La acrobacia programática de los socialpatriotas
(1902) 43
La Cuestión Polaca en el Congreso Internacional de Londres (1896) 29
Rosa Luxemburgo La cuestión polaca en el Congreso Internacional en
Londres (1896)
http://eljanoandaluz.blogspot.com.es/2017/11/rosa-luxemburgo-la-cuestion-polaca-en.html
http://eljanoandaluz.blogspot.com.es/2017/11/rosa-luxemburgo-la-cuestion-polaca-en.html
3. Federación, centralización y particularismo (está el
documento traducido al castellano “Rosa Luxemburgo Prólogo de la
antología: La cuestión polaca y el movimiento socialista (1905)”
Rosa Luxemburgo y la cuestión nacional (primera parte)
La acrobacia programática de los socialpatriotas
(1902) 43
FRAGMENT ÜBER KRIEG, NATIONALE FRAGE UND REVOLUTION [1]
FRAGMENTO SOBRE LA GUERRA, LA CUESTIÓN NACIONAL Y LA REVOLUCIÓN [1]
http://arsfemina.de/politische-schriften-iii/fragment-%C3%BCber-krieg-nationale-frage-und-revolution-17051
FRAGMENTO SOBRE LA GUERRA, LA CUESTIÓN NACIONAL Y LA REVOLUCIÓN [1]
http://arsfemina.de/politische-schriften-iii/fragment-%C3%BCber-krieg-nationale-frage-und-revolution-17051
Fragmentos sobre la Guerra la Cuestión Nacional y la Revolución (1918) desde la página 187
Rosa
Luxemburgo. 5. La cuestión nacional y la autonomía (1908)
El último "Testamento" de Lenin o Carta al Congreso del Partido Comunista de Rusia bolchevique
“Sólo he tenido tiempo para hablar con el camarada Dzerzhinski, que vino
formar el Cáucaso y me dijo cómo este asunto se puso en Georgia. También
he podido intercambiar algunas palabras con el camarada Zinoviev y expresar mis
aprehensiones sobre este asunto. De lo que me dijeron por el camarada
Dzerzhinski, que estaba a la cabeza de la comisión enviada por el CC para
"investigar" el incidente
de Georgia , sólo podía sacar las mayores
aprehensiones. Si las cosas habían llegado a un extremo tal que Orjonikidze
podría llegar al extremo de la aplicación de la violencia física, como el
camarada Dzerzhinski me informó, podemos imaginar qué lío nos hemos
metido. Obviamente, todo el asunto de "autonomización" era
radicalmente errónea y mal sincronizado.”
Georgian
Affair-1921
En febrero de 1921, con el estallido de los levantamientos populares
contra el gobierno menchevique allí, el Ejército Rojo invadió para
ayudar. Sin embargo, el alcance y la popularidad del levantamiento se
habían exagerado y al Ejército Rojo le llevó diez días de intensos combates
entrar en Tiflis, la capital georgiana.
Trotsky, jefe del Ejército Rojo, no había ordenado ni siquiera había sido
informado sobre la invasión de Georgia, que fue instigada y llevada a cabo
principalmente por Stalin (Secretario General) y Ordzhonikidze (comisario jefe
del Consejo de Guerra Revolucionario del Cáucaso). Trotsky no estuvo de
acuerdo con la invasión y explicó que la población podría llevar la
revolución. Lenin, estuvo de acuerdo con la invasión, pero instó a una
extrema precaución en su implementación para asegurar que el "matón
ruso" ayudaría y no dominaría, la revolución georgiana.
Más tarde, Lenin escribió en una de sus últimas cartas al Congreso de los
Soviets, que mantener el derecho a la autonomía y la igualdad de las minorías
nacionales de Rusia era absolutamente esencial. En el incidente georgiano,
recordó, el chauvinismo ruso y las prácticas de Stalin violaron la base más
primaria de la solidaridad de clase proletaria, al ejercer los intereses de una
gran nación sobre una pequeña. (Ver: Sobre la cuestión de las nacionalidades
La
cuestión de las nacionalidades o "autonomización"
Supongo que he sido muy negligente con respecto a los trabajadores de
Rusia por no haber intervenido enérgica y decisivamente en la notoria cuestión
de la autonomización, que, al parecer, se llama oficialmente la cuestión de las
repúblicas socialistas soviéticas.
Cuando surgió esta pregunta el verano pasado, estaba enfermo; y
luego, en otoño, confié demasiado en mi recuperación y en las sesiones
plenarias de octubre y diciembre, lo que me brindó la oportunidad de intervenir
en esta cuestión. Sin embargo, no pude asistir a la reunión plenaria de
octubre (cuando surgió esta pregunta) ni a la de diciembre, por lo que la
pregunta pasó casi por completo.
Solo he tenido tiempo para una conversación con el camarada Dzerzhinsky,
que vino del Cáucaso y me contó cómo era este asunto en Georgia. También
he logrado intercambiar algunas palabras con el camarada Zinoviev y expresar
mis aprensiones sobre este asunto. Por lo que me dijo el camarada
Dzerzhinsky, que estaba a la cabeza de la comisión enviada por el CC para
"investigar" el incidente georgiano , solo pude sacar
las mayores aprensiones. Si los asuntos hubieran llegado a tal punto que
Orjonikidze podría llegar al extremo de aplicar violencia física, como me
informó el camarada Dzerzhinsky, podemos imaginar en qué confusión nos hemos
metido. Obviamente, todo el asunto de la "autonomización" era
radicalmente erróneo y mal sincronizado.
Se dice que se necesitaba un aparato unido. ¿De dónde vino esa
seguridad? ¿No vino del mismo aparato ruso que, como señalé en una de las
secciones precedentes de mi diario, tomamos el poder del zarismo y lo ungimos
ligeramente con el petróleo soviético?
No hay duda de que esa medida debería haberse retrasado hasta que
pudiéramos decir que garantizamos que nuestro aparato es nuestro. Pero
ahora, debemos, en toda conciencia, admitir lo contrario; el aparato que
llamamos nuestro es, de hecho, aún bastante extraño para nosotros; es una
mezcolanza burguesa y zarista y no ha habido posibilidad de deshacerse de ella
en el transcurso de los últimos cinco años sin la ayuda de otros países
y porque hemos estado "ocupados" la mayor parte del tiempo con
compromisos militares y la lucha contra el hambre.
Es muy natural que en tales circunstancias la "libertad de separarse de la unión" por la cual nos
justificamos será un mero trozo de papel, incapaz de defender a los no rusos de
la embestida de ese hombre realmente ruso, el Gran Ruso chauvinista, en esencia
un bribón y un tirano, como el típico burócrata ruso. No hay duda de que
el porcentaje infinitesimal de trabajadores soviéticos y sovietizados se
ahogará en esa marea de chusma machista ruso como una mosca en la leche.
Se dice en defensa de esta medida que las Comisarías del Pueblo
directamente relacionadas con la psicología nacional y la educación nacional se
establecieron como órganos separados. Pero ahí surge la pregunta: ¿pueden
estas Comisarías del Pueblo hacerse independientes? y segundo: ¿fuimos lo
suficientemente cuidadosos como para tomar medidas para proporcionar a los no
rusos una protección real contra el verdadero matón ruso? No creo que
hayamos tomado esas medidas, aunque podríamos y deberíamos haberlo hecho.
Creo que la
prisa de Stalin y su enamoramiento con la administración pura, junto con su
rencor contra el notorio "nacionalismo-socialismo" [Stalin
criticó a las naciones minoritarias por no ser "internacionalistas"
porque deseaban unirse con Rusia] , jugó un papel fatal aquí. En
política, el despecho generalmente juega los roles más bajos.
También temo que el camarada Dzerzhinsky, que fue al Cáucaso para
investigar el "crimen" de esos "socialistas-socialistas",
se distinguió allí por su mentalidad verdaderamente rusa (es de conocimiento
común que personas de otras nacionalidades que se han convertido en
rusificadas) sobre-hacer este estado de ánimo ruso) y que la imparcialidad de
toda su comisión fue tipificada bastante bien por el "maltrato" de
Orgonikidze. Creo que ninguna provocación o incluso un insulto pueden
justificar el maltrato de los hombres rusos y que el camarada Dzerzhinsky era
inexcusablemente culpable al adoptar una actitud despreocupada al respecto.
