domingo, 10 de julio de 2022

V. I. Lenin. La consigna de los Estados Unidos de Europa (1915), el socialismo en un solo país y el capitalismo de Estado.

 

 


NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: He recopilado y copiado casi todos los documentos que se hacen referencias, para demostrar y profundizar en estos tres conceptos de V. I. Lenin que había utilizado que son: “. La consigna de los Estados Unidos de Europa”, “El socialismo en un solo país” y “El capitalismo de Estado

 

V. I. Lenin. La consigna de los Estados Unidos de Europa (1915)

Escrito: En 1915.

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/8-1915eu.htm

 

La consigna de los Estados Unidos de Europa (1915)

 

http://laberinto.uma.es/index.php?option=com_content&view=article&id=224:nuestros-clasicos-hoy&catid=51:lab17&Itemid=54

 

Carlos Marx 1875. Crítica del Programa Gotha. Estados Unidos de Europa

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2022/06/carlos-marx-1875-critica-del-programa.html

 

Rosa Luxemburgo: Utopías pacifistas (1911). Estados Unidos de Europa

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2022/06/rosa-luxemburgo-utopias-pacifistas-1911.html

 

Lenin y Trotsky: la consigna los Estados Unidos de Europa, el socialismo en un solo país y el capitalismo de Estado

La consigna debe ser por la  ¡Unión de Repúblicas Socialistas de Europa y del mundo!

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/05/lenin-y-trotsky-la-consigna-los-estados.html


Lenin y el socialismo en un solo país. El término marxismo-leninismo fue creado por José Stalin

 

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/02/lenin-y-el-socialismo-en-un-solo-pais.html

 

V. I. Lenin El programa militar de la revolución proletaria

Escrito: En septiembre de 1916.

 

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/1916mil.htm

 

V. I. Lenin, hace referencia al documento de Rosa Luxemburgo

Rosa Luxemburgo. El folleto Junius: La crisis de la socialdemocracia alemana. 1915

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/12/rosa-luxemburgo-el-folleto-junius-la.html

 

Rosa Luxemburgo. El folleto de Junius. La crisis de la socialdemocracia alemana

https://www.marxists.org/espanol/luxem/09El%20folletoJuniusLacrisisdelasocialdemocraciaalemana_0.pdf

 

Rosa Luxemburgo. El folleto de Junius. La crisis de la socialdemocracia alemana

 

http://grupgerminal.org/?q=system/files/1915-00-00-junius-luxemburg.pdf

 

V.I. Lenin Apéndice A. Acerca del folleto Junius

http://www.archivochile.com/Ideas_Autores/luxembr/s/luxemburgorsobre0004.pdf

 

 

V. I. Lenin. La consigna de los Estados Unidos de Europa (1915)

 

Primera publicación: En Sotsial-Demokrat, núm. 44, 23 de agosto de 1915.[1] El documento que hace referencia    Sobre la Palabra de Orden de los Estados Unidos de Europa VI Lenin 23 de agosto de 1915

 

En el número 40 de Sotsial-Demokrat [2], hemos informado de que la conferencia de las secciones de nuestro Partido en el extranjero ha acordado aplazar la cuestión de la consigna de los "Estados Unidos de Europa" hasta que se discuta en la prensa el aspecto económico del problema[3].

 

Los debates en torno a esta cuestión tomaron en nuestra conferencia un carácter político unilateral. Quizás ello se debiera, en parte, al hecho de que en el manifiesto del Comité Central dicha consigna estaba formulada directamente como consigna política ("la consigna política inmediata. . .", se dice en él), además, no sólo se proponían los Estados Unidos republicanos de Europa, sino que se subraya especialmente que "si no se derroca por vía revolucionaria las monarquías alemana, austríaca y rusa", esta consigna es absurda y falsa [4].

 

 

Es absolutamente erróneo oponerse a semejante forma de plantear el problema dentro de los límites de la apreciación política de dicha consigna, por ejemplo, desde el punto de vista de que eclipsa o debilita, etc., la consigna de la revolución socialista. Las transformaciones políticas realizadas en un sentido auténticamente democrático, y tanto más las revoluciones políticas, no pueden nunca, en ningún caso, y sean cuales sean las circunstancias, eclipsar ni debilitar la consigna de la revolución socialista. Por el contrario, siempre contribuyen a acercar esta revolución, amplían su base e incorporan a la lucha socialista a nuevas capas de la pequeña burguesía y de las masas semiproletarias. Por otra parte, las revoluciones políticas son inevitables en el proceso de la revolución socialista, que no debe considerarse como un acto único, sino como una época de violentas conmociones políticas y económicas, de lucha de clases más enconada, de guerra civil, de revoluciones y contrarrevoluciones.

 

Pero si la consigna de los Estados Unidos republicanos de Europa, que se liga al derrocamiento revolucionario de las tres monarquías más reaccionarias de Europa, encabezadas por la rusa, es absolutamente invulnerable como consigna política, queda aún la importantísima cuestión del contenido y la significación económicos de esta consigna. Desde el punto de vista de las condiciones económicas del imperialismo, es decir, de la exportación de capitales y del reparto del mundo por las potencias coloniales "avanzadas" y "civilizadas", los Estados Unidos de Europa, bajo el capitalismo son imposibles o son reaccionarios.

 

El capital se ha hecho internacional y monopolista. El mundo está ya repartido entre un puñado de grandes potencias, es decir, de potencias que prosperan en el gran saqueo y opresión de las naciones. Cuatro grandes potencias de Europa -- Inglaterra, Francia, Rusia y Alemania --, con una población de 250 a 300 millones de habitantes y con un territorio de unos 7 millones de kilómetros cuadrados, tienen colonias con una población de casi quinientos millones de habitantes (494,5 millones) y con un territorio de 64,6 millones de kilómetros cuadrados, es decir, casi la mitad de la superficie del globo (133 millones de kilómetros cuadrados sin contar la zona polar). A ello hay que añadir tres Estados asiáticos -- China, Turquía y Persia --, que en la actualidad están siendo despedazados por los saqueadores que hacen una guerra de "liberación", a saber, por el Japón, Rusia, Inglaterra y Francia. Estos tres Estados asiáticos, que pueden denominarse semicolonias (en realidad, ahora son colonias en sus nueve décimas partes), cuentan con una población de 360 millones de habitantes y una superficie de 14,5 millones de kilómetros cuadrados (es decir, casi el 50% más que la superficie total de Europa).

 

 Además, Inglaterra, Francia y Alemania han invertido en el extranjero un capital de no menos de 70 mil millones de rublos. Para obtener una rentita "legítima" de esta agradable cantidad -- una rentita de más de tres mil millones de rublos anuales --, sirven los comités nacionales de millonarios, llamados gobiernos, provistos de ejércitos y de marinas de guerra, que "colocan" en las colonias y semicolonias a los hijitos y hermanitos del "señor Billón" en calidad de virreyes, de cónsules, de embajadores, de funcionarios de todo género, de curas y demás sanguijuelas.

 

Así está organizado, en la época del más alto desarrollo del capitalismo, el saqueo de cerca de mil millones de habitantes de la Tierra por un puñado de grandes potencias. Y bajo el capitalismo, toda otra organización es imposible. ¿Renunciar a las colonias, a las "esferas de influencia", a la exportación de capitales? Pensar en ello significa reducirse al nivel de un curita que predica cada domingo a los ricos la grandeza del cristianismo y les aconseja regalar a los pobres. . . , bueno, si no unos cuantos miles de millones, unos cuantos centenares de rublos al año. Los Estados Unidos de Europa, bajo el capitalismo, equivalen a un acuerdo sobre el reparto de las colonias. Pero bajo el capitalismo no puede haber otra base ni otro principio de reparto que la fuerza. El multimillonario no puede repartir con alguien la "renta nacional" de un país capitalista sino en proporción "al capital" (añadiendo, además, que el capital más considerable ha de recibir más de lo que le corresponde). El capitalismo es la propiedad privada de los medios de producción y la anarquía de la producción. Predicar una distribución "justa" de la renta sobre semejante base es proudhonismo, necedad de pequeño burgués y de filisteo. No puede haber más reparto que en proporción "a la fuerza". Y la fuerza cambia en el curso del desarrollo económico. Después de 1871, Alemania se ha fortalecido tres o cuatro veces más rápidamente que Inglaterra y Francia. El Japón, unas diez veces más rápidamente que Rusia. No hay ni puede haber otro medio que la guerra para comprobar la verdadera potencia de un Estado capitalista. La guerra no está en contradicción con los fundamentos de la propiedad privada, sino que es el desarrollo directo e inevitable de tales fundamentos. Bajo el capitalismo es imposible el crecimiento económico parejo de cada empresa y de cada Estado. Bajo el capitalismo, para restablecer de cuando en cuando el equilibrio roto, no hay otro medio posible más que las crisis en la industria y las guerras en la política.

Pierre-Joseph Proudhon

 

Desde luego, son posibles acuerdos temporales entre los capitalistas y entre las potencias. En este sentido son también posibles los Estados Unidos de Europa, como un acuerdo de los capitalistas europeos . . . ¿sobre qué? Sólo sobre el modo de aplastar en común el socialismo en Europa, de defender juntos las colonias robadas contra el Japón y Norteamérica, cuyos intereses están muy lesionados por el actual reparto de las colonias, y que durante los últimos cincuenta años se han fortalecido de un modo inconmensurablemente más rápido que la Europa atrasada, monárquica, que ha empezado a pudrirse de vieja. En comparación con los Estados Unidos de América, Europa, en conjunto, representa un estancamiento económico. Sobre la actual base económica, es decir, con el capitalismo, los Estados Unidos de Europa significarían la organización de la reacción para detener el desarrollo más rápido de Norteamérica. Los tiempos en que la causa de la democracia y del socialismo estaba ligada sólo a Europa, han pasado para no volver.

 

Los Estados Unidos del mundo (y no de Europa) constituyen la forma estatal de unificación y libertad de las naciones, forma que nosotros relacionamos con el socialismo, mientras la victoria completa del comunismo no conduzca a la desaparición definitiva de todo Estado, incluido el Estado democrático. Sin embargo, como consigna independiente, la de los Estados Unidos del mundo dudosamente sería justa, en primer lugar, porque se funde con el socialismo y, en segundo lugar, porque podría dar pie a interpretaciones erróneas sobre la imposibilidad de la victoria del socialismo en un solo país y sobre las relaciones de este país con los demás.

 

La desigualdad del desarrollo económico y político es una ley absoluta del capitalismo. De aquí se deduce que es posible que el socialismo triunfe primeramente en unos cuantos países capitalistas, o incluso en un solo país en forma aislada.

 

El proletariado triunfante de este país, después de expropiar a los capitalistas y de organizar dentro de él la producción socialista, se alzaría contra el resto del mundo capitalista, atrayendo a su lado a las clases oprimidas de los demás países, levantando en ellos la insurrección contra los capitalistas, empleando, en caso necesario, incluso la fuerza de las armas contra las clases explotadoras y sus Estados. La forma política de la sociedad en que triunfe el proletariado, derrocando a la burguesía, será la república democrática, que centralizará cada vez más las fuerzas del proletariado de dicha nación o de dichas naciones en la lucha contra los Estados que aún no hayan pasado al socialismo. Es imposible suprimir las clases sin una dictadura de la clase oprimida, del proletariado. La libre unión de las naciones en el socialismo es imposible sin una lucha tenaz, más o menos prolongada, de las repúblicas socialistas contra los Estados atrasados.

 

Estas son las consideraciones que, tras repetidas discusiones del problema en la conferencia de las secciones del POSDR en el extranjero y después de ella, han llevado a la Redacción del Órgano Central a la conclusión de que la consigna de los Estados Unidos de Europa es errónea.

 

NOTAS

[1] En el artículo "La consigna de los Estados Unidos de Europa" se explicaba la teoría sobre la posibilidad de la victoria del socialismo primeramente en unos pocos países capitalistas e inclusive en un solo país, en forma aislada. Este artículo fue escrito en agosto de 1915, se publicó el 23 del mismo mes en calidad de editorial del periódico Sotsial-Demokrat, N.ƒ 44.

Sobre la Palabra de Orden de los Estados Unidos de Europa VI Lenin 23 de agosto de 1915

 

Primera edición: Sotsial-Demokrat No. 44, 23 de agosto de 1915.

 

Sbornik Sotsial-Demokrata

[2] Sotsial-Demokrat: periódico clandestino, Órgano Central del POSDR, que se publicó de febrero de 1908 a enero de 1917, y del cual aparecieron 58 números. El primer número fue impreso en Rusia, más tarde su publicación se trasladó al extranjero, primeramente a París y luego a Ginebra. Conforme con la decisión del CC del POSDR, la redacción fue compuesta por representantes bolcheviques, mencheviques y socialdemócratas polacos.

 

En el Sotsial-Demokrat aparecieron más de 80 artículos y sueltos de Lenin, así como muchos artículos de J. V. Stalin. En el seno de la redacción, Lenin llevó a cabo una lucha por la consecuente línea del bolchevismo. Una parte de los redactores (Kámenev y Zinovíev) adoptó la actitud conciliadora respecto a los liquidacionistas e intentó frustrar la aplicación de la línea leninista. Mártov y Dan, miembros mencheviques de la Redacción del Órgano Central, saboteaban el trabajo de ésta y, al mismo tiempo, defendían abiertamente el liquidacionismo en el periódico Golos Sotsial-Demokrata de su grupo fraccional.

 

La implacable lucha de Lenin contra los liquidacionistas motivo, en junio de 1911, el retiro de Mártov y Dan, del Sotsial-Demokrat. Desde diciembre de 1911, el Sotsial-Demokrat fue redactado por Lenin.

 

[3] Véase V. I. Lenin "La Conferencia de las secciones del POSDR en el extranjero", Obras Completas, t. XXI.

La Conferencia de Zimmerwald, 1915.

Partido Obrero Socialdemócrata Ruso.

Conferencia de las Secciones en el extranjero.

http://ca.diviani.com/?p=326

 

Manifiesto del Congreso Socialista Internacional Extraordinario (Basilea, 24-24 noviembre 1912)

 

[4] Véase V. I. Lenin "La guerra y la socialdemocracia de Rusia", Obras Completas, t. XXI.

V. I. Lenin. La guerra y la socialdemocracia de Rusia

Escrito: Antes del 28 de septiembre (11 de octubre) de 1914.

Primera publicación: En el idioma ruso el 1 de noviembre de 1914 en el núm. 33 de Sotsial-Demokrat.

“La consigna política inmediata de los socialdemócratas de Europa debe ser la formación de los Estados Unidos republicanos de Europa; pero a diferencia de la burguesía, que está dispuesta a “prometer” cuanto se quiera con tal de arrastrar al proletariado a la corriente general del chovinismo, los socialdemócratas habrán de poner al descubierto toda la falsedad e inconsistencia de esta consigna sino son derrocadas por la revolución las monarquías alemana, austriaca y rusa.”

 

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/05/v-i-lenin-la-guerra-y-la.html

 

Fuente:

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/8-1915eu.htm

 

Sobre la consigna de los Estados Unidos de Europa

V. I. Lenin. El socialismo y la guerra (La actitud del P. O. S. D. R. ante la guerra)

Escrito: En julio-agosto de 1915[1].

Primera publicación: En forma de libro a fines de 1915 por la Redacción del periódico Sotsial-Demokrat, Ginebra

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/05/v-i-lenin-el-socialismo-y-la-guerra-la.html

 

 

Sobre a Palavra de Ordem dos Estados Unidos da Europa V. I. Lénine 23 de Agosto de 1915

https://www.marxists.org/portugues/lenin/1915/08/23.htm

 

Sobre la Palabra de Orden de los Estados Unidos de Europa VI Lenin 23 de agosto de 1915

 

Sobre la Palabra de Orden de los Estados Unidos de Europa VI Lenin 23 de agosto de 1915

 

Primera edición: Sotsial-Demokrat No. 44, 23 de agosto de 1915.

En el número 40 de Sotsial-Demokrat [N350] informamos que la conferencia de nuestras secciones del partido en el extranjero [351] decidió posponer la cuestión de la consigna de “Estados Unidos de Europa” hasta el debate en la prensa del aspecto económico del problema [1*]

La discusión de este tema en nuestra conferencia asumió un carácter político unilateral. En parte esto quizás fue causado por el hecho de que en el manifiesto del Comité Central esta consigna fue formulada directamente como política ("la consigna política inmediata ..." - se dice allí), y no solo los Estados propuestos son republicanos Estados Unidos de Europa, pero también se destaca especialmente que "sin el derrocamiento revolucionario de las monarquías alemana, austríaca y rusa" esta consigna carece de sentido y es falsa.

 

Objetando tal colocación de la cuestión dentro de los límites una valoración política de esta consigna, por ejemplo desde el punto de vista de que encubre o debilita, etc., la consigna de revolución socialista, es totalmente incorrecta. Las transformaciones políticas en una dirección efectivamente democrática, y a fortiori las revoluciones políticas, no pueden en ninguna circunstancia, nunca y bajo ninguna condición, encubrir o debilitar la consigna de una revolución socialista. Al contrario, siempre la unifican, amplían sus bases, atraen nuevas capas de la pequeña burguesía y de las masas semiproletarias a la lucha socialista. Por otro lado, las revoluciones políticas son inevitables en el curso de la revolución socialista, que no puede verse como un acto único, sino que debe verse como una época de tempestuosas convulsiones políticas y económicas, de la más aguda lucha de clases, de guerra civil.

 

Pero si la consigna de los Estados Unidos republicanos de Europa, formulada en relación con el derrocamiento revolucionario de las tres monarquías más reaccionarias de Europa, con la rusa a la cabeza, es completamente invulnerable como consigna política, la trascendental cuestión de la permanece el contenido y el significado económico de esta consigna.

 

Desde el punto de vista de las condiciones económicas del imperialismo, es decir, de la exportación de capital y del reparto del mundo por parte de las potencias coloniales "avanzadas" y "civilizadas", los Estados Unidos de Europa, bajo el capitalismo, son imposibles o reaccionario. .

 

El capital se ha vuelto internacional y monopolista. El mundo está dividido entre un puñado de grandes potencias, es decir, potencias que prosperan con el gran saqueo y la opresión de las naciones. Las cuatro grandes potencias de Europa, Inglaterra, Francia, Rusia y Alemania, con una población de 250 a 300 millones de habitantes y con una superficie aproximada de 7 millones de kilómetros cuadrados, tienen colonias con una población de casi quinientos millones. (494,5 millones), con una superficie de 64,6 millones de kilómetros cuadrados, es decir, casi la mitad del globo (133 millones de kilómetros cuadrados sin la región polar). Añádanse a esto tres estados asiáticos, China, Turquía y Persia, que ahora están siendo destrozados por bandidos que libran una “guerra de liberación”, precisamente Japón, Rusia, Inglaterra y Francia. Estos tres estados asiáticos, que se pueden llamar semicolonias (de hecho ahora son colonias en 9/10), tienen 360 millones de habitantes y 14,5 millones de kilómetros cuadrados de superficie (es decir, casi 1,5 veces más que la superficie de toda Europa)

 

Además, Inglaterra, Francia y Alemania invirtieron no menos de 70 mil millones de rubíes en el extranjero. Para recibir los ingresos “legítimos” de esta agradable suma —una pequeña renta de más de tres mil millones de rublos al año— actúan los comités nacionales de millonarios, llamados gobiernos, dotados de ejércitos y armadas de guerra, que se “instalan” en las colonias y semicolonias los hijitos y hermanitos del «señor millones» como virreyes, cónsules, embajadores, funcionarios de toda índole, sacerdotes y demás sanguijuelas

 

Así es como, en el momento del mayor desarrollo del capitalismo, se organiza el saqueo de aproximadamente mil millones de habitantes de la tierra por un puñado de grandes potencias. Y bajo el capitalismo cualquier otra forma de organización es imposible. ¿Renunciar a las colonias, a las “esferas de influencia”, a la exportación de capitales? Pensarlo es descender al nivel de un sacerdote que todos los domingos predica la grandeza del cristianismo a los ricos y les aconseja dar a los pobres... bueno, si no unos millones, al menos unos cientos de rublos al día. año.

 

Los Estados Unidos de Europa, bajo el capitalismo, equivalen al acuerdo sobre la partición de las colonias. Pero bajo el capitalismo es imposible tener otra base, otro principio de compartir, que no sea la fuerza. El multimillonario no puede compartir el “ingreso nacional” de un país capitalista con nadie, excepto en una proporción “según el capital” (agregando además que el mayor capital debe recibir más de lo que le corresponde). El capitalismo es la propiedad privada de los medios de producción y la anarquía de la producción. Abogar por una distribución "justa" de los ingresos sobre esta base es proudhonismo ., estupidez pequeñoburguesa y filistea. No se puede compartir de otra manera que "según la fuerza". Y la fuerza cambia en el curso del desarrollo económico. Después de 1871, Alemania se fortaleció 3-4 veces más rápido que Inglaterra y Francia, Japón 10 veces más rápido que Rusia. Para demostrar la verdadera fuerza del Estado capitalista, no hay ni puede haber otro camino que la guerra. La guerra no está en contradicción con los fundamentos de la propiedad privada, sino que es un desarrollo directo e inevitable de estos fundamentos. Bajo el capitalismo, el crecimiento uniforme en el desarrollo económico de diferentes economías y diferentes estados es imposible

 

Por supuesto, los acuerdos temporales entre capitalistas y entre poderes son posibles. En ese sentido, los Estados Unidos de Europa también son posibles, como un acuerdo de los capitalistas europeos ... ¿sobre qué? Solo sobre cómo aplastar juntos el socialismo en Europa, defender juntos las colonias robadas contra Japón y América, que han sido muy perjudicados por la presente división de colonias y se han fortalecido en el último medio siglo con una rapidez inconmensurablemente mayor que la Europa atrasada y monárquica, que ha comenzado a pudrirse desde su vejez. En comparación con los Estados Unidos de América, Europa en su conjunto significa estancamiento económico. Sobre la base económica actual, es decir, bajo el capitalismo, los Estados Unidos de Europa significarían la organización de la reacción para retardar el desarrollo más rápido de América. Los tiempos en que la causa de la democracia y la causa del socialismo estaban ligadas únicamente a Europa han quedado definitivamente atrás.

 

Los Estados Unidos del mundo (y no de Europa) es la forma estatal de unificación y libertad de las naciones, que asociamos al socialismo —siempre y cuando la victoria completa del comunismo no lleve a la desaparición definitiva de todo el Estado, incluido el democrático. Sin embargo, como consigna independiente, la consigna del mundo de Estados Unidos difícilmente sería justa, en primer lugar porque se confunde con el socialismo; en segundo lugar, porque podría dar lugar a la falsa interpretación de la imposibilidad de la victoria del socialismo en un solo país y de las relaciones de este país con los demás.

 

La desigualdad del desarrollo económico y político es una ley absoluta del capitalismo. De ello se deduce que la victoria del socialismo es posible ante todo en unos pocos países o incluso en un solo país capitalista tomado por separado. El proletariado victorioso de este país, después de expropiar a los capitalistas y organizar la producción socialista en su país, se levantaría contra el resto del mundo, capitalista, atrayendo a su lado a las clases oprimidas de los demás países, levantando en ellas la insurrección contra los capitalistas, utilizando, en caso de necesidad, hasta la fuerza de las armas contra las clases explotadoras y sus Estados. La forma política de sociedad en la que el proletariado salga victorioso, derrocando a la burguesía, será la república democrática, que centralice cada vez más las fuerzas del proletariado de esa nación o naciones en la lucha contra los estados que aún no han pasado al socialismo. La liquidación de clases es imposible sin la dictadura de la clase oprimida, el proletariado. La unificación libre de las naciones bajo el socialismo es imposible sin una lucha más o menos larga y tenaz de las repúblicas socialistas contra los Estados atrasados.

 

Por eso, como resultado de las repetidas discusiones sobre el tema en la conferencia de las secciones del POSDR en el extranjero, y después de la conferencia, el consejo editorial del Órgano Central llegó a la conclusión de que el eslogan de los Estados Unidos de Europa es incorrecto.

Notas al pie:

[1*] Véase VI Lenin, Obras Completas, 5ª ed. en ruso, t. 26, pág. 161. (Ed. N.)

Notas al final del volumen:

[N350] Sotsial-Demokrat: periódico clandestino, órgano central del RSDRP. Se publicó desde febrero de 1908 hasta enero de 1917. En total se publicaron 58 números, 5 de los cuales tenían suplementos. En el periódico se publicaron más de 80 artículos y notas de VI Lenin. En los años difíciles de la reacción y en el período del nuevo ascenso del movimiento revolucionario, Sotsial-Demokrat tuvo una enorme importancia en la lucha de los bolcheviques contra los liquidadores ., trotskistas, otzovistas, por la preservación de un partido marxista clandestino, por la consolidación de su unidad, por el fortalecimiento de sus lazos con las masas. En los años de la Primera Guerra Mundial, el Sotsial-Demokrat, como órgano central del partido bolchevique, desempeñó un papel extremadamente importante en la propagación de las consignas bolcheviques sobre los problemas de la guerra, la paz y la revolución

[N351] La conferencia de las secciones del POSDR en el extranjero se celebró en Berna del 14 al 19 de febrero (27 de febrero - 4 de marzo) de 1915. Fue convocada por iniciativa de Lenin y tenía el significado de una conferencia de todo el partido.

 

 

https://www-marxists-org.translate.goog/portugues/lenin/1915/08/23.htm?_x_tr_sl=pt&_x_tr_tl=es&_x_tr_hl=es&_x_tr_pto=sc

 

Conferencia de Zimmerwald

https://es.wikipedia.org/wiki/Conferencia_de_Zimmerwald

https://ca.wikipedia.org/wiki/Confer%C3%A8ncia_de_Zimmerwald

 

La Conferencia de Zimmerwald, 1915.

(5-8 de septiembre de 1915)

Partido Obrero Socialdemócrata Ruso.

 Conferencia de las Secciones en el extranjero.

27 de febrero al 4 de marzo de 1915.

Escrito a principios de 1915 y publicado en el núm. 40 del Sozial Demokrat, de 29 de marzo del mismo año. La conferencia se celebró en Berna, del 27 de febrero al 4 de marzo de 1915. Tomaron parte en ella los representantes bolcheviques de las secciones de París, Zurich, Ginebra, Berna y Lausana. Lenin representó al Comité Central y al órgano central del partido (el Sozial Demokrat) y fue orador en el punto más importante del orden del día: «La guerra y las tareas del partido». Las resoluciones, escritas por Lenin, fueron aprobadas por la Conferencia.

 

                  Índice del contenido del documento

 

CONFERENCIA DE LAS SECCIONES DEL PARTIDO OBRERO SOCIALDEMÓCRATA RUSO EN EL EXTRAJERO

 

LAS RESOLUCIONES DE LA CONFERENCIA

Acerca del carácter de la guerra

Sobre la consigna de “defensa de la patria”

Las consignas de la socialdemocracia revolucionaria

El oportunismo y la bancarrota de la II Internacional

La III Internacional

El pacifismo y la consigna de paz

La derrota de la monarquía zarista

La actitud hacia los demás partidos y grupos

 

CONFERENCIA DE LAS SECCIONES DEL PARTIDO OBRERO SOCIALDEMÓCRATA RUSO EN EL EXTRAJERO

 

Hace unos días terminó sus labores la conferencia de las secciones del POSDR en el extranjero, celebrada en Suiza. Además de examinar los problemas propios de la emigración, que trataremos de exponer, aunque sea brevemente, en los próximos números del órgano central, la conferencia elaboró resoluciones acerca de la guerra, problema importante y de palpitante actualidad. Publicamos estas resoluciones a continuación, esperando que sean útiles a todos los socialdemócratas que buscan seriamente el camino hacia una causa viva para salir del caos actual de opiniones, el cual se reduce, en el fondo, a reconocer de palabra el internacionalismo y a propender en la práctica a la conciliación a toda costa, de un modo u otro, con el social chovinismo. Agreguemos que los debates en torno a la consigna de los “Estados Unidos de Europa” tomaron un carácter político unilateral y se acordó aplazar el planteamiento de esta cuestión hasta que se discuta en la prensa el aspecto económico del problema

 

LAS RESOLUCIONES DE LA CONFERENCIA

 

Tomando como base el manifiesto del Comité Central, publicado en el núm. 33, la conferencia señala las siguientes tesis para dar una mayor sistematización a la propaganda:

 

Acerca del carácter de la guerra

 

La guerra actual tiene carácter imperialista. Esta guerra es producto de las condiciones de una época en la que el capitalismo ha alcanzado la fase superior de desarrollo; en la que tiene ya la importancia más esencial no sólo la exportación de mercancías, sino también la exportación de capital; en la que la cartelización de la producción y la internacionalización de la vida económica han adquirido proporciones considerables; en la que la política colonial ha conducido al reparto de casi todo el globo terráqueo; una época en la que las fuerzas productivas del capitalismo mundial han rebasado el marco limitado de las divisiones en Estados nacionales; una época en la que han madurado por completo las condiciones objetivas para realizar el socialismo

 

Sobre la consigna de “defensa de la patria”

 

La verdadera esencia de la guerra actual consiste en la lucha entre Inglaterra, Francia y Alemania por el reparto de las colonias y por el saqueo de los países competidores, así como en la aspiración del zarismo y de las clases dominantes de Rusia a apoderarse de Persia, Mongolia, la Turquía asiática, Constantinopla, Galitzia, etc.. El elemento nacional en la guerra austro-servia tiene un significado completamente subalterno y no modifica el carácter imperialista general de la guerra.

 

 Toda la historia económica y diplomática de los últimos decenios muestra que ambos grupos de naciones beligerantes han venido preparando de modo sistemático una guerra precisamente de este carácter. El problema de qué grupo ha asestado el primer golpe militar o ha sido el primero en declarar la guerra no tiene importancia alguna para determinar la táctica de los socialistas. Las frases acerca de la defensa de la patria, de la resistencia a la invasión enemiga, de la guerra defensiva, etc., son por ambas partes un completo engaño al pueblo.

 

Las guerras verdaderamente nacionales registradas, sobre todo, en la época de 1789-1871 se fundaban en un largo proceso de movimientos nacionales de masas, de lucha contra el absolutismo y el feudalismo, de derrocamiento de la opresión nacional y de creación de Estados sobre una base nacional, como premisa del desarrollo capitalista.

 

 La ideología nacional formada por esta época dejó profundas huellas en la masa de la pequeña burguesía y de una parte del proletariado. De ellos aprovechan ahora, en una época completamente distinta, en la época imperialista, los sofistas de la burguesía y los traidores al socialismo que se arrastran tras ellos para dividir a los obreros y apartarlos de sus tareas de clase y de la lucha revolucionaria contra la burguesía.

 

Hoy son más justas que nunca las palabras del Manifiesto Comunista de que «los obreros no tienen patria». Sólo la lucha internacional del proletariado contra burguesía puede preservar sus conquistas y abrir a las masas oprimidas el camino a un futuro mejor

 

Las consignas de la socialdemocracia revolucionaria

 

«La transformación de la actual guerra imperialista en guerra civil es la única consigna proletaria justa, indicada por la experiencia de la Comuna, señalada por la resolución de Basilea (1912) y derivada de todas las condiciones de la guerra imperialista entre los países burgueses de alto desarrollo».

 

 La guerra civil a que exhorta la socialdemocracia revolucionaria en la época presente es la lucha del proletariado con las armas en la mano contra burguesía, por la expropiación de la clase de los capitalistas en los países capitalistas avanzados, por la revolución democrática en Rusia (república democrática, jornada de ocho horas y confiscación de las tierras de los terratenientes), por la república en los países monárquicos atrasados en general, etcétera.

 

 Las calamidades extremas que la guerra acarrea a las masas han de engendrar forzosamente estados de ánimo y movimientos revolucionarios, para cuya generalización y orientación debe servir la consigna de guerra civil.

 

En la actualidad, la organización de la clase obrera está fuertemente quebrantada. Sin embargo, la crisis revolucionaria madura. Después de la guerra, las clases dominantes de todos los países tensarán aún sus esfuerzos para hacer retroceder por largos decenios el movimiento emancipador del proletariado. La tarea de la socialdemocracia revolucionaria, tanto en el caso de que el desarrollo revolucionario tenga un ritmo rápido, como en el de que la crisis adquiera carácter prolongado, consistirá en no renunciar a la larga labor cotidiana, no menospreciar anteriores métodos de la lucha de clase. Su tarea consistirá en enfilar contra el oportunismo, en el espíritu de la lucha revolucionaria de las masas, tanto el parlamentarismo como la lucha económica.

 

Como primeros pasos hacia la transformación de la actual guerra imperialista en guerra civil hay que señalar los siguientes: 1) negarse incondicionalmente a votar los créditos de guerra y salir de los ministerios burgueses; 2) romper por completo con la política de «paz civil» (bloc national, Burgfrieden); 3) crear una organización clandestina en todas partes donde los gobiernos y la burguesía supriman las libertades constitucionales al implantar el estado de guerra; 4) apoyar la confraternización de los soldados de las naciones beligerantes en las trincheras y en los teatros de operaciones en general; 5) apoyar todo género de acciones revolucionarias de masas del proletariado.

 

El oportunismo y la bancarrota de la II Internacional

 

La bancarrota de la II Internacional es la bancarrota del oportunismo socialista. Este último es producto de la precedente época «pacífica» de desarrollo del movimiento obrero. Dicha época ha enseñado a la clase obrera medios de lucha tan importantes como la utilización del parlamentarismo y de todas las posibilidades legales, la creación de organizaciones económicas y políticas de masas, de una amplia prensa obrera, etc.. Por otra parte, dicha época ha engendrado la tendencia a negar la lucha de clases y a predicar la paz social, a negar la revolución socialista, a negar por principio las organizaciones clandestinas, a admitir el patriotismo burgués, etc.. Ciertos sectores de la clase obrera (la burocracia del movimiento obrero y la aristocracia obrera, que recibía de cuando en cuando una reducida parte de los beneficios procedentes de la explotación de las colonias y de la situación privilegiada de su “patria” en el mercado mundial), así como los compañeros de viaje pequeñoburgueses en el seno de los partidos socialistas, han sido el principal punto de apoyo social de esas tendencias y los vehículos de la influencia burguesa en el proletariado.

 

La funesta influencia del oportunismo se ha manifestado con claridad particular en la política seguida durante la guerra por la mayoría de los partidos socialdemócratas oficiales de la II Internacional. Votar los créditos de guerra, participar en los ministerios, aplicar la política de «paz civil» y negarse a crear una organización ilegal cuando la legalidad ha sido suprimida significan sabotear importantísimos acuerdos de la Internacional y traicionar abiertamente al socialismo.

 

La III Internacional

 

La crisis provocada por la guerra ha puesto al desnudo la verdadera esencia del oportunismo, mostrándolo en el papel de auxiliar directo de la burguesía contra el proletariado. El llamado “centro” socialdemócrata, con Kautsky a la cabeza, ha rodado en los hechos por completo hacia el oportunismo, encubriéndolo con frases hipócritas altamente perjudiciales y con una falsificación del marxismo que lo adapta al imperialismo. La experiencia muestra que en Alemania, por ejemplo, sólo contraviniendo decididamente la voluntad de la mayoría de la cúspide del partido ha sido posible salir en defensa del punto de vista socialista. Sería una ilusión dañina confiar en la reconstitución de una Internacional socialista de verdad sin deslindarse por completo de los oportunistas en el terreno de la organización.

 

El POSDR debe apoyar todas las acciones internacionales y revolucionarias de masas del proletariado, esforzándose por acercar a todos los elementos antichovinistas de la Internacional

 

El pacifismo y la consigna de paz

 

El pacifismo y la prédica abstracta de la paz son una de las formas de embaucar a la clase obrera. Bajo el capitalismo, y sobre todo en su fase imperialista, las guerras son inevitables. Mas, por otra parte, los socialdemócratas no pueden negar el significado positivo de las guerras revolucionarias, es decir, de las guerras no imperialistas, como las que tuvieron lugar, por ejemplo, de 1789 a 1871 para derrocar la opresión nacional y crear Estados capitalistas nacionales sobre la base de los Estados feudales fraccionados, o las guerras que son posibles para salvaguardar las conquistas del proletariado triunfante en la lucha contra la burguesía.

