9 de enero
de 2014
La mayoría
de los hombres notables del siglo XX de las letras - es decir, escritores de
libros, de ensayos, de reportaje - también parecen tener, literalmente, escrito
una gran cantidad de cartas. A veces su correspondencia refleja y da forma
a su trabajo "real" por escrito; A veces parece recoge en forma
de libro en sí. Ambos tienen cierto en el caso de George Orwell , un volumen de cuyas letras , editado por
Peter Davison, salió el año pasado. En ella encontramos esta misiva,
también publicado en su totalidad en The Daily Beast , enviado en 1944 a
uno Noel Willmett, que había pedido "si el totalitarismo, el líder de
adoración, etc., son realmente en el up-grade" dados "que no están
aparentemente creciendo en [Inglaterra] y los EE.UU. ":
Debo
decir que yo creo, o el miedo, que teniendo el mundo en su conjunto estas cosas
van en aumento. Hitler, sin duda, está próximo a desaparecer, pero sólo a
expensas de fortalecimiento (a) Stalin, (b) los millonarios angloamericanos y
(c) todo tipo de pequeños führers del tipo de de Gaulle. Todos los
movimientos nacionales de todo el mundo, incluso aquellos que se originan en la
resistencia a la dominación alemana, parecen tomar formas no democráticas, a
agruparse alrededor de un poco de fuhrer sobrehumana (Hitler, Stalin, Salazar,
Franco, Gandhi, De Valera están todos variando ejemplos) y a adoptar la teoría
de que el fin justifica los medios. En todas partes el movimiento mundial
parece estar en la dirección de las economías centralizadas que se pueden hacer
para "trabajar" en un sentido económico, pero que no están
organizados democráticamente y que tienden a establecer un sistema de castas. Con
este ir los horrores del nacionalismo emocional y una tendencia a no creer en
la existencia de la verdad objetiva, porque todos los hechos tienen que encajar
con las palabras y profecías de algunos Führer infalible. Ya tiene la
historia en un sentido dejó de existir, es decir. no hay tal cosa como una
historia de nuestro tiempo, que podría ser universalmente aceptado, y las
ciencias exactas están en peligro, tan pronto como la necesidad militar deja de
mantener a la gente hasta la marca. Hitler puede decir que los Judios
comenzó la guerra, y si sobrevive a que se convertirá en la historia oficial. No
puede decir que dos y dos son cinco, debido a los efectos de, por ejemplo, la
balística que tienen que hacer cuatro. Pero si el tipo de mundo que tengo
miedo de que llegue, un mundo de dos o tres grandes superestados que son
incapaces de conquistar el uno al otro, de dos en dos podría llegar a ser cinco
si el Führer deseaba. Eso, por lo que yo puedo ver, es la dirección en la
que en realidad estamos moviendo, aunque, por supuesto, el proceso es
reversible.
En cuanto
a la inmunidad comparativo de Gran Bretaña y los EE.UU..Cualesquiera que sean
los pacifistas etc., pueden decir, hemos no ido
totalitaria todavía y esto es un síntoma muy esperanzador. Creo
profundamente, como he explicado en mi libro El león y el unicornio , en los
ingleses las personas y en su capacidad para centralizar
su economía sin destruir la libertad para hacerlo. Pero hay que recordar
que Gran Bretaña y los EE.UU. no se han tratado realmente derrota, no han
conocido o sufrimientos graves, y hay algunos malos síntomas para equilibrar
los buenos. En primer lugar está la indiferencia general a la decadencia
de la democracia. ¿Se da cuenta, por ejemplo, que nadie en Inglaterra bajo
26 tiene ahora un voto y que la medida en que uno puede ver la gran masa de
personas de esa edad no le importa un comino para esto? En segundo lugar
está el hecho de que los intelectuales son más totalitario en la perspectiva de
la gente común. En general, los intelectuales ingleses se han opuesto a
Hitler, pero sólo a costa de aceptar Stalin. La mayoría de ellos son
perfectamente preparado para métodos dictatoriales, la policía secreta, la
falsificación sistemática de la historia, etc., siempre y cuando sienten que es
el "nuestro" lado. De hecho, la afirmación de que no tenemos un
movimiento fascista en Inglaterra significa en gran medida de que los jóvenes,
en este momento, buscan su Führer en otro lugar. Uno no puede estar seguro
de que eso no va a cambiar, ni se puede estar seguro de que la gente común no
pensarán diez años, por tanto, que los intelectuales hacen ahora. Yo espero que
no, incluso confiar en que no lo harán, pero si por lo que será a costa de una
lucha. Si uno simplemente proclama que todo es lo mejor y no apunta a los
síntomas siniestros, uno se limita a ayudar a traer más cerca de totalitarismo.
También
pregunte, si creo que la tendencia mundial es hacia el fascismo, ¿por qué apoyo
la guerra. Es una opción de males-Me gustan casi todas las guerras es que. Sé
lo suficiente del imperialismo británico que no les guste, pero me gustaría
apoyarla contra el nazismo o el imperialismo japonés, como el mal menor. Del
mismo modo yo apoyaría la URSS contra Alemania porque creo que la URSS no puede
escapar por completo su pasado y conserva bastante de las ideas originales de
la Revolución para que sea un fenómeno más esperanzador que la Alemania nazi. Creo,
y he pensado desde que comenzó la guerra, en 1936, más o menos, que nuestra
causa es la mejor, pero tenemos que seguir lo que es el mejor, lo que implica
constantes críticas.
Atentamente,
Geo. Orwell
Geo. Orwell
Se ha publicado en el mes de agosto George Orwell: A Life in Letters.
