Karl Marx
“Glosas Marginales Al Tratado de Economía Política de Adolph Wagner”
[Notas marginales al "Libro de
texto de economía política" de Adolph Wagner (Segunda edición), Volumen I,
1879]
[…] Valor.
Según el señor Wagner, la teoría del valor de Marx es “la piedra angular de
su sistema socialista” (p. 45). Como yo nunca he construido un “sistema
socialista”, esto es una fantasía de Wagner, Schäffle y tutti
quanti. Después: Marx “encuentra la sustancia social común del
valor de cambio, el único al que aquí se alude, en el trabajo,
la medida de la magnitud del valor de cambio en el tiempo de
trabajo socialmente necesario, etc.”
Yo no hablo
en parte alguna de “la sustancia social común del valor de cambio”;
digo, por el contrario, que los valores de cambio (pues el valor de
cambio sólo existe cuando hay por lo menos dos) representan algo
que les es común, algo “absoluto independiente de sus valores de
uso” (es decir, aquí, de su forma natural), a saber: el “valor”. Así, en
el Libro primero de El capital, se
dice: “Aquel algo común que toma cuerpo en la relación de cambio o valor de
cambio de la mercancía es, por tanto, su valor. En el curso de
nuestra investigación volveremos de nuevo al valor de cambio, como expresión
necesaria o forma obligada de manifestarse el valor, que por ahora estudiaremos independientemente de
otra forma (p. 13).”
Yo no digo
por lo tanto que la “sustancia social común del valor de cambio” sea el
“trabajo”; y como trato ampliamente, en un apartado especial, de la forma
del valor, es decir, del desarrollo del valor de cambio, sería extraño
pretender reducir esta “forma” a la “sustancia social común”, al trabajo. El
señor Wagner olvida también que para mí no son sujetos ni el “valor” ni el
“valor de cambio”, sino que lo es solamente la mercancía.
Otra cosa:
“Pero esta teoría [de Marx] no es tanto una teoría del general del valor como
una teoría del costo inspirada en Ricardo” (ibid.) El
señor Wagner habría podido darse cuenta, lo mismo leyendo El capital que
la obra del señor Sieber (si supiese ruso), la diferencia que
media entre Ricardo y yo, pues aquél sólo se ocupó del trabajo en calidad
de medida de la magnitud del valor, sin encontrar por tanto el nexo
entre su teoría del valor y la naturaleza del dinero.
Cuando el
señor Wagner dice que ésta “no es una teoría general del valor”, tiene mucha
razón desde su punto de vista, ya que para él formular una teoría general del
valor significa hacer elucubraciones en torno a la palabra “valor”, lo que le
permite quedarse en la confusión, tradicional en los profesores alemanes, entre
“valor de uso” y “valor”, ya que ambos tienen en común la palabra “valor”. Pero
cuando dice que se trata de una “teoría del costo” incurre en una
redundancia o en una falsedad. En una redundancia, porque las mercancías, en la
medida en que son valores, es decir, en que sólo representan algo social,
trabajo humano, y en la medida en que la magnitud del valor de una mercancía se determina
precisamente, en mi opinión, por la cantidad
de tiempo de trabajo que encierra, etc., o sea por la masa normal de
trabajo que cuesta producir un objeto, etc., y el señor Wagner prueba lo
contrario al asegurar que esta teoría, etc., del valor no es “general”, porque
no responde a la opinión del señor Wagner sobre “la teoría general del valor”.
En una falsedad: Ricardo (tomándolo de Smith) confunde valor y
costo de producción; en mi Contribución a la crítica de la economía política
y en las notas a El capital, he indicado expresamente que
los valores y los precios de producción (estos
últimos no hacen más que expresar en dinero los costos de producción) no coinciden.
¿Por qué no? Esto no se lo he dicho al señor Wagner.
Además, dice
que “procedo arbitrariamente” porque “me limito a reducir el costo a la llamada
prestación de trabajo en el sentido más estricto. Esto presupone siempre que se
haya previamente demostrado, lo que nadie hizo hasta ahora, que el proceso de
producción puede desarrollarse sin la mediación de esa actividad de los capitalistas
privados que crea e invierte capitales” (p. 45).