Para todos los ciudadanos en el Cáucaso, Orjonikidze era la
autoridad. Orjonikidze no tenía derecho a mostrar esa irritabilidad a la
que él y Dzerzhinsky se referían. Por el contrario, Orjonikidze debería
haberse comportado con una moderación que no puede exigirse a ningún ciudadano
común, y menos a un hombre acusado de un crimen "político". Y,
para decir la verdad, esos socialistas nacionalistas eran ciudadanos acusados
de un crimen político, y los términos de la acusación eran tales que no podía
describirse de otro modo.
Aquí tenemos una pregunta importante de principio: ¿cómo se debe entender
el internacionalismo?
Lenin
30 de diciembre de 1922
Tomado por MV
Tomado por MV
Continuación de las notas.
31 de diciembre de 1922
31 de diciembre de 1922
En mis escritos sobre la cuestión nacional, ya he dicho que una
presentación abstracta de la cuestión del nacionalismo en general no sirve para
nada. Debe hacerse necesariamente una distinción entre el nacionalismo de
una nación opresora y el de una nación oprimida, el nacionalismo de una gran
nación y el de una nación pequeña.
Con respecto al segundo tipo de nacionalismo, nosotros, ciudadanos de una
gran nación, casi siempre hemos sido culpables, en la práctica histórica, de un
número infinito de casos de violencia; además, cometemos violencia e
insultamos un número infinito de veces sin darnos cuenta. Basta recordar mis
reminiscencias del Volga sobre cómo se trata a los no rusos; cómo a los
polacos no se les llama con otro nombre que Polyachiska, cómo se apoda al
tártaro Prince, cómo los ucranianos son siempre Khokhols y los georgianos y
otros ciudadanos caucásicos siempre kapkasianos.
Es por eso que el internacionalismo por parte de los opresores o
"grandes" naciones, como se les llama (aunque son grandes solo en su
violencia, solo grandes como matones), debe consistir no solo en la observancia
de la igualdad formal de las naciones, sino incluso en una desigualdad de la
nación opresora, la gran nación, que debe compensar la desigualdad que se
obtiene en la práctica real. Cualquiera que no comprenda esto no ha
comprendido la verdadera actitud proletaria a la cuestión nacional, sigue
siendo esencialmente pequeñoburgués en su punto de vista y, por lo tanto,
seguramente descenderá al punto de vista burgués.
¿Qué es importante para el proletario? Para el proletario no solo es
importante, sino que es absolutamente esencial que se le garantice que los no
rusos depositan la mayor confianza posible en la lucha de clases
proletaria. ¿Qué se necesita para asegurar esto? No solo la igualdad
formal. De una forma u otra, por la propia actitud o por concesiones, es
necesario compensar al no ruso por la falta de confianza, por la sospecha y los
insultos a los que el gobierno de la nación "dominante" los sometió
en el pasado.
Creo que es innecesario explicar esto a los bolcheviques, a los
comunistas, en mayor detalle. Y creo que en el presente caso, en lo que
concierne a la nación georgiana, tenemos un caso típico en el que una actitud
genuinamente proletaria hace que una profunda cautela, consideración y
disposición a comprometer una cuestión de necesidad para nosotros. El
georgiano [Stalin]quien es negligente con este aspecto de la cuestión,
o quien descuidadamente lanza acusaciones de "socialismo-socialismo"
(mientras que él mismo es un verdadero y verdadero
"nacionalista-socialista", e
incluso un vulgar matón ruso-ruso),
viola, en sustancia, los intereses de la
solidaridad proletaria de clase, porque nada detiene el desarrollo y el
fortalecimiento de la solidaridad proletaria de clase como la injusticia
nacional; Los nacionales "ofendidos" no son sensibles a nada
tanto como a la sensación de igualdad y la violación de esta igualdad, aunque
sea por negligencia o broma, a la violación de esa igualdad por parte de sus
camaradas proletarios. Por eso, en este caso, es mejor sobrepasar en lugar
de someterse a las concesiones y la indulgencia hacia las minorías
nacionales. Por eso, en este caso, el
interés fundamental de la lucha de clases proletaria exige que nunca adoptemos
una actitud formal ante la cuestión nacional, sino que siempre tomemos en
cuenta la actitud específica del proletario de la nación oprimida (o pequeña)
hacia el opresor (o gran) nación.
Lenin
Tomado por MV
31 de diciembre de 1922
31 de diciembre de 1922
Continuación de las notas.
31 de diciembre de 1922
31 de diciembre de 1922
¿Qué medidas prácticas deben tomarse en la situación actual?
En primer lugar, debemos
mantener y fortalecer la unión de las
repúblicas socialistas. De esto no puede haber ninguna duda. Esta
medida es necesaria para nosotros y es necesaria para el proletariado mundial
comunista en su lucha contra la burguesía mundial y su defensa contra las intrigas
burguesas.
En segundo lugar, la
unión de las repúblicas socialistas debe mantenerse para su aparato
diplomático. Por cierto, este aparato es un componente excepcional de
nuestro aparato estatal. No hemos permitido que una sola persona
influyente del antiguo aparato zarista entre en ella. Todas las secciones
con cualquier autoridad están compuestas por comunistas. Es por eso que ya
se ha ganado a sí mismo (esto puede decirse con valentía) el nombre de un
aparato comunista confiable purgado en un grado incomparablemente mayor de los
antiguos elementos zaristas, burgueses y pequeñoburgueses que el que hemos
tenido que conformar con en otras
Comisarías del Pueblo.
En tercer lugar, debe
infligirse un castigo ejemplar al camarada Orjonikidze (lo digo con más pesar,
ya que soy uno de sus amigos personales y he trabajado con él en el extranjero)
y la investigación de todo el material recopilado por Dzerzhinsky debe
completarse o iniciarse, una vez más para corregir la enorme masa de errores y
juicios sesgados que sin duda contiene. La responsabilidad política de
toda esta verdadera campaña nacionalista de Gran Rusia debe, por supuesto, ser
atribuida a Stalin y Dzerzhinsky.
Por cuartos, las reglas
más estrictas se deben introducir en el uso del idioma nacional en las
repúblicas no rusas de nuestra unión, y estas reglas se deben verificar con
especial cuidado. No hay duda de que nuestro aparato es lo que es, con la
excusa de la unidad en el servicio ferroviario, la unidad en el servicio
fiscal, etc., una masa de abusos verdaderamente rusos. Especial ingenio es
necesario para la lucha contra estos abusos, sin mencionar la sinceridad
especial de parte de quienes emprenden esta lucha. Se requerirá un código
detallado, y solo los ciudadanos que residan en la República en cuestión pueden
prepararlo con éxito. Y entonces no podemos estar seguros de antemano de
que como resultado de este trabajo no demos un paso atrás en nuestro próximo Congreso
de los Soviets, es decir.
Debe tenerse en cuenta que la
descentralización de las Comisarías del Pueblo y la falta de coordinación
en su trabajo en Moscú y otros centros pueden ser compensadas suficientemente
por la autoridad del Partido si se ejerce con la suficiente prudencia e
imparcialidad; el daño que puede causar a nuestro estado la falta de
unificación entre los aparatos nacionales y el aparato ruso es infinitamente
menor que el que se nos hará no solo a nosotros, sino a toda la Internacional y
a los cientos de millones de personas de Asia, que está destinado a seguirnos
al escenario de la historia en el futuro cercano. Sería un oportunismo
imperdonable si, en la víspera del debut de Oriente, tal como está
despertando, minamos nuestro prestigio con sus pueblos, aunque solo sea
por la menor crudeza o injusticia hacia nuestras propias nacionalidades no
rusas. La necesidad de manifestarse contra los imperialistas de Occidente,
que defienden el mundo capitalista, es una cosa. No puede haber ninguna
duda al respecto y sería superfluo para mí hablar sobre mi aprobación incondicional. Otra
cosa es cuando nosotros mismos abandonamos, aunque sea en pequeñas cosas, las
actitudes imperialistas hacia las nacionalidades oprimidas, socavando así toda
nuestra sinceridad de principios, toda nuestra defensa de principio de la lucha
contra el imperialismo.