El libro contiene una carta fascinante donde George Orwell explica
la tesis principal de “1984” que escribiría dos años después.
A continuación, transcripción íntegra de la misiva de Orwell a Noel
Willmett
Para Noel Willmett
18 de mayo de 1944
10a Mortimer Crescent NW 6
Estimado Sr. Willmett:
Muchas gracias por su carta. Usted pregunta si el totalitarismo, el culto
al líder, etc., están realmente en auge en tanto aparentemente esto mismo no
sucede en este país y en Estados Unidos.
Debo decir que creo, o temo, que tomando al mundo como un todo, estas
cosas van en incremento. Hitler, sin duda, pronto desaparecerá, pero solo a
expensas de fortalecer a Stalin, los multimillonarios anglo-americanos y toda
suerte de pequeños führers del tipo de de Gaulle. Todos los
movimientos nacionales, en todos lados, incluso aquellos nacidos como
resistencia a la dominación alemana, parecen adoptar formas no democráticas
para agruparse a sí mismos en torno a un führer sobrehumano
(Hitler, Stalin, Salazar, Franco, Gandhi, De Valera, son todos ejemplos varios)
y siguen la teoría de que el fin justifica los medios. En todas partes del
mundo los movimientos parecen ir en la dirección de las economías centralizadas
que pueden “funcionar” en un sentido económico pero no están organizadas
democráticamente, mismas que tienden a establecer un sistema de castas. Con
esto vienen los horrores del nacionalismo emocional y una tendencia a descreer
de la existencia de la verdad objetiva, dado que todos los hechos tienen que
encajar con las palabras y las profecías de algún führer infalible.
En cierto sentido la historia ya dejó de existir: por ejemplo, ya no hay tal
cosa como una historia de nuestro tiempo que pueda ser universalmente aceptada,
y las ciencias exactas se encuentran amenazadas en tanto la necesidad militar
deja de mantener a la gente a raya. Hitler puede decir que los judíos
comenzaron la guerra y, si sobrevive, eso se convertirá en la historia oficial.
No puede decir que dos y dos son cinco porque, en la práctica, digamos, en
balística, dos y dos tienen que ser cuatro. Pero si sobreviene el tipo de mundo
que temo, un mundo donde dos o tres súper-estados sean incapaces de
conquistarse el uno al otro, dos y dos podrían ser cinco si el führer así
lo desea. Esa, tanto como entiendo, es la dirección en la cual nos estamos
moviendo actualmente, aunque, claro, el proceso es reversible.
En cuanto a la inmunidad comparativa de Gran Bretaña y los Estados
Unidos, pese a lo que los pacifistas, etc., quizá digan, aún no nos
hemos vuelto totalitarios, y esto es un síntoma sumamente esperanzador. Creo
muy profundamente, como expliqué en mi libro El león y el unicornio, en
el pueblo inglés y su capacidad pata centralizar su economía sin destruir la
libertad en el proceso. Pero debemos recordar que Gran Bretaña y Estados Unidos
no lo han intentado realmente, no han conocido la derrota o el sufrimiento
severo, y hay algunos malos síntomas al momento de hacer el balance de los
buenos. Para empezar, hay una indiferencia general al declive de la democracia.
¿Se ha dado cuenta, por ejemplo, que nadie en Inglaterra de menos de 26 años ha
votado y que según se puede entender la gran masa de población de esa edad no
les importa esto? En segundo lugar está el hecho de que los intelectuales son
más totalitarios al juzgar a la gente común. En términos generales la intelligentsia inglesa
se ha opuesto a Hitler, pero solo a cambio de aceptar a Stalin. Muchos de ellos
están perfectamente listos para los métodos dictatoriales, la policía secreta,
la falsificación sistemática de la historia, etc., en tanto sientan que todo
eso está de “nuestro” lado. De hecho, la afirmación de que en Inglaterra no
tenemos un movimiento fascista significa que los jóvenes, en este momento,
buscan su führer donde sea. No podemos estar seguros de que
eso no cambiará, tampoco de que el común de la población no piense de aquí a
diez años como ahora piensan los intelectuales. Espero que no,
incluso confío en que no, pero si pasa, será a costa de una lucha. Si
simplemente se proclama que todo eso es por el bien y no reconoce los síntomas
siniestros, solo se ayuda a acercar el totalitarismo.
Usted también pregunta: si pienso que el mundo tiende hacia el fascismo,
¿por qué no apoyo la guerra? Es una elección entre demonios —me imagino que
todas las guerras lo son. Sé lo suficiente sobre el imperialismo británico como
para que no me agrade, pero lo apoyaría frente al nazismo o al imperialismo
japonés como el menos malévolo. Del mismo modo, apoyaría a la URSS frente a
Alemania porque pienso que la URSS no puede escapar completamente de su pasado
y conserva suficiente de las ideas originales de la Revolución para hacer de
ello un fenómeno mucho más esperanzador que la Alemania nazi. Pienso y he
pensado desde que la guerra comenzó, ahí por 1936, que nuestra causa es la
mejor, pero tenemos que empeñarnos en hacerla la mejor, lo cual implica crítica
constante.
Suyo sinceramente,
Geo. Orwell
El mundo según
la novela 1984.
Conferencia de Potsdam
entre el 17 de julio y el 2 de agosto de 1945
Winston Churchill
Clement Attlee
Iósif Stalin
Harry S.
Truman
En imagen Churchill y Stalin
1984 (novela)
Libro GEORGE ORWELL 1984
GEORGE ORWELL 1984
El león y el
unicornio. Socialismo y el genio
Inglés George Orwell Publicado por primera
vez en 1941.