En vez de
imponerme la carga de probar hechos futuros, el señor Wagner habría debido
comenzar a la inversa, demostrando que en las numerosísimas sociedades
que existieron antes de aparecer los capitalistas privados (comunidades
de la antigua India, comunidades familiares de los eslavos meridionales, etc.)
no existía un proceso social de producción, por no hablar del
proceso de producción en general. Por lo demás, todo lo que Wagner podía decir
es que la explotación de la clase obrera
por la clase capitalista, o más brevemente, el carácter de la producción
capitalista tal como la describe Marx, es una realidad, pero se equivoca al
considerar esta economía como transitoria, al revés que Aristóteles, quien se
equivocó al considerar como no transitoria la economía
basada en la esclavitud.
“Mientras no se
haya hecho esta demostración” (en otros términos, mientras exista el régimen
capitalista) “la ganancia del capital será también (aquí está madre
del borrego), de hecho, un elemento ‘constitutivo’ del valor y no,
como quieren los socialistas, algo que se le sustrae o se le ‘roba’ al
obrero” (pp.45-46). Qué significa esta “sustracción en detrimento
del obrero”, sustracción de su piel, etc., es difícil imaginarlo. Ahora
bien, en mi exposición, en efecto, “la ganancia del capital” no es “sólo una sustracción o
‘robo‘ en detrimento del obrero”. Por el contrario, yo represento al
capitalista como un funcionario necesario de la producción capitalista, y
muestro ampliamente que él no sólo “sustrae” o “roba”, sino que arranca la producción de la plusvalía, es decir que comienza por ayudar a crear
lo que ha de sustraer. Demuestro también ampliamente que incluso en el cambio
de mercancías, sólo se cambian equivalentes y que
el capitalista, siempre que pague al obrero el valor real de su trabajo, estará
plenamente en su derecho —es decir, el derecho correspondiente a este modo de
producción— de apropiarse la plusvalía. Pero todo esto no convierte
a la “ganancia del capital” en un elemento “constitutivo”
del valor, sino que se limita a probar que en el valor, no “constituido”
por el trabajo del capitalista, hay una parte que éste puede apropiarse
“legalmente”, es decir, sin violar el derecho correspondiente al cambio de
mercancías.
“Esta teoría
considera de un modo demasiado unilateral un único elemento en la determinación
del valor (1. Tautología: la teoría es falsa porque Wagner tiene una “teoría
general del valor” que no coincide con ella; en efecto, su “valor” es
determinado por el “valor de uso”, como lo prueba, particularmente, su sueldo
de profesor; 2. El señor Wagner sustituye el valor por el “precio de mercado”
corriente —o precio de las mercancías basados en aquél— que es algo muy
distinto del valor), los costos, y no el otro factor; la utilidad,
el empleo, el momento de la necesidad”. (Lo cual significa que no
confunde “valor” y valor de uso, como desearía ese embrollón nato
que es Wagner). Ella no sólo no corresponde a la formación del valor de
cambio en el comercio actual (se refiere a la formación del
precio, la cual no alterna en lo más mínimo la determinación del
valor: por lo demás, en el comercio actual se operan
evidentemente, como lo sabe todo especulador, falsificador de mercancías, etc.,
una formación de valor de cambio, que no tiene nada que ver
la formación del valor, sino que tiende solamente a valores ya
“formados”; además, al determinar, por ejemplo, el valor de la fuerza
de trabajo, parto del supuesto de que su valor se paga realmente, lo
que de hecho no ocurre. El señor Schäffle, en Capitalismo,
etc., piensa que esto es “generoso” o algo parecido. No se refiere a otra cosa
que a un procedimiento científico necesario), sino que tampoco corresponde a
las relaciones que deberían necesariamente formarse en el hipotético Estado
social de Marx, como lo demuestra excelentemente y sin duda de
manera definitiva (!) también Schäffle en su Quintaesencia y,
sobre todo, en el Cuerpo social”. (Por consiguiente, el Estado
social, que el señor Schäffle ha tenido la gentileza de “formar” para mí, se
convierte en el “Estado social de Marx”, y no en el Estado que es atribuido a
Marx en la hipótesis de Schäffle). “Esto puede demostrarse de manera
convincente mediante el ejemplo típico de los cereales u otro
semejante, cuyo valor de cambio —por ser variables las
cosechas y la demanda, poco más o menos constante— tendrá necesariamente que
regularse, incluso en un sistema de “tarifas sociales”, de otro
modo que por el simple costo”. Cada palabra es una tontería. En primer lugar, yo no he hablado en parte alguna de “tarifas
