31/10/2014
Todos
contra el PP no, todos contra el Estado opresor, la economía de la explotación
y sus servidores políticos. Todos contra España y el Capital.
“Lo de hoy es una demostración de algo que pone nerviosos a muchos. Hoy
empieza a nacer una organización política que está aquí para ganar y para
formar gobierno”. Estas palabras fueron pronunciadas por Pablo Iglesias en la
asamblea constituyente de “Podemos” como partido. Un partido del cual Iglesias
señaló más adelante su característica fundamental, la que lo distingue de otros
proyectos: “la diferencia fundamental es que sabemos cómo ganar”. Y
posteriormente aclaró cuál sería la estrategia para lograrlo: “Queremos ocupar
la centralidad del tablero porque existe una mayoría que apuesta por la
decencia”. Todo ello con el propósito de “cambiar el país”. Ese “país”, claro
está, como para cualquier españolismo, es España.
Además de obviamente españolista, estamos ante un proyecto declaradamente
electoralista, puesto que su razón de ser es “ganar” (se sobrentiende que
elecciones), y cuyo fin manifestado es el gobernar el Estado (“formar
gobierno”), lo que creen que lograrán (“sabemos cómo ganar”) a través de “ocupar
la centralidad del tablero” (el espacio del centro político) con una propuesta
interclasista (para “la mayoría” que “apuesta por la decencia”). Tras esta
asamblea, “Podemos” termina de quitarse la máscara revelándose, no como
alternativa al Sistema, sino como mera alternativa de poder dentro del Sistema.
Como relevo generacional en la “casta”.
Un proyecto político de estas características no tiene nada de novedoso,
aunque pretenda venderse así. Más allá de diferencias superficiales en formas,
palabras y gestos, es idéntico al que representó el PSOE durante la llamada
“transición” y que presento y logró llevarle al poder en 1982. Pablo
Iglesias nos ofrece, con distinto envoltorio y denominación, el mismo producto
de marketing político prefabricado en los laboratorios intelectuales del
Sistema que hace treinta y dos años ya le vendió a las clases populares Felipe
González. En lo fundamental, Pablo Iglesias y “Podemos” transmiten el mismo
discurso de regeneración y honradez de aquel PSOE (“cien años de honradez” era
su lema). El mismo proyecto de gobierno de “mayoría social” y la misma
propuesta de “cambio” (“Por el cambio” fue el lema de campaña del PSOE en 1982)
Al igual que el actual “Podemos”, aquel PSOE también era una organización
de jóvenes totalmente desconocidos e ilusionadores que abarrotaban estadios y
estaban constantemente presentes en los medios, y que pretendía representar la
esperanza de lo diferente y lo nuevo frente a lo viejo, al que se le adjudicaba
la responsabilidad del pasado y el presente. Si ahora lo viejo es el PP o el
PSOE, entonces eran los abiertamente franquistas y los comunistas. Si ahora se
nos vende a la derecha como origen de nuestros males y se nos propone el:
¡todos contra el PP!, entonces también el problema era la derecha y se
propugnaba el: ¡todos contra la UCD!
Aquel PSOE también era un partido de aluvión en militancia, que paso en
meses de decenas a miles. Y lo fue también gracias a la amplia campaña
propagandística que le ofrecieron los medios de comunicación “progresistas” de
entonces. Un partido que, en realidad, no tenía más relación con el PSOE
histórico que sus siglas. Aunque se hizo ver el Congreso de Suresnes como una
renovación, en realidad se trato de una especie de “golpe de Estado” interno,
impulsado por una Internacional Socialista al servicio de los intereses
estadounidenses, que acabó con el propio PSOE, modificando hasta hacerla
irreconocible su ideología pretextando “renovación” (“hay que ser socialistas
antes que marxistas” llegaría a proclamar González), y apartando del poder
organizativo a sus dirigentes tradicionales, poniendo en su lugar a jóvenes
arribistas y ambiciosos, dispuestos a ser unos files lacayos del imperialismo y
los futuros constructores de un continuismo neofranquista al servicio del Capital,
del que ellos serían sus gobernantes.
Aquellos jóvenes también eran informales y rompedores, entonces
simbolizado por la famosa chaqueta de pana de González como ahora por la no
menos emblemática coleta de Iglesias, y utilizaban un lenguaje que huía de
antiguos conceptos, supuestamente para así hacerse más cercanos y comprensibles
a amplias capas sociales. Por ejemplo entonces Alfonso Guerra no hablaba de la
clase obrera sino de “los descamisados”, como ahora Pablo Iglesias lo hace de
“los de abajo”. También entonces se despotricaba contra los ricos, en ese
sentido los mítines de Alfonso Guerra eran antológicos, para después proponer
recetas que no rebasaban los límites de tolerancia marcados por la plutocracia.
En “Podemos” resulta ejemplificadora la diferencia entre el discurso “radical”
contra la deuda y la disponibilidad programática a pagarla.
Aquella otra “nueva izquierda”, así era calificada por los medios, no
solo logró instituirse como fuerza hegemónica de la izquierda en las primeras
elecciones a las que se presentó, las de 1977, sino que cinco años después se
hicieron con el poder. Y todos sabemos lo que ocurrió tras su triunfo. El
“cambio” que promovieron tanto a nivel local como “autonómico” o estatal es el
origen de la Andalucía dependiente actual.
