NOTA DEL
EDITOR DE ESTE BLOG: Le he añadido casi todas las obras que hace referencia León
Trotski, para que ellos mismos hablen y no como se suele hacer, dar juicio de
valor sin hacer referencia las obras. Tenemos la grandísima oportunidad de
tener a mano todas las obras de los clásicos marxistas.
¡Fuera
las manos de Rosa Luxemburgo![1]
28
de junio de 1932
El artículo
de Stalin Acerca de algunos problemas de la historia del
bolchevismo (Escrito: 1931) (Stalin se
refiere a esta obra de Rosa Luxemburgo) me llegó con
algún atraso. Después de recibirlo, durante mucho tiempo no me pude obligar a
leerlo, ya que esa literatura se le atraganta a uno como si fuera aserrín o
puré de ortigas. Sin embargo, luego de haberlo leído, llegué a la conclusión de
que no se puede ignorar este engendro, aunque sólo sea porque incluye una
calumnia vil y desvergonzada contra Rosa Luxemburgo.[2]
¡Stalin
ubica a esta gran revolucionaria en el campo del centrismo! Demuestra -por
supuesto, no demuestra sino afirma- que el bolchevismo, desde el día en que
surgió, sostenía la línea de la ruptura con el centro kautskista, mientras que
Rosa Luxemburgo en esa época apoyaba a Kautsky desde la izquierda. Cito sus
propias palabras: “[...] Mucho antes de la guerra, aproximadamente desde
1903-1904, cuando se conformó el grupo bolchevique de Rusia y la izquierda
elevó su voz por primera vez en la socialdemocracia, Lenin eligió el camino de
la ruptura con los oportunistas, tanto en casa, en el Partido Obrero
Socialdemócrata Ruso, como en el extranjero, en la Segunda Internacional y en
la socialdemocracia alemana en particular”. Sin embargo, la ruptura no se
realizó debido a que “los socialdemócratas de izquierda conformaban un grupo débil
e impotente [...] que tenían miedo hasta de pronunciar en voz alta la palabra
‘ruptura’.”
Para afirmar
eso hay que ser absolutamente ignorante de la historia del propio partido y,
antes que nada, del proceso ideológico de Lenin. No hay una sola palabra de
verdad en el punto de partida de Stalin. Es cierto que en 1903-1904 Lenin era
un enemigo irreconciliable del oportunismo de la socialdemocracia alemana. Pero
consideraba oportunista sólo a la tendencia revisionista liderada
teóricamente por Bernstein.
En ese
entonces Kautsky luchaba contra Bernstein. Lenin consideraba a Kautsky
su maestro y no perdía oportunidad de señalarlo. En los trabajos de
Lenin de esa época y de varios años después no hay ni siquiera indicios de una
crítica principista contra la tendencia Bebel-Kautsky[3] En
cambio, hay un montón de declaraciones acerca de que el bolchevismo no es una
tendencia independiente sino una traducción a las condiciones rusas de la
tendencia Bebel-Kautsky. He aquí lo que escribía Lenin a mediados de 1905, en
su famoso folleto Dos tácticas: “¿Cuándo y dónde afirmé
que el revolucionarismo de Bebel y Kautsky es ‘oportunismo’? [...] ¿Cuándo y
dónde surgieron divergencias entre Bebel y Kautsky y yo? La total solidaridad
que reina en la socialdemocracia internacional en todas las cuestiones
fundamentales de programa y táctica, es un hecho indiscutible.”[4] Las
claras, precisas y categóricas palabras de Lenin agotan la cuestión.
Un año y
medio después, el 7 de diciembre de 1906, Lenin escribía en el artículo La
crisis del menchevismo: “[...] desde el comienzo declaramos (ver Un
paso adelante, dos pasos atrás) que no estamos creando una tendencia
‘bolchevique’ especial; siempre y en todas partes sostenemos la posición de la socialdemocracia revolucionaria.
Y dentro de la socialdemocracia, hasta el momento mismo de la revolución, habrá
inevitablemente un ala oportunista un ala revolucionaria.”