 

En la actualidad, una propaganda de la paz que no vaya acompañada del llamamiento a la acción revolucionaria de las masas sólo puede sembrar ilusiones, corromper al proletariado, infundiéndole confianza en el humanismo de la burguesía, y hacer de él un juguete en manos de la diplomacia secreta de los países beligerantes. Es profundamente errónea, en particular, la idea sobre la posibilidad de la llamada paz democrática sin una serie de revoluciones.

 

La derrota de la monarquía zarista

 

En cada país, la lucha contra el Gobierno propio que sostiene la guerra imperialista no debe detenerse ante la posibilidad de la derrota de dicho país como resultado de la agitación revolucionaria. La derrota del ejército gubernamental debilita a ese Gobierno, contribuye a la liberación de las nacionalidades que oprime y facilita la guerra civil contra las clases gobernantes.

 

Esta tesis es acertada especialmente si se la aplica a Rusia. La victoria de Rusia traería consigo el fortalecimiento de la reacción mundial, la intensificación de la reacción dentro del país, e iría acompañada del sojuzgamiento completo de los pueblos de las regiones ya conquistadas. En vista de ello la derrota de Rusia es, en todas las condiciones, el mal menor

 

La actitud hacia los demás partidos y grupos

 

La guerra, que ha provocado una ola de chovinismo, ha descubierto que son prisioneros de éste tanto los intelectuales demócratas (populistas) y el partido de los socialistas revolucionarios, siendo total la inestabilidad de su corriente de oposición en Misl, como el núcleo fundamental de los liquidadores (Nasha Zariá), apoyado por Plejánov. En la práctica, son también partidarios del chovinismo el Comité de Organización – comenzando por el apoyo disimulado que le prestan Larin y Mártov y terminando por la defensa de principios que hace Axelrod de las ideas del patriotismo – y el Bund, en el que predomina chovinismo germanófilo. El Bloque de Bruselas (del 3 de julio de 1914) se ha disgregado por completo. En cuanto a los elementos que se agrupaban en torno de Nashe Slovo, pendulan entre la simpatía platónica por el internacionalismo y el anhelo de unidad a toda costa con Nasha Zariá y el Comité de Organización. La misma vacilación manifiesta el grupo socialdemócrata de Chjeídze: por un lado, ha expulsado al plejanovista, es decir, al chovinista, a Mankov, y, por el otro, desea encubrir a cualquier precio el chovinismo de Plejánov, de Nasha Zariá, de Axelrod, del Bund, etcétera. Es tarea del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia fortalecer en lo sucesivo la unidad proletaria forjada en 1912-1914, sobre todo por Pravda, y reconstituir las organizaciones socialdemócratas partidistas de la clase obrera sobre la base de deslindarse decididamente de los socialchovinistas en el terreno de la organización. Los acuerdos temporales sólo son admisibles con los socialdemócratas que sean partidarios de un rompimiento categórico, en el plano de la organización, con él Comité de Organización, con Nasha Zariá y con el Bund

 

http://ca.diviani.com/?p=326

 

Leon Trotsky Manifiesto de Zimmerwald 8 de septiembre de 1915 (Redactado por León Trotsky)

Redactado: Por Leon Trotsky, para la Conferencia de Zimmerwald, el 8 de Septiembre de 1915

Fuente de esta edición al castellano:

http://ghescuela.blogspot.com/2011/04/i-guerra-mundial-v-manifiesto-de.html

 

"¡Proletarios de Europa!

 

¡Hace más de un año que dura la guerra! Millones de cadáveres cubren los campos de batalla. Millones de hombres quedaran mutilados para el resto de sus días. Europa se ha convertido en un gigantesco matadero de hombres. Toda la civilización, creada por el trabajo de muchas generaciones está condenada a la destrucción. La barbarie más salvaje celebra hoy su triunfo sobre todo aquello que hasta la fecha constituía el orgullo de la humanidad.

 

Cualesquiera que sean los principales responsables directos del desencadenamiento de esta guerra, una cosa es cierta: la guerra que ha provocado todo este caos es producto del imperialismo. Esta guerra ha surgido de la voluntad de las clases capitalistas de cada nación de vivir de la explotación del trabajo humano y de las riquezas naturales del planeta. De tal manera que las naciones económicamente atrasadas o políticamente débiles caen bajo el yugo de las grandes potencias que, con esta guerra, intentan rehacer el mapa del mundo, a sangre y fuego, de acuerdo con sus intereses explotadores. Es así como naciones y países enteros como Bélgica, Polonia, los estados de los Balcanes y Armenia corren el riesgo de ser anexionados en todo o en parte por el simple juego de las compensaciones.

 

Los objetivos de la guerra aparecen en toda su desnudez a medida que los acontecimientos se desarrollan. Pieza a pieza, caen los velos que han ocultado a la conciencia de los pueblos el significado de esta catástrofe mundial.

 

 Los capitalistas de todos los países, que acuñan con la sangre de los pueblos la moneda roja de los beneficios de guerra, afirman que la guerra va a servir para la defensa de la patria, de la democracia y de la liberación de los pueblos oprimidos. Mienten. La verdad es que, de hecho, ellos entierran bajo los hogares destruidos, la libertad de sus propios pueblos al mismo tiempo que la independencia de las demás naciones. Lo que va a resultar de la guerra van a ser nuevas cadenas y nuevas cargas y es el proletariado de todos los países, vencedores o vencidos el que tendrá que soportarlas.

 

"Incremento del bienestar", dijeron, al declararse la guerra.

 

Miseria y privaciones, desempleo y aumento del coste la vida, enfermedades y epidemias, son los verdaderos resultados de la guerra. Por décadas los gastos de guerra absorberán lo mejor de las fuerzas de los pueblos comprometiendo la conquista de mejoras sociales y dificultando todo progreso.

 

Colapso de la civilización, depresión económica, reacción política; estos son los beneficiarios de este terrible conflicto de pueblos. La guerra revela así el verdadero carácter del capitalismo moderno que se ha revelado incompatible no sólo con los intereses de las clases trabajadoras sino también con las condiciones elementales de existencia de la comunidad humana.

 

Las instituciones del régimen capitalista que disponían de la suerte de los pueblos, los gobiernos -monárquicos o republicanos- la diplomacia secreta, las poderosas organizaciones patronales, los partidos burgueses, la prensa capitalista y la Iglesia: sobre todas ellas pesa la responsabilidad de esta guerra nacida de un orden social que los nutre, que ellos defienden y que no sirve más que a sus intereses.

 

 ¡Trabajadores!

 

Vosotros, ayer explotados, desposeídos, despreciados habéis sido llamados hermanos y camaradas cuando ha llegado la hora de enviaros a la masacre y a la muerte. Y hoy que el militarismo os ha mutilado, destrozado, humillado, aplastado, las clases dominantes y los poderosos reclaman de vosotros además la abdicación de vuestros intereses y la renuncia a vuestros ideales, en una palabra, una sumisión de esclavos a la paz social. Os arrebatan la posibilidad de expresar vuestras opiniones, vuestros sentimientos, vuestros sufrimientos. Os prohíben formular vuestras reivindicaciones y defenderlas. La prensa controlada, las libertades y los derechos políticos pisoteados: es el reinado de la dictadura militarista con puño de hierro.

Nosotros no podemos ni debemos permanecer inactivos ante esta situación que amenaza el porvenir de Europa y la Humanidad.

 

Durante muchos años el proletariado socialista ha encabezado la lucha contra el militarismo; con una creciente aprensión sus representantes se preocuparon en sus congresos nacionales e internacionales del peligro de guerra que el imperialismo hacía paso a paso más amenazante. En Stuttgart, en Copenhague, en Basilea, los congresos socialistas internacionales trazaron la vía que debía seguir el proletariado.

 

No obstante, partidos socialistas y organizaciones obreras de varios países, pese a haber contribuido en su día a la elaboración de estas decisiones, han olvidado y repudiado desde el comienzo de la guerra las obligaciones que les imponían. Sus representantes y dirigentes han llamado e inducido a los trabajadores a abandonar la lucha de clases, el único medio posible y eficaz para la emancipación proletaria. Han votado con sus clases dirigentes los presupuestos de guerra; se han colocado a la disposición de sus gobiernos para prestarles los más diversos servicios; han intentado a través de su prensa y sus enviados ganar a los neutrales a la política de sus gobiernos respectivos; han incorporado a los gobiernos "ministros socialistas" como rehenes para la preservación de la "Unión Sagrada" y para ello han aceptado ante la clase obrera compartir con las clases dirigentes las responsabilidades actuales y futuras de esta guerra, de sus objetivos y de sus métodos. Y de la misma manera que ha ocurrido con los partidos separadamente, el más alto organismo de las organizaciones socialistas de todos los países, la Oficina Socialista Internacional, también ha fallado y faltado a sus obligaciones.

 

Estas con las causas que explican que la clase obrera que no había sucumbido al pánico nacional del primer periodo de la guerra o que poco después se había liberado de él, no haya encontrado aún en el segundo año de la matanza de pueblos los medios para emprender en todos los países una lucha activa y simultanea por la paz.

 

 En esta situación intolerable, nosotros, representantes de partidos socialistas, de sindicatos y de minorías de estas organizaciones; alemanes, franceses, italianos, rusos, polacos, letones, rumanos, búlgaros, suecos, noruegos, suizos, holandeses, nosotros que no nos situamos en el terreno de la solidaridad nacional con nuestros exploradores, sino que permanecemos fieles a la solidaridad internacional del proletariado y a la lucha de clases, nos hemos reunido aquí para reanudar los lazos rotos de las relaciones internacionales, para llamar a la clase obrera a recobrar la conciencia de sí misma y situarla en la lucha por la paz.

 

 Esta lucha es la lucha por la libertad, por la fraternidad de los pueblos, por el socialismo. Hay que emprender esta lucha por la paz, por la paz sin anexiones ni indemnizaciones de guerra. Pero una paz así no es posible más que con la condición de condenar todo proyecto de violación de derechos y de libertades de los pueblos. Esa paz no debe conducir ni a la ocupación de países enteros ni a las anexiones parciales. Nada de anexiones, ni reconocidas ni ocultas y mucho menos aún subordinaciones económicas que, en razón de la pérdida de autonomía política que entrañan, resultan todavía más intolerables si cabe. El derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos debe ser el fundamento inquebrantable en el orden de las relaciones de nación a nación.

 

¡Trabajadores!.

 

Desde que la guerra se desencadenó habéis puesto todas vuestras fuerzas, todo vuestro valor y vuestra capacidad de aguante al servicio de las clases poseedoras para mataros los unos a los otros. Hoy en día es precisa que, permaneciendo sobre el terreno de la lucha de clases irreductible, actuéis en beneficio de vuestra propia causa por los fines sagrados del socialismo, por la emancipación de los pueblos oprimidos y de las clases esclavizadas.

 

Es el deber y la tarea de los socialistas de los estados beligerantes desarrollar esta lucha con toda su energía. Es el deber y la tarea de los socialistas de los Estados neutrales ayudar a sus hermanos, por todos los medios, en esta lucha contra la barbarie sanguinaria.

 

Jamás en la historia del mundo ha habido tarea más urgente, más elevada, más noble; su cumplimiento debe ser nuestra obra común. Ningún sacrificio es demasiado grande, ninguna carga demasiada pesada para conseguir este objetivo: el restablecimiento de la paz entre los pueblos.

 

Obreros y obreras, padres y madres, viudas y huérfanos, heridos y mutilados, a todos vosotros que estáis sufriendo la guerra y por la guerra, nosotros os decimos: Por encima de las fronteras, por encima de los campos de batalla, por encima de los campos y las ciudades devastadas. ¡Proletarios de todos los países, uníos!

Zimmerwald, septiembre de 1915

Por la delegación alemana: Georg Ledebour, Adolf Hoffmann.

Por la delegación francesa: A. Bourderon, A. Merrheim.

Por la delegación italiana: G. E. Modigliani, Constantino Lazzari.

Por la delegación rusa: N. Lenin, Paul Axelrod, M. Bobrov.

Por la delegación polaca: St. Lapinski, A .Varski, Cz. Hanecki.

 En nombre de la delegación rumana: C. Racovski;

En nombre de la delegación búlgara: VassilKolarov.

Por la delegación sueca y noruega: Z. H?glund, Ture Nerman.

Por la delegación holandesa: H. RolandHolst.

Por la delegación suiza: Robert Grimm, Charles Naine.

https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1915/septiembre/08.htm

 

 

Lenin y el socialismo en un solo país. El término marxismo-leninismo fue creado por José Stalin

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/02/lenin-y-el-socialismo-en-un-solo-pais.html

 

 

V. I. Lenin El programa militar de la revolución proletaria

Escrito: En septiembre de 1916.


Primera publicación: Publicado por vez primera en septiembre y octubre de 1917, en los números 9 y 10 de Jugend-Internationale. En ruso se publicó por vez primera en 1929, en las ediciones 2 y 3, tomo XIX, de las Obras Completas de V. I. Lenin.
*

Versión digital: Biblioteca de Textos Marxistas.

Preparado para el MIA: Texto cotejado con el que aperece en V. I. Lenin, Tres artículos de Lenin sobre la guerra y la paz, (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras) 1976 y ajustado al formato del MIA por Juan Fajardo, diciembre de 2000.

 

En Holanda, Escandinavia y Suiza, entre los socialdemócratas revolucionarios, que luchan contra esa mentira socialchovinista de la "defensa de la patria" en la actual guerra imperialista, suenan voces en favor de la sustitución del antiguo punto del programa mínimo socialdemócrata: "milicia" o "armamento del pueblo", por uno nuevo: "desarme". Jugend-Internationale ha abierto una discusión sobre este problema, y en su número 3 ha publicado un editorial en favor del desarme. En las últimas tesis de R. Grimm [1] encontramos también, por desgracia, concesiones a la idea del "desarme". Se ha abierto una discusión en las revistas Neues Leben  [2] y Vorbote [El Precursor]. Examinemos la posición de los defensores del desarme.

 

                                                            I

 

Como argumento fundamental se aduce que la reivindicación del desarme es la expresión más franca, decidida y consecuente de la lucha contra todo militarismo y contra toda guerra.

 

Pero precisamente en este argumento fundamental reside la equivocación fundamental de los partidarios del desarme.

 

Los socialistas, si no dejan de serlo, no pueden estar contra toda guerra.

 

En primer lugar, los socialistas nunca han sido ni podrán ser enemigos de las guerras revolucionarias. La burguesía de las "grandes" potencias imperialistas es hoy reaccionaria de pies a cabeza, y nosotros reconocemos que la guerra que ahora hace esa burguesía es una guerra reaccionaria, esclavista y criminal. Pero, ¿qué podría decirse de una guerra contra esa burguesía, de una guerra, por ejemplo, de los pueblos que esa burguesía oprime y que de ella dependen, o de los pueblos coloniales, por su liberación? En el 5ƒ punto de las tesis del grupo "La internacional", leemos: "En la época de este imperialismo desenfrenado ya no puede haber guerras nacionales de ninguna clase" -- esto es evidentemente erróneo.

 

La historia del siglo XX, siglo del "imperialismo desenfrenado", está llena de guerras coloniales. Pero lo que nosotros, los europeos, opresores imperialistas de la mayoría de los pueblos del mundo, con el repugnante chovinismo europeo que nos es peculiar, llamamos "guerras coloniales", son a menudo guerras nacionales o insurrecciones nacionales de esos pueblos oprimidos. Una de las características esenciales del imperialismo consiste, precisamente, en que acelera el desarrollo del capitalismo en los países más atrasados, ampliando y recrudeciendo así la lucha contra la opresión nacional. Esto es un hecho. Y de él se deduce inevitablemente que en muchos casos el imperialismo tiene que engendrar guerras nacionales. Junius, que en un folleto suyo defiende las "tesis" arriba mencionadas, dice que en la época imperialista toda guerra nacional contra una de las grandes potencias imperialistas conduce a la intervención de otra gran potencia, también imperialista, que compite con la primera, y que, de este modo, toda guerra nacional se convierte en guerra imperialista. Mas también este argumento es falso. Eso puede suceder, pero no siempre sucede así. Muchas guerras coloniales, entre 1900 y 1914, no siguieron este camino. Y sería sencillamente ridículo decir que, por ejemplo, después de la guerra actual, si termina por un agotamiento extremo de los países beligerantes, "no puede" haber "ninguna" guerra nacional, progresiva, revolucionaria, por parte de China, pongamos por caso, en unión de la India, Persia, Siam, etc., contra las grandes potencias.

 

Rosa Luxemburgo. El folleto Junius: La crisis de la socialdemocracia alemana. 1915

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/12/rosa-luxemburgo-el-folleto-junius-la.html

 

Negar toda posibilidad de guerras nacionales bajo el imperialismo es teóricamente falso, erróneo a todas luces desde el punto de vista histórico, y equivalente, en la práctica, al chovinismo europeo. ¡Nosotros, que pertenecemos a naciones que oprimen a centenares de millones de personas en Europa, en África, en Asia, etc., tenemos que decir a los pueblos oprimidos que su guerra contra "nuestras" naciones es "imposible"!

 

En segundo lugar, las guerras civiles también son guerras. Quien admita la lucha de clases no puede menos de admitir las guerras civiles, que en toda sociedad de clases representan la continuación, el desarrollo y el recrudecimiento -- naturales y en determinadas circunstancias inevitables -- de la lucha de clases. Todas las grandes revoluciones lo confirman. Negar las guerras civiles u olvidarlas sería caer en un oportunismo extremo y renegar de la revolución socialista.

 

En tercer lugar, el socialismo triunfante en un país no excluye en modo alguno, de golpe, todas las guerras en general. Al contrario, las presupone. El desarrollo del capitalismo sigue un curso extraordinariamente desigual en los diversos países. De otro modo no puede ser bajo el régimen de producción de mercancías. De aquí la conclusión indiscutible de que el socialismo no puede triunfar simultáneamente en todos los países. Triunfará en uno o en varios países, mientras los demás seguirán siendo, durante algún tiempo, países burgueses o preburgueses. Esto no sólo habrá de provocar rozamientos, sino incluso la tendencia directa de la burguesía de los demás países a aplastar al proletariado triunfante del Estado socialista. En tales casos, la guerra sería, de nuestra parte, una guerra legítima y justa. Sería una guerra por el socialismo, por liberar de la burguesía a los otros pueblos. Engels tenía completa razón cuando, en su carta a Kautsky del 12 de septiembre de 1882, [3] reconocía directamente la posibilidad de "guerras defensivas" del socialismo ya triunfante. Se refería precisamente a la defensa del proletariado triunfante contra la burguesía de los demás países.

 

 Sólo cuando hayamos derribado, cuando hayamos vencido y expropiado definitivamente a la burguesía en todo el mundo, y no sólo en un país, serán imposibles las guerras. Y desde un punto de vista científico sería completamente erróneo y antirrevolucionario pasar por alto o disimular lo que tiene precisamente más importancia: el aplastamiento de la resistencia de la burguesía, que es lo más difícil, lo que más lucha exige durante el paso al socialismo. Los popes "sociales" y los oportunistas están siempre dispuestos a soñar con un futuro socialismo pacífico, pero se distinguen de los socialdemócratas revolucionarios precisamente en que no quieren pensar ni reflexionar en la encarnizada lucha de clases y en las guerras de clases para alcanzar ese bello porvenir.

 

No debemos consentir que se nos engañe con palabras. Por ejemplo: a muchos les es odiosa la idea de la "defensa de la patria", porque los oportunistas francos y los kautskianos en cubren y velan con ella las mentiras de la burguesía en la actual guerra de rapiña. Esto es un hecho. Pero de él no se deduce que debamos olvidar en el sentido de las consignas políticas. Aceptar la "defensa de la patria" en la guerra actual equivaldría a considerarla "justa", adecuada a los intereses del proletariado, y nada más, absolutamente nada más, porque la invasión no está descartada en ninguna guerra. Sería sencillamente una necedad negar la "defensa de la patria" por parte de los pueblos oprimidos en su guerra contra las grandes potencias imperialistas o por parte del proletariado victorioso en su guerra contra cualquier Galliffet de un Estado burgués.

 

Desde el punto de vista teórico sería totalmente erróneo olvidar que toda guerra no es más que la continuación de la política por otros medios. La actual guerra imperialista es la continuación de la política imperialista de dos grupos de grandes potencias, y esa política es originada y nutrida por el conjunto de las relaciones de la época imperialista. Pero esta misma época ha de originar y nutrir también, inevitablemente, la política de lucha contra la opresión nacional y de lucha del proletariado contra la burguesía, y por ello mismo, la posibilidad y la inevitabilidad, en primer lugar, de las insurrecciones y guerras nacionales revolucionarias; en segundo lugar, de las guerras e insurrecciones del proletariado contra la burguesía; en tercer lugar, de la fusión de los dos tipos de guerras revolucionarias, etc.

 

                                                       II

 

A lo dicho hay que añadir la siguiente consideración general. Una clase oprimida que no aspirase a aprender el manejo de las armas, a tener armas, esa clase oprimida sólo merecería que se la tratara como a los esclavos. Nosotros, si no queremos convertirnos en pacifistas burgueses o en oportunistas, no podemos olvidar que vivimos en una sociedad de clases, de la que no hay ni puede haber otra salida que la lucha de clases. En toda sociedad de clases -- ya se funde en la esclavitud, en la servidumbre, o, como ahora, en el trabajo asalariado -- , la clase opresora está armada. No sólo el ejército regular moderno, sino también la milicia actual -- incluso en las repúblicas burguesas más democráticas, como, por ejemplo, en Suiza -- , representan el armamento de la burguesía contra el proletariado. Esta es una verdad tan elemental, que apenas si hay necesidad de detenerse especialmente en ella. Bastará recordar el empleo del ejército contra los huelguistas en todos los países capitalistas.

 

El armamento de la burguesía contra el proletariado es uno de los hechos más considerables, fundamentales e importantes de la actual sociedad capitalista. ¡Y ante semejante hecho se propone a los socialdemócratas revolucionarios que planteen la "reivindicación" del "desarme"! Esto equivale a renunciar por completo al punto de vista de la lucha de clases, a renegar de toda idea de revolución. Nuestra consigna debe ser: armar al proletariado para vencer, expropiar y desarmar a la burguesía. Esta es la única táctica posible para una clase revolucionaria, táctica que se desprende de todo el desarrollo objetivo del militarismo capitalista, y que es prescrita por este desarrollo. Sólo después de haber desarmado a la burguesía podrá el proletariado, sin traicionar su misión histórica universal, convertir en chatarra toda clase de armas en general, y así lo hará indudablemente el proletariado, pero sólo entonces; de ningún modo antes.

 

 Si la guerra actual despierta entre los reaccionarios socialistas cristianos y entre los jeremias pequeños burgueses sólo susto y horror, sólo repugnancia hacia todo empleo de las armas, hacia la sangre, la muerte, etc., nosotros, en cambio, debemos decir: la sociedad capitalista ha sido y es siempre un horror sin fin. Y si ahora la guerra actual, la más reaccionaria de todas las guerras, prepara a esa sociedad un fin con horror, no tenemos ningún motivo para entregarnos a la desesperación. Y en una época en que, a la vista de todo el mundo, se está preparando por la misma burguesía la única guerra legítima y revolucionaria, a saber: la guerra civil contra la burguesía imperialista, la "reivindicación" del desarme, o mejor dicho, la ilusión del desarme es única y exclusivamente, por su significado objetivo, una prueba de desesperación.

 

Al que diga que esto es una teoría al margen de la vida, le recordaremos dos hechos de carácter histórico universal: el papel de los trusts y del trabajo de las mujeres en las fábricas, por un lado, y la Comuna de 1871 y la insurrección de diciembre de 1905 en Rusia, por el otro.

 

El propósito de la burguesía es desarrollar trusts, empujar a niños y mujeres a las fábricas, donde los tortura, los pervierte y los condena a la extrema miseria. Nosotros no "exigimos" semejante desarrollo, no lo "apoyamos", luchamos contra él. Pero ¿cómo luchamos? Sabemos que los trusts y el trabajo de las mujeres en las fábricas son progresistas. No queremos volver atrás, a los oficios artesanos, al capitalismo premonopolista, al trabajo doméstico de la mujer. ¡Adelante, a través de los trusts, etc., y más allá de ellos, hacia el socialismo!

 

Este razonamiento, con las correspondientes modificaciones, es también aplicable a la actual militarización del pueblo. Hoy la burguesía imperialista no sólo militariza a todo el pueblo, sino también a la juventud. Mañana tal vez empiece a militarizar a las mujeres. Nosotros debemos decir ante esto: ¡tanto mejor! ¡Adelante, rápidamente! Cuanto más rápidamente, tanto más cerca se estará de la insurrección armada contra el capitalismo. ¿Cómo pueden los socialdemócratas dejarse intimidar por la militarización de la juventud, etc., si no olvidan el ejemplo de la Comuna? Eso no es una "teoría al margen de la vida", no es una ilusión, sino un hecho. Y sería en verdad gravísimo que los socialdemócratas, pese a todos los hechos económicos y políticos, comenzaran a dudar de que la época imperialista y las guerras imperialistas deben conducir inevitablemente a la repetición de tales hechos.

 

 Cierto observador burgués de la Comuna escribía en mayo de 1871 en un periódico inglés: "¡Si la nación francesa estuviera formada sólo por mujeres, qué nación tan horrible sería!" Mujeres y niños hasta de trece años lucharon en los días de la Comuna al lado de los hombres. Y no podrá suceder de otro modo en las futuras batallas por el derrocamiento de la burguesía. Las mujeres proletarias no contemplarán pasivamente cómo la burguesía, bien armada, ametralla a los obreros, mal armados o inermes. Tomarán las armas, como en 1871, y de las asustadas naciones de ahora, o mejor dicho, del actual movimiento obrero, desorganizado más por los oportunistas que por los gobiernos, surgirá indudablemente, tarde o temprano, pero de un modo absolutamente indudable, la unión internacional de las "horribles naciones" del proletariado revolucionario.

 

La militarización penetra ahora toda la vida social. El imperialismo es una lucha encarnizada de las grandes potencias por el reparto y la redistribución del mundo, y por ello tiene que concluir inevitablemente a un reforzamiento de la militarización en todos los países, incluso en los neutrales y pequeños. ¿¿Con qué harán frente a esto las mujeres proletarias?? ¿Se limitarán a maldecir toda guerra y todo lo militar, se limitarán a exigir el desarme? Nunca se conformarán con papel tan vergonzoso las mujeres de una clase oprimida que sea verdaderamente revolucionaria. Les dirán a sus hijos: "Pronto serás grande. Te darán un fusil. Tómalo y aprende bien a manejar las armas. Es una ciencia imprescindible para los proletarios, y no para disparar contra tus hermanos, los obreros de otros países, como sucede en la guerra actual, y como te aconsejan que lo hagas los traidores al socialismo, sino para luchar contra la burguesía de tu propio país, para poner fin a la explotación, a la miseria y a las guerras, no con buenos deseos, sino venciendo a la burguesía y desarmándola".

 

De renunciar a esta propaganda, precisamente a esta propaganda, en relación con la guerra actual, mejor es no decir más palabras solemnes sobre la socialdemocracia revolucionaria internacional, sobre la revolución socialista, sobre la guerra contra la guerra.

 

                                                          III

 

Los partidarios del desarme se pronuncian contra el punto del programa referente al "armamento del pueblo", entre otras razones, porque, según dicen, esta reivindicación conduce más fácilmente a las concesiones al oportunismo. Ya hemos examinado más arriba lo más importante: la relación entre el desarme y la lucha de clases y la revolución social. Examinaremos ahora qué relación guarda la reivindicación del desarme con el oportunismo. Una de las razones más importantes de que esta reivindicación sea inadmisible consiste precisamente en que ella, y las ilusiones a que da origen, debilitan y enervan inevitablemente nuestra lucha contra el oportunismo.

 

 No cabe duda de que esta lucha es el principal problema inmediato de la Internacional. Una lucha contra el imperialismo que no esté indisolublemente ligada a la lucha contra el oportunismo es una frase vacía o un engaño. Uno de los principales defectos de Zimmerwald y de Kienthal, [4] una de las principales causas del posible fracaso de estos gérmenes de la III Internacional, consiste precisamente en que ni siquiera se ha planteado francamente el problema de la lucha contra el opor tunismo, sin hablar ya de una solución de este problema que señale la necesidad de romper con los oportunistas. El oportunismo triunfó, temporalmente, en el seno del movimiento obrero europeo. En todos los países más importantes han aparecido dos matices fundamentales del oportunismo: primero, el socialimperialismo franco, cínico, y por ello menos peligroso, de los Plejánov, los Scheidemann, los Legien, los Albert Thomas y los Sembat, los Vandervelde, los Hyndman, los Henderson, etc.; segundo, el encubierto, kautskiano: Kautsky-Haase y el "Grupo Socialdemócrata del Trabajo"[5] en Alemania; Longuet, Pressemane, Mayeras, etc., en Francia Ramsay McDonald y otros jefes del "Partido Laborista Independiente", en Inglaterra; Mártov, Chjeídse, etc., en Rusia; Treves y otros reformistas llamados de izquierda, en Italia.

 

El oportunismo franco esta directa y abiertamente contra la revolución y contra los movimientos y explosiones revolucionarias que se están iniciando, y ha establecido una alianza directa con los gobiernos, por muy diversas que sean las formas de esta alianza, desde la participación en los ministerios hasta la participación en los comités de la industria armamentista (en Rusia)[6]. Los oportunistas encubiertos, los kautskianos (aquí, aquí, aquí), son mucho más nocivos y peligrosos para el movimiento obrero porque la defensa que hacen de la alianza con los primeros la encubren con palabrejas "marxistas" y consignas pacifistas que suenan plausiblemente. La lucha contra estas dos formas del oportunismo dominante debe ser desarrollada en todos los terrenos de la política proletaria: parlamento, sindicatos, huelgas, en la cuestión militar, etc. La particularidad principal que distingue a estas dos formas del oportunismo dominante consiste en que el problema concreto de la relación entre la guerra actual y la revolución y otros problemas concretos de la revolución se silencian y se encubren, o se tratan con la mirada puesta en las prohibiciones policíacas. Y eso a pesar de que antes de la guerra se había señalado infinidad de veces, tanto en forma no oficial como con carácter oficial en el Manifiesto de Basilea, la relación que guardaba precisamente esa guerra inminente con la revolución proletaria. Mas el defecto prin cipal de la reivindicación del desarme consiste precisamente en que se pasan por alto todos los problemas concretos de la revolución. ¿O es que los partidarios del desarme están a favor de un tipo completamente nuevo de revolución sin armas?

 

Prosigamos. En modo alguno estamos contra la lucha por las reformas. No queremos desconocer la triste posibilidad de que la humanidad -- en el peor de los casos -- pase todavía por una segunda guerra imperialista, si la revolución no surge de la guerra actual, a pesar de las numerosas explosiones de efervescencia y descontento de las masas y a pesar de nuestros esfuerzos. Nosotros somos partidarios de un programa de reformas que también debe ser dirigido contra los oportunistas. Los oportunistas no harían sino alegrarse en el caso de que les dejasemos por entero la lucha por las reformas y nos eleváramos a las nubes de un vago "desarme", para huir de una realidad lamentable. El "desarme" es precisamente la huida frente a una realidad detestable, y en modo alguno la lucha contra ella.

 

En semejante programa nosotros diríamos aproximadamente: "La consigna y el reconocimiento de la defensa de la patria en la guerra imperialista de 1914-1916 no sirven más que para corromper el movimiento obrero con mentiras burguesas". Esa respuesta concreta a cuestiones concretas sería teóricamente más justa, mucho más útil para el proletariado y más insoportable para los oportunistas que la reivindicación del desarme y la renuncia a "toda" defensa de la patria. Y podríamos añadir: "La burguesía de todas las grandes potencias imperialistas, de Inglaterra, Francia, Alemania, Austria, Rusia, Italia, el Japón y los Estados Unidos, es hoy hasta tal punto reaccionaria y está tan penetrada de la tendencia a la dominación mundial, que toda guerra por parte de la burguesía de estos países no puede ser más que reaccionaria. El proletariado no sólo debe oponerse a toda guerra de este tipo, sino que debe desear la derrota de 'su' gobierno en tales guerras y utilizar esa derrota para una insurrección revolucionaria, si fracasa la insurrección destinada a impedir la guerra".

 

En lo que se refiere a la milicia, deberíamos decir: no somos partidarios de la milicia burguesa, sino únicamente de una milicia proletaria. Por eso, "ni un céntimo, ni un hombre", no sólo para el ejército regular, sino tampoco para la milicia burguesa, incluso en países como los Estados Unidos o Suiza, Noruega, etc. Tanto más cuanto que en los países republicanos más libres (por ejemplo, en Suiza) observamos una prusificación cada vez mayor de la milicia, sobre todo en 1907 y 1911, y que se la prostituye, movilizándola contra los huelguistas. Nosotros podemos exigir que los oficiales sean elegidos por el pueblo, que sea abolida toda justicia militar, que los obreros extranjeros tengan los mismos derechos que los obreros nacionales (punto de especial importancia para los Estados imperialistas que, como Suiza, explotan cada vez en mayor número y cada vez con mayor descaro a obreros extranjeros, sin otorgarles derechos). Y además, que cada cien habitantes de un país, por ejemplo, tengan derecho a formar asociaciones libres para aprender el manejo de las armas, eligiendo libremente instructores retribuidos por el Estado, etc. Sólo en tales condiciones podría el proletariado aprender el manejo de las armas efectivamente para sí, y no para sus esclavizadores, y los intereses del proletariado exigen absolutamente ese aprendizaje. La revolución rusa ha demostrado que todo éxito, incluso un éxito parcial, del movimiento revolucionario -- por ejemplo, la conquista de una ciudad, un poblado fabril, una parte del ejército -- obligará inevitablemente al proletariado vencedor a poner en práctica precisamente ese programa.

 

Por último, contra el oportunismo no se puede luchar, naturalmente, sólo con programas, sino vigilando sin descanso para que se los ponga en práctica de una manera efectiva. El mayor error, el error fatal de la fracasada II Internacional, consistió en que sus palabras no correspondían a sus hechos, en que se inculcaba la costumbre de recurrir a la hipocresía y a una desvergonzada fraseología revolucionaria (véase la actitud de hoy de Kautsky y Cía. ante el Manifiesto de Basilea ( aquí). El desarme como idea social -- es decir, como idea engendrada por determinado ambiente social, como idea capaz de actuar sobre determinado medio social, y no como simple extravagancia de un individuo -- tiene su origen, evidentemente, en las condiciones particulares de vida, "tranquilas" excepcionalmente, de algunos Estados pequeños, que durante un periodo bastante largo han estado al margen del sangriento camino mundial de las guerras, y que confían poder seguir apartados de él. Para convencerse de ello basta reflexionar, por ejemplo, en los argumentos de los partidarios del desarme en Noruega: "Somos un país pequeño, nuestro ejército es pequeño, nada podemos hacer contra las grandes potencias" (y por ello nada pueden hacer tampoco si se les impone por la fuerza una alianza imperialista con uno u otro grupo de grandes potencias) . . . , "queremos seguir en paz en nuestro apartado rinconcito y proseguir nuestra política pueblerina, exigir el desarme, tribunales de arbitraje obligatorios, una neutralidad permanente, etc." (¿"permanente", como la de Bélgica?).

 

La mezquina aspiración de los pequeños Estados a quedarse al margen, el deseo pequeñoburgués de estar lo más lejos posible de las grandes batallas de la historia mundial, de aprovechar su situación relativamente monopolista para seguir en una pasividad acorchada, tal es la situación social objetiva que puede asegurar cierto éxito y cierta difusión a la idea del desarme en algunos pequeños Estados. Claro que semejante aspiración es reaccionaria y descansa toda ella en ilusiones, pues el imperialismo, de uno u otro modo, arrastra a los pequeños Estados a la vorágine de la economía mundial y de la política mundial.

