NOTA DEL
EDITOR DE ESTE BLOG: He recopilado y copiado casi todos los documentos que se
hacen referencias, para demostrar y profundizar en estos tres conceptos de V.
I. Lenin que había utilizado que son: “. La
consigna de los Estados Unidos de Europa”, “El socialismo en un solo país” y “El capitalismo de Estado”
V. I. Lenin.
La consigna de los Estados Unidos de Europa (1915)
Escrito: En
1915.
https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/8-1915eu.htm
La consigna
de los Estados Unidos de Europa (1915)
Carlos Marx
1875. Crítica del Programa Gotha. Estados Unidos de Europa
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2022/06/carlos-marx-1875-critica-del-programa.html
Rosa
Luxemburgo: Utopías pacifistas (1911). Estados Unidos de Europa
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2022/06/rosa-luxemburgo-utopias-pacifistas-1911.html
Lenin y
Trotsky: la consigna los Estados Unidos de Europa, el socialismo en un solo
país y el capitalismo de Estado
La consigna debe ser por la ¡Unión de Repúblicas Socialistas de Europa y
del mundo!
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/05/lenin-y-trotsky-la-consigna-los-estados.html
Lenin y el
socialismo en un solo país. El término marxismo-leninismo fue creado por José
Stalin
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/02/lenin-y-el-socialismo-en-un-solo-pais.html
V. I. Lenin
El programa militar de la revolución proletaria
Escrito: En
septiembre de 1916.
https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/1916mil.htm
V. I. Lenin,
hace referencia al documento de Rosa Luxemburgo
Rosa
Luxemburgo. El folleto Junius: La crisis de la socialdemocracia alemana. 1915
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/12/rosa-luxemburgo-el-folleto-junius-la.html
Rosa
Luxemburgo. El folleto de Junius. La crisis de la socialdemocracia alemana
https://www.marxists.org/espanol/luxem/09El%20folletoJuniusLacrisisdelasocialdemocraciaalemana_0.pdf
Rosa
Luxemburgo. El folleto de Junius. La crisis de la socialdemocracia alemana
http://grupgerminal.org/?q=system/files/1915-00-00-junius-luxemburg.pdf
V.I. Lenin
Apéndice A. Acerca del folleto Junius
http://www.archivochile.com/Ideas_Autores/luxembr/s/luxemburgorsobre0004.pdf
V. I. Lenin. La consigna de los
Estados Unidos de Europa (1915)
Primera
publicación: En Sotsial-Demokrat, núm. 44, 23 de agosto de 1915.[1] El documento que hace
referencia Sobre la Palabra de Orden de los Estados Unidos de Europa VI
Lenin 23 de agosto de 1915
En el número
40 de Sotsial-Demokrat [2], hemos informado de que la conferencia de las
secciones de nuestro Partido en el extranjero ha acordado aplazar la cuestión
de la consigna de los "Estados Unidos de Europa" hasta que se
discuta en la prensa el aspecto económico del problema[3].
Los debates
en torno a esta cuestión tomaron en nuestra conferencia un carácter político
unilateral. Quizás ello se debiera, en parte, al hecho de que en el manifiesto
del Comité Central dicha consigna estaba formulada directamente como consigna
política ("la consigna política inmediata. . .", se dice en él),
además, no sólo se proponían los Estados
Unidos republicanos de Europa, sino que se subraya especialmente
que "si no se derroca por vía revolucionaria las monarquías alemana,
austríaca y rusa", esta consigna es absurda y falsa [4].
Es
absolutamente erróneo oponerse a semejante forma de plantear el problema dentro
de los límites de la apreciación política de dicha consigna, por ejemplo, desde
el punto de vista de que eclipsa o debilita, etc., la consigna de la revolución
socialista. Las transformaciones políticas realizadas en un sentido
auténticamente democrático, y tanto más las revoluciones políticas, no pueden
nunca, en ningún caso, y sean cuales sean las circunstancias, eclipsar ni
debilitar la consigna de la revolución socialista. Por el contrario, siempre
contribuyen a acercar esta revolución, amplían su base e incorporan a la lucha
socialista a nuevas capas de la pequeña burguesía y de las masas semiproletarias.
Por otra parte, las revoluciones políticas son inevitables en el proceso de la
revolución socialista, que no debe considerarse como un acto único, sino como
una época de violentas conmociones políticas y económicas, de lucha de clases
más enconada, de guerra civil, de revoluciones y contrarrevoluciones.
Pero si la
consigna de los Estados Unidos republicanos de Europa, que se liga al
derrocamiento revolucionario de las tres monarquías más reaccionarias de
Europa, encabezadas por la rusa, es absolutamente invulnerable como consigna
política, queda aún la importantísima cuestión del contenido y la significación
económicos de esta consigna. Desde el
punto de vista de las condiciones económicas del imperialismo, es decir, de la exportación de capitales y del reparto
del mundo por las potencias coloniales "avanzadas" y
"civilizadas", los Estados Unidos de Europa, bajo el
capitalismo son imposibles o son reaccionarios.
El capital
se ha hecho internacional y monopolista. El mundo está ya repartido entre un puñado
de grandes potencias, es decir, de potencias que prosperan en el gran saqueo y
opresión de las naciones. Cuatro grandes potencias de Europa -- Inglaterra,
Francia, Rusia y Alemania --, con una población de 250 a 300 millones de
habitantes y con un territorio de unos 7 millones de kilómetros cuadrados,
tienen colonias con una población de casi quinientos millones de habitantes
(494,5 millones) y con un territorio de 64,6 millones de kilómetros cuadrados,
es decir, casi la mitad de la superficie del globo (133 millones de kilómetros
cuadrados sin contar la zona polar). A ello hay que añadir tres Estados
asiáticos -- China, Turquía y Persia --, que en la actualidad están
siendo despedazados por los saqueadores que hacen una guerra de
"liberación", a saber, por el Japón, Rusia, Inglaterra y Francia.
Estos tres Estados asiáticos, que pueden denominarse semicolonias (en realidad,
ahora son colonias en sus nueve décimas partes), cuentan con una población de
360 millones de habitantes y una superficie de 14,5 millones de kilómetros
cuadrados (es decir, casi el 50% más que la superficie total de Europa).
Además, Inglaterra, Francia y Alemania han
invertido en el extranjero un capital de no menos de 70 mil millones de rublos.
Para obtener una rentita "legítima" de esta agradable cantidad -- una
rentita de más de tres mil millones de rublos anuales --, sirven los comités
nacionales de millonarios, llamados gobiernos, provistos de ejércitos y de
marinas de guerra, que "colocan" en las colonias y semicolonias a los
hijitos y hermanitos del "señor Billón" en calidad de virreyes, de
cónsules, de embajadores, de funcionarios de todo género, de curas y demás
sanguijuelas.
Así está
organizado, en la época del más alto desarrollo del capitalismo, el saqueo de
cerca de mil millones de habitantes de la Tierra por un puñado de grandes
potencias. Y bajo el capitalismo, toda otra organización es imposible.
¿Renunciar a las colonias, a las "esferas de influencia", a la
exportación de capitales? Pensar en ello significa reducirse al nivel de un
curita que predica cada domingo a los ricos la grandeza del cristianismo y les
aconseja regalar a los pobres. . . , bueno, si no unos cuantos miles de
millones, unos cuantos centenares de rublos al año. Los Estados Unidos de
Europa, bajo el capitalismo,
equivalen a un acuerdo sobre el reparto de las colonias. Pero bajo el
capitalismo no puede haber otra base ni otro principio de reparto que la
fuerza. El multimillonario no puede repartir con alguien la "renta
nacional" de un país capitalista sino en proporción "al capital"
(añadiendo, además, que el capital más considerable ha de recibir más de lo que
le corresponde). El capitalismo es la propiedad privada de los medios de
producción y la anarquía de la producción. Predicar una distribución "justa" de la renta sobre semejante
base es proudhonismo, necedad de pequeño burgués y de filisteo. No puede
haber más reparto que en proporción "a la fuerza". Y la fuerza cambia
en el curso del desarrollo económico. Después de 1871, Alemania se ha fortalecido
tres o cuatro veces más rápidamente que Inglaterra y Francia. El Japón, unas
diez veces más rápidamente que Rusia. No hay ni puede haber otro medio que la
guerra para comprobar la verdadera potencia de un Estado capitalista. La
guerra no está en contradicción con los fundamentos de la propiedad privada,
sino que es el desarrollo directo e inevitable de tales fundamentos. Bajo
el capitalismo es imposible el
crecimiento económico parejo de cada empresa y de cada Estado. Bajo el capitalismo, para restablecer
de cuando en cuando el equilibrio roto, no
hay otro medio posible más que las crisis en la industria y las guerras en la
política.
Desde luego, son posibles acuerdos
temporales entre los capitalistas y entre las potencias. En este sentido son
también posibles los Estados Unidos de Europa, como un acuerdo de los
capitalistas europeos . . . ¿sobre qué? Sólo sobre el modo de aplastar en común el socialismo en
Europa, de defender juntos las colonias robadas contra el Japón y
Norteamérica, cuyos intereses están muy lesionados por el actual reparto de las
colonias, y que durante los últimos cincuenta años se han fortalecido de un
modo inconmensurablemente más rápido que la Europa atrasada, monárquica, que ha
empezado a pudrirse de vieja. En comparación con los Estados Unidos de América,
Europa, en conjunto, representa un estancamiento económico. Sobre la actual
base económica, es decir, con el capitalismo, los Estados Unidos de Europa
significarían la organización de la
reacción para detener el desarrollo más rápido de Norteamérica. Los tiempos en que la causa de la democracia
y del socialismo estaba ligada sólo a Europa, han pasado para no volver.
Los Estados
Unidos del mundo (y no de Europa) constituyen la forma estatal de unificación y
libertad de las naciones, forma que nosotros relacionamos con el socialismo, mientras la victoria completa del comunismo
no conduzca a la desaparición definitiva de todo Estado, incluido el Estado
democrático. Sin embargo, como consigna independiente, la de los Estados
Unidos del mundo dudosamente sería justa, en primer lugar, porque se
funde con el socialismo y, en segundo lugar, porque podría dar pie a interpretaciones erróneas sobre la imposibilidad
de la victoria del socialismo en un solo país y sobre las relaciones de este
país con los demás.
La desigualdad del desarrollo
económico y político es una ley absoluta del capitalismo. De aquí se deduce que es posible
que el socialismo triunfe primeramente en unos cuantos países capitalistas, o
incluso en un solo país en forma aislada.
El proletariado triunfante de este
país, después de expropiar a los capitalistas y de organizar dentro de él la
producción socialista,
se alzaría contra el resto del mundo capitalista, atrayendo a su lado a las
clases oprimidas de los demás países, levantando en ellos la insurrección
contra los capitalistas, empleando, en caso necesario, incluso la fuerza de las
armas contra las clases explotadoras y sus Estados. La forma política de la
sociedad en que triunfe el proletariado, derrocando a la burguesía, será la
república democrática, que centralizará cada vez más las fuerzas del
proletariado de dicha nación o de dichas naciones en la lucha contra los
Estados que aún no hayan pasado al socialismo. Es imposible suprimir las
clases sin una dictadura de la clase oprimida, del proletariado. La libre
unión de las naciones en el socialismo es imposible sin una lucha tenaz, más o
menos prolongada, de las repúblicas socialistas contra los Estados
atrasados.
Estas son
las consideraciones que, tras repetidas discusiones del problema en la
conferencia de las secciones del POSDR en el extranjero y después de ella, han
llevado a la Redacción del Órgano Central a
la conclusión de que la consigna de
los Estados Unidos de Europa es errónea.
NOTAS
[1] En el artículo "La consigna de los Estados
Unidos de Europa" se explicaba la teoría sobre la posibilidad de la
victoria del socialismo primeramente en unos pocos países capitalistas e
inclusive en un solo país, en forma aislada. Este artículo fue escrito en
agosto de 1915, se publicó el 23 del mismo mes en calidad de editorial del
periódico Sotsial-Demokrat, N.ƒ 44.
Sobre la Palabra de Orden de los Estados Unidos de Europa VI
Lenin 23 de agosto de 1915
Primera
edición: Sotsial-Demokrat No. 44, 23 de agosto de 1915.
[2]
Sotsial-Demokrat: periódico clandestino, Órgano Central del POSDR, que se
publicó de febrero de 1908 a enero de 1917, y del cual aparecieron 58 números.
El primer número fue impreso en Rusia, más tarde su publicación se trasladó al
extranjero, primeramente a París y luego a Ginebra. Conforme con la decisión del
CC del POSDR, la redacción fue compuesta por representantes bolcheviques,
mencheviques y socialdemócratas polacos.
En el
Sotsial-Demokrat aparecieron más de 80 artículos y sueltos de Lenin, así como
muchos artículos de J. V. Stalin. En el seno de la redacción, Lenin llevó a
cabo una lucha por la consecuente línea del bolchevismo. Una parte de los
redactores (Kámenev y Zinovíev) adoptó la actitud conciliadora respecto a los
liquidacionistas e intentó frustrar la aplicación de la línea leninista. Mártov
y Dan, miembros mencheviques de la Redacción del Órgano Central, saboteaban el
trabajo de ésta y, al mismo tiempo, defendían abiertamente el liquidacionismo
en el periódico Golos Sotsial-Demokrata de su grupo fraccional.
La
implacable lucha de Lenin contra los liquidacionistas motivo, en junio de 1911,
el retiro de Mártov y Dan, del Sotsial-Demokrat. Desde diciembre de 1911, el
Sotsial-Demokrat fue redactado por Lenin.
[3] Véase V. I. Lenin "La
Conferencia de las secciones del POSDR en el extranjero", Obras Completas,
t. XXI.
La
Conferencia de Zimmerwald, 1915.
Partido
Obrero Socialdemócrata Ruso.
Conferencia
de las Secciones en el extranjero.
Manifiesto del Congreso
Socialista Internacional Extraordinario (Basilea, 24-24 noviembre 1912)
[4] Véase V. I. Lenin "La guerra y
la socialdemocracia de Rusia", Obras Completas, t. XXI.
V. I. Lenin. La guerra y la
socialdemocracia de Rusia
Escrito:
Antes del 28 de septiembre (11 de octubre) de 1914.
Primera
publicación: En el idioma ruso el 1 de noviembre de 1914 en el núm. 33 de
Sotsial-Demokrat.
“La consigna política inmediata de
los socialdemócratas de Europa debe ser la formación de los Estados Unidos
republicanos de Europa; pero a diferencia de la burguesía, que está dispuesta
a “prometer” cuanto se quiera con tal de arrastrar al proletariado a la
corriente general del chovinismo, los socialdemócratas habrán de poner al
descubierto toda la falsedad e inconsistencia de esta consigna sino son
derrocadas por la revolución las monarquías alemana, austriaca y rusa.”
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/05/v-i-lenin-la-guerra-y-la.html
Fuente:
https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/8-1915eu.htm
Sobre la consigna
de los Estados Unidos de Europa
V. I. Lenin.
El socialismo y la guerra (La actitud del P. O. S. D. R. ante la guerra)
Escrito: En
julio-agosto de 1915[1].
Primera
publicación: En forma de libro a fines de 1915 por la Redacción del periódico
Sotsial-Demokrat, Ginebra
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/05/v-i-lenin-el-socialismo-y-la-guerra-la.html
Sobre a
Palavra de Ordem dos Estados Unidos da Europa V. I. Lénine 23 de Agosto de 1915
https://www.marxists.org/portugues/lenin/1915/08/23.htm
Sobre la
Palabra de Orden de los Estados Unidos de Europa VI Lenin 23 de agosto de 1915
Sobre la Palabra de Orden de los Estados Unidos de Europa VI
Lenin 23 de agosto de 1915
Primera
edición: Sotsial-Demokrat No. 44, 23 de agosto de 1915.
En el número
40 de Sotsial-Demokrat [N350]
informamos que la conferencia de nuestras secciones del partido en el
extranjero [351] decidió
posponer la cuestión de la consigna de “Estados Unidos de Europa” hasta el
debate en la prensa del aspecto económico del problema [1*]
La discusión
de este tema en nuestra conferencia asumió un carácter político unilateral. En
parte esto quizás fue causado por el hecho de que en el manifiesto del Comité
Central esta consigna fue formulada directamente como política ("la consigna política inmediata ..." - se
dice allí), y no solo los Estados propuestos son republicanos Estados Unidos de Europa, pero también se destaca
especialmente que "sin el derrocamiento revolucionario de las monarquías
alemana, austríaca y rusa" esta consigna carece de sentido y es falsa.
Objetando
tal colocación de la cuestión dentro de los límites una valoración política de
esta consigna, por ejemplo desde el punto de vista de que encubre o debilita,
etc., la consigna de revolución socialista, es totalmente incorrecta. Las
transformaciones políticas en una dirección efectivamente democrática, y a
fortiori las revoluciones políticas, no pueden en ninguna circunstancia, nunca
y bajo ninguna condición, encubrir o debilitar la consigna de una revolución
socialista. Al contrario, siempre la unifican, amplían sus bases, atraen nuevas
capas de la pequeña burguesía y de las masas semiproletarias a la lucha
socialista. Por otro lado, las revoluciones políticas son inevitables en el
curso de la revolución socialista, que no puede verse como un acto único, sino
que debe verse como una época de tempestuosas convulsiones políticas y
económicas, de la más aguda lucha de clases, de guerra civil.
Pero si la consigna de los Estados Unidos
republicanos de Europa, formulada en relación con el derrocamiento
revolucionario de las tres monarquías más reaccionarias de Europa, con la rusa
a la cabeza, es completamente invulnerable como consigna política, la
trascendental cuestión de la permanece el contenido y el significado económico
de esta consigna.
Desde el
punto de vista de las condiciones económicas del imperialismo, es decir, de la exportación de capital y del reparto
del mundo por parte de las potencias coloniales "avanzadas" y
"civilizadas", los Estados Unidos de Europa, bajo el
capitalismo, son imposibles o reaccionario. .
El capital
se ha vuelto internacional y monopolista. El mundo está dividido entre un
puñado de grandes potencias, es decir, potencias que prosperan con el gran
saqueo y la opresión de las naciones. Las
cuatro grandes potencias de Europa, Inglaterra, Francia, Rusia y Alemania,
con una población de 250 a 300 millones de habitantes y con una superficie
aproximada de 7 millones de kilómetros cuadrados, tienen colonias con una
población de casi quinientos millones. (494,5 millones), con una superficie de
64,6 millones de kilómetros cuadrados, es decir, casi la mitad del globo (133
millones de kilómetros cuadrados sin la región polar). Añádanse a esto tres estados asiáticos, China, Turquía y
Persia, que ahora están siendo destrozados por bandidos que libran una
“guerra de liberación”, precisamente Japón, Rusia, Inglaterra y Francia.
Estos tres estados asiáticos, que se pueden llamar semicolonias (de hecho ahora
son colonias en 9/10), tienen 360 millones de habitantes y 14,5 millones de
kilómetros cuadrados de superficie (es decir, casi 1,5 veces más que la
superficie de toda Europa)
Además,
Inglaterra, Francia y Alemania invirtieron no menos de 70 mil millones de rubíes
en el extranjero. Para recibir los ingresos “legítimos” de esta agradable suma
—una pequeña renta de más de tres mil millones de rublos al año— actúan los
comités nacionales de millonarios, llamados gobiernos, dotados de ejércitos y
armadas de guerra, que se “instalan” en las colonias y semicolonias los hijitos
y hermanitos del «señor millones» como virreyes, cónsules, embajadores,
funcionarios de toda índole, sacerdotes y demás sanguijuelas
Así es como,
en el momento del mayor desarrollo del capitalismo, se organiza el saqueo de
aproximadamente mil millones de habitantes de la tierra por un puñado de
grandes potencias. Y bajo el capitalismo cualquier otra forma de
organización es imposible. ¿Renunciar a las colonias, a las “esferas de
influencia”, a la exportación de capitales? Pensarlo es descender al nivel de
un sacerdote que todos los domingos predica la grandeza del cristianismo a los
ricos y les aconseja dar a los pobres... bueno, si no unos millones, al menos
unos cientos de rublos al día. año.
Los Estados Unidos de Europa, bajo el capitalismo, equivalen al acuerdo
sobre la partición de las colonias. Pero bajo el capitalismo es imposible tener otra base, otro
principio de compartir, que no sea la fuerza. El multimillonario no puede
compartir el “ingreso nacional” de un país capitalista con nadie, excepto en
una proporción “según el capital” (agregando además que el mayor capital debe
recibir más de lo que le corresponde). El
capitalismo es la propiedad privada de los medios de producción y la anarquía
de la producción. Abogar por una
distribución "justa" de los ingresos sobre esta base es proudhonismo ., estupidez
pequeñoburguesa y filistea. No se puede compartir de otra manera que "según la fuerza". Y
la fuerza cambia en el curso del desarrollo económico. Después de 1871,
Alemania se fortaleció 3-4 veces más rápido que Inglaterra y Francia, Japón 10
veces más rápido que Rusia. Para
demostrar la verdadera fuerza del Estado capitalista, no hay ni puede haber
otro camino que la guerra. La guerra
no está en contradicción con los fundamentos de la propiedad privada, sino
que es un desarrollo directo e inevitable de estos fundamentos. Bajo el
capitalismo, el crecimiento uniforme en el desarrollo económico de diferentes
economías y diferentes estados es imposible
Por
supuesto, los acuerdos temporales entre capitalistas y entre poderes son
posibles. En ese sentido, los Estados
Unidos de Europa también son
posibles, como un acuerdo de los capitalistas europeos ... ¿sobre qué? Solo sobre cómo aplastar
juntos el socialismo en Europa, defender juntos las colonias robadas contra
Japón y América, que han sido muy perjudicados por la presente división de
colonias y se han fortalecido en el último medio siglo con una rapidez
inconmensurablemente mayor que la Europa atrasada y monárquica, que ha
comenzado a pudrirse desde su vejez. En comparación con los Estados Unidos de América,
Europa en su conjunto significa estancamiento económico. Sobre la base
económica actual, es decir, bajo el capitalismo, los Estados Unidos de Europa significarían la organización de la
reacción para retardar el desarrollo más rápido de América. Los tiempos en que
la causa de la democracia y la causa del socialismo estaban ligadas únicamente
a Europa han quedado definitivamente atrás.
Los Estados
Unidos del mundo (y no de Europa) es la forma estatal de unificación y libertad
de las naciones, que asociamos al socialismo —siempre y cuando la victoria
completa del comunismo no lleve a la desaparición definitiva de todo el Estado,
incluido el democrático. Sin embargo, como consigna independiente, la consigna
del mundo de Estados Unidos difícilmente sería justa, en primer lugar porque se confunde con el socialismo; en segundo lugar, porque podría dar
lugar a la falsa interpretación de la imposibilidad de la victoria del
socialismo en un solo país y de las relaciones de este país con los demás.
La desigualdad del desarrollo
económico y político es una ley absoluta del capitalismo. De ello se deduce que la victoria
del socialismo es posible ante todo en unos pocos países o incluso en un solo
país capitalista tomado por separado. El
proletariado victorioso de este país, después de expropiar a los capitalistas y
organizar la producción socialista en su país, se levantaría contra el resto
del mundo, capitalista, atrayendo a su lado a las clases oprimidas de los demás
países, levantando en ellas la insurrección contra los capitalistas,
utilizando, en caso de necesidad, hasta la fuerza de las armas contra las
clases explotadoras y sus Estados. La forma política de sociedad en la que
el proletariado salga victorioso, derrocando a la burguesía, será la república
democrática, que centralice cada vez más las fuerzas del proletariado de esa
nación o naciones en la lucha contra los estados que aún no han pasado al
socialismo. La liquidación de clases es
imposible sin la dictadura de la clase oprimida, el proletariado. La
unificación libre de las naciones bajo el socialismo es imposible sin una lucha
más o menos larga y tenaz de las repúblicas socialistas contra los Estados
atrasados.
Por eso,
como resultado de las repetidas discusiones sobre el tema en la conferencia de las
secciones del POSDR en el extranjero, y después de la conferencia, el consejo
editorial del Órgano Central llegó a la
conclusión de que el eslogan de los Estados Unidos de Europa es incorrecto.
Notas al
pie:
[1*] Véase
VI Lenin, Obras Completas, 5ª ed. en ruso, t. 26, pág. 161. (Ed. N.)
Notas al
final del volumen:
[N350] Sotsial-Demokrat: periódico clandestino, órgano central del
RSDRP. Se publicó desde febrero de 1908 hasta enero de 1917. En total se
publicaron 58 números, 5 de los cuales tenían suplementos. En el periódico se
publicaron más de 80 artículos y notas de VI Lenin. En los años difíciles de la
reacción y en el período del nuevo ascenso del movimiento revolucionario,
Sotsial-Demokrat tuvo una enorme importancia en la lucha de los bolcheviques
contra los liquidadores ., trotskistas, otzovistas, por la preservación de un
partido marxista clandestino, por la consolidación de su unidad, por el
fortalecimiento de sus lazos con las masas. En los años de la Primera Guerra
Mundial, el Sotsial-Demokrat, como órgano central del partido bolchevique,
desempeñó un papel extremadamente importante en la propagación de las consignas
bolcheviques sobre los problemas de la guerra, la paz y la revolución
[N351]
La conferencia de las secciones del POSDR en el extranjero se celebró en Berna
del 14 al 19 de febrero (27 de febrero - 4 de marzo) de 1915. Fue convocada por
iniciativa de Lenin y tenía el significado de una conferencia de todo el
partido.
Conferencia
de Zimmerwald
https://es.wikipedia.org/wiki/Conferencia_de_Zimmerwald
https://ca.wikipedia.org/wiki/Confer%C3%A8ncia_de_Zimmerwald
La
Conferencia de Zimmerwald, 1915.
(5-8 de
septiembre de 1915)
Partido
Obrero Socialdemócrata Ruso.
Conferencia de las Secciones en el extranjero.
27 de febrero al 4 de marzo de 1915.
Escrito a
principios de 1915 y publicado en el núm. 40 del Sozial Demokrat, de 29 de
marzo del mismo año. La conferencia se celebró en Berna, del 27 de febrero al 4
de marzo de 1915. Tomaron parte en ella los representantes bolcheviques de las
secciones de París, Zurich, Ginebra, Berna y Lausana. Lenin representó
al Comité Central y al órgano central del partido (el Sozial Demokrat) y fue
orador en el punto más importante del orden del día: «La guerra y las tareas
del partido». Las resoluciones, escritas por Lenin, fueron aprobadas por la
Conferencia.
Índice del contenido del
documento
CONFERENCIA DE LAS SECCIONES DEL
PARTIDO OBRERO SOCIALDEMÓCRATA RUSO EN EL EXTRAJERO
LAS RESOLUCIONES DE LA CONFERENCIA
Acerca del carácter de la guerra
Sobre la consigna de “defensa de la
patria”
Las consignas de la socialdemocracia
revolucionaria
El oportunismo y la bancarrota de la
II Internacional
La III Internacional
El pacifismo y la consigna de paz
La derrota de la monarquía zarista
La actitud hacia los demás partidos y
grupos
CONFERENCIA DE LAS SECCIONES DEL
PARTIDO OBRERO SOCIALDEMÓCRATA RUSO EN EL EXTRAJERO
Hace unos
días terminó sus labores la conferencia de las secciones del POSDR en el
extranjero, celebrada en Suiza. Además de examinar los problemas propios de la
emigración, que trataremos de exponer, aunque sea brevemente, en los próximos
números del órgano central, la conferencia elaboró resoluciones acerca de la
guerra, problema importante y de palpitante actualidad. Publicamos estas
resoluciones a continuación, esperando que sean útiles a todos los socialdemócratas
que buscan seriamente el camino hacia una causa viva para salir del caos actual
de opiniones, el cual se reduce, en el fondo, a reconocer de palabra el
internacionalismo y a propender en la práctica a la conciliación a toda costa,
de un modo u otro, con el social chovinismo. Agreguemos que los debates en torno a la consigna de los “Estados Unidos de Europa” tomaron
un carácter político unilateral y se acordó aplazar el planteamiento de esta
cuestión hasta que se discuta en la prensa el aspecto económico del problema
LAS RESOLUCIONES DE LA CONFERENCIA
Tomando como
base el manifiesto del Comité Central, publicado en el núm. 33, la conferencia
señala las siguientes tesis para dar una mayor sistematización a la propaganda:
Acerca del carácter de la guerra
La guerra
actual tiene carácter imperialista. Esta guerra es producto de las condiciones
de una época en la que el capitalismo ha alcanzado la fase superior de
desarrollo; en la que tiene ya la importancia más esencial no sólo la
exportación de mercancías, sino también la exportación de capital; en la que la
cartelización de la producción y la internacionalización de la vida económica
han adquirido proporciones considerables; en la que la política colonial ha
conducido al reparto de casi todo el globo terráqueo; una época en la que las
fuerzas productivas del capitalismo mundial han rebasado el marco limitado de
las divisiones en Estados nacionales; una
época en la que han madurado por completo las condiciones objetivas para
realizar el socialismo
Sobre la consigna de “defensa de la
patria”
La verdadera
esencia de la guerra actual consiste en la lucha entre Inglaterra, Francia y
Alemania por el reparto de las colonias y por el saqueo de los países
competidores, así como en la aspiración del zarismo y de las clases dominantes
de Rusia a apoderarse de Persia, Mongolia, la Turquía asiática, Constantinopla,
Galitzia, etc.. El elemento nacional en la guerra austro-servia tiene un
significado completamente subalterno y no modifica el carácter imperialista general
de la guerra.
Toda la historia económica y diplomática de
los últimos decenios muestra que ambos grupos de naciones beligerantes han
venido preparando de modo sistemático una guerra precisamente de este carácter.
El problema de qué grupo ha asestado el primer golpe militar o ha sido el
primero en declarar la guerra no tiene importancia alguna para determinar la
táctica de los socialistas. Las frases
acerca de la defensa de la patria, de la resistencia a la invasión enemiga, de
la guerra defensiva, etc., son por ambas partes un completo engaño al pueblo.
Las guerras
verdaderamente nacionales registradas, sobre todo, en la época de 1789-1871 se
fundaban en un largo proceso de movimientos nacionales de masas, de lucha
contra el absolutismo y el feudalismo, de derrocamiento de la opresión nacional
y de creación de Estados sobre una base nacional, como premisa del desarrollo
capitalista.
La ideología nacional formada por esta época
dejó profundas huellas en la masa de la pequeña burguesía y de una parte del
proletariado. De ellos aprovechan ahora, en una época completamente distinta, en la época imperialista, los sofistas de la
burguesía y los traidores al socialismo que se arrastran tras ellos para
dividir a los obreros y apartarlos de sus tareas de clase y de la lucha
revolucionaria contra la burguesía.
Hoy son más
justas que nunca las palabras del Manifiesto Comunista de que «los obreros no tienen
patria». Sólo la lucha internacional del proletariado contra burguesía
puede preservar sus conquistas y abrir a las masas oprimidas el camino a un
futuro mejor
Las consignas de la socialdemocracia
revolucionaria
«La transformación de la actual guerra
imperialista en guerra civil es la única consigna proletaria justa, indicada
por la experiencia de la Comuna, señalada por la resolución de Basilea (1912) y
derivada de todas las condiciones de la guerra imperialista entre los países
burgueses de alto desarrollo».
La guerra civil a que exhorta la
socialdemocracia revolucionaria en la época presente es la lucha del
proletariado con las armas en la mano contra burguesía, por la expropiación de la clase de los capitalistas en los países
capitalistas avanzados, por la revolución democrática en Rusia (república
democrática, jornada de ocho horas y confiscación de las tierras de los
terratenientes), por la república en los países monárquicos atrasados en
general, etcétera.
Las calamidades extremas que la guerra acarrea
a las masas han de engendrar forzosamente estados de ánimo y movimientos
revolucionarios, para cuya generalización y orientación debe servir la consigna
de guerra civil.
En la
actualidad, la organización de la clase obrera está fuertemente quebrantada.
Sin embargo, la crisis revolucionaria madura. Después de la guerra, las clases
dominantes de todos los países tensarán aún sus esfuerzos para hacer retroceder
por largos decenios el movimiento emancipador del proletariado. La tarea de la socialdemocracia
revolucionaria, tanto en el caso de que el desarrollo revolucionario tenga
un ritmo rápido, como en el de que la crisis adquiera carácter prolongado,
consistirá en no renunciar a la larga labor cotidiana, no menospreciar
anteriores métodos de la lucha de clase. Su tarea consistirá en enfilar contra
el oportunismo, en el espíritu de la lucha revolucionaria de las masas, tanto
el parlamentarismo como la lucha económica.
Como
primeros pasos hacia la transformación de la actual guerra imperialista en
guerra civil hay que señalar los siguientes: 1) negarse incondicionalmente a votar los créditos de guerra y
salir de los ministerios burgueses; 2)
romper por completo con la política de «paz civil» (bloc national,
Burgfrieden); 3) crear una
organización clandestina en todas partes donde los gobiernos y la burguesía
supriman las libertades constitucionales al implantar el estado de guerra; 4) apoyar la confraternización de los
soldados de las naciones beligerantes en las trincheras y en los teatros de
operaciones en general; 5) apoyar
todo género de acciones revolucionarias de masas del proletariado.
El oportunismo y la bancarrota de la
II Internacional
La
bancarrota de la II Internacional es la bancarrota del oportunismo socialista.
Este último es producto de la precedente época «pacífica» de desarrollo del
movimiento obrero. Dicha época ha enseñado a la clase obrera medios de lucha
tan importantes como la utilización del parlamentarismo y de todas las
posibilidades legales, la creación de organizaciones económicas y políticas de
masas, de una amplia prensa obrera, etc.. Por otra parte, dicha época ha engendrado la tendencia a negar la lucha de clases y a
predicar la paz social, a negar la revolución socialista, a negar por principio
las organizaciones clandestinas, a admitir el patriotismo burgués, etc..
Ciertos sectores de la clase obrera (la burocracia del movimiento obrero y la
aristocracia obrera, que recibía de cuando en cuando una reducida parte de los
beneficios procedentes de la explotación de las colonias y de la situación
privilegiada de su “patria” en el mercado mundial), así como los compañeros de
viaje pequeñoburgueses en el seno de los partidos socialistas, han sido el
principal punto de apoyo social de esas tendencias y los vehículos de la
influencia burguesa en el proletariado.
La funesta
influencia del oportunismo se ha manifestado con claridad particular en la
política seguida durante la guerra por la mayoría de los partidos
socialdemócratas oficiales de la II Internacional. Votar los créditos de
guerra, participar en los ministerios, aplicar la política de «paz civil» y
negarse a crear una organización ilegal cuando la legalidad ha sido suprimida
significan sabotear importantísimos acuerdos de la Internacional y traicionar
abiertamente al socialismo.
La III Internacional
La crisis
provocada por la guerra ha puesto al desnudo la verdadera esencia del
oportunismo, mostrándolo en el papel de auxiliar directo de la burguesía contra
el proletariado. El llamado “centro” socialdemócrata, con Kautsky a la cabeza,
ha rodado en los hechos por completo hacia el oportunismo, encubriéndolo con
frases hipócritas altamente perjudiciales y con una falsificación del marxismo
que lo adapta al imperialismo. La experiencia muestra que en Alemania, por
ejemplo, sólo contraviniendo decididamente la voluntad de la mayoría de la
cúspide del partido ha sido posible salir en defensa del punto de vista
socialista. Sería una ilusión dañina confiar en la reconstitución de una
Internacional socialista de verdad sin deslindarse por completo de los oportunistas
en el terreno de la organización.
El POSDR
debe apoyar todas las acciones internacionales y revolucionarias de masas del
proletariado, esforzándose por acercar a todos los elementos antichovinistas de
la Internacional
El pacifismo y la consigna de paz
El pacifismo y la prédica abstracta
de la paz son una de las formas de embaucar a la clase obrera. Bajo el capitalismo, y sobre
todo en su fase imperialista, las guerras son inevitables. Mas, por otra
parte, los socialdemócratas no pueden negar el significado positivo de las
guerras revolucionarias, es decir, de las guerras no imperialistas, como
las que tuvieron lugar, por ejemplo, de 1789 a 1871 para derrocar la opresión
nacional y crear Estados capitalistas nacionales sobre la base de los Estados
feudales fraccionados, o las guerras que son posibles para salvaguardar las
conquistas del proletariado triunfante en la lucha contra la burguesía.
