sábado, 19 de mayo de 2012

Reflexiones sobre el marxismo

                                    REFLEXIONES SOBRE EL MARXISMO1
Escrito por Ignacio Iglesias, utilizó durante el franquismo el seudónimo ^^Andrés Suarez^^2
“El impío no es el que se niega a rendir culto a los ídolos del movimiento, sino el que se adhiere a la concepción idolátrica que el movimiento se ha hecho de sus divinidades”
                   Epicuro, citado por Marx en el prologo de su tesis doctoral.
    En la historia general de las ideas, el marxismo, ahora tan denostado, ocupa indudablemente un lugar muy importante. Ahora bien, el marxismo no es sólo una concepción filosófica y una doctrina económica, o sea, una ideología en el lado sentido de la palabra, sino asimismo una teoría de la praxis, es decir, un movimiento revolucionario, puesto que en última instancia su objetivo principal es trastocar el estado de cosas imperante, reemplazando la actual sociedad capitalista por una sociedad socialista. En Tesis sobre Feuerbach, libro publicado en 1.845, Marx afirmó rotundamente”. : XI Tesis” Los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de diversas maneras; lo que importa, es transformarlo”.
    En  efecto, Marx no se ocupó únicamente de estudiar a fondo todos los mecanismos del capitalismo y determinar la  ineluctable evolución de la sociedad capitalista hacia formas socialista, puesto que intervino de modo directo y comprometido en las luchas políticas y sociales de su tiempo. No cabe olvidar que además de su gran actividad como articulista. En particular en el Reheinische Zeitung de Colonia, periódico del que llegó a ser jefe de redacción, participó también en la acción de la denominada Liga de Comunistas, primero, y en la fundación y desarrollo de la Primera Internacional después, habiendo sido el principal redactor de los documentos esenciales de ambos movimientos. La teoría y la praxis, pues, se hermanaron en él perfectamente, haciendo desaparecer la oposición vulgar entre práctica y teoría. Al considerar que el agente más importante del cambio revolucionario correspondía a la clase obrera se esforzó en dotarla de una doctrina sólida y coherente.
    Marx ofrece, mediante el Manifiesto Comunista, junto con una sintética explicación de la historia de la humanidad, un programa inmediato de acción política. Y merced de El Capital, un profundo análisis de la estructura económica del incipiente capitalismo y de su desarrollo ulterior. Pero la actividad intelectual de Marx -a cuyo nombre cabe añadir el su inseparable compañero y colaborador Federico Engels- fue todavía más dilatada, puesto que su obra no es únicamente económica y política, sino también filosófica, sociológica e histórica, hasta formar todas estas doctrinas un sistema de ideas coherente, que es el que se ha entendido y se entiende por marxismo.
                                        I
     De manera harto sumaria puede decirse que el marxismo está constituido, naturalmente, por el conjunto de las doctrinas económicas, filosóficas, sociales y políticas elaboradas por Marx- en bastantes ocasiones con no siempre es fácil distinguir entre la aportación de este último y la de Marx a la formación del marxismo- a cuyo conjunto debe obligatoriamente sumarse la practica inherente a las mismas. Ambos establecieron su obra teórica sometiendo a una crítica las ideas y teorías anteriores, despojándolas de su carácter conservador o anticientífico, utópico o estrambótico, cuando no francamente insignificante. Para ello, partieron del estudio de lo concreto, es decir, que tuvieron en cuenta las condiciones políticas y económicas imperantes, los datos históricos reales, etc.
    El cambio fundamental en el pensamiento de Marx- así como en el de Engels, claro está-, que permitió iniciar su obra, lo representó el echar por la borda todo resabio idealista, procedente de su pasado hegeliano, para decidirse definitivamente a favor de un resuelto materialismo. Su conclusión es esta: no es el espíritu, como acontecía en Hegel, el que determina la historia, sino que toda la vida espiritual no pasa de ser mera superestructura de la estructura básica, que es la formada por las relaciones económicas de producción. A este respecto escribió  Federico Engels  en: Prefacio a El 18 Brumario de Luis Bonaparte de Carlos Marx. Ed. Sociales, Paris, 1.963
“Fue precisamente Marx el que primero descubrió la ley según la cual todas las luchas históricas, tanto en el terreno político, religioso y filosófico como en cualquier otro dominio ideológico, no son de hecho otra cosa que la expresión más o menos clara de las luchas entre clases sociales, ley en virtud de la cual la clara de las luchas entre clases sociales, ley en virtud de la cual la existencia de estas clases y en consecuencia también sus choques están a su vez condicionadas por el grado de desarrollo de la situación económica, por sus modos de producción y de cambio…..”
Sin  embargo la exposición más clara y precisa de la concepción materialista de la historia la formuló Carlos Marx en 1.859: Prologo a la Contribución a la crítica de la economía política, en Obras escogidas, t. I. Ediciones en lenguas extranjeras, Moscú, 1.951.
En la producción social de los medios de subsistencia contraen los hombres determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, que se corresponden con un determinado grado de desarrollo de sus fuerzas productivas. El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se levanta una superestructura jurídica y política, a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El  modo de producción de la vida material condiciona en general el proceso de la vida social política y espiritual. No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino que, al contrario, es su ser quien determina su conciencia”. En el homenaje que Engels rindió a Marx ante su tumba, el 17 de marzo de 1.883, puso de manifiesto que este último había descubierto la ley del desarrollo de la historia humana, así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica.
     Esta idea fundamental en el marxismo de la concepción materialista de la historia, hace que Marx aparezca ineluctablemente como el creador también del materialismo dialéctico. Se sabe tenía el propósito  de estudiar la cuestión de la dialéctica expresamente en un trabajo dedicado a ella. Pero otras ocupaciones más perentorias le impidieron hacerlo. No  obstante en el prologo a la segunda edición de El Capital expone su método dialéctico en unas breves líneas, elocuentes como todas las suyas. Son las siguientes: “Mi método dialectico es distinto, no sólo por su fundamento, del método dialectico de Hegel, sino que es la verdaderamente opuesto. Para Hegel el proceso de pensar, se trasmuta bajo el nombre de idea en un sujeto independiente, es el demiurgo de la real, que forma solamente su apariencia externa. Para mí, por el contrario, lo ideal no es otra cosa lo material traducido, transpuesto a la cabeza de los hombres”. La afirmación de Marx de haber vuelto del revés la dialéctica de Hegel, quiere decir que al ritmo semoviente de un pensamiento autónomo se sustituye por la capacidad asimismo semoviente de las cosas, de las cuales el pensamiento es un producto final. La dialéctica, en el sentido marxista, consiste en la superación, mediante, una síntesis de la oposición existente entre tesis y antítesis.
     Las doctrinas de Marx y Engels, pues, forman un sistema, por decirlo así, relativamente coherente, que ofrece al movimiento socialista hasta entonces imbuido de utopismo una base teórica sólida y un método para la acción. Respondiendo a ciertos críticos del marxismo, escribió Antonio Labriola: (Socialismo y filosofía. Alianza Editorial. Madrid 1.969)
“! Si los dos autores del socialismo científico- y utilizo esta expresión con algún temor, porque el mal uso que se está haciendo de ello pueda haberla hecho un tanto ridícula, especialmente cuando se utiliza para significar algo así como ciencia universal- hubiera sido, no diré que santos de vieja leyenda, pero al menos fabricantes de proyectos y sistemas que por su forma clásica y con contornos precisos se prestaran a una fácil admiración! Pero no señor: fueron críticos y polemistas no ya sólo al escribir, sino incluso en su acción (….)! O si hubieran sido, por lo menos, como aquellos profesores humanísimos que bajan de vez en cuando de su pedestal para honrar con sus consejos al pueblo pobre y mezquino, poniéndose de un modo u otro la toga de protectores y mecenas de la questión sociale! Pero fue al contrario: se identificaron con la causa del proletariado y se fundieron con la conciencia y la ciencia de la revolución proletaria. Revolucionarios consumados desde todos los puntos de vista- pero no apasionados ni pasionales-, no surgieron nunca, sin embargo, ni planes combinatorios ni artificios políticos mientras que por lo demás explicaban teóricamente y ayudaban prácticamente a la nueva política que el nuevo movimiento obrero indica y precisa como una necesidad actual de la historia”
                                          II
     Para los autores del Manifiesto Comunista, la historia de la humanidad, de la antigüedad a nuestros días, es la historia de la lucha de clases. Las clases sociales son, pues, para el marxismo el tejido fundamental de la historia, sin las cuales ésta no tendría sentido alguno. Tal como expusieron en algunos de sus escritos, las clases sociales son agrupaciones de individuos que se distinguen por poseer la misma calidad social y cuya base fundamental se encuentra en la producción de bienes materiales. Lenin: .amplió esta definición de la manera siguiente: “Se denomina clase a vastos grupos de hombres, que se distinguen por el lugar que ocupan en un sistema históricamente definido de la producción social, por su relación-la mayoría de las veces establecida y consagrada por la ley- con los medios de producción, por su función en la organización social del trabajo y, por tanto, por los medios de obtención y la importancia de la parte de las riquezas públicas de que disponen. Las clases son grupos de hombres, de los cuales uno puede apropiarse el trabajo del otro, a causa de la diferencia del lugar que ocupan en un régimen determinado de la economía social”
 Lenin “La gran iniciativa”. Ocuvres choisie, vol II.Editions en langues étrangéres, Moscú, 1.946
      En el ya mencionado prólogo de su Contribución a la crítica de la Economía política, Marx explicó: “Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se une así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revolucionan más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas revoluciones, hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de revolución por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción”.
     Para Marx, las dos clases que en la sociedad contemporánea tienen una conciencia más viva de ellas mismas y de sus respectivos intereses, son la burguesía capitalista y el proletariado; representan, según él, la realidad social en su forma más perfecta y acabada. Son dos clases diametralmente opuestas, con intereses distintos:  los capitalistas, propietarios de los instrumentos de producción, se proponen mantener la estructura jurídica de la actual sociedad, que responde a sus intereses, es decir, al mantenimiento de la propiedad privada; los salarios, productos directo del capitalismo, no disponen de ningún medio de producción y están obligados a vender su trabajo para poder vivir, por lo que no pasan de ser una mercancía más, un artículo de comercio como otro cualquiera, condición que les incita a luchar contra la propiedad privada y preconizar la colectivización de los instrumentos de preconizar la colectivización de los instrumentos de producción. Así, la plusvalía-la diferencia entre el valor producido por e trabajador y lo que este recibe en compensación como salario- ya no será acaparada por unos pocos poseedores, sino que corresponden al conjunto de la  sociedad. Para Marx, la venta del poder o capacidad de trabajo a que están obligados los salarios representa para estos últimos no solo una desventaja de orden económico, sino una verdadera enajenación: El obrero, al no poseer los frutos de su trabajo, no es libre, no es él mismo y no pasa, de ser, en gran parte, un simple objeto social.