 

 En Suiza, por ejemplo, su situación imperialista prescribe objetivamente dos líneas del movimiento obrero: los oportunistas, en alianza con la burguesía, aspiran a hacer de Suiza una unión monopolista republicano-democrática, a fin de obtener ganancias con los turistas de la burguesía imperialista y de aprovechar del modo más lucrativo y más tranquilo posible esta "tranquila" situación monopolista.

 

Los verdaderos socialdemócratas de Suiza aspiran a utilizar la relativa libertad del país y su situación "internacional" para ayudar a la estrecha alianza de los elementos revolucionarios de los partidos obreros europeos a alcanzar la victoria. En Suiza no se habla, gracias a Dios, un "idioma propio", sino tres idiomas universales, los tres, precisamente, que se hablan en los países beligerantes que limitan con ella.

 

Si los 20.000 miembros del Partido suizo contribuyeran semanalmente con dos céntimos como "impuesto extraordinario de guerra", obtendríamos al año 20.000 francos, cantidad más que suficiente para imprimir periódicamente y difundir en tres idiomas, entre los obreros y soldados de los países beligerantes, a pesar de las prohibiciones de los Estados Mayores Generales, todo cuanto diga la verdad sobre la indignación que comienza a cundir entre los obreros, sobre su fraternización en las trincheras, sobre sus esperanzas de utilizar revolucionariamente las armas contra la burguesía imperialista de sus "propios" países, etc.

 

Nada de esto es nuevo. Precisamente es lo que hacen los mejores periódicos, como La Sentinelle, Volksrecht y Berner Tagwacht, [7] pero, por desgracia, en medida insuficiente. Sólo semejante actividad puede hacer de la magnífica resolución del Congreso de Aarau algo más que una mera resolución magnífica

 

La cuestión que ahora nos interesa se plantea en la forma siguiente: corresponde la reivindicación del desarme a la tendencia revolucionaria entre los socialdemócratas suizos? Es evidente que no. El "desarme" es, objetivamente, el programa más nacional, el más específicamente nacional de los pequeños Estados, pero en manera alguna el programa internacional de la socialdemocracia revolucionaria internacional.

 

Firmado: N. Lenin

 

                                                     NOTAS

 

*El artículo "El programa militar de la revolución proletaria " fue escrito en alemán en septiembre de 1916 para la prensa de los socialdemócratas escandinavos de izquierda, que durante la Primera Guerra Mundial se manifestaron en contra del punto del programa socialdemócrata relativo al "armamento del pueblo" y lanzaron la errónea consigna del "desarme". En diciembre de 1916 el artículo, redactado de nuevo, fue publicado en la Recopilación del Socialdemócrata, t. II, con el título de "La consigna del 'desarme'" (véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. XXIII). En abril de 1917, poco antes de salir para Rusia, Lenin entregó el texto en alemán del artículo a la redacción de la revista Jugend-Internationale ; el articulo fue publicado el mismo año en sus núms. 9 y 10. Jugend-Internationale órgano de la Liga Internacional de las Organizaciones Socialistas de la Juventud, adherida a la izquierda de Zimmerwald, se publicó desde septiembre de 1915 hasta mayo de 1918 en Zurich. Lenin emite su juicio acerca de esta revista en la nota "La Internacional de la Juventud" (véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. XXIII).

 

[1] Se alude a las tesis sobre la cuestión militar escritas por R. Grimm (uno de los líderes del Partido Socialdemócrata de Suiza) en el verano de 1916 con motivo de la preparación del Congreso Extraordinario del mismo Partido. Este Congreso, cuya celebración había sido señalada para febrero de 1917, tenía que resolver la cuestión de la actitud de los socialistas suizos ante la guerra.

 

 [2] Neues Leben (Vida Nueva) órgano del Partido Socialdemócrata de Suiza; se publicó en Berna desde enero de 1915 hasta diciembre de 1917. La revista difundía los puntos de vista de los zimmerwaldianos de derecha; desde comienzos de 1917 adopto la posición socialchovinista.

 

[3] Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXXV.

 

 [4] Se alude a las Conferencias Socialistas Internacionales celebradas por los internacionalistas en Zimmerwald y Kienthal (Suiza). La Primera Conferencia Socialista Internacional se celebró del 5 al 8 de septiembre de 1915 en Zimmerwald. En la Conferencia se enfrentaron los internacionalistas revolucionarios, encabezado por Lenin, y la mayoría kautskiana. Lenin formó con los internacionalistas de izquierda el grupo de izquierda de Zimmerwald, en el que sólo el Partido Bolchevique mantuvo una posición acertada y consecuentemente internacionalista contra la guerra. La Conferencia aprobó un manifiesto en el que se calificaba de imperialista la guerra mundial; asimismo condenó la conducta de los "socialistas" que votaron por los créditos de guerra y tomaron parte en los gobiernos burgueses, y llamo a los obreros de Europa a desarrollar la lucha contra la guerra y por la conclusión de un tratado de paz sin anexiones ni contribuciones. La Conferencia aprobó también una resolución de simpatía a las víctimas de la guerra y eligió una Comisión Socialista Internacional. Acerca de la significación de la Conferencia de Zimmerwald, véanse los artículos de Lenin "El primer paso" y "Los marxistas revolucionarios en la Conferencia Socialista Internacional del 5 al 8 de septiembre de 1915" (V. I. Lenin, Obras Completas,T. XXI). La Segunda Conferencia Socialista Internacional se celebró en Kienthal del 24 al 30 de abril de 1916. En esta Conferencia el ala izquierda actuó más unida y fue más fuerte que en la Conferencia de Zimmerwald. Gracias a los esfuerzos de Lenin, la Conferencia aprobó una resolución que criticaba el socialpacifismo y la actividad oportunista del Buró Ejecutivo Socialista Internacional. El manifiesto y las resoluciones aprobados en Kienthal fueron un nuevo paso en el desarrollo del movimiento internacional contra la guerra. Las Conferencias de Zimmerwald y de Kienthal contribuyeron a destacar y agrupar a los elementos internacionalistas, pero no formularon abiertamente el problema de la lucha contra el oportunismo, no adoptaron una posición consecuentemente internacionalista y no aceptaron las tesis fundamentales de la política de los bolcheviques: transformación de la guerra imperialista en guerra civil, derrota del gobierno propio en la guerra y organización de la III Internacional.

 

 [5] Grupo Socialdemocrata del Trabajo (Arbeitsgemeinschaft: Comunidad del Trabajo): organización de los centristas alemanes, fundada en marzo de 1916 por los diputados al Reichstag que se habían separado de la fracción socialdemócrata del Reichstag. Este grupo fue el núcleo fundamental del Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania, organización centrista constituida en 1917 que justificaba a los social chovinistas abiertos y propugnaba el mantenimiento de la unidad con ellos.

 

 [6] Los comités de la industria armamentista fueron creados en 1915 en Rusia por la gran burguesía imperialista. Tratando de someter a los obreros a su influencia y de inculcarles ideas defensistas, la burguesía ideó la organización de "grupos obreros" anejos a esos comités. A la burguesía le convenía que en esos grupos hubiese representantes de los obreros, encargados de hacer propaganda entre las masas obreras en favor de una mayor productividad del trabajo en las fábricas de materiales militares. Los mencheviques participaron activamente en esta empresa seudopatriótica de la burguesía. Los bolcheviques declararon el boicot a los comités de la industria armamentista y lo aplicaron eficazmente con el apoyo de la mayoría de los obreros.

 

 [7] La Sentinelle, órgano de la organización socialdemócrata suiza del cantón de Neuchatel (Suiza francesa), fundado en Chaux de Fonds en 1884. En los primeros años de la Primera Guerra Mundial, el periódico mantuvo una posición internacionalista. El 13 de noviembre de 1914, en el núm. 265 del periódico fue publicado, en forma abreviada, el Manifiesto del C.C. del P.O.S.D.R. "La guerra y la socialdemocracia de Rusia" (véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. XXI). Volksrecht (El Derecho del Pueblo), órgano del Partido Social demócrata de Suiza y de la organización socialdemócrata del cantón de Zurich. Se publica en Zurich desde 1898. Durante la Primera Guerra Mundial el periódico presentó artículos de los Zimmerwaldianos de izquierda. En el aparecieron también artículos de Lenin, como por ejemplo, "Doce breves tesis sobre la defensa hecha por G. Greulich de la defensa de la patria", "Sobre las tareas del P.O.S.D.R. en la revolución rusa", "Las maniobras de los chovinistas republicanos". Más tarde el periódico adoptó una posición anticomunista y antidemocrática. Berner Tagwacht (El Centinela de Berna), órgano del Partido Socialdemócrata de Suiza, publicado desde 1893 en Berna. Al comienzo de la Primera Guerra Mundial el periódico insertó artículos de K. Liebknecht, de F. Mehring y de otros socialdemócratas de izquierda. A partir de 1917 apoyó abiertamente a los socialchovinistas y más tarde adoptó una posición anticomunista y antidemocrática.

 

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/1916mil.htm

 

 

Le he añadido todas las referencias que hace wikipedia

Socialismo en un solo país

https://es.wikipedia.org/wiki/Socialismo_en_un_solo_pa%C3%ADs

 

Se conoce como socialismo en un solo país (en ruso, социализм в одной стране, romanización sotsializm v odnói strané) a la línea adoptada por el XIV Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, en diciembre de 1925. Según esta tesis, basada en la lectura parcial de un escrito de Vladímir Lenin, 1​ fue aplicada durante toda la Historia de la URSS. Iósif Stalin teorizó que un país atrasado como la URSS podía desarrollar y defender el socialismo en el marco nacional de la Unión Soviética. De acuerdo con esta ideología este sería el mayor aporte de la clase obrera soviética a la revolución mundial. Esta tesis se oponía a las concepciones de Marx, F. Engels y Lenin, posteriormente presentadas con distintos matices por l. Trotsky y su teoría de la revolución permanente que promulgaba la extensión de la revolución a los países desarrollados como único garante de la victoria del socialismo en Rusia.

Controversia

El 7 de marzo de 1918, Lenin decía, a propósito del Tratado de Brest-Litovsk donde la RSFS de Rusia cedió a Alemania territorios a cambio de la paz inmediata, que “es una lección, porque constituye una verdad absoluta el hecho de que sin la revolución alemana estamos perdidos”.2​ Una semana después afirmaba que “el imperialismo universal y la marcha triunfal de la revolución social no pueden coexistir”.2Algunas pocas semanas después, el 23 de abril, Lenin declaraba que “el deber ineludible de los socialistas triunfantes en un solo país (y especialmente si es un país atrasado) consiste en no aceptar el combate con los gigantes del imperialismo, en tratar de rehuir el combate, de esperar que la contienda entre los imperialistas debilite a éstos más aún, acerque más aún la revolución en otros países”.3

 

¿Se pronunciaban estas palabras bajo la impresión de la crisis de Brest-Litovsk? No; en marzo de 1919, un año después, Lenin repite de nuevo que “vivimos no solamente en un Estado, sino en un sistema de Estados, y la existencia de la República Soviética durante largo tiempo al lado de los Estados imperialistas es inconcebible. En fin de cuentas, triunfará una cosa u otra”.4​ Otro año después, el 7 de abril de 1920, Lenin recordaba que “si consideramos el capital en escala internacional, sigue siendo más fuerte que el Poder soviético y el régimen soviético, no sólo desde el punto de vista militar, sino también económico. Hay que partir de esta premisa fundamental y no olvidarla nunca”.5 Y otra cosa que no habría que olvidar jamás la recuerda el 27 de noviembre de 1920: “hemos pasado de la guerra a la paz, pero no olvidamos que la guerra volverá otra vez. Mientras existan el capitalismo y el socialismo no podrán vivir en paz: uno u otro ha de vencer, a la postre: se cantará el réquiem por la República Soviética o por el capitalismo mundial”6.

 

Lenin decía ya en el Tercer Congreso de la Internacional Comunista, es decir, en julio de 1921, que “ha resultado un equilibrio extremadamente precario, extremadamente inestable, pero equilibrio al fin y al cabo que hace posible, claro que no por mucho tiempo, la existencia de la República socialista en el cerco capitalista”.7 Y hay más: el 5 de julio de 1921 Lenin declaró abiertamente en una sesión del Congreso: 8

 

Cuando, en su tiempo, iniciamos la revolución internacional, no lo hicimos persuadidos de que podíamos adelantamos a su desarrollo, sino porque toda una serie de circunstancias nos impulsaron a comenzarla. Nosotros pensábamos: o la revolución internacional acude en nuestra ayuda, y entonces tenemos plenamente garantizadas nuestras victorias, o llevaremos a cabo nuestra modesta labor revolucionaria con la convicción de que, en caso de derrota, y pese a todo, serviremos a la causa de la revolución, y nuestra experiencia será útil para otras revoluciones. Teníamos claro que la victoria de la revolución proletaria era imposible sin el apoyo de la revolución mundial. Ya antes de la revolución, y después de ella, pensábamos: o estalla inmediatamente la revolución -o por lo menos muy pronto- en los otros países, más desarrollados en el aspecto capitalista, o, de lo contrario, habremos de sucumbir.

                                                                                                                     Lenin

El artículo “Más vale menos, pero mejor”,9 fue dictado por Lenin un mes antes de que un ictus lo obligara a suspender toda actividad, donde escribe:

¿Podremos mantenernos con nuestra pequeña y pequeñísima producción campesina, dada la ruina en que estamos sumidos, hasta que los países capitalistas de Europa Occidental culminen su desarrollo hacia el socialismo?

                                                                                                                     Lenin

Lenin se pone este problema: ¿cómo mantener el poder soviético hasta el próximo estallido mundial, o durante un periodo de estancamiento prolongado del desarrollo capitalista?. Estudia 4 factores principales: 1) La posibilidad de que el poder soviético resista, manteniendo la alianza obrero-campesina y permitiendo el desarrollo del capitalismo en Rusia bajo el control de la dictadura del proletariado. 2) La capacidad política de la Internacional Comunista, y en particular del KPD, y de la política exterior soviética, de expolotar en ventaja de la revolución proletaria mundial la lucha entre las grandes potencias imperialistas en torno a la Alemania derrotada, en donde el proletariado alemán podría jugar un papel importante si se le presenta una ocasión favorable. 3) El acelerado desarrollo capitalista en Asia podría desencadenar, entre las grandes potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial, un giro ulterior en la carrera por su reparto definitivo. Al mismo tiempo, se produciría una ola de revoluciones nacionales y democráticas en China, la India, Persia, etc. 4) En tal caso Japón, que asciende como potencia imperialista en Asia, entraría en conflicto con las potencias occidentales, haciendo inevitable un conflicto mayor, con su epicentro en Asia y de repercusiones mundiales. Como ya planteó en 1921 se podía esperar “hay quien se dispone, seguramente, a aniquilar a veinte millones de hombres y mutilar a sesenta millones en la guerra que quizá estalle allá por 1925 o por 1928, acaso entre el Japón y Norteamérica, o entre Inglaterra y Norteamérica, o algo por el estilo”.10​

 

¿Podrá Rusia resistir “hasta el próximo conflicto armado entre el Occidente contrarrevolucionario y el Oriente revolucionario y nacionalista”?

 

Creo que a esta pregunta se le debe de responder en el sentido de que la solución depende de muchas circunstancias, y solo se puede prever el desenlace de la lucha en su conjunto (...) [éste] desenlace depende, en última instancia, del hecho de que Rusia, la India, China, etc., constituyen la mayoría gigantesca de la población del globo. Y esta mayoría es la que se va incorporando, en los últimos años, con extraordinaria rapidez, a la lucha por su liberación. (...) En este sentido, la victoria definitiva del socialismo está absolutamente asegurada.

 

Según los defensores de la teoría del "socialismo en un solo país", la URSS consiguió que venciera el socialismo. Además, desarrolló en pocos años una poderosa industria, basada en la colectivización agrícola y la industrialización, todo englobado bajo una economía planificada. El socialismo resolvió hasta cierto punto las necesidades básicas de la población: trabajo, alimentación, salud, techo, educación, acceso a la cultura y deporte para todos. Sin embargo, la política llevada a cabo por Stalin ahogó en sangre a la gran mayoría de "viejos bolcheviques" que lideraron la insurrección, desatando las grandes purgas en el seno del Partido Comunista, el aparato de Estado, la sociedad civil y el interior del Ejército Rojo. La oposición de izquierda bolchevique-leninista fue inútil ante la burguesía rusa que ya había tomado el poder en Rusia.

 

Esta teoría fue muy criticada por los partidarios de la oposición de izquierda dentro del PCUS, así como por muchos intelectuales y miembros de la tradición marxista, con el bolchevique León Trotsky a la cabeza. Para Trotsky, las ideas de Stalin eran completamente contrarias al socialismo y la revolución, pues una de las bases del marxismo es el internacionalismo, ya que “sin el soporte estatal directo del proletariado europeo, la clase obrera rusa no podrá mantener el poder y transformar su dominación temporal en una supremacía duradera del socialismo. Respecto a eso, ninguna duda está permitida.11​ Una línea similar expuso F. Engels en Principios del Comunismo (1847):12​

 

XIX. ¿Es posible esta revolución en un solo país?

No. La gran industria, al crear el mercado mundial, ha unido ya tan estrechamente todos los pueblos del globo terrestre, sobre todo los pueblos civilizados, que cada uno depende de lo que ocurre en la tierra del otro. Además, ha nivelado en todos los países civilizados el desarrollo social a tal punto que en todos estos países la burguesía y el proletariado se han erigido en las dos clases decisivas de la sociedad, y la lucha entre ellas se ha convertido en la principal lucha de nuestros días. Por consecuencia, la revolución comunista no será una revolución puramente nacional, sino que se producirá simultáneamente en todos los países civilizados, es decir, al menos en Inglaterra, en América, en Francia y en Alemania. Ella se desarrollará en cada uno de estos países más rápidamente o más lentamente, dependiendo del grado en que esté en cada uno de ellos más desarrollada la industria, en que se hayan acumulado más riquezas y se disponga de mayores fuerzas productivas. Por eso será más lenta y difícil en Alemania y más rápida y fácil en Inglaterra. Ejercerá igualmente una influencia considerable en los demás países del mundo, modificará de raíz y acelerará extraordinariamente su anterior marcha del desarrollo. Es una revolución universal y tendrá, por eso, un ámbito universal

 

Referencias

 

Tomo 36: Marzo - julio 1918

Lenin, I.: “Informe político del Comité Central, 7 de marzo” Breve reseña periodística publicada el 24 de febrero de 1918 en Pravda nº 45, contenido en el Tomo 36 (marzo-julio 1918) de la Obras Completas (Moscú: Ed. Progreso, pg. 16) Pág. 3- 29

 

Lenin (1986). «Tomo 36 de las Obras Completas». Informe político del Comité Central, 7 de marzo, publicado el 24 de febrero de 1918 en Pravda nº 45. Moscú: Ed. Progreso. p. 10.

 

Lenin (1986). «Tomo 36 de las Obras Completas». Acerca del infantilismo "izquierdista" y el espíritu pequeñoburgués. Ed. Progreso. p. 295. (291-324)

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2018/11/v-i-lenin-acerca-del-infantilismo.html

 

Tomo 38: Marzo - junio 1919

Lenin (1986). «Tomo 38 de las Obras Completas». Informe del Comité Central, 18 de marzo. Moscú: Ed. Progreso. p. 149. (pág. 141 - 160)

 

Tomo 40: Diciembre 1919 - abril 1920

Lenin (1986). «Tomo 40 de las Obras Completas». Discurso pronunciado en el III Congreso de los Sindicatos de toda Rusia, 7 de abril de 1920. Moscú: Ed. Progreso. p. 316 (pág. 313- 327)

 

Tomo 42: Noviembre 1920 - marzo 1921

Lenin (1986). «Tomo 42 de las Obras Completas». Reunión de activistas de la organización del PC(b)R de Moscú. Moscú: Ed. Progreso. p. 78.

 

Tomo 44: Junio 1921 - marzo 1922

  Lenin (1987). «Tomo 44 (pág. 56-86) de las Obras Completas». Tesis del informe sobre la táctica del partido comunista de Rusia. Moscú: Ed. Progreso. p. 4. (Pág.3-12)

Lenin (1987). «Tomo 44 de las Obras Completas». Informe sobre la táctica del PC de Rusia, 5 de julio. Moscú: Ed. Progreso. p. 35. (pág. 33-54)

 

Tomo 45: Marzo 1922 - marzo 1923

Lenin (1987). «Tomo 45 de las Obras Completas». Más vale poco, y bueno. Moscú: Ed. Progreso. (p. 405-422.)

Lenin https://es.wikipedia.org/wiki/Lenin  Nace el 22 de abril de 1870 y fallece el 21 de enero de 1924 (53 años)

 

10º Lenin (1987). «Tomo 44 de las Obras Completas». Acerca de la significación del oro ahora y después de la victoria completa del socialismo. Moscú: Ed. Progreso. p. 235. (pág. 230-238)

 

11º Trotsky, León: Balance y perspectivas. Resultados y perspectivas

https://www.marxists.org/espanol/trotsky/ryp/index.htm

Trotsky, León - Balances y perspectivas

https://docer.com.ar/doc/ssev0n

 

12º Engels, F. (1847). «Principios del Comunismo».

 

 

https://es.wikipedia.org/wiki/Socialismo_en_un_solo_pa%C3%ADs

 

V. I. Lenin. Obras Completas

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2019/06/v-i-lenin-obras-completas.html

 

Obras Completas de V. I. Lenin  Editorial Progreso, Moscú

 

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/index.htm

 

Programa, estatuto, actas y otros documentos, del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. (Adoptado por el II Congreso del Partido) 1903.

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2021/05/programa-estatuto-actas-y-otros.html

 

 

Rosa Luxemburgo. La tragedia rusa (la capitulación del proletariado revolucionario ruso al militarismo alemán) con la firma del Tratado Brest-Litovsk de 3 de febrero de 1918).

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2021/06/rosa-luxemburgo-la-tragedia-rusa-la.html

Tratado de Brest-Litovsk de 1918. Frenazo a la Revolución rusa. (Del Comunismo de guerra a la Nueva Política Económica o capitalismo de Estado)

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2021/07/tratado-de-brest-litovsk-de-1918.html

 

Bolívar Echeverría. Rosa Luxemburgo: espontaneidad revolucionaria e internacionalismo. Obras escogidas de Rosa Luxemburgo.

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2021/08/bolivar-echeverria-rosa-luxemburgo.html

 

Rosa Luxemburg y el derecho de autodeterminación. Una revisión crítica en el centenario de su muerte.

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2021/12/rosa-luxemburg-y-el-derecho-de.html

 

Buceando en la resolución reaccionaria anticomunista del Parlamento Europeo, que amenaza con ilegalizar la ideología comunista. Crítica del Libro negro del comunismo: crímenes, terror, represión. Los procesos de Moscú y el proceso de Moscú en la España republicana. (1936-1939)

 

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2019/11/buceando-en-la-resolucion-reaccionaria_8.html

 

Rosa Luxemburgo. La Revolución en Alemania de noviembre de 1918 y la Revolución en Rusia de octubre de 1917

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/11/rosa-luxemburgo-la-revolucion-en.html

 

Rosa Luxemburgo. La Revolución en Alemania

https://www.fundacionfedericoengels.net/index.php/54-colecciones/marxismo-hoy/marxismo-hoy-n-21/337-rosa-luxemburgo-y-la-revolucion-alemana

 

Rosa Luxemburgo en la revolución alemana. Una crónica

https://www.rosalux.de/fileadmin/rls_uploads/pdfs/sonst_publikationen/Broschur_RL_in_der_dt._Rev_span_Web.pdf

 

 

Tomo 36: Marzo - julio 1918

Lenin, I.: “Informe político del Comité Central, 7 de marzo” Breve reseña periodística publicada el 24 de febrero de 1918 en Pravda nº 45, contenido en el Tomo 36 (marzo-julio 1918) de la Obras Completas (Moscú: Ed. Progreso, pg. 16) Pág. 3- 29

Lenin (1986). «Tomo 36 de las Obras Completas». Informe político del Comité Central, 7 de marzo, publicado el 24 de febrero de 1918 en Pravda nº 45. Moscú: Ed. Progreso. p. 10.

 

Tomo 36: Marzo - julio 1918

 

Informe político del Comité Central, 7 de marzo    Pág. 3- 29

 

El informe político podría consistir en la enumeración de las medidas adoptadas por el CC; pero lo que requieren los presentes momentos no es un informe de esta naturaleza, sino un bosquejo de nuestra revolución en conjunto; sólo un bosquejo así puede ofrecer la única argumentación marxista de todas nuestras decisiones. Debemos examinar todo el curso precedente del desarrollo de la revolución y esclarecer las causas por las cuales se ha modificado su ulterior desarrollo. En nuestra revolución hay virajes que pueden tener inmensa importancia para la revolución internacional; me refiero precisamente a la Revolución de Octubre.

 

Los primeros éxitos de la Revolución de Febrero estaban determinados por el hecho de que no sólo la masa campesina, sino también la burguesía seguía al proletariado. De aquí la facilidad de la· victoria sobre el zarismo, que no pudimos conseguir en 1905. La creación espontánea de los Soviets de diputados obreros, por propia iniciativa de las masas, durante la Revolución de Febrero repitió la experiencia de 1905 y nos obligó a proclamar el principio del Poder soviético. Las masas aprendían las tareas de 1a revolución en su propia experiencia de lucha. Los acontecimientos de los días 20 y 21 de abril 2 constituyen una combinación peculiar de una manifestación con algo parecido a una insurrección armada. Fue lo bastante para que cayera el Gobierno burgués. Comienza entonces un largo período de política· conciliadora, derivada de la propia naturaleza del Gobierno pequeñoburgués instalado en el poder. Los acontecimientos de julio' no podían traer todavía la dictadura del proletariado, pues las masas no estaban aún preparadas. Por eso, ninguna organización responsable las invitó a ello. Pero los acontecimientos de julio tuvieron una gran importancia en el sentido de que constituyeron una exploración realizada en el campo enemigo. ( Lavr Kornílov, Golpe de Estado de Kornílov) La korniloviada • y los acontecimientos posteriores, que fueron enseñanzas prácticas, hicieron posible la victoria de octubre. El error de quienes querían compartir también el poder en octubre consiste en que no supieron establecer un vínculo entre la victoria de octubre y las jornadas de julio, la ofensiva, la. korniloviada, etc., etc., acontecimientos todos ellos que llevaron a la mente de la masa de millones de hombres la idea de que el Poder soviético era una cosa inevitable. A continuación viene nuestra marcha triunfal por toda Rusia, acompañada por el anhelo de paz que invadía a todos. Sabemos que con una renuncia unilateral a la guerra no obtendremos la paz. Esto ya lo habíamos señalado en la Conferencia de Abril* 6 • En el período que va de abril a octubre, los soldados se dieron perfecta cuenta de que la política de conciliación no hacía más que prolongar la guerra y provocar intentos salvajes y absurdos de los imperialistas de emprender la ofensiva, de enzarzarse aún más en una guerra que duraría años y años. En este terreno era preciso pasar a toda costa y lo antes posible a una política activa de paz, era preciso poner el poder en manos de los Soviets y barrer por completo la propiedad terrateniente. Esta última era apoyada, como saben, no sólo por Kerenski, sino también por Avxéntiev, que llegó incluso a ordenar la detención de los miembros de los comités agrarios 7. Y fue esta política y la consigna de "iEl poder a los Soviets!", que nosotros íbamos inculcando a las grandes masas populares, las que nos permitieron en octubre triunfar con tanta facilidad en Petrogrado, las que convirtieron los últimos meses de la revolución rusa en una marcha triunfal ininterrumpida.

 

* Véase Obras Completas, t. 31, págs. 412-413, 424.-Ed.

 

La guerra civil se convirtió en un hecho. Lo que nosotros predecíamos al comienzo de la revolución, e incluso al comienzo de la guerra, y hacia lo que gran parte de los medios socialistas manifestaba entonces su desconfianza o incluso su ironía, es decir, la transformación de la guerra imperialista en guerra civil, el 25 de octubre de 1917 se convirtió en un hecho para uno de los países beligerantes mayores y más atrasados. En esta guerra civil, la inmensa mayoría de la población estuvo a nuestro lado, y, en consecuencia, la victoria se nos dio con extraordinaria facilidad.

 

Adondequiera que fuesen, las tropas que abandonaban el frente eran portadoras del máximo de decisión revolucionaria de acabar con la política conciliadora; y los elementos partidarios de dicha política, la guardia blanca, los retoños de los terratenientes quedaron privados de todo apoyo entre la población. Con el paso de las grandes masas y de las unidades militares, que avanzaban contra nosotros, al lado de los bolcheviques, la guerra contra dichos elementos se convirtió paulatinamente en una marcha triunfal de la revolución. Esto lo hemos visto en Petrogrado, en el frente de Gátchina, donde vacilaron los cosacos que Kerenski y Krasnov intentaban lanzar contra la capital roja. Esto lo hemos visto más tarde en Moscú, en Oremburgo y en Ucrania. Por toda Rusia se encrespaba la ola de la guerra civil, y en todas partes triunfábamos con extraordinaria facilidad precisamente porque el fruto estaba maduro, porque las masas ya habían pasado por toda la experiencia de la política de pactos con la burguesía. Nuestra consigna de "iTodo el poder a los Soviets!", comprobada en la práctica por las masas a lo largo de una gran experiencia histórica, prendió con fuerza en ellas.

 

Por esta razón constituyeron una marcha triunfal tan rotunda los primeros meses de la revolución rusa que siguieron al 25 de octubre de 1917. Esta marcha triunfal relegaba a segundo plano, hacía olvidar las dificultades con las que la revolución socialista tropezó desde los primeros momentos y con las que no podía menos de tropezar. Una de las diferencias fundamentales entre la revolución burguesa y la revolución socialista consiste en que, para la revolución burguesa, que brota de] feudalismo, se van creando gradualmente, en el seno del viejo régimen, nuevas organizaciones económicas que modifican poco a poco todos los aspectos de la sociedad feudal. La revolución burguesa tenía una sola misión: barrer, arrojar, romper todas las ataduras de la sociedad anterior. Al cumplir esta tarea, toda revolución burguesa lleva a cabo cuanto de ella se exige: intensificar el desarrollo del capitalismo.

 

Muy distinta es la situación en que se halla la revolución socialista. Cuanto más atrasado es el país que, en virtud de los zigzags de la historia, ha tenido que comenzar la revolución socialista, más difícil le resulta pasar de las viejas relaciones capitalistas a las relaciones socialistas. Aquí, a las tareas destructivas se añaden otras nuevas, de inaudita dificultad: las de organización. Si la iniciativa creadora popular de la revolución rusa, que pasó por la gran experiencia de 1905, no hubiera creado ya en febrero de 1917 los Soviets, éstos en modo alguno habrían podido tomar el poder en octubre, pues el éxito sólo dependía de que el movimiento, que abarcaba a millones de personas, contase con formas de organización ya plasmadas. Estas formas ya plasmadas fueron los Soviets, y por ello nos aguardaban éxitos tan brillantes en el terreno político y una marcha triunfal ininterrumpida como la que hemos realizado, pues la nueva forma de poder político estaba ya dispuesta y sólo nos restaba transformar mediante algunos decretos aquel Poder de los Soviets que en los primeros meses de la revolución se hallaba en estado embrionario, en forma legalmente reconocida y afianzada en el Estado ruso: en la República Soviética de Rusia. Esta surgid de golpe y con tanta facilidad porque, en febrero de 1917, las masas crearon los Soviets, antes incluso de que ningún partido hubiese tenido siquiera tiempo de lanzar esta consigna. Ha sido el mismo profundo genio creador del pueblo el que, después de haber pasado por la amarga experiencia de 1905, aleccionado por ella, diera esta forma de poder proletario.

 

La consecución de la victoria sobre el enemigo interior fue una tarea fácil en sumo grado. Fue de una facilidad extraordinaria crear el poder político, pues las masas nos proporcionaron la armazón, la base de este poder. La República de los Soviets nació de golpe. Pero quedaban todavía dos problemas de una dificultad inmensa, cuya solución en modo alguno podía ser aquel camino triunfal por el que avanzó en los primeros meses nuestra revolución. No nos cabía ni podía cabernos la menor duda de que, en lo sucesivo, la revolución socialista iba a tropezar con tareas de una dificultad gigantesca.