Al referirse
al menchevismo como ala oportunista de la socialdemocracia, Lenin no lo
comparaba con el kautskismo sino con el revisionismo. Más aun; consideraba al
bolchevismo como la forma rusa del kautskismo, que en su opinión era en ese
momento idéntico al marxismo. Además, el párrafo transcripto demuestra que
Lenin no estaba en absoluto a favor de 'a ruptura con los oportunistas; no sólo
los aceptaba sino que consideraba “inevitable” la existencia del revisionismo
dentro de la socialdemocracia hasta el momento de la revolución social.
Dos semanas
después, el 20 de diciembre de 1906, Lenin saludaba entusiasmado la respuesta
de Kautsky al cuestionario de Plejanov[5] sobre
el carácter de la revolución rusa: “Lo que hemos dicho - que nuestra lucha por
las posiciones de la socialdemocracia revolucionaria contra el oportunismo de
ninguna manera supone la formación de una tendencia ‘bolchevista’ original - se
ha visto plenamente confirmado por Kautsky [...]”
Confío en
que, dentro de estos límites, la cuestión esté absolutamente clara. Según
Stalin, ya en 1903 Lenin exigía romper en Alemania con los oportunistas, no
sólo con los del ala derecha (Bernstein) sino también con los de la izquierda
(Kautsky). Pero en diciembre de 1906, Lenin., como ya lo hemos visto, señalaba
orgullosamente a Plejanov y a los mencheviques que la tendencia de Kautsky en
Alemania y la del bolchevismo en Rusia eran... idénticas. Esta es la primera
parte de la incursión de Stalin por la historia ideológica del bolchevismo. ¡La
escrupulosidad de nuestro investigador es semejante a sus conocimientos!
Inmediatamente
después de su afirmación sobre 1903-1904, Stalin salta a 1916 y se refiere a la
severa crítica de Lenin al folleto sobre la guerra de Junius, es decir dé Rosa
Luxemburgo. Por cierto, en esa época Lenin ya le había declarado la guerra a
muerte al kautskismo y había extraído de su crítica todas las conclusiones
organizativas necesarias. No se trata de negar el hecho de que Rosa Luxemburgo
no planteó el problema de la lucha contra el centrismo con toda la amplitud
necesaria, en este aspecto la posición de Lenin era muy superior. Pero entre
octubre de 1916, cuando Lenin escribió sobre el folleto Junius, y 1903, cuando
el bolchevismo surgió, medía un lapso de trece años; durante la mayor parte de
este lapso, Rosa Luxemburgo estaba en la oposición al Comité Central de Kautsky
y Bebel, y su lucha contra el “radicalismo” formal, pedante y podrido de
Kautsky asumió un carácter cada vez más tajante.
Lenin no
participó en esta lucha ni apoyó a Rosa Luxemburgo hasta 1914. Absorbido
totalmente por los problemas rusos, mantuvo una extrema cautela en los asuntos
internacionales. Para Lenin, la estatura revolucionaria de Bebel y Kautsky era
infinitamente mayor que a los ojos de Rosa Luxemburgo, que los observaba muy de
cerca, en la acción, y estaba metida directamente en la atmósfera de la
política alemana.
A Lenin lo
tomó totalmente por sorpresa la capitulación de la socialdemocracia alemana el
4 de agosto.[6] Se sabe que creyó que el número de Vorwaerts donde
se publicó la declaración patriótica de la fracción socialdemócrata era una
falsificación del Estado Mayor alemán. Sólo después de que quedó absolutamente
convencido de la horrible verdad revisó su caracterización de las tendencias
fundamentales de la socialdemocracia alemana, y lo hizo a la manera leninista,
de una vez y para siempre.
El 27 de
octubre de 1914 Lenin le escribió a A. Shliapnikov:[7] “odio
y desprecio a Kautsky ahora más que a todo el resto del rebaño
hipócrita, roñoso, vil y autosuficiente [...] Rosa Luxemburgo tiene razón, ella
comprendió hace mucho tiempo, que Kautsky poseía en alto grado el
‘servilismo de un teórico’: dicho más claramente, fue siempre un lacayo, un
lacayo de la mayoría del partido, un lacayo del oportunismo” (Antología leninista,
vol. 2, p. 200). (El subrayado es mío –L. T.)