En la actualidad, una propaganda de
la paz que no vaya acompañada del llamamiento a la acción revolucionaria de las
masas sólo puede sembrar ilusiones, corromper al proletariado, infundiéndole
confianza en el humanismo de la burguesía, y hacer de él un juguete en manos de
la diplomacia secreta de los países beligerantes. Es profundamente errónea, en
particular, la idea sobre la posibilidad de la llamada paz democrática sin una
serie de revoluciones.
La derrota de la monarquía zarista
En cada
país, la lucha contra el Gobierno propio que sostiene la guerra imperialista no
debe detenerse ante la posibilidad de la derrota de dicho país como resultado
de la agitación revolucionaria. La derrota del ejército gubernamental debilita
a ese Gobierno, contribuye a la liberación de las nacionalidades que oprime y
facilita la guerra civil contra las clases gobernantes.
Esta tesis
es acertada especialmente si se la aplica a Rusia. La victoria de Rusia traería
consigo el fortalecimiento de la reacción mundial, la intensificación de la
reacción dentro del país, e iría acompañada del sojuzgamiento completo de los
pueblos de las regiones ya conquistadas. En vista de ello la derrota de Rusia
es, en todas las condiciones, el mal menor
La actitud hacia los demás partidos y
grupos
La guerra,
que ha provocado una ola de chovinismo, ha descubierto que son prisioneros de
éste tanto los intelectuales demócratas (populistas) y el partido de los
socialistas revolucionarios, siendo total la inestabilidad de su corriente de
oposición en Misl, como el núcleo fundamental de los liquidadores (Nasha
Zariá), apoyado por Plejánov. En la práctica, son también partidarios del
chovinismo el Comité de Organización – comenzando por el apoyo disimulado que
le prestan Larin y Mártov y terminando por la defensa de principios que hace
Axelrod de las ideas del patriotismo – y el Bund, en el que predomina chovinismo
germanófilo. El Bloque de Bruselas (del 3 de julio de 1914) se ha disgregado
por completo. En cuanto a los elementos que se agrupaban en torno de Nashe
Slovo, pendulan entre la simpatía platónica por el internacionalismo y el
anhelo de unidad a toda costa con Nasha Zariá y el Comité de Organización. La
misma vacilación manifiesta el grupo socialdemócrata de Chjeídze: por un lado,
ha expulsado al plejanovista, es decir, al chovinista, a Mankov, y, por el
otro, desea encubrir a cualquier precio el chovinismo de Plejánov, de Nasha
Zariá, de Axelrod, del Bund, etcétera. Es tarea del Partido Obrero
Socialdemócrata de Rusia fortalecer en lo sucesivo la unidad proletaria forjada
en 1912-1914, sobre todo por Pravda, y reconstituir las organizaciones
socialdemócratas partidistas de la clase obrera sobre la base de deslindarse
decididamente de los socialchovinistas en el terreno de la organización. Los
acuerdos temporales sólo son admisibles con los socialdemócratas que sean
partidarios de un rompimiento categórico, en el plano de la organización, con
él Comité de Organización, con Nasha Zariá y con el Bund
Leon Trotsky
Manifiesto de Zimmerwald 8 de septiembre de 1915 (Redactado por León Trotsky)
Redactado:
Por Leon Trotsky, para la Conferencia de Zimmerwald, el 8 de Septiembre de 1915
Fuente de
esta edición al castellano:
http://ghescuela.blogspot.com/2011/04/i-guerra-mundial-v-manifiesto-de.html
"¡Proletarios
de Europa!
¡Hace más de
un año que dura la guerra! Millones de cadáveres cubren los campos de batalla.
Millones de hombres quedaran mutilados para el resto de sus días. Europa se ha
convertido en un gigantesco matadero de hombres. Toda la civilización, creada
por el trabajo de muchas generaciones está condenada a la destrucción. La
barbarie más salvaje celebra hoy su triunfo sobre todo aquello que hasta la
fecha constituía el orgullo de la humanidad.
Cualesquiera
que sean los principales responsables directos del desencadenamiento de esta
guerra, una cosa es cierta: la guerra que ha provocado todo este caos es
producto del imperialismo. Esta guerra ha surgido de la voluntad de las clases
capitalistas de cada nación de vivir de la explotación del trabajo humano y de
las riquezas naturales del planeta. De tal manera que las naciones
económicamente atrasadas o políticamente débiles caen bajo el yugo de las
grandes potencias que, con esta guerra, intentan rehacer el mapa del mundo, a
sangre y fuego, de acuerdo con sus intereses explotadores. Es así como naciones
y países enteros como Bélgica, Polonia, los estados de los Balcanes y Armenia
corren el riesgo de ser anexionados en todo o en parte por el simple juego de
las compensaciones.
Los
objetivos de la guerra aparecen en toda su desnudez a medida que los
acontecimientos se desarrollan. Pieza a pieza, caen los velos que han ocultado
a la conciencia de los pueblos el significado de esta catástrofe mundial.
Los capitalistas de todos los países, que
acuñan con la sangre de los pueblos la moneda roja de los beneficios de guerra,
afirman que la guerra va a servir para la
defensa de la patria, de la democracia y de la liberación de los pueblos
oprimidos. Mienten. La verdad es que, de hecho, ellos entierran bajo los
hogares destruidos, la libertad de sus propios pueblos al mismo tiempo que la
independencia de las demás naciones. Lo que va a resultar de la guerra van a
ser nuevas cadenas y nuevas cargas y es el proletariado de todos los países,
vencedores o vencidos el que tendrá que soportarlas.
"Incremento
del bienestar", dijeron, al declararse la guerra.
Miseria y
privaciones, desempleo y aumento del coste la vida, enfermedades y epidemias,
son los verdaderos resultados de la guerra. Por décadas los gastos de guerra
absorberán lo mejor de las fuerzas de los pueblos comprometiendo la conquista
de mejoras sociales y dificultando todo progreso.
Colapso de
la civilización, depresión económica, reacción política; estos son los
beneficiarios de este terrible conflicto de pueblos. La guerra revela así el
verdadero carácter del capitalismo moderno que se ha revelado incompatible no
sólo con los intereses de las clases trabajadoras sino también con las condiciones
elementales de existencia de la comunidad humana.
Las
instituciones del régimen capitalista que disponían de la suerte de los
pueblos, los gobiernos -monárquicos o republicanos- la diplomacia
secreta, las poderosas organizaciones patronales, los partidos burgueses, la
prensa capitalista y la Iglesia: sobre todas ellas pesa la responsabilidad de
esta guerra nacida de un orden social que los nutre, que ellos defienden y que
no sirve más que a sus intereses.
¡Trabajadores!
Vosotros,
ayer explotados, desposeídos, despreciados habéis sido llamados hermanos y
camaradas cuando ha llegado la hora de enviaros a la masacre y a la muerte. Y
hoy que el militarismo os ha mutilado, destrozado, humillado, aplastado, las
clases dominantes y los poderosos reclaman de vosotros además la abdicación de
vuestros intereses y la renuncia a vuestros ideales, en una palabra, una
sumisión de esclavos a la paz social. Os arrebatan la posibilidad de
expresar vuestras opiniones, vuestros sentimientos, vuestros sufrimientos. Os prohíben
formular vuestras reivindicaciones y defenderlas. La prensa controlada, las
libertades y los derechos políticos pisoteados: es el reinado de la dictadura
militarista con puño de hierro.
Nosotros no
podemos ni debemos permanecer inactivos ante esta situación que amenaza el
porvenir de Europa y la Humanidad.
Durante
muchos años el proletariado socialista ha encabezado la lucha contra el
militarismo; con una creciente aprensión sus representantes se preocuparon en
sus congresos nacionales e internacionales del peligro de guerra que el
imperialismo hacía paso a paso más amenazante. En Stuttgart, en Copenhague, en
Basilea, los congresos socialistas internacionales trazaron la vía que debía
seguir el proletariado.
No obstante,
partidos socialistas y organizaciones obreras de varios países, pese a haber
contribuido en su día a la elaboración de estas decisiones, han olvidado y
repudiado desde el comienzo de la guerra las obligaciones que les imponían. Sus
representantes y dirigentes han llamado e inducido a los trabajadores a abandonar la lucha de clases, el
único medio posible y eficaz para la
emancipación proletaria. Han
votado con sus clases dirigentes los presupuestos de guerra; se han
colocado a la disposición de sus gobiernos para prestarles los más diversos
servicios; han intentado a través de su prensa y sus enviados ganar a los
neutrales a la política de sus gobiernos respectivos; han incorporado a los
gobiernos "ministros socialistas"
como rehenes para la preservación de la "Unión Sagrada" y para ello han aceptado ante la clase obrera
compartir con las clases dirigentes las responsabilidades actuales y futuras de
esta guerra, de sus objetivos y de sus métodos. Y de la misma manera que ha
ocurrido con los partidos separadamente, el más alto organismo de las
organizaciones socialistas de todos los países, la Oficina Socialista
Internacional, también ha fallado y faltado a sus obligaciones.
Estas con
las causas que explican que la clase obrera que no había sucumbido al pánico
nacional del primer periodo de la guerra o que poco después se había liberado
de él, no haya encontrado aún en el segundo año de la matanza de pueblos los
medios para emprender en todos los países una lucha activa y simultanea por la
paz.
En esta situación intolerable, nosotros,
representantes de partidos socialistas, de sindicatos y de minorías de estas
organizaciones; alemanes, franceses, italianos, rusos, polacos, letones,
rumanos, búlgaros, suecos, noruegos, suizos, holandeses, nosotros que no nos
situamos en el terreno de la solidaridad nacional con nuestros exploradores,
sino que permanecemos fieles a la solidaridad internacional del proletariado
y a la lucha de clases, nos hemos reunido aquí para reanudar los lazos
rotos de las relaciones internacionales, para llamar a la clase obrera a
recobrar la conciencia de sí misma y situarla en la lucha por la paz.
Esta lucha es la lucha por la libertad, por la
fraternidad de los pueblos, por el socialismo. Hay que emprender esta lucha por la paz, por la
paz sin anexiones ni indemnizaciones de guerra. Pero una paz así no es
posible más que con la condición de condenar todo proyecto de violación de
derechos y de libertades de los pueblos. Esa
paz no debe conducir ni a la ocupación de países enteros ni a las anexiones
parciales. Nada de anexiones, ni reconocidas ni ocultas y mucho menos aún
subordinaciones económicas que, en razón de la pérdida de autonomía política
que entrañan, resultan todavía más intolerables si cabe. El derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos debe ser el
fundamento inquebrantable en el orden de las relaciones de nación a nación.
¡Trabajadores!.
Desde que la guerra se desencadenó
habéis puesto todas vuestras fuerzas, todo vuestro valor y vuestra capacidad de
aguante al servicio de las clases poseedoras para mataros los unos a los otros. Hoy en día es precisa que, permaneciendo sobre el terreno de la
lucha de clases irreductible, actuéis en beneficio de vuestra propia causa por
los fines sagrados del socialismo, por la emancipación de los pueblos oprimidos
y de las clases esclavizadas.
Es el deber
y la tarea de los socialistas de los estados beligerantes desarrollar esta
lucha con toda su energía. Es el deber y la tarea de los socialistas de los
Estados neutrales ayudar a sus hermanos, por todos los medios, en esta lucha
contra la barbarie sanguinaria.
Jamás en la
historia del mundo ha habido tarea más urgente, más elevada, más noble; su
cumplimiento debe ser nuestra obra común. Ningún sacrificio es demasiado
grande, ninguna carga demasiada pesada para conseguir este objetivo: el
restablecimiento de la paz entre los pueblos.
Obreros y
obreras, padres y madres, viudas y huérfanos, heridos y mutilados, a todos
vosotros que estáis sufriendo la guerra y por la guerra, nosotros os decimos:
Por encima de las fronteras, por encima de los campos de batalla, por encima de
los campos y las ciudades devastadas. ¡Proletarios
de todos los países, uníos!
Zimmerwald,
septiembre de 1915
Por la
delegación alemana: Georg Ledebour, Adolf Hoffmann.
Por la
delegación francesa: A. Bourderon, A. Merrheim.
Por la
delegación italiana: G. E. Modigliani, Constantino Lazzari.
Por la
delegación rusa: N. Lenin, Paul Axelrod, M. Bobrov.
Por la
delegación polaca: St. Lapinski, A .Varski, Cz. Hanecki.
En nombre de la delegación rumana: C.
Racovski;
En nombre de
la delegación búlgara: VassilKolarov.
Por la
delegación sueca y noruega: Z. H?glund, Ture Nerman.
Por la
delegación holandesa: H. RolandHolst.
Por la
delegación suiza: Robert Grimm, Charles Naine.
https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1915/septiembre/08.htm
Lenin y el
socialismo en un solo país. El término marxismo-leninismo fue creado por José
Stalin
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/02/lenin-y-el-socialismo-en-un-solo-pais.html
V. I. Lenin
El programa militar de la revolución proletaria
Escrito: En septiembre de
1916.
Primera publicación: Publicado por vez primera en septiembre y
octubre de 1917, en los números 9 y 10 de Jugend-Internationale.
En ruso se publicó por vez primera en 1929, en las ediciones 2 y 3, tomo XIX,
de las Obras Completas de V. I.
Lenin.*
Versión digital: Biblioteca
de Textos Marxistas.
Preparado para el MIA: Texto
cotejado con el que aperece en V. I. Lenin, Tres
artículos de Lenin sobre la guerra y la paz, (Pekín: Ediciones
en Lenguas Extranjeras) 1976 y ajustado al formato del MIA por Juan Fajardo,
diciembre de 2000.
En Holanda, Escandinavia y Suiza, entre los socialdemócratas
revolucionarios, que luchan contra esa mentira socialchovinista de la
"defensa de la patria" en la actual guerra imperialista, suenan voces
en favor de la sustitución del antiguo punto del programa mínimo
socialdemócrata: "milicia" o "armamento del pueblo", por
uno nuevo: "desarme". Jugend-Internationale ha abierto una discusión
sobre este problema, y en su número 3 ha publicado un editorial en favor del
desarme. En las últimas tesis de R. Grimm [1]
encontramos también, por desgracia, concesiones a la idea del
"desarme". Se ha abierto una discusión en las revistas Neues Leben [2] y
Vorbote [El Precursor]. Examinemos la posición de los defensores del desarme.
I
Como argumento fundamental se aduce que la reivindicación del
desarme es la expresión más franca, decidida y consecuente de la lucha contra
todo militarismo y contra toda guerra.
Pero precisamente en este argumento fundamental reside la
equivocación fundamental de los partidarios del desarme.
Los
socialistas, si no dejan de serlo, no pueden estar contra toda guerra.
En primer lugar,
los socialistas nunca han sido ni podrán ser enemigos de las guerras
revolucionarias. La burguesía de las "grandes" potencias
imperialistas es hoy reaccionaria de pies a cabeza, y nosotros reconocemos que
la guerra que ahora hace esa burguesía es una guerra reaccionaria, esclavista y
criminal. Pero, ¿qué podría decirse de
una guerra contra esa burguesía, de una guerra, por ejemplo, de los pueblos que
esa burguesía oprime y que de ella dependen, o de los pueblos coloniales, por
su liberación? En el 5ƒ punto de las tesis del grupo "La
internacional", leemos: "En
la época de este imperialismo desenfrenado ya no puede haber guerras nacionales
de ninguna clase" -- esto es evidentemente erróneo.
La historia del siglo XX, siglo del "imperialismo
desenfrenado", está llena de guerras coloniales. Pero lo que nosotros, los
europeos, opresores imperialistas de la mayoría de los pueblos del mundo, con
el repugnante chovinismo europeo que nos es peculiar, llamamos "guerras
coloniales", son a menudo guerras nacionales o insurrecciones nacionales de
esos pueblos oprimidos. Una de las características esenciales del imperialismo
consiste, precisamente, en que acelera el desarrollo del capitalismo en los
países más atrasados, ampliando y recrudeciendo así la lucha contra la opresión
nacional. Esto es un hecho. Y de él se deduce inevitablemente que en muchos
casos el imperialismo tiene que engendrar guerras nacionales. Junius, que en un folleto suyo
defiende las "tesis" arriba mencionadas, dice que en la época imperialista toda guerra nacional contra una de
las grandes potencias imperialistas conduce a la intervención de otra gran
potencia, también imperialista, que compite con la primera, y que, de este
modo, toda guerra nacional se convierte en guerra imperialista. Mas
también este argumento es falso. Eso puede suceder, pero no siempre sucede
así. Muchas guerras coloniales, entre 1900 y 1914, no siguieron este camino. Y
sería sencillamente ridículo decir que, por ejemplo, después de la guerra
actual, si termina por un agotamiento extremo de los países beligerantes,
"no puede" haber "ninguna" guerra nacional, progresiva,
revolucionaria, por parte de China, pongamos por caso, en unión de la
India, Persia, Siam, etc., contra las grandes potencias.
Rosa
Luxemburgo. El folleto Junius: La
crisis de la socialdemocracia alemana. 1915
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/12/rosa-luxemburgo-el-folleto-junius-la.html
Negar toda posibilidad de guerras nacionales bajo el
imperialismo es teóricamente falso, erróneo a todas luces desde el punto de
vista histórico, y equivalente, en la práctica, al chovinismo europeo. ¡Nosotros, que pertenecemos a naciones que
oprimen a centenares de millones de personas en Europa, en África, en Asia,
etc., tenemos que decir a los pueblos
oprimidos que su guerra contra "nuestras" naciones es
"imposible"!
En segundo lugar,
las guerras civiles también son guerras. Quien admita la lucha de clases no
puede menos de admitir las guerras civiles, que en toda sociedad de clases
representan la continuación, el desarrollo y el recrudecimiento -- naturales y
en determinadas circunstancias inevitables -- de la lucha de clases. Todas las
grandes revoluciones lo confirman. Negar
las guerras civiles u olvidarlas sería caer en un oportunismo extremo y renegar
de la revolución socialista.
En tercer lugar,
el socialismo triunfante en un país no excluye en modo alguno, de golpe, todas
las guerras en general. Al contrario, las presupone. El desarrollo del capitalismo
sigue un curso extraordinariamente desigual en los diversos países. De otro
modo no puede ser bajo el régimen de producción de mercancías. De aquí la conclusión indiscutible de que el
socialismo no puede triunfar simultáneamente en todos los países.
Triunfará en uno o en varios países, mientras los demás seguirán siendo,
durante algún tiempo, países burgueses o preburgueses. Esto no sólo habrá
de provocar rozamientos, sino incluso la tendencia directa de la burguesía de
los demás países a aplastar al proletariado triunfante del Estado socialista.
En tales casos, la guerra sería, de nuestra parte, una guerra legítima y justa.
Sería una guerra por el socialismo, por liberar de la burguesía a los otros
pueblos. Engels tenía completa razón cuando, en su carta a Kautsky del 12 de
septiembre de 1882, [3]
reconocía directamente la posibilidad de "guerras defensivas"
del socialismo ya triunfante. Se refería precisamente a la defensa del
proletariado triunfante contra la burguesía de los demás países.
Sólo cuando hayamos derribado, cuando hayamos vencido y expropiado
definitivamente a la burguesía en todo el mundo, y no sólo en un país, serán
imposibles las guerras. Y desde un punto de vista científico sería
completamente erróneo y antirrevolucionario pasar por alto o disimular lo que
tiene precisamente más importancia: el aplastamiento de la resistencia de la
burguesía, que es lo más difícil, lo que más lucha exige durante el paso al
socialismo. Los popes "sociales" y los oportunistas están siempre
dispuestos a soñar con un futuro socialismo pacífico, pero se distinguen de los
socialdemócratas revolucionarios precisamente en que no quieren pensar ni
reflexionar en la encarnizada lucha de clases y en las guerras de clases para
alcanzar ese bello porvenir.
No debemos consentir que se nos engañe con palabras. Por
ejemplo: a muchos les es odiosa la idea de la "defensa de la patria", porque los oportunistas francos y los
kautskianos en cubren y velan con ella las mentiras de la burguesía en la
actual guerra de rapiña. Esto es un hecho. Pero de él no se deduce que debamos
olvidar en el sentido de las consignas políticas. Aceptar la "defensa de la patria" en la guerra
actual equivaldría a considerarla "justa", adecuada a los intereses
del proletariado, y nada más, absolutamente nada más, porque la invasión no
está descartada en ninguna guerra. Sería
sencillamente una necedad negar la "defensa
de la patria" por parte de los pueblos oprimidos en su guerra contra
las grandes potencias imperialistas o por parte del proletariado victorioso
en su guerra contra cualquier Galliffet de un Estado burgués.
Desde
el punto de vista teórico sería totalmente erróneo olvidar que toda guerra no
es más que la continuación de la política por otros medios. La actual guerra imperialista es la
continuación de la política imperialista de dos grupos de grandes potencias, y
esa política es originada y nutrida por el conjunto de las relaciones de la
época imperialista. Pero esta misma época ha de originar y nutrir también,
inevitablemente, la política de lucha contra la opresión nacional y de
lucha del proletariado contra la burguesía, y por ello mismo, la posibilidad y
la inevitabilidad, en primer lugar,
de las insurrecciones y guerras nacionales revolucionarias; en segundo lugar, de las guerras e
insurrecciones del proletariado contra la burguesía; en tercer lugar, de la fusión de los dos tipos de guerras
revolucionarias, etc.
II
A lo dicho hay que añadir la siguiente consideración general.
Una clase oprimida que no aspirase a
aprender el manejo de las armas, a tener armas, esa clase oprimida sólo
merecería que se la tratara como a los esclavos. Nosotros, si no
queremos convertirnos en pacifistas burgueses o en oportunistas, no podemos
olvidar que vivimos en una sociedad de clases, de la que no hay ni puede haber
otra salida que la lucha de clases. En toda sociedad de clases -- ya se funde
en la esclavitud, en la servidumbre, o, como ahora, en el trabajo asalariado --
, la clase opresora está armada. No sólo el ejército regular moderno, sino
también la milicia actual -- incluso en las repúblicas burguesas más
democráticas, como, por ejemplo, en Suiza -- , representan el armamento de la
burguesía contra el proletariado. Esta es una verdad tan elemental, que apenas
si hay necesidad de detenerse especialmente en ella. Bastará recordar el empleo
del ejército contra los huelguistas en todos los países capitalistas.
El armamento de la burguesía contra el proletariado es uno de
los hechos más considerables, fundamentales e importantes de la actual sociedad
capitalista. ¡Y ante semejante hecho se propone a los socialdemócratas
revolucionarios que planteen la "reivindicación" del
"desarme"! Esto equivale a renunciar por completo al punto de vista
de la lucha de clases, a renegar de toda idea de revolución. Nuestra consigna debe ser: armar al
proletariado para vencer, expropiar y desarmar a la burguesía. Esta es
la única táctica posible para una clase revolucionaria, táctica que se
desprende de todo el desarrollo objetivo del militarismo capitalista, y que es
prescrita por este desarrollo. Sólo después de haber desarmado a la burguesía
podrá el proletariado, sin traicionar su misión histórica universal, convertir
en chatarra toda clase de armas en general, y así lo hará indudablemente el
proletariado, pero sólo entonces; de ningún modo antes.
Si la guerra actual
despierta entre los reaccionarios socialistas cristianos y entre los jeremias
pequeños burgueses sólo susto y horror, sólo repugnancia hacia todo empleo de
las armas, hacia la sangre, la muerte, etc., nosotros, en cambio, debemos decir: la sociedad capitalista ha
sido y es siempre un horror sin fin. Y si ahora la guerra actual, la más
reaccionaria de todas las guerras, prepara a esa sociedad un fin con horror, no
tenemos ningún motivo para entregarnos a la desesperación. Y en una época en
que, a la vista de todo el mundo, se está preparando por la misma burguesía la
única guerra legítima y revolucionaria, a saber: la guerra civil contra la burguesía imperialista, la
"reivindicación" del desarme, o mejor dicho, la ilusión del desarme
es única y exclusivamente, por su significado objetivo, una prueba de
desesperación.
Al que diga que esto es una teoría al margen de la vida, le
recordaremos dos hechos de carácter histórico universal: el papel de los trusts
y del trabajo de las mujeres en las fábricas, por un lado, y la Comuna de 1871
y la insurrección de diciembre de 1905 en Rusia, por el otro.
El
propósito de la burguesía es desarrollar trusts, empujar a niños y mujeres a
las fábricas, donde los tortura, los pervierte y los condena a la extrema
miseria. Nosotros no "exigimos" semejante desarrollo, no
lo "apoyamos", luchamos contra él. Pero ¿cómo luchamos? Sabemos
que los trusts y el trabajo de las mujeres en las fábricas son progresistas.
No queremos volver atrás, a los oficios artesanos, al capitalismo
premonopolista, al trabajo doméstico de la mujer. ¡Adelante, a través de
los trusts, etc., y más allá de ellos, hacia el socialismo!
Este razonamiento, con las correspondientes modificaciones,
es también aplicable a la actual militarización del pueblo. Hoy la burguesía
imperialista no sólo militariza a todo el pueblo, sino también a la juventud. Mañana
tal vez empiece a militarizar a las mujeres. Nosotros debemos decir ante esto: ¡tanto mejor! ¡Adelante,
rápidamente! Cuanto más rápidamente, tanto más cerca se estará de la
insurrección armada contra el capitalismo. ¿Cómo pueden los
socialdemócratas dejarse intimidar por la militarización de la juventud, etc.,
si no olvidan el ejemplo de la Comuna? Eso no es una "teoría al margen de
la vida", no es una ilusión, sino un hecho. Y sería en verdad gravísimo que
los socialdemócratas, pese a todos los hechos económicos y políticos,
comenzaran a dudar de que la época imperialista y las guerras imperialistas
deben conducir inevitablemente a la repetición de tales hechos.
Cierto observador
burgués de la Comuna escribía en mayo de 1871 en un periódico inglés: "¡Si
la nación francesa estuviera formada sólo por mujeres, qué nación tan horrible
sería!" Mujeres y niños hasta
de trece años lucharon en los días de la Comuna al lado de los hombres. Y
no podrá suceder de otro modo en las futuras batallas por el derrocamiento de
la burguesía. Las mujeres proletarias no contemplarán pasivamente cómo la
burguesía, bien armada, ametralla a los obreros, mal armados o inermes. Tomarán
las armas, como en 1871, y de las asustadas naciones de ahora, o mejor dicho,
del actual movimiento obrero, desorganizado más por los oportunistas que por
los gobiernos, surgirá indudablemente, tarde o temprano, pero de un modo
absolutamente indudable, la unión internacional de las "horribles naciones"
del proletariado revolucionario.
La militarización penetra ahora toda la vida social. El
imperialismo es una lucha encarnizada de las grandes potencias por el reparto y
la redistribución del mundo, y por ello tiene que concluir inevitablemente a un
reforzamiento de la militarización en todos los países, incluso en los
neutrales y pequeños. ¿¿Con qué harán frente a esto las mujeres proletarias??
¿Se limitarán a maldecir toda guerra y todo lo militar, se limitarán a exigir
el desarme? Nunca se conformarán con papel tan vergonzoso las mujeres de una
clase oprimida que sea verdaderamente revolucionaria. Les dirán a sus hijos:
"Pronto serás grande. Te darán un fusil. Tómalo y aprende bien a manejar
las armas. Es una ciencia imprescindible para los proletarios, y no para disparar
contra tus hermanos, los obreros de otros países, como sucede en la guerra
actual, y como te aconsejan que lo hagas los traidores al socialismo, sino para luchar contra la burguesía de tu
propio país, para poner fin a la
explotación, a la miseria y a las guerras, no con buenos deseos, sino
venciendo a la burguesía y desarmándola".
De renunciar a esta propaganda, precisamente a esta propaganda,
en relación con la guerra actual, mejor
es no decir más palabras solemnes sobre la socialdemocracia revolucionaria
internacional, sobre la revolución socialista, sobre la guerra contra la guerra.
III
Los partidarios del desarme se pronuncian contra el punto del
programa referente al "armamento del pueblo", entre otras razones,
porque, según dicen, esta reivindicación conduce más fácilmente a las
concesiones al oportunismo. Ya hemos examinado más arriba lo más importante: la
relación entre el desarme y la lucha de clases y la revolución social. Examinaremos
ahora qué relación guarda la reivindicación del desarme con el oportunismo. Una
de las razones más importantes de que esta reivindicación sea inadmisible
consiste precisamente en que ella, y las ilusiones a que da origen, debilitan y
enervan inevitablemente nuestra lucha contra el oportunismo.
No cabe duda de que
esta lucha es el principal problema inmediato de la Internacional. Una lucha
contra el imperialismo que no esté indisolublemente ligada a la lucha contra el
oportunismo es una frase vacía o un engaño. Uno de los principales defectos de
Zimmerwald y de Kienthal, [4] una
de las principales causas del posible fracaso de estos gérmenes de la III
Internacional, consiste precisamente en que ni siquiera se ha planteado
francamente el problema de la lucha contra el opor tunismo, sin hablar ya de
una solución de este problema que señale la necesidad de romper con los
oportunistas. El oportunismo triunfó, temporalmente, en el seno del movimiento
obrero europeo. En todos los países más importantes han aparecido dos matices
fundamentales del oportunismo: primero, el socialimperialismo franco, cínico, y
por ello menos peligroso, de los Plejánov, los Scheidemann, los Legien, los
Albert Thomas y los Sembat, los Vandervelde, los Hyndman, los Henderson, etc.;
segundo, el encubierto, kautskiano: Kautsky-Haase y el "Grupo
Socialdemócrata del Trabajo"[5] en
Alemania; Longuet, Pressemane, Mayeras, etc., en Francia Ramsay McDonald y
otros jefes del "Partido Laborista Independiente", en Inglaterra;
Mártov, Chjeídse, etc., en Rusia; Treves y otros reformistas llamados de
izquierda, en Italia.
El oportunismo franco esta directa y abiertamente contra la
revolución y contra los movimientos y explosiones revolucionarias que se están
iniciando, y ha establecido una alianza directa con los gobiernos, por muy
diversas que sean las formas de esta alianza, desde la participación en los
ministerios hasta la participación en los comités de la industria armamentista
(en Rusia)[6]. Los
oportunistas encubiertos, los kautskianos (aquí, aquí, aquí), son
mucho más nocivos y peligrosos para el movimiento obrero porque la defensa que
hacen de la alianza con los primeros la encubren con palabrejas
"marxistas" y consignas pacifistas que suenan plausiblemente. La
lucha contra estas dos formas del oportunismo dominante debe ser desarrollada
en todos los terrenos de la política proletaria: parlamento, sindicatos,
huelgas, en la cuestión militar, etc. La particularidad principal que distingue
a estas dos formas del oportunismo dominante consiste en que el problema
concreto de la relación entre la guerra actual y la revolución y otros
problemas concretos de la revolución se silencian y se encubren, o se tratan
con la mirada puesta en las prohibiciones policíacas. Y eso a pesar de que
antes de la guerra se había señalado infinidad de veces, tanto en forma no oficial
como con carácter oficial en el Manifiesto de Basilea, la relación que guardaba
precisamente esa guerra inminente con la revolución proletaria. Mas el defecto
prin cipal de la reivindicación del desarme consiste precisamente en que se
pasan por alto todos los problemas concretos de la revolución. ¿O es que los
partidarios del desarme están a favor de un tipo completamente nuevo de
revolución sin armas?
Prosigamos. En modo alguno estamos contra la lucha por las
reformas. No queremos desconocer la triste posibilidad de que la humanidad --
en el peor de los casos -- pase todavía por una segunda guerra imperialista, si
la revolución no surge de la guerra actual, a pesar de las numerosas
explosiones de efervescencia y descontento de las masas y a pesar de nuestros
esfuerzos. Nosotros somos partidarios de un programa de reformas que también
debe ser dirigido contra los oportunistas. Los oportunistas no harían sino
alegrarse en el caso de que les dejasemos por entero la lucha por las reformas
y nos eleváramos a las nubes de un vago "desarme", para huir de una
realidad lamentable. El "desarme" es precisamente la huida frente a
una realidad detestable, y en modo alguno la lucha contra ella.
En semejante programa nosotros diríamos aproximadamente:
"La consigna y el reconocimiento de
la defensa de la patria en la guerra imperialista de 1914-1916 no sirven más
que para corromper el movimiento obrero con mentiras burguesas". Esa
respuesta concreta a cuestiones concretas sería teóricamente más justa, mucho
más útil para el proletariado y más insoportable para los oportunistas que la
reivindicación del desarme y la renuncia a "toda" defensa de la
patria. Y podríamos añadir: "La burguesía de todas las grandes potencias
imperialistas, de Inglaterra, Francia, Alemania, Austria, Rusia, Italia, el
Japón y los Estados Unidos, es hoy hasta tal punto reaccionaria y está tan
penetrada de la tendencia a la dominación mundial, que toda guerra por parte de
la burguesía de estos países no puede ser más que reaccionaria. El proletariado no sólo debe oponerse a toda
guerra de este tipo, sino que debe desear la derrota de 'su' gobierno en tales
guerras y utilizar esa derrota para una insurrección revolucionaria, si fracasa
la insurrección destinada a impedir la guerra".
En lo que se refiere a la milicia, deberíamos decir: no somos partidarios de la milicia burguesa, sino
únicamente de una milicia proletaria. Por eso, "ni un céntimo, ni un hombre", no sólo para el ejército
regular, sino tampoco para la milicia burguesa, incluso en países como los
Estados Unidos o Suiza, Noruega, etc. Tanto más cuanto que en los países
republicanos más libres (por ejemplo, en Suiza) observamos una prusificación
cada vez mayor de la milicia, sobre todo en 1907 y 1911, y que se la
prostituye, movilizándola contra los huelguistas. Nosotros podemos exigir que los oficiales sean elegidos por el pueblo,
que sea abolida toda justicia militar, que los obreros extranjeros
tengan los mismos derechos que los obreros nacionales (punto de especial importancia para los Estados imperialistas que, como
Suiza, explotan cada vez en mayor número y cada vez con mayor descaro a obreros
extranjeros, sin otorgarles derechos). Y además, que cada cien habitantes
de un país, por ejemplo, tengan derecho a formar asociaciones libres para
aprender el manejo de las armas, eligiendo libremente instructores retribuidos
por el Estado, etc. Sólo en tales condiciones podría el proletariado aprender
el manejo de las armas efectivamente para sí, y no para sus esclavizadores, y
los intereses del proletariado exigen absolutamente ese aprendizaje. La
revolución rusa ha demostrado que todo éxito, incluso un éxito parcial, del
movimiento revolucionario -- por ejemplo, la conquista de una ciudad, un
poblado fabril, una parte del ejército -- obligará inevitablemente al
proletariado vencedor a poner en práctica precisamente ese programa.
Por último, contra el oportunismo no se puede luchar,
naturalmente, sólo con programas, sino vigilando sin descanso para que se los
ponga en práctica de una manera efectiva. El mayor error, el error fatal de la
fracasada II Internacional, consistió en que sus palabras no correspondían a
sus hechos, en que se inculcaba la costumbre de recurrir a la hipocresía y a
una desvergonzada fraseología revolucionaria (véase la actitud de hoy de
Kautsky y Cía. ante el Manifiesto
de Basilea ( aquí). El desarme
como idea social -- es decir, como idea engendrada por determinado ambiente
social, como idea capaz de actuar sobre determinado medio social, y no como
simple extravagancia de un individuo -- tiene su origen, evidentemente, en las
condiciones particulares de vida, "tranquilas" excepcionalmente, de
algunos Estados pequeños, que durante un periodo bastante largo han estado al
margen del sangriento camino mundial de las guerras, y que confían poder seguir
apartados de él. Para convencerse de ello basta reflexionar, por ejemplo, en
los argumentos de los partidarios del desarme en Noruega: "Somos un país
pequeño, nuestro ejército es pequeño, nada podemos hacer contra las grandes
potencias" (y por ello nada pueden hacer tampoco si se les impone por la
fuerza una alianza imperialista con uno u otro grupo de grandes potencias) . .
. , "queremos seguir en paz en nuestro apartado rinconcito y proseguir
nuestra política pueblerina, exigir el desarme, tribunales de arbitraje
obligatorios, una neutralidad permanente, etc." (¿"permanente",
como la de Bélgica?).
La mezquina aspiración de los pequeños Estados a quedarse al
margen, el deseo pequeñoburgués de estar lo más lejos posible de las grandes
batallas de la historia mundial, de aprovechar su situación relativamente
monopolista para seguir en una pasividad acorchada, tal es la situación social
objetiva que puede asegurar cierto éxito y cierta difusión a la idea del
desarme en algunos pequeños Estados. Claro que semejante aspiración es
reaccionaria y descansa toda ella en ilusiones, pues el imperialismo, de uno u
otro modo, arrastra a los pequeños Estados a la vorágine de la economía mundial
y de la política mundial.