sociales”, y, en el estudio sobre el valor, sólo me atengo a las relaciones burguesas
y no a la aplicación de esta teoría del valor a un pretendido
“Estado social” que ni siquiera he creado, sino que el señor Schäffle lo ha
construido por mí. En segundo lugar,
si a consecuencia de una mala cosecha sube el precio de los cereales, lo que
primero sube es su valor ya que una cantidad dada de trabajo
se ha realizado en un producto menor; y después sube aún más
su precio de venta. ¿Qué tiene esto que ver con mi teoría del
valor? Cuanto más por encima de su valor se venda el trigo, más por
debajo de su valor se venderán otras mercancías, ya sea en la forma
natural o bajo la forma de dinero, y esto aun cuando su propio precio en
dinero no descienda. La suma de valor sigue
siendo la misma, aunque aumente la expresión en dinero de toda esta suma
de valor, aunque aumente, por lo tanto, según el señor Wagner, la suma del
“valor de cambio”. Esto es lo que ocurre si admitimos que la baja de
precio en la suma de las demás mercancías no cubra el precio que excede
el valor (el excedente de precio del grano. Pero en este caso el valor de
cambio del dinero habrá descendido por lo tanto por debajo de su valor; la suma
de valor de todas las mercancías permanece idéntica, incluso en
su expresión en dinero, si también el dinero es incluido entre las
mercancías. Además, el aumento del precio del trigo por encima del aumento de
su valor provocado por la mala cosecha será en todo caso menor en el “Estado social” que con los actuales
especuladores de granos. Pero entonces el “Estado social” organizará de repente
la producción de modo que el aprovisionamiento anual de trigo sólo dependa en
proporciones mínimas de los cambios atmosféricos. El volumen de la producción,
el aprovisionamiento y el consumo estarán regulados racionalmente. Por último,
¿qué puede probar la “tarifa social” en pro o en contra de mi teoría del valor,
suponiendo que se realicen las fantasías de Schäffle a este respecto? Tan poca
cosa como las medidas obligatorias que adoptadas en caso de penuria de víveres
a bordo de un barco, en una plaza sitiada o durante la Revolución francesa,
etc., que no se preocupaban en absoluto del valor. ¡Y qué terrible cosa para el
“Estado social” infringir las leyes del valor del “Estado capitalista” y, por
tanto, la teoría del valor! ¡Todo esto parece un juego de niños!
El propio
Wagner cita complacido el siguiente pasaje de Rau: “Para evitar cualquier
malentendido es necesario dejar bien sentado lo que hay que entender por valor
en general; en la lengua alemana se acostumbra tomar en
este sentido el término de valor de uso” (p. 46).
[…] Otra
derivación del concepto de valor:
Valor
subjetivo y valor
objetivo. Subjetivo: y en el sentido más general, el
valor de una cosa = a la importancia que se
“atribuye al bien por su utilidad… no calidad de las cosas en sí,
aunque objetivamente esto suponga la utilidad de una cosa (y, por lo tanto,
suponga el valor ‘objetivo’) …En sentido objetivo se entiende
entonces por ‘valor’, ‘valores’ los bienes que tienen valor, de
suerte (!) que bien y valor, bienes y valores, se convierten en
ideas esencialmente idénticas” (pp. 46, 47).
Después que
Wagner ha calificado simplemente con el título de “valor en general”, de
“concepto de valor” a lo que ordinariamente se denomina “valor de uso”,
no puede dejar de recordar que “el valor así (!) deducido” (!) es el “valor
de uso”.
Después de
dar al valor de uso el título de “noción de valor” en general, de “valor
en sí”, descubre con retraso que no ha hecho más que divagar sobre el “valor de
uso”, que lo ha “deducido”, pues hoy divagar y deducir son “esencialmente”
operaciones idénticas del pensamiento. Pero en esta ocasión venimos a descubrir
qué concepción subjetiva corresponde a la “objetiva” confusión conceptual
propia del profesor Wagner. Éste nos revela en efecto un secreto. Rodbertus le
había escrito una carta que puede leerse en la Tübinger Zeitschriftde
1878, en la que (Rodbertus) explica por qué “no hay más que una clase de
valor”, el valor de uso. “Yo (Wagner) he adoptado este criterio, cuya importancia
había subrayado ya en mi primera edición”. Acerca de lo dicho por Rodbertus,
escribe Wagner: “Esto es perfectamente exacto y nos obliga a modificar la
ilógica ‘división‘ del ‘valor‘ en valor de uso y valor
de cambio, división que yo adoptaba todavía en el parágrafo 35 de mi
primera edición” (p. 48, nota 4). Y el mismo Wagner me coloca entre las
personas (p. 49, nota) que piensan que el “valor de uso” debe ser completamente
apartado de la ciencia”.
