Quién le teme a Rosa Luxemburg?
Hay pocas cosas con las que se puede contar tan fielmente como con el miedo de los leninistas −y sus sucesores declarados y clandestinos− al pensamiento de Rosa Luxemburg. El presidente de la Internacional Comunista, Grigori Zinoviev, inventó en 1924 incluso una Escuela del Pensamiento Luxemburguista, para empujar lejos de sí toda crítica de la exportación fracasada a Alemania de la revolución proletaria en otoño del 1923: el así llamado Luxemburguismo.
De esta flor de pantano hizo uso su posterior torturador y asesino Iósif Stalin, cuando en 1931 −luego de los asesinatos en masa de campesinos ucranianos y rusos y de la resultante hambruna "hecha en casa"− temía su propia caída. Nunca más, en su esfera de poder, debería referirse sin peligro alguien a las demandas de democracia y libertad del movimiento obrero internacional.
Hay pocas cosas con las que se puede contar tan fielmente como con el miedo de los leninistas −y sus sucesores declarados y clandestinos− al pensamiento de Rosa Luxemburg. El presidente de la Internacional Comunista, Grigori Zinoviev, inventó en 1924 incluso una Escuela del Pensamiento Luxemburguista, para empujar lejos de sí toda crítica de la exportación fracasada a Alemania de la revolución proletaria en otoño del 1923: el así llamado Luxemburguismo.
De esta flor de pantano hizo uso su posterior torturador y asesino Iósif Stalin, cuando en 1931 −luego de los asesinatos en masa de campesinos ucranianos y rusos y de la resultante hambruna "hecha en casa"− temía su propia caída. Nunca más, en su esfera de poder, debería referirse sin peligro alguien a las demandas de democracia y libertad del movimiento obrero internacional.
Y ya
que Rosa Luxemburg, como nadie más, defendía tan intransigentemente estas
demandas, esta mujer significó un peligro para Stalin aún después de haber
muerto.
Tanto
empeño, más allá de ella, los estalinistas sólo emplearon con Trotsky, al que
también se le concedía un propio "ismo": el trotskismo –término que,
sin embargo, los seguidores de Trotsky tornaron positivo más adelante y
enarbolaron su bandera.
Los
"científicos" de Stalin realmente se esforzaron con Rosa Luxemburg.
Revolvían los escritos suyos y de Lenin para encontrar pronunciamientos sobre
diversas temáticas, filtraban las diferencias y declaraban - canonizando las
opiniones de Lenin −"errores" a todas las ideas divergentes de Rosa
Luxemburg. Luego, en una última fase de trabajo, esos "errores"
fueron sistematizados. Y así fabricaron el “Luxemburguismo”− un "esquema
utópico y mediohumanista", según el líder de los proletarios del mundo. La
cortina de neblina, detrás de la cual escondían la obra y el deseo de Rosa
Luxemburg, se densificó a partir de ese momento.
El
presidente del Partido Comunista de Alemania (KPD), Ernst Thaelmann, un sucesor
de Rosa Luxemburg, no tenía nada más importante que hacer en febrero de 1932
que dedicar una plenaria del comité central para enfrentarse al pensamiento de
Rosa Luxemburg.[3] El peligro de ser borrado de su puesto por sus adversarios
partidarios que se remitían a Rosa Luxemburg fue para él en aquel tiempo −once
meses antes de la toma del poder de los nazis por causa de las élites
fracasadas de la República de Weimar− no mucho menor que para Stalin. La
reversión de este peligro le pareció más importante que un acercamiento a la
socialdemocracia, que, si bien había caído en la falta de principios, seguía
siendo sin embargo, la fuerza de izquierda más importante de Alemania.
Se
concluyó la denostación de Rosa Luxemburg después de 1948, como parte
constituyente de la estalinización del Partido Socialista Unificado (SED), que
definitivamente reducía el interés oficial en esta mujer a su cadáver.[4] El
libro de Fred Oelssner sobre el “luxemburguismo” influye hasta hoy
fundamentalmente en la imagen de Rosa Luxemburg.[5] Este lado del estalinismo
sobrevive, y no sólo en Alemania oriental, casi indiscutidamente. El enfoque
democrático de Rosa Luxemburg se ha olvidado.