     Son por tanto, las relaciones de producción existentes las que inevitablemente resultan  relaciones de explotación: esa explotación del hombre por el hombre- la del trabajador por el capitalista- produce en el hombre- la del trabajador por el capitalista- produce en los explotados una situación de enajenación, de extrañamiento, de no ser ellos mismos. En efecto, la propiedad privada encierra una función enajenante. En los Manuscritos, Marx escribió: “La propiedad privada es pues, el producto, el resultado necesario del trabajo enajenado, de la relación externa del trabajador con la naturaleza y  consigo mismo”
                 C. Marx Manuscrito economía y filosofía. Alianza Editorial
      Cabe señalar  que el concepto de enajenación procede de Hegel. Pero mientras éste trató esta noción de manera espiritual y abstracta, refiriéndose al alma enajenada. Marx, en cambio se interesó por el aspecto humano y concreto de la enajenación, refiriéndose primero a la del hombre en la cultura, luego al aspecto social de la misma y, finalmente, a la del hombre en el trabajo. Para dejar de  vivir en estado enajenado y alcanzar la verdadera libertad,  el hombre tiene que liberarse de la esclavitad del trabajo que efectúa por cuenta ello ajena, mediante una apropiación de  ese trabajo a favor de la colectividad. En otro lugar de la  misma obra de Marx, puede leerse: “La superación positiva de  la propiedad privada como apropiación de la vida humana es por ello la superación positiva de toda enajenación, esto es, la vuelta del  hombre, es decir, social”.
                                        III
       El marxismo es asimismo y, sobre todo como queda dicho, una teoría de la praxis, de la acción; un movimiento revolucionario que se propone cambiar la actual sociedad para establecer otra sobre bases socialistas. Cuyo fin es la emancipación del hombre y el desarrollo de la personalidad individual. Al final del tercer volumen de El Capital, Marx expuso cuál era el objetivo del socialismo: “En efecto, el reino de la libertad sólo empieza allí donde termina el trabajo impuesto por la necesidad y por la coacción de los fines externos, queda, pues, conforme a la naturaleza de la cosa, más allá de la órbita de la verdadera producción material. Así como el salvaje tiene que luchar con la naturaleza para satisfacer sus necesidades, para encontrar el sustento de su vida y reproducirla, el hombre civilizado tiene que hacer lo mismo, bajo todas las formas sociales y bajo todos los posibles sistemas de producción. A medida que se desarrolla, desarrollándose con él sus necesidades, se extiende este reino de la necesidad natural,  pero al mismo tiempo se extienden también  las fuerzas productivas que satisfacen aquellas necesidades. La libertad, en este terreno, sólo puede consistir en que el hombre socializado, los productores asociados, regulen racionalmente su intercambio de materias con la naturaleza, lo pongan bajo su control común en vez de dejarse dominar por él como un poder ciego y lo lleven a cabo con el menor gasto posible de fuerzas y en las condiciones mas adecuadas y mas dignas de su naturaleza humana”
    Cita larga, pero elocuente por cuanto por cuanto Marx expone los elementos esenciales del socialismo, sus características fundamentales, que pueden resumirse así: 1) la propiedad es esencial, no pertenezca a nadie, ni a un individuo ni a un grupo de individuos, sino a la sociedad en general; 2) la dirección de la producción corresponde asimismo a la sociedad; 3) el objetivo único de la producción es la mejora continua de la situación de vida de los hombres, Sin embargo, la condición indispensable para que la propiedad se convierta en social es que haya perdido previamente su carácter personal y privado. No obstante, el socialismo corresponde a una fase determinada de la evolución de la sociedad mientras la contradicción entre las relaciones de producción y las relaciones de propiedad no sea suficientemente aguda, el socialismo no  tiene posibilidad de aparecer en escena. He aquí las palabras de Marx:
“Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua”
             C. Marx Prologo de la Contribución a la crítica de la economía política
     Ahora bien, el capitalismo, para poder subsistir, está condenado al desarrollo; mas al mismo tiempo que desenvuelve sus fuerzas productivas, engendra el crecimiento del proletariado y abre el camino que conduce a una sociedad nueva: la socialistas. El proletariado representa para Marx el elemento contradictorio, y por tanto progresista de la sociedad capitalista. Está, pues, dotado de una misión verdaderamente histórica: ser el agente principal del cambio histórico, es decir, de la transformación de la sociedad antigua. En el Manifiesto Comunista, se dice: “Las armas de que se ha servido la burguesía para abatir el feudalismo, se vuelven actualmente contra la propia burguesía. Pero la burguesía no se ha contentado con forjar las armas que provocarán su muerte; es ella también la que ha producido los hombres que utilizarán esas armas, los obreros modernos, los proletarios”. Empero tratase todavía de un agente del cambio histórico en potencia, puesto que le es preciso alcanzar la llamada conciencia de clase. Para que los trabajadores lleguen a ser revolucionarios, tienen que superar el estado de la organización profesional y constituirse en partido de clase, alcanzando así conciencia plena del papel histórico de su clase social. El movimiento obrero, forma un tanto inconsciente de la lucha de clases, se transforma entonces en movimiento socialista, forma consciente de la lucha de clases y “ toda lucha de clases es una lucha política” afirma el Manifiesto  Comunista( Recordemos que sus autores no lo titularon Manifiesto Socialista, que era el titulo que en realidad se imponía porque en el momento de su redacción se denominaban socialistas los representantes de distintas corrientes utópicas – los owenista ingleses, los fourieristas franceses, etc., de los cuales Marx y Engels querían diferenciarse radicalmente) las grandes líneas de un programa político con las normas de acción y una serie de medidas generales que habrían de ser distintas según los países. La actitud del proletariado revolucionario debería variar de acuerdo con el grado de desarrollo económico de su respectivo país. Así, por  ejemplo, en los países con cierto retraso histórico, donde la burguesía no acabó con los restos del feudalismo y la clase obrera es aún relativamente débil los proletariados no combaten contra sus propios enemigos sino contra a los enemigos de sus enemigos: los vestigios de la monarquía absoluta, los terratenientes, los burgueses no industriales, los pequeño-burgueses. Tratase, en el espíritu de Marx y Engels de impulsar el movimiento histórico, de lucha al lado de la burguesía industrial cuantas veces ésta actúe revolucionariamente contra los restos del pasado, alcanzando así una etapa superior y llevando revolución a cabo los trabajadores, al mismo tiempo, su educación revolucionaria. Sin embargo, allí donde el grado de desarrollo económico es elevado y la revolución burguesa se lleva a cabo en condiciones más avanzadas, con un proletariado ya desarrollado y fuerte, esa revolución burguesa será “el preludio inmediato de una revolución proletaria”.
      En este caso, la primera etapa de la revolución consistirá en la constitución del proletariado en clase dominante, con la consiguiente conquista de la verdadera democracia. “ El proletariado se servirá- sigue explicando el Manifiesto Comunista- de la supremacía política para arrancar poco a poco el capital a la burguesía, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir del proletariado organizado en clase dominante, y para aumentar lo más pronto posible la cantidad de las fuerzas productivas”. Las medidas inmediatas a adoptar, son: expropiación de la propiedad terrateniente, impuesto fuertemente progresivo, abolición de la herencia, centralización de crédito en manos del Estado por medio de un Banco nacional con capital del Estado y que gozará de un monopolio exclusivo, centralización en manos del Estado de todos los medios de transporte, educación pública y gratuita, etc. Se trata de simple indicaciones, cuya aplicación depende de la oportunidad, siendo en todo caso el denominador común la socialización igualmente cabe indicar que estas medidas corresponden a la época en que fueron redactadas, por lo que Engels tuvo que escribir cuarenta años después que ese programa había envejecido respecto a ciertos puntos, agregando no obstante que el Manifiesto Comunista continuaba siendo un documento histórico, por lo que ya no se sentía con derecho a modificarlo.
                                          IV
      Hemos expuesto a grandes rasgos, con una simplificación un tanto peligrosa, pero obligada, las concepciones básicas del marxismo. Digamos de buenas a primeras que es fácil referirse a la obra de Marx y Engels, por múltiples motivo ya bastantes años, “se han suscitados. Como  comentó Labriola hace ya bastantes años, “se ha suscitado contra esta doctrina todas las razones, buenas o malas”, por parte de los que interesadamente, la han querido presentar como un amasijo de odio, de destrucción- llegando a los más risible, como cuando acusaban a los marxistas de  preconizar “la igualdad total”, “el reparto de mujeres”, etc., imputaciones tan idiota que hoy ya no se estilan-, mas asimismo por los ardorosos acólitos que consideran que se trata de una teoría completa en la que es fácil hallar respuestas adecuadas a toda clase de problemas. En todo caso, el marxismo ha provocado a lo largo de más de un siglo, casi de manera permanente, encendidas pasiones y no pocas polémicas, particularmente en el seno del propio movimiento socialista, donde se han enfrentado los revisionistas y los que pudiéramos denominar talmudistas, es decir, los discípulos fieles a la letra más que al espíritu de la obra de Marx y Engels. Tampoco faltaron ni faltan, según el mencionado  Labriola, “los doctrinarios y los presuntuosos de toda índole, que necesitan ídolos de la mente, las fabricantes de sistemas válidas para la eternidad que buscarán como sea en el marxismo lo que éste no ha pretendido nunca ofrecer a nadie”
        Antonio Labriola: (Socialismo y filosofía. Alianza Editorial. Madrid 1.969)
    No, no es fácil referirse al marxismo porque, entre otras cosas, ha sufrido y sufre toda clase de crisis, de revisiones y de mixtificaciones, conmociones que arrancaron las más de las ocasiones de un olvido, premeditado o, no, que tanto Marx como Engels no se propusieron-lo afirmaron más de una vez- establecer un sistema de ideas acabado y perfecto, sino que expresaron criterios sobre diversas cuestiones, unas fundamentales y  otras de menor importancia, amén de haber analizado los mecanismos que rigen la sociedad capitalista. Yerran, pues, los que han presentado o presentan aún el marxismo como una doctrina completa, cual una totalidad bien delimitada, siendo así que sus fundadores nunca pretendieron-repetimos una vez más- aportar un sistema global y acabado, una interpretación definitiva de un mundo que había que considerar como estático. Precisamente la verdadera importancia del marxismo reside en el hecho indudable de que en vez de ofrecer una formulación doctrinal- una más- fundó una disciplina científica nueva. Dicho con otras palabras el marxismo abrió un nuevo campo de investigación social y definió un método para explorarlo.
