domingo, 5 de junio de 2016

El POUM durante la transición democrática (1974-1981)






Pelai Pagès

Universidad de Barcelona Working Paper nº156 Instituto de Ciencias Potitiques y Sociales (ICPS) Barcelona 1998 

En la memoria del buen amigo Xavier Virós, que vivió con intensidad muchos momentos de esta historia y que también creía en un futuro socialista.

No quiero ocultar, de entrada, que cuando Isidre Molas me propuso llevar a cabo una sesión de este Seminario sobre el POUM durante la transición, tuve mis dudas en aceptar. En primer lugar, porque yo mismo formaba parte de esta historia, y es bien sabido que cuando un hombre ha vivido una experiencia que luego debe intentar revivir para los demás, está mediatizado por las propias vivencias personales y los recuerdos de estas vivencias. El debate sobre la objetividad en la historia, en este caso, alcanza una nueva dimensión. De lo contrario, me frenaba también el hecho de que hablar del POUM durante la transición era hablar de una gran frustración, de un intento en el que un grupo de gente puso muchas energías, esperanzas e ilusiones en un proyecto que, al cabo y al cabo, no tuvo éxito. Intentar de rehacer la historia de un fracaso no es nada agradable. Finalmente, un tercer condicionante venía dado por el hecho de que no siempre el combate político es un camino de rosas, si se me permite la expresión. Quiero decir que en el proceso de discusiones y debates y en la propia lucha política para lograr la reconstrucción del POUM hubo problemas, episodios y enfrentamientos a veces personales, que tampoco es agradable de recordar. A pesar de todo, me terminó convenciendo Isidre Molas cuando me dijo que si yo no escribía, ni que fuera una pincelada rápida de esta historia, todo se acabaría perdiendo. Y no es que la historia del POUM durante la transición sea una historia que merezca figurar en los anales del movimiento obrero. Los años de la transición configuran un período de nuestra historia en el que aparecieron numerosos proyectos políticos que, en el momento de pasar por la prueba de fuego de su experimentación histórica, de su confrontación con la realidad social, no pudieron resistirlo. Fueron numerosas las organizaciones -algunas de apariencia muy sólida, como las maoístas- que acabaron desapareciendo de manera muy rápida y hoy forman parte ya del recuerdo más lejano


El POUM, sin embargo, era, o si quiere, es otra historia. En primer lugar porque era un partido histórico, depositario de la herencia de una parte muy significativa del movimiento obrero catalán, con raíces históricas muchos  más profundas, que arrancan de la segunda década del siglo, los primeros años heroicos de la CNT. Hay que recordar que al iniciarse la transición aún vivían hombres como Pedro Bonet, Jordi Arquer, Luis Portela y Juan Andrade, nombres que aparecen en los anales de la historia del comunismo en Cataluña y en España. En segundo lugar, la historia del POUM no estaba exenta de episodios dramáticos, que lo convertían en un referente en cierto modo mítico. La doble represión estalinista y fascista que había vivido durante la guerra civil y el primer franquismo -con el asesinato de su dirigente carismático Andrés Nin- debían marcar la vida de todos los militantes que sobrevivieron a la experiencia dolorosa de la guerra y la represión. Y el tema era importante porque provocó reacciones muy diferenciadas tanto entre la dirección del Partido como entre la militancia. Sólo hay que recordar que un dirigente como Joaquín Maurín, que en cierto modo puede ser considerado, mucho más que Nin, como el padre del POUM, tras la dolorosa experiencia sufrida en las cárceles franquistas, desde el inicio mismo de la guerra, hasta su salida de la cárcel en 1946, no volvió a la militancia política activa. Y fueron muchos los militantes que fueron arrastrar hasta el fin de sus días el trauma de la represión stalinista. El POUM, al inicio de la transición, era pues el referente máximo del antistalinismo.