Gracias a ellos, junto a la contribución del PCE y después de IU, el
régimen neofranquista y neocolonialista ha conseguido asentarse y perdurar a lo
largo de más de tres décadas en nuestra tierra. Gracias a ellos, con la
inestimable colaboración de los sindicatos “mayoritarios”, el pueblo trabajador
andaluz sufrió los más graves atentados a sus derechos y estabilidad laboral
conocidos hasta entonces. Infinitamente superiores a los que antes ya les había
producido la derecha, entonces la UCD. Baste recordar al respecto las
sangrantes “reconversiones industriales” o el invento de los “contratos
basura”, justificados con aquello de “Mejor un mal trabajo que no tener
trabajo” que decía González.
Hoy los hijos nacidos en aquel “felipismo” incurren en los mismos errores
en el que ya cayeron sus padres, y las nuevas generaciones compran la misma
estampita trucada que las anteriores, en este timo institucionalizado del
tocomocho de la “España constitucional”. Y lo hace porque la supuesta
“generación más preparada de nuestra historia” adolece de las mismas carencias
que las que le precedieron. Más allá de sus conocimientos técnicos, están
inmersos en el mismo mar de alienación social, identitaria y de clase que sus
ancestros. Y no es de extrañar, puesto que tanto esta generación, como
anteriormente la “felipista”, y aún antes la “madura” de la “transición”, no
son más que sendas víctimas y consecuencias del franquismo sociológico. Del
mismo condicionamiento social inoculado a las clases populares durante la Dictadura
y que ha sido mantenido, e incluso aumentado y perfeccionado, por el régimen
neofranquista actual.
Creer o decir que vivimos en un “Estado de derecho” y en una democracia,
más o menos imperfeta o necesitadas de mejoras, pero democracia. Que el Estado
en una mera estructura administrativa neutra y neutral que gestiona y vela por
lo común, por la “res pública”, a través de los representantes electos, y que,
por lo tanto, basta con que se elija a aquellos que pretendan actuar en
beneficio de “la mayoría social” mediante sus decisiones y legislaciones para
que la realidad política o económica cambie, o tan siquiera puedan crearse
posibilidades o generarse condiciones para intentarlo, sólo puede defenderse
desde la más profunda de las ignorancias, el más descarado de los reformismos
socialdemócratas o el más inmenso de los oportunismos. Solo un ignorante, en el
sentido etimológico del término (aquel que desconoce, que ignora), un
reformista, en su significado político (aquel que no pretende transformar la
realidad, sólo suavizarla), o un oportunista, en su sentido más peyorativo
(aquel que carece de ideología, principios y escrúpulos, y sólo aspira a medrar
y obtener poder), podrían aseverarlo.
Éste discurso de la posibilidad del cambio político y económico dentro
del propio Sistema, que ahora se nos vende como novedoso por parte de “Podemos” y su marca blanca “Ganemos”,
ha sido también el mantenido en nuestra tierra tradicionalmente no sólo por el
PSOE, igualmente lo ha sostenido Izquierda Unida, sus partidos federados
(PCA, CUT, etc.) y sus derivados más recientes como Izquierda Abierta o el
Frente Cívico de Julio Anguita. Este discurso, además, no es más que el que
siempre ha propagado la socialdemocracia desde finales del siglo XIX.
En cuanto a la afirmación de la existencia de democracia, constituye el
basamento justificativo y amparador del régimen y aquellos que forman parte de
él. El continuismo neofranquista se asienta sobre la “verdad” incuestionable e
incuestionada del supuesto final de franquismo con la muerte del Dictador y el
establecimiento de una democracia durante la “transición”. De ahí el que se
pueda degradar o poner en peligro, porque la hay. Y por eso es susceptible de
hacerla más participa, de ampliarla, regenerarla o practicarla de forma más
honrada, porque existe.
Tanto en el caso de “Podemos”, “Ganemos” o IU, que la mayoría de sus
bases lo crean así y lo mantengan por convicción es creíble, siendo por ello
inscribibles en el sector de aquellos que lo hacen por mera ignorancia. Por desconocer.
Pero el que lo sostengan sus dirigentes, nacidos políticamente todos en el
marxismo-leninismo y amamantados la mayoría intelectualmente con estudios
universitarios, hace descartar por completo la posibilidad de la ignorancia y
sólo permite el etiquetarlos dentro de una de las otras dos opciones: la del
reformismo o la del oportunismo. O éstos dirigentes se han pasado
conscientemente a la socialdemocracia, o se han degradado al extremo de que sus
fines se limitan a prosperar en lo personal y como grupo. En cualquiera de los
dos casos, sus radicalismos se reducen a mera impostación superficial.
A poco que se haya profundizado en el marxismo-leninismo, o tan siquiera
se posea una visión amplia y objetiva de la realidad, imprescindible para
ejercer cualquier liderazgo, se sabrá que los estados burgueses no son simples
organismos administradores de los bienes e intereses sociales. Desde una óptica
marxista-leninista o el simple ejercicio de la racionalidad científica, son
estructuras ideadas y usadas por el Capital para facilitarse el control
popular, el monopolio económico y la explotación social. Son instrumentos de
los que vale la burguesía para ejercer su poder sobre las clases populares y
especialmente sobre la obrera. Que los Estados nunca podrán representar o
satisfacer los intereses de las clases populares, porque su razón de ser es el
imposibilitarlo mediante la imposición, la coerción y el ejercicio del
monopolio de la fuerza.