      A finales del siglo XIX y principios del XX se inició la primera gran crisis del marxismo, mediante las críticas del alemán Bernstein, de ruso Struve, del italiano Benedetto Croce y del francés Georges Sorel, entre otros. Abrió el fuego, por decirlo así, Bernstein, el cuál se hizo eco del sentimiento que, antes acabara el siglo XIX y falleciera Engels, comenzó a surgir en la socialdemocracia alemana: considerar al marxismo como una simple doctrina económica, con lo que se llegaba a concebir las relaciones sociales fundamentales cual efectos únicos de la producción y se convertía el materialismo histórico en determinismo económico. Bernstein publicó en 1.900 su libro Socialismo teórico y socialdemocracia práctica, título harto elocuente, en el que atacó la acentuación excesiva de la necesidad do la evolución histórica y puso de manifiesto la importancia de los factores no económicos. Afirmó: “Todo el materialismo histórico pierde de vista el hecho de que son los hombres los que hacen la historia, que los hombres tienen pensamiento propio y que la disposición de este no es una cosa tan mecánica que pueda ser regida solamente por una situación económica” Del terreno de la teoría, esta concepción se extendió al de la política. Y no obstante haberse opuesto la mayoría de la socialdemocracia alemana al revisionismo de Bernstein-cometido principalmente por Kaustsky y Rosa Luxemburgo-, adoptó en la practica sus puntos de vista y fue abandonando poco a poco su orientación primitiva, dirigida a conseguir sus fines por el camino de una transformación revolucionaria, para intentar lograrlo por la vía parlamentaria exclusivamente, aspirando a seguir mediante la acción legal cada vez más puestos en el Parlamento, hasta lograr la mayoría e imponer al conjunto de la sociedad alemana el socialismo.
      El ruso Struve reprochó a Bernstein-haberse limitado en su libro a amputar al marxismo de algunas de sus afirmaciones, cuando lo que según él se precisaba era someterlo a una crítica general. Sus ataques se centraron en la concepción revolucionaria expuesta por Marx en el prólogo de su obra Contribución a la crítica de la Economía política al que en varias ocasiones nos hemos referido, a causa de su importancia, que él consideraba incoherente y contraria a los principios mismos del materialismo histórico. Struve, en el fondo, adoptó posiciones ideológicas muy próximas a las de Bernstein, puesto que consideraba que el socialismo se establecería merced a una adaptación gradual del sistema capitalista, que se efectúa a medida que este evolucionara hacia la etapa superior y última. Como es fácil comprobar, las diferencias que se produjeron entonces en el seno del marxismo fueron consecuencia inmediata de los análisis muy diferentes, que se hacían del sistema capitalista. Como observó Bernstein, el marxismo se dividió de hecho en una tendencia evolucionista y reformista, que reivindicaba los análisis económicos de Marx, y en una corriente revolucionaria, que se inspiraba sobre todo en el esquema de la lucha de clases. Otros, desde fuera del movimiento marxista, también participación en la crítica de la obra de Marx y Engels, como el citado Croce, que en su libro Per la interpretazione e la critica di alcuni concetti del Marxismo (1.897) se esforzó en recusar algunos conceptos económicos de Marx en particular el de la plusvalía y como el ya mencionado Georges Sorel, que escribió Lá decomposition du Marxisme ( 1.907), el partidario de un sindicalismo revolucionario, de la huelga general y de la acción directa.
       No alargaremos la relación de cuantos se empeñaron, con mayor o menor éxito, en revisar o superar el marxismo. La lista sería larga y las más de las ocasiones sin interés alguna. Tal vez uno de los libros que alcanzó mayor difusión aunque de los partidarios de la II Internacional, fue el del socialista belga Henri de Man Au-delá du marxisme(1.926), que concedía gran importancia a la formación de la conciencia efectividad en la formación de la conciencia     revolucionaria y proponía volver a dar un carácter enteramente ético al marxismo. Mayor interés ofrecen dos corrientes que se propusieron aportar algo nuevo: austromarxismo y el freudo-marxismo. El primero, integrado por los socialistas austriacos Otto Bauer, Renner, Hilferding3 [autor además de una obra de fundamental importancia, El capital financiero (1.910), en el que prosigue el análisis que Marx hizo del capitalismo, teniendo en cuenta la nueva fisonomía que presentaba este último a causa de su desarrollo], Friedrich Adler, etc., se ocupó sobre todo de además de denunciar el marxismo harto ortodoxo y un poco acartonado de Kautsky, máximo teórico de la II Internacional, de estudiar y desarrollar la cuestión de las nacionalidades, que tanto Marx como Engels no habían expuesto de manera sistemática. El freudomarxismo, por su parte, nació en Alemania en la década de los años veinte y iniciador fue Wilhelm Reich, quien lo expuso en su obra Materialismo dialéctico y psicoanálisis (1.929). Retornó a este tema Herbert Marcuse, merced a su Eros y civilización (1.955), El hombre unidimensional (1.964), etc. El freudomarxismo como señala su propia denominación, se fundamenta en la ambición de reunir a Marx y al marxismo-teórico y práctico- con Freud y psicoanálisis-teórico y aplicado- en su verdad una y doble.
Kostas Aselos.”Marx, Freud y las tareas del pensamiento futuro”. Diógenes, número 72, Paris, octubre-diciembre de 1.970
                                        V
      Tampoco han faltado las mistificaciones del marxismo, llevadas a cabo precisamente en nombre de la más estricta ortodoxia. Existe, en efecto, una imagen falsificada, que no es otra que la presentada por los países llamados socialistas. Es decir, los que se encuentran bajo la égida de la Unión  Soviética y de China, potencias mundiales que en nombre de ese socialismo se atacan despiadadamente, dicho sea de paso. Tal es la ironía que nos depara la historia: centenares de millones de seres humanos viven actualmente en regímenes  totalitarios que los explotan y que al mismo tiempo se proclaman marxistas. En todos ellos, el marxismo ha quedado reducido, al cabo de cuentas, a una eclesiástica mecanicista y a un ideal voluntarista, que  reduce todo a pura tecnología de desarrollo económico, con lo cual se trata de justificar históricamente el régimen burocrático imperante. Como denunció el escritor mejicano Octavio Paz, todos esos sedicentes Estados Socialistas son el resultado de un verdadero trastrocamiento de la concepción de Marx, según la cual la revolución socialista se iniciaría en los países más desarrollados industrialmente-Alemania, Inglaterra, Estados Unidos- ya que” una formación social no desaparece jamás antes de que se hayan desarrollado todas las fuerzas productivas que puede contener”. Tanto para Marx como para Engels era evidente que no podía establecerse el socialismo en un país subdesarrollado atrasado, sin un proletariado organizado y fuerte. Además-señala Paz-, Marx y Engels” concebían el socialismo primordialmente como un instrumento de transformación social y secundariamente de transformación económica; quiero decir, para ellos el socialismo sería la consecuencia de la industria y no un método para la industrialización”
    Octavio Paz: El Ogro filantrópico. Ed. Seix-Barral, Barcelona, 1.979
      Según Marx, “las clases sociales y sus respectivas ideologías son el resultado de las fuerzas productivas”, añadiendo que “un partido político representa los intereses de una clase social y no puede alcanzar el poder antes de tiempo, o sea antes que esta última no logre la madurez necesaria y sea lo suficientemente numerosa”. Pero el bolchevismo, no obstante su sedicente fidelidad al marxismo, burló esta concepción en la práctica mediante su golpe de Estado en octubre de 1.917.La burló sobre todo al suprimir la democracia y establecer la dictadura de un solo partido: el bolchevique. La dictadura del proletariado se transformó así en dictadura sobre el proletariado. Todo esto produjo inevitablemente la degeneración del nuevo Estado implantado en los primeros tiempos de la revolución, hasta llegar al triunfo de una burocracia que, si al comienzo apareció como una simple casta parasitaria acabó por convertirse en una clase dominante  que ejerce un poder absoluto política y económicamente. Como si se dirigiera a los bolcheviques con varios años de antelación, Engels advirtió: “Lo peor que puede suceder al jefe de un partido de extrema izquierda es tomar el poder en un momento en que el movimiento no está aun maduro para la dominación de la clase que  aquel representa, ni para la aplicación de las medidas que exige la dominación de esta […]. De esta manera, resultará fatalmente victima de esta alternativa insoluble: todo cuando pueda  hacer contradecirá toda su actuación, sus principios y los intereses inmediatos de su partido, mientras que lo que debería hacer resultará irrealizable”. En resumen: Lenin visto y juzgado por Engels.
F.E ngels “La guerra de los campesinos” en la Révolution democratique bougeeogrove en Allemagne Ed. Sociales, Paris. 1.951
    Marx, por su parte, abundó asimismo en idéntico argumento. En “La crítica moralizante y la moral crítica”, serie de artículos que publicó en la Neue Rheinische Zeitung del 28 de octubre al 25 de noviembre de 1.847, dejó claramente sentado que ni voluntad revolucionaria ni las astucias políticas pueden sustituir a las condiciones económicas: “En el curso de la evolución, los hombres deben empezar por producir las condiciones materiales de una nueva sociedad y ningún esfuerzo del entendimiento ni la voluntad es capaz, de sustraerles a este destino”. A decir verdad, para Marx la revolución burguesa era condición sine qua non de la revolución proletaria: en consecuencia, no se puede saltar las etapas sin condenarse al fracaso. En múltiples lugares de la vasta obra de Marx y Engels se repite idéntica premisa sin el triunfo previo de la revolución democrática-burguesa es imposible que puedan crearse las condiciones favorables para el triunfo de la revolución socialista. En el Manifiesto Comunista, esa  especie de decálogo del movimiento marxista, refiriéndose sus autores a la Alemania de 1.848 decían que “la revolución burguesa no puede ser el preludio inmediato de la revolución proletaria”. Queda, pues claro que para los fundadores del marxismo la situación revolucionaria aparece al término del proceso de maduración del capitalismo y de sus contradicciones. Por tal motivo, situaban el epicentro de la revolución proletaria en Alemania e Inglaterra, primero, en Estados Unidos después.
      Sin embargo, no estará de más agregar, para puntualizar lo debido, que no debe tomarse muy al pie de la letra e in abstracto las anteriores consideraciones de los padres del marxismo respecto a la necesidad de que el capitalismo se desarrolle hasta sus límites últimos, antes de que suene en la historia la hora de la clase trabajadora y de la revolución socialista. Si así irrecusablemente, nos encontraríamos en realidad antes una interpretación harto economicista y mecanicista, que acarrearía como consecuencia una actitud pasiva del proletariado durante ese largo periodo de espera. Verdad es que precisamente lo que distingue el marxismo de todas las otras escuelas socialistas más o menos, utópicas, es la idea de que el socialismo es posible, no importa dónde, no importa cuándo y no importa cómo. Pero estas premisas justas no pueden incitar a la conclusión  de que el factor económico es el único determinante, como si no existieran otros elementos dignos de tener en cuenta. Engels, al final de su vida, multiplicó sus advertencias contra el economismo que iba adoptando la socialdemocracia alemana con las consiguientes consecuencias políticas. En una carta a Conrad Schmidt, escribió el 27 de octubre de 1.890: “Por tanto, cuando Barht pretende que hemos negado toda reacción de los reflejos políticos, etc., del movimiento económico sobre este mismo movimiento, no hace otra cosa que luchar contra molinos de viento. No tiene más que El 18 Brumario…. de Marx, donde se trata casi únicamente del papel particular desempeñado por las luchas y los acontecimientos políticos, naturalmente en el límite de su dependencia general de las condiciones económicas. O en El Capital, por ejemplo el capitulo sobre, obra de manera tan radical. O aún el capitulo sobre la historia de la burguesía”. Marx desprecio, con su prosa sarcástica, a quienes trataban de transformar el materialismo histórico en algo así como una ganzúa universal, capaz de abrir todas las puertas de la historia. Y Engels no casó de anatematizar a los que citaban los escritos de Marx “como si fuesen textos de los  clásicos o del Nuevo Testamento”. Lo cierto es que ni el uno ni el otro pensaron nunca en imponer sus teorías e hipótesis como verdades definitivas. Fueron particularmente los blocheviques-sobre todo a partir de Stalin y el estalinismo los que propagaron una especie  de marxismo triunfante, institucionalizado y oficial, por ende dogmático, interpretado exclusivamente a través de citas de Lenin. Como indicó entre otros, el filósofo marxista polaco Kolakovski, “el marxismo ha pasado a ser una noción de contenido institucional, no de  contenido intelectual, cosa que, por lo demás, ocurre con toda doctrina propia de una Iglesia”. De  esta manera, los eclesiásticos soviéticos han estado ejerciendo un terrorismo intelectual en base a citas, fórmulas hechas y otras zarandajas seudo-teóricas, al mismo tiempo que los chequistas se ocupaban de perseguir a los heterodoxos es decir, los que no aceptan la infalibilidad del jefe supremo, sumo vestal de la ortodoxia de Estado. Todavía hoy, esos eclesiásticos soviéticos y sus acólitos del mundo entero consiguen la utilización de los conceptos marxistas para definir situaciones y medidas políticas que los contradicen abiertamente. Se trata de la expresión de una ideología promulgada para racionalizar y justificar la política del Kremlin, ideología que recurre constantemente al marxismo pero que es una depredación del mismo, una evidente falsificación.