Lenin
31 de diciembre de 1922
Tomado por MV
Tomado por MV
Rosa
Luxemburgo: La acrobacia programática de los socialpatriotas (1902).
Tabla de contenidos I 1
II 3
III 6
I
Junto a las obligaciones generales que el orden económico y político de
la sociedad actual les confiere, los partidos socialistas de los distintos
países tienen planteadas tareas específicas: llevar a cabo de una u otra forma
la ideología heredada a través de las luchas precedentes y la historia política
del país; así, desde su nacimiento, la socialdemocracia alemana se encontró
enfrentada al difícil problema de la unidad alemana; la socialdemocracia
francesa, al ideal de la república heredado de la democracia pequeño-burguesa;
la socialdemocracia rusa, a la tradición de desarrollo histórico «natural» de
Rusia. Desde el principio, la socialdemocracia polaca tenía como tarea llevar a
cabo la herencia histórica de la nobleza polaca, es decir, encontrar una
solución a la cuestión nacional.
Ya los primeros pasos del movimiento obrero polaco encuentran su origen
en la negación categórica a responder al problema de las nacionalidades. La
socialdemocracia, que desde los años noventa ha confrontado a la
socialdemocracia europea occidental con los problemas del proletariado polaco
en lucha, completa la actitud negativa de los socialistas polacos respecto a la
cuestión nacional con un programa político positivo: lucha común con el
proletariado de cada una de las potencias ocupantes por la democratización de
las condiciones políticas comunes, y en el Reino Unido, en particular, lucha
por el derrocamiento del zarismo y la obtención de una constitución.
Paralelamente al auténtico movimiento de la clase obrera polaca han
existido desde muy pronto las naturales
tentativas de alianza entre el socialismo y el patriotismo, que han dado un
tinte nacional a este movimiento, internacional en su esencia. En el umbral de
los años ochenta el grupo «Pobudka» hizo una tentativa de este tipo en París, y
después de su desaparición, en el transcurso de los años noventa, el autodenominado
Partido Socialista Polaco 1 reemprendió esta tarea.
El socialpatriotismo en su nueva forma es, con mucho, más
pretencioso de lo que fue el modesto «Pobudka» parisiense. Si éste enarboló
abiertamente la enseña del águila blanca polaca, a la que el rojo pálido no le
servía más que de fondo, sus herederos actuales se presentan como un partido
socialista obrero auténtico, que sólo es movido por motivos políticos cuando
impone a los obreros la tarea de
1 El Partido
Socialista Polaco (P.P.S.) pasa a ser claramente nacionalista cuando dos de sus
grupos se unen a la Federación de Trabajadores Polacos y a los retos de
«proletariado», cuyo resultado será la fundación del Partido Socialdemócrata
del Reino de Polonia en el año 1893; sus principales dirigentes fueron, con
Rosa Luxemburg y Leo Jogiches, Adolf Warski y Jilan Marchlewski, todos miembros
del consejo de redacción de Sprawra Robotnicza, que hasta ese momento había
sido el órgano del P.P.S
restaurar Polonia. Si el «Pobudka» nació abierta y honestamente cubierto
con la Konfederatka, el P.P.S. actual va a la guerra contra la anexión cubierto
con una boina obrera. Veamos en qué medida se esconde realmente el espíritu del
socialismo moderno bajo esta moderna indumentaria.
De acuerdo con los principios de Marx y Engels, aceptados hoy en buena
medida por el movimiento obrero, cada programa que reivindique el nombre de
«socialista» debe ser conforme a una verdadera exigencia de socialismo
científico y, ante todo, tener una verdadera motivación científica.
La inflexión que las teorías de Marx han suscitado en la historia del
pensamiento socialista y en el movimiento obrero, se funda en el hecho de que
reemplazaban las aspiraciones socialistas basadas únicamente sobre la idea de
justicia y de bien común, sobre la inmoralidad del sistema capitalista, en una
palabra: sobre la necesidad imaginada de diversas formas, por aspiraciones
fundadas en el desarrollo objetivo de la sociedad burguesa; sobre la necesidad
histórica, que tiene su origen a fin de cuentas, en el desarrollo económico.
Desde este momento, las aspiraciones socialistas y el movimiento obrero se
confundieron y constituyeron juntas una fuerza histórica consciente de sus
objetivos, que avanza con el fatalismo de las leyes naturales (un ejemplo de
este fenómeno en su forma más pura es el crecimiento casi geométrico de la
socialdemocracia alemana).
Hoy no se encuentra ya ningún partido socialista que, al menos
conscientemente, no encare el provenir del socialismo según el esquema indicado
aquí arriba. Ciertamente en las filas de la socialdemocracia se pueden
constatar hoy corrientes aisladas, que se inclinan hacia un idealismo caduco en
la justificación de las aspiraciones socialistas (Berstein y sus consortes);
pero incluso estos reanimadores de la utopía rinden homenaje a la ideología
marxista dominante negando su utopismo con obstinación, convencidos de ser los
más fervientes adeptos del materialismo histórico.
No obstante, hoy nos encontramos con que tras una justificación
científica del objetivo final, muchos creen poder justificar su llamado
programa mínimo inmediato empleando el antiguo método, es decir, razonar en
términos de necesidad absoluta, de utilidad, etc. En realidad, la conexión
interna entre el programa mínimo y el objetivo final del socialismo es tan
grande, que no puede aceptar una justificación tan diferente de las dos partes
del programa socialista.
Porque si consideramos el programa socialista desde el punto de vista
histórico, y es el único racional, si encaramos la aspiración al socialismo en
la perspectiva del desarrollo histórico de la sociedad burguesa, del que la
clase obrera adopta conscientemente ciertos fenómenos fundamentales dándoles
una expresión política a través de la lucha de clases, comprenderemos que el
programa mínimo de un partido socialista no puede representar otra cosa que
etapas históricas en el desarrollo de la sociedad actual hacia la revolución
socialista.
La identidad del programa mínimo y el programa máximo de un partido
socialista debe lógicamente corresponder a esta constante que el proletariado
ha afirmado en el transcurso de sus luchas. En una palabra: el programa
inmediato (mínimo) de los socialistas de cada país debe estar justificado
absolutamente de la misma manera que el objetivo final, es decir, estar fundado
sobre el desarrollo económico-político y sobre la necesidad histórica.
Pero si este programa se apoya sobre el esquema general de la sociedad
burguesa, que es la misma en Inglaterra, en Rusia, en Alemania, en España, en
Francia y en los Estados Unidos, el programa inmediato debe tener en cuenta las
particularidades económicas, políticas e históricas de cada país, es decir,
debe basarse en el desarrollo económico-político específico del país en
cuestión.
La historia del programa agrario de la socialdemocracia alemana prueba
que los partidos socialistas que están en la vanguardia del movimiento obrero
europeo siguen este principio. De forma análoga, la socialdemocracia rusa se ha
impuesto como primera tarea la destrucción de zarismo y la lucha por una constitución,
no tanto porque lo juzgue necesario para el desarrollo ulterior de la lucha de
clases, sino, sobre todo, porque el desarrollo material del Estado ruso conduce
lógicamente a la bancarrota del gobierno autocrático en tanto que necesidad
histórica.
Partiendo de esta concepción nos planteamos la cuestión de la
justificación del programa socialpatriota, es decir, de la restauración
de Polonia.
