Escrito: En 1920. Las directrices fueron
redactadas por Clara Zetkin y, previa consulta al Comité Ejecutivo de la
Internacional Comunista, editadas por ella. El Segundo Congreso de la
Internacional Comunista por falta de tiempo no pudo tratar la cuestión de las
mujeres según lo previsto inicialmente.
Publicado por vez primera: Clara Zetkin: „Richtlinien für die kommunistische Frauenbewegung“, Die Kommunistische Internationale, 1920/21, Nr. 15, S. 530-555
Fuente de la versión castellana: Daniel Gaido.
HTML para marxists.org: Juan Fajardo, 2017
I
El II
Congreso de la III Internacional hace suya la resolución del I Congreso acerca
de la necesidad de dar consciencia de clase a las grandes masas de mujeres
proletarias, de educarlas en los ideales comunistas, de convertirlas en
compañeras de lucha y en seguras y decididas colaboradoras hacia el comunismo.
La vigorosa participación de las proletarias en las luchas revolucionarias por
la superación del capitalismo y la realización del comunismo es del todo
indispensable. Y es necesario para que todas las mujeres sean capaces de
desarrollar plenamente su personalidad, con la solidaridad de todo el cuerpo
social, mediante la educación, ya sea en la actividad profesional o en la de
madre, de forma que les sean asegurados todos sus derechos sociales. Y es necesario,
para que el proletariado sea cada vez más compacto y fuerte en la lucha
revolucionaria contra el sistema burgués y en la construcción revolucionaria
del nuevo sistema, que sean creadas las condiciones sociales para la
consecución de este objetivo.
II
La historia
del pasado y del presente nos enseña que la propiedad privada es la última y
más profunda causa de la situación de privilegio del hombre frente a la mujer.
La aparición y consolidación de la propiedad privada son las causantes de que
la mujer y el niño, al igual que los esclavos, pudiesen convertirse en
propiedad del hombre. Por esta causa ha aparecido la dominación del hombre por
el hombre, la contradicción de clase entre ricos y pobres, entre explotadores y
explotados; debido a ello pudo producirse la relación de dependencia de la
mujer en cuanto esposa y madre del hombre, su subordinación al hombre, su
inferioridad en la familia y en la vida pública. Esta relación todavía sigue
existiendo en nuestros días entre los llamados pueblos avanzados; se manifiesta
en las costumbres, en las leyes con la privación de derechos, o como mínimo en
la inferioridad del sexo femenino ante la ley, en su posición subordinada en el
seno de la familia, en el Estado y en la sociedad, en su condición de tutelada y
en su menor desarrollo espiritual, en la insuficiente valoración de sus
prestaciones maternas y de su significado para la sociedad. En los pueblos de
cultura europea, este estado de cosas ha sido consolidado y promovido por el
hecho de que, con el desarrollo del artesanado corporativo, la mujer queda
desplazada de los sectores de producción de bienes industriales en la sociedad
y relegada a desempeñar su actividad en la economía familiar, sólo para su
propia familia.
Para que la
mujer llegue a obtener la plena equiparación social con el hombre -de hecho y
no sólo en los textos de leyes y sobre el papel- para que pueda conquistar como
el hombre la libertad de movimiento y de acción para todo el género humano,
existen dos condiciones indispensables: la
abolición de la propiedad privada de los medios de producción y su sustitución
por la propiedad social, y la inserción de la actividad de la mujer en la
producción de bienes sociales dentro de un sistema en el que no existan ni la
explotación ni la opresión. Solamente la realización de estas dos
condiciones hace que sea imposible que la mujer, como esposa y como madre,
quede subordinada económicamente al hombre en la familia, o que por la
contradicción de clase existente entre explotadores y explotados caiga, en
tanto que proletaria y obrera de la industria, bajo el dominio y la explotación
económica del capitalista. De hecho, estos supuestos, excesivos y unilaterales,
tanto en la economía doméstica y en la maternidad como en la actividad
profesional, paralizan cualidades y energías preciosas de la mujer y hacen
imposible que se armonice, los dos ámbitos de sus deberes. Sólo la actuación de
estas dos premisas garantiza a la mujer el desarrollo multiforme de su
capacidades y de sus energías, y le permite actuar con iguales derechos e
iguales deberes como trabajadora y creadora en una comunidad de trabajadores y
creadores, equiparados a su vez en derechos y deberes, y vivir plenamente su
actividad de obrera y de madre de forma armoniosa.
III
Las
reivindicaciones del movimiento femenino burgués han demostrado ser impotentes
para garantizar los plenos derechos de todas las mujeres. Naturalmente, el
afianzamiento de estas reivindicaciones reviste un significado que no debe ser
subvalorado, ya que, por una parte, la sociedad burguesa y su Estado abandonan
oficialmente el viejo prejuicio de la inferioridad del sexo femenino y, por
otra, con la equiparación de la mujer reconocen su igualdad social. Sin
embargo, en la praxis, la realización de las reivindicaciones feministas
conduce esencialmente a una modificación del sistema capitalista en favor de
las mujeres y las adolescentes de las clases poseedoras, mientras la abrumadora
mayoría de proletarias, de las mujeres del pueblo trabajador, se ven tan
expuestas como antes, en su calidad de oprimidas y explotadas, a que se
manipule su personalidad y a que se menosprecien sus derechos y de sus
intereses.
Mientras el
capitalismo exista, el derecho de la mujer a disponer libremente de su
patrimonio y de su persona representa solamente el último estadio de
emancipación de la propiedad y de las posibilidades de explotación de las
proletarias por parte de los capitalistas. El derecho de la mujer a la misma
formación y profesión que el hombre puede alcanzar, abre a las mujeres de los poseedores
los llamados sectores profesionales superiores, poniendo con ello en acción el
principio de la concurrencia capitalista, con la que se agudiza el contraste
económico y social entre los sexos. Finalmente, la más importante y grandiosa
de las reivindicaciones feministas -la que proclama la plena equiparación
política de los dos sexos, y en particular el reconocimiento del derecho de
voto tanto para elegir como para ser elegida- es decididamente insuficiente
para asegurar derechos y libertad a las mujeres pobres o de pocos posibles.