Pero
también se puede observar un miedo a Rosa Luxemburg dentro de su partido de
antaño, el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD).[6] Especialmente Heinrich
August Winkler (el Hans Heinz Holz de la socialdemocracia alemana, como un ser
profundamente dividido entre un científico serio, por un lado, y un buen
soldado del partido por otro), no se cansa de reducir a lo más mínimo que le es
posible, las diferencias entre los leninistas y Rosa Luxemburg.[7] Sin la
alfombra roja que se le ha puesto con la construcción del “luxemburguismo”,
tendría que actuar de forma más prudente.
Desde
los tiempos de Rosa Luxemburg −ella combatió durante largos años tanto a unos
como a otros− no ha cambiado prácticamente nada.
“La libertad solamente para seguidores del
gobierno, solamente para miembros de un partido - por más numeroso que fuere -
no es libertad. La libertad siempre es libertad de quienes piensan distinto. No
por el fanatismo de la 'justicia', sino porque todo lo vital, lo curativo y
depurativo de la libertad política depende de este carácter, y su efecto falla
cuando la 'libertad' se convierte en un privilegio” [1] --Rosa Luxemburg
“...y
esta palabra de la libertad de quienes piensan distinto se refiere al
pluralismo socialista, a la diversidad de opiniones del bando revolucionario.
No alude a la libertad para los adversarios de la revolución, a los - así
llamados por Rosa Luxemburg - ladrones de la socialdemocracia por mayoría. No,
éste no es un pluralismo ni liberal ni democrático al que se aspira con esta
palabra, es un alegato contra la dictadura de la dirección del partido o
también de una autodenominada vanguardia, pero no es más que eso. Y en este
sentido, muchas veces se malinterpreta esta palabra maravillosa que en todo
caso suena muy familiar.” [2] --Heinrich
August Winkler
¿De qué
se trata realmente?
Rosa
Luxemburg fue, como muchos revolucionarios de su tiempo, una niña de la
Ilustración. Sabía cómo la Ilustración europea, en el siglo XVIII había
prácticamente eliminado en las mentes de la burguesía francesa toda idea de
predestinación divina de la señoría feudal, y había liberado en ellos una
voluntad difícilmente modificable de tomar el poder político. De esta manera,
la revolución francesa, que para Europa abrió el paso a la época burguesa, no
hubiera sido posible sin la Ilustración.
El
poder moderno, que hace hincapié en el modo de producción capitalista, fue para
Rosa Luxemburg un poder por encima de las cabezas de la gente, una interacción
entre la iglesia, el estado, la escuela, el ejército y la opinión pública. La
emancipación de cualquier tipo de dominación y explotación empezaba para ella
con la emancipación de este poder. En eso consistía el primer paso, de ninguna
manera sustituible, hacia una revolución con condiciones de vida sin opresión
ni falta de libertades. Su política no estaba guiada en
el crecimiento numérico permanente de los miembros de las organizaciones
proletarias y de los votantes, sino en un crecimiento de autoestima y de
capacidad para la acción política.
A lo
largo de su vida, Rosa Luxemburg fue cada vez más consciente de que la lucha
por el esclarecimiento siempre iba acompañada de retrocesos provocados, por un
lado, por la extensión del nacionalismo, y por otro lado, irónicamente,
justamente por las concesiones que se podía arrancar a las fuerzas imperantes.
El centro de su actuar político, por ello, fue revelar las contradicciones
reales existentes que se agudizaban cada vez más. Intentaba constantemente
sacar a la luz a quienes pensaban distinto, sus verdaderas intenciones y
acciones, y así obligarlos a defenderse públicamente; es decir, enfrentaba a
los poderosos, algo que éstos odian como el diablo al agua bendita hasta el día
de hoy.