Todos los que hayan seguido la historia de los socialistas polacos desde
las primeras manifestaciones de la línea patriota en 1893 deben convenir en que
ésta ha estado sujeta a fluctuaciones hasta el último momento, que tanto el
contenido como la justificación del programa de independencia polaca sufrían
continuas modificaciones, que casi cada adepto a esta línea concebía de una
manera diferente. Para unos, la independencia polaca debía constituir el
programa máximo que sería realizado por la victoria del proletariado sobre el
sistema burgués. Otros la concebían como una etapa pasajera, como un
programa medio, entre el programa mínimo y el programa máximo, a realizar, si
fuera posible, cuando la clase obrera «no
es todavía lo bastante fuerte» para arremeter seriamente contra la sociedad
actual, pero es ya lo «bastante fuerte» para derribar a las tres potencias
aliadas que se reparten Polonia. En esta versión del social-patriotismo, la
constitución rusa estaba perfectamente de acuerdo con la independencia polaca,
en el sentido en que ésta era su primera etapa. Otros consideraban la
restauración de Polonia como la reivindicación mínima del proletariado polaco y
paralela al papel que la socialdemocracia polaca había asignado a la lucha por
una constitución. Aunque esta modalidad es el recién nacido del socialpatriotismo,
se ha convertido en predominante y puede ser considerada como el verdadero
programa de esta línea.
Sin embargo, si bien la formulación de las aspiraciones políticas del PSP
han tomado tal o cual aspecto definitivo, en la justificación de esta política
arcaica constatamos la fluctuación permanente y la ausencia de una concepción
clara y limpia. Resumiendo, hasta hoy el partido socialista no ha propuesto
ninguna justificación oficial y homogénea de su programa político. Entre toda
la voluminosa literatura de esta línea podemos buscar en vano un trabajo que justifique
el programa del Partido Socialista Polaco. Sólo encontraremos afirmaciones
dispersas aquí y allí, un puñado de vagas pruebas destinadas a defender este
programa. Ya el análisis crítico de estas justificaciones programáticas,
emitidas ocasionalmente, demuestra que la ausencia de una motivación verdadera
y unitaria del social patriotismo no es fortuita, sino más bien la consecuencia
natural de una situación de hecho.
II
La prueba más antigua, y al mismo tiempo la más frecuente citada, es la
que arguye que la debilidad del movimiento obrero, así como la ausencia de una
fuerza revolucionaria en Rusia capaz de derrocar el zarismo muy a corto plazo,
hace ilusoria toda esperanza de conquistar las libertades democráticas. Con
esta argumentación se establecía una dudosa línea lógica entre el
«Proletariado»2 muy antipatriota y sus sucesores patriotas. La actitud
puramente negativa del partido del «proletariado» respecto a las aspiraciones
nacionales polacas no habría tenido más causa que la ceguera de los primeros
socialistas polacos y la sobreestimación del significado del movimiento
revolucionario en Rusia. Cuando tras la ruina del «Narodnaja Volja»3 en
Rusia comenzó a reinar una paz revolucionaria, entonces -según este
razonamiento- los socialistas polacos debían llegar a la convicción de que para
ellos el único cambio revolucionario pasaba por la separación de Rusia.
Sin entrar en el valor histórico y lógico de estos métodos que tratan de
adosarse al «proletariado» ardientemente internacionalista, vamos a ocuparnos de juzgar la principal
prueba ofrecida por el socialpatriotismo.
La disparidad geográfica, por decirlo así, entre la justificación
y el mismo programa a que esta justificación debía servir de fundamento, es a
lo que de inmediato salta a la vista. Cuando se trata de la independencia
polaca, en tanto que tarea política de la clase obrera, toda persona de juicio
comprende hoy que por «Polonia independiente» no se entiende tal o cual
territorio ni una caricatura napoleónica del Estado a imagen del «Gran Ducado
de Varsovia», sino una Polonia aproximativamente étnica, una Polonia que
englobe las tres partes. Que no es otra la forma en que los partidarios del
socialpatriotismo conciben al asunto, queda probado por el hecho de que se
esfuercen en formar un solo partido político en las tres provincias ocupadas
llevando una política común.
Aunque el programa de reconstrucción de Polonia concierne naturalmente a
las diferentes partes de la antigua República, la exposición de los motivos no
se refiere más que a una sola: el reino de Polonia.
2 Partido
socialista, revolucionaria, fundado en Polonia en 1882. Rosa Luxemburg se
afilió a él un año después que sus principales dirigentes: Bardowski, Kunicki,
Ossowki y Petrusinski, fueran procesados y finalmente colgados el 28 de enero
de 1886.
3 Narodnaia
Volia (La Voluntad del Pueblo), fundada en 1879 tras la división de «Zemlia i
Volia» (Tierra y Libertad), tenía un programa populista, utópico, que
incapacitó a la organización para conectar con el movimiento de masas
revolucionario ruso y derivó en sus acciones al terrorismo. El gobierno
zarista, por medio de provocadores y una brutal represión, aniquiló a la
organización, que se disgregó después de 1881, siendo inútiles todos los
intentos posteriores por reavivarla.
¡La ausencia de un movimiento revolucionario en Rusia, evidentemente, no
puede constituir una razón seria para separar Galitzia de Austria o el Gran
Ducado de Poznan y Prusia Oriental de Alemania! Las provincias polacas
pertenecientes a Austria y a Prusia deberían, pues, querer separarse
definitivamente de las potencias que se las reparten sólo por gusto. Por otra
parte, es cierto que uno de los socialpatriotas más fanáticos -Veto- se levanta
más particularmente contra Austria y presenta toda una serie de pruebas para
justificar una «separación de Galitzia». Pero el nido que Veto dejó en un vuelo
de águila renegó solemne y oficialmente de él al mismo tiempo que de su
argumentación, comprometedora para el partido socialpatriota (puede que sea
porque su argumentación era demasiado sincera y muy poco diplomática). Sea como
sea, no se han dado otras razones, ni en Galitzia ni en Prusia, para justificar
la aspiración a una Polonia independiente, de suerte que hasta hoy el programa
de independencia no está motivado más que en lo que se refiere a la tercera
provincia.
Esto no es todo: afirmamos incluso que la alegación concerniente a la
parte rusa conduce -tras una corta reflexión- a resultados opuestos a los de
las otras dos. Si la prueba principal de la necesidad de una separación del
zarismo reside realmente en la superioridad -tantas veces citada- cultural,
económica y política del reino sobre Rusia, las cosas son diferentes en Poznan,
en Prusia y en Silesia Superior. Ni el más fanático enemigo de Alemania puede negar
que en estos territorios la población es inferior en todos los aspectos al
pueblo alemán. Si consideramos el movimiento obrero ruso como una empresa
impotente y abandonada, que nos resulta más un estrobo que un digno aliado, la
clase obrera alemana, por el contrario, está a la cabeza del mundo entero,
mientras que el movimiento socialista polaco va a remolque mucho más atrás. ¡Si
en Rusia la esperanza de conquistar las libertades políticas elementales es tan
débil, nosotros, en cambio, sacamos el mayor provecho de las instituciones
parlamentarias, tenemos la mejor baza para la lucha política: el sufragio
universal, que, por otra parte es utilizado de forma mucho más inteligente por
el pueblo alemán que por el polaco! Aquí cualquier auténtico socialpatriota
exclamará con cara de triunfo que el atraso material y espiritual del Gran
Ducado de Poznan es justamente consecuencia de la agresión alemana, del trato
desventajoso que infligen el gobierno y la sociedad alemana, y que el estado de
atraso es la mejor prueba de la necesidad de conquistar la independencia.
Si quisiéramos tomar en serio este argumento sin comprometernos, por
tanto, en una crítica seria, constataríamos
un extraño desorden en la concepción del programa socialpatriota.
Así, debemos separarnos de Rusia porque le somos superiores en el plano
cultural y social; de Alemania debemos separarnos porque le somos inferiores en
el plano cultural y social y sufrimos una opresión nacional; de Austria debemos
separarnos ya que ejerceríamos una especie de autogestión estatal y gozaríamos
de la total igualdad nacional. ¿Cómo aclararse?
Si nos hemos entretenido un momento en esta acrobacia lógica no es porque
pretendiéramos tomar en serio o refutar seriamente los argumentos indicados
aquí arriba. Como dice un proverbio alemán: a
los gorriones no hay que dispararles con cañón. Con estos pequeños sondeos
sólo pretendíamos poner en evidencia el carácter particular de esta
argumentación, este titubeo, esta división, este revocado artificial de un
programa que se desmorona cada vez que se toca con algo más de seriedad, en una
palabra, esta palabrería de la justificación de las aspiraciones
socialpatriotas.