Con la
perduración del capitalismo, el derecho de voto representa solamente la
consecución de una democracia política puramente formal, burguesa, y no de una
democracia real, económica, social, proletaria. El derecho de voto general,
igual, secreto, directo, activo y pasivo para todos los adultos significa
solamente que la democracia burguesa ha llegado a su último grado de desarrollo
y que este voto se convierte por tanto en el fundamento y la cobertura de la
forma política más completa de dominio de clase por parte de los poseedores y
explotadores. Este dominio de clase se intensifica en el actual período de
imperialismo, de desarrollo social revolucionario -a pesar del derecho de voto
democrático- hasta convertirse en la dictadura de clase más violenta y brutal
contra los proletarios y los explotados. Este
derecho de voto no elimina la propiedad privada de los medios de producción,
y por tanto no elimina tampoco la
contradicción de clase entre burguesía y proletariado; y no suprime la
causa de subordinación económica y explotación de la gran mayoría de mujeres y
hombres ante una minoría de mujeres y hombres poseedores. El derecho de voto
solamente esconde esta dependencia y esta explotación con el engañoso velo de
la equiparación política. Tampoco la plena equiparación política puede ser el
objetivo final del movimiento y de la lucha de las mujeres proletarias. Para
ellas la consecución del derecho de voto y de elegibilidad sólo es uno más
entre los distintos instrumentos que les posibilitan poderse reunir, prepararse
para el trabajo y la lucha con vistas a la construcción de un orden social
emancipado del dominio de la propiedad privada sobre los hombres que sea,
después de la abolición de la contradicción de clase entre explotadores y
explotados, una ordenación social de trabajadores libres, con iguales derechos
y deberes.
IV
El comunismo
es el único sistema social que reúne estas exigencias y, con ello, garantiza
plena libertad y justicia a todo el sexo femenino. El fundamento del comunismo
es la propiedad social de los grandes medios que dominan la economía social, de
la producción y distribución de bienes, del intercambio. El comunismo,
aboliendo la propiedad privada de estos medios, elimina la causa de la opresión
y explotación del hombre por el hombre, el contraste social entre ricos y
pobres, explotadores y explotados, dominadores y oprimidos, y por tanto también
el contraste económico y social entre hombre y mujer. La mujer, en cuanto
miembro de la sociedad, de la administración y de la explotación de los medios
de producción y distribución de la sociedad, disfruta al lado del hombre de los
productos materiales y culturales, de su empleo y utilización y queda solamente
sometida en su desarrollo y en su actividad al vínculo de solidaridad
colectiva, pero no, porque es mujer, a la persona de un solo hombre o a la
pequeña unidad moral que es la familia; y mucho menos sometida a un capitalista
ansioso de beneficios y a una clase dominante de explotadores.
La ley más
importante de la economía comunista es la satisfacción de la necesidad de
bienes materiales y culturales de cada miembro de la sociedad, según las
máximas posibilidades que permitan el nivel de producción y la cultura. Este
objetivo solamente puede ser alcanzado imponiendo la obligación de trabajar a
todos los adultos sanos y normales, sin discriminaciones de sexo. Solamente
puede ser alcanzado en una organización social que reconozca la igualdad de
todo trabajo útil y socialmente necesario, que valore también la actividad
materna como prestación social, una organización que predisponga las
condiciones de desarrollo de sus miembros desde su nacimiento, dentro del
ámbito de un trabajo social libre, y promueva el máximo desarrollo consciente
de las facultades productivas.
V
El
comunismo, el gran emancipador del sexo femenino, no puede ser solamente el
resultado de la lucha común de las mujeres de todas las clases por la reforma
del sistema burgués en la dirección indicada por las reivindicaciones
feministas, no puede ser solamente el resultado de una lucha contra la posición
social privilegiada del sexo masculino. El comunismo sólo y únicamente puede
ser realizado mediante la lucha común de las mujeres y hombres del proletariado
explotado contra los privilegios, el poder de los hombres y mujeres de las
clases poseedoras y explotadoras. El objetivo de esta lucha de clases es la
superación de la sociedad burguesa, del capitalismo. En esta lucha el
proletariado puede estar seguro de conseguir la victoria si logra despedazar el
poder de la burguesía explotadora mediante acciones revolucionarias de masas,
si logra despedazar el dominio de clase de la burguesía sobre la economía y el
Estado mediante la conquista del poder político y la instauración de su
dictadura de clase en el sistema de consejos (soviets). El estadio inicial
inevitable de la sociedad comunista formada por trabajadores con iguales
derechos e iguales deberes no es la democracia burguesa, sino su superación
mediante el dominio de clase proletario, mediante el Estado proletario. En la
lucha por la conquista del poder del Estado, las clases dominantes y
explotadoras ponen en movimiento, contra la vanguardia del proletariado, los
instrumentos más brutales de su dictadura de clase. Las acciones de masas de
los explotados y de los oprimidos desembocan en la guerra civil.
La victoria
del proletariado gracias a las acciones de masas revolucionarias y a la guerra
civil, no puede concebirse sin la participación consciente, entregada y
resuelta de las mujeres pertenecientes al pueblo trabajador. Estas, de hecho,
representan la mayoría, o a la enorme mayoría, de la población trabajadora de
casi todos los países desarrollados, y su papel en la economía social y en la
familia es a menudo decisivo para el éxito de las luchas de clase entre
explotadores y explotados, así como para el comportamiento de los mismos
proletarios en esta lucha. La conquista del poder político por parte del
proletariado debe ser también obra de las proletarias comunistas. Este mismo
principio sigue siendo válido después de la consolidación de la dictadura de la
clase proletaria, para la construcción del sistema de consejos, para la
construcción del comunismo. Esta profunda y gigantesca transformación de la
sociedad, de su base económica, de todas sus instituciones, de toda la vida
moral y cultural, no puede ser posible sin la activa e iluminada participación
de las masas de mujeres comunistas. La colaboración de estas masas representa
no sólo una importante contribución a la realización del comunismo, sino
también una rica aportación de multiformes servicios. Este trabajo es una
premisa para el necesario incremento de la riqueza social de la sociedad y para
el aumento, mejora y profundización de su cultura.
Del mismo
modo como la lucha de clase revolucionaria del proletariado en cada país es una
lucha internacional y alcanza su cima en la revolución mundial, también la
lucha revolucionaria de las mujeres contra el capitalismo y contra su estadio
superior de desarrollo, el imperialismo, la lucha por la dictadura del
proletariado y la consolidación de la dictadura de clase y del sistema de
consejos, deben ser entendidas a nivel internacional.
