Marx fue enterrado en el cementerio de Highgate el sábado 17 de marzo de
1883, en la misma tumba que su esposa, Jenny, enterrada 15 meses antes.
Artículos
de Engels
Discurso
de Federico Engels en la tumba de Karl Marx
Cementerio de Highgate, Londres. 17 de marzo de, 1883
Transcrito: por
Mike Lepore, 1993.
El 14 de marzo, a las tres menos cuarto de la tarde, el más grande
pensador de estar dejó de pensar. Se le había dejado solo por apenas dos
minutos, y cuando volvimos lo encontramos en su sillón, con toda tranquilidad
ido a dormir - sino para siempre.
Una pérdida inconmensurable ha sido sostenido tanto por el proletariado
militante de Europa y América, y por la ciencia histórica, en la muerte de este
hombre. La brecha que se ha dejado por la salida de este poderoso espíritu
muy pronto hacerse sentir.
Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo o de la naturaleza
orgánica, por lo que Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia
humana: el simple hecho, hasta ahora oculto por un crecimiento excesivo de la
ideología, que la humanidad debe en primer lugar comer, beber, tener un techo y
vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc
.; por tanto, la producción de la materia inmediata significa, y por lo
tanto el grado de desarrollo económico alcanzado por un pueblo dado o durante
una época determinada, forman la base sobre la cual las instituciones del
Estado, las concepciones jurídicas, el arte, e incluso las ideas sobre la
religión, de las personas afectadas han evolucionado, ya la luz de los cuales
deben, por lo tanto, ser explicado, en lugar de al revés, como hasta entonces
había sido el caso.
Pero eso no es todo. Marx descubrió también la ley especial de
movimiento que gobierna el modo capitalista actual de la producción, y la
sociedad burguesa que este modo de producción ha creado. El descubrimiento
de la plusvalía arrojó repentinamente luz sobre
el problema, para tratar de resolver que todas las investigaciones anteriores,
tanto de los economistas burgueses y los críticos socialistas, había sido a
tientas en la oscuridad.
Dos de esos descubrimientos serían suficientes para toda una
vida. Feliz el hombre a quien se le conceda para hacer que incluso un tal descubrimiento.
Pero en cualquier campo que Marx investigó - y él investigó muy diversos
campos, ninguna de ellas superficialmente - en todos los campos, incluso en el
de las matemáticas, hizo descubrimientos independientes.
Tal era el hombre de ciencia. Pero esto no era ni la mitad del
hombre. La ciencia era para Marx una fuerza históricamente dinámica,
revolucionaria. Por grande que la alegría con la que se dio la bienvenida
a un nuevo descubrimiento de alguna ciencia teórica cuya aplicación quizá
práctica era todavía tan absolutamente imposible prever, experimentó otra muy
distinta especie de alegría cuando el descubrimiento implicado cambios
revolucionarios inmediatos en la industria y en el desarrollo histórico de
general. Por ejemplo, siguió de cerca el desarrollo de los descubrimientos
realizados en el campo de la electricidad y, recientemente, los de Marcel
Deprez.
Para Marx era, ante todo, un revolucionario. Su verdadera misión en
la vida era contribuir, de una manera u otra, al derrocamiento de la sociedad
capitalista y de las instituciones del Estado que había traído a la existencia,
para contribuir a la liberación del proletariado moderno, que fue el primero en
hacer consciente de su propia posición y sus necesidades, consciente de las
condiciones de su emancipación. Lucha era su elemento. Y luchó con
una pasión, una tenacidad y un éxito como pocos podrían rivalizar. Su
trabajo en el primer Rheinische Zeitung (1842), el París Vorwärts (1844),
la Deutsche Brusseler Zeitung (1847), la Neue Rheinische Zeitung (1848-1849), la tribuna
de Nueva York (1852-1861), y, además de estos, una serie de panfletos
militantes, trabajo en organizaciones en París, Bruselas y Londres, y
finalmente, coronando todo, la formación de la gran Asociación Internacional de los Trabajadores - esto era
de hecho un logro del que su fundador bien podría haber tenido el orgullo
incluso si no hubiera hecho nada más.
Y, en consecuencia, Marx era el hombre más odiado y más calumniado de su
tiempo. Los gobiernos, tanto absolutistas y republicanas, lo deportaron de
sus territorios. Bourgeois, ya sea conservadora o ultra-democrática,
competían unos con otros en amontonar calumnias sobre él. Todo esto se
dejó de lado, como si se tratara de una tela de araña, haciendo caso omiso de
él, respondiendo sólo cuando extrema necesidad le obligaba. Y murió amado,
venerado y llorado por millones de compañeros trabajadores revolucionarios -
desde las minas de Siberia hasta California, en todas partes de Europa y
América - y me atrevo a decir que, a pesar de que puede haber tenido muchos
oponentes, tenía apenas un enemigo personal.
Su nombre perdurará a través de las edades, y así también lo hará su
trabajo.
