20/8/2012 ¿Dónde fueron todas las flores en la “primavera
árabe”?
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Señores y
señoras intelectuales “progres”, no puede haber una revolución sin un cambio
económico. En ningún caso se puede hablar de derrota de la clase dominante
Los medios de
la burguesía se han referido a las revueltas árabes como “primavera”. Ciertos
intelectuales progresistas han asumido el vocablo y, subidos en la ola del
entusiasmo, han ido más allá hablando de “revoluciones”. Si ha habido una
primavera la pregunta que hay que hacerse es ¿dónde están las flores? Si se han
producido revoluciones la pregunta sería ¿dónde está el cambio económico?
Porque, señores y señoras intelectuales “progres”, no puede haber una
revolución sin un cambio económico. El argumento que se han conseguido algunos
triunfos “democráticos” como la retirada de los presidentes, la elaboración de
nuevas constituciones o la celebración de elecciones es muy pobre dado que en
ningún caso se puede hablar de derrota de la clase dominante puesto que en
todos los países donde se han producido esas revueltas esta clase mantiene su
control sobre el poder y los recursos.
Es de suponer
que, a estas alturas, la intelectualidad “progre” sepa que la vida social se
determina, en última instancia, por la economía. Es decir, la contradicción
inherente entre capital y trabajo en una sociedad capitalista. En Túnez, el
primer país en desencadenar el entusiasmo entre la intelectualidad “progre”, se
está haciendo una reforma fiscal que va en la línea de lo que el Banco Central
Europeo reclama a la UE y que ha sido alabada por el FMI al tiempo que reclama
un programa de reformas estructurales que incluyan la venta de empresas
públicas y la devaluación del dinar. Y no debería haber ninguna duda que el
gobierno “democrático” de Túnez lo hará.
Si bien la
revolución no es “pura”, como puso de manifiesto el propio Lenin, hay que estar
prevenidos sobre quienes hablan de “revolución” sin que comprendan lo que
significa. Sobre todo en el ámbito económico. O, por el contrario, lo
comprenden muy bien y limitan sus aspiraciones a la revolución nacional o
burguesa en contraposición con la revolución socialista.
Salvo en
Bahréin, Egipto y Yemen no ha habido ninguna revuelta realmente popular. En
Bahréin y Yemen la clase media estaba escasamente representada en las
protestas, mientras que en otros países árabes era claramente mayoritaria. En
Egipto se puede decir que mitad y mitad. Y una vez satisfechas algunas de sus
aspiraciones, bien de poder político o económico –como el ser partícipes en
cierta medida de una tarta que se repartía la oligarquía sin que les llegase
algo a ellos-, se han retirado rápidamente de las calles. Una revuelta de la
clase media es fácil de controlar aceptando algunas reformas políticas y
sociales que no ponen en cuestión el sistema. Y eso es lo que ha ocurrido en
todos los países árabes. Siguiendo el hilo argumental de la intelectualidad
“progre”, tal vez haya crecido la hierba, pero no han surgido las flores. Y si
han surgido han sido tan efímeras que la pregunta es ¿dónde fueron todas las
flores?
Pero seamos
indulgentes con esta intelectualidad “progre”. Lenin hablaba de las perspectivas
de la revolución socialista en el marco del desarrollo de una revolución
nacional o burguesa. Supongamos, y con esta intelectualidad “postmoderna” es
mucho suponer, que se sitúa en esta línea argumental. El único país donde se
puede hablar de una perspectiva en este sentido es en Egipto, nuevamente.