Todo esto es
pura “charlatanería”. Ante todo, yo no parto de “conceptos”, ni por lo tanto
del “concepto de valor”, y por ello no debo en modo alguno “dividir” este
concepto. De donde yo parto es de la
forma social más simple en que se presenta el producto del trabajo en la
sociedad actual, y esta forma es la “mercancía”.
Analizo ésta fijándome ante todo en la forma bajo la cual se presenta.
Aquí descubro que ella es, por una parte,
en su forma natural, un objeto de uso alias valor
de uso, y, por otra parte, la
encarnación del valor de cambio y,
desde este punto de vista, “valor de cambio” ella misma. Un análisis más
profundo de este último me revela que el valor de cambio no es más que una “forma
fenoménica”, un modo de presentación independiente del valor contenido
en la mercancía, y paso después al análisis del valor. Por eso digo
expresamente: “Al comienzo de este capítulo decíamos, siguiendo el lenguaje
tradicional: la mercancía es valor de uso
y valor de cambio. En rigor, esta afirmación es falsa. La mercancía es valor de uso, objeto útil y ‘valor’. A partir del
momento en que su valor reviste una forma fenoménica propia,
distinta de su forma natural, la del valor de cambio, etc.” Yo no divido
pues el valor en valor de uso y valor de cambio como opuestos
en que se des, compone lo abstracto, el valor, sino que digo que la forma
social concreta del producto del trabajo, la “mercancía”, es,
por una parte, valor de uso y, por otra, “valor”, no valor de cambio, pues éste
no es más que una simple forma fenoménica y no su propio contenido.
En segundo
lugar, solamente un vir obscurus que no haya entendido una sola palabra
de El capital puede argumentar así; puesto que Marx, en una
nota a la primera adición de El capital, rechaza en general toda
esa cháchara profesoral alemana sobre el “valor de uso” y remite a los lectores
que quieran saber algo acerca de los verdaderos “valores de uso” al “conocimiento
pericial de las mercancías”, el valor de uso no desempeña
según él ningún papel. No desempeña naturalmente el papel del término
antagónico suyo, el “valor”, que nada tiene de común con él salvo la palabra
“valor”, que reaparece en la expresión “valor de uso”. También habría podido
decir que el “valor de cambio” fue dejado de lado por mí, ya que no es más que
una forma fenoménica del valor, pero no el “valor”, puesto que para mí el
“valor” de una mercancía no es ni su valor de uso ni su valor de cambio.
Cuando se
trata de analizar la “mercancía” —que es el concreto económico más simple— hay
que apartar todos los aspectos que no tengan relación con el objeto que se analiza.
Lo que hay que decir de la mercancía en cuanto valor de uso, lo he dicho en
unas pocas líneas, pero haciendo resaltar por otra parte la forma
característica en la que aparece el valor de uso, el producto del trabajo,
a saber: “Un objeto puede ser útil y producto del trabajo humano sin ser
mercancía. Quien» con su producto, satisface sus propias necesidades, crea
indudablemente valores de uso, pero no mercancías. Para producir
mercancías no basta producir valores de uso, sino que es menester
producir valores de uso para otros, valores de uso sociales”. (Aquí está la
raíz del “valor de uso social” de Rodbertus). Con esto, el valor de uso
—en cuanto valor de uso de la “mercancía”— adquiere por sí mismo un carácter
histérico-específico. En las comunidades primitivas, en las que, por ejemplo,
los medios de subsistencia son producidos y repartidos en común entre los
componentes de la comunidad, y el producto común satisface directamente las
necesidades vitales de cada miembro de la comunidad, de cada productor —el
carácter social del producto, del valor de uso se encuentra en su carácter
comunitario. (El señor Rodbertus, por el contrario, transforma el valor de
uso social de la mercancía en el valor de uso social
simplemente; en otras palabras, divaga).