En Suiza, por ejemplo,
su situación imperialista prescribe objetivamente dos líneas del movimiento
obrero: los oportunistas, en alianza con
la burguesía, aspiran a hacer de Suiza una unión monopolista
republicano-democrática, a fin de obtener ganancias con los turistas de la
burguesía imperialista y de aprovechar del modo más lucrativo y más tranquilo
posible esta "tranquila" situación monopolista.
Los verdaderos socialdemócratas de Suiza aspiran a utilizar
la relativa libertad del país y su situación "internacional" para
ayudar a la estrecha alianza de los elementos revolucionarios de los partidos obreros
europeos a alcanzar la victoria. En Suiza no se habla, gracias a Dios, un
"idioma propio", sino tres idiomas universales, los tres,
precisamente, que se hablan en los países beligerantes que limitan con ella.
Si los 20.000 miembros del Partido suizo contribuyeran
semanalmente con dos céntimos como "impuesto extraordinario de
guerra", obtendríamos al año 20.000 francos, cantidad más que suficiente
para imprimir periódicamente y difundir en tres idiomas, entre los obreros y
soldados de los países beligerantes, a pesar de las prohibiciones de los
Estados Mayores Generales, todo cuanto diga la verdad sobre la indignación que
comienza a cundir entre los obreros, sobre su fraternización en las trincheras,
sobre sus esperanzas de utilizar revolucionariamente las armas contra la burguesía
imperialista de sus "propios" países, etc.
Nada de esto es nuevo. Precisamente es lo que hacen los
mejores periódicos, como La Sentinelle, Volksrecht y Berner Tagwacht, [7] pero,
por desgracia, en medida insuficiente. Sólo semejante actividad puede hacer de
la magnífica resolución del Congreso de Aarau algo más que una mera resolución
magnífica
La cuestión que ahora nos interesa se plantea en la forma
siguiente: corresponde la reivindicación del desarme a la tendencia revolucionaria
entre los socialdemócratas suizos? Es evidente que no. El "desarme"
es, objetivamente, el programa más nacional, el más específicamente nacional de
los pequeños Estados, pero en manera alguna el programa internacional de la
socialdemocracia revolucionaria internacional.
Firmado: N. Lenin
NOTAS
*El artículo "El programa militar de la revolución
proletaria " fue escrito en alemán en septiembre de 1916 para la prensa de
los socialdemócratas escandinavos de izquierda, que durante la Primera Guerra
Mundial se manifestaron en contra del punto del programa socialdemócrata
relativo al "armamento del pueblo"
y lanzaron la errónea consigna del "desarme".
En diciembre de 1916 el artículo, redactado de nuevo, fue publicado en la
Recopilación del Socialdemócrata, t. II, con el título de "La consigna del
'desarme'" (véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. XXIII). En abril de
1917, poco antes de salir para Rusia, Lenin entregó el texto en alemán del
artículo a la redacción de la revista Jugend-Internationale ; el articulo fue
publicado el mismo año en sus núms. 9 y 10. Jugend-Internationale órgano de la
Liga Internacional de las Organizaciones Socialistas de la Juventud, adherida a
la izquierda de Zimmerwald, se publicó desde septiembre de 1915 hasta mayo de
1918 en Zurich. Lenin emite su juicio acerca de esta revista en la nota
"La Internacional de la Juventud" (véase V. I. Lenin, Obras
Completas, t. XXIII).
[1] Se alude a las tesis sobre la cuestión militar escritas
por R. Grimm (uno de los líderes del Partido Socialdemócrata de Suiza) en el
verano de 1916 con motivo de la preparación del Congreso Extraordinario del
mismo Partido. Este Congreso, cuya celebración había sido señalada para febrero
de 1917, tenía que resolver la cuestión de la actitud de los socialistas suizos
ante la guerra.
[2] Neues Leben (Vida
Nueva) órgano del Partido Socialdemócrata de Suiza; se publicó en Berna desde
enero de 1915 hasta diciembre de 1917. La revista difundía los puntos de vista
de los zimmerwaldianos de derecha; desde comienzos de 1917 adopto la posición
socialchovinista.
[3] Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXXV.
[4] Se alude a las
Conferencias Socialistas Internacionales celebradas por los internacionalistas
en Zimmerwald y Kienthal (Suiza). La Primera Conferencia Socialista
Internacional se celebró del 5 al 8 de septiembre de 1915 en Zimmerwald. En la
Conferencia se enfrentaron los internacionalistas revolucionarios, encabezado
por Lenin, y la mayoría kautskiana. Lenin formó con los internacionalistas de
izquierda el grupo de izquierda de Zimmerwald, en el que sólo el Partido
Bolchevique mantuvo una posición acertada y consecuentemente internacionalista
contra la guerra. La Conferencia aprobó un manifiesto en el que se calificaba
de imperialista la guerra mundial; asimismo condenó la conducta de los
"socialistas" que votaron por los créditos de guerra y tomaron parte
en los gobiernos burgueses, y llamo a los obreros de Europa a desarrollar la lucha
contra la guerra y por la conclusión de un tratado de paz sin anexiones ni
contribuciones. La Conferencia aprobó también una resolución de simpatía a las
víctimas de la guerra y eligió una Comisión Socialista Internacional. Acerca de
la significación de la Conferencia de Zimmerwald, véanse los artículos de Lenin
"El primer paso" y "Los marxistas revolucionarios en
la Conferencia Socialista Internacional del 5 al 8 de septiembre de 1915"
(V. I. Lenin, Obras
Completas,T. XXI). La Segunda Conferencia Socialista Internacional se
celebró en Kienthal del 24 al 30 de abril de 1916. En esta Conferencia el ala
izquierda actuó más unida y fue más fuerte que en la Conferencia de Zimmerwald.
Gracias a los esfuerzos de Lenin, la Conferencia aprobó una resolución que
criticaba el socialpacifismo y la actividad oportunista del Buró Ejecutivo
Socialista Internacional. El manifiesto y las resoluciones aprobados en
Kienthal fueron un nuevo paso en el desarrollo del movimiento internacional
contra la guerra. Las Conferencias de Zimmerwald y de Kienthal contribuyeron a
destacar y agrupar a los elementos internacionalistas, pero no formularon abiertamente el problema de la lucha contra el
oportunismo, no adoptaron una posición consecuentemente internacionalista
y no aceptaron las tesis fundamentales de la política de los bolcheviques:
transformación de la guerra imperialista en guerra civil, derrota del
gobierno propio en la guerra y organización de la III Internacional.
[5] Grupo
Socialdemocrata del Trabajo (Arbeitsgemeinschaft: Comunidad del Trabajo):
organización de los centristas alemanes, fundada en marzo de 1916 por los
diputados al Reichstag que se habían separado de la fracción socialdemócrata
del Reichstag. Este grupo fue el núcleo fundamental del Partido Socialdemócrata
Independiente de Alemania, organización centrista constituida en 1917 que
justificaba a los social chovinistas abiertos y propugnaba el mantenimiento de
la unidad con ellos.
[6] Los comités de la
industria armamentista fueron creados en 1915 en Rusia por la gran burguesía
imperialista. Tratando de someter a los obreros a su influencia y de
inculcarles ideas defensistas, la burguesía ideó la organización de
"grupos obreros" anejos a esos comités. A la burguesía le convenía
que en esos grupos hubiese representantes de los obreros, encargados de hacer
propaganda entre las masas obreras en favor de una mayor productividad del
trabajo en las fábricas de materiales militares. Los mencheviques participaron
activamente en esta empresa seudopatriótica de la burguesía. Los bolcheviques
declararon el boicot a los comités de la industria armamentista y lo aplicaron
eficazmente con el apoyo de la mayoría de los obreros.
[7] La Sentinelle,
órgano de la organización socialdemócrata suiza del cantón de Neuchatel (Suiza
francesa), fundado en Chaux de Fonds en 1884. En los primeros años de la
Primera Guerra Mundial, el periódico mantuvo una posición internacionalista. El
13 de noviembre de 1914, en el núm. 265 del periódico fue publicado, en forma
abreviada, el Manifiesto del C.C. del P.O.S.D.R. "La guerra
y la socialdemocracia de Rusia" (véase V. I. Lenin, Obras Completas,
t. XXI). Volksrecht (El Derecho del Pueblo), órgano del Partido Social
demócrata de Suiza y de la organización socialdemócrata del cantón de Zurich.
Se publica en Zurich desde 1898. Durante la Primera Guerra Mundial el periódico
presentó artículos de los Zimmerwaldianos de izquierda. En el aparecieron también
artículos de Lenin, como por ejemplo, "Doce
breves tesis sobre la defensa hecha por G. Greulich de la defensa de la patria",
"Sobre las tareas del P.O.S.D.R. en
la revolución rusa", "Las maniobras de los chovinistas
republicanos". Más tarde el periódico adoptó una posición anticomunista y
antidemocrática. Berner Tagwacht (El Centinela de Berna), órgano del Partido
Socialdemócrata de Suiza, publicado desde 1893 en Berna. Al comienzo de la Primera
Guerra Mundial el periódico insertó artículos de K. Liebknecht, de F. Mehring y
de otros socialdemócratas de izquierda. A partir de 1917 apoyó abiertamente a
los socialchovinistas y más tarde adoptó una posición anticomunista y
antidemocrática.
https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/1916mil.htm
Le he añadido todas las referencias
que hace wikipedia
Socialismo
en un solo país
https://es.wikipedia.org/wiki/Socialismo_en_un_solo_pa%C3%ADs
Se conoce
como socialismo en un solo país (en ruso, социализм в одной стране, romanización sotsializm v odnói strané) a la
línea adoptada por el XIV Congreso del Partido Comunista de la
Unión Soviética, en
diciembre de 1925. Según esta tesis, basada en la lectura parcial de un escrito
de Vladímir Lenin, 1 fue aplicada durante toda la Historia de la URSS. Iósif Stalin teorizó que un país atrasado como la
URSS podía desarrollar y defender el
socialismo en el marco nacional de la Unión Soviética. De acuerdo con esta ideología este
sería el mayor aporte de la clase obrera soviética a la revolución mundial. Esta tesis se oponía a las
concepciones de Marx, F. Engels y Lenin, posteriormente presentadas con
distintos matices por l. Trotsky y su teoría de la revolución permanente que promulgaba la extensión de la
revolución a los países desarrollados como único garante de la victoria del socialismo en Rusia.
Controversia
El 7 de
marzo de 1918, Lenin decía, a propósito del Tratado de Brest-Litovsk donde la RSFS de Rusia cedió a Alemania territorios a
cambio de la paz inmediata, que “es una lección, porque constituye una verdad
absoluta el hecho de que sin la revolución alemana estamos perdidos”.2 Una semana después afirmaba que “el
imperialismo universal y la marcha triunfal de la revolución social no pueden
coexistir”.2 Algunas pocas semanas después, el 23
de abril, Lenin declaraba que “el deber
ineludible de los socialistas triunfantes en un solo país (y especialmente si
es un país atrasado) consiste en no aceptar el combate con los gigantes del
imperialismo, en tratar de rehuir el combate, de esperar que la contienda entre
los imperialistas debilite a éstos más aún, acerque más aún la revolución en
otros países”.3
¿Se
pronunciaban estas palabras bajo la impresión de la crisis de Brest-Litovsk?
No; en marzo de 1919, un año después, Lenin repite de nuevo que “vivimos no
solamente en un Estado, sino en un sistema de Estados, y la existencia de la
República Soviética durante largo tiempo al lado de los Estados imperialistas
es inconcebible. En fin de cuentas, triunfará una cosa u otra”.4 Otro año después, el 7 de abril de
1920, Lenin recordaba que “si consideramos el capital en escala internacional,
sigue siendo más fuerte que el Poder soviético y el régimen soviético, no sólo
desde el punto de vista militar, sino también económico. Hay que partir de esta
premisa fundamental y no olvidarla nunca”.5 Y otra
cosa que no habría que olvidar jamás la recuerda el 27 de noviembre de 1920:
“hemos pasado de la guerra a la paz, pero no olvidamos que la guerra volverá
otra vez. Mientras existan el capitalismo y el socialismo no podrán vivir en
paz: uno u otro ha de vencer, a la postre: se cantará el réquiem por la
República Soviética o por el capitalismo mundial”6.
Lenin decía
ya en el Tercer Congreso de la Internacional Comunista, es decir, en julio de 1921, que “ha
resultado un equilibrio extremadamente precario, extremadamente inestable, pero
equilibrio al fin y al cabo que hace posible, claro que no por mucho tiempo, la
existencia de la República socialista en el cerco capitalista”.7 Y hay más: el 5 de julio de 1921
Lenin declaró abiertamente en una sesión del Congreso: 8
Cuando, en
su tiempo, iniciamos la revolución internacional, no lo hicimos persuadidos de
que podíamos adelantamos a su desarrollo, sino porque toda una serie de
circunstancias nos impulsaron a comenzarla. Nosotros pensábamos: o la
revolución internacional acude en nuestra ayuda, y entonces tenemos plenamente
garantizadas nuestras victorias, o llevaremos a cabo nuestra modesta labor
revolucionaria con la convicción de que, en caso de derrota, y pese a todo,
serviremos a la causa de la revolución, y nuestra experiencia será útil para
otras revoluciones. Teníamos claro que la victoria de la revolución proletaria
era imposible sin el apoyo de la revolución mundial. Ya antes de la revolución,
y después de ella, pensábamos: o estalla inmediatamente la revolución -o por lo
menos muy pronto- en los otros países, más desarrollados en el aspecto
capitalista, o, de lo contrario, habremos de sucumbir.
Lenin
El artículo
“Más vale menos, pero mejor”,9 fue dictado por Lenin un mes antes
de que un ictus lo obligara a suspender toda actividad, donde escribe:
¿Podremos mantenernos con nuestra
pequeña y pequeñísima producción campesina, dada la ruina en que estamos
sumidos, hasta que los países capitalistas de Europa Occidental culminen su
desarrollo hacia el socialismo?
Lenin
Lenin se pone este problema: ¿cómo mantener el poder soviético hasta el próximo estallido mundial, o durante un periodo de estancamiento prolongado del desarrollo capitalista?. Estudia 4 factores principales: 1) La posibilidad de que el poder soviético resista, manteniendo la alianza obrero-campesina y permitiendo el desarrollo del capitalismo en Rusia bajo el control de la dictadura del proletariado. 2) La capacidad política de la Internacional Comunista, y en particular del KPD, y de la política exterior soviética, de expolotar en ventaja de la revolución proletaria mundial la lucha entre las grandes potencias imperialistas en torno a la Alemania derrotada, en donde el proletariado alemán podría jugar un papel importante si se le presenta una ocasión favorable. 3) El acelerado desarrollo capitalista en Asia podría desencadenar, entre las grandes potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial, un giro ulterior en la carrera por su reparto definitivo. Al mismo tiempo, se produciría una ola de revoluciones nacionales y democráticas en China, la India, Persia, etc. 4) En tal caso Japón, que asciende como potencia imperialista en Asia, entraría en conflicto con las potencias occidentales, haciendo inevitable un conflicto mayor, con su epicentro en Asia y de repercusiones mundiales. Como ya planteó en 1921 se podía esperar “hay quien se dispone, seguramente, a aniquilar a veinte millones de hombres y mutilar a sesenta millones en la guerra que quizá estalle allá por 1925 o por 1928, acaso entre el Japón y Norteamérica, o entre Inglaterra y Norteamérica, o algo por el estilo”.10
¿Podrá Rusia
resistir “hasta el próximo conflicto armado entre el Occidente
contrarrevolucionario y el Oriente revolucionario y nacionalista”?
Creo que a
esta pregunta se le debe de responder en el sentido de que la solución depende
de muchas circunstancias, y solo se puede prever el desenlace de la lucha en su
conjunto (...) [éste] desenlace depende, en última instancia, del hecho de que
Rusia, la India, China, etc., constituyen la mayoría gigantesca de la población
del globo. Y esta mayoría es la que se va incorporando, en los últimos años,
con extraordinaria rapidez, a la lucha por su liberación. (...) En este
sentido, la victoria definitiva del socialismo está absolutamente
asegurada.
Según los
defensores de la teoría del "socialismo en un solo país", la URSS consiguió que venciera el socialismo. Además, desarrolló en pocos años una poderosa industria,
basada en la colectivización agrícola y la industrialización, todo englobado
bajo una economía planificada. El socialismo resolvió hasta cierto punto las necesidades básicas de la población:
trabajo, alimentación, salud, techo, educación, acceso a la cultura y deporte
para todos. Sin embargo, la política llevada a cabo por Stalin ahogó en sangre a la gran mayoría de "viejos bolcheviques" que lideraron la insurrección,
desatando las grandes purgas en el seno del Partido Comunista, el aparato de Estado, la sociedad civil y el interior del Ejército Rojo. La oposición de izquierda bolchevique-leninista fue inútil ante la burguesía rusa
que ya había tomado el poder en Rusia.
Esta teoría
fue muy criticada por los partidarios de la oposición de izquierda dentro del PCUS, así como por muchos intelectuales y
miembros de la tradición marxista, con el bolchevique León Trotsky a la cabeza. Para Trotsky, las ideas
de Stalin eran completamente contrarias al socialismo y la revolución, pues una de las bases del marxismo es el internacionalismo, ya que “sin
el soporte estatal directo del proletariado europeo, la clase obrera rusa no podrá mantener el poder y transformar
su dominación temporal en una supremacía duradera del socialismo. Respecto a
eso, ninguna duda está permitida”.11 Una línea similar expuso F. Engels en Principios del Comunismo (1847):12
XIX. ¿Es posible esta
revolución en un solo país?
No. La gran industria, al crear el mercado mundial, ha
unido ya tan estrechamente todos los pueblos del globo terrestre, sobre todo
los pueblos civilizados, que cada uno depende de lo que ocurre en la tierra del
otro. Además, ha nivelado en todos los países civilizados el desarrollo social
a tal punto que en todos estos países la burguesía y el proletariado se han
erigido en las dos clases decisivas de la sociedad, y la lucha entre ellas se
ha convertido en la principal lucha de nuestros días. Por consecuencia, la
revolución comunista no será una revolución puramente nacional, sino que se producirá
simultáneamente en todos los países civilizados, es decir, al menos en
Inglaterra, en América, en Francia y en Alemania. Ella se desarrollará en cada
uno de estos países más rápidamente o más lentamente, dependiendo del grado en
que esté en cada uno de ellos más desarrollada la industria, en que se hayan
acumulado más riquezas y se disponga de mayores fuerzas productivas. Por eso
será más lenta y difícil en Alemania y más rápida y fácil en Inglaterra.
Ejercerá igualmente una influencia considerable en los demás países del mundo,
modificará de raíz y acelerará extraordinariamente su anterior marcha del
desarrollo. Es una revolución universal y tendrá, por eso, un ámbito universal
Referencias
Tomo 36: Marzo - julio 1918
1º Lenin, I.: “Informe político del Comité Central, 7 de marzo” Breve reseña
periodística publicada el 24 de febrero de 1918 en Pravda nº 45, contenido en
el Tomo 36 (marzo-julio 1918) de la Obras Completas (Moscú: Ed. Progreso, pg. 16)
Pág. 3- 29
2º Lenin (1986). «Tomo 36 de las Obras Completas». Informe
político del Comité Central, 7 de marzo, publicado el 24 de febrero de 1918 en
Pravda nº 45. Moscú: Ed. Progreso. p. 10.
3º Lenin (1986). «Tomo 36 de las Obras Completas». Acerca
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4º Lenin (1986). «Tomo 38 de las Obras Completas». Informe
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Tomo 40: Diciembre 1919 - abril 1920
5º Lenin (1986). «Tomo 40 de las Obras Completas». Discurso
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1920. Moscú: Ed. Progreso. p. 316 (pág.
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Tomo 42: Noviembre 1920 - marzo 1921
6º Lenin (1986). «Tomo 42 de las Obras Completas». Reunión
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7º
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Tomo 45: Marzo 1922 - marzo 1923
9º Lenin (1987). «Tomo 45 de las Obras Completas». Más vale
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Lenin https://es.wikipedia.org/wiki/Lenin Nace el 22 de abril de 1870 y fallece el 21 de enero de 1924 (53 años)
10º Lenin (1987). «Tomo 44 de las Obras Completas». Acerca de
la significación del oro ahora y después de la victoria completa del
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11º Trotsky, León: Balance y
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https://docer.com.ar/doc/ssev0n
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de V. I. Lenin Editorial Progreso, Moscú
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estatuto, actas y otros documentos, del Partido Obrero Socialdemócrata de
Rusia. (Adoptado por el II Congreso del Partido) 1903.
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2021/05/programa-estatuto-actas-y-otros.html
Rosa
Luxemburgo. La tragedia rusa (la capitulación del proletariado revolucionario
ruso al militarismo alemán) con la firma del Tratado Brest-Litovsk de 3 de
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http://eljanoandaluz.blogspot.com/2021/06/rosa-luxemburgo-la-tragedia-rusa-la.html
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Brest-Litovsk de 1918. Frenazo a la Revolución rusa. (Del Comunismo de guerra a
la Nueva Política Económica o capitalismo de Estado)
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2021/07/tratado-de-brest-litovsk-de-1918.html
Bolívar
Echeverría. Rosa Luxemburgo: espontaneidad revolucionaria e internacionalismo.
Obras escogidas de Rosa Luxemburgo.
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2021/08/bolivar-echeverria-rosa-luxemburgo.html
Rosa
Luxemburg y el derecho de autodeterminación. Una revisión crítica en el
centenario de su muerte.
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2021/12/rosa-luxemburg-y-el-derecho-de.html
Buceando en
la resolución reaccionaria anticomunista del Parlamento Europeo, que amenaza
con ilegalizar la ideología comunista. Crítica del Libro negro del comunismo:
crímenes, terror, represión. Los procesos de Moscú y el proceso de Moscú en la
España republicana. (1936-1939)
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2019/11/buceando-en-la-resolucion-reaccionaria_8.html
Rosa
Luxemburgo. La Revolución en Alemania de noviembre de 1918 y la Revolución en
Rusia de octubre de 1917
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/11/rosa-luxemburgo-la-revolucion-en.html
Rosa
Luxemburgo. La Revolución en Alemania
Rosa
Luxemburgo en la revolución alemana. Una crónica
Tomo 36: Marzo - julio 1918
1º Lenin, I.: “Informe político del Comité Central, 7 de marzo” Breve reseña
periodística publicada el 24 de febrero de 1918 en Pravda nº 45, contenido en
el Tomo 36 (marzo-julio 1918) de la Obras Completas (Moscú: Ed. Progreso, pg. 16)
Pág. 3- 29
2º Lenin (1986). «Tomo 36 de las Obras Completas». Informe
político del Comité Central, 7 de marzo, publicado el 24 de febrero de 1918 en
Pravda nº 45. Moscú: Ed. Progreso. p. 10.
Tomo
36: Marzo - julio 1918
Informe
político del Comité Central, 7 de marzo
Pág. 3- 29
El informe político podría
consistir en la enumeración de las medidas adoptadas por el CC; pero lo que
requieren los presentes momentos no es un informe de esta naturaleza, sino un
bosquejo de nuestra revolución en conjunto; sólo un bosquejo así puede ofrecer
la única argumentación marxista de todas nuestras decisiones. Debemos examinar
todo el curso precedente del desarrollo de la revolución y esclarecer las
causas por las cuales se ha modificado su ulterior desarrollo. En nuestra
revolución hay virajes que pueden tener inmensa importancia para la revolución
internacional; me refiero precisamente a la Revolución de Octubre.
Los primeros éxitos de la
Revolución de Febrero estaban determinados
por el hecho de que no sólo la masa campesina, sino también la burguesía seguía
al proletariado. De aquí la facilidad de la· victoria sobre el zarismo, que no
pudimos conseguir en 1905. La creación
espontánea de los Soviets de diputados obreros, por propia iniciativa de las
masas, durante la Revolución de Febrero repitió la experiencia de 1905 y nos
obligó a proclamar el principio del Poder soviético. Las masas aprendían
las tareas de 1a revolución en su propia experiencia de lucha. Los
acontecimientos de los días 20 y 21 de abril 2 constituyen una combinación
peculiar de una manifestación con algo parecido a una insurrección armada. Fue
lo bastante para que cayera el Gobierno burgués. Comienza entonces un largo
período de política· conciliadora, derivada de la propia naturaleza del
Gobierno pequeñoburgués instalado en el poder. Los acontecimientos de julio'
no podían traer todavía la dictadura del proletariado, pues las masas no
estaban aún preparadas. Por eso, ninguna organización responsable las invitó a
ello. Pero los acontecimientos de julio tuvieron una gran importancia en el
sentido de que constituyeron una exploración realizada en el campo enemigo. ( Lavr
Kornílov, Golpe de Estado de Kornílov) La
korniloviada • y los acontecimientos posteriores, que fueron enseñanzas
prácticas, hicieron posible la victoria de octubre. El error de quienes querían
compartir también el poder en octubre consiste en que no supieron establecer un
vínculo entre la victoria de octubre y las jornadas de julio, la ofensiva, la.
korniloviada, etc., etc., acontecimientos todos ellos que llevaron a la mente
de la masa de millones de hombres la idea de que el Poder soviético era una
cosa inevitable. A continuación viene nuestra marcha triunfal por toda Rusia, acompañada
por el anhelo de paz que invadía a todos. Sabemos que con una renuncia
unilateral a la guerra no obtendremos la paz. Esto ya lo habíamos señalado en
la Conferencia de Abril* 6 • En el período que va de abril a octubre, los
soldados se dieron perfecta cuenta de que
la política de conciliación no hacía más que prolongar la guerra y provocar
intentos salvajes y absurdos de los imperialistas de emprender la ofensiva, de
enzarzarse aún más en una guerra que duraría años y años. En este terreno era
preciso pasar a toda costa y lo antes posible a una política activa de paz, era
preciso poner el poder en manos de los Soviets y barrer por completo la
propiedad terrateniente. Esta última era apoyada, como saben, no sólo por
Kerenski, sino también por Avxéntiev, que llegó incluso a ordenar la detención
de los miembros de los comités agrarios 7. Y fue esta política y la consigna de
"iEl poder a los Soviets!", que nosotros íbamos inculcando a
las grandes masas populares, las que nos permitieron en octubre triunfar con
tanta facilidad en Petrogrado, las que convirtieron los últimos meses de la revolución
rusa en una marcha triunfal ininterrumpida.
* Véase Obras Completas, t.
31, págs. 412-413, 424.-Ed.
La guerra civil se convirtió
en un hecho. Lo que nosotros predecíamos al comienzo de la revolución, e
incluso al comienzo de la guerra, y hacia lo que gran parte de los medios
socialistas manifestaba entonces su desconfianza o incluso su ironía, es decir,
la transformación de la guerra
imperialista en guerra civil, el 25 de octubre de 1917 se convirtió en un
hecho para uno de los países beligerantes mayores y más atrasados. En esta
guerra civil, la inmensa mayoría de la población estuvo a nuestro lado, y, en
consecuencia, la victoria se nos dio con extraordinaria facilidad.
Adondequiera que fuesen, las
tropas que abandonaban el frente eran portadoras del máximo de decisión
revolucionaria de acabar con la política conciliadora; y los elementos
partidarios de dicha política, la guardia blanca, los retoños de los terratenientes
quedaron privados de todo apoyo entre la población. Con el paso de las grandes
masas y de las unidades militares, que avanzaban contra nosotros, al lado de
los bolcheviques, la guerra contra dichos elementos se convirtió paulatinamente
en una marcha triunfal de la revolución. Esto lo hemos visto en Petrogrado, en
el frente de Gátchina, donde vacilaron los cosacos que Kerenski y Krasnov
intentaban lanzar contra la capital roja. Esto lo hemos visto más tarde en
Moscú, en Oremburgo y en Ucrania. Por toda Rusia se encrespaba la ola de la
guerra civil, y en todas partes triunfábamos con extraordinaria facilidad
precisamente porque el fruto estaba maduro, porque las masas ya habían pasado
por toda la experiencia de la política de pactos con la burguesía. Nuestra
consigna de "iTodo el poder a los Soviets!", comprobada en la
práctica por las masas a lo largo de una gran experiencia histórica, prendió
con fuerza en ellas.
Por esta razón constituyeron
una marcha triunfal tan rotunda los primeros meses de la revolución rusa que
siguieron al 25 de octubre de 1917. Esta marcha triunfal relegaba a segundo
plano, hacía olvidar las dificultades con las que la revolución socialista
tropezó desde los primeros momentos y con las que no podía menos de tropezar.
Una de las diferencias fundamentales entre la revolución burguesa y la
revolución socialista consiste en que, para la revolución burguesa, que brota
de] feudalismo, se van creando gradualmente, en el seno del viejo régimen,
nuevas organizaciones económicas que modifican poco a poco todos los aspectos
de la sociedad feudal. La revolución burguesa tenía una sola misión: barrer,
arrojar, romper todas las ataduras de la sociedad anterior. Al cumplir esta
tarea, toda revolución burguesa lleva a cabo cuanto de ella se exige:
intensificar el desarrollo del capitalismo.
Muy distinta es la situación
en que se halla la revolución socialista. Cuanto más atrasado es el país que,
en virtud de los zigzags de la historia, ha tenido que comenzar la revolución
socialista, más difícil le resulta pasar de las viejas relaciones capitalistas
a las relaciones socialistas. Aquí, a las tareas destructivas se añaden otras
nuevas, de inaudita dificultad: las de organización. Si la iniciativa creadora
popular de la revolución rusa, que pasó por la gran experiencia de 1905, no
hubiera creado ya en febrero de 1917 los Soviets, éstos en modo alguno habrían
podido tomar el poder en octubre, pues el éxito sólo dependía de que el
movimiento, que abarcaba a millones de personas, contase con formas de
organización ya plasmadas. Estas formas ya plasmadas fueron los Soviets, y por
ello nos aguardaban éxitos tan brillantes en el terreno político y una marcha
triunfal ininterrumpida como la que hemos realizado, pues la nueva forma de
poder político estaba ya dispuesta y sólo nos restaba transformar mediante
algunos decretos aquel Poder de los Soviets que en los primeros meses de la
revolución se hallaba en estado embrionario, en forma legalmente reconocida y
afianzada en el Estado ruso: en la República Soviética de Rusia. Esta surgid de
golpe y con tanta facilidad porque, en febrero de 1917, las masas crearon los
Soviets, antes incluso de que ningún partido hubiese tenido siquiera tiempo de
lanzar esta consigna. Ha sido el mismo profundo genio creador del pueblo el
que, después de haber pasado por la amarga experiencia de 1905, aleccionado por
ella, diera esta forma de poder proletario.
La consecución de la
victoria sobre el enemigo interior fue una tarea fácil en sumo grado. Fue de
una facilidad extraordinaria crear el poder político, pues las masas nos
proporcionaron la armazón, la base de este poder. La República de los Soviets
nació de golpe. Pero quedaban todavía dos problemas de una dificultad inmensa,
cuya solución en modo alguno podía ser aquel camino triunfal por el que avanzó
en los primeros meses nuestra revolución. No nos cabía ni podía cabernos la
menor duda de que, en lo sucesivo, la revolución socialista iba a tropezar con
tareas de una dificultad gigantesca.
Primero, las tareas de
organización interna que se plantean a toda revolución socialista. La
diferencia entre la revolución socialista y la revolución burguesa está,
precisamente, en que, en el segundo caso, existen formas plasmadas de
relaciones capitalistas, mientras que el Poder soviético, poder proletario, no
se encuentra con relaciones plasmadas, si se prescinde de las formas más
desarrolladas del capitalismo, que en el fondo abarcan sólo en pequeña medida a
los sectores superiores de la industria y muy escasamente a la agricultura. La
organización de la contabilidad, el control sobre las empresas más importantes,
la transformación de todo el mecanismo económico del Estado en una sola gran
máquina, en un organismo económico que funcione de modo que centenares de
millones de personas se rijan por un solo plan: he ahí la inmensa tarea de
organización que recayó sobre nuestros hombros. Dadas las condiciones actuales
del trabajo, este problema no admitía en absoluto una solución improvisada,
como las que solíamos dar a los problemas de la guerra civil. La propia
naturaleza del asunto impedía tales soluciones. Si habíamos triunfado con tanta
facilidad sobre las fuerzas de Kaledin y creado la República Soviética con una
resistencia que no merecía siquiera gran atención fue porque t:al curso de los
acontecimientos había sido prejuzgado ya por todo el desarrollo objetivo
precedente, de manera que sólo faltaba pronunciar la última palabra, cambiar el
rótulo y, en lugar de "los Soviets
constituyen una .organización profesional", poner "los Soviets constituyen la única forma de
poder del Estado"; si esto era así, en el terreno de los problemas de
organización las cosas se presentaban de modo muy distinto. Aquí encontramos
dificultades inmensas. Aquí, desde el primer momento, fue evidente, para todo el
que quisiera examinar con detenimiento los problemas de nuestra revolución, que
la descomposición que la guerra había llevado a la sociedad capitalista sólo
podía ser vencida con una tenaz autodisciplina durante un período prolongado;
sólo con métodos extraordinariamente duros, largos y tenaces podremos superar
esta descomposición y vencer a los elementos que contribuyeron a acrecentarla y
tenían la revolución por un medio de desembarazarse de las viejas cadenas,
procurando sacar de ella la mayor tajada posible. La aparición de estos
elementos a gran escala era un fenómeno inevitable en un país de pequeños
campesinos y en unos momentos de indecible ruina. Y nos espera una lucha contra
estos elementos, lucha cien veces más difícil que no promete posiciones efectistas
de ningún género, una lucha que apenas hemos iniciado. Nos hallamos en el
primer peldaño de esta lucha. Nos esperan todavía duras pruebas. En este caso,
dada la situación objetiva de las cosas, en modo alguno podremos limitarnos a
marchar triunfalmente a banderas desplegadas, como lo hicimos contra las tropas
de Kaledin. Todo el que intentase trasladar este método de lucha a los
problemas de organización que se alzan en el camino de la revolución sufriría
un rotundo fracaso como político, como socialista y como dirigente de la
revolución socialista
Y la misma suerte les
esperaba a algunos de nuestros jóvenes camaradas que se entusiasmaban de la
inicial marcha triunfal de la revolución en el momento en que ante ésta se alzó
la segunda dificultad gigantesca: la
cuestión internacional. Si hemos podido acabar de manera tan fácil con las
bandas de A. Kerenski, si hemos instaurado
con tanta facilidad nuestro poder, si hemos conseguido sin la menor dificultad
los decretos de socialización de la
tierra y del control obrero; si hemos logrado de manera tan fácil todo esto
se debe exclusivamente a que las condiciones favorables creadas durante breve
tiempo nos protegieron del imperialismo internacional. El imperialismo
internacional, con todo el poderío de su capital, con su máquina bélica muy
bien organizada, que constituye la verdadera fuerza, la verdadera fortaleza del
capital internacional, en modo alguno, ni bajo condición alguna, podía
acostumbrarse a vivir al lado de la República Soviética tanto por su situación
objetiva como por intereses económicos de la clase capitalista que él encarna;
Y no podía en virtud de los vínculos comerciales, de las relaciones financieras
internacionales. Aquí el conflicto es inevitable. En ello reside la mayor
dificultad de la revolución rusa, su mayor problema histórico: la necesidad de
resolver los problemas internacionales, la necesidad de provocar la revolución
internacional, la necesidad de realizar el paso de nuestra revolución, como
revolución estrechamente nacional, a la revolución mundial. Este problema se
nos planteaba con toda su extraordinaria dificultad. Repito, una gran parte de
nuestros jóvenes amigos, que se consideran de izquierda, ha comenzado a olvidar
lo más importante, a saber: la razón por la cual, durante las semanas y meses
del grandioso triunfo que siguió a Octubre, hemos podido seguir marchando de
triunfo en triunfo con tanta facilidad. Y, sin embargo, esto ha sido posible
únicamente porque la especial coyuntura internacional que se había formado nos
ha protegido temporalmente del imperialismo. Otras cosas le preocupaban más que
nosotros. También a nosotros nos pareció que otras cosas debían preocuparnos
más que el imperialismo. Y a algunos imperialistas les preocupaban más otras
cosas que nosotros únicamente porque toda la inmensa fuerza sociopolítica y
militar del actual imperialismo mundial se hallaba en ese momento dividida en
dos grupos por una guerra intestina. Enzarzadas en esta guerra, las fieras
imperialistas han llegado a extremos increíbles, a empeñarse en una lucha a
muerte hasta el punto de · que ninguno de estos grupos ha podido concentrar
fuerzas de alguna importancia contra la revolución rusa. En octubre coincidimos
precisamente con este momento: nuestra revolución ha coincidido precisamente
-esto es .paradójico, pero justo- con el feliz momento en que sobre la gran
mayoría de los países imperialistas se habían abatido inauditas calamidades en
forma de exterminio de millones de vidas; momento en que la guerra extenuaba a
los pueblos con estragos nunca vistos; momento en que, en el cuarto año de
guerra, los países beligerantes se encontraban en un callejón sin salida, en
una encrucijada; momento en que se planteaba objetivamente la cuestión de si
podrían seguir luchando unos pueblos que habían sido llevados a semejante
situación. Sólo gracias al hecho de que nuestra revolución ha coincidido con
este feliz momento en que ninguno de los dos gigantescos gnipos de fieras se hallaba
en estado de lanzarse inmediatamente el uno sobre el otro ni podía agruparse
contra nosotros; sólo aprovechando, como efectivamente aprovechó nuestra
revolución, este momento en las relaciones políticas y económicas
internacionales pudo recorrer su brillante camino triunfal en la Rusia Europea,
pasar a Finlandia y comenzar a· conquistar el Cáucaso y Rumania. Sólo así puede
explicarse el que entre nosotros, en los círculos avanzados de nuestro Partido,
aparecieran militantes, intelectuales superhombres a quienes se les subió a la
cabeza esta marcha triunfal y los cuales decían: nosotros venceremos al
imperialismo internacional; también allí el camino que se ha de recorrer será
un camino triunfal; allí no existen verdaderas_ dificultades. Esto diverge de
la situación objetiva de la revolución rusa, que ha aprovechado sólo las
dificultades temporales del imperialismo internacional, pues la máquina que
debía lanzarse sobre nosotros, lo mismo que un tren se lanza contra una
carretilla y la destroza, se detuvo temporalmente, y se detuvo porque habían
chocado entre sí dos grupos de fieras. Tanto aquí, como allí, el movimiento
revolucionario iba en crecimiento; pero en todos los países imperialistas sin
excepción este movimiento revolucionario se hallaba todavía, en la mayoría de
los casos, en estado incipiente. El ritmo de su desarrollo era distinto por
completo del ! de Rusia. Para todo el que se detuviese a meditar sobre las primeras
económicas de la resolución
socialista en Europa no podía menos de resultar evidente que en Europa es muchísimo
más difícil comenzar la revolución, mientras que en Rusia j es
inconmensurablemente más fácil comenzarla, pero será más difícil continuarla.