En inglés
Orwell y
el socialismo inglés
Juan
Manuel Vera
Orwell era
un rebelde. Como tal, nunca le importó la posibilidad de quedarse aislado
defendiendo ideas que consideraba justas, ya fuera frente a la opinión general
o a la de los intelectuales de la izquierda. No le preocupaba tratar los
asuntos desagradables, por ello no tuvo remilgos en rechazar con rotundidad el
imperialismo británico (tema tabú para muchos laboristas) o el estalinismo ruso
(loado por los comunistas ingleses al igual que por los del resto del mundo).
No era pusilánime en esos temas, del mismo modo que fue un activo antifascista
que no se limitó a elogiar la República española sino que cogió un fusil para
luchar contra Franco.
En los
grandes asuntos políticos que han marcado el siglo XX se comportó Orwell con
una claridad que desgraciadamente es poco frecuente. Se negó a mirar hacia otro
lado como otros hicieron, y de esa actitud deriva la vigencia de una obra que
junto a una gran calidad literaria tiene el enorme mérito de resultar actual,
algo que puede afirmarse de relativamente pocos escritos con intencionalidad
política de la primera mitad del pasado siglo (1).
Podríamos
pensar, como se dice en una de sus obras, que estimaba más al lobo solitario
que al perro rastrero. No hay duda de que se negó a dejar que otros controlaran
sus verdaderos sentimientos y negó siempre que la reacción natural de un
escritor debiera ser pensar como está bien visto. Pero más allá de una actitud
como literato, se trata de la decisión de una persona que siempre intentó
ejercer su derecho individual a la autonomía.
Cuando
Orwell publicó su novela más famosa, 1984, pocos meses antes de su
prematura muerte, ya era un autor célebre por Animal Farm, su
despiadada sátira del totalitarismo. Precisamente el gran interés suscitado por
esas creaciones literarias explica la notable controversia sobre la naturaleza
de sus concepciones políticas que le ha acompañado a lo largo de las décadas.
No merece realmente la pena dedicar mucho esfuerzo a insistir en los
malentendidos voluntarios con que algunos interpretaron sus obras y sus ideas.
Esa
incomprensión es evidente en la utilización derechista de sus trabajos, por
ejemplo durante la guerra fría, olvidando que su condena del totalitarismo
soviético se producía en el contexto de una defensa de ideas socialistas y
libertarias. También es notoria la incomodidad que Orwell ha provocado entre
muchos izquierdistas que parecieron sentirse heridos por la crudeza con que
Orwell afrontó el tema del totalitarismo. A título de ejemplo, por hablar de
alguien inteligente, pensemos en el malestar que manifiesta el texto de Isaac Deutscher “El misticismo de la crueldad”A izquierda y
a derecha parece haber existido una dificultad para aceptar el hecho crucial de
que lo que hace Orwell es condenar de forma incondicional todo sistema de
dominación y que, por ello, no estaba dispuesto a aceptar complacientemente que
se considerase parte de la izquierda las formas criminales de gobierno que el
estalinismo había introducido supuestamente en nombre de la clase obrera.
Aunque
Orwell dedico muchos ensayos y sus dos principales novelas al tema del totalitarismo,
no es ese el asunto que se pretende tratar ahora. Nos vamos a centrar en dos
textos de Orwell explícitamente destinados a analizar el socialismo en el marco
de la política inglesa. Se trata de El camino de Wigan Pier (1937)
y El león y el unicornio (1941). Dado
que sus opiniones están siempre muy unidas a la actitud ante hechos reales,
debe tenerse siempre presente su contextualización.
El camino
al socialismo
La
aproximación de Orwell a las ideas socialistas se manifestó públicamente al
escribir en 1936 El camino de Wigan Pier, que sería publicado un
año después, mientras combatía en las milicias del POUM en el frente de Huesca.
Se trataba de un encargo de Víctor Gollanz, el editor de sus primeras obras,
para el Left Book Club.
Indudablemente
vivir cerca de siete meses para preparar dicha obra en las zonas mineras de
Lancashire y Yorkshire, muy representativas de la clase obrera británica,
propició la reflexión sobre el sentido de los ideales de la izquierda. Desde
entonces y hasta el final de su vida no desaprovechó ocasión para manifestarse
públicamente socialista. Lo hacía desde una perspectiva antielitista e
intentando acercarse al punto de vista de la gente común.
Wigan
Pier puede
parecer un libro desconcertante. En su primera parte es un relato de periodismo
social en el cual se aborda la situación de los mineros durante los años
treinta en una zona sometida a una intensa degradación. Ese testimonio es
áspero y algunos críticos consideraron que manifestaba cierta predilección por
los aspectos más sórdidos. La segunda parte, en cambio, mezcla una curiosa
reflexión autobiográfica sobre su propia evolución personal y política con un
interesante ensayo interpretativo sobre el sentido del socialismo que defiende,
confrontándolo con las características que rechaza de la izquierda inglesa.
Algo debió de escocer a su editor, que incluyó una prevención a modo de
advertencia para los lectores. La presentación de Orwell resultaba incompatible
con la ortodoxia marxista, con la adulación a Rusia y con la identificación del
socialismo con el progreso material, valores todos ellos que debían de ser muy
queridos para dicho editor, que posteriormente se negaría a publicar tanto Homenaje
a Cataluña como Animal Farm.
Al describir
la trayectoria que le había llevado desde la Birmania colonial hasta ser
testigo de la vida minera, Orwell efectúa un continuo diálogo sobre la relación
entre los valores de las clases medias y las ideas socialistas. En muchos
momentos parece un ajuste de cuentas respecto a su propia ideología recibida y
los instintos de la clase a la que creía pertenecer, lo que llamaba “baja alta
clase media”. Todo ello sin pretensiones de objetividad sino marcado por sus
propias preocupaciones. Creo que resultaría difícil de entender entonces,
aunque ahora resulte estimulante esa ausencia de retórica y la franqueza con
que se plantean algunas opiniones e incluso prejuicios.