Como se
desprende de lo anterior, sería pura divagación si en el análisis de la
mercancía —por el hecho de que ella se presenta por una parte como valor de uso
o bien, y por la otra como “valor”— se aprovechara la ocasión para “empalmar”
toda suerte de reflexiones triviales sobre aquellos valores de uso o bienes que
no caen bajo el dominio del mundo de las mercancías, como los “bienes
estatales”, “bienes de la comunidad”, etc. —como hace Wagner y los profesores
alemanes en general— o acerca del bien “salud”, etc. Allí donde el Estado mismo
es un productor capitalista, como ocurre con la explotación de las minas, los
bosques, etc., su producto es “mercancía” y posee por consiguiente el carácter
específico de cualquier otra mercancía.
Por otra
parte nuestro vir obscurus no se ha dado cuenta de que, ya al hacer el análisis
de la mercancía, yo no me detengo en la doble modalidad bajo la que se
presenta, sino que paso inmediatamente a demostrar que en esta doble modalidad
de la mercancía se manifiesta el doble carácter del trabajo del
que aquélla es producto, a saber: del trabajo útil, es decir de las
modalidades concretas de los trabajos que crean valores de uso, y del trabajo
abstracto, del trabajo como inversión de fuerza de trabajo,
cualquiera que sea el modo “útil” en que se invierta (sobre lo cual se basa
luego el estudio del proceso de producción); que en el desarrollo de la forma
de valor de la mercancía, y, en última instancia, de su forma dinero y, por
tanto, del dinero, el valor de una mercancía se
expresa en el valor de uso, es decir, en la forma natural de la otra mercancía;
que la propia plusvalía se deriva de un valor de uso “específico” de
la fuerza de trabajo, que corresponde exclusivamente a ésta, etc., etc.;
que, por consiguiente, en mi obra, el valor de uso desempeña un papel tan
importante como en la economía anterior, pero sólo se plantea —nota bene— allí
donde tal planteamiento surge del análisis de una formación económica dada y no
de especulaciones abstractas acerca de los conceptos o de las palabras “valor
de uso” y “valor”.
Por eso, en
el análisis de la mercancía, ni aun a propósito de su “valor de uso” son
introducidas inmediatamente definiciones del “capital”, puesto que ellas deben
resultar un puro contrasentido mientras permanezcamos inicialmente en el
análisis de los elementos de la mercancía.
Pero lo que
molesta al señor Wagner, en mi exposición, es que no le haya dado el gusto de
seguir los “esfuerzos” germano-patrióticos de nuestros profesores, que tienden
a confundir valor de uso y valor. La sociedad germana, aunque muy post
festum, ha ido pasando poco a poco de la economía natural feudal, o al
menos, de la preponderancia de ella, a la economía capitalista; pero los
profesores, como es natural, siguen teniendo un pie en la vieja basura. De
siervos de los terratenientes se han convertido en siervos del Estado, vulgo,
del gobierno. Por eso nuestro vir obscurus —que ni siquiera se ha dado cuenta
de que mi método analítico, que no parte del “hombre”
sino de un período económico dado de la sociedad, no tiene nada que ver con ese
método de entrelazamiento de conceptos que gustan emplear los profesores
germanos (“con palabras es fácil combatir, con palabras se puede construir un
sistema”)— dice: “En consonancia con la concepción de Rodbertus y
también con la de Schäffle, yo doy preeminencia al carácter de
valor de uso de todo valor, y tanto más hago resaltar la apreciación del valor
de uso cuanto que la apreciación del valor de cambio no es en absoluto
aplicable a un gran número de bienes económicos de los más importantes” (¿qué
lo obliga a buscar excusas? Ya sabemos que es su condición de servidor del
Estado la que lo obliga a confundir valor de uso y valor); “así, por ejemplo,
no es aplicable al Estado ni a sus servicios, y ni tampoco a
otras relaciones de economía pública” (p. 49, nota). Esto nos recuerda a los
viejos químicos, antes de que existiera una ciencia de la química: como la
manteca comestible, que en la vida corriente se llama simplemente manteca
(según una costumbre nórdica), tiene una consistencia blanda, dieron el nombre
de materias mantecosas caldos butíricos a los cloruros, a la manteca
de cinc, a la manteca de antimonio, etc., y por eso
sostuvieron, para hablar como el vir obscurus, el carácter mantecoso de todas
las combinaciones de cloruros, cinc y antimonio. Tales charlatanerías concluyen
en esto: dado que ciertos bienes, principalmente el Estado (¡el
Estado, un bien!) y sus “servicios” (o sea, las prestaciones de sus
profesores de economía política) no son “mercancías”, los
caracteres opuestos contenidos en las propias “mercancías” (que aparecen
también expresamente bajo la forma de mercancía del
producto del trabajo) deben ser confundidos entre sí. Por otra parte, sería
difícil sostener que Wagner y consortes ganen más cuando sus servicios sean
apreciados según su “valor de uso”, según su “contenido” material, que cuando
sean apreciadas según su “contenido/sueldo” (fijado por las
“tarifas sociales”, como dice Wagner), o sea según su remuneración.
