, entre otras
instrucciones, la siguiente:
"Principio de organización. Para favorecer el desarrollo y la
unificación de la socialdemocracia es preciso subrayar, desarrollar, luchar por
un amplio principio democrático de su organización de partido, cosa que han
hecho especialmente imprescindible las tendencias antidemocráticas aparecidas
en las filas de nuestro partido" (Dos congresos, pág. 18)
En el capítulo siguiente veremos cómo lucha precisamente Rab.
Dielo contra las "tendencias antidemocráticas" de Iskra.
Veamos ahora más de cerca el "principio" que proponen los
"economistas". Es probable que todo el mundo esté de acuerdo en que
el "amplio principio
democrático" presupone las dos condiciones imprescindibles que siguen:
primero, publicidad completa, y, segundo, carácter electivo de
todos los cargos. Sin publicidad, más aún, sin una publicidad que no quede
reducida a los miembros de la organización sería ridículo hablar de espíritu
democrático. Llamaremos democrática a la organización del partido socialista
alemán ya que en él todo es público, incluso las sesiones de sus congresos;
pero nadie llamará democrática a una organización que se oculte de todos los
que no sean miembros suyos con el manto del secreto. Cabe preguntar: ¿qué
sentido tiene proponer un "amplio principio democrático",
cuando la condición fundamental de ese principio es irrealizable para
una organización secreta? El "amplio principio" resulta ser una mera
frase que suena mucho, pero que está vacía. Más aún. Esta frase demuestra una
incomprensión completa de las tareas urgentes del momento en materia de
organización. Todo el mundo sabe hasta qué punto está extendida entre nosotros
la falta de discreción, conspirativa que predomina en la "gran" masa
de revolucionarios. Ya hemos visto con cuánta amargura se queja de ello B-v,
exigiendo, lleno de razón, "una severa selección de los afiliados"
(R. D., núm. 6, pág. 42). ¡Y de pronto aparecen gentes que se ufanan de su
"sentido de la vida" y, en semejante situación, no subrayan la
necesidad de la más severa discreción conspirativa y de la más rigurosa (y, por
consiguiente, más estrecha) selección de los afiliados, sino un "amplio principio
democrático"! Esto se llama tomar el rábano por las hojas.
No queda mejor parado el segundo rasgo de la democracia: el carácter
electivo. En los países que gozan de libertad política, esta condición se
sobreentiendo por sí misma. "Se considera miembro del partido todo el que
acepta los principios de su programa y ayuda al partido en la medida de sus
fuerzas", dice el artículo primero de los estatutos orgánicos del Partido
Socialdemócrata Alemán. Y como toda la liza política está abierta para todos,
igual que la rampa del escenario para el público de un teatro, el que se acepte
o se rechace, se apoye o se impugne son cosas que todos saben pro los
periódicos y por las reuniones públicas. Todo el mundo sabe que determinado
dirigente político ha comenzado de tal manera, ha pasado por tal y tal
evolución, se ha portado de tal y tal modo en un momento difícil de su vida, se
distingue en general por tales y tales cualidades: pro tanto, es natural que a
este dirigente lo puedan elegir o no elegir, con conocimiento de causa, para
determinado cargo en el partido, todos los miembros del mismo. El
control general (en el sentido literal de la palabra) de cada uno de los pasos
del afiliado al partido, a lo largo de su carrera política, crea un mecanismo
de acción automática que tiene pro resultado lo que en Biología se llama
"supervivencia de los mejor adaptados". La "selección
natural", producto de la completa publicidad del carácter electivo y del
control general, asegura que cada dirigente esté a fin de cuentas "en su
sitio", se encargue de la labor que mejor concuerde con sus fuerzas y
aptitudes, sufra en su carne todas las consecuencias de sus errores y demuestre
a la vista de todos su capacidad para reconocer sus faltas y evitarlas.
¡Pero prueben ustedes a encajar este cuadro en el marco de nuestra
autocracia! ¿Es acaso concebible entre nosotros que "todo el que acepte
los principios del programa del partido y ayude al partido en la medida de sus
fuerzas" controle cada paso del revolucionario clandestino? ¿Qué todos
elijan a uno o a otro entre estos últimos, cuando, el bien de su trabajo, el
revolucionario está obligado a ocultar su verdadera
personalidad a las nueve décimas partes de esos "todos"? Reflexionen,
aunque sólo sea un momento, en el verdadero sentido de las sonoras palabras
de Rab. Dielo y verán que la "amplia democracia" de
una organización de partido en las tinieblas de la autocracia, cuando son los
gendarmes quienes seleccionan, no es más que un juguete inútil y
perjudicial. Inútil porque, en la práctica, jamás ha podido organización
revolucionaria alguna aplicar una amplia democracia, ni puede
aplicarla, por mucho que lo desee. Perjudicial porque los intentos de aplicar
en la práctica un "amplio principio democrático" sólo facilitan a la
policía las grandes redadas y perpetúan los métodos primitivos de trabajo
dominantes, desviando el pensamiento de los militantes dedicados a la labor
práctica de la seria e imperiosa tarea de forjarse como revolucionarios profesionales
hacia la redacción de prolijos reglamentos "burocráticos" sobre
sistemas de votación. Sólo en el extranjero, donde no pocas veces se juntan
gentes que no pueden encontrar una labor verdadera y real, ha podido
desarrollarse en algún sitio, sobre todo en diversos grupos pequeños, ese
"juego a la democracia".
Para demostrar al lector cuán indecoroso es el procedimiento predilecto
de Rab. Dielo para preconizar un "principio" tan
decoroso como la democracia en la labor revolucionaria, apelaremos de nuevo a
un testigo. Se trata de E. Serebriakov, director de la revista londinense Nakanunie,
que siente gran debilidad pro Rab. Dielo y profundo odio a
Plejánov y los "plejanovistas"; en los artículos referentes a la
escisión de la Unión de Socialdemócratas Rusos en el Extranjero, Nakanunie se
puso resueltamente al lado de Rab. Dielo y descargó un
nubarrón de palabras detestables sobre Plejánov. Tanto más valor tiene para
nosotros el testigo en este punto. En el artículo Con motivo del
llamamiento del "Grupo de Autoemancipación de los Obreros",
inserto en el número 7 de Nakanunie (julio de 1899), E.
Serebriakov decía que era "indecoroso" plantear cuestiones "de
obcecación, de primacía, de lo que se llama el areópago, en un movimiento
revolucionario serio", y decía, entre otras cosas, lo siguiente:
"Myshkin, Rogachov, Zheliábov, Mijáilov, Peróvskaya, Figner y otro
nunca se consideraron dirigentes y nadie los había elegido ni nombrado, aunque
en realidad sí lo eran, porque tanto en el período de propaganda como en la
lucha contra el gobierno cargaron con el mayor peso del trabajo, fueron a los
sitios más peligrosos y su actividad fue la más fructífera. Y la primacía no
resultaba de que la desearan, sino de que los camaradas que los rodeaban
confiaban en su inteligencia, en su energía y en su lealtad. Temer a un
areógrafo (y si no se le teme no hay por qué mencionarlo) que puede dirigir
autoritariamente el movimiento es ya demasiada candidez. ¿Quién lo
obedecería?"
Preguntamos al lector: ¿en qué se diferencia el "areópago" de
las "tendencias antidemocráticas"? ¿No es evidente que el
"decoroso" principio de organización de Rabócheie Dielo es
tan cándido como indecoroso? Cándido porque sencillamente nadie obedecerá a un
"areópago" o a gentes con "tendencias antidemocráticas",
toda vez que "los camaradas que los rodean no confiarán en su
inteligencia, en su energía ni en su lealtad". E indecoroso como
demagógica salida de tono que especula con la presunción de unos, con el
desconocimiento que otros tienen del estado en que realmente se encuentra
nuestro movimiento y con la falta de preparación de los terceros y su
desconocimiento de la historia del movimiento revolucionario. El único
principio de organización serio a que deben atenerse los dirigentes de nuestro
movimiento ha de ser el siguiente: la más
severa discreción conspirativa, la más rigurosa selección de los afiliados y la
preparación de revolucionarios profesionales. Si se cuenta con estas
cualidades, está asegurado algo mucho más importante que el "ambiente democrático",
a saber: la plena confianza mutua, propia de camaradas, entre los
revolucionarios. Y es indiscutible que necesitamos más esta confianza porque en
Rusia no se puede ni hablar de sustituirla por un control democrático general.
Cometeríamos un gran error si creyéramos que, por ser imposible un control
verdaderamente "democrático", los afiliados a una organización
revolucionaria se convierten en incontrolados: no tienen tiempo de pensar en
las formas de juguete de democracia (democracia en el seno de un apretado
núcleo de camaradas entre los que reina confianza mutua), pero sienten muy en
lo vivo su responsabilidad, pues saben además, pro
experiencia, que una organización de verdaderos revolucionarios no se detendrá
en medios para deshacerse de un miembro digo. Además, en el país hay una
opinión publica bastante desarrollada de los medios revolucionarios rusos (e
internacionales) que tiene mucha historia castiga con implacable severidad todo
incumplimiento del deber de la camaradería (¡y la "democracia", la
verdadera democracia, no la de juguete, va implícita, como la parte en el todo,
en este concepto de camaradería!). ¡Tomen todo esto en consideración y
comprenderán qué nauseabundo tufillo a juego a los generales en el extranjero
trasciende de todas esas habladurías y resoluciones sobre las "tendencias
antidemocráticas"!
Hay que observar, además, que la otra fuente de tales habladurías, es
decir, la candidez, se alimenta asimismo de una confusión de ideas acerca de la
democracia. En el libro de los esposos Webb sobre los tradeuniones inglesas hay
un capítulo curioso: La democracia primitiva. Los autores refieren
en él que los obreros ingleses tenían por señal imprescindible de democracia en
el primer período de existencia de sus sindicatos que todos hicieran de todo en
la dirección de los mismos: no sólo se decidían todas las cuestiones pro
votación de todos los miembros, sino que los cargos también eran desempeñados
sucesivamente por todos los afiliados. Fue necesaria una larga experiencia
histórica para que los obreros comprendieran lo absurdo de semejante concepto
de la democracia y la necesidad, por una parte, de que existieran instituciones
representativas y, por otra, funcionarios profesionales. Fueron necesarios unos
cuantos casos de quiebra de cajas de los sindicatos para que los obreros
comprendieran que la proporción entre las cuotas que pagaban y los subsidios
que recibían no podía decidirse sólo por votación democrática, sino que exigía,
además, el consejo de un perito en seguros. Lean también el libro de Kautsky
sobre el parlamentarismo y la legislación popular y verán que las deducciones
del teórico marxista coinciden con las enseñanzas de prolongados años de
práctica de los obreros unidos ""espontáneamente"" Kautsky rebate
con denuedo la forma primitiva que Rittinghausen tiene de concebir la
democracia, se burla de la gente dispuesta a exigir en nombre de la democracia
que "los periódicos del pueblo sean redactados directamente por el
pueblo", demuestra la necesidad de que existan, periodistas,
parlamentarios, etc., profesionales, para dirigir de un modo
socialdemócrata la lucha de clase del proletariado; ataca el "socialismo
de anarquistas y literatos" que exaltan "por afán efectista" la
legislación que emana directamente del pueblo y no comprenden que su aplicación
es muy convencional en la sociedad contemporánea.
Todo el que haya desplegado una labor práctica en nuestro movimiento sabe
cuán extendido está entre la masa de la juventud estudiantil y de los obreros
el concepto "primitivo" de la democracia. No es de extrañar que este
concepto penetre tanto en estatutos como en publicaciones. Los
"economistas" de tipo bernsteiniano decían en sus estatutos:
"Artículo 10. Todos los asuntos que atañen a los intereses de toda la organización
sindical se resolverán pro mayoría de votos de todos sus miembros". Los
"economistas" de tipo terrorista los secundan: "Es preciso que
los acuerdos del comité pasen por todos los círculos y sólo entonces sean
efectivos" (Svoboda, núm. 1, pág. 67). Observen que esta
reclamación de aplicar ampliamente el referéndum se plantea ¡después de
exigir que toda la organización se base en el principio
electivo! Nada más lejos de nosotros, claro está, que censurar por eso a los
militantes dedicados al trabajo práctico, que han tenido muy poca posibilidad
de conocer la teoría y la práctica de las organizaciones democráticas de
verdad. Pero cuando Rab. Dielo, que pretende ejercer una función
dirigente, se limita en tales circunstancias a insertar una resolución sobre el
amplio principio democrático ¿cómo no llamar a esto sino puro "afán
efectista"?
f. El
trabajo a escala local y a escala nacional
Si las objeciones que se hacen al plan de organización que aquí
exponemos, reprochándole su falta de democracia y su carácter conspirativo,
carecen totalmente de fundamento, queda todavía pendiente una cuestión que se
plantea muchas veces y merece detenido examen: se trata de la relación
existente entre el trabajo local y el trabajo a escala nacional. Se expresa el
temor de que, al crearse una organización centralista, el centro de gravedad
pase del primer trabajo, al segundo, el temor de que esto perjudique al
movimiento, debilite la solidez de los vínculos que nos unen con la masa
obrera, y, en general, la estabilidad de la agitación local. Contestaremos que
nuestro movimiento se resiente durante estos últimos años precisamente de que
los militantes locales estén demasiado absorbidos por el trabajo local; que por
esta razón es necesario desplazar algo, sin el menor género de dudas, el centro
de la gravedad hacia el trabajo en plano nacional; que, lejos de debilitar,
este desplazamiento dará, por el contrario, mayor solidez a nuestros vínculos y
mayor estabilidad a nuestra agitación local. Examinemos la cuestión del órgano
central y de los órganos locales, rogando al lector que no olvide que la prensa
no es para nosotros sino un ejemplo ilustrativo de la labor revolucionaria y
que, en general, es infinitamente más amplia y más variada.
En el primer período del movimiento de masas (1896-1898), los militantes
locales intentan publicar un órgano destinado a toda Rusia: Rabóchaya
Gazeta; en el período siguiente (1898-1900), el movimiento da un gigantesco
paso adelante, pero los órganos locales absorben totalmente la atención de los
dirigentes. Si se hace un recuento de todos esos
órganos locales, resultará+++++++ por término medio un número al mes. ¿No
es esto una prueba evidente del primitivismo de nuestros métodos de trabajo?
¿No demuestra eso de manera fehaciente el atraso que nuestra organización
revolucionaria lleva del avance espontáneo del movimiento? Si se hubiera
publicado la misma cantidad de números de periódicos por una
organización única, y no por grupos locales dispersos, no sólo habríamos
ahorrado una inmensidad de fuerzas, sino asegurado a nuestro trabajo
infinitamente más estabilidad y continuidad. Olvidan con demasiada frecuencia
este sencillo razonamiento tanto los militantes dedicados a las labores
prácticas, que trabajan activamente de manera casi exclusiva
en los órganos locales (por desgracia, en la inmensa mayoría de los casos, la
situación no ha cambiado), como los publicistas que muestran en esta cuestión
asombroso quijotismo. El militante dedicado al
trabajo práctico suele darse por satisfecho con el razonamiento de que a los
militantes locales "les es difícil"++++++++ ocuparse de la publicación
de un periódico central para toda Rusia y que mejor es tener periódicos locales
que no tener ninguno. Esto último es, desde luego, muy cierto, y ningún
militante dedicado al trabajo práctico reconocerá antes que nosotros la gran
importancia y la gran utilidad de los periódicos locales en general.