Si no
hubiera otros documentos -y los hay por centenares-, estas líneas bastarían
para aclarar inequívocamente el problema. A fines de 1914, Lenin creyó
necesario informar a uno de sus colaboradores más íntimos del momento que
“ahora”, es decir, hoy, en el momento actual, a diferencia del pasado, “odia y
desprecia” a Kautsky. La aspereza de la frase es una señal inconfundible de la
medida en que Kautsky traicionó las esperanzas y expectativas de Lenin. No
menos directa es la segunda frase: “Rosa Luxemburgo tenía razón, hace
mucho que comprendió que Kautsky poseía en alto grado el ‘servilismo de un
teórico’ [...]” Lenin se apresura aquí a reconocer la “verdad” que no veía
antes, o sobre la que, por lo menos, no le daba totalmente la razón a Rosa
Luxemburgo.
Tales son
los principales mojones cronológicos del problema, que constituyen al mismo
tiempo hitos importantes en la biografía política de Lenin. Lo indudable es que
su órbita ideológica está representada por una curva continuamente ascendente.
Pero esto significa que Lenin no nació ya hecho y derecho, como lo pintan los
babosos chapuceros de lo “divino”, sino que hizo de sí mismo un Lenin. Siempre
ampliaba sus horizontes, aprendía de los demás y se elevaba cada día a un plano
superior. Su heroico espíritu se reflejaba en esta perseverancia, en esta
obcecada resolución de avanzar continuamente. Si en 1903 Lenin hubiera
comprendido y formulado todo lo necesario para el futuro, el resto de su vida
no habría sido más que una reiteración. Pero en realidad no fue así, de ninguna
manera. Stalin simplemente pone su sello sobre Lenin y lo acuña en las
moneditas de los refranes numerados.
En la lucha
de Rosa Luxemburgo contra Kautsky, especialmente entre 1910 y 1914, ocuparon un
lugar importante los problemas de la guerra, el militarismo y el pacifismo.
Kautsky defendía el programa reformista: limitación del armamento, tribunal
internacional, etcétera. Rosa Luxemburgo combatió resueltamente este programa
considerándolo ilusorio. Lenin tenía algunas dudas, pero en una época estuvo
más cerca de Kautsky que de Rosa Luxemburgo. De mis conversaciones con Lenin en
ese entonces, recuerdo que le impresionó mucho este argumento de Kautsky: así
como en los problemas internos las reformas son producto de la lucha de clases
revolucionaria, en las relaciones internacionales se puede pelear y conseguir
determinadas garantías (“reformas”) a través de la lucha de clases
internacional. Lenin consideraba totalmente posible apoyar esta posición de
Kautsky dado que éste, después de la polémica con Rosa Luxemburgo, se volvió
contra el ala derecha (Noske y Cía.)[8] No
estoy en condiciones de plantear ahora, de memoria, hasta qué punto estas ideas
se reflejaron en los artículos de Lenin; el problema requiere un análisis
sumamente cuidadoso. Ni tampoco puedo decir de memoria cuándo surgieron las
dudas de Lenin sobre la cuestión. De todos modos, las expresó tanto en sus
conversaciones como en su correspondencia. Karl Radek tiene una de estas
cartas.
Considero
necesario aportar a la cuestión una evidencia de la que fui testigo para
intentar de esta manera salvar un documento excepcionalmente valioso para la
biografía teórica de Lenin. En el otoño de 1926, cuando elaborábamos
colectivamente la plataforma de la Oposición de Izquierda, Radek nos mostró a
Kamenev, a Zinoviev y a mí - probablemente también a otros camaradas - una
carta que le escribió Lenin (¿en 1911?) en la que defendía la posición de
Kautsky contra la crítica de la izquierda alemana. Según las normas impartidas
por el Comité Central, Radek, igual que todos los demás, debía entregar esa
carta al Instituto Lenin. Pero temeroso de que la ocultaran o la destruyeran en
la fábrica stalinista de falsificaciones, decidió guardarla hasta una ocasión
más oportuna. No se puede negar que la actitud de Radek tenía sus fundamentos.
Sin embargo, en la actualidad, el propio Radek juega un rol bastante activo -
aunque no en un cargo de mucha responsabilidad - en la producción de
falsificaciones políticas. Basta con recordar que Radek, que a diferencia de
Stalin conoce la historia del marxismo y que, además, conoce esta carta de
Lenin, se permitió declarar públicamente su solidaridad con la insolente
caracterización de Rosa Luxemburgo hecha por Stalin. La circunstancia de que
Radek actuó presionado por la vara de Iaroslavski no disminuye su culpa, ya que
sólo los esclavos despreciables pueden renunciar a los principios del marxismo
en nombre de los principios del látigo.