Aquí no se trata tampoco de ninguna argumentación unitaria de un programa
fundado sobre el desarrollo interno propio de cada una de las tres partes de
Polonia, sobre la tendencia a la unión económica y, por consiguiente, política
y nacional. La argumentación de los socialpatriotas es un barullo de pruebas
que presentan aspecto diferente para cada una de las partes, un barullo que
hace pensar más en la justificación de la visita de Macielet de Barleka a la
corte de Soplica, que en la construcción científica de un programa socialista
moderno:
Porque todos guardaban rencor al juez por múltiples razones, como es habitual
entre vecinos: a éste le perjudicó, aquel había sufrido destrozos, allí hubo
una disputa acerca de las líneas de demarcación, algunos sólo estaban
contrariados, otros se dejaban llevar sólo por la envidia de la fortuna del
juez, pero el rencor los unía a todos.
La similitud es total, en efecto. Las pruebas de los socialpatriotas no
proporcionan ninguna indicación sobre las tendencias históricas objetivas a la
unificación de Polonia, no son más que «rencores» y «quejas», por consiguiente,
motivos puramente subjetivos. Supongamos realmente que las afirmaciones de los
socialpatriotas en lo que concierne al estado desesperado de las condiciones
sociales en Rusia sean exactas. Ahora bien, ni siquiera las más tristes de las
perspectivas para los países hoy dominados por el zarismo constituye por sí una
prueba histórica de la necesidad y aún de la posibilidad de una separación
violenta del zarismo. La necesidad de la restauración polaca frente a la
situación deplorable de Rusia es una idea que sólo tiene su origen en la cabeza
de los especuladores políticos socialpatriotas y no resulta en absoluto del
desarrollo de Polonia y de Rusia. Y esta necesidad sutilmente imaginada no
tiene más fuerza respecto a la historia que la argumentación del personaje de
Gogol -Chlestrakov- que, sin tener una perra en el bolsillo, encargaba un
almuerzo en un restaurante siguiendo al principio: «Ved'ja sovsem otoscaju»
(pero moriría de inanición).
Nos comprometemos a demostrar categóricamente, que si los países de
Bohemia, que están entre las regiones más industrializadas de Austria, formaran
un Estado independiente, si el territorio de Moscú, el corazón de la Rusia
capitalista, recobrara su independencia política de los tiempos del Gran Ducado
de Moscú, si la ciudad de Hamburgo obtuviera la independencia que poseía antes
de la formación del imperio Alemán, si... -¡Ay! ¿Qué se podrá demostrar con un
poco de buena voluntad y una pizca de fantasía?-, entonces podríamos demostrar
que gracias a todos estos cambios la causa socialista había ganado enormemente.
¿Pero tienen todas estas combinaciones más valor que la charlatanería política
de los parroquianos de un café?
Las «quejas» y el «rencor» de los socialpatriotas tratando de justificar
las aspiraciones de independencia nacional constituyen esencialmente una
acrobacia lógica e histórica, como la que ya hemos mencionado. Explicar el
estado de atraso social e intelectual del Gran Ducado de Poznan por la opresión
nacional ejercida por Prusia es realmente poner las cosas al revés. Se trata
exactamente de lo contrario. La falta de resistencia intelectual frente a la
germinación que ha permitido progresos incomparablemente mayores en la
población polaca de Prusia que los rendidos por la rusificación en el Reino de
Polonia, super-capitalista, aunque los métodos del gobierno zarista sean
ciertamente más brutales, esta falta se explica única y exclusivamente por el
estado de atraso económico y social, la falta de vida ciudadana y de
inteligencia burguesa, el adormecido carácter pequeño-burgués de los habitante
de Poznan.
Pero, incluso si supiéramos que tanto la crítica de la situación actual
de los territorios polacos, como las promesas para el futuro hechas por los
socialpatriotas a cambio de una Polonia independiente fuesen completamente
exactas, sus «quejas» y su «rencor» no bastarían por ello para justificar el
programa de restauración de Polonia. Y esto lo ha demostrado la historia de los
movimientos socialistas de forma irrefutable. Como sabemos, las teorías
socialistas vienen de muy antiguo y se remontan a su forma moderna y clásica,
al principio del siglo XIX. Ya los clásicos entre los pioneros socialistas,
Owen, St. Simon y Fourier partieron sin ninguna duda del sistema capitalista en
la elaboración de sus teorías. Pero esto no es todo. La crítica a la que
sometían la economía capitalista, su análisis del sistema socialista liberador
en sus consecuencias materiales e intelectuales para la humanidad, eran de una
genialidad incontestable y conservan su validez en nuestros días. A pesar de esto,
Owen, St. Simon y Fourier quedaron como los utópicos del socialismo. A pesar de
sus conmovedoras acusaciones contra el sistema burgués, a pesar de la
genialidad de sus presentimientos socialistas, el socialismo mismo no pasó de
ser una utopía hasta que Karl Marx hubo transferido la crítica subjetiva del
capitalismo y el deseo subjetivo del socialismo al terreno realista del
desarrollo histórico objetivo de la economía capitalista hacia el socialismo.
El razonamiento político de nuestros socialpatriotas se vuelve a
encontrar la copia fiel del método de los antiguos utópicos -excepción hecha,
por supuesto, del genio crítico y de la veracidad de las afirmaciones. Como no
son capaces de fundamentarse en el desarrollo histórico de Polonia hacia la
independencia -por la simple razón de que tal desarrollo no existe, las
tendencias económicas y, en consecuencia, las tendencias políticas de los
territorios polacos divididos son exactamente divergentes y conducen, sobre
todo en ese territorio decisivo que es el Reino de Polonia, hacia la unión
económica y política con el Estado dominante-, no pueden pues, más que sacar a
la luz todos los defectos, deplorar la situación actual de la Polonia perdida y
pintar de color de rosa esta «república popular», que sería la nuestra
en una Polonia independiente. Pero si en otro tiempo el método de Owen, de
Saint Simon y de Fourier les impedía crear algo más que una utopía socialista
genial, está claro que nuestros mediocres pensadores, siguiendo este camino
criticado desde entonces, no pueden producir más que un enredo político y
utópico.
III
Karl Marx
dijo una vez, que no hay que juzgar a los partidos políticos por lo que dicen
de sí mismos, sino por lo que son realmente. Aunque según ellos, el
socialpatriotismo era y es un movimiento realmente socialista, es decir, un
movimiento de la clase obrera, al unir los intereses de clase del proletariado
polaco con la independencia polaca, que no tiene relación con los deberes de la
clase obrera, al estar directamente opuesto a la línea actual de desarrollo
social polaco, se deslizaba por una
pendiente que le conduciría fatalmente a la concepción puramente nacionalista
en la que el socialismo no es más que un frase sin sentido.
Las primeras condiciones eran para el socialpatriotismo la falta de
libertades democráticas en Rusia y la falta de esperanza de conseguir, por
consiguiente, los intereses políticos formales de la clase obrera. Aunque hoy,
el desarrollo revolucionario inesperado en Rusia arrebate a los socialpatriotas
las premisas fundamentales de su programa, en lugar de abandonar su posición
manifiestamente errónea, mantienen su programa adoptado de una vez por todas,
sustituyendo tan sólo la base por una nueva. Hoy ya no se trata de la falta de esperanza en una lucha victoriosa por
las libertades democráticas en Rusia, sino sobre todo del «derecho de todos
los pueblos a la independencia»; esta no es, pues, la posición de clase que
constituye la piedra angular de la socialdemocracia, sino de una posición
nacional.
La actitud adoptada respecto a la autonomía de los territorios en Prusia
es la prueba decisiva. Si las necesidades políticas del proletariado polaco
constituyen realmente el punto de partida de los socialpatriotas, si el interés
de la clase es decisivo en su concepción de la cuestión nacional, está claro
que la única solución que pudiera ser dada al problema planteado por la parte
polaca perteneciente a Prusia, es la lucha por la autogestión esto es, por la
autonomía. Esta idea figura realmente en el programa de la socialdemocracia
alemana y en el de la socialdemocracia polaca: corresponde a las necesidades
del normal desarrollo nacional y cultural.