                                       VI
      Cuantos se encaran en la hora actual con el tema del marxismo, tropezarán sin la menor duda con tres dificultades mayores  en la tarea de interpretarlo de manera objetiva. La primera, consiste en que Marx estableció su doctrina hace más de un siglo, en una época y hasta en un mundo que poco o nada tienen que ver con los de nuestros días. Esta diferencia, fundamental, puede parecer de poca monta en ciertos aspectos de su filosofía, pongamos por caso, pero resulta abismal en su crítica de algunas particularidades del capitalismo, puesto que este se hallaba entonces en sus comienzos, aspectos que presentan poco de común con la presente sociedad industrial. La segunda dificultad estriba en que obra de Marx, como algunos ya puesto de manifiesto, ofrece una mezcla no fácil de discernir a veces entre sus análisis objetivos- que él deseaba que fueran directamente científicos- y su profetismo, puramente subjetivo; el propio Marx, tras la publicación del primer volumen de El Capital, al preguntarse cómo un crítico inteligente podría analizar su obra, escribió: “ Este crítico debe distinguir, por una parte, los análisis de la sociedad capitalista que ofrecen un cierto interés, y por otra, la tendencia subjetiva del autor que no tiene relación alguna con su análisis real”  
Carta a Engels, del 7 de diciembre de 1.867, en Correspondence Engels-Marx et divers, 2 volumenes. Ed.Costes, Paris, 1.950
     En fin, la tercera, asimismo importante, dimana del hecho que los discípulos y continuadores más  sobresalientes de Marx y Engels interpretaron el marxismo a su manera, como si este fuera eminentemente proteico o al menos presentara múltiples lecturas. Si elegimos por ejemplo, tres destacados marxistas de comienzos del siglo XX, A Kautsky, Rosa Luxemburgo y Lenin, no puede dejar de sorprender sus variadas y enconadas divergentes, como si hubiera que establecer, nolens volens, una diferencia entre el marxismo de Marx y el de sus epígonos.
     Expongamos concisamente las posiciones de cada uno de ellos. Para Kaustsky y  demás dirigentes socialdemócratas alemanes es el determinismo con su carácter inevitable el que rige el desarrollo de la sociedad. La socialdemocracia alemana- la organización más potente de la II Internacional- sólo tiene por misión interpretar lo mas inteligentemente posible los fenómenos sociales que se producen e instituir la conciencia de la clase obrera acerca de los mismos, puesto que, como afirma Kautsky en su conocido libro El camino del poder (1.909), la revolución es un fenómeno ineluctable provocado por leyes que escapan al dominio humano. Rosa Luxemburgo se elevó contra este quietismo socialdemócrata, estimando que se produce una reacción dialéctica de la conciencia sobre los fenómenos, que denominó conciencia de la masa, por lo que el proletariado debe hacer su propia historia y no esperar que se la den hecha desde el exterior; como según Marx el ser social determina la conciencia, Rosa Luxemburgo dedujo que el ser del proletariado determina espontáneamente su conciencia revolucionaria, por lo que- al contrario de Kautsky- hace de este último, convertido en ser consciente, el actor y no el simple testigo de la evolución histórica. Y Lenin, que también se opuso a la pasividad de Kautsky, discrepó de Rosa Luxemburgo al negar al proletariado toda conciencia revolucionaria per se, por lo que este necesita que se le ofrezca desde afuera gracias a una minoría de ideólogos socialistas procedentes de la burguesía, organizados en un partido centralizado y disciplinado, que no será el intérprete de los acontecimientos, sino su organizador. He aquí, pues, tres actitudes de tres marxistas completamente diferentes. Para Kaustsky, la revolución es, de todas las maneras, inevitable. Para Rosa Luxemburgo, la revolución supone el levantamiento espontáneo de las masas. Para Lenin, la condición sine qua non de toda revolución es la existencia de un partido bien organizado.
    Posiblemente una de las causas que contribuyó a alimentar las disputas entre algunos marxistas, fue el cambio de actitud que puede percibirse en Marx a partir de la fracasada revolución de 1.848, revolución que tantas ilusiones había despertado en Europa. Desde luego, entre las fórmulas activistas de 1.845- año en que aparece La Sagrada Familia e inicia la redacción de La Ideología Alemana- y las deterministas de 1.859- cuando se publica su Contribución a la Crítica de la Economía- existe cierta dicotomía. En La Sagrada Familia, refiriéndose al papel de la historia en la misión confiada al proletariado de ser el principal agente de la transformación de la sociedad, Marx dice: “La historia no hace nada, no libra combates es más bien el hombre real y vivo quien libra combates. No es la historia la que se sirve del hombre como un medio para realizar sus propios fines, como si ella fuese un personaje particular. La historia no es otra que la actividad del hombre que persigue sus objetivos”. Tres años después acontece la revolución de 1.848, que fracasó con gran decepción de los revolucionarios europeos y de Marx. A partir de entonces, en lugar de insistir en las luchas de clases y en la actividad del hombre que hace su propia historia, Marx busca con ahínco en las fuerzas productivas un nuevo demiurgo capaz de conducir al hombre a su liberación, convirtiéndolas en el motor de la historia. Y en 1.859, en su Contribución a la crítica de la Economía Política, escribe en el prologo: “En la producción social de los medios de subsistencia contraen los hombres determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad […] El modo de producción de la vida material condiciones en general el proceso de la vida social política y espiritual”.
    Aquí tenemos, en forma muy concisa, el fundamento de la concepción materialista de la  historia, acompañado de un subrepticio determinismo unilateral. Las fuerzas económicas no dependen de la voluntad de los hombres, por lo que estos son, en suma, los juguetes de las fuerzas productivas que ellos mismos han creado. Más tarde, en 1.873, Marx atenuó el carácter demasiado estrecho de su concepción materialista de la historia, efectivamente, en la  edición francesa de El Capital, revisada por él, figura esta frase significativa: “El modo de producción domina en general el desarrollo de la vida social e intelectual”. Como puede comprobarse no se trata de condicionar-como había escrito catorce años antes-, sino de señalar el hecho innegable que los modos de producción desempeñan un papel muy importante en la vida social e intelectual. Sin duda alguna Marx se volvió más prudente que algunos de sus discípulos, los Kautsky y Lenin particularmente. Para él, la concepción materialista de la historia representó en los últimos años de su existencia un hilo conductor en sus análisis, una importante hipótesis de trabajo para construir una explicación seria de la dinámica social. Lo confirmó años después Engels, cuando escribió a Conrad Schmidt, el 5 de agosto de 1.890: “Nuestra concepción de la historia es ante todo una orientación para el estudio”. No obstante, Lenin pontificó: “Actualmente-después de la aparición de El Capital- la concepción materialista de la historia ya no es una hipótesis, sino una doctrina científicamente demostrada”. Una vez más, Lenin daba por demostrado lo que era necesario demostrar, lo cual es la fuente de todo dogmatismo.
                                        VII
 Algunas marxistas- por ejemplo el filósofo francés Althusser, militante comunista, autor de Pour Marx y de Lire le Capital- han tratado de distinguir en la obra de Marx dos periodos distintos y claramente diferenciados: el correspondiente al Marx joven y el que concierne al Marx joven y el que concierne al Marx de edad madura. Según ellos, existe un corte radical entre el pensamiento del joven Marx humanista de Manuscritos Economía y filosofía- elaborado en 1.844 e inéditos hasta 1.932- y el del Marx colectivista de El Capital, como si las ideas expuestas en Manuscritos hubieran sido abandonadas años más tarde por su autor como restos de su pasado idealista con netas influencias hegelianas. Otros, en cambio, lo han negado terminantemente, alegando que existen textos del Marx maduro que evidencian que jamás dejó de ser humanista. En su introducción a la edición española de Manuscritos Economía y filosofía, el profesor Rubio Llorente señala con tino:” A la exageración economizante, para la cual todo lo que no fuesen categorías económicas lucha de clases y dictadura del proletariado era una aberración idealista, respondió una  tergiversación de signo opuesto, que pretendía hacer de Marx un profeta desarmado del humanismo y condenaba toda su obra económica”. Indudablemente, simplifican demasiado los que hablan de tal corte; en cambio puede decirse que Marx evolucionó, como ocurre siempre en el curso de una vida, sobre todo si es tan rica como fue la suya. Evolucionó, puesto que  modificó algunas de sus ideas y conceptos, haciéndose asimismo mas comedido en el lenguaje, mas sereno en el tono, pero sin cambiar fundamentalmente, de manera que puede afirmarse que no es posible comprender su critica del capitalismo y su concepción del socialismo expuestas en los años últimos de su vida, sin tener en cuenta su idea del hombre, desarrollada en sus escritos juveniles.
      Empero, si es posible aventurarse a distinguir dos Marx, que indistintamente se  manifestaron tanto en su juventud como en su madurez: El Marx que se atuvo a la crítica concreta de una realidad histórica y a su desarrollo, y el Marx que de vez en cuando se dejaba llevar por el afán profético y caía en el utopismo. ¿No existe cierto asomo de profecía en su afirmación de que el movimiento histórico conduce obligatoriamente del capitalismo a la sociedad sin clases, el socialismo, sin pueda existir otra sociedad intermedia? ¿Y qué decir de su afirmación de que el proletariado y únicamente el proletariado seria la clase social que suceder a la burguesía? ¿Es, pues, absolutamente imposible que entre el capitalismo y el socialismo aparezca una nueva forma social y un nuevo tipo de sociedad? En todo caso, sea cualquiera que fuese la naturaleza de la nueva sociedad, no cabe duda que no será la soñada por Marx, según nos la expuso en La ideología alemana, escrita en colaboración con Engels e igualmente inédita hasta 1.932. Como se verá por los párrafos que transcribiremos a continuación, se me antoja estar leyendo aquel discurso que Don Quijote endilgó a los cabreros, en el que cantaba la edad dorada en la que todavía no existían las palabras” tuyo y mío”, en que “eran en aquella santa todas las cosas comunes”, en que “todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia”, en fin en la que cada uno hacia lo que se le antojaba. Vemos:
