NOTA DEL
EDITOR DE ESTE BLOG: Le he añadido todos los enlaces que tiene el informe
Primera
edición: Publicado el 24 de julio de 1920 en el núm. 162 de
"Pravda".
Digitalización: Juan R. Fajardo, enero de 2001 .
Fuente: V. I. Lenin, Discursos pronunciados en los congresos de la Internacional Comunista (Moscú: Editorial Progreso) s/f.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, 2001
Digitalización: Juan R. Fajardo, enero de 2001 .
Fuente: V. I. Lenin, Discursos pronunciados en los congresos de la Internacional Comunista (Moscú: Editorial Progreso) s/f.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, 2001
(Clamorosa ovación. Todos se ponen en pie y
aplauden. El orador intenta hablar, pero siguen los aplausos y las
exclamaciones en todas las lenguas. La ovación dura mucho.)
Camaradas: Las tesis sobre los problemas relativos a las tareas
fundamentales de la Internacional Comunista han sido publicadas en todos los
idiomas, y no representan algo sustancialmente nuevo (en particular para los
camaradas rusos), ya que en grado considerable hacen extensivos a una serie de
países occidentales, a Europa Occidental, ciertos rasgos básicos de nuestra
experiencia revolucionaria y las enseñanzas de nuestro movimiento
revolucionario. Por eso, en mi informe me detendré con algo más de detalle,
aunque brevemente, en la primera parte del tema que me ha sido asignado: la
situación internacional.
Las relaciones económicas del imperialismo constituyen la base de la
situación internacional hoy existente. A lo largo de todo el siglo XX se ha
definido por completo esta fase del capitalismo, su fase superior y última.
Todos vosotros sabéis, claro está, que el rasgo más característico y esencial
del imperialismo consiste en que el capi ha alcanzado proporciones inmensas. La
libre competencia ha sido sustituida por un monopolio gigantesco. Un numero
insignificante de capitalistas ha podido, a veces, concentrar en sus manos
ramas industriales enteras, las cuales han pasado a las alianzas, cártels,
consorcios y trusts con frecuencia de carácter internacional. De este modo, los
monopolistas se han apoderado de ramas enteras de la industria en el aspecto
financiero, en el aspecto del derecho de propiedad y, en parte, en el aspecto
de la producción, no sólo en algunos países, sino en el mundo entero. Sobre
esta base se ha desarrollado el dominio, antes desconocido, de un número
insignificante de los mayores bancos, reyes financieros y magnates de las
finanzas, que en la práctica, han transformado incluso las repúblicas más
libres en monarquías financieras. Antes de la guerra, esto era reconocido
públicamente por escritores que no tienen nada de revolucionarios, como, por ejemplo,
Lysis en Francia.
Este dominio de un puñado de capitalistas alcanzó su pleno desarrollo
cuando todo el globo terráqueo quedó repartido no sólo en el sentido de
conquista de las distintas fuentes de materias primas y de medios de producción
por los capitalistas más fuertes, sino también en el sentido de haber terminado
el reparto preliminar de las colonias. Hace unos cuarenta años, apenas pasaba
dé 250 millones de seres la población de las colonias sometidas por seis
potencias capitalistas. En vísperas de la guerra de 1914, en las colonias había
ya cerca de 600 millones de habitantes, y si agregamos países como Persia,
Turquía y China, que entonces eran ya semicolonias, resultará, en cifras
redondas, una población de mil millones, que era oprimida mediante la
dependencia colonial por los países más ricos, civilizados y libres. Y vosotros
sabéis que, además de la dependencia jurídica directa de carácter estatal, la
dependencia colonial presupone toda una serie de relaciones de dependencia
financiera y económica, presupone toda una serie de guerras, que no eran
consideradas como tales porque consistían, con frecuencia, en que las tropas
imperialistas europeas y norteamericanas, pertrechadas con las más perfectas
armas de exterminio, reprimían a los habitantes inermes e indefensos de las
colonias.
De este reparto de toda la tierra, de este dominio del monopolio
capitalista, de este poder omnímodo de un insignificante puñado de los mayores
bancos -dos, tres, cuatro o, a lo sumo, cinco por Estado- nació, de modo
ineluctable, la primera guerra imperialista de 1914-1918. Esa guerra se hizo
para repartir de nuevo el mundo entero. Se hizo para determinar cuál de los dos
grupos insignificantes de los mayores Estados- el inglés o el alemán- recibiría
la posibilidad y el derecho de saquear, oprimir y explotar toda la Tierra. Como
sabéis, la guerra decidió la cuestión a favor del grupo inglés. Y como
resultado de esa guerra, nos encontramos ante una exacerbación
incomparablemente mayor de todas las contradicciones capitalistas. La guerra
lanzó de golpe a unos 250 millones de habitantes de la Tierra a una situación
equivalente a la de las colonias. Lanzó a esa situación a Rusia, en la que
deben contarse cerca de 130 millones, a Austria-Hungría, Alemania y Bulgaria, que
suman en total no menos de 120 millones. Doscientos cincuenta millones de
habitantes de países que, en parte, figuran entre los más avanzados, entre los
más cultos e instruidos, como Alemania, y que en aspecto técnico se encuentran
al nivel del progreso contemporáneo. Por medio del Tratado de
Versalles, la guerra impuso a esos países condiciones tales, que pueblos avanzados
se vieron reducidos a la dependencia colonial, a la miseria, el hambre, la
ruina y la falta de derechos, pues en virtud del tratado están maniatados y,
para muchas generaciones, puestos en condiciones que no ha conocido ningún
pueblo civilizado. He aquí el cuadro que ofrece el mundo: nada más acabada la guerra,
no menos de 1.250 millones de seres son víctimas de la
opresión colonial, víctimas de la explotación del capitalismo feroz, que se
jactaba de su amor a la paz y que tenía cierto derecho a jactarse de ello hace
cincuenta años, cuando la Tierra no estaba repartida todavía, cuando el
monopolio no dominaba aún, cuando el capitalismo podía desarrollarse de modo
relativamente pacífico, sin conflictos bélicos colosales.
