Los últimos
dos meses de vida de Rosa Luxemburgo fueron de esfuerzo físico y mental casi
ininterrumpido. Siendo una de las principales dirigentes de la ola revolucionaria
que barría Alemania, tuvo poco tiempo para descansar y recuperarse de los duros
años de prisión.
[El periodo
que va del 9 de noviembre de 1918 a mediados de enero de 1919 fue de continuo
fermento revolucionario, con muchas alzas y reflujos. En movilización tras
movilización, cientos de miles de obreros ganaron la calle para protestar por
cada medida del gobierno contra sus organizaciones o partidarios. Día tras día
se celebraban mítines masivos con miles de asistentes, a medida que las masas y
los soldados que regresaban de la guerra se volvían al gobierno para exigir
satisfacción. Era una situación muy parecida a la de Rusia en los primeros
meses de 1917, luego de la Revolución de Febrero.
[El 9 de
noviembre, día en que cayó la monarquía, se planteó inmediatamente el problema:
“¿Quién gobernará a Alemania?” El PSD y el PSDU iniciaron inmediatamente las
negociaciones para formar un gobierno. El PSDU, en retribución por la generosa
oferta de una representación paritaria, retiró sus consignas más radicales, y
se instauró un Consejo de Comisarios del Pueblo de seis miembros, tres por el
PSD y otros tantos por el PSDU. Inmediatamente llamaron a la elección de una
asamblea nacional, a celebrarse lo antes posible.
La liga
Espartaco, que funcionaba como fracción organizada dentro del PSDU, denunció el
Consejo de Comisarios del Pueblo, negándose a integrarlo. Llamó, en cambio, a
pasar todo el poder a los Consejos de Obreros y Soldados. Sin embargo, el
Consejo de Obreros y Soldados de Berlín se reunió el 10 de noviembre y
reconoció el poder ejecutivo nacional provisional de los seis comisarios del
pueblo, sin definir su propio papel y autoridad.
La
generalidad de los Consejos de Obreros y Soldados formados en noviembre estaban
dominados por el PSD o por soldados y civiles sin filiación política, con
ciertas tendencias conservadoras. El PSDU controlaba varios consejos y tenía
una minoría importante en casi todos. Espartaco sólo controló unos pocos y por
poco tiempo, en Brunswick y Stuttgart. La debilidad organizativa de Espartaco
se puso de manifiesto en la Conferencia del Reich de Consejos de Obreros y
Soldados, celebrada a mediados de diciembre en Berlín. Allí ni siquiera hubo un
bloque espartaquista organizado, aunque la organización decía tener diez
delegados. El PSD tenía 288 delegados y el PSDU ochenta.
[Durante
noviembre y diciembre Espartaco llamó reiteradas veces a nuevas elecciones en
los Consejos de Obreros y Soldados, en un intento de romper el control de las
fuerzas conservadoras que pesaban sobre ellos y hacerlos más representativos de
la creciente radicalización de las masas. Pero en la mayoría de los casos
dichos llamados fueron firmemente rechazados, sobre todo en la crucial ciudad
de Berlín, y los Consejos entregaron cada vez más su poder y autoridad moral a
los dirigentes del PSD, uniéndose en definitiva a ellos para aplastar la
revolución.
[Hasta
principios de enero los dirigentes espartaquistas creyeron que la ola
revolucionaria seguiría en aumento, aunque no contaban con una victoria fácil
ni rápida. Pero la relación de fuerzas siguió empeorando para los
revolucionarios. Ebert, Scheidemann, Gustav Noske 199 y demás
dirigentes del PSD estaban decididos a imponer “la ley y el orden” en Alemania,
sabiendo perfectamente que eso significaba aplastar a la Liga Espartaco.
Estaban dispuestos a recurrir a las fuerzas militares y paramilitares más
reaccionarias con tal de suprimir las manifestaciones callejeras, perseguir a
los dirigentes, a cuyas cabezas les habían puesto extraoficialmente un precio,
tomar los bastiones de la izquierda y liquidar cualquier respaldo que ésta
pudiera tener en sectores de las tropas o la policía.
[Luego de
una serie de ataques contra las fuerzas de izquierda -enfrentamientos que no
resolvieron nada- los miembros del PSDU en el Consejo de Comisarios del Pueblo
renunciaron, dejando todo en manos del PSD. A principios de enero el gobierno
provisional resolvió tratar de provocar un enfrentamiento militar para
destrozar las fuerzas revolucionarias. Su primera medida fue destituir al jefe
de policía de Berlín, Emil Eichhorn, miembro del PSDU, para
reemplazarlo con alguien de su confianza. Eichhorn, no obstante, se negó a
abandonar el puesto, declarando que él rendía cuentas únicamente al Consejo de
Obreros y Soldados de Berlín (que confirmó su destitución un par de días
después).
[Una
movilización llamada para el 5 de enero en protesta por la destitución de
Eichhorn resultó mucho más grande de lo que se había esperado, y se llamó a
nuevas movilizaciones para el día 6. Algunas fuerzas de izquierda consideraron
que estaba planteado el problema de la toma del poder. Una débil coalición
integrada por Espartaco (recientemente constituido como Partido Comunista
Alemán-PCA), el PSDU y los Delegados
Revolucionarios
formaron un Ejecutivo Revolucionario, llamando a las masas a proseguir la
lucha, derribar a Scheidemann y Ebert, a la toma del poder por el Consejo y
otras medidas.
199 Gustav Noske (1868-1946): socialdemócrata de derecha. Como ministro de
asuntos militares fue responsable de la muerte de Luxemburgo y Liebknecht
[No queda
claro si los representantes del PCA ante el Ejecutivo revolucionario
-Liebknecht y Pieck 200- contaban o
no con el consentimiento del partido. El biógrafo de Rosa, Paul Frölich,
sostiene que no contaban con el apoyo de la dirección partidaria y que
particularmente Rosa Luxemburgo censuró a Liebknecht por haber comprometido al
partido en la aventura peligrosa de una insurrección condenada a la derrota. En
todo caso, pronto resultó evidente que no existían posibilidades de tomar el
poder sobre bases tan inseguras, y finalmente el intento no se llevó a cabo. El
10 de enero, con la invasión de la ciudad por las tropas y una creciente
ofensiva de las fuerzas paramilitares contrarrevolucionarias, el PCA se retiró
formalmente del Ejecutivo Revolucionario, que, en los hechos, ya se había
desintegrado. (Miembros del PSDU y de los Delegados Revolucionarios estaban
tratando de negociar una tregua con el PSD.)
[Al mismo
tiempo, sin embargo, había miles de obreros armados en la calle, y Espartaco
consideró que debía permanecer junto a las masas para dirigirlas en la acción y
no perder contacto con ellas.
[El 13 de
enero, las tropas, cumpliendo órdenes del PSD, atacaron el edificio del
Vorwaerts que había sido ocupado por las fuerzas revolucionarias, y asesinaron
a la delegación enviada a negociar la rendición. Espías, provocadores y bandas
armadas recorrían la ciudad buscando a los dirigentes espartaquistas, contra
los cuales se venía montando desde hacía semanas una campaña histérica para
lincharlos. Pero Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht se negaron terminantemente a
abandonar la ciudad.
[El 15 de
enero una unidad militar invadió el escondite mal oculto de Rosa Luxemburgo y
Karl Liebknecht. Los llevaron a los cuarteles provisorios de una de las
unidades paramilitares que funcionaban libremente con pleno conocimiento, y
posiblemente con el respaldo del PSD.
[Liebknecht
fue llevado afuera y asesinado “mientras trataba de escapar”. Rosa Luxemburgo
murió de un tiro en la cabeza, y su cuerpo fue arrojado a un canal del cual se
lo recuperó recién a principios de mayo.
200 Wilhelm Pieck: miembro de la Liga Espartaco y dirigente del Partido
Comunista Alemán desde su fundación. Pasó los años de la Segunda Guerra Mundial
en Moscú. Luego volvió a Alemania Oriental y dirigió el Partido Socialista
Unitario, en el gobierno.
[Cuando
comenzó la revolución, a principios de noviembre, los dirigentes de Espartaco
resolvieron permanecer dentro del PSDU el mayor tiempo posible, para intentar
ganar a su base. Rosa Luxemburgo temía perder el contacto con las masas, y
tenía la certeza de que ese sería el resultado del intento prematuro de fundar
un partido aparte del PSDU.
[Durante los
meses de noviembre y diciembre los dirigentes espartaquistas utilizaron todas
sus energías para tratar de proveer de una dirección política al movimiento de
masas que se agitaba a su alrededor, poniendo la construcción de una
organización sólida y disciplinada en un segundo plano en la lista de
prioridades. La Liga Espartaco era, en realidad, un grupo de pocos miles de
miembros distribuidos por toda Alemania en una federación escasamente
centralizada. Si bien los dirigentes espartaquistas de Berlín proclamaron con
toda claridad que nada tenían que ver con la dirección vacilante y centrista
del PSDU, las líneas demarcatorias entre éste y la Liga tendían a borrarse cada
vez más a medida que uno se alejaba de los cuadros dirigentes para adentrarse en
las ciudades de provincia y en las propias bases en Berlín.
[Recién
después de que la dirección del PSDU se negó terminantemente a convocar a un
congreso nacional —temeroso de darles a los dirigentes de Espartaco la
posibilidad de ganar un número mayor de partidarios y clarificar las profundas
diferencias existentes— recién entonces Espartaco resolvió romper con el PSDU y
fundar el Partido Comunista Alemán.