Pero no se trata de esto, sino de ver si es posible librarse del
fraccionamiento y del primitivismo en el trabajo tan palmariamente reflejados
en los treinta números de periódicos locales publicados por toda Rusia en dos
años y medio. No se constriñan al principio indiscutible, pero demasiado
abstracto, de la utilidad de los periódicos locales en general; tengan, además,
el valor de reconocer francamente sus lados negativos, puestos de manifiesto en
dos años y medio de experiencia. Esta experiencia demuestra que, en nuestras
condiciones, los periódicos locales resultan en la mayoría de los casos
vacilantes en los principios y faltos de importancia política; en cuanto al
consumo de energías revolucionarias, resultan demasiado costosos, e
insatisfactorios por completo, desde el punto de vista técnico (me refiero,
claro está, no a la técnica tipográfica, sino a la frecuencia y regularidad de
la publicación). Y todos los defectos indicados no son obra de la casualidad,
sino consecuencia inevitable del fraccionamiento que, por una parte, explica el
predominio de los periódicos locales en el período que examinamos, y, por otra
parte, encuentra un apoyo en ese predominio. Una organización
local, por sí sola, no está realmente en condiciones de
asegurar la firmeza de principios de su periódico ni de colocarlo a la altura
de órgano político, no está en condiciones de reunir y utilizar datos
suficientes para escribir de toda nuestra vida política. Y, en cuanto al
argumento que ordinariamente se esgrime en los países libres para
justificar la necesidad de numerosos periódicos locales –que son baratos,
porque los confeccionan obreros locales, y pueden ofrecer una información mejor
y más rápida a la población local-, la experiencia ha demostrado que, en
nuestro país, se vuelve contra dichos periódicos. Estos resultan demasiado
costosos en lo que al consumo de energías revolucionarias se refiere; y son
publicados muy de tarde en tarde por la sencilla razón de que
un periódico ilegal, por pequeño que sea, precisa un inmenso mecanismo
clandestino de imprenta, que requiere la existencia de una gran industria
fabril, pues en un taller de artesanos no es posible montar semejante
mecanismo. Más cuando éste es primitivo, la policía aprovecha muchas veces
(todo militante dedicado al trabajo práctico conoce numerosos ejemplos de este
género) la aparición y difusión de uno o dos números para hacer una
redada masiva, que lo barre todo tan bien que es preciso volver a
empezar de nuevo. Un buen mecanismo clandestino de imprenta exige una buena
preparación profesional de los revolucionarios y la más consecuente división
del trabajo, y estas dos condiciones son de todo punto irrealizables en una
organización local aislada, por mucha fuerza que reúna en un momento dado. No
hablemos ya de los intereses generales de todo nuestro movimiento (una
educación socialista y política de los obreros basada en principios firmes);
también los intereses locales específicos quedan mejor atendidos por órganos
no locales. Sólo a primera vista puede parecer esto una paradoja; en
realidad, la experiencia de los dos años y medio de que hemos hablado lo
demuestra de manera irrefutable. Todo el mundo convendrá en que si las fuerzas
locales que han publicado treinta números de periódicos hubieran trabajado para
un solo periódico, habrían publicado sin dificultad sesenta números, si no
cien, y, por consiguiente, se habrían reflejado de un modo más completo las
particularidades del movimiento puramente local. No cabe duda de que no es
fácil conseguir esta coordinación; pero hace falta que, al fin, reconozcamos su
necesidad; que cada círculo local piense y trabaje activamente en
ese sentido sin esperar el empujón de fuera, sin dejarse seducir por la
accesibilidad y la proximidad de un órgano loca, proximidad que –según lo
prueba nuestra experiencia revolucionaria – es, buena parte, ilusoria.
Y prestan un flaco servicio al trabajo práctico los publicistas que,
considerándose muy próximos a los militantes prácticos, no se dan cuenta de
este carácter ilusorio y salen del paso con un razonamiento de simpleza tan
extraordinaria como de vacuidad tan asombrosa: hacen falta periódicos locales,
hacen falta periódicos comarcales, hacen falta periódicos centrales para toda
Rusia. Es natural que, hablando en términos generales, todo esto haga falta,
pero también hace falta, cuando se aborda un problema concreto de organización,
pensar en las condiciones de medio y tiempo. ¿No es, en efecto, un caso de
quijotismo cuando Svoboda (núm. 1, pág. 68),
"deteniéndose" específicamente "en el problema del
periódico", escribe: "Nosotros creemos que en todo lugar algo
considerable de concentración de obreros debe haber periódico obrero propio. No
traído de fuera, sino justamente propio". Si este publicista no quiere
pensar en el sentido de sus palabras, piense usted al menos por él, lector:
¡cuántas decenas, si no centenares de "lugares algo considerables de
concentración de obreros" hay en Rusia, y qué perpetuación de nuestro
primitivismo en el trabajo resultará si cada organización local se pusiera
efectivamente a publicar su propio periódico! ¡Cómo facilitaría este
fraccionamiento a nuestros gendarmes la tarea de capturar –y, además, sin hacer
esfuerzos "algo considerables" – a los militantes locales, desde el
comienzo mismo de su actuación, antes de haber podido llegar a ser verdaderos
revolucionarios! En un periódico central para toda Rusia – continúa el autor-
no interesarían mucho las narraciones de los manejos de los fabricantes "y
de los pormenores de poca monta de la vida fabril en diversas ciudades que no
son la suya", pero "al orlense no le aburrirá leer lo que sucede en
Oriol. Sabe siempre con quién se han "metido", a quién "se le da
para el pelo" y a él le baila el ojo" (pág.. 69). Sí, sí, al orlense
le baila el ojo, pero a nuestro publicista también "le baila"
demasiado la imaginación. En lo que éste debiera pensar es en sí se muestra
tacto al defender la mezquindad de esfuerzos. No cederemos a nadie la palma en
reconocer cuán necesario e importante es denunciar los abusos que se cometen en
las fábricas, pero hay que recordar que hemos llegado ya a un momento en que a
los vecinos de San Petersburgo les aburre leer las cartas petersburguesas del
periódico petersburgués Rabóchaya Mysl. Para denunciar los abusos
que se cometen en las fábricas locales hemos tenido siempre, y debemos
seguir teniendo siempre las hojas volantes; pero el periódico hay
que elevarlo, y no rebajarlo al nivel de hojas volantes de fábrica. Para un
"periódico" necesitamos denuncias no tanto de "pequeñeces",
como de los grandes defectos típicos de la vida fabril, denuncias hechas con
ejemplos de singular realce y, por lo mismo, capaces de interesar a todos los
obreros y a todos los dirigentes del movimiento, capaces de enriquecer
efectivamente sus conocimientos, ensanchar su horizonte, dar comienzo al
despertar de un distrito más, de un nuevo sector profesional de obreros.
"Además, en un periódico local, los manejos de la administración de
la fábrica o de otras autoridades pueden recogerse en seguida, aún recientes. Y
mientras la noticia llega a un periódico central, lejano, en el punto de origen
ya se habrá olvidado lo sucedido: "¿Cuándo habrá ocurrido eso?;
¡cualquiera lo recuerda!"" (loc. cit.). en efecto, ¡cualquiera lo
recuerda! Los treinta números publicados en dos años y medio corresponden,
según hemos visto en la misma fuente, a seis ciudades. De modo que a cada
ciudad corresponde, por término medio, ¡un número de periódico por medio año!
E incluso si nuestro insubstancial publicista triplica en su
hipótesis el rendimiento del trabajo local (cosa que sería indudablemente
inexacta con relación a una ciudad media, porque es imposible aumentar
considerablemente el rendimiento sin salir del primitivismo en el trabajo), no
recibiríamos, sin embargo, a más de un número cada dos meses, es decir, una
situación que en nada se parece a "recoger las noticias aún
recientes". Pero bastaría con que se unieran diez organizaciones locales e
invistieran de funciones activas a sus delgados con el fin de montar un
periódico central que entonces pudieran "recogerse" por toda
Rusia no pequeñeces, sino escándalos notables y típicos en realidad, y
esto cada dos semanas. Nadie que sepa en qué situación se encuentran nuestras
organizaciones lo dudará. Y en cuanto a lo de pillar al enemigo con las manos
en la masa, si se toma esto en serio y no se habla por hablar, un periódico
clandestino no puede, en general, ni pensar en ello: esto puede hacerlo sólo
una hoja volante, porque el plazo máximo para sorprender así al enemigo no
pasa, en la mayoría de los casos, de uno o dos días (tomen, por ejemplo, el
caso de una huelga breve corriente, de atropellos en una fábrica o de una
manifestación etc.).
"El obrero no sólo vive en la fábrica, sino en la ciudad
también", continúa nuestro autor, pasando de lo particular a lo general
con una consecuencia tan rigurosa que honraría al mismo Borís Krichevski. Y
señala los problemas de las dumas, hospitales y escuelas de las ciudades,
exigiendo que el periódico obrero no calle los asuntos urbanos en general. La
exigencia es de por sí magnífica, pero ilustra con particular evidencia la
abstracta vacuidad a que se limitan con demasiado frecuencia las disquisiciones
sobre los periódicos locales. Primero, si en "todo lugar algo considerable
de concentración de obreros" se publicaran en efecto periódicos con una
sección urbana tan detallada como quiere Svoboda, dadas nuestras
condiciones rusas, la cosa degeneraría inevitablemente en verdadera cicatería,
conduciría a debilitar la conciencia de lo importante que es un empuje
revolucionario general en toda Rusia contra la autocracia zarista y reforzaría
los brotes, muy vivaces y más bien ocultos o reprimidos que arrancados de raíz,
de una tendencia que ya ha adquirido fama por la célebre máxima sobre los
revolucionarios que hablar demasiado del parlamento inexistente y muy poco de
las dumas urbanas existentes. Y hemos dicho "inevitablemente",
subrayando así que no es esto, sino lo contrario, lo que Svoboda quiere
a sabiendas. Pero no basta con las buenas intenciones. Para que la labor de
esclarecimiento de los asuntos urbanos quede organizada con la orientación
debida respecto a todo nuestro trabajo, hay que empezar por
elaborar totalmente y dejar sentada con firmeza esa orientación, y no sólo
mediante razonamientos, sino mediante una inmensidad de ejemplos, para que
adquiera ya la solidez de tradición. Esto es lo que estamos muy
lejos de tener y pro esto precisamente hay que empezar antes
de que se pueda pensar en una vasta prensa local y hablar de ella.
Segundo, para escribir bien y de un modo interesante de verdad sobre
asuntos locales, hay que conocerlos bien, y no sólo por los libros. Pero en
toda Rusia apenas hay socialdemócratas que posean este conocimiento. Para
escribir en un periódico (y no en folletos de divulgación) sobre asuntos
locales y estatales hay que disponer de datos frescos, variados, recogidos y
elaborados por una persona entendida. Y para recoger y elaborar tales datos no
basta la "democracia primitiva" de un círculo primitivo, en el que
todos hacen de todo y se divierten jugando al referéndum. Para eso hace falta
una plana mayor de autores especializados, de corresponsales especializados, un
ejército de reporteros socialdemócratas, que entablen relaciones en todas
partes, que sepan penetrar en todos los "secretos de Estado" (con los
que tanto presume y que con tanta facilidad revela el funcionario ruso) y
meterse entre todos los "bastidores"; un ejército de hombres
obligados "por su cargo" a ser ubicuos y omniscios. Y nosotros,
partido de lucha contra toda opresión económica, política,
social y nacional, podemos y debemos encontrar, reunir, formar, movilizar y
poner en campaña un ejército así de hombres omnisapientes, ¡pero eso está
todavía por hacer! Ahora bien, nosotros no sólo no hemos dado aún, en la
inmensa mayoría de los lugares, ni un paso en esa dirección, sino que a menudo
ni siquiera existe la conciencia de la necesidad
de hacerlo. Búsquense en nuestra prensa
socialdemócrata artículos vivos e interesantes, crónicas y denuncias sobre
nuestros asuntos y asuntillos diplomáticos, militares, eclesiásticos, urbanos,
financieros, etc., etc.: se encontrará muy poco o casi nada#. ¡Por eso
"me enfado terriblemente siempre que viene alguien y me ensarta una
retahíla de lindezas y preciosidades" sobre la necesidad de periódicos
"en todo lugar algo considerable de concentración de obreros" que
denuncien las arbitrariedades tanto en la administración fabril como en la
pública local y nacional!
El predomino de la prensa local sobre la central es síntoma de penuria o
de lujo. De penuria, cuando el movimiento no ha cobrado todavía fuerzas para un
trabajo a gran escala, cuando aún vegeta en medio del primitivismo y casi se
ahoga "en las pequeñeces de la vida fabril". De lujo, cuando el
movimiento ha podido ya plenamente con la tarea de las
denuncias en todos los sentidos y de la agitación en todos los sentidos, de
modo que, además del órgano central, se hacen necesarios numerosos órganos
locales. Decida cada cual por sí mismo qué es lo que prueba el predominio que
hoy tienen los periódicos locales entre nosotros. Por mi parte, me limitaré a
formular con exactitud mi conclusión par uno dar pie a malentendidos. Hasta
ahora, la mayoría de nuestras organizaciones locales piensan casi
exclusivamente en órganos locales y trabajan de un modo activo casi
exclusivamente para ellos. Esto no es normal. Debe suceder lo contrario, que la
mayoría de las organizaciones locales piense sobre todo en un órgano central
para toda Rusia y trabaje principalmente para él. Mientras no ocurra sí, no
podremos publicar ni un solo periódico que sea por lo menos
capaz de proporcionar realmente al movimiento una agitación en todos
los sentidos en la prensa. Y cuando esto se así, se entablarán por sí
solas unas relaciones normales entre el órgano central necesario y los órganos
locales necesarios.
A primera vista, la conclusión de que se precisa desplazar el centro de
gravedad del trabajo local al trabajo a escala de toda Rusia puede parecer
inaplicable al terreno de la lucha económica especial: el enemigo directo de
los obreros es en este caso un patrono determinado o un grupo de patronos no
ligados entre sí por una organización que recuerde, aunque sea remotamente, una
organización puramente militar, rigurosamente centralista, dirigida hasta en
los detalles más pequeños por una voluntad única, como es la organización del
gobierno ruso, nuestro enemigo directo en la lucha política.
Pero no es así. La lucha económica
–lo hemos dicho ya muchas veces- es una lucha sindical, y por ello exige que
los obreros se unan por oficios, y no sólo por el lugar de trabajo. Y la
necesidad de esta unión profesional se hace tanto más imperiosa cuanto mayor es
la rapidez con que avanza la unión de nuestros patronos en toda clase de
sociedades y corporaciones. Nuestra dispersión y nuestros métodos primitivos de
trabajo obstaculizan directamente esta unión, que exige una organización de
revolucionarios única para toda Rusia y capaz de encargarse de dirigir
sindicatos obreros a escala de todo el país. Ya hemos hablado antes del tipo de
organización deseable con este objeto, y ahora añadiremos sólo unas palabras en
relación con el problema de nuestra prensa.
No creo que nadie dude de que todo periódico socialdemócrata deba
tener una sección dedicada a la lucha sindical (económica).
Pero el crecimiento del movimiento sindical nos obliga a pensar también en una
prensa sindical. Creemos, sin embargo, que en Rusia todavía no se puede ni
hablar, salvo raras excepciones, de periódicos sindicales: son un lujo, y
nosotros carecemos muchas veces hasta del pan de cada día. La forma de prensa
sindical adecuada a las condiciones de trabajo clandestino, y ya ahora
imprescindible, tendría que ser entre nosotros la de folletos
sindicales. En ellos deberían recogerse y
agruparse sistemáticamente datos legales## e ilegales las condiciones de trabajo en
cada oficio, sobre las diferencias que en este sentido existen entre los
diversos puntos de Rusia, sobre las principales reivindicaciones de los obreros
de una profesión determinada, sobre las deficiencias de la legislación
concerniente a ella, sobre los casos notables de la lucha económica de los
obreros de este gremio, sobre los gérmenes, la situación actual y las
necesidades de su organización sindical, etc. Estos folletos, primero,
librarían a nuestra prensa socialdemócrata de una inmensidad de pormenores
sindicales que sólo interesan especialmente a los obreros de este oficio.