En la actualidad, después de esa época "pacífica", asistimos a
una monstruosa exacerbación de la opresión, vemos el retorno a una opresión
colonial y militar mucho peor que la anterior. El Tratado de Versalles ha
colocado a Alemania, y a toda una serie de Estados vencidos, en una situación
que hace materialmente imposible su existencia a económica, en una situación de
plena carencia de derechos y de humillación.
¿Qué número de naciones se ha aprovechado de ello? Para poder responder a
esta pregunta debemos recordar que la población de los Estados Unidos de
América -los cuales son los únicos que han ganado en la guerra de modo pleno y
se han transformado por completo de un país con gran cantidad de deudas en un
país al que todos le deben- no pasa de 100 millones de almas. El Japón, que ha
ganado muchísimo al permanecer al margen del conflicto europeo-norteamericano y
apoderarse del inmenso continente asiático, tiene 50 millones de habitantes,
Inglaterra, que después de esos países ha ganado más que nadie, cuenta con una
población de 50 millones. Y si agregamos los Estados neutrales, cuya población
es muy pequeña y que se han enriquecido durante la conflagración, obtendremos,
en cifras redondas, 250 millones.
Ahí tenéis, pues, trazado en líneas generales, el cuadro del mundo
después de la guerra imperialista. Colonias oprimidas con una población de
1.250 millones de seres: países que son despedazados vivos, como Persia,
Turquía y China; países que, derrotados, han sido reducidos a la situación de
colonias. No más de 250 millones en países que han mantenido su vieja
situación, pero que han caído, todos ellos, bajo la dependencia económica de
Norteamérica y que durante toda la guerra dependieron en el aspecto militar,
pues la contienda abarcó al mundo entero y no permitió ni a un solo Estado
permanecer neutral de verdad. Y, por último, no más de 250 millones de
habitantes en países en los que, por supuesto, se han aprovechado del reparto
de la Tierra únicamente las altas esferas, únicamente los capitalistas. En
total, cerca de 1.750 millones de personas -que forman toda la población del
globo. Quisiera recordaros este cuadro del mundo porque todas las
contradicciones fundamentales del capitalismo, del imperialismo, que conducen a
la revolución, todas las contradicciones fundamentales en el movimiento obrero,
que condujeron a la lucha más encarnizada con la II Internacional, y de lo cual
ha hablado el camarada presidente, todo eso está vinculado al reparto de la
población de la Tierra.
Es claro que las cifras citadas ilustran en rasgos generales,
fundamentales, el cuadro económico del mundo. Y es natural, camaradas, que
sobre la base de ese reparto de la población de toda la Tierra haya aumentado
en muchas veces la explotación del capital financiero, de los monopolios
capitalistas.
No sólo las colonias y los países vencidos se ven reducidos a un estado
de dependencia; en el interior mismo de cada país victorioso se han
desarrollado las contradicciones más agudas, se han agravado todas las
contradicciones capitalistas. Lo mostraré en rasgos concisos con algunos
ejemplos.
Tomad las deudas de Estado. Sabemos
que las deudas de los principales Estados europeos han aumentado, de 1914 a
1920, no menos de siete veces. Citaré una fuente económica
más, que adquiere una importancia muy grande: es Keynes,
diplomático inglés y autor del libro Las
consecuencias económicas de la
paz, quien,
por encargo de su gobierno, participó en las negociaciones de paz de Versalles,
las siguió sobre el lugar desde un punto de vista puramente burgués, estudió el
asunto paso a paso, en detalle, y, como economista, tomó parte en las
conferencias. Ha llegado a conclusiones que son más tajantes, más evidentes y
más edificantes que cualquiera otra de un revolucionario
comunista, porque estas conclusiones las hace un burgués auténtico, un
enemigo implacable del bolchevismo, del cual él, como filisteo inglés, se hace
un cuadro monstruoso, bestial y feroz. Keynes ha llegado a la conclusión de que
con el Tratado de Versalles, Europa y el mundo entero van a la bancarrota.
Keynes ha dimitido; ha arrojado su libro a la cara del gobierno y ha dicho:
Hacéis una locura. Os citaré sus cifras que, en conjunto, se reducen a lo
siguiente:
¿Cuáles son las relaciones de deudores y acreedores que o establecido
entre las principales potencias? Convierto las libras esterlinas en rublos oro,
al cambio de 10 rublos oro por libra esterlina. He aquí lo que resulta: los
Estados Unidos tienen un activo de 19.000 millones; su es nulo. Hasta la guerra
eran deudores de Inglaterra. En el último Congreso del Partido Comunista de
Alemania, el 14 de abril de 1920, el camarada Levi señalaba con razón en su
informe que no quedaban más que dos potencias que actúan hoy independientes en
el mundo: Inglaterra y Norteamérica. Pero sólo Norteamérica ha quedado
absolutamente independiente desde el punto de vista financiero. Antes de la
guerra era deudora; hoy es sólo acreedora. Todas las demás potencias del mundo
han contraído deudas. Inglaterra se ve reducida a la siguiente situación:
activo 17.000 millones, pasivo 8.000 millones, es ya mitad deudora. Además, en
su activo figuran cerca de 6.000 millones que le debe Rusia. Los stocks
militares que Rusia compró durante la guerra forman parte de los créditos
ingleses. No hace mucho, cuando, en su calidad representante del Gobierno
soviético de Rusia, Krasin tuvo la oportunidad de conversar con Lloyd George
sobre los convenios relativos a las deudas, explicó claramente a los científicos
y políticos, dirigentes del Gobierno inglés, que si pensaban cobrar estas
deudas, se equivocaban de manera inexplicable. Y el diplomático inglés Keynes
les había ya revelado este error.