(La única
cosa clara que hay en el fondo de esta confusión germana es que, en la lengua,
las palabras valor o valer [Wert oder
Würde] fueron inicialmente aplicadas a las cosas útiles que existían desde
largo tiempo atrás, incluso como “productos del trabajo”, antes de convertirse
en mercancías. Pero esto tiene tanto que ver con la definición
‘científica del “valor de las mercancías” como el hecho de que en un principio
los Antiguos aplicasen la palabra sal a la sal comestible, y que, por
consiguiente, el azúcar, etc., figuren también desde Plinio como variedades de
sal [es decir, entre los cuerpos sólidos, incoloros, solubles en agua y con un
gusto especial] y, por tanto, la categoría química “sal” incluya el azúcar,
etc.).
Pasemos
ahora al fiador del vir obscurus, a Rodbertus (cuyo estudio puede verse en
la Tübinger Zeitschrift). He aquí el pasaje de Rodbertus por aquél
citado:
“Sólo
existe una clase de valor, que es el valor de uso. Este puede ser
valor de uso individual o valor de uso social. El
primero se enfrenta con el individuo y sus necesidades, sin guardar la menor
relación con una organización social” (p. 48). (Y esto es ya una tontería).
Confróntese El capital, donde se dice en cambio que el proceso de
trabajo, como actividad racional encaminada a la producción de valores de uso,
etc., “es común a todas las formas sociales [de la vida
humana] por igual e independientemente de ellas”). (En primer
lugar, lo que se enfrenta con el individuo no es la expresión “valor de uso”,
sino valores de uso concretos, y cuáles de estos valores concretos “están en
frente” del individuo [para estos hombres todo es, todo es
estado] depende solamente del grado alcanzado por el proceso social de
producción y no corresponde nunca, por tanto, a “una organización social”. Pero
si Rodbertus sólo quiere decir algo tan trivial como que el valor de uso, que
efectivamente se enfrenta a un individuo como objeto de uso, se enfrenta como
valor de uso individual para él, esto no pasa de ser una tautología trivial o
una falsedad, puesto que, para no hablar de cosas como el arroz, el trigo, el
maíz o la carne que para un hindú no está frente a él como alimento, para un
individuo la necesidad de un título de profesor o de consejero de gobierno, o
de una condecoración, es posible sólo en una determinada “organización
social”). “El segundo es el valor de uso que tiene un
organismo social, compuesto por muchos organismos individuales (o
sea, por muchos individuos)” (p. 48) ¡Qué lenguaje! ¿Se trata aquí del “valor
de uso” del “organismo social” o de un valor de uso que se encuentra en
posesión de un “organismo social” (como, por ejemplo, la tierra en las
comunidades primitivas), o bien de la forma “social” concreta del valor de uso,
en un organismo social, como por ejemplo allí donde la producción
de mercancías es el régimen dominante, el valor de uso que suministra un
productor es “valor de uso para otros”, debiendo ser considerado, en este
sentido, como “valor de uso social”? Con tal confusionismo no se puede ir a
ninguna parte.