Esta situación objetiva ha sido la causa de que tuviéramos que dar un viraje histórico
extraordinariamente difícil y brusco. Después de una marcha triunfal tan
rotunda como la que hemos hecho en los meses de octubre, noviembre y diciembre
en nuestro frente interior, combatiendo a nuestra contrarrevolución, a los
enemigos del Poder soviético, hubimos de chocar con el verdadero imperialismo
internacional, rebosante de verdadero odio a nosotros. Del período de marcha
triunfal tuvimos que pasar a un período en que la situación era de una dureza y
una dificultad extraordinarias y de la que, naturalmente, no podíamos salir con
simples palabras o consignas brillantes -por muy agradable que esto fuese-,
pues en nuestro desorganizado país teníamos unas masas terriblemente cansadas
que habían llegado a un estado tal que no había posibilidad alguna de seguir
luchando, unas masas tan extenuadas por tres años de guerra agotadora que,
desde el punto de vista militar, se hallaban en un estado de completa
inutilidad. Ya antes de la Revolución de Octubre habíamos visto cómo
representantes de las masas de soldados, que no pertenecían al Partido
Bolchevique, no tenían inconveniente en proclamar la verdad ante toda la
burguesía, diciendo que el ejército ruso no continuaría la guerra. Esta
situación del ejército fue causa de una crisis gigantesca. El país de pequeñas haciendas campesinas, al que la guerra ha
desorganizado y conducido a un estado calamitoso, se halla en una situación de
extraordinaria gravedad: no tenemos ejército, pero hemos de seguir viviendo
al lado de un feroz bandido armado hasta los dientes, que era y sigue siendo
por ahora un bandido y al que, naturalmente, no se puede persuadir con prédicas
de paz sin anexiones ni contribuciones. Era como si un manso animal doméstico
estuviese al lado de un tigre y tratase de convencerlo de que la paz tiene que
ser una paz sin anexiones ni contribuciones. Pero una paz sin anexiones ni contribuciones no podía con seguirse más que atacando al tigre.
Ciertos círculos dirigentes de nuestro Partido -los intelectuales y algunas
organizaciones obreras- intentaron deshacerse de esta perspectiva, sobre todo
mediante frases y evasivas: las cosas no deben suceder así. Esta paz constituía
una perspectiva demasiado inverosímil para que nosotros, que hasta ahora
habíamos ido al combate a banderas desplegadas y que con nuestros gritos
habíamos derrotado a todos los enemigos, pudiésemos ceder, pudiésemos aceptar
unas condiciones humillantes. iJamás ! Somos unos revolucionarios demasiado
orgullosos, y ante todo decimos: “los alemanes no podrán atacar” 8
Esa era la primera salvedad
con la que se consolaban dichas gentes. La historia nos ha colocado en los
momentos presentes en una situación extraordinariamente difícil; al mismo
tiempo que realizamos una labor de organización de inusitada dificultad,
tenemos que pasar por toda una serie de torturantes derrotas. Si examinamos la situación a escala
histórica mundial, no cabe la menor duda de que, si nuestra revolución Se
quedase sola, si no existiese un movimiento revolucionario en otros países, no
existiera ninguna esperanza de que llegase a alcanzar el triunfo final. Si
el Partido Bolchevique se ha hecho cargo de todo, lo ha hecho convencido de que
la revolución madura en todos los países, y que a la larga -y no a la corta-,
cualesquiera que fuesen las dificultades que hubiéramos de atravesar,
cualesquiera que fuesen las derrotas que tuviésemos deparadas, la revolución socialista internacional tiene que venir, pues ya viene, tiene que
madurar, pues ya madura y llegará a madurar e todo. Nuestra salvación con
estas dificultades -repito- está en la revolución europea. Partiendo de
esta verdad, verdad completamente abstracta, y orientándonos por ella, tenemos
que cuidar de que esta verdad no se convierta con el tiempo en una frase huera,
ya que toda verdad abstracta,. aplicada sin sometimiento a ningún análisis, se
convierte en una frase huera. Si ustedes dicen que tras cada huelga se oculta
la hidra de la revolución y que quien no lo comprende no es socialista, habrán
dicho una verdad. En efecto, tras cada
huelga se oculta la revolución socialista. Pero si ustedes dicen que cada huelga constituye un paso directo hacia
la revolución socialista habrán dicho una frase huera. Hemos oído esta
eterna cantinela hasta la saciedad, hasta el punto de que los obreros han
desechado todas estas frases anarquistas, pues tan indudable es que tras cada
huelga se esconde la hidra de la revolución socialista como absurda por
completo la afirmación de que de cada huelga se puede pasar a la revolución. Tan indiscutible en absoluto es que todas
las dificultades de nuestra revolución sólo podrán ser superadas cuando madure
la revolución socialista mundial, que está madurando ahora en todas partes,
como absurda por completo la afirmación de que no debe preocuparnos cada
dificultad determinada, concreta, del momento, de nuestra revolución, diciendo:
"Baso mis cálculos en el movimiento socialista internacional y, por tanto,
puedo hacer toda clase de tonterías,, . "Liebknecht me sacará de apuros,
pues él triunfará de todas las maneras. ,, Organizará las cosas de tal modo y
señalará todo de antemano de tal modo que no tendremos más que tomar los
modelos ya acabados, de igual manera que tomamos de Europa Occidental la
doctrina marxista ya acabada, quizás gracias a lo cual haya triunfado esta
doctrina en Rusia en unos cuantos meses, mientras que para su triunfo en Europa
Occidental han sido precisas decenas de años. Así pues, este transplante del
viejo método de resolver el problema de la lucha mediante una marcha triunfal
al nuevo período histórico constituye una aventura que no conduce a nada; este
nuevo período histórico, que ya ha llegado, coloca ante nosotros un bandido
internacional, el imperialismo de Alemania, donde la revolución está madurado,
pero donde, indudablemente, no ha madurado todavía, y no a esos baldragas de
Kerenski y Kornílov. La afirmación de que el enemigo no se decidiría a atacar
la ·revolución era una aventura de esta naturaleza. Las negociaciones de Brest 9
no representaban todavía el momento en que debíamos aceptar cualesquiera
condiciones de paz. La correlación objetiva de fuerzas correspondía a una
situación en la que la obtención de una tregua sería poco. Las negociaciones de
Brest tenían que demostrar que los alemanes iban a atacar, que la sociedad
alemana no estaba lo suficientemente preñada de revolución para que ésta
pudiese estallar inmediatamente. Y no podemos achacar a los imperialistas
alemanes el que, con su conducta, no hubiesen preparado todavía esta explosión
o, como dicen nuestros jóvenes amigos que se consideran de izquierda, una
situación en la que las tropas alemanas no pudiesen atacar. Cuando se les dice
que no tenemos ejército, que nos hemos visto obligados a desmovilizarlo -y nos
hemos visto obligados, a pesar de que no hemos olvidado ni por un momento que
al lado de nuestro manso animal doméstico se encontraba un tigre-, no lo
quieren comprender. Y si nos vimos obligados a desmovilizar el ejército, en
modo alguno habíamos olvidado que no es posible poner fin a la guerra con la
orden unilateral de clavar las bayonetas en tierra.
¿Cómo ha podido ocurrir, en
general, que ninguna corriente, ninguna tendencia, ninguna organización de
nuestro Partido se haya manifestado contra esta desmovilización? ¿Nos habremos
vuelto completamente locos? Nada de eso. Los oficiales que no eran bolcheviques
decían ya antes de· Octubre que el ejército no podía luchar, que no había
posibilidad de retenerlo en el frente unas cuantas semanas 10 • Después de
Octubre, esto fue evidente para todo el que quisiera ver los hechos, la amarga
y desagradable verdad, y no esconderse o taparse los ojos, escabulléndose con
frases vanidosas. No tenemos ejército. No hay posibilidad de retenerlo en el
frente. Lo mejor que podemos hacer es desmovilizarlo cuanto antes. Es la parte
enferma de un organismo, es la parte que ha experimentado sufrimientos
indecibles, que ha sido atormentada por las privaciones de una guerra en la que
había entrado sin preparación técnica y de la que salió en tal estado que era
presa del pánico ante cada ofensiva. No se puede increpar por esto a unos
hombres que han padecido sufrimientos tan inauditos. Los soldados han dicho con
toda sinceridad en centenares de resoluciones, incluso en el primer período de
la revolución rusa, que "nos hemos ahogado en sangre; no podemos seguir
luchando". Se podía haber aplazado artificialmente la terminación de la
guerra; se podía haber recurrido a las trapacerías de Kerenski; se podía
aplazar el final por unas cuantas semanas, pero la realidad objetiva se abría
paso. El ejército es la parte enferma del organismo estatal ruso que no puede
seguir soportando el peso de la guerra. Cuanto antes lo desmovilicemos, tanto
menos tardará en reabsorberse entre las partes que no han sido contaminadas del
todo, tanto antes estará el país preparado para nuevas y duras pruebas. Esto es
lo que nos guiaba cuando tomamos unánimemente, sin la menor protesta, una
decisión absurda desde el punto de vista de los acontecimientos exteriores: la
de desmovilizar el ejército. Fue una medida acertada. Nosotros decíamos que
intentar retener el ejército era una ilusión pueril. Cuanto antes
desmovilicemos el ejército, tanto más pronto comenzará el restablecimiento de
todo el organismo social en su conjunto. Por esta razón la frase
revolucionaria: "Los alemanes no
pueden atacar", de la que derivaba esta otra: "Podemos proclamar el fin de la guerra; ni
guerra ni conclusión de la paz", constituían
un error tan profundo y una sobrestimación tan amarga de los acontecimientos.
Pero ¿y. si los alemanes atacan? "No, los alemanes no pueden atacar".
Pero ¿acaso ustedes tienen derecho a jugarse a una carta no la suerte de la
revolución internacional, sino el problema concreto de saber si no van a
desempeñar el papel de auxiliares del imperialismo alemán cuando llegue dicho
momento? Pero nosotros, que desde octubre de 1917 nos hemos convertido todos en
defensitas, en partidarios de la defensa de la patria, sabemos que hemos roto
con los imperialistas no de palabra; sino de hecho, pues hemos denunciado los
tratados secretos 11, hemos vencido a la burguesía en nuestro país y propusimos
abiertamente una paz honrosa, de modo que todos los pueblos pudieran ver
prácticamente todas nuestras intenciones. ¿Cómo ha podido ocurrir que unas
personas verdaderamente partidarias de la defensa de la República Soviética hayan
ido a una aventura que ya ha dado sus frutos? Y esto es un hecho, pues la dura
crisis por la que atraviesa nuestro Partido, con motivo de la formación dentro
de él de una oposición de "izquierda", es una de las mayores crisis
por las que pasa la revolución rusa
Esta crisis será superada.
Jamás nuestro Partido ni nuestra revolución se estrellarán contra esta crisis,
aunque en el caso presente esto ha estado a punto de ocurrir, ha sido muy
posible. La garantía de que no nos estrellaremos contra este problema reside en
que el viejo método de resolver las discrepancias fraccionales, método basado
en una cantidad extraordinaria de publicaciones y discusiones, y que contaba
con buen número de escisiones, ha sido sustituido por un nuevo método de
aprender aportado por los acontecimientos. Este método consiste en contrastarlo
todo con los hechos, los documentos
y las enseñanzas de la historia universal. Ustedes dicen que los alemanes no
pueden atacar. Según la táctica de ustedes, podíamos declarar terminada la guerra;
pero la historia les ha aleccionado, refutando esta ilusión. Sí, la revolución
alemana va creciendo, pero no como quisiéramos, no crece con la rapidez que
sería del agrado de los intelectuales rusos, no crece al ritmo establecido en
octubre por nuestra historia, cuando llegábamos a cualquier ciudad,
proclamábamos el Poder soviético y, a los pocos días, las nueve décimas partes
de los obreros se venían con nosotros. La revolución alemana tiene la desgracia
de no avanzar con tanta rapidez. Pero ¿quién debe hacer caso de quién: nosotros
de la revolución alemana o la revolución alemana de nosotros? Ustedes quisieron
que la revolución alemana hiciese caso de ustedes, pero la historia les ha dado
una lección. Y es una lección, porque constituye una verdad absoluta el hecho
de que sin la revolución alemana estamos perdidos. Quizá no sea a Petrogrado ni
a Moscú, sino a Vladivostok o a lugares aún más lejanos, a .los que tengamos
que trasladarnos, y de los que nos separa una distancia mayor que la mediante
entre Petrogrado y Moscú. Pero, de todos modos, y con todas las peripecias
posibles e imaginables, si la revolución alemana no est p, , os. in em argo,
esto no nos hace vacilar ni un ápice en nuestra convicción de que debemos saber
soportar las situaciones más difíciles sin fanfarronadas.
La revolución no llegará tan
pronto .como esperábamos. La historia lo ha demostrado y hay que saber
aceptarlo como un hecho, hay que aprender
a tener en cuenta que la revolución socialista mundial en los países avanzados
no puede comenzar de manera tan fácil como en Rusia, país de Nicolás y de
Rasputin, y donde, para gran parte de la población, era indiferente por
completo saber qué clase de pueblos viven en la periferia y qué es lo que allí
ocurre. En un país de esta naturaleza, comenzar la revolución era tan fácil
como levantar una pluma.
Pero en un país donde el
capitalismo se ha desarrollado y ha dado una cultura democrática y una
organización que alcanzan hasta el último hombre, comenzar la revolución sin la
debida preparación es un desatino, un absurdo. En este caso no hacemos más que
abordar el penoso período del comienzo de las revoluciones socialistas. Y esto
es un hecho. Quizá esta revolución -y esto es plenamente posible- triunfe
dentro de pocas semanas, dentro de unos cuantos días. Nosotros no lo sabemos ni
lo sabe nadie, y no podemos jugárnoslo a una carta. Es preciso estar preparados
para dificultades extraordinarias, para derrotas extraordinariamente duras e
inevitables, porque la revolución no ha comenzado todavía en Europa, aunque
puede comenzar mañana, y, naturalmente, cuando comience ya no nos atormentarán
más nuestras dudas, ya no se planteará la cuestión de la guerra revolucionaria,
sino que no habrá más que una marcha triunfal ininterrumpida. Esto· ocurrirá,
esto tiene que ocurrir sin falta,· pero no ha ocurrido aún. Este es un hecho
simple que nos ha enseñado la historia, es un hecho con el que la historia nos
ha pegado fuerte, y ya es sabido que de los escarmentados salen los avisados.
Por eso, después de que la historia nos ha pegado tan fuerte a propósito de
esta esperanza nuestra de que los alemanes no podrán atacar Y de que nosotros
podremos avanzar, confiando en nuestros "hurras", considero que esta
lección, gracias a nuestras organizaciones soviéticas, llegará muy pronto a la
conciencia de las masas de toda la Rusia Soviética. Estas masas se mueven, se
preparan, se aprestan para el congreso, votan resoluciones, meditan sobre todo
lo que acaba de pasar. Lo que ahora está pasando· entre nosotros no son las
viejas discusiones de antes de la revolución, que· quedaban limitadas a
círculos estrechos de partido, sino que todas las decisiones se someten a la
discusión de las masas, que reclaman la comprobación de estas decisiones por la
experiencia, por la práctica y que nunca se dejan arrastrar por frases fáciles
ni desviar del camino trazado por el curso objetivo de los acontecimientos.
Naturalmente, podemos desentendernos dé las dificultades que se alzan ante
nosotros, cuando nos hallamos frente a un intelectual o un bolchevique de
izquierda. Estos, naturalmente, pueden desentenderse de cuestiones tales como
la de que no tenemos ejército o la de que la revolución no se desencadena en
Alemania. Las masas multitudinarias -y la política empieza allí donde hay millones
de personas; la política seria empieza allí donde hay no miles, sino millones
de personas-, los millones de personas saben lo que es el ejército, han visto a
los soldados que volvían del frente. Saben -nos referimos a la verdadera masa y
no a individuos sueltos- que no podemos luchar, que todo hombre ha sufrido en
el frente cuanto se pueda imaginar. La masa ha comprendido la verdad, y esta
verdad consiste en que, si no tenemos ejército, y a nuestro lado hay un bandido
feroz, no tendremos más remedio que firmar un tratado de paz, por durísimo y
humillante que sea. Esto es inevitable mientras no nazca la revolución,
mientras no saneemos nuestro ejército, mientras no hagamos que los soldados vuelvan
a sus casas. Mientras no hagamos esto, no devolveremos la salud al enfermo. No
someteremos a la fiera alemana con mera audacia, no nos desembarazaremos de
ella como nos desembarazamos de Kerenski y de Kornílov. Es ésta una lección que
las masas han aprendido sin los subterfugios que querían ofrecerles ciertas personas
deseosas de cerrar los ojos a la triste realidad.
Al principio, durante los
meses de octubre y noviembre, una marcha triunfal ininterrumpida. De pronto, la
revolución rusa es derrotada en pocas semanas por el bandido alemán, la
revolución rusa se halla dispuesta a aceptar las condiciones de un tratado
leonino. Sí, los virajes de la historia son muy duros; y en nuestra historia
estos virajes son siempre duros. Cuando en 1907 firmamos con Stolipin un
tratado interior bochornoso en grado excepcional y tuvimos que pasar por el
establo de la Duma stolipiniana, aceptando un compromiso al firmar los
papeluchos monárquicos '2, vivimos, aunque a menor escala, lb mismo que estamos
viviendo hoy. Entonces, unos hombres pertenecientes a la mejor vanguardia de la
revolución decían (y tampoco dudaban un momento de que les asistía la razón):
"Nosotros somos unos revolucionarios orgullosos, creemos en la revolución
rusa y jamás entraremos en las instituciones legales de Stolipin". Sí,
entrarán. La vida de las masas, la historia son más fuertes que sus
afirmaciones. Y si ustedes no entran, la historia les obligará a entrar. Y al
primer viraje de la historia, estos elementos, que eran muy izquierdistas, no
dejaron, como grupo, más rastro que una humareda. Si entonces supimos seguir
siendo revolucionarios, trabajar en condiciones penosas y salir de nuevo de
aquella situación, también ahora sabremos salir de ésta, porque no es un
capricho nuestro, sino la· necesidad objetiva creada en un país arruinado hasta
más no poder, porque, pese a nuestros deseos, la revolución europea se ha
atrevido a retrasarse, y el imperialismo alemán, pese · a nuestros deseos, se
ha atrevido a atacar.
Lo que hace falta aquí es
saber replegarse. No escaparemos de la realidad, terriblemente amarga y
lamentable, con simples frases. Es preciso decir: iOjalá podamos replegarnos
conservando el orden, aunque sea a medias! No podemos replegarnos en orden.
iOjalá podamos hacerlo a medias, ganar un poco de tiempo para que la parte
enferma de nuestro organismo pueda reabsorberse aunque sea un poco! El
organismo en su conjunto está sano y podrá, por 'tanto, vencer la enfermedad.
Pero no se le puede exigir que la venza de golpe y porrazo, pues no es posible
detener a un ejército que huye. Cuando una vez propuse a uno de nuestros
jóvenes amigos que quería ser de izquierda: "camarada, vaya usted al
frente y vea lo que allí ocurre en el ejército", mi propuesta fue tomada
como una ofensa: "se nos quiere desterrar para que no realicemos aquí una
agitación en pro de los grandes principios de la guerra revolucionaria".
Por cierto, yo no hacía esta propuesta con la intención de desterrar a nuestros
enemigos fraccionalistas; mi propósito era que viesen cómo el ejército había
iniciado una desbandada inaudita. Y esto lo sabíamos antes, y tampoco antes
podíamos cerrar los ojos ante el hecho de que la descomposición en el frente
había llegado a hechos insólitos, a la venta de nuestros cañones a los alemanes
por una miseria. Esto lo sabíamos tan bien como sabemos que no hay posibilidad
de retener al ejército en el frente, y la evasiva de que los alemanes no iban a
atacar equivalía a la mayor de las aventuras. Si el comienzo de la revolución europea se retrasa, nos esperan las
derrotas más duras, porque no tenemos ejército, porque carecemos de
organización, porque no podemos resolver ahora estos dos problemas. Si uno no
sabe adaptarse, si no está dispuesto a andar a rastras por el fango, no es un
revolucionario, sino .un charlatán. Y yo no propongo que marchemos así porque
me guste, sino porque no nos queda otro camino, porque la historia está lejos
de sernos favorable hasta el punto de hacer que la revolución madure
simultáneamente en todas partes.
Las cosas ocurren de tal
modo que la guerra civil ha comenzado como un conato de choque con el
imperialismo, que ha demostrado que éste se ha descompuesto por completo y que
en el seno de cada ejército se alzan elementos proletarios. Sí nosotros veremos
la revolución internacional mundial; pero, mientras tanto, esto constituye un
magnífico cuento, un hermoso cuento. Comprendo perfectamente que a los niños
les gusten mucho los cuentos hermosos. Pero yo pregunto: ¿es propio de un
revolucionario serio creer en cuentos? En todo cuento hay algo de realidad: si
ofrecieran a los niños un cuento en el que el gallo y el gato no hablasen como
las personas, los niños perderían todo interés por dicho cuento. Exactamente
igual que si dicen al pueblo que la guerra civil en Alemania tiene que llegar,
y al mismo tiempo garantizan que, en lugar del choque con el imperialismo,
vendrá una revolución internacional en los frentes", el pueblo dirá que lo
engañan. Ustedes sólo en la imaginación y en los deseos pasan por las
dificultades que ofrece la historia. Está bien si el proletariado alemán se
halla en condiciones de alzarse. Pero, ¿han medido ustedes esto, han hallado un
instrumento capaz de precisar el día en que va a nacer la revolución alemana?
No, ustedes no lo saben, ni nosotros tampoco. Se lo juegan todo a una carta. Si
la revolución se desencadena, todo se ha salvado. Naturalmente! Pero ¿y si no
lo hace como nosotros queremos y se le ocurre no triunfar mañana? Entonces,
¿qué? Entonces las masas les dirán que han actuado como unos aventureros, que
se lo han jugado todo a una carta, esperando un curso feliz de los
acontecimientos que no advino, y, por tanto, ustedes no sirven para la
situación que se ha creado en lugar de la revolución mundial, que tiene que
llegar sin falta, pero que todavía no ha madurado.
Ha llegado un período de
derrotas durísimas infligidas por un imperialismo armado hasta los dientes a un
país que ha desmovilizado su ejército, que ha tenido que desmovilizado. Lo que
yo predecía ha sucedido plenamente: en lugar de la Paz de Brest, hemos
obtenido una paz · mucho más humillante, por culpa de quienes no quisieron
aceptar la primera. Nosotros sabíamos que si concertábamos una paz con el
imperialismo, era por culpa del ejército. A quien teníamos enfrente, al firmar
la paz, era a Hoffmann y no a Liebknecht. Y con ello ayudamos a la revolución
alemana. En cambio, ahora ustedes ayudan al imperialismo alemán, porque han entregado
nuestras enormes riquezas: nuestros cañones y nuestras municiones. Esto lo
debía predecir cualquiera que viese el estado terriblemente angustioso en que
se hallaba el ejército. Cualquier persona honrada del frente lo decía: a la
menor ofensiva de los alemanes estamos inevitable e inexorablemente perdidos.
En pocos días, nos convertimos en presa del enemigo. Después de esta lección,
nosotros, por muy grave que sea esta enfermedad, superaremos nuestra escisión,
nuestra crisis, porque en nuestro auxilio vendrá un aliado incomparablemente
más fiel: la revolución mundial. Cuando nos hablan de la ratificación de esta
Paz de Tilsit '4, de esta paz inaudita, más humillante y más rapaz que la de
Brest, yo digo: sí, indudablemente. Debemos hacerlo, pues vemos los
acontecimientos desde el punto de vista de las masas. La tentativa de
trasladar, con nuestra fantasía, la táctica del período correspondiente a los
meses de octubre y noviembre, de ese período triunfal de la revolución dentro
de un solo país, al curso de los acontecimientos de la revolución mundial es
una tentativa condenada al fracaso. Cuando se dice que la tregua es una
fantasía, cuando el periódico que se hace llamar Kommunist título derivado, por
lo visto, de la Comuna- llena columnas enteras intentando refutar la teoría de
la tregua, entonces yo digo: he pasado en mi vida por muchos choques
fraccionales, por muchas escisiones; de manera que me sobra experiencia sobre el
particular, pero he de decir que para mí es evidente que esta enfermedad no se
curará por el viejo procedimiento -el de las escisiones fraccionales del
partido porque la propia vida la curará antes. La vida marcha a grandes pasos.
Y en este sentido obra a la perfección. La historia hace avanzar con tanta
rapidez a la locomotora de la vida, que antes de que la redacción de Kommunist
tenga tiempo de publicar su número correspondiente la mayoría de los obreros de
Petrogrado ya habrá comenzado a desengañarse de sus ideas, porque la vida
demuestra que la tregua es un hecho. Ahora
firmamos la paz y tenemos una tregua que aprovechamos para defender mejor la
patria; porque, si en lugar de esto hubiese guerra, lo que tendríamos sería
aquel ejército que huía presa del pánico, al que sería preciso detener, pero al
que nuestros camaradas no pueden ni han podido detener porque la guerra es más
fuerte que toda clase de prédicas y que miles de razonamientos. Si no han
comprendido la situación objetiva, no pueden detener el ejército, no podrían
detenerlo. Este ejército enfermo contaminaba a todo el organismo, y el
resultado fue una nueva y extraordinaria derrota, un nuevo golpe asestado por
el imperialismo alemán a la revolución; y fue un golpe duro, porque nos
despojamos con gran ligereza de las ametralladoras ante los golpes del
imperialismo. Sin embargo, nosotros aprovechamos esta tregua para convencer al
pueblo de la necesidad de agruparse, de luchar; la aprovechamos para decir a
los obreros y a los campesinos rusos: "Forjen una disciplina consciente,
una disciplina severa, pues, de lo contrario, se hallarán bajo la bota alemana,
igual que se hallan ahora, como inevitablemente se .hallarán mientras el pueblo
no aprenda a luchar, a crear un ejército que sea capaz de no huir, sino de
soportar sufrimientos indecibles". Y esto es inevitable, porque la
revolución alemana no ha nacido aún y no podemos garantizar que llegue mañana.
Por esta razón, la teoría de
la tregua, negada en redondo por torrentes de artículos de Kommunist, es
planteada por la vida misma. Cada cual puede observar ·que la tregua existe,
que todos nos aprovechamos de ella. Nosotros suponíamos que íbamos a perder
Petrogrado en unos cuantos días. Esto· sucedía en el momento en que las tropas
alemanas que se iban acercando se encontraban a unas pocas jornadas de la
capital, mientras que, a pesar de su gran entusiasmo, los mejores marinos y los
obreros de la fábrica Putilov se encontraban solos, en un momento en el que
reinaba un caos indescriptible, una situación de pánico que había llevado a las
fuerzas en su huida hasta Gátchina. Era un momento en que recuperábamos lo que
no habíamos perdido, un momento en que las cosas ocurrían del siguiente modo:
el telegrafista llegaba a una estación, se ponía al aparato y telegrafiaba:
"No hay ni un solo alemán. La estación ha · sido ocupada por
nosotros". A las pocas horas se me comunicaba por ·teléfono desde el
Comisariado de Vías · de Comunicación: "Ha sido ocupada la estación
siguiente. Nos acercamos a Hamburgo. No hay ni un solo alemán. El telegrafista
ocupa su puesto". Tales han sido los momentos que hemos vivido. Esta es la
verdadera historia de la guerra de los once días 16 • Esta historia nos la han
descrito los marinos y los obreros de Putílov, a los que tenemos que llevar al
Congreso de los Soviets para que cuenten allí la verdad. Es una verdad
terriblemente amarga, desagradable, humillante, es una verdad que duele, pero
es cien veces más beneficiosa, pues es una verdad comprendida por el pueblo
ruso.
Yo admito que pueda uno
dejarse llevar por la revolución internacional en los frentes, porque ésta
llegará. Todo ha de llegar a su tiempo. Pero ahora emprendan la organización de
la autodisciplina, subordínense por encima de todo, para que tengamos un orden
ejemplar, para que los obreros se dediquen, aunque sólo sea una hora al día, a
aprender el arte militar. Esto es algo más difícil que contar un cuento bonito.
Tal es la tarea actual, y, cumpliéndola, ayudarán a la revolución alemana, a la
revolución internacional. No sabemos cuántos días nos han concedido de tregua,
pero la tregua la tenemos. Es preciso desmovilizar el ejército cuanto antes
porque éste es un órgano enfermo. Y, mientras tanto, ayudaremos a la revolución
finlandesa 17.
Sí, es evidente que violamos
el tratado, pero ya lo hemos violado treinta o cuarenta veces. Sólo unos niños
pueden dejar de comprender que, en esta época en que se inicia un período lento
y penoso de liberación, un período que acaba de crear el Poder soviético y lo
ha elevado tanto en su desarrollo, sólo unos niños, repito, pueden no
comprender que la lucha que aquí se va a desarrollar tiene que ser una lucha
prolongada y prudente. Un tratado de paz vergonzoso provoca insurrecciones,
pero cuando los camaradas de Kommunist discurren sobre la guerra, apelan a los
sentimientos, olvidándose de que los hombres crispaban los puños de rabia y se
les inyectaban los ojos de sangre. ¿Qué dicen? "Jamás un revolucionario
consciente podrá soportar tal cosa, nunca aceptará semejante vergüenza."
Su periódico lleva el título de Kommunist, pero debiera titularse El Hidalgo,
ya que ve las cosas como un hidalgo que adopta una postura elegante para morir
y dice con la espada en la mano: "La paz es un oprobio, la guerra un
honor". Ellos discurren desde el punto de vista del hidalgo. Yo, desde el
punto de vista del campesino.
Si yo acepto la paz en un
momento en que el ejército huye, en que no puede menos de huir para no perder
miles de hombres, lo hago para evitar males mayores. ¿Es acaso vergonzoso el
tratado? Cualquier campesino o cualquier obrero serio justificarán mi posición,
porque comprende que la paz es un recurso para acumular fuerzas. La historia
conoce -ya me he remitido a esto más de una vez- cómo, después de la Paz de
Tilsit, los alemanes se liberaron de la dominación napoleónica. He calificado
intencionadamente La paz con el nombre de Paz de Tilsit, aunque nosotros no
firmamos lo que en esta paz figuraba: el compromiso de ayudar con nuestras
tropas al conquistador a conquistar otros pueblos. Y, sin embargo, la historia
ha llegado a estos extremos, y también llegaremos nosotros si ciframos nuestras
esperanzas sólo en la revolución internacional en los frentes. iTengan cuidado
de que la historia no les conduzca también a esta forma de esclavitud militar! Y
mientras la revolución socialista no haya triunfado en todos los países, existe
la posibilidad de la esclavización de la República Soviética. En Tilsit,
Napoleón obligó a los alemanes a firmar unas condiciones de paz inauditamente
vergonzosas. En aquel entonces las cosas ocurrían de tal modo que la paz hubo
de firmarse varias veces. El Hoffmann de entonces –Napoleón se dedicaba a
pillar a los alemanes en las infracciones de las condiciones de paz. Hoffmann
nos pillará en lo mismo. Pero procuraremos que no sea tan pronto.
La última guerra ha dado al
pueblo ruso una enseñanza amarga y penosa, pero sería: la de saber organizarse,
disciplinarse, subordinarse, saber crear una disciplina ejemplar. Aprendan de
los alemanes a ser disciplinados, pues, en caso contrario, somos pueblo perdido
y estaremos eternamente esclavizados.
Este y sólo éste ha sido el
curso de la historia. La historia nos enseña que la paz es una tregua para la
guerra y que la guerra es un medio de obtener una paz más o menos buena. La
correlación de fuerzas en Brest correspondía a las condiciones de una paz
impuesta al vencido, pero no era una paz humillante. La correlación de fuerzas
en Pskov correspondía a una paz bochornosa, más humillante. En la etapa
siguiente, en Petrogrado y Moscú, nos impondrán una paz cuatro veces más
humillante. Nosotros no diremos que el Poder soviético no es más que pura forma
como nos han dicho nuestros jóvenes amigos de Moscú '8, nosotros no diremos que
en aras de tales o cuales principios revolucionarios podemos sacrificar el
contenido. No, nosotros diremos: el
pueblo ruso tiene que comprender que su deber consiste en disciplinarse, en
organizarse, y entonces podrá soportar toda clase de paces de Tilsit. Toda
la historia de las guerras de liberación nos enseña que cuando estas guerras
afectaban a las grandes masas, la liberación sobrevenía rápidamente. Nosotros
decimos: si tal es el curso de la historia, tendremos que terminar la paz y
retornar a la guerra. Y este futuro puede residir en los próximos días. Todos deben
estar preparados. A mí no me cabe la menor duda de que los alemanes se están
preparando más allá de Narva, si es cierto que no ha sido tomada, como afirman
todos los periódicos. No es en Narva, es a las puertas de Narva; no es en
Pskov, es a las puertas de Pskov donde los alemanes están concentrando su
ejército regular preparando sus ferrocarriles para dar un nuevo salto y
apoderarse de Petrogrado. Esta fiera ya ha demostrado que sabe saltar bien. Y
va a saltar una vez más. No cabe la menor duda. Por eso, tenemos que estar
preparados; tenemos que saber no lanzar fanfarronadas, sino aprovechar incluso
un día de tregua, pues podemos aprovechar hasta un día para evacuar Petrogrado,
· cuya pérdida significaría terribles penalidades para cientos de miles de nuestros
proletarios. Digo una vez más que estoy dispuesto -y lo considero un deber a
firmar un acuerdo veinte veces, cien veces más humillante con tal de obtener
aunque sólo sean unos cuantos días para evacuar Petrogrado, ya que con ello
alivio los padecimientos de los obreros, que, en caso contrario, pueden caer
bajo el yugo de los alemanes. Facilito con ello la evacuación de materiales
existentes en Petrogrado, pólvora, etc., que necesitamos, porque soy un
defensita, porque soy partidario de que se prepare el ejército, aunque sea en
la retaguardia más remota, donde se está reponiendo ahora el ejército
desmovilizado, enfermo.