Segundo, fijarían los resultados de nuestra experiencia en la lucha sindical,
conservarían los datos recogidos, que ahora se pierden literalmente en el
cúmulo de hojas y crónicas sueltas, y los sintetizarían. Tercero, podrían
servir de algo así como guía para los agitadores, ya que las condiciones de
trabajo varían con relativa lentitud, las reivindicaciones fundamentales de los
obreros de un oficio determinado son extraordinariamente estables
(compárense las reivindicaciones de los tejedores de
la región de Moscú, en 1885 (84) y de la región
de San Petersburgo, en 1896) (85) y un resumen de setas reivindicaciones y
necesidades podría servir durante años enteros de manual excelente para la
agitación económica en localidades atrasadas o entre capas atrasadas de
obreros; ejemplos de huelgas que hayan tenido éxito en una región, datos sobre
un nivel de vida más elevado y sobre mejores condiciones de trabajo en una
localidad estimularían también a los obreros de otros lugares a nuevas y nuevas
luchas. Cuarto, tomando la iniciativa de sintetizar la lucha sindical y
reforzando de este modo los vínculos del movimiento sindical ruso con el
socialismo, la socialdemocracia se preocuparía al mismo tiempo de que nuestro trabajo
tradeunionista no ocupara un puesto ni demasiado reducido ni demasiado grande
en el conjunto de nuestro trabajo socialdemócrata. A una organización local que
esté apartada de las organizaciones de otras ciudades le es muy difícil, a
veces casi imposible, mantener en este sentido una proporción adecuada (y el
ejemplo de Rabocháya Mysl demuestra a qué punto de monstruosa
exageración de carácter tradeunionista puede llegarse en tal caso). Pero a una
organización de revolucionarios a escala de toda Rusia que sustente con firmeza
el punto de vista del marxismo, que dirija toda la lucha política y disponga de
una plana mayor de agitadores profesionales, jamás le será difícil determinar
acertadamente esa proporción.
NOTAS AL
PIE
*** ¿Quién
hará la revolución política?, folleto publicado en Rusia en la
recopilación La lucha proletaria y reeditado por el comité de
Kíev.
******* La lucha de Iskra contra la cizaña ha originado
esta airada salida de tono de Rab. Dielo: "Para Iskra,
en cambio, estos importantes acontecimientos (los de la primavera) son rasgos
menos característicos de la época que las miserables tentativas de los agentes
de Zubátov de "legalizar" el movimiento obrero. Iskra no
ve que estos hechos se vuelven precisamente contra ella y prueban que el
movimiento obrero ha alcanzado, a juicio del gobierno, proporciones muy
amenazadoras" (Dos congresos, pág. 27). La culpa de todo la tiene
el "dogmatismo" de estos ortodoxos, "sordos a las exigencias
imperiosas de la vida". ¡Se obstinan en no ver trigo de un metro de alto
para hacer la guerra a cizaña de un centímetro! ¿No es esto un "sentido
deformado de la perspectiva con respecto al movimiento obrero ruso"
(ibíd., pág. 27)?
+ Aquí
nos limitaremos a advertir que cuanto hemos dicho respecto al "estímulo
desde fuera" y a los demás razonamientos de Svoboda sobre
organización es aplicable por entero a todos los "economistas",
comprendidos los adeptos de Rabócheie Dielo, pues, en parte,
han preconizado y sostenido activamente estos puntos de vista sobre los
problemas de organización o, en parte, han caído en ellos.
++ Este
término sería, quizá, más justo que el precedente en lo que se refiere a Svoboda, pues
en Renacimiento del revolucionarismo se defiende del
terrorismo; y en el artículo en cuestión, el "economismo". "No
las quiero, no están maduras", puede, en general, decirse de Svoboda.
Tiene buenas aptitudes y las mejores intenciones, pero el único resultado es la
confusión; confusión, principalmente, porque, al defender la continuidad de la
organización, Svoboda no quiere saber nada de continuidad del
pensamiento revolucionario y de la teoría socialdemócrata. Esforzarse por
resucitar al revolucionario profesional (Renacimiento del revolucionarismo)
y proponer para eso, primero, el terrorismo excitante y, segundo, la
"organización de los obreros medios" (Svoboda, núm. 1, pág. 66
y siguientes), menos "estimulados" desde fuera", equivale, en
verdad, a derribar la casa propia para tener leña con que calentarla.
+++ Entre
los militantes, por ejemplo, se observa en los últimos tiempos una reanimación
indudable del espíritu democrático, en parte a causa de los combates de calle,
cada vez más frecuentes, contra "enemigos" como los obreros y los
estudiantes. Y en cuanto nos lo permitan nuestras fuerzas, deberemos dedicar
sin falta la mayor atención a la labor de agitación y propaganda entre los
soldados y oficiales, a la creación de "organizaciones militares"
afiliadas a nuestro partido.
++++ Recuerdo que un camarada me refirió un día que un inspector fabril,
que había ayudado a la socialdemocracia y estaba dispuesto a seguir
ayundándola, se quejaba amargamente, diciendo que no sabía si su
"información" llegaba a un verdadero centro revolucionario, hasta qué
punto era necesaria su ayuda ni hasta qué punto era posible utilizar sus
pequeños y menudos servicios. Todo militante dedicado a la labor práctica
podría citar, sin duda, más de un caso semejante, en que nuestros métodos
primitivos de trabajo nos han privado de aliados. ¡Pero los empleados y los
funcionarios podrían prestarnos y nos prestarían "pequeños"
servicios, que en conjunto serían de un valor inapreciable, no sólo en las
fábricas, sino en correos, en ferrocarriles, en aduanas, entre la nobleza, en
la iglesia y en todos los demás sitios, incluso en la policía y hasta en la
corte! Si tuviéramos ya un verdadero partido, una organización verdaderamente
combativa de revolucionarios, no arriesgaríamos a todos esos
"auxiliares", no nos apresuraríamos a introducirlos siempre y sin
falta en el corazón mismo de las "actividades clandestinas"; al
contrario, los cuidaríamos de un modo singular en incluso prepararíamos
especialmente a personas para esas funciones, recordando que muchos estudiantes
podrían sernos más útiles como funcionarios "auxiliares" que como
revolucionarios "a breve plazo". Pero, vuelvo a repetirlo, sólo puede
aplicar esta táctica una organización completamente firme ya que no tenga
escasez de fuerzas activas.
+++++ Svoboda, núm. 1, artículo La organización, pág.
66: "La masa obrera apoyará con todo su peso todas las reivindicaciones
que sean formuladas en nombre del Trabajo de Rusia" (¡Trabajo con
mayúsculas sin falta!) Y el mismo autor exclama: "Yo no les tengo ninguna
rabia a los intelectuales, pero…" (éste es el pero que
Schedrían traducía con las palabras: ¡de puntillas no se es más alto!)…
"pero me pongo terriblemente furioso cuando viene una persona a contarme
una retahíla de cosas muy bonitas y buenas y me hace que las crea por su (¿de
él?) lindeza y demás méritos" (pág. 62). También yo "me pongo
terriblemente furioso"…
++++++ Véase Las tareas de los socialdemócratas rusos, pág.
21, la polémica contra P. L. Lavrov. (Véase V. I. Lenin. Obras Completas,
5ª edic. en ruso, t. 2, pág. 451. – N. de la Edit. )
Obras
Escogidas en 12 tomos
+++++++ Las tareas de los socialdemócratas rusos, pág. 23. (Véase V.
I. Lenin. Obras Completas, 5ª ed. en ruso, t. 2, pág. 451.- N.
de la Edit.). Por cierto, he aquí otro ejemplo de cómo Rab. Dielo o
no comprende lo que dice, o cambia de opinión "según de donde sople el
viento". En el número 1 de R. Dielo se dice en cursiva:
"El contenido del folleto que acabamos de exponer coincide plenamente
con el programa de la redacción de "Rabóchie Dielo"
(pág. 142). ¿Es cierto eso? ¿Coincide con Las tareas la idea de que no se puede
plantear al movimiento de masas como primera tarea derrocar la autocracia?
¿Coincide con ellas la teoría de la "lucha económica contra los patronos y
el gobierno"? ¿Coincide la teoría de las fases? Que el lector juzgue de la
firmeza de principios de un órgano que comprende la "coincidencia2 de manera
tan original.
+++++++ Véase el Informe presentado al Congreso de
parís (81), pág. 14:
"Desde entonces (1897) hasta la primavera de 1900 fueron publicados en
diversos puntos treinta números de varios periódicos… Por término medio,
aparecería más de un número al mes".
++++++++ Esta dificultad es sólo aparente. En realidad, no hay círculo local
que no pueda asumir con energía una u otra función del trabajo a escala
nacional. "No digas que no puedes, sino que no quieres".
# Por
esta razón, incluso el ejemplo de los órganos locales de excepcional valía
confirma totalmente nuestro punto de vista. Por ejemplo, Yuzhni
Rabochi (82) es un
excelente periódico, al que no se puede acusar de falta de firmeza en los
principios. Pero como sale rara vez, y las redadas son muy frecuentes, no ha
podido dar al movimiento local todo lo que pretendía. Lo más apremiante para el
partido en estos momentos –plantear con firmeza de principios los problemas
fundamentales del movimiento y desplegar una agitación política en todos los
sentidos – ha sido superior a las fuerzas de ese órgano local. Lo muy bueno que
ha dado, como los artículos sobre el congreso de los industriales mineros,
sobre el paro, etc., no era de carácter estrictamente local, sino
necesario para toda Rusia, y no sólo para el Sur. Artículos como ésos no
los ha habido en toda nuestra prensa socialdemócrata.
## Los datos legales tienen
especial importancia en este sentido, y estamos particularmente atrasados en lo
que se refiere a saber recogerlos y utilizarlos sistemáticamente. No será
exagerado decir que solo con datos legales puede llegar a confeccionarse más o
menos un folleto sindical, mientras que es imposible hacerlo con datos ilegales
nada más. Recogiendo entre los obreros datos ilegales
sobre problemas como los que ha tratado Rabóchaya Mysl (83),
derrocharemos en vano una inmensidad de fuerzas de un revolucionario (al que
fácilmente puede sustituir en este trabajo un militante legal) y, a pesar de
todo, no obtenemos nunca buenos datos, porque los obreros, que generalmente
sólo conocen una sección de una gran fábrica y que casi siempre sólo conocen
los resultados económicos, pero no las normas ni las condiciones generales de
su trabajo, no pueden adquirir los conocimientos que suelen tener los
empleados, inspectores, médicos fabriles, etc., y que están profusamente
diseminados en crónicas periodísticas y publicaciones especiales de carácter
industrial, sanitario, de los zemstvos, etc.
Recuerdo como si fuera ahora mismo mi "primer experimento", que
no me dejó gana de repetirlo nunca. Me entretuve durante muchas semanas en
interrogar "con apasionamiento" a un obrero que venía a verme sobre
todos los detalles de la vida en la enorme fábrica donde él trabajaba. Verdad
es que, aun con grandísimas dificultades, conseguí más o menos componer la
descripción (¡sólo de una fábrica!), pero sucedía que el obrero, limpiándose el
sudor, decía con una sonrisa al final de nuestro trabajo: "¡Me cuesta
menos trabajar horas extra que contestarle a sus preguntas!"
Cuanto más energía pongamos en la lucha revolucionaria tanto más obligado
se verá el gobierno a legalizar una parte de la labor "sindical",
desembarazándonos así de parte de la carga que pesa sobre nosotros.
V
"Plan"
de un periódico político central para toda Rusia
"El error más grande de Iskra en este sentido
–escribe B. Krichevski (R. D., núm. 10, pág. 30), imputándonos la
tendencia a "convertir la teoría en doctrina muerta, aislándola de la
práctica" – es un "plan" de una organización de todo el
partido" (es decir, el artículo ¿Por dónde empezar?). Y Martínov lo
secunda, declarando que "la tendencia de Iskra de aminorar
la importancia de la marcha progresiva de la monótono lucha cotidiana en
comparación con la propaganda de ideas brillantes y acabadas…, ha sido coronada
por el plan de organización del partido, plan que se nos ofrece en el artículo
¿Por dónde empezar?, publicado en el número 4" (loc. cit. pág. 61).
Finalmente, hace poco se ha sumado a los indignados con este "plan"
(las comillas deben expresar la ironía con que lo acoge) L. Nadiezhdin, que en
su folleto En vísperas de la revolución, que acabamos de recibir (edición del
"Grupo Revolucionario-Socialista" Svoboda, que ya
conocemos), declara que "al hablar ahora de una organización cuyos hilos
arranquen de un periódico central para toda Rusia es dar ideas y hacer trabajo
de gabinete" (pág. 126), dar pruebas de "literaturismo", etc.
No puede sorprendernos que nuestro terrorista coincida con los defensores
de la "marcha progresiva de la monótona lucha cotidiana", pues ya
hemos visto las raíces de esta afinidad en los capítulos sobre política y
organización. Pero debemos observar en el acto que L. Nadiezhdin, y sólo él, ha
tratado honradamente de penetrar en el curso del pensamiento del artículo que
le ha disgustado; ha tratado de responder yendo al grano, mientras que Rab.
Dielo no ha dicho en esencia nada y ha tratado tan sólo de embrollar
la cuestión, mediante una sarta de indecorosas y demagógicas salidas de tono.
Y, por desagradable de ello sea, hay que perder tiempo en limpiar antes los
establos de Augías.
Vamos a citar un ramillete de las expresiones y exclamaciones con que ha
arremetido contra nosotros Rabócheie Dielo. "No es un
periódico el que puede crear la organización del partido, sino a la
inversa"… "Un periódico que se encuentre por encima del
partido, esté fuera de su control y no dependa de él por tener
su propia red de agentes"… "¿Por obra de qué milagro ha
olvidado Iskra las organizaciones socialdemócratas, ya
existentes de hecho, del partido a que ella misma pertenece?"…
"Personas poseedoras de principios firmes y del plan correspondiente son
también los reguladores supremos de la lucha real del partido, al que dictan el
cumplimiento de su plan"… "El plan relega a nuestras organizaciones,
reales y vitales, al reino de las sombras y quiere dar vida a una red
fantástica de agentes"… "Si el plan de Iskra fuese
llevado a la práctica, borraría por completo las huellas del Partido Obrero
Socialdemócrata de Rusia que se viene formando en nuestro país"… "Un
órgano de propaganda se sustrae al control y se convierte en legislador
absoluto de toda la lucha revolucionaria práctica"… "¿Qué actitud
debe asumir nuestro partido al verse totalmente sometido a una
redacción autónoma?", etc., etc.
Como ve el lector por el contenido y el tono de estas citas, Rabócheie
Dielo se ha ofendido. Pero no por lo que a él le toca, sino por lo que
toca a las organizaciones y comités de nuestro partido, a los que Iskra,
según pretende dicho órgano, quiere relegar al reino de las sombras y hasta
borrar sus huellas. ¡Que todos los horrores fueran así! Pero hay una cosa
extraña. El artículo ¿Por dónde empezar? apareció en mayo de
1901, y los artículos de Rabócheie Dielo en septiembre de
1901; ahora estamos ya a mediados de enero de 1902. ¡En estos cinco meses
(tanto antes como después de septiembre), ni un solo comité, ni
una sola organización del partido ha protestado formalmente contra ese
monstruo que quiere desterrar a los comités y organizaciones al reino de las
sombras! Y hay que hacer constar que, durante este período, han aparecido,
tanto en Iskra como en numerosas otras publicaciones, locales y no locales,
decenas y centenares de comunicaciones de todos los confines de Rusia. ¿Cómo ha
podido suceder que las organizaciones a las que se quiere desterrar al reino de
las sombras no se hayan dado cuenta de ello ni se hayan sentido ofendidas, y
que, en cambio, se haya ofendido una tercera persona?