Después de
estudiar en Eton, renunció a cursar estudios universitarios y marchó como
policía británico a Birmania, donde permanecería cinco años, hasta 1928. De la
experiencia birmana extrajo Orwell su anticolonialismo militante, su odio al
imperialismo pues, afirmaba, “no es posible formar parte de uno de esos
sistemas de dominación sin reconocer que constituyen una injustificable tiranía”(2).
Aquellos años fueron determinantes para su evolución. “Sentía que tenía que
romper no sólo con el imperialismo, sino con cualquier forma de dominio del
hombre sobre el hombre”(3). Nace así el componente libertario siempre
presente en el pensamiento de Orwell, ese esfuerzo continuo por situarse en el
punto de vista correcto, que para él consiste en estar con los dominados, con
las víctimas, con los de abajo.
La principal
contradicción personal de Orwell es esa diferencia entre estar con y ser.
Después de abandonar la policía colonial, siente un imperativo ético (y, aunque
no lo diga, un desconcierto general y una duda sobre todos los valores
sociales) que le llevaron a vivir voluntariamente en los límites de la pobreza
en París y plenamente en la marginalidad cuando experimentó la vida de
vagabundo (a lo Jack London) en Inglaterra (4). Después viviría con los mineros
ingleses y lucharía con los milicianos del POUM. Pero él es consciente en todo
momento de no ser un empleado de hotel, un vagabundo, un minero o un miliciano,
sino un miembro de la clase media inglesa con sus prejuicios y en lo
fundamental con una mentalidad heredada de la que solo un esfuerzo constante le
permite distanciarse.
Esos
antecedentes autobiográficos, expresados en 1936, van haciendo visible que para
Orwell la justificación de la necesidad del socialismo no es precisa a la vista
de la injusticia del mundo capitalista. Lo que hay que responder es sobre los
motivos por los que no se ha establecido todavía, cuando aparentemente es tan
necesario y tan deseable. Orwell relaciona ese fracaso con la manera de
comportarse de los que se llaman socialistas y con lo que entienden estos por
socialismo.
Siempre tuvo
una gran desconfianza respecto a las élites izquierdistas, en quienes veía
instintos sociales muy alejados de los de quienes viven sometidos a alguna
clase de dominación. Orwell contrapone ideas abstractas a realidades concretas,
las que quiere derivar del sentido común del hombre de la calle. En algún
sentido considera que muchos intelectuales están imbricados completamente con
las ideas del socialismo autoritario. “Creo que la motivación oculta de muchos
socialistas es, sencillamente, un hipertrofiado sentido del orden” (5).
Asimismo, para Orwell es característico de esos intelectuales pensar que “La
pobreza, la mentalidad creada por la pobreza, son cosas que han de ser abolidas
'desde arriba', por la violencia si es necesario, quizás incluso mejor por la
violencia. De ahí su adoración por los “grandes hombres” y su inclinación por
las dictaduras, fascistas y comunistas”. Años después, en una carta de 1944
afirmará: “Está el hecho de que los intelectuales son más totalitarios que
la gente común” (6).
La idea
leninista de una vanguardia política merece su completo desprecio. Así,
afirmará que: “lo cierto es que, para mucha gente que se llaman socialistas,
la revolución no significa un movimiento de las masas con el cual ellas esperan
asociarse, sino una serie de reformas que 'nosotros', los listos, les vamos a
imponer a 'ellos', las clases bajas” (7). Ese rechazo al papel político de
los intelectuales se hará más amplio en los años posteriores cuando Orwell
llegará a la convicción de que “en el pensamiento de los revolucionarios
activos, al menos de los que llegan al poder, el deseo de crear una sociedad
justa siempre ha estado fatalmente mezclado con el deseo de asegurarse el poder
para sí”(8).
La idea que
los intelectuales de clase media tienen del socialismo es muy diferente de lo
quieren y sienten los trabajadores. Éstos asociarían socialismo con justicia y
sentido común y con la imposición de ciertos cambios y reformas a las clases
superiores. En cambio los intelectuales marxistas establecen una vinculación
estrecha entre socialismo, progreso, industrialización (y los planes
quinquenales de la URSS, podríamos añadir).
Ese
planteamiento le permite entrar en una discusión más teórica sobre la relación
entre socialismo y desarrollo material. Allí resalta su negativa a aceptar
cualquier identificación de éste con el mero progreso mecánico. A Orwell no le
gusta el tipo de ser humano que produce el maquinismo y ese rechazo permite
entender un componente de raíz romántica con el que en algunas obras mirará con
nostalgia los viejos tiempos preindustriales (9). Los ideales de Orwell son
notoriamente austeros, hace énfasis en las virtudes del trabajo manual y en el
esfuerzo como motor del buen vivir. Esa posición resultaba muy extraña entre la
gente de izquierda de los años treinta cuyo marxismo economicista situaba las
fuerzas productivas en el centro de todos los análisis y tendía a confundir el
progreso con la creciente mecanización.
“Pero lo
triste es que el socialismo, tal como suele ser presentado, está relacionado
con la idea del progreso mecánico, no sólo con un proceso necesario, sino como
un fin en sí mismo, casi como una especie de religión. Esta idea está
implícita, por ejemplo, en la mayor parte de la propaganda que se hace acerca
del rápido progreso industrial de la Rusia soviética (...) En RUR, Capek lo
expresa certeramente en el estremecedor final de su obra cuando los robots,
después de matar a último ser humano, anuncian su intención de construir muchas
casas, por el simple afán de construir casas” (10).