Sin embargo,
no nos interesa la caracterización personal de Radek sino el destino de la
carta de Lenin. ¿Qué sucedió con ella? ¿Todavía se la oculta Radek al Instituto
Lenin? Es difícil. Lo más probable es que se la haya confiado a quien debía
hacerlo, como prueba tangible de su intangible devoción. ¿Y qué ocurrió con la
carta después? ¿Está guardada en los archivos de Stalin junto con los
documentos que comprometen a sus colegas más íntimos? ¿O ha sido destruida,
igual que muchos otros preciosos documentos del partido?
En todo
caso, no puede haber la menor razón política para ocultar una carta escrita
hace dos décadas, sobre un problema cuyo interés actual es únicamente
histórico. Pero precisamente, lo excepcional es el valor histórico de la carta.
Muestra al Lenin verdadero, no como lo presentan, a su imagen y semejanza, los
necios burócratas que se pretenden infalibles. Preguntamos, ¿dónde está la
carta de Lenin a Radek? ¡La carta de Lenin la deben tener aquellos a quienes
les pertenece! ¡ Hay que ponerla sobre la mesa del partido y de la Comintern!
Si se
consideran en conjunto los desacuerdos entre Lenin y Rosa Luxemburgo, la razón
histórica está totalmente del lado de Lenin. Pero esto no excluye el hecho de
que en determinados problemas y en ciertas épocas Rosa Luxemburgo estuvo
acertada en contra de Lenin. De todos modos, los desacuerdos, pese a su extrema
aspereza ocasional y a su importancia, se basaban sobre la política proletaria
revolucionaria común a ambos.
Volviendo al
pasado, cuando Lenin escribió en Saludo a los comunistas italianos,
franceses y alemanes (octubre de 1919) que “[...] en el momento de la
toma del poder y la creación de la república soviética, el bolchevismo quedó
solo en su campo, había ganado a lo mejor de las tendencias del pensamiento
socialista que le eran afines [...]”; [Rosa
Luxemburgo, Obras escogidas, T. 2, apéndice C, p. 281]
repito, cuando Lenin escribió esto, indudablemente incluía también a la
tendencia de Rosa Luxemburgo, cuyos adherentes más cercanos, Marjlevski, Dzershinski[9] y
otros militaban en las filas de los bolcheviques.
Lenin
comprendió más profundamente que Stalin los errores de Rosa Luxemburgo, pero no
es casual que, refiriéndose a ella, citara una vez el viejo refrán: aunque las
águilas, precipitándose desde lo alto, puedan volar más bajo que las gallinas,
éstas, por más que desplieguen sus alas, nunca pueden llegar a las nubes.
¡Precisamente! ¡Este es el caso! Por esta razón Stalin tendría que ser muy
cauto antes de emplear mi maligna mediocridad cuando se trata de figuras de la
estatura de Rosa Luxemburgo.
En su
artículo Una contribución a la historia de la cuestión de la dictadura (octubre
de 1920), Lenin, refiriéndose a los problemas del estado soviético y de la
dictadura del proletariado planteados ya por la revolución de 1905, escribía:
“Representantes destacados del proletariado revolucionario y del marxismo sin
falsificaciones, tales como Rosa Luxemburgo, apreciaron inmediatamente la
importancia de esta experiencia práctica y la analizaron críticamente en mítines
y a través de la prensa”. Por el contrario “[...] gente de la calaña de los
futuros Kautsky [...] demostraron una incapacidad absoluta para comprender el significado
de la experiencia”. En unas cuantas líneas Lenin rinde plenamente el tributo de
su reconocimiento a la significación histórica de la lucha de Rosa Luxemburgo
contra Kautsky, lucha que él mismo estuvo lejos de evaluar inmediatamente en
toda su importancia. Si para Stalin - el aliado de Chiang Kai-shek y camarada
de armas de Purcell,[10] el
teórico del “partido obrero-campesino”, de la “dictadura democrática”, del “no
molestar a la burguesía”, etcétera - Rosa Luxemburgo es un representante del
centrismo, para Lenin ella es un representante del “marxismo sin
falsificaciones”. Cualquiera que tenga un mínimo de conocimiento de Lenin sabe
qué significa este apelativo de su parte.