VI
El espantoso
crimen que representa la guerra mundial imperialista de los grandes estados
capitalistas y las condiciones que ha creado, han agudizado al máximo las
contradicciones sociales y las penalidades de la mayoría de las mujeres. Estas
son las inevitables consecuencias del capitalismo, y sólo pueden desaparecer
con su destrucción. Esta situación no es solamente la de los países
beligerantes, sino también la de los Estados neutrales, que en su conjunto se
han visto más o menos afectados por el sangriento carrusel de la guerra mundial
y sus efectos. La inmensa tensión y el continuo aumento de los precios imposibles
de los alimentos de primera necesidad y los alquileres, de los medios de
subsistencia de muchos millones de mujeres, hace que sus preocupaciones, sus
privaciones, sus penas y dolores en su vida de obreras, amas de casa y madres
lleguen a ser insoportables. La escasez de casas se ha convertido en una
terrible plaga. El estado de salud de las mujeres en concreto continúa
empeorando cada vez más, tanto por la subalimentación crónica que padecen, como
por la fatiga del trabajo en la fábrica y en la economía doméstica. El número
de madres que dan a luz niños sanos y vigorosos está disminuyendo cada vez más.
La mortalidad infantil sube de forma inquietante; males y enfermedades,
consecuencias de la insuficiente nutrición y de las míseras condiciones de vida
en general, son el destino de centenares de miles, incluso millones de niños
proletarios, y la desesperación de sus madres.
Un peculiar
fenómeno está agudizando las penalidades de las mujeres en todos los países en
los que el capitalismo mantiene su dominio. Durante la guerra, el trabajo
profesional de las mujeres había registrado un aumento extraordinario. En los
países beligerantes estaba entonces vigente el slogan: las mujeres en los
primeros puestos de la economía, de la administración y de todas las actividades
culturales. El prejuicio contra el «sexo débil, poco dotado y atrasado» quedaba
sofocado por el sonido de las trompetas triunfales y del rugido del poder y de
la explotación del imperialismo, estadio máximo del capitalismo internacional.
La necesidad de ganar dinero, la mentira
de la defensa de la patria junto con la ansiedad de la ganancia
capitalista, empujaron a masas de mujeres a emplearse en la industria y en la
agricultura, en el comercio y en los negocios. En todos los sectores de la
administración local y estatal, en los llamados servicios públicos y en las
profesiones liberales, el trabajo de las mujeres aumentaba día a día.
Ahora,
cuando la industria capitalista se ha visto disgregada por la guerra mundial,
cuando el capitalismo todavía dominante se muestra impotente para reconstruir
la economía según las necesidades materiales y culturales de las grandes masas
trabajadoras, cuando la caída de la economía y su sabotaje consciente por parte
de los capitalistas ha provocado una crisis de estancamiento de la producción y
una desocupación como nunca se había visto; ahora, decimos, las mujeres son las
primeras víctimas, y las más numerosas, de esta crisis. Los capitalistas y la
administración estatal y local capitalista tienen mucho menos miedo a la mujer
en paro que al hombre en paro, ya que la primera es como mínimo políticamente
ignorante y está desorganizada. También tienen en cuenta el hecho de que la
mujer en paro puede llevar al mercado y vender, como última mercancía, su
propia feminidad. En todos los países en los que el proletariado no ha
conquistado el poder mediante su lucha revolucionaria, resuena hoy con nueva
fuerza el slogan: ¡fuera las mujeres de los puestos de trabajo, que vuelvan al
sitio que les corresponde, que es la casa! Un slogan que resuena incluso dentro
de los sindicatos, que obstaculiza y hace más ardua la lucha por la paridad del
salario y la paridad de prestaciones para ambos sexos, al tiempo que a su lado
renace la ideología pequeño-burguesa-reaccionaria de la «única profesión
auténticamente natural» y la inferioridad de la mujer. Como fenómeno paralelo a
la creciente desocupación y a la miseria de innumerables mujeres, se registra
una intensificación de la prostitución en sus formas más variadas, desde el
matrimonio por conveniencia hasta la cruda venta del cuerpo femenino bajo la
forma de «trabajo a destajo» sexual.
La tendencia
a echar cada vez más a la mujer del campo de trabajo social está en estridente
contradicción con la creciente necesidad de amplias masas femeninas de una
actividad autónoma, lucrativa y satisfactoria. La guerra mundial ha matado a
millones de hombres y ha convertido a otros tantos en inválidos parciales o
totales, necesitados de cuidados y de asistencia; la disgregación de la
economía capitalista no consiente que millones de hombres puedan cubrir las
necesidades de la familia con lo que les produce su propio trabajo. La
tendencia mencionada está en abierta contradicción con los intereses de la
abrumadora mayoría de los miembros de la sociedad. Sólo utilizando en los más
distintos sectores de actividad todas las energías y capacidades de las
mujeres, la sociedad conseguirá compensar la inmensa destrucción de bienes
materiales y culturales provocada por la guerra, y aumentar en la justa medida
su riqueza y su cultura.
Esta fuerte
tendencia a echar a la mujer de la producción de los bienes sociales y de la
cultura encuentra su última razón en el ansia de beneficio del capital, que
quiere perpetuar su poder de explotación. Demuestra la irreconciliabilidad de
la economía capitalista, del orden burgués, con los intereses más profundos de
la abrumadora mayoría de las mujeres y de los miembros de la sociedad en
general.
Para hacer
frente a todas las necesidades más urgentes de las mujeres -que son el
inevitable resultado de la naturaleza explotadora y opresiva del capitalismo-
existe una sola vía. La guerra ha agudizado al máximo estas necesidades,
convirtiendo a inmensas masas femeninas en sus desventuradas víctimas. Pero no
son fenómenos transitorios que desaparecerán con la paz, sino que no debe
olvidarse que la supervivencia del capitalismo amenaza constantemente a la
humanidad con nuevas guerras de conquista imperialistas, cuyas señales son ya
hoy evidentes. Los millones de proletarias, mujeres del pueblo trabajador,
sienten del modo más oprimente el malestar social, puesto que en ellas coincide
su situación de clase en cuanto explotadas y la situación de inferioridad
intrínseca de su sexo, lo que las convierte en las víctimas más duramente
golpeadas por el orden capitalista. Sin embargo, sus afanes y sus penalidades
sólo son fenómenos concretos del destino general de la clase proletaria explotada y oprimida, y ello sucede en todos
los países que siguen estando sometidos al régimen capitalista. Esta situación
no podrá ser cambiada nunca por una reforma de la ordenación burguesa, por una
presunta «lucha contra el estado de miseria posbélico». Los afanes y las
penalidades solamente podrán desaparecer con la desaparición de este sistema,
con la lucha revolucionaria de los hombres y mujeres explotados y desheredados
de todos los países, con la acción revolucionaria del proletariado mundial.