Sin embargo, últimamente constatamos este hecho sorprendente al saber que
los socialpatriotas emplean todas sus energías en Alemania en combatir la
reivindicación de autonomía. En el número 10 de Przedswit, del año 1901, la
redacción afirma de forma clara y categórica que «La consigna de la autonomía
de las provincias polacas en Prusia, no tiene ningún valor» (p. 294) y que el
P.P.S. no lanza la consigna de una constitución (en Rusia) «no lucha, ni
luchará por obtenerla, del mismo modo que no luchará por la autonomía de los
distritos polacos de Prusia» (p. 229).
En realidad, esta exigencia de los socialistas polacos no debe despertar entre
las masas obreras polacas la creencia que la defensa de sus intereses es
posible en las circunstancias estatales dadas, y desviar su mirada y sus deseos
de la independencia polaca. Todo esfuerzo por la democratización de las
condiciones políticas actuales en Alemania y en Rusia, esfuerzo que es
naturalmente común al proletariado polaco y al proletariado de los territorios
divididos, es con respecto a la restauración de Polonia un desvío, un error,
una falta de política.
Por esto es por lo que el socialpatriota consecuente rechaza con
indignación toda idea de lucha por una constitución en Rusia, por la autonomía
en Prusia. Pero esto prueba con claridad
que lo que importa a los socialpatriotas no es el interés de clase, sino el
interés nacional. Porque si en un principio el programa de independencia
sólo era considerado como el último medio para conquistar las libertades
democráticas, hoy por el contrario, en función de la supuesta imposibilidad de
conquistarlas en Rusia, la independencia polaca se ha convertido en el objetivo
principal que ordena el rechazo de todos los esfuerzos en pro de una
democratización de las condiciones políticas rusas y polacas-alemanas,
consideradas como obstáculos a las aspiraciones nacionales. Anteriormente, el
punto de partida era la lucha por la democratización de las condiciones
políticas dadas y ésta era decisiva en la actitud a tomar respecto a la
independencia nacional. Hoy el punto de partida es la independencia nacional
que decide la actitud a tomar respecto a la democratización de las condiciones
políticas existentes.
La evolución de los medios y de los métodos de lucha considerados
corresponde a la evolución de la concepción y de la motivación del programa. Si
al principio se intentaba discretamente encontrar una relación orgánica entre
el objetivo de la restauración de Polonia y la lucha política global del
proletariado, el objeto de estas tentativas debía naturalmente conducir al
socialpatriotismo a corto plazo, a volver a los antiguos métodos del
patriotismo de la época de la Schlachta 4 , empujarle a llamar a los
soldaditos a «la insurrección», a los cañoncitos a la ocupación de los
«territorios limítrofes».
A través de sus posiciones políticas y sus métodos de lucha, el
socialpatriotismo tomó por fin conciencia de su verdadero origen político. Si
al principio trataba con ahínco de encontrar su origen en la familia
revolucionaria de Marx y Engels, de «proletariado» en Polonia, hoy, tras haber
abandonado estas derivaciones artificiales y traídas por los pelos, se reclama
abiertamente de su verdadero ancestro: la bienaventurada Sociedad Democrática.
«El P.P.S., vocifera orgullosamente Mazur en el número 5 de Przedswit, del año
1901 (p. 170), ha finalizado expresa y conscientemente la tarea, interrumpida
en 1848, de la Sociedad Democrática»
Aquí se acaba la evolución. Tras haber rechazado la apariencia de un
partido que reconocía en el socialismo basado en el desarrollo real de la
sociedad el factor esencial, que definió la posición a tomar respecto a la
cuestión nacional, el socialpatriotismo se presenta «expresa y conscientemente»
como continuador del movimiento que nació, hace medio siglo, en el suelo polaco
avasallado en el transcurso de las insurrecciones de Schlachta, movimiento que,
a consecuencia del proceso de la lucha nacional de la nobleza, ha planteado la
cuestión social en la forma utópica y vaga de su momento.
Así, la última tentativa de casar el movimiento obrero polaco con las
tradiciones de la nobleza polaca condujo al mismo punto que la tentativa
precedente, la de la famosa «Pobudka». Podemos tomarnos la libertad de
considerar esta tentativa como la última. Porque es imposible hacer esfuerzos
realmente mayores para rejuvenecer con la sangre fresca del socialismo una
consigna nacional que ha fracasado, juntar con más ardor los más pequeños
indicios de la tradición polaca desparramados entre los socialistas y los
demócratas europeos, de lo que lo han hecho los socialpatriotas de nuestros
días. Y sin embargo, el resultado ha sido el siguiente: la bancarrota total de
los socialpatriotas a los ojos de los socialistas occidentales, por el
contrario, en sus propias filas, la fatal decadencia hacia una postura
puramente patriota. La gorra obrera se ha transformado en un abrir y cerrar de
ojos en la antigua y honesta Konfederatka.
Pero ésta no es la única razón para considerar la actual tentativa de los
socialpatriotas como la última. Tras tantas experiencias, el obrero polaco
está, por fin, suficientemente prevenido contra el encabestramiento artificial
de sus intereses de clase con las tradiciones nacionales. El intelectual
polaco, sin embargo, que encuentra en el Socialpatriotismo una ocasión cómoda,
que no le compromete a nada, de pasar por un «revolucionario», porque en el
fondo queda como candidato aventajado por el «moscovita» para un puesto
gubernamental, o si por una rara casualidad se tratara de un socialista honesto
y dispuesto a luchar y a sacrificarse por la liberación del proletariado, el
intelectual polaco debería aceptar, al fin de una u otra forma, el espíritu
científico europeo de lucha por el socialismo para separarse con asco de la
vanguardia política atiborrada de socialpatriotismo de hoy.
Rosa Luxemburg 1902
Texto digitalizado por Boltxe Kolektiboa.
4 Hace
referencia a un movimiento surgido entre las capas medias y bajas de la nobleza
polaca a finales del siglo XVIII. En 1788 se convocó la Dieta, llamada de los
Cuatro Años, que empezó sus trabajos con el intento de dotar a Polonia de una
organización estatal moderna y continuó como afirmación polaca frente a la
ocupación rusa. Dichos estratos de la nobleza polaca, habiéndose empobrecido a
lo largo del siglo XVIII y emigrado a las ciudades para dedicarse a profesiones
liberales, intelectuales y administrativas, desempeñaban el papel de una
burguesía polaca. Tras la Revolución francesa estas capas cultas e ilustradas.
Rosa Luxemburgo y la cuestión nacional (primera parte)
Rosa Luxemburgo La cuestión nacional (1909) (segunda parte)
Georges Haupt Los marxistas frente a la cuestión nacional: La historia
del problema. Rosa Luxemburgo La cuestión nacional (tercera parte)
Rosa Luxemburgo En defensa de la nacionalidad (1900). Lenin El orgullo
nacional de los rusos 1914. Rosa Luxemburgo La cuestión nacional (cuarta
parte)
Rosa Luxemburgo: La memoria del "Proletariado" 1903. Rosa
Luxemburgo La cuestión nacional (quinta parte)
Carlos
Marx, Federico Engels y Rosa Luxemburgo LOS NACIONALISMOS CONTRA EL
PROLETARIADO
[Libro]
Raya Dunayevskaya Rosa Luxemburgo La liberación femenina y la filosofía
marxista de la Revolución
La
cuestión nacional y la autonomía
Índice
Prólogo 5
El derecho de las naciones a la autodeterminación 11
El Estado- Nación y el proletariado
71
Federación, centralización y particularismo 101
Cuestión nacional y la autonomía
173
Bibliografía 213
Notas
bibliográfica.