      “En efecto, bajo el régimen de la división del trabajo, cada cual tiene acotado un repertorio de actividades fijo y exclusivo, que se le impone a la fuerza y del cual está prohibido salir. Es cazador o pescador, o pastor, o criticalotodo; y ha de seguir siéndolo, so pena de perder sus medios de vida. En cambio, cuando se implante el comunismo, nadie tendrá acotado un repertorio exclusivo de actividades. Cada cual podrá cultivar el género de trabajo que mejor le cuadre. La sociedad, regulando la producción universal, le dará la posibilidad de que hoy haga esto y mañana lo de más allá; de que por la mañana cace, después de almorzar pesque, por la tarde pastoree el ganado y después de cenar se dedique a critico, según le tenga en gana, sin por ello convertirse en cazador, pescador, pastor o crítico” “La revolución comunista transformará por entero el modo de producción y organización social vigentes actualmente. La actividad espontánea y la producción de la vida material no recaerán, como ha venido ocurriendo hasta el presente, en individuos diferentes. Todos los individuos serán libremente activos y todos colaborarán en la producción de la vida material. Despareciendo, como desaparecerá, la división del trabajo, el individuo no tendrá que limitarse a desempeñar un oficio determinado, impuesto por las circunstancias; podrá dar a sus actividades el cauce que mejor le parezca”
           (Marx Engels La ideología alemana Ed. Vita Nuova, Méjico, 1.938)
    Todos estos buenos deseos, en extremo optimistas y generosos, no pasan de resultar simples utopías. El socialismo, o su etapa superior el comunismo, por inevitables que se les consideren, no podrán hacer tabla rasa de toda la herencia que recibirá de la sociedad capitalista, para retrotraer a la humanidad a la edad dorada cantada por Cervantes. Observemos que Marx y Engels, en los párrafos citados, se refieren en realidad a una sociedad campestre, en la que la gente pastorea, existía, pero que en la actualidad nos aparece en el tiempo a una distancia astronómica, como si nos separaran de ella varios años luz. A decir verdad, no pueden tomarse muy en serio esa especie de piadosos deseos, tal vez lanzados nostálgicamente como reacción ante la infrahumana situación de la clase obrera, hacinada en las fábricas a mediados del siglo cuando el capitalismo comenzó su expansión a base de la más cruel explotación. Más sereno y más serio, Marx se refirió años después al proletariado, al hombre del taller y de la mina- no al cazador o al pastor-, como agente del cambio social, cuando al fin se hayan desarrollado al máximo las fuerzas productivas de la sociedad capitalista y llegue la hora de la sociedad socialista. Repetimos: esta no podrá, aunque se lo propusiera- concepción absurda-, acabar de una vez para siempre con esas grandes fuerzas productivas que son, por ejemplo, los complejos industriales que el capitalismo nos legará para convertir a la humanidad en una sociedad de cazadores, pastores y pescadores ajenos a las grandes urbes actuales.
                                         VIII
    El marxismo, como hemos visto anteriormente, ha sido y sigue siendo objeto de interpretaciones diferentes aconteciendo a veces que se le atribuyan conceptos que en realidad están en franca oposición con lo que expusieron sus fundadores. Esas interpretaciones son múltiples y variadas, haciendo por lo general hincapié en determinados aspectos de la obra de Marx y Engels, en tal o cual expresión, en tal o cual expresión, en tal o cual opinión, todo ello correspondiente a periodos distintos. De este modo, la semántica conoce pocos términos que hayan cambios tanto de sentido en el decurso de los años hayan cambios tanto de sentido en el decurso de los años y según el panegirista o crítico de turno. Así, el marxismo fue sucesivamente sinónimo de materialismo histórico, de materialismo dialéctico, de determinismo económico, de socialismo científico, etc., hasta llegar a esta sorprendente definición de Lenin: “La doctrina de Marx es omnipotente porque es justa”. Pero por justa que sea, ¿ puede afirmarse que la doctrina elaborada por Marx y Engels hace un siglo largo es, en la actualidad, en nuestra sociedad industrial, suficiente para describir y analizar todos los fenómenos sociales y en cualquier situación?. Además, existe sin duda alguna algo más importante: establecer un balance que exprese sin tapujos aquellos aspectos del marxismo que resultan todavía válidos, los que precisan ser renovados y los que francamente se hallan caducos.
   El progreso de la industria y la concentración de capitales anunciados por Marx se han realizado, mostrando así la hondura y justicia de sus análisis del sistema capitalista. Sin embargo, algunos de sus pronósticos subsiguientes aún no se han verificado, como el concerniente al inevitable desmoronamiento del capitalismo anunciado hace ya más de cien años. Fácil es comprobar que este último, al que tantas veces se le ha considerado moribundo, muerto y hasta enterrado, ha sido capaz de encontrar en su propio seno los recursos suficientes para superar sus crisis y aprovecharse de los adelantos técnicos, de los descubrimiento científicos aplicados a la industria, con el fin de desarrollar su capacidad productiva, hasta conocer su más extraordinaria época de auge después de 1.950, sobre todo, postergando por tanto, quizá por varios decenios todavía, su derrumbamiento, al menos en Occidente, es decir, en los países más industrializados, precisamente en aquellos que Marx consideraba más cercanos a la implantación del socialismo. Marx y Engels, al igual que los más destacados marxistas, han menospreciado contantemente la capacidad de recuperación y de superación del capitalismo, lo cual indujo a los partidos obreros-sobre todo a los comunistas- a entonar el De Profundis de  serio de los la sociedad capitalista en todas las lenguas del mundo y en todas las ocasiones, desdeñando por ende el estudio serio de los problemas de nuestro tiempo, que son múltiples y graves, cuyo conocimiento podría fortalecer justamente la acción en pos del socialismo.
   Otras de las predicciones que ha fallado es la forzosa pauperización de la clase obrera. Marx consideró que la concentración del capital iría acompañada de una disminución del nivel de vida de los trabajadores. El obrero de la industria estaría condenado inexorablemente a producir cada más y a ser cada día más pobre. En sus Manuscritos, escribió: “ El obrero es más pobre cuanto más riqueza produce, cuanto más crece su producción tanto más crece su producción en potencia y en volumen. El trabajador se convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más mercancía produce”. E insistió: “La enajenación del trabajador en su objeto se expresa, según las leyes económicas, de la siguiente forma: cuanto más produce el trabajador, tanto menos ha de consumir; cuanto más valores crea tanto más sin valor, tanto más indigno es él; cuanto más elaborado su producto, tanto más deforme el trabajador; cuanto más civilizado su objeto, tanto más bárbaro el trabajador”. De esta pauperización creciente de la clase obrera, Marx extraería otra sorprendente conclusión, que figura en su obra la ideología alemana; “La miseria es condición necesaria de la reforma social. Solo cuando se sienta ahogado por ella buscará el hombre una salida, abatiendo revolucionariamente el orden existente”. Sin duda alguna la historia ha probado lo contrario, tanto por lo que concierne a la pauperización como a la capacidad de rebelión de los obreros en mísera situación.  Afortunadamente, habría que añadir, dado que entonces sería caso de preguntarse cómo una clase obrera degradada, paupérrima y embrutecida, según los términos de Marx, podría unirse, organizarse y enfrentarse con el capitalismo de manera racional y eficaz.
   Asimismo Marx dedujo que merced al desarrollo de la industria, aumentaría el número de proletarios, llamados según él a ser los actores principales del derrocamiento de la sociedad capitalista. No obstante, la evolución técnica y económica, que condujo en un primer estadio al aumento del sector secundario –el formado por los trabajadores industriales- en franco detrimento del sector primario –el de las actividades agrícolas-, tiende desde hace pocos años  a favorecer el sector terciario –los llamados servicios-, de tal manera que el secundario no solo ha dejado de crecer, sino que está ya en regresión en los países más industrializados. Este sector terciario, que ahora aumenta año tras año constantemente, abarca todas las ocupaciones burocráticas en el seno de las diferentes actividades económicas y todos los grupos no directamente productivos de la economía: administraciones públicas, bancos, compañías de seguros, comunicaciones, transportes, hostelería, etc. En España, pongamos como ejemplo cercano, que todavía no está al nivel de los países superindustrializados, los porcentajes correspondientes a 1978 son los siguientes: sector industrial 37’30%, sector agrícola 20’71% y sector servicios 42’55%(OCDE.Etudes énomiques L Espagne. París, abril de 1.979. Recordemos que diez años antes porcentajes eran:sector agrícola 30%, sector industrial 37% y sector servicios 32%). En otros países como USA y Alemania, las cifras son incluso más significativas respecto al aumento del sector terciario, en menoscabo del número de trabajadores productivos, agrícolas e industriales; incluso entre estos últimos, el número de obreros, calificados o no. Conclusión: el sector integrado por los denominados proletarios disminuye como consecuencia de la racionalización y de la automatización de la industria, por lo que tiende a perpetuarse como minoritario en la sociedad, en la que son remplazados por los integrantes de una especie de clase media asalariada.
    Brevemente cabe aludir, aunque sea de pasa a otras cuestiones en las que las posiciones de Marx y Engels no corresponden a la realidad actual, incluso a la realidad imperante hace ya unos decenios: nos referimos concretamente al colonialismo y al nacionalismo. La convicción que ambos tenían de que el imperialismo introduciría en los pueblos atrasados el capitalismo y con este el progreso, determinó su actitud respecto a las empresas de colonización (Véase los escritos de Marx y Engels reunidos en el volumen Acerca del colonialismo. Ed. Júcar Madrid-Gijón 1.978) .Como se sabe, atribuyeron a la penetración británica en la India una función positiva, así como a la expansión rusa en Asia central y a la anexión norteamericana del norte de Méjico. Marx y Engels examinaron estos problemas a través del prisma del desarrollo y del progreso, por lo que veían en el colonialismo una fase necesaria para lograr la modernización de los países colonizados. Igualmente, sus concepciones sobre la cuestión nacional fueron elaboradas en función asimismo de la situación reinante en su época en Europa puesto que para ellos este problema se planteaba sólo en el continente europeo civilizado, desdeñando el que tenían por escenario Hispanoamericano. Ahora bien, tampoco apoyaron sin reserva todos los movimientos nacionalistas, pues pusieron atención en excluir aquellos que consideraban como formando parte de las intrigas monárquicas de entonces. De todas formas, ya en los primeros años del siglo XX, cuando se comprobó la acción rapiña que llevaba a cabo el imperialismo, los teóricos marxistas –Kautsky, Rosa Luxemburgo, Renner, Otto Bauer, etc.- se vieron incitados a comprobar que la mayor parte de las consideraciones a partir de las cuales Marx y Engels se pronunciaron respecto al problema de las nacionalidades, habían caducado.