20 de
marzo de La Justicia: Proyecto de un discurso junto a la tumba de Karl Marx
22 de marzo de Der Sozialdemokrat : El entierro de Karl Marx
Discurso ante la tumba de Marx (Engels)
F.
Engels. Discurso ante la tumba de Marx (1883)
El 14 de marzo, a las tres menos cuarto de la tarde, dejó de pensar el
más grande pensador de nuestros días
Escrito: Discurso
pronunciado en inglés por F. Engels en el cementerio de Highgate en Londres, el
17 de marzo de 1883.
Primera publicación: En alemán en el Sozialdemokrat del 22 de marzo de 1883.
Digitalizació:n: Por José Ángel Sordo para el Marxists Internet Archive, 1999.
El 14 de marzo, a las tres menos cuarto de la tarde, dejó de pensar el
más grande pensador de nuestros días. Apenas le dejamos dos minutos solo, y
cuando volvimos, le encontramos dormido suavemente en su sillón, pero para
siempre.
Es de todo punto imposible calcular lo que el proletariado militante de
Europa y América y la ciencia histórica han perdido con este hombre. Harto
pronto se dejará sentir el vacío que ha abierto la muerte de esta figura
gigantesca.
Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza
orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho,
tan sencillo, pero oculto bajo la maleza ideológica, de que el hombre necesita,
en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer
política, ciencia, arte, religión, etc.; que, por tanto, la producción de los
medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente, la correspondiente
fase económica de desarrollo de un pueblo o una época es la base a partir de la
cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones
jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de los hombres y
con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés, como hasta
entonces se había venido haciendo. Pero no es esto sólo. Marx descubrió también
la ley específica que mueve el actual modo de producción capitalista y la
sociedad burguesa creada por él . El descubrimiento de la plusvalía iluminó de
pronto estos problemas, mientras que todas las investigaciones anteriores,
tanto las de los economistas burgueses como las de los críticos socialistas,
habían vagado en las tinieblas.
Dos descubrimientos como éstos debían bastar para una vida. Quien tenga
la suerte de hacer tan sólo un descubrimiento así, ya puede considerarse feliz.
Pero no hubo un sólo campo que Marx no sometiese a investigación -y éstos
campos fueron muchos, y no se limitó a tocar de pasada ni uno sólo- incluyendo
las matemáticas, en la que no hiciese descubrimientos originales. Tal era el
hombre de ciencia. Pero esto no era, ni con mucho, la mitad del hombre. Para
Marx, la ciencia era una fuerza histórica motriz, una fuerza revolucionaria.
Por puro que fuese el gozo que pudiera depararle un nuevo descubrimiento hecho
en cualquier ciencia teórica y cuya aplicación práctica tal vez no podía
preverse en modo alguno, era muy otro el goce que experimentaba cuando se
trataba de un descubrimiento que ejercía inmediatamente una influencia
revolucionadora en la industria y en el desarrollo histórico en general. Por
eso seguía al detalle la marcha de los descubrimientos realizados en el campo
de la electricidad, hasta los de Marcel Deprez en los últimos tiempos.
Pues Marx era, ante todo, un revolucionario. Cooperar, de este o del otro
modo, al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones políticas
creadas por ella, contribuir a la emancipación del proletariado moderno, a
quién él había infundido por primera vez la conciencia de su propia situación y
de sus necesidades, la conciencia de las condiciones de su emancipación: tal
era la verdadera misión de su vida. La lucha era su elemento. Y luchó con una
pasión, una tenacidad y un éxito como pocos. Primera Gaceta del Rin,
1842; Vorwärts* de París, 1844; Gaceta Alemana de Bruselas, 1847; Nueva
Gaceta del Rin, 1848-1849; New York Tribune, 1852 a 1861, a
todo lo cual hay que añadir un montón de folletos de lucha, y el trabajo en las
organizaciones de París, Bruselas y Londres, hasta que, por último, nació como
remate de todo, la gran Asociación Internacional de Trabajadores, que era, en
verdad, una obra de la que su autor podía estar orgulloso, aunque no hubiera
creado ninguna otra cosa.
Por eso, Marx era el hombre más odiado y más calumniado de su tiempo. Los
gobiernos, lo mismo los absolutistas que los repulicanos, le expulsaban. Los
burgueses, lo mismo los conservadores que los ultrademócratas, competían a
lanzar difamaciones contra él. Marx apartaba todo esto a un lado como si fueran
telas de araña, no hacía caso de ello; sólo contestaba cuando la necesidad
imperiosa lo exigía. Y ha muerto venerado, querido, llorado por millones de
obreros de la causa revolucionaria, como él, diseminados por toda Europa y
América, desde la minas de Siberia hasta California. Y puedo atreverme a decir
que si pudo tener muchos adversarios, apenas tuvo un solo enemigo personal. Su
nombre vivirá a través de los siglos, y con él su obra.
F. ENGELS.
Marx y la Neue Rheinische Zeitung (1848-1849)[1]
L'Ami du
peuple (1789)/
Jean-Paul
Marat
Karl Marx
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