[El congreso
de fundación del PC A se celebró entre el 30 y el 31 de diciembre de 1918 y el
1º de enero de 1919, y fue en ese congreso que Rosa Luxemburgo pronunció el que
iba a ser su último discurso. En nombre del comité ejecutivo presentó el
proyecto de programa que el congreso aprobó. Paul Frölich, integrante también
de la dirección de la Liga Espartaco, describe su discurso:
[“La tensión
que se produjo en el congreso entre la sobria sabiduría de los dirigentes y la
impaciencia revolucionaria de los elementos más jóvenes, cedió inmediatamente
[cuando] Rosa Luxemburgo dirigió la palabra al congreso para exponer el
programa del partido. Los delegados habían observado con preocupación el
esfuerzo tremendo que le costaba a su cuerpo exhausto sobreponerse a las consecuencias
del prolongado encarcelamiento, la incesante excitación, la tensión nerviosa y
las enfermedades, pero apenas comenzó a hablar, la inspiración obró maravillas
y Rosa volvió a ser la de antes. Desapareció toda su debilidad física, volvió
su energía y, por última vez, su temperamento apasionado y su brillante
oratoria dejaron atónito al auditorio: lo convenció, atrapó, conmovió e
inspiró. Fue, para todos los presentes, una experiencia inolvidable.”
[La tensión
del congreso que menciona Frölich, y a la que Rosa hace alusión varias veces en
el curso de su exposición, se creó en torno a la táctica que debía emplear el
PCA ante las elecciones a la asamblea nacional. En su reunión de mediados de
diciembre, el Congreso del Reich de Consejos Obreros y Campesinos había
aprobado el llamado a elecciones del gobierno de Ebert. El comité ejecutivo de
Espartaco propuso que el recientemente formado PCA aprovechara la posibilidad
de llegar a millones de personas con la propaganda revolucionaria, participando
en las elecciones. Pero la mayoría de los delegados, adoptando una clásica
actitud ultraizquierdista, no quería tener nada que ver con las elecciones y el
congreso rechazó la resolución del comité ejecutivo por 62 votos contra 23. En
una carta a Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo caracteriza a esta votación como
fruto de un “radicalismo un tanto infantil, inmaduro y estrecho” de parte de
los delegados jóvenes e impacientes, actitud que creía iba a desaparecer
rápidamente.
[También
discute extensamente el prefacio de Engels a la edición alemana de Las luchas
de clases en Francia, de Marx. Su conocimiento de las intransigentes posiciones
revolucionarias de Engels la hacía sospechar de la interpretación que
predominaba en el PSD de ese prólogo, o al menos rechazarla.
[El prefacio
había sido escrito por Engels a pedido de los dirigentes del PSD, quienes
temían la promulgación de una nueva ley antisocialista. Pero había un hecho que
Rosa, y prácticamente todo el resto del partido, ignoraba: ese prefacio,
escrito especialmente para ellos, no había sido del agrado de los dirigentes
del PSD, que lo habían distorsionado groseramente. Suprimieron las partes del
prefacio donde Engels expone su posición respecto de las formas de lucha
ilegales, extraparlamentarias. En carta a Kautsky, fechada el 1º de abril de
1895, Engels protestó por esta distorsión de su pensamiento: “Vi con asombro un
extracto de mi introducción en Vorwaerts, publicado sin mi aprobación y
construido de manera tal que se me presenta como pacífico adorador de la
legalidad a cualquier precio. Quisiera tener la satisfacción de ver publicado
el escrito completo en Neue Zeit, para liquidar esta impresión indigna.” Pero
el prefacio inédito no apareció en alemán hasta 1924.
Es un
ejemplo notable de la profunda comprensión del marxismo revolucionario de Rosa
Luxemburgo el hecho de que sospechara de ese pasaje y lo considerara
incongruente con todo lo que habían defendido Marx y Engels. La historia no
tardó en darle la razón. [También rechazó la división tradicional entre
programa “mínimo” y “máximo”, entre las consignas para la acción inmediata y
los objetivos postergados para el futuro, considerados irrelevantes en cuanto a
la militancia práctica cotidiana. Para ella esa división era uno de los baluartes
del oportunismo del viejo PSD. La formulación de un programa único, que
señalara el camino desde el presente hasta el futuro socialista, fue un paso
decisivo para darle al PC A una perspectiva verdaderamente revolucionaria y un
arma para luchar por las demandas que se pueden realizar bajo el capitalismo y
también por las que inevitablemente llevarán a las masas, paso a paso, a la
revolución socialista y su concreción triunfante.
[También
aparece el viejo tema del folleto sobre la huelga de masas y todos sus demás escritos
sobre la Revolución de 1905-1906. Predice una ola huelguística inminente, que
pasará de objetivos económicos a políticos y provocará en última instancia una
transformación económica y política total. Aquí, al igual que en 1905, tiende a
sobreestimar el valor de la huelga como el arma fundamental.
El último
escrito de Rosa Luxemburgo del 14 de enero de 1919, la víspera de ser
asesinada por los soldados de la Caballería de la Guardia del Gobierno del SPD.
[El
asesinato de Luxemburgo y Liebknecht marcó el fin de la primera etapa de la revolución
alemana, aunque ellos, de haber continuado con vida, no podrían haber alterado
el curso inmediato de los acontecimientos. Su muerte fue un golpe tremendo para
el joven partido, que quedó así privado de sus dirigentes más experimentados.
Muchos más iban a caer en los meses subsiguientes, a medida que la
contrarrevolución recorría Alemania. [El asesinato de Luxemburgo y Liebknecht
fue también un golpe muy duro para la Revolución Rusa, acorralada por la guerra
civil y las fuerzas invasoras y luchando por resistir hasta que la revolución
alemana triunfante acudiese en su ayuda. Hablando ante el soviet de Petrogrado
el 18 de enero de 1919, cuando llegó la confirmación de la noticia del
asesinato y de la derrota de la revolución, Trotsky les rindió el más alto
homenaje revolucionario:
León Trotsky. Karl Liebknecht -
Rosa Luxemburg
Escrito: 18 de enero de 1919
Claudio Albertani. La tragedia de León Trotsky
[“Para
nosotros, Liebknecht no fue simplemente un dirigente alemán. Para nosotros,
Luxemburgo no fue simplemente una socialista polaca que dirigió a los obreros
alemanes. No, ambos son hermanos del proletariado mundial, y nos une a ellos un
vínculo espiritual indisoluble. ¡Hasta su último aliento pertenecieron a la
Internacional!”
[El último
discurso de Rosa Luxemburgo fue traducido al inglés por Cedar y Edén Paul. Esta
versión fue publicada en 1943 en The New International (La nueva
Internacional).]
¡Camaradas!
Hoy tenemos la tarea de discutir y aprobar un programa. Al emprender esta tarea
no nos motiva únicamente el hecho de que ayer fundamos un partido nuevo, y que
un partido nuevo debe formular un programa. Grandes movimientos históricos
fueron las causas determinantes de las deliberaciones de hoy. Ha llegado el
momento de fundar todo el programa socialista del proletariado sobre nuevas
bases. Nos encontramos ante una situación similar a la de Marx y Engels cuando
escribieron su Manifiesto Comunista, hace setenta años. Como todos saben, el
Manifiesto Comunista trata del socialismo, de la realización de los objetivos
socialistas, como tarea inmediata de la revolución proletaria. Esta fue la idea
presentada por Marx y Engels en la revolución de 1848; así, también,
concibieron la base para la acción proletaria en el campo internacional. Junto
con todos los dirigentes del movimiento obrero, tanto Marx como Engels creían
que estaba planteada la realización inmediata del socialismo. Bastaba provocar
una revolución política, tomar el poder político del Estado y el socialismo
pasaría inmediatamente del reino del pensamiento al reino de carne y hueso.
Posteriormente,
como sabéis, Marx y Engels revisaron totalmente esta perspectiva. En el
prefacio conjunto a la reedición del Manifiesto Comunista del año 1872,
encontramos el siguiente pasaje: “[...] no se concede importancia exclusiva a
las medidas revolucionarias enumeradas al final del capítulo II. Este pasaje
tendría que ser redactado hoy de distinta manera, en más de un aspecto. Dado el
desarrollo colosal de la gran industria en los últimos veinticinco años, y con
éste, el de la organización del partido de la clase obrera; dadas las
experiencias prácticas, primero de la revolución de febrero y después, en mayor
grado aun, de la Comuna de París, que eleva por primera vez al proletariado,
durante dos meses, al Poder político, este programa ha envejecido en algunos de
sus puntos. La Comuna ha demostrado, sobre todo, que “la clase obrera no puede
simplemente tomar posesión de la máquina estatal existente y ponerla en marcha
para sus propios fines’.”
¿Cuál es el
pasaje que habría que redactar de manera distinta, por hallarse perimido? El
que dice así:
“El
proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando
gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los
instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado
organizado como clase dominante, y para aumentar con la mayor rapidez posible
la suma de las fuerzas productivas.
”Esto,
naturalmente, no podrá cumplirse al principio más que por una violación
despótica del derecho de propiedad y de las relaciones burguesas de producción,
es decir, por la adopción de medidas que desde el punto de vista económico
parecerán insuficientes e insostenibles, pero que en el curso del movimiento se
sobrepasarán a sí mismas y serán indispensables como medio para transformar
radicalmente todo el modo de producción. ”Estas medidas, naturalmente, serán
diferentes en los diversos países.
”Sin
embargo, en los países más avanzados podrán ser puestas en práctica casi en todas
partes las siguientes medidas:
”1 —
Expropiación de la propiedad territorial y empleo de la renta de la tierra para
los gastos del Estado.
”2 — Fuerte
impuesto progresivo.
”3 — Abolición del derecho de herencia.
”4 —
Confiscación de toda la propiedad de los emigrados y sediciosos.
”5 — Centralización del crédito en manos del
Estado por medio de un Banco nacional con capital del Estado y monopolio
exclusivo.
”6 — Centralización en manos del Estado de
todos los medios de transporte.