 

Primero, las tareas de organización interna que se plantean a toda revolución socialista. La diferencia entre la revolución socialista y la revolución burguesa está, precisamente, en que, en el segundo caso, existen formas plasmadas de relaciones capitalistas, mientras que el Poder soviético, poder proletario, no se encuentra con relaciones plasmadas, si se prescinde de las formas más desarrolladas del capitalismo, que en el fondo abarcan sólo en pequeña medida a los sectores superiores de la industria y muy escasamente a la agricultura. La organización de la contabilidad, el control sobre las empresas más importantes, la transformación de todo el mecanismo económico del Estado en una sola gran máquina, en un organismo económico que funcione de modo que centenares de millones de personas se rijan por un solo plan: he ahí la inmensa tarea de organización que recayó sobre nuestros hombros. Dadas las condiciones actuales del trabajo, este problema no admitía en absoluto una solución improvisada, como las que solíamos dar a los problemas de la guerra civil. La propia naturaleza del asunto impedía tales soluciones. Si habíamos triunfado con tanta facilidad sobre las fuerzas de Kaledin y creado la República Soviética con una resistencia que no merecía siquiera gran atención fue porque t:al curso de los acontecimientos había sido prejuzgado ya por todo el desarrollo objetivo precedente, de manera que sólo faltaba pronunciar la última palabra, cambiar el rótulo y, en lugar de "los Soviets constituyen una .organización profesional", poner "los Soviets constituyen la única forma de poder del Estado"; si esto era así, en el terreno de los problemas de organización las cosas se presentaban de modo muy distinto. Aquí encontramos dificultades inmensas. Aquí, desde el primer momento, fue evidente, para todo el que quisiera examinar con detenimiento los problemas de nuestra revolución, que la descomposición que la guerra había llevado a la sociedad capitalista sólo podía ser vencida con una tenaz autodisciplina durante un período prolongado; sólo con métodos extraordinariamente duros, largos y tenaces podremos superar esta descomposición y vencer a los elementos que contribuyeron a acrecentarla y tenían la revolución por un medio de desembarazarse de las viejas cadenas, procurando sacar de ella la mayor tajada posible. La aparición de estos elementos a gran escala era un fenómeno inevitable en un país de pequeños campesinos y en unos momentos de indecible ruina. Y nos espera una lucha contra estos elementos, lucha cien veces más difícil que no promete posiciones efectistas de ningún género, una lucha que apenas hemos iniciado. Nos hallamos en el primer peldaño de esta lucha. Nos esperan todavía duras pruebas. En este caso, dada la situación objetiva de las cosas, en modo alguno podremos limitarnos a marchar triunfalmente a banderas desplegadas, como lo hicimos contra las tropas de Kaledin. Todo el que intentase trasladar este método de lucha a los problemas de organización que se alzan en el camino de la revolución sufriría un rotundo fracaso como político, como socialista y como dirigente de la revolución socialista

 

Y la misma suerte les esperaba a algunos de nuestros jóvenes camaradas que se entusiasmaban de la inicial marcha triunfal de la revolución en el momento en que ante ésta se alzó la segunda dificultad gigantesca: la cuestión internacional. Si hemos podido acabar de manera tan fácil con las bandas de A. Kerenski, si hemos instaurado con tanta facilidad nuestro poder, si hemos conseguido sin la menor dificultad los decretos de socialización de la tierra y del control obrero; si hemos logrado de manera tan fácil todo esto se debe exclusivamente a que las condiciones favorables creadas durante breve tiempo nos protegieron del imperialismo internacional. El imperialismo internacional, con todo el poderío de su capital, con su máquina bélica muy bien organizada, que constituye la verdadera fuerza, la verdadera fortaleza del capital internacional, en modo alguno, ni bajo condición alguna, podía acostumbrarse a vivir al lado de la República Soviética tanto por su situación objetiva como por intereses económicos de la clase capitalista que él encarna; Y no podía en virtud de los vínculos comerciales, de las relaciones financieras internacionales. Aquí el conflicto es inevitable. En ello reside la mayor dificultad de la revolución rusa, su mayor problema histórico: la necesidad de resolver los problemas internacionales, la necesidad de provocar la revolución internacional, la necesidad de realizar el paso de nuestra revolución, como revolución estrechamente nacional, a la revolución mundial. Este problema se nos planteaba con toda su extraordinaria dificultad. Repito, una gran parte de nuestros jóvenes amigos, que se consideran de izquierda, ha comenzado a olvidar lo más importante, a saber: la razón por la cual, durante las semanas y meses del grandioso triunfo que siguió a Octubre, hemos podido seguir marchando de triunfo en triunfo con tanta facilidad. Y, sin embargo, esto ha sido posible únicamente porque la especial coyuntura internacional que se había formado nos ha protegido temporalmente del imperialismo. Otras cosas le preocupaban más que nosotros. También a nosotros nos pareció que otras cosas debían preocuparnos más que el imperialismo. Y a algunos imperialistas les preocupaban más otras cosas que nosotros únicamente porque toda la inmensa fuerza sociopolítica y militar del actual imperialismo mundial se hallaba en ese momento dividida en dos grupos por una guerra intestina. Enzarzadas en esta guerra, las fieras imperialistas han llegado a extremos increíbles, a empeñarse en una lucha a muerte hasta el punto de · que ninguno de estos grupos ha podido concentrar fuerzas de alguna importancia contra la revolución rusa. En octubre coincidimos precisamente con este momento: nuestra revolución ha coincidido precisamente -esto es .paradójico, pero justo- con el feliz momento en que sobre la gran mayoría de los países imperialistas se habían abatido inauditas calamidades en forma de exterminio de millones de vidas; momento en que la guerra extenuaba a los pueblos con estragos nunca vistos; momento en que, en el cuarto año de guerra, los países beligerantes se encontraban en un callejón sin salida, en una encrucijada; momento en que se planteaba objetivamente la cuestión de si podrían seguir luchando unos pueblos que habían sido llevados a semejante situación. Sólo gracias al hecho de que nuestra revolución ha coincidido con este feliz momento en que ninguno de los dos gigantescos gnipos de fieras se hallaba en estado de lanzarse inmediatamente el uno sobre el otro ni podía agruparse contra nosotros; sólo aprovechando, como efectivamente aprovechó nuestra revolución, este momento en las relaciones políticas y económicas internacionales pudo recorrer su brillante camino triunfal en la Rusia Europea, pasar a Finlandia y comenzar a· conquistar el Cáucaso y Rumania. Sólo así puede explicarse el que entre nosotros, en los círculos avanzados de nuestro Partido, aparecieran militantes, intelectuales superhombres a quienes se les subió a la cabeza esta marcha triunfal y los cuales decían: nosotros venceremos al imperialismo internacional; también allí el camino que se ha de recorrer será un camino triunfal; allí no existen verdaderas_ dificultades. Esto diverge de la situación objetiva de la revolución rusa, que ha aprovechado sólo las dificultades temporales del imperialismo internacional, pues la máquina que debía lanzarse sobre nosotros, lo mismo que un tren se lanza contra una carretilla y la destroza, se detuvo temporalmente, y se detuvo porque habían chocado entre sí dos grupos de fieras. Tanto aquí, como allí, el movimiento revolucionario iba en crecimiento; pero en todos los países imperialistas sin excepción este movimiento revolucionario se hallaba todavía, en la mayoría de los casos, en estado incipiente. El ritmo de su desarrollo era distinto por completo del ! de Rusia. Para todo el que se detuviese a meditar sobre las primeras económicas de la resolución socialista en Europa no podía menos de resultar evidente que en Europa es muchísimo más difícil comenzar la revolución, mientras que en Rusia j es inconmensurablemente más fácil comenzarla, pero será más difícil continuarla. Esta situación objetiva ha sido la causa de que tuviéramos que dar un viraje histórico extraordinariamente difícil y brusco. Después de una marcha triunfal tan rotunda como la que hemos hecho en los meses de octubre, noviembre y diciembre en nuestro frente interior, combatiendo a nuestra contrarrevolución, a los enemigos del Poder soviético, hubimos de chocar con el verdadero imperialismo internacional, rebosante de verdadero odio a nosotros. Del período de marcha triunfal tuvimos que pasar a un período en que la situación era de una dureza y una dificultad extraordinarias y de la que, naturalmente, no podíamos salir con simples palabras o consignas brillantes -por muy agradable que esto fuese-, pues en nuestro desorganizado país teníamos unas masas terriblemente cansadas que habían llegado a un estado tal que no había posibilidad alguna de seguir luchando, unas masas tan extenuadas por tres años de guerra agotadora que, desde el punto de vista militar, se hallaban en un estado de completa inutilidad. Ya antes de la Revolución de Octubre habíamos visto cómo representantes de las masas de soldados, que no pertenecían al Partido Bolchevique, no tenían inconveniente en proclamar la verdad ante toda la burguesía, diciendo que el ejército ruso no continuaría la guerra. Esta situación del ejército fue causa de una crisis gigantesca. El país de pequeñas haciendas campesinas, al que la guerra ha desorganizado y conducido a un estado calamitoso, se halla en una situación de extraordinaria gravedad: no tenemos ejército, pero hemos de seguir viviendo al lado de un feroz bandido armado hasta los dientes, que era y sigue siendo por ahora un bandido y al que, naturalmente, no se puede persuadir con prédicas de paz sin anexiones ni contribuciones. Era como si un manso animal doméstico estuviese al lado de un tigre y tratase de convencerlo de que la paz tiene que ser una paz sin anexiones ni contribuciones. Pero una paz sin anexiones ni contribuciones no podía con seguirse más que atacando al tigre. Ciertos círculos dirigentes de nuestro Partido -los intelectuales y algunas organizaciones obreras- intentaron deshacerse de esta perspectiva, sobre todo mediante frases y evasivas: las cosas no deben suceder así. Esta paz constituía una perspectiva demasiado inverosímil para que nosotros, que hasta ahora habíamos ido al combate a banderas desplegadas y que con nuestros gritos habíamos derrotado a todos los enemigos, pudiésemos ceder, pudiésemos aceptar unas condiciones humillantes. iJamás ! Somos unos revolucionarios demasiado orgullosos, y ante todo decimos: “los alemanes no podrán atacar” 8

 

Esa era la primera salvedad con la que se consolaban dichas gentes. La historia nos ha colocado en los momentos presentes en una situación extraordinariamente difícil; al mismo tiempo que realizamos una labor de organización de inusitada dificultad, tenemos que pasar por toda una serie de torturantes derrotas. Si examinamos la situación a escala histórica mundial, no cabe la menor duda de que, si nuestra revolución Se quedase sola, si no existiese un movimiento revolucionario en otros países, no existiera ninguna esperanza de que llegase a alcanzar el triunfo final. Si el Partido Bolchevique se ha hecho cargo de todo, lo ha hecho convencido de que la revolución madura en todos los países, y que a la larga -y no a la corta-, cualesquiera que fuesen las dificultades que hubiéramos de atravesar, cualesquiera que fuesen las derrotas que tuviésemos deparadas, la revolución socialista internacional  tiene que venir, pues ya viene, tiene que madurar, pues ya madura y llegará a madurar e todo. Nuestra salvación con estas dificultades -repito- está en la revolución europea. Partiendo de esta verdad, verdad completamente abstracta, y orientándonos por ella, tenemos que cuidar de que esta verdad no se convierta con el tiempo en una frase huera, ya que toda verdad abstracta,. aplicada sin sometimiento a ningún análisis, se convierte en una frase huera. Si ustedes dicen que tras cada huelga se oculta la hidra de la revolución y que quien no lo comprende no es socialista, habrán dicho una verdad. En efecto, tras cada huelga se oculta la revolución socialista. Pero si ustedes dicen que cada huelga constituye un paso directo hacia la revolución socialista habrán dicho una frase huera. Hemos oído esta eterna cantinela hasta la saciedad, hasta el punto de que los obreros han desechado todas estas frases anarquistas, pues tan indudable es que tras cada huelga se esconde la hidra de la revolución socialista como absurda por completo la afirmación de que de cada huelga se puede pasar a la revolución. Tan indiscutible en absoluto es que todas las dificultades de nuestra revolución sólo podrán ser superadas cuando madure la revolución socialista mundial, que está madurando ahora en todas partes, como absurda por completo la afirmación de que no debe preocuparnos cada dificultad determinada, concreta, del momento, de nuestra revolución, diciendo: "Baso mis cálculos en el movimiento socialista internacional y, por tanto, puedo hacer toda clase de tonterías,, . "Liebknecht me sacará de apuros, pues él triunfará de todas las maneras. ,, Organizará las cosas de tal modo y señalará todo de antemano de tal modo que no tendremos más que tomar los modelos ya acabados, de igual manera que tomamos de Europa Occidental la doctrina marxista ya acabada, quizás gracias a lo cual haya triunfado esta doctrina en Rusia en unos cuantos meses, mientras que para su triunfo en Europa Occidental han sido precisas decenas de años. Así pues, este transplante del viejo método de resolver el problema de la lucha mediante una marcha triunfal al nuevo período histórico constituye una aventura que no conduce a nada; este nuevo período histórico, que ya ha llegado, coloca ante nosotros un bandido internacional, el imperialismo de Alemania, donde la revolución está madurado, pero donde, indudablemente, no ha madurado todavía, y no a esos baldragas de Kerenski y Kornílov. La afirmación de que el enemigo no se decidiría a atacar la ·revolución era una aventura de esta naturaleza. Las negociaciones de Brest 9 no representaban todavía el momento en que debíamos aceptar cualesquiera condiciones de paz. La correlación objetiva de fuerzas correspondía a una situación en la que la obtención de una tregua sería poco. Las negociaciones de Brest tenían que demostrar que los alemanes iban a atacar, que la sociedad alemana no estaba lo suficientemente preñada de revolución para que ésta pudiese estallar inmediatamente. Y no podemos achacar a los imperialistas alemanes el que, con su conducta, no hubiesen preparado todavía esta explosión o, como dicen nuestros jóvenes amigos que se consideran de izquierda, una situación en la que las tropas alemanas no pudiesen atacar. Cuando se les dice que no tenemos ejército, que nos hemos visto obligados a desmovilizarlo -y nos hemos visto obligados, a pesar de que no hemos olvidado ni por un momento que al lado de nuestro manso animal doméstico se encontraba un tigre-, no lo quieren comprender. Y si nos vimos obligados a desmovilizar el ejército, en modo alguno habíamos olvidado que no es posible poner fin a la guerra con la orden unilateral de clavar las bayonetas en tierra.

 

¿Cómo ha podido ocurrir, en general, que ninguna corriente, ninguna tendencia, ninguna organización de nuestro Partido se haya manifestado contra esta desmovilización? ¿Nos habremos vuelto completamente locos? Nada de eso. Los oficiales que no eran bolcheviques decían ya antes de· Octubre que el ejército no podía luchar, que no había posibilidad de retenerlo en el frente unas cuantas semanas 10 • Después de Octubre, esto fue evidente para todo el que quisiera ver los hechos, la amarga y desagradable verdad, y no esconderse o taparse los ojos, escabulléndose con frases vanidosas. No tenemos ejército. No hay posibilidad de retenerlo en el frente. Lo mejor que podemos hacer es desmovilizarlo cuanto antes. Es la parte enferma de un organismo, es la parte que ha experimentado sufrimientos indecibles, que ha sido atormentada por las privaciones de una guerra en la que había entrado sin preparación técnica y de la que salió en tal estado que era presa del pánico ante cada ofensiva. No se puede increpar por esto a unos hombres que han padecido sufrimientos tan inauditos. Los soldados han dicho con toda sinceridad en centenares de resoluciones, incluso en el primer período de la revolución rusa, que "nos hemos ahogado en sangre; no podemos seguir luchando". Se podía haber aplazado artificialmente la terminación de la guerra; se podía haber recurrido a las trapacerías de Kerenski; se podía aplazar el final por unas cuantas semanas, pero la realidad objetiva se abría paso. El ejército es la parte enferma del organismo estatal ruso que no puede seguir soportando el peso de la guerra. Cuanto antes lo desmovilicemos, tanto menos tardará en reabsorberse entre las partes que no han sido contaminadas del todo, tanto antes estará el país preparado para nuevas y duras pruebas. Esto es lo que nos guiaba cuando tomamos unánimemente, sin la menor protesta, una decisión absurda desde el punto de vista de los acontecimientos exteriores: la de desmovilizar el ejército. Fue una medida acertada. Nosotros decíamos que intentar retener el ejército era una ilusión pueril. Cuanto antes desmovilicemos el ejército, tanto más pronto comenzará el restablecimiento de todo el organismo social en su conjunto. Por esta razón la frase revolucionaria: "Los alemanes no pueden atacar", de la que derivaba esta otra: "Podemos proclamar el fin de la guerra; ni guerra ni conclusión de la paz", constituían un error tan profundo y una sobrestimación tan amarga de los acontecimientos. Pero ¿y. si los alemanes atacan? "No, los alemanes no pueden atacar". Pero ¿acaso ustedes tienen derecho a jugarse a una carta no la suerte de la revolución internacional, sino el problema concreto de saber si no van a desempeñar el papel de auxiliares del imperialismo alemán cuando llegue dicho momento? Pero nosotros, que desde octubre de 1917 nos hemos convertido todos en defensitas, en partidarios de la defensa de la patria, sabemos que hemos roto con los imperialistas no de palabra; sino de hecho, pues hemos denunciado los tratados secretos 11, hemos vencido a la burguesía en nuestro país y propusimos abiertamente una paz honrosa, de modo que todos los pueblos pudieran ver prácticamente todas nuestras intenciones. ¿Cómo ha podido ocurrir que unas personas verdaderamente partidarias de la defensa de la República Soviética hayan ido a una aventura que ya ha dado sus frutos? Y esto es un hecho, pues la dura crisis por la que atraviesa nuestro Partido, con motivo de la formación dentro de él de una oposición de "izquierda", es una de las mayores crisis por las que pasa la revolución rusa

 

Esta crisis será superada. Jamás nuestro Partido ni nuestra revolución se estrellarán contra esta crisis, aunque en el caso presente esto ha estado a punto de ocurrir, ha sido muy posible. La garantía de que no nos estrellaremos contra este problema reside en que el viejo método de resolver las discrepancias fraccionales, método basado en una cantidad extraordinaria de publicaciones y discusiones, y que contaba con buen número de escisiones, ha sido sustituido por un nuevo método de aprender aportado por los acontecimientos. Este método consiste en contrastarlo todo con los hechos, los documentos y las enseñanzas de la historia universal. Ustedes dicen que los alemanes no pueden atacar. Según la táctica de ustedes, podíamos declarar terminada la guerra; pero la historia les ha aleccionado, refutando esta ilusión. Sí, la revolución alemana va creciendo, pero no como quisiéramos, no crece con la rapidez que sería del agrado de los intelectuales rusos, no crece al ritmo establecido en octubre por nuestra historia, cuando llegábamos a cualquier ciudad, proclamábamos el Poder soviético y, a los pocos días, las nueve décimas partes de los obreros se venían con nosotros. La revolución alemana tiene la desgracia de no avanzar con tanta rapidez. Pero ¿quién debe hacer caso de quién: nosotros de la revolución alemana o la revolución alemana de nosotros? Ustedes quisieron que la revolución alemana hiciese caso de ustedes, pero la historia les ha dado una lección. Y es una lección, porque constituye una verdad absoluta el hecho de que sin la revolución alemana estamos perdidos. Quizá no sea a Petrogrado ni a Moscú, sino a Vladivostok o a lugares aún más lejanos, a .los que tengamos que trasladarnos, y de los que nos separa una distancia mayor que la mediante entre Petrogrado y Moscú. Pero, de todos modos, y con todas las peripecias posibles e imaginables, si la revolución alemana no est p, , os. in em argo, esto no nos hace vacilar ni un ápice en nuestra convicción de que debemos saber soportar las situaciones más difíciles sin fanfarronadas.

 

La revolución no llegará tan pronto .como esperábamos. La historia lo ha demostrado y hay que saber aceptarlo como un hecho, hay que aprender a tener en cuenta que la revolución socialista mundial en los países avanzados no puede comenzar de manera tan fácil como en Rusia, país de Nicolás y de Rasputin, y donde, para gran parte de la población, era indiferente por completo saber qué clase de pueblos viven en la periferia y qué es lo que allí ocurre. En un país de esta naturaleza, comenzar la revolución era tan fácil como levantar una pluma.

 

Pero en un país donde el capitalismo se ha desarrollado y ha dado una cultura democrática y una organización que alcanzan hasta el último hombre, comenzar la revolución sin la debida preparación es un desatino, un absurdo. En este caso no hacemos más que abordar el penoso período del comienzo de las revoluciones socialistas. Y esto es un hecho. Quizá esta revolución -y esto es plenamente posible- triunfe dentro de pocas semanas, dentro de unos cuantos días. Nosotros no lo sabemos ni lo sabe nadie, y no podemos jugárnoslo a una carta. Es preciso estar preparados para dificultades extraordinarias, para derrotas extraordinariamente duras e inevitables, porque la revolución no ha comenzado todavía en Europa, aunque puede comenzar mañana, y, naturalmente, cuando comience ya no nos atormentarán más nuestras dudas, ya no se planteará la cuestión de la guerra revolucionaria, sino que no habrá más que una marcha triunfal ininterrumpida. Esto· ocurrirá, esto tiene que ocurrir sin falta,· pero no ha ocurrido aún. Este es un hecho simple que nos ha enseñado la historia, es un hecho con el que la historia nos ha pegado fuerte, y ya es sabido que de los escarmentados salen los avisados. Por eso, después de que la historia nos ha pegado tan fuerte a propósito de esta esperanza nuestra de que los alemanes no podrán atacar Y de que nosotros podremos avanzar, confiando en nuestros "hurras", considero que esta lección, gracias a nuestras organizaciones soviéticas, llegará muy pronto a la conciencia de las masas de toda la Rusia Soviética. Estas masas se mueven, se preparan, se aprestan para el congreso, votan resoluciones, meditan sobre todo lo que acaba de pasar. Lo que ahora está pasando· entre nosotros no son las viejas discusiones de antes de la revolución, que· quedaban limitadas a círculos estrechos de partido, sino que todas las decisiones se someten a la discusión de las masas, que reclaman la comprobación de estas decisiones por la experiencia, por la práctica y que nunca se dejan arrastrar por frases fáciles ni desviar del camino trazado por el curso objetivo de los acontecimientos. Naturalmente, podemos desentendernos dé las dificultades que se alzan ante nosotros, cuando nos hallamos frente a un intelectual o un bolchevique de izquierda. Estos, naturalmente, pueden desentenderse de cuestiones tales como la de que no tenemos ejército o la de que la revolución no se desencadena en Alemania. Las masas multitudinarias -y la política empieza allí donde hay millones de personas; la política seria empieza allí donde hay no miles, sino millones de personas-, los millones de personas saben lo que es el ejército, han visto a los soldados que volvían del frente. Saben -nos referimos a la verdadera masa y no a individuos sueltos- que no podemos luchar, que todo hombre ha sufrido en el frente cuanto se pueda imaginar. La masa ha comprendido la verdad, y esta verdad consiste en que, si no tenemos ejército, y a nuestro lado hay un bandido feroz, no tendremos más remedio que firmar un tratado de paz, por durísimo y humillante que sea. Esto es inevitable mientras no nazca la revolución, mientras no saneemos nuestro ejército, mientras no hagamos que los soldados vuelvan a sus casas. Mientras no hagamos esto, no devolveremos la salud al enfermo. No someteremos a la fiera alemana con mera audacia, no nos desembarazaremos de ella como nos desembarazamos de Kerenski y de Kornílov. Es ésta una lección que las masas han aprendido sin los subterfugios que querían ofrecerles ciertas personas deseosas de cerrar los ojos a la triste realidad.

 

Al principio, durante los meses de octubre y noviembre, una marcha triunfal ininterrumpida. De pronto, la revolución rusa es derrotada en pocas semanas por el bandido alemán, la revolución rusa se halla dispuesta a aceptar las condiciones de un tratado leonino. Sí, los virajes de la historia son muy duros; y en nuestra historia estos virajes son siempre duros. Cuando en 1907 firmamos con Stolipin un tratado interior bochornoso en grado excepcional y tuvimos que pasar por el establo de la Duma stolipiniana, aceptando un compromiso al firmar los papeluchos monárquicos '2, vivimos, aunque a menor escala, lb mismo que estamos viviendo hoy. Entonces, unos hombres pertenecientes a la mejor vanguardia de la revolución decían (y tampoco dudaban un momento de que les asistía la razón): "Nosotros somos unos revolucionarios orgullosos, creemos en la revolución rusa y jamás entraremos en las instituciones legales de Stolipin". Sí, entrarán. La vida de las masas, la historia son más fuertes que sus afirmaciones. Y si ustedes no entran, la historia les obligará a entrar. Y al primer viraje de la historia, estos elementos, que eran muy izquierdistas, no dejaron, como grupo, más rastro que una humareda. Si entonces supimos seguir siendo revolucionarios, trabajar en condiciones penosas y salir de nuevo de aquella situación, también ahora sabremos salir de ésta, porque no es un capricho nuestro, sino la· necesidad objetiva creada en un país arruinado hasta más no poder, porque, pese a nuestros deseos, la revolución europea se ha atrevido a retrasarse, y el imperialismo alemán, pese · a nuestros deseos, se ha atrevido a atacar.

 

Lo que hace falta aquí es saber replegarse. No escaparemos de la realidad, terriblemente amarga y lamentable, con simples frases. Es preciso decir: iOjalá podamos replegarnos conservando el orden, aunque sea a medias! No podemos replegarnos en orden. iOjalá podamos hacerlo a medias, ganar un poco de tiempo para que la parte enferma de nuestro organismo pueda reabsorberse aunque sea un poco! El organismo en su conjunto está sano y podrá, por 'tanto, vencer la enfermedad. Pero no se le puede exigir que la venza de golpe y porrazo, pues no es posible detener a un ejército que huye. Cuando una vez propuse a uno de nuestros jóvenes amigos que quería ser de izquierda: "camarada, vaya usted al frente y vea lo que allí ocurre en el ejército", mi propuesta fue tomada como una ofensa: "se nos quiere desterrar para que no realicemos aquí una agitación en pro de los grandes principios de la guerra revolucionaria". Por cierto, yo no hacía esta propuesta con la intención de desterrar a nuestros enemigos fraccionalistas; mi propósito era que viesen cómo el ejército había iniciado una desbandada inaudita. Y esto lo sabíamos antes, y tampoco antes podíamos cerrar los ojos ante el hecho de que la descomposición en el frente había llegado a hechos insólitos, a la venta de nuestros cañones a los alemanes por una miseria. Esto lo sabíamos tan bien como sabemos que no hay posibilidad de retener al ejército en el frente, y la evasiva de que los alemanes no iban a atacar equivalía a la mayor de las aventuras. Si el comienzo de la revolución europea se retrasa, nos esperan las derrotas más duras, porque no tenemos ejército, porque carecemos de organización, porque no podemos resolver ahora estos dos problemas. Si uno no sabe adaptarse, si no está dispuesto a andar a rastras por el fango, no es un revolucionario, sino .un charlatán. Y yo no propongo que marchemos así porque me guste, sino porque no nos queda otro camino, porque la historia está lejos de sernos favorable hasta el punto de hacer que la revolución madure simultáneamente en todas partes.

 

Las cosas ocurren de tal modo que la guerra civil ha comenzado como un conato de choque con el imperialismo, que ha demostrado que éste se ha descompuesto por completo y que en el seno de cada ejército se alzan elementos proletarios. Sí nosotros veremos la revolución internacional mundial; pero, mientras tanto, esto constituye un magnífico cuento, un hermoso cuento. Comprendo perfectamente que a los niños les gusten mucho los cuentos hermosos. Pero yo pregunto: ¿es propio de un revolucionario serio creer en cuentos? En todo cuento hay algo de realidad: si ofrecieran a los niños un cuento en el que el gallo y el gato no hablasen como las personas, los niños perderían todo interés por dicho cuento. Exactamente igual que si dicen al pueblo que la guerra civil en Alemania tiene que llegar, y al mismo tiempo garantizan que, en lugar del choque con el imperialismo, vendrá una revolución internacional en los frentes", el pueblo dirá que lo engañan. Ustedes sólo en la imaginación y en los deseos pasan por las dificultades que ofrece la historia. Está bien si el proletariado alemán se halla en condiciones de alzarse. Pero, ¿han medido ustedes esto, han hallado un instrumento capaz de precisar el día en que va a nacer la revolución alemana? No, ustedes no lo saben, ni nosotros tampoco. Se lo juegan todo a una carta. Si la revolución se desencadena, todo se ha salvado. Naturalmente! Pero ¿y si no lo hace como nosotros queremos y se le ocurre no triunfar mañana? Entonces, ¿qué? Entonces las masas les dirán que han actuado como unos aventureros, que se lo han jugado todo a una carta, esperando un curso feliz de los acontecimientos que no advino, y, por tanto, ustedes no sirven para la situación que se ha creado en lugar de la revolución mundial, que tiene que llegar sin falta, pero que todavía no ha madurado.

 

Ha llegado un período de derrotas durísimas infligidas por un imperialismo armado hasta los dientes a un país que ha desmovilizado su ejército, que ha tenido que desmovilizado. Lo que yo predecía ha sucedido plenamente: en lugar de la Paz de Brest, hemos obtenido una paz · mucho más humillante, por culpa de quienes no quisieron aceptar la primera. Nosotros sabíamos que si concertábamos una paz con el imperialismo, era por culpa del ejército. A quien teníamos enfrente, al firmar la paz, era a Hoffmann y no a Liebknecht. Y con ello ayudamos a la revolución alemana. En cambio, ahora ustedes ayudan al imperialismo alemán, porque han entregado nuestras enormes riquezas: nuestros cañones y nuestras municiones. Esto lo debía predecir cualquiera que viese el estado terriblemente angustioso en que se hallaba el ejército. Cualquier persona honrada del frente lo decía: a la menor ofensiva de los alemanes estamos inevitable e inexorablemente perdidos. En pocos días, nos convertimos en presa del enemigo. Después de esta lección, nosotros, por muy grave que sea esta enfermedad, superaremos nuestra escisión, nuestra crisis, porque en nuestro auxilio vendrá un aliado incomparablemente más fiel: la revolución mundial. Cuando nos hablan de la ratificación de esta Paz de Tilsit '4, de esta paz inaudita, más humillante y más rapaz que la de Brest, yo digo: sí, indudablemente. Debemos hacerlo, pues vemos los acontecimientos desde el punto de vista de las masas. La tentativa de trasladar, con nuestra fantasía, la táctica del período correspondiente a los meses de octubre y noviembre, de ese período triunfal de la revolución dentro de un solo país, al curso de los acontecimientos de la revolución mundial es una tentativa condenada al fracaso. Cuando se dice que la tregua es una fantasía, cuando el periódico que se hace llamar Kommunist título derivado, por lo visto, de la Comuna- llena columnas enteras intentando refutar la teoría de la tregua, entonces yo digo: he pasado en mi vida por muchos choques fraccionales, por muchas escisiones; de manera que me sobra experiencia sobre el particular, pero he de decir que para mí es evidente que esta enfermedad no se curará por el viejo procedimiento -el de las escisiones fraccionales del partido porque la propia vida la curará antes. La vida marcha a grandes pasos. Y en este sentido obra a la perfección. La historia hace avanzar con tanta rapidez a la locomotora de la vida, que antes de que la redacción de Kommunist tenga tiempo de publicar su número correspondiente la mayoría de los obreros de Petrogrado ya habrá comenzado a desengañarse de sus ideas, porque la vida demuestra que la tregua es un hecho. Ahora firmamos la paz y tenemos una tregua que aprovechamos para defender mejor la patria; porque, si en lugar de esto hubiese guerra, lo que tendríamos sería aquel ejército que huía presa del pánico, al que sería preciso detener, pero al que nuestros camaradas no pueden ni han podido detener porque la guerra es más fuerte que toda clase de prédicas y que miles de razonamientos. Si no han comprendido la situación objetiva, no pueden detener el ejército, no podrían detenerlo. Este ejército enfermo contaminaba a todo el organismo, y el resultado fue una nueva y extraordinaria derrota, un nuevo golpe asestado por el imperialismo alemán a la revolución; y fue un golpe duro, porque nos despojamos con gran ligereza de las ametralladoras ante los golpes del imperialismo. Sin embargo, nosotros aprovechamos esta tregua para convencer al pueblo de la necesidad de agruparse, de luchar; la aprovechamos para decir a los obreros y a los campesinos rusos: "Forjen una disciplina consciente, una disciplina severa, pues, de lo contrario, se hallarán bajo la bota alemana, igual que se hallan ahora, como inevitablemente se .hallarán mientras el pueblo no aprenda a luchar, a crear un ejército que sea capaz de no huir, sino de soportar sufrimientos indecibles". Y esto es inevitable, porque la revolución alemana no ha nacido aún y no podemos garantizar que llegue mañana.

 

Por esta razón, la teoría de la tregua, negada en redondo por torrentes de artículos de Kommunist, es planteada por la vida misma. Cada cual puede observar ·que la tregua existe, que todos nos aprovechamos de ella. Nosotros suponíamos que íbamos a perder Petrogrado en unos cuantos días. Esto· sucedía en el momento en que las tropas alemanas que se iban acercando se encontraban a unas pocas jornadas de la capital, mientras que, a pesar de su gran entusiasmo, los mejores marinos y los obreros de la fábrica Putilov se encontraban solos, en un momento en el que reinaba un caos indescriptible, una situación de pánico que había llevado a las fuerzas en su huida hasta Gátchina. Era un momento en que recuperábamos lo que no habíamos perdido, un momento en que las cosas ocurrían del siguiente modo: el telegrafista llegaba a una estación, se ponía al aparato y telegrafiaba: "No hay ni un solo alemán. La estación ha · sido ocupada por nosotros". A las pocas horas se me comunicaba por ·teléfono desde el Comisariado de Vías · de Comunicación: "Ha sido ocupada la estación siguiente. Nos acercamos a Hamburgo. No hay ni un solo alemán. El telegrafista ocupa su puesto". Tales han sido los momentos que hemos vivido. Esta es la verdadera historia de la guerra de los once días 16 • Esta historia nos la han descrito los marinos y los obreros de Putílov, a los que tenemos que llevar al Congreso de los Soviets para que cuenten allí la verdad. Es una verdad terriblemente amarga, desagradable, humillante, es una verdad que duele, pero es cien veces más beneficiosa, pues es una verdad comprendida por el pueblo ruso.

 

Yo admito que pueda uno dejarse llevar por la revolución internacional en los frentes, porque ésta llegará. Todo ha de llegar a su tiempo. Pero ahora emprendan la organización de la autodisciplina, subordínense por encima de todo, para que tengamos un orden ejemplar, para que los obreros se dediquen, aunque sólo sea una hora al día, a aprender el arte militar. Esto es algo más difícil que contar un cuento bonito. Tal es la tarea actual, y, cumpliéndola, ayudarán a la revolución alemana, a la revolución internacional. No sabemos cuántos días nos han concedido de tregua, pero la tregua la tenemos. Es preciso desmovilizar el ejército cuanto antes porque éste es un órgano enfermo. Y, mientras tanto, ayudaremos a la revolución finlandesa 17.

 

Sí, es evidente que violamos el tratado, pero ya lo hemos violado treinta o cuarenta veces. Sólo unos niños pueden dejar de comprender que, en esta época en que se inicia un período lento y penoso de liberación, un período que acaba de crear el Poder soviético y lo ha elevado tanto en su desarrollo, sólo unos niños, repito, pueden no comprender que la lucha que aquí se va a desarrollar tiene que ser una lucha prolongada y prudente. Un tratado de paz vergonzoso provoca insurrecciones, pero cuando los camaradas de Kommunist discurren sobre la guerra, apelan a los sentimientos, olvidándose de que los hombres crispaban los puños de rabia y se les inyectaban los ojos de sangre. ¿Qué dicen? "Jamás un revolucionario consciente podrá soportar tal cosa, nunca aceptará semejante vergüenza." Su periódico lleva el título de Kommunist, pero debiera titularse El Hidalgo, ya que ve las cosas como un hidalgo que adopta una postura elegante para morir y dice con la espada en la mano: "La paz es un oprobio, la guerra un honor". Ellos discurren desde el punto de vista del hidalgo. Yo, desde el punto de vista del campesino.

 

Si yo acepto la paz en un momento en que el ejército huye, en que no puede menos de huir para no perder miles de hombres, lo hago para evitar males mayores. ¿Es acaso vergonzoso el tratado? Cualquier campesino o cualquier obrero serio justificarán mi posición, porque comprende que la paz es un recurso para acumular fuerzas. La historia conoce -ya me he remitido a esto más de una vez- cómo, después de la Paz de Tilsit, los alemanes se liberaron de la dominación napoleónica. He calificado intencionadamente La paz con el nombre de Paz de Tilsit, aunque nosotros no firmamos lo que en esta paz figuraba: el compromiso de ayudar con nuestras tropas al conquistador a conquistar otros pueblos. Y, sin embargo, la historia ha llegado a estos extremos, y también llegaremos nosotros si ciframos nuestras esperanzas sólo en la revolución internacional en los frentes. iTengan cuidado de que la historia no les conduzca también a esta forma de esclavitud militar! Y mientras la revolución socialista no haya triunfado en todos los países, existe la posibilidad de la esclavización de la República Soviética. En Tilsit, Napoleón obligó a los alemanes a firmar unas condiciones de paz inauditamente vergonzosas. En aquel entonces las cosas ocurrían de tal modo que la paz hubo de firmarse varias veces. El Hoffmann de entonces –Napoleón se dedicaba a pillar a los alemanes en las infracciones de las condiciones de paz. Hoffmann nos pillará en lo mismo. Pero procuraremos que no sea tan pronto.

 

La última guerra ha dado al pueblo ruso una enseñanza amarga y penosa, pero sería: la de saber organizarse, disciplinarse, subordinarse, saber crear una disciplina ejemplar. Aprendan de los alemanes a ser disciplinados, pues, en caso contrario, somos pueblo perdido y estaremos eternamente esclavizados.

 

Este y sólo éste ha sido el curso de la historia. La historia nos enseña que la paz es una tregua para la guerra y que la guerra es un medio de obtener una paz más o menos buena. La correlación de fuerzas en Brest correspondía a las condiciones de una paz impuesta al vencido, pero no era una paz humillante. La correlación de fuerzas en Pskov correspondía a una paz bochornosa, más humillante. En la etapa siguiente, en Petrogrado y Moscú, nos impondrán una paz cuatro veces más humillante. Nosotros no diremos que el Poder soviético no es más que pura forma como nos han dicho nuestros jóvenes amigos de Moscú '8, nosotros no diremos que en aras de tales o cuales principios revolucionarios podemos sacrificar el contenido. No, nosotros diremos: el pueblo ruso tiene que comprender que su deber consiste en disciplinarse, en organizarse, y entonces podrá soportar toda clase de paces de Tilsit. Toda la historia de las guerras de liberación nos enseña que cuando estas guerras afectaban a las grandes masas, la liberación sobrevenía rápidamente. Nosotros decimos: si tal es el curso de la historia, tendremos que terminar la paz y retornar a la guerra. Y este futuro puede residir en los próximos días. Todos deben estar preparados. A mí no me cabe la menor duda de que los alemanes se están preparando más allá de Narva, si es cierto que no ha sido tomada, como afirman todos los periódicos. No es en Narva, es a las puertas de Narva; no es en Pskov, es a las puertas de Pskov donde los alemanes están concentrando su ejército regular preparando sus ferrocarriles para dar un nuevo salto y apoderarse de Petrogrado. Esta fiera ya ha demostrado que sabe saltar bien. Y va a saltar una vez más. No cabe la menor duda. Por eso, tenemos que estar preparados; tenemos que saber no lanzar fanfarronadas, sino aprovechar incluso un día de tregua, pues podemos aprovechar hasta un día para evacuar Petrogrado, · cuya pérdida significaría terribles penalidades para cientos de miles de nuestros proletarios. Digo una vez más que estoy dispuesto -y lo considero un deber a firmar un acuerdo veinte veces, cien veces más humillante con tal de obtener aunque sólo sean unos cuantos días para evacuar Petrogrado, ya que con ello alivio los padecimientos de los obreros, que, en caso contrario, pueden caer bajo el yugo de los alemanes. Facilito con ello la evacuación de materiales existentes en Petrogrado, pólvora, etc., que necesitamos, porque soy un defensita, porque soy partidario de que se prepare el ejército, aunque sea en la retaguardia más remota, donde se está reponiendo ahora el ejército desmovilizado, enfermo.