Sólo y únicamente la revolución mundial podrá resolver, como un tribunal
mundial de la historia, las consecuencias de la guerra en cada país en
concreto, desde la miseria hasta la decadencia moral y espiritual, hasta los
sangrientos sufrimientos de las masas, y determinar la definitiva caída del
capitalismo.
VII
Ante las
situaciones sociales que hemos esbozado, el Segundo Congreso de la
Internacional comunista celebrado en Moscú decide lanzar un llamamiento a todas
las mujeres del pueblo trabajador que piden libertad y humanidad, a fin de que
se unan a las filas de los partidos comunistas de sus respectivos países y, con
ello, a las filas de la Internacional comunista, la cual unifica las acciones
de estos partidos, su fuerza y su firmeza. La Internacional Comunista, en su
lucha por la consecución de objetivos claros, seguros y concretos, la
superación del capitalismo y la construcción del comunismo, ha demostrado ser
la representante más consciente y segura del derecho de las mujeres. En interés
del sexo femenino, continúa a un nivel histórico superior la obra que la II
Internacional había iniciado, pero que no había sabido desarrollar
coherentemente al dejarse influir cada vez más por el reformismo oportunista en
el movimiento obrero, lo que le impidió pasar de una comunidad de ideas a una
comunidad de hechos; aquella obra que ella misma traicionó ignominiosamente en
agosto de 1914. En realidad, la Segunda Internacional llegó incluso a
sacrificar el derecho y los intereses de las mujeres cuando renunció a movilizar
los proletarios de todos los países en la lucha revolucionaria internacional
contra el imperialismo capitalista, contra el sistema capitalista, bendiciendo
en cambio la conciliación entre explotadores y explotados en los ejércitos
nacionales que el imperialismo lanzó uno contra otro -en una guerra fratricida
y suicida para la clase obrera- para satisfacer su sed de ganancia y el ansia
de poder mundial del capitalismo.
En el
momento de su fundación, la Segunda Internacional enumeró entre sus objetivos
el de la lucha por la plena equiparación y emancipación social del sexo
femenino. Su acción fue, sin lugar a dudas, importante y progresiva al difundir
estas reivindicaciones en amplios estratos de la población, con la convicción
de que su victoria presupondría la destrucción del capitalismo y la llegada del
socialismo, convicción apoyada por el inconciliable antagonismo de clase entre
las mujeres de la minoría explotadora y las mujeres de la mayoría explotada, y
la solidaridad internacional y nacional entre los esclavos asalariados sin
discriminación de sexo. La Segunda Internacional obligó a las organizaciones
sindicales y a los partidos socialistas a admitir a las mujeres en sus filas
como miembros equiparados y corresponsables en las luchas económicas y políticas
del proletariado. Consiguió también que se incrementara la capacidad de lucha y
de defensa de las proletarias en su lucha de clase gracias a las reducciones
legales del poder de explotación capitalista mediante instituciones sociales
para la asistencia a las amas de casa y a las madres, y el reconocimiento de la
equiparación política. Reivindicó la neta
separación del movimiento femenino socialista del burgués. Sin embargo, el
que estas aspiraciones encontraran aplicación y se convirtieran en objetivos de
lucha, fue una cuestión que la Segunda Internacional dejó en manos de las
organizaciones sindicales y de los partidos socialdemócratas de los distintos
países. En general, las realizaciones en el campo de los intereses femeninos y
de los derechos de las mujeres se fueron consiguiendo según la influencia que
la socialdemocracia organizada en los distintos países logró ejercer sobre las
organizaciones de proletarios.
El abismo
entre teoría y práctica, entre decisiones y hechos, aparece en concreto en el
planteamiento de las reivindicaciones de los derechos de las mujeres. La
Segunda Internacional toleró que las organizaciones inglesas afiliadas lucharan
durante años por la introducción de un derecho de voto femenino restringido lo
cual, de haber sido conseguido, sólo hubiera aumentado el poder político de los
poseedores y reforzado su resistencia contra el sufragio universal para todos
los adultos. Permitió también que el partido socialdemócrata belga y, más
tarde, el austríaco, se negasen a incluir, en sus grandes luchas por el derecho
de voto, la reivindicación del sufragio universal femenino. De hecho, el
Congreso de la Segunda Internacional celebrado en Stuttgart comprometió a los
partidos socialdemócratas de todos los países a iniciar la lucha por el sufragio
universal femenino como parte esencial e irrenunciable de la lucha general del
proletariado por el derecho de voto y por el poder, en neta contraposición con
las aspiraciones feministas y demócrata-burguesas, rechazando cualquier
política oportunista-reformista. Pero también esta resolución quedó sólo sobre
el papel en la mayoría de los países, y no consiguió impedir, por otra parte,
que el Partido de los socialistas unificados de Francia se contentase con
platónicas propuestas parlamentarias para la introducción del voto de la mujer,
ni que el Partido socialdemócrata de Bélgica se viera incluso sobrepasado en
sus propuestas para el sufragio femenino universal por las reivindicaciones de
los clericales.
La actitud
de la Segunda Internacional fue miserable, vergonzosa y deshonrosa cuando, en
el seno del movimiento obrero de todo el mundo, las mujeres socialistas de los
Estados beligerantes y neutrales fueron las primeras en iniciar un intento
tangible para imponer la solidaridad de
los explotados contra los comandos nacionales de socialpatriotas traidores,
para obligar, mediante acciones de masa revolucionarias a nivel internacional a
que los gobiernos imperialistas declararan la paz, y empezaron a preparar el
terreno histórico para el desarrollo de la lucha revolucionaria internacional
de los obreros hasta la conquista del poder político y el derrocamiento del
imperialismo y el capitalismo. Lejos de apoyar estos intentos, la Segunda
Internacional dio su tácito consentimiento a que los partidos afiliados de los
distintos países -y el primero de todos el «partido modelo» de ayer en cuanto a
organización, y en cuanto a tacticismo, decadencia y fracaso hoy: la
socialdemocracia alemana- los cubrieran de insultos, los denunciaran e
impidieran por todos los medios su triunfo. La Segunda Internacional sigue
actuando todavía hoy de forma que refuerza el poder de explotación del
capitalismo y obstaculiza la conquista de cualquier libertad para el sexo
femenino, engañando a las masas
proletarias con los artificios de la democracia, del parlamentarismo, del
social- patriotismo y del social-pacifismo.