Aprovecho la
ocasión para señalar que en las notas a os trabajos de Lenin, entre otras
cosas, se dice lo siguiente sobre Rosa Luxemburgo: “Durante el florecimiento
del revisionismo bernsteiniano y posteriormente del ministerialismo
(Millerand),[11] Luxemburgo
libró una batalla implacable contra dicha tendencia, asumiendo esta posición en
el partido alemán [...] En 1907 participó, como delegada del Partido
Socialdemócrata de Polonia y Lituania, en el congreso que realizó en Londres el
Partido Obrero Socialdemócrata Ruso; allí apoyó la fracción bolchevique en
todas las cuestiones fundamentales concernientes a la revolución rusa. Desde
1907, Rosa Luxemburgo se entregó de lleno al trabajo en Alemania, desde una
posición de izquierda contra el centro y la derecha [...] Su participación en
la insurrección de enero de 1919 ha convertido su nombre en bandera de
la revolución proletaria.”
Por
supuesto, el autor de estas notas probablemente confiese mañana que en la época
de Lenin escribía sumido en la ignorancia, hasta que le llego la luz en la de
Stalin. Actualmente la prensa de Moscú publica todos los días anuncios de este
tipo, mezcla de adulonería, idiotez y bufonismo. Pero esto no cambia las cosas;
no hay hoz que pueda segar aquella que una vez salió impreso ni poder que lo
elimine. ¡Si, Rosa Luxemburgo se convirtió en bandera de la revolución
proletaria!
No obstante,
¿cómo y por qué Stalin se dedicó súbitamente, después de tanto tiempo, a
revisar la vieja caracterización bolchevique de Rosa Luxemburgo? El motivo de
éste: - el más escandaloso de todos sus abortos teóricos -, como el de los
anteriores, reside en la lógica de su lucha contra la teoría de la revolución
permanente. Este artículo “histórico” de Stalin está también dedicado en su
mayor parte a esta teoría. No aporta un solo argumento nuevo. Hace mucho
contesté todos sus argumentos en mi libro La revolución permanente.
Desde el punto de vista histórico confío en que el problema quedará
suficientemente aclarado en el segundo tomo de la Historia de La
Revolución Rusa (la Revolución de Octubre), ahora en prensa. En este
caso la cuestión de la revolución permanente nos interesa sólo en la medida en
que Stalin la relaciona con el nombre de Rosa Luxemburgo. Veremos cómo se las
arregló el infortunado teórico para meterse en una trampa mortal.
Después de
hacer una recapitulación de la polémica entre bolcheviques y mencheviques sobre
las fuerzas motrices de la revolución rusa y de comprimir magistralmente en
unas pocas líneas un montón de errores que me veo obligado a dejar sin
análisis, Stalin escribe: “¿Qué actitud tenían los socialdemócratas alemanes
Parvus[12] y
Rosa Luxemburgo, respecto de la controversia? Inventaron el esquema utópico y
semimenchevique de revolución permanente [...] Poco después, Trotsky (y. en
parte Martov)[13] hizo suyo este esquema semimenchevique y lo
transformó en un arma de lucha contra el leninismo [...]” Tal es la inesperada
historia del origen de la teoría de la revolución permanente, según las últimas
investigaciones históricas de Stalin. Pero, por cierto, el investigador se
olvidó de consultar sus propios e ilustrados trabajos previos. En 1925, en su
polémica contra Radek, el propio Stalin manifestó su opinión sobre esta
cuestión. He aquí lo que escribió entonces: “No es cierto que La teoría de
la revolución permanente haya sido formulada por Rosa Luxemburgo y Trotsky en
1905. En realidad la teoría pertenece a Parvus y Trotsky.” Se puede leer
esta afirmación en Cuestiones del leninismo, edición rusa, 1926, página 185. Esperamos que figure
en todas las ediciones extranjeras.
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Stalin hace referencia por primera vez a
Carlos Marx, una de las obras que revindica la revolución permanente, pinchar aquí, para ver al texto que hago referencia(
Cuestiones del leninismo), se refiere a esta obra de Carlos Max (Carlos Marx Circular del Comité Central a la Liga comunista
marzo de 1850) y se puede comprobar el desprecio que hace
este valioso documento y el desprecio a
Rosa Luxemburgo.