 

No sabemos cuánto durará la tregua, pero procuraremos aprovechar el momento. Quizá la tregua sea mayor, pero tal vez sólo dure unos cuantos días. Todo puede ocurrir, pero nadie sabe ni puede saber lo que va a ocurrir, porque todas las grandes potencias se ven atadas, constreñidas, se ven obligadas a luchar en varios frentes. La conducta de Hoffinann se ve condicionada, por una parte, por la necesidad de aplastar a la República Soviética; por otra, por el hecho de que tiene la guerra en toda una serie de frentes y, finalmente, porque la revolución en Alemania madura, crece, y Hoffmann lo sabe y no puede, como se afirma, apoderarse .inmediatamente de Petrogrado ni de Moscú. Pero, y esto es en un todo posible, puede conseguirlo mañana. Repito: en un _momento en que la enfermedad del ejército constituye un hecho irrefutable; cuando, por encima de todo, tenemos que aprovechar cada instan te, aunque sólo sea para conseguir un día de tregua, en tal momento decimos: cada revolucionario serio, ligado a las masas, cada revolucionario que sepa lo que es la guerra y lo que son las masas tiene que disciplinar a las masas, tiene que someterlas a cura, tiene que procurar levantarlas a una nueva guerra. Todo revolucionario de este tipo aprobará nuestro proceder y reconocerá acertado cualquier pacto bochornoso, ya que este último se haría en aras de la revolución proletaria y de la renovación de Rusia, en aras de librarla de un órgano enfermo. Como cualquier persona sensata puede comprender, al firmar dicha paz no cejamos en nuestra revolución obrera. Y todo el mundo comprende que, al firmar la paz con los alemanes, nosotros no cejamos en nuestra ayuda militar: lo que enviamos a los finlandeses son armas, y no tropas que resultarían inservibles.

 

Tal vez tengamos que aceptar la guerra. Tal vez mañana tengamos que entregar también Moscú, pero luego pasaremos a la ofensiva. Y si se produce en la sicología de las masas el cambio radical que está madurando, para el que tal vez se requiera mucho tiempo, pero que tiene que llegar en el momento en que las grandes masas digan otra cosa de lo que ahora dicen, en tal caso podremos lanzar nuestro ejército contra el ejército enemigo. Tengo que aceptar la paz, aunque sea la más dura, porque, actualmente, no puedo decirme a mí mismo que ese momento ha llegado. Cuando llegue el momento de la renovación, todos lo experimentarán y verán que el ruso no es tonto. Hoy ve y mañana comprenderá la necesidad que tenemos de abstenernos, la necesidad de seguir esta orientación. En ello reside la tarea principal de nuestro Congreso del Partido y del Congreso de los Soviets.

 

Es preciso saber trabajar en la nueva senda. Es mucho más duro, pero en modo alguno carece de perspectivas. Y en modo alguno hará fracasar al Poder soviético, si no somos nosotros mismos los que, con una aventura estúpida, lo hacemos fracasar. Llegará un momento en que el pueblo diga: no permito que se me martirice más. Pero eso sólo ocurrirá en el caso de que no nos lancemos a esa aventura, sino que aprendamos a trabajar en unas condiciones difíciles y con el tratado inauditamente humillante que acabamos de firmar en estos días. Pues de una crisis histórica de esta naturaleza no se sale con una solo guerra ni con un solo tratado de paz. El pueblo alemán se hallaba atado por su organización monárquica cuando en 1807 firmó su Paz de Tilsit, después de varias paces humillantes, que se convertían en treguas a las que seguían una nueva humillación y una nueva infracción. La organización soviética de las masas nos aliviará esta labor.

 

Nuestra consigna puede ser sólo una: aprender de veras el arte militar, poner orden en los ferrocarriles. Dejar la guerra revolucionaria socialista sin ferrocarriles constituye una traición de lo más dañina. Es preciso poner las cosas en orden. Es preciso crear la energía y la fuerza capaces de dar vida a lo mejor de que dispone la revolución. Ya que les conceden una tregua, aunque sólo sea por una hora, agárrense a ella para poder estar en contacto con la retaguardia profunda, para crear allí nuevos ejércitos.

 

Abandonen las ilusiones por las que la realidad de la vida les ha castigado y aún les castigará más. Ante nosotros se perfila una época de derrotas muy duras, y esa época está en puertas, hay que aprender a tenerla en cuenta, es preciso estar preparados para una labor tenaz en condiciones ilegales, en condiciones de innegable esclavitud bajo los alemanes. No hay necesidad de embellecer esta verdad. Es una auténtica Paz de Tilsit. Si sabemos obrar de este modo, entonces, a pesar de las derrotas,podremos decir con absoluta seguridad que triunfaremos. (Aplausos.)

 

Breve reseña periodística publicada el 9 de marzo (24 de febrero) de 1918 en Pravda. núm. 45

 

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo36.pdf

 

Tomo 45: Marzo 1922 - marzo 1923

Sobre las cooperativas  pág. 385-393

Más vale poco y bueno  pág. 405-422

Notas pág.  513- 622

CRONOLOGIA DE LA VIDA Y LA A C TI VI DAD DE V. l. LEN IN (6 de marzo de 1922-21 de enero de 1924)

671

 

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo45.pdf

 

 

Sobre las cooperativas  (desde la pág. 385-393)

 

                                                              I

 

Me parece que en nuestro país no se presta la suficiente· atención a las cooperativas. Es poco probable que todos comprendan que ahora, a partir de la Revolución de Octubre e independientemente de la nueva política económica (Desde el 21 de marzo de 1922 hasta 1928.), la Nep (por el contrario, en este sentido habría que decir: precisamente gracias a la Nep), las cooperativas adquieren en nuestro país una importancia verdaderamente extraordinaria. En los sueños de los viejos cooperativistas hay mucha fantasía. A menudo resultan cómicos por lo fantásticos que son. Pero ¿en qué consiste esa fantasía? En que la gente no comprende la importancia fundamental, la importancia cardinal de la lucha política de la clase obrera por derrocar la dominación de los explotadores. Hoy es ya un hecho ese derrocamiento en· nuestro país, y mucho de lo que parecía fantástico, incluso romántico y hasta trivial en los sueños de los viejos cooperativistas, se convierte ahora en una realidad de lo más natural.

 

En efecto, dado que en nuestro país el poder del Estado se encuentra en manos de la clase obrera y que a este poder estatal pertenecen todos los medios de producción, sólo nos queda, en realidad, cumplir la tarea de organizar a la población en cooperativas. Con la máxima organización de la población en cooperativas alcanza por sí mismo objetivo ese socialismo que antes suscitaba legítimas burlas, sonrisas y desdén entre los que estaban convencidos, y con razón, de que era necesaria la lucha de clase, la lucha por el poder político, etc. Ahora bien, no todos los camaradas se dan cuenta de la importancia gigantesca e inabarcable que adquiere ahora para nosotros la organización de cooperativas en Rusia. Con la Nep hicimos una concesión al campesino como comerciante, hicimos una concesión al principio del comercio privado; de ello precisamente dimana (al contrario de lo que algunos creen) la gigantesca importancia de las cooperativas. En el fondo, todo lo que necesitamos es organizar con las suficientes amplitud y profundidad en cooperativas a la población rusa durante la dominación de la Nep, pues ahora hemos encontrado el grado de conjugación de los intereses privados, de los intereses comerciales privados, de su comprobación v control por el Estado, el grado de su subordinación a los intereses generales, lo que antes constituía la piedra de toque para muchísimos socialistas. En efecto, todos los grandes medios de producción en poder del Estado, y el poder del Estado en manos del proletariado; la alianza de este proletariado con millones y millones de campesinos pequeños y muy pequeños; la garantía de la dirección de los campesinos por el proletariado, etc., ¿acaso no es eso todo lo que se necesita para edificar la sociedad socialista completa, partiendo de las cooperativas, y nada más que de las cooperativas, a las que antes tratábamos de mercantilistas y que hoy, durante la Nep, merecen también, en cierto modo, el mismo trato? Eso no es todavía la edificación de la sociedad socialista, pero sí todo lo imprescindible y lo suficiente para edificarla.

 

Pues bien, esta circunstancia es desestimada por muchos de los dedicados al trabajo práctico. Entre nosotros hay menosprecio por las cooperativas, ni se comprende la excepcional importancia que tienen, primero, desde el punto de vista de los principios (la propiedad de los medios de producción en manos del Estado); segundo, desde el punto de vista del paso a un nuevo orden de cosas por el camino más sencillo, fácil y accesible para el campesinado.

 

Y eso es, repitámoslo, lo principal. Una cosa es fantasear sobre toda clase de asociaciones obreras para construir el socialismo, y otra aprender a construir en la práctica de manera que cada pequeño campesino pueda colaborar en esa construcción. A ese grado hemos llegado ahora. Y es indudable que, una vez alcanzado, lo aprovechamos muy poco.

 

Al pasar a la Nep, nos hemos excedido no en el sentido de haber dedicado demasiado lugar al principio ce la libertad de industria y comercio, sino en el sentido de que nos hemos olvidado de las cooperativas, las subestimamos y hemos comenzado ya a olvidar su gigantesca importancia en los dos ante citados aspectos de su significación.

 

Me propongo ahora conversar con el lector sobre lo que puede y debe hacerse en la práctica, por el momento, partiendo de ese principio "cooperativista". ¿Con qué recursos se puede y debe comenzar a desarrollar hoy mismo ese principio "cooperativista/', de manera que sea evidente para todos y cada uno su significado socialista?

 

Es necesario organizar en el aspecto político las cooperativas de suerte que no sólo disfruten en todos los casos de ciertas ventajas, sino que estas ventajas sean de índole puramente material (el tipo de interés bancario, etc.). Es necesario conceder a las cooperativas créditos del Estado que superen, aunque sea un poco, a los concedidos a las empresas privadas, hasta alcanzar incluso el nivel de los créditos para la industria pesada, etc.

 

Todo régimen social surge exclusivamente con el apoyo financiero de una clase determinada. Huelga recordar los centenares y centenares de millones de rublos que costó el nacimiento del capitalismo "libre". Ahora debemos comprender, para obrar en consecuencia, que el régimen social al que debemos prestar hoy día un apoyo extraordinario es el cooperativista. Pero hay que apoyarlo en el verdadero sentido de la palabra, es decir, no basta con · entender por tal apoyo el prestado a cualquier intercambio cooperativista, sino el prestado a un intercambio de este tipo en el que participen efectivamente verdaderas masas de la población. Conceder una prima al campesino que participe en el intercambio de las cooperativas es, sin duda, una forma certera, pero, al mismo tiempo, hace falta comprobar esa participación, el grado en que se hace a conciencia y de buena fe; ese es el quid de la -cuestión. Cuando un cooperativista llega a una aldea y organiza allí una cooperativa de consumo, la población, hablando en rigor, no participa en eso para nada, pero al propio tiempo, y guiada por su ventaja personal, se apresurará a probar a participar en ella.

 

Esta cuestión tiene también otro aspecto. Nos queda ya muy poco por hacer, desde el punto de vista del europeo "civilizado" (ante todo, del que sabe leer y escribir), para  hacer participar, y no de una manera pasiva, sino activa, a toda la población en las operaciones de las cooperativas. Hablando con propiedad, nos queda por hacer una cosa "nada más": elevar a nuestra población a tal grado de "civilización" que comprenda todas las ventajas de la participación de cada cual en las cooperativas y organice esta participación. Eso y "nada más". Ninguna otra sabiduría se necesita ahora para pasar al socialismo. Mas, para hacer realidad ese "nada más", se precisa toda una revolución, toda una etapa de desarrollo cultural de las masas del pueblo. Por eso nuestra norma debe ser: menos lucubraciones y menos artificios posibles. En este sentido, la Nep es ya un progreso, pues se adapta al nivel del campesino más corriente y no le exige nada superior. Más, para lograr, mediante la Nep, que tome parte en las cooperativas el conjunto de la población, se necesita toda una época histórica que, en el mejor de los casos, podemos recorrer en uno o dos decenios. Pero será una época histórica especial, y sin pasar por esa época histórica, sin lograr que todos sepan leer y escribir, sin un grado suficiente de comprensión, sin acostumbrar en grado suficiente a la población a leer libros y sin una base material para ello, sin ciertas garantías, por ejemplo, contra las malas cosechas, contra el hambre, etc., no podremos alcanzar nuestro objetivo. Todo depende ahora de que sepamos combinar ese ímpetu revolucionario, ese entusiasmo revolucionario que ya hemos demostrado lo suficiente y coronado con éxito completo, de que sepamos combinarlo con las dotes de (aquí estoy casi dispuesto a decirlo) mercader inteligente e instruido, lo que basta en · absoluto para ser un buen cooperativista. Por dotes de mercader entiendo el saber ser un mercader culto. Que se lo aprendan bien los rusos o simplemente los campesinos, los cuales creen que, como trafican, ya saben comerciar. Se equivocan de medio a medio. Trafican, pero de eso a saber ser un comerciante culto va un gran trecho. Ahora trafican a lo asiático, mientras que para saber comerciar hay que hacerlo a lo europeo. Y de eso los separa toda una época.

 

Acabo: hay que conceder una serie de privilegios económicos, financieros y bancarios a las cooperativas; en eso debe consistir el apoyo prestado por nuestro estado socialista al nuevo principio de organización de la población. Pero, con ello, el problema se plantea sólo a grandes rasgos, ya que sigue sin concretar ni describir con pormenores todo el fondo práctico del problema, es decir, hay que saber encontrar la forma de las "primas" (y las condiciones de su entrega) que concedemos por la organización de la población en cooperativas, la forma de las primas que nos permita prestar una ayuda suficiente a las cooperativas y preparar a cooperativistas cultos. Ahora bien, cuando los medios de producción pertenecen a la sociedad, cuando es un hecho el triunfo de clase del proletariado sobre la burguesía, el régimen de los cooperativistas cultos es el socialismo.

4 de enero de 1923.

                                                             II

 

Siempre que he escrito algo de la nueva política económica he citado mi artículo de 1918 sobre el capitalismo de Estado*. Eso hizo dudar en más de una ocasión a algunos camaradas jóvenes. Pero sus dudas giraban sobre todo en tomo a cuestiones políticas abstractas.

* Véase O. C., t. 36, págs. 291-324.-Ed

V. I. Lenin. Acerca del infantilismo "izquierdista" y del espíritu pequeñoburgués. 1918

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2018/11/v-i-lenin-acerca-del-infantilismo.html

 

Creían que no se debía calificar de capitalismo de Estado a un régimen en el que los medios de producción pertenecen a la clase obrera y en el que ésta es dueña del poder estatal. Sin embargo, no se daban cuenta de que yo utilizaba el calificativo de "capitalismo de Estado", primero, para establecer el nexo histórico de nuestra posición actual con la posición que ocupé yo en mi polémica contra los llamados comunistas de izquierda; entonces yo demostraba ya también que el capitalismo de Estado sería superior a nuestra economía contemporánea; lo que me importaba entonces era dejar sentado el nexo de continuidad entre el habitual capitalismo de Estado y el extraordinario, incluso excesivamente extraordinario capitalismo de Estado, al que me referí al iniciar al lector en la nueva política económica. Segundo, para mí fue siempre de gran importancia el objetivo práctico. Y el objetivo práctico de nuestra nueva política económica consistía en arrendar empresas para que las explotasen en régimen de concesión; empresas que, sin duda alguna, harían en nuestras circunstancias un tipo de capitalismo de Estado ya puro. En ese aspecto trataba yo el capitalismo de Estado.

 

Pero existe otro aspecto más de la cuestión, por el cual podríamos necesitar el capitalismo de Estado o, al menos, trazar un paralelo con él. Se trata de las cooperativas.

 

Es indudable que las cooperativas en un Estado capitalista son instituciones capitalistas colectivas. Tampoco hay duda de que, en nuestra actual realidad económica, cuando al lado de empresas capitalistas privadas -habiéndose socializado sin falta la tierra y teniéndolas bajo el control obligatorio del poder del Estado, que pertenece a la clase obrera- hay empresas de tipo socialista consecuente ( cuando tanto los medios de producción como el suelo en que se halla enclavada la empresa y toda ella en su conjunto pertenecen al Estado), se plantea el problema de un tercer tipo de empresas que antes no eran independientes desde el punto de vista de su importancia de principios, a saber: las empresas cooperativas. En el capitalismo privado, la diferencia existente entre empresas cooperativas y empresas capitalistas es la misma que hay entre empresas colectivas y empresas privadas. En el capitalismo de Estado, las empresas cooperativas se diferencian de las empresas capitalistas de Estado, primero, en que son empresa privada y, segunda, en que son empresas colectivas. En nuestro régimen actual, las empresas cooperativas se diferencian de las empresas capitalistas privadas en que son colectivas, pero no se distinguen de las empresas socialistas siempre y cuando se hayan establecido en un terreno del Estado y empleen medios de producción pertenecientes al Estado, es decir, a la clase obrera.

 

Esta circunstancia es la que no tomamos lo suficiente en cuenta cuando discutimos de las cooperativas. Se relega al olvido que las cooperativas adquieren en nuestro país, gracias a la peculiaridad de nuestro régimen político, una importancia excepcional por completo. Si dejamos a un lado las empresas en régimen de concesión que, por cierto, no han alcanzado en nuestro país un desarrollo importante, las cooperativas coinciden totalmente a cada paso, en nuestras circunstancias, con el socialismo.

 

Explicaré mi idea: ¿En qué consiste la fantasía de los planes de los viejos cooperativistas, empezando por Robert Owen? En que soñaban con la transformación pacífica de la sociedad moderna mediante el socialismo, sin tener en cuenta cuestiones tan fundamentales como la lucha de las clases, la conquista del poder político por la clase obrera y el derrocamiento de la dominación de la clase de los explotadores. Por eso tenemos razón para ver en ese socialismo "cooperativista" una pura fantasía, algo romántico y hasta trivial por sus sueños de transformar, mediante el simple agrupamiento de la población en cooperativas, a los enemigos de clase en colaboradores de clase, y a la guerra de las clases en paz entre las clases (la llamada paz civil).

 

No cabe duda de que, desde el punto de vista de la tarea fundamental de nuestros días,· nosotros teníamos razón, ya que sin la lucha de la clase obrera por el poder político del Estado no se puede poner en práctica el socialismo.

 

Pero fíjense cómo ha cambiado la cosa ahora, una vez que el poder del Estado se halla en manos de la clase obrera, una vez que el poder político de los explotadores ha sido derrocado, y todos los medios de producción ( excepto los que el Estado obrero, voluntariamente y con ciertas condiciones, otorga por algún tiempo en régimen de concesión a los explotadores) están en manos de la clase obrera.

 

Ahora tenemos derecho a afirmar que, para nosotros, el simple desarrollo de las cooperativas es idéntico (salvo la "pequeña" excepción señalada arriba) al crecimiento del socialismo y, a la vez, nos vemos obligados a reconocer el cambio radical que se ha operado en todo nuestro punto de vista sobre el socialismo. Ese cambio radical consiste en que antes poníamos y debíamos poner el centro de gravedad en la lucha política, en la revolución, en la conquista del poder, etc. Ahora el centro de gravedad se desplaza hacia la labor pacífica de organización "cultural". Estoy dispuesto a afirmar que el centro de gravedad se trasladaría en nuestro país hacia la obra de la cultura, de no ser por las relaciones internacionales, de no ser porque hemos de pugnar por nuestras posiciones a escala internacional. Pero si dejamos eso a un lado y nos limitamos a nuestras relaciones económicas interiores, el centro de gravedad del trabajo se reduce hoy en realidad a la obra cultural.

 

Se nos plantean dos tareas principales, que hacen época. Una es la de rehacer nuestra administración pública, que ahora no sirve para nada en absoluto y que tomamos íntegramente de la época anterior; no hemos conseguido rehacerla seriamente en cinco años de lucha, y no podíamos conseguirlo. La otra estriba en nuestra labor cultural entre los campesinos. Y el objetivo económico de esta labor cultural entre los campesinos es precisamente organizarlos en cooperativas. Si pudiéramos organizar en cooperativas a toda la población, pisaríamos ya con ambos pies terreno socialista. Pero esta condición, la de organizar a toda la población en cooperativas, implica tal grado de cultura de los campesinos (precisamente de los campesinos, pues son una masa inmensa), que es imposible sin hacer toda una revolución cultural.

 

Nuestros adversarios nos han dicho muchas veces que emprendemos una obra descabellada, al implantar el socialismo en un país de insuficiente cultura. Pero se equivocaron al decir que nosotros no comenzarnos en el orden que indicaba la teoría (de todo género ·de pedantes), y la revolución política y social en nuestro país precedió a la revolución cultural, a esa revolución cultural ante la que nos encontramos ahora, pese a todo.

 

Hoy nos basta con esta revolución cultural para llegar a convertirnos en un país completamente socialista, pero esa revolución cultural presenta increíbles dificultades para nosotros, tanto en el aspecto puramente cultural (pues somos analfabetos) como en el aspecto material (pues para ser cultos es necesario cierto desarrollo de los medios materiales de producción, se precisa cierta base material).

 

6 de enero de 1923

Publicado por primera vez el 26 y el 27 de mayo 1923 en el periódico "Pravda", núms. 115 y 116

Firmado: .N. Lenin

Se publica según el apunte del secretario (ejemplar mecanografiado), cotejado con el texto periódico

SOBRE LAS COOPERATIVAS  desde la pág. 385-393

V.I. Lenin. La catástrofe que nos amenaza y como combatirla (septiembre de 1917)

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2022/07/vi-lenin-la-catastrofe-que-nos-amenaza.html

 

V. I. Lenin. Acerca del infantilismo "izquierdista" y del espíritu pequeñoburgués. 1918

 

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2018/11/v-i-lenin-acerca-del-infantilismo.html

 

V. I. Lenin: Cinco años de la revolución rusa y perspectivas de la revolución mundial (capitalismo de Estado) pág. 295

Informe pronunciado ante el IV Congreso de la Internacional Comunista el 13 de noviembre de 1922 V. I. Lenin

 

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2014/04/v-i-lenin-cinco-anos-de-la-revolucion.html

 

Tratado de Brest-Litovsk de 1918. Frenazo a la Revolución rusa. (Del Comunismo de guerra a la Nueva Política Económica o capitalismo de Estado)

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2021/07/tratado-de-brest-litovsk-de-1918.html

Rosa Luxemburgo. La tragedia rusa (la capitulación del proletariado revolucionario ruso al militarismo alemán) con la firma del Tratado Brest-Litovsk de 3 de febrero de 1918).

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2021/06/rosa-luxemburgo-la-tragedia-rusa-la.html

 

Más vale poco y bueno (pág. 405-422)

 

Por lo que se refiere a la mejora de nuestra administración pública, creo que la Inspección Obrera y Campesina no debe afanarse· por la cantidad ni apresurarse. Hemos tenido hasta ahora tan poco tiempo para reflexionar y preocuparnos de la calidad de nuestra administración pública que sería natural la preocupación por que esté preparada con especial seriedad y se concentre en la Inspección Obrera y Campesina a individuos de una cualidad realmente moderna, es decir, no desmerecedores de los mejores modelos euroccidentales. Desde luego, esta es una condición harto modesta para una república socialista. Pero el primer lustro nos ha llenado la cabeza de desconfianza y escepticismo. No podemos menos de sentir esa desconfianza y ese escepticismo por quienes hablan demasiado y con excesiva ligereza, por ejemplo, de la cultura "proletaria": para empezar nos bastaría una verdadera cultura burguesa; para empezar podríamos prescindir de los tipos más recalcitrantes de culturas de tipo preburgués, es decir, de culturas burocrática, feudal, etc. En los problemas de cultura lo que más perjudica es tener prisa y querer abarcarlo todo. Muchos de nuestros jóvenes literatos y comunistas deberían aplicarse bien el cuento.

 

Por donde, en lo que se refiere a la administración pública, debemos sacar ahora de la experiencia anterior la conclusión de que sería mejor ir más despacio.

 

Nuestra administración pública se encuentra en un estado tan deplorable, por no decir detestable, que primero debemos reflexionar profundamente en la manera de combatir sus deficiencias, recordando que radican en el pasado, el cual, si bien ha sido subvertido, no ha desaparecido por completo, no ha quedado en la fase de cultura perteneciente a tiempos remotos. Planteo aquí el problema de la cultura precisamente porque en estas cosas debe tenerse por logrado únicamente lo que entra en la cultura, en la vida corriente, en las costumbres. Y en nuestro país, puede afirmarse, lo que hay de bueno en la organización social no ha sido meditado a fondo, no ha sido comprendido ni sentido, ha sido tomado al vuelo, no ha sido comprobado, ni ensayado, ni confirmado por la experiencia, ni consolidado, etc. Es natural que tampoco pudiera ser de otro modo en una época revolucionaria y dada la rapidez tan vertiginosa del desarrollo que nos ha llevado en cinco años del zarismo al régimen soviético.

 

Es preciso sentar cabeza a tiempo. Hay que impregnarse de salvadora desconfianza de un movimiento de avance atropellado, de toda jactancia, etc. Es necesario preocuparse de comprobar los pasos adelante que pregonamos a cada momento, que damos cada momento y luego procuramos demostrar continuamente que no son de peso, ni serios, ni se comprenden. Lo más nocivo en este caso sería apresurarse. Lo más nocivo sería contar con que sabemos algo, por poco que sea, o pensar que hay entre nosotros un número algo considerable de elementos para organizar una administración realmente nueva y verdaderamente acreedora del nombre de socialista, de soviética, etc.

 

No, en nuestro país, tal administración e incluso el número de elementos que la formal'! mueven a risa por lo exiguo, y debemos recordar que, para montarla, no se debe escatimar el tiempo, y eso se llevará muchos, muchísimos años.

 

¿Qué elementos poseemos para montar esa administración? Solamente dos: primero, los obreros, animados por la lucha en pro del socialismo. Estos elementos no poseen suficiente instrucción. Querrían proporcionarnos una administración mejor, pero no saben cómo hacerlo. No pueden hacerlo. No han alcanzado hasta hoy el desarrollo ni la cultura indispensable para ello. Y lo que se necesita precisamente es cultura. En este sentido no se puede hacer nada de golpe y porrazo o de sopetón, con viveza o energía, o con cualquier otra de las mejores cualidades humanas en general. Segundo, se necesitan conocimientos, educación e instrucción, pues los que tenemos son irrisorios en comparación con todos los demás Estados.

 

Y en este sentido no hay que olvidar que somos aún demasiado propensos a compensar estos conocimientos (o a creernos que podemos compensarlos) con el celo, la precipitación, etc.

 

Para renovar nuestra administración pública tenemos que fijarnos a toda costa como tarea: primero, aprender; segundo, aprender; tercero1 aprender; y después, comprobar que lo aprendido no quede reducido a letra muerta o a una frase de moda (cosa que, ·no hay por qué ocultarlo, ocurre con demasiada frecuencia en nuestro país), que lo aprendido se haga efectivamente carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre, que llegue a ser plena y verdaderamente un elemento integrante de la vida diaria. En pocas palabras, no debemos presentar las mismas reivindicaciones que la Europa Occidental burguesa, sino las que puede presentar con dignidad y decoro un país que ha asumido la misión de desarrollarse y hacerse socialista.

 

Las deducciones de lo expuesto son que debemos hacer de la Inspección Obrera y Campesina, instrumento llamado a mejorar nuestra administración, un organismo realmente modelo

 

Para que pueda alcanzar la debida altura, es preciso atenerse a la regla en cosa alguna, pensar mucho y hacer ------Para una.

 

Para ello es preciso que lo mejor que haya de verdad en nuestro régimen social se aplique con los máximos cuidado, reflexión y conocimiento a la fundación del nuevo Comisariado del Pueblo.

 

Para ello es preciso que- los mejores elementos de nuestro régimen social, a saber: los obreros avanzados, en primer lugar, y, en segundo, los elementos realmente instruidos -por los cuales se puede responder de que ni se fiarán de las palabras ni pronunciarán una sola contra su conciencia- no teman confesar ninguna dificultad ni se arredren ante lucha alguna para alcanzar el fin propuesto en serio.

 

Hace ya cinco años que nos venimos ajetreando para mejorar nuestra administración pública, pero esto es precisamente sólo un ajetreo que en cinco años no ha demostrado más que su ineficacia o incluso su inutilidad y su nocividad. Como todo ajetreo, tenía la apariencia de trabajo, pero, en realidad, entorpecía nuestras instituciones y embrollaba nuestros cerebros.

 

Es preciso que todo esto cambie al fin.

 

Hay que tomar por norma: más vale poco en cantidad pero bueno de calidad. Hay que tomar por norma: más vale esperar dos o incluso tres años a obtener buen personal que apresurarse sin ninguna esperanza de conseguirlo. Yo sé que será difícil atenerse a esta norma y aplicarla a nuestra realidad. Sé que la norma contraria intentará abrirse camino en nuestro país con mil subterfugios. Sé que habremos de oponer una resistencia gigantesca y mostrar una perseverancia diabólica, que en este sentido el trabajo será, por lo menos durante los primeros años, endemoniadamente ingrato; no obstante, estoy convencido de que sólo obrando así alcanzaremos nuestra meta y que, únicamente después de haberla alcanzado, crearemos una república digna en realidad del nombre de soviética, socialista, etc., etc., etc.

 

Es probable que muchos lectores encuentren demasiado insignificantes las cifras que cité como ejemplo en mi primer artículo*. Estoy seguro de que se podrían aducir muchos cálculos para demostrar que esas cifras son insuficientes. Pero creo que, por encima de esos cálculos y de cálculos de cualquier índole, debemos poner una cosa: el interés por una calidad verdaderamente modelo.

 

• Véase el presente tomo, págs. 399-404.-Ed.

Cómo tenemos que organizar la inspección obrera y campesina

(Propuesta al XII Congreso del partido) 228

págs. 399-404

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo45.pdf

 

 

Estimo que, en fin, es precisamente éste el momento en que debemos ocuparnos de nuestra administración pública como es debido, con toda seriedad; el momento en que el rasgo más pernicioso de esta labor tal vez sea el apresuramiento. Por esto prevengo encarecidamente contra la exageración de estas cifras. Por el contrario, soy de la opinión de que, en este caso, hay que ser sobre todo parcos en las cifras. Hablemos con franqueza. El Comisariado del Pueblo de Inspección Obrera y Campesina no goza hoy ni de sombra de prestigio. Todos saben que no existe una institución peor organizada que nuestra Inspección Obrera y Campesina y que, en las condiciones actuales, no podemos pedir nada a este Comisariado. Hemos de recordarlo bien, si queremos proponernos de verdad el tener dentro de unos años una institución que, primero, debe ser modelo; segundo, debe inspirar a todos absoluta confianza y, tercero, debe demostrar a todos sin excepción que está justificada en realidad la labor de una institución tan encumbrada como es la Comisión Central de Control. A mi entender, hay que desterrar en el acto y con decisión toda clase de normas generales sobre el número de empleados. A los de la Inspección Obrera y Campesina debemos seleccionarlos de un modo muy especial y sólo después de haberlos sometido a pruebas rigurosísimas. En efecto, ¿qué objeto tendría montar un Comisariado del Pueblo en el que el trabajo marche de cualquier manera, sin inspirar la menor confianza, y en el que la palabra tenga un prestigio ínfimo? Creo que, con la reorganización del género que ahora nos proponemos, nuestro objetivo principal es evitarlo.

 

Los obreros que incorporemos a la Comisión Central de Control en calidad de miembros suyos deben ser irreprochables como comunistas, y creo que debemos esforzarnos aún largo tiempo por enseñarles los métodos y las tareas de su trabajo. Además, como auxiliar en esta labor deberá haber un determinado personal de secretaría que será sometido a una triple prueba antes de recibir el nombramiento para su empleo. Por último, los funcionarios que, a título de excepción, decidamos colocar inmediatamente en la Inspección Obrera y Campesina deben reunir las condiciones siguientes:

 

primero, deben estar avaladas por varios comunistas;

segundo, deben pasar un examen de conocimiento de nuestra administración pública;

tercero, deben pasar un examen de fundamentos teóricos de nuestra administración pública, de las cuestiones esenciales de la ciencia administrativa, de la tramitación de expedientes, etc. ;

cuarto, deben trabajar bien compenetrados con los miembros de la Comisión Central de Control y con el Secretariado de la IOC de manera que podamos responder del buen funcionamiento de todo este mecanismo en conjunto.

 

Sé que estos requisitos presuponen condiciones de magnitud desmedida y mucho me temo que las consideren irrealizables o las acojan con una sonrisa desdeñosa la mayoría de los "prácticos" de la Inspección Obrera y Campesina. Pero yo pregunto a cualquiera de los actuales dirigentes de la Inspección Obrera y Campesina o de las personas que están en contacto con ella si me pueden decir con sinceridad qué falta hace, en la práctica, un Comisariado del Pueblo como el de Inspección Obrera y Campesina. Creo que esta pregunta les ayudará a encontrar el sentido de la medida. O no vale la pena hacer una reorganización más de las tantas que ya hemos tenido, de algo tan desquiciado como la Inspección Obrera y Campesina, o es preciso plantearse de verdad la tarea de crear en un proceso lento, difícil y fuera de lo común, no sin recurrir a numerosas comprobaciones, algo realmente ejemplar, capaz de infundir respeto a cualquiera, y no sólo porque lo exijan los títulos y los grados.

 

Si no nos armamos de paciencia ni dedicamos a esta obra unos cuantos años, más vale que no la acometamos en absoluto.

 

A juicio mío, de las instituciones que tan fecundos hemos sido en crear ya -escuelas superiores del trabajo, etc.-, hay que elegir el mínimo, comprobar si están bien organizadas y permitirles que continúen funcionando sólo si están en realidad a la altura de la ciencia moderna y nos proporcionan todas las conquistas de ésta. Entonces no será utópico esperar que dentro de unos años tengamos una institución capaz de cumplir con su cometido, a saber: afanarse de manera sistemática y constante, gozando de la confianza de la clase obrera, del Partido Comunista de Rusia y de toda la masa de la población de nuestra república, por mejorar nuestra administración pública.

 

Las labores preparatorias para ello podrían comenzarse ya hoy. Si el Comisariado del Pueblo de Inspección Obrera y Campesina estuviera conforme con el plan de esta reorganización, podría comenzar en seguida a dar los pasos previos para trabajar de un modo sistemático hasta llevarlos a completo término, sin apresurarse ni renunciar a rehacer lo que ya se hizo antes.

 

Toda decisión de medias tintas en ese terreno sería perjudicial en grado superlativo. Las normas de todo tipo de los empleados de la Inspección Obrera y Campesina que partiesen de cualesquiera otras consideraciones estarían, en el fondo, basadas en las antiguas consideraciones burocráticas, en l0s viejos prejuicios, en todo lo que ha sido ya condenado, en lo que provoca las burlas generales, etc.

 

En el fondo, el problema se plantea de la manera siguiente: Demostrar ahora que hemos aprendido de veras algo de la organización del Estado (no es pecado aprender algo en cinco años) o demostrar que no hemos madurado aún para ello; y entonces no vale la pena acometer la obra.