Pasemos,
pues, a la otra proposición del Faustus de Wagner: “El valor de cambio no es
más que ropaje, el apéndice histórico del valor de uso social de un determinado
período histórico. Cuando se contrapone al valor de uso un valor de cambio como
antítesis lógica, se pone en antítesis lógica un concepto
histórico con un concepto lógico, lo cual es contrario a la lógica” (p. 48,
nota 4). “Y esto es perfectamente justo” exclama ibidem Wagnerus
jubilosamente. ¿Pero quién es “la persona” que comete este error? No cabe duda
que Rodbertus se refiere a mí, puesto que según R. Meyer, su famulus,
él escribió un voluminoso y denso manuscrito contra El capital. ¿Quién
establece una antítesis lógica? El señor Rodbertus, para quien el “valor de
uso” y el “valor de cambio” son ambos, por naturaleza, meros “conceptos”. En
realidad, en toda lista corriente de precios, vemos que en ella cada clase
concreta de mercancías incurre en este proceso ilógico de distinguirse
como bien, o valor de uso, como algodón, hilo, hierro,
grano, etc. de las otras mercancías, de representar un “bien” toto coelo
cualitativamente distinto de los otros, a la par que su precio es de la misma
naturaleza que los precios de las otras mercancías, cualitativamente
igual y sólo cuantitativamente distinta. Una mercancía se presenta en su forma natural
para quien necesita de ella, y también bajo la forma de valor, muy
diferente de la primera y “común” a todas las mercancías, como valor de
cambio. Aquí, existe una antítesis “lógica” sólo para Rodbertus y
sus allegados, los profesores-maestros de escuela alemanes, que parten del
“concepto” de valor y no de la “cosa social”, de la “mercancía”, dejando que
este concepto se divida en dos para luego discutir cuál de los dos fantasmas es
el verdadero Jacob!
Pero en el
tenebroso fondo de estas frases ampulosas se oculta simplemente el
descubrimiento inmortal de que en todas las circunstancias el hombre debe
comer, beber, etc. (y no cabe añadir, vestirse, o utilizar cuchillo y tenedor,
o camas, o habitaciones, porque esto no es cierto en todas las circunstancias)
; en una palabra, que en todas las circunstancias debe encontrar en la
naturaleza, ya dispuestos, objetos exteriores para la satisfacción de sus
necesidades y adueñarse de ellos o prepararlos con las materias naturales que
encuentre; en este comportamiento suyo el hombre se vincula siempre a ciertos
objetos exteriores como “valor de uso”, es decir, los trata siempre como
objetos para su uso. Por ello el valor de uso es según Rodbertus un concepto
“lógico”: por lo tanto, dado que el hombre necesita respirar, el “respirar” es
un concepto “lógico”, pero de ninguna manera, ¡Dios nos libre!, un concepto
“fisiológico”. Toda la superficialidad de Rodbertus, se revela, sin embargo, en
su contraposición de concepto “lógico” e “histórico”. Sólo concibe al “valor”
(el económico en antítesis al valor de uso de la mercancía) en su forma
fenoménica, como valor de cambio; y dado que él aparece sólo allí donde al
menos una parte de los productos del trabajo, de los objetos de uso, funciona
como “mercancía”, lo que no ocurre desde un comienzo, sino únicamente en un
cierto período del desarrollo social, por consiguiente, sólo en un estadio
determinado del desarrollo histórico, nos encontramos con que el valor
de cambio es un concepto “histórico”. Ahora bien, si Rodbertus
hubiera analizado ulteriormente el valor de cambio de las mercancías —más
adelante diré por qué no lo hizo— ya que éste existe solamente allí donde el
término mercancía aparece en plural, vale decir donde existan distintas clases
de mercancías— habría encontrado detrás de esta forma fenoménica al “valor”. Si
hubiera continuado su análisis del valor, habría encontrado además que aquí la
cosa, el “valor de uso”, vale como pura y simple objetivación de
trabajo humano, como gasto de una fuerza igual de trabajo humano y
que por ello este contenido es presentado como carácter objetivo de la
cosa, como [carácter] que corresponde a ella objetivamente, aunque esta
objetividad no aparezca en su forma natural (lo cual hace que sea necesaria
una forma de valor particular). Habría hallado, pues, que el valor
de la mercancía no hace más que expresar, bajo una forma que se ha desarrollado
en el transcurso de la evolución histórica, lo que se presenta igualmente bajo
todas las demás formas sociales que nos muestra la historia, aunque bajo otra
forma, es decir bajo la forma del carácter social del trabajo,
en cuanto gasto de la fuerza de trabajo “social”. Si el valor de la
mercancía no es, pues, más que una forma histórica concreta, algo que existe en
todas las formas de sociedad, ocurre lo mismo con lo que él llama “valor de uso
social”, o sea el “valor de uso” de la mercancía. El señor Rodbertus toma de
Ricardo la medida de la magnitud del valor, pero, al igual que Ricardo, no ha
investigado ni comprendido la sustancia misma del valor: por ejemplo, el
carácter “común” del proceso de trabajo en la comunidad primitiva, como
organismo colectivo de las fuerzas de trabajo asociadas, y por tanto el
[carácter común] de su trabajo, es decir, del gasto de estas
fuerzas.