También se sabrá que, dado el carácter intrínsecamente opresor y represor
de los estados burgueses, sus democracias, las “democracias parlamentarias”, no
son ni pueden ser otra cosa que dictaduras burguesas al servicio del Capital.
No son ni podrán llegar a ser expresión de los anhelos populares, ni vías
institucionalizadas para su consecución, puesto que se encuentran al exclusivo
servicio de su enemigo de clase. No hay ni habrá democracias burguesas
favorables al pueblo porque fueron diseñadas contra el pueblo. Para impedir su
acceso efectivo al poder.
En cuanto a sus gobernantes, igualmente se sabrá que, dado que los
estados burgueses son meras herramientas instrumentales al servicio del Capital
y, por tanto, todas sus instituciones simples gestoras y protectoras de sus
intereses, sus gobernantes no deciden o determinan realmente nada, sólo
dirigen según se les ordena o impone. Son capataces al servicio del amo, del
dueño del Estado y sus instituciones, del único que realmente les dicta: el
dictador Capital.
Por último también se sabrá que no hay capitalismos buenos. Que toda
economía capitalista es esencialmente negativa, contraía a los intereses y
necesidades de las clases populares, pues se funda y se sostiene en la
desigualdad, ya que el capitalismo no es más que la apropiación por unos pocos
de lo que es común en beneficio propio. Que la mayoría viva en la miseria o la
subsistencia para que algunos vivan en el lujo no es mal capitalismo, no es
“neoliberalismo” o “capitalismo salvaje”, es simplemente capitalismo, el único
existente, despojado de máscaras.
Y como consecuencia de ser plenamente conscientes de que el Estado
burgués no es más que una maquinaria creada para controlar y encadenar al
pueblo, de que sus democracias no son otra cosa que dictaduras del Capital y de
que el capitalismo es una economía intrínsecamente ladrona y explotadora, no
podrá creer ni defenderá el “Estado del bienestar”, pues considerará al Estado
como la causa de la falta de bienestar popular. No podrá creer ni defenderá el
“Estado social de derecho”, puesto que considerará que el Estado burgués es
esencialmente antisocial, anti-popular, y su “derecho” no es más que la
institucionalización del robo del Capital. No podrá creer ni defender ninguna
“democracia participativa” o “real” dentro de la democracia burguesa, puesto
que considerará que las “democracias parlamentarias” existen para impedir la
participación popular y que el pueblo ejerza cualquier poder real en ellas, de
ahí que tradicionalmente se las denominase como “democracias formales”, pues
sólo lo son en apariencia, en sus formas y formalismos. Y no podrá creer ni
defenderá la posibilidad de una economía más justa, o de un mayor y más
equitativo reparto de la riqueza, dentro de la economía capitalista, puesto que
considerará que el capitalismo no es ni puede llegar a ser justo, ni equitativo,
ni repartidor de riqueza, dado que es imprescindiblemente injusto, carente de
equidad y opuesto al concepto de reparto. Sabrá por ello que no existe la
“economía social de mercado”. Que “el mercado” es el capitalismo y éste es
ajeno a toda idea de colectividad o de bien común. Que una sociedad que
pretenda asentarse sobre principios de equidad, apoyo mutuo y solidaridad,
deberá para lograrlo haber acabado previamente con el capitalismo.
Si estas realidades tan básicas y estos principios tan incuestionables
como atemporales, que siempre han compartido la totalidad de las teorías de la
izquierda revolucionaria (leninistas, consejistas, libertarias, etc.), no se
conocen o no se comparten por quién se catalogue como anti-sistema, éste carece
de la más mínima capacitación ideológica. Sería un ignorante político. Por
contra, si sí se conocen y se comparten, y aun así se proclama y afirma
la posibilidad de la existencia de capacidad de decisión real o de
participación determinante en el poder por parte del pueblo dentro de un Estado
y una democracia burguesa, así como de lograr éste cuotas apreciables de
bienestar, prosperidad, justicia o reparto de la riqueza dentro de la economía
capitalista, o se es un socialdemócrata, alguien que ha renunciado a la
revolución y la ha sustituido por la mera aspiración a la obtención de migajas
sociales temporales a cambio de la rendición popular y el colaboracionismo con
el Sistema, o se es un oportunista sin principios ni escrúpulos, capaz de
engañar, manipular y utilizar al pueblo en su beneficio y el de su grupo.
¿Quiere esto decir que no se debe o es posible luchar por pequeñas
mejoras; por lo concreto, lo inmediato y lo acuciante, o que no se tiene que
participar bajo ninguna circunstancia y de ninguna manera en los procesos
electorales y en las instituciones del Sistema? Claro que no.