La reaparición del POUM durante la transición representaba, por tanto, una novedad en el panorama política catalán y español. Más teniendo en cuenta que la última vez que había existido en el interior del país una militancia organizada fue a finales de los años cuarenta. Desde principios de los años cincuenta, el POUM fue básicamente una organización de exilio, que mantuvo la infraestructura organizativa y los contactos en el exterior, pero que en cambio no poseer una presencia activa en el interior peninsular.


Para entender la historia del POUM durante estos años de la transición, hay, ciertamente, y en primer lugar, tener muy presentes el enorme peso histórico de estos dos fenómenos que acabo de señalar: la persecución stalinista y su desaparición interior del país. El primer factor que, aparte de lo que ya he señalado, tuvo otros efectos entre numerosos sectores de la militancia, pues animó un anticomunismo visceral, que en muchos casos condujo a muchos militantes a renunciar claramente los principios políticos que habían defendido desde de su fundación. El replanteamiento ideológico de muchos dirigentes del POUM tras la guerra, vertió, en última instancia en la escisión que protagonizó José Rovira cuando fundó el Movimiento Socialista de Cataluña. Incluso Joaquín Maurín desde su exilio en Nueva York sufrió un cierto vuelco ideológico y no ahorró críticas a la política que el POUM había llevado a cabo durante la guerra civil. Era la evolución lógica de aquellos que no querían caer en el riesgo de una identificación entre comunismo y estalinismo y de aquellos que pensaban -también hay hicieron haberse que el POUM fue perseguido y represaliado porque defendió frente de la guerra y la revolución una política excesivamente radical, básicamente errónea.


La crisis político-organizativa que sufrió el POUM después de la guerra fue una de las causas que condujo a su desaparición organizativa. Esto junto a las caídas que sufrió a partir de los años 1947-1948 y siguientes, cuando el franquismo buscaba una estabilización definitiva, terminaron desmoralizando la militancia que se había mantenido activa prácticamente desde el fin de la guerra.


Esta falta de continuidad en la militancia activa en el interior del país durante más de dos décadas fue importante al inicio de la transición, porque implicó una falta de continuidad generacional: cuando se inició el intento de reconstrucción en el interior del país, existía una militancia eminentemente adulta, de más de sesenta años, procedente del Bloque Obrero y Campesino y del POUM históricos, y una militancia joven, que en muchos casos no llegaba a los treinta años, y que había sido formada en las luchas de los últimos años del franquismo. En medio existía un gran vacío que, aparte de otras consideraciones políticas e ideológicas, marcaba, evidentemente, una ruptura generacional importante.


Si señalo este aspecto es que, evidentemente, la reconstrucción del POUM había que hacer entre los viejos y los jóvenes militantes. La legitimación histórica del POUM residía en aquellos que habían conservado todo el rico patrimonio político e ideológico. Y por lo tanto, los jóvenes tenían que contar con los militantes viejos. Pero los viejos militantes en ningún caso podían plantearse reconstruir el POUM si no disponían de una militancia joven, dispuesta a sacar adelante un proyecto que seguro sería difícil y pesado. La diferente cultura política de viejos y jóvenes y las experiencias militantes también divergentes fueron a menudo problemas graves. Sobre todo cuando se evidenció una divergencia importante en los objetivos de unos y otros. Los jóvenes que apostaron por la reconstrucción del POUM, tenían claro que querían rehacer el POUM como organización marxista revolucionaria, que se situara en los parámetros del radicalismo político y social que habían configurado su historia, al tiempo que se intentaba adecuar la estrategia de transformación social a los nuevos retos que presentaba la sociedad del capitalismo avanzado, sobre todo después de la crisis sufrida por la izquierda tradicional raíz del mayo de 1968. Cabe recordar que al inicio del proceso de transición democrática todavía era muy reciente el eco de la sacudida sufrida por el mundo occidental y por los partidos convencionales, incluidos los de la izquierda, a raíz de los movimientos del 1968. Es cierto que la situación ya se había estabilizado en Europa y en América, pero la eclosión de movimientos antiautoritarios, feministas, ecologistas, antimilitaristas, nacionalistas radicales, etc. evidenciaba la presencia de una nueva realidad que había que potenciar desde la política. Los jóvenes que se acercaron al POUM pensaban que desde una plataforma política histórica, con tradiciones antistalinista y antiburocráticas y no vinculados a ninguna ortodoxia ideológica que no fuera la genéricamente comunista, se podía dinamizar una izquierda revolucionaria, con voluntad radicalmente transformadora, y que tuviera como objetivo dar respuestas concretas a una sociedad capitalista que consideraban en crisis permanente, a fin de avanzar hacia la construcción de una alternativa socialista real.