El candidato
de la izquierda en las elecciones presidenciales logró un espléndido tercer
lugar, a sólo cinco puntos del porcentaje logrado por el candidato de los
Hermanos Musulmanes quien, en la segunda vuelta, se hizo con la presidencia. Es
más que probable que se produjese un fraude electoral que evitase el segundo
lugar de este candidato izquierdista, lo que polarizó el voto final entre el
candidato de los militares y el de los islamistas. En cualquier caso, dos
candidatos del sistema oligárquico bien adaptado al momento post-Mubarak, como
muy bien ha puesto de manifiesto Samir Amin (1) por mucho que entre ambos haya
algún punto de colisión por los espacios de poder, como ocurre ahora tras las
medidas tomadas por Morsi de reducir el poder legislativo de los militares. El
discurso de este candidato de la izquierda egipcia fue poco postmoderno:
rechazo a los dictados del FMI, retorno al panarabismo nasserista, cancelación
del acuerdo de paz con Israel…
La fuerza de
este sector revolucionario en Egipto, especialmente en las zonas fabriles y
portuarias, así como los constantes sabotajes contra el oleoducto que surte de
gas a Israel (ya van once atentados que han obligado a interrumpir el
suministro otras tantas veces) y la permanente convocatoria de huelgas tanto
laborales como políticas es una importante palanca de presión hacia un
presidente islamista que se ve obligado a dar pasos que pueden ser calificados
por los más osados como audaces y que le llevan a un cierto enfrentamiento con
los militares. Por todo ello, sorprende que la intelectualidad “progre” no
mencione a Egipto en sus análisis y se obsesione con Siria.
Siria
La revuelta en
este país sí contó con un cierto componente popular al principio, sobre todo
porque el principal sostén del gobierno de Al-Asad es la clase media alta. Los
participantes iniciales en la protesta fueron una abigarrada mezcla de clase
media baja, estudiantes seducidos por la propaganda occidental según la cual
habían sido los blogueros quienes habrían iniciado la revuelta en Egipto,
parados y, lo más importante para quien escribe, jornaleros e inmigrantes de
las zonas rurales. Un dato importante a tener en cuenta es que las primeras
protestas se produjeron en pueblos, no en ciudades, y que cuando llegó a éstas
fue a aquellas que se habían convertido en zonas de pobreza en contraste con
Damasco, Alepo y otras urbes sobre todo de la costa.
Pero ese cariz
popular se perdió de inmediato, justo cuando tras la represión inicial (y no
hay que perder de vista que casi en los albores de la protesta y en paralelo
con la represión se inició el proceso de revuelta armada y enfrentamiento
sectario) el gobierno inició un camino de ciertos cambios –no peores que los
puestos en marcha en otros países de la famosa “primavera árabe” y sí algunos
de mayor calado- en el verano de 2011. A partir de aquí la deriva de la
revuelta fue claramente militar porque no se podía permitir que, al igual que
ocurre en otros países, la clase en el poder se mantuviese (2). Porque a Siria
se le puede criticar de todo, pero hay un cariz que le hace diferente del resto
de gobiernos: el apoyo a la resistencia árabe. Se puede criticar lo que sea,
pero hay un hecho innegable: la victoria de Hizbulá contra Israel en la guerra
de 2006 fue, además de por el arrojo y valentía de los combatientes libaneses,
gracias a las armas proporcionadas al movimiento político-militar por Siria
como ya lo había hecho durante la guerra de resistencia contra la ocupación
israelí del sur de Líbano entre 1982 y 2000.
Este hecho,
que algunos intelectuales “progres” califican de “geopolítica jesuita” es
crucial para entender lo que está pasando en este país, así como el apoyo que
recibe el gobierno sirio de Rusia y China en cada vez más clara confrontación
con EEUU. Si bien rusos y chinos no tuvieron nada que ver en la guerra en la
que Israel salió derrotado, si tomaron muy buena nota de cómo comenzaba a
decaer el poder estadounidense. La guerra de agresión a Libia fue el
pistoletazo de salida al proceso ruso-chino de enfrentamiento a la estrategia
geopolítica de EEUU que aún no ha concluido y cada día se encona más.
Hablar de
oposición de izquierdas en Siria es bastante arriesgado si no se profundiza.