No sabemos cuánto durará la
tregua, pero procuraremos aprovechar el momento. Quizá la tregua sea mayor,
pero tal vez sólo dure unos cuantos días. Todo puede ocurrir, pero nadie sabe ni
puede saber lo que va a ocurrir, porque todas las grandes potencias se ven
atadas, constreñidas, se ven obligadas a luchar en varios frentes. La conducta
de Hoffinann se ve condicionada, por una parte, por la necesidad de aplastar a
la República Soviética; por otra, por el hecho de que tiene la guerra en toda
una serie de frentes y, finalmente, porque la revolución en Alemania madura,
crece, y Hoffmann lo sabe y no puede, como se afirma, apoderarse .inmediatamente
de Petrogrado ni de Moscú. Pero, y esto es en un todo posible, puede
conseguirlo mañana. Repito: en un _momento en que la enfermedad del ejército
constituye un hecho irrefutable; cuando, por encima de todo, tenemos que
aprovechar cada instan te, aunque sólo sea para conseguir un día de tregua, en
tal momento decimos: cada revolucionario serio, ligado a las masas, cada
revolucionario que sepa lo que es la guerra y lo que son las masas tiene que
disciplinar a las masas, tiene que someterlas a cura, tiene que procurar
levantarlas a una nueva guerra. Todo revolucionario de este tipo aprobará
nuestro proceder y reconocerá acertado cualquier pacto bochornoso, ya que este
último se haría en aras de la revolución proletaria y de la renovación de
Rusia, en aras de librarla de un órgano enfermo. Como cualquier persona sensata
puede comprender, al firmar dicha paz no cejamos en nuestra revolución obrera.
Y todo el mundo comprende que, al firmar la paz con los alemanes, nosotros no
cejamos en nuestra ayuda militar: lo que enviamos a los finlandeses son armas,
y no tropas que resultarían inservibles.
Tal vez tengamos que aceptar
la guerra. Tal vez mañana tengamos que entregar también Moscú, pero luego
pasaremos a la ofensiva. Y si se produce en la sicología de las masas el cambio
radical que está madurando, para el que tal vez se requiera mucho tiempo, pero
que tiene que llegar en el momento en que las grandes masas digan otra cosa de
lo que ahora dicen, en tal caso podremos lanzar nuestro ejército contra el ejército
enemigo. Tengo que aceptar la paz, aunque sea la más dura, porque, actualmente,
no puedo decirme a mí mismo que ese momento ha llegado. Cuando llegue el
momento de la renovación, todos lo experimentarán y verán que el ruso no es
tonto. Hoy ve y mañana comprenderá la necesidad que tenemos de abstenernos, la
necesidad de seguir esta orientación. En ello reside la tarea principal de
nuestro Congreso del Partido y del Congreso de los Soviets.
Es preciso saber trabajar en
la nueva senda. Es mucho más duro, pero en modo alguno carece de perspectivas.
Y en modo alguno hará fracasar al Poder soviético, si no somos nosotros mismos
los que, con una aventura estúpida, lo hacemos fracasar. Llegará un momento en
que el pueblo diga: no permito que se me martirice más. Pero eso sólo ocurrirá
en el caso de que no nos lancemos a esa aventura, sino que aprendamos a
trabajar en unas condiciones difíciles y con el tratado inauditamente
humillante que acabamos de firmar en estos días. Pues de una crisis histórica
de esta naturaleza no se sale con una solo guerra ni con un solo tratado de
paz. El pueblo alemán se hallaba atado por su organización monárquica cuando en
1807 firmó su Paz de Tilsit, después de varias paces humillantes, que se
convertían en treguas a las que seguían una nueva humillación y una nueva
infracción. La organización soviética de las masas nos aliviará esta labor.
Nuestra consigna puede ser
sólo una: aprender de veras el arte militar, poner orden en los ferrocarriles.
Dejar la guerra revolucionaria socialista sin ferrocarriles constituye una
traición de lo más dañina. Es preciso poner las cosas en orden. Es preciso
crear la energía y la fuerza capaces de dar vida a lo mejor de que dispone la
revolución. Ya que les conceden una tregua, aunque sólo sea por una hora,
agárrense a ella para poder estar en contacto con la retaguardia profunda, para
crear allí nuevos ejércitos.
Abandonen las ilusiones por
las que la realidad de la vida les ha castigado y aún les castigará más. Ante
nosotros se perfila una época de derrotas muy duras, y esa época está en
puertas, hay que aprender a tenerla en cuenta, es preciso estar preparados para
una labor tenaz en condiciones ilegales, en condiciones de innegable esclavitud
bajo los alemanes. No hay necesidad de embellecer esta verdad. Es una auténtica
Paz de Tilsit. Si sabemos obrar de este modo, entonces, a pesar de las
derrotas,podremos decir con absoluta seguridad que triunfaremos. (Aplausos.)
Breve reseña periodística
publicada el 9 de marzo (24 de febrero) de 1918 en Pravda. núm. 45
https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo36.pdf
Tomo 45: Marzo 1922 - marzo 1923
Sobre las
cooperativas pág. 385-393
Más vale
poco y bueno pág. 405-422
Notas
pág. 513- 622
CRONOLOGIA DE LA VIDA Y LA A C TI VI DAD DE V. l. LEN IN (6 de marzo de 1922-21 de enero de 1924)
671
https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo45.pdf
Sobre las cooperativas
(desde la pág. 385-393)
I
Me parece
que en nuestro país no se presta la suficiente· atención a las cooperativas. Es
poco probable que todos comprendan que ahora, a partir de la Revolución de
Octubre e independientemente de la nueva política económica (Desde el 21 de marzo de 1922 hasta
1928.), la Nep (por el contrario, en este sentido habría que decir:
precisamente gracias a la Nep), las cooperativas adquieren en nuestro país una
importancia verdaderamente extraordinaria. En los sueños de los viejos
cooperativistas hay mucha fantasía. A menudo resultan cómicos por lo
fantásticos que son. Pero ¿en qué consiste esa fantasía? En que la gente no
comprende la importancia fundamental, la importancia cardinal de la lucha
política de la clase obrera por derrocar la dominación de los explotadores. Hoy
es ya un hecho ese derrocamiento en· nuestro país, y mucho de lo que parecía
fantástico, incluso romántico y hasta trivial en los sueños de los viejos
cooperativistas, se convierte ahora en una realidad de lo más natural.
En efecto,
dado que en nuestro país el poder del
Estado se encuentra en manos de la clase obrera y que a este poder estatal
pertenecen todos los medios de producción, sólo nos queda, en realidad, cumplir
la tarea de organizar a la población en cooperativas. Con la máxima organización de la población en cooperativas alcanza por
sí mismo objetivo ese socialismo que antes suscitaba legítimas burlas,
sonrisas y desdén entre los que estaban convencidos, y con razón, de que era
necesaria la lucha de clase, la lucha por el poder político, etc. Ahora bien,
no todos los camaradas se dan cuenta de la importancia gigantesca e inabarcable
que adquiere ahora para nosotros la organización de cooperativas en Rusia. Con
la Nep hicimos una concesión al campesino como comerciante, hicimos una
concesión al principio del comercio privado; de ello precisamente dimana (al
contrario de lo que algunos creen) la gigantesca importancia de las
cooperativas. En el fondo, todo lo que necesitamos es organizar con las
suficientes amplitud y profundidad en cooperativas a la población rusa durante
la dominación de la Nep, pues ahora hemos encontrado el grado de conjugación de
los intereses privados, de los intereses comerciales privados, de su
comprobación v control por el Estado, el grado de su subordinación a los
intereses generales, lo que antes constituía la piedra de toque para muchísimos
socialistas. En efecto, todos los grandes medios de producción en poder del
Estado, y el poder del Estado en manos del proletariado; la alianza de este
proletariado con millones y millones de campesinos pequeños y muy pequeños; la
garantía de la dirección de los campesinos por el proletariado, etc., ¿acaso no
es eso todo lo que se necesita para edificar la sociedad socialista completa,
partiendo de las cooperativas, y nada más que de las cooperativas, a las que
antes tratábamos de mercantilistas y que hoy, durante la Nep, merecen también,
en cierto modo, el mismo trato? Eso no es todavía la edificación de la sociedad
socialista, pero sí todo lo imprescindible y lo suficiente para edificarla.
Pues bien,
esta circunstancia es desestimada por muchos de los dedicados al trabajo
práctico. Entre nosotros hay menosprecio por las cooperativas, ni se comprende
la excepcional importancia que tienen, primero, desde el punto de vista de los
principios (la propiedad de los medios de producción en manos del Estado);
segundo, desde el punto de vista del paso a un nuevo orden de cosas por el
camino más sencillo, fácil y accesible para el campesinado.
Y eso es,
repitámoslo, lo principal. Una cosa es fantasear sobre toda clase de
asociaciones obreras para construir el socialismo, y otra aprender a construir
en la práctica de manera que cada pequeño campesino pueda colaborar en esa
construcción. A ese grado hemos llegado ahora. Y es indudable que, una vez
alcanzado, lo aprovechamos muy poco.
Al pasar a
la Nep, nos hemos excedido no en el sentido de haber dedicado demasiado lugar
al principio ce la libertad de industria y comercio, sino en el sentido de que
nos hemos olvidado de las cooperativas, las subestimamos y hemos comenzado ya a
olvidar su gigantesca importancia en los dos ante citados aspectos de su
significación.
Me propongo
ahora conversar con el lector sobre lo que puede y debe hacerse en la práctica,
por el momento, partiendo de ese principio "cooperativista". ¿Con qué
recursos se puede y debe comenzar a desarrollar hoy mismo ese principio
"cooperativista/', de manera que sea evidente para todos y cada uno su
significado socialista?
Es necesario
organizar en el aspecto político las cooperativas de suerte que no sólo disfruten
en todos los casos de ciertas ventajas, sino que estas ventajas sean de índole
puramente material (el tipo de interés bancario, etc.). Es necesario conceder a
las cooperativas créditos del Estado que superen, aunque sea un poco, a los
concedidos a las empresas privadas, hasta alcanzar incluso el nivel de los
créditos para la industria pesada, etc.
Todo régimen
social surge exclusivamente con el apoyo financiero de una clase determinada.
Huelga recordar los centenares y centenares de millones de rublos que costó el
nacimiento del capitalismo "libre". Ahora debemos comprender, para
obrar en consecuencia, que el régimen social al que debemos prestar hoy día un
apoyo extraordinario es el cooperativista. Pero hay que apoyarlo en el
verdadero sentido de la palabra, es decir, no basta con · entender por tal
apoyo el prestado a cualquier intercambio cooperativista, sino el prestado a un
intercambio de este tipo en el que participen efectivamente verdaderas masas de
la población. Conceder una prima al campesino que participe en el intercambio
de las cooperativas es, sin duda, una forma certera, pero, al mismo tiempo,
hace falta comprobar esa participación, el grado en que se hace a conciencia y
de buena fe; ese es el quid de la -cuestión. Cuando un cooperativista llega a
una aldea y organiza allí una cooperativa de consumo, la población, hablando en
rigor, no participa en eso para nada, pero al propio tiempo, y guiada por su ventaja
personal, se apresurará a probar a participar en ella.
Esta
cuestión tiene también otro aspecto. Nos queda ya muy poco por hacer, desde el
punto de vista del europeo "civilizado" (ante todo, del que sabe leer
y escribir), para hacer participar, y no
de una manera pasiva, sino activa, a toda la población en las operaciones de
las cooperativas. Hablando con propiedad, nos queda por hacer una cosa "nada más": elevar a nuestra
población a tal grado de "civilización"
que comprenda todas las ventajas de la participación de cada cual en las
cooperativas y organice esta participación. Eso y "nada más". Ninguna otra sabiduría se necesita ahora para
pasar al socialismo. Mas, para hacer realidad ese "nada más", se precisa toda una
revolución, toda una etapa de desarrollo cultural de las masas del pueblo. Por
eso nuestra norma debe ser: menos lucubraciones y menos artificios posibles. En
este sentido, la Nep es ya un
progreso, pues se adapta al nivel del campesino más corriente y no le exige
nada superior. Más, para lograr, mediante la Nep, que tome parte en las cooperativas el conjunto de la
población, se necesita toda una época histórica que, en el mejor de los casos,
podemos recorrer en uno o dos decenios. Pero será una época histórica especial,
y sin pasar por esa época histórica, sin lograr que todos sepan leer y
escribir, sin un grado suficiente de comprensión, sin acostumbrar en grado
suficiente a la población a leer libros y sin una base material para ello, sin
ciertas garantías, por ejemplo, contra las malas cosechas, contra el hambre,
etc., no podremos alcanzar nuestro objetivo. Todo depende ahora de que sepamos
combinar ese ímpetu revolucionario, ese entusiasmo revolucionario que ya hemos
demostrado lo suficiente y coronado con éxito completo, de que sepamos
combinarlo con las dotes de (aquí estoy casi dispuesto a decirlo) mercader
inteligente e instruido, lo que basta en · absoluto para ser un buen
cooperativista. Por dotes de mercader entiendo el saber ser un mercader culto.
Que se lo aprendan bien los rusos o simplemente los campesinos, los cuales
creen que, como trafican, ya saben comerciar. Se equivocan de medio a medio.
Trafican, pero de eso a saber ser un comerciante culto va un gran trecho. Ahora
trafican a lo asiático, mientras que para saber comerciar hay que hacerlo a lo
europeo. Y de eso los separa toda una época.
Acabo: hay
que conceder una serie de privilegios económicos, financieros y bancarios a las
cooperativas; en eso debe consistir el apoyo prestado por nuestro estado
socialista al nuevo principio de organización de la población. Pero, con
ello, el problema se plantea sólo a grandes rasgos, ya que sigue sin concretar
ni describir con pormenores todo el fondo práctico del problema, es decir, hay
que saber encontrar la forma de las "primas" (y las condiciones de su
entrega) que concedemos por la organización de la población en cooperativas, la
forma de las primas que nos permita prestar una ayuda suficiente a las
cooperativas y preparar a cooperativistas cultos. Ahora bien, cuando los medios de producción pertenecen a la sociedad,
cuando es un hecho el triunfo de clase del proletariado sobre la burguesía, el régimen de los cooperativistas cultos es
el socialismo.
4 de enero
de 1923.
II
Siempre
que he escrito algo de la nueva política económica he citado mi artículo de
1918 sobre el capitalismo de Estado*. Eso hizo dudar en más de una
ocasión a algunos camaradas jóvenes. Pero sus dudas giraban sobre todo en tomo
a cuestiones políticas abstractas.
* Véase O.
C., t. 36, págs. 291-324.-Ed
V. I. Lenin.
Acerca del infantilismo "izquierdista" y del espíritu pequeñoburgués.
1918
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2018/11/v-i-lenin-acerca-del-infantilismo.html
Creían que no se debía calificar de capitalismo de Estado a un régimen en el que
los medios de producción pertenecen a la clase obrera y en el que ésta es dueña
del poder estatal.
Sin embargo, no se daban cuenta de que yo utilizaba el calificativo de "capitalismo de Estado", primero, para establecer el nexo histórico de
nuestra posición actual con la posición que ocupé yo en mi polémica contra los
llamados comunistas de izquierda; entonces yo demostraba ya también
que el capitalismo de Estado sería superior a nuestra economía contemporánea;
lo que me importaba entonces era dejar sentado el nexo de continuidad entre el
habitual capitalismo de Estado y el extraordinario, incluso excesivamente
extraordinario capitalismo de Estado, al que me referí al iniciar al lector en
la nueva política económica. Segundo, para mí fue siempre de gran importancia
el objetivo práctico. Y el objetivo práctico de nuestra nueva política
económica consistía en arrendar empresas para que las explotasen en régimen de
concesión; empresas que, sin duda alguna, harían en nuestras circunstancias un
tipo de capitalismo de Estado ya
puro. En ese aspecto trataba yo el capitalismo
de Estado.
Pero existe
otro aspecto más de la cuestión, por el cual podríamos necesitar el capitalismo
de Estado o, al menos, trazar un paralelo con él. Se trata de las cooperativas.
Es
indudable que las cooperativas en un Estado capitalista son instituciones
capitalistas colectivas. Tampoco hay duda de que, en nuestra actual realidad económica, cuando
al lado de empresas capitalistas privadas -habiéndose socializado sin falta la tierra
y teniéndolas bajo el control obligatorio del poder del Estado, que pertenece a
la clase obrera- hay empresas de tipo socialista consecuente ( cuando tanto los
medios de producción como el suelo en que se halla enclavada la empresa y toda
ella en su conjunto pertenecen al Estado), se plantea el problema de un tercer
tipo de empresas que antes no eran independientes desde el punto de vista de su
importancia de principios, a saber: las empresas cooperativas. En el
capitalismo privado, la diferencia existente entre empresas cooperativas y
empresas capitalistas es la misma que hay entre empresas colectivas y empresas
privadas. En el capitalismo de Estado, las empresas cooperativas se
diferencian de las empresas capitalistas de Estado, primero, en que son empresa
privada y, segunda, en que son empresas colectivas. En nuestro régimen actual,
las empresas cooperativas se diferencian de las empresas capitalistas privadas
en que son colectivas, pero no se distinguen de las empresas socialistas
siempre y cuando se hayan establecido en un terreno del Estado y empleen medios
de producción pertenecientes al Estado, es decir, a la clase obrera.
Esta
circunstancia es la que no tomamos lo suficiente en cuenta cuando discutimos de
las cooperativas. Se relega al olvido que las cooperativas adquieren en nuestro
país, gracias a la peculiaridad de nuestro régimen político, una importancia
excepcional por completo. Si dejamos a un lado las empresas en régimen de
concesión que, por cierto, no han alcanzado en nuestro país un desarrollo
importante, las cooperativas coinciden totalmente a cada paso, en nuestras
circunstancias, con el socialismo.
Explicaré mi
idea: ¿En qué consiste la fantasía de los planes de los viejos cooperativistas,
empezando por Robert Owen? En que soñaban con la transformación pacífica de la
sociedad moderna mediante el socialismo, sin tener en cuenta cuestiones tan
fundamentales como la lucha de las clases, la conquista del poder político por
la clase obrera y el derrocamiento de la dominación de la clase de los
explotadores. Por eso tenemos razón para ver en ese socialismo
"cooperativista" una pura fantasía, algo romántico y hasta trivial
por sus sueños de transformar, mediante el simple agrupamiento de la población
en cooperativas, a los enemigos de clase en colaboradores de clase, y a la
guerra de las clases en paz entre las clases (la llamada paz civil).
No cabe duda
de que, desde el punto de vista de la tarea fundamental de nuestros días,·
nosotros teníamos razón, ya que sin la
lucha de la clase obrera por el poder político del Estado no se puede poner en
práctica el socialismo.
Pero fíjense
cómo ha cambiado la cosa ahora, una vez que el poder del Estado se halla en
manos de la clase obrera, una vez que el poder político de los explotadores ha
sido derrocado, y todos los medios de producción ( excepto los que el Estado
obrero, voluntariamente y con ciertas condiciones, otorga por algún tiempo en
régimen de concesión a los explotadores) están en manos de la clase obrera.
Ahora
tenemos derecho a afirmar que, para nosotros, el simple desarrollo de las
cooperativas es idéntico (salvo la "pequeña" excepción señalada
arriba) al crecimiento del socialismo y, a la vez, nos vemos obligados a
reconocer el cambio radical que se ha operado en todo nuestro punto de vista
sobre el socialismo. Ese cambio radical consiste en que antes poníamos y debíamos poner el centro de gravedad en la
lucha política, en la revolución, en la conquista del poder, etc. Ahora el centro de gravedad se
desplaza hacia la labor pacífica de organización "cultural". Estoy
dispuesto a afirmar que el centro de gravedad se trasladaría en nuestro país
hacia la obra de la cultura, de no ser por las relaciones internacionales, de
no ser porque hemos de pugnar por nuestras posiciones a escala internacional.
Pero si dejamos eso a un lado y nos limitamos a nuestras relaciones económicas
interiores, el centro de gravedad del trabajo se reduce hoy en realidad a la
obra cultural.
Se nos
plantean dos tareas principales, que hacen época. Una es la de rehacer nuestra
administración pública, que ahora no sirve para nada en absoluto y que tomamos
íntegramente de la época anterior; no hemos conseguido rehacerla seriamente en cinco
años de lucha, y no podíamos conseguirlo. La otra estriba en nuestra labor
cultural entre los campesinos. Y el objetivo económico de esta labor cultural
entre los campesinos es precisamente organizarlos en cooperativas. Si
pudiéramos organizar en cooperativas a toda la población, pisaríamos ya con
ambos pies terreno socialista. Pero esta condición, la de organizar a toda
la población en cooperativas, implica tal grado de cultura de los campesinos
(precisamente de los campesinos, pues son una masa inmensa), que es imposible
sin hacer toda una revolución cultural.
Nuestros adversarios nos han dicho
muchas veces que emprendemos una obra descabellada, al implantar el
socialismo en un país de insuficiente cultura. Pero se equivocaron al decir que
nosotros no comenzarnos en el orden que indicaba la teoría (de todo género ·de
pedantes), y la revolución política y social en nuestro país precedió a la
revolución cultural, a esa revolución cultural ante la que nos encontramos
ahora, pese a todo.
Hoy nos
basta con esta revolución cultural para llegar a convertirnos en un país
completamente socialista, pero esa revolución cultural presenta increíbles
dificultades para nosotros, tanto en el aspecto puramente cultural (pues somos
analfabetos) como en el aspecto material (pues para ser cultos es necesario
cierto desarrollo de los medios materiales de producción, se precisa cierta
base material).
6 de enero de 1923
Publicado
por primera vez el 26 y el 27 de mayo 1923 en el periódico "Pravda",
núms. 115 y 116
Firmado: .N.
Lenin
Se publica
según el apunte del secretario (ejemplar mecanografiado), cotejado con el texto
periódico
SOBRE LAS COOPERATIVAS desde la pág. 385-393
V.I. Lenin.
La catástrofe que nos amenaza y como combatirla (septiembre de 1917)
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2022/07/vi-lenin-la-catastrofe-que-nos-amenaza.html
V. I. Lenin.
Acerca del infantilismo "izquierdista" y del espíritu pequeñoburgués.
1918
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2018/11/v-i-lenin-acerca-del-infantilismo.html
V. I. Lenin: Cinco años de la revolución rusa y perspectivas de la revolución mundial (capitalismo de Estado) pág. 295
Informe
pronunciado ante el IV Congreso de la Internacional Comunista el 13 de
noviembre de 1922 V. I. Lenin
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2014/04/v-i-lenin-cinco-anos-de-la-revolucion.html
Tratado de Brest-Litovsk de 1918. Frenazo a la Revolución
rusa. (Del Comunismo de guerra a la Nueva Política Económica o capitalismo de
Estado)
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2021/07/tratado-de-brest-litovsk-de-1918.html
Rosa
Luxemburgo. La tragedia rusa (la capitulación del proletariado revolucionario
ruso al militarismo alemán) con la firma del Tratado Brest-Litovsk de 3 de
febrero de 1918).
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2021/06/rosa-luxemburgo-la-tragedia-rusa-la.html
Más vale poco y bueno (pág. 405-422)
Por lo que
se refiere a la mejora de nuestra administración pública, creo que la Inspección Obrera y Campesina no debe afanarse· por la cantidad ni
apresurarse. Hemos tenido hasta ahora tan poco tiempo para reflexionar y
preocuparnos de la calidad de nuestra administración pública que sería natural
la preocupación por que esté preparada con especial seriedad y se concentre en
la Inspección Obrera y Campesina a individuos de una cualidad realmente
moderna, es decir, no desmerecedores de los mejores modelos euroccidentales.
Desde luego, esta es una condición harto modesta para una república
socialista. Pero el primer lustro nos ha llenado la cabeza de desconfianza
y escepticismo. No podemos menos de sentir esa desconfianza y ese escepticismo
por quienes hablan demasiado y con excesiva ligereza, por ejemplo, de la cultura "proletaria": para
empezar nos bastaría una verdadera cultura burguesa; para empezar podríamos
prescindir de los tipos más recalcitrantes de culturas de tipo preburgués, es decir,
de culturas burocrática, feudal, etc. En los problemas de cultura lo que más
perjudica es tener prisa y querer abarcarlo todo. Muchos de nuestros jóvenes
literatos y comunistas deberían aplicarse bien el cuento.
Por donde,
en lo que se refiere a la administración pública, debemos sacar ahora de la
experiencia anterior la conclusión de que sería mejor ir más despacio.
Nuestra
administración pública se encuentra en un estado tan deplorable, por no decir
detestable, que primero debemos reflexionar profundamente en la manera de
combatir sus deficiencias, recordando que radican en el pasado, el cual, si
bien ha sido subvertido, no ha desaparecido por completo, no ha quedado en la
fase de cultura perteneciente a tiempos remotos. Planteo aquí el problema de la
cultura precisamente porque en estas cosas debe tenerse por logrado únicamente
lo que entra en la cultura, en la vida corriente, en las costumbres. Y en
nuestro país, puede afirmarse, lo que hay de bueno en la organización social no
ha sido meditado a fondo, no ha sido comprendido ni sentido, ha sido tomado al
vuelo, no ha sido comprobado, ni ensayado, ni confirmado por la experiencia, ni
consolidado, etc. Es natural que tampoco pudiera ser de otro modo en una época
revolucionaria y dada la rapidez tan vertiginosa del desarrollo que nos ha
llevado en cinco años del zarismo al régimen soviético.
Es preciso
sentar cabeza a tiempo. Hay que impregnarse de salvadora desconfianza de un
movimiento de avance atropellado, de toda jactancia, etc. Es necesario preocuparse
de comprobar los pasos adelante que pregonamos a cada momento, que damos cada
momento y luego procuramos demostrar continuamente que no son de peso, ni
serios, ni se comprenden. Lo más nocivo en este caso sería apresurarse. Lo más
nocivo sería contar con que sabemos algo, por poco que sea, o pensar que hay
entre nosotros un número algo considerable de elementos para organizar una
administración realmente nueva y verdaderamente acreedora del nombre de
socialista, de soviética, etc.
No, en
nuestro país, tal administración e incluso el número de elementos que la
formal'! mueven a risa por lo exiguo, y debemos recordar que, para montarla, no
se debe escatimar el tiempo, y eso se llevará muchos, muchísimos años.
¿Qué
elementos poseemos para montar esa administración? Solamente dos: primero, los
obreros, animados por la lucha en pro del socialismo. Estos elementos no poseen
suficiente instrucción. Querrían proporcionarnos una administración mejor, pero
no saben cómo hacerlo. No pueden hacerlo. No han alcanzado hasta hoy el
desarrollo ni la cultura indispensable para ello. Y lo que se necesita
precisamente es cultura. En este sentido no se puede hacer nada de golpe y porrazo
o de sopetón, con viveza o energía, o con cualquier otra de las mejores
cualidades humanas en general. Segundo, se necesitan conocimientos, educación e
instrucción, pues los que tenemos son irrisorios en comparación con todos los
demás Estados.
Y en este
sentido no hay que olvidar que somos aún demasiado propensos a compensar estos
conocimientos (o a creernos que podemos compensarlos) con el celo, la
precipitación, etc.
Para renovar
nuestra administración pública tenemos que fijarnos a toda costa como tarea:
primero, aprender; segundo, aprender; tercero1 aprender; y después, comprobar
que lo aprendido no quede reducido a letra muerta o a una frase de moda (cosa
que, ·no hay por qué ocultarlo, ocurre con demasiada frecuencia en nuestro
país), que lo aprendido se haga efectivamente carne de nuestra carne y sangre
de nuestra sangre, que llegue a ser plena y verdaderamente un elemento
integrante de la vida diaria. En pocas palabras, no debemos presentar las
mismas reivindicaciones que la Europa Occidental burguesa, sino las que puede
presentar con dignidad y decoro un país que ha asumido la misión de
desarrollarse y hacerse socialista.
Las
deducciones de lo expuesto son que debemos hacer de la Inspección Obrera y
Campesina,
instrumento llamado a mejorar nuestra administración, un organismo realmente
modelo
Para que
pueda alcanzar la debida altura, es preciso atenerse a la regla en cosa alguna,
pensar mucho y hacer ------Para una.
Para ello es
preciso que lo mejor que haya de verdad en nuestro régimen social se aplique
con los máximos cuidado, reflexión y conocimiento a la fundación del nuevo
Comisariado del Pueblo.
Para ello es
preciso que- los mejores elementos de nuestro régimen social, a saber: los
obreros avanzados, en primer lugar, y, en segundo, los elementos realmente
instruidos -por los cuales se puede responder de que ni se fiarán de las
palabras ni pronunciarán una sola contra su conciencia- no teman confesar
ninguna dificultad ni se arredren ante lucha alguna para alcanzar el fin
propuesto en serio.
Hace ya
cinco años que nos venimos ajetreando para mejorar nuestra administración
pública, pero esto es precisamente sólo un ajetreo que en cinco años no ha
demostrado más que su ineficacia o incluso su inutilidad y su nocividad. Como
todo ajetreo, tenía la apariencia de trabajo, pero, en realidad, entorpecía nuestras
instituciones y embrollaba nuestros cerebros.
Es preciso
que todo esto cambie al fin.
Hay que tomar por norma: más vale poco en cantidad pero
bueno de calidad. Hay que tomar por norma: más vale esperar dos o incluso tres años a
obtener buen personal que apresurarse sin ninguna esperanza de conseguirlo. Yo
sé que será difícil atenerse a esta norma y aplicarla a nuestra realidad. Sé
que la norma contraria intentará abrirse camino en nuestro país con mil
subterfugios. Sé que habremos de oponer una resistencia gigantesca y mostrar
una perseverancia diabólica, que en este sentido el trabajo será, por lo menos
durante los primeros años, endemoniadamente ingrato; no obstante, estoy
convencido de que sólo obrando así alcanzaremos nuestra meta y que, únicamente
después de haberla alcanzado, crearemos una república digna en realidad del nombre de soviética, socialista,
etc., etc., etc.
Es probable
que muchos lectores encuentren demasiado insignificantes las cifras que cité
como ejemplo en mi primer artículo*. Estoy seguro de que se podrían aducir
muchos cálculos para demostrar que esas cifras son insuficientes. Pero creo
que, por encima de esos cálculos y de cálculos de cualquier índole, debemos
poner una cosa: el interés por una calidad verdaderamente modelo.
• Véase el presente tomo, págs. 399-404.-Ed.
Cómo tenemos
que organizar la inspección obrera y campesina
(Propuesta
al XII Congreso del partido) 228
págs.
399-404
https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo45.pdf
Estimo que,
en fin, es precisamente éste el momento en que debemos ocuparnos de nuestra
administración pública como es debido, con toda seriedad; el momento en que el
rasgo más pernicioso de esta labor tal vez sea el apresuramiento. Por esto
prevengo encarecidamente contra la exageración de estas cifras. Por el
contrario, soy de la opinión de que, en este caso, hay que ser sobre todo
parcos en las cifras. Hablemos con franqueza. El Comisariado del Pueblo de Inspección Obrera y Campesina no goza hoy ni de sombra de prestigio. Todos saben que no existe una
institución peor organizada que nuestra Inspección Obrera y Campesina y que, en
las condiciones actuales, no podemos pedir nada a este Comisariado. Hemos de
recordarlo bien, si queremos proponernos de verdad el tener dentro de unos años
una institución que, primero, debe ser modelo; segundo, debe inspirar a todos
absoluta confianza y, tercero, debe demostrar a todos sin excepción que está
justificada en realidad la labor de una institución tan encumbrada como es la
Comisión Central de Control. A mi entender, hay que desterrar en el acto y con
decisión toda clase de normas generales sobre el número de empleados. A los de
la Inspección Obrera y Campesina debemos seleccionarlos de un modo muy especial
y sólo después de haberlos sometido a pruebas rigurosísimas. En efecto, ¿qué
objeto tendría montar un Comisariado del Pueblo en el que el trabajo marche de
cualquier manera, sin inspirar la menor confianza, y en el que la palabra tenga
un prestigio ínfimo? Creo que, con la reorganización del género que ahora nos
proponemos, nuestro objetivo principal es evitarlo.
Los obreros
que incorporemos a la Comisión Central de Control en calidad de miembros suyos deben ser irreprochables como comunistas,
y creo que debemos esforzarnos aún largo tiempo por enseñarles los métodos y
las tareas de su trabajo. Además, como auxiliar en esta labor deberá haber un
determinado personal de secretaría que será sometido a una triple prueba antes
de recibir el nombramiento para su empleo. Por último, los funcionarios que, a
título de excepción, decidamos colocar inmediatamente en la Inspección Obrera y
Campesina deben
reunir las condiciones siguientes:
primero, deben estar avaladas por varios
comunistas;
segundo, deben pasar un examen de
conocimiento de nuestra administración pública;
tercero, deben pasar un examen de
fundamentos teóricos de nuestra administración pública, de las cuestiones
esenciales de la ciencia administrativa, de la tramitación de expedientes, etc.
;
cuarto, deben trabajar bien compenetrados
con los miembros de la Comisión Central de Control y con el Secretariado de la
IOC de manera que podamos responder del buen funcionamiento de todo este
mecanismo en conjunto.
Sé que estos
requisitos presuponen condiciones de magnitud desmedida y mucho me temo que las
consideren irrealizables o las acojan con una sonrisa desdeñosa la mayoría de
los "prácticos" de la Inspección Obrera y Campesina. Pero yo pregunto
a cualquiera de los actuales dirigentes de la Inspección Obrera y Campesina o de las
personas que están en contacto con ella si me pueden decir con sinceridad qué
falta hace, en la práctica, un Comisariado del Pueblo como el de Inspección
Obrera y Campesina. Creo que esta pregunta les ayudará a encontrar el sentido
de la medida. O no vale la pena hacer una reorganización más de las tantas que
ya hemos tenido, de algo tan desquiciado como la Inspección Obrera y Campesina,
o es preciso plantearse de verdad la tarea de crear en un proceso lento,
difícil y fuera de lo común, no sin recurrir a numerosas comprobaciones, algo
realmente ejemplar, capaz de infundir respeto a cualquiera, y no sólo porque lo
exijan los títulos y los grados.
Si no nos
armamos de paciencia ni dedicamos a esta obra unos cuantos años, más vale que
no la acometamos en absoluto.
A juicio
mío, de las instituciones que tan fecundos hemos sido en crear ya -escuelas superiores del trabajo, etc.-,
hay que elegir el mínimo, comprobar si están bien organizadas y permitirles que continúen funcionando sólo
si están en realidad a la altura de la ciencia moderna y nos proporcionan todas
las conquistas de ésta. Entonces no será utópico esperar que dentro de unos
años tengamos una institución capaz de cumplir con su cometido, a saber: afanarse
de manera sistemática y constante, gozando de la confianza de la clase obrera,
del Partido Comunista de Rusia y de toda la masa de la población de nuestra
república, por mejorar nuestra administración pública.
Las labores
preparatorias para ello podrían comenzarse ya hoy. Si el Comisariado del Pueblo
de Inspección Obrera y Campesina estuviera conforme con el plan de esta
reorganización, podría comenzar en seguida a dar los pasos previos para
trabajar de un modo sistemático hasta llevarlos a completo término, sin
apresurarse ni renunciar a rehacer lo que ya se hizo antes.
Toda
decisión de medias tintas en ese terreno sería perjudicial en grado
superlativo. Las normas de todo tipo de los empleados de la Inspección Obrera y
Campesina que partiesen de cualesquiera otras consideraciones estarían, en el
fondo, basadas en las antiguas consideraciones burocráticas, en l0s viejos
prejuicios, en todo lo que ha sido ya condenado, en lo que provoca las burlas
generales, etc.
En el fondo,
el problema se plantea de la manera siguiente: Demostrar ahora que hemos
aprendido de veras algo de la organización del Estado (no es pecado aprender
algo en cinco años) o demostrar que no hemos madurado aún para ello; y entonces
no vale la pena acometer la obra.