Otras obras importante de Rosa Luxemburgo sobre la cuestión nacional
4º La cuestión polaca y el movimiento socialista (1905)
3. Federación, centralización y particularismo (está el
documento traducido al castellano “Rosa Luxemburgo Prólogo de la antología: La cuestión
polaca y el movimiento socialista (1905)”
5º La crisis de la socialdemocracia (1916)
Rosa Luxemburgo. El folleto Junius: La crisis de la socialdemocracia
alemana. 1915
6º La revolución rusa 1918
7º La guerra, la cuestión nacional y la revolución 1918
Rosa Luxemburg > 1896 >
Rosa
Luxemburgo: Patriotismo social en Polonia
La
cuestión nacional 1 jun 1999 de Rosa Luxemburg
Rosa Luxemburg (1871-1918) luchó toda su vida contra el capitalismo
salvaje y su secuela de hambre, explotación y pobreza. Previó y denunció los
gérmenes de la sociedad de consumo y previó y denunció el nacional
socialismo (o social patriotismo, como ella lo llamaba); y previó y
advirtió contra la deriva autoritaria de la Revolución de Octubre. Pero, ¿quién
fue realmente Rosa Luxemburg? ¿Por qué la conocemos tan poco y tan mal? ¿Por
qué su obra, y especialmente sus escritos sobre la Cuestión Nacional han
llegado al público a cuentagotas, de forma fragmentada y terriblemente
mutilada? La respuesta es que fue una revolucionaria sumamente crítica, sagaz,
valiente y honesta y, por ello, incómoda. Incómoda para poderosos y patronos,
que la enviaron una y otra vez a la cárcel; incómoda para socialistas de
Estado, que propiciaron su asesinato; e incómoda para el estalinismo, que tejió
un velo de silencio sobre su persona y su obra. Hoy, en cambio, nos damos
cuenta de que su pensamiento es quizá, de entre los marxistas de su generación,
el más moderno.
SOBRE EL
LIBRO La Cuestión Nacional y la autonomía, de Rosa Luxemburg.
En esta entrada quiero hablar de las principales ideas desarrolladas en
este libro de Rosa Luxemburg. Para ello voy a describir sucintamente el
contenido de cada uno de los capítulos, para que así el lector/ a se pueda
conocer los planteamientos de Luxemburg sobre esta cuestión.
Este libro cuenta con seis capítulos. El primero,
titulado El derecho de los pueblos a la autodeterminación,
se centra básicamente en el contenido y la aplicabilidad de los puntos 7º y 9º
del Plan de Londres de 1896. Luxemburg critica de ellos su vaguedad y su
inoperancia en el campo específico de aplicación; y sobre el derecho de las
naciones a la autodeterminación, en sí, afirma. “no da ninguna indicación
práctica para la política cotidiana del proletariado, ninguna solución práctica
de los problemas nacionales”. En otras palabras, este derecho, más que encarar
la problemática, es “una jugada para eludir la cuestión”.
Otra de sus críticas a esto va enfocada en el sentido de la
generalización que implica su enunciado. De una manera que después será
característica en ella, Luxemburg llama la atención sobre la importancia de la
particularidad de cada caso, del estudio de las condiciones reales y de un
socialismo científico que, más que buscar dar panoramas generales y
generalizadores, sea capaz de ofrecer soluciones que no contradigan la
corriente del desarrollo histórico de las sociedades modernas.
Termina este capítulo enfocando su atención nuevamente en la
contradicción implícita entre el derecho de las naciones y la teoría de la
sociedad de clases, en tanto la primera, más que basarse en condiciones
materiales reales, se constituye como “la fórmula verbal de una idea metafísica
[semejante al derecho al trabajo, etc.], totalmente irrealizable en el seno de
la sociedad burguesa”. Así pues, concluye aquí, “el punto nueve debe ser
remplazado por un texto concreto aunque general, que dé una solución a la
cuestión nacional de acuerdo a los intereses del proletariado de las
respectivas nacionalidades”.
El segundo capítulo, titulado El estado nacional y el
proletariado, se centra en la definición del estado nacional en el
marco de la sociedad burguesa y el papel del proletariado al interior de ésta.
Partiendo de la definición de Kautsky de los tres factores que constituyen las
raíces de una idea contemporánea de la nación, Luxemburg
concluye que esta idea “está ligada de la manera más estrecha con una época
determinada del desarrollo moderno”. En ese orden, la idea contemporánea de
nación esta indefectiblemente ligada con la emergencia del dominio burgués y
el capitalismo industrial.
En este marco (el estado moderno burgués), la misión histórica del
proletariado se convierte en la abolición de éste “como una forma
política de capitalismo en la que él mismo como clase consciente llega al mundo
para establecer el régimen socialista.”
Termina este capítulo enfocándose en el caso específico de Polonia, en el
que aclara que “la idea nacional jamás representó la idea clasista de la burguesía,
con la de la nobleza”. En este orden de ideas, “la dominación de
clase de la burguesía en Polonia no sólo no requería la creación de un estado
nacional unificado […], sino que, por el contrario, se levantó sobre la base
de la anexión y del desmembramiento de Polonia”. Así pues, Luxemburg resalta
la tradición nacional polaca como propaganda natural de la
contrarrevolución.
En el tercer capítulo, titulado Federación,
centralización, particularismo, la autora se encarga de demostrar la
naturaleza contrarrevolucionaria (antiprogresiva en términos históricos) del
federalismo. Para ello, parte de una identificación del federalismo con una
lógica organizacional feudal, como par antagónico del centralismo capitalista.
Para aclarar este punto, cito: “la misión histórica del proletariado […]
estriba en la revolución mundial, universal, cuyo punto de partida es el
desarrollo del gran estado capitalista”. En ese sentido, aparece en el
horizonte la idea de un centralismo necesario, opuesto a cualquier
afán federalista.
Así pues, termina el capítulo afirmando categóricamente la naturaleza
reaccionaria de cualquier federalismo: “la idea de federación, retrograda por
su propia naturaleza y por su contenido histórico, en la actualidad se ha
convertido en un anuncio comercial seudorrevolucionario del nacionalismo
pequeño burgués y la reacción contra la lucha revolucionaria clasista del
proletariado que se funda en la unión de todas las naciones”.
En el cuarto capítulo, La centralización y el autogobierno, Luxemburg
encara la cuestión referente a la importancia de la centralización política y
económica, y su relación con el desarrollo del autogobierno. Uno de los principales
puntos sobre los que hay que llamar la atención aquí es la caracterización
del autogobierno en distinción con respecto al federalismo.
Luxemburg escribe: “El autogobierno […] no significa, ni mucho menos, la
eliminación del centralismo estatal, sino su complemento, y sólo juntos dan una
plena caracterización de lo que es un estado burgués”. En este sentido,
el autogobierno es entendido como tentáculo del pulpo centralizador, en tanto
es a partir del desarrollo de una burocracia y un sistema administrativo local
dependiente de un centro como el poder centralizado tiene un mayor control
sobre su área de influencia.
En el quinto capítulo, La nacionalidad y la autonomía,
parte de un marco en el que relaciona las bases materiales y las formas
espirituales en lo referente a la construcción de una nacionalidad y de una cultura
nacional. En ese sentido, identificando esa cultura nacional como un
producto burgués, afirma que “la autonomía nacional moderna, en el sentido de
un autogobierno en un determinado territorio, sólo es posible ahí
donde la nacionalidad respectiva tiene un desarrollo burgués propio, una vida
urbana, una intelliguentzia, una vida literaria y científica
propias.”
En el último capítulo, La autonomía del Krolestwo
polaco, concluye su libro encarando de nuevo la cuestión polaca y,
apoyándose en los argumentos expuestos a lo largo del texto, afirma “que las
condiciones socioculturales e históricas de nuestro país hacen imprescindible
la autonomía nacional en el Krolestwo polaco como consecuencia ineludible de la
revolución política que se opera el estado ruso, encaminada a la abolición del
despotismo asiático y a la creación de formas progresistas de vida política,
adecuadas a las necesidades de la economía capitalista y del desarrollo burgués.
Por las mismas razones, la autonomía constituye una reivindicación del programa
del proletariado polaco revolucionario”.
Acerca
del reciente libro sobre Rosa Luxemburgo, la cuestión nacional y la autonomía
Autor(es): Löwy, Michael
Le Temps des Cerisses, París 2002, 264 páginas, traducido y presentado
por Claudie Weill, con la colaboración de Bruno Drweski.