Rosa
Luxemburg para eso seguía la máxima: quien no ataca será atacado. Para ella
existía una guerra permanente en el ámbito público del poder imperante contra
"el resto de la sociedad", camuflada, satanizadora de los
adversarios, con métodos pacíficos, e incluso por medio del terror. Le interesaba que los hombres y las mujeres aprendieran a
superar su parálisis con acciones asociativas, que llegaran a tomar conciencia
de su propia fuerza por medio de su participación en el movimiento, y que en
las luchas de cada día tomaran conciencia de sus propios intereses no
enajenados.
El
movimiento obrero socialista no fue para ella primariamente una lucha llevada
por los sindicatos por mejoras en las condiciones de vida −aunque supiera de
esta lucha y la valorara− sino una lucha por la ampliación de los derechos
políticos a los que quería agregar los derechos sociales.
En 1918
se pronunció en contra de las prácticas de los bolcheviques que proclamaban los
derechos sociales y que, sin embargo, sólo llegaban al desmantelamiento de la
propiedad privada de los medios de producción, no pocas veces con el asesinato
de sus propietarios:
“Nunca
hemos sido idólatras de la democracia formal, distinguimos constantemente el
núcleo social de la forma política de la democracia burguesa. Ponemos al
descubierto la desigualdad social y la ausencia de libertad, ese amargo carozo
que se esconde bajo la dulce cáscara de la igualdad y la democracia formales. Y
no para desecharlas, sino para instigar a la clase obrera a no conformarse con
la cáscara, a conquistar el poder político para luego llenarlo con un nuevo
contenido social. Es la tarea histórica del proletariado, cuando llegue al
poder, crear una democracia socialista en lugar de la democracia burguesa, no
suprimir la democracia en sí. Pero esta democracia no debe empezar en la tierra
prometida, cuando ya se haya construido el fundamento de la economía
socialista. No debe ser como un regalo de Navidad acabado, que reciba el pueblo
bueno por haber apoyado fielmente y sin reparo a la manada de dictadores
socialistas.
La
democracia socialista comienza, al mismo tiempo, con el desmantelamiento del
dominio de clase y con la construcción del Socialismo. Comienza en el momento
de la conquista del poder por el partido socialista. No es otra cosa que la
dictadura del proletariado. Sí: ¡dictadura! Pero esta dictadura consiste en la
ampliación de la democracia, no en su supresión; a través de intervenciones
decididas y enérgicas de los tan bien adquiridos derechos y condiciones
económicas de la sociedad burguesa, que son imprescindibles para un cambio al
Socialismo. Pero esta dictadura tiene que ser obra de la clase, y no la de una
pequeña minoría dirigente en nombre de la clase, es decir, tiene que surgir a cada
paso de la participación activa de las masas, estar bajo su influencia
inmediata y subordinada al control de todo lo público; surgir de la formación
política creciente de las masas populares.” [8]
El
camino hacia esta revolución la llevaba hacia una ampliación de los derechos
políticos que había que arrebatar de las fuerzas imperantes, y por ende, a
través de una toma de poder por mano propia - con el fin de que las
correlaciones de fuerza se alteraran, de tal manera que, el lado imperante
pudiera imponerse cada vez menos con sus cábalas y perdiera tanto poder que
cada vez le resultaría más difícil el empleo de la violencia.
Rosa
Luxemburg sabía que la violencia sólo funciona cuando la mayoría está
paralizada o es indiferente ante los hechos, sea por miedo, sea por pan y
diversión. La ofensiva inteligente y pública con un reagrupamiento constante de
las propias fuerzas, significaba para ella la única forma sustentable para la
formación y autoformación de los movimientos −algo completamente distinto a la usual
política de representación dentro de la izquierda hasta el día de hoy.