El mal del socialdemócrata no es el que luche por reformas sino el que limita la lucha a ellas. El que no las trasciende y no las utiliza como palanca de subversión. El mal del electoralista no es presentarse a unas lecciones sino el entenderlas como el fin de la acción política en lugar de como un posible medio, coyunturalmente útil o inútil según sean las circunstancias, y como un medio más para revolucionar. Y el mal del institucionalista no es el acceder a las instituciones, sino el encauzar la actividad política, la suya, la de trabajadores y la de las clases populares, a través de las instituciones en lugar de contra las instituciones, y el no utilizar las capacidades de las mismas contra el propio Sistema y en apoyo y la protección de las luchas del pueblo.
El mal del socialdemócrata no es el que luche por reformas sino el que limita la lucha a ellas. El que no las trasciende y no las utiliza como palanca de subversión. El mal del electoralista no es presentarse a unas lecciones sino el entenderlas como el fin de la acción política en lugar de como un posible medio, coyunturalmente útil o inútil según sean las circunstancias, y como un medio más para revolucionar. Y el mal del institucionalista no es el acceder a las instituciones, sino el encauzar la actividad política, la suya, la de trabajadores y la de las clases populares, a través de las instituciones en lugar de contra las instituciones, y el no utilizar las capacidades de las mismas contra el propio Sistema y en apoyo y la protección de las luchas del pueblo.
Ejemplos, a un tiempo, de repuesta revolucionaria y actuación reformista
ante una necesidad concreta, inmediata y acuciante, la podemos hallar en el
movimiento de ocupación y el anti-desahucios, en sus acciones y alternativas al
problema de la vivienda. El que se idee, impulse o participe en algo tan
inmediato, concreto y acuciante como el impedir que le quiten a las clases
populares sus casas, y el que se propugne la alternativa de la ocupación a la
carencias de viviendas, es en sí una acción de un nítido carácter
revolucionario, en tanto que además de abordar y solventar una problemática
específica, incita al pueblo a ser el protagonista de su destino, actuando por
sí mismo en lugar de esperar a que se lo solucionase papa Estado o un benéfico
gobernante, así como provoca su enfrentamiento directo contra el propio
Sistema, su Ley y su sacro santa
propiedad privada. Se desarrolla una actividad que ofrece una alternativa a
una situación particular, pero al mismo tiempo se la trasciende, convirtiéndola
en un medio de agudizar las contradicciones, potenciar el activismo popular y
obligar al Sistema a mostrarse al pueblo con su rostro represivo y opresor más
descarnado, contribuyendo así a aumentar el grado de concienciación de
las clases populares y atrayéndolas al campo revolucionario. Es una lucha por
lo concreto que a su vez es palanca y herramienta de subversión. Imaginaros lo
que hubiese supuesto el mantener, proteger y aumentar exponencialmente el
enfrentamiento y la ocupación, así como extender esta última a la toma de
fábricas, tierras, distribuidoras, etc. Y no como algo excepcional, coyuntural
o propagandístico, sino como política de acción directa de masas, de carácter
genérico y permanente, destinada a potenciar la autogestión y el poder popular.
En cambio, cuando se propugna o se acepta la “dación en pago”, los
“alquileres sociales” y los “parques de vivienda pública en alquiler” como
salidas a la ocupación y los desahucios, se está limitando el carácter y la
trascendencia de la reforma a sí misma, además de encauzando institucionalmente
la problemática y extrayendo de ésta toda su potencialidad subversiva. Si impedir
a la “justicia” y a las “fuerzas del orden” el que ejecuten desahucios es
subvertir “el orden establecido” y colocar al pueblo frente al Sistema, el
condicionar dicha oposición a que sólo te quiten la casa, a que no lo hagan
durante un tiempo, a que te dejen en ella cambio de un alquiler módico o de
otra que te cedan temporalmente igualmente pagando, es subordinar la
reivindicación dentro de “los cauces establecidos”, circunscribirla a lo
asumible por el Sistema, y conciliar al pueblo con éste. Si el mantener y
generalizar la ocupación es anteponer la propiedad colectiva a la propiedad
privada y por tanto es acción anticapitalista y priorizar “la finalidad social
de la vivienda”, el limitar la ocupación o abandonarla a cambio de daciones en
pago y alquileres sociales es anteponer la propiedad privada a la propiedad
colectiva, y por tanto la convierte en una acción pro-capitalista encubierta al
priorizar una finalidad financiera, especulativa y particularista de la
vivienda. Es simplemente reformismo contra-revolucionario.
En cuanto a los procesos electorales y las instituciones del Sistema,
dado que se es consciente de lo que son y representan el Estado burgués, su
“democracia” y la economía capitalista como instrumentos de opresión y
explotación de las clases populares, para el revolucionario, para aquel que
pretende transformar de forma radical una realidad social, política y económica
contraria al pueblo y a sus intereses, para aquel que quiere acabar
definitivamente con esos tres grandes enemigos del pueblo y la clase obrera: el
Estado Burgués, su “democracia”, y la economía capitalista, las elecciones y
las instituciones no pueden ser tomadas como fines ni medios de la acción
política, sino sólo como posibles herramientas, no del cambio social, sino de subversión
y apoyatura a la lucha de masas en la calle, contribuyendo a sus victorias
contra el Estado, su “democracia” y la economía capitalista, actuando en las
mismas como saboteadores y sus “quinto-columnistas”. Por tanto, la
participación en procesos electorales e instituciones dependerán, en cada
coyuntura, de la existencia o carencia de unas condiciones objetivas y
factibles para hacer posible el utilizar las estructuras del Sistema contra sí
mismo.