Y no era claro que este fuera el objetivo de todos los militantes históricos del POUM, como muy pronto se evidenció. Los que habían vivido durante los últimos veinte o treinta años en el interior del país, se habían desvinculado de toda militancia política o se habían acercado a posiciones genéricamente socialistas. Su experiencia, política y personal, en muchos casos había sido muy dura y al abrirse la expectativa del fin de la dictadura franquista les era un reto muy pesado reiniciar una tarea de reconstrucción organizativa, política e ideológica, que requería muchos esfuerzos. En otro caso el tiempo no había pasado en vano y el impulso revolucionario de la juventud a menudo se había amortiguado. La crisis ideológica era el resultado de un proceso histórico, personal y político, tan complejo como comprensible. Esta misma sensación la podían vivir con la misma intensidad los militantes del exilio. Hacía años que en París funcionaba el Comité Ejecutivo de un POUM que alrededor de Wilebaldo Solano, secretario general del Partido desde 1947, seguía publicando "La Batalla", seguía manteniendo la coordinación entre los militantes del exilio, mantenía también contactos y relaciones con colectivos y grupos del interior del país que se podían considerar afines, pero, como ya he señalado, su tarea no se traducía en una militancia organizada en el interior del país. Y a menudo las condiciones del exilio habían llegado a ser muy duras para la militancia del POUM, donde encontramos militantes que habían sido juzgados y condenados, y algún deportado a campos de exterminio nazi, durante la guerra mundial, acusados ​​de propaganda comunista, mientras los "comunistas" oficiales los acusaban de ser agentes del fascismo internacional, con la máscara del trotskismo.


Con todo lo que digo no quiero justificar nada. Simplemente intento explicar actitudes, comportamientos y cambios ideológicos que experimentaron militantes significados del POUM, que habían militado siempre en el partido, en el momento en que el POUM podía experimentar el giro definitivo: pasar de una organización de exilio en una organización que intentara jugar algún papel en el futuro democrático de Cataluña y de España.


Si hago una referencia a la situación de la vieja militancia, tal y como la interpreto actualmente, es porque indudablemente su papel y las diversas actitudes que adoptaron tuvo una gran importancia cuando se inició en la práctica el proceso de reconstrucción del POUM en el interior del país.


Ciertamente, los primeros militantes activos, después de muchos años, que aparecieron en Barcelona reclamando como militantes del POUM, lo hicieron, al menos durante el período inicial, al margen del Comité Ejecutivo del POUM de París. Fue en 1974 cuando Mario Lleget, un antiguo militante trotskista que en París había sido vinculado a la Organisation Communiste Internationaliste (OCI), uno de los grupos trotskistas internacionales animado por Pierre Lambert, inició los primeros contactos en Barcelona. Contó con la colaboración del joven militante Jordi Tuset y acto seguido se puso en contacto con un viejo militante que, junto con su compañera, le ofrecieron la colaboración más incondicional. Se trata de Vicente Ballester, antiguo militante del ramo del agua que durante la guerra había formado parte del Comité local de Barcelona, ​​y de su compañera Mery Arbonés también una militante histórica. Ambos no fueron ahorrar esfuerzos ni horas de dormir para intentar poner en funcionamiento el primer núcleo organizado del POUM en Barcelona. Para este objetivo contaron con una publicación, "Alianza Obrera", que aparecía como "Portavoz del Comité de Enlace de los militantes del POUM en Barcelona", aunque prácticamente la redacción de la mayoría de artículos corriera a cargo de Lleget