Al
final de su vida casi odiaba a la izquierda que únicamente sabía usar las
condiciones medianamente libertarias, tan duramente alcanzadas, para hacer lo
que todos los demás políticos hacen: política de trastienda. Para Rosa
Luxemburg se trataba de salir del circo político burgués y de llevar −paso por
paso y cada vez con más efecto, de manera completamente pública, en todo
momento comprobable, y por supuesto convirtiéndose ella misma en el centro de
los ataques− al conocimiento público la animosidad social y humana de esta
sociedad dominada por el modo de producción capitalista.
La
"libertad para quienes piensan distinto" que ella exigía y tomaba muy
en serio, y que fue denunciada frecuentemente como "paquete trucho"
por las fuerzas imperantes y sus ideólogos, no fue por motivos insípidamente
moralistas o por defender una justicia tontamente suicida. Como científica que
también fue, entendía a la sociedad como algo orgánico, como organismo
viviente. La sociedad sólo se podría transformar de forma permanente si todas
las batallas se daban abiertamente, y para eso todo actor necesitaría de su
libertad. Cualquier cosa contraria a esto le parecía absurdo. Superaba a la
mayoría de los políticos de izquierda con la convicción de que tan sólo la
libertad de quienes piensan distinto posibilitaría una política emancipatoria,
y que veía amenazada por ninguna otra causa tanto como por la restricción de
esta libertad. Una emancipación con medios y métodos antiemancipatorios, es
decir, como el concepto político leninista que bajo los comunistas posteriores
muchas veces fue justificado por “condiciones inadecuadas” y, especialmente,
por con “las masas mal preparadas” y que para Rosa Luxemburg hubiera
significado el abandono de sus principios políticos. Tenía claro que sólo a
través de la disputa de las contradicciones, el "resto de la sociedad"
puede darse cuenta de su propia opresión y explotación y liberarse así del
poder ejercido por encima de sus cabezas. Estaba profundamente convencida de
que todo lo artificial, todas las condiciones creadas desde arriba, desembocan
en un régimen de terror −porque las condiciones creadas de esta manera sólo
pueden mantenerse con opresión y finalmente con terror− y que dichas
condiciones no son viables, para las que no valía la pena arriesgarse.
La
historia del socialismo del siglo XX ha mostrado que no hay un tercer camino
entre estos dos polos ; los años posteriores a la desaparición del socialismo
real han enseñado cuan “sustentablemente” anclado estaba éste en la sociedad, y
esto después de su existencia por décadas. Rosa Luxemburg defendía los cambios
profundos:
“El
sistema de la sociedad socialista sólo debe y puede ser un producto histórico,
nacido de la propia escuela de las experiencias, a la hora de su cumplimiento,
del será de la historia viviente, que, al igual que la naturaleza orgánica −de
la cual es parte finalmente− tiene la buena costumbre de producir, junto a una
necesidad real de la sociedad y los medios de su satisfacción, con la tarea, al
mismo tiempo de su respuesta.
Pero si
esto es así, entonces está claro que el socialismo, según su naturaleza, no se
deja otorgar, imponer por Ucase. Tiene como condición una serie de medidas por
la fuerza - contra la propiedad privada, etc. Lo negativo, la reducción, se
puede decretar; la construcción, lo positivo, no. Tierra nueva. Miles de
problemas. Sólo la experiencia es capaz de corregir y abrir nuevos caminos.
Solamente la vida desenfrenada, desbordante cae en miles de nuevas formas,
improvisaciones, recibe fuerza creadora, se corrige ella misma todas sus
equivocaciones. La vida pública de los estados con libertad restringida es
justamente por eso tan indigente, tan pobre, tan esquemática, tan infecunda,
porque a través de la exclusión de la democracia se cortan las fuentes vitales
de toda la riqueza espiritual y del progreso.” [9]
La
libertad es siempre la libertad de los que piensan diferente de todos los que
piensan diferente. Eso había sido la “última razón” de su concepto político. Paulo Levi se lo resumió, hablando de su concepto de
revolución y de su rechazo a la práctica revolucionaria de terror aplicado por
Lenin y Trotsky:
“Ella
sabía llevar la lucha como lucha, la guerra como guerra, la guerra civil como
guerra civil. Pero a la guerra civil se la podía imaginar únicamente como juego
libre de fuerzas, en el que incluso la burguesía no es desterrada a los sótanos
por medidas de fuerza policial, ya que sólo en la lucha abierta de masas, éstas
pueden crecer, reconocer su grandeza y el peso de su lucha. No quería la erradicación de la
burguesía mediante el árido terrorismo, así como un cazador no quiere erradicar
a las aves de rapiña de su bosque. En la lucha, el venado debe hacerse
más grande y fuerte. Para ella, la erradicación de la burguesía –hecho que
también deseaba– era producto de la transformación social, que significa la
revolución.”