”7 —
Multiplicación de las empresas fabriles pertenecientes al Estado y de los
instrumentos de producción; roturación de los terrenos incultos y mejoramiento
de las tierras, según un plan general.
”8 —
Obligación de trabajar para todos; organización de ejércitos industriales,
particularmente para la agricultura.
”9 —
Combinación de agricultura y la industria; medidas encaminadas a hacer
desaparecer gradualmente la oposición entre la ciudad y el campo.
”10 —
Educación pública y gratuita de todos los niños; abolición del trabajo de éstos
en las fábricas tal como se practica hoy; régimen de educación combinado con la
producción material, etcétera, etcétera.”201
201 Citado de Carlos Marx - Federico Engels, Manifiesto Comunista, Bs. As.,
Pluma, 1974, pp. 26 y 89-90.
Con pocas
variantes estas son, como sabéis, las tareas que se nos plantean hoy. Llevando
adelante estas medidas tendremos que construir el socialismo. Entre el día en
que se formuló el programa citado y la hora actual median setenta años de
desarrollo capitalista y la evolución del proceso histórico nos ha devuelto a
la posición que Marx y Engels desecharon por errónea en 1872. En ese momento
existían muy buenas razones para creer que la posición anterior era errónea. La
evolución posterior del capital, empero, ha convertido el error de 1872 en la
realidad de hoy, de modo que nuestro objetivo inmediato es cumplir la tarea que
Marx y Engels pensaron que tendrían que cumplir en 1848. Pero entre ese momento
del proceso, ese comienzo de 1848, y nuestras posiciones y tareas inmediatas,
media toda la evolución no sólo del capitalismo, sino también del movimiento
obrero socialista. Han intervenido, sobre todo, los procesos ya mencionados de
Alemania, el país más importante del proletariado moderno.
Esta
evolución de la clase obrera asumió formas peculiares. Cuando, después de las
desilusiones de 1848, Marx y Engels desecharon la idea de que el proletariado
podía realizar en forma inmediata el socialismo, surgieron en todos los países
partidos socialistas inspirados en objetivos muy distintos. Se proclamó que el
objetivo inmediato de dichos partidos era el trabajo local, la mezquina lucha
cotidiana en los campos político e industrial.
Así, de a poco,
se irían creando ejércitos proletarios, los que estarían prontos a construir el
socialismo apenas madurara el proceso capitalista. El programa socialista
quedó, por lo tanto, apoyado sobre cimientos totalmente distintos, y en
Alemania el cambio asumió una forma típica y peculiar. Hasta el colapso del 4
de agosto de 1914, la socialdemocracia alemana defendía el programa de Erfurt,
en virtud del cual las llamadas consignas mínimas pasaban a primer plano,
mientras que el socialismo pasaba a ser un lucero distante.
Sin embargo,
mucho más importante que la letra de un programa es la forma en que se lo
interpreta en la práctica. En este sentido debe otorgarse gran importancia a
uno de los documentos históricos del movimiento obrero alemán: el prefacio
escrito por Federico Engels a la edición de 1895 de Las luchas de clases en
Francia, de Marx. No es sólo en base a consideraciones históricas que vuelvo a
plantear la cuestión. Se trata de un problema de suma actualidad. Es nuestro
deber perentorio volver a colocar nuestro programa sobre las bases sentadas por
Marx y por Engels en 1848. En vista de los cambios ocurridos desde entonces en
el proceso histórico, nos corresponde emprender una cautelosa revisión de las
posiciones que llevaron a la socialdemocracia alemana al desastre del 4 de
agosto.
Dicha
revisión es la tarea que nos ocupa hoy oficialmente.
¿Cómo
encaraba Engels el problema en su célebre prefacio a Las luchas de clases en
Francia, escrito en 1895, doce años después de la muerte de Marx? En primer
lugar, recordando el año 1848, demostró que la creencia en la inminencia de la
revolución socialista ya había quedado perimida. Dijo:
“La historia
nos ha dado un mentís, a nosotros y a cuantos pensaban de un modo parecido. Ha
puesto de manifiesto que, por aquel entonces, el estado del desarrollo
económico en el continente distaba mucho de estar maduro para poder eliminar la
producción capitalista; lo ha demostrado por medio de la revolución económica
que desde 1848 se ha adueñado de todo el continente, dando, por primera vez,
verdadera carta de ciudadanía a la gran industria en Francia, Austria, Hungría,
Polonia y últimamente Rusia, y haciendo de Alemania un país industrial de
primer orden. Y todo sobre la base capitalista, lo cual quiere decir que esta
base tenía todavía, en 1848, gran capacidad de expansión.”
Después de
resumir los cambios que sobrevinieron en el período intermedio, Engels analiza
las tareas inmediatas del Partido Socialdemócrata. “Como Marx predijo, la
guerra de 1870 a 1871 y la derrota de la Comuna desplazaron por el momento de
Francia a Alemania el centro de gravedad del movimiento obrero europeo. En
Francia, naturalmente, éste necesitaba años para reponerse de la sangría de
1871. En cambio en Alemania, donde la industria —impulsada como una planta de
invernadero por el maná de los cinco mil millones pagados por Francia- se
desarrollaba cada vez más rápidamente, la socialdemocracia crecía todavía más a
prisa y con más persistencia. Gracias a la inteligencia con que los obreros
alemanes supieron utilizar el sufragio universal, implantado en 1866, el
crecimiento asombroso del partido se ofrece en forma indiscutible, a los ojos
del mundo entero.”202
202 Citado de Engels, prólogo a Las luchas..., pp. 19 y 23.
Luego viene
la famosa enumeración que muestra el crecimiento de los votos del partido en
elección tras elección, hasta llegar a cifras millonadas. Del análisis de este
proceso Engels saca la siguiente conclusión: “Pero con este eficaz empleo del
sufragio universal entró en acción un método de lucha proletario totalmente
nuevo, que se siguió desarrollando con rapidez. Al comprobarse que las
instituciones estatales en las que se organiza la dominación de la burguesía
ofrecen nuevas posibilidades a la clase obrera para luchar contra las mismas
instituciones, se tomó parte en las elecciones a las dietas provinciales, a los
organismos municipales, a los tribunales industriales, se le disputó a la
burguesía cada puesto, en cuya provisión mezclaba su voz una parte suficiente
del proletariado. Así se dio el caso de que la burguesía y el gobierno llegasen
a temer mucho más la actuación legal que la actuación ilegal del partido
obrero, más los éxitos electorales que los éxitos insurreccionales.”203
203 Ibídem, p. 26.
Engels añade
una crítica minuciosa a la ilusión de que bajo las condiciones que crea el
capitalismo moderno el proletariado puede aportar algo a la revolución en la
lucha callejera. Sin embargo, me parece que, visto que hoy nos encontramos en
medio de una revolución caracterizada por la lucha callejera, y todo lo que
ésta significa, es hora de librarnos de las posiciones que han guiado la
política oficial de la socialdemocracia alemana hasta nuestros días, de las
posiciones responsables de lo que ocurrió el 4 de agosto de 1914. [¡Muy bien,
muy bien!] Con ello no quiero decir que, en virtud de estas palabras, Engels
debe compartir la responsabilidad por todo el curso de la evolución socialista
de Alemania. Simplemente llamo vuestra atención hacia una de las citas clásicas
que apuntala la posición prevaleciente en la socialdemocracia alemana, posición
que resultó fatal para el movimiento. Como experto en ciencia militar, Engels
demuestra en este prefacio que es una ilusión pura creer que los obreros
podían, dado el estado de la técnica militar y la industria en ese momento, y
en vista de las características de las grandes ciudades, realizar con éxito la
revolución mediante el combate en las calles. Dos conclusiones importantes
surgirán de ese razonamiento. En primer lugar, se contrapuso la lucha
parlamentaria a la acción revolucionaria directa del proletariado, y se señaló
que aquella es la única forma práctica de llevar adelante la lucha de clases.
La consecuencia lógica de la crítica fue el parlamentarismo, y nada más que el
parlamentarismo.
En segundo
lugar, a la máquina militar, a la organización más poderosa del estado
clasista, a todo el cuerpo de proletarios en uniforme, se lo declaró,
apriorísticamente, inaccesible a la influencia socialista. Cuando en su
prefacio Engels declara que, debido al actual desarrollo de gigantescos
ejércitos, es una locura pensar que los proletarios puedan hacer frente a
soldados armados de ametralladoras y equipados según el último grito de la
técnica, ésto se basa obviamente en la premisa de que cualquiera que se haga
soldado se vuelve, de golpe y para siempre, partidario de la clase dominante.
Sería
absolutamente incomprensible, a la luz de la experiencia contemporánea, que un
dirigente de la talla de Engels cometiera semejante error, si no conociéramos
las circunstancias históricas en que se escribió este documento histórico. En
reivindicación de nuestros dos grandes maestros, y sobre todo de Engels, que
murió doce años después de Marx y fue siempre un fiel exegeta de las teorías y
de la reputación de su gran colaborador, debo recordaros que Engels escribió
este prefacio bajo una fuerte presión del bloque parlamentario. En esa época en
Alemania, en los primeros años de la década del noventa, luego de la derogación
de las leyes antisocialistas, surgió una fuerte corriente hacia la izquierda,
el movimiento de los que querían evitar que el partido quedara totalmente
absorbido por la lucha parlamentaria. Bebel y sus secuaces querían argumentos
convincentes, respaldados por la gran autoridad de Engels; querían una
declaración que les permitiera mantener a los elementos revolucionarios bajo su
férreo control.