Por supuesto, la cuestión no depende sólo del hecho, y ni siquiera la
cosa es ésa, de que el Gobierno revolucionario ruso no quiere pagar sus deudas.
Ningún gobierno se avendría a liquidarlas, por la sencilla razón de que estas
deudas no representan más que los intereses usurarios de lo que ha sido ya
pagado una veintena de veces, y este mismo burgués Keynes, que no siente
ninguna simpatía por el movimiento revolucionario ruso dice: "Está claro
que no se pueden tener en cuenta estas deudas".
Por lo que se refiere a Francia, Keynes aduce cifras como éstas: su
activo es de tres mil millones y medio, su pasivo, ¡de 10.000 millones y medio!
Y éste es el país del cual los franceses mismos decían que era el usurero de
todo el mundo, porque sus "ahorros" eran colosales y el saqueo
colonial y financiero, que le había proporcionado un capital gigantesco, le
permitía otorgar préstamos de miles y miles de millones, en particular a Rusia.
De estos préstamos Francia obtenía enormes beneficios. Y a pesar de ello, a
pesar de la victoria, Francia ha ido a parar a la situación de deudora.
Una fuente burguesa norteamericana, citada por el camarada Braun,
comunista, en su libro ¿Quién debe pagar las deudas de guerra? (Leipzig,
1920), define de la manera siguiente la relación que existe entre las deudas y
el patrimonio nacional: en los países victoriosos, en Inglaterra y Francia, las
deudas representan más del 50% del patrimonio nacional. En lo que atañe a
Italia, este porcentaje es de 60 a 70, en cuanto a Rusia, de 90, pero, como
sabéis, estas deudas no nos inquietan, ya que poco antes de que apareciese el
libro de Keynes, habíamos seguido su excelente consejo: habíamos anulado todas
nuestras deudas.
(Clamorosos aplausos.)
Keynes no hace más que revelar en este caso su habitual rareza de
filisteo: al aconsejar anular todas las deudas, declara que, por supuesto,
Francia no hará más que ganár, que, desde luego, Inglaterra no perderá gran
cosa, porque, de todos modos, no se podría sacar nada de Rusia; Norteamérica
perderá mucho, pero Keynes cuenta con ¡la "generosidad" norteamericana!
A este respecto, no compartimos las concepciones de Keynes ni de los demás
pacifistas pequeñoburgueses. Creemos que para conseguir la anulación de las
deudas tendrán que esperar otra cosa y trabajar en una dirección un tanto
diferente, y no en la de contar con la "generosidad" de los señores
capitalistas.
De estas cifras muy concisas se infiere que la guerra imperialista ha
creado también para los países victoriosos una situación imposible. La enorme
desproporción entre los salarios y la subida de precios lo indica igualmente.
El 8 de marzo de este año, el Consejo Superior Económico, institución encargada
de defender el orden burgués del mundo entero contra la revolución creciente,
adoptó una resolución que termina con un llamamiento al orden, a la Laboriosidad
y al ahorro, con la condición, claro está, de que los obreros sigan siendo
esclavos del capital. Este Consejo Superior Económico, órgano de la Entente,
órgano de los capitalistas de todo el mundo, hizo el siguiente balance.
En los Estados Unidos, los precios de los productos alimenticios han
subido en un promedio de 120%, mientras que los salarios han aumentado sólo en
un 100%. En Inglaterra, los productos alimenticios han subido en 170%, los
salarios, en 130%. En Francia, los precios de los víveres han aumentado en
300%, los salarios, en 200. En el Japón, los precios han subido en 130%, los
salarios, en 60% (confronto las cifras indicadas por el camarada Braun en su
folleto precitado y las del Consejo Superior Económico dadas por el Times del
10 de marzo de 1920).
Está claro que en semejante situación el crecimiento ¡ a indignación de
los obreros, el desarrollo de las ideas y del estado de ánimo revolucionarios y
el aumento de las huelgas espontáneas de masas son inevitables. Porque la
situación de los obreros se hace insoportable. Estos se convencen por su propia
experiencia de que los capitalistas se han enriquecido inmensamente con la
guerra, cuyos gastos y deudas cargan sobre las espaldas de los obreros.
Recientemente, un telegrama nos comunicaba que Norteamérica quiere repatriar a
Rusia a 500 comunistas más, para desembarazarse de estos "peligrosos
agitadores".
Pero aunque Norteamérica nos enviase no 500, sino 500.000
"agitadores" rusos, norteamericanos, japoneses, franceses, la cosa no
cambiaría, puesto que subsistiría la desproporción de los precios, contra la
cual no pueden hacer nada Y no pueden hacer nada porque la propiedad privada se
protege allí rigurosamente, porque para ellos es "sagrada". No hay
que olvidar que la propiedad privada de los explotadores ha sido abolida sólo
en Rusia. Los capitalistas no pueden hacer nada contra esa desproporción de los
precios, y los obreros no pueden vivir con los antiguos salarios. Contra esta
calamidad, ningún viejo método sirve, ninguna huelga aislada, ni la lucha
parlamentaria ni la votación pueden hacer nada, porque la "propiedad
privada es sagrada", y los capitalistas han acumulado tales deudas que el
mundo entero está avasallado por un puñado de personas; por otra parte, las
condiciones de existencia de los obreros se hacen más y más insoportables. No
hay más salida que la abolición de la "propiedad privada" de los
explotadores.
En su folleto Inglaterra y la revolución mundial, del
cual nuestro Noticiero del Comisariado del Pueblo de Negocios Extranjeros de
febrero de 1920 ha publicado valiosos extractos, el camarada Lapinski indica
que en Inglaterra los precios del carbón de exportación han sido dos veces más
elevados que los previstos por los medios industriales oficiales.