 

Y creo que, con el personal de que disponemos, no será una inmodestia suponer que hemos aprendido ya lo suficiente para reconstruir conforme a un sistema un solo Comisariado del Pueblo al menos. Por cierto, este Comisariado del Pueblo debe ser el exponente de todo el conjunto de nuestra administración pública.

 

Abrir inmediatamente un concurso para redactar dos manuales o más sobre organización del trabajo en general y, en particular, del trabajo administrativo. Se puede tomar como base el libro de Ermanski que ya tenemos, si bien éste, dicho sea entre paréntesis, se distingue por su simpatía manifiesta al menchevismo y no sirve para componer un manual adecuado al Poder soviético. También se puede tomar como base el libro recién publicado de Kérzhentsev y, por último, pueden ser útiles asimismo algunos de los textos parciales que tenemos.

 

Enviar a algunas personas preparadas y concienzudas a Alemania o a Inglaterra a que recojan bibliografía y estudien este problema. Y digo a Inglaterra por si no fuera posible enviar a nadie a los EE.UU. o al Canadá.

 

Nombrar una comisión encargada de redactar un programa previo para examinar a los pretendientes a empleados de la Inspección Obrera y Campesina, así como a miembros de la Comisión Central de Control.

 

Estos trabajos y otros parecidos, claro está, no deberán entorpecer la labor del comisario del pueblo y de los miembros del consejo directivo de la Inspección Obrera y Campesina m del Presídium de la Comisión Central de Control.

 

Paralelamente habrá que nombrar una comisión preparatoria para seleccionar a los ·pretendientes a miembros de la Comisión Central de Control. Confío en que para este cargo podremos encontrar ahora a pretendientes de sobra tanto entre los funcionarios con experiencia de todas las entidades como entre los estudiantes de nuestros establecimientos soviéticos de enseñanza. No creo atinado excluir de antemano a tal o cual categoría. Es probable que se haya de preferir para dicha institución a un personal heterogéneo que reúna numerosas cualidades y dotes diferentes, de manera que se habrá de trabajar con ahínco para componer una lista de pretendientes. Por ejemplo, lo que menos sería de desear es que el nuevo Comisariado del Pueblo se constituyera según un patrón único, digamos, del tipo de las personas de carácter de burócrata, o bien excluyendo a las del tipo de los agitadores, a las que se distingan por su don de gentes o su facultad de penetración en medios no muy habituales para funcionarios de este tipo, etc.

 

                                                                         * * *

Creo que expresaré del mejor modo mi pensamiento si comparo mi plan con las instituciones de tipo académico. Los miembros de la Comisión Central de Control deberán examinar sistemáticamente, bajo la dirección de su Presídium, todos los papeles y documentos del Buró Político.

 

A la vez, deberán distribuir adecuadamente su tiempo entre las diversas ocupaciones de control de los expedientes de nuestras instituciones, empezando por las más pequeñas y parciales y acabando por las superiores del Estado. Por último, figurarán asimismo entre sus tareas el estudio de la teoría, es decir, de la teoría de la organización del trabajo al que se van a dedicar y el ejercicio de funciones en la práctica bajo la dirección de camaradas con experiencia o de profesores de escuelas superiores de organización del trabajo.

 

Pero yo creo que en modo alguno deberán limitarse a trabajos académicos de este tipo. Además de realizarlos, habrán ·de capacitarse para una labor que me atrevería a denominar de preparación para la captura de, no diré granujas, pero sí de algo por el estilo y de invención de estratagemas peculiares para enmascarar su labor concreta, sus ardides, etc.

 

Semejantes propuestas darían lugar en las instituciones de Europa Occidental a una indignación inaudita, despertarían un sentimiento de escándalo moral, etc., pero confío en que nosotros no nos hemos burocratizado aún lo suficiente para llegar a eso. En Rusia, la nueva política económica (Nep) no ha tenido aún tiempo de granjearse tanto respeto como para sentirnos agraviados por la idea de que se pretenda pillar a alguien. La fundación de nuestra República Soviética es cosa tan reciente, y se han amontonado tantos trastos de toda índole, que no creo se le ocurra a nadie sentirse ofendido de pensar que se pueda rebuscar en ese montón de trastos, poniendo en juego algunas tretas y haciendo pesquisas orientadas a veces a fuentes bastante alejadas o dando rodeos bastante grandes; Y si se le ocurre a alguien, puede estar seguro de que todos nosotros nos reiremos de él de buena gana.

 

Confiamos en que nuestra nueva Inspección Obrera y Campesina dejará a un lado esa cualidad que los franceses llaman pudiere y que nosotros llamaríamos ridícula gazmoñería o empaque ridículo y que hace el caldo gordo a toda nuestra burocracia, tanto de los organismos de los Soviets como del Partido. Dicho sea entre paréntesis, en nuestro país hay burocracia no sólo en los organismos de los Soviets, sino también en los del Partido.

 

Antes dije que debemos aprender y aprender en las escuelas de organización superior del trabajo, etc., pero esto en modo alguno significa que yo comprenda ese "aprendizaje" de manera algo escolar o que me limite a la idea de estudiar solamente como se hace en las escuelas. Confío en que ni un solo revolucionario de verdad sospechará que, en este caso, renuncio a entender por "aprendizaje" alguna treta empleada medio en broma, alguna astucia, artimaña o algo por el estilo. Sé que en un país respetable y serio de Europa Occidental la sola idea que he exteriorizado sería causa de un espanto verdadero, y ningún funcionario decente aceptaría que se discutiese siquiera. Pero espero que no estemos aún lo bastante burocratizados y que la discusión de esta idea no puede mover más que a risa en nuestro país.

 

En efecto, ¿por qué no juntar lo útil y lo grato? ¿Por qué no emplear una treta en broma o medio en broma para descubrir algo ridículo, algo pernicioso, algo medio ridículo, medio nocivo, etc.?

 

Creo que nuestra Inspección Obrera y Campesina ganará mucho si examina estas consideraciones y que la lista de los casos que han valido a nuestra Comisión Central de Control o a sus colegas de la Inspección Obrera y Campesina algunas de sus victorias más brillantes se verá bastante enriquecida con las andanzas de nuestros futuros "inspectores obrecampinos" y miembros de la "Comcencón" por lugares no muy gratos de mentar en los respetables y remilgados manuales.

 

                                            * * *

 

¿Cómo se pueden fundir los organismos del Partido con los de la administración de los Soviets? ¿No hay en eso algo incompatible?

 

No planteo este problema en nombre mío, sino en el de los aludidos antes por mí cuando 'dije que tenemos burócratas no sólo en las instituciones de los Soviets, sino en las del Partido también.

 

¿Por qué, pues, no fundir efectivamente las unas con las otras, si ello redunda en beneficio de la obra? ¿Acaso no ha advertido nunca nadie que en un Comisariado del Pueblo, como es el de Relaciones Exteriores, tal fusión es de extraordinaria utilidad y se practica desde su mismo nacimiento? ¿Acaso en el Buró Político no se discuten desde el punto de vista del Partido muchos problemas, grandes y pequeños, sobre nuestros "pasos", en respuesta a los "pasos" de las potencias extranjeras, para contrarrestar, digámoslo así, por no emplear una expresión menos decorosa, sus argucias? ¿No es acaso esta flexible unión de los organismos de los Soviets con los del Partido una fuente de extraordinaria fuerza en nuestra política? Creo que lo que se ha acreditado, lo que se ha consolidado en nuestra política exterior y se ha hecho ya costumbre de manera que no despierta ninguna duda en esta esfera será, por lo menos, tan conveniente (y yo creo que lo será mucho más) para toda nuestra administración pública. Y la Inspección Obrera y Campesina se dedica precisamente a toda nuestra administración pública, y sus labores deben llegar a todas las instituciones públicas sin excepción, tanto a las locales como a las centrales, tanto a las comerciales como a las puramente burocráticas, tanto a las de enseñanza como a los archivos, teatros, etc., en suma, a todas las instituciones sin excepción alguna.

 

¿Por qué, pues, para una institución de tanta amplitud, cuyas formas de actuación requieren, además, una flexibilidad extraordinaria, ha de ser inaceptable esa fusión peculiar de la institución de control del Partido con la institución de control de los Soviets?

 

Yo no vería en ello ningún obstáculo. Más aún: creo que esa fusión es la única garantía de un trabajo eficiente. Creo que cualquier· duda al respecto parte de los rincones más polvorientos de nuestra administración pública y que nuestra respuesta a ella puede ser sólo una: la burla.·

 

                                                    * * *

 

Otra duda: ¿Conviene unir la labor didáctica con el ejercicio del cargo? Me parece que es no sólo conveniente, sino imprescindible. Hablando en general, nos ha dado tiempo de contagiarnos de toda una serie de prejuicios de los más nocivos y ridículos de la organización estatal de Europa Occidental, pese a nuestra actitud revolucionaria ante ella; y en parte, nos han contagiado adrede nuestros queridos burócratas, especulando con la malévola intención de sacar ganancia reiterada del río revuelto de tales prejuicios; han sacado de ese río revuelto tanta ganancia los pescadores que sólo quienes entre nosotros estaban completamente ciegos no han visto lo mucho que se ha practicado esa pesca.

 

En todo el ámbito de las relaciones sociales, económicas y políticas somos unos revolucionarios "terribles". Pero en el terreno de la veneración · de los superiores y de la observancia de las formas y los ritos de la tramitación de los expedientes, nuestro "revolucionarismo" es remplazado a menudo por una rutina de lo más rancia. En este dominio se puede ver muchas veces un fenómeno interesantísimo: cómo un gran salto adelante en la vida de la sociedad va unido a una monstruosa timidez ante los menores cambios

 

Y se comprende, porque los pasos adelante más atrevidos se han dado en un terreno que, desde hace mucho, es patrimonio de la teoría, en un terreno que era cultivado principalmente o casi exclusivamente en teoría. El ruso se desahogaba en casa con especulaciones teóricas de atrevimiento extraordinario contra la abominable realidad burocrática, razón por la cual esas especulaciones teóricas excesivamente audaces adquirían entre nosotros un carácter muy unilateral. En Rusia se daban la mano el atrevimiento teórico en las especulaciones generales y una timidez sorprendente ante las reformas oficinescas más insignificantes. Cualquier revolución agraria de la mayor trascendencia universal era meditada con una audacia sin precedente en otros Estados, pero, a la vez, faltaba imaginación para realizar una reforma oficinesca de décimo orden, faltaba imaginación o paciencia para aplicar a esa reforma los mismos principios generales que daban resultados tan "brillantes" en su aplicación a problemas generales.

 

Y por eso, nuestra actual vida cotidiana reúne en grado sorprendente rasgos de increíble osadía y timidez de pensamiento ante los menores cambios.

 

Creo que tampoco ha sido de otra manera en ninguna revolución verdaderamente grande, porque las revoluciones , grandes de verdad nacen de las contradicciones entre lo viejo, entre la tendencia al cultivo de lo viejo, y la más abstracta aspiración a lo nuevo, que debe ser ya tan nuevo que no contenga ni un grano de lo viejo.

 

Y cuanto más radical sea la revolución, más se prolongará el período en que se mantenga cierto número de dichas contradicciones.

 

                                                       * * *

El rasgo general de nuestra vida consiste ahora en lo siguiente: hemos destruido la industria capitalista, hemos intentado arrasar las instituciones medievales, la propiedad agraria de los terratenientes, y en ese terreno hemos establecido a los campesinos pequeños y pequeñísimos, que siguen al proletariado por la confianza que tienen en los resultados de su labor revolucionaria. Sin embargo no nos será fácil sostenernos con esta sola confianza hasta el triunfo de la revolución socialista en los países más desarrollaos, porque los campesinos pequeños y pequeñísimos, sobre todo durante la nueva política económica, siguen estando, por necesidad económica, a un nivel bajísimo de productividad del trabajo. Además, la situación internacional ha dado lugar a que Rusia ha sido lanzada atrás, a que, en total, el rendimiento del trabajo del pueblo es hoy en nuestro país bastante inferior al de antes de la guerra. Las potencias capitalistas eurocciclentales, en parte de manera consciente y en parte de un modo espontáneo, han hecho todo lo que estaba a su alcance para lanzarnos atrás, para aprovechar los elementos de guerra civil en Rusia con objeto de arruinar lo más posible al país. Este desenlace, precisamente, de la guerra imperialista les parecía tener, como es natural, considerables ventajas: si no llegamos a derribar el régimen revolucionario en Rusia, en todo caso entorpeceremos su avance hacia el socialismo; así se discurría, poco más o menos, en esas potencias; y, desde su punto de vista, no se podía discurrir de otra manera. Como resultado, han cumplido a medias su tarea. No han logrado derrocar el nuevo régimen traído por la revolución, pero tampoco le han brindado la posibilidad de dar en el acto un paso adelante que acredite los pronósticos de los socialistas, un paso que permita a éstos desarrollar con rapidez colosal las fuerzas productivas, desarrollar todas las posibilidades que, sumadas, dieran el socialismo, demostrar en la práctica, con toda evidencia, a cada cual, que el socialismo entraña fuerzas gigantescas y que la humanidad ha pasado ahora a una nueva fase de desarrollo que reporta posibilidades brillantes en grado sumo.

 

El sistema de relaciones internacionales se ha formado hoy de manera que Alemania, uno de los Estados de Europa, se encuentra avasallada por los Estados vencedores. Además, Y gracias a la victoria, varios Estados, por cierto los más antiguos de Occidente, están  en condiciones de poder aprovechar esa misma victoria para hacer a sus clases oprimidas unas series concesiones  que, si bien son de pocas montas demoran el movimiento revolucionario en ellos y crean una apariencia paz social.

 

A la vez, otros países -el Oriente, la India, China, etc.- se han visto definitivamente fuera de sus cauces a raíz precisamente de la última guerra imperialista. Su desarrolle marcha definitivamente por la vía general del capitalismo europeo. Ha comenzado en ellos la misma efervescencia que en toda 'Europa. Y el mundo entero ve ahora claro que se desarrollan en un sentido que no puede menos de conducir a la crisis de todo el capitalismo mundial.

 

Así pues, hoy nos hallamos ante el siguiente problema: ¿podremos mantenernos con nuestra pequeña y pequeñísima producción campesina, dada la ruina en que estamos sumidos, hasta que los países capitalistas de Europa Occidental culminen su desarrollo hacia el socialismo? Pero lo hacen de manera distinta de como esperábamos antes. No siguiendo un proceso de "maduración" igual del socialismo en su seno, sino explotando unos Estados a otros, explotando al primer .Estado vencido en la guerra imperialista y a todo el Oriente. Por otra parte, el Oriente se ha sumado de manera definitiva al movimiento revolucionario en virtud precisamente de dicha primera guerra imperialista, viéndose incluido definitivamente en el torbellino general del movimiento revolucionario mundial.

 

¿Qué táctica, pues, impone a nuestro país el estado de cosas expuesto? Es claro que la siguiente: debemos ser prudentes en sumo grado para conservar nuestro poder obrero, para mantener bajo su autoridad y bajo su dirección a nuestros campesinos pequeños y muy pequeños. De nuestra parte está la ventaja de que todo el mundo pasa ahora ya a un movimiento que debe originar la revolución socialista mundial. Pero también tenemos el inconveniente de que los imperialistas han logrado dividir el mundo entero en dos campos, y esta división se complica por el hecho de que Alemania, país de desarrollo cultural capitalista efectivamente avanzado, se ve ahora ante infinitas dificultades para recuperarse. Todas las potencias capitalistas del llamado Occidente le clavan las garras y no le dejan alzar cabeza. Por otra parte, todo el Ori ente, con su población de centenares de millones de trabajadores explotados y llevados al último grado de existencia infrahumana, ha sido puesto en condiciones en que sus fuerzas físicas y materiales no tienen ni punto de c0mparación con las fuerzas físicas, materiales y militares de cualquiera de los Estados, mucho más pequeños, de Europa Occidental.

 

¿Podemos eludir la futura colisión con estos Estados imperialistas? ¿Podernos confiar en que las contradicciones internas y los conflictos entre los prósperos Estados imperialistas de Occidente y los prósperos Estados imperialistas de Oriente nos den la segunda tregua, igual que nos dieron la primera, cuando la cruzada de la contrarrevolución de Europa Occidental, encaminada a apoyar la contrarrevolución rusa, fracasó a causa de las contradicciones existentes en el campo de los contrarrevolucionarios de Occidente y Oriente, en el campo de los explotadores orientales y de los explotadores occidentales, en el campo del Japón y de los EE.UU.

 

Creo que a esta pregunta se debe responder en el sentido de que la solución depende aquí de muchísimas circunstancias, y sólo se puede prever el desenlace de la lucha en su conjunto, basándose en que el propio capitalismo enseña y educa en fin de cuentas para la lucha a la inmensa mayoría de la población del mundo.

 

El desenlace de la lucha depende, en última instancia, del hecho de que Rusia, la India, China, etc., constituyen la mayoría gigantesca de la población. Y precisamente esta mayoría de la población es la que se incorpora en los últimos años con inusitada rapidez a la lucha por su liberación, de modo que, en este sentido, no puede haber ni sombra de duda respecto al desenlace final de la lucha a escala mundial. En este sentido, la victoria definitiva del socialismo está plena y absolutamente asegurada.

 

Pero lo que nos interesa no es esta inevitabilidad de la victoria definitiva del socialismo. Lo que nos interesa es la táctica que nosotros, Partido Comunista de Rusia; que nosotros, Poder soviético de Rusia, debemos seguir para impedir que los Estados contrarrevolucionarios de Europa Occidental nos aplasten. Para asegurar nuestra existencia hasta la siguiente colisión militar entre el Occidente imperialista contrarrevolucionario y el Oriente revolucionario y nacionalista, entre los Estados más civilizados del mundo y los Estados atrasados al modo oriental, los cuales, sin embargo, constituyen la mayoría, es preciso que esta mayoría tenga tiempo de civilizarse. A nosotros también nos falta civilización para pasar directamente al socialismo, aunque con tamos con las premisas políticas necesarias para ello. Debemos atenernos a esa táctica o adoptar, para salvarnos, la política siguiente.

 

Debemos esforzarnos por organizar un Estado en el que los obreros conserven la dirección sobre los campesinos, no pierdan la confianza de éstos y eliminen de sus relaciones sociales hasta el menor indicio de gastos excesivos, observando el más severo régimen de economías. Debemos abaratar al máximo nuestra administración pública. Debemos suprimir de ella todos los indicios de gastos excesivos que hemos heredado en tanta abundancia de la Rusia zarista, de su burocracia capitalista.

 

¿No será eso el reino de la sobriedad campesina?

 

No. Si conservamos la dirección de la clase obrera sobre los campesinos, podremos, llevando en nuestro Estado un régimen de máximas economías, lograr que todo ahorro, por ínfimo que sea, se conserve para el desarrollo de nuestra gran industria mecanizada, para el desarrollo de la electrificación, de la extracción hidráulica de la turba, para acabar de construir la central hidroeléctrica del Vóljov 229, etc.

229. Volovstrói: Construcción de la Central Hidroeléctrica en el Vóljov, a 120 km de Petrogrado, la primera central hidroeléctrica importante en la Rusia Soviética. Las obras comenzaron en 1918, pero se desplegaron a plena marcha sólo en 1921, al terminar la guerra civil.-421.

 

En esto, y solamente en esto, está nuestra esperanza. Sólo entonces estaremos en condiciones, hablando en sentido figurado, de apearnos de un caballo para montar en otro, es decir, de apearnos del mísero caballo campesino, del caballo del régimen de economías calculado para un país campesino arruinado, para montar en un caballo que el proletariado busca y no puede dejar de buscar para sí: el caballo de la gran industria mecanizada, de la electrificación, de la central hidroeléctrica del Vóljov, etc.

 

Así ligo yo en mi pensamiento el plan general de nuestra labor, de nuestra política, de nuestra táctica, de nuestra estrategia a las tareas de la Inspección Obrera y Campesina reorganizada. Esa es para mí la justificación de la excepcional solicitud, de la extraordinaria atención que debemos prestar a la Inspección Obrera y Campesina, colocándola a una altura excepcional, proporcionándole atribuciones de Comité Central, etc., etc

 

Esta justificación consiste en que sólo depurando al máximo nuestra administración, reduciendo al máximo todo lo que no sea absolutamente indispensable en ella, nos mantendremos con toda seguridad. Y, además, estaremos en condiciones de mantenernos a un nivel que se eleva continuamente y avanza sin interrupción hacia la gran industria mecanizada, y no al nivel de un país de pequeños campesinos, no al nivel de sobriedad generalizada.

 

Esas son las sublimes tareas con que yo sueño para nuestra Inspección Obrera y Campesina. Por eso planteo para ella la fusión de la cúspide más prestigiosa del Partido con un Comisariado del Pueblo de lo más "corriente".

2 de marzo de 1923.

"Pravda", núm. 49, 4 de marzo de 1923

Firmado: N. Lenín

 

Se publica según el apunte del secretario (ejemplar mecanografiado), cotejado con el texto del periódico

 

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo45.pdf

 

Cómo tenemos que organizar la inspección obrera y campesina

(Propuesta al XII Congreso del partido) 228

págs. 399-404

 

"Testamento" político de Lenin. I. Lenin Carta al Congreso (22 dic. 1922 - 4 enero 1923)

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2012/11/testamento-politico-de-lenin-i-lenin.html

 

El último "Testamento" de Lenin o Carta al Congreso del Partido Comunista de Rusia bolchevique

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/02/el-ultimo-testamento-de-lenin-o-carta.html

 

Tratado de Brest-Litovsk de 1918. Frenazo a la Revolución rusa. (Del Comunismo de guerra a la Nueva Política Económica o capitalismo de Estado)

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2021/07/tratado-de-brest-litovsk-de-1918.html

 

Rosa Luxemburgo. La tragedia rusa (la capitulación del proletariado revolucionario ruso al militarismo alemán) con la firma del Tratado Brest-Litovsk de 3 de febrero de 1918).

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2021/06/rosa-luxemburgo-la-tragedia-rusa-la.html

 

 

Tomo 38: Marzo - junio 1919

Lenin (1986). «Tomo 38 de las Obras Completas». Informe del Comité Central, 18 de marzo. Moscú: Ed. Progreso. p. 149. (pág. 141 - 160)

Notas  (pág. 479-510)

 

Informe del Comité Central, 18 de marzo.

(Clamorosos y prolongados aplausos. Voces de "¡Viva llichi", "¡Viva el camarada Lenin!") Camaradas: Permítanme que empiece por el informe político del Comité Central. Hacer el balance de la labor política del Comité Central en el período transcurrido desde el último Congreso significa, en el fondo, hacer el de toda nuestra revolución. Y creo que todos convendrán conmigo en que cumplir esta tarea en plazo tan breve no sólo es superior a las fuerzas de una sola persona sino que, en general, no puede cumplirla una persona sola. Por eso he decidido limitarme a los puntos que, a .mi juicio, tienen una importancia de singular magnitud no sólo en la historia de lo que ha tenido que hacer nuestro Partido durante este período, sino también desde el punto de vista de nuestras tareas actuales. Entregarme por entero a la historia en un momento como el que vivimos, recordar lo pasado sin pensar en lo presente y en lo futuro sería para mí, he de confesarlo, algo superior a mis fuerzas.

 

Si empezamos por la política exterior, cae de su peso que figuran en primer término nuestra actitud ante el imperialismo alemán y la paz de Brest. Y creo que vale la pena hablar de esto, pues su importancia no es sólo histórica. Me parece que la propuesta que el. Poder soviético ha hecho a las potencias aliadas o, mejor dicho, la conformidad que nuestro Gobierno ha dado a la propuesta, conocida de todos, de celebrar la Conferencia del Archipiélago de los Príncipes 40, me parece que esta propuesta y nuestra contestación reproducen en algunos aspectos, bastante importantes además, la actitud que adoptamos ante el imperialismo durante la paz de Brest. Por eso creo necesario tratar de este asunto, habida cuenta de la rapidez con que hoy transcurren los acontecimientos.

40 Por iniciativa de Lloyd George y de Wilson se proyectaba convocar en el Archipiélago de los Príncipes (el mar de Mármara) una Conferencia de representantes de todos los gobiernos existentes en el territorio de Rusia para trazar medidas de cese de La guerra civil. El Gobierno soviético decidió arrancar la máscara de "reconciliadores" de los imperialistas y eliminar toda falsa interpretación de los actos de la Rusia Soviética. En él caso de negativa del Gobierno soviético de participar en la Conferencia, los imperialistas quisieran interpretar esto ante la opinión pública de todos los países como ausencia de deseo de participar en la Conferencia y de procurar la paz. Pese a no haber recibido invitación, el 4 de febrero de 1919 el Gobierno soviético dio su conformidad de tomar parte en la Conferencia. En el radiograma del Comisariado del Pueblo de Relaciones Exteriores de la RSFSR se formularon las concesiones a que accedería el Gobierno soviético en aras de la paz. El Gobierno soviético proclamó su disposición a "comenzar inmediatamente las negociaciones en el Archipiélago de los Príncipes o en cualquier otro lugar" y pedía se le comunicara inmediatamente adónde debía enviar a sus representantes, cuándo precisamente y por qué vía. Los imperialistas de la Entente dejaron el radiograma del Comisariado del Pueblo de Relaciones Exteriores sin respuesta. Confiando en poder estrangular la República Soviética con ayuda de la fuerza armada, Denikin, Kolchak y otros gobiernos contrarrevolucionarios se negaron a participar en la Conferencia, la cual no llegó a celebrarse.-141.

 

 

Cuando resolvíamos el problema de la paz de Brest, la estructuración de los Soviets, sin hablar ya de la del Partido, se hallaba todavía en su primera etapa. Sabe que el Partido en su conjunto aún tenía muy poca experiencia por entonces para determinar, aunque fuese aproximadamente, la rapidez de nuestro avance por el camino elegido. Cierta confusión, herencia inevitable del pasado, hacía entonces dificilísima la visión de conjunto de los acontecimientos y el conocimiento exacto de lo que ocurría. Por otra parte, nuestro enorme aislamiento de Europa Occidental y de los demás países nos privaba de todo elemento objetivo para juzgar de la posible rapidez o de las formas de progreso de la revolución proletaria en Occidente. El resultado de esta compleja situación fue que el problema de la paz de Brest provocó numerosas discrepancias en nuestro Partido.

 

Pero los acontecimientos han mostrado que esté repliegue obligado ante el imperialismo alemán, que se presentaba embozado en una capa de paz en extremo violenta, escandalosa y expoliadora, era el único camino justo desde el punto de vista de la actitud de la joven República Soviética ante el imperialismo mundial (ante la mitad del imperialismo mundial). Nosotros que acabábamos de derribar a los terratenientes y a la burguesía en Rusia, no teníamos entonces en absoluto más opción que la de replegamos frente a las fuerzas del imperialismo mundial. Quienes condenaban este repliegue desde el punto de vista revolucionario, mantenían en realidad una opinión errónea de raíz y no marxista. Habían olvidado en qué condiciones, después de qué largo y difícil desarrollo de la época de Kerenski y a costa de qué ingente labor preparatoria en los Soviets logramos, al fin, en octubre, tras las graves derrotas de julio 41 y después de la korniloviada 42, que madurase por completo entre las inmensas masas trabajadoras la voluntad y la disposición de derrocar a la burguesía, así como la fuerza material organizada necesaria para ello. Es claro que por entonces no se podía hablar siquiera de nada semejante a escala internacional. Desde este punto de vista, la lucha contra el imperialismo mundial se planteaba así: seguir obrando para descomponer este imperialismo, educar y unir a la clase obrera, que comenzaba a agitarse en todas partes, pero que no había llegado aún a determinarse por completo en sus acciones.

41 Lenin se refiere a las manifestaciones masivas en Petrogrado el 3 y el 4 ( 16-17) de julio de 1917. Estos sucesos expresaban la profunda crisis política que vivía el país. El fracaso de la ofensiva de las tropas rusas en el frente iniciada por Kerenski el 18 (31) de junio, el crecimiento del desempleo con motivo del cierre de empresas capitalistas, la carestía y la aguda escasez de víveres, todo esto dio lugar a la explosión de la indignación de las grandes masas de obreros y soldados ante la política contrarrevolucionaria del Gobierno Provisional. La manifestación iniciada el 3 (16) de julio encerraba el peligro de desembocar en una sublevación armada contra el Gobierno Provisional.

 

En aquel momento el Partido de los bolcheviques estaba en contra de la insurrección armada, ya que estimaba que aún no había madurado la crisis revolucionaria en el país. Pero el movimiento comenzó y no había posibilidad de detenerlo

 

Los bolcheviques decidieron tomar parte en la manifestación el 4 ( 17) de julio a fin de imprimirle un carácter pacífico y organizado. Se celebró bajo las consignas bolcheviques: "iTodo el poder a los Soviets!", etc. Sin embargo, los líderes eseristas y meneheviques de los Soviets se negaron a tomar el poder, poniendo definitivamente al descubierto su esencia contrarrevolucionaria.

 

El Gobierno Provisional, con el conocimiento y el acuerdo del Comité Ejecutivo Central menchevique y eserista, lanzó las tropas contra la manifestación pacífica. En la reunión de miembros del Comité Central y del Comité de Petersburgo, celebrada bajo la dirección de V. l. Lenin, se acordó suspender en forma organizada la manifestación.

 

El Gobierno Provisional, unido a los mencheviques y eseristas, comenzó a perseguir al Partido Bolchevique. Fueron clausurados los periódicos bolcheviques, comenzaron las detenciones y los allanamientos.

 

Después de las jornadas de julio el poder en el país pasó enteramente a manos del Gobierno Provisional contrarrevolucionario. Los Soviets eran nada más que ·su impotente apéndice. Se había acabado el período pacífico de la revolución.-142.

 

42 Trátase de la insurrección de Komílov, levantamiento contrarrevolucionario de la burguesía y los terratenientes en agosto de 1917. Al frente de la sublevación se puso el general zarista Kornílov, jefe supremo del ejército. Los conspiradores se proponían apoderarse de Petrogrado, destrozar el Partido Bolchevique, disolver los Soviets, implantar la dictadura militar en el país y preparar la restauración de la monarquía. Participaba en la conspiración A. F. Kerenski, jefe del Gobierno Provisional, pero cuando comenzó la asonada, temiendo ser barrido lo mismo que Kornílov, se deslindó de éste y lo proclamó amotinado contra el Gobierno Provisional.

 

El amotinamiento comenzó el 25 de agosto (7 de septiembre). Kornílov arrojó sobre Petrogrado el 3 ° Cuerpo de Caballería. En la ciudad se preparaban para salir a la calle las organizaciones contrarrevolucionarias kornilovianas.

 

El Partido Bolchevique encabezó la lucha de las masas contra Kornilov, sin abandonar, al propio tiempo, como lo exigía Lenin, la denuncia del Gobierno Provisional y sus lacayos eseristas y mencheviques. Haciéndose eco del llamamiento del CC del Partido Bolchevique, los obreros de Petrogrado, los marinos y soldados revolucionarios se alzaron a la lucha contra los facciosos.

El movimiento de Kornílov fue aplastado por los obreros y campesinos bajo la dirección del Partido Bolchevique. Bajo la presión de las masas, el Gobierno Provisional se vio forzado a disponer la detención de Kornílov y sus cómplices y procesarlos por rebelión.-142.

 

Por eso, la única política justa era la que adoptamos con relación a la paz de Brest, aunque, naturalmente, esta política ahondara entonces nuestra enemistad con una serie de elementos pequeñoburgueses, que no son, ni pueden ser, ni deben ser en todas las circunstancias y en todos los países, ni mucho menos, adversarios del socialismo. La historia nos ha dado en esta esfera una lección que debemos aprender bien, pues no cabe duda de que habremos de aplicarla más de una vez. Esta lección consiste en lo siguiente: las relaciones del partido del proletariado con el partido demócrata pequeñoburgués, con esos elementos, sectores, grupos y clases de fuerza y número singulares en Rusia y existentes en todos los países, constituyen un problema sumamente complejo y difícil. Los elementos pequeñoburgueses vacilan entre la vieja sociedad y la nueva. No pueden ser los propulsores de la vieja sociedad ni de la nueva. A la vez, son adictos de lo viejo en distinta medida que los terratenientes y la burguesía. El patriotismo es un sentimiento ligado precisamente a las condiciones económicas de vida de los pequeños propietarios. La burguesía es más internacional que los pequeños propietarios. Hemos tenido ocasión de verlo durante la conclusión de la paz de Brest, cuando el Poder soviético puso la dictadura mundial del proletariado y la revolución mundial por encima de todos los sacrificios nacionales, por muy dolorosos que fueran. Y hubimos de chocar de la manera más violenta e implacable con los element0s pequeñoburgueses. Por entonces se unieron con la burguesía y los terratenientes contra nosotros muchos de estos elementos que luego comenzaron a vacilar.

 

El problema de la actitud ante los partidos pequeñoburgueses, planteado aquí por algunos -camaradas, se aborda en grado considerable en nuestro Programa y será tratado a fondo en la discusión de cada uno de los puntos del orden del día. Este problema ha dejado de ser abstracto y general en el curso de nuestra revolución para concretarse. Durante la conclusión de la paz de Brest, nuestra tarea de internacionalistas consistía en dar a toda costa a los elementos proletarios la posibilidad de fortalecerse y cohesionarse. Eso fue lo que apartó entonces de nosotros a los partidos pequeñoburgueses. Sabemos cómo, después de la revolución alemana, los elementos pequeñoburgueses volvieron a vacilar. Esos acontecimientos han abierto los ojos a muchos de los que, en la época en que maduraba la revolución proletaria, juzgaban las cosas desde el punto de vista del viejo patriotismo, de un modo no sólo no socialista, sino absolutamente falso. Hoy, debido a la difícil situación del abastecimiento, debido a la guerra que prosigue aún contra la Entente, volvemos a ver una oleada de vacilaciones de la democracia pequeñoburguesa. Ya antes tuvimos que tomar en consideración estas vacilaciones, pero -y de ello se deriva para todos nosotros una enseñanza de colosal importancia-, las viejas situaciones no se repiten en su forma anterior. La nueva situación es más compleja. Podremos tenerla en cuenta como es debido, y nuestra política podrá ser acertada, si nos pertrechamos con la experiencia de la paz de Brest. Cuando aceptamos la propuesta de participar en la Conferencia del Archipiélago de los Príncipes, sabíamos que íbamos a aceptar una paz impuesta por la violencia. Pero, de otra parte, hoy también sabemos más acerca del auge de la ola proletaria revolucionaria en Europa Occidental, sabemos que la efervescencia se transforma allí en descontento consciente y conduce a la organización de un movimiento proletario mundial en pro de los Soviets. Si en aquella época avanzábamos a tientas, si tratábamos de adivinar cuándo podía estallar la revolución en Europa -lo hacíamos basándonos en muestras convicciones teóricas de que esta revolución debía producirse-, hoy disponemos ya de una serie de hechos demostrativos de que la revolución está madurando en otros países, de que este movimiento ha comenzado. Por eso, con relación a Europa Occidental, los países de la Entente, tenemos o tendremos que repetir mucho de lo que hicimos durante la conclusión de la paz de Brest. Después de la experiencia de Brest nos resultará mucho más fácil hacerlo. Cuando nuestro Comité Central tuvo que discutir sobre la participación en la Conferencia del Archipiélago de los Príncipes con los blancos -lo cual se reducía, en el fondo, a la anexión de todo el territorio ocupado por los blancos-, el problema del armisticio no suscitó ninguna protesta airada del proletariado, y la actitud del Partido fue idéntica. Por lo menos, no tuve ocasión de oír hablar de descontento o indignación en ninguna parte. Ocurrió así porque nuestra lección de política internacional había dado sus frutos.