Tomar
el poder por cuenta propia, actuando del todo públicamente, yendo a la
ofensiva, reparando y aprendiendo - de eso se trataba, pues creía que de los retrocesos
era de donde más se aprendía. Por supuesto únicamente si no se los ocultaba,
porque el encubrimiento de las propias debilidades y errores llevaría a la
pérdida del poder por mano propia. Respecto a la educación, que también para
Rosa Luxemburg era de central importancia −no por último inició, junto a Franz
Mehring, la escuela partidaria del SPD y enseñó en ella− entendía que, al
contrario de Lenin y Kautsky, no podía ser un medio para "imponer una
conciencia que faltaba", es decir, imponer algo por la fuerza. Entendía en
su oferta de educación como una ayuda para que las masas se ayudaran a sí
mismas.
Por eso
mismo asignó otra función al partido que el que le dio la vieja
socialdemocracia alemana por un lado, y los bolcheviques rusos por otro. Cuando
para unos, el partido se conmutaba cada vez más en una “asociación de votantes”
que debía conquistar la mayor cantidad posible de bancas en el parlamento y,
luego del fracaso electoral de 1907, estaban dispuestos a más y más concesiones
de chauvinismo y militarismo en Alemania; para los otros el partido debía ser
una maquinaria con la que, a través de un revolución, se conquistaría el poder
para la liquidación de todos los males de la historia hasta ahora. Finalmente
ambos tendrían una relación con la clase, para la cual actuaban, un tanto más
instrumentalizada y tutelar cuanto más éxito tuvieran.
Para
Rosa Luxemburg, las dos variantes significaban un horror. El partido debía
hacerles propuestas a los trabajadores y darles el poder de la decisión, aún con
el peligro de un rechazo que había que aceptar en cualquier caso, también y
especialmente después de una revolución exitosa:
“Un
control público incondicional es necesario. Si no, el intercambio de
experiencias se queda solamente en el circuito cerrado de los funcionarios del
nuevo gobierno. La corrupción se vuelve inevitable… La práctica del socialismo
requiere una revolución intelectual entera de las masas degradadas durante
centenares de años por el poder clasista burgués. Instintos sociales en lugar de
egoístas; iniciativas de masas en lugar de inercia; idealismo que sobrelleva
todo el sufrimiento, etc., etc.… El único camino hacia ese nuevo nacer: la
escuela de la vida pública misma, democracia ilimitada y amplia, opinión
pública. Justamente los regímenes de terror desmoralizan.