Y creo que,
con el personal de que disponemos, no será una inmodestia suponer que hemos
aprendido ya lo suficiente para reconstruir conforme a un sistema un solo
Comisariado del Pueblo al menos. Por cierto, este Comisariado del Pueblo debe
ser el exponente de todo el conjunto de nuestra administración pública.
Abrir
inmediatamente un concurso para redactar dos manuales o más sobre organización
del trabajo en general y, en particular, del trabajo administrativo. Se puede
tomar como base el libro de Ermanski que ya tenemos, si bien éste, dicho sea
entre paréntesis, se distingue por su simpatía manifiesta al menchevismo y no
sirve para componer un manual adecuado al Poder soviético. También se puede
tomar como base el libro recién publicado de Kérzhentsev y, por último, pueden
ser útiles asimismo algunos de los textos parciales que tenemos.
Enviar a
algunas personas preparadas y concienzudas a Alemania o a Inglaterra a que
recojan bibliografía y estudien este problema. Y digo a Inglaterra por si no
fuera posible enviar a nadie a los EE.UU. o al Canadá.
Nombrar una
comisión encargada de redactar un programa previo para examinar a los pretendientes
a empleados de la Inspección Obrera y Campesina, así como a miembros de la
Comisión Central de Control.
Estos
trabajos y otros parecidos, claro está, no deberán entorpecer la labor del
comisario del pueblo y de los miembros del consejo directivo de la Inspección
Obrera y Campesina m del Presídium de la Comisión Central de Control.
Paralelamente
habrá que nombrar una comisión preparatoria para seleccionar a los
·pretendientes a miembros de la Comisión Central de Control. Confío en que para
este cargo podremos encontrar ahora a pretendientes de sobra tanto entre los
funcionarios con experiencia de todas las entidades como entre los estudiantes
de nuestros establecimientos soviéticos de enseñanza. No creo atinado excluir
de antemano a tal o cual categoría. Es probable que se haya de preferir para
dicha institución a un personal heterogéneo que reúna numerosas cualidades y
dotes diferentes, de manera que se habrá de trabajar con ahínco para componer
una lista de pretendientes. Por ejemplo, lo que menos sería de desear es que el
nuevo Comisariado del Pueblo se constituyera según un patrón único, digamos,
del tipo de las personas de carácter de burócrata, o bien excluyendo a las del
tipo de los agitadores, a las que se distingan por su don de gentes o su
facultad de penetración en medios no muy habituales para funcionarios de este
tipo, etc.
* * *
Creo que
expresaré del mejor modo mi pensamiento si comparo mi plan con las instituciones
de tipo académico. Los miembros de la Comisión Central de Control deberán
examinar sistemáticamente, bajo la dirección de su Presídium, todos los papeles
y documentos del Buró Político.
A la vez,
deberán distribuir adecuadamente su tiempo entre las diversas ocupaciones de
control de los expedientes de nuestras instituciones, empezando por las más
pequeñas y parciales y acabando por las superiores del Estado. Por último,
figurarán asimismo entre sus tareas el estudio de la teoría, es decir, de la teoría
de la organización del trabajo al que se van a dedicar y el ejercicio de
funciones en la práctica bajo la dirección de camaradas con experiencia o de
profesores de escuelas superiores de organización del trabajo.
Pero yo creo
que en modo alguno deberán limitarse a trabajos académicos de este tipo. Además
de realizarlos, habrán ·de capacitarse para una labor que me atrevería a
denominar de preparación para la captura de, no diré granujas, pero sí de algo
por el estilo y de invención de estratagemas peculiares para enmascarar su
labor concreta, sus ardides, etc.
Semejantes
propuestas darían lugar en las instituciones de Europa Occidental a una
indignación inaudita, despertarían un sentimiento de escándalo moral, etc., pero
confío en que nosotros no nos hemos burocratizado aún lo suficiente para llegar
a eso. En Rusia, la nueva política económica
(Nep) no ha tenido
aún tiempo de granjearse tanto respeto como para sentirnos agraviados por la
idea de que se pretenda pillar a alguien. La fundación de nuestra República
Soviética es cosa tan reciente, y se han amontonado tantos trastos de toda
índole, que no creo se le ocurra a nadie sentirse ofendido de pensar que se
pueda rebuscar en ese montón de trastos, poniendo en juego algunas tretas y
haciendo pesquisas orientadas a veces a fuentes bastante alejadas o dando
rodeos bastante grandes; Y si se le ocurre a alguien, puede estar seguro de que
todos nosotros nos reiremos de él de buena gana.
Confiamos en
que nuestra nueva Inspección Obrera y Campesina dejará a un lado esa cualidad
que los franceses llaman pudiere y que nosotros llamaríamos ridícula gazmoñería
o empaque ridículo y que hace el caldo gordo a toda nuestra burocracia, tanto
de los organismos de los Soviets como del Partido. Dicho sea entre paréntesis,
en nuestro país hay burocracia no sólo en los organismos de los Soviets, sino
también en los del Partido.
Antes dije
que debemos aprender y aprender en las escuelas de organización superior del
trabajo, etc., pero esto en modo alguno significa que yo comprenda ese
"aprendizaje" de manera algo escolar o que me limite a la idea de
estudiar solamente como se hace en las escuelas. Confío en que ni un solo
revolucionario de verdad sospechará que, en este caso, renuncio a entender por
"aprendizaje" alguna treta empleada medio en broma, alguna astucia,
artimaña o algo por el estilo. Sé que en un país respetable y serio de Europa
Occidental la sola idea que he exteriorizado sería causa de un espanto
verdadero, y ningún funcionario decente aceptaría que se discutiese siquiera.
Pero espero que no estemos aún lo bastante burocratizados y que la discusión de
esta idea no puede mover más que a risa en nuestro país.
En efecto,
¿por qué no juntar lo útil y lo grato? ¿Por qué no emplear una treta en broma o
medio en broma para descubrir algo ridículo, algo pernicioso, algo medio
ridículo, medio nocivo, etc.?
Creo que
nuestra Inspección Obrera y Campesina ganará mucho si examina estas consideraciones
y que la lista de los casos que han valido a nuestra Comisión Central de
Control o a sus colegas de la Inspección Obrera y Campesina algunas de sus
victorias más brillantes se verá bastante enriquecida con las andanzas de
nuestros futuros "inspectores obrecampinos" y miembros de la
"Comcencón" por lugares no muy gratos de mentar en los respetables y
remilgados manuales.
* *
*
¿Cómo se
pueden fundir los organismos del Partido con los de la administración de los
Soviets? ¿No hay en eso algo incompatible?
No planteo
este problema en nombre mío, sino en el de los aludidos antes por mí cuando
'dije que tenemos burócratas no sólo en las instituciones de los Soviets, sino
en las del Partido también.
¿Por qué, pues,
no fundir efectivamente las unas con las otras, si ello redunda en beneficio de
la obra? ¿Acaso no ha advertido nunca nadie que en un Comisariado del Pueblo,
como es el de Relaciones Exteriores, tal fusión es de extraordinaria utilidad y
se practica desde su mismo nacimiento? ¿Acaso en el Buró Político no se
discuten desde el punto de vista del Partido muchos problemas, grandes y pequeños, sobre nuestros
"pasos", en respuesta a los "pasos" de las potencias
extranjeras, para contrarrestar, digámoslo así, por no emplear una expresión
menos decorosa, sus argucias? ¿No es acaso esta flexible unión de los
organismos de los Soviets con los del Partido una fuente de extraordinaria
fuerza en nuestra política? Creo que lo que se ha acreditado, lo que se ha consolidado
en nuestra política exterior y se ha hecho ya costumbre de manera que no
despierta ninguna duda en esta esfera será, por lo menos, tan conveniente (y yo
creo que lo será mucho más) para toda nuestra administración pública. Y la
Inspección Obrera y Campesina se dedica precisamente a toda nuestra
administración pública, y sus labores deben llegar a todas las instituciones
públicas sin excepción, tanto a las locales como a las centrales, tanto a las
comerciales como a las puramente burocráticas, tanto a las de enseñanza como a
los archivos, teatros, etc., en suma, a todas las instituciones sin excepción
alguna.
¿Por qué,
pues, para una institución de tanta amplitud, cuyas formas de actuación
requieren, además, una flexibilidad extraordinaria, ha de ser inaceptable esa
fusión peculiar de la institución de control del Partido con la institución de
control de los Soviets?
Yo no vería
en ello ningún obstáculo. Más aún: creo que esa fusión es la única garantía de
un trabajo eficiente. Creo que cualquier· duda al respecto parte de los
rincones más polvorientos de nuestra administración pública y que nuestra
respuesta a ella puede ser sólo una: la burla.·
* * *
Otra duda:
¿Conviene unir la labor didáctica con el ejercicio del cargo? Me parece que es
no sólo conveniente, sino imprescindible. Hablando en general, nos ha dado
tiempo de contagiarnos de toda una serie de prejuicios de los más nocivos y
ridículos de la organización estatal de Europa Occidental, pese a nuestra
actitud revolucionaria ante ella; y en parte, nos han contagiado adrede
nuestros queridos burócratas, especulando con la malévola intención de sacar
ganancia reiterada del río revuelto de tales prejuicios; han sacado de ese río
revuelto tanta ganancia los pescadores que sólo quienes entre nosotros estaban
completamente ciegos no han visto lo mucho que se ha practicado esa pesca.
En todo el
ámbito de las relaciones sociales, económicas y políticas somos unos
revolucionarios "terribles". Pero en el terreno de la veneración · de
los superiores y de la observancia de las formas y los ritos de la tramitación
de los expedientes, nuestro "revolucionarismo"
es remplazado a menudo por una rutina de lo más rancia. En este dominio se
puede ver muchas veces un fenómeno interesantísimo: cómo un gran salto adelante
en la vida de la sociedad va unido a una monstruosa timidez ante los menores
cambios
Y se
comprende, porque los pasos adelante más atrevidos se han dado en un terreno
que, desde hace mucho, es patrimonio de la teoría, en un terreno que era
cultivado principalmente o casi exclusivamente en teoría. El ruso se desahogaba
en casa con especulaciones teóricas de atrevimiento extraordinario contra la
abominable realidad burocrática, razón por la cual esas especulaciones teóricas
excesivamente audaces adquirían entre nosotros un carácter muy unilateral. En
Rusia se daban la mano el atrevimiento teórico en las especulaciones generales
y una timidez sorprendente ante las reformas oficinescas más insignificantes.
Cualquier revolución agraria de la mayor trascendencia universal era meditada
con una audacia sin precedente en otros Estados, pero, a la vez, faltaba
imaginación para realizar una reforma oficinesca de décimo orden, faltaba
imaginación o paciencia para aplicar a esa reforma los mismos principios
generales que daban resultados tan "brillantes" en su aplicación a
problemas generales.
Y por eso,
nuestra actual vida cotidiana reúne en grado sorprendente rasgos de increíble
osadía y timidez de pensamiento ante los menores cambios.
Creo que
tampoco ha sido de otra manera en ninguna revolución verdaderamente grande,
porque las revoluciones , grandes de verdad nacen de las contradicciones entre
lo viejo, entre la tendencia al cultivo de lo viejo, y la más abstracta
aspiración a lo nuevo, que debe ser ya tan nuevo que no contenga ni un grano de
lo viejo.
Y cuanto más
radical sea la revolución, más se prolongará el período en que se mantenga
cierto número de dichas contradicciones.
* * *
El rasgo
general de nuestra vida consiste ahora en lo siguiente: hemos destruido la
industria capitalista, hemos intentado arrasar las instituciones medievales, la
propiedad agraria de los terratenientes, y en ese terreno hemos establecido a
los campesinos pequeños y pequeñísimos, que siguen al proletariado por la
confianza que tienen en los resultados de su labor revolucionaria. Sin embargo
no nos será fácil sostenernos con esta sola confianza hasta el triunfo de la revolución socialista en los
países más desarrollaos, porque los campesinos pequeños y pequeñísimos, sobre
todo durante la nueva política económica, siguen estando, por necesidad
económica, a un nivel bajísimo de productividad del trabajo. Además, la
situación internacional ha dado lugar a que Rusia ha sido lanzada atrás, a que,
en total, el rendimiento del trabajo del pueblo es hoy en nuestro país bastante
inferior al de antes de la guerra. Las potencias capitalistas eurocciclentales,
en parte de manera consciente y en parte de un modo espontáneo, han hecho todo
lo que estaba a su alcance para lanzarnos atrás, para aprovechar los elementos
de guerra civil en Rusia con objeto de arruinar lo más posible al país. Este
desenlace, precisamente, de la guerra imperialista les parecía tener, como es
natural, considerables ventajas: si no llegamos a derribar el régimen
revolucionario en Rusia, en todo caso entorpeceremos su avance hacia el
socialismo; así se discurría, poco más o menos, en esas potencias; y, desde su
punto de vista, no se podía discurrir de otra manera. Como resultado, han
cumplido a medias su tarea. No han logrado derrocar el nuevo régimen traído por
la revolución, pero tampoco le han brindado la posibilidad de dar en el acto un
paso adelante que acredite los pronósticos de los socialistas, un paso que
permita a éstos desarrollar con rapidez colosal las fuerzas productivas,
desarrollar todas las posibilidades que, sumadas, dieran el socialismo,
demostrar en la práctica, con toda evidencia, a cada cual, que el socialismo
entraña fuerzas gigantescas y que la humanidad ha pasado ahora a una nueva fase
de desarrollo que reporta posibilidades brillantes en grado sumo.
El sistema de
relaciones internacionales se ha formado hoy de manera que Alemania, uno de los
Estados de Europa, se encuentra avasallada por los Estados vencedores. Además,
Y gracias a la victoria, varios Estados, por cierto los más antiguos de
Occidente, están en condiciones de poder
aprovechar esa misma victoria para hacer a sus clases oprimidas unas series
concesiones que, si bien son de pocas
montas demoran el movimiento revolucionario en ellos y crean una apariencia paz
social.
A la vez,
otros países -el Oriente, la India, China, etc.- se han visto definitivamente
fuera de sus cauces a raíz precisamente de la última guerra imperialista. Su
desarrolle marcha definitivamente por la vía general del capitalismo europeo.
Ha comenzado en ellos la misma efervescencia que en toda 'Europa. Y el mundo
entero ve ahora claro que se desarrollan en un sentido que no puede menos de
conducir a la crisis de todo el capitalismo mundial.
Así pues,
hoy nos hallamos ante el siguiente problema: ¿podremos mantenernos con nuestra
pequeña y pequeñísima producción campesina, dada la ruina en que estamos
sumidos, hasta que los países capitalistas de Europa Occidental culminen su
desarrollo hacia el socialismo? Pero lo hacen de manera distinta de como
esperábamos antes. No siguiendo un proceso de "maduración" igual del socialismo
en su seno, sino explotando unos Estados a otros, explotando al primer .Estado
vencido en la guerra imperialista y a todo el Oriente. Por otra parte, el
Oriente se ha sumado de manera definitiva al movimiento revolucionario en
virtud precisamente de dicha primera guerra imperialista, viéndose incluido
definitivamente en el torbellino general del movimiento revolucionario mundial.
¿Qué
táctica, pues, impone a nuestro país el estado de cosas expuesto? Es claro que
la siguiente: debemos ser prudentes en sumo grado para conservar nuestro poder
obrero, para mantener bajo su autoridad y bajo su dirección a nuestros
campesinos pequeños y muy pequeños. De nuestra parte está la ventaja de que
todo el mundo pasa ahora ya a un movimiento que debe originar la revolución
socialista mundial. Pero también tenemos el inconveniente de que los
imperialistas han logrado dividir el mundo entero en dos campos, y esta
división se complica por el hecho de que Alemania, país de desarrollo cultural
capitalista efectivamente avanzado, se ve ahora ante infinitas dificultades para
recuperarse. Todas las potencias capitalistas del llamado Occidente le clavan
las garras y no le dejan alzar cabeza. Por otra parte, todo el Ori ente, con su
población de centenares de millones de trabajadores explotados y llevados al
último grado de existencia infrahumana, ha sido puesto en condiciones en que
sus fuerzas físicas y materiales no tienen ni punto de c0mparación con las
fuerzas físicas, materiales y militares de cualquiera de los Estados, mucho más
pequeños, de Europa Occidental.
¿Podemos eludir
la futura colisión con estos Estados imperialistas? ¿Podernos confiar en que
las contradicciones internas y los conflictos entre los prósperos Estados
imperialistas de Occidente y los prósperos Estados imperialistas de Oriente nos
den la segunda tregua, igual que nos dieron la primera, cuando la cruzada de la
contrarrevolución de Europa Occidental, encaminada a apoyar la
contrarrevolución rusa, fracasó a causa de las contradicciones existentes en el
campo de los contrarrevolucionarios de Occidente y Oriente, en el campo de los
explotadores orientales y de los explotadores occidentales, en el campo del
Japón y de los EE.UU.
Creo que a
esta pregunta se debe responder en el sentido de que la solución depende aquí
de muchísimas circunstancias, y sólo se puede prever el desenlace de la lucha
en su conjunto, basándose en que el propio capitalismo enseña y educa en fin de
cuentas para la lucha a la inmensa mayoría de la población del mundo.
El desenlace de la lucha depende, en
última instancia, del hecho de que Rusia, la India, China, etc., constituyen la
mayoría gigantesca de la población. Y precisamente esta mayoría de la población
es la que se incorpora en los últimos años con inusitada rapidez a la lucha por
su liberación, de modo que, en este sentido, no puede haber ni sombra de duda
respecto al desenlace final de la lucha a escala mundial. En este sentido, la
victoria definitiva del socialismo está plena y absolutamente asegurada.
Pero lo que
nos interesa no es esta inevitabilidad de la victoria definitiva del
socialismo. Lo que nos interesa es la táctica que nosotros, Partido Comunista
de Rusia; que nosotros, Poder soviético de Rusia, debemos seguir para impedir
que los Estados contrarrevolucionarios de Europa Occidental nos aplasten. Para
asegurar nuestra existencia hasta la siguiente colisión militar entre el
Occidente imperialista contrarrevolucionario y el Oriente revolucionario y
nacionalista, entre los Estados más civilizados del mundo y los Estados
atrasados al modo oriental, los cuales, sin embargo, constituyen la mayoría, es
preciso que esta mayoría tenga tiempo de civilizarse. A nosotros también nos
falta civilización para pasar directamente al socialismo, aunque con
tamos con las premisas
políticas necesarias para ello. Debemos atenernos a esa táctica o adoptar, para
salvarnos, la política siguiente.
Debemos
esforzarnos por organizar un Estado en el que los obreros conserven la
dirección sobre los campesinos, no pierdan la confianza de éstos y eliminen de
sus relaciones sociales hasta el menor indicio de gastos excesivos, observando
el más severo régimen de economías. Debemos abaratar al máximo nuestra
administración pública. Debemos suprimir de ella todos los indicios de gastos
excesivos que hemos heredado en tanta abundancia de la Rusia zarista, de su
burocracia capitalista.
¿No será eso
el reino de la sobriedad campesina?
No. Si
conservamos la dirección de la clase obrera sobre los campesinos, podremos,
llevando en nuestro Estado un régimen de máximas economías, lograr que todo
ahorro, por ínfimo que sea, se conserve para el desarrollo de nuestra gran
industria mecanizada, para el desarrollo de la electrificación, de la
extracción hidráulica de la turba, para acabar de construir la central hidroeléctrica
del Vóljov 229, etc.
229. Volovstrói: Construcción de la Central
Hidroeléctrica en el Vóljov, a 120 km de Petrogrado, la primera central
hidroeléctrica importante en la Rusia Soviética. Las obras comenzaron en 1918,
pero se desplegaron a plena marcha sólo en 1921, al terminar la guerra civil.-421.
En esto, y
solamente en esto, está nuestra esperanza. Sólo entonces estaremos en
condiciones, hablando en sentido figurado, de apearnos de un caballo para
montar en otro, es decir, de apearnos del mísero caballo campesino, del caballo
del régimen de economías calculado para un país campesino arruinado, para
montar en un caballo que el proletariado busca y no puede dejar de buscar para
sí: el caballo de la gran industria mecanizada, de la electrificación, de la
central hidroeléctrica del Vóljov, etc.
Así ligo yo
en mi pensamiento el plan general de nuestra labor, de nuestra política, de
nuestra táctica, de nuestra estrategia a las tareas de la Inspección Obrera y
Campesina reorganizada. Esa es para mí la justificación de la excepcional
solicitud, de la extraordinaria atención que debemos prestar a la Inspección
Obrera y Campesina, colocándola a una altura excepcional, proporcionándole
atribuciones de Comité Central, etc., etc
Esta
justificación consiste en que sólo depurando al máximo nuestra administración,
reduciendo al máximo todo lo que no sea absolutamente indispensable en ella,
nos mantendremos con toda seguridad. Y, además, estaremos en condiciones de
mantenernos a un nivel que se eleva continuamente y avanza sin interrupción
hacia la gran industria mecanizada, y no al nivel de un país de pequeños
campesinos, no al nivel de sobriedad generalizada.
Esas son las
sublimes tareas con que yo sueño para nuestra Inspección Obrera y Campesina.
Por eso planteo para ella la fusión de la cúspide más prestigiosa del Partido
con un Comisariado del Pueblo de lo más "corriente".
2 de marzo
de 1923.
"Pravda",
núm. 49, 4 de marzo de 1923
Firmado: N.
Lenín
Se publica
según el apunte del secretario (ejemplar mecanografiado), cotejado con el texto
del periódico
https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo45.pdf
Cómo tenemos
que organizar la inspección obrera y campesina
(Propuesta
al XII Congreso del partido) 228
págs.
399-404
"Testamento"
político de Lenin. I. Lenin Carta al Congreso (22 dic. 1922 - 4 enero 1923)
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2012/11/testamento-politico-de-lenin-i-lenin.html
El último
"Testamento" de Lenin o Carta al Congreso del Partido Comunista de
Rusia bolchevique
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/02/el-ultimo-testamento-de-lenin-o-carta.html
Tratado de Brest-Litovsk de 1918. Frenazo a la Revolución
rusa. (Del Comunismo de guerra a la Nueva Política Económica o capitalismo de
Estado)
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2021/07/tratado-de-brest-litovsk-de-1918.html
Rosa
Luxemburgo. La tragedia rusa (la capitulación del proletariado revolucionario
ruso al militarismo alemán) con la firma del Tratado Brest-Litovsk de 3 de
febrero de 1918).
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2021/06/rosa-luxemburgo-la-tragedia-rusa-la.html
Tomo 38: Marzo - junio 1919
4º Lenin (1986). «Tomo 38 de las Obras Completas». Informe
del Comité Central, 18 de marzo. Moscú: Ed. Progreso. p. 149. (pág. 141 - 160)
Notas
(pág. 479-510)
Informe del Comité Central, 18 de
marzo.
(Clamorosos
y prolongados aplausos. Voces de "¡Viva llichi", "¡Viva el
camarada Lenin!") Camaradas: Permítanme que empiece por el informe
político del Comité Central. Hacer el balance de la labor política del Comité
Central en el período transcurrido desde el último Congreso significa, en el
fondo, hacer el de toda nuestra revolución. Y creo que todos convendrán conmigo
en que cumplir esta tarea en plazo tan breve no sólo es superior a las fuerzas
de una sola persona sino que, en general, no puede cumplirla una persona sola.
Por eso he decidido limitarme a los puntos que, a .mi juicio, tienen una
importancia de singular magnitud no sólo en la historia de lo que ha tenido que
hacer nuestro Partido durante este período, sino también desde el punto de
vista de nuestras tareas actuales. Entregarme por entero a la historia en un
momento como el que vivimos, recordar lo pasado sin pensar en lo presente y en
lo futuro sería para mí, he de confesarlo, algo superior a mis fuerzas.
Si empezamos
por la política exterior, cae de su peso que figuran en primer término nuestra
actitud ante el imperialismo alemán y la paz de Brest. Y creo que vale la pena hablar de
esto, pues su importancia no es sólo histórica. Me parece que la propuesta que
el. Poder soviético ha hecho a las potencias aliadas o, mejor dicho, la
conformidad que nuestro Gobierno ha dado a la propuesta, conocida de todos, de
celebrar la Conferencia del Archipiélago de los Príncipes 40, me parece que esta propuesta y nuestra contestación reproducen en
algunos aspectos, bastante importantes además, la actitud que adoptamos ante el
imperialismo durante la paz de Brest. Por eso creo necesario tratar de este
asunto, habida cuenta de la rapidez con que hoy transcurren los
acontecimientos.
40 Por iniciativa de Lloyd George y de Wilson se
proyectaba convocar en el Archipiélago de los Príncipes (el mar de Mármara) una
Conferencia de representantes de todos los gobiernos existentes en el
territorio de Rusia para trazar medidas de cese de La guerra civil. El Gobierno
soviético decidió arrancar la máscara de "reconciliadores" de los
imperialistas y eliminar toda falsa interpretación de los actos de la Rusia
Soviética. En él caso de negativa del Gobierno soviético de participar en la
Conferencia, los imperialistas quisieran interpretar esto ante la opinión
pública de todos los países como ausencia de deseo de participar en la
Conferencia y de procurar la paz. Pese a no haber recibido invitación, el 4 de
febrero de 1919 el Gobierno soviético dio su conformidad de tomar parte en la
Conferencia. En el radiograma del Comisariado del Pueblo de Relaciones
Exteriores de la RSFSR se formularon las concesiones a que accedería el
Gobierno soviético en aras de la paz. El Gobierno soviético proclamó su
disposición a "comenzar inmediatamente las negociaciones en el
Archipiélago de los Príncipes o en cualquier otro lugar" y pedía se le
comunicara inmediatamente adónde debía enviar a sus representantes, cuándo
precisamente y por qué vía. Los imperialistas de la Entente dejaron el
radiograma del Comisariado del Pueblo de Relaciones Exteriores sin respuesta.
Confiando en poder estrangular la República Soviética con ayuda de la fuerza
armada, Denikin, Kolchak y otros gobiernos contrarrevolucionarios se negaron a
participar en la Conferencia, la cual no llegó a celebrarse.-141.
Cuando
resolvíamos el problema de la paz de Brest, la estructuración de los Soviets,
sin hablar ya de la del Partido, se hallaba todavía en su primera etapa. Sabe
que el Partido en su conjunto aún tenía muy poca experiencia por entonces para
determinar, aunque fuese aproximadamente, la rapidez de nuestro avance por el
camino elegido. Cierta confusión, herencia inevitable del pasado, hacía
entonces dificilísima la visión de conjunto de los acontecimientos y el
conocimiento exacto de lo que ocurría. Por otra parte, nuestro enorme
aislamiento de Europa Occidental y de los demás países nos privaba de todo
elemento objetivo para juzgar de la posible rapidez o de las formas de progreso
de la revolución proletaria en Occidente. El resultado de esta compleja
situación fue que el problema de la paz de Brest provocó numerosas discrepancias en
nuestro Partido.
Pero los
acontecimientos han mostrado que esté repliegue obligado ante el imperialismo
alemán, que se presentaba embozado en una capa de paz en extremo violenta,
escandalosa y expoliadora, era el único camino justo desde el punto de vista de
la actitud de la joven República Soviética ante el imperialismo mundial (ante la
mitad del imperialismo mundial). Nosotros que acabábamos de derribar a los
terratenientes y a la burguesía en Rusia, no teníamos entonces en absoluto más
opción que la de replegamos frente a las fuerzas del imperialismo mundial. Quienes condenaban este repliegue desde el
punto de vista revolucionario, mantenían en realidad una opinión errónea de
raíz y no marxista. Habían olvidado en qué condiciones, después de qué
largo y difícil desarrollo de la época de Kerenski y a costa de qué ingente
labor preparatoria en los Soviets logramos, al fin, en octubre, tras las graves
derrotas de julio 41 y después de la
korniloviada 42, que madurase por
completo entre las inmensas masas trabajadoras la voluntad y la disposición de
derrocar a la burguesía, así como la fuerza material organizada necesaria para
ello. Es claro que por entonces no se podía hablar siquiera de nada semejante a
escala internacional. Desde este punto de vista, la lucha contra el
imperialismo mundial se planteaba así: seguir obrando para descomponer este
imperialismo, educar y unir a la clase obrera, que comenzaba a agitarse en
todas partes, pero que no había llegado aún a determinarse por completo en sus
acciones.
41 Lenin se refiere a las manifestaciones masivas en
Petrogrado el 3 y el 4 ( 16-17) de julio de 1917. Estos sucesos expresaban la
profunda crisis política que vivía el país. El fracaso de la ofensiva de las
tropas rusas en el frente iniciada por Kerenski el 18 (31) de junio, el
crecimiento del desempleo con motivo del cierre de empresas capitalistas, la
carestía y la aguda escasez de víveres, todo esto dio lugar a la explosión de
la indignación de las grandes masas de obreros y soldados ante la política
contrarrevolucionaria del Gobierno Provisional. La manifestación iniciada el 3
(16) de julio encerraba el peligro de desembocar en una sublevación armada
contra el Gobierno Provisional.
En aquel momento el Partido de los
bolcheviques estaba en contra de la insurrección armada, ya que estimaba que aún no había
madurado la crisis revolucionaria en el país. Pero el movimiento comenzó y no
había posibilidad de detenerlo
Los
bolcheviques decidieron tomar parte en la manifestación el 4 ( 17) de julio a
fin de imprimirle un carácter pacífico y organizado. Se celebró bajo las
consignas bolcheviques: "iTodo el poder a los Soviets!", etc. Sin
embargo, los líderes eseristas y meneheviques de los Soviets se negaron a tomar
el poder, poniendo definitivamente al descubierto su esencia
contrarrevolucionaria.
El Gobierno
Provisional, con el conocimiento y el acuerdo del Comité Ejecutivo Central
menchevique y eserista, lanzó las tropas contra la manifestación pacífica. En
la reunión de miembros del Comité Central y del Comité de Petersburgo,
celebrada bajo la dirección de V. l. Lenin, se acordó suspender en forma
organizada la manifestación.
El Gobierno
Provisional, unido a los mencheviques y eseristas, comenzó a perseguir al
Partido Bolchevique. Fueron clausurados los periódicos bolcheviques, comenzaron
las detenciones y los allanamientos.
Después de
las jornadas de julio el poder en el país pasó enteramente a manos del Gobierno
Provisional contrarrevolucionario. Los Soviets eran nada más que ·su impotente
apéndice. Se había acabado el período pacífico de la revolución.-142.
42 Trátase de la insurrección de Komílov, levantamiento
contrarrevolucionario de la burguesía y los terratenientes en agosto de 1917.
Al frente de la sublevación se puso el general zarista Kornílov, jefe supremo
del ejército. Los conspiradores se proponían apoderarse de Petrogrado, destrozar
el Partido Bolchevique, disolver los Soviets, implantar la dictadura militar en
el país y preparar la restauración de la monarquía. Participaba en la
conspiración A. F. Kerenski, jefe del Gobierno Provisional, pero cuando comenzó
la asonada, temiendo ser barrido lo mismo que Kornílov, se deslindó de éste y
lo proclamó amotinado contra el Gobierno Provisional.
El
amotinamiento comenzó el 25 de agosto (7 de septiembre). Kornílov arrojó sobre
Petrogrado el 3 ° Cuerpo de Caballería. En la ciudad se preparaban para salir a
la calle las organizaciones contrarrevolucionarias kornilovianas.
El Partido
Bolchevique encabezó la lucha de las masas contra Kornilov, sin abandonar, al
propio tiempo, como lo exigía Lenin, la denuncia del Gobierno Provisional y sus
lacayos eseristas y mencheviques. Haciéndose eco del llamamiento del CC del
Partido Bolchevique, los obreros de Petrogrado, los marinos y soldados
revolucionarios se alzaron a la lucha contra los facciosos.
El
movimiento de Kornílov fue aplastado por los obreros y campesinos bajo la
dirección del Partido Bolchevique. Bajo la presión de las masas, el Gobierno
Provisional se vio forzado a disponer la detención de Kornílov y sus cómplices
y procesarlos por rebelión.-142.
Por eso, la
única política justa era la que adoptamos con relación a la paz de Brest,
aunque, naturalmente, esta política ahondara entonces nuestra enemistad con una
serie de elementos pequeñoburgueses, que no son, ni pueden ser, ni deben ser en
todas las circunstancias y en todos los países, ni mucho menos, adversarios del
socialismo. La historia nos ha dado en esta esfera una lección que debemos
aprender bien, pues no cabe duda de que habremos de aplicarla más de una vez.
Esta lección consiste en lo siguiente: las relaciones del partido del proletariado
con el partido demócrata pequeñoburgués, con esos elementos, sectores, grupos y
clases de fuerza y número singulares en Rusia y existentes en todos los países,
constituyen un problema sumamente complejo y difícil. Los elementos
pequeñoburgueses vacilan entre la vieja sociedad y la nueva. No pueden ser los
propulsores de la vieja sociedad ni de la nueva. A la vez, son adictos de lo
viejo en distinta medida que los terratenientes y la burguesía. El patriotismo
es un sentimiento ligado precisamente a las condiciones económicas de vida de
los pequeños propietarios. La burguesía es más internacional que los pequeños
propietarios. Hemos tenido ocasión de verlo durante la conclusión de la paz de
Brest, cuando el Poder soviético puso la
dictadura mundial del proletariado y la revolución mundial por encima de todos
los sacrificios nacionales, por muy dolorosos que fueran. Y hubimos de
chocar de la manera más violenta e implacable con los element0s
pequeñoburgueses. Por entonces se unieron con la burguesía y los terratenientes
contra nosotros muchos de estos elementos que luego comenzaron a vacilar.
El problema
de la actitud ante los partidos pequeñoburgueses, planteado aquí por algunos
-camaradas, se aborda en grado considerable en nuestro Programa y será tratado
a fondo en la discusión de cada uno de los puntos del orden del día. Este
problema ha dejado de ser abstracto y general en el curso de nuestra revolución
para concretarse. Durante la conclusión de la paz de Brest, nuestra tarea de
internacionalistas consistía en dar a toda costa a los elementos proletarios la
posibilidad de fortalecerse y cohesionarse. Eso fue lo que apartó entonces de
nosotros a los partidos pequeñoburgueses. Sabemos cómo, después de la
revolución alemana, los elementos pequeñoburgueses volvieron a vacilar. Esos
acontecimientos han abierto los ojos a muchos de los que, en la época en que
maduraba la revolución proletaria, juzgaban
las cosas desde el punto de vista del viejo patriotismo, de un modo no sólo no
socialista, sino absolutamente falso. Hoy, debido a la difícil situación
del abastecimiento, debido a la guerra que prosigue aún contra la Entente,
volvemos a ver una oleada de vacilaciones de la democracia pequeñoburguesa. Ya
antes tuvimos que tomar en consideración estas vacilaciones, pero -y de ello se
deriva para todos nosotros una enseñanza de colosal importancia-, las viejas
situaciones no se repiten en su forma anterior. La nueva situación es más
compleja. Podremos tenerla en cuenta como es debido, y nuestra política podrá
ser acertada, si nos pertrechamos con la experiencia de la paz de Brest. Cuando
aceptamos la propuesta de participar en la Conferencia del Archipiélago de los
Príncipes, sabíamos que íbamos a aceptar una paz impuesta por la violencia.
Pero, de otra parte, hoy también sabemos más acerca del auge de la ola
proletaria revolucionaria en Europa Occidental, sabemos que la efervescencia se
transforma allí en descontento consciente y conduce a la organización de un
movimiento proletario mundial en pro de los Soviets. Si en aquella época avanzábamos a tientas, si tratábamos de adivinar
cuándo podía estallar la revolución en Europa -lo hacíamos basándonos en
muestras convicciones teóricas de que esta revolución debía producirse-, hoy
disponemos ya de una serie de hechos demostrativos de que la revolución está
madurando en otros países, de que este movimiento ha comenzado. Por eso, con
relación a Europa Occidental, los países de la Entente, tenemos o tendremos que
repetir mucho de lo que hicimos durante la conclusión de la paz de Brest.
Después de la experiencia de Brest nos resultará mucho más fácil hacerlo.
Cuando nuestro Comité Central tuvo que discutir sobre la participación en la
Conferencia del Archipiélago de los Príncipes con los blancos -lo cual se
reducía, en el fondo, a la anexión de todo el territorio ocupado por los
blancos-, el problema del armisticio no suscitó ninguna protesta airada del
proletariado, y la actitud del Partido fue idéntica. Por lo menos, no tuve
ocasión de oír hablar de descontento o indignación en ninguna parte. Ocurrió
así porque nuestra lección de política internacional había dado sus frutos.
