miércoles, 21 de diciembre de 2016

El animalismo, ideología burguesa de hoy y de ayer



"Una parte de la burguesía desea mitigar las injusticias sociales, para de este modo garantizar la perduración de la sociedad burguesa. Se encuentran en este bando los economistas, los filántropos, los humanitarios, los que aspiran a mejorar la situación de las clases obreras, los organizadores de actos de beneficencia, las sociedades protectoras de animales, los promotores de campañas contra el alcoholismo, los predicadores y reformadores sociales de toda laya"

(El Manifiesto Comunista, C,Marx y F. Engels).





El animalismo, ideología burguesa de hoy y de ayer (una colaboración del camarada Sade).


Cuando los llamados animalistas emplean la expresión “liberación animal”, ¿a qué se refieren con “liberación”?


Antes de tratar de contestar a esta pregunta es necesario aclarar un punto: los animalistas, como cualquier otra forma de reformismo pretendidamente progresista, desvirtúan el rigor de las palabras, revistiéndolas –y de paso revistiéndose ellos mismos– de una supuesta radicalidad que no es sino un viejo truco de prestidigitación política: el famoso “que todo cambie para que todo siga igual”.


La vacua expresión “liberación animal” es un buen ejemplo de ese aguachirlismo ideológico al que, sin embargo, habremos de seguir el juego si queremos desmontarlo.


Vamos a ello.


En rigor, los animales salvajes y zahareños deberían quedar excluidos de la misión liberadora, pues la razón más chata nos advierte de que liberar lo que ya está libre y suelto vendría a ser ocupación de orates. O dicho de otro modo, que la liberación no puede predicarse más que de esos animales que llamamos domésticos.


Aquí nos asalta una duda: ¿quién libera a quién? ¿Es el amo quien libera a los animales o son los animales quienes se liberan a sí mismos?
Empecemos por este último supuesto, el del animal como sujeto de su propia liberación.


Hasta donde nuestro conocimiento alcanza, la historia natural no guarda memoria de ninguna emancipación de una especie animal por sí misma. Más allá de alguna cabra montaraz o de algún perro cimarrón, podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que la domesticación no admite, ¡ay!, la vuelta atrás, el retorno a la idílica y áurea vida salvaje.


Como en alguno de aquellos deliciosos relatos de Jack London, no nos queda, pues, más remedio que reducir las liberaciones motu proprio de animales domésticos a aventuras robinsonianas de algún que otro espécimen de marcado carácter individualista al que casi cabría calificar de literario, demasiado literario.


El otro caso que contemplábamos de liberación es el que tiene al animal por objeto a liberar, es decir, un supuesto concreto del amo que manumite al esclavo.


Ni que decir tiene que en los rasgos específicos que adopta esa manumisión –como en cualquier otra– se reflejan más los intereses materiales y espirituales del amo que los deseos del esclavo horro, lo cual, aceptadas las relaciones de esclavitud, es muy lógico: quien libera es el amo.

Hecha esta puntualización, cabe identificar esta forma de liberación animal con todas aquellas relaciones bien avenidas de mascota con dueño de mascota, de las que, suponemos, deben de existir millones y millones de ejemplos en nuestro planeta.





Cabría imaginar, finalmente, una última forma de liberación, la del dueño de la mascota por la propia mascota. O lo que es lo mismo, la salvación del hombre –y el proyecto de salvación de todos y cada uno de los hombres y mujeres del mundo–, por medio de la entrañable compañía de un animal.


Es de sospechar que poco o ninguno debe de ser el alcance de esta forma de liberación, que ni permite distinguir, por su grado de libertad, a quienes tienen mascota de quienes carecen de ella, ni equipara tampoco en libertad a los dueños de animales.


Por otra parte, en tanto que proyecto universal, a la vista del éxito de otras redenciones colectivas por vía del amor, mucho nos tenemos que el radio de esa liberación humana operada por mascotas vaya a ser ciertamente corto.


Decíamos al principio que el animalismo como ideología recurre a trucos de prestidigitación. El principal de ellos, sobre el que se asienta todo el edificio “liberador”, es el que afirma que animal = hombre, de donde cabe inferir, en pura lógica y a pesar de lo disparatado que suena el aserto animalista, que liberación animal = liberación humana.


Es decir, una libertad, la animalista, que, traducida a fisonomía de bípedo implume, oscila, como hemos visto, entre el individualismo burgués más reconocible y el detestable paternalismo del explotador para con los explotados, cuando no se encenaga directamente en la nebulosa del pensamiento religioso.

Aquí, en el animalismo, no hay nada de liberador, sino todo lo contrario.

Así lo entendieron Marx y Engels cuando en El Manifiesto Comunista incluyeron a “las sociedades protectoras de animales” entre “la burguesía que desea mitigar las injusticias sociales, para de este modo garantizar la perduración de la sociedad burguesa”, y así sigue siendo a día de hoy.








Peter Singer. Es el precursor del movimiento animalista, él acuñó el concepto  liberación animal y de los derechos de los animales en el 1975

Peter Singer


Derechos de los animales






"Liberación Animal" de Peter Singer: contra la liberación animal


'Liberación Animal', de Peter Singer: 40 años de controversia

22/04/2015 


Liberación animal1

Peter Singer2



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Partido Animalista Contra el Maltrato Animal  PACMA


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