Sería
superfluo agregar más sobre las charlatanerías de Wagner.
Karl Marx: Prefacio a la Contribución a la
Crítica de la Economía Política
K.Marx, Contribución a la Contribución a la Crítica
de la Economía Política
Esta edición es de 1989 de Editorial Progreso,
traducido por Marat Kuznetsov
Marx escribió su Contribución a la crítica de
la Economía política entre agosto de 1858 y enero de 1859. Investigó a fondo
las leyes económicas del movimiento de la sociedad capitalista, habiendo
estudiado un sinnúmero de obras de Economía política, fuentes, documentos
oficiales, etc. En 1857 empezó a escribir un extenso trabajo sobre Economía
política, cuyo borrador se conoce con el título de Manuscritos económicos de
1857-1858. En aquel período formuló a grandes rasgos las tesis básicas de
la teoría de la plusvalía, piedra angular de la Economía política marxista.
Pensó que utilizaría esos manuscritos cuando escribiera una obra económica
fundamental a la que se proponía titular Crítica de la Economía política.
Quería editarla en 6 fascículos. El primero terminó de escribirse en 1859 y
salió a luz en forma del libro Contribución a la crítica de la Economía
política, que editamos ahora en español.
Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política de Karl
Marx. (1857-1858) Grundrisse Tomo 1,2
y 3
http://www.abertzalekomunista.net/es/biblioteca/internacionales/marx-karl/354-grundrisse-los-3-tomos
Grundrisse
El Marx desconocido (Martin Nicolaus)
Prólogo a la edición de Elementos Fundamentales para la Crítica de la
Economía Política de Karl Marx. (Borrador) 1857- 1858. Editorial Siglo XXI,
México, 1971
Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política de Karl
Marx. (Borrador) 1857- 1858. 1 o (Los Grundrisse: Manuscritos económicos de
1857-1858)
Índice 248
Notas 241
Karl Marx
“Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse)”
KARL
MARX: ELEMENTOS FUNDAMENTALES PARA LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA
(GRUNDISSE) 1857 - 1858 Volumen III
Los Grundisse nos abren el pensamiento a un Marx desconocido. Ya para
1859 cuando Marx había evaluado su carrera intelectual, condenó al olvido a
todas su obras precedentes con excepción de: Miseria de la Filosofía donde
había expuesto los aspectos fundamentales de sus opiniones científicas; el
Manifiesto del Partido Comunista; el Discurso del Libre Cambio y Trabajo
Asalariado y Capital.
Marx prácticamente descartó, al no mencionarlas, a la Sagrada Familia, la
Tesis sobre Feurbach y la Ideología Alemana. Autores como Althusser consideran,
por tanto, la existencia del pensamiento de un Marx Joven y de un Marx Maduro.
Al principio el Marx joven se encuentra influenciado por la ideología alemana
de Hegel, en cambio el Marx Maduro se deshace, sin dejar vestigio del idealismo
alemán y funda lo que es su aporte fundamental: la economía política y el
método dialéctico.
Para Marx, la obra digna de mención es la Crítica de la economía política
(1859) (El Capital) que también llegó al público de manera fragmentaria. Y los
Grundisse no son sino ese esfuerzo de sintetizar al máximo los estudios y
resultados a los cuales Marx había llegado a apuntar en borradores preliminares
que ahora son indispensables para cualquier investigador del pensamiento
económico marxista.
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Fundamentales Para la Crítica de la Economía Política (Grundisse) 1857 - 1858
Volumen III
Libros sugeridos (Serie Karl Marx):
Karl Marx: Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política (Grundisse) 1857 - 1858 Volumen I
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Karl Marx: Elementos
Fundamentales para la Crítica de la Economía Política (Grundisse) 1857 - 1858
Volumen II
Karl Marx: Elementos
Fundamentales para la Crítica de la Economía Política (Grundisse) 1857 - 1858
Volumen III
En portugués
Karl Marx Grundrisse: Manuscritos económicos de 1857-1858)
En inglés
Karl Marx Grundrisse Fundamentos de la crítica de la economía política
(borrador)
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