Ha sucedido esto porque los comités y las demás organizaciones están
ocupadas en trabajar de verdad, y no en jugar a la "democracia". Los
comités han leído el artículo ¿Por dónde empezar?, han visto en él una
tentativa "de trazar un plan concreto de esta organización a fin
de que se pueda emprender su creación desde todas partes", y,
habiéndose percatado perfectamente de que ni una sola de "todas esas
partes" pensará en "emprender su creación" antes de estar
convencido de que es necesaria y de que el plan arquitectónico es certero, no
han pensado, naturalmente, en "ofenderse" pro la osadía de los que
han dicho en Iskra: "Dada la urgencia e importancia del
asunto, nos decidimos, por nuestra parte, a someter a la consideración de los
camaradas el bosquejo de un plan que desarrollaremos con más detalle en un
folleto en preparación". Parece mentira que no se comprenda, de enfocar
este problema con honestidad, que si los camaradas aceptan el
plan sometido a su consideración, no lo ejecutarán por
"subordinación", sino por el convencimiento de que es necesario para
nuestra obra común, y que, en el caso de no aceptarlo, el
"bosquejo" (¡qué palabra más presuntuosa!, ¿verdad?) no pasará de ser
un simple bosquejo. ¿¿No es demagogia arremeter contra el bosquejo de un plan
no sólo "demoliéndolo" y aconsejando a los camaradas que lo rechacen,
sino previniendo a gentes poco expertas en la labor
revolucionaria contra los autores del bosquejo por el mero hecho de
que éstos se atreven a "legislar", a actuar de "reguladores
supremos", es decir, que se atreven a proponer un
bosquejo de plan?? ¿Puede nuestro partido desarrollarse y marchar adelante sin
la tentativa de elevar a los dirigentes locales a ideas, tareas, planes, etc.
más amplios tropieza no sólo con la objeción de que estas ideas son erróneas,
sino con una sensación de "agravio" por el hecho de que se les
"quiera" "elevar"? Porque también L. Nadiezhdin
ha "demolido" nuestro plan, pero no se ha rebajado a semejante
demagogia, que ya no puede explicarse simplemente por candor o por ideas
políticas de un carácter primitivo; ha rechazado resueltamente y desde el
primer momento la acusación de "fiscalizar al partido". Por esta
razón podemos y debemos responder con argumentos a la crítica que Nadiezhdin
hace del plan, mientras que a Rabócheie Dielo sólo cabe contestar
con el desprecio.
Pero el despreciar a un autor que se rebaja hasta el punto de gritar
sobre "absolutismo" y "subordinación" no nos exime del
deber de deshacer el lío en el que estas gentes meten al lector. Y aquí podemos
demostrar palmariamente a todo el mundo de qué jaez son las frases en boga
sobre la "amplia democracia". Se nos acusa de haber olvidado los
comités, de querer o de intentar desterrarlos al reino de las sombras, etc.
¿Cómo contestar a estas acusaciones, cuando, por razones de discreción
conspirativa, no podemos decir al lector casi nada en
realidad de nuestras verdaderas relaciones con los comités? Quienes
lanzan una acusación zahiriente que irrita a la multitud nos llevan ventaja por
su desfachatez y por su desdén a los deberes del revolucionario que oculta
cuidadosamente de los ojos del mundo las relaciones y los vínculos que tiene,
establece o trata de entablar. Desde luego, nos negamos de una vez para siempre
a competir con gente de esa calaña en el terreno de la "democracia". En
cuanto al lector no iniciado en los asuntos del partido, el único medio de
cumplir nuestro deber con él consiste en hablarle no de lo que es
o están im Werden**, sino de una pequeña apreté de los
que ha sido, ya que se puede hablar de ello porque pertenece al pasado.
El Bund nos acusa de "impostores" con una alusión***; la Unión en el extranjero nos acusa de que
tratamos de borrar las huellas del partido. ¡Un momento, señores! Recibirán
ustedes plena satisfacción en el momento que expongamos al público cuatro
hechos del pasado.
Primer**** hecho. Los miembros de una
de las Uniones de Lucha que participaron directamente en la formación de
nuestro partido y en el envío de un delegado al congreso que lo fundó se ponen
de acuerdo con uno de los miembros del grupo Iskra para
establecer una biblioteca obrera especial con objeto de atender a las
necesidades de todo el movimiento. No se consigue abrir la biblioteca
obrera; y los folletos Las tareas de los socialdemócratas
rusos y La nueva ley de fábricas*****, escritos para ella, van a
parar indirectamente y por mediación de terceras personas al extranjero, donde
son publicados (87).
Segundo
hecho. Los miembros del Comité Central del Bund proponen a uno de los miembros
del grupo Iskra organizar conjuntamente lo que entonces el
Bund llamaba "un laboratorio literario", indicando que si no se
lograba realizar el proyecto, nuestro movimiento podía retroceder mucho.
Resultado de aquellas negociaciones fue el folleto La causa
obrera en Rusia******.
Tercer
hecho. El Comité Central del Bund por intermedio de una pequeña ciudad
provinciana, se dirige a uno de los miembros del grupo Iskra,
proponiéndole que se encargue de redactar Rabóchaya Gazeta que
ha de reanudar su publicación y obtiene, desde luego, su conformidad. Más tarde
cambia la propuesta: se trata solamente de colaborar, debido a una nueva
composición de la redacción. Claro que también se da la
conformidad. Se envían los artículos (que se ha logrado conservar): Nuestro
programa, protestando enérgicamente contra la campaña bernsteiniana y
contra el viraje de las publicaciones legales y Rabóchaya Mysl; Nuestra
tarea urgente ("la organización de un órgano del partido que
aparezca regularmente y esté ligado estrechamente a todos los grupos
locales"; los defectos del "primitivismo en el trabajo"
imperante); Un problema vital (analizando la
objeción de que primero habría que desarrollar la actividad de los grupos
locales y luego emprender la organización de un órgano central; insistiendo en
la importancia primordial de "la organización revolucionaria", en la
necesidad de "elevar la organización, la disciplina y la técnica de la
conspiración al más alto grado de perfección")*******. La propuesta de
reanudar la publicación de Rabóchaya Gazeta no llega a ponerse
en práctica, y los artículos quedan sin publicar (89).
Cuarto
hecho. Un miembro del comité organizador del II Congreso ordinario de nuestro
partido comunica a un miembro del grupo Iskra el programa del
congreso y presenta la candidatura de este grupo para redactar Rabóchaya
Gazeta, que reanudaba su publicación. Esta gestión, por decirlo así,
preliminar, es sancionada luego por el comité al que pertenecía dicha persona,
así como por el Comité Central del Bund; al grupo Iskra se
indica el lugar y la fecha de celebración del congreso, pero el grupo (que por
ciertos motivos no estaba seguro de poder enviar un delegado a este congreso)
redacta asimismo un informe escrito para éste. En dicho informe se sostiene la
idea de que eligiéndose sólo el Comité Central, lejos de resolverse el problema
del agrupamiento en un momento de completa dispersión como el actual, se corre,
además el riesgo de poner en tela de juicio la gran idea de la creación del
partido, caso de caer nuevamente en una rápida y completa redada, cosa más que
probable cuando impera la falta de discreción conspirativa; que, por ello,
debía empezarse por invitar a todos los comités y a todas las demás
organizaciones a sostener el órgano central cuando reanudara su aparición,
órgano que realmente vincularía a todos los comités con
lazos efectivos y prepararía realmente un grupo de dirigentes
de todo el movimiento; que los comités y el partido podrían ya fácilmente
transformar en Comité Central este grupo, creado por los primeros, cuando dicho
grupo se hubiera desarrollado y fortalecido. Pero debido a una serie de
detenciones el congreso no pudo celebrarse; y por
motivos de conspiración se destruyó el informe que sólo algunos camaradas,
entre ellos los delegados de un comité, habían podido leer (90).
Juzgue ahora el lector por sí mismo del carácter de procedimientos como
la alusión del Bund a una impostura o el argumento de Rabócheie Dielo acerca
de que queremos desterrar a los comités al reino de las sombras, "sustituir"
la organización del partido por una organización que difunda las ideas de un
solo periódico. Pues precisamente ante los comités, por reiteradas
invitaciones de ellos, informamos sobre la necesidad de adoptar un plan
determinado de trabajo común.. y precisamente para la organización del partido
elaboramos este plan en nuestros artículos enviados a Rabóchaya Gazeta y
en el informe para el congreso del partido, y repetimos que los hicimos por
invitación de personas que ocupaban en el partido una posición tan influyente,
que tomaban la iniciativa de reconstruirlo (de hecho). Y sólo cuando hubieron
fracasado las dos tentativas que la organización del partido hizo con
nosotros para reanudar oficialmente la publicación
del órgano central del partido, creímos que era nuestro deber ineludible
presentar un órgano no oficial, para que, en la tercera tentativa,
los camaradas vieran ya ciertos resultados de la experiencia y
no meras conjeturas. Ahora todo el mundo puede apreciar ya ciertos resultados
de esa experiencia, y todos los camaradas pueden juzgar si comprendimos bien
nuestro deber y la opinión que merecen las personas que, molestas por el hecho
de que demostremos a unas su falta de consecuencia en el problema
"nacional" y a otras lo inadmisible de sus vacilaciones sin
principios, tratan de equivocar a quienes desconocen el pasado más reciente.
b. ¿Puede un periódico ser organización colectiva?
La clave del artículo ¿Por dónde empezar? está en que hace precisamente
esta pregunta y en que da una respuesta afirmativa. L. Nadiezhdin es, que
sepamos, la única persona que intenta estudiar esta cuestión a fondo y
demostrar la necesidad de darle respuesta negativa. A continuación reproducimos
íntegramente sus argumentos:
"…Mucho nos place que plantee Iskra (núm. 4) la
necesidad de un periódico central para toda Rusia, pero en modo alguno podemos
convenir en que este planteamiento corresponde al título del artículo ¿Por
dónde empezar? Es, sin duda, uno de los asuntos de suma importancia,
pero no se pueden colocar los cimientos de una organización combativa para un
momento revolucionario ni con esa labor, ni con toda una serie de hojas
populares, ni con una montaña de proclamas. Es indispensable empezar a formar
fuertes organizaciones políticas locales. Nosotros
carecemos de ellas, nuestra labor se ha desarrollado principalmente entre los
obreros cultos, mientras que las masas desplegaron de modo casi exclusivo
una lucha económica. Si no se educan fuertes organizaciones políticas
locales, ¿qué valor podría tener un periódico central para toda Rusia, aunque
esté excelentemente organizado? ¡Una llama de fuego que sale de en
medio de una zarza, y la zarza está ardiendo y no se consume! Iskra cree
que el pueblos e reunirá y organizará en torno a ese periódico, en el
trabajo para él. ¡Pero si le es mucho más fácil reunirse y organizarse en
torno a una labor más concreta! Esta labor puede y debe consistir en
organizar periódicos locales a vasta escasa, en preparar inmediatamente las
fuerzas obreras para manifestaciones, en hacer que las organizaciones locales
trabajen constantemente entre los parados (difundiendo de un modo persistente
entre ellos hojas volantes y octavillas, convocándolos a reuniones, llamándolos
a oponer resistencia al gobierno, etc.) ¡Hay que iniciar una labor política
activa en el plano local, y cuando surja la necesidad de unificarse en este
terreno real, la unión no será artificiosa, no quedará sobre el papel, porque
no es por medio de periódicos como se conseguirá esta unificación del trabajo
local en una obra común para toda Rusa!" (En vísperas de la revolución,
pág. 54).
Hemos subrayado en este elocuente trozo los pasajes que permiten apreciar
con mayor relieve tanto el juicio equivocado del autor sobre nuestro plan como,
en general, su erróneo punto de vista, que él opone a Iskra. Si no
se educan fuertes organizaciones políticas locales, de nada valdrá el mejor
periódico central para toda Rusia. Completamente justo. Pero se trata
precisamente de que no existe otro medio de educar fuertes
organizaciones políticas de un periódico central para toda Rusia. Al autor se
le ha escapado la declaración más importante que Iskra hizo
antes de pasar a exponer su "plan": la declaración de que era
necesario "exhortar a formar una organización revolucionaria capaz de unir
a todas las fuerzas y de dirigir el movimiento no sólo
nominalmente sino en realidad, es decir, capaz de estar siempre
dispuesta a apoyar toda protesta y toda explosión,
aprovechándolas para multiplicar y reforzar los efectivos que han de utilizarse
en el combate decisivo". Después de febrero y marzo, todos están ahora en
principio de acuerdo con eso –continúa Iskra-; pero lo que
necesitamos es resolver el problema de una manera práctica, y no en
principio; lo que necesitamos es trazar inmediatamente un plan concreto de esta
obra para que todos puedan ahora mismo emprender la construcción desde
todas partes. ¡Y he aquí que, de la solución práctica del problema, nos
empujan una vez más hacia atrás, hacia una verdad justa en principio, incontestable,
grande, pero de todo punto insuficiente, incomprensible por completo para las
grandes masas trabajadoras: hacia la "educación de fuertes organizaciones
políticas"! pero ¡si no se trata ya de eso, respetable autor, sino
de cómo precisamente hay que educar, y educar con éxito!
No es
verdad que "nuestra labor se ha
desarrollado principalmente entre los obreros cultos, mientras que las masas
desplegaban de modo casi exclusivo una lucha económica". Bajo esta
forma, la tesis se desvía hacia la tendencia, habitual en Svoboda y
errónea de raíz de oponer los obreros
cultos a la "masa". Pues también los obreros cultos de nuestro
país han desplegado en estos últimos años "de modo casi exclusivo una
lucha económica. Esto, por una parte. Por otra, tampoco las masas
aprenderán jamás a desplegar la lucha política mientras no ayudemos a formarse
a los dirigentes de esta lucha, procedentes tanto de los obreros cultos como de
los intelectuales; y estos dirigentes pueden formarse exclusivamente enjuiciando
de modo sistemático y cotidiano todos los aspectos de nuestra vida
política, todas las tentativas de protesta y de lucha de las
distintas clases y por diversos motivos. ¡Por eso es simplemente ridículo
hablar de "educar organizaciones políticas" y, al mismo tiempo, oponer la
"labor sobre el papel" de un periódico político a la "labor
política activa en el plano local"! ¡Pero si Iskra adapta
precisamente su "plan" de un periódico central al "plan" de
crear una "disposición para el combate" que pueda apoyar tanto un
movimiento de obreros parados o un alzamiento campesino como el descontento de
la gente de los zemstvos, "la indignación de la población contra los
ensorberbecidos bachibozuks zaristas", etc.! Por lo demás, toda persona
familiarizada con el movimiento sabe perfectamente que la inmensa mayoría de
las organizaciones locales ni siquiera piensa en ello; que
muchas de las perspectivas aquí esbozadas de "una labor política
viva" no las ha puesto en práctica ni una sola vez ninguna
organización; que, por ejemplo, la tentativa de llamar la atención sobre el
recrudecimiento del descontento y de las protestas entre los intelectuales de
los zemstvos lleva el desconcierto y la perplejidad tanto a Nadiezhdin
("¡Dios mío!, ¿pero será ese órgano para los intelectuales de los zemstvos?", En
vísperas, pág. 129), como a los "economistas" (véase la carta en
el número 12 de Iskra), como a muchos militantes dedicados al
trabajo práctico. En tales condiciones se puede "empezar" únicamente por
hacer pensar a la gente en todo esto, por hacerla resumir y
sintetizar todos y cada uno de los indicios de efervescencia y de lucha activa.
En los momentos actuales de subestimación de la importancia de las tareas
socialdemócratas, la "labor política activa" puede iniciarse
exclusivamente por una agitación política viva, cosa imposible sin un
periódico central para toda Rusia que aparezca con frecuencia y que se difunda
con regularidad.
Los que consideran el "plan" de Iskra una
manifestación de "literaturismo" no han comprendido en absoluto el fondo
del plan, tomando como fin lo que se propone como medio más adecuado para el
momento actual. Esta gente no se ha molestado en meditar sobre dos
comparaciones que ilustran palmariamente el plan propuesto. La organización de
un periódico político central para toda Rusia –se decía en Iskra-
debe ser el hilo fundamental al que podríamos asirnos para
desarrollar, ahondar y ampliar incesantemente esta organización (es decir, la
organización revolucionaria, siempre dispuesta a apoyar toda protesta y toda
explosión). Hagan ustedes el favor de decirnos: cuando unos albañiles colocan
en diferentes sitios las piedras de una obra grandiosa y sin precedentes, ¿es
una labor "sobre el papel" tender el cordel que les ayuda a encontrar
el lugar preciso para las piedras, que les indica la meta final de la obra
común, que les permite colocar no sólo cada piedra, sino cada trozo de piedra,
el cual, al sumarse a los precedentes y a los que sigan, formará la hilada
recta y completa? ¿No vivimos acaso un momento de esta índole en nuestra vida
de partido, cuando tenemos piedras y albañiles, pero nos falta precisamente el
cordel, visible para todos y en el cual todos puedan atenerse? No importa que
griten que, al tender el cordel, lo que pretendemos es mandar: si fuera así,
señores, pondríamos Rabóchaya Gazeta, núm. 3, en lugar de Iskra, núm.