Era típico de
la situación del partido en esa época que los parlamentarios socialistas
tuvieran la última palabra, tanto en la teoría como en la práctica. Aseguraron
a Engels, que vivía en el extranjero y naturalmente aceptó de buena fe, que era
absolutamente indispensable salvaguardar al movimiento obrero alemán de caer en
el anarquismo: y así lo obligaron a escribir en el tono que ellos querían. De
ahí en más la táctica expuesta por Engels en 1895 guió a los socialdemócratas
alemanes en todo lo que hicieron y dejaron de hacer hasta el inevitable final
acaecido el 4 de agosto de 1914. El prefacio fue la proclamación formal de la
táctica nada-más-que-parlamentarismo. Engels murió ese mismo año y no tuvo, por
lo tanto, oportunidad de analizar las consecuencias prácticas de su teoría.
Quienes conocen las obras de Marx y Engels, quienes están familiarizados con el
espíritu verdaderamente revolucionario que anima todas sus enseñanzas y
escritos, tendrán la certeza de que Engels hubiera sido uno de los primeros en
protestar contra la corrupción del parlamentarismo y contra el derroche de
energías del movimiento obrero, característico de Alemania en las décadas que
precedieron a la guerra.
El cuatro de
agosto no surgió de la nada, como un trueno en un cielo azul; lo que sucedió
ese día no fue un giro casual de los acontecimientos, sino la consecuencia
lógica de lo que los socialistas alemanes venían haciendo día tras día, durante
muchos años. [¡Muy bien, muy bien!] Estoy convencida de que si Engels y Marx
vivieran hoy protestarían con todo vigor, y utilizarían todas las fuerzas a su
alcance para impedir que el partido se arroje al abismo. Pero después de la
muerte de Engels en 1895, la dirección del partido en materia de teoría pasó a
manos de Kautsky. Resultado de este cambio fue que en los sucesivos congresos
anuales del partido las protestas enérgicas del ala izquierda contra la
política del parlamentarismo puro, sus advertencias perentorias acerca de la
esterilidad e inutilidad de semejante política, fueron tachadas de anarquismo,
socialismo anarquizante o, al menos, antimarxismo. Lo que oficialmente se
llamaba marxismo se convirtió en una capa para encubrir todo tipo de
oportunismo, para rehuir consecuentemente la lucha de clases revolucionaria,
para todo tipo de medidas a medias. Así, la socialdemocracia y el movimiento
obrero alemanes, así como también el movimiento sindical, fueron condenados a
languidecer en el marco de la sociedad capitalista. Ya ningún socialista ni
sindicalista alemán hacía el menor intento serio de derrocar las instituciones
capitalistas ni de descomponer la maquinaria capitalista.
Pero ahora
llegamos a un punto, camaradas, en que podemos decir que nos hemos reencontrado
con Marx, que marchamos nuevamente bajo su bandera. Si declaramos hoy que la
tarea inmediata del proletariado es convertir el socialismo en una realidad
viva y destruir el capitalismo hasta su raíz, al hablar así nos colocamos en el
mismo terreno que ocuparon Marx y Engels en 1848; asumimos una posición cuyos
principios ellos jamás abandonaron. Por fin queda claro qué es el verdadero
marxismo, y qué ha sido el marxismo sustituto. [Aplausos]. Hablo de ese
marxismo sustituto que durante tanto tiempo ha sido el marxismo oficial de la
socialdemocracia. Ya veis a qué conduce esta clase de marxismo, el marxismo de
los secuaces de Ebert, David y demás. Estos son los representantes oficiales de
lo que durante años se han proclamado como marxismo inmaculado. Pero en
realidad el marxismo no podía señalar esta dirección, no podía haber llevado a
los marxistas a dedicarse a actividades contrarrevolucionarias codo a codo con
tipos como Scheidemann. El verdadero marxismo también vuelve sus armas contra
quienes pretenden falsificarlo. Cavando como un topo bajo los cimientos de la
sociedad burguesa, ha trabajado tan bien que hoy más de la mitad del
proletariado alemán marcha bajo nuestro estandarte, el pendón enhiesto de la
revolución. Inclusive en el bando contrario, inclusive allí donde parece
imperar la contrarrevolución, tenemos partidarios y futuros camaradas de armas.
Permítaseme
repetir, entonces, que la evolución del proceso histórico nos ha conducido de
vuelta a la ubicación de Marx y Engels de 1848, cuando enarbolaron por primera
vez la bandera del socialismo internacional. Estamos donde estuvieron ellos,
pero con la ventaja adicional de setenta años de desarrollo capitalista a
nuestras espaldas. Hace setenta años, para quienes revisaron los errores e
ilusiones de 1848, parecía que al proletariado le aguardaba un camino
interminable por recorrer antes de tener la esperanza, siquiera, de realizar el
socialismo. Casi no es necesario que diga que a ningún pensador serio se le ha
ocurrido jamás ponerle fecha a la caída del capitalismo; pero después de las
derrotas de 1848 esa caída parecía estar en un futuro distante. Esa creencia se
desprende también de cada frase del prefacio que Engels escribió en 1895.
Estamos ahora en condiciones de hacer el balance y podemos ver que el lapso ha
sido breve si lo comparamos con el curso de la lucha de clases a través de la
historia. El desarrollo capitalista en gran escala ha llegado tan lejos en
setenta años, que hoy nos podemos proponer seriamente liquidar al capitalismo
de una vez por todas. No sólo estamos en condiciones de cumplir esta tarea, no
sólo es un deber para con el proletariado, sino que nuestra solución le ofrece
a la humanidad la única vía para escapar a la destrucción. [Fuertes aplausos.]
Después de
la guerra, ¿qué ha quedado de la burguesía sino un gigantesco montón de basura?
Formalmente, desde luego, todos los medios de producción y la mayor parte de
los instrumentos de poder, prácticamente todos los instrumentos decisivos de
poder, están aún en manos de las clases dominantes. No nos hacemos ilusiones.
Pero lo que nuestros gobernantes podrán obtener con el ejercicio de sus
poderes, más allá de sus esfuerzos frenéticos por reimplantar su sistema de
expoliación mediante la sangre y la masacre, no será más que el caos. Las cosas
han llegado a un punto tal que a la humanidad se le plantean hoy dos
alternativas: perecer en el caos o encontrar su salvación en el socialismo. El
resultado de la gran guerra es que a las clases capitalistas les es imposible
salir de sus dificultades mientras sigan en el poder. Comprendemos ahora la
verdad que encerraba la frase que formularon por primera vez Marx y Engels como
base científica del socialismo, en la gran carta de nuestro movimiento, el Manifiesto
Comunista. El socialismo, dijeron, se volverá una necesidad histórica. El
socialismo es inevitable, no sólo porque los proletarios ya no están dispuestos
a vivir bajo las condiciones que les impone la clase capitalista, sino también
porque si el proletariado no cumple con sus deberes de clase, si no construye
el socialismo, nos hundiremos todos juntos. [Aplausos prolongados]
Aquí tenéis
las bases generales del programa que adoptamos hoy oficialmente, cuyo proyecto
habéis leído todos en el folleto ¿Was will der Spartakusbund? [¿Qué quiere la
Liga Espartaco?]. Nuestro programa se opone deliberadamente al principio rector
del programa de Erfurt; se opone tajantemente a la separación de las consignas
inmediatas, llamadas mínimas, formuladas para la lucha política y económica,
del objetivo socialista formulado como programa máximo. En oposición deliberada
al programa de Erfurt liquidamos los resultados de un proceso de setenta años,
liquidamos, sobre todo, los resultados primarios de la guerra, declarando que
no conocemos los programas máximos y mínimos; sólo conocemos una cosa, el socialismo;
esto es lo mínimo que vamos a conseguir. [¡Bien, bien!]
No propongo
entrar en los detalles del programa. Llevaría demasiado tiempo, y vosotros
podréis formaros vuestras propias opiniones respecto a los detalles. La tarea
que me incumbe es simplemente exponer los aspectos más generales que distinguen
a nuestro programa de lo que ha sido hasta hoy el programa oficial de la
socialdemocracia alemana. Considero, no obstante, de primordial importancia que
nos pongamos de acuerdo en nuestra apreciación de las circunstancias concretas
del momento, de las tácticas que debemos adoptar, de las medidas prácticas a
tomar, a la luz del desarrollo del proceso revolucionario hasta el momento y
también del probable curso futuro de los acontecimientos. Hemos de juzgar la
situación política desde la perspectiva que acabo de caracterizar, desde la
perspectiva de quienes apuntan a la realización inmediata del socialismo, de
quienes están decididos a subordinar todo lo demás a ese fin.
Nuestro
congreso, el congreso de lo que puedo llamar con orgullo el único partido
socialista revolucionario del proletariado alemán, casualmente coincide con una
crisis en el proceso de la revolución alemana. Digo “casualmente coincide”;
pero, en verdad, la coincidencia no es casual. Después de los sucesos de los
últimos días podemos afirmar que el telón ha descendido sobre el primer acto de
la revolución alemana. Está comenzando el segundo acto, y tenemos el deber
común de hacer un autoexamen y una autocrítica. Nos moveremos más sabiamente en
el futuro, y ganaremos un ímpetu adicional para seguir avanzando, si analizamos
cuidadosamente todo lo que hicimos y dejamos de hacer. Analicemos, pues,
cuidadosamente, los acontecimientos del primer acto de la revolución.
La
movilización comenzó el 9 de noviembre. La característica de la revolución del
9 de noviembre fue su insuficiencia y debilidad. Esto no debe sorprendernos. La
revolución vino después de cuatro arios de guerra, cuatro años durante los
cuales, bajo la tutela de la socialdemocracia y los sindicatos, el proletariado
alemán se comportó con intolerable ignominia y repudió sus obligaciones
socialistas hasta un punto inigualado en el resto del mundo. Nosotros, los
marxistas, que nos guiamos por el principio de la evolución histórica, no
podríamos esperar que en la Alemania que contempló el horrendo espectáculo del
4 de agosto, y que durante cuatro años cosechó lo que se sembró ese día,
apareciera repentinamente, el 9 de noviembre de 1918, una revolución gloriosa,
inspirada en una conciencia de clase definida, dirigida hacia un objetivo
concebido con toda claridad. Lo que ocurrió el 9 de noviembre fue, en menor
medida, el triunfo de un nuevo principio; apenas un poco más que la caída del
sistema imperialista existente. [¡Muy bien!]