Haberla la hay, pero tan atomizada que es difícil en estos momentos decir quién
es quién y qué y a quién representa. ¿Es de izquierdas el Partido Comunista,
que aceptó participar en las elecciones parlamentarias de marzo de este año y
logró 11 diputados? ¿Es justificable por la izquierda que un comunista sea
ministro de Asuntos Económicos en el nuevo gobierno de Al-Assad y que haya
declarado públicamente que su labor será la expansión del sector público? ¿Es
de izquierdas el Comité de Coordinación Nacional Para Un Cambio Democrático,
que se ha dividido al menos en tres facciones y donde se apuesta –quien esto
escribe no sabe si estos sectores son grandes o pequeños- de forma clara por el
Consejo Nacional Sirio y su brazo armado, ambos creados, financiados y
sostenidos por Occidente y las monarquías árabes y Turquía? ¿Qué ha quedado de
la consigna de los “tres noes” con la que el CCNCD salió a las calles: no al
régimen, no a la violencia y no a la injerencia externa? ¿Son de izquierdas los
Comités de Coordinación Local, también divididos y trabajando estas fracciones
con el CNS y su brazo armado?
Porque fuera
de los calificativos de “geopolítica jesuita” lanzados por la intelectualidad
“progre”, que sólo ocultan una supina ignorancia en política internacional, lo
que es innegable para cualquiera que tenga la mente abierta es que sin el apoyo
exterior por parte de Arabia Saudita y sus satélites del Golfo, así como los
países occidentales y Turquía, la revuelta siria habría seguido el mismo camino
que las de otros países: el mantenimiento de las estructuras de poder. Lo que
es aceptable para estos actores externos en otros países no lo es en Siria. Y
la diferencia, crucial, es el apoyo a la resistencia árabe. Sin perder de vista
que Siria es la puerta de entrada a una agresión militar contra Irán. No puede
haber un ataque contra el país persa si se mantiene el gobierno de Al-Assad.
La lucha
contra el capitalismo se da en todos los países árabes, con el epicentro en
Egipto. Sorprende, o tal vez no, que este simple dato pase desapercibido para
la intelectualidad “progre”, obsesionada con Siria. Como es lógico, no en todos
los países se tiene la misma fuerza. Hay debilidades –en Siria, por demás- y
contradicciones innegables entre estos sectores que se interrelacionan con las
contradicciones regionales y mundiales. Y ahora en Siria, tal y como era
previsible hace meses (3), aparece con fuerza el factor kurdo en lo que puede
ser una jugada maestra del gobierno de Al-Asad para debilitar la injerencia
externa, sobre todo la turca.
Son estas
contradicciones las que se manifiestan en la izquierda árabe y las que agudizan
el enfrentamiento sectario. Son estas contradicciones las que llevan a una
nueva división en las fuerzas palestinas, con Hamás posicionándose con las
monarquías del Golfo contra Siria (4) mientras que la izquierda mantiene, con
críticas, su apoyo a Al-Assad al menos hasta el ataque contra un campo de
refugiados. Por no hablar de la honesta postura de la Yihad Islámica, que acaba
de rechazar una millonaria oferta de Qatar para abandonar Siria y trasladar sede
e infraestructura a Doha (5).
¿Cómo leer
estas contradicciones, cuál es la contradicción dominante? Este es el dilema.
La intelectualidad “progre” postmoderna ha puesto de forma clara el punto de
mira en Al-Assad y utiliza la diatriba, tan recurrente, del estalinismo para
satanizar a quienes consideran que esta debe ser la contradicción secundaria.
Para ser postmodernos su discurso es muy antiguo, ni más ni menos que
“estalinismo”. Ahora resulta que un movimiento contra la guerra imperialista en
Siria es “antirrevolucionario”. Y se sorprenden porque en América Latina haya
gobiernos que vean lo que sucede en Siria de forma muy próxima, no en vano la
injerencia externa allí es endémica. Estos gobiernos, que se vienen enfrentando
con mayor o menor virulencia a EEUU y sus aliados internos y externos desde que
vienen impulsando un cierto proceso emancipatorio -no están muy lejanos los
casos de Honduras y Paraguay-, aplican, y hacen bien, un viejo refrán: “cuando
las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”. Otra vez la
geopolítica que tanto molesta a la intelectualidad “progre”.