Por lo
demás, la Segunda Internacional no ha creado nunca un órgano que promoviese a
nivel internacional la realización de los principios y reivindicaciones a favor
de la mujer. Los inicios de una organización internacional de las mujeres
proletarias y socialistas por una acción unitaria y decidida han nacido al
margen de su organización, de forma autónoma. Las representantes de estas
organizaciones femeninas han sido admitidas en los congresos de la Segunda
Internacional, pero sin el derecho formal de participación; la Internacional
femenina socialista no tuvo voz en el seno del Buró de la Segunda
Internacional.
Las
comunistas y las socialistas revolucionarias consecuentes deben, por tanto,
romper sus relaciones con la Primera Internacional y adherirse a la
Internacional comunista, que no se convertirá en la lucha por los derechos y la
libertad de las mujeres en una fábrica de resoluciones, sino en una comunidad
de acción. La forma más completa y más adecuada de adhesión es la entrada en
los partidos nacionales que forman parte de la Internacional comunista. Los
miembros femeninos de partidos y organizaciones que todavía no hayan decidido
adherirse a la Internacional Comunista, tienen naturalmente el deber de
utilizar todas las energías de que dispongan a fin de que estas organizaciones
y partidos reconozcan las directrices de principio, tácticas y organizativas de
la Internacional comunista, se adecuen a las mismas en todos los aspectos, y
actúen en consecuencia. Las comunistas y socialistas revolucionarias
coherentes, proletarias, deben volver la espalda a aquellas organizaciones y
aquellos partidos que persistan en un planteamiento de principio hostil a la
Internacional comunista, que amenazan con contaminar y paralizar la lucha de
clase proletaria mediante consignas oportunistas y reformistas. ¡Por la
actividad revolucionaria de la Tercera Internacional! - esta debe ser la
consigna general y unívoca de todas las mujeres del pueblo trabajador que
quieran liberarse de la esclavitud de clase y de sexo.
VIII
El Segundo
Congreso de la Internacional Comunista compromete a todos los partidos
afiliados a actuar según las directrices indicadas con el fin de conseguir las
más amplias masas femeninas, organizarías y prepararlas para una fuerte lucha y
para su máxima entrega al comunismo; para demostrarles con palabras y hechos
que sólo la lucha revolucionaria de clase del proletariado y la consecución de
sus objetivos pueden garantizar la plena justicia, la plena libertad y la plena
humanización de todo el sexo femenino. De acuerdo con estas directrices, los
partidos comunistas deben actuar del siguiente modo:
A. En
los países en los cuales el proletariado ha conquistado el poder estatal y ha
edificado su dominio en el sistema de los soviets, como en Rusia:
1. Movilizaciones generales de mujeres en todas las
luchas y actuaciones de toda clase que combatan la actividad de los
contrarrevolucionarios internos y extranjeros en el frente y en la patria, por
la reafirmación y consolidación del sistema de los soviets: por ejemplo, el
servicio de las milicias femeninas, de las Enfermeras Rojas, trabajo de
formación educativa en el Ejército Rojo, etc. La colaboración interna y
consciente de las mujeres es indispensable, por otra parte, para la total
superación no sólo de todos los residuos económicos y sociales del capitalismo,
sino también de su egoísta moral.
2. Profunda formación de las proletarias, de las
pequeñas campesinas, de todas las mujeres trabajadoras en general, con el fin
de que sepan que una superación más rápida del difícil período de transición
que desde los últimos aleteos del capitalismo debe conducir hasta la forma
superior del capitalismo también depende de ellas, de su creciente comprensión
de los problemas, de su voluntad y de su abnegación; un período difícil de
transición, durante el cual males, penalidades y sacrificios, se abatirán
inevitablemente en particular sobre las mujeres y sus hijos.
3. Profunda formación de las proletarias, de las
pequeñas campesinas, de todas las mujeres trabajadoras en general, con el fin
de que comprendan que el nuevo orden social liberador que es el comunismo total
-que está madurando bajo las luchas contra las fuerzas del viejo mundo burgués y
en la controversia con nuevos problemas- ha de ser en gran medida también obra
de ellas mismas, fruto de la claridad de objetivos, de la inquebrantable
voluntad, de la acción de cada una de ellas, dispuestas en todo momento al
sacrificio.
4. Amplia participación de las trabajadoras en las
labores de reconstrucción económica a través de los órganos de los soviets, de
los sindicatos y las cooperativas, así como de sus diversas secciones.
5. Amplia participación de las mujeres en los soviets,
en sus diversos organismos de control, administración y construcción, así como
en cualquier otro campo, sin excluir el de la ciencia.
6. Organización de las condiciones de trabajo de las
mujeres trabajadoras que tenga en cuenta la específica naturaleza del organismo
femenino y los esfuerzos físicos y psíquicos de la función de madre, haciendo
posible una vinculación armónica de la misma con la actividad profesional,
vinculación que permita el pleno desarrollo de las energías y valores de la
feminidad.
7. Inserción de la tradicional economía familiar - que
es la forma más atrasada, más deformada y más reducida del viejo artesanado que
la sucederá- en la economía general de la sociedad para transformar al ama de
casa, desde esclava de la pequeña economía aislada en libre trabajadora de la
gran economía social.
8. Creación de instituciones sociales-modelo que
desarrollen las tareas económicas de la mujer en la familia del pasado, y que
la ayuden e integren en sus tareas de madre.
9. Institución de órganos asistenciales sociales
ejemplares para la protección de la maternidad, de los niños y los
adolescentes.
10. Promoción de instituciones análogas para la
asistencia a los enfermos, incurables, ancianos e inválidos: previsiones
económicas y educativas que permitan la recuperación de las prostitutas, esa
herencia del orden burgués, rescatándolas del lumpenproletariado y
reincorporándolas a la comunidad de los trabajadores.
11. Edificación de un sistema educativo y de formación
profesional que, basado en una instrucción profesional y en la educación de
grupo (Koedukation), garantice a cada individuo el desarrollo de su propia
personalidad y de su espíritu de solidaridad, asegurando con ello también al
sexo femenino las condiciones para el desarrollo de una personalidad
multiforme.
12. Amplia colaboración de las mujeres en la
determinación y la actuación de estas providencias (en el curso de su creación,
organización y administración de los ordenamientos), para aligerar las tareas
del ama de casa y de la madre, y que ayuden en la asistencia social, en
particular a la asistencia de las mujeres, niños y adolescentes.