1, como nos lo habían propuesto algunos camaradas y cometen diríamos pleno
derecho a hacer después de los acontecimientos que hemos referido más
arriba. Pero no lo hemos hecho: queríamos tener al manos sueltas para
desarrollar una lucha inconciliable contra toda clase de seudosocialdmeócratas;
queríamos que nuestro cordel, si está bien derecho, sea respetado por su
rectitud y no porque lo haya tendido un órgano oficial.
"La unificación de las actividades locales en órganos centrales se
mueve en un círculo vicioso –nos alecciona L.Nadiezhdin–. La unificación requiere homogeneidad de elementos, y esta
homogeneidad no puede ser creada más que por algún aglutinante, pero este
aglutinante sólo puede aparecer como producto de fuertes organizaciones locales
que, en el momento actual, en modo alguno se distinguen por su
homogeneidad". Verdad ésta tan respetable y tan incontestable como la de
que es necesario educar fuertes organizaciones políticas. Y no menos
estéril. Cualquier problema "se mueve en un círculo
vicioso", pues toda la vida política es una cadena infinita compuesta de
un sinfín de eslabones. Todo el arte de un político estriba
justamente en encontrar y aferrarse con nervio al preciso eslaboncito que menos
pueda ser arrancado de las manos, que sea el más importante en un momento
determinado y mejor garantice a quien lo sujete la posesión de toda cadena+. Si
tuviéramos un destacamento de albañiles expertos que trabajasen de un modo tan
acorde que aun si el cordel pudieran colocar las piedras precisamente donde
hace falta (hablando en abstracto, esto no es imposible, ni mucho menos),
entonces quizás podríamos aferrarnos también a otro eslaboncito. Pero la
desgracia consiste justamente en que aún carecemos de albañiles expertos que
trabajen tan bien concertados, en que las piedras se colocan muy a menudo al
azar, sin guiarse por el cordel común, de manera tan desordenada que el enemigo
las dispersa de un soplo como si fuesen granos de arena y no piedras.
Otra comparación: "El
periódico no es sólo un propagandista colectivo y un agitador colectivo, sino
también un organizador colectivo. En ese último sentido se le puede comparar con los andamios que se levantan alrededor
de un edificio en construcción, que señalan sus contornos, facilitan las
relaciones entre los distintos albañiles, les ayudan a distribuirse la tarea y
a observar los resultados generales alcanzados por el trabajo organizado"++. ¿Verdad que esto se parece mucho a la manera
como el literato, hombre de gabinete, exagera la importancia de su función? El
andamiaje no es imprescindible para la vivienda misma: se hace de materiales de
peor calidad, se levanta pro un breve período, y luego, una vez terminado el
edificio, aunque sólo sea en bruto, va a parar a la estufa. En cuanto a la
edificación de organizaciones revolucionarias, la experiencia demuestra que a
veces se pueden construir sin andamios (recuérdese la década del 70). Pero
ahora no podemos ni imaginarnos la posibilidad de levantar sin andamiaje el
edificio que necesitamos.
Nadiezhdin no está de acuerdo y dice: "Iskra cree que el
pueblo se reunirá y organizará en torno a ese periódico en el trabajo para él.
¡Pero si le es mucho más fácil reunirse y organizarse en torno a una
labor más concreta!" Así, así: "más fácil reunirse y
organizarse en torno a una labor más concreta"… Dice el refrán: "Agua
que no has de beber, déjala correr". Pero hay gentes que no sienten reparo
en beber agua en la que ya se ha escupido. ¡Qué de infamias no habrán dicho
nuestros excelentes "críticos" legales "del marxismo" y
admiradores ilegales de Rabóchaya Mysl en nombre de este mayor
concretamiento! ¡Hasta qué punto coartan todo nuestro movimiento nuestra
estrechez de miras, nuestra falta de iniciativa y nuestra timidez, que se
justifican con los argumentos tradicionales de que "¡es mucho más fácil…
en torno a una labor más concreta¡" ¡Y Nadiezhdin, que se considera dotado
de un sentido especial de la "vida", que condena con singular
severidad a los hombres de "gabinete", que imputa (con pretensiones
de agudeza) a Iskra la debilidad de ver en todas partes
"economismo", que se imagina estar a cien codos por encima de esta
división en ortodoxos y críticos, no se da cuenta de que, con sus argumentos,
favorece la estrechez de miras que le indigna y bebe precisamente el agua llena
de escupitajos! No basta, no, la indignación más sincera contra la estrechez de
miras, ni el deseo más ardiente de hacer levantar a las gentes que se
prosternan ante esta estrechez si el que se indigna va a merced de las olas y
del viento y si se aferra con tanta "espontaneidad" como los
revolucionarios de la década del 70 al "terror excitante", al
"terror agrario", al "toque a rebato", etc. Vean en qué
consiste ese "algo más concreto" en torno al que – cree él – será
"mucho más fácil" reunirse y organizarse: 1) periódicos
locales; 2) preparación de manifestaciones; 3) trabajo entre los
obreros parados. A simple vista se advierte que todo eso ha sido entresacado
totalmente al azar, por casualidad, por decir algo, porque, comoquiera que se
mire, será un perfecto desatino ver en ello algo de especial utilidad para
"reunir y organizar". Y el mismo Naidezhdin dice unas páginas más
adelante: "Ya va siendo hora de
hacer constar sencillamente un hecho: en el plano local se realiza una labor
pequeña en grado sumo, los comités no hacen ni la décima parte de lo que
podrían… los centros de unificación que tenemos ahora son una ficción, son
burocracia revolucionaria, sus miembros se dedican a ascenderse mutuamente a
generales, y así seguirán las cosas mientras no se desarrollen fuertes
organizaciones locales". No cabe duda de que estas palabras encierran,
al mismo tiempo que exageraciones, muchas y amargas verdades. ¿Será posible que
Nadiezhdin no vea el nexo existente entre la pequeña labor realizada en el
plano local y el estrecho horizonte de los dirigentes locales, la escasa
amplitud de sus actividades, cosas inevitables, dada la poca preparación de los
mismos, puesto que se encierran en los marcos de las organizaciones locales?
¿Será posible que Nadiezhdin haya olvidado, lo mismo que le autor del artículo
sobre organización publicado en Svoboda, que el paso a una amplia
prensa local (desde 1898) fue acompañado de una intensificación especial del
"economismo" y del "primitivismo en el trabajo"? Además,
aunque se pudiera organizar de manera más o menos satisfactoria "una
abundante prensa local" (ya hemos demostrado más arriba que es imposible,
salvo en casos muy excepcionales), ni siquiera en ese caso podrían tampoco los
órganos locales "reunir organizar" todas las
fuerzas de los revolucionarios para una ofensiva general contra
la autocracia, para dirigir la lucha aunada. No se olvide que
aquí sólo se trata del alcance "colectivo", organizador, del
periódico, y podríamos hacer a Nadiezhdin, defensor del fraccionamiento, la
misma pregunta irónica que él hace: "¿No habremos heredado de alguna parte
200.000 organizadores revolucionarios?" Prosigamos. No se puede contraponer la
"preparación de manifestaciones" al plan de Iskra por
la sencilla razón de que este plan dice justamente que las manifestaciones más
extensas son uno de sus fines; pero de lo que se trata es de
elegir el medio práctico. Nadiezhdin se ha vuelto a embrollar
al perder de vista que sólo puede "preparar"
manifestaciones (que hasta ahora han sido espontáneas pro completo en la
inmensa mayoría de los casos) un ejército ya "reunido y organizado",
y lo que nosotros no sabemos precisamente
es reunir y organizar. "Trabajo entre los obreros parados".
Siempre la misma confusión, ya que esto es también una de las operaciones
bélicas de unos efectivos movilizados y no un plan para movilizar dichos
efectivos. El caso siguiente demuestra hasta qué punto subestima Nadiezhdin,
también en este sentido, el daño que produce nuestro fraccionamiento, la falta
de los "200.000 organizadores". Muchos (Nadiezhdin entre ellos) han
reprochado a Iskra la parquedad de noticias sobre el paro
forzoso y la accidentalidad de las crónicas sobre los fenómenos más habituales
de la vida rural. El reproche es merecido, pero Iskra aparece
como culpable sin tener culpa alguna. Nosotros
tratamos de "tender un cordelito" también pro la aldea, pero en
el campo no hay casi albañiles y se ha de alentar por fuerza a todo el
que comunique aun el hecho más habitual, abrigando la esperanza de que esto
multiplique el número de colaboradores en este terreno y nos enseñe a
todos a elegir, por fin, los hechos que resaltan de verdad. Pero es
tan escaso el mensaje que, sin o lo sintetizamos a escala nacional, no hay
absolutamente nada con que aprender. No cabe duda de que un hombre que tenga,
aunque sea aproximadamente, las aptitudes de agitador y el conocimiento de la
vida de los vagabundos que observamos en Nadiezhdin podría prestar al
movimiento servicios inestimables, haciendo agitación entre los obreros parados;
pero preocupara de dar a conocer a todos los camaradas rusos
cada paso de su actuación, para que sirva de enseñanza y ejemplo a quienes, en
su inmensa mayoría, aún no saben emprender esta nueva labor.
De la importancia de unificar y de la necesidad de "reunir y
organizar" habla ahora todo el mundo sin excepción, pero en la mayoría de
los casos no se tiene la menor idea concreta de por dónde empezar y cómo llevar
a cabo esa unificación. Todos convendrán, por seguro, en que si
"unificamos", por ejemplo, los círculos aislados de barrio de una
ciudad, harán falta para ello organismos de barrio de una ciudad, harán falta
para ello organismos comunes, es decir, no sólo la denominación
común de "unión", sino una labor realmente común, un
intercambio de publicaciones de experiencia, de fuerzas y distribución de
funciones, no ya sólo por barrios, sino por oficios de todos los trabajos
urbanos. Todo el mundo convendrá en que un sólido mecanismo conspirativo no
cubrirá sus gastos (si es que puede emplearse una expresión comercial) con los
"recursos" (se sobreentiende que tanto materiales como personales) de
un barrio; que en este reducido campo de acción no pueda explayarse el talento
de un especialista. Pero lo mismo puede afirmarse de la unión de distintas
ciudades, porque incluso el campo de acción de una comarca aislada resulta,
y ha resultado ya en la historia de nuestro movimiento socialdemócrata, de una
estrechez insuficiente: lo hemos demostrado cumplidamente antes con el ejemplo
de la agitación política y de la labor de organización. Es de imperiosa e
impostergable necesidad ampliar ante todo este campo de acción, crear un nexo
real entre las ciudades respaldado en una labor regular y común,
porque el fraccionamiento deprime a la gente que "está en el hoyo" (expresión
del autor de una carta dirigida a Iskra) sin saber lo que pasa en
el mundo, de quién aprender, cómo conseguir experiencia y de qué manera
satisfacer su deseo de una actividad amplia. Y yo continúo insistiendo en que
este nexo real sólo puede empezar a
establecerse con un periódico central que sea, para toda Rusia, la única
empresa regular que haga el balance de toda la actividad en sus aspectos más
variados, impulsando con ello a la gente a seguir
infatigablemente hacia delante, por todos los numerosos
caminos llevan a la revolución, lo mismo que todos los caminos llevan a Roma.
Si deseamos la unificación no sólo de palabra es necesario que cada círculo
local dedique inmediatamente, por ejemplo, una cuarta parte de sus
fuerzas a un trabajo activo para la obra común. Y el
periódico le muestra enseguida+++ los
contornos generales, las proporciones y el carácter de la obra; le muestra qué
lagunas son las que más se dejan sentir en toda la actividad general de Rusia;
dónde no hay agitación, dónde son débiles los vínculos, qué ruedecitas del
inmenso mecanismo general podría un círculo determinado arreglar o sustituir
por otras mejores. Un círculo que aún no haya trabajado y que sólo busque
trabajo podría empezar ya, no con los métodos primitivos del artesano en su
pequeño taller aislado, que no conoce ni el desarrollo de la
"industria" anterior a él ni el estado general de los métodos
vigentes de producción industrial, sino como colaborador de una vasta empresa
que refleja todo el empuje revolucionario general contra la
autocracia. Y cuanto más perfecta sea la preparación de cada ruedecita, cuanto
mayor cantidad de trabajadores sueltos participen en la obra común tanto más
tupida será nuestra red y tanta menos confusión provocarán en las filas comunes
inevitables descalabros.
El vínculo efectivo empezaría ya a establecerlo la mera
difusión del periódico (si es que éste merecería realmente el nombre del
periódico, es decir, si apareciese regularmente y no una vez al mes, como las
revistas voluminosas, sino unas cuatro veces). Hoy día son muy raras las
relaciones entre las ciudades en cuanto a los asuntos revolucionarios, en todo
caso son una excepción; entonces, estas relaciones se convertirían en regla, y,
naturalmente, no sólo asegurarían la difusión del periódico, sino también (lo
que revista mayor importancia) el intercambio de experiencia, informaciones,
fuerzas y recursos. La labor de organización alcanzaría en el acto una amplitud
mucho mayor, y el éxito de una localidad alentaría constantemente a seguir
perfeccionándose, a aprovechar la experiencia ya adquirida por un camarada que
actúa en otro confín del país. El trabajo local sería mucho más rico y variado
que ahora; las denuncias de los manejos políticos y económicos que se
recogiesen por toda Rusia servirían para la nutrición intelectual de los
obreros de todas las profesiones y de todos los grados de
desarrollo, suministrarían datos y darían motivos para charlas y lecturas
sobre los problemas más distintos, planteados, además, por las alusiones de la
prensa legal, por lo que se dice en sociedad y por los "tímidos"
comunicados del gobierno. Cada explosión, cada manifestación se enjuiciaría y
discutiría en todos sus aspectos y en todos los confines de Rusia, despertando
el deseo de no quedar a la zaga, de hacer las cosas mejor que nadie (¡nosotros,
los socialistas, no desechamos en absoluto toda emulación, toda
"competencia" en general!), de preparar conscientemente lo que la
primera vez se hizo en cierto modo de manera espontánea, de aprovechar las
condiciones favorables de una localidad determinada o de un momento determinado
para modificar el plan de ataque, etc. Al mismo tiempo, esta reanimación de la
labor local no acarrearía la desesperada tensión "agónica" de todas las
fuerzas, ni la movilización de todos los hombres, como sucede
a menudo ahora, cuando hay que organizar una manifestación o publicar un número
de un periódico local: por una parte, la policía tropezaría con dificultades
mucho mayores para llegar hasta la "raíz", ya que no se sabría en qué
localidad había que buscarla; por otra, una labor regular y común enseñaría a
los hombres a concordar, en cada caso concreto, la fuerza de un ataque con el
estado de fuerzas de tal o cual destacamento del ejército común (ahora casi
nadie piensa en parte alguna en esa coordinación, pues los ataques son
espontáneos en sus nueve décimas partes), y facilitaría el
"transporte" no sólo de las publicaciones, sino también de las
fuerzas revolucionarias.
Ahora, en la mayor parte de los casos estas fuerzas se desangran en la
estrecha labor local; en cambio, entonces
habría posibilidad y constantes ocasiones para trasladar a un agitador u
organizador más o menos capaz de un extremo a otro del país. Comenzando por un
pequeño viaje para resolver asuntos del partido y a expensas del mismo, los
militantes se acostumbrarían a vivir enteramente a costa del partido, a hacerse
revolucionarios profesionales, a formarse como verdaderos guías políticos.