 

Por lo que se refiere a los elementos pequeñoburgueses, la tarea del Partido aún no ha sido cumplida definitivamente. Durante el año transcurrido hemos creado la base para cumplir con acierto esta tarea, especialmente respecto a la actitud ante el campesino medio, en toda una serie de problemas que, en realidad, son todos los que figuran, sin excepción en el orden del día. En el plano teórico estamos de acuerdo en que el campesino medio no es enemigo nuestro, en que requiere éste una actitud especial, en que las cosas cambiarán aquí según se presenten numerosos aspectos accesorios de la revolución, en particular, según la respuesta que se dé a esta pregunta: ¿a favor del patriotismo o en contra del patriotismo? Estas preguntas tienen para nosotros una importancia secundaria e incluso de tercer orden, pero ciegan por entero a la pequeña burguesía. De otra parte, todos esos elementos vacilan en la lucha y son unos verdaderos pusilánimes. No saben lo que quieren y son incapaces de defender su posición. Esto exige de nosotros una táctica de flexibilidad y prudencia extraordinarias, pues a veces nos vemos obligados a dar con una mano y quitar con otra. La culpa no es nuestra, sino de los elementos pequeñoburgueses que no pueden agrupar sus fuerzas. Lo vemos ahora en la práctica, y hoy, sin ir más lejos, hemos leído en los periódicos a qué aspiran ahora los independientes alemanes, que disponen de fuerzas tan grandes como k. Kautsky e R. Hilferding.

 

Ustedes saben que querían incluir el sistema de los Consejos en la Constitución de la República Democrática Alemana, es decir, unir en legítimo matrimonio la "Constituyente" y la dictadura del proletariado. Eso es para nosotros una burla del sentido común de nuestra revolución, de la revolución alemana, de la revolución húngara y de la revolución polaca en proceso de maduración que lo único que podemos hacer es abrimos de brazos, sorprendidos. Podemos decir que esos elementos vacilantes existen en los países más avanzados. A veces, elementos instruidos, desarrollados y cultos actúan, incluso en un país tan adelantado desde el punto de vista capitalista como Alemania, de una manera cien veces más confusa y chillona que nuestra atrasada pequeña burguesía. De ahí se deduce una enseñanza para Rusia en cuanto a los partidos pequeñoburgueses y a los campesinos medios. Nuestra tarea será largo tiempo compleja y doble. Durante mucho tiempo, esos partidos darán inevitablemente un paso adelante y dos pasos atrás, pues están condenados a ello por su situación económica, pues cuando emprendan la senda del socialismo en modo alguno será porque estén absolutamente convencidos de la inutilidad del régimen burgués. Es inútil esperar de ellos fidelidad al socialismo. Y es ridículo confiar en su socialismo. Emprenderán la senda del socialismo sólo cuando se convenzan de que no hay otro camino, cuando la burguesía sea derrotada y aplastada definitivamente.

 

No tengo la posibilidad de hacer un balance sistematizado de la experiencia adquirida durante el año transcurrido. He lanzado una mirada retrospectiva sólo desde el punto de vista de lo que hará falta mañana o pasado mañana para nuestra política. La enseñanza principal consiste en que debemos ser prudentísimos en nuestra actitud con los campesinos medios y la pequeña burguesía. Así lo exige la experiencia del pasado, lo hemos visto en el ejemplo de la paz de Brest. Tendremos que cambiar a menudo de conducta, cosa que podrá parecer extraña e incomprensible al observador superficial, "¿Cómo es eso? -dirá-. Ayer hacían ustedes promesas a la pequeña burguesía, y hoy anuncia Dzerzhinski qúe los eseristas de izquierda y los mencheviques serán puestos ante el paredón. iQué contradicción!. .. “Sí, es una contradicción. Pero contradictoria es la conducta de la propia democracia pequeñoburguesa, que no sabe a qué carta quedarse, que prueba a nadar entre dos aguas, pasa de la una a la otra y cae ora en la derecha ora en la izquierda. Hemos cambiado de táctica con relación a ella, y toda vez que se vuelve hacia nosotros, le decimos: " ¡Bienvenida!" No queremos expropiar en absoluto al campesino medio, en modo alguno queremos emplear la violencia contra la democracia pequeñoburguesa. Le decimos: "Ustedes no son un enemigo serio. Nuestro enemigo es la burguesía. Pero si actúan ustedes al lado de ella, nos veremos obligados a aplicarles también a ustedes las medidas de la dictadura del proletariado"

 

Pasemos ahora al problema de la construcción interior y analicemos de manera concisa lo principal que caracteriza la experiencia política, los resultados de la labor política del Comité Central durante este período. Dicha labor política del Comité Central se ha manifestado cada día en cuestiones de magna importancia. De no haber existido el intenso trabajo conjunto de que he hablado antes, no habríamos podido actuar como lo "hemos hecho, no habríamos podido cumplir las tareas de combate. En lo que atañe al Ejército Rojo, que suscita ahora tales debates y al que se dedica un punto especial del orden del día del Congreso, hemos adoptado gran número de pequeños acuerdos parciales planteados por el Comité Central de nuestro Partido y los hemos puesto en práctica mediante el Consejo de Comisarios del Pueblo y del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia. Es mayor aún el número de importantísimos nombramientos que han hecho los comisarios del pueblo, cada uno de por sí, pero siguiendo todos ellos de manera sistemática y consecuente una pauta general.

 

El problema de la fundación del Ejército Rojo era completamente nuevo, no se había planteado en absoluto ni siquiera en el terreno teórico. Marx dijo en alguna ocasión que fue un mérito de los federados de París haber aplicado decisiones no tomadas de ninguna doctrina preconcebida, sino dictadas por una necesidad real 44 • Estas palabras de Marx sobre los federados tenían cierto carácter mordaz, ya que en la Comuna predominaban dos tendencias -los blanquistas 45  y los proudhonistas 46- y ambas tuvieron que proceder en contra de lo que les había enseñado su doctrina. Pero nosotros hemos procedido conforme a lo que nos ha enseñado el marxismo. Al mismo tiempo, la labor política del Comité Central ha estado determinada íntegramente, en sus manifestaciones concretas, por las exigencias absolutas de una necesidad urgente e imperiosa. Hemos tenido a cada momento que caminar a tientas. Este hecho lo subrayará con rigor todo historiador que sea capaz de exponer mañana la actividad del Comité Central del Partido y del Poder soviético durante este año. Este hecho salta a la vista de manera particular cuando intentamos abarcar con una mirada todo lo vivido. Pero eso no nos hizo vacilar lo más mínimo ni siquiera el 10 de octubre de 1917, cuando se decidió la cuestión de la toma del poder. No dudábamos de que tendríamos, según la expresión del camarada Trotski, que experimentar, que hacer un experimento. Pusimos manos a una obra que jamás había emprendido antes nadie con tanta amplitud.

 

Karl Marx La guerra civil en Francia- La Comuna de París

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/06/karl-marx-la-guerra-civil-en-francia-la.html

 

44 Véase F. Engels. Introducción al trabajo de C. Marx La guerra civil en Francia (C. Marx y F. Engels. Obras, 2 ª ed. en ruso. t. 22, págs. 197-198).-148.

45 Blanquistas: adeptos a una corriente en el movimiento socialista francés, al frente del que se hallaba Louis Auguste Blanqui (1805-1881), eminente revolucionario, representante del comunismo utópico francés. Al suplantar la actividad del partido revolucionario con movimientos de un puñado secreto de conspiradores, los blanquistas no tomaban en consideración la situación concreta indispensable para la victoria de la insurrección y no daban importancia a la vinculación con las masas.-148.

 

46 Proudhonistas: adeptos a una corriente hostil al marxismo. debían la denominación a su ideólogo, el anarquista francés Proudhon (1809-1865). Al criticar la gran propiedad capitalista desde las posiciones pequeñoburguesas, Proudhon anhelaba eternizar la pequeña propiedad privada y proponía organizar bancos "popular" y "de cambio", con ayuda de los cuales, como estimaba, los obreros podrían adquirir medios de producción propios, pasar a ser artesanos y asegurar la venta "equitativa" de sus mercancías. Los proudhonistas no comprendían el papel histórico del proletariado, mantenían una actitud negativa hacia la lucha de clases, la revolución proletaria y la dictadura del proletariado y negaban, partiendo de posiciones anarquistas, la necesidad de la existencia del Estado.-148.

 

 

Lo mismo ha ocurrido con la creación del Ejército Rojo. Cuando el ejército empezó a descomponerse, después de terminada la guerra, fueron muchos los que pensaron al principio que se trataba de un fenómeno solamente ruso. Pero vemos que la revolución rusa ha sido, en el fondo, el ensayo general o uno de los ensayos de la revolución proletaria mundial. Cuando discutimos la paz de Brest, cuando a comienzos de enero de 1918 planteamos la cuestión de la paz, no sabíamos aún cuándo ni en qué otros países empezaría esta descomposición del ejército. Fuimos de experimento en experimento, intentamos formar un ejército voluntario, marchando a tientas, sondeando el terreno, probando por qué medio se podría cumplir la tarea en la situación dada. Y la tarea estaba planteada con claridad. Sin la defensa armada de la república socialista no podíamos existir. La clase dominante jamás entregará su poder a la clase oprimida. Pero esta última debe demostrar en la práctica que es capaz no sólo de derrocar a los explotadores, sino de organizarse para la autodefensa, de jugárselo todo a una carta. Hemos dicho siempre: "Hay guerras y guerras". Hemos condenado la guerra imperialista, pero no hemos negado la guerra en general. Se hicieron un lío quienes intentaron acusamos de militarismo. Y cuando tuve que leer la información sobre la Conferencia de Berna de los amarillos, en la que Kautsky empleó la expresión de que lo que tienen los bolcheviques no es socialismo, sino militarismo, me sonreí y me abrí de brazos, sorprendido. iComo si hubiera habido de verdad en la historia al menos una gran revolución que no estuviera relacionada con una guerra! iClaro que no! Vivimos no solamente en un Estado, sino en un sistema de Estados, y la existencia de la República Soviética durante largo tiempo al lado de los Estados imperialistas es inconcebible. En fin de cuentas, triunfará una cosa u otra. Y mientras llega ese final, será inevitable una serie de choques de lo más terribles entre la República Soviética y los Estados burgueses. Esto significa que la clase dominante, el proletariado, si quiere dominar y llega a dominar, debe demostrarlo también con su organización militar. ¿Cómo debe esta clase, que había desempeñado hasta ahora el papel de bestia ignorante para los  capitanes de la clase imperialista dominante, formar a sus capitanes, cómo debe cumplir la tarea de conjugar el entusiasmo, la nueva creación revolucionaria de los oprimidos con el aprovechamiento de la ciencia y la técnica burguesas que posee el militarismo en sus peores formas, pero sin las cuales no podrá dominar la técnica moderna ni los medios modernos de hacer la guerra?

 

En este terreno se nos planteó una tarea que se ha generalizado a lo largo de un año de experiencia. Cuando en el programa revolucionario de nuestro Partido hablamos de los especialistas, hicimos el balance de la experiencia práctica de nuestro Partido en uno de los problemas de mayor importancia. No recuerdo que los anteriores maestros del socialismo, que previeron muchísimas cosas en la venidera revolución socialista y esbozaron muchísimo de lo que habría en ella, emitieran su opinión sobre este problema. Para ellos no existía, porque no se planteó hasta que empezamos a organizar el Ejército Rojo. Esto significaba organizar, partiendo de la clase oprimida que había sido convertida en una bestia ignorante, un ejército pletórico de entusiasmo y obligar a este ejército a utilizar lo peor y más repugnante que nos ha legado el capitalismo.

 

Esta contradicción, que aparece ante nosotros en el problema del Ejército Rojo, existe también en todos los terrenos de nuestra obra. Tomemos el problema del que más nos hemos ocupado: el paso del control obrero a la administración obrera de la industria. Después de los decretos y disposiciones del Consejo de Comisarios del Pueblo y de los organismos locales del Poder soviético -todos ellos han creado nuestra experiencia política en este terreno-, al Comité Central no le quedaba más, hablando en propiedad, que hacer el balance. Es poco probable que pudiera dirigir, en el verdadero sentido de la palabra, en una cuestión como ésta. Bastará recordar lo flojos, espontáneos y casuales que eran nuestros primeros decretos y disposiciones acerca del control obrero en la industria. Nos parecía que era muy fácil hacer eso. En la práctica, eso condujo a demostrar la necesidad de organizar, pero no respondimos en absoluto a la pregunta de cómo organizar. Cada fábrica nacionalizada, cada rama de la industria nacionalizada, el transporte, en particular el transporte ferroviario -máxima expresión del mecanismo capitalista, la obra más centralizada con base en la· gran técnica material y la más indispensable para el Estado-, todo eso plasmaba la experiencia concentrada del capitalismo y nos creaba dificultades inconmensurables.

 

Estamos muy lejos aún de haber salido de estas dificultades. Al principio, las enfocábamos de una manera completamente abstracta, como revolucionarios que predicaban, pero que no sabían en absoluto cómo poner manos a la obra. Es claro que muchísima gente nos acusaba -y todos los socialistas y socialdemócratas siguen acusándonos- de que habíamos emprendido esta obra sin saber cómo llevarla hasta el fin. Pero ésa es una acusación ridícula de hombres muertos. ¡Como si fuera posible hacer la mayor de las revoluciones sabiendo de antemano cómo hacerla hasta el fin! iComo si eso pudiera aprenderse en los libros! No, sólo de la experiencia de las masas podía nacer nuestra solución. Y tengo por mérito nuestro el que en medio de dificultades increíbles emprendimos la solución de un problema que hasta entonces conocíamos a medias, que incorporamos a las masas proletarias a una labor independiente, que llegamos a la nacionalización de las empresas industriales, etc. Recordamos cómo aprobábamos de una vez en el Smolni diez o doce decretos en cada reunión. Aquello era una manifestación de nuestra decisión y nuestro deseo de despertar la experiencia y la iniciativa de las masas proletarias. Ahora tenemos esa experiencia. Ahora hemos pasado del control obrero a la administración obrera de la industria' o nos hemos acercado de lleno a ella. Ahora, en vez de la ineptitud absoluta, contamos con numerosas indicaciones que nos hace la experiencia, y, en la medida de lo posible, las hemos resumido en nuestro Programa. Habrá que hablar detenidamente de ello, al tratar los problemas de organización. No habríamos podido realizar ese trabajo si los camaradas de los sindicatos no nos hubieran ayudado ni hubieran trabajado con nosotros.

 

En Europa Occidental, el problema está planteado de otra manera. Allí, los camaradas ven un mal en los sindicatos, ya que los representantes amarillos del viejo socialismo se han apoderado hasta tal extremo de esos sindicatos que los comunistas ven poco provecho en su apoyo. Muchos representantes de los comunistas occidentales, incluso Rosa  Luxemburgo, proclaman la disolución de los sindicatos 47. -Esto prueba hasta qué punto es más difícil nuestra tarea en Europa Occidental. En nuestro país, en cambio, no nos habríamos sostenido ni un solo mes sin el apoyo de los sindicatos. En este sentido tenemos una experiencia de ingente labor práctica que nos permite emprender la solución de problemas dificilísimos.

47 En el Congreso Constituyente del Partido Comunista de Alemania, celebrado en Berlín del 30 de diciembre de 1918 al l de enero de 1919, debido a la política traidora de dirigentes derechistas de los sindicatos, Rosa Luxemburgo apoyó intervenciones erróneas de varios delegados al Congreso en el problema de la liquidación de los sindicatos. A su juicio, las funciones de los sindicatos debían asumirlas los Soviets de Diputados Obreros y Soldados y los comités de fábrica. Esta postura errónea del Congreso Constituyente fue durante mucho tiempo un obstáculo para los comunistas alemanes en sin lucha por las masas.-151.

 

Rosa Luxemburgo 1871-1919

https://www.marxists.org/espanol/luxem/index.htm

https://www.marxists.org/archive/luxemburg/index.htm

 

Tomemos el problema de los especialistas, que aparece ante nosotros a cada paso, que se plantea con motivo de cada nombramiento y que nos vemos obligados a plantear a los representantes de la economía nacional y al Comité Central del Partido. En la situación actual, el Comité Central del Partido no puede trabajar para guardar las formas. Si no existiera la posibilidad de designar a camaradas que actúan por su cuenta en su rama, no podríamos desplegar ninguna labor en absoluto. Gracias únicamente a que contábamos con organizadores como Yákov Sverdlov, hemos podido trabajar en la situación de guerra de tal modo que no hemos tenido ni un solo conflicto digno de atención. Y en este trabajo hemos tenido que aprovechar inevitablemente la ayuda de hombres, poseedores de conocimientos adquiridos en los viejos tiempos, que nos ofrecían sus servicios.

 

Tomemos, en particular, el problema de la dirección del departamento militar. Es imposible resolver este problema si no se tiene confianza en el Estado Mayor, en los grandes especialistas organizadores. Entre nosotros ha habido discrepancias accidentales con este motivo, pero en lo fundamental no podían caber dudas. Hemos recurrido a la ayuda de especialistas burgueses impregnados hasta la médula de psicología burguesa, que nos han traicionado y nos traicionarán todavía años y años. Sin embargo, plantear la cuestión en el ·sentido de que vamos a edificar el comunismo sólo con las manos de comunistas intachables, y no con la ayuda de especialistas burgueses, es una idea pueril. Estamos templados en la lucha, tenemos fuerzas, unidad y debemos avanzar por la vía del trabajo de organización, utilizando los conocimientos y la experiencia de esos especialistas. Sin esta condición indispensable es imposible construir el socialismo. Sin la herencia de la cultura capitalista no construiremos el socialismo. Sólo podemos edificar el comunismo partiendo de lo que nos ha dejado el capitalismo.

 

Necesitamos construir ahora en la práctica, y no hay más remedio que crear la sociedad comunista con las manos de nuestros enemigos. Esto parece una contradicción, quizá incluso una: contradicción insoluble; pero, en realidad, sólo por ese camino puede cumplirse la tarea de edificar el comunismo. Y cuando observamos nuestra experiencia, el choque diario con esta cuestión, cuando vemos la labor práctica del Comité Central, me parece que nuestro Partido ha cumplido, en lo fundamental, esta tarea. Se ha tropezado con dificulta des colosales, pero sólo así podía ser cumplida. El trabajo de organización, creador y unánime, debe apretar de tal modo a los especialistas burgueses que les obligue a marchar en las filas del proletariado, por mucho que se resistan y por mucho que luchen a cada paso. Debemos ponerlos a trabajar, como fuerza técnica y cultural, para conservarlos y hacer de un país capitalista inculto y salvaje un país comunista culto. Y pienso que durante este año hemos aprendido a construir, hemos emprendido el camino justo y no nos apartaremos de él.

 

Quisiera referirme brevemente a los problemas del abastecimiento y del campo. El problema del abastecimiento ha sido siempre para nosotros el más difícil. En un país en el que el proletariado ha tenido que tomar el poder con ayuda del campesinado, en el que ha correspondido al proletariado el papel de agente de la revolución pequeñoburguesa, nuestra revolución ha sido en grado considerable, hasta la organización de los comités de campesinos pobres, es decir, hasta el verano e incluso el otoño de 1918, una revolución burguesa. No tememos decirlo. Hicimos con tanta facilidad la Revolución de Octubre porque el campesinado, en su conjunto, nos seguía; porque el campesinado marchó contra los terratenientes; porque veía que en este terreno iríamos hasta el fin; porque llevamos a la práctica, en forma de leyes, lo que escribían los periódicos eseristas, lo que la cobarde pequeña burguesía prometía, pero no podía hacer. Más, cuando empezaron a organizarse los comités de campesinos pobres, desde ese momento nuestra revolución se convirtió en una revolución proletaria. Se nos planteó una tarea que estamos lejos aún de haber cumplido. Pero tiene extraordinaria importancia que la hayamos abordado en la práctica. Los comités de campesinos pobres fueron un peldaño de transición. El primer decreto sobre la organización de comités de campesinos pobres por el Poder soviético se aprobó a iniciativa del camarada. Tsiurupa, que estaba entonces al frente del abastecimiento. Había que salvar de la muerte a la población no agrícola, atormentada por el hambre. Eso podía hacerse únicamente mediante los comités de campesinos pobres como 0rganizaciones proletarias. ·Y cuando vimos en el verano de 1918 que en el campo empezaba la Revolución de Octubre, y ésta se produjo, sólo entonces nos asentamos en nuestra auténtica base proletaria; sólo entonces nuestra revolución se convirtió en proletaria, y no por las proclamas, no por las promesas y declaraciones, sino en los hechos.

 

Seguimos sin cumplir aún la tarea, planteada ante nuestro Partido, de crear las formas de organización del proletariado y del semiproletariadó del campo. Hace poco tuve que ir a Petrogrado y asistí a uno de los primeros congresos de obreros agrícolas de aquella provincia 48 • Vi que seguimos abordando a tientas esta cuestión, pero creo, sin duda alguna, que se la hará avanzar. Debo decir que la experiencia principal que nos ha proporcionado la dirección política durante este año consiste en encontrar el puntal de nuestra organización. Hemos dado un paso en ese sentido al constituir los comités de campesinos pobres, elegir de nuevo los Soviets y transformar la política de abastecimiento, en la que tropezamos con dificultades increíbles. Es posible que en las regiones de Rusia que se están haciendo ahora soviéticas -Ucrania y el Donhaya que modificar esa política. Sería un error que estampáramos simplemente con un mismo cliché decretos para todos los lugares de Rusia; que los comunistas bolcheviques y los funcionarios de los Soviets de Ucrania y del Don empezaran a hacerlos extensivos a otras regiones, sin hacer diferencias. Seremos testigos de no pocas soluciones originales. No nos atamos las manos de ninguna de las maneras a un patrón uniforme, no decidimos de una vez para siempre que nuestra experiencia, la experiencia de la Rusia Central, puede ser trasplantada íntegramente a todas las zonas periféricas. Acabamos de abordar la tarea de la verdadera construcción, estamos dando solamente los primeros pasos en este sentido y ante nosotros se extiende un campo de acción inabarcable.

 

48 El 11 de marzo de 1919 Vladímir Ilich Lenin viajó a Petrogrado para participar en los funerales de M. T. Elizárov. Durante la estancia en Petrogrado pronunció un discurso sobre la organización del Sindicato de Obreros Agrícolas en el I Congreso de obreros agrícolas de la provincia de Petrogrado (véase el presente volumen, págs. 23-27).-154.

 

 

He señalado que 'el primer  paso decisivo del Poder soviético fue la formación de los comités de campesinos pobres. Estuvo dictado por la necesidad y lo llevaron a cabo los trabajadores de los organismos de abastecimiento. Más, para cumplir hasta el fin nuestras tareas, no necesitamos organizaciones provisionales como los comités de campesinos pobres. Al lado de los Soviets existen las organizaciones sindicales, que utilizamos como escuela de educación de las masas atrasadas. El sector de obreros que han dirigido de hecho a Rusia durante este año y aplicado toda la política, que han constituido -nuestra fuerza, este sector es increíblemente pequeño en Rusia. Nos hemos convencido de ello, lo sentimos en nuestra propia carne. Si un futuro historiador reúne algún día datos acerca de qué grupos gobernaron a Rusia durante estos 17 meses, qué centenares o millares de hombres han efectuado toda esta labor, han cargado en sus espaldas con todo el peso increíble de la gobernación del país, nadie creerá que eso pudo conseguirse con una cantidad tan insignificante de fuerzas. Esta cantidad es insignificante porque en Rusia había pocos dirigentes políticos cultos, instruidos y capaces. Este sector era débil en Rusia, y durante la pasada lucha ha quedado rendido, ha trabajado demasiado, ha hecho más de lo que podía. Creo que en el presente Congreso buscaremos medios prácticos para utilizar en la industria y -lo que es más importante- en el campo nuevas y nuevas fuerzas a escala masiva, para incorporar a la labor de los Soviets a los obreros y campesinos que se hallan a nivel medio e incluso por debajo de ese nivel. A nuestro juicio, sin su ayuda a escala masiva es imposible la actividad ulterior

 

Como he agotado casi todo mi tiempo, quiero decir solamente unas palabras de nuestra actitud ante los campesinos medios. Nuestra actitud ante ellos estaba clara por principio para nosotros ya antes de que empezara la revolución. Se nos planteó la tarea de neutralidad al campesinado. En una reunión celebrada en Moscú 49, en la que hube que plantear el problema de la actitud ante los partidos pequeñoburgueses, cité unas palabras textuales de Engels, el cual no sólo señalaba que los campesinos medios son nuestros aliados, sino que expresaba incluso la seguridad de que quizás no fuese preciso emplear la violencia ni tampoco adoptar medidas represivas contra los campesinos ricos. Esta conjetura no se ha hecho realidad en Rusia: hemos estado, estamos y estaremos en franca guerra civil con los kulaks. Eso es inevitable. Lo hemos visto en la práctica. Pero por la inexperiencia de los funcionarios de los Soviets, por las dificultades del problema, los golpes destinados a los kulaks han caído con frecuencia sobre los campesinos medios. En este terreno hemos pecado muchísimo. La experiencia adquirida al respecto nos ayudará a hacer todo lo necesario para evitarlo en lo sucesivo. He ahí la tarea que tenemos planteada, y no en teoría, sino en la práctica. Saben muy bien que es una tarea difícil. Carecemos de bienes que pudiéramos dar al campesino medio, y él es materialista, práctico, pide bienes materiales concretos que ahora no podemos dar y sin los cuales, probablemente, tendrá que pasarse aún el país durante meses de dura lucha que promete ahora la plena victoria. Pero podemos hacer mucho en nuestra práctica administrativa: mejorar nuestro aparato  y corregir gran cantidad de abusos. Podemos y debemos corregir y enderezar la pauta de nuestro Partido, orientada en grado insuficiente al bloque, a la alianza, al acuerdo con los campesinos medios.

 

49 V. l. Lenin se refiere a sus intervenciones del 27 de noviembre de 1918 en la reunión de funei0narios del Partido de Moscú al hacer el informe sobre la actitud del proletariado hacia la democracia pequeñoburguesa y al pronunciar las palabras finales sobre dicho informe (véase O. C., t. 37, págs. 214-241).-155.

 

 

Esto es, en breves rasgos, lo que podía decirles ahora acerca de la labor económica y política del Comité Central durante el año transcurrido. Debo pasar ahora, del modo más sucinto, a la segunda parte de la tarea que me ha encomendado el Comité Central: el informe de organización del Comité Central. Esta tarea hubiera podido cumplirla como es debido únicamente Yákov Mijáilovich Sverdlov, que fue designado informante sobre esta cuestión por el Comité Central. Hombre de una memoria extraordinaria, inverosímil, guardaba en ella gran parte de su informe, y el conocimiento personal de la labor de organización en cada lugar le permitía hacer este informe. Y o no estoy en condiciones de sustituirle ni en una centésima parte, porque en este trabajo nos veíamos obligados a confiar por entero en él y teníamos pleno fundamento para confiar en el camarada Sverdlov, que adoptaba personalmente decisiones muy a menudo.

 

Puedo presentar aquí breves fragmentos de lo que está preparado por escrito de los informes. Pero el Secretariado del Comité Central, que no ha tenido la posibilidad de terminar su trabajo, ha prometido con la mayor firmeza que los informes por escrito estarán preparados en la próxima semana para la imprenta y serán reproducidos en multicopista y puestos a disposición de todos los delegados al Congreso. Estos informes completarán las noticias superficiales y fragmentarias que puedo dar aquí. En la parte del informe ya escrita encontramos, sobre todo, datos referentes a los documentos recibidos: 1.483 en diciembre de 1918; 1.537 en enero de 1919, y 1.840 en febrero. Hay una clasificación de estos papeles en porcentaje, pero yo me permito no leerla. Los camaradas que tengan interés, podrán conocer por el informe que se va a repartir que en el mes de noviembre hubo, por ejemplo, cuatrocientas noventa visitas al Secretariado. Los camaradas que me han entregado este resumen dicen que no puede abarcar ·la mitad de lo hecho por el Secretariado, ya que el camarada Sverdlov recibía diariamente a decenas de delegados, más de la mitad de los cuales no eran, seguramente, funcionarios de los Soviets, sino del Partido.

 

Debo atraer la atención de ustedes al informe referente a la actividad de la Federación de Grupos Extranjeros 50. Conozco esta esfera de la labor, pues he tenido la posibilidad de repasar por encima lo que escriben los grupos extranjeros. Al principio eran siete, ahora son nueve. Los camaradas que vivan en localidades puramente rusas y que no hayan tenido ocasión de conocer directamente estos grupos o leer informes en los periódicos pueden repasar los extractos de prensa, que me permito no leer íntegramente. Debo decir que en esto se advierte la verdadera base de lo que hemos hecho para la III Internacional. La Tercera Internacional se ha fundado en Moscú en un breve congreso, del que les informará con detalle el camarada Zinóviev, así como de cuanto propone el Comité Central sobre todas las cuestiones relacionadas con la Internacional. Si hemos podido hacer en corto plazo tanto en el congreso de los comunistas celebrado en Moscú, ello se debe a que el Comité Central ele nuestro Partido y el organizador del congreso, camarada Sverdlov, han realizado un gigantesco trabajo preparatorio. Se ha hecho propaganda y agitación entre los extranjeros que se encuentran en Rusia y se han organizado numerosos grupos extranjeros. Decenas de miembros de esos grupos han sido informados de los planes fundamentales y de las tareas generales de la política en el sentido de pautas rectoras. Centenares de miles de prisioneros de guerra de los ejércitos que los imperialistas organizaron exclusivamente para sus propios fines, al trasladarse a Hungría, Alemania y Austria, han hecho que los bacilos del bolchevismo se apoderen por entero de dichos países. Y si allí predominan grupos o partidos que se solidarizan con nosotros, es gracias a la labor de los grupos extranjeros en Rusia, invisible aparentemente, sumaria y lacónica en el informe de organización; una labor que constituye una de las páginas más importantes de la actividad del Partido Comunista de Rusia como una de las células del Partido Comunista Mundial.

 

50.  La Federación de Grupos Extranjeros adjunta al CC tkl PC(b) de Rusia fue organizada en mayo de 1918 como organismo dirigente de los comunistas extranjeros para trabajar con los ex prisioneros de guerra en Rusia .. El primer presidente elegido para dirigir la Federación fue Béla Kun, comunista húngaro.

El movimiento revolucionario entre los prisioneros de guerra en Rusia comenzó a constituirse ya antes de la Revolución Socialista de Octubre; después de la victoria de la revolución, los prisioneros de guerra emprendieron la formación de sus organizaciones revolucionarias que a principios de diciembre de 1917 iniciaron la publicación de periódicos en sus respectivos idiomas. En 1918, entre los prisioneros de guerra se fundaron grupos comunistas extranjeros que reconocían por entero el Programa del PC(b)R y la lucha por la dictadura del proletariado. 1• En total entraban en la Federación 9 grupos comunistas: checoslovaco, inglés, francés, rumano, alemán, húngaro, yugoslavo, polaco y búlgaro. La tarea principal de los grupos consistía en la propaganda y agitación entre los prisioneros de guerra y las tropas intervencionistas que habían agredido a la República Soviética. Los informes de los grupos se publicaban sistemáticamente en el periódico Pravda. A principios de 1920 la Federación de Grupos Extranjeros fue liquidada.-157.

 

En los escritos que me han entregado hay, además, datos acerca de qué organizaciones y cómo han informado al Comité Central; y en este terreno, nuestra desidia rusa se manifiesta en toda su fealdad, vergonzosa para nosotros. Se han recibido con regularidad noticias de las organizaciones de cuatro provincias; de manera irregular, de catorce provincias; y de manera casual, de dieciséis provincias. Los nombres de esas provincias figuran en una lista y ustedes me permitirán que no los lea. Naturalmente, las condiciones de la guerra civil explican en gran parte, pero no del todo, ni mucho menos, esta extremada desorganización nuestra, esta falta extrema de organización. Y lo que menos cabe es encubrirse, defenderse y disculparse con las condiciones de la guerra civil La labor de organización no ha sido nunca el lado fuerte de los rusos, en general, ni de los bolcheviques, en particular. Y, sin embargo, la tarea principal de la revolución proletaria es precisamente una tarea de organización. Por algo se ha planteado aquí en un lugar destacado el problema de organización. En este terreno hay que luchar por todos los medios, una y otra vez, con decisión y firmeza. Sin una larga educación y reeducación no lograremos nada en este terreno. Este es el terreno en el que la violencia revolucionaria, la dictadura, se emplea para abusar, y yo me atrevería a ponerlos en guardia contra ese abuso. La violencia revolucionaria y la dictadura son cosas excelentes si se aplican cuando se debe y contra quien se debe. Pero no se pueden ern.wear en el terreno de la organización. No hemos cumplido en absoluto esta tarea de educación, reeducación y largo trabajo de organización y debemos abordarla con regularidad. Tenemos aquí un balance financiero detallado. De las distintas partidas, la más importante -3 millones- corresponde a las editoriales obreras y a los periódicos: 1 millón; 1 millón y 1 millón más. A las organizaciones del Partido, 2.800.000; gastos de redacción, 3.600.000. En este balance, que será reproducido y entregado a todos los delegados, hay cifras más detalladas. Por ahora, los camaradas pueden conocerlas a través de los representantes de los grupos. Permítanme que no las lea. Los camaradas que han presentado los balances han recogido en ellos lo principal y más patente, a saber: los resultados generales de la labor de propaganda en el sentido la de las ediciones. La Editorial Kommunist 51 ha publicado 62 libros. El diario Pravda 52 ha dado en 1918 un beneficio neto de 2 millones y publicado 25 millones de ejemplares. El periódico Bednotá 53 ha proporcionado un beneficio neto de 2.370.000 y publicado 33 millones de ejemplares. Los camaradas del Buró de Organización del Comité Central han prometido evaluar las cifras exactas de que disponen para que se puedan comparar, por lo menos, dos puntos de partida. Entonces podrá ver cada cual la gigantesca labor educativa del Partido, que utiliza por vez primera en la historia la gran maquinaria moderna de imprenta capitalista no para la burguesía, sino para los obreros y los campesinos. Se nos ha acusado y se nos acusa miles y millones de veces de que violamos la libertad de prensa y abjuramos de la democracia. Los acusadores llaman democracia a que la prensa sea comprada por el capital, y los ricos puedan utilizarla para sus propios fines. Nosotros no denominamos a eso democracia, sino plutocracia. Con el fin de satisfacer las demandas políticas de los obreros y los campesinos, hemos despojado a los capitalistas de todo lo que había creado la cultura burguesa para defender a estos últimos y engañar al pueblo. Y en este sentido hemos hecho tanto como ningún partido socialista pudo hacer en un cuarto de siglo o en medio siglo. Mas, pese a todo, hemos hecho una parte inconmensurablemente pequeña de lo que se debe hacer.

51.  Editorial Kommunisl: Editorial del ce del PC(b)R fundada en 1918 mediante la agrupación de la Editorial Volná con la Editorial cooperativa Zhizn y Znanie; pronto se unió a ella la Editorial Pribói. Editaba más que nada publicaciones masivas de divulgación. En mayo de 1919, por disposición del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia, fue constituida la Editorial del Estado, en la que entró la Kommunist.-159.

52 P!avda (La Verdad): diario legal bolchevique.

El primer número salió en Petersburgo el 22 de abril (5 de mayo) de 1912.

Lenin ejercía la dirección ideológica de Pravda, escribía para el rotativo casi a diario, daba indicaciones a su Redacción, se esforzaba para que el periódico saliera en el espíritu combativo y revolucionario

En la Redacción de Pravda se concentraba una parte considerable de la labor organizativa del Partido. Aquí se celebraban encuentros con representantes de células locales del Partido, llegaban aquí las noticias acerca de la labor del Partido en las fábricas, desde aquí se transmitían las directivas de los comités Central y de Petersburgo del Partido.

Pravda estuvo sujeta a constantes persecuciones policíacas, el 8· {21) de julio de 1914 el periódico fue clausurado.

La publicación de Pravda se reanudó después de la Revolución Democrática Burguesa de Febrero de 1917. A partir del 5 (18) de marzo de 191 7 Pravda comenzó a salir como órgano de los comités Central y de Petersburgo del POSDR.