Al rechazar
la fe absoluta en el progreso material, Orwell se distancia de autores muy
leídos en la época como Wells, de quien dirá que fue incapaz de comprender que
la Alemania moderna era mucho más científica que Inglaterra y, al mismo tiempo,
más bárbara. En un sentido más general, para Orwell el desarrollo de la
sociedad industrial puede llevar hacia alguna forma de colectivismo, pero este
no tiene por qué ser necesariamente igualitario, es decir, no tiene por qué ser
socialismo. Le resulta fácil imaginar una sociedad mundial colectivista desde
el punto de vista económico pero con todo el poder en manos de un pequeño un
grupo de gobernantes y esbirros. “Es habitual decir que el objetivo del
fascismo es el 'estado colmena', lo cual constituye un feo agravio a las
abejas. Un mundo de conejos gobernados por comadrejas será una imagen más
adecuada. Hemos de unirnos para luchar contra esa horrorosa posibilidad”
(11).
El Orwell de Wigan
Pier está ya muy alejado de la política estalinista. Para él la crisis
de los regímenes democráticos de los años treinta está destruyendo todos los
esquemas políticos preexistentes, y el socialismo es una necesidad urgente para
evitar el triunfo del fascismo, hasta el punto de que no había más alternativa
que “socialismo o fascismo” (12), lo cual resulta, de hecho, totalmente ajeno a
las opciones frentepopulistas del VII Congreso de la Internacional Comunista.
La principal
singularidad del socialismo de Orwell es su declarada heterodoxia, factor
esencial de su incompatibilidad con el estalinismo. En 1936 era perfectamente
consciente de ello. ”Una de las analogías entre el comunismo y el
catolicismo es que sólo sus adeptos educados son completamente ortodoxos”
(13). O de una forma aún más contundente cuando afirma que “en estos
momentos es perder el tiempo insistir en que la aceptación del socialismo
implica la aceptación del aspecto filosófico del marxismo más la adulación a
Rusia. El movimiento socialista no tiene tiempo de ser una liga de
materialistas dialécticos; ha de ser una liga de los oprimidos contra los
opresores”(14).
Los
componentes esenciales del socialismo de Orwel son el pragmatismo, asentado en
la experiencia común, y la fe en la voluntad humana frente a cualquier
determinismo. “Me parecía entonces -y aún ahora me lo parece alguna vez- que
la injusticia económica cesará el día en que queramos que cese, y no antes, y
que, si realmente queremos que cese, el método adoptado importará poco”
(15). Por ello, Orwell siempre resulta poco marxista. Aunque haga esfuerzos por
situar los factores económicos como elementos socialmente explicativos se
distancia en todo momento de cualquier creencia en la existencia de leyes
económicas del capitalismo que determinen la evolución histórica.
Para Orwell
el único fundamento de lo que entiende por socialismo son las ideas de justicia
y libertad. “La única cosa 'en favor' de la cual podemos unirnos es el ideal
básico del socialismo: la justicia y la libertad, ideal que está casi completamente
olvidado. Ha sido enterrado bajo capas y capas de pedantería doctrinaria, de
riñas partidistas y de 'progresismo' aficionado, hasta convertirse en algo
parecido a un diamante oculto bajo una montaña de estiércol (...) Justicia y
libertad: éstas son las palabras que hay hacer resonar por todo el mundo”
(16).
La
experiencia española y el ILP
Después de
examinar algunas de las ideas de Orwell en su obra Wigan Pier estamos
seguros de que el lector compartirá la impresión de que muchos de los que han
escrito sobre la experiencia española de Orwell le presentan como políticamente
más inocente de lo que realmente era.
Impactado
por el levantamiento franquista, no parece tan casual como se ha dicho que se
uniera al contingente del Independent Labour Party (ILP) que luchaba en las
milicias del POUM. La relación de Orwell con la revista Adelphi,
vinculada a las posiciones del ILP, su posición crítica sobre el comunismo
británico y el conjunto de consideraciones de El camino de Wigan Pier así lo
parecen indicar. Aunque inicialmente Orwell pensó unirse a las Brigadas
Internacionales e incluso pidió algún tipo de credenciales al Partido
Comunista, éstos se las negaron a la vista de sus antecedentes, teniendo
finalmente que utilizar para venir a España una carta dirigida a John Mac Nair,
dirigente del ILP.
Como cuenta
en Homenaje a Cataluña, la experiencia de los hechos de mayo y sobre
todo la posterior represión contra el POUM, y las calumnias a las que fue
sometido, le impactaron enormemente. De España regresa un Orwell
antiestalinista, en el que están comenzando a madurar las futuras claves de un
antitotalitarismo militante que germinará a lo largo de la década siguiente
(17). Esa experiencia española explica afirmaciones tan rotundas como las
siguientes:
“El
movimiento comunista en Europa Occidental empezó proponiéndose derribar
violentamente el capitalismo y a los pocos años degeneró en un instrumento de
la política extranjera comunista” (18). “Después de lo ocurrido en
España, no puede impedir el sentir que la Unión Soviética, Stalin, será hostil
a cualquier país que esté haciendo la revolución. Se moverían en direcciones
opuestas. Una revolución empieza con gran difusión de ideales de libertad,
igualdad, etc. Luego va creciendo una oligarquía interesada en mantener sus
privilegios como cualquier otra clase gobernante. Esta oligarquía a la fuerza
tiene que ser hostil a las revoluciones de otros países, que inevitablemente
despiertan otra vez ideas de libertad e igualdad” (19).