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Por lo
tanto, en 1925 Stalin declaró a Rosa Luxemburgo inocente del pecado cardinal de
participar en la creación de la teoría de la revolución permanente. “En
realidad, esta teoría pertenece a Parvus y Trotsky.” En 1931, el mismo Stalin
nos informa que fueron precisamente “Parvus y Rosa Luxemburgo [...] quienes
crearon el esquema utópico y semimenchevique de la revolución permanente”. En
cuanto a Trotsky, no creó la teoría, sólo “la planteó”, y al mismo tiempo
que... ¡Martov! Una vez más Stalin se enredó solo. Tal vez escribe sobre
problemas a los que no les puede encontrar pie ni cabeza. ¿O utiliza
conscientemente naipes marcados al jugar con las cuestiones básicas del
marxismo? Es incorrecto plantearlo como alternativa. En realidad, las dos
opciones son ciertas. Las falsificaciones stalinistas son conscientes en la
medida en que, en cada caso concreto, están determinadas por intereses
personales concretos. Al mismo tiempo son semiconscientes, ya que su ignorancia
congénita deja correr libremente sus fantasías teóricas.
Pero los
hechos siguen siendo hechos. En su lucha contra el “contrabando trotskista”,
Stalin cayó en la cuenta de que tiene un nuevo enemigo personal, ¡Rosa
Luxemburgo! No se detuvo un momento antes de caer sobre ella y vilipendiaría;
más aun, antes de poner en circulación sus gigantescas dosis de deslealtad y
vulgaridad, no se tomó el trabajo de verificar lo que él mismo había dicho
sobre el tema seis años antes.
La nueva
variante en la historia de las ideas de la revolución permanente tuvo su origen
sobre todo en la necesidad de proporcionar un plato más condimentado que todos
los anteriores. De más está decir que a Martov se le metió para hacer todavía
más picante el menjurje teórico e histórico. La actitud de Martov hacía la
teoría y la práctica de la revolución permanente fue de un antagonismo
inconmovible, y, en los viejos tiempos, señaló más de una vez que tanto los
bolcheviques como los mencheviques rechazaban las posiciones de Trotsky sobre
la revolución. Pero no vale la pena detenerse en esto.
Lo
verdaderamente fatal es que no hay un solo problema importante de la revolución
proletaria internacional sobre el que Stalin no haya expresado dos opiniones
directamente contradictorias. Todos sabemos que en abril de 1924 demostró
concluyentemente en Cuestiones del leninismo la imposibilidad
de construir el socialismo en un solo país. En otoño, en una nueva edición del
libro, sustituyó esa demostración por la demostración - es decir la simple
afirmación - de que el proletariado “puede y debe” construir el socialismo en
un solo país. Todo el resto del texto quedó inalterado. Durante unos cuantos
años, a veces unos cuantos meses, Stalin logró plantear posiciones mutuamente
excluyentes sobre el partido obrero-campesino, la paz de Brest-Litovsk, la
dirección de la Revolución de Octubre, la cuestión nacional, etcétera. Sería
incorrecto atribuirle todo a su escasa memoria. El problema es más profundo.
Stalin carece de todo método de pensamiento científico, de criterios
principistas. Encara cada problema como si se hubiese originado en ese momento
y estuviera aislado de todos los demás. Para emitir sus juicios se guía enteramente
por el interés personal más importante y urgente del día. Las contradicciones
en las que cae son la consecuencia directa de su vulgar empirismo. No ve a Rosa
Luxemburgo en el marco del movimiento obrero polaco, alemán e internacional del
último medio siglo. No, para él, ella es cada vez una figura nueva y además
aislada, frente a la que se ve obligado a preguntarse en cada nueva situación:
“¿quién está allí, amigo o enemigo?” Su instinto infalible le susurró ahora al
teórico del socialismo en un solo país que la sombra de Rosa Luxemburgo le es
irreconciliablemente hostil. Pero eso no impide que esta gran sombra siga
siendo el estandarte de la revolución proletaria internacional.