                                         IX
Finalizaremos esta sucinta exposición de los aspectos más fundamentales del marxismo, refiriéndonos a dos cuestiones de la máxima importancia –determinaron la escisión en el seno de la I internacional, entre marxistas y bakunistas- y que aparecen íntimamente relacionadas entre sí: la del Estado y la de la dictadura del proletariado. Para Marx, la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado, la cual a su vez es el postulado fundamental de su teoría de Estado. En Críticas al Programa de Gotha especificó: entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista se intercala el período de transformación revolucionaria que conduce de la primera a la segunda. A esto corresponde un período de transición política, durante la cual el Estado no puede ser otra cosa que la dictadura revolucionaria del proletariado”. Mas esta dictadura sólo constituye el paso obligado hacia la abolición de todas las clases y, por tanto, hacia una sociedad sin clases supone un medio de abreviar el proceso histórico de la revolución burguesa. Es igualmente algo provisional, llamado a desaparecer en cuanto las clases hayan dejado de existir reemplazadas por una “asociación donde ya no habrá poder político propiamente dicho”. Según afirma Marx en su Miseria de la filosofía. Por lo demás. Cabe insistir en el hecho de que este se refirió siempre al proletariado como clase, al conjunto del proletariado, para imponer y ejercer su dictadura. Nada tiene que ver, pues, con la extrapolación llevada a cabo por los bolcheviques que  convirtieron la dictadura del proletariado en la dictadura de un partido único: el suyo. Esta deformación acabó por desacreditar la noción de dictadura del proletariado, hasta tal extremo que incluso los partidos comunistas occidentales se vieron obligados a prescindir de ella en sus programas.
   No estará de más agregar, puesto que se ha abusado tanto del término dictadura del proletariado, que Marx y Engels lo emplearon en una época en la que creían firmemente que, gracias al desarrollo y concentración de la industria, el proletariado acabaría por ser la clase social mayoritaria en la sociedad. En la mente de ambos, por tanto, no podía germinar la idea de que un grupo minoritario se apoderara del poder e impusiera su dictadura, como preconizaban entonces blanquistas. En Blanqui –escribió Engels-, “no se trata de la dictadura de toda la clase revolucionaria, de todo el proletariado, sino de la dictadura de una minoría, que ha dado el golpe de mano y que previamente se ha organizado bajo la dictadura o bajo el dominio de uno o de unos pocos”. Así, pues, la dictadura del proletariado designaba lo contrario de la dictadura de un grupo o de un partido. Engels fue también el que escribió, en su prefacio a La guerra civil en Francia. –estudio que Marx consagró a la Comuna de París- en estas líneas aclaratorias: “Bien, ¿quieren saber qué aspecto tiene esta dictadura? Miren la Comuna de París. Era la dictadura del proletariado” Añadamos que al ser la Comuna la primera experiencia en la que los elementos de la I Internacional pudieron desempeñar un papel importante, tanto Marx como Engels se dejaron llevar por el  entusiasmo y exageraron e communards en los que quisieron ver las normas de unas democracia socialista. Hoy se sabe los elementos más activos de la Comuna representaban diversas tendencias: radicales jacobinos, blanquistas, miembros de la Internacional, etc.,  predominando entre últimos los proudhonistas. Eran en su mayor parte artesanos e intelectuales; Lidssagaray, autor de Historia de la Commune4, escribió: Se ha dicho que la Comuna era un gobierno de la clase obrera. Esto es un error. La clase obrera estaba en la lucha, en la administración (….), pero en el gobierno tenía muy poca intervención; En las elecciones del 26 de marzo, de 70 colegios, solo 25 eran obreros”. En puridad, difícilmente puede aceptarse la Comuna de París como un modelo de dictadura del proletariado.
   Y hemos aquí ante el problema del Estado que tanta tinta consumió y que enfrente y sigue enfrentando a marxistas y anarquistas, sobre todo, mas a veces a socialistas y comunistas. Este problema tuvo gran importancia en la obra de los fundadores del marxismo baste recordar que Marx: emprendió la crítica de Hegel y de todo su sistema filosófico refriéndose precisamente al origen, naturaleza y función del Estado. En este último, la idea de la moralidad absoluta es el Estado, al que otorga categoría de ser perfecto; en cuanto idea de la comunidad moral, el Estado era dividido por Hegel en dos esferas: la familia y la sociedad civil. Marx, en su Crítica de la filosofía del Estado de Hegel invirtió los términos de la cuestión, estimando que la familia y la sociedad civil eran integrantes reales del Estado, modos de existencia suyos merced a lo cual el Estado sólo existe en la medida en que existen aquellas. O sea, que el Estado no puede existir sin la base  natural de la familia y la artificial de la sociedad civil. Planteado así el problema, Marx le dio una solución años después. En El 18 Brumario de Luis Bonaparte subrayó que todas las revoluciones anteriores habían perfeccionado la máquina del Estado, siendo así que lo que se preciaba para la necesaria transformación de la sociedad era romperla, destruirla. El Estado, producto de la sociedad al alcanzar ésta una determinada fase de desarrollo, debe extinguirse y desaparecer al no existir las clases sociales. Engels insistió: “La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción sobre las bases de una asociación libre e igual de productores, enviará la máquina del Estado al lugar que le corresponde: al museo de antigüedades junto a la rueca y el hacha de bronce”   
F. Engels L´ Origine de la famille, de la propiété privée et de I´Etat Ed Sociales, París, 1971.
   Sin embargo, al contrario de los anarquistas, los marxistas consideran que el Estado no puede abolirse de la noche a la mañana. Según Lenin, “ los obreros, después de conquistar el poder político, destruirán el viejo aparato burocrático, lo desmontaran hasta en sus cimientos, no dejaran de él piedra sobre piedra, lo sustituirán por otro nuevo, formado por los  mismos obreros y empleados contra cuya transformación en burócratas serán tomadas inmediatamente las medidas analizadas con todo detalle por Marx y Engels: 1) Los diputados serán no solo elegidos, sino que podrán ser revocados en todo momentos; 2) sus salarios no serán más altos que el de un obrero; 3) se pasará inmediatamente a que todos desempeñen funciones de control y de inspección, a que todos sean burócratas durante algún tiempo, para que, de este modo, nadie pueda convertirse en burócrata”
                      Lenin El Estado y la revolución. Ed. Lautaro, Buenos Aires   
   Por tanto, el proletariado, con el poder en sus manos, comenzará por convertir los medios de producción en propiedad del nuevo Estado, con lo que –afirmó Engels- “se destruye a sí mismo como proletariado y a la vez destruye toda diferencia y todo antagonismo de clases y, con ello, al Estado como tal”. Y añadió en otra de sus obras: “ El primer acto en que el Estado se manifiesta como representante efectivo de toda la sociedad, es la toma de posesión de los medios de producción en nombre de la misma y es a la par el último acto independiente como Estado. La intervención de la autoridad del Estado en las relaciones sociales será superflua e irá desapareciendo por sí misma sucesivamente de cada uno de los distintos campos de la vida social. El gobierno de las personas es sustituido por la administración de las cosas y por la dirección de los procesos de producción. El Estado no será abolido; irá extinguiéndose”
                  F.Engels Anti-Duhuring, 3 vls. Ed.Costes, París, 1.931-1.933
    El socialismo español Luis Araquistaín-que al igual que otros escritores marxistas como el alemán Cunow y el austriaco Marx Adler, consideró que el Estado es un producto de la fuerza y del pillaje, en lugar de ser conciencia de la evolución de la sociedad, como estimaron Marx y Engels, calificó de utópica la idea de una sociedad sin Estado. “Con ello no quiero decir que tal sociedad sea idealmente imposible, pero si tan lejana en el tiempo, que haya que considerarla punto menos que  imposible en la practica histórica como la paz perpetua, el reino de Dios en la Tierra y otros mitos que fascinan la mente del hombre”.
Luis de Araquistaín: El pensamiento español contemporáneo. Ed. Lasada. Buenos Aires. 1.962
Indudablemente rezuma no poco optimismo, rayano con el utopismo, considerar, como escribió Engels, que el Estado será reemplazado por la administración de las cosas, es decir, por la organización de la producción y del reparto, según esta regla: cada uno según sus medios y a cada uno según sus necesidades. Como con tino observó el francés Lapierre, Engels olvidó quizá que las cosas que se trata de administrar no son cosas ya hechas o que se hacen solas, sino que son  producto del trabajo humano, destinadas a satisfacer necesidades humanas, por lo que la administración de esas cosas supone la dirección, el gobierno del trabajo y de las necesidades de los hombres. Este es el carácter esencial de todo poder económico, privado en régimen capitalista y público en régimen socialista. No por ello deja de ser un gobierno de los hombres particularmente exigente, que acarrea dificultades y problemas propios, así como posibilidades de abusos y amenazas de opresión.
“Las operaciones de producción-añade Lapierre- son hechas por hombres. La dirección de las operaciones de producción es, pues, necesariamente, un cierto tipo de poder ejercido sobre hombres por otros hombres”   
J.W. Lapierre: “ Administration des choses et gouvernement des  hommes”, Esprit, País, mayo de 1.956
   Afirmar,  obligatoria una relectura de la obra de Marx y Engels a como hizo Lenin en su citada obra, que en régimen socialista todos gobernarán por turno y así se acostumbrarán pronto a que nadie gobierne, nos parece una broma pesada, sobre todo si tenemos en cuenta la experiencia que ofrece la Unión Soviética, en la que los comunistas ejercen el poder, sesenta y dos años después de la toma del poder, en 1.917. Debe de tratarse de una esas astucias de la historia de que habló Hegel, que consisten en hacer que los hombres obtengan objetivos distintos a los que habían propuesto.