Por otra
parte su relación en España con los miembros del ILP le aproxima notablemente a
este partido. En 1938 se unió formalmente al mismo, explicando sus razones en
el texto Why I Joined the Independent Labour Party (20). Para
Orwell la única forma de preservar la libertad frente al fascismo es mediante
un régimen socialista, lo cual exige tomar una participación activa y no ser un
mero simpatizante. Esa incorporación no parece que implicara en ningún momento
la aceptación de la ortodoxia marxista ni del leninismo.
La
incorporación al ILP tenía también que ver con la posición ante la guerra que
se avecinaba, que tanto el ILP como Orwell consideran que sería una guerra
imperialista (al igual que la I Guerra Mundial), a la cual había que oponerse
en nombre del pacifismo internacionalista y del derrotismo revolucionario. Esa
era también la posición de la IV Internacional trotskista. En aquel momento
Orwell pensaba que la guerra desembocaría además en una pérdida de las
libertades inglesas y en el triunfo, a causa de la guerra, de alguna forma de fascismo
en Inglaterra.
El león y
el unicornio
La Segunda
Guerra Mundial obligó a muchos socialistas internacionalistas a reconsiderar
sus esquemas. Cuando estalla finalmente la guerra, cuando ya no hay marcha
atrás. Orwell se da cuenta de que ya no es posible volver a meter a Jonás
dentro de la ballena. Hay que tomar posición. Y lo hará claramente en 1940 al
plantear que la defensa de la independencia nacional frente al nazismo es
plenamente legítima, rectificando sus posiciones pacifistas-derrotistas de los
años anteriores. Lógicamente en aquel momento ya ha abandonado el ILP, el cual
mantendría criterios pacifistas. Argumentará de la siguiente manera en 1941:
“La
alternativa a la que se enfrentan los seres humanos no es, por regla general,
entre el bien y el mal, sino entre dos males. Podemos dejar que los nazis
dominen el mundo: eso es malo; o podemos derrotarlos en una guerra, que también
es malo. No hay otra alternativa, y sea cual sea la que uno elija, no saldrá
con las manos limpias” (21).
En el
período 1940-1949 Orwell escribió numerosos ensayos, muchos de ellos con una
intención política explícita. En 1941 Orwell va a publicar El león y el
unicornio: el socialismo y el genio inglés (22), donde desarrolla
ampliamente sus posiciones políticas posteriores al ataque alemán contra
Inglaterra. Comienza con esta frase: “mientras escribo, seres humanos muy
civilizados vuelan sobre mí tratando de matarme”.
El león y
el unicornio constituye
uno de sus ensayos políticos más sugestivos. Aunque algunos aspectos serán
matizados en años posteriores puede considerarse que constituye un texto
indispensable para interpretar su visión del socialismo. Orwell habla en este
ensayo de un problema muy importante, la forma en que una cultura nacional
propicia o dificulta la consecución de una sociedad más justa para lo cual
replantea diversas cuestiones sobre la identidad inglesa. También concluye que,
en las condiciones del ataque nazi, el patriotismo ya no es equivalente a
conservadurismo. Toda esa preocupación es muy significativa. Orwell es
consciente de que la atracción por el fascismo tiene que ver con su capacidad
de manipular los sentimientos patrióticos y nacionalistas, y se plantea si es
posible una utilización de los sentimientos nacionales en clave socialista,
democrática y revolucionaria.
En esta
reflexión sobre sus ideas políticas es esencial entender que para Orwell la
guerra significaba el comienzo de la revolución inglesa. Guerra y revolución
son inseparables, como lo habían sido en España. Y en una proclama de intención
profética, y como todas las profecías sometidas al error que el tiempo dispone,
señalaba la siguiente: “no podemos ganar la guerra sin introducir el
socialismo ni establecer éste sin ganar la guerra” (23). Los privilegios de
las clases dominantes podían desaparecer ante las necesidades de una nación
unida frente a la agresión nazi. Se trata, pues, de una defensa del socialismo
adaptada a las cuestiones centrales del momento. Y confiando en la gente común
e incluso en que los sentimientos patrióticos pueden convertirse en parte de la
lucha progresista, llegando a hablar (lo cual no deja de parecer exagerado) de
un Blimp (24) socialista. Que había excesivas ilusiones en
Orwell es evidente.
En
definitiva, todo el ensayo está marcado por la idea de que “la guerra es el
mayor de los agentes de cambio”(25). Desde el punto de vista programático
Orwell desarrolla un programa de seis puntos que incluye: la nacionalización de
la tierra, minas, ferrocarriles, bancos y empresas principales; limitación de
ingresos en una escala diez a uno; reforma democrática del sistema educativo;
estatuto de autonomía inmediato para la India incluyendo el derecho a la
independencia cuando termine la guerra; formación de un Consejo Imperial
general el que estén representados los pueblos colonizados y la declaración de
alianza formal con China, Abisinia y todo las demás víctimas de las potencias
fascistas.
Volviendo a
analizar las causas, como en Wigan Pier, de que el socialismo hubiera
fracasado en Inglaterra hasta entonces lo atribuye ahora a la prosperidad del
capitalismo imperialista inglés, que siempre estuvo estrechamente vinculado a
que el nivel de vida de los obreros británicos depende directamente “del
sudor de los coolies indios” (26). El partido laborista fue incapaz de
reconocer que los trabajadores británicos tienen mucho que perder además de sus
cadenas, y que las diferencias de visión y de costumbres entre clases están
disminuyendo rápidamente. Nos señala también que “En todo el periodo de
entreguerras no apareció ni un programa socialista que fuese a la vez
revolucionario y factible” (27). En plena guerra el movimiento socialista
deberá ser a la vez revolucionario y realista para hacer ver a las masas
trabajadoras que tienen algo por lo que merece la pena luchar para barrer las
peores injusticias, derrotar completamente al fascismo y “ganar el futuro”.