En 1918,
desde su prisión, Rosa Luxemburgo criticó muy severamente y de manera
fundamentalmente incorrecta la política de los bolcheviques. Pero incluso en
éste, su trabajo más erróneo, se perciben las alas del águila. He aquí su
caracterización general de la Insurrección de Octubre: “Todo lo que el partido
pudo hacer en el terreno de la valentía, la acción firme, la previsión y
coherencia revolucionarias: todo eso hicieron Lenin, Trotsky y sus camaradas.
Todo el honor revolucionario y la capacidad de acción que tanto le faltan a la
socialdemocracia occidental, los bolcheviques demostraron poseerlos. Su
Insurrección de octubre salvó no sólo a la Revolución Rusa sino también el
honor del socialismo internacional.” ¿Es posible que esta sea la voz el
centrismo?
En las
páginas siguientes, Luxemburgo somete a una severa crítica la política de los
bolcheviques en el terreno agrario, su consigna de autodeterminación nacional y
su rechazo a la democracia formal. Podemos agregar que en esta crítica,
dirigida tanto contra Lenin como contra Trotsky, no hace ninguna diferenciación
entre las posiciones de ambos; y Rosa Luxemburgo sabía leer, comprender y
percibir los matices. Por ejemplo, ni siquiera se le pasó por la cabeza
acusarme de que, al solidarizarme con Lenin en el problema agrario, yo había
cambiado mi posición sobre el campesinado. Además, ella conocía muy bien mis
puntos de vista, ya que en 1909 los desarrollé detalladamente en su periódico
polaco. Rosa Luxemburgo termina así su crítica: “En la política lo esencial de
lo no esencial, lo fundamental de lo circunstancial.” Considera fundamental la
fuerza de las masas en la acción, la voluntad de llegar al socialismo. “En ese
sentido - escribe - Lenin, Trotsky y sus compañeros fueron los primeros,
en darle el ejemplo al proletariado mundial. Ahora siguen siendo los
únicos que pueden gritar, con Huteen,[14] ‘¡he
osado!’”
Si, Stalin
tiene motivos suficientes para odiar a Rosa Luxemburgo. Más imperiosa entonces
es nuestra obligación de rescatar su memoria de las calumnias de Stalin, que
han sido acogidas por los funcionarios a sueldo de ambos hemisferios, y
transmitirles a las jóvenes generaciones proletarias, en toda su grandeza y
fuerza inspiradora, esta imagen realmente hermosa, heroica y trágica.
[1] ¡Fuera las manos de Rosa Luxemburgo! The Militant 6 y
18 de agosto de 1932. [En español aparece en Rosa Luxemburgo, Obras
escogidas, Editorial Pluma, Bogotá, 1976, Tomo II, apéndice c. página 275.]
El artículo de Stalin al que responde Trotsky defendiendo a Rosa Luxemburgo,
escrito en forma de carta, es el mismo en el que Stalin acusaba a la Oposición
de haber intentado provocar una “insurrección” el 7de noviembre de 1927.
[2] Rosa Luxemburgo (1871-1919): formó parte del grupo que
fundó el Partido Socialdemócrata Polaco y fue dirigente del ala izquierda del
Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), en el que combatió el revisionismo y el
apoyo del partido a la Primera Guerra Mundial. Aunque la encarcelaron en 1915,
ella y Karl Liebknecht fundaron la Spartakusbund (Liga Espartaco),
que posteriormente se convirtió en el Partido Comunista de Alemania. Liberada
por la Revolución de Noviembre de 1918, participe en la dirección de la
insurrección espartaquista, que fue aplastada en enero de 1919; ella y
Liebknecht fueron asesinados por orden de los gobernantes socialdemócratas de
Berlín. Muchos de sus trabajos han sido publicados en castellano en Rosa
Luxemburgo, Obras escogidas (Editorial Pluma, Bogotá, 1976), en dos
tomos.
[3] August Bebel (1840-1913): fundó, con Wilhem Liebknecht,
la socialdemocracia alemana. Bajo su dirección el partido se hizo muy poderoso.
Como Kautsky, rechazaba formalmente el revisionismo, pero fue responsable por
el avance de los tendencias oportunistas que se adueñaron de la
socialdemocracia poco después de su muerte.
[4] El título completo del artículo de Lenin es Dos tácticas de
la socialdemocracia en la revolución democrática. Esta y los siguientes
citas están tomadas de la traducción al inglés de las Obras escogidas de
Lenin publicadas en lo Unión Soviética en lo década del 60. En algunos casos,
los datos de esta edición no corresponden con los de Trotsky.