Y si realmente lográsemos que todos o una gran mayoría de los comités,
grupos y círculos locales emprendiesen activamente la labor común, en un futuro
no lejano estaríamos en condiciones de publicar un semanario que se difundiese
regularmente en decenas de millares de ejemplares por toda Rusia. Este periódico sería una partícula de un
enorme fuelle de fragua que avivase cada chispa de la lucha de clases y de la
indignación del pueblo, convirtiéndola en un gran incendio. En torno
a esta labor, de por sí muy anodina y muy pequeña aún, pero regular y común en
el pleno sentido de la palabra, se concentraría sistemáticamente y se
instruiría el ejército permanente de luchadores probados. No tardaríamos en ver
subir por los andamios de este edificio común de organización y destacarse de
entre nuestros revolucionarios a los Zheliábov socialdemócratas; de entre
nuestros obreros, a los Bebel rusos, que se pondrían a la cabeza del ejército
movilizado y levantarían a todo el pueblo para acabar con la ignominia y la
maldición de Rusia.
¡En esto es en lo que hay que soñar!
"¡Hay que soñar!" He escrito estas palabras y me he asustado.
Me he imaginado sentado en el "Congreso de unificación" frente a los
redactores y colaboradores de Rabócheie Dielo. Y he aquí que se pone en
pie el camarada Martínov y se encara a mí con tono amenazador: "Permítame
que les pregunte: ¿tiene aún la redacción autónoma derecho a soñar sin
consultar antes a los comités del partido?" Tras él se yergue el camarada
Krichevski (profundizando filosóficamente al camarada Martínov, quien hace
mucho tiempo había profundizado ya al camarada Pejánov) y prosigue en tono más
amenazador aún: "Yo voy más lejos,
si no olvida que, según Marx, la humanidad siempre se plantea tareas realizables,
que la táctica es un proceso de crecimiento de las tareas, las cuales crecen
con el partido".
Sólo de pensar en estas preguntas amenazadoras me dan escalofríos y miro
dónde podría esconderme. Intentaré hacerlo tras Písarev.
"Hay disparidades y disparidades –escribía
Písarev a propósito de la existente entre los sueños y la realidad -. Mis
sueños pueden adelantarse al curso natural de los acontecimientos o bien
desviarse hacia donde el curso natural de los acontecimientos no pueden llegar
jamás. En el primer caso, los sueños no producen ningún daño, incluso pueden
sostener y reforzar las energías del trabajador… En sueños de esta índole no
hay nada que deforme o paralice la fuerza de trabajo. Todo lo contrario. Si el
hombre estuviese privado por completo de la capacidad de soñar así, si no
pudiese adelantarse alguna que otra vez y contemplar con su imaginación el
cuadro enteramente acabado de la obra que empieza a perfilarse por su mano, no
podría figurarme de ningún modo qué móviles lo obligarían a emprender y llevar
a cabo vastas y penosas empresas en el terreno de las artes, de las ciencias y
de la vida práctica… La disparidad entre los sueños y la realidad no produce
daño alguno, siempre que el soñador crea seriamente en un sueño, se fije
atentamente en la vida, compare sus observaciones con sus castillos en el aire
y, en general, trabaje a conciencia por que se cumplan sus fantasías. Cuando
existe algún contacto entre los sueños y la vida, todo va bien" (91).
Dmitri Písarev https://es.wikipedia.org/wiki/Dmitri_P%C3%ADsarev
Pues bien, los sueños de esta naturaleza, por desgracia, son rarísimos en
nuestro movimiento. Y la culpa la tienen, sobre todo, los representantes de la
crítica legal y del "seguidismo" ilegal que presumen de su sensatez,
de sus "proximidad" a lo "concreto".
c. ¿Qué
tipo de organización necesitamos?
Por lo que
precede, puede ver el lector que nuestra "táctica-plan" consiste en
rechazar el llamamiento inmediato
al asalto, en exigir que se organice "debidamente el asedio de la
fortaleza enemiga" o, dicho en otros términos, en exigir que todos los esfuerzos se dirijan a
reunir, organizar y movilizar un ejército regular. Cuando pusimos en
ridículo a Rabócheie Dielo por el cambio que dio, pasando del
"economismo" a los gritos sobre la necesidad del asalto (gritos que dio en el número 6 de Listok "R.
Diela" (92) en abril de 1901), dicho
órgano nos atacó, como es natural, acusándonos de "doctrinarismo",
diciendo que no comprendemos el deber revolucionario, que exhortamos a la
prudencia, etc. desde luego, en modo alguno nos ha extrañado esta acusación en
boca de gentes que carecen de todo principio y que salen del paso con la
sabihonda "táctica-proceso"; como tampoco nos ha extrañado que esta
acusación la haya repetido Nadiezhdin, que en general tiene el desprecio más
olímpico por la firmeza de los principios programáticos y tácticos.
Dicen que la historia no se repite. Pero Nadiezhdin hace los imposibles
por repetirla e imitarla con tesón a Tkachov, denigrando el "culturalismo
revolucionario", vociferando sobre "las campanas al vuelo
del Veche"#,
pregonando un "punto de vista" especial "de vísperas de la
revolución", etc. Por lo visto, olvida la
conocida sentencia de que, si el original
de un acontecimiento histórico es una tragedia, su copia no es más que una
farsa (93). La tentativa de adueñarse del poder
–tentativa preparada por la prédica de Tkachov y realizada por el terrorismo
"horripilante" y que en realidad horripilaba entonces– era
majestuosa, y, en cambio, el terrorismo "excitante" del pequeño
Tkachov es simplemente ridículo; sobre todo, es ridículo cuando se complementa
con la idea de organizar a los obreros medios.
"Si Iskra –escribe Nadiezhdin– saliese de su esfera
del literaturismo, vería que esto (hechos como la carta de un obrero en el
número 7 de Iskra, etc.) son síntomas demostrativos de que pronto,
muy pronto, comenzará el "asalto", y hablar ahora (¡sic!)
de una organización cuyos hilos arranquen de un periódico central para toda
Rusia es fomentar ideas y labor de gabinete". Fíjense en esta confusión
inimaginable: por una parte, terrorismo excitante y "organización de los
obreros medios" a la par con la idea de que es "más fácil"
reunirse en torno a algo "más concreto", por ejemplo, de periódicos
locales, y, por otra parte, hablar "ahora" de una organización para
toda Rusia significa dar ideas de gabinete, es decir (empleando un lenguaje más
franco y sencillo), ¡"ahora" ya es tarde! Y para "fundar a vasta
escala periódicos locales" ¿no es tarde, respetabilísimo L. Nadiezhdin?
Comparen con eso el punto de vista y la táctica de Iskra: el
terrorismo excitante es una tontería; hablar de organizar precisamente a los
obreros medios y de fundar a vasta escala periódicos locales
significa abril de par en par las puertas al "economismo". Es preciso
hablar de una organización de revolucionarios única para toda Rusia, y no será
tarde hablar de ella hasta el momento en que empiece el asalto de verdad, y no
sobre el papel.
"Si –continúa Nadiezhdin-, en cuanto a la organización, nuestra
situación está muy lejos de ser brillante: sí, Iskra tiene
completa razón cuando dice que el grueso de nuestras fuerzas militares está
construido por voluntarios e insurrectos… Está bien que tengáis una idea lúcida
del estado de nuestras fuerzas, pero ¿por qué olvidáis que la multitud
no es en absoluto nuestra y que por eso no nos preguntará cuándo hay
que romper las hostilidades y se lanzará al "motín"?… Cuando la
multitud empiece a actuar ella misma con su devastadora fuerza
espontánea, puede arrollar y desalojar al "ejército
regular", al que siempre se pensaba organizar en forma extraordinariamente
sistemática, pero no hubo tiempo de hacerlo. (Subrayado por
mí).
¡Extraña lógica! Precisamente porque "la
multitud no es nuestra" es insensato e indecoroso dar gritos de
"asalto" inmediato, ya que el asalto es un ataque de un ejército
regular y no una explosión espontánea de la multitud. Precisamente porque
la multitud puede arrollar y desalojar al ejército regular
necesitamos sin falta que toda nuestra labor de "organización
extraordinariamente sistemática" del ejército regular marche a la par con
el auge espontáneo, porque cuanto mejor consigamos esta organización tanto más
probable será que el ejército regular no sea arrollado por la multitud, sino
que se ponga a su frente y la encabece. Nadiezhdin se confunde porque se
imagina que este ejército sistemáticamente organizado se ocupa de algo que lo
aparta de la multitud, mientras que, en realidad, éste se ocupa exclusivamente
de una agitación política múltiple y general, es decir, justamente de la labor que aproxima
y funde en un todo la fuerza destructora espontánea de la multitud
y la fuerza destructora consciente de la organización de revolucionarios.
La verdad es que ustedes, señores, inculpan al prójimo las faltas propias, pues
precisamente el grupo Svoboda, al introducir en el programa el
terrorismo, exhorta con ello a crear una organización de terroristas, y una
organización así desviaría realmente a nuestro ejército de su aproximación a la
multitud que, por desgracia, ni es aún nuestra ni nos pregunta, o nos pregunta
poco, cuándo y cómo hay que romper las hostilidades.
"Nos pillará desprevenidos la propia revolución –continúa
Nadiezhdin, asustando a Iskra-, como nos ha ocurrido con los
acontecimientos actuales, que nos han caído encima como un alud". Esta
frase, relacionada con las que hemos citado antes, nos demuestra palmariamente
que es absurdo el "punto de vista" especial "de
vísperas de la revolución" ideado por Svoboda##. Hablando sin ambages, el
"punto de vista" especial se reduce a que "ahora" ya es
tarde para deliberar y prepararse. Pero en este caso, ¡oh, respetabilísimo
enemigo del "literaturismo"!, ¿para qué escribir 132
páginas impresas "sobre cuestiones de teoría### y táctica"? ¿No le
parece que "al punto de vista de vísperas de la revolución" le iría
mejor publicar 132.000 octavillas con un breve llamamiento: "¡Por
ellos!"?
Precisamente correr menor riesgo de que lo pille desprevenido la
revolución quien coloca en el ángulo principal de todo su programa, de toda
su táctica, de toda su labor de organización la
agitación política entre todo el pueblo, como hace Iskra. Los que
se dedican en toda Rusia a trenzar los hilos de la organización que arranque de
un periódico central para todo el país, lejos de que los pillen desprevenidos
los sucesos de la primavera, nos han ofrecido la posibilidad de pronosticarlos.
Tampoco los han pillado desprevenidos las manifestaciones descritas en los
números 13 y 14 de Iskra; por el contrario, han tomado parte en
ellas, con viva conciencia de que su deber era acudir en ayuda del ascenso
espontáneo de la multitud, contribuyendo al mismo tiempo, por medio de su
periódico, a que todos los camaradas rusos conozcan estas manifestaciones y
utilicen su experiencia. ¡Y si conservan la vida, tampoco dejarán que los pille
desprevenidos la revolución, que reclama de nosotros, ante todo y por encima de
todo, que saquemos experiencia en la agitación, sepamos apoyar (apoyar a la
manera socialdemócrata) toda protesta y acertemos a orientar el movimiento
espontáneo, salvaguardándolo de los errores de los amigos y de las celadas de
los enemigos!
Hemos llegado, pues, a la última razón que nos obliga a hacer particular
hincapié en el plan de una organización formada en torno a un periódico central
para toda Rusia, mediante la labor conjunta en este periódico común. Sólo una
organización semejante aseguraría la flexibilidad indispensable a la organización socialdemócrata combativa,
es decir, la capacidad de adaptarse en el acto a las condiciones de lucha más
variadas y cambiantes con rapidez; saber, "de un lado, rehuir las batallas en campo abierto contra un enemigo que
tiene superioridad aplastante de fuerzas, cuando concentra éstas en un punto, y
para saber de otro lado, aprovechar la torpeza de movimientos de este enemigo y
lanzarse sobre él en el sitio y en el momento en que menos espere ser atacado"####. Sería
un gravísimo error montar la organización del partido cifrando las esperanzas
sólo en las explosiones y luchas de las calles o sólo en la "marcha
progresiva de la lucha cotidiana y monótona". Debemos desplegar
siempre nuestra labor cotidiana dispuestos a todo, porque muchas veces es casi
imposible prever por anticipado cómo alternarán los períodos de explosiones con
los de calma y, aun cuando fuera posible preverlo, no se podría aprovechar la
previsión para reconstruir la organización, porque en un país autocrático estos
cambios se producen con asombrosa rapidez, a veces como consecuencia de una
incursión, nocturna de los genízaros zaristas (94). De la revolución misma no debe uno forjarse
la idea de que sea un acto único (como, por lo visto, se la imaginan los
Nadiezhdin), sino de que es una sucesión rápida de explosiones más o menos
violentas, alternando con períodos de calma más o menos profunda. Por
tanto, el contenido fundamental de las
actividades de la organización de nuestro partido, el centro de gravedad de
estas actividades debe consistir en una labor que es posible y necesaria tanto
durante el período de la explosión más violenta como durante el de la calma más
completa, a saber: en una labor de
agitación política unificada en toda Rusia que arroje luz sobre todos los
aspectos de la vida y que dirija a las más grandes masas. Y esta labor es
inconcebible en la Rusia actual sin un periódico central para toda Rusia que
aparezca muy a menudo. La organización que se forme por sí misma en torno a
este periódico, la organización de sus colaboradores (en la acepción más amplia
del término, es decir, de todos los que trabajan en torno a él) estará
precisamente dispuesta a todo, desde salvar el honor, el prestigio y la continuidad
del partido en los momentos de mayor "depresión" revolucionaria, hasta prepara la insurrección armada de todo
el pueblo, fijar fecha para su comienzo y llevarla a la práctica.
En efecto, figurémonos una redada completa, muy corriente entre nosotros,
en una o varias localidades. Al no haber en todas las organizaciones locales
una labor común llevada en forma regular, estos descalabros van acompañados a
menudo de la interrupción del trabajo por largos meses. En cambio, si todas
tuvieran una labor común, bastarían, en el caso de la mayor redada, unas
cuantas semanas de trabajo de dos o tres personas enérgicas para poner en
contacto con el organismo central común a los nuevos círculos de la juventud
que, como es sabido, incluso ahora brotan con suma rapidez; y cuando la labor
común que sufre los descalabros está a la vista de todo el mundo, los nuevos
círculos pueden surgir y ponerse en contacto con dicho organismo central más
pronto aún.
Por otra parte, imagínense una insurrección popular. Ahora es probable
que todo el mundo esté de acuerdo en que debemos pensar en ella y prepararnos
para ella. Pero ¿cómo prepararnos? ¡No se querrá que el Comité Central, éste no
lograría absolutamente nada con designarlos, dadas las actuales condiciones
rusas. Por el contrario, una red de agentes##### que se forme por sí misma en el trabajo
de organización y difusión de un periódico central no tendría que
"aguardar con los brazos cruzados" la consigna de la regular que le
garantizase, en caso de insurrección, las mayores probabilidades de éxito. Esa
misma labor es la que reforzaría los lazos de unión tanto con las más grandes
masas obreras como con todos los sectores descontentos de la autocracia, lo
cual suma importancia para la insurrección. En esa labor precisamente se
formaría la capacidad de enjuiciar con tino la situación política general y,
por tanto, la capacidad de elegir el momento adecuado para la insurrección. Esa
misma labor es la que acostumbraría a todas las organizaciones
locales a hacerse unísono eco de los problemas, casos y sucesos políticos que
agitan a toda Rusia, responder a estos "sucesos" con la mayor energía
posible, de la manera más uniforme y conveniente posible; y la insurrección es,
en el fondo, la "respuesta" más enérgica, más uniforme y más
conveniente de todo el pueblo al gobierno. Esa misma labor es la que
acostumbraría, por último, a todas las organizaciones revolucionarias, en todos
los confines de Rusia, a mantener las relaciones más constantes, y
conspirativas a la vez, que crearían la unidad efectiva del
partido; sin estas relaciones es imposible discutir colectivamente un plan de
insurrección ni adoptar las medidas preparatorias indispensables en vísperas de
ésta, medidas que deben guardarse en el secreto más riguroso.