Por lo que
se refiere a los elementos pequeñoburgueses, la tarea del Partido aún no ha
sido cumplida definitivamente. Durante el año transcurrido hemos creado la base
para cumplir con acierto esta tarea, especialmente respecto a la actitud ante
el campesino medio, en toda una serie de problemas que, en realidad, son todos
los que figuran, sin excepción en el orden del día. En el plano teórico estamos de acuerdo
en que el campesino medio no es enemigo nuestro, en que requiere éste una
actitud especial, en que las cosas cambiarán aquí según se presenten numerosos
aspectos accesorios de la revolución, en particular, según la respuesta que se
dé a esta pregunta: ¿a favor del patriotismo o en contra del patriotismo?
Estas preguntas tienen para nosotros una importancia secundaria e incluso de
tercer orden, pero ciegan por entero a la pequeña burguesía. De otra parte,
todos esos elementos vacilan en la lucha y son unos verdaderos pusilánimes. No
saben lo que quieren y son incapaces de defender su posición. Esto exige de
nosotros una táctica de flexibilidad y prudencia extraordinarias, pues a veces
nos vemos obligados a dar con una mano y quitar con otra. La culpa no es
nuestra, sino de los elementos pequeñoburgueses que no pueden agrupar sus
fuerzas. Lo vemos ahora en la práctica, y hoy, sin ir más lejos, hemos leído en
los periódicos a qué aspiran ahora los independientes alemanes, que disponen de
fuerzas tan grandes como k. Kautsky e R. Hilferding.
Ustedes
saben que querían incluir el sistema de los Consejos en la Constitución de la
República Democrática Alemana, es decir, unir en legítimo matrimonio la
"Constituyente" y la dictadura del proletariado. Eso es para nosotros
una burla del sentido común de nuestra revolución, de la revolución alemana, de
la revolución húngara y de la revolución polaca en proceso de maduración que lo
único que podemos hacer es abrimos de brazos, sorprendidos. Podemos decir que
esos elementos vacilantes existen en los países más avanzados. A veces,
elementos instruidos, desarrollados y cultos actúan, incluso en un país tan
adelantado desde el punto de vista capitalista como Alemania, de una manera
cien veces más confusa y chillona que nuestra atrasada pequeña burguesía. De
ahí se deduce una enseñanza para Rusia en cuanto a los partidos pequeñoburgueses y a los campesinos medios. Nuestra
tarea será largo tiempo compleja y doble. Durante mucho tiempo, esos partidos
darán inevitablemente un paso adelante y dos pasos atrás, pues están condenados
a ello por su situación económica, pues cuando emprendan la senda del
socialismo en modo alguno será porque estén absolutamente convencidos de la
inutilidad del régimen burgués. Es inútil esperar de ellos fidelidad al
socialismo. Y es ridículo confiar en su socialismo. Emprenderán la senda del
socialismo sólo cuando se convenzan de que no hay otro camino, cuando la burguesía sea derrotada y
aplastada definitivamente.
No tengo la
posibilidad de hacer un balance sistematizado de la experiencia adquirida
durante el año transcurrido. He lanzado una mirada retrospectiva sólo desde el
punto de vista de lo que hará falta mañana o pasado mañana para nuestra
política. La enseñanza principal consiste
en que debemos ser prudentísimos en nuestra actitud con los campesinos medios y
la pequeña burguesía. Así lo exige la experiencia del pasado, lo hemos
visto en el ejemplo de la paz de Brest. Tendremos que cambiar a menudo de
conducta, cosa que podrá parecer extraña e incomprensible al observador
superficial, "¿Cómo es eso? -dirá-. Ayer hacían ustedes promesas a la
pequeña burguesía, y hoy anuncia Dzerzhinski qúe los eseristas de izquierda y
los mencheviques serán puestos ante el paredón. iQué contradicción!. .. “Sí, es
una contradicción. Pero contradictoria es la conducta de la propia democracia
pequeñoburguesa, que no sabe a qué carta quedarse, que prueba a nadar entre dos
aguas, pasa de la una a la otra y cae ora en la derecha ora en la izquierda.
Hemos cambiado de táctica con relación a ella, y toda vez que se vuelve hacia
nosotros, le decimos: " ¡Bienvenida!" No queremos expropiar en absoluto al campesino medio, en modo alguno queremos emplear la violencia
contra la democracia pequeñoburguesa. Le decimos: "Ustedes no son un
enemigo serio. Nuestro enemigo es la burguesía. Pero si actúan ustedes al lado de ella, nos veremos obligados a
aplicarles también a ustedes las medidas de la dictadura del proletariado"
Pasemos
ahora al problema de la construcción interior y analicemos de manera concisa lo
principal que caracteriza la experiencia política, los resultados de la labor
política del Comité Central durante este período. Dicha labor política del
Comité Central se ha manifestado cada día en cuestiones de magna importancia.
De no haber existido el intenso trabajo conjunto de que he hablado antes, no
habríamos podido actuar como lo "hemos hecho, no habríamos podido cumplir
las tareas de combate. En lo que atañe al Ejército Rojo, que suscita ahora
tales debates y al que se dedica un punto especial del orden del día del
Congreso, hemos adoptado gran número de pequeños acuerdos parciales planteados
por el Comité Central de nuestro Partido y los hemos puesto en práctica
mediante el Consejo de Comisarios del Pueblo y del Comité Ejecutivo Central de
toda Rusia. Es mayor aún el número de importantísimos nombramientos que han
hecho los comisarios del pueblo, cada uno de por sí, pero siguiendo todos ellos
de manera sistemática y consecuente una pauta general.
El problema
de la fundación del Ejército Rojo era completamente nuevo, no se había
planteado en absoluto ni siquiera en el terreno teórico. Marx dijo en alguna ocasión
que fue un mérito de los federados de París haber aplicado decisiones no
tomadas de ninguna doctrina preconcebida, sino dictadas por una necesidad real 44 • Estas palabras de Marx sobre los
federados tenían cierto carácter mordaz, ya que en la Comuna predominaban dos
tendencias -los blanquistas 45 y los proudhonistas 46- y ambas tuvieron que proceder en contra de lo que les había
enseñado su doctrina. Pero nosotros hemos procedido conforme a lo que nos ha
enseñado el marxismo. Al mismo tiempo, la labor política del Comité Central ha
estado determinada íntegramente, en sus manifestaciones concretas, por las
exigencias absolutas de una necesidad urgente e imperiosa. Hemos tenido a cada
momento que caminar a tientas. Este hecho lo subrayará con rigor todo
historiador que sea capaz de exponer mañana la actividad del Comité Central del
Partido y del Poder soviético durante este año. Este hecho salta a la vista de
manera particular cuando intentamos abarcar con una mirada todo lo vivido. Pero
eso no nos hizo vacilar lo más mínimo ni siquiera el 10 de octubre de 1917,
cuando se decidió la cuestión de la toma del poder. No dudábamos de que
tendríamos, según la expresión del camarada Trotski, que experimentar, que
hacer un experimento. Pusimos manos a una obra que jamás había emprendido
antes nadie con tanta amplitud.
Karl Marx La
guerra civil en Francia- La Comuna de París
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/06/karl-marx-la-guerra-civil-en-francia-la.html
44 Véase F. Engels. Introducción al trabajo de C. Marx La guerra civil en
Francia (C. Marx y
F. Engels. Obras, 2 ª ed. en ruso. t. 22, págs. 197-198).-148.
45 Blanquistas: adeptos a una corriente en el movimiento
socialista francés, al frente del que se hallaba Louis Auguste Blanqui
(1805-1881), eminente revolucionario, representante del comunismo utópico
francés. Al suplantar la actividad del partido revolucionario con movimientos
de un puñado secreto de conspiradores, los blanquistas no tomaban en
consideración la situación concreta indispensable para la victoria de la insurrección
y no daban importancia a la vinculación con las masas.-148.
46 Proudhonistas: adeptos a una corriente hostil al
marxismo. debían la denominación a su ideólogo, el anarquista francés Proudhon
(1809-1865). Al criticar la gran propiedad capitalista desde las posiciones
pequeñoburguesas, Proudhon anhelaba eternizar la pequeña propiedad privada y
proponía organizar bancos "popular" y "de cambio", con
ayuda de los cuales, como estimaba, los obreros podrían adquirir medios de producción
propios, pasar a ser artesanos y asegurar la venta "equitativa" de
sus mercancías. Los proudhonistas no comprendían el papel histórico del
proletariado, mantenían una actitud negativa hacia la lucha de clases, la
revolución proletaria y la dictadura del proletariado y negaban, partiendo de
posiciones anarquistas, la necesidad de la existencia del Estado.-148.
Lo mismo ha
ocurrido con la creación del Ejército Rojo. Cuando el ejército empezó a
descomponerse, después de terminada la guerra, fueron muchos los que pensaron al
principio que se trataba de un fenómeno solamente ruso. Pero vemos que la revolución rusa ha sido, en el fondo, el ensayo
general o uno de los ensayos de la revolución proletaria mundial. Cuando
discutimos la paz de Brest, cuando a comienzos de enero de 1918 planteamos la
cuestión de la paz, no sabíamos aún cuándo ni en qué otros países empezaría
esta descomposición del ejército. Fuimos de experimento en experimento,
intentamos formar un ejército voluntario, marchando a tientas, sondeando el
terreno, probando por qué medio se podría cumplir la tarea en la situación
dada. Y la tarea estaba planteada con claridad. Sin la defensa armada de la república socialista no podíamos existir.
La clase dominante jamás entregará su poder a la clase oprimida. Pero esta última
debe demostrar en la práctica que es capaz no sólo de derrocar a los
explotadores, sino de organizarse para la autodefensa, de jugárselo todo a una
carta. Hemos dicho siempre: "Hay guerras y guerras". Hemos condenado
la guerra imperialista, pero no hemos negado la guerra en general. Se hicieron
un lío quienes intentaron acusamos de militarismo. Y cuando tuve que leer la
información sobre la Conferencia de Berna de los amarillos, en la que Kautsky
empleó la expresión de que lo que tienen los bolcheviques no es socialismo,
sino militarismo, me sonreí y me abrí de brazos, sorprendido. iComo si hubiera
habido de verdad en la historia al menos una gran revolución que no estuviera
relacionada con una guerra! iClaro que no! Vivimos no solamente en un Estado,
sino en un sistema de Estados, y la existencia de la República Soviética
durante largo tiempo al lado de los Estados imperialistas es inconcebible. En
fin de cuentas, triunfará una cosa u otra. Y mientras llega ese final, será
inevitable una serie de choques de lo más terribles entre la República
Soviética y los Estados burgueses. Esto significa que la clase dominante, el
proletariado, si quiere dominar y llega a dominar, debe demostrarlo también con
su organización militar. ¿Cómo debe esta clase, que había desempeñado hasta
ahora el papel de bestia ignorante para los capitanes de la clase imperialista dominante,
formar a sus capitanes, cómo debe cumplir la tarea de conjugar el entusiasmo,
la nueva creación revolucionaria de los oprimidos con el aprovechamiento de la
ciencia y la técnica burguesas que posee el militarismo en sus peores formas,
pero sin las cuales no podrá dominar la técnica moderna ni los medios modernos
de hacer la guerra?
En este
terreno se nos planteó una tarea que se ha generalizado a lo largo de un año de
experiencia. Cuando en el programa revolucionario de nuestro Partido hablamos
de los especialistas, hicimos el balance de la experiencia práctica de nuestro
Partido en uno de los problemas de mayor importancia. No recuerdo que los anteriores
maestros del socialismo, que previeron muchísimas cosas en la venidera
revolución socialista y esbozaron muchísimo de lo que habría en ella, emitieran
su opinión sobre este problema. Para ellos no existía, porque no se planteó
hasta que empezamos a organizar el Ejército Rojo. Esto significaba organizar,
partiendo de la clase oprimida que había sido convertida en una bestia
ignorante, un ejército pletórico de entusiasmo y obligar a este ejército a
utilizar lo peor y más repugnante que nos ha legado el capitalismo.
Esta
contradicción, que aparece ante nosotros en el problema del Ejército Rojo,
existe también en todos los terrenos de nuestra obra. Tomemos el problema del
que más nos hemos ocupado: el paso del control obrero a la administración
obrera de la industria. Después de los decretos y disposiciones del Consejo de
Comisarios del Pueblo y de los organismos locales del Poder soviético -todos
ellos han creado nuestra experiencia política en este terreno-, al Comité
Central no le quedaba más, hablando en propiedad, que hacer el balance. Es poco
probable que pudiera dirigir, en el verdadero sentido de la palabra, en una
cuestión como ésta. Bastará recordar lo flojos, espontáneos y casuales que eran
nuestros primeros decretos y disposiciones acerca del control obrero en la
industria. Nos parecía que era muy fácil hacer eso. En la práctica, eso condujo
a demostrar la necesidad de organizar, pero no respondimos en absoluto a la
pregunta de cómo organizar. Cada fábrica nacionalizada, cada rama de la industria
nacionalizada, el transporte, en particular el transporte ferroviario -máxima
expresión del mecanismo capitalista, la obra más centralizada con base en la·
gran técnica material y la más indispensable para el Estado-, todo eso plasmaba
la experiencia concentrada del capitalismo y nos creaba dificultades
inconmensurables.
Estamos muy
lejos aún de haber salido de estas dificultades. Al principio, las enfocábamos
de una manera completamente abstracta, como revolucionarios que predicaban,
pero que no sabían en absoluto cómo poner manos a la obra. Es claro que
muchísima gente nos acusaba -y todos los
socialistas y socialdemócratas siguen acusándonos- de que habíamos
emprendido esta obra sin saber cómo llevarla hasta el fin. Pero ésa es una
acusación ridícula de hombres muertos. ¡Como si fuera posible hacer la mayor de
las revoluciones sabiendo de antemano cómo hacerla hasta el fin! iComo si
eso pudiera aprenderse en los libros! No, sólo de la experiencia de las
masas podía nacer nuestra solución. Y tengo por mérito nuestro el que en medio
de dificultades increíbles emprendimos la solución de un problema que hasta
entonces conocíamos a medias, que incorporamos a las masas proletarias a una
labor independiente, que llegamos a la nacionalización de las empresas industriales,
etc. Recordamos cómo aprobábamos de una vez en el Smolni diez o doce decretos
en cada reunión. Aquello era una manifestación de nuestra decisión y nuestro
deseo de despertar la experiencia y la iniciativa de las masas proletarias.
Ahora tenemos esa experiencia. Ahora hemos pasado del control obrero a la
administración obrera de la industria' o nos hemos acercado de lleno a ella.
Ahora, en vez de la ineptitud absoluta, contamos con numerosas indicaciones que
nos hace la experiencia, y, en la medida de lo posible, las hemos resumido en
nuestro Programa. Habrá que hablar detenidamente de ello, al tratar los
problemas de organización. No habríamos podido realizar ese trabajo si los
camaradas de los sindicatos no nos hubieran ayudado ni hubieran trabajado con
nosotros.
En Europa
Occidental, el
problema está planteado de otra manera. Allí, los camaradas ven un mal en los
sindicatos, ya que los representantes amarillos del viejo socialismo se han
apoderado hasta tal extremo de esos sindicatos que los comunistas ven poco
provecho en su apoyo. Muchos representantes de los comunistas occidentales,
incluso Rosa Luxemburgo, proclaman la
disolución de los sindicatos 47.
-Esto prueba hasta qué punto es más difícil nuestra tarea en Europa Occidental.
En nuestro país, en cambio, no nos habríamos sostenido ni un solo mes sin el
apoyo de los sindicatos. En este sentido tenemos una experiencia de ingente
labor práctica que nos permite emprender la solución de problemas
dificilísimos.
47 En el Congreso Constituyente del Partido Comunista de
Alemania, celebrado
en Berlín del 30 de diciembre de 1918 al l de enero de 1919, debido a la
política traidora de dirigentes derechistas de los sindicatos, Rosa Luxemburgo apoyó intervenciones erróneas de
varios delegados al Congreso en el problema de la liquidación de los
sindicatos. A su juicio, las funciones de
los sindicatos debían asumirlas los Soviets de Diputados Obreros y Soldados y
los comités de fábrica. Esta postura errónea del Congreso Constituyente fue
durante mucho tiempo un obstáculo para los comunistas alemanes en sin lucha por
las masas.-151.
Rosa
Luxemburgo 1871-1919
https://www.marxists.org/espanol/luxem/index.htm
https://www.marxists.org/archive/luxemburg/index.htm
Tomemos el
problema de los especialistas, que aparece ante nosotros a cada paso, que se
plantea con motivo de cada nombramiento y que nos vemos obligados a plantear a
los representantes de la economía nacional y al Comité Central del Partido. En la
situación actual, el Comité Central del Partido no puede trabajar para guardar
las formas. Si no existiera la posibilidad de designar a camaradas que actúan
por su cuenta en su rama, no podríamos desplegar ninguna labor en absoluto.
Gracias únicamente a que contábamos con organizadores como Yákov Sverdlov,
hemos podido trabajar en la situación de guerra de tal modo que no hemos tenido
ni un solo conflicto digno de atención. Y en este trabajo hemos tenido que
aprovechar inevitablemente la ayuda de hombres, poseedores de conocimientos
adquiridos en los viejos tiempos, que nos ofrecían sus servicios.
Tomemos, en
particular, el problema de la dirección del departamento militar. Es imposible
resolver este problema si no se tiene confianza en el Estado Mayor, en los
grandes especialistas organizadores. Entre nosotros ha habido discrepancias
accidentales con este motivo, pero en lo fundamental no podían caber dudas.
Hemos recurrido a la ayuda de especialistas burgueses impregnados hasta la
médula de psicología burguesa, que nos han traicionado y nos traicionarán
todavía años y años. Sin embargo, plantear la cuestión en el ·sentido de que
vamos a edificar el comunismo sólo con las manos de comunistas intachables, y
no con la ayuda de especialistas burgueses, es una idea pueril. Estamos
templados en la lucha, tenemos fuerzas, unidad y debemos avanzar por la vía del
trabajo de organización, utilizando los conocimientos y la experiencia de esos
especialistas. Sin esta condición indispensable es imposible construir el
socialismo. Sin la herencia de la cultura capitalista no construiremos el
socialismo. Sólo podemos edificar el comunismo partiendo de lo que nos ha
dejado el capitalismo.
Necesitamos
construir ahora en la práctica, y no hay más remedio que crear la sociedad
comunista con las manos de nuestros enemigos. Esto parece una contradicción,
quizá incluso una: contradicción insoluble; pero, en realidad, sólo por ese
camino puede cumplirse la tarea de edificar el comunismo. Y cuando observamos
nuestra experiencia, el choque diario con esta cuestión, cuando vemos la labor
práctica del Comité Central, me parece que nuestro Partido ha cumplido, en lo
fundamental, esta tarea. Se ha tropezado con dificulta des colosales, pero sólo
así podía ser cumplida. El trabajo de organización, creador y unánime, debe
apretar de tal modo a los especialistas burgueses que les obligue a marchar
en las filas del proletariado, por mucho que se resistan y por mucho que
luchen a cada paso. Debemos ponerlos a trabajar, como fuerza técnica y
cultural, para conservarlos y hacer de un país capitalista inculto y salvaje
un país comunista culto. Y pienso que durante este año hemos aprendido a
construir, hemos emprendido el camino justo y no nos apartaremos de él.
Quisiera
referirme brevemente a los problemas del abastecimiento y del campo. El problema
del abastecimiento ha sido siempre para nosotros el más difícil. En un país en
el que el proletariado ha tenido que tomar el poder con ayuda del campesinado,
en el que ha correspondido al proletariado el papel de agente de la revolución
pequeñoburguesa, nuestra revolución ha sido en grado considerable, hasta la
organización de los comités de campesinos pobres, es decir, hasta el verano e
incluso el otoño de 1918, una revolución burguesa. No tememos decirlo. Hicimos
con tanta facilidad la Revolución de Octubre porque el campesinado, en su
conjunto, nos seguía; porque el campesinado marchó contra los terratenientes;
porque veía que en este terreno iríamos hasta el fin; porque llevamos a la
práctica, en forma de leyes, lo que escribían los periódicos eseristas, lo que
la cobarde pequeña burguesía prometía, pero no podía hacer. Más, cuando
empezaron a organizarse los comités de campesinos pobres, desde ese momento
nuestra revolución se convirtió en una revolución proletaria. Se nos planteó
una tarea que estamos lejos aún de haber cumplido. Pero tiene extraordinaria
importancia que la hayamos abordado en la práctica. Los comités de campesinos
pobres fueron un peldaño de transición. El primer decreto sobre la organización
de comités de campesinos pobres por el Poder soviético se aprobó a iniciativa
del camarada. Tsiurupa, que estaba entonces al frente del abastecimiento. Había
que salvar de la muerte a la población no agrícola, atormentada por el hambre.
Eso podía hacerse únicamente mediante los comités de campesinos pobres como
0rganizaciones proletarias. ·Y cuando vimos en el verano de 1918 que en el
campo empezaba la Revolución de Octubre, y ésta se produjo, sólo entonces nos
asentamos en nuestra auténtica base proletaria; sólo entonces nuestra
revolución se convirtió en proletaria, y no por las proclamas, no por las
promesas y declaraciones, sino en los hechos.
Seguimos sin
cumplir aún la tarea, planteada ante nuestro Partido, de crear las formas de
organización del proletariado y del semiproletariadó del campo. Hace poco tuve
que ir a Petrogrado y asistí a uno de los primeros congresos de obreros
agrícolas de aquella provincia 48 •
Vi que seguimos abordando a tientas esta cuestión, pero creo, sin duda alguna,
que se la hará avanzar. Debo decir que la experiencia principal que nos ha
proporcionado la dirección política durante este año consiste en encontrar el
puntal de nuestra organización. Hemos dado un paso en ese sentido al constituir
los comités de campesinos pobres, elegir de nuevo los Soviets y transformar la
política de abastecimiento, en la que tropezamos con dificultades increíbles.
Es posible que en las regiones de Rusia que se están haciendo ahora soviéticas
-Ucrania y el Donhaya que modificar esa política. Sería un error que
estampáramos simplemente con un mismo cliché decretos para todos los lugares de
Rusia; que los comunistas bolcheviques y los funcionarios de los Soviets de
Ucrania y del Don empezaran a hacerlos extensivos a otras regiones, sin hacer
diferencias. Seremos testigos de no pocas soluciones originales. No nos atamos
las manos de ninguna de las maneras a un patrón uniforme, no decidimos de una
vez para siempre que nuestra experiencia, la experiencia de la Rusia Central,
puede ser trasplantada íntegramente a todas las zonas periféricas. Acabamos de
abordar la tarea de la verdadera construcción, estamos dando solamente los
primeros pasos en este sentido y ante nosotros se extiende un campo de acción
inabarcable.
48 El 11 de marzo de 1919 Vladímir Ilich Lenin viajó a
Petrogrado para participar en los funerales de M. T. Elizárov. Durante la
estancia en Petrogrado pronunció un discurso sobre la organización del
Sindicato de Obreros Agrícolas en el I Congreso de obreros agrícolas de la
provincia de Petrogrado (véase el presente volumen, págs. 23-27).-154.
He señalado
que 'el primer paso decisivo del Poder
soviético fue la formación de los comités de campesinos pobres. Estuvo dictado
por la necesidad y lo llevaron a cabo los trabajadores de los organismos de
abastecimiento. Más, para cumplir hasta el fin nuestras tareas, no necesitamos
organizaciones provisionales como los comités de campesinos pobres. Al lado de los Soviets existen las
organizaciones sindicales, que utilizamos como escuela de educación de las
masas atrasadas. El sector de obreros que han dirigido de hecho a Rusia
durante este año y aplicado toda la política, que han constituido -nuestra
fuerza, este sector es increíblemente pequeño en Rusia. Nos hemos
convencido de ello, lo sentimos en nuestra propia carne. Si un futuro historiador
reúne algún día datos acerca de qué grupos gobernaron a Rusia durante estos 17
meses, qué centenares o millares de hombres han efectuado toda esta labor, han
cargado en sus espaldas con todo el peso increíble de la gobernación del país,
nadie creerá que eso pudo conseguirse con una cantidad tan insignificante de
fuerzas. Esta cantidad es insignificante porque en Rusia había pocos dirigentes políticos cultos, instruidos y capaces.
Este sector era débil en Rusia, y durante la pasada lucha ha quedado rendido,
ha trabajado demasiado, ha hecho más de lo que podía. Creo que en el presente
Congreso buscaremos medios prácticos para utilizar en la industria y -lo que es
más importante- en el campo nuevas y nuevas fuerzas a escala masiva, para
incorporar a la labor de los Soviets a los obreros y campesinos que se hallan a
nivel medio e incluso por debajo de ese nivel. A nuestro juicio, sin su ayuda a
escala masiva es imposible la actividad ulterior
Como he
agotado casi todo mi tiempo, quiero decir solamente unas palabras de nuestra
actitud ante los campesinos medios. Nuestra actitud ante ellos estaba clara por
principio para nosotros ya antes de que empezara la revolución. Se nos planteó
la tarea de neutralidad al campesinado. En una reunión celebrada en Moscú 49, en la que hube que plantear el
problema de la actitud ante los partidos pequeñoburgueses, cité unas palabras
textuales de Engels, el cual no sólo
señalaba que los campesinos medios son nuestros aliados, sino que expresaba
incluso la seguridad de que quizás no fuese preciso emplear la violencia ni tampoco adoptar
medidas represivas contra los campesinos ricos. Esta conjetura no se ha hecho
realidad en Rusia: hemos estado, estamos y estaremos en franca guerra civil con
los kulaks. Eso es inevitable. Lo hemos visto en la práctica. Pero por la
inexperiencia de los funcionarios de los Soviets, por las dificultades del
problema, los golpes destinados a los kulaks han caído con frecuencia sobre los
campesinos medios. En este terreno hemos pecado muchísimo. La experiencia
adquirida al respecto nos ayudará a hacer todo lo necesario para evitarlo en lo
sucesivo. He ahí la tarea que tenemos planteada, y no en teoría, sino en la
práctica. Saben muy bien que es una tarea difícil. Carecemos de bienes que
pudiéramos dar al campesino medio, y él es materialista, práctico, pide bienes
materiales concretos que ahora no podemos dar y sin los cuales, probablemente,
tendrá que pasarse aún el país durante meses de dura lucha que promete ahora la
plena victoria. Pero podemos hacer mucho en nuestra práctica administrativa:
mejorar nuestro aparato y corregir gran
cantidad de abusos. Podemos y debemos corregir y enderezar la pauta de nuestro
Partido, orientada en grado insuficiente al bloque, a la alianza, al acuerdo
con los campesinos medios.
49 V. l. Lenin se refiere a sus intervenciones del 27 de
noviembre de 1918 en la reunión de funei0narios del Partido de Moscú al hacer
el informe sobre la actitud del proletariado hacia la democracia
pequeñoburguesa y al pronunciar las palabras finales sobre dicho informe (véase
O. C., t. 37, págs. 214-241).-155.
Esto es, en breves
rasgos, lo que podía decirles ahora acerca de la labor económica y política del
Comité Central durante el año transcurrido. Debo pasar ahora, del modo más
sucinto, a la segunda parte de la tarea que me ha encomendado el Comité
Central: el informe de organización del Comité Central. Esta tarea hubiera
podido cumplirla como es debido únicamente Yákov Mijáilovich Sverdlov, que fue designado informante sobre esta cuestión por
el Comité Central. Hombre de una memoria extraordinaria, inverosímil, guardaba
en ella gran parte de su informe, y el conocimiento personal de la labor de
organización en cada lugar le permitía hacer este informe. Y o no estoy en
condiciones de sustituirle ni en una centésima parte, porque en este trabajo
nos veíamos obligados a confiar por entero en él y teníamos pleno fundamento
para confiar en el camarada Sverdlov, que adoptaba personalmente
decisiones muy a menudo.
Puedo
presentar aquí breves fragmentos de lo que está preparado por escrito de los
informes. Pero el Secretariado del Comité Central, que no ha tenido la
posibilidad de terminar su trabajo, ha prometido con la mayor firmeza que los
informes por escrito estarán preparados en la próxima semana para la imprenta y
serán reproducidos en multicopista y puestos a disposición de todos los
delegados al Congreso. Estos informes completarán las noticias superficiales y
fragmentarias que puedo dar aquí. En la parte del informe ya escrita encontramos,
sobre todo, datos referentes a los documentos recibidos: 1.483 en diciembre de
1918; 1.537 en enero de 1919, y 1.840 en febrero. Hay una clasificación de
estos papeles en porcentaje, pero yo me permito no leerla. Los camaradas que
tengan interés, podrán conocer por el informe que se va a repartir que en el
mes de noviembre hubo, por ejemplo, cuatrocientas noventa visitas al
Secretariado. Los camaradas que me han entregado este resumen dicen que no
puede abarcar ·la mitad de lo hecho por el Secretariado, ya que el camarada
Sverdlov recibía diariamente a decenas de delegados, más de la mitad de los
cuales no eran, seguramente, funcionarios de los Soviets, sino del Partido.
Debo atraer
la atención de ustedes al informe referente a la actividad de la Federación de
Grupos Extranjeros 50. Conozco esta
esfera de la labor, pues he tenido la posibilidad de repasar por encima lo que
escriben los grupos extranjeros. Al principio eran siete, ahora son nueve. Los
camaradas que vivan en localidades puramente rusas y que no hayan tenido
ocasión de conocer directamente estos grupos o leer informes en los periódicos
pueden repasar los extractos de prensa, que me permito no leer íntegramente.
Debo decir que en esto se advierte la verdadera base de lo que hemos hecho para
la III Internacional. La Tercera Internacional se ha fundado en Moscú en un
breve congreso, del que les informará con detalle el camarada Zinóviev, así
como de cuanto propone el Comité Central sobre todas las cuestiones
relacionadas con la Internacional. Si hemos podido hacer en corto plazo tanto
en el congreso de los comunistas celebrado en Moscú, ello se debe a que el
Comité Central ele nuestro Partido y el organizador del congreso, camarada
Sverdlov, han realizado un gigantesco trabajo preparatorio. Se ha hecho
propaganda y agitación entre los extranjeros que se encuentran en Rusia y se
han organizado numerosos grupos extranjeros. Decenas de miembros de esos grupos
han sido informados de los planes fundamentales y de las tareas generales de la
política en el sentido de pautas rectoras. Centenares de miles de prisioneros
de guerra de los ejércitos que los imperialistas organizaron exclusivamente
para sus propios fines, al trasladarse a Hungría, Alemania y Austria, han hecho
que los bacilos del bolchevismo se apoderen por entero de dichos países. Y si
allí predominan grupos o partidos que se solidarizan con nosotros, es gracias a
la labor de los grupos extranjeros en Rusia, invisible aparentemente, sumaria y
lacónica en el informe de organización; una labor que constituye una de las
páginas más importantes de la actividad del Partido Comunista de Rusia como
una de las células del Partido Comunista Mundial.
50. La Federación de Grupos Extranjeros
adjunta al CC tkl PC(b) de Rusia fue organizada en mayo de 1918 como organismo
dirigente de los comunistas extranjeros para trabajar con los ex prisioneros de
guerra en Rusia .. El primer presidente elegido para dirigir la Federación fue
Béla Kun, comunista húngaro.
El movimiento
revolucionario entre los prisioneros de guerra en Rusia comenzó a constituirse
ya antes de la Revolución Socialista de Octubre; después de la victoria de la
revolución, los prisioneros de guerra emprendieron la formación de sus
organizaciones revolucionarias que a principios de diciembre de 1917 iniciaron
la publicación de periódicos en sus respectivos idiomas. En 1918, entre los
prisioneros de guerra se fundaron grupos comunistas extranjeros que reconocían
por entero el Programa del PC(b)R y la lucha por la dictadura del proletariado.
1• En total entraban en la Federación 9 grupos comunistas: checoslovaco,
inglés, francés, rumano, alemán, húngaro, yugoslavo, polaco y búlgaro. La tarea
principal de los grupos consistía en la propaganda y agitación entre los
prisioneros de guerra y las tropas intervencionistas que habían agredido a la
República Soviética. Los informes de los grupos se publicaban sistemáticamente en el
periódico Pravda. A principios de 1920 la Federación de Grupos Extranjeros fue
liquidada.-157.
En los
escritos que me han entregado hay, además, datos acerca de qué organizaciones y
cómo han informado al Comité Central; y en este terreno, nuestra desidia rusa
se manifiesta en toda su fealdad, vergonzosa para nosotros. Se han recibido con
regularidad noticias de las organizaciones de cuatro provincias; de manera
irregular, de catorce provincias; y de manera casual, de dieciséis provincias.
Los nombres de esas provincias figuran en una lista y ustedes me permitirán que
no los lea. Naturalmente, las condiciones de la guerra civil explican en gran
parte, pero no del todo, ni mucho menos, esta extremada desorganización
nuestra, esta falta extrema de organización. Y lo que menos cabe es encubrirse,
defenderse y disculparse con las condiciones de la guerra civil La labor de
organización no ha sido nunca el lado fuerte de los rusos, en general, ni de
los bolcheviques, en particular. Y, sin embargo, la tarea principal de la
revolución proletaria es precisamente una tarea de organización. Por algo se ha
planteado aquí en un lugar destacado el problema de organización. En este
terreno hay que luchar por todos los medios, una y otra vez, con decisión y
firmeza. Sin una larga educación y reeducación no lograremos nada en este
terreno. Este es el terreno en el que
la violencia revolucionaria, la dictadura, se emplea para abusar, y yo me
atrevería a ponerlos en guardia contra ese abuso. La violencia
revolucionaria y la dictadura son cosas excelentes si se aplican cuando se debe
y contra quien se debe. Pero no se pueden ern.wear en el terreno de la
organización. No hemos cumplido en absoluto esta tarea de educación,
reeducación y largo trabajo de organización y debemos abordarla con
regularidad. Tenemos aquí un balance financiero detallado. De las distintas
partidas, la más importante -3 millones- corresponde a las editoriales obreras
y a los periódicos: 1 millón; 1 millón y 1 millón más. A las organizaciones del
Partido, 2.800.000; gastos de redacción, 3.600.000. En este balance, que será
reproducido y entregado a todos los delegados, hay cifras más detalladas. Por
ahora, los camaradas pueden conocerlas a través de los representantes de los
grupos. Permítanme que no las lea. Los camaradas que han presentado los
balances han recogido en ellos lo principal y más patente, a saber: los
resultados generales de la labor de propaganda en el sentido la de las
ediciones. La Editorial Kommunist 51 ha
publicado 62 libros. El diario Pravda 52
ha dado en 1918 un beneficio neto de 2 millones y publicado 25 millones de
ejemplares. El periódico Bednotá 53
ha proporcionado un beneficio neto de 2.370.000 y publicado 33 millones de
ejemplares. Los camaradas del Buró de Organización del Comité Central han
prometido evaluar las cifras exactas de que disponen para que se puedan
comparar, por lo menos, dos puntos de partida. Entonces podrá ver cada cual la
gigantesca labor educativa del Partido, que utiliza por vez primera en la
historia la gran maquinaria moderna de imprenta capitalista no para la
burguesía, sino para los obreros y los campesinos. Se nos ha acusado y se nos
acusa miles y millones de veces de que violamos la libertad de prensa y
abjuramos de la democracia. Los acusadores llaman democracia a que la prensa
sea comprada por el capital, y los ricos puedan utilizarla para sus propios
fines. Nosotros no denominamos a eso democracia, sino plutocracia. Con el fin
de satisfacer las demandas políticas de los obreros y los campesinos, hemos
despojado a los capitalistas de todo lo que había creado la cultura burguesa
para defender a estos últimos y engañar al pueblo. Y en este sentido hemos hecho
tanto como ningún partido socialista pudo hacer en un cuarto de siglo o en
medio siglo. Mas, pese a todo, hemos hecho una parte inconmensurablemente
pequeña de lo que se debe hacer.
51. Editorial Kommunisl: Editorial del ce del PC(b)R fundada en
1918 mediante la agrupación de la Editorial Volná con la Editorial cooperativa
Zhizn y Znanie; pronto se unió a ella la Editorial Pribói. Editaba más que nada
publicaciones masivas de divulgación. En mayo de 1919, por disposición del
Comité Ejecutivo Central de toda Rusia, fue constituida la Editorial del
Estado, en la que entró la Kommunist.-159.
52 P!avda (La Verdad): diario legal bolchevique.
El primer número salió en Petersburgo el 22 de abril (5 de mayo) de 1912.