Había
llegado el momento de la caída del imperialismo, un coloso con pies de barro,
que se resquebrajaba por dentro. La secuela de esta caída fue una movilización
más o menos caótica, desprovista de un plan razonado. La única fuente de
unidad, el único principio persistente y salvador fue la consigna “Por consejos
de obreros y soldados”. Esa era la consigna de la revolución con la cual, a
pesar de la insuficiencia y debilidad de la primera fase, inmediatamente
reclamó el derecho de contarse entre las revoluciones obreras socialistas. A
quienes participaron en la revolución del 9 de noviembre, y sin embargo arrojan
calumnias sobre los bolcheviques rusos, no podemos dejar de preguntarles:
“¿Dónde aprendisteis el alfabeto de vuestra revolución? ¿Acaso no fueron tos
rusos quienes os enseñaron a pedir consejos de obreros y soldados?” [Aplausos]
Esos pigmeos
que hoy, en su carácter de dirigentes de un gobierno que falsamente llaman
socialista, consideran que una de sus tareas principales es unirse a los
imperialistas ingleses en su ataque asesino contra los bolcheviques, han sido
delegados de los consejos de obreros y soldados, reconociendo así que la
Revolución Rusa creó las primeras consignas de la revolución mundial. El
estudio de la situación imperante nos permite predecir con certeza que, cualquiera
que sea el país donde estalle la próxima revolución proletaria después de
Alemania, el primer paso será la formación de consejos de obreros y soldados.
[Murmullos de aprobación].
He aquí el
vínculo que une internacionalmente a nuestro movimiento. Este es el lema que
distingue tajantemente a nuestra revolución de todas las revoluciones
anteriores, las revoluciones burguesas. El 9 de noviembre, el primer grito de
la revolución, instintivo como el llanto de un recién nacido, fue por consejos
de obreros y soldados. Ese fue nuestro grito de guerra común, y sólo a través
de los consejos podemos aspirar a la realización del socialismo. Pero es
característico de los rasgos contradictorios de nuestra revolución,
característico de las contradicciones que acompañan a toda revolución, que en el
momento de lanzarse este poderoso, conmovedor e instintivo grito, la revolución
era tan insuficiente, tan débil, tan falta de iniciativa, tan falta de claridad
en cuanto a sus propios objetivos, que el 10 de noviembre nuestros
revolucionarios permitieron que escaparan de sus manos casi la mitad de los
instrumentos de poder que habían tomado el 9 de noviembre. De esto aprendemos,
por un lado, que nuestra revolución está sujeta a la arbitraria ley del
determinismo histórico, ley que garantiza que, a pesar de las dificultades y
complicaciones, a pesar de todos nuestros errores, avanzaremos sin embargo paso
a paso hacia nuestra meta. Por otra parte, debemos reconocer, al comparar este
espléndido grito de guerra con la insuficiencia de los resultados obtenidos, que
estos no fueron más que los primeros pasos infantiles y vacilantes de la
revolución, que tiene muchas tareas difíciles que cumplir y un largo camino por
recorrer antes de poder realizar las primeras consignas.
Las semanas
que transcurrieron entre el 9 de noviembre y el día de hoy están plagadas de
toda clase de ilusiones. La primera ilusión de los obreros y soldados que
hicieron la revolución fue creer en la posibilidad de unidad bajo la bandera de
lo que se hace llamar socialismo. ¿Dónde se refleja mejor la debilidad de la
revolución del 9 de noviembre que en el hecho de que desde el comienzo de
dirección pasó a manos de individuos que pocas horas antes de que ésta
estallara habían resuelto que su principal deber era lanzar advertencias en
contra de la revolución [¡muy bien!], tratar de imposibilitar su realización; a
manos de tipos de la calaña de Ebert, Scheideman y Hasse?204 Una de las ideas directrices de la revolución del 9 de
noviembre era la de unificar a las distintas tendencias socialistas. Dicha
unión debía efectuarse por aclamación. Esta ilusión se cobró una venganza
sangrienta, y los acontecimientos de los últimos días provocaron un amargo
despertar; pero el autoengaño fue universal, y afectó a los grupos de Ebert y
Scheideman y a la burguesía tanto como a nosotros.
204 Hugo Haase (1863-1922): sucesor de Bebel en la conducción del PSD.
Pacifista durante la guerra, pero se disciplinó al partido y votó a favor del
presupuesto de guerra, renunciando a su cargo partidario en 1915. Encabezó el Partido
Socialista Independiente en 1916, y fue ministro del gobierno de coalición
formado después de la abdicación del kaiser Guillermo, en noviembre de 1918.
Renunció a fines de diciembre en protesta por el curso contrarrevolucionario
del gobierno. Fue asesinado en 1919.
Hubo otra
ilusión, que también afectó a la burguesía, durante este acto inicial de la
revolución: creyeron que mediante la combinación Ebert-Hasse, mediante el
gobierno autotitulado socialista, realmente podrían frenar a las masas
proletarias y estrangular la revolución socialista. Otra ilusión sufrieron
también los miembros del gobierno de Scheideman-Ebert al pensar que con la
ayuda de los soldados que volvían del frente podrían controlar a los obreros y
reprimir toda manifestación de la lucha de clases socialista. Tales son las
distintas y variadas ilusiones que explican los recientes acontecimientos. Una
tras otra, se han disipado. Se ha demostrado claramente que la unión de Hasse
con Ebert-Scheideman bajo la bandera del “socialismo” no es sino la hoja de
parra que le da visos de decencia a la política contrarrevolucionaria. Nosotros
mismos, como siempre sucede durante las revoluciones, nos hemos curado de
nuestras ilusiones.
Existe un
procedimiento revolucionario definitivo mediante el cual se libera al pueblo de
las ilusiones pero, desgraciadamente, la cura exige sangrías. En la Alemania
revolucionaria los acontecimientos siguieron el curso que es característico de
todas las revoluciones. El derramamiento de sangre del 6 de diciembre en la
calle Chaussee, la masacre del 24 de diciembre, les mostraron la verdad al
grueso de las masas populares. A través de estos hechos aprendieron que lo que
se hace llamar gobierno socialista es el gobierno de la contrarrevolución.
Comprendieron que quienquiera que tolere semejante estado de cosas conspira
contra el proletariado y contra el socialismo. [Aplausos].
Ha
desaparecido también la ilusión abrigada por los señores Ebert, Scheideman y
Cía. de que, con la ayuda de los soldados que vuelven del frente podrán someter
a los obreros para siempre. ¿Cuál ha sido el resultado de las experiencias del
6 y el 24 de diciembre? Últimamente es notable como ha cundido la desilusión en
la soldadesca. Estos hombres comienzan a mirar con ojos críticos a quienes los
usaron de carne de cañón contra el proletariado socialista. En esto vemos otra
vez la aplicación de la ley de que la revolución socialista sufre un
determinado proceso objetivo, una ley según la cual los batallones del
movimiento obrero aprenden, a través de la amarga experiencia, a reconocer el
verdadero camino de la revolución. Nuevas unidades de soldados han sido traídas
a Berlín, nuevos destacamentos de carne de cañón, fuerzas adicionales para
aplastar a los proletarios socialistas, con el resultado de que, de un cuartel
tras otro, vienen los pedidos de folletos y volantes del grupo Espartaco.
Esto señala
el fin del primer acto. Las esperanzas de Ebert y Scheideman de dominar al
proletariado con la ayuda de los elementos reaccionarios de la soldadesca, ya
han sido frustradas en gran medida. Lo que les aguarda para el futuro muy
próximo es la creciente difusión de las tendencias revolucionarias en los
cuarteles. Así aumentarán las fuerzas del proletariado combatiente a la vez que
disminuyen las de los contrarrevolucionarios. Como consecuencia de estos
cambios tendrá que desaparecer la ilusión que anima a la burguesía, la clase
dominante. Al leer los periódicos de los últimos días, los de las jornadas
posteriores a los incidentes del 24 de diciembre, no se puede dejar de percibir
sentimientos de desilusión combinados con indignación, fruto de que los
secuaces de la burguesía, los que ocupan los puestos de poder, han resultado
ineficaces. [¡Muy bien!]
Se esperaba
de Ebert y Scheideman que demostraran ser los hombres fuertes, buenos domadores
de leones. ¿Qué han logrado? Han reprimido unos cuantos disturbios sin
importancia, con el resultado de que la hidra de la revolución ha levantado su
cabeza con más decisión que nunca. Por lo tanto la desilusión es mutua, o mejor
dicho, universal. Los obreros han perdido la ilusión que los llevó a creer que
la unión de Hasse con Ebert Scheideman equivaldría a un gobierno socialista.
Ebert y Scheideman han perdido la ilusión que los indujo a imaginar que con la
ayuda de los proletarios en uniforme militar podrían controlar permanentemente
a los proletarios de ropa civil. La clase media ha perdido la ilusión de que,
por intermedio de Ebert, Scheideman y Hasse, pueden engañar a toda la
revolución socialista alemana respecto de los objetivos que busca. Todas estas
cosas poseen una fuerza negativa, y lo que queda de ellas son los retazos y
harapos de las ilusiones perdidas. Pero es en verdad un gran aporte a la causa
del proletariado que de la primera fase de la revolución no queden sino retazos
y harapos, porque nada hay más dañino que una ilusión, a la vez que nada sirve
tanto a la causa revolucionaria como la verdad desnuda.