B. En todos los países en los cuales el proletariado sigue luchando por la
conquista del poder político:
1. Encuadramiento de las mujeres como miembros con
iguales derechos e iguales deberes en el partido comunista y en las
organizaciones de lucha de clase económica del proletariado; su colaboración
equiparada en todos los órganos e instancias del partido, de los sindicatos y
de las asociaciones.
2. Educación de las grandes masas femeninas del
proletariado y de los campesinos pobres en el comunismo, a fin de que conozcan
la naturaleza, objetivos, métodos e instrumentos de las acciones y luchas
revolucionarias del proletariado. Participación de las grandes masas femeninas
en todas estas luchas y acciones, como enseñanza concreta y práctica de máxima
eficacia; adopción de todos los instrumentos, medidas y disposiciones aptos
para reforzar y clarificar la consciencia de clase de las proletarias e
incrementar su energía y voluntad revolucionarias.
3. Plena igualdad de derechos de los dos sexos ante la
ley y en la praxis, en todos los sectores de la vida pública y privada.
4. Utilización revolucionaria y clasista del derecho de
voto activo y pasivo de la mujer en los parlamentos municipales y federales,
así como en todas las corporaciones públicas, poniendo necesariamente un fuerte
acento en el limitado valor del derecho de voto, del parlamentarismo, de la
democracia burguesa en relación con el proletariado y en la necesidad histórica
de superar el parlamentarismo y la democracia burguesa mediante el sistema soviético
y la dictadura de clase obrera.
5. Consciente y activa participación de las obreras, de
las funcionarias, de las empleadas y de todas las trabajadoras de la ciudad y
el campo como electoras para la elección de los consejos obreros
revolucionarios, económicos y políticos; la más ferviente participación de las
obreras, funcionarias y trabajadoras en calidad de elegidas en estos consejos
obreros y en sus órganos; inserción de las amas de casa pertenecientes al
proletariado y a los estratos más pobres de la población como electoras de los
consejos obreros revolucionarios y su colaboración, en cuanto elegidas en los
mismos consejos; difusión y actuación de las concepciones consejistas entre las
campesinas pobres y los estratos de la población agraria de parecidas
condiciones sociales.
6. Derecho de la mujer a una formación profesional
paritaria, libre, gratuita y general y su inserción, en calidad de trabajadora
con iguales derechos e iguales deberes, en el trabajo económico y social a
todos los niveles; reconocimiento y recualificación de la función de madre como
prestación social.
7. Paridad de salario a paridad de trabajo para hombres
y mujeres.
8. Radical y enérgica delimitación del poder de
explotación capitalista mediante una eficaz protección legal de las obreras, de
las funcionarias y de las empleadas -el llamado personal de servicio inclusive-
a todos los niveles de la economía y respeto a las disposiciones oportunas para
las adolescentes, las gestantes, las parturientas y las madres en el período de
amamantamiento.
9. Amplias posibilidades de inspección del trabajo
mediante un cuerpo suficientemente amplio de funcionarios independientes,
compuesto por médicos, técnicos, obreros con plenos poderes, en el cual las
mujeres deben estar representadas en proporción a la entidad del trabajo
femenino.
10. Medidas y reglamentos sociales que aligeren las
tareas de la mujer trabajadora en sus funciones de ama de casa y madre, medidas
que permitan trasladar los trabajos domésticos tradicionales de la familia a la
economía social, haciendo posible con ello una total educación de los hijos
mediante la educación social que les imparta una educación basada
fundamentalmente en la solidaridad.
11. Creación de las ordenanzas correspondientes, no sólo
en las ciudades y en los centros industriales, sino también en las regiones del
campo, en favor de las trabajadoras de la tierra, de las campesinas, etc.
12. Explicación a las mujeres del carácter atrasado de
la antigua economía familiar y del desperdicio de tiempo, energía y medios que
implica; explicación del uso que el capitalismo hacía de la economía doméstica
como instrumento para mantener bajos los salarios del hombre, aduciendo como
motivo que el trabajo del ama de casa no se paga; y además instrumento para
mantener a la mujer en una situación de retraso cultural y político, cerrándole
el acceso a la vida social.
13. Reforma radical del sistema de alojamientos, que no
tenga en cuenta el derecho de propiedad burguesa a residencias superfluas y de
lujo, y en cuya realización debe hacerse participar a las mujeres.
14. Amplia y orgánica regulación de la sanidad pública
que comprenda, entre otras cosas, la creación en las ciudades y en el campo de
centros médicos que cuenten también con el auxilio de doctoras, y tengan a su
disposición enfermeras y nodrizas.
15. Adopción de las disposiciones económicas y sociales
adecuadas para combatir la prostitución; medidas higiénicas contra la difusión
de las enfermedades venéreas; eliminación del prejuicio social en relación a
las prostitutas; superación de la doble moral sexual, distinta para los dos
sexos.
16. Colaboración de las mujeres en la elección de las
disposiciones y ordenanzas que afectan de modo decisivo el derecho de la mujer
a la instrucción, a la actividad profesional, a la protección contra la
explotación capitalista, etc.
C. En los países caracterizados por un desarrollo precapitalista:
1. Superación de los prejuicios, hábitos y costumbres,
de los preceptos religiosos y jurídicos que degradan a la mujer como esclava de
su casa, del trabajo y del placer del hombre, superación que presupone una toma
de consciencia no sólo de las mujeres, sino también de los hombres.
2. Plena igualdad jurídica de la mujer con respecto al
hombre en la educación, la vida privada y la vida pública.
3. Asistencia radical a las mujeres pobres y explotadas
contra la opresión y la explotación por parte de las clases poseedoras
dominantes, como sucede especialmente en la industria a domicilio, y cuyos
estragos más evidentes pueden ser atenuados con la creación de cooperativas.
4. Medidas y reglamentaciones que permitan el paso de
las formas precapitalistas de la economía y de la vida social al comunismo,
especialmente con ejemplos de realizaciones nacidas de una instrucción concreta
y basada en los hechos, los cuales demuestran a las mujeres que la economía
doméstica individual las hace esclavas, mientras que el trabajo social las hace
libres.
En el
trabajo de movilización y organización de las mujeres de los países con
desarrollo precapitalista, debe hacerse valer de modo especial las experiencias
acumuladas por las camaradas y los camaradas rusos en el curso de su actividad
entre las mujeres de los pueblos orientales.