En Lancashire se ha llegado a una alza del valor de las acciones de un
40%. Los beneficios de los bancos constituyen del 40 al 50% como mínimo, además
se debe señalar que, cuando se trata de determinar sus beneficios, todos los
banqueros saben encubrir la parte leonina no llamándola beneficios, sino
disimulándola bajo la forma de primas, bonificaciones, etc. Así es que también
en este caso, los hechos económicos indiscutibles muestran que la riqueza de un
puñado ínfimo de personas ha crecido de manera increíble, que un lujo inaudito
rebasa todos los límites, mientras que la miseria de la clase obrera no cesa de
agravarse. En particular, hay que señalar, además, una circunstancia que el
camarada Levi ha subrayado con extraordinaria claridad en su informe precitado:
la modificación del valor del dinero. Como consecuencia de las deudas, de la
emisión de papel moneda, etc., el dinero se ha desvalorizado en todas partes.
La misma fuente burguesa, que ya he citado, es decir, la declaración del
Consejo Superior Económico del 8 de marzo de 1920, estima que en Inglaterra la
depreciación de la moneda en relación al dólar es aproximadamente de un tercio;
en Francia, de dos tercios, en cuanto a Alemania, llega hasta el 96%.
Este hecho muestra que el "mecanismo" de la economía mundial se
está descomponiendo por entero. No es posible continuar las relaciones
comerciales de las cuales dependen, bajo el régimen capitalista, la obtención
de materias primas y la venta de los productos manufacturados; no pueden
continuar precisamente por el hecho de que toda una serie de países se hallan
sometidos a uno solo, debido a la depreciación monetaria. Ninguno de los países
ricos puede vivir ni comerciar, porque no puede vender sus productos ni recibir
materias primas.
Así, pues, resulta que Norteamérica misma, el país más rico, al que están
sometidos todos los demás países, no puede comprar ni vender. Y ese mismo
Keynes, que ha conocido todos los recovecos y peripecias de las negociaciones
de Versalles, está obligado a reconocer esta imposibilidad, pese a su firme
decisión de defender el capitalismo y a despecho de todo su odio al
bolchevismo. Dicho sea de paso, no creo que ningún manifiesto comunista, o, en
general, revolucionario, pueda compararse, en cuanto a su vigor, a las páginas
en las que Keynes pinta a Wilson y (aquí) y el
"wilsonismo" en
acción. Wilson fue el ídolo de los pequeños burgueses y de los pacifistas tipo
Keynes y de ciertos héroes de la II Internacional (e incluso de la
Internacional "II y media") que han exaltado sus "14
puntos" y escrito hasta libros "sabios"
sobre las "raíces" de la política wilsoniana, esperando que Wilson
salvaría la "paz social", reconciliaría a los explotadores con los
explotados y realizaría reformas sociales. Keynes ha mostrado con toda evidencia
que Wilson ha resultado ser un tonto y que todas estas ilusiones se han
esfumado al primer contacto con la política práctica, mercantil y traficante
del capital, encarnada por los señores Clemenceau y Lloyd
George. Las masas obreras ven ahora cada vez más
claramente por su experiencia vivida, y los sabios pedantes podrían verlo a la
sola lectura del libro de Keynes, que las "raíces" de la política de
Wilson estribaban sólo la necedad clerical, la fraseología pequeño-burguesa y
la total incomprensión de la lucha de clases.
De todo eso dimanan de modo completamente inevitable y natural dos
condiciones, dos situaciones fundamentales. De una parte, la miseria y la ruina
de las masas se han acrecentado de manera inaudita, y sobre todo en que
concierne a 1.250 millones de seres humanos, o sea, al 70% de la población del
globo. Se trata de las colonias y países dependientes, cuya población está
privada de todo derecho jurídico de países colocados "bajo el
mandato" de los bandidos de las finanzas. Y, además, la esclavitud de los
países vencidos ha quedado sancionada por el Tratado de Versalles y los
acuerdos secretos relativos a Rusia, que a veces tienen -es verdad- tanto valor
como los papeluchos en los que se ha escrito que debemos tantos y cuantos miles
de millones. Presenciamos en la historia mundial el primer caso de sanción jurídica
de la expoliación, de la esclavitud, de la dependencia, de la miseria y del
hambre de 1.250 millones de seres humanos.
De otra parte, en cada país que se ha vuelto acreedor, la situación de
los obreros se ha hecho insoportable. La guerra ha agravado al máximo todas las
contradicciones capitalistas, y en ello está el origen de esa profunda
efervescencia revolucionaria que no hace más que crecer, porque durante la
guerra los hombres se hallaban bajo el régimen de la disciplina militar, eran
lanzados a la muerte o amenazados de una represión militar inmediata. Las
condiciones impuestas por la guerra no dejaban ver la realidad económica. Los
escritores, los poetas, los popes y toda la prensa no hacían más que glorificar
la guerra. Ahora que la guerra ha terminado, las cosas han comenzado a
desenmascararse. Está desenmascarado el imperialismo alemán con su paz de
Brest-Litovsk. Está desenmascarada la paz de Versalles que debía ser la
victoria del imperialismo y ha resultado ser su derrota. El ejemplo de Keynes
muestra, entre otras cosas, cómo decenas y centenares de miles de pequeños
burgueses, de intelectuales o simplemente de personas un tanto desarrolladas y
cultas de Europa y América han tenido que emprender la misma senda que él, que
ha presentado su dimisión y arrojado a la cara de su gobierno el libro que
desenmascaraba a éste. Keynes ha mostrado lo que pasa y pasara en la conciencia
de millares y centenares de miles de personas cuando comprendan que todos los
discursos sobre la "guerra por la libertad", etc. no han sido más que
puro engaño y que como consecuencia de la guerra se ha enriquecido sólo una
ínfima minoría, mientras que los demás se han arruinado y han quedado reducidos
a la esclavitud. En efecto, el burgués Keynes declara que los ingleses, para
proteger su vida, para salvar la economía inglesa, deben conseguir ¡que entre
Alemania y Rusia se reanuden las relaciones comerciales libres! Pero ¿cómo
conseguirlo? ¡Anulando todas las deudas, como lo propone él! Esta es una idea
que no pertenece sólo al científico economista Keynes. Millones de personas
llegan y llegarán a esta idea. Y millones de personas oyen declarar a los
economistas burgueses que no hay más salida que la anulación de las deudas, que
por consiguiente "¡malditos sean los bolcheviques!" (que las han
anulado>, y ¡¡hagamos un llamamiento a la "generosidad" de
Norteamérica!! Pienso que se debería enviar
en nombre del Congreso de la Internacional Comunista un mensaje de
agradecimiento a estos economistas que hacen agitación en favor del
bolchevismo.