El revolucionario no pretende la estabilidad y el desarrollo de la
democracia burguesa sino su inestabilidad y destrucción. Actúa para lograr
socavar los pilares sostenedores del Sistema, el Estado y sus instituciones. Su
meta no es mejorarlo sino derribarlo. Hacia ese objetivo último encamina y
condiciona todas sus propuestas y acciones. Por lo tanto no aspirará a
“contribuir a la gobernabilidad” del Estado burgués y de su “democracia”
sino a su ingobernabilidad. No aspirará a “gobiernos de progreso” sino a acabar
con los gobiernos para que el pueblo y sus intereses progresen. No aspirará a
“ganar”, a gobernar el Estado, sino a que el pueblo se auto-gobierne anulando
el poder del Estado sobre él. No aspirará a la construcción de una más real o
más “participativa” democracia burguesa, no pretenderá “profundizar su
democracia”, sino a destruirla para hacer posible la única democracia real y
participativa, el autogobierno popular. No aspirará a una economía y a un
mercado más justos y equitativos en el capitalismo, sino a terminar con el
Capital para hacer posible una economía y un mercado realmente social, el
socialista.
En cuanto al caso específico del Estado Español impuesto, además de
encontrarnos ante un Estado burgués al que, por tanto, le es aplicable todo lo
expuesto hasta ahora, se le unen dos particularidades determinantes. Dos
características propias que lo singularizan. El tratarse de un Estado
conformado en régimen continuista neofranquista y el haberse originado en la
adaptación del antiguo Imperio Español en superestructura imperialista por el capitalismo.
Si a la represión propia de todo Estado y democracia burguesa, y a la
explotación derivada de cualquier economía capitalista, se le suman los pluses
ser una “dictablanda” continuadora de las instituciones de un régimen
autoritario, así como constituir una superestructura destinada a mantener la
ocupación y esquilmación de las naciones y pueblos bajo su control , el
sostener la posibilidad del cambio social dentro de dicho Estado o a través de
él; de su administración local, “autonómica” y central, resulta
totalmente ridículo y es absolutamente irracional.
Si afirmar la posibilidad de existencia de capacidad de decisión, de
participación o incluso de control del poder por parte del pueblo dentro de un
Estado y una “democracia” burguesa, de un “proceso de empoderamiento” que
dirían los “actualizados”, así como de lograr cuotas apreciables de bienestar,
prosperidad, justicia o reparto de la riqueza dentro de la economía
capitalista, si no es fruto de la ignorancia lo es del más necio y ciego de los
reformismos o el más condenable de los oportunismo, el sostener la existencia
de estas posibilidades dentro de un Estado que además es imperialista y
colonialista, y de unas instituciones que son herederas de un régimen
totalitario, si no es el producto del más desorientado e incapacitante de los
desconocimientos lo es el de la más imperdonable y despreciable de las
traiciones.
El Sistema se sirve de dos elementos principales para mantener entre las
clases populares la ilusión de la participación en el poder y la determinación
de decisiones dentro de los estados burgueses y sus “democracias
parlamentarias”: Por un lado el de los procesos electorales y los referéndums,
y por otro el de los gobiernos y los parlamentos. A través del voto hace creer
al pueblo que son ellos los que deciden sus destinos y los de su país, y
mediante los regidores locales, “autonómicos” y estatales le convence de la
existencia de una soberanía nacional y popular. De que la nación y sus
ciudadanos son libres y los dueños de sí mismos. Es en ambas ilusiones, en
ambos opios del pueblo, en los que se asientan la posibilidad y la capacidad
del capitalismo de mantener su dominio social y la esclavitud económica. En
realidad, ni el voto determina ni el gobernante decide. Al igual que a nivel económico
el capitalismo monopoliza los medios de producción, elaboración y distribución,
a nivel político monopoliza el poder ejerciendo una férrea dictadura. Nada
dentro de sus estados escapa a su más absoluto control. El que no sea visible
no indica que no suceda, sólo el grado de perfeccionamiento alcanzado.
Otro de los mecanismos de que se vale el Capital para mantener viva la
ilusión de la existencia de democracia es el “pluralismo político”. La supuesta
existencia de diversidad de opciones y proyectos políticos y sociales dentro
del Sistema resulta esencial para hacer realmente creíble la “democracia
parlamentaria”. Lógicamente, tal pluralismo no es más que otra apariencia.
Dentro del Sistema sólo se permiten opciones y proyectos que supongan variantes
dentro de una misma y unívoca visión de la realidad, la de la ilusión
democrática y reformista. Las que no entran dentro de ellas son marginadas o
destruidas, dependiendo del riesgo que conlleven para el “orden establecido”, o
sea para el mantenimiento del poder por parte del Capital. Y si son toleradas
las anti-sistema es solo por no suponer peligro alguno para él en el presente,
además de que con esa permisividad controlada se refuerza la ilusión
democrática y plural.