IX
Con el fin
de que los partidos afiliados a la Internacional comunista puedan seguir con el
máximo éxito estas directrices, el II Congreso de la Internacional comunista ha
decidido adoptar las siguientes medidas organizativas:
A. Organizaciones nacionales:
1. Las mujeres miembros del partido comunista de un
determinado país no deben reunirse en asociaciones particulares, sino que deben
estar inscritas como miembros con igualdad de derechos y deberes en las
organizaciones locales del partido, y deben ser llamadas a la colaboración en
todos los órganos y en todas las instancias del partido.
El partido
comunista, sin embargo, adopta regulaciones particulares y crea órganos
especiales que se encarguen de la agitación, organización y educación de las
mujeres.
Todo ello
considerando la especificidad cultural y moral de la mujer, su retraso
histórico y la particular posición que a menudo asume debido a su actividad
doméstica.
2. En todas las organizaciones regionales del partido
existe un comité de agitación femenina, al cual pueden pertenecer también los
camaradas. Su tarea es:
a) La agitación programada y constante entre las
mujeres, todavía alejadas del partido, mediante asambleas públicas, debates y
asambleas de fábrica, asambleas de amas de casa, conferencias de delegadas sin
partido y apolíticas, agitaciones en las casas, prensa y difusión de octavillas
adecuadas, periódicos, opúsculos y publicaciones de todo tipo.
b) Hacer inscribir a las mujeres encargadas de la
agitación, como miembros, en el partido, sindicatos, asociaciones y demás
organizaciones de lucha del proletariado.
c) Conseguir que también los miembros femeninos del
partido, de los sindicatos, de las asociaciones (cooperativas), de los consejos
obreros y de todos los órganos de lucha del proletariado revolucionario no
asuman una simple función de lastre, sino que, animadas por los ideales
comunistas, participen enérgica y conscientemente en la vida y actividades de
las organizaciones y de los mismos órganos.
d) Actuar de modo que los miembros femeninos del partido
reciban la instrucción teórica y práctica necesaria, sea mediante las
instituciones formativas del partido en general, sea mediante sesiones
especiales de lectura y de discusión para mujeres, etc.
e) Procurar el modo de que a las mujeres particularmente
dotadas desde un punto de vista organizativo y agitativo se les brinde la
oportunidad de una formación más a fondo, y las más amplias posibilidades de
acción.
f) Destinar una redactora a una página dedicada a la mujer
que deberá incluirse en todos los folios del partido, y escoger a las
colaboradoras de entre las filas de proletarias.
El comité de
agitación femenina está formado por cinco a siete miembros, propuestos por las
camaradas organizadoras y confederadas de la dirección regional del partido.
Este comité trabaja en estrecha relación con la dirección del partido y
necesita su aprobación para las orientaciones y resoluciones adoptadas. Dicho
comité tiene una representante estable en la dirección del partido, la cual
participa en todas las sesiones y en los trabajos, con voto consultivo sobre
todas las cuestiones generales del partido, y con voto deliberativo en todas
las cuestiones del movimiento femenino.
3. En todas las direcciones de distrito del partido existe
un comité de agitación femenina de distrito, que tiene la tarea de promover y
ayudar a los comités de agitación femeninos regionales de todo el distrito en
la asunción de su tareas.
Para este
fin debe:
a) Mantenerse en contacto estable y regular con todos
los comités femeninos regionales del distrito, así como con el comité de
agitación femenino nacional, y respectivamente con el secretario femenino
nacional.
b) Reunir todo el material importante acumulado por los
miembros de los comités de agitación femeninos regionales y ponerlo a
disposición de los miembros de los comités que los soliciten.
c) Obtener el material publicado para la agitación y la
formación política de todo el distrito.
d) Promover manifestaciones de todo tipo para todo el
distrito, cuidar de su preparación y desarrollo, y poner a su disposición las
fuerzas necesarias para la agitación y organización.
e) Adoptar y poner en práctica todas las resoluciones
aptas para movilizar a las mujeres trabajadoras del distrito en importantes
trabajos y acciones del partido, y convertirlas de espectadoras pasivas en
colaboradoras activas.
f) Organizar conferencias femeninas de distrito en las
que deben participar una o dos representantes de los comités de agitación
femeninos regionales y las delegadas elegidas entre los miembros femeninos del
partido de cada localidad, en la proporción de una delegada por cada 50
miembros femeninos. Las conferencias femeninas de distrito deben ser convocadas
por el comité por lo menos cada seis meses.
El comité
femenino del distrito debe además convocar y dirigir una conferencia de
delegadas apartidistas en el distrito.
El comité
femenino del distrito está compuesto por cinco a siete miembros propuestos por
las camaradas organizadas del distrito en su conferencia y aceptados por la
dirección del distrito del partido. Dicho comité trabaja en estrecha relación
con la dirección del distrito y está vinculado a la aprobación de ésta para
todas las resoluciones y orientaciones que pretenda adoptar. Estará representado
en la dirección por una o más camaradas. Su representación participa en todas
las sesiones de la dirección del partido con voto consultivo cuando se trate de
cuestiones generales del partido, y con voto deliberativo cuando se trate de
cuestiones del movimiento femenino.
4. En la dirección nacional de partido están presentes
un comité de agitación femenina nacional y respectivamente un secretario
femenino nacional. Sus tareas son:
a) El mantenimiento de relaciones regulares y continuas
con el comité de agitación femenina de distrito y con los comités regionales,
así como la estrecha vinculación de estos últimos con la dirección nacional del
partido.
b) Reunir el material procedente de las actividades de
los distintos comités femeninos de distrito, y el recíproco intercambio de
experiencias y consejos.
c) Procurar el material de prensa para la agitación y
la formación política de los comités femeninos de distrito de todo el país.
d) El desarrollo del trabajo industrial, formación,
situación jurídica de las mujeres, de las normas de protección para las
trabajadoras, acontecimientos y controversias que afectan a los intereses
económicos, políticos y sociales de las mujeres y que merezcan una atención
particular; promover las discusiones sobre las cuestiones que se están
discutiendo en los comités de distrito y regionales de agitación.
e) La publicación de un periódico que sirva a la
formación teórica de las camaradas, las eduque para una mejor comprensión del
comunismo y del partido y de sus tareas revolucionarias. El comité nacional
femenino nombra a la redactora de este periódico y se encarga de procurarle las
contribuciones y colaboraciones de las filas de las obreras.
f) La organización de manifestaciones de todo tipo por
todo el país y la preparación de las fuerzas organizativas necesarias para tal
fin.
g) La adopción de todas las medidas necesarias para la
movilización de las masas de trabajadoras de todo el país para su participación
en las grandes tareas y en las grandes luchas del partido.
h) La convocatoria de conferencias femeninas nacionales.