Si, de una parte, la situación económica de las masas se ha hecho insoportable;
si, de otra parte, en el seno de la ínfima minoría de los países vencedores
omnipotentes se ha iniciado y se acelera la descomposición ilustrada por
Keynes. realmente presenciamos la maduración de las dos condiciones de la
revolución mundial.
Tenemos ahora ante los ojos un cuadro algo más completo del mundo.
Sabemos lo que significa esta dependencia de un puñado de ricachones a la que
están sujetos los 1.250 millones de seres colocados en condiciones de
existencia inaguantables. De otro lado, cuando se ofreció a los pueblos el
Pacto de la Sociedad de Naciones, en virtud del cual ésta declara que ha puesto
fin a las guerras y que en adelante no permitirá a nadie quebrantar la paz,
cuando este pacto -última esperanza de las masas trabajadoras del mundo entero-
entró en vigor, eso fue para nosotros la victoria más grande. Cuando aún no
estaba en vigor, decían: es imposible no imponer a un país como Alemania
condiciones especiales; cuando haya un tratado, ya verán cómo todo marchará
bien. Pero cuando este pacto se publicó ¡los enemigos furibundos del
bolchevismo han tenido que renegar de él! Tan pronto como el pacto empezó a
entrar en vigor resulto que el grupito de países más ricos, ¡este
"cuarteto de gente gorda"! --Clemenceau, Lloyd George, Orlando y
Wilson-- quedó encargado de arreglar las nuevas relaciones. !Y cuando pusieron
en marcha la máquina del pacto, ésta llevó a la ruina total!
Lo hemos visto en las guerras contra Rusia. Débil, arruinada, abatida,
Rusia, el país más atrasado, lucha contra todas las naciones, contra la alianza
de Estados ricos y poderosos que dominan al mundo, y sale vencedora de esta
lucha. No podíamos oponer fuerzas un tanto equivalentes y, sin embargo, fuimos
los vencedores. ¿Por qué? Porque no había ni sombra de unidad entre ellos,
porque cada potencia actuaba contra otra. Francia quería que Rusia le pagase
las deudas y se convirtiese en una fuerza temible contra Alemania; Inglaterra
deseaba el reparto de Rusia, intentaba apoderarse del petróleo de Bakú y firmar
un tratado con los países limítrofes de Rusia. Entre los documentos oficiales
ingleses figura un libro que enumera con extraordinaria escrupulosidad todos
los Estados (se cuentan 14) que, hace medio año, en diciembre de 1919,
prometían tomar Moscú y petrogrado. Inglaterra fundaba en estos Estados su
política y les daba a préstamo millones y millones. Pero hoy todos estos
cálculos han fracasado y todos los empréstitos se han perdido.
Esta es la situación que ha creado la Sociedad de Naciones. Cada día de existencia
de este pacto constituye la mejor agitación en favor del bolchevismo. Porque
los partidarios más poderosos del "orden" capitalista nos muestran
que, en cada cuestión, se echan la zancadilla unos a otros. Por el reparto de
Turquía, Persia, Mesopotamia, China se arman querellas feroces entre el Japón,
la Gran Bretaña, Norteamérica y Francia. La prensa burguesa de estos países
está llena de los más violentos ataques y de las invectivas más acerbas contra
sus "colegas" porque les quitan ante sus propias narices el botín.
Somos testigos del total desacuerdo que reina en las alturas, entre este puñado
ínfimo de países más ricos. Es imposible que 1.250 millones de seres, que
representan el 70% de la población de la Tierra, vivan en las condiciones de avasallamiento
que quiere imponerles el capitalismo "avanzado" y civilizado. En
cuanto al puñado ínfimo de potencias riquísimas, Inglaterra, Norteamérica, el
Japón (que tuvo la posibilidad de saquear a los países de Oriente, los países
de Asia, pero no puede poseer ninguna fuerza independiente, ni financiera ni
militar, sin la ayuda de otro país), estos dos o tres países no están en
condiciones de organizar las relaciones económicas y orientan su política a
hacer fracasar la de sus asociados y "partenaires" de la Sociedad de
Naciones. De aquí se deriva la crisis mundial. Y estas raíces económicas de la
crisis constituyen la razón esencial del hecho de que la Internacional
Comunista consiga brillantes éxitos.
Camaradas: Ahora vamos a abordar la cuestión de la Crisis revolucionaria
como base de nuestra acción revolucionaria. Y en ello necesitamos, ante todo,
señalar dos errores extendidos. De un lado, los economistas burgueses presentan
esta crisis como una simple "molestia",
según la elegante expresión de los ingleses. De otro lado, los revolucionarios
procuran demostrar a veces que la crisis no tiene absolutamente salida.