En pocas palabras, "el plan de un periódico político central para
toda Rusia", lejos de ser el fruto de un trabajo de gabinete de personas
contaminadas de doctrinarismo y literaturismo (como les ha parecido a gentes
que han meditado poco en él), es, por el contrario, el plan más práctico de
empezar a prepararse en el acto y por doquier par la insurrección, sin olvidar
al mismo tiempo ni por un instante la labor corriente de cada día.
* En la
recopilación En doce años, Lenin suprimió el apartado "a)" del
capítulo quinto, insertando la siguiente nota: "En la presente edición se
suprime el apartado "a) A quién ha ofendido el artículo ¿Por dónde
empezar?", pues contiene exclusivamente una polémica con Rabócheie
Dielo y el Bund en torno a los intentos de Iskra de
"mandar", etc. En este apartado se decía, entre otras coas, que el
propio Bund había invitado (en 1898-1899) a los miembros de Iskra a
reanudar la publicación del órgano central del partido y organizar un
"laboratorio literario". (N. de la Edit.)
*** Iskra,
núm. 8, respuesta del Comité Central de la Unión General Obrera Hebrea de Rusia
y de Polonia a nuestro artículo sobre el problema nacional.
***** Véase
V. I. Lenin. Obras Completas, 5ª Ed. en ruso, t. 2, pág. 433-470 y
263-314. (N. de la Edit.)
******* Dicho
sea de paso, el autor de este folleto me pide que haga saber que, lo mismo que
sus folletos anteriores, el presente fue enviado a la Unión, suponiendo que el
grupo Emancipación del Trabajo redactaría sus publicaciones (circunstancias
especiales no le permitían conocer entonces, es decir, en febrero de 1899, el
cambio operado en la redacción). Lo reeditará en
breve la Liga. (88)
******* Véase
V. I. Lenin. Obras Completas, 5ª ed. en ruso, t. 4, pág. 182-186,
187-192 y 193-198. (N. de la Edit).
+ ¡Camarada
Krichevski! ¡Camarada Martínov! Llamo la atención de ustedes sobre esta
manifestación escandalosa de "absolutismo", de "autoridad sin control",
de "reglamentación soberana", etc. Fíjense: ¡quiere poseer toda
la cadena! Apresúrense a presentar querella. Ya tienen tema para dos artículos
de fondo en el número 12 deRabócheie Dielo.
++ Al
insertar en Rabócheie Dielo la primera frase de esta cita
(núm. 10, pág. 62), Martínov ha omitido precisamente la segunda frase, como
subrayando así que no quiere meterse en honduras o que es incapaz de comprender
el fondo de la cuestión.
+++ Con una
salvedad: siempre que simpatice con la orientación de este periódico y
considere útil a la causa ser su colaborador, entendiendo por ello no solamente
la colaboración literaria, sino toda la colaboración revolucionaria en general.
Nota para "Rabócheie Dielo": esta salvedad se sobrentiende
para los revolucionarios que aprecian el trabajo y no el juego a la democracia,
que no hacen distinción entre ser "simpatizante" y participar de la
manera más activa y real.
# Veche:
asamblea popular en la antigua Rusia, para la que se convocaba al toque de
campana. (N. de la edit.)
## En
vísperas de la revolución, pág. 62.
### Dicho sea de paso, L. Nadiezhdin no dice casi nada de los problemas de teoría en su "revista de cuestiones teóricas", si prescindimos del siguiente pasaje, sumamente curioso "desde el punto de vista de vísperas de la revolución": "La bernsteiniada en su conjunto pierde para nuestro momento su carácter agudo, como lo mismo nos da que el señor Adamóvich demuestre que el señor Struve debe presentar la dimisión o que, por el contrario, el señor Struve desmienta al señor Adamóvich y no consienta en dimitir. Nos da absolutamente igual, porque ha sonado la hora decisiva de la revolución" (pág. 110). Sería difícil describir con mayor relieve la despreocupación infinita de L. Nadiezhdin por la teoría. ¡¡Como hemos proclamado que estamos en "vísperas de la revolución", "nos da absolutamente lo mismo" que los ortodoxos logren o no desalojar definitivamente de sus posiciones a los críticos!! ¡Y nuestro sabio no se percata de que, precisamente durante la revolución, nos harán falta los resultados de la lucha teórica contra los críticos para luchar resueltamente contra sus posiciones prácticas!
### Dicho sea de paso, L. Nadiezhdin no dice casi nada de los problemas de teoría en su "revista de cuestiones teóricas", si prescindimos del siguiente pasaje, sumamente curioso "desde el punto de vista de vísperas de la revolución": "La bernsteiniada en su conjunto pierde para nuestro momento su carácter agudo, como lo mismo nos da que el señor Adamóvich demuestre que el señor Struve debe presentar la dimisión o que, por el contrario, el señor Struve desmienta al señor Adamóvich y no consienta en dimitir. Nos da absolutamente igual, porque ha sonado la hora decisiva de la revolución" (pág. 110). Sería difícil describir con mayor relieve la despreocupación infinita de L. Nadiezhdin por la teoría. ¡¡Como hemos proclamado que estamos en "vísperas de la revolución", "nos da absolutamente lo mismo" que los ortodoxos logren o no desalojar definitivamente de sus posiciones a los críticos!! ¡Y nuestro sabio no se percata de que, precisamente durante la revolución, nos harán falta los resultados de la lucha teórica contra los críticos para luchar resueltamente contra sus posiciones prácticas!
#### Iskra,
núm. 4: ¿Por dónde empezar? "Un trabajo largo no asusta a los
revolucionarios culturalistas que no comparten el punto de vista de vísperas de
la revolución", escribe Nadiezhdin (pág. 62). Con este motivo haremos la
siguiente observación: si no sabemos elaborar una táctica política y un plan de
organización orientados sin falta hacia una labor muy larga y
que al mismo tiempo aseguren, por el propio proceso de este trabajo, la disposición
de nuestro partido a ocupar su puesto y cumplir con su deber en cualquier
circunstancia imprevista, pro más que se precipiten los acontecimientos,
seremos simplemente unos deplorables aventureros políticos. Sólo Nadiezhdin,
que ha empezado a llamarse socialdemócrata desde ayer, puede olvidar que el
objetivo de la socialdemocracia consiste en transformar de raíz las condiciones
de vida de toda la humanidad, pro lo cual es imperdonable que un
socialdemócrata se "asuste" por lo largo del trabajo.
##### ¡Ay! ¡Se me ha escapado una vez más la truculenta palabra
"agentes" que tanto hiere el democrático oído de los Martínov! Me
extraña que esta palabra no haya molestado a los corifeos de la década del y0
y, en cambio, moleste a los primitivos de la del 90. Me gusta esta palabra,
porque indica de un modo claro y tajante la causa común a la
que todos los agentes subordinan sus pensamientos y sus actos, y si hubiese que
sustituir esta palabra por otra, yo sólo elegiría el término
"colaborados", si éste no tuviese cierto deje de literaturismo y de
vaguedad. Porque lo que necesitamos es una organización militar de agentes. A
propósito sea dicho, los numerosos Martínov (sobre todo, en el extranjero), que
gustan de "ascenderse recíprocamente a generales", podrían decir, en
lugar de "agente en asuntos de pasaportes", "comandante en jefe
de la unidad especial destinada a proveer de pasaportes a los revolucionarios",
etc.
Conclusión
La historia de la socialdemocracia rusa se divide manifiestamente en tres
períodos.
El primer período
comprende cerca de un decenio, de 1884 a 1894 poco más o menos. Fue el
período en que brotaron y se afianzaron la teoría y el programa de la
socialdemocracia. El número de adeptos de la nueva tendencia en Rusia se podía
contar con los dedos de las manos. La socialdemocracia existía sin movimiento
obrero y pasaba, como partido político por el proceso de desarrollo
intrauterino.
El
segundo período abarca tres o cuatro años, de 1894 a 1898. La
socialdemocracia aparece como movimiento social, como impulso de las masas
populares, como partido político. Fue el período de infancia y adolescencia.
Con la rapidez de una epidemia, se propaga el apasionamiento general de los
intelectuales por la lucha contra el pupulismo y por la corriente de ir hacia
los obreros, el apasionamiento general de los obreros por las huelgas. El
movimiento hace grandes progresos. La mayoría de los dirigentes eran hombres
muy jóvenes que estaban lejos de haber alcanzado la "edad de treinta y
cinco años", que el señor N. Mijailovski tenía por algo así como frontera
natural. Por su juventud, no estaban preparados para la labor práctica y
desaparecían de la escena con asombrosa rapidez. Pero la magnitud de su
trabajo, en la mayoría de los casos, era muy grande. Muchos de ellos comenzaron
a pensar de un modo revolucionario como adeptos del grupo Libertad del Pueblo.
Casi todos rendían en sus mocedades pleitesía los héroes del terrorismo, y les
costó mucho trabajo sustraerse a la impresión seductora de esta tradición
heroica; hubo que romper con personas que a toda costa querían seguir siendo
fieles a Libertad del Pueblo y gozaban de gran respeto entre los jóvenes
socialdemócratas. la lucha obligaba a estudiar, a leer obras ilegales de todas
las tendencias, a ocuparse intensamente de los problemas del populismo legal.
Formados en esta lucha, los socialdemócratas acudían al movimiento obrero sin
olvidar "un instante" ni la teoría del marxismo que les alumbró con
luz meridiana ni la tarea de derrocar a la autocracia. La formación del
partido, en la primavera de 1898, fue el acto de mayor relieve, y último a
la vez, de los socialdemócratas de aquel período.
El tercer período
despunta, como acabamos de ver, en 1897 y viene a sustituir definitivamente al
segundo en 1898 (1898-¿). es el período de dispersión, de disgregación,, de
vacilación. Igual que mudan la voz los adolescentes, la socialdemocracia rusa
de aquel período también la mudó y empezó a dar notas falsas, por una parte, en
las obras de los señores Struve, Prokopóvich, Bulgákov y Berdiáiev, y, por
otra, en las de V. I.-n, R.M., B. Krichevski y Martínov. Pero iban cada uno por
su lado y retrocedían los dirigentes nada más: el propio movimiento seguía
creciendo y haciendo progresos gigantescos. La lucha proletaria englobaba
nuevos sectores de obreros y se propagaba por toda Rusia, contribuyendo a la
vez indirectamente a avivar el espíritu democrático entre los estudiantes y
entre los otros sectores de la población. Pero la conciencia de los dirigentes
cedió ante la magnitud y el vigor del crecimiento espontáneo. Entre los
socialdemócratas predominaba ya otra clase de gente: los militantes formados
casi exclusivamente en el espíritu de la literatura marxista "legal",
cosa tanto más insuficiente cuanto más alto era el nivel de conciencia que
reclamaba de ellos la espontaneidad de las masas. Los dirigentes no sólo
quedaban rezagados tanto en el sentido teórico ("libertad de
crítica") como en el terreno práctico ("métodos primitivos de
trabajo"), sino que intentaban defender su atraso recurriendo a toda clase
de argumentos rimbombantes. El movimiento socialdemócrata era rebajado al nivel
del tradeunionismo tanto por los brentanistas de la literatura legal como por
los seguidistas de la ilegal. El programa del Credo comienza a
llevarse a la práctica, sobre todo, cuando los "métodos primitivos de
trabajo" de los socialdemócratas, reavivan las tendencias revolucionarias
no socialdemócratas.
Y si el lector me reprocha que me haya explayado con exceso de pormenores
en un periódico como Rabócheie Dielo, le contestaré: R.
Dielo ha adquirido una importancia "histórica" por haber
reflejado con el mayor relieve el "espíritu" de este tercer
período*. No era el
consecuente R. M., sino precisamente los Krichevski y Martínov, que cambian de
dirección como las veletas a los cuatro vientos, quienes podían expresar de
verdad la dispersión, las vacilaciones y la disposición a hacer concesiones a
la "crítica", al "economismo" y al terrorismo. Lo que
caracteriza a este período no es el desprecio olímpico de algún admirador de
"lo absoluto" por la labor práctica, sino precisamente la unión de un
practicismo mezquino con la más completa despreocupación por la teoría. Más que
negar abiertamente las "grandes palabras", lo que hacían los héroes
de este período era envilecerlas:. El socialismo científico dejó de ser una
teoría revolucionaria integral, convirtiéndose en una mezcolanza a la que se
añadían "libremente" líquidos procedentes de cualquier manual alemán
nuevo; la consigna de "lucha de clases" no impulsaba a una actividad
cada vez más amplia, cada vez más enérgica, sino que servía de amortiguador, ya
que "la lucha económica está
íntimamente ligada a la lucha política"; la idea del partido no
exhortaba a crear una organización combativa de revolucionarios, sino que justificaba una especie de
"burocracia revolucionaria" y el juego infantil a formas
"democráticas".
Ignoramos cuándo acabará el tercer período y empezará el cuarto (en todo
caso anunciado ya por muchos síntomas). Del campo de la historia pasamos aquí
al terreno de lo presente y, en parte, de lo futuro. Pero creemos con firmeza
que el cuarto período ha de conducir al afianzamiento
del marxismo militante, que la socialdemocracia rusa saldrá fortalecida y
arreciada de la crisis, que la retaguardia oportunista será "relevada"
por un verdadero destacamento de vanguardia de la clase más revolucionaria.
A guisa de exhortación a este "relevo", y resumiendo lo que
acabamos de exponer, podemos dar esta escueta respuesta a la pregunta: ¿qué
hacer?:
Acabar con el tercer período.
* Podría
contestar también con un refrán alemán: "Den Sack schlägt man, den Esel
meint man", lo cual quiere decir: quien a uno castiga, a ciento hostiga.
No sólo Rab. Dielo, sino la gran masa de los militantes dedicados
al trabajo práctico y de los teóricos sentían entusiasmo por
la "crítica" de moda, se armaban un lío con la espontaneidad, se
desviaban de la concepción socialdemócrata de nuestras tareas políticas y
orgánicas hacia la concepción tradeunionista.
Anexo
Nos resta
esbozar la táctica adoptada y consecuentemente aplicada por Iskra en
las relaciones orgánicas con Rabócheie Dielo. Esta táctica
ha sido expuesta ya por completo en el número 1 de Iskra, en el
artículo sobre La escisión de la Unión de Socialdemócratas Rusos en el
Extranjero*. Admitimos en seguida el punto de
vista de que la verdadera Unión de Socialdemócratas Rusos en el Extranjero,
reconocida por el I Congreso de nuestro partido como su representante fuera del
país, se había escindido en dos organizaciones; que seguía pendiente el
problema de la representación del partido, puesto que lo había resuelto sólo
con carácter provisional y convencional, en el Congreso
internacional celebrado en París, la elección de dos miembros procedentes de
Rusia, uno por cada parte de la Unión escindida, para el Buró Socialista
Internacional permanente (96) hemos declarado que, en fondo, Rabócheie Dielo no tenía razón;
en cuanto a los principios, nos colocamos resueltamente al lado del grupo
Emancipación del Trabajo, pero nos negamos, al mismo tiempo, a entrar en
detalles de la escisión y señalamos los méritos de la Unión en el terreno de la
labor puramente práctica**.