Un rasgo
esencial de su socialismo inglés, es que no tiene nada en común con el modelo
ruso. Su perspectiva es que “no será doctrinario, ni siquiera lógico”. “Abolirá
la cámara de los lores, pero muy probablemente no abolirá la monarquía. Dejará
por todas partes anacronismos y cabos sueltos: el juez con su ridícula peluca
de pelo de caballo, y el león y el unicornio sobre los botones de los soldados.
No establecerá una explicita dictadura de clases. Se agrupara en torno al viejo
partido laborista y sus miembros estarán en los sindicatos, pero atraerá a la
mayor parte de la clase media y a muchos de los hijos jóvenes de la burguesía
(...) Nunca perderá contacto con la tradición de compromiso ni con la creencia
en una ley por encima del estado (...) Aplastará pronta y cruelmente cualquier
rebelión abierta, pero intervendrá muy poco en la palabra hablada y escrita.
Los partidos políticos con diferentes nombres seguirán existiendo (...)
Separará la Iglesia del estado, pero no perseguirá la religión (...) La nueva
situación dará muestras de asimilar el pasado asombrando con ello a los
observadores extranjeros y a veces les hará dudar de que haya habido allí una
revolución”(28).
La nueva
guerra mundial ha hecho que Orwell se vuelva extremadamente consciente de la
necesidad de defender los valores en que se asienta la civilización occidental
y democrática. “Con toda su hipocresía e injusticia, la civilización de
habla inglesa es el único gran obstáculo el camino de Hitler” (29).
Dado que el
capitalismo de libre mercado puede darse por muerto, “hay que elegir entre
la clase de sociedad colectiva que Hitler querría implantar y la que podría
surgir si él fuera vencido”(30). Lo esencial es conservar y desarrollar la
democracia, “más o menos como la hemos conocido hasta ahora. Pero
“conservar” es siempre ampliar”(31). Orwell acaba su ensayo con las
siguientes palabras “Con la revolución nos convertimos más en nosotros
mismos, no menos. No se trata de pararse en seco, de llegar a un compromiso,
salvar la “democracia” inmovilizándose. Nada se queda nunca quieto. Hemos de
aumentar nuestra herencia o perderla, hemos de hacernos más grandes o
disminuir, avanzar o retroceder. Creo en Inglaterra y creo que avanzaremos”(32).
Finalmente,
otro rasgo distintivo de la propuesta orwelliana es que se trata de un
socialismo impulsado desde abajo. “No creamos que en este o en cualquier
otro gobierno parecido podamos introducir los cambios necesarios. La iniciativa
tendrá que venir de abajo. Lo cual significa que habrá que levantar algo que
nunca existió en Inglaterra: un movimiento socialista que tenga tras él a la
masa del pueblo”. Solo un auténtico impulso desde abajo lo conseguirá. “Sólo
sé que estarán en él [el gobierno] los hombres adecuados si el pueblo quiere de
verdad que se hallen allí, pues son los movimientos los que hacen a los
dirigentes y no los dirigentes a los movimientos” (33). Años después
volvería a insistir sobre ello: los ingleses “tendrán que coger el destino
con sus manos. Inglaterra sólo puede cumplir su misión si el inglés corriente
puede participar en el ejercicio del poder” (34).
Conclusión
Al
aproximarnos al socialismo de Orwell hay que partir de que mantenía una visión
original de las virtudes y los defectos del movimiento socialista inglés, del
cual consideraba que formaba parte. Cualquier interpretación textual rigurosa
de sus obras literarias y ensayos o de sus opiniones políticas debe tomar como
punto de partida que Orwell se consideraba socialista y que consideraba
fundamental esa adscripción para entender su obra. Dirá en 1946: “Cada línea
seria que he escrito desde 1936 ha sido, directa o indirectamente,” contra” el
totalitarismo y “a favor” del socialismo democrático, tal como lo entiendo”
(35).
Su
socialismo es esencialmente heterodoxo. Decreció su interés por la propiedad
pública de los medios de producción a medida que tuvo que priorizar su protesta
contra toda restricción de la libertad y toda forma de poder oligárquico.
Consciente de la injusticia del capitalismo, su llamada de atención es el
peligro de que el colectivismo económico, que considera una tendencia imparable
de la evolución social, degenere en formas políticas totalitarias. Su
socialismo no es marxista, desconfía de las élites políticas, es pragmático y
disutópico y tiene un importante componente libertario(36).
Notas
1. Cristopher Hitchens, en su excelente ensayo La
victoria de Orwell (Barcelona, Emecé editores, 2003) explica muy
convincentemente los méritos de Orwell al abordar los principales temas que han
marcado el siglo XX.
2. El camino de Wigan Pier, Barcelona, Editorial Destino, 1976, p.148.
3. El camino de Wigan Pier, p.152.
4. Esas experiencias dieron lugar a su libro Down and out in Paris and London (Sin blanca en París y en Londres, Editorial Destino, 1973).
5. El camino de Wigan Pier, p.181.
6. Carta a H. J. Willmett, incluida en A mi manera, Barcelona, Destino, 1976, p.263.
7. El camino de Wigan Pier, p.182.
8 .“Catastrofic gradualism”, citado por Michael Sheldon, Orwell, Barcelona, Emecé editores, 1993, p.409
9. Este tipo de opiniones ha dado lugar a hablar en ocasiones de que Orwell defendería un cierto conservadurismo crítico, por ejemplo Jean-Claude Michéa, en Orwell, anarchiste tory, Editions Climats, 1995.