                                         X
Consideramos, después de todo lo expuesto- inevitablemente a grandes rasgos- que resulta obligatoria una relectura de la obras de Marx y Engels a la luz del análisis de la sociedad industrial contemporánea, sin ánimo de rectificar o de superar el marxismo, sino simplemente de actualizarlo per decirlo así. Resulta trivial y hasta cansino afirmar que el capitalismo de hoy día tiene poco que ver por no decir nada, que ver, con el descrito y analizado por Marx y Engels, principalmente, hace ya más de un siglo. El marxismo, por lo tanto, debe ser dialectizado y problematizado, para desembarazarse así de los distintos anacronismos que los dogmáticos han defendido ciegamente. El propio Engels, en su prólogo a la edición inglesa del Manifiesto Comunista (1.888), confesó: “Frente a los inmensos progresos de la gran industria durante los últimos veinticinco años […], en las observaciones sobre este programa ha envejecido en ciertos puntos. Asimismo, en las observaciones sobre la posición de los comunistas respecto a los otros partidos de oposición (capitulo IV) son aún todavía exactas en su principio, su exposición en la hora actual ha envejecido, ya que la situación política se ha modificado totalmente”. Si Engels consideraba en 1.888 que los progresos de la industria eran inmensos, ¿qué diría ahora, un siglo más tarde, cuando vivimos y nos movemos en una época en más tarde cuando vivimos y nos movemos en una época en que todo cambia con rapidez inusitada?; ¿que escribiría ante la mutación electrónica, la revolución telemática, la civilización de las computadoras, la automatización por doquier? ¿Qué prólogo redactaría ahora para una nueva edición del Manifiesto Comunista? Nos inclinamos por creer que arrumbaría con la vieja ortodoxia y consideraría este librito como lo que en realidad es: un documento de carácter histórico y en modo alguno un guía para la acción política.
   Es evidente que entre bastantes de los enunciados doctrinales y el desarrollo de los acontecimientos, o sea, entre las premisas sentadas en pleno siglo XIX y la realidad circundante de nuestro mundo de ahora, media un abismo que no se puede colmar con citas de los maestros. No se trata, repetimos, de abandonar todas las concepciones que nos ofrece el marxismo, ni tampoco de reanudar la antigua querella entre ortodoxos y revisionistas. El fondo del problema consiste, simplemente, en adaptar los análisis de antaño a las estructuras sociales de hogaño, en corregir lo que cabe corregir y en abandonar lo abandonable por inservible. Porque los cambios acontecidos en estos últimos decenios no pueden encontrar explicación precisa en los textos de los fundadores del marxismo, ni en los de sus discípulos o seguidores inmediatos, por más que no pocos se hayan empeñado en hacer de esos textos una especie de Evangelio o Talmud. (Tampoco se hallan, dicho sea de paso, en los escritos de otros pensadores anteriores o posteriores a Marx, si bien todos ellos contribuyeron, cada cual a su manera, a enriquecer el acervo de ideas de que dispone la humanidad). La obra de Marx y Engels sirvió para analizar unas realidades económicas, políticas y sociales concretas en la actualidad superadas, así como para apuntar la trayectoria de ciertos fenómenos históricos, entre otros-el principal- el desarrollo del capitalismo, su más temprano, por un sistema socialista. Pero jamás ambos pudieron imaginar- ni ellos ni nadie- que el capitalismo conocería antes una extraordinaria revolución tecnológica, como la que tuvo lugar después de la segunda guerra mundial y que aún se prosigue.
   Marx se es entusiasmó ante la primera revolución técnica, que llegó a conocer: la representada por la máquina de vapor y sus aplicaciones industriales. Y escribió en el Manifiesto Comunista: “La burguesía capitalista ha demostrado- como nadie lo había hecho antes que ella- de qué es capaz la actividad humana. Ha realizado maravillas superiores a las pirámides de Egipto, a los acueductos romanos o romanos o a las catedrales góticas.[…] Hace apenas cien años que se ha constituidos en la clase soberanas y ya ha creado fuerzas productivas cuyo número prodigioso y colosal potencia superan cuanto han sabido hacer todas las generaciones anteriores juntas”. Es caso de preguntarse-como anteriormente dijimos  respecto a Engels- sobre su reacción si hubiera llegado a conocer la segunda revolución técnica, la provocada por la electricidad y el motor de explosión, y sobre todo, la tercera, la que se basa en la energía nuclear, la electrónica y la automatización. En efecto, el avance de la moderna tecnología es extraordinario. No sólo aumenta cada día el número de descubrimientos científicos ligados a la producción, sino que se reduce el plazo necesario para su aplicación industrial. Por ejemplo; desde que fue inventada la fotografía hasta que se logró explotarla industrialmente transcurrieron nada menos que 112 años, el teléfono necesitó 56, la radio 35; el radar 15; la televisión 12; la bomba atómica 6; el transistor 5; el circuito integrado solamente 3….El ritmo de la investigación y del desarrollo tecnológico es tal, que obliga en ocasiones a pensar lo impensable.
   Es, pues, indudable que resulta anacrónico y por ende inútil empeñarse en juzgar la sociedad de nuestros días con la ideas y hasta con el lenguaje del pasado aplicando al mundo occidental supererindustrializado el aparato ideológico creando en los albores del desarrollo capitalista. Únicamente las imprecaciones de carácter moral contra la insaciable sed de beneficios que caracteriza al capitalismo, pueden continuar formando parte del bagaje intelectual del mero propagandista; pero esta actitud no conduce muy lejos en avance hacia una sociedad mas justa y equitativa. Hay, en consecuencia, que desechar toda tentación de equitativa. Hay, en conciencia, que desechar toda tentación de perpetuar el marxismo como una doctrina que explica todo, poseedora por tanto de la Verdad absoluta, ya que en tal caso queda convertido en una especie de religión- en la que es obligado creer a pie juntillas, so pena de fulminante excomunión- lo que según sus fundadores era por encima de todo una hipótesis de trabajo, una norma de conducta para el estudio de los fenómenos sociales, una guía para la acción. Ya a comienzos de siglo Rosa Luxemburgo tuvo que alzar su voz contra los que trataban de congelar el marxismo, transformándolo en un pragmatismo oportunista y en una escolástica apriorística Con motivo del vigésimo aniversario de la muerte de Marx, escrito el 14 de marzo de 1.903 en Vorwärts, portavoz de la socialdemocracia alemana, estas palabras significativas y aclaratorias: “ El marxismo no pretende expresar más que una verdad temporal;  dialéctico del comienzo al fin, llevas en si los gérmenes de su propia destrucción” Estamos lejos del dogmatismo de Lenin, que vio en el marxismo una doctrina todopoderosa, eterna e intocable.
                                            XI
El tiempo ha ido acumulando demasiada ganga sobre el marxismo, doctrina que durante más de medio siglo no ofreció a sus investigaciones otra cosa que obras relativamente antiguas. En el intento de renovación que por fortuna iniciaron en estos últimos años algunos filósofos marxistas-el austriaco Fisher, el checo Kosk, el polaco Schaff, el húngaro Lukács, el alemán Marcuse, el francés  Lefebvre, etc.- se cargado el acento en la necesidad de un marxismo actualizado, abierto y dialogante. Hay, pues, que comenzar por adoptar una actitud científica, es decir, aceptar a priori la posibilidad del error sabiendo que todo es hipotético y que todo está sometido a constante revisión. Los verdaderos científicos, como todo el mundo sabe, son hombres prudentes que no lanzan afirmaciones perentorias, porque la  experiencia les ha demostrado que verdad de hoy puede ser el error de mañana.
    En consecuencia, el problema para los socialistas no consiste, hoy, en pronunciarse con vehemencia a favor o en contra del marxismo, sino en tratar de comprenderlo e interpretarlo a la luz de nuestro conocimientos actuales para mejor desechar cuanto presente de caduco y de utópico, aprovechando en cambio lo que puede resultar actual, vivo y realista. La norma de conducta debiera ser esta: ni antimarxismo sistemático que muestre fuerte cerrazón mental, ni marxismo ultraortodoxo que no tenga otra actitud que montar la guardia ante un sistema de ideas y principios estratificado o en todo caso antidialéctico En fin, un marxismo que sea algo así como el necesario hilo conductor en la lucha cotidiana por la ampliación de la libertad, por como simple ideal, sino como el elemento central de la naturaleza humana que solo el socialismo central de la naturaleza humana que solo el socialismo puede alcanzar (1923). Terminaremos con estas atinadas palabras de Lukács, que pertenecen a su obra Historia y conciencia de clase 1.923): “Supongamos, para los efectos argumentables, que los investigaciones recientes hubieran demostrado el error de hecho de todas las afirmaciones de Marx. En tal caso, cualquier marxista serio podría reconocer incondicionalmente todos los nuevos resultados y abandonar las tesis de Marx, sin tener por ello que renuncia a su marxismo. El marxismo ortodoxo no es una aceptación sin crítica de los resultados de las investigaciones, no significa una fe ciega en tal o cual afirmación ni la interpretación de un texto sagrado. La ortodoxia en materia de marxismo se refiere exclusivamente al método. Es la convicción de que el marxismo dialéctico constituye un método de investigación, de que este método puede ser reconstituido, continuado y profundizado solo en el sentido de sus fundadores.”.
                                                                                               Septiembre de 1.979
Otros escritos de Ignacio Iglesias