¿Qué
queda, si dejamos todo esto de lado? …Sin elecciones generales, libertad de
prensa y libertad reunión incondicionada, libre lucha de opiniones, se extingue
la vida en toda institución pública, se convierte en una vida de apariencias,
en la que sólo la burocracia permanece como elemento en funcionamiento. La vida
pública se dormita de a poco, quedan algunos líderes del partido incansables,
entre los cuales en el fondo manda una docena de cabezas destacadas, y reúnen
cada tanto a una élite de trabajadores para aplaudir los discursos de los
líderes, aprobar unánimemente resoluciones hechas desde arriba; en el fondo se
trata de un poder nepotista –una dictadura, sin embargo, que no es la dictadura
del proletariado, sino la dictadura de un puñado de políticos, es decir,
dictadura en el sentido burgués de la palabra, en el sentido del poder
jacobino... Y aún más, estos regímenes necesariamente producen un
embrutecimiento de la vida pública: atentados, asesinatos de rehenes etc. Es una
ley objetiva, omnipotente, de la cual no se puede deshacer ningún partido.” [10]
Un
problema que la mantenía en vilo, naturalmente, siendo una partidaria de
cambios revolucionarios en una sociedad, fue la cuestión misma de la
revolución. Especialmente en este punto, hasta el día de hoy se escuchan
comúnmente difamaciones. Una particularmente pérfida dice que Rosa Luxemburg le
hubiera apostado al terror, cuando sucedía todo lo contrario:
“En
las revoluciones burguesas, el derrame de sangre, el terror, el asesinato por
motivos políticos fueron las armas entrañables en manos de las clases
ascendentes. La revolución proletaria no necesita del terror para cumplir sus
objetivos, odia y detesta los asesinatos. No necesita de estos métodos de
lucha, porque no combate a individuos, sino a instituciones, porque no pisa la
arena con ilusiones ingenuas, cuya desilusión tendría que vengar
sangrientamente. No es un intento desesperado de una minoría de moldear por la
fuerza al mundo según sus ideales, sino que la acción de una gran masa
popular...” [11]
Y
también en otro aspecto sabía exactamente lo que no quería: cualquier forma de
blanquismo. Louis Auguste Blanqui (1805-1881), quien pasó la mayor parte de su
vida en prisión, había desarrollado la idea de una unión secreta férreamente
organizada que, a través de un golpe de estado, debía tomar el poder, y luego
introducir el socialismo.
En
1904, por primera vez acusó a Lenin y a los bolcheviques de esta intención: de
que el “partido de nuevo tipo” de Lenin, el partido bolchevique de los
revolucionarios profesionales, fuera más un partido blanquista que un partido
obrero y que, cuando les pareciera oportuno políticamente, no se ocuparían de
los intereses obreros. Con esta afirmación acertaba de tal manera que ni ella
misma se lo imaginaba. Lenin no pudo disculparle sus “desviaciones”; también a
él lo empujaba el miedo. Aun años después de su muerte
proclamó cual ritual jesuita cinco veces: “ella erró...”, hasta que se
dignó a un “pero...” sin contenido. [12]
El
pensamiento de Rosa Luxemburg fue orgánico. Si Lenin planificaba y organizaba
el éxito, Rosa Luxemburg más bien seguía los pasos de transformaciones
profundas que no se podían revertir tan fácilmente como con una toma del poder
político. No quería que un grupo pequeño tomara el poder, no quería el poder de
una minoría sobre una mayoría. Quería madurar a la clase trabajadora y verla
emanciparse, hasta que llegara al poder. Esto sólo podría funcionar si todas
las partes de la sociedad pudieran actuar con libertad ilimitada.
En la
práctica política, esta idea nunca fue tomada en cuenta.
Traducción: Lisa Buhl
[1]
Luxemburg, Rosa. “Sobre la Revolución rusa” en Obras Completas (OC),
tomo 4, p. 359.
[2]
Winkler, Heinrich August. "Ausdruck von Lernverweigerung?" En: Deutschlandradio
Kultur, 6 de enero de 2010 (véase:
http://www.dradio.de/dkultur/sendungen/thema/1358976/).
[3]
Partido Comunista de Alemania. Hoy DKP. (nota de la traductora, n.t.)
[4]
Partido Socialista Unificado. Partido oficial de la República Democrática de
Alemania, después de la caída del muro se fue renombrado PDS (Partido del
Socialismo Democrático). Hoy en día es el partido “Die Linke” (La Izquierda).
(n.t.)
[5]
Oelßner, Fred. Rosa Luxemburg. Eine kritische biographische Skizze,
(Dietz Verlag) Berlin 1951. En esa biografía el autor enfatiza autor,
correspondiendo a la línea estalinista impuesta por la RDA, los errores y
desvíos de Rosa Luxemburg en relación a la concepción de Lenin.