De modo que
nos manteníamos, hasta cierto punto, a la expectativa: hacíamos una concesión
al criterio imperante entre la mayoría de los socialdemócratas rusos, los
cuales sostenían que incluso los enemigos más decididos del
"economismo" podían trabajar codo con codo con la Unión, porque ésta
había declarado más de una vez que estaba de acuerdo en principio con el grupo
Emancipación del Trabajo y que no pretendía, según afirmaba, tener una posición
independiente en los problemas cardinales de la teoría y de la táctica. El
acierto de la posición que habíamos adoptado lo corrobora indirectamente el
hecho de que, casi en el momento de aparecer el primer número de Iskra (diciembre
de 1900), se separaron de la Unión tres miembros, formando el llamado grupo de
iniciadores, los cuales se dirigieron: 1) a la sección de la organización
de Iskra en el extranjero; 2) a la Organización Revolucionaria
Sotsial-Demokrat, y 3) a la Unión, proponiendo sus mediación para entablar
negociaciones conciliadoras. Las dos primeras organizaciones aceptaron en
seguida, la tercera se negó. Por cierto, cuando en el Congreso de
"unificación", celebrado el año pasado, uno de los oradores expuso
los hechos citados, un miembro de la administración de la Unión declaró que su
negativa se debía exclusivamente a que la Unión estaba descontenta de la
composición del grupo de iniciadores. Estimando que es mi deber insertar esta
explicación, no puedo, sin embargo, dejar de observar por mi parte que no la
considero satisfactoria: como la Unión estaba al tanto de la conformidad de las
dos organizaciones para entablar negociaciones, podía dirigirse a ellas por
conducto de otro mediador o directamente.
En la
primavera de 1901, tanto Zariá (núm. 1, abril) como Iskra (núm.
4, mayo) entablaron una polémica directa contra Rabócheie Dielo***. Iskra atacó, sobre todo, el Viraje histórico de Rabócheie
Dielo, que en su hoja de abril, esto es, después de los
acontecimientos de primavera, dio ya muestras de poca firmeza respecto al
apasionamiento por el terrorismo y por los llamamientos
"sanguinarios". A pesar de esta polémica, la Unión contestó que
estaba dispuesta a reanudar las negociaciones de conciliación por intermedio de
un nuevo grupo de "conciliadores". La conferencia preliminar de
representantes de las tres organizaciones citadas se celebró en el mes de junio
y elaboró un proyecto de pacto basado en un detalladísimo "acuerdo en
principio", publicado por la Unión en el folleto Dos congresos y
por la Liga en el folleto Documentos del Congreso de
"unificación".
El contenido
de este acuerdo (o, como suele llamársele, resoluciones a la Conferencia de
junio) adoptado con arreglo a los principios demuestra con claridad meridiana
que nosotros exigíamos, como condición indispensable para la unificación, que
se repudiara del modo más decidido toda manifestación de oportunismo en general
y de oportunismo ruso en particular.
"Rechazamos –dice el primer párrafo-
todas las tentativas de introducir el oportunismo en la lucha de clase del
proletariado, tentativas que se han manifestado en el llamado
"economismo", bernsteinianismo, millerandismo, etc.".
"La esfera de actividad de la socialdemocracia comprende… la lucha ideológica contra todos los
adversarios del marxismo revolucionario" (4, c). "En todas las esferas de la labor de
agitación y de organización, la socialdemocracia no debe olvidar ni un instante
la tarea inmediata del proletariado ruso: derrocar a la autocracia"
(5, a); … "la agitación, no sólo en
el terreno de la lucha diaria del trabajo asalariado contra el capital"
(5,b); … "no reconociendo … la fase
de la lucha puramente económica y de la lucha por reivindicaciones políticas
parciales" (5, c); … "consideramos
de importancia para el movimiento criticar las corrientes que erigen en
principio… lo elemental… y lo estrecho de las formas inferiores del movimiento"
(5, d). Incluso una persona completamente extraña, después de leer más o menos
atentamente estas resoluciones, ha de ver por su mismo enunciado que se dirigen
contra quienes eran oportunistas y "economistas" y han olvidado,
aunque sólo sea un instante, la tarea de derribar la autocracia, contra quienes
han aceptado la teoría de las fases, han erigido en principio la estrechez de
miras, etc. Y quien reconozca más o menos la polémica que el grupo Emancipación
del Trabajo, Zariá e Iskra han tenido
con Rabócheie Dielo, no dudará un instante que estas resoluciones
rechazan, punto por punto, precisamente las aberraciones en que había
caído Rabócheie Dielo. Por eso, cuando en el Congreso de
"unificación" uno de los miembros de la Unión declaró
que los artículos publicados en el número 10 de Rabóchie
Dielo no se debían al nuevo "viraje histórico" de la Unión,
sino al espíritu demasiado "abstracto"**** de las resoluciones, uno de los oradores lo puso con toda razón en
ridículo. Las resoluciones, contestó, lejos de ser abstractas, son
increíblemente concretas: basta echarles una ojeada para ver que "se
quería cazar a alguien".
Esta
expresión motivó en el congreso un episodio característico. Por una parte, B.
Krichevski se aferró a la palabra "cazar", creyendo que era un lapsus
delator de mala intención por nuestra parte ("tener una emboscada") y
exclamó en tono patético: "¿A quién se iba a cazar?" "Sí, en
efecto, ¿a quién?", preguntó irónicamente Plejánov. "Yo ayudaré al
camarada Plejánov en su perplejidad –contestó B. Krichevski-, yo le explicaré a
quien se quería cazar era a la redacción de "R. Dielo". (Hilaridad
general) ¡Pero no nos hemos dejado cazar!" (Exclamaciones de la
izquierda: "¡Peor para vosotros!") Por otra parte, un miembro del
grupo Borbá (grupo de conciliadores), pronunciándose contra las enmiendas de la
Unión a las resoluciones, y en su deseo de defender a nuestro orador, declaró
que, evidentemente, la expresión "se quería cazar" se había escapado
sin querer en el calor de la polémica.
Por lo que a
mí se refiere creo que el orador que ha empleado la expresión o se sentirá del
todo satisfecho de esta "defensa". Yo creo que las palabras "se
quería cazar a alguien" fueron "dichas en broma, pero pensadas en
serio": nosotros hemos acusado siempre a R. Dielo de
falta de firmeza, de vacilaciones, razón por la cual debíamos, naturalmente,
tratar de cazarlo para hacer imposibles las vacilaciones en lo
sucesivo. No se podía hablar aquí de mala intención porque se trataba
de falta de firmeza en los principios. Y hemos sabido "cazar" a la
Unión procediendo lealmente*****, de manera que las resoluciones de
junio fueron firmadas por el propio b. Krichevski y por otro miembro de la
administración de la Unión.
Los
artículos publicados en el número 10 de R. Dielo (nuestros
camaradas vieron este número sólo cuando hubieron llegado al congreso y unos
días antes inaugurarse éste) demostraban claramente que del verano al otoño se
había producido otro viraje en la Unión: los "economistas" obtuvieron
una vez más la supremacía, y la redacción, dúctil a toda nueva
"corriente", volvió a defender a los "más declarados
bernsteinianos", la "libertad de crítica" y la
"espontaneidad" y a predicar por boca de Martínov la "teoría de
restringir" la esfera de nuestra influencia política (con el propósito
aparente de complicar esta misma influencia). Una vez más se ha confirmado la
certera observación de Parvus de que es difícil cazar a un oportunista con una
simple fórmula, porque le cuesta tan poco firmar cualquier fórmula como renegar
de ella, ya que el oportunismo consiste
precisamente en la falta de principios más o menos definidos y firmes.
Hoy, los
oportunistas rechazan toda tentativa de introducir el oportunismo, rechazan
toda restricción, prometen solemnemente "no olvidar un instante el
derrocamiento de la autocracia", hacer "agitación no sólo en el
terreno de la lucha diaria del trabajo asalariado contra el capital", etc.
Y mañana cambian de tono y vuelven a las andadas so pretexto de defender la
espontaneidad, de la marcha progresiva de la lucha cotidiana y monótona, de
ensalzar las reivindicaciones que prometen resultados palpables, etc. Al
continuar afirmando que en los artículos del número 10 la "Unión no ha
visto ni ve ninguna abjuración herética de los principios generales del proyecto
de la conferencia" (Dos congresos, pág. 26), la Unión sólo revela con ello
que es incapaz por completo o que no quiere comprender el fondo de las
discrepancias.
Después del
número 10 de R. Diego nos quedaba por hacer una sola tentativa: iniciar una
discusión general para convencernos de si toda la Unión se solidarizaba con
estos artículos y con su redacción. La Unión, está disgustada con nosotros,
sobre todo, por este hecho y nos acusa de que intentamos sembrar la discordia
en su seno, de que nos inmiscuimos en cosas ajenas, etc. Acusaciones a todas
luces infundadas, porque, teniendo una redacción compuesta por elección y
dúctil para "girar" al menor soplo del viento, y éramos nosotros
quienes determinábamos esa dirección en las sesiones a puerta cerrada, a las
que sólo asistían los miembros de las organizaciones venidas para unificarse.
Las enmiendas que se ha introducido en las resoluciones de junio en nombre de
la Unión nos han quitado el último asomo de esperanza de llegar a un acuerdo.
Las enmiendas son una prueba documental del nuevo viraje hacia el
"economismo" y de la solidaridad de la mayoría de la Unión con el
número 10 de R.Dielo. Se borraba del número de manifestaciones del
oportunismo el "llamado economismo" (debido a la supuesta
"vaguedad" de estas palabras, si bien de esta motivación no se deduce
sino la necesidad de definir con mayor exactitud la esencia de una aberración
muy extendida); también se borraba el "millerandismo" (si bien
B. Krichevski lo defendía en R. Dielo, núm. 2-3, pág. 83-84, y con
mayor franqueza aún en Vorwärts******). A pesar de que las resoluciones de junio indicaban de manera
terminante que la tarea de la socialdemocracia consistía en "dirigir todas
las manifestaciones de lucha del proletariado contra todas las formas de
opresión política, económica y social", exigiendo con
ello que se introdujera método y unidad en todas estas manifestaciones de
lucha, la Unión añadía palabras superfluas por demás, diciendo que la
"lucha económica es un poderoso estímulo para el movimiento de masas"
(estas palabras, de pro sí, son indiscutibles, pero, existiendo un
"economismo" estrecho, no podían menos de llevar a interpretaciones
falsas). Más aún, se ha llegado hasta a restringir con descaro en las
resoluciones de junio la "política", ya eliminando las palabras
"ni por un instante" (no olvidar el objetivo del derrocamiento de la
autocracia), ya añadiendo las palabras "la lucha económica es el medio
aplicable con la mayor amplitud para incorporar a las masas a la
lucha política activa". Es natural que, una vez introducidas estas
enmiendas, todos los oradores de nuestra parte fueran renunciando uno tras otro
a la palabra, pues veían la completa inutilidad de seguir negociando con gente
que volvía a girar hacia el "economismo" y se reservaba la libertad
de vacilar.
"Precisamente lo
que la Unión ha tenido por condición sine qua non para la solidez del futuro
acuerdo, o sea, el mantenimiento de la fisonomía de R. Dielo y
de su autonomía, es lo que Iskra consideraba un obstáculo para
el acuerdo" (Dos congresos, pág. 25). Esto es muy inexacto. Nunca
hemos atentado contra la autonomía de R.Dielo*******.
Efectivamente, hemos rechazado en forma categórica su
fisonomía propia si se entiende por tal la "fisonomía propia" en los
problemas de principio de la teoría y de la táctica: las resoluciones de junio
contienen precisamente la negación categórica de esta fisonomía propia, porque,
en la práctica, esta "fisonomía propia" ha significado siempre, lo
repetimos, vacilaciones de toda clase y el apoyo que prestaban a la dispersión
imperante en nuestro ambiente, dispersión insoportable desde el punto de vista
del partido. Con sus artículos del número 10 y con las
"enmiendas", R. Dielo ha manifestado claramente su
deseo de mantener precisamente esta fisonomía propia, y semejante deseo ha
conducido de manera natural e inevitable a la ruptura y a la declaración de
guerra. Pero todos nosotros estábamos dispuestos a reconocer la "fisonomía
propia" de R. Dielo en el sentido de que debe
concentrarse en determinadas funciones literarias. La distribución acertada de
estas funciones se imponía por sí misma: 1) revista científica, 2) periódico
político y 3) recopilaciones y folletos de divulgación. Sólo la conformidad
de R. Dielo con esta distribución demostraría su sincero deseo
de acabar de una vez para siempre con las aberraciones combatidas por las
resoluciones de junio; sólo esta distribución eliminaría toda posibilidad de
rozamientos aseguraría efectivamente la firmeza del acuerdo, sirviendo a la vez
de base para que nuestro movimiento crezca más y alcance nuevos éxitos.
Ahora ningún
socialdemócrata ruso puede poner ya en duda que la ruptura definitiva de la
tendencia revolucionaria con la oportunista no ha sido originada por cuestiones
"de organización", sino precisamente por el deseo de los oportunistas
de afianzar la fisonomía propia del oportunismo y de seguir ofuscando las
mentes con las disquisiciones de los Krichevski y los Martínov.
Escrito entre el otoño de 1901 y febrero de 1902. Publicado por primera vez en marzo de 1902 en folleto aparte en Stuttgart.
** Este juicio sobre la escisión no sólo se basaba
en el conocimiento de las publicaciones, sino en datos recogidos en el
extranjero por algunos miembros de nuestra organización que habían estado allí.
***** A saber: en la introducción a
las resoluciones de junio dijimos que la socialdemocracia rusa mantuvo siempre
en conjunto la posición de fidelidad a los principios del grupo Emancipación
del Trabajo y que el mérito de la Unión estaba sobre todo en su actividad en el
terreno de las publicaciones y de la organización. En otros términos, dijimos
que estábamos completamente dispuestos a olvidar el pasado y a reconocer que la
labor de nuestros camaradas de la Unión era útil a la causa, a condición de que
acabaran por completo con las vacilaciones, objeto de nuestra "caza".
Toda persona imparcial que lea las resoluciones de junio las comprenderá sólo
en este sentido. Pero si ahora la Unión nos acusa solemnemente de faltar a la
verdad (Dos congresos, pág. 30) por estas palabras sobre sus méritos,
después de haber provocado ella misma con su nuevo viraje hacia el
"economismo" (en los artículos del número 10 y en las enmiendas) la
ruptura, esta acusación, como es natural, no puede menos de provocar una
sonrisa.
****** En Vorwärts se
inició una polémica a este respecto entre su redacción actual, Kautsky y Zariá.
No dejaremos de dar a conocer esta polémica a los lectores rusos.
******* Si no contamos como restricción
de la autonomía las reuniones de las redacciones, relacionadas con la formación
de un consejo supremo común de las organizaciones unidas, cosa que R.
Dielo aceptó también en junio.
Enmienda
El
"grupo de iniciadores", al que me he referido en el folleto ¿Qué
hacer?, pág. 141, me pide que haga la siguiente enmienda al pasaje
donde se expone su participación en el intento de conciliar las organizaciones
socialdemócratas en el extranjero:
"Sólo
uno de los tres miembros de este grupo se retiró de la Unión a fines de 1900;
los restantes no lo hicieron hasta 1901, cuando se hubieron convencido de que
era imposible conseguir que la Unión aceptar celebrar una conferencia con la
organización de Iskra en el extranjero y con la Organización
Revolucionaria Sotsial-Demokrat, a lo que se constreñía la propuesta del grupo
de iniciadores. La administración de la Unión rechazó al principio esta
propuesta, achacando su negativa a participar en la conferencia a la
"incompetencia" de los integrantes del grupo de iniciadores mediador
y expresando su deseo de entablar relaciones directas con la organización
de Iskraen el extranjero. Sin embargo, la administración de la
Unión no tardó en poner en conocimiento del grupo de iniciadores que, después
de aparecido el primer número de Iskra, en el cual se publicaba la nota
sobre la escisión de la Unión, cambiaba de parecer y no quería ponerse en
contacto con Iskra. ¿Cómo explicar después de eso la
declaración de un miembro de la administración de la Unión de que la negativa
de ésta a participar en la conferencia se debía exclusivamente a
que estaba descontenta de la composición del grupo de iniciadores? Por cierto,
tampoco se comprende que la administración de la Unión aceptara participar en
la Conferencia de junio del año pasado: la nota que apareció en el primer
número de Iskra sigue en vigor, y la repudia de la Unión
por Iskra cobró mayor realce en el primer volumen de Zariá y
en el cuarto número de Iskra, que aparecieron antes de la
Conferencia de Junio".
N. Lenin
"Iskra",
núm. 19, del 1 de abril de 1902
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