21/05/2016
Desde hace
largo tiempo muchos tenemos la impresión de que derecha hay mucha, muchísima,
pero que la izquierda apenas existe y está en proceso de desaparecer. O
es que está muy escondida.
No se trata
de ser más o menos radical, que también, sino de la brutal desproporción entre
un capitalismo que se ha quitado definitivamente la careta “humana” y que
vuelve por sus fueros más sórdidos y violentos en esta Europa que algunos
llamaban civilizada y progresista no hace tanto tiempo y la respuesta política
desde las llamadas “izquierdas”. Si son ustedes asalariados, clase
trabajadora, aunque ahora “dicen” que tondos somos clase media, y hacen un
repaso mental desde un año antes de esta larguísima fase de la crisis sistémica
mundial (sitúense en España en 2007), el paisaje resultante en Mayo de 2016 es
absolutamente devastador. No creo necesario cansarles con la larga lista de
involuciones legales de los dos gobiernos del capital que hasta ahora hemos
tenido (PSOE y PP). Y pongo la mano en el fuego, sin riesgo de abrasarme, de
los que pudieran sustituirlos.
¿Frente a
eso qué tenemos? Un “progresismo”, no una izquierda, mendicante, blandengue y
pusilánime, acomplejado de su identidad histórica, que reniega hasta de su
propio lenguaje, que hace rebajas permanentes en sus programas, empeñado en
dotarse de un aura viscosa de respetabilidad burguesa y que se ha ido
corriendo, en efecto dominó y en carrera de relevos hacia la derecha, según la
crisis capitalista iba avanzando.
No hablo del
PSOE, un partido de derecha civilizada, aunque habría que peguntar si fue
civilizado el trato a la clase trabajadora del último gobierno Zapatero o si lo
fueron los Ministros del Interior de Felipe González. Lo suyo es ser uno de los
dos títeres con los que el IBEX 35 sigue detentando su poder; el económico, el
auténtico poder.
PSOE, un
partido de derecha civilizada
Hablo de los
partidos, coaliciones, confluencias y otros enjuagues de las organizaciones y
otros proyectos no cuajados que dicen estar a su izquierda y exhiben su
impúdico cinismo programático en el supermercado de marcas electorales.
El “realismo
político” más desvergonzado se ha asentado en lo que antes era “la izquierda”,
lo que ha hecho de ella algo irreconocible para muchos que peinamos canas y que
nos negamos a la amnesia en la que aquella, en alianza con una parte de los
medios de desinformación, han querido enterrar a varias generaciones de
trabajadores, para desclasarlas y amansarlas definitivamente.
El
“realismo político” más desvergonzado se ha asentado en lo que antes era “la
izquierda”
La cosa se
empezó a torcer dentro del espectro a la izquierda del social-liberalalismo
(Partidos Socialistas europeos) cuando los Partidos Comunistas y
excomunistas se hicieron de pleno socialdemócratas (ya lo eran en buena
medida al menos desde los años 60 del pasado siglo), haciendo suya, de facto la
vieja idea gradualista de Bernstein, el enterrador del marxismo en la
socialdemocracia alemana, cuando dijo lo de “El movimiento lo es todo; la
meta final no es nada”. Se abrazaban a un reformismo chato del que
desaparecía “de facto” el horizonte del socialismo, instalándose en un
capitalismo de eterno retorno. El caso es que, si el movimiento lo es todo -las
reformas-ahora ha girado en sentido inverso la aguja del tiempo, con lo que
vemos para qué sirvió.
Empeoró
mucho más cuando, con los movimientos antiglobalización, en parte sufragados por las propias fundaciones y
élites globalistas y
con la llamada “izquierda radical” (ex maoístas y trotskistas), convertidos
en una especie de coordinadora de movimientos sociales (feminismo burgués
de corriente anglosajona, ecologismo, animalismo, consumerismo,
antiglobalización, etc). Desapareció así la clase trabajadora como eje de un
proyecto de trasformación política y social.
Menos mal
que entre veganos, animalistas (Capital Animal, un nuevo lobby con mucho
colaborador notorio) y especistas han ideado un concepto que salvará el
factor de clase: según ellos, los animales son trabajadores. No estoy
bromeando. Este viernes 20 de Mayo se ha presentado en Madrid el libro de un
“figura” llamado Jason Hribal, “Los animales son parte de
la clase trabajadora”. Ardo en
deseos de ver cómo explica la explotación laboral de las iguanas caseras sin
existir salario y el modo en que se les extrae la plusvalía a los ornitorrincos
en base a la teoría del valor-trabajo de Marx. Tantos años quemándose el de
Tréveris las cejas para elaborar un análisis que el capital no ha podido
refutar para que llegue un “cuñao” y suelte una… de este calibre. Ahí, con un
par.
Total que
hoy esas que ayer fueron izquierdas nos hablan de transversalidad y ciudadanía
(disolventes del antagonismo de clase), de inclusividad del 99% contra el 1%,
aunque en ese 99% haya un % significativo de empresarios de PyMES que explotan
trabajadores, y se amagalman con neoperonistas de “la patria”, “la gente”, “la
casta” (termino del que dejaron de hablar en cuanto debutaron en ella) y los
“significantes vacíos”, a rellenar con el potaje oportunista que les apetezca.
Pero ninguno
de ellos les dirá que el Estado no es neutro, que reviste una naturaleza de
clase, como tampoco lo son las instituciones de Bruselas, que exigen ya al
futuro gobierno el recorte de 8.000 millones de euros, que todos debiéramos
saber, menos los ilusos, de dónde saldrá. Si ganan los de la ciudadanía,
combinados con los del “núcleo irradiador”, habrá que ver cómo explican que
la Syrizada que harán es mejor que las recetas de caballo de Rajoy o de
Zapatero. Esto sin contar con la incorporación a su alianza preelectoral de
anarcocapitalistas y ultraliberales mal disfrazados.
Y es que
cuando hay que rebajar el perfil ideológico para que entre en la urna, en ella
no cabe la lucha de clases. Ellos prefieren los besos de labios
multicolores y los ataques psíquicos contra la bolsa de los “indignados” y, cuando se
inflaman de fervor guerrero, las “manifestaciones de
hologramas”. Esa es su
base social. La misma que la de la “izquierda francesa”, los jóvenes burgueses
bohemios (“bo-bos”), que pactan con los CRS la hora de dejar la plaza e irse a
la cama, las 4 de la mañana, tras mucha performance y mala poesía. La clase
obrera trabaja al día siguiente y madruga, aunque luego es la que de verdad se
enfrenta a las medidas de Hollande con sus huelgas.
No sé
sorprendan de que un 25% de los votos de la UE recaigan ya en partidos
fascistas y prefascistas que abanderan la rabia social, aunque en sentido
reaccionario. Los “progres” los están trayendo, con su conversión en fuerzas
defensoras, pero menguantes, del orden burgués, en lugar de dar a esa rabia
fuerza y dirección realmente anticapitalistas y socialistas.
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