Esto es un error. Situaciones absolutamente sin salida no existen. La
burguesía se comporta como una fiera insolentada que ha perdido la cabeza, hace
una tontería tras otra, empeorando la situación y acelerando su muerte. Todo
eso es así. Pero no se puede "demostrar" que no hay absolutamente
posibilidad alguna de que adormezca a cierta minoría de explotados con
determinadas concesiones, de que aplaste cierto movimiento o sublevación de Una
parte determinada de oprimidos y explotados. Intentar "demostrar" con
antelación la falta "absoluta" de salida sería vana pedantería o
juego de conceptos y palabras. En esta cuestión y otras parecidas, la verdadera
"demostración" puede ser únicamente la práctica. El régimen burgués
atraviesa en todo el mundo una grandísima crisis revolucionaria. Ahora hay que
"demostrar" con la práctica que los partidos revolucionarios que
tienen suficiente grado de conciencia, organización, ligazón con las masas
explotadas, decisión y habilidad a fin de aprovechar esta crisis para llevar a
cabo con éxito la revolución victoriosa.
Para preparar esa "demostración" nos hemos reunido precisa y
principalmente en el presente Congreso de la Internacional Comunista.
Citaré como ejemplo del grado en que aún domina el oportunismo entre los
partidos que desean adherirse a la III Internacional, del grado en que la labor
de ciertos partidos aún está lejos de la preparación de la clase revolucionaria
para aprovechar la crisis revolucionaria, a Ramsay
MacDonald, jefe del "Partido Laborista Independiente" inglés. En su
libro El Parlamento y la
Revolución, dedicado precisamente a las cuestiones cardinales
que ahora nos tienen ocupados también a nosotros, MacDonald describe el estado
de las cosas, poco más o menos en el espíritu de los pacifistas burgueses. Reconoce
que hay crisis revolucionaria, que aumentan los sentimientos revolucionarios,
que las masas obreras simpatizan con el Poder soviético y la dictadura del
proletariado (adviertan que se trata de Inglaterra) que la dictadura del
proletariado es mejor que la actual dictadura de la burguesía inglesa.
Pero MacDonald no deja de ser un pacifista y conciliador burgués hasta la
médula, un pequeño burgués que sueña con un gobierno que esté por encima de las
clases. Reconoce la lucha de clases sólo como "hecho descriptivo",
como todos los embusteros, sofistas y pedantes de la burguesía. Silencia la
experiencia de Kerenski, los mencheviques y los eseristas en Rusia, la
experiencia homóloga de Hungría, Alemania, etc., sobre la formación de un
gobierno "democrático", y, aparentemente, fuera de las clases.
Adormece a su partido y a los obreros que tienen la desgracia de tomar a este
burgués por un socialista, de tomar a este filisteo por un líder con las
palabras: "Sabemos que esto (o sea, la crisis revolucionaria, la
efervescencia revolucionaria) pasará, se calmará". La guerra originó
inevitablemente la crisis, pero después de la guerra, aunque no sea de golpe,
"todo se calmará".
Así escribe una persona que es el jefe de un partido que desea adherirse
a la III Internacional. En ello vemos una denuncia de excepcional franqueza y
tanto más valiosa de lo que se observa con no menos frecuencia en las capas
superiores del Partido Socialista Francés y del Partido Socialdemócrata
Independiente Alemán: no sólo el no saber, sino también el no querer aprovechar
la crisis revolucionaria en sentido revolucionario, o, dicho de otro modo, el
no saber y el no querer llevar a cabo una verdadera preparación revolucionaria
del partido y de la clase para la dictadura del proletariado.
Ese es el mal fundamental de numerosísimos partidos que hoy se apartan de
la II Internacional. Y precisamente por eso me detengo más en las tesis que
propuse al presente Congreso, en la determinación, de la manera más concreta y
exacta posible, de las tareas de preparación para la dictadura del
proletariado.
Aduciré un ejemplo más. Recientemente se ha publicado un nuevo libro
contra el bolchevismo. Ahora se publican en Europa y América muchísimos libros
de ese género, y cuantos más libros se publican contra el bolchevismo, tanto
mayores son la fuerza y rapidez con que crecen en las masas las simpatías por
él. Me refiero al libro de Otto Bauer ¿Bolchevismo o socialdemocracia? En
él se muestra de modo evidente a los alemanes qué es el mechenchevismo, cuyo
ignominioso papel en la revolución rusa ha sido suficientemente comprendido por
obreros de todos los países. Otto Bauer ha dado un panfleto menchevique de cabo
a cabo, pese a haber ocultado su simpatía por el menchevismo. Mas en Europa y
América hace falta difundir ahora nociones más exactas de lo que es el
menchevismo pues éste es un concepto genérico para todas las tendencias
pretendidamente socialistas, socialdemocrátas, etc., hostiles al bolchevismo. A
nosotros, los rusos, nos aburriría escribir para Europa qué es el menchevismo. Otto
Bauer lo ha demostrado de hecho en su libro, y
agradecemos por anticipado a los editores burgueses y oportunistas que lo
publiquen y traduzcan a diferentes idiomas. El libro de Bauer será un
complemento útil, aunque original, para los manuales de comunismo. Tomad
cualquier párrafo, cualquier razonamiento de Otto Bauer y demostrad dónde está
ahí el menchevismo, donde las raíces de las concepciones que llevan al proceder
de los traidores al socialismo, de los amigos de Kerenski, Scheidemann, etc.:
tal será el problema que se podrá proponer con provecho y éxito en los
"exámenes" para comprobar si el comunismo ha sido asimilado. Si uno
no puede resolver este problema, no será aún comunista y valdrá más que no
ingrese en el Partido Comunista. (Aplausos.)
Otto Bauer ha expresado magníficamente la esencia de las opiniones del
oportunismo internacional en una frase, por la que -si pudiéramos mandar
libremente en Viena- deberíamos erigirle un monumento en vida. El empleo de la
violencia en la lucha de clases de las democracias contemporáneas -ha dicho O.
Bauer- sería una "violencia sobre los factores sociales de la
fuerza".