Al llegar a Petrogrado, Lenin entró a formar parte de la Redacción, y Pravda desplegó la lucha por el plan leninista de tránsito de la revolución democrática burguesa a la socialista.

En julio-octubre de 1917, Pravda, perseguida por el contrarrevolucionario Gobierno Provisional, cambió reiteradas veces de nombre y salió como Lístok "Pravdi' (Hoja de "Pravda''), Proletari (El Proletario), Rabochi (El Obrero) y Rabochi Put (El Camino del Obrero). Después de la victoria de la Revolución Socialista de Octubre, a partir del 27 de octubre (9 de noviembre) de 1917, el periódico volvió a salir con su nombre anterior: Pravda. En el presente es órgano del CC del PCVS.-159.

 

53 Bednotá (Los Pobres): diario para los campesinos; salió en Moscú del 27 de marzo de 1918 al 31 de enero de 1931. Fue fundado por disposición del CC del PC(b)R en lugar de Dmvénskaya Bednotá (Los Pobres del Campo), Derevénskaya Pravda (La Verdad del Campo) y Soldátskaya Pravda (La Verdad de los Soldados). El rotativo sostenía activa lucha por la consolidación de la alianza de la clase obrera con el campesinado, por la organización y la cohesión de las masas de campesinos pobres y medios en tomo del Partido Comunista y el Poder de los Soviets. A partir del 1 ° de febrero de 1931 Bednotá se fundió con el periódico Sotsialísticheskae z emledelie (Agricultura Socialista) .-/59.

 

Los últimos escritos que me ha entregado el Buró son las circulares. Suman catorce en total, y los camaradas que las desconocen y que las conocen poco son invitados a leerlas. En este sentido, como es natural, la actividad del Comité Central ha estado lejos de ser completa. Pero es preciso tener en cuenta que cuando hay que trabajar en las condiciones en que lo hemos hecho nosotros, cuando hay que dar cada día directrices políticas sobre una serie de cuestiones y sólo en casos excepcionales e incluso raros hacerlo a través del Buró Político o del Pleno del Comité Central, es imposible suponer que pudiéramos recurrir con frecuencia a las circulares políticas.

 

Repito que, como organismo combativo de un partido combativo en época de guerra civil, no podemos trabajar de otra manera. En caso contrario, resultarán ya bien medias palabras, ya bien un Parlamento, y, en la época de la dictadura, con el Parlamento no se pueden ni resolver los problemas ni dirigir el Partido y las organizaciones soviéticas. Camaradas, en la época en que utilizamos el mecanismo de las imprentas y la prensa burguesas, la importancia de las circulares del Comité Central ha decrecido. Enviamos únicamente las directrices que no se pueden divulgar, pues en nuestra actividad, que ha sido pública a pesar de sus colosales proporciones, ha seguido existiendo, existe y existirá, sin embargo, el trabajo clandestino. No hemos temido que se nos reproche nuestra clandestinidad y nuestro secreto; no, nos hemos enorgullecido de ello. Y al caer en una situación en la que, después de derrocar a la burguesía, nos encontramos ante la burguesía europea, en nuestras acciones ha seguido existiendo el secreto, y en nuestro trabajo ha habido clandestinidad.

 

Aquí, camaradas, termino mi informe. (Aplauso s.)

 

  

 

Tomo 40: Diciembre 1919 - abril 1920

Lenin (1986). «Tomo 40 de las Obras Completas». Discurso pronunciado en el III Congreso de los Sindicatos de toda Rusia, 7 de abril de 1920. Moscú: Ed. Progreso. p. 316 (pág. 313- 327)

Notas. Pág. 382-427

 

Discurso pronunciado en el III Congreso de los Sindicatos de toda Rusia, 7 de abril de 1920

 

Discurso pronunciado en el III Congreso de los Sindicatos de toda Rusia, 7 de abril de 1920 (129)

 

Obras Completas, Tomo 40 Diciembre 1919 - abril 1920 (pág. 313- 327)

 

(Clamorosos y prolongados aplausos  que se transforman en ovación.) Camaradas: Permitidme, ante todo, saludar en nombre del Consejo de Comisarios del Pueblo al Tercer Congreso de toda Rusia. (Aplausos.) Camaradas: El Poder soviético atraviesa hoy un momento muy importante, que en muchos aspectos nos plantea tareas de gran complejidad e interés, propias de un período de cambio. Y precisamente la particularidad del momento impone a los sindicatos tareas especiales, así como una responsabilidad especial en la construcción del socialismo.

 

129 III Congreso de los Sindicatos de toda Rusia: sesionó en Moscú del 6 al 13 de abril de 1920, en la Casa de los Sindicatos, y asistieron alrededor de 1 .600 delegados que representaban a más de 4 millones de afiliados. Predominaban los bolcheviques, los cuales, con sus simpatizantes, sumaban l. 180 delegados; 57 eran mencheviques y 69, representantes de otros partidos

Se utilizó como base para el trabajo del Congreso el programa de construcción económica trazado por el IX Congreso del PC(b)R que acababa de finalizar. En el orden del día figuraban los siguientes temas: informe sobre la actividad del Consejo Central de los Sindicatos de toda Rusia, informe sobre la actividad del Comisariado del Pueblo de Trabajo, tareas de los sindicatos, problema de organización, política de salarios, suministro de mercancías a los obreros, los sindicatos y la economía nacional, el movimiento sindical internacional, la actividad cultural y educativa

En nombre del Consejo de Comisarios del Pueblo, habló Lenin el 7 de abril, en la segunda sesión plenaria del Congreso; fue recibido con una entusiasta ovación mientras se coreaba La Internacional. Definió las tareas de la República Soviética en el período de la tregua pacífica, recalcando especialmente la misión de los sindicatos en la esfera de la construcción económica. Después de escucharlo, el Congreso resolvió dirigir un llamamiento a los obreros y a todos los trabajadores de la Rusia Soviética, instándolos a luchar unidos y enérgicamente contra el caos económico, a implantar inmediatamente en todas las organizaciones sindicales una rigurosa disciplina de trabajo, a intensificar la acción para incorporar a las masas obreras a la construcción comunista, a través de los sindicatos, bajo la dirección del Partido Comunista, único intérprete de los verdaderos intereses de la clase obrera y de todos los trabajadores de la Rusia Soviética.

El 111 Congreso de los Sindicatos de toda Rusia aprobó totalmente las resoluciones del IX Congreso del PC(b)R en el ámbito de la construcción económica. Condenó a los representantes del grupo menchevique, que defendían la independencia de los sindicatos e intentaban contraponerlos al Partido Comunista.-313.

 

Por eso quisiera detenerme, no tanto en ciertas resoluciones aprobadas por el Congreso del Partido que acaba de finalizar 130 (pues sobre esto tendréis un informe más detallado), sino en los cambios producidos en las condiciones de la política soviética, que vinculan todas las tareas de la construcción socialista con la actividad de los sindicatos. El rasgo fundamental del momento que vivimos es el paso de las tarea militares, que hasta ahora absorbían por completo la atención y los esfuerzos del Poder soviético, a las tareas de la construcción económica pacífica. Y es necesario señalar, ante todo, que no es la primera vez que el Poder soviético y la República Soviética viven un momento como este. Por segunda vez volvemos a abordar este problema; por segunda vez desde el establecimiento de la dictadura del proletariado la historia ha puesto en primer plano la labor de la construcción pacífica.

 

130 Lenin se refiere a los acuerdos del IX Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia, que concluyó su labor el 5 de abril de 1920.-313.

La primera vez fue a principios de 1918, cuando, después de la ofensiva del imperialismo germano -ofensiva breve, pero muy impetuosa-, en las condiciones de completo desmoronamiento del viejo ejército capitalista, en que carecíamos de un ejército propio y era imposible crearlo en poco tiempo, los bandoleros del imperialismo germano nos impusieron la paz de Bret. Parada que las tareas militares habían quedado relegadas a segundo plano debido a la debilidad de las fuerzas de que disponía el Poder soviético. Parecía que ya podíamos pasar a las tareas de la construcción pacífica. En aquel tiempo tuve ocasión de presentar un informe ante el CEC de toda Rusia el 29 de abril de 1918*, hace ya casi dos años, y el CC aprobó una serie de tesis basadas en mi informe, que fueron publicadas **. Os recuerdo esto porque ya en aquel tiempo se mencionaban en las tesis algunos problemas de la disciplina de trabajo, etc., que figuran en el orden del día de este Congreso. Aquellos momentos se parecen a los que ahora estamos viviendo. Os aseguro que también hoy se concentra nuestra atención en las disputas y divergencias que surgieron en el movimiento sindical hace dos años. Afirmar que las resoluciones del IX Congreso del PCR han sido resultado de las disputas actuales es profundamente erróneo. Semejante afirmación sólo puede tender a tergiversar el verdadero cuadro de los acontecimientos. Por ello, para comprender la verdadera naturaleza del problema y abordar correctamente su solución, será útil que comparemos y reflexionemos sobre cuáles eran las condiciones a principios de 1918 y cuáles son en la actualidad.

* Véase O. C., t. 36, págs. 247-284.-Ed.   Sesión del CEC de toda Rusia. 29 de abril de 1918

** lbíd., _págs. 285-288.-Ed    Seis tesis acerca de las tareas inmediatas del poder soviético

 

 

V. I. Lenin. Sesión del Comité Ejecutivo Central (CEC) de toda Rusia. 29 de abril de 1918. Sobre las tareas inmediatas del poder soviético. (Capitalismo de Estado)

http://eljanoandaluz.blogspot.com/2022/07/v-i-lenin-sesion-del-comite-ejecutivo.html

 

 

En aquel tiempo, después de una breve tregua de la guerra contra el imperialismo germano, las tareas de la construcción pacífica estaban en primer plano. Parecía que podríamos gozar de un largo período de construcción pacífica. La guerra civil no había empezado aún. Con la ayuda alemana, Krasnov acababa de aparecer en el Don. En los Urales y en el Norte no se había producido ningún conflicto. La República Soviética abarcaba un inmenso territorio, aparte del que le había sido arrebatado de acuerdo con la paz de Brest. Las condiciones eran tales que se podía pensar en un largo período de trabajo pacífico. Pues bien, en esas condiciones lo primero que planteó el Partido Comunista fe la necesidad -y así quedó subrayado en una serie de resoluciones, especialmente en la del 29 de abril de 1918- de desplegar una amplia labor de propaganda y de insistir con redoblada energía en la disciplina de trabajo.

 

Los poderes dictatoriales y la dirección unipersonal no están en contradicción con la democracia socialista. Es necesario que recordemos esto ahora para comprender las resoluciones aprobadas por el reciente Congreso del Partido y las tareas generales que se nos plantean. Esto no es una respuesta a cuestiones suscitadas sólo hoy, sino que tiene hondas raíces en las propias condiciones del período que vivimos. Y quien lo dude puede comparar la situación con la de hace dos años, y comprenderá que el momento actual exige que toda la atención se consagre a la disciplina de trabajo, a los ejércitos de trabajo, aunque hace dos años no se podía hablar siquiera de ejércitos de trabajo. Sólo después de haber comparado el modo actual de plantear el problema con el de entonces, podemos llegar a una conclusión correcta, desechar los pequeños detalles y destacar lo general y fundamental. Toda la atención del Partido Comunista y del Poder soviético se concentra ahora en el problema de la construcción económica pacífica, en los problemas de la dictadura y de la dirección unipersonal. Y no sólo la experiencia que hemos tenido de dos años de parada guerra civil nos lleva a tal solución de estos problemas.

 

Cuando los abordamos por primera vez en 1918, no había ninguna guerra civil ni ninguna experiencia para hablar de ello.

 

Por lo tanto, no sólo la experiencia del Ejército Rojo y de la victoriosa guerra civil nos ha obligado ahora, como hace dos años, a concentrar toda nuestra atención en la disciplina de trabajo, que es lo más importante es toda la construcción económica del socialismo y base de nuestra concepción de la dictadura del proletariado, sino algo más profundo, algo relacionado con las tareas de la dictadura de la clase obrera en general. Después de derrocado el capitalismo, cada día · de nuestra revolución nos separa más y más de la idea sobre la que tanto gritaban los viejos internacionalistas, pequeñoburgueses hasta la médula. Ellos creían que la decisión· de una mayoría en las instituciones democrática del parlamentarismo burgués -conservándose la propiedad privada de la tierra, los medios de producción y el capital podía resolver el problema, cuando en realidad la única solución está en una enconada lucha de clases. La significación de la dictadura del proletariado y sus condiciones prácticas efectivas se desplegaron ante nosotros cuando, después de haber conquistado el poder, comenzamos a ejercerla en la práctica; vimos que la lucha de clases no cesa con esto y que la victoria sobre los capitalistas y terratenientes no significó el aniquilamiento de estas clases: sólo las derrotó, pero no la suprimió definitivamente. Basta remitirse a los vínculos internacionales del capital, mucho más duraderos y firmes que los que unen en el presente a la clase obrera.

 

Si consideramos el capital en escala internacional, sigue siendo más fuerte que el Poder soviético y el régimen soviético, no sólo desde el punto de vista militar, sino también económico. Hay que partir de esta premisa fundamental y no olvidarla nunca. Las formas de lucha contra el capital cambian; unas veces toman un franco carácter internacional y otras se concentran en un solo país. Las formas cambian, pero, ya se trate del ámbito militar, económico o de cualquier otro del régimen social, la lucha continúa; y nuestra resolución confirma la ley fundamental de la lucha de clases. Cuanto más se cohesiona el proletariado al derrocar a las clases burguesas, tanto más aprende. La revolución se desarrolla en el proceso mismo de la lucha. Y la lucha no cesa después del derrocamiento de los capitalistas. Sólo después de haberse consolidado ese derrocamiento en un país, adquiere una significación práctica para el mundo entero. A comienzos de la Revolución de Octubre, los capitalistas miraban nuestra revolución como una curiosidad: cualquier excentricidad podía esperarse de esas tierras lejanas, pensaban.

 

Para que la dictadura del proletariado adquiriese una significación mundial fe necesaria que se consolidara en la práctica en un país. Sólo entonces los capitalistas, y no sólo los capitalistas rusos, que inmediatamente se pusieron a buscar la ayuda de otros capitalistas, sino también los de todos los demás países, se convencieron de que este problema adquiría significación internacional. Sólo entonces la resistencia de los capitalistas en escala mundial alcanzó la intensidad que tuvo. Sólo entonces se desarrolló en Rusia una guerra civil, y todos los países vencedores acudieron como un solo hombre en ayuda de los capitalistas y terratenientes rusos en la guerra civil.

 

La lucha de clases tomó forma plenamente en Rusia hacia 1900, en tanto que la victoria de la revolución socialista se produjo en 1917. Pero hay más, la resistencia de la clase derrocada continuó desarrollándose después de su derrocamiento y encontró una nueva frente de esas en las relaciones entre el proletariado y el campesinado. Esto lo saben quienes hayan estudiado un poco el marxismo, quienes basan el socialismo en el movimiento internacional de la clase obrera y ven en él su único fundamento científico. Todo el mundo sabe que el marxismo da el fundamento teórico de la abolición de las clases. ¿Qué significa esto? Significa que para la victoria del socialismo no basta derrocar a los capitalistas, sino que es preciso abolir la diferencia entre el proletariado y el campesinado. La posición del campesinado es esta: por un lado, es una clase de trabajadores que durante décadas y siglos fue oprimida por los terratenientes y los capitalistas, y por esta razón durante mucho tiempo no podrá olvidar que sólo los obreros la emanciparon de esa opresión. Esta cuestión puede ser discutida por décadas; sobre este tema se han emborronado infinidad de resmas de papel y a causa de esta cuestión se han formado muchos agrupamientos fraccionistas. Pero hoy vemos que etas divergencias palidecen ante la realidad. Los campesinos, como trabajadores, por muchos años no olvidarán, y en los hechos eso fe así, que solamente los obreros los liberaron de los terratenientes. Sobre esto no hay discusión; pero en las condiciones de la producción mercantil los campesinos siguen siendo propietarios. Cada caso de venta de cereales en el mercado libre, cada caso de especulación, en pequeña y gran escala significa la restauración de la economía mercantil, y por lo tanto del capitalismo. Al derrocar a los capitalistas, liberamos a los campesinos, es decir, a la clase que en la vieja Rusia constituía indudablemente la mayoría de la población. Los campesinos han seguido siendo propietarios en su firma de producción, firma que engendró y sigue engendrando relaciones capitalistas después del derrocamiento de la burguesía. Estos son los rasgos fundamentales de nuestra situación económica. Y esa es también la explicación de los absurdos discursos que escuchamos en boca de quienes no comprenden el verdadero estado de cosas. En las circunstancias actuales, los discursos sobre igualdad, libertad y democracia son una tontería. Estaros librando una lucha de clases y nuestro objetivo es abolir las clases. Mientras haya obreros y campesinos, el socialismo no se habrá realizado. Y en la práctica vemos que en todas partes se libra una lucha inconciliable. Hay que meditar sobre los métodos y condiciones que permitirán al proletariado, que tiene en sus manos un aparato de coerción tan fuerte como el Estado, atraer al campesino como trabajador y vencer su resistencia como propietario, o neutralizarlo.

 

En este terreno prosigue la lucha de clases, y la significación de la dictadura del proletariado se nos presenta bajo una nueva luz. Aquí aparece no sólo, e incluso no tanto, como la aplicación de los medios coercitivos del aparato del poder estatal destinados a aplastar la resistencia de los explotadores. Sí, tienen razón cuando dicen que hemos hecho mucho apoyándonos en esto, pero nosotros tenemos asimismo otro método, en el cual el proletariado desempeña el papel de organizador después de haber pasado por la escuela del trabajo, por la escuela del aprendizaje y por la disciplina de la fábrica capitalista. Debemos saber organizar la vida económica sobre una nueva base, más perfecta, tomando en cuenta y utilizando todas las conquistas del capitalismo. Sin esto nunca seremos capaces de construir ni el socialismo ni el comunismo. Esto es mucho más difícil que las tareas militares. En muchos aspectos podemos cumplir las tareas militares más fácilmente Podemos cumplirlas con entusiasmo y abnegación. Para el campesino las cosas eran más fáciles y más comprensibles cuando se enfrentaba con su enemigo secular: el terrateniente. No necesitaba comprender la relación existente entre el poder de los obreros y la necesidad de acabar con el libre comercio. Resultaba más fácil vencer a los guardias blancos, a los terratenientes y capitalistas rusos, así como a sus secuaces personificados en los mencheviques. Esta victoria nos costará más, tanto en tiempo como en esfuerzos.

 

En los asuntos económicos no se puede vencer como en la guerra. No se puede vencer al libre comercio con entusiasmo y abnegación. Aquí se requiere una labor prolongada; hay que recorrer el camino paso a paso; se necesitan las fuerzas organizadoras del proletariado. Sólo se puede vencer si el proletariado ejerce su dictadura como una gran fuerza organizada y organizadora, una fuerza de influencia moral sobre todos los trabajadores, entre ellos las masas trabajadoras no proletarias. Ahora que hemos resuelto felizmente -y seguiremos resolviendo con la misma eficacia- la tarea primordial y más elemental, o sea, aplastar a los explotadores que intentan abiertamente eliminar el Poder soviético, se plantea otra tarea más compleja: organizar las fuerzas del proletariado, aprender a ser buenos organizadores. Hay que organizar el trabajo de modo nuevo y crear nuevas formas de incorporación al trabajo y de observancia de la disciplina de trabajo. Incluso el capitalismo tuvo que invertir décadas para resolver esta tarea. En este terreno se cometen con frecuencia los peores errores. Entre nuestros enemigos, muchos demuestran una incomprensión total del problema. Nos llamaron utopistas cuando sosteníamos que se podía tomar el poder. Por otro lado, esperan de nosotros que llevemos a cabo la organización del trabajo en unos meses y produzcamos resultados que requieren varios años. Esto es absurdo. En ciertas condiciones políticas puede retenerse el poder con el solo entusiasmo de los obreros, quizá contra todo el mundo. Y así lo hemos demostrado. Pero la creación de nuevas formas de disciplina social requiere  décadas. Incluso el capitalismo requirió muchas décadas para transformar el viejo sistema de organización. Esperar de nosotros e inculcar a los obreros y campesinos la idea de que podemos transformar en breve plazo la organización del trabajo es completamente absurdo desde el punto de vista teórico.

 

Y no sólo es absurdo,· sino que causa el más grave daño, Ya que impide a los obreros comprender claramente la diferencia entre las nuevas y las viejas tareas. La nueva tarea es la de organizar la industria y, sobre todo, nuestras propias fuerzas; pero por lo que se refiere a la organización somos débiles, más débiles que todos los pueblos avanzados. La capacidad de organización se desarrolla a parar de la gran industria maquinizada, y en la historia no ha existido otra base material. El trabajo productivo a cargo de millones de hombres conforme a un plan trazado de antemano y con los medios de la gran industria maquinizada, no hay otra base. Y aquí no coinciden los intereses del proletariado y el campesinado. Aquí se abre un período difícil de lucha, es decir, una lucha contra el campesinado. Pero, por otro lado, debemos demostrar a los campesinos que no les queda otra salida que marchar junto con los obreros, que ayudar al proletariado o caer de nuevo bajo la dominación de los terratenientes. No existe un camino intermedio; el camino intermedio es propio de los mencheviques, pero es algo totalmente podrido que se desmorona en todas partes, incluso en Alemania. Las masas campesinas no pueden comprender esto a través de la teoría o el estudio de la II y la III Internacionales. Las masas campesinas -sus decenas de millones de hombres- sólo pueden comprenderlo por su propia experiencia, por la vida práctica cotidiana. Los campesinos pudieron comprender la victoria sobre Kolchak y Denikin. Pudieron comparar en la práctica a Kolchak y Denikin con la dictadura de la clase obrera, cosa con la que los mencheviques y eseristas (Partido Social-Revolucionario- Partido Social-Revolucionario de Izquierda) trataron siempre y tratan de asustar todavía a los campesinos. Pero los campesinos no podían ni pueden ahora estudiar la teoría. Las masas campesinas ven que los mencheviques y eseristas mienten y ven, asimismo, la lucha que estamos librando contra la especulación. Hay que reconocer que los mencheviques también han logrado algunos éxitos en el terreno de la propaganda, después de haber aprendido de nuestras secciones políticas del ejército. Los campesinos vieron una bandera en la que no aparecía la inscripción: dictadura del proletariado, sino Asamblea Constituyente, soberanía popular; no vieron la palabra "dictadura,, y, además, no comprendían esta palabra. Pero la experiencia les ha enseñado que el Poder soviético es mejor.

 

Y ahora se nos plantea una segunda tarea: influir moralmente sobre los campesinos. Con ellos de poco nos servirán los métodos coercitivos. Aquí debemos resolver el problema de la diferenciación económica del campesinado. Los obreros, en el curso de la lucha, después del derrocamiento de los capitalistas, en los dos años de guerra civil, se han unido sólidamente, se han cohesionado. El campesinado, en cambio, se divide cada vez más. Los campesinos no pueden olvidar a los terratenientes y capitalistas, los recuerdan. Por otro lado, el campesinado de hoy está dividido: los intereses de un sector chocan con los de otro. El campesinado no está unido. Por cierto, no todos los campesinos tienen excedentes de víveres. En este aspecto no existe igualdad alguna. Es absurdo decir que existe. Para dividir a los campesinos y atraer a los elementos no kulaks se necesitará mucho tiempo. La lucha será larga y en ella emplearemos todos nuestros esfuerzos, todos nuestros medios. Pero no se puede vencer sólo por la fuerza; hay que emplear también medios morales. Pues bien, de aquí derivan todos los problemas relativos al poder dictatorial y a la dirección unipersonal que a muchos -y en todo caso podemos afirmar con seguridad que a algunos- les parece que sólo salieron a la superficie por nuestras recientes disputas. Pero esto es erróneo. Comparad la situación con la de 1918. Entonces no había ninguna disputa.

 

Después de la paz con Alemania se nos hizo esta pregunta: ¿en qué debe basarse el poder? Y los comunistas contestamos: hay que aclarar que en el régimen soviético la democracia no está en contradicción con la dictadura. Pero la respuesta no agradó a muchos jefes de la vieja Internacional. Hasta Kautsky me injurió.

 

Los campesinos son mitad trabajadores y mitad propietarios, y para atraerlos a nuestro lado se necesita unidad de voluntad; es preciso que en cada problema práctico actúen todos como un solo hombre. La unidad de voluntad no puede ser una mera frase o un símbolo. Exigimos que se manifieste en la práctica. En la guerra, la unidad de voluntad se expresaba en el hecho de que si alguien ponía sus intereses personales, los intereses de aldea o grupo, por encima de los intereses generales, se lo censuraban como pancista, se lo fusilaba, y su fusilamiento era justificado por el sentido moral de la clase obrera, que debía lograr la victoria. Hablamos con franqueza de esos fusilamientos, dijimos que no disimulamos la violencia, pues éramos conscientes de que no se podía salir de la vieja sociedad sin recurrir a la coerción en lo que respecta al sector atrasado del proletariado. Así se expresaba la unidad de voluntad y se mantenía en la práctica castigando a cada desertor; se aplicaba en cada batalla, en cada campaña, cuando los comunistas marchaban en las primeras filas y daban el ejemplo. Ahora la tarea es intentar que esta unidad de voluntad se aplique en la industria y en la agricultura. Tenemos un territorio de miles de verstas y una inmensa cantidad de fábricas. Comprenderéis que aquí no podremos realizar nuestro propósito sólo por la fuerza; comprenderéis qué gigantesca tarea tenemos planteada y qué significa hoy la unidad de voluntad. No es una simple consigna. Hay que pensar, meditar sobre ello. Es una consigna que implica un prolongado y cotidiano esfuerzo. Tomad 1918, año en que no había tales disputas y en que yo señalaba ya la necesidad de la dirección unipersonal, la necesidad de admitir la autoridad dictatorial de una persona para llevar a cabo la idea soviética. Todos los discursos sobre la igualdad de derechos son tonterías. No libramos la lucha de clases sobre la base de la igualad de derechos. Sólo así puede triunfar el proletariado. Puede triunfar porque tenemos cientos de miles de hombres disciplinados, que expresan una voluntad única; y puede vencer a la dispersión económica de los campesinos, entre los cuales no se da la base común que cohesiona al proletariado en la fábrica, en el taller, en las ciudades. Los campesinos están económicamente dispersos. En parte son propietarios y en parte trabajadores. La propiedad los arrastra hacia el capitalismo: "Cuanto más ventajosamente venda, tanto mejor para mí"; "Si hay hambre, venderé más claro". Pero como trabajador, el campesino sabe que el terrateniente era para él una opresión, de la que fue liberado por el obrero. Hay aquí un conflicto entre dos almas, derivado de la situación económica del campesinado. Y estas dos almas deben ser separadas. Sólo entonces, cuando apliquemos una firme política, venceremos. Los trabajadores siempre serán para nosotros trabajadores. Pero tenemos que luchar contra los campesinos propietarios. No sólo riñen siempre entre sí, sino que además son ignorantes. Los señores de la "Sociedad de Naciones", gracias a Dios, no son ignorantes, sino posiblemente más cultos que nuestros mencheviques y eseristas; pero ¿qué vemos? Japón exalta a la "Sociedad de Naciones", pero trata de ponerle la zancadilla a Norteamérica, etc.

 

 Y mientras todos ellos disputan, nosotros estamos unidos; por eso los obreros de todos los países se pasan a nuestro lado. Si hemos sido capaces de derrotar a esos cultos señores, dirigentes de la política internacional, que poseen tanta experiencia, tanta riqueza, y cien veces más cañones y acorazados que nosotros, sería ridículo pensar que no podemos resolver el problema campesino. En este terreno triunfarán la disciplina, la fidelidad y la unidad de voluntad. La voluntad de centenares y decenas de miles de hombres puede ser expresada por una persona. Esta compleja voluntad se forja por la vía soviética. En ningún país del mundo ha habido tantos congresos de obreros y campesinos como en el nuestro; por este medio desarrollamos una conciencia esclarecida. Ningún Estado ha podido dar en doscientos años lo que nos da la Constitución Soviética. (Aplausos.) Veamos simplemente el número de congresos: no ha habido ningún Estado que en cien años de democracia haya convocado tantos; por esta vía llegamos a las resoluciones comunes y forjamos una voluntad común.

 

Esta es la amplia base en que se concibe nuestra Constitución Soviética, nuestro Poder soviético. De ahí que las decisiones del Poder soviético tengan la fuerza de una autoridad jamás conocida en el mundo, la fuerza de los obreros y campesinos. Pero no basta para nosotros. Somos materialistas y no podemos satisfacemos con la fuerza de la autoridad. No, tomaos la molestia de poner esto en práctica. Observamos que en este aspecto nos supera el viejo instinto burgués, más fuerte que nosotros; debemos reconocerlo con franqueza. El viejo hábito pequeñoburgués de administrar las empresas individualmente y de tratar de fortalecer el libre comercio e más fuerte que nosotros.

 

Los sindicatos surgieron del capitalismo como medio de desarrollo de la nueva clase. Clase es un concepto que se va firmando en un proceso de lucha y desarrollo. No hay una muralla que separe a una clase de otra. Los obreros y campesinos no están separados entre sí por una muralla china. ¿Cómo aprendió el hombre a unirse? Primero por medio de los gremios y después en sindicatos. Cuando el proletariado se convirtió en clase, llegó a ser tan poderoso que tomó en sus manos todo el aparato estatal, declaró la guerra a todo el mundo y alcanzó la victoria. Entonces los gremios y sindicatos se convierten en instituciones atrasadas. Hubo un tiempo, bajo el capitalismo, en que los proletarios ·se unieron por gremios y sindicatos, lo cual era progresista entonces porque el proletariado no podía unirse de otro modo. Es absurdo decir que pudo haberse unido de golpe como clase. Esa unificación requiere décadas. Nadie luchó tanto como Marx contra semejante ideas sectaria y miopes. La clase crece en las condiciones del capitalismo y cuando llega el momento adecuado para la revolución toma el poder estatal en sus manos. Y entonces todos los gremios y sindicatos se vuelven caducos, desempeñan un papel regresivo y empujan hacia atrás, no porque sean manejados por malos elementos, sino porque los malos elementos y los enemigos del comunismo encuentran allí un terreno propicio para su propaganda. Estamos rodeados de pequeña burguesía que hace renacer el libre comercio y el capitalismo. Carlos Marx luchaba vigorosamente contra el viejo socialismo utópico y propugnaba una concepción científica que demuestra que la clase obrera crece sobre la base de la lucha de clases y que es preciso ayudarle a madurar. El propio Marx luchó contra los jefes de la clase obrera que cometían errores. En 1872 fue presentada en el Consejo Federal una moción de censura contra Marx por haber dicho que los jefes ingleses habían sido comprados por la burguesía. Naturalmente, Marx no quería decir que tales y tale individuos fueran traidores. Eso es absurdo. Se refería al bloque formado por cierto sector obrero y la burguesía. La burguesía apoya directa e indirectamente a ese sector obrero. Ese es el modo en que lo soborna.

 

En cuanto a que sus representantes sean elegidos para el Parlamento, la burguesía inglesa ha obrado milagros y supera a todas las demás. De 1852 a 1892, es decir, durante cuarenta años, Marx y Engels desenmascararon a la burguesía, y la burguesía actúa así en todos los países. En todo el mundo, el paso de los sindicatos, del papel de esclavos al papel de constructores, es un cambio. Tenemos ya dos años de existencia, ¿y qué trajo esto como consecuencia? Por ahora vemos que la clase obrera ha sufrido más hambre. En 1918 y 1919, los obreros industriales del Estado sólo recibieron 7 puds de pan, mientras que los campesinos de las provincias cerealeras obtuvieron 17 puds. Bajo el zarismo, el campesino solía tener, en el mejor de los casos, 16 puds, en tanto que bajo nuestro régimen tiene 17 puds. Sobre esto hay datos estadísticos. El proletariado ha pasado hambre durante dos años, pero así se ha puesto de relieve que el obrero no sólo es capaz de sacrificar sus intereses gremiales, sino también su vida. Durante dos años el proletariado pudo soportar el hambre porque tuvo el apoyo moral de todos los trabajadores y porque realizaba estos sacrificios por la victoria del poder obrero y campesino. Cierto es que continúa la división de los obreros por oficios y que muchos de estos oficios, que eran necesarios para los capitalistas, no lo son para nosotros. Sabemos que los obreros de estos oficios pasan mucha más hambre que otros. Y no puede ser de otro modo. El capitalismo ha sido vencido, pero aún no está construido el socialismo, y construirlo llevará todavía mucho tiempo. Aquí tropezamos con todo género de incomprensiones que no son casuales; son resultado del papel histórico de los sindicatos como medio de unificación gremial bajo el capitalismo y como medio de unificación de clase de los obreros después de tomar el poder estatal. Estos obreros están dispuestos a hacer cualquier sacrificio; crean la disciplina que lleva a afirmar y a intuir vagamente que los intereses de clase están por encima de los intereses gremiales. Los obreros que no son capaces de hacer esos sacrificios son para nosotros pancistas, y los expulsamos de la familia proletaria.


 Así es el problema fundamental de la disciplina de trabajo y la dirección unipersonal en sentido general, tal como se discutió en el Congreso del Partido. Y esa es la esencia de las decisiones del Congreso del Partido que todos vosotros conocéis y que serán explicadas detalladamente en informes especiales. Su significado es que la clase obrera ha crecido y alcanzado su madurez, ha tomado el poder y lucha contra todo el mundo burgués, y esta lucha se vuelve cada vez más difícil. Era más fácil luchar en la guerra. En el momento actual se necesita organización y educación moral. Numéricamente el proletariado en Rusia no es en la actualidad muy fuerte. Sus filas se han reducido durante la guerra. Nuestras mismas victorias han hecho más difícil para nosotros gobernar el país. Así deben comprenderlo tanto los sindicalistas como la masa obrera. Cuando hablamos de dictadura, no se trata de un capricho de los centralistas. Las regiones que hemos conquistado han extendido considerablemente el territorio de la Rusia Soviética. Hemos triunfado en Siberia, el Don y el Kubán. El porcentaje de proletarios es allí insignificante, inferior al de aquí. Tenemos el deber de dirigirnos francamente al obrero y de explicarle sin rodeos que las condiciones de trabajo se han vuelto más complicadas. Hace falta más disciplina, más dirección unipersonal y más dictadura. Sin eso no se puede soñar siquiera con una gran victoria. Tenemos un ejército organizado de tres millones de hombres. Los 600.000 comunistas, miembros del Partido, deben actuar como su vanguardia

 

Pero es necesario comprender que para lograr la victoria no tenemos otro ejército que el formado por los 600.000 comunistas y los 3.000.000 de miembros de los sindicatos. La incorporación de territorios con una población de campesinos kulaks exige poner nuevamente en tensión las feras proletarias. Estamos ante una nueva correlación de las masas proletarias y no proletarias, de sus intereses sociales y de clase. Aquí nada puede hacerse exclusivamente por la fuerza. Todo lo que se necesita es organización y autoridad moral. De esto dimana nuestra absoluta convicción, expresada por el Congreso de nuestro Partido, y creo que es mi deber defenderla. Nuestra consigna fundamental es esta: propugnemos y acerquémonos más a la dirección unipersonal; más disciplina de trabajo; superémonos y trabajemos con energía militar, con firmeza y lealtad, dejando a un lado todos los intereses de grupos y gremios, sacrificando todos los intereses particulares! Sin esto no podemos vencer. Y si ponemos en práctica esta resolución del Partido, si la ponemos en práctica como un solo hombre entre los tres millones de obreros y después entre las decenas de millones de campesinos, que sentirán la autoridad moral y la fuerza de los hombres que se han sacrificado por la victoria del socialismo, ¡seremos absoluta y definitivamente invencibles! (Clamorosos aplausos.)

 

Publicado parcialmente el 8 de abril de 1920. En "Boletín del III Congreso de los Sindicatos de toda Rusia, número.2

Publicado íntegramente por primera vez en 1921, en el libro "Tercero Congreso los Sindicatos de toda Rusia. Versión taquigráfica"