B. Organización internacional
En el
ejecutivo de la Internacional se crea un secretariado femenino internacional,
compuesto de tres a cinco camaradas propuestas por la Conferencia internacional
de las comunistas y confirmadas por el Congreso de la Internacional comunista
o, en su representación, por el ejecutivo. El secretariado femenino trabaja de
común acuerdo con el ejecutivo de la Internacional, al cual está vinculado para
la aprobación de las resoluciones y de las disposiciones que adopta. Una
representante del secretariado participa en todas las sesiones y en los
trabajos del ejecutivo, con voto consultivo sobre cuestiones generales, y con
voto deliberativo sobre las cuestiones concretas del movimiento femenino.
Sus tareas
son:
a) Vinculación activa con los comités femeninos
nacionales de los distintos partidos comunistas y mantenimiento de relaciones
entre los distintos comités.
b) Recogida del material de agitación y documentación
relativo a la actividad de los distintos comités nacionales para eventuales
consultas.
Día Internacional de la Mujer
Clara Zetkin
Archivo de Clara Zetkin
Clara
Zetkin, de soltera Clara Eissner (5 de julio de 1857 - 20 de
junio de 1933), fue una política comunista alemana muy influyente, así como una
luchadora por los derechos de la mujer. Militó en el Partido Socialdemócrata de
Alemania hasta 1917, momento en el que ingresó a la Liga Espartaquista, en la izquierda
del Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania (USPD), que
posteriormente formaría el Partido Comunista de Alemania (KPD). Fue miembra del
Reichstag por KPD durante la República de Weimar desde 1920 a 1933
A causa de la prohibición de las actividades socialistas en Alemania
dictada por Otto von Bismarck, Zetkin se refugió en Zúrich en 1882, pasando
luego a París, donde jugó un importante papel en la fundación de la II
Internacional. Tomó el nombre de su marido, el revolucionario ruso Ossip
Zetkin, con quien tuvo dos hijos. Posteriormente, Clara Zetkin estaría casada
con el artista George Friedrich Zundel desde 1899 hasta 1928.
Entre 1891 y 1917 editó el periódico Igualdad y en 1907
se convirtió en líder de la nueva Oficina de la Mujer del SPD. Fue ella la que
decidió que a partir del 8 de marzo de 1911, dicha fecha se considerara el Día
Internacional de la Mujer. Junto con Rosa Luxemburgo fue una de las principales
figuras del ala más izquierdista del SPD, oponiéndose a las tesis revisionistas
de Eduard Bernstein en el debate que tuvo lugar al inicio del siglo XX.
Cuando los Nazis tomaron el poder, el Partido Comunista fue ilegalizado y
Zetkin se exilió de nuevo, esta vez en la Unión Soviética, donde murió el 20 de
junio de 1933 en Moscú, a la edad de 76 años
ESCRITOS
1919: Rosa Luxemburg
Archivo de Clara Zetkin en inglés
Clara
Zetkin 1857-1933
Alejandra
Kollontai: Extractos de Los fundamentos sociales de la cuestión femenina 1907.
(Las mujeres de la clase trabajadora, contra el “feminismo” burgués)
Alejandra
Kollontai: El Día de la Mujer 1913
Alejandra
Kollontai: El Día Internacional de la Mujer Trabajadora (8 de marzo) escrito en
el 1920.
La señora Clinton y su techo de cristal.
ResponderEliminar17 de noviembre de 2016
http://eljanoandaluz.blogspot.com.es/2016/11/la-senora-clinton-y-su-techo-de-cristal.html
La señora Clinton y su techo de cemento: sobre la incongruencia del discurso liberal y feminista posmoderno
17 de noviembre de 2016
http://eljanoandaluz.blogspot.com.es/2016/11/la-senora-clinton-y-su-techo-de-cemento.html
Alejandra Kollontai: Extractos de Los fundamentos sociales de la cuestión femenina 1907. (Las mujeres de la clase trabajadora, contra el “feminismo” burgués)
3 de marzo de 2018
http://eljanoandaluz.blogspot.com.es/2018/03/alejandra-kollontai-extractos-de-los.html
Alejandra Kollontai: El Día de la Mujer 1913
3 de marzo de 2018
http://eljanoandaluz.blogspot.com.es/2018/03/alejandra-kollontai-el-dia-de-la-mujer.html
Clara Zetkin: Directrices para el movimiento comunista femenino 1920
4 de marzo de 2018
http://eljanoandaluz.blogspot.com.es/2018/03/clara-zetkin-directrices-para-el.html
Clara Zetkin: Lenin sobre la cuestión de las mujeres (Entrevista de Clara Zetkin a Lenin en 1920)
5 de marzo de 2018
http://eljanoandaluz.blogspot.com.es/2018/03/clara-zetkin-lenin-sobre-la-cuestion-de.html
Mujeres Combatientes en los días de la Gran Revolución de Octubre
ResponderEliminar5 de mayo de 2017
http://eljanoandaluz.blogspot.com.es/2017/05/mujeres-combatientes-en-los-dias-de-la_5.html
La mujer ante la revolución (Secretariado Femenino del POUM) 1937
16 de octubre de 2017
http://eljanoandaluz.blogspot.com.es/2017/10/la-mujer-ante-la-revolucion.html
María Teresa García Banús. Una vida bien vivida
16 de octubre de 2017
http://eljanoandaluz.blogspot.com.es/2017/10/maria-teresa-garcia-banus-una-vida-bien.html
Mary Low y Juan Breá. (Red Spanish notebook) Cuaderno rojo español. Los primeros seis meses de la revolución y la guerra civil 1937
17 de octubre de 2017
http://eljanoandaluz.blogspot.com.es/2017/10/mary-low-y-juan-brea-red-spanish.html
Mika Feldman, conocida como Mika Etchebéhère (1902-1992) en la Fundación Andreu Nin
20 de octubre de 2017
http://eljanoandaluz.blogspot.com.es/2017/10/mika-feldman-conocida-como-mika.html
Adiós a Pilar Santiago, dirigente del POUM
26 de octubre de 2017
http://eljanoandaluz.blogspot.com.es/2017/10/adios-pilar-santiago-dirigente-del-poum.html