Pero si fuesen
coherentes con su planteamiento, quienes integran la intelectualidad “progre”
deberían apoyar sin fisuras a la guerrilla colombiana, algo que no hacen ni
remotamente. Aquí sí hay un movimiento claramente revolucionario que lleva
décadas luchando por la democracia, la paz, la dignidad, la justicia social y
un cambio en las estructuras económicas. Si hablan de dictadura, tortura,
represión en Siria deberían estar el primera fila en la denuncia, en esos
mismos términos, de los asesinatos de sindicalistas colombianos, las
desapariciones masivas, las ejecuciones extrajudiciales –los llamados “falsos
positivos”-, la criminalización de los movimientos sociales, los asesinatos de
sus integrantes y dirigentes tal y como está sucediendo ahora con la Marcha
Patriótica…
Turquía
Obviar, como
hace esta intelectualidad “progre”, que hay una dinámica internacional y
geopolítica en todo el mundo es no sólo una falla intelectual grave sino una
irresponsabilidad. Aunque EEUU no es el actor principal en la situación en
Oriente Próximo y el Magreb, sino Arabia Saudita, no se puede dudar de su
capacidad para controlar unos acontecimientos frente a los que se vio
sorprendido. Ahí está el caso de su acercamiento a Turquía, un país que había
sido duramente criticado por la Administración Obama tras su práctica ruptura
con Israel después del asalto a la flotilla que pretendía romper el bloqueo a
Gaza en 2010. Es a través de Turquía que EEUU y sus satélites occidentales
facilitan apoyo logístico y militar a los llamados “rebeldes” sirios –EEUU ha
dado carta blanca a la CIA y Gran Bretaña lo ha reconocido abiertamente (6)-,
al igual que es por este territorio, así como por Líbano, por donde les llega
todo el armamento desde los países del Golfo y la OTAN. Turquía está jugando
hoy el papel que Pakistán jugó en la década de 1980-1990 para derrocar al
gobierno pro-soviético de Afganistán: allí se apoyó, financió y armó a los
talibanes, aquí a los sectarios sunníes.
Pero, pese a
todo, Turquía el eslabón más débil de toda esta estrategia una vez que Al-Assad
ha decidido abrir el frente kurdo. La consecuencia de la crisis siria es el
debilitamiento de Turquía como potencia regional. Sus pretensiones de
convertirse en una potencia sub-imperialista en la zona se están diluyendo de
forma muy rápida y ahora tiene que colocarse a la defensiva. Aquí también hay
discrepancias. Para unos, Al-Assad ha alentado a los kurdos. Para otros, no ha
tenido más remedio que dejarles hacer. En cualquier caso, la realidad es que
los kurdos no están participando en la llamada “oposición” siria y mucho menos
en la creada, financiada y armada por los países occidentales y las monarquías
del Golfo.
La fuerza
kurda más activa en Siria, el Partido de la Unión Democrática (PYD), es una
rama del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), el más feroz enemigo
de Turquía. Sorprende que la intelectualidad “progre”, tan solidaria antaño con
el PKK, haya pasado por este hecho como la luz por el cristal, sin tocarlo ni
mancharlo. Por utilizar un término mexicano, ha “ninguneado” un aspecto crucial
de la situación en Siria con amplias resonancias regionales puesto que los
nervios ya están a flor de piel en el gobierno turco. Lo que mal que bien había
logrado controlar en Irak, donde los kurdos aceptaron desde el primer momento
el padrinazgo de EEUU en su lucha contra Saddam Hussein, no lo va a poder hacer
en Siria. Los kurdos iraquíes son dóciles a las pretensiones imperialistas, los
del PKK no. Y menos si el gobierno de Al-Assad resiste. Otra diferencia crucial
de las contradicciones regionales y mundiales que no gustan a la
intelectualidad “progre”.
Tal vez, dada
su obsesión con Al-Assad, esta intelectualidad “progre” solucione el tema
posicionándose con la formación más reaccionaria de los kurdos sirios, el
Consejo del Pueblo del Oeste del Kurdistán (PCWK), que está apoyado y
financiado por los kurdos iraquíes. Aunque lo van a tener difícil, de todas
maneras, porque tanto el PYD como el CPWK se han negado a formar parte y a
colaborar con el Consejo Nacional Sirio, como sí han hecho otros sectores que
la intelectualidad “progre” considera de izquierdas en Siria.