Probablemente os parezca esto extraño e incomprensible. Es un modelo del
grado a que han llevado el marxismo, del grado de banalidad y defensa de los
explotadores a que se puede llevar la teoría más
revolucionaria. Hace falta la variante alemana de espíritu pequeñoburgués para
obtener la "teoría" de que los "factores sociales fuerza"
son el número, la organización, el lugar en proceso de producción y
distribución, la actividad y la instrucción. Si un obrero agrícola en el campo
y un obrero industrial en la ciudad ejercen violencia revolucionaria sobre el
terrateniente y el capitalista, eso no es, ni mucho menos, dictadura del
proletariado, no es, ni mucho menos, violencia sobre los explotadores y
opresores del pueblo. Nada de eso. Es "violencia sobre los factores
sociales de la fuerza".
Quizás el ejemplo que he puesto haya salido algo humorístico. Pero es tal
la naturaleza del oportunismo contemporáneo que su lucha contra el bolchevismo
se convierte en un chiste. Para Europa y América es de lo más útil y apremiante
incorporar a la clase obrera, a cuanto hay de pensante en ella, a la lucha del
menchevismo internacional (de los MacDonald, O. Bauer y Cía.) contra el
bolchevismo. Aquí debemos plantear la cuestión de cómo se explica la solidez de
semejantes tendencias en Europa y por qué ese oportunismo es más vigoroso en
Europa Occidental que en nuestro país. Pues porque los países adelantados han
creado y siguen creando su cultura con la posibilidad de vivir a expensas de
mil millones de habitantes oprimidos. Porque los capitalistas de estos países
reciben mucho por encima de lo que podrían recibir como ganancia por el expolio
de los obreros de su país.
Antes de la guerra se consideraba que tres países riquísimos: Inglaterra,
Francia y Alemania tenían unos ingresos de ocho mil millones a diez mil
millones de francos anuales, sin contar otros ingresos, sólo debido a la
exportación de capital al extranjero.
Es claro que de esta respetable suma se pueden tirar quinientos millones,
al menos, como migajas a los dirigentes obreros, a la aristocracia obrera, como
sobornos de todo género. Y todo se reduce precisamente al soborno. Eso se hace
por mil vías distintas: elevando la cultura en los mayores centros, creando
establecimientos de enseñanza, fundando miles de cargos para dirigentes de
cooperativas, para líderes tradeunionistas y parlamentarios. Pero eso se hace
por dondequiera que existen relaciones capitalistas civilizadas contemporáneas.
Y esos miles de millones de superganancias son la base económica en que se
apoya el oportunismo en el movimiento obrero. En América, Inglaterra y Francia
se observa una obstinación mucho más tenaz de los dirigentes oportunistas, de
la capa superior de la clase obrera, de la aristocracia de los obreros; oponen una
resistencia mucho mayor al movimiento comunista. Y por eso debemos estar
dispuestos a que la curación de esta enfermedad de los partidos obreros
europeos y americanos transcurra con más dificultad que en este país. Sabemos
que desde la fundación de la III Internacional se han obtenido enormes éxitos
en el tratamiento de esta enfermedad, pero aún no hemos llegado a extirparla
definitivamente: la obra de depurar en todo el mundo a los partidos obreros, a
los partidos revolucionarios del proletariado, de la influencia burguesa y
oportunistas en su propio medio aún está muy lejos de acabarse.
No me detendré en la manera concreta cómo debemos realizar eso. De ello
se habla en mis tesis, que están publicadas. Aquí me incumbe señalar las
profundas raíces económicas de este fenómeno. Esta enfermedad se ha prolongado
y su tratamiento se ha dilatado más de lo que optimistas pudieran esperar. Nuestro enemigo principal es el oportunismo.
El oportunismo en la capa superior del movimiento obrero no es socialismo
proletario, sino burgués. Se ha demostrado en la práctica que los políticos
del movimiento obrero pertenecientes a la tendencia oportunista son mejores
defensores de la burguesía que los propios burgueses. La burguesía no podría
mantenerse si ellos no dirigieran a los obreros. Eso lo demuestra no sólo la
historia del régimen de Kerenski en Rusia, sino la república democrática en
Alemania con su gobierno socialdemócrata al frente, lo demuestra la actitud de
Albert Thomas ante su gobierno burgués. Lo demuestra la experiencia análoga de
Inglaterra y los Estados Unidos. Ahí está nuestro enemigo principal, y debemos
vencerlo. Tenemos que salir del Congreso con la firme resolución de llevar
hasta el fin esa lucha en todos los partidos. Esa es la tarea principal.
En comparación con esa tarea, la corrección de los de la tendencia
"izquierdista" en el comunismo será una tarea fácil. En toda una
serie de países se observa el antiparlamentarismo, aportado no tanto por gente
de la pequeña burguesía como apoyado por algunos destacamentos avanzados del
proletariado debido al odio que tienen al viejo parlamentarismo, odio lógico,
justo y necesario a la conducta de los miembros de los parlamentos en
Inglaterra, Francia, Italia y en todos los países. Hay que dar indicaciones directrices
de la Internacional Comunista, dar a conocer mejor, más a fondo, a los
camaradas, la experiencia rusa, el alcance del verdadero partido político
proletario. Nuestra labor consistirá en cumplir esta tarea. Y la lucha contra
estos errores del movimiento proletario, contra estas faltas, será mil veces
más fácil que la lucha contra la burguesía que penetra balo el manto de
reformistas en los viejos partidos de la II Internacional y orienta toda su
labor no en el espíritu proletario, sino en el espíritu burgués.