Es apropiado
que recuerde las palabras de uno de nuestros escritores clásicos, un hombre que
no era un revolucionario proletario sino un espíritu revolucionario proveniente
de la clase media. Me refiero a Lessing, y paso a citar un pasaje que siempre
ha suscitado mi interés y simpatía: “No sé si es un deber sacrificar la
felicidad y la vida en aras de la verdad [...] Pero si sé que tenemos el deber,
si queremos enseñar la verdad, de enseñarla completa o no enseñarla, enseñarla
con claridad y franqueza, sin equívocos ni reservas, inspirados por la plena
confianza en su poder [...] Cuanto más grosero el error, más corto y directo es
el camino que conduce a la verdad. Pero un error altamente sofisticado nos
alienará permanentemente de la verdad, tanto más cuánto más nos cueste
comprender que se trata de un error [...] Quien piense en llevar a la humanidad
la verdad enmascarada y pintarrajeada, puede ser el alcahuete de la verdad, pero
jamás ha sido su amante.” Camaradas, los señores Haase, Dittmann, 205 etcétera, han querido traernos la
revolución, implantar el socialismo, cubierto con una máscara, untado de
carmín; han así demostrado ser los alcahuetes de la contrarrevolución.
205 Wilhelm Dittman (1874-1954): socialdemócrata alemán, muy ligado a Haase.
En 1916 secretario de la Hermandad Obrera Socialdemócrata, luego dirigente del
PSI. Apoyó el ingreso del PSI a la Comintern (ver n. 150), pero se negó a
aceptar los 21 puntos estipulados por dicha organización para la afiliación.
Hoy estas
máscaras han caído, y lo que en verdad se ofrecía se revela en la política
brutal y dura de los señores Ebert y Scheidemann. Hoy ni el más necio puede
equivocarse. Lo que ofrece es la contrarrevolución, en toda su repugnante
desnudez.
El primer
acto ha terminado. ¿Cuáles son las posibilidades para el futuro? No se trata,
desde luego, de hacer profecías. Sólo podemos tratar de deducir las
consecuencias lógicas de lo ocurrido, para sacar conclusiones en cuanto a las
probabilidades futuras y así adaptar nuestras tácticas a dichas probabilidades.
¿A dónde conduce, aparentemente, ese camino? Podemos sacar algunos indicios de
las últimas declaraciones del gobierno de EbertScheidemann, declaraciones
libres de ambigüedad. ¿Qué hará, posiblemente, este autotitulado gobierno
socialista ahora que, como acabo de demostrar, las ilusiones se han disipado?
Día a día el gobierno pierde más y más el apoyo de las amplias masas
proletarias. Fuera de la pequeña burguesía, apenas les quedan algunos pequeños
remanentes del movimiento obrero, y dudo mucho que éstos últimos sigan
prestando ayuda a EbertScheidemann por mucho tiempo.
El gobierno
también pierde cada vez más el apoyo del ejército, puesto que los soldados han
tomado la senda del autoexamen y la autocrítica. Las consecuencias de este
proceso podrán parecer al comienzo algo lentas, pero los llevarán
irresistiblemente a la adquisición de una mentalidad plenamente socialista. En
cuanto a la burguesía, Eberr y Scheidemann también han perdido la confianza de
este sector, al no mostrarse lo suficientemente fuertes. ¿Qué pueden hacer? No
tardarán en poner fin a la comedia de la política socialista. Cuando leáis el
nuevo programa de estos caballeros, veréis que marchan a todo vapor hacia la
segunda fase, la de la contrarrevolución abierta o, se puede decir también,
hacia la restauración de las condiciones preexistentes, prerrevolucionarias.
¿Cuál es el
programa del nuevo gobierno? Propone la elección de un presidente que ocuparía
una posición intermedia entre la del rey de Inglaterra y la del presidente de
Estados Unidos [¡Bravo!] Vendría a ser una especie de Rey Ebert. En segundo
lugar, proponen reimplantar el consejo federal. Podéis leer hoy las exigencias
independientes que formulan los gobiernos del sur de Alemania, exigencias que
subrayan el carácter federal de reino alemán. La reimplantación del viejo
consejo federal, conjuntamente por supuesto, con su viejo apéndice, el
Reichstag, es cuestión de un par de semanas, a lo sumo. Camaradas, Ebert y
Scheidemann se dirigen así a la reimplantación usa y llana de las condiciones
existentes antes del 9 de noviembre. Pero han entrado así en una aguda
pendiente, y es posible que no tarden en encontrarse en el fondo del abismo,
con todos los huesos rotos. Porque para el 9 de noviembre las condiciones que
imperaban antes estaban ya perimidas, y hoy Alemania se encuentra a muchas
millas de distancias de la posibilidad de restablecerlas.
Para
conseguir el respaldo de la única clase cuyos intereses representa realmente
este gobierno, para conseguir el apoyo de la burguesía —apoyo que les ha sido
retirado en virtud de los recientes sucesos— Ebert y Scheidemann se verán
obligados a aplicar una política cada vez más contrarrevolucionaria. Las
exigencias de los estados alemanes del sur, publicadas hoy en los diarios
berlineses, expresan francamente su deseo de lograr “mayor seguridad” para el
reino alemán. Esto significa, en términos sencillos, que desean que se declare
el estado de sitio para contener a los elementos “anarquistas, turbulentos y
bolchevistas”; en otras palabras, para contener a los socialistas. La presión
de las circunstancias obligarán a Ebert y Scheidemann a recurrir a la
dictadura, con o sin estado de sitio. Así, como resultado del proceso anterior,
por la simple lógica de los acontecimientos y en función de las fuerzas que
controlan a Ebert y Scheidemann, en el segundo acto de la revolución tendremos
una oposición de tendencias mucho más pronunciada y una lucha de clases más
acentuada. [¡Bravo!] Esta intensificación del conflicto no se producirá
solamente en virtud de que las influencias políticas que acabo de mencionar
provocarán, al disiparse todas las ilusiones, un combate de cuerpo a cuerpo
entre la revolución y la contrarrevolución. Además, de las profundidades vienen
las llamas de un nuevo incendio, las llamas de la lucha económica.
Fue un rasgo
típico de la revolución que se mantuviera estrictamente en el campo político,
durante el primer período, hasta el 24 de diciembre. De ahí el carácter
infantil, la insuficiencia, el desgano, la falta de miras de la revolución. Esa
fue la primera etapa de una transformación revolucionaria cuyo objetivo
principal está en el campo económico, cuyo objetivo principal es provocar un
cambio fundamental en el terreno económico. Sus pasos fueron tan vacilantes
como los de los de un niño que busca a tientas su camino sin saber a dónde va;
porque en esta etapa, repito, la revolución se mantuvo en un terreno puramente
político. Pero en las últimas dos o tres semanas se han producido algunas
huelgas, en buena medida espontáneas. Ahora bien, yo considero que la esencia
misma de la revolución reside en que las huelgas se extenderán más y más, hasta
constituir, por fin, el foco de la revolución. [Aplausos.] Así tendremos una
revolución económica y, junto con ello, una revolución socialista. La lucha por
el socialismo debe ser librada por las masas, sólo por las masas, frente a
frente con el capitalismo; se tiene que librar en todos los lugares de trabajo,
cada proletario contra su patrón. Sólo así podrá ser una revolución socialista.
Los
insensatos se habían trazado un cuadro muy distinto del curso de los
acontecimientos. Imaginaban que bastaría derribar al viejo gobierno, poner un
gobierno socialista a la cabeza de los asuntos de la nación, y proclamar el
socialismo por decreto. ¿Otra ilusión? El socialismo no puede ser ni será
creado por decreto; no lo puede crear gobierno alguno, por socialista que sea.
El socialismo lo deben crear las masas, lo debe realizar cada proletario. Allí
donde estén forjadas las cadenas del capitalismo, deben ser rotas. Eso es lo
único a lo que se puede llamar socialismo, y es la única manera en que éste
puede implantarse.
¿Cuál es la
forma eterna de la lucha por el socialismo? La huelga, y es por ello que la
fase económica del proceso ha pasado al frente en el segundo acto de la
revolución. Podemos estar orgullosos de ello, puesto que nadie nos puede
disputar ese honor. Nosotros, los del grupo Espartaco, nosotros, el Partido
Comunista Alemán, somos los únicos en toda Alemania que estamos de parte de los
obreros huelguistas combatientes. [¡Muy bien!] habéis leído y sido testigos,
una y otra vez, de la posición de los socialistas independientes respecto a las
huelgas. No había diferencias entre la posición de Vorwaerts y la de Freiheit.
Ambos periódicos entonaban el mismo estribillo: Trabajad, el socialismo
significa trabajar mucho. ¡Esto decían aunque el capitalismo todavía está en el
poder! El socialismo no se construye de esa manera, sino en la lucha sin
cuartel contra el capitalismo. Sin embargo, vamos que las pretensiones
capitalistas encuentran defensores, no solo entre los más destacados
especuladores sino también en los socialistas independientes y su órgano, el
Freiheit; vemos que nuestro Partido Comunista es el único que apoya a los
obreros contra las exacciones del capital. Esto basta para demostrar que hay
todos los enemigos implacables de la huelga, salvo quienes levantan con
nosotros la plataforma del comunismo revolucionario.
La
conclusión a extraer es que durante el segundo acto de la revolución las
huelgas no sólo tenderán a prevalecer, sino que, además, las huelgas pasarán a
ser el rasgo central y el factor decisivo de la revolución, y las cuestiones
puramente políticas pasarán a segundo plano. La consecuencia inevitable será
que las luchas económicas se intensificarán enormemente. Por ese camino la
revolución adquirirá ciertos aspectos que para la burguesía no son broma. Los
integrantes de la clase capitalista están bien dispuestos a aceptar las
mistificaciones en la esfera política, donde tales fantochadas son posibles,
donde criaturas de la calaña de Ebert y Scheidemann pueden hacerse pasar por socialistas;
pero los horroriza cualquier atentado directo contra sus ganancias.