[6]
Antes de que fundara el Partido Comunista (KPD) junto a Karl Liebknecht. El SPD
apoyó activamente la primera guerra mundial y excluyó luego a los pocos
miembros que se mantenían firmes en contra de la guerra (nota de la traductora)
(n.t.)
[7]
Véase nota 2. Lo mismo declaró últimamente en el programa de televisión “Los
alemanes – Rosa Luxemburg” (canal ZDF, primera emisión el 12 de diciembre de
2010, 19:30 hrs): “Esta cita famosa que no fue publicada en vida de Rosa Luxemburg,
no fue una declaración a favor de la idea de libertad occidental. No pensaba en
la libertad para los demócratas burgueses o en la de los socialdemócratas
derechistas. Fue un pluralismo socialista lo que se imaginaba. Libertad para
los seguidores de la revolución, pero sí más libertad que sólo para un partido
o de su autodenominada vanguardia.”
[8]
Luxemburg, Rosa. “Sobre la revolución rusa” en: OC, tomo 4, p. 363 y
siguientes.
[9]
Ob.cit, p. 360
[10]
Luxemburg, Rosa. “Sobre la revolución rusa” en: OC, tomo 4, p. 360 y
siguientes.
[11]
Luxemburg, Rosa “¿Qué quiere la Liga Espartaquista?” (1918) en OC,
tomo 4, p. 443
[12] “Si bien el vuelo del águila lo llevaba más abajo de
lo que vuelan las gallinas, las gallinas nunca vuelan de por las alturas del
águila. Rosa Luxemburg erró en la cuestión de la independencia de Polonia; erró
en 1903 en la evaluación del menchevismo; erró en la teoría de acumulación del
capital; erró, cuando en julio de 1914, junto a Plechanow, Vandervelde, Kautsky
y otros, defendía la unión de los bolchevique con los mencheviques; erró en sus
escritos desde la cárcel a fines de 1918 (aunque ella misma, al salir de la
cárcel a fines del 1918, y a principios de 1919 corrigió la mayoría de sus
errores [lo cual no es cierto, J.S.]). Pero a pesar de todos sus errores fue y
es un águila...” V. I. Lenin: Noticias de un publicista (1922), en: Obras,
tomo 33, p. 195.
Fuente:
Hola Juan, ya te contesté a tu correo, tendré difícil o imposible ir a la manifestación pero seguiremos en contacto por aquí.
ResponderEliminarBlog muy interesante este, lo iré leyendo cuando pueda en tiempos libres.
Me encanta la frase de presentación:
"soy de la clase trabajadora explotada y oprimida de Andalucía. En Andalucía leer es un acto de liberación"
Y tanta razón, lamentablemente esta tierra sufrió mayores niveles de analfabetismo e incultura hasta no hace tanto relativamente.
Por cierto, ¿conoces Marinaleda de cerca o al SAT? Son gente con las ideas muy claras y bien organizados, admiro esa organización que mantiene viva la llama de la verdadera izquierda en esta tierra.
¿Expresión de negarse al aprendizaje?
ResponderEliminarEl historiador Winkler critica las declaraciones comunistas de Left-Lötzsch
http://www.dradio.de/dkultur/sendungen/thema/1358976/
J.P. Nettl, Rosa Luxemburgo (México, Ediciones Era, 1974. 622 pág.
ResponderEliminarhttps://edisciplinas.usp.br/pluginfile.php/3812128/mod_resource/content/2/%C2%B4Rosa%20Luxemburgo.pdf
J. Peter Nettl. Rosa Luxemburgo
http://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/11/j-peter-nettl-rosa-luxemburgo.html
Rosa Luxemburgo. La Revolución Rusa
ResponderEliminarhttp://eljanoandaluz.blogspot.com/2015/03/rosa-luxemburgo-la-revolucion-rusa.html
Rosa Luxemburgo. El Programa de Espartaco. ¿Qué quiere la Liga Espartaco? Nuestro programa y la situación política 1918
ResponderEliminarhttp://eljanoandaluz.blogspot.com/2016/10/rosa-luxemburgo-el-programa-de.html