[5] Jorge Plejanov (1856-1918): en 1883 formó en Suiza el
primer grupo marxista ruso, Emancipación del Trabajo. Fue director de Iskra,
pero degeneró políticamente y tuvo choques con los bolcheviques e incluso con
los mencheviques. Posteriormente fue un ardiente partidario de le guerra y
adversario de la Revolución Bolchevique.
[6] El 4 de agosto de 1914 los diputados
socialdemócratas al Reichstag votaron a favor del presupuesto de guerra, a
pesar de la posición antimilitarista que había levantado el partido hasta ese
momento; el mismo día, los partidos socialistas de Francia y Bélgica publicaron
sendos manifiestos declarando su apoyo en la guerra a sus respectivos
gobiernos. Vorwaerts (Adelante): diario del Partido Socialdemócrata
Alemán.
[7] Alexander Shliapnikov (1885-1937): activista de la
organización bolchevique que funcionaba ilegalmente en Rusia durante la Primera
Guerra Mundial y uno de los héroes de la Guerra Civil. Encabezó la “Oposición
Obrera” (1921-1923) y posteriormente el grupo de los “veintidós”, que hacia
fuertes críticas a la NEP. Stalin lo hizo encarcelar y no se sabe qué le
sucedió.
[8] Gustav Noske (1868-1946): socialdemócrata alemán de
derecha, fue ministro de defensa en 1919 y estuvo a cargo del aplastamiento de
la insurrección espartaquista. Siendo ministro ordeno el asesinato de Rosa
Luxemburgo y Karl Liebknecht.
[9] Julian Marjlevski (1866-l925): veterano del movimiento
obrero polaco y fundador, con Rosa Luxemburgo, del Partido Socialdemócrata
Polaco. Militó durante décadas en el movimiento obrero alemán. Después de la
Revolución Rusa fue presidente de la Universidad de los Pueblos de Oriente en
la Comintern leninista. Felix Dzershinski (1877-1926): uno de
los fundadores del Partido Socialdemócrata Polaco, militó en el movimiento
revolucionario de Polonia y Rusia. Después de la Revolución dirigió la Cheka
desde que se formó en diciembre de 1924, y también el Consejo Supremo de la
Economía Nacional Apoyó a Stalin.
[10] Albert Purcell (1872-1935): dirigente del Consejo
General del Congreso Sindical Británico y del Comité Sindical Anglo-Ruso en la
época de la traición la huelga general británica de 1926.
[11] Alexandre Millerand (1859-1943): el primer socialista
que formó parte de un gabinete burgués, cuando lo designaron ministro de
comercio en el gobierno francés de 1899; luego lo expulsaron del Partido
Socialista. Ocupó varios cargos ministeriales y fue presidente de la república
en 1920. Entre 1900 y 1901 Rosa Luxemburgo escribió una serie de artículos
reunidos bajo el título “la crisis socialista en Francia” en los que denunció
severamente a Millerand; un largo extracto de estos artículos se reproduce en
las Obras escogidas de Rosa Luxemburgo.
[12] Alexander Parvus (1869-1924): destacado teórico
marxista de Europa oriental en la preguerra, colaboró con Trotsky y llegó a
conclusiones similares a las de la teoría de la revolución permanente. Trotsky
rompió con Parvus en 1914, cuando éste se convirtió en uno de los dirigentes
del ala pro guerra de la socialdemocracia alemana. En 1917 trató de reconciliar
al partido socialdemócrata alemán con los bolcheviques y posteriormente a los
socialistas independientes con la dirección socialdemócrata de Ebert-Noske.
[13] Iulius Martov (1873-1923): uno de los fundadores del
Partido Obrero Socialdemócrata Ruso; al principio estuvo estrechamente ligado a
Lenin. Más adelante se convirtió en dirigente del ala izquierda menchevique, se
puso en contra de la Revolución de Octubre y en 1920 emigró a Alemania.
[14] Ulrich von Hutten (1488-1523): humanista y poeta
alemán, fue un teórico de los miembros de la nobleza que estaban a favor de
reformar el imperio eliminando a los príncipes y secularizando la propiedad
eclesiástica.
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