El reformista participa del engaño electoral y de gobierno como
protagonista fundamental. El reformismo desempeña el papel del representante
popular capaz de vehicular esa posibilidad ficticia de acceso al poder
“indirecto”, a través de ellos, por parte del pueblo, y de la capacidad por parte
de estos de determinar su presente y su futuro a través de gobiernos e
instituciones “democráticas”. La realidad es, evidentemente, el que las
decisiones las toma el Capital y se las impone a la población mediante esos
gobernantes e instituciones. Y esos reformistas lo saben. Saben que si “ganan”
serán solo capataces, los manijeros del amo del cortijo, pero en el mejor de
los casos, se conforman con ello creyendo que a cambio de su claudicación
lograrán del dueño algunas mejoras en las condiciones de vida de las clases
populares, siempre y cuando, claro está, estas no alteren su poder y su
control. Esa es la mentalidad socialdemócrata. El reformista es un embaucador
del pueblo. El que engaña y arrastra a la derrota a las masas. El que lo haga
de forma consciente o inconsciente no modifica este hecho. El reformista es el
contenedor, desmovilizador y encauzador de los movimientos de masas en favor
del Sistema.
El embaucamiento popular del reformismo tiene como objetivo el del
mantenimiento del statu quo a través de invisibilizarle a sus enemigos de clase
y los porqués de sus problemáticas. Un ejemplo actual es la campaña del
reformismo señalando a los gobiernos del Partido Popular como los causantes y
los culpables de la situación económica y social. El problema de las clases
populares andaluzas no es el PP, que se limita a ejecutar las órdenes
recibidas, al igual que lo hizo antes el PSOE y lo hará después el que lo
sustituya, el que “gane”, ese es el trabajo de los capataces. El problema del
pueblo trabajador andaluz es el capitalismo, el que le ordena a sus capataces
políticos, y el Estado que le sirve. Decir otra cosa es mentirle al pueblo y
propiciar su derrota desviando su atención y su rumbo de la meta libertadora. Y
eso es precisamente lo que se pretende lograr poniéndole delante de sus ojos la
venda del PP o la del PSOE. Los capataces también cumplen ese papel, el cargar
con las responsabilidades del dueño y la animadversión de los trabajadores para
desactivar sus luchas, salvaguardar al amo y protegerle su propiedad.
Desde la coherencia revolucionaria y la responsabilidad para con nuestro
pueblo, ni se puede caer en la trampa socialdemócrata ni se puede permitir que
el pueblo trabajador andaluz sea de nuevo arrastrado por el engaño del
electoralismo reformista más burdo. Lo defienda quien lo defienda y sean cuales
fuesen sus intenciones, el resultado será el mantenimiento de la Andalucía
dependiente y el de unas clases populares expoliadas. Plantemos cara a los
nuevos socialdemócratas y démosles la réplica: Todos contra el PP no, todos
contra el Estado opresor, la economía de la explotación y sus servidores
políticos. Todos contra España y el Capital.
Vídeo de Felipe González y el programa del PSOE 1977
Así era un
mitin del ex líder del PSOE en la campaña electoral de 1977
Felipe
González, 1977. Mitin
en Castellón, durante la primera campaña electoral tras el franquismo.
"En
las casas del pueblo, que nos quitaron, y que recuperaremos, se enseñaba a los
hombres a hablar, a discutir en público, a respetarse mutuamente. Se los
arrancaba de la desesperación y del alcoholismo al que los sometía la
oligarquía más insolidaria de Europa, la misma que tenemos ahora. Y llegaban a
las casas del pueblo a educarse, a formarse como hombres libres. Así hemos
entendido nosotros la cultura y la enseñanza. Y por eso liquidaron las casas
del pueblo. Justamente por eso. Porque era peligroso que empezaran a ser
cultos. Que pudieran subirse a una tribuna y decir lo que llevaban dentro"
"(...)
El Partido Socialista pedirá algo más del voto. Pedirá la participacíón
consciente de todos los ciudadanos en la construcción de una España distinta y
mejor. De una España con una constitución democrática. Con una constitución que
garantice la libertad individual y la libertad de los pueblos. Y pedirá la
participación de los ciudadanos en la tarea de cambiar la vida, de acabar con
la injusticia, de una reforma fiscal profunda que saque el dinero de donde lo
hay. Que ya estamos cansados de aquellos que dicen que hay que apretarse el
cinturón y exhiben sus tirantes, aunque sean con la bandera nacional"
"(...)
Si ustedes están dispuestos a votar por la libertad, por una libertad
garantizada. Si están dispuestos a cambiar las bases de este país, removiendo
las bases de la injusticia. Si están dispuestos a que caminemos hacia el mundo
entero en pie de igualdad y con dignidad, nosotros seguiremos diciendo en cada
tribuna que vamos a ganar. Porque el socialismo es eso: exactamente la
libertad, exactamente la justicia, exactamente la solidaridad con todos los
pueblos".
Documento:
el programa del PSOE en 1977
Algunas de
las propuestas y párrafos más destacados del programa electoral del PSOE en las
primeras elecciones generales tras el franquismo:
1. Reducción
de la edad de la jubilación a los sesenta años.
2. Reducción
de la jornada laboral a las cuarenta horas semanales.
3. Financiar
la Seguridad Social con los presupuestos generales del Estado.
4. Estímulos
directos a la creación de puestos de trabajo por medio de deducciones fiscales
a las empresas que aumenten su plantilla.
5. Las
pensiones, seguros de paro y ayudas familiares asegurarán un ingreso mínimo no
inferior al salario mínimo.
6.
Expropiación con indemnización de latifundios agrícolas con baja rentabilidad y
transformación de minifundios por la acción de cooperativista.
7. Revisión
del "stock" de viviendas para evitar la existencia de un número
injustificado de viviendas desocupadas.
8. Enseñanza
pública y laíca.
9.
"Todo miembro de la sociedad española, cualquiera que sea su condición,
tendrá derecho a recibir asistencia médica y a percibir unos ingresos mínimos
cuando no pueda trabajar por razón de edad, salud o falta de trabajo".
10.
"España está constituido por una serie de nacionalidades y regiones
diferenciadas. Solo un centralismo inoperante y corruptor ha impuesto una
uniformidad institucional forzada. El PSOE defiende la unidad del Estado,
unidad que no puede basarse en la fuerza".
11.
"Durante muchos años, la sociedad española, el pueblo español, ha
soportado un "capitalismo de rapiña", preocupado únicamente de
obtener grandes beneficios a corto plazo y sin esfuerzo, mediante la
especulación en todos los órdenes de la actividad económica. La clase política
del régimen anterior ha servido a este capitalismo de rapiña sin tener en
cuenta el interés general de la población. Ellos nos han conducido a la
situación actual."
12.
"Muchos partidos políticos ofrecen programas de reformas económicas y
sociales. Pero lo decisivo es saber quiénes van a ser consecuentes con esas
promesas, quiénes van a cumplir sus programas".
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Pablo
Iglesias: "No soy religioso, pero me sorprende estar tan de acuerdo con el
papa"
Algunas perlas de la entrevista,
Algunas perlas de la entrevista,
Igual que ha
acabado entendiendo que los militares juegan un papel que puede ser positivo,
¿algún día llegará a entender que puede haber una forma positiva de hacer
banca, o que los banqueros también puedan ser parte necesaria de la sociedad?
Por
supuesto. El sistema financiero es algo absolutamente imprescindible. El
problema es que los últimos 30 años hemos vivido una suerte de orgía. Y eso no
lo digo yo. Después del crack del Lehman Brothers, fue incluso Nicolas Sarkozy
el que dijo "Hay que refundar el capitalismo, porque hemos dado demasiado
poder a las finanzas". Lo que ha ocurrido en estos últimos años es una
suerte de contrarrevolución según la cual se han empoderado todavía más los
sectores financieros, hasta el punto de que, bueno, el señor Mario Draghi era
el delegado de Goldman Sachs para Europa, el mismo que asesoró a Lucas
Papademos en Grecia para que falseara la contabilidad del Banco Central. Lo
mismo que el señor De Guindos aquí. Eso no puede ser. Un país serio tiene que
tener un sistema financiero, pero no puede ser que las instituciones
democráticas se pongan al servicio de los banqueros. Eso no es aceptable. O que
los banqueros decidan quién es el presidente o tengan que dar la bendición a
los ministros de economía. Eso no es serio
Ver más en: http://www.20minutos.es/noticia/2285795/0/pablo-iglesias-entrevista-podemos/perfil-preferencias-gustos/aficiones-virtudes-defectos/#xtor=AD-15&xts=467263#xtor=AD-15&xts=467263#xtor=AD-15&xts=467263
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Podemos,
por una democracia económica
Podemos
representa ya la esperanza de una ciudadanía decepcionada y defraudada que
aspira, después de decenios de privaciones y de engaños, a disfrutar de
"una digna calidad de vida" en el marco de una olvidada
"sociedad democrática avanzada"
Carlos Jiménez Villarejo -
Exeurodiputado de Podemos
03/11/2014 - 21:00h
Partimos de
una constatación cotidiana. El abuso del poder económico y la subordinación al
mismo de los poderes políticos es manifiestamente contrario a la Constitución.
Es la realidad española. La definición
constitucional del Estado como "social" obliga a entender que el
reconocimiento de la "economía de mercado" y la "libertad
de empresa" está complementado con previsiones en orden a garantizar
no sólo las obligaciones propias de un Estado prestacional, sino la posibilidad
"de transitar a formar superiores de solidaridad y convivencia" para
realizar el valor constitucional de la "justicia". Valor
pendiente de su plena realización, precisamente por el dominio casi absoluto de
la lógica del beneficio, sacrificándose sin escrúpulos derechos y valores
democráticos.
Ello obliga,
frente a dichos abusos, a garantizar un marco de garantías tendentes a
prevenirlos e impedirlos. Es lo que se ha llamado estrategia en orden a reducir
la vulnerabilidad de las instituciones públicas o privadas favoreciendo la
detección y la neutralización de dichos abusos. Estrategias que todos los
analistas centran, entre otras exigencias, en el efectivo funcionamiento de los
mecanismos públicos de control interno y en una reglamentación rigurosa de la
actividad económica que evite el dominio monopolístico del mercado y asegure la
protección de los derechos sociales de los ciudadanos.
En efecto,
la Constitución de 1978 establece un determinado modelo de "orden
socioeconómico", el comprendido bajo el concepto, con origen en la
Constitución de Weimar, de Constitución económica y que ya asumió el Tribunal
Constitucional (TC 1/82), al decir: "En la Constitución española de 1978,
a diferencia de lo que solía ocurrir con las Constituciones liberales del siglo
XIX, y de forma semejante a lo que sucede en las más recientes Constituciones
europeas, existen varias normas destinadas a proporcionar el marco jurídico
fundamental para la estructura y funcionamiento de la actividad económica; el
conjunto de todas ellas compone lo que suele denominarse la Constitución
económica formal. Este marco implica la existencia de unos principios básicos
del orden económico que han de aplicarse con carácter unitario, unicidad ésta
reiteradamente exigida por la Constitución, cuyo Preámbulo garantiza la
existencia de 'un orden económico y social justo". Criterio que define la
línea de un "orden socioeconómico", característico del Estado social
de Derecho, en el que, por tanto, el reconocimiento de "la libertad de
empresa en el marco de la economía de mercado" (art. 38 CE.) está
sujeto a un amplio conjunto de prescripciones constitucionales, como la función
social de la propiedad privada (art. 33.2) que, como acertadamente
mantuvo Diez Picazo, no sólo "preserva a la propiedad en un sistema
económico que continúa siendo capitalista" sino que "origina deberes
para el propietario en función de intereses distintos y del interés público
general" ( STC 37/87), un sistema tributario justo (Art. 31), la
subordinación de toda la riqueza del país al interés general (art. 128.1), la
planificación de la actividad económica para atender a las necesidades
colectivas, equilibrarlas y armonizar el desarrollo regional y sectorial y
estimular el conjunto de la renta y de la riqueza y su más justa distribución
(art. 131.1) y, finalmente, por imperativo del artículo 9.2, el compromiso de
los poderes públicos de promover la efectiva y real igualdad y libertades de
los ciudadanos mediante la remoción de los obstáculos que se opongan a ello.
Con ello la Constitución define un sistema social y económico, esencialmente
dinámico,en el que los Poderes Públicos deben promover, garantizar y asegurar
los derechos económicos, sociales y culturales.
Desde este
marco fundamental, podría sostenerse que el sistema está configurado por la
libertad económica, cuyo núcleo es la empresa y el mercado (art. 38),
completado por una ordenación de la actividad económica por los poderes
públicos con el fin de "promover el progreso... de la economía para
asegurar a todos una digna calidad de vida" (Preámbulo de la Constitución)
que se concreta en los artículos 40, 45, 50, 54, 130, 131, etc., preceptos que
no persiguen otra cosa sino equilibrar el desarrollo económico de acuerdo con
las necesidades de los ciudadanos.
Las positivas
expectativas de Podemos en todos los encuestas está originando en los partidos
tradicionales, particularmente el PP y el PSOE, una desorientación preocupante.
Pero es más grave aún que los llamados analistas políticos estén dominados por
una ola de indignación contra la irrupción de Podemos en el panorama político.
Lo que, en ocasiones, les lleva a descalificaciones y hasta imprecaciones
infundadas e injustas. ¿Por qué no leen las resoluciones
aprobadasen la reciente Asamblea Ciudadana? ( Auditoria
y reestructuración de la deuda:una propuesta para Podemos, por ejemplo). Porque
de su lectura no se desprende ni populismo ni catastrofismo ni las infinitas
desgracias que se les atribuyen.
Son,
sencillamente, propuestas desde un partido que apenas ha cumplido ocho meses y
con una perspectiva aún remota de elecciones generales. Por tanto, es razonable
que, posiblemente, no precise con toda exactitud dichas propuestas. Pero es
infinitamente más grave que partidos que, de una forma u otra, llevan
participando en los poderes públicos desde 1977 hayan conducido a nuestro país,
con alianzas expresas o tácitas, a un modelo político corrupto y un modelo
económico fundado sobre el beneficio de la casta gobernante. Los resultados
están a la vista y los describen dichas resoluciones: cierre de empresas, paro,
especialmente juvenil, pobreza, sobre todo infantil, pérdida de prestaciones
sociales, régimen laboral anticonstitucional, drástica reducción de derechos a
la sanidad y la educación,etc. ¿Cómo se atreven a dudar y, sin más, rechazar
las propuestas de Podemos que pretenden, frente a lo que esos partidos han
hecho, "blindar incondicionalmente los derechos, libertades y conquistas
sociales democráticas"? Y, para caminar hacia una "una sociedad más
justa y más decente, una economía al servicio de todas las personas", plantea,
entre otras muchas medidas, auditar la deuda, particularmente la pública. ¿Para
qué?. "Para discernir qué deudas pueden considerarse ilegítimas",
para comprobar si la deuda "fue contraída en contra del interés general
porque los recursos financieros que se obtuvieron se dedicaron a salvaguardar
los privilegios de los grupos de poder, en lugar de destinarse a la
satisfacción y protección de los derechos básicos reconocidos en la
Constitución".
Podemos
representa ya la esperanza de una ciudadanía decepcionada y defraudada –que se
lo pregunten a los ciudadanos catalanes– que aspira, después de decenios de
privaciones y de engaños, a disfrutar de "una digna calidad de vida"
en el marco de una olvidada "sociedad democrática avanzada". Podemos
está en camino, con firmeza y prudencia, hacia ese futuro frente a la actual
indecencia y consecuente decadencia económica y política.
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