Lenin ejercía la dirección ideológica de Pravda, escribía para el rotativo casi a diario, daba indicaciones a su Redacción, se esforzaba para que el periódico saliera en el espíritu combativo y revolucionario
En la Redacción de Pravda se concentraba una parte considerable de la labor organizativa del Partido. Aquí se celebraban encuentros con representantes de células locales del Partido, llegaban aquí las noticias acerca de la labor del Partido en las fábricas, desde aquí se transmitían las directivas de los comités Central y de Petersburgo del Partido.
Pravda estuvo sujeta a constantes persecuciones policíacas, el 8· {21) de julio de 1914 el periódico fue clausurado.
La publicación de Pravda se reanudó después de la Revolución Democrática Burguesa de Febrero de 1917. A partir del 5 (18) de marzo de 191 7 Pravda comenzó a salir como órgano de los comités Central y de Petersburgo del POSDR.
Al llegar a Petrogrado, Lenin entró a formar parte de la Redacción, y Pravda desplegó la lucha por el plan leninista de tránsito de la revolución democrática burguesa a la socialista.
En julio-octubre de 1917, Pravda, perseguida por el
contrarrevolucionario Gobierno Provisional, cambió reiteradas veces de nombre y
salió como Lístok "Pravdi' (Hoja de "Pravda''), Proletari (El
Proletario), Rabochi (El Obrero) y Rabochi Put (El Camino del Obrero). Después
de la victoria de la Revolución Socialista de Octubre, a partir del 27 de
octubre (9 de noviembre) de 1917, el periódico volvió a salir con su nombre
anterior: Pravda. En el presente es órgano del CC del PCVS.-159.
53 Bednotá (Los Pobres): diario para los campesinos; salió en Moscú del 27 de marzo de 1918 al 31 de enero de 1931. Fue fundado por disposición del CC del PC(b)R en lugar de Dmvénskaya Bednotá (Los Pobres del Campo), Derevénskaya Pravda (La Verdad del Campo) y Soldátskaya Pravda (La Verdad de los Soldados). El rotativo sostenía activa lucha por la consolidación de la alianza de la clase obrera con el campesinado, por la organización y la cohesión de las masas de campesinos pobres y medios en tomo del Partido Comunista y el Poder de los Soviets. A partir del 1 ° de febrero de 1931 Bednotá se fundió con el periódico Sotsialísticheskae z emledelie (Agricultura Socialista) .-/59.
Los últimos
escritos que me ha entregado el Buró son las circulares. Suman catorce en
total, y los camaradas que las desconocen y que las conocen poco son invitados
a leerlas. En este sentido, como es natural, la actividad del Comité Central ha
estado lejos de ser completa. Pero es preciso tener en cuenta que cuando hay
que trabajar en las condiciones en que lo hemos hecho nosotros, cuando hay que
dar cada día directrices políticas sobre una serie de cuestiones y sólo en
casos excepcionales e incluso raros hacerlo a través del Buró Político o del
Pleno del Comité Central, es imposible suponer que pudiéramos recurrir con
frecuencia a las circulares políticas.
Repito que,
como organismo combativo de un partido combativo en época de guerra civil, no
podemos trabajar de otra manera. En caso contrario, resultarán ya bien medias
palabras, ya bien un Parlamento, y, en la época de la dictadura, con el
Parlamento no se pueden ni resolver los problemas ni dirigir el Partido y las
organizaciones soviéticas. Camaradas, en la época en que utilizamos el
mecanismo de las imprentas y la prensa burguesas, la importancia de las
circulares del Comité Central ha decrecido. Enviamos únicamente las directrices
que no se pueden divulgar, pues en nuestra actividad, que ha sido pública a
pesar de sus colosales proporciones, ha seguido existiendo, existe y existirá,
sin embargo, el trabajo clandestino. No hemos temido que se nos reproche
nuestra clandestinidad y nuestro secreto; no, nos hemos enorgullecido de ello.
Y al caer en una situación en la que, después de derrocar a la burguesía, nos
encontramos ante la burguesía europea, en nuestras acciones ha seguido
existiendo el secreto, y en nuestro trabajo ha habido clandestinidad.
Aquí,
camaradas, termino mi informe. (Aplauso s.)
Tomo 40: Diciembre 1919 - abril 1920
5º Lenin (1986). «Tomo 40 de las Obras Completas». Discurso
pronunciado en el III Congreso de los Sindicatos de toda Rusia, 7 de abril de
1920. Moscú: Ed. Progreso. p. 316 (pág.
313- 327)
Notas. Pág.
382-427
Discurso pronunciado en el III
Congreso de los Sindicatos de toda Rusia, 7 de abril de 1920
Discurso
pronunciado en el III Congreso de los Sindicatos de toda Rusia, 7 de abril de
1920 (129)
Obras Completas, Tomo 40 Diciembre 1919 - abril 1920 (pág. 313- 327)
(Clamorosos
y prolongados aplausos que se
transforman en ovación.) Camaradas: Permitidme, ante todo, saludar en nombre
del Consejo de Comisarios del Pueblo al Tercer Congreso de toda Rusia. (Aplausos.)
Camaradas: El Poder soviético atraviesa hoy un momento muy importante, que en
muchos aspectos nos plantea tareas de gran complejidad e interés, propias de un
período de cambio. Y precisamente la particularidad del momento impone a los
sindicatos tareas especiales, así como una responsabilidad especial en la
construcción del socialismo.
129 III Congreso de los Sindicatos de toda Rusia: sesionó en Moscú del 6 al
13 de abril de 1920, en la Casa de los Sindicatos, y asistieron alrededor de 1
.600 delegados que representaban a más de 4 millones de afiliados. Predominaban
los bolcheviques, los cuales, con sus simpatizantes, sumaban l. 180 delegados;
57 eran mencheviques y 69, representantes de otros partidos
Se utilizó
como base para el trabajo del Congreso el programa de construcción económica
trazado por el IX Congreso del PC(b)R que acababa de finalizar. En el orden del
día figuraban los siguientes temas: informe sobre la actividad del Consejo
Central de los Sindicatos de toda Rusia, informe sobre la actividad del
Comisariado del Pueblo de Trabajo, tareas de los sindicatos, problema de
organización, política de salarios, suministro de mercancías a los obreros, los
sindicatos y la economía nacional, el movimiento sindical internacional, la
actividad cultural y educativa
En nombre
del Consejo de Comisarios del Pueblo, habló Lenin el 7 de abril, en la segunda
sesión plenaria del Congreso; fue recibido con una entusiasta ovación mientras
se coreaba La Internacional. Definió las tareas de la República Soviética en el
período de la tregua pacífica, recalcando especialmente la misión de los
sindicatos en la esfera de la construcción económica. Después de escucharlo, el
Congreso resolvió dirigir un llamamiento a los obreros y a todos los
trabajadores de la Rusia Soviética, instándolos a luchar unidos y enérgicamente
contra el caos económico, a implantar inmediatamente en todas las organizaciones
sindicales una rigurosa disciplina de trabajo, a intensificar la acción para
incorporar a las masas obreras a la construcción comunista, a través de los
sindicatos, bajo la dirección del Partido Comunista, único intérprete de los
verdaderos intereses de la clase obrera y de todos los trabajadores de la Rusia
Soviética.
El 111
Congreso de los Sindicatos de toda Rusia aprobó totalmente las resoluciones del
IX Congreso del PC(b)R en el ámbito de la construcción económica. Condenó a los
representantes del grupo menchevique, que defendían la independencia de los
sindicatos e intentaban contraponerlos al Partido Comunista.-313.
Por eso
quisiera detenerme, no tanto en ciertas resoluciones aprobadas por el Congreso
del Partido que acaba de finalizar 130
(pues sobre esto tendréis un informe más detallado), sino en los cambios
producidos en las condiciones de la política soviética, que vinculan todas las
tareas de la construcción socialista con la actividad de los sindicatos. El
rasgo fundamental del momento que vivimos es el paso de las tarea militares,
que hasta ahora absorbían por completo la atención y los esfuerzos del Poder
soviético, a las tareas de la construcción económica pacífica. Y es necesario
señalar, ante todo, que no es la primera vez que el Poder soviético y la
República Soviética viven un momento como este. Por segunda vez volvemos a
abordar este problema; por segunda vez desde
el establecimiento de la dictadura del proletariado la historia ha puesto en
primer plano la labor de la construcción pacífica.
130 Lenin se refiere a los acuerdos del IX Congreso del Partido Comunista
(bolchevique) de Rusia, que concluyó su labor el 5 de abril de 1920.-313.
La primera
vez fue a principios de 1918, cuando, después de la ofensiva del imperialismo
germano -ofensiva breve, pero muy impetuosa-, en las condiciones de completo
desmoronamiento del viejo ejército capitalista, en que carecíamos de un
ejército propio y era imposible crearlo en poco tiempo, los bandoleros del imperialismo germano nos impusieron la paz de Bret. Parada que las tareas militares
habían quedado relegadas a segundo plano debido a la debilidad de las fuerzas
de que disponía el Poder soviético. Parecía que ya podíamos pasar a las tareas
de la construcción pacífica. En aquel tiempo tuve ocasión de presentar un
informe ante el CEC de toda Rusia el 29 de abril de 1918*, hace ya casi dos años, y el CC aprobó una serie de tesis basadas
en mi informe, que fueron publicadas **.
Os recuerdo esto porque ya en aquel tiempo se mencionaban en las tesis algunos
problemas de la disciplina de trabajo, etc., que figuran en el orden del día de
este Congreso. Aquellos momentos se parecen a los que ahora estamos viviendo.
Os aseguro que también hoy se concentra nuestra atención en las disputas y
divergencias que surgieron en el movimiento sindical hace dos años. Afirmar que
las resoluciones del IX Congreso del PCR han sido resultado de las disputas
actuales es profundamente erróneo. Semejante afirmación sólo puede tender a
tergiversar el verdadero cuadro de los acontecimientos. Por ello, para
comprender la verdadera naturaleza del problema y abordar correctamente su
solución, será útil que comparemos y reflexionemos sobre cuáles eran las
condiciones a principios de 1918 y cuáles son en la actualidad.
* Véase O. C., t. 36, págs. 247-284.-Ed. Sesión
del CEC de toda Rusia. 29 de abril de 1918
** lbíd.,
_págs. 285-288.-Ed Seis tesis acerca de las tareas inmediatas del poder
soviético
V. I. Lenin.
Sesión del Comité Ejecutivo Central (CEC) de toda Rusia. 29 de abril de 1918.
Sobre las tareas inmediatas del poder soviético. (Capitalismo de Estado)
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2022/07/v-i-lenin-sesion-del-comite-ejecutivo.html
En aquel
tiempo, después de una breve tregua de la guerra contra el imperialismo
germano, las tareas de la construcción pacífica estaban en primer plano.
Parecía que podríamos gozar de un largo período de construcción pacífica. La
guerra civil no había empezado aún. Con la ayuda alemana, Krasnov acababa de
aparecer en el Don. En los Urales y en el Norte no se había producido ningún
conflicto. La República Soviética abarcaba un inmenso territorio, aparte del que le había sido arrebatado de
acuerdo con la paz de Brest. Las condiciones eran tales que se podía pensar
en un largo período de trabajo pacífico. Pues bien, en esas condiciones lo
primero que planteó el Partido Comunista fe la necesidad -y así quedó subrayado
en una serie de resoluciones, especialmente en la del 29 de abril de 1918- de
desplegar una amplia labor de propaganda y de insistir con redoblada energía en
la disciplina de trabajo.
Los poderes dictatoriales y la
dirección unipersonal no están en contradicción con la democracia socialista. Es necesario que recordemos esto
ahora para comprender las resoluciones aprobadas por el reciente Congreso del
Partido y las tareas generales que se nos plantean. Esto no es una respuesta a
cuestiones suscitadas sólo hoy, sino que tiene hondas raíces en las propias
condiciones del período que vivimos. Y quien lo dude puede comparar la
situación con la de hace dos años, y comprenderá que el momento actual exige
que toda la atención se consagre a la disciplina de trabajo, a los ejércitos de
trabajo, aunque hace dos años no se podía hablar siquiera de ejércitos de trabajo.
Sólo después de haber comparado el modo actual de plantear el problema con el
de entonces, podemos llegar a una
conclusión correcta, desechar los pequeños detalles y destacar lo general y
fundamental. Toda la atención del Partido Comunista y del Poder soviético
se concentra ahora en el problema de la construcción económica pacífica,
en los problemas de la dictadura y de la
dirección unipersonal. Y no sólo la experiencia que hemos tenido de dos
años de parada guerra civil nos lleva a tal solución de estos problemas.
Cuando los
abordamos por primera vez en 1918, no había ninguna guerra civil ni ninguna
experiencia para hablar de ello.
Por lo
tanto, no sólo la experiencia del Ejército Rojo y de la victoriosa guerra civil
nos ha obligado ahora, como hace dos años, a concentrar toda nuestra atención en la disciplina de trabajo,
que es lo más importante es toda la
construcción económica del socialismo y base de nuestra concepción de la
dictadura del proletariado, sino algo más profundo, algo relacionado con las
tareas de la dictadura de la clase obrera en general. Después de derrocado
el capitalismo, cada día · de nuestra revolución nos separa más y más de la
idea sobre la que tanto gritaban los viejos internacionalistas,
pequeñoburgueses hasta la médula. Ellos creían que la decisión· de una mayoría
en las instituciones democrática del
parlamentarismo burgués -conservándose la propiedad privada de la tierra, los
medios de producción y el capital podía resolver el problema, cuando en
realidad la única solución está en una enconada lucha de clases. La
significación de la dictadura del proletariado y sus condiciones prácticas
efectivas se desplegaron ante nosotros cuando, después de haber conquistado el poder, comenzamos a ejercerla en la
práctica; vimos que la lucha de clases no
cesa con esto y que la victoria sobre los capitalistas y terratenientes no
significó el aniquilamiento de estas clases: sólo las derrotó, pero no
la suprimió definitivamente. Basta remitirse a los vínculos internacionales
del capital, mucho más duraderos y firmes que los que unen en el presente a la
clase obrera.
Si
consideramos el capital en escala internacional, sigue siendo más fuerte que el
Poder soviético y el régimen soviético, no
sólo desde el punto de vista militar, sino también económico. Hay que
partir de esta premisa fundamental y no olvidarla nunca. Las formas de lucha contra el capital cambian; unas veces toman un
franco carácter internacional y otras se concentran en un solo país. Las
formas cambian, pero, ya se trate del ámbito militar, económico o de cualquier
otro del régimen social, la lucha continúa; y nuestra resolución confirma la
ley fundamental de la lucha de clases. Cuanto más se cohesiona el
proletariado al derrocar a las clases burguesas, tanto más aprende. La
revolución se desarrolla en el proceso mismo de la lucha. Y la lucha no cesa
después del derrocamiento de los capitalistas. Sólo después de haberse consolidado
ese derrocamiento en un país, adquiere una significación práctica para el mundo
entero. A comienzos de la Revolución de Octubre, los capitalistas miraban
nuestra revolución como una curiosidad: cualquier excentricidad podía esperarse
de esas tierras lejanas, pensaban.
Para que la dictadura del
proletariado adquiriese una significación mundial fe necesaria que se
consolidara en la práctica en un país. Sólo entonces los capitalistas, y no sólo los
capitalistas rusos, que inmediatamente se pusieron a buscar la ayuda de otros
capitalistas, sino también los de todos los demás países, se convencieron de
que este problema adquiría significación internacional. Sólo entonces la
resistencia de los capitalistas en escala mundial alcanzó la intensidad que
tuvo. Sólo entonces se desarrolló en Rusia una guerra civil, y todos los países
vencedores acudieron como un solo hombre en ayuda de los capitalistas y
terratenientes rusos en la guerra civil.
La lucha de clases tomó forma
plenamente en Rusia hacia 1900, en tanto que la victoria de la revolución socialista se
produjo en 1917. Pero hay más, la resistencia de la clase derrocada continuó
desarrollándose después de su derrocamiento y encontró una nueva frente de esas
en las relaciones entre el proletariado y
el campesinado. Esto lo saben quienes hayan estudiado un poco el marxismo,
quienes basan el socialismo en el movimiento internacional de la clase obrera y
ven en él su único fundamento científico. Todo
el mundo sabe que el marxismo da el fundamento teórico de la abolición de las
clases. ¿Qué significa esto?
Significa que para la victoria del
socialismo no basta derrocar a los capitalistas, sino que es preciso abolir la
diferencia entre el proletariado y el campesinado. La posición del
campesinado es esta: por un lado, es una clase de trabajadores que durante
décadas y siglos fue oprimida por los terratenientes y los capitalistas, y por
esta razón durante mucho tiempo no podrá olvidar que sólo los obreros la
emanciparon de esa opresión. Esta cuestión puede ser discutida por décadas;
sobre este tema se han emborronado infinidad de resmas de papel y a causa de
esta cuestión se han formado muchos agrupamientos fraccionistas. Pero hoy vemos
que etas divergencias palidecen ante la realidad. Los campesinos, como
trabajadores, por muchos años no olvidarán, y en los hechos eso fe así, que solamente los obreros los liberaron de
los terratenientes. Sobre esto no hay discusión; pero en las condiciones de
la producción mercantil los campesinos
siguen siendo propietarios. Cada caso de venta de cereales en el mercado
libre, cada caso de especulación, en pequeña y gran escala significa la
restauración de la economía mercantil, y por lo tanto del capitalismo. Al
derrocar a los capitalistas, liberamos a los campesinos, es decir, a la clase
que en la vieja Rusia constituía indudablemente la mayoría de la población. Los
campesinos han seguido siendo propietarios en su firma de producción, firma que
engendró y sigue engendrando relaciones capitalistas después del derrocamiento
de la burguesía. Estos son los rasgos fundamentales de nuestra situación
económica. Y esa es también la explicación de los absurdos discursos que
escuchamos en boca de quienes no comprenden el verdadero estado de cosas. En las circunstancias actuales, los
discursos sobre igualdad, libertad y
democracia son una tontería. Estaros librando una lucha
de clases y nuestro objetivo es abolir las clases. Mientras haya
obreros y campesinos, el socialismo no se habrá realizado. Y en la práctica
vemos que en todas partes se libra una lucha inconciliable. Hay que meditar
sobre los métodos y condiciones que permitirán al proletariado, que tiene en
sus manos un aparato de coerción tan fuerte como el Estado, atraer al campesino
como trabajador y vencer su resistencia como propietario, o neutralizarlo.
En este
terreno prosigue la lucha de clases, y la significación de la dictadura del
proletariado se nos presenta bajo una nueva luz. Aquí aparece no sólo, e
incluso no tanto, como la aplicación de los medios coercitivos del aparato del
poder estatal destinados a aplastar la resistencia de los explotadores. Sí,
tienen razón cuando dicen que hemos hecho mucho apoyándonos en esto, pero nosotros tenemos asimismo otro método,
en el cual el proletariado desempeña el papel de organizador después de haber
pasado por la escuela del trabajo, por la escuela del aprendizaje y por la
disciplina de la fábrica capitalista.
Debemos saber organizar la vida económica sobre una nueva base, más perfecta,
tomando en cuenta y utilizando todas las conquistas del capitalismo. Sin
esto nunca seremos capaces de construir ni el socialismo ni el comunismo.
Esto es mucho más difícil que las tareas militares. En muchos aspectos podemos
cumplir las tareas militares más fácilmente Podemos cumplirlas con entusiasmo y
abnegación. Para el campesino las cosas
eran más fáciles y más comprensibles cuando se enfrentaba con su enemigo
secular: el terrateniente. No necesitaba comprender la relación
existente entre el poder de los obreros y la necesidad de acabar con el libre
comercio. Resultaba más fácil vencer a los guardias blancos, a los
terratenientes y capitalistas rusos, así
como a sus secuaces personificados en los mencheviques. Esta victoria nos costará más, tanto en tiempo como en
esfuerzos.
En los
asuntos económicos no se puede vencer como en la guerra. No se puede vencer al
libre comercio con entusiasmo y abnegación. Aquí se requiere una labor
prolongada; hay que recorrer el camino paso a paso; se necesitan las fuerzas
organizadoras del proletariado. Sólo se puede vencer si el proletariado
ejerce su dictadura como una gran fuerza organizada y organizadora, una fuerza de influencia moral sobre todos
los trabajadores, entre ellos las masas trabajadoras no proletarias. Ahora
que hemos resuelto felizmente -y seguiremos resolviendo con la misma eficacia-
la tarea primordial y más elemental, o sea, aplastar a los explotadores que
intentan abiertamente eliminar el Poder soviético, se plantea otra tarea más
compleja: organizar las fuerzas del proletariado, aprender a ser buenos
organizadores. Hay que organizar el trabajo de modo nuevo y crear nuevas formas
de incorporación al trabajo y de observancia de la disciplina de trabajo.
Incluso el capitalismo tuvo que invertir décadas para resolver esta tarea. En
este terreno se cometen con frecuencia los peores errores. Entre nuestros
enemigos, muchos demuestran una incomprensión total del problema. Nos llamaron utopistas cuando sosteníamos
que se podía tomar el poder. Por otro lado, esperan de nosotros que
llevemos a cabo la organización del trabajo en unos meses y produzcamos
resultados que requieren varios años. Esto es absurdo. En ciertas condiciones
políticas puede retenerse el poder con el solo entusiasmo de los obreros, quizá
contra todo el mundo. Y así lo hemos demostrado. Pero la creación de nuevas
formas de disciplina social requiere décadas. Incluso el capitalismo requirió
muchas décadas para transformar el viejo sistema de organización. Esperar de
nosotros e inculcar a los obreros y campesinos la idea de que podemos
transformar en breve plazo la organización del trabajo es completamente absurdo
desde el punto de vista teórico.
Y no sólo es
absurdo,· sino que causa el más grave daño, Ya que impide a los obreros comprender
claramente la diferencia entre las nuevas
y las viejas tareas. La nueva tarea es la de organizar la industria y,
sobre todo, nuestras propias fuerzas; pero por lo que se refiere a la
organización somos débiles, más débiles que todos los pueblos avanzados. La capacidad
de organización se desarrolla a parar de la gran industria maquinizada, y
en la historia no ha existido otra base material. El trabajo productivo a cargo
de millones de hombres conforme a un plan trazado de antemano y con los medios
de la gran industria maquinizada, no hay otra base. Y aquí no coinciden los
intereses del proletariado y el campesinado. Aquí se abre un período difícil de
lucha, es decir, una lucha contra el campesinado. Pero, por otro lado, debemos
demostrar a los campesinos que no les queda otra salida que marchar junto con
los obreros, que ayudar al proletariado o caer de nuevo bajo la dominación de
los terratenientes. No existe un camino intermedio; el camino intermedio es
propio de los mencheviques, pero es algo totalmente podrido que se desmorona en
todas partes, incluso en Alemania. Las masas campesinas no pueden comprender
esto a través de la teoría o el estudio de la II y la III Internacionales. Las masas campesinas -sus decenas
de millones de hombres- sólo pueden comprenderlo por su propia experiencia, por
la vida práctica cotidiana. Los campesinos pudieron comprender la victoria
sobre Kolchak y Denikin. Pudieron comparar en la práctica a Kolchak y Denikin
con la dictadura de la clase obrera, cosa con la que los mencheviques y eseristas (Partido
Social-Revolucionario-
Partido Social-Revolucionario de Izquierda) trataron siempre y tratan de asustar todavía a los
campesinos. Pero los campesinos no podían ni pueden ahora estudiar la teoría.
Las masas campesinas ven que los mencheviques y eseristas mienten y ven,
asimismo, la lucha que estamos librando contra la especulación. Hay que
reconocer que los mencheviques también han logrado algunos éxitos en el terreno
de la propaganda, después de haber aprendido de nuestras secciones políticas
del ejército. Los campesinos vieron una
bandera en la que no aparecía la inscripción: dictadura del
proletariado, sino Asamblea Constituyente, soberanía popular; no vieron la
palabra "dictadura,, y, además, no comprendían esta palabra. Pero la
experiencia les ha enseñado que el Poder soviético es mejor.
Y ahora se
nos plantea una segunda tarea: influir moralmente sobre los campesinos.
Con ellos de poco nos servirán los métodos coercitivos. Aquí debemos
resolver el problema de la diferenciación económica del campesinado. Los
obreros, en el curso de la lucha, después del derrocamiento de los
capitalistas, en los dos años de guerra civil, se han unido sólidamente, se han
cohesionado. El campesinado, en cambio, se divide cada vez más. Los campesinos
no pueden olvidar a los terratenientes y capitalistas, los recuerdan. Por otro
lado, el campesinado de hoy está dividido: los intereses de un sector chocan
con los de otro. El campesinado no está unido. Por cierto, no todos los
campesinos tienen excedentes de víveres. En este aspecto no existe igualdad
alguna. Es absurdo decir que existe. Para dividir a los campesinos y atraer a
los elementos no kulaks se necesitará mucho tiempo. La lucha será larga y en
ella emplearemos todos nuestros esfuerzos, todos nuestros medios. Pero no se
puede vencer sólo por la fuerza; hay que emplear también medios morales. Pues
bien, de aquí derivan todos los problemas relativos al poder dictatorial y a
la dirección unipersonal que a muchos -y en todo caso podemos afirmar con
seguridad que a algunos- les parece que sólo salieron a la superficie por
nuestras recientes disputas. Pero esto es erróneo. Comparad la situación con la
de 1918. Entonces no había ninguna disputa.
Después de la paz con Alemania se nos
hizo esta pregunta: ¿en qué debe basarse el poder? Y los comunistas contestamos: hay que aclarar que en el régimen soviético
la democracia no está en contradicción con la dictadura. Pero la respuesta
no agradó a muchos jefes de la vieja Internacional. Hasta Kautsky me injurió.
Los
campesinos son mitad trabajadores y mitad propietarios, y para atraerlos a nuestro lado se
necesita unidad de voluntad; es preciso que en cada problema práctico
actúen todos como un solo hombre. La unidad de voluntad no puede ser una
mera frase o un símbolo. Exigimos que se manifieste en la práctica. En la
guerra, la unidad de voluntad se expresaba en el hecho de que si alguien
ponía sus intereses personales, los intereses de aldea o grupo, por encima de
los intereses generales, se lo censuraban como pancista, se lo fusilaba, y su
fusilamiento era justificado por el sentido moral de la clase obrera, que debía
lograr la victoria. Hablamos con
franqueza de esos fusilamientos, dijimos que no disimulamos la violencia, pues
éramos conscientes de que no se podía salir de la vieja sociedad sin recurrir a
la coerción en lo que respecta al sector atrasado del proletariado. Así se
expresaba la unidad de voluntad y se
mantenía en la práctica castigando a cada desertor; se aplicaba en cada
batalla, en cada campaña, cuando los comunistas marchaban en las primeras filas
y daban el ejemplo. Ahora la tarea es intentar que esta unidad de voluntad se aplique en la industria y en la agricultura.
Tenemos un territorio de miles de verstas y una inmensa cantidad de fábricas.
Comprenderéis que aquí no podremos realizar nuestro propósito sólo por la
fuerza; comprenderéis qué gigantesca tarea tenemos planteada y qué significa
hoy la unidad de voluntad. No es una simple consigna. Hay que pensar,
meditar sobre ello. Es una consigna que implica un prolongado y cotidiano
esfuerzo. Tomad 1918, año en que no había tales disputas y en que yo
señalaba ya la necesidad de la dirección unipersonal, la necesidad de
admitir la autoridad dictatorial de una persona para llevar a cabo la idea
soviética. Todos los discursos sobre
la igualdad de derechos son tonterías. No libramos la lucha de clases
sobre la base de la igualad de derechos. Sólo así puede triunfar el proletariado.
Puede triunfar porque tenemos cientos de miles de hombres disciplinados, que
expresan una voluntad única; y puede vencer a la dispersión económica de
los campesinos, entre los cuales no se da la base común que cohesiona al
proletariado en la fábrica, en el taller, en las ciudades. Los campesinos están
económicamente dispersos. En parte son propietarios y en parte trabajadores. La propiedad los arrastra hacia el
capitalismo: "Cuanto más
ventajosamente venda, tanto mejor para mí"; "Si hay hambre, venderé más claro". Pero como trabajador, el
campesino sabe que el terrateniente era para él una opresión, de la que fue
liberado por el obrero. Hay aquí un conflicto entre dos almas, derivado de la
situación económica del campesinado. Y estas dos almas deben ser separadas.
Sólo entonces, cuando apliquemos una firme política, venceremos. Los
trabajadores siempre serán para nosotros trabajadores. Pero tenemos que
luchar contra los campesinos propietarios. No sólo riñen siempre entre sí,
sino que además son ignorantes. Los señores de la "Sociedad de Naciones", gracias a Dios, no son
ignorantes, sino posiblemente más cultos que nuestros mencheviques y eseristas;
pero ¿qué vemos? Japón exalta a la "Sociedad de Naciones", pero trata de ponerle la
zancadilla a Norteamérica, etc.
Y mientras todos ellos disputan, nosotros
estamos unidos; por eso los obreros de todos los países se pasan a nuestro
lado. Si hemos sido capaces de derrotar a esos cultos señores, dirigentes de la
política internacional, que poseen tanta experiencia, tanta riqueza, y cien
veces más cañones y acorazados que nosotros, sería ridículo pensar que no
podemos resolver el problema campesino. En
este terreno triunfarán la disciplina, la fidelidad y la unidad de voluntad.
La voluntad de centenares y decenas de miles de hombres puede ser expresada por
una persona. Esta compleja voluntad se forja por la vía soviética. En ningún
país del mundo ha habido tantos congresos de obreros y campesinos como en el
nuestro; por este medio desarrollamos una conciencia esclarecida. Ningún
Estado ha podido dar en doscientos años lo que nos da la Constitución Soviética. (Aplausos.) Veamos simplemente el
número de congresos: no ha habido ningún Estado que en cien años de democracia
haya convocado tantos; por esta vía llegamos a las resoluciones comunes y
forjamos una voluntad común.
Esta es la
amplia base en que se concibe nuestra Constitución Soviética, nuestro Poder
soviético. De ahí que las decisiones del Poder soviético tengan la fuerza de
una autoridad jamás conocida en el mundo, la fuerza de los obreros y
campesinos. Pero no basta para nosotros. Somos materialistas y no podemos
satisfacemos con la fuerza de la autoridad. No, tomaos la molestia de poner
esto en práctica. Observamos que en este aspecto nos supera el viejo instinto
burgués, más fuerte que nosotros; debemos reconocerlo con franqueza. El viejo
hábito pequeñoburgués de administrar las empresas individualmente y de tratar
de fortalecer el libre comercio e más fuerte que nosotros.
Los sindicatos surgieron del
capitalismo como medio de desarrollo de la nueva clase. Clase es un concepto que se va
firmando en un proceso de lucha y desarrollo. No hay una muralla que separe a
una clase de otra. Los obreros y campesinos no están separados entre sí por una
muralla china. ¿Cómo aprendió el hombre a unirse? Primero por medio de los
gremios y después en sindicatos. Cuando el proletariado se convirtió en clase,
llegó a ser tan poderoso que tomó en sus manos todo el aparato estatal, declaró
la guerra a todo el mundo y alcanzó la victoria. Entonces los gremios y
sindicatos se convierten en instituciones atrasadas. Hubo un tiempo, bajo el
capitalismo, en que los proletarios ·se unieron por gremios y sindicatos, lo
cual era progresista entonces porque el proletariado no podía unirse de otro
modo. Es absurdo decir que pudo haberse unido de golpe como clase. Esa
unificación requiere décadas. Nadie luchó tanto como Marx contra semejante
ideas sectaria y miopes. La clase crece
en las condiciones del capitalismo y cuando llega el momento adecuado para la
revolución toma el poder estatal en sus manos. Y entonces todos los gremios
y sindicatos se vuelven caducos, desempeñan un papel regresivo y empujan hacia
atrás, no porque sean manejados por malos elementos, sino porque los malos
elementos y los enemigos del comunismo encuentran allí un terreno propicio para
su propaganda. Estamos rodeados de
pequeña burguesía que hace renacer el libre comercio y el capitalismo.
Carlos Marx luchaba vigorosamente contra el viejo socialismo utópico y propugnaba una concepción científica que
demuestra que la clase obrera crece sobre la base de la lucha de clases y que
es preciso ayudarle a madurar. El propio Marx luchó contra los jefes de la
clase obrera que cometían errores. En 1872 fue presentada en el Consejo Federal
una moción de censura contra Marx por haber dicho que los jefes ingleses habían
sido comprados por la burguesía. Naturalmente, Marx no quería decir que tales y
tale individuos fueran traidores. Eso es absurdo. Se refería al bloque formado
por cierto sector obrero y la burguesía. La burguesía apoya directa e
indirectamente a ese sector obrero. Ese es el modo en que lo soborna.
En cuanto a
que sus representantes sean elegidos para el Parlamento, la burguesía inglesa
ha obrado milagros y supera a todas las demás. De 1852 a 1892, es decir,
durante cuarenta años, Marx y Engels desenmascararon a la burguesía, y la
burguesía actúa así en todos los países. En todo el mundo, el paso de los
sindicatos, del papel de esclavos al papel de constructores, es un cambio.
Tenemos ya dos años de existencia, ¿y qué trajo esto como consecuencia? Por
ahora vemos que la clase obrera ha sufrido más hambre. En 1918 y 1919, los
obreros industriales del Estado sólo recibieron 7 puds de pan, mientras que los
campesinos de las provincias cerealeras obtuvieron 17 puds. Bajo el zarismo, el
campesino solía tener, en el mejor de los casos, 16 puds, en tanto que bajo
nuestro régimen tiene 17 puds. Sobre esto hay datos estadísticos. El
proletariado ha pasado hambre durante dos años, pero así se ha puesto de relieve
que el obrero no sólo es capaz de sacrificar sus intereses gremiales, sino
también su vida. Durante dos años el proletariado pudo soportar el hambre
porque tuvo el apoyo moral de todos los trabajadores y porque realizaba estos
sacrificios por la victoria del poder obrero y campesino. Cierto es que
continúa la división de los obreros por oficios y que muchos de estos oficios,
que eran necesarios para los capitalistas, no lo son para nosotros. Sabemos que
los obreros de estos oficios pasan mucha más hambre que otros. Y no puede ser
de otro modo. El capitalismo ha sido vencido, pero aún no está construido el
socialismo, y construirlo llevará todavía mucho tiempo. Aquí tropezamos con
todo género de incomprensiones que no son casuales; son resultado del papel
histórico de los sindicatos como medio de unificación gremial bajo el
capitalismo y como medio de unificación de clase de los obreros después de
tomar el poder estatal. Estos obreros están dispuestos a hacer cualquier
sacrificio; crean la disciplina que lleva a afirmar y a intuir vagamente que
los intereses de clase están por encima de los intereses gremiales. Los obreros
que no son capaces de hacer esos sacrificios son para nosotros pancistas, y los
expulsamos de la familia proletaria.
Pero es
necesario comprender que para lograr la victoria no tenemos otro ejército que
el formado por los 600.000 comunistas y los 3.000.000 de miembros de los
sindicatos. La incorporación de territorios con una población de campesinos kulaks
exige poner nuevamente en tensión las feras proletarias. Estamos ante una nueva
correlación de las masas proletarias y no proletarias, de sus intereses
sociales y de clase. Aquí nada puede hacerse exclusivamente por la fuerza. Todo
lo que se necesita es organización y autoridad moral. De esto dimana nuestra
absoluta convicción, expresada por el Congreso de nuestro Partido, y creo que
es mi deber defenderla. Nuestra consigna fundamental es esta: propugnemos y
acerquémonos más a la dirección unipersonal; más disciplina de trabajo;
superémonos y trabajemos con energía militar, con firmeza y lealtad, dejando a
un lado todos los intereses de grupos y gremios, sacrificando todos los
intereses particulares! Sin esto no podemos vencer. Y si ponemos en práctica
esta resolución del Partido, si la ponemos en práctica como un solo hombre
entre los tres millones de obreros y después entre las decenas de millones de
campesinos, que sentirán la autoridad moral y la fuerza de los hombres que se
han sacrificado por la victoria del socialismo, ¡seremos absoluta y
definitivamente invencibles! (Clamorosos aplausos.)
Publicado
parcialmente el 8 de abril de 1920. En "Boletín del III Congreso de los
Sindicatos de toda Rusia, número.2
Publicado
íntegramente por primera vez en 1921, en el libro "Tercero Congreso los Sindicatos
de toda Rusia. Versión taquigráfica"