Por eso, los
capitalistas le plantearán el gobierno de Ebert-Scheidemann las siguientes
alternativas. Poned fin a las huelgas -dirán- poned fin a este movimiento
huelguístico que amenaza destruirnos; si no, no nos servís más. Yo creo, por
cierto, que el gobierno se ha hundido a sí mismo con sus medidas políticas.
Ebert y Scheidemann descubren con tristeza que la burguesía ya no los necesita
más. Los capitalistas lo pensarán dos veces antes de ponerle la capa de armiño
a ese arribista grosero que es Ebert. Si las cosas llegan a un punto tal que se
necesite un monarca, dirán: “No basta tener sangre en las manos para ser rey;
también hay que tener sangre azul en las venas”. [¡Muy bien!] Si se llega a esa
situación, dirán: “Ya que necesitamos un rey, no aceptaremos a un arribista que
no posee modales regios”. [Risas.]
No se puede
especificar los detalles. Pero no nos preocupan las cuestiones de detalle, la
cuestión de qué ocurrirá y cuándo, exactamente. Bástenos conocer las líneas
generales del proceso. Bástenos saber que, al primer acto de la revolución, a
la fase cuyo rasgo principal ha sido la lucha política, seguirá una fase
caracterizada por la intensificación de la lucha económica, y que tarde o
temprano el gobierno de Ebert y Scheidemann se irá al reino de las sombras.
No es fácil
predecir que ocurrirá con la Asamblea Nacional durante el segundo acto de la
revolución. Quizás resulte una nueva escuela para educar a la clase obrera.
Pero parece igualmente probable que no llegue a aparecer nunca. Permítaseme
agregar, entre paréntesis, para ayudarnos a comprender sobre qué bases
defendíamos ayer nuestra posición, que objetábamos únicamente el limitar
nuestra táctica a una sola alternativa. No reabriré toda la discusión, pero
diré dos palabras para que ninguno crea que digo blanco y negro al mismo
tiempo. Nuestra posición de hoy es precisamente la de ayer. No proponemos basar
nuestra táctica en relación a la Asamblea Nacional sobre algo que es una
posibilidad y no una certeza. Nos negamos a jugamos a la única carta de que la
Asamblea Nacional jamás llegará a existir. Queremos estar preparados para todas
las eventualidades, inclusive la de utilizar la Asamblea Nacional para los
fines revolucionarios, si es que llega a crearse. Se cree o no, nos es
indiferente, porque el éxito de la revolución es seguro.
¿Qué
quedará, entonces, del gobierno de Ebert-Schiedemann o de cualquier otro
gobierno supuestamente socialdemócrata cuando se haga la revolución? Ya he
dicho que las masas obreras están alejadas de ellos, y que ya no se puede
contar con los soldados para que sirvan de carne de cañón de la contrarrevolución.
¿Qué podrán hacer los pobres pigmeos? ¿Cómo salvarán la situación? Les quedará
una última oportunidad. Quienes hayan leído los diarios de hoy habrán visto
cuáles son sus últimas reservas, sabrán a quienes dirigirá contra nosotros la
contrarrevolución alemana si se llega a la situación extrema. Habréis leído que
las tropas alemanas estacionadas en Riga ya marchan hombro a hombro con los
ingleses contra los bolcheviques rusos.
Camaradas, tengo
en mis manos documentos que echan luz sobre los sucesos de Riga. Todo proviene
del cuartel general del octavo ejército, que colabora con el dirigente
socialdemócrata y sindical Herr August Winning.206 Se nos dice siempre que los pobres Ebert y Scheidemann son
víctimas de los aliados. Pero en las últimas semanas, desde el comienzo de
nuestra revolución, Vorwaerts se ha dado la política de sugerir que los aliados
desean sinceramente aplastar la Revolución Rusa. Tenemos documentos que
demuestran cómo esto ha sido orquestado en detrimento del proletariado ruso y
de la revolución alemana. En un telegrama fechado el 26 de diciembre, el
Teniente Coronel Bürkner, jefe del estado mayor del octavo ejército, informa
sobre las negociaciones que culminaron en este acuerdo en Riga. El telegrama
dice:
“El 23 de
diciembre hubo una conversación del plenipotenciario alemán Winnig con el
plenipotenciario británico Monsaquet, ex cónsul general en Riga. La entrevista
se realizó a bordo del H.M.S. Princess Margaret, con la presencia, por
invitación, del comandante de las tropas alemanas. Yo representé al mando del
ejército. El propósito de la misma fue ayudar a cumplir las condiciones del
armisticio. La conversación versó sobre lo siguiente:
”De la parte
inglesa: Los buques británicos en Riga supervisarán el cumplimiento del
armisticio. Sobre estas condiciones se basan las siguientes exigencias: ” ‘1 -
Los alemanes mantendrán una fuerza en esta región que baste para contener a los
bolcheviques y les impida extender la zona que ocupan [...] ” ’3 - El oficial
británico recibirá un informe de la disposición de las tropas que combaten a
los bolcheviques, comprendidos los soldados letones y alemanes, para que el
jefe militar naval esté informado. Asimismo se deben comunicar al mismo oficial
todas las futuras disposiciones de las tropas que luchan contra los
bolcheviques. ” ’4 - Se debe mantener una fuerza armada en los lugares que se
nombran a continuación, para impedir que los bolcheviques se apoderen de ellos
o desborden la línea que los une: Walk, Wolmar, Wenden, Friedrichstadt, Pensk,
Mitau.
” ’5 — El
ferrocarril que une Riga con Libau debe ser defendido del ataque bolchevique, y
todas las provisiones y comunicaciones británicas que recorran esta línea
recibirán trato preferencial.’ ”
206 August Wining (1878-?): sindicalista alemán, socialdemócrata de la
extrema derecha “imperialista”. Creía representar los intereses de la clase
obrera alemana mediante la conquista del mercado mundial por la industria
alemana. Consejero del imperialismo alemán en la intervención contra los
soviets.
Sigue una
serie de exigencias adicionales.
Veamos ahora
la respuesta de Herr Winnig, plenipotenciario alemán y dirigente sindical.
“Aunque no
es usual que se exprese el deseo de obligar a un gobierno a mantener la
ocupación de un estado extranjero, en este caso desearíamos hacerlo, puesto que
se trata de proteger la sangre alemana - ¡Los barones del Báltico! - Además,
consideramos que es nuestro deber moral ayudar al país al que hemos liberado de
su estado de dependencia. Sin embargo, es probable que nuestros deseos se vean
frustrados, porque nuestros soldados es esta región son en su mayoría hombres
de cierta edad y poco aptos para el servicio y, en virtud del armisticio, muy
ansiosos de volver a sus hogares y de poco espíritu de lucha; en segundo lugar,
los gobiernos del Báltico tienden a considerar a los alemanes opresores. Pero
trataremos de proveer tropas de voluntarios con espíritu de combate, y en
realidad esto ya se ha hecho en parte.”
Aquí vemos
la contrarrevolución en marcha. Habréis leído hace poco de la formación de la
División de Hierro, destinada a combatir a los bolcheviques en las provincias
del Báltico. En ese momento existían dudas respecto de la actitud del gobierno
Ebert-Scheidemann. Comprenderéis ahora que quien tuvo la iniciativa en la
creación de esta fuerza fue el gobierno.
Una palabra
más respecto de Winnig. No es casual que un dirigente sindical preste
semejantes servicios políticos. Podemos decir sin vacilar que los dirigentes
sindicales alemanes y los social-demócratas alemanes son los canallas más
infames que el mundo haya conocido. [Gritos y aplausos.] ¿Sabéis dónde tendrían
que estar los tipos como Winnig, Ebert y Scheidemann? Según el código penal
alemán que, se nos dice, sigue en vigor, y sigue siendo la base del sistema
legal, ¡deberían estar en la cárcel! [Gritos y aplauso.] Porque el código penal
alemán castiga con la cárcel a quien ponga a soldados alemanes al servicio de
una potencia extranjera. Hoy, a la cabeza del gobierno “socialista” alemán hay
hombres que son no sólo “judas” del movimiento socialista y traidores a la
revolución proletaria, sino también criminales, que no merecen codearse con la
gente decente. [Fuertes aplausos.]
Retomando el
hilo de mi discurso, es claro que estas maquinaciones, la formación de
Divisiones de Hierro y, sobre todo, el acuerdo con los imperialistas
británicos, debe considerarse las últimas reservas, que serán convocadas en
caso de necesidad para aplastar al movimiento socialista alemán. Además, el
problema cardinal, el de las perspectivas de paz, está ligado íntimamente a
este asunto. ¿A qué pueden conducir las negociaciones, sino a un nuevo brote de
guerra? Mientras esos canallas hacen su comedia en Alemania, queriendo hacernos
creer que trabajan horas extras para tratar de negociar la paz, y declarando
que los espartaquistas somos los perturbadores de la paz que intranquilizamos a
los aliados y la retrasamos, ellos mismos lanzan nuevamente la guerra, una
guerra en el este a la que pronto seguirá una guerra en suelo alemán.
Una vez más
nos hallamos ante una situación que no puede traer como consecuencia más que
una etapa de grandes conflictos. Nos incumbe a nosotros defender, no sólo el
socialismo, no sólo la revolución, sino también la paz mundial. He aquí la
justificación de la táctica que empleamos en todo momento los del grupo
Espartaco durante los cuatro años de guerra. La paz es la revolución mundial
del proletariado. Hay una sola manera de imponer y salvaguardar la paz: ¡la
victoria del proletariado socialista! [Aplausos prolongados.]