Camaradas: Para concluir, me detendré a examinar otro aspecto de la
cuestión. El camarada presidente ha dicho aquí que esta asamblea merece el
calificativo de Congreso Mundial. Creo que tiene razón, sobre todo porque se
encuentran aquí no pocos representantes del movimiento revolucionario de las
colonias y de los países atrasados. Esto no es más que un modesto comienzo,
pero lo importante es que ya se ha dado el primer paso. La unión de los
proletarios revolucionarios de los países capitalistas, de los países
avanzados, con las masas revolucionarias de los países que carecen o casi
carecen de proletariado, con las masas oprimidas de las colonias, de los países
de Oriente, se está produciendo en este Congreso. La consolidación de esa unión
depende de nosotros, yo estoy seguro de que lo conseguiremos. El imperialismo
mundial debe cáer cuando el empuje revolucionario de los obreros explotados y
oprimidos de cada país, venciendo la resistencia de los elementos
pequeñoburgueses y la influencia de la insignificante élite constituida por la
aristocracia obrera, se funda con el empuje revolucionario de centenares de
millones de seres que hasta ahora habían permanecido al margen de la historia y
eran considerados sólo como objeto de ésta.
La guerra imperialista ayudó a la revolución. La burguesía sacó soldados
de las colonias, de los países atrasados, para hacerlos participar en esa
guerra imperialista, haciéndolos salir del estado de abandono en que se
encontraban. La burguesía inglesa inculcaba a los soldados de la India la idea
de que los campesinos hindúes debían defender a la Gran Bretaña de Alemania; la
burguesía francesa inculcaba a los soldados de las colonias francesas la idea
de que los negros debían defender a Francia. Y les enseñaron el manejo de las
armas. Este aprendizaje es extraordinariamente útil, y por ello podríamos
expresarle a la burguesía nuestro profundo agradecimiento, en nombre de todos
los obreros y campesinos rusos y sobre todo en nombre de todo el Ejército Rojo
ruso. La guerra imperialista ha hecho que los pueblos dependientes se
incorporaren a la historia universal. Y una de nuestras principales tareas del
momento actual es pensar el modo de colocar la primera piedra de la
organización del movimiento soviético en los países no capitalistas. Los
Soviets son posibles en esos países; no serán Soviets obreros, sino Soviets
campesinos o Soviets de los trabajadores.
Habrá que realizar un gran trabajo, los errores serán inevitables y
muchos serán los obstáculos con que se tropezará en ese camino. La tarea
fundamental del II Congreso consiste en elaborar o trazar los principios de
carácter práctico, a fin de que el trabajo realizado hasta ahora en forma no
organizada entre centenares de millones de hombres, transcurra en forma
organizada, cohesionada y sistemática.
Ha pasado poco más de un año desde que se celebró el I Congreso de la
Internacional Comunista y ya aparecemos como vencedores de la II Internacional.
Las ideas soviéticas no sólo se difunden ahora entre los obreros de los países civilizados
y no son sólo ellos los que las conocen y comprenden. Los obreros de todos los
países se ríen de esos sabihondos -muchos de los cuales se llaman socialistas-
que con aire doctoral o casi doctoral se lanzan a disquisiciones sobre el
"sistema" soviético, como suelen expresarse los sistemáticos
alemanes, o sobre la "idea" soviética, término empleado por los
socialistas "gremiales" ingleses. Tales disquisiciones sobre el
"sistema" soviético o la "idea" soviética suelen enturbiar
a menudo los ojos y la conciencia de los obreros. Pero los obreros desechan han
esa basura pedantesca y empuñan el arma proporcionada por los Soviets. En los
países de Oriente se va comprendiendo también el papel y la importancia de los
Soviets.
El movimiento soviético se ha iniciado en todo el Oriente, en toda Asía,
en los pueblos de todas las colonias.
La tesis de que los explotados deben rebelarse contra los explotadores y
crear sus Soviets no es demasiado complicada. Después de nuestra experiencia,
después de dos años y medio de República Soviética en Rusia, después del I
Congreso de la III Internacional, la comprensión de esa tesis está al alcance
de centenares de millones de seres oprimidos por los explotadores en el mundo
entero. Y si ahora, en Rusia, nos vemos obligados con frecuencia a concertar
compromisos y a dar tiempo al tiempo, pues somos más débiles que los
imperialistas internacionales, sabemos, en cambio, que 1.250 millones de seres de la población del globo constituyen esa masa
cuyos intereses defendemos nosotros. Por ahora tropezamos con los
obstáculos, los prejuicios y la ignorancia, que con cada hora que pasa van
siendo relegados al pasado; pero cuanto más tiempo pasa, más nos vamos
convirtiendo en los representantes y los defensores efectivos de ese 70% de la
población del globo, de esa masa de trabajadores y explotados. Podemos decir
con orgullo que en el I Congreso éramos, en el fondo, tan sólo unos
propagandistas, que nos limitábamos a lanzar al proletariado de todo el mundo
unas ideas fundamentales, un llamamiento a la lucha, y preguntábamos: ¿dónde
están los hombres capaces de seguir ese camino? Ahora tenemos en todas partes
un proletariado de vanguardia. En todas partes hay un ejército proletario,
aunque en ocasiones esté mal organizado y exija una reorganización, y si
nuestros camaradas internacionales nos ayudan ahora a organizar un ejército
único, no habrá fallas que nos impidan realizar nuestra obra. Esa obra es la
revolución proletaria mundial, es la creación de la República Soviética
universal.
(Prolongados aplausos.)
V. I.
Lenin
Discursos
pronunciados en el II Congreso de la III Internacional
Realizado
en el Palacio Taurichesky, Petrogrado 19 de julio al 7 de agosto de 1920
KEYNES, John Maynard (1919;
1987): Las
consecuencias económicas de la paz
Las
consecuencias económicas de la paz, de J.M. Keynes
Extractos
de "LAS CONSECUENCIAS ECONÓMICAS DE LA PAZ" Keynes
El tratado
de Versalles
Garzón
regala a Rajoy 'Las consecuencias económicas de la paz'
¿Por qué
Garzón le ha regalado un libro de Keynes a Mariano Rajoy?
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