Tenemos por fin traducido al francés, gracias a la iniciativa de Claudie
Weill, este texto de Rosa Luxemburgo, a menudo citado, pero que no se conoce
más que de segunda mano, por la crítica que de él hizo Lenin. Se trata de seis
artículos publicados en 1908-1909 en el Przeglad Socjaldemocratyczny (La Revista Socialdemócrata), el órgano
teórico del SDKPiL, el Partido Social Demócrata del
Reino de Polonia y de Lituania, del que Rosa Luxemburgo y Leo Jogiches eran los
principales dirigentes.
Es la primera vez que el conjunto de estos textos está reunido en un
libro. Como recuerda Claudie Weill en su introducción, estos artículos están
estrechamente ligados al combate internacionalista intransigente que llevaba la
marxista judeopolaca contra el "social patriotismo"
representado en Polonia por el PPS, el Partido Socialista Polaco. Están también
en relación con los debates sobre la cuestión nacional en el movimiento obrero
ruso, es decir en el POSDR, el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia al que
pertenecía, desde 1906, el SDKPiL. Los seis artículos son relativamente
autónomos pero forman parte de un conjunto coherente: I. El derecho de las
naciones a la autodeterminación; II. El Estado-nación y el proletariado; III.
Federación, centralización y particularismo; IV. Centralización y
autoadministración; V. La nación y la autonomía; VI. La autonomía del reino de
Polonia.
El argumento principal, y el más controvertido, de esta compilación es la
crítica contra el derecho a la autodeterminación proclamado por el programa del
POSDR y defendido tanto por los bolcheviques como por los mencheviques como
ilusión utópica. Ciertamente, Rosa Luxemburgo acepta la resolución del Congreso
de la Internacional Socialista de Londres (1896) que afirma el derecho a la
autodeterminación de todas las naciones. Pero en su interpretación esto no será
posible más que en el futuro socialista de la humanidad: "Las naciones
serán dueñas de su existencia histórica cuando la sociedad humana sea dueña de su
proceso social", escribe en una de aquellas bellas fórmulas cuyo secreto
poseía. Mientras tanto, mientras vivamos bajo el capitalismo, la única
conclusión práctica que se puede sacar de este imperativo es luchar contra toda
manifestación de opresión nacional. De la misma forma, la comparación no
deja de tener interés cuando luchamos por la igualdad social y política de los
sexos.
Hay en el argumento de Rosa Luxemburgo un aspecto profético, que se ha
cumplido plenamente durante el siglo XX: en el capitalismo, escribe, no puede
existir Estado nacional que no sea militarista, agresivo, expansionista,
guerrero, conquistador. La lucha criminal entre las naciones es la regla, no la
excepción. El imperialismo capitalista, con su lógica de expansión
comercial o colonial, destruye la independencia de un número creciente de
pueblos e incluso de continentes enteros. Los estados imperialistas europeos y
norteamericano dominan no sólo las colonias sino también otros países,
formalmente independientes pero de hecho completamente sometidos. Por el
contrario, el aspecto más "fechado", y el más discutible, de este
texto es lo que ella designa como "el frío análisis del socialismo
científico", que rechaza todas las soluciones "utópicas" y todos
los "clichés metafísicos" como "los derechos de las naciones"
o "los derechos humanos" en nombre del "desarrollo
social objetivo" del capitalismo, del "desarrollo progresista
de la sociedad burguesa". El papel de la socialdemocracia, es decir, en la
terminología de la época, de los marxistas, no es apoyar un pretendido
"derecho" metafísico de los pueblos, escribe, sino acompañar "la
corriente del desarrollo objetivo" de la civilización capitalista que va
hacia la centralización económica y política. Rosa Luxemburgo está aquí
influenciada por la ideología del progreso y por el evolucionismo lineal,
encarnados en el seno del marxismo de la II Internacional por Karl Kautsky, el
autor más citado en este libro. Una visión bastante determinista de la
historia de la que se desembarazará de forma radical en 1915, con la consigna
de "Socialismo o barbarie" del folleto firmado como "Junius".
Más interesante es su propuesta de autonomía nacional-cultural, una
solución original para la cuestión nacional, distinta tanto de la planteada por
los marxistas rusos, el derecho a la separación, como de la predicada por los
marxistas austríacos: la autonomía cultural (no territorial).
Constituye a sus ojos una de las formas posibles de la
autoadministración local moderna que distingue categóricamente del federalismo,
sumariamente tachado de "reaccionario", es decir una forma de
descentralización y democratización de los grandes estados que no pone en cuestión
su unidad política.
La idea de autonomía nacional parte también de la constatación de que la
cultura, como todas las ideologías, es relativamente autónoma: se relaciona con
la herencia ideológica del pasado y sigue su propio desarrollo lógico en un
espacio dado. Los intereses culturales del proletariado exigen la eliminación
de la opresión nacional y una vida cultural amplia, sin restricciones. La
autonomía nacional-cultural es pues una forma de autoadministración local de
los territorios nacionales, con su propio poder legislativo local y el
desarrollo, por la educación popular, de la cultura nacional. ¿En el caso de
una revolución democrática contra el zarismo, cuál sería el futuro del reino de
Polonia, es decir de la parte (de hecho la mayoría) de la Polonia anexionada
por el imperio ruso en el siglo XVIII? Rosa Luxemburgo cree que "el
desarrollo capitalista conjunto de Polonia y Rusia" condena al fracaso por
"utópico" y "reaccionario" todo proyecto separatista, todo
sueño de independencia de Polonia. En el marco de una república
rusa democrática, por el contrario, se podría establecer una autonomía nacional
para Polonia, permitiéndole gestionar, según los principios de la
autoadministración local, su propia política educativa, agrícola, minera, sanitaria
y sobre todo cultural.
Este texto muestra que, a pesar de su oposición radical al
nacionalismo polaco en sus versiones tanto de derechas como de izquierdas, Rosa
Luxemburgo no deja de denunciar la opresión nacional que sufre Polonia en
el marco del imperio zarista e intenta salvaguardar una forma de vida nacional
autónoma para el pueblo polaco en un futuro democrático común con los demás
pueblos del imperio. La solución era interesante, a condición de ser presentada
como propuesta programática de los socialistas, con la posibilidad para los
interesados, es decir para el pueblo polaco, de aceptarla o preferir otra, en
un proceso democrático de autodeterminación. Es un poco la división del trabajo
que le propondrá Lenin: nosotros, los marxistas rusos, afirmamos el derecho a
la autodeterminación de la nación polaca, y ustedes, los marxistas polacos,
luchan contra el separatismo y por la unidad con los trabajadores rusos.
Las previsiones de Rosa Luxemburgo sobre Polonia no se realizaron, pero
su programa de autonomía nacional vuelve a tener actualidad hoy, cuando se ven,
sobre todo en Europa del Este, en los Balcanes y en el Cáucaso, los estragos
del separatismo nacional llevado a su absurdo. Hay que añadir, sin embargo, que
a ojos de Rosa Luxemburgo, la autonomía nacional no es la única forma política
aplicable a todos los grupos nacionales. Allí donde las nacionalidades están
estrechamente imbricadas, como en el Cáucaso, trazar fronteras es una tarea
insoluble. En estas situaciones en que la separación territorial es
impracticable, el único método democrático que asegura a todas las
nacionalidades la libertad cultural sin que ninguna domine a las demás, es una
amplia autoadministración local que ignore las fronteras étnicas. A condición
de completar esta descentralización con leyes culturales y lingüísticas, a
escala de todo el Estado, que protejan a las minorías. La preocupación de los
derechos de las minorías es otra constante de la reflexión de Rosa Luxemburgo
sobre la cuestión nacional. Se sitúa en la misma dirección de lo que ella
llama, en uno de los más bellos pasajes del libro, "el ideal moral y
social del socialismo", que exige "defender los derechos de los que
nada tienen en relación con los poseedores, de las mujeres en relación con los
hombres, de los menores en relación a los padres y tutores, de los niños
llamados ilegítimos en relación a los padres y a la sociedad".
Artículo aparecido en el periódico Rouge, con motivo de la
aparición de un libro de Rosa Luxemburgo en francés recogiendo sus escritos
sobre la cuestión nacional y la autonomía.
El luxemburguismo en España: y 4. Obras
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