Inmediatamente, este núcleo inicial se puso en contacto con un grupo de militantes procedentes de las Juventudes Socialistas del PSOE, que habían sufrido un proceso de radicalización, defendían posturas trotskitzantes y pronto se integraron al POUM. Se trataba de un grupo, encabezado por Antonio Ruiz, de Hospitalet, y del que también formaban parte jóvenes militantes de Santa Coloma y Badalona. No era, ciertamente, un grupo muy numeroso, pero sí tenía una cierta experiencia política y una gran capacidad de resistencia discursiva en el terreno de la dialéctica y de la discusión política. Se trataba de unos momentos, hay que recordarlo, que a partir de una coincidencia política e ideológica genérica se tenía que convencer de la bondad y de la justeza de las posiciones defendidas con el don de la palabra. Pronto Lleget se manifestó como un gran discutidor, capaz de mantener un discurso político seguido, sin papeles en la mano, durante más de una hora seguida. Lo que hacía que a veces las reuniones se alargaran eternamente y aun provocaran la desesperación de un hombre como Ballester que era mucho más un militante de acción que un teórico.


A partir de este núcleo inicial en los meses siguientes se produjo alguna incorporación más de personas que no habían militado nunca en ninguna organización política, y que contemplaban el POUM como un referente para el futuro. Este era, por ejemplo, mi caso personal.


Pero como he dicho el núcleo inicial de Lleget se constituyó al margen de la dirección en París. Fue Sebastián García, un viejo militante del POUM también exiliado en París, y vinculado a núcleos lambertistes, el que se encargó de presentarlo al Comité Ejecutivo. La sorpresa y la incredulidad de muchos viejos militantes fue enorme, más cuando se les presentaba la realidad como un hecho irreversible. Pero a partir de ahí empezaron los problemas serios, al menos en el seno de la dirección del exilio. Mientras una mayoría de miembros del Comité Ejecutivo parecía dar credibilidad a Lleget, y se mantenía en posiciones que podríamos considerar "centristas", Wilebaldo Solano y algún otro dirigente, como Albert Masó, se separaban del resto de compañeros, creaban la izquierda del POUM, entendida como una fracción, y publicaban "Tribuna Socialista", que aparecía como "revista de crítica marxista", abierta a posiciones de otros partidos y militantes. En estos momentos, sin embargo, la situación se aceleró a raíz de la previsible muerte de Franco. La crisis en el Comité Ejecutivo de París se producía en 1975, cuando después de la primera grave enfermedad de Franco, sufrida el año anterior, se empezaba a vislumbrar la posibilidad de una nueva etapa histórica. Es verdad que en el año 1975 fue un año contradictorio, con una represión intensísima por parte del régimen, que culminó con las condenas a muerte y ejecuciones de los militantes del FRAP y de ETA en septiembre. Pero también fue el año en que todas las fuerzas políticas de la oposición aceleraban su preparación ante los cambios que presumiblemente se operarían tras la muerte de Franco, cada vez más inminente.


Fue en esta nueva coyuntura histórica cuando los viejos militantes del interior del país, que aún mantenían inquietudes políticas, reiniciaron sus contactos con el objetivo de reconstituir el POUM. Algunos de estos militantes, como Joan Rocabert, Manuel Alberich o Ramón Fernández Jurado, habían jugado un papel importante en la primera posguerra. Enseguida disfrutaron de una colaboración inmejorable, en la persona de Enric Adroher, "Gironella", un antiguo militante del POUM, que había sido miembro de su Comité Ejecutivo durante la guerra, se había desvinculado del partido muy pronto en el exilio y en 1947 había colaborado en la constitución del Movimiento Socialista por los Estados Unidos de Europa y, más tarde, fