LAS CLASES MEDIAS EN SU RELACIÓN CON
EL PROLETARIADO1
José Luis Arenillas
El problema de la revolución proletaria está
planteado en los siguientes términos de crudeza: lucha entre burguesía y el proletariado
por la conquista de las clases medias.
En aquellos países donde la clase obrera
representa una minoría en relación a las clases medias, como es el caso de
España, el comunismo y la clase obrera no podrían disfrutar si no ganan para su
causa a dichas clases. Pero teniendo en cuenta que el proletariado ha de ser la
clase que dirija tal movimiento, y que el Partido de la clase obrera ha de
conservar, por encima de todo, su independencia –aun cuando utilice a las
clases medias como fuerzas auxiliares- en su lucha contra la oligarquía
dominante-. ¿Cómo ganar a la pequeña burguesía sin caer en una alianza con
ella?
De un modo genérico responderemos que se
logrará este resultado obrando, de una manera tenaz y consecuente, en nombre de
los intereses generales de la mayoría del pueblo laborioso.
Táctica que, en las actuales circunstancias,
supone propagar ardientemente la necesidad de un cambio de estructura, la
necesidad de una revolución progresiva que, como la proletaria (la única
progresiva), implique la transformación de la sociedad capitalista en sociedad
socialista. Porque en tanto que los medios de producción y cambio pertenezcan a
la clase capitalista, y la tierra a los grandes terratenientes, las masas
laboriosas no tendrán nunca el Poder, aun cuando gobiernen sus partidos, cuya
política social no podrá entrar en conflicto con las necesidades de la política
económica de los latifundistas y del capital.
Ahora bien: en la actualidad, la defensa de
las masas laboriosas contra los ataques que les dirige la oligarquía dominante
no puede realizarse sin entrar en conflicto con la política económica del
capital. Hecho que conviene tener muy en cuenta para fijar nuestra posición en
los momentos que vivimos, atendiendo al porvenir del movimiento obrero.
La estructura de la sociedad moderna no
permite saltar del capitalismo al socialismo, quemando las etapas intermedias.
Cuando la clase obrera haya conquistado el poder político, y lo ejerza en
nombre de los intereses de la mayoría de la población, procederá a la
socialización de las ramas económicas socializables, respetando la iniciativa
privada en aquellas ramas cuya socialización sería onerosa para la colectividad
y engendraría cuantiosos gastos, por el número de organismos que se crearían y
por el aparato burocrático destinado a su servicio. Cuesta más coordinar,
socializar, las pequeñas industrias, que dejarlas que se incorporen
suasoriamente a las grandes socializadas, impulsadas por la ocurrencia de estas
últimas y por una evidente mejora del nivel de vida. Ni la máquina de coser de
un sastre o modista, ni el carromato de un campesino, ni las herramientas de un
carpintero, son socializables, así como tampoco lo son muchos talleres
dirigidos por pequeños capitalistas; precisamente por su pequeñez y por estar
insuficientemente centralizados. De aquí se deduce la necesidad, una vez
triunfante la insurrección armada, de una economía caracterizada por la
coexistencia de un sector socializado y de un sector privado. Basta con que las
industrias, los transportes, los Bancos y las grandes empresas comerciales se
encuentren en manos de la colectividad, para que la clase obrera se ala clase
económicamente dominante, y por lo tanto, la que ejerza una influencia
decisiva, incluso sobre el sector privado de la economía.
La pequeña burguesía radical ya no se
pronuncia únicamente contra las castas feudales, sino también contra el capital
financiero y las grandes empresas, que la desplazan de la concurrencia,
lanzándola a la proletarización. Atribuye su malestar al capital monopolista y
“abusivo” (según la terminología fascista) a quien odia y aborrece, porque no
le deja vivir y se aprovecha de sus iniciativas y de los nuevos negocios que
emprende –a donde acude cuando rinden beneficio, para desplazarla nuevamente de
la concurrencia.
Para las clases medias, el capital
financiero es una entidad real pero desconocida, pues ignoran cómo impone sus
decisiones a los Gobiernos, que obran en función de esos intereses. Como sienten sus efectos, aspiran a conquistar
el Poder, con el fin de controlar instituciones y las actividades del capital
financiero, y de esta suerte, evitarlos. Unas veces imaginan esta conquista con
el propósito de retornar al capitalismo de la libre concurrencia (caso de la
pequeña burguesía democrática, Prieto, Azaña, radicales socialistas y
demócratas, etc.); y otras con el de conciliar los intereses de las dos clases
fundamentales de la sociedad contemporánea, por medio de organismos de
arbitraje y del Estado corporativo (caso de Besteiro2, clérigo-fascistas y fascistas).
De una u otra manera, en la conciencia de
las clases medias se ha creado la necesidad de que la sociedad cambie sus
rumbos.
Por ser una clase económicamente
dependiente, y carecer por esta causa de iniciativa propia, se siente débil y
acobardada entre el caos que la domina, y busca anhelante una orientación y una
fuerza que le ampare y le guíe, aun cuando sobre el papel reclame libertad de
movimiento.
La oligarquía dominante pretende utilizar en
su provecho la situación inestable y la desorientación de la clase medias,
agitándola contra el proletariado descompuesto y sin brío, por medio e drogas
imaginativas que hacen recaer el peso de todas sus desdichas en las mejoras
conseguidas por la clase obrera y en la importancia que ha cobrado el
proletariado y sus organizaciones en la
sociedad moderna. Para el capitalismo es cuestión de vida o muerte la conquista
de las clases medias. En esta lucha no puede contenerse con rechazar y
desvirtuar las soluciones llamas de izquierda; el capitalismo necesita imponer
sus soluciones, para lo cual aprehenderá el movimiento de las clases medias si
no hay una fuerza contraria que lo impida.
La clase media se deja organizar por las
fuerzas económicas que aborrece (como es el caso de Alemania e Italia), y se
resiste a dejarse dirigir por la clase obrera porque no aprecia en ella la
unidad de principios que debiera presidir sus actos ni ve en sus partidos la
seriedad y consecuencia política con que debieran conducirse en todo instante.
De aquí resulta que el problema de la
conquista de las clases medias para la causa de la revolución proletaria está
indisolublemente ligado a la división orgánica y a la falta de principios que
existe entre el proletariado, y durará tanto como tarden en fundirse las
distintas fracciones de la clase obrera bajo la bandera del marxismo
revolucionario. Si el proletariado ha de conquistar la confianza de la pequeña
burguesía, ha de tener confianza en sus propias fuerzas. Por lo tanto, este
problema está ligado a la política justa de frente único; en realidad, a la
existencia del partido revolucionario de la clase obrera.
En lugar del Bloque Popular, propagar la
necesidad apremiante de constituir el bloque proletario, y una vez logrado
esto, la pequeña burguesía encontrará en la clase obrera el guía seguro que
anda buscando.
La pequeña burguesía siente repugnancia por
revueltas y los desórdenes políticos y sociales en que se ve envuelta la
sociedad contemporánea. Ansía un régimen de orden y autoridad, donde los
conflictos sociales no tengan acogida. Pero el desorden y las revueltas son
reflejos políticos y sociales del caos económico que reina en la sociedad
moderna, como resultado de la anarquía del sistema capitalista. Luego
destruyendo este régimen, que se basa en la propiedad privada de los medios de
producción, es como desaparecerá el caos y todos los conflictos sociales que
provoca. El socialismo pondrá orden a las necesidades de la colectividad; y la
dictadura del proletariado gozará, en el seno de las clases medias, de la
influencia que haya conquistado la clase obrera con su trabajo conjunto, con su
acción espiritual y con su autoridad.
El capitalismo es el caos social y la
anarquía económica.
El socialismo es el orden, la economía
basada en un plan establecido según las necesidades de la colectividad. El
capitalismo es la falta de autoridad que descansa sobre el libre arbitrio
siempre que se disponga de capital. El socialismo es la exaltación de los
valores humanos del individuo, fecundados por el sentido colectivo, aplicados
al servicio de la sociedad, que es la suprema autoridad.
Por todo ello afirmamos que deben estudiarse
las cuestiones inherentes al movimiento de las clases medias y dar respuestas
claras que hagan ver la justeza de los puntos vista que defienden los
comunistas en nombre de la continuidad histórica de la sociedad y de la
civilización. Porque no será yendo hacia las clases medias como lograremos su
conquista, sino atrayéndolas hacia nosotros, reconociendo la existencia de sus
problemas, separando lo real de lo
imaginario, haciendo nuestras sus reivindicaciones inmediatas, que ya no podrán
lograrse en los cuadros del sistema capitalista, y que por eso mismo, adquieren
un carácter revolucionario, progresivo, frente a la reacción capitalista
feudal. En la ayuda que solicitamos de ellas, invocando la necesidad de
realizar el socialismo, han de ver la seguridad de una solución eficaz a sus
problemas, por medio de la revolución proletaria.
Pero este resultado no se alcanzará por la
simple enunciación de las ideas comunistas; ni por el mero hecho de llamar a la
lucha social a la pequeña burguesía en nombre de los principios revolucionario
del marxismo; ni tampoco por la demostración, harto evidente, del fracaso de
las instituciones y del sistema capitalista. No cabe la menor duda que esta
propaganda ideológica es necesaria. Pero como se logrará conquistar a esas
masas será organizándolas sobre la base de un programa de reivindicaciones
concretas que aporte solución a los problemas inmediatos de las clases medias.
Programa que comprenderá, a la vez, todos los problemas que afectan a la
mayoría de la población, o sea, a la colectividad, con exclusión de los
explotadores “abusivos”. Precisamente, de este hecho arranca la comunidad de
intereses de las clases populares.
Pero para que la colectividad posea el poder
de intervención necesario contra esas fuerzas ciegas que la dominan, y pueda
imponer su autoridad, ejerciendo ese control que las clases medias desean, debe
ser dueña de los instrumentos de producción y de cambio. Y a esto se llega
conquistando el Poder político, para proceder a la expropiación de los
terratenientes, a la socialización de la Banca, de los monopolios, de los
transportes, de las industrias vitales y de las grandes empresas comerciales,
única forma de prestar ayuda segura y eficaz a los campesinos, artesanos y
pequeños comerciantes.
En el terreno político es preciso aislar a
la pequeña burguesía de sus partidos representativos, que han traicionado sus intereses,
desde abril del 31 hasta la revolución de octubre. Es conveniente precipitar la
descomposición de esos partidos, desenmascarando a sus jefes, y poniendo en
evidencia sus verdaderas intenciones como agentes de un sistema económico que
tiende a desaparecer, y cuyas actividades perjudican al progreso y a la
civilización.
Hay que desenmascararles como instrumentos
que han servido (y que servirían si la ocasión se presenta) a la burguesía
cuando ha necesitado de la democracia. Porque ^^cuando todos los grupos
intermedios, vacilantes, inseguros, perplejos, es de decir la pequeña
burguesía, la democracia pequeño-burguesa, que no debe confundirse con la
burguesía, estén suficientemente desacreditados ante el pueblo, por el fracaso
práctico de su política, cuando tal ocurra, habrá llegado la hora de la
revolución^^ (Lenin).
Hay que proclamar bien alto que ^^el único
apoyo serio de la democracia y de la República son las masas, las masas
obreras, y tras de ellas, los campesinos medios y pobres, y no los intrigantes
parlamentarios, los arribistas y aventureros de los partidos burgueses y
pequeño-burgueses^^ (Lenin), que un día se declaran radicales demócratas, o
socialistas, o de izquierda republicana, ^^para vender mañana a las masas que
les eligieron sus representes, por un cargo de ministro, o un negocio
lucrativo, bajo la forma de una concesión cualquiera o de un puesto en el
sindicato de millonarios^^.
Si las clases medidas se dejan seducir por
estos políticos pequeño-burgués; si se dejan deslumbrar por estas
personalidades que poseen todas las costumbres del intelectual burgués, en
porque ^^ la pequeña burgués inferior, sus grandes masas, no ven en los
partidos obreros otra cosa que máquinas parlamentarias; no creen en la fuerza
de los partidos obreros; no creen que sean capaces de luchar, que estén prestos
a llevar esta vez la lucha hasta el final^^ (Trotski). Y además, añadimos
nosotros, porque tampoco ven sinceridad
en sus intenciones, ya que, en realidad, son partidos que sólo aspiran a
gobernar sea como sea, unas veces sirviendo de agentes de la burguesía y de los
intereses que condenan, y otras, supeditando los intereses generales del pueblo
laborioso a los intereses particulares del partido.
Para que movimiento revolucionario, una transformación
profunda, de la sociedad, pueda efectuarse, es preciso, de una parte, una
crítica radical del estado de cosas en que vivimos, y, de otra, una masa
popular que haga suyas estas críticas. No basta con que el pensamiento, la
teoría, clame por realizarse, sino que
es preciso que responda a las necesidades de las masas laboriosas y encuentre
en ellas el componente material, la fuerza motriz que realice efectivamente la
revolución. Y como la masa popular está compuesta en España de clases medias en
su mayoría y de una minoría numerosa de proletarios, es lógico que deduzcamos
la necesidad de conciliar en términos revolucionarios las reivindicaciones de ambas clases laboriosas.
A este respecto recordaremos el programa de
la ^^ República roja^^ de 1849, expuesto por Marx en La lucha de clases en Francia3,
que podrá servir de punto de referencia. ^^ Revuelta contra la dictadura de la
burguesía (del capital, dicen los que desde el campo fascista pretenden captar
a la pequeña burguesía): necesidad de una modificación de la sociedad;
sostenimiento de las instituciones democráticas; alianza en torno del proletariado,
la única potencia revolucionaria decisiva^^. Programa que, con ligeras
variantes, producidas por la evolución histórica de la sociedad, pudiera servir
para emprender la conquista de la pequeña burguesía radical.
Debemos convencernos de que la conquista de
las clases medias sólo será posible mediante un programa de acción comunista
concreto que dé satisfacción a sus inquietudes intelectuales y solución a sus
necesidades económicas. Y que si la clase obrera, a través de las grandes
luchas que se avecinan, ha de erigirse en clase dirigente, tendrá su capacidad
organizativa y su decisión revolucionaria. Esta será la única manera de que las
clases medias se incluyan en la lucha por una un programa revolucionario,
formulado por el partido de la clase obrera, y que resuelvan también sus
necesidades en los cuadros de la dictadura del proletariado.
Las organizaciones de la clase obrera han de
emprender resueltamente la batalla contra el capitalismo y su última forma de
dominación, apoyándose en los derechos democráticos que la burguesía abandona.
En la actualidad, todo movimiento
democrático es un puente tendido hacia el socialismo, y las libertades
políticas, por muy amplias que sean, están condenadas a perecer si no se acompañan
de la emancipación económica. Toda modificación de la situación política no
puede ser más que el primer paso, algo así como una estación de tránsito, desde
donde sin detenerse, la clase obrera y sus fuerzas auxiliares, caminan hacia
delante con el propósito de realizar la democracia proletaria por la dictadura
del proletariado, régimen de transinción entre el capitalismo y el socialismo,
entre la democracia burguesa y la democracia social, desde la clase productora,
instalada en el Poder, trabaja por organizar la verdadera democracia.
La defensa de los derechos democráticos no implica
acomodo con el régimen capitalista. Ante al contrario. La defensa de las
libertades democráticas contenidas en la Constitución de la República y en
algunos reforma aprobadas en las pasadas Constituyentes, tiende a romper la
democracia burguesa, haciéndola saltar
de sus propios goznes, anulándola por la realización lógica de sus propios
fines.
Hemos de propagar que la democracia se
defiende caminando hacia delante sin detenerse. Porque si no camina hacia el
socialismo, está destinadas a retroceder hacia el fascismo. Por esto la clase
obrera debe inspirarse en el siguiente principio: si para defender e instaurar
la democracia proletaria es necesario luchar contra el capitalismo, para poder
luchar contra el capitalismo es preciso defender lo que subsiste de democracia.
Para educar y organizar a las grandes masas se necesita un mínimun de libertad.
Y conste que no excluimos, con este procedimiento, el trabajo clandestino,
necesario y utilísimo en todo instante, pero especialmente en los periodos de
represión.
A las clases medias se las debe estudiar
según su posición de clase, y a partir de la situación en que han sido
colocadas por la crisis general del capitalismo, sin olvidar las ideologías que
pretenden captarlas con el fin de azuzarlas contra el proletariado. Conviene
recordar su absoluta incapacidad para orientar, definir y dirigir un movimiento
revolucionario hasta el fin.
Frente a
soluciones utópicas y vagas debemos presentar soluciones concretas
fácilmente realizables, arrancando posiciones cada día más ventajosas a la
burguesía y a partir del momento en que la clase capitalista haya dejado
forzosamente los puestos de mando económicos. Porque de lo que se trata es de
inducir en la conciencia de las clases medias que la transformación social que
anhelan no puede realizarse sin un cambio de estructura, y que, por
consiguiente, todas sus reivindicaciones tropezarán prácticamente con las
necesidades del capitalismo, y no serán prácticamente con la clase obrera no se
alza con el Poder político.
(2º
época. Año I, núm. 6, julio de 1.936)
Capitulo copiado del libro.
La
Nueva Era
Antología
de una revista revolucionaria. 1.930-36
Introducción
y selección de Víctor Alba. Ediciones Júcar, 1.977
^^La
Nueva Era^^ revista mensual de política e información, se publicó en Barcelona
de 1.930 a 1.931 y en los seis primeros meses de 1.936. La dirigieron
sucesivamente Joaquín Maurin y Adreu Nin y colaboraron en ella militantes del
Bloque Obrero y Campesino (B.O.C.) y del Partido Obrero de Unificación Marxista
(P.O.U.M.)
3 http://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/francia/index.htm http://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/francia/francia1.htm ojo, la
introducción Bernstein
utilizó esa introducción para defender su táctica oportunista. En carta a
Lafargue del 3 de abril de 1895, Engels manifiesta como Bernstein "me ha
jugado una mala pasada. En mi introducción a los artículos de Marx sobre la
Francia de 1848 al 50 ha escogido lo que pudiera servir para defender la
táctica hostil a la violencia y pacífica a toda costa; esta táctica, que el
mismo ha predicado con tanto cariño, y más hoy que se preparan en Berlín las
leyes de excepción. Pues esta táctica la recomiendo solamente para Alemania en
la época actual, y todavía con grandes reservas. En Francia, en Bélgica, en
Italia y en Austria no debe seguirse íntegramente; en Alemania puede ser mañana
inaplicable".
Además
la introducción, tiene poco que ver con el texto de Marx
José Luis Arenillas (1903-1937)
PERFILES Algunos miembros del POUM
José
Luis Arenillas
Las crisis
económica española: entre la tiranía de los mercados financieros, el déficit
fiscal, el paro, y el recorte de las pensiones.
Daniel
Albarracín- febrero de 2.10
Este
artículo lo he puesto porque tiene cuadro que se llama.
Clases
sociales por relación con los medios de producción. Estimación a partir de la
población ocupada por condición socioeconómica (%)
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