 1 Capitulo del libro de Ignacio Iglesias, Escritos del exilio. SEPHA Ediciones y Diseño 2.009
2 El proceso contra el POUM, un episodio de la revolución española. Ed. Ruedo Ibérico 1.974
3  Rudolf Hilferding  El capital financiero
4  Lidssagaray, autor de Historia de la Commune
Blog, Observatorio Internacional de la crisis
Esta selección de obras  que está de abajo, es de este enlace, hay muchas obras más.
Algunas obras que hace referencia, reflexión sobre el marxismo
Tesis sobre Feuerbach
Manifiesto del Partido Comunista

EL DIECIOCHO BRUMARIO DE LUIS BONAPARTE

FILOSOFIA Y SOCIALISMO

Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política

MANUSCRITOS ECONOMICOS Y FILOSOFICOS DE 1844

KARL KAUTSKY

ROSA LUXEMBURG

LA GUERRA DE LOS CAMPESINOS EN ALEMANIA

 Carlos Marx   LA IDEOLOGIA ALEMANA

Carlos Marx. Contribución a la crítica de la economía política.

CRITICA DEL PROGRAMA DE GOTHA

El Capital
TOMO I
TOMO II
TOMO III

El Estado y la revolución de Lenin


.


No hay comentarios:

Publicar un comentario