10. El camino de Wigan Pier, p.190-191.
11. El camino de Wigan Pier, p.216.
12. El camino de Wigan Pier, p.220.
13. El camino de Wigan Pier, p.180.
14. El camino de Wigan Pier, p.222.
15. El camino de Wigan Pier, p.152-153.
16. El camino de Wigan Pier, p.217.
17. Los textos directamente relacionados con su participación en la guerra civil española, incluido Homenaje a Cataluña, están disponibles en el libro Orwell en España, Tusquets, 2003. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que existen referencias incidentales y una influencia clara en otros textos más dispersos.
18. “Dentro de la ballena”, 1940, incluido en A mi manera, p.129.
19. Diario de guerra 1940-1942, Barcelona, Editorial Destino, 1984, p. 41.
20. 24 de junio de 1938, The Collected Essays, Journalism and Letters of George Orwell, Volume 1, Penguin Books, 1970.
21. “No, Not One”, The Collected Essays, Journalism and Letters of George Orwell, Volume 2, Penguin Books, 1970, p.200.
22. Incluido en A mi manera, op. cit., pp.154-179.
23. A mi manera, op. cit., p.182.
24. El coronel Blimp es el símbolo del militar colonial, patriotero y de escaso alcance intelectual.
25. A mi manera, op. cit., p.184.
26. A mi manera, op. cit., p.180.
27. A mi manera, op. cit., p.183.
28. A mi manera, op. cit., p.192-193.
29. A mi manera, op. cit., p.199.
30. A mi manera, op. cit., p.196.
31. A mi manera, op. cit., p.199.
32. A mi manera, op. cit., p.200.
33. A mi manera, op. cit., p.192.
34. “Los ingleses”, 1944, A mi manera, op. cit., p.304.
35. “Por qué escribo”, 1946, A mi manera, op. cit., p.355.
36. En todo caso Orwell no es anarquista porque considera que el Estado es necesario y que su mera desaparición conduciría al dominio de Al Capone y a la indefensión de los individuos frente a la violencia. Pero su espíritu libertario se manifiesta en la desconfianza ante toda forma de poder y de dominio. Definirle como socialista, libertario y anticomunista como ha hecho recientemente Vargas Llosa (Letras Libres nº 20), es en cualquier caso mucho más acertado que entenderle como un anarquista tory (como hace Jean-Claude Michéa en la obra citada en la nota 9).
2. El camino de Wigan Pier, Barcelona, Editorial Destino, 1976, p.148.
3. El camino de Wigan Pier, p.152.
4. Esas experiencias dieron lugar a su libro Down and out in Paris and London (Sin blanca en París y en Londres, Editorial Destino, 1973).
5. El camino de Wigan Pier, p.181.
6. Carta a H. J. Willmett, incluida en A mi manera, Barcelona, Destino, 1976, p.263.
7. El camino de Wigan Pier, p.182.
8 .“Catastrofic gradualism”, citado por Michael Sheldon, Orwell, Barcelona, Emecé editores, 1993, p.409
9. Este tipo de opiniones ha dado lugar a hablar en ocasiones de que Orwell defendería un cierto conservadurismo crítico, por ejemplo Jean-Claude Michéa, en Orwell, anarchiste tory, Editions Climats, 1995.
10. El camino de Wigan Pier, p.190-191.
11. El camino de Wigan Pier, p.216.
12. El camino de Wigan Pier, p.220.
13. El camino de Wigan Pier, p.180.
14. El camino de Wigan Pier, p.222.
15. El camino de Wigan Pier, p.152-153.
16. El camino de Wigan Pier, p.217.
17. Los textos directamente relacionados con su participación en la guerra civil española, incluido Homenaje a Cataluña, están disponibles en el libro Orwell en España, Tusquets, 2003. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que existen referencias incidentales y una influencia clara en otros textos más dispersos.
18. “Dentro de la ballena”, 1940, incluido en A mi manera, p.129.
19. Diario de guerra 1940-1942, Barcelona, Editorial Destino, 1984, p. 41.
20. 24 de junio de 1938, The Collected Essays, Journalism and Letters of George Orwell, Volume 1, Penguin Books, 1970.
21. “No, Not One”, The Collected Essays, Journalism and Letters of George Orwell, Volume 2, Penguin Books, 1970, p.200.
22. Incluido en A mi manera, op. cit., pp.154-179.
23. A mi manera, op. cit., p.182.
24. El coronel Blimp es el símbolo del militar colonial, patriotero y de escaso alcance intelectual.
25. A mi manera, op. cit., p.184.
26. A mi manera, op. cit., p.180.
27. A mi manera, op. cit., p.183.
28. A mi manera, op. cit., p.192-193.
29. A mi manera, op. cit., p.199.
30. A mi manera, op. cit., p.196.
31. A mi manera, op. cit., p.199.
32. A mi manera, op. cit., p.200.
33. A mi manera, op. cit., p.192.
34. “Los ingleses”, 1944, A mi manera, op. cit., p.304.
35. “Por qué escribo”, 1946, A mi manera, op. cit., p.355.
36. En todo caso Orwell no es anarquista porque considera que el Estado es necesario y que su mera desaparición conduciría al dominio de Al Capone y a la indefensión de los individuos frente a la violencia. Pero su espíritu libertario se manifiesta en la desconfianza ante toda forma de poder y de dominio. Definirle como socialista, libertario y anticomunista como ha hecho recientemente Vargas Llosa (Letras Libres nº 20), es en cualquier caso mucho más acertado que entenderle como un anarquista tory (como hace Jean-Claude Michéa en la obra citada en la nota 9).
Yevgeny Zamyatin
Nosotros
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