Y tal vez,
sólo tal vez, deberían leer a los kurdos de Turquía y cómo el rechazo a lo que
está ocurriendo y a la guerra contra Siria es total. Es más, el único alcalde
marxista en Turquía, en la localidad de Samandag, provincia Hatay, no tiene
reparos en calificar como “bandidos” a los miembros del llamado Ejército Libre
Sirio que campan a sus anchas en la zona bajo el amparo del gobierno turco.
Ilusión
La
intelectualidad “progre” habla de revoluciones árabes y se hace la ilusión que
la participación de las clases más pobres es prometedora. Pero habría que
recordarles a Marx y su visión del lumpen proletariado. La pregunta es si este
sector tiene clara una conciencia de clase, dada la facilidad con la que en
Túnez, por ejemplo, ha caído en las redes de la oligarquía aunque aún haya
algún conato de lucha en Sidi Bouzaid, la localidad en la que se inmoló el
joven que dio origen a la “primavera”. Una vez más, la intelectualidad “progre”
confunde los deseos con la realidad. Este sector se está dejando influenciar
por el canto sectario lanzado desde las monarquías del Golfo –Siria es el caso
más claro, pero también en Túnez y Egipto- y son la carne de cañón de una
estrategia para desintegrar los Estados y hacer inviable no ya un estado árabe
unido, al estilo del panarabismo de Nasser, sino uno socialista.
Plantear esto
no es ni ser dogmático ni estar constreñido por una camisa de fuerza marxista.
Simplemente, es poner las cosas en su sitio porque hay quien rumia sus derrotas
internas con la realización de sus sueños “revolucionarios” y eso en última
instancia no supone otra cosa que ampliar más la distancia que separa a esta
intelectualidad “progre” de las clases populares. Si hay algo que es un
oxímoron es hablar de “revoluciones árabes” cuando lo que se ve por todas
partes es el sectarismo, el dinero de las monarquías del Golfo -Qatar acaba de
otorgar 2.000 millones de dólares a Egipto en “ayuda para reactivar la
economía” (7)- y las armas de los países de la OTAN.
No hay flores
en la “primavera árabe” y si las ha habido, así hayan sido efímeras ¿dónde
fueron todas las flores? Puede que alguien se haga la ilusión que existen pero,
por ahora y siempre con la mirada puesta en Egipto, en el resto de países no
son más que simples adornos florales de plástico, es decir, artificiales y
apropiadas para una foto.
Notas:
(1) Samir
Amin, “La victoria electoral del Islam político en Egipto”, http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1458
(2) Alberto
Cruz, “Siria: oposición frustrada, injerencia externa y repercusiones en la
región”, http://www.lahaine.org/index.php?p=58859
(3) Ibid
(4) Alberto
Cruz, “Adiós, Palestina, adiós: la lucha por el poder en Hamás”, http://www.lahaine.org/index.php?p=60343
(5) As-Safir
(Líbano), 28 de julio de 2012.
(6) Europa
Press, 10 de agosto de 2012.
(7) Prensa
Latina, 12 de agosto de 2012.
Adenda:
Pete Seeger,
el “padre” de todos los cantautores de corte político y social –junto a Woody
Guthrie- escribió en 1955 una hermosísima canción titulada “Where have all the
flowers gone?” (cuyas raíces están en una canción popular cosaca recogida por
el escritor soviético Mijail Alexandrovich Shólojov en una novela que escribió
en 1934) y que popularizó el trío Peter, Paul and Mary en 1962. Es una canción
antibelicista y convertida en un icono durante la guerra de agresión
estadounidense a Vietnam. Mary Travers, la cantante del trío, murió de cáncer
el 9 de septiembre de 2009 y en recuerdo a ella, y a quienes han incluido esta
canción en alguno de sus álbumes, se ha recogido en el título de este artículo.
Alberto Cruz
es periodista, politólogo y escritor. Su último libro es “La violencia política
en la India. Más allá del mito de Gandhi””, editado por La Caída con la colaboración
del CEPRID. Los pedidos se pueden hacer a libros@lacaida.info o bien a ceprid@nodo50.org. albercruz@eresmas.com
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