¿Cuáles son
las consideraciones tácticas que debemos deducir de ello? ¿Cuál es la mejor
manera de enfrentar la situación que probablemente se nos presentará en el
futuro inmediato? Vuestra primera conclusión será indudablemente la esperanza
de una próxima caída del gobierno Ebert-Scheidemann, y de que ocupe su lugar un
gobierno que se declare socialista revolucionario proletario. Yo os pido que no
dirijáis nuestra atención hacia la cumbre, sino a la base. No debemos recaer en
la ilusión de la primera fase de la revolución, la del 9 de noviembre; no
debemos pensar que cuando queramos realizar la revolución socialista bastará
con derrocar al gobierno capitalista y poner otro en su lugar. Hay un solo
camino hacia la victoria de la revolución proletaria.
Debemos
comenzar socavando el gobierno Ebert-Scheidemann, destrozando sus cimientos
mediante la movilización revolucionaria masiva del proletariado. Además,
permitidme recordaros algunas de las insuficiencias de la revolución alemana,
insuficiencias no superadas al cierre del primer acto de la revolución.
Distamos de hallamos en una situación en la que la caída del gobierno garantice
el triunfo del socialismo. He tratado de demostrar que la revolución del 9 de
noviembre fue, ante todo, una revolución política; mientras que la revolución
que cumplirá nuestros objetivos ha de ser, además y sobre todo, una revolución
económica. Incluso, el movimiento revolucionario abarcó únicamente las
ciudades, y hasta el día de hoy no ha llegado a las zonas rurales. El
socialismo sería ilusorio si dejara intacto el sistema agrario imperante. Desde
la amplia perspectiva de la economía socialista, la industria manufacturera no
puede remodelarse a menos que se acelere el proceso mediante la transformación
socialista de la agricultura. La idea directriz de la transformación económica
que construirá el socialismo es la abolición de la diferencia y contraste entre
la ciudad y el campo. Esta separación, este conflicto, esta contradicción es un
fenómeno puramente capitalista, y debe desaparecer apenas asumimos el punto de
vista socialista.
Si la
reconstrucción socialista ha de emprenderse con toda la seriedad, nuestra atención
debe dirigirse tanto al campo como a los centros industriales, y sin embargo ni
siquiera hemos dado el primer paso con respecto a aquél. Esto es esencial, no
sólo porque no podemos construir el socialismo sin socializar la agricultura;
sino porque, aunque pensemos que ya hemos considerado las últimas reservas de
la contrarrevolución, queda otra importante que todavía no hemos tenido en
cuenta. Me refiero al campesinado. Precisamente porque el socialismo no los ha
tocado aún, los campesinos constituyen una reserva adicional para la burguesía
contrarrevolucionaria. Lo primero que harán nuestros enemigos cuando la llama
de la antorcha socialista les empiece a quemar los pies, será movilizar a los
campesinos, defensores fanáticos de la propiedad privada. Hay una sola manera
de adelantarse a esta potencia contrarrevolucionaria amenazante. Debemos llevar
la lucha de clases al campo; debemos movilizar al proletariado sin tierras y a
los campesinos pobres contra los campesinos ricos. [Fuertes aplausos.]
A partir de
aquí podemos deducir qué tenemos que hacer para garantizar el triunfo de la
revolución. Primero y principal, debemos extender en todas direcciones el
sistema de consejos obreros. Lo que queda del 9 de noviembre son los comienzos
débiles, y ni siquiera los tenemos todos. Durante la primera fase de la
revolución perdimos fuerzas que habíamos adquirido al comienzo. Sabéis que la
contrarrevolución se ha empeñado en la destrucción sistemática del sistema de
consejos de obreros y soldados. El gobierno contrarrevolucionario de Hesse los
ha abolido totalmente; en otras partes el poder ha sido arrancado de sus manos.
Entonces, no basta con desarrollar el sistema de consejos de obreros y
soldados, sino que debemos inducir a los trabajadores rurales y a los campesinos
pobres a adoptar este sistema. Tenemos que tomar el poder, y el problema de la
toma del poder se plantea de la siguiente manera: ¿Qué puede hacer, en cada
lugar de Alemania, cada consejo de obreros y soldados? [¡Bravo!] Esa es la
fuente de poder. Debemos minar el Estado burgués, debemos, en todas partes,
poner fin a la separación de poderes públicos, a la división entre los poderes
ejecutivo y legislativo. Esos poderes deben unificarse en manos de los consejos
de obreros y soldados.
Camaradas,
tenemos un campo extenso por cultivar. Debemos construir de abajo hacia arriba,
hasta que los consejos de obreros y soldados sean tan fuertes que la caída del gobierno
Ebert-Scheidemann será el último acto del drama. Para nosotros la conquista del
poder no será fruto de un solo golpe. Será un acto progresivo porque iremos ocupando
progresivamente las instituciones del Estado burgués, defendiendo con uñas y
dientes lo que tomemos. Además, considero, junto con mis colaboradores más
íntimos en el partido, que la lucha económica también estará en manos de los
consejos obreros. La solución de los problemas económicos, y la expansión del
área de aplicación de esta solución, deben estar en manos de los consejos
obreros. Los consejos deben ejercer todo el poder estatal. Á ese fin debemos
dirigir nuestras actividades en el futuro inmediato, y es obvio que si
aplicamos esta línea la lucha no dejará de intensificarse inmediata y
colosalmente. Paso a paso, en lucha cuerpo a cuerpo, en cada provincia, en cada
ciudad, en cada aldea, en cada comuna, todos los poderes estatales deben pasar,
pieza por pieza, de la burguesía a los consejos de obreros y soldados.
Pero antes
de tomar estas medidas los militantes de nuestro partido y los proletarios en
general deben educarse y disciplinarse. Aun en los lugares donde los consejos
de obreros y soldados ya existen, no comprenden por qué existen. [¡Muy bien!]
Debemos hacer comprender a las masas que el consejo de obreros y soldados debe
ser el eje de la maquinaria estatal, que debe concentrar todo el poder en su
seno y que debe utilizar dichos poderes para el único inmenso propósito de
realizar la revolución socialista. Todavía los obreros organizados para formar
consejos de obreros y soldados distan mucho de comprender esa perspectiva, y
sólo minorías proletarias aisladas comprenden las tareas que les incumben. Pero
no hay razón para quejarse de ello, puesto que es normal. Las masas deben
aprender a ejercer el poder, ejerciendo el poder. No hay otro camino.
Felizmente, quedaron atrás los días en que nos proponíamos “educar” al
proletariado en el socialismo. Parecería que los marxistas de la escuela de
Kautsky siguen viviendo en esas épocas pasadas. Educar en el socialismo a las
masas proletarias significaba distribuir volantes y folletos, hacer
conferencias. Pero ése no es hoy el método de educar a los proletarios. Hoy,
los obreros aprenderán en la escuela de la acción. [¡Muy bien!]
Nuestro
evangelio dice: en el principio era el hecho. La acción significa para nosotros
que los consejos de obreros y soldados deben comprender su misión y aprender a
convertirse en las únicas autoridades públicas en toda la extensión del reino.
Sólo así prepararemos el terreno de modo que todo esté dispuesto cuando llegue
la revolución que coronará nuestra obra. Deliberadamente, y con plena
conciencia del significado de estas palabras, os dijimos ayer, os dije yo en
particular: “¡No creáis que las cosas serán fáciles en el futuro!” Algunos
camaradas imaginan erróneamente que yo sostengo que podemos boicotear la
Asamblea Nacional y cruzarnos de brazos. Es imposible, en el tiempo que nos
queda, discutir a fondo el problema, pero permitidme decir que yo jamás quise
significar semejante cosa. Yo quise decir que la historia no va a facilitamos
la revolución como facilitó las revoluciones burguesas. En esas revoluciones
bastó con derrocar el poder oficial central y entregar la autoridad a unas
cuantas personas. Pero nosotros debemos trabajar desde abajo. Allí se revela el
carácter masivo de nuestra revolución, que busca transformar la estructura de
la sociedad. Es una característica de la revolución proletaria moderna que no
debamos conquistar el poder político desde arriba sino desde abajo.
El 9 de
noviembre fue un intento, un intento débil, desganado, semiconsciente y caótico
de derrocar la autoridad pública y poner fin al dominio de la propiedad
privada. Lo que nos incumbe ahora es concentrar deliberadamente todas las
fuerzas del proletariado para atacar las bases mismas de la sociedad
capitalista. Allí, en la base, donde el patrón enfrenta a sus esclavos
asalariados; allí, en la raíz, donde los órganos ejecutivos de la propiedad
enfrentan a los objetos de su gobierno, a las masas; allí, paso a paso, debemos
arrancar el poder de las clases dominantes, tomarlo en nuestras manos.
Trabajando con esos métodos puede parecer que el proceso será bastante más
pesado de lo que imaginábamos en el primer arrebato de entusiasmo. Creo que
debemos comprender con toda claridad las dificultades y complicaciones que
aparecen en el camino de la revolución. Espero que en vuestro caso, como en el
mío, la descripción de las dificultades enormes que debemos enfrentar, de las
inmensas tareas que debemos asumir, no disminuirá el entusiasmo ni paralizará
las energías. Todo lo contrario, cuanto mayor la tarea, mayor el fervor con el
que concentraréis vuestras energías. Tampoco debemos olvidar que la revolución
puede obrar con extraordinaria velocidad. No trataré de predecir cuánto tiempo
necesitaremos. ¿Quién de nosotros se preocupa por el tiempo, mientras alcance
la vida para lograr el objetivo? Bástenos tener claridad acerca del trabajo que
nos aguarda; he tratado de bosquejar lo mejor posible, en rasgos generales, el
trabajo que tenemos por delante. [Aplausos tumultuosos.]
Liga
Espartaquista
Partido
Comunista de Alemania
Partido
Comunista de Alemania (Oposición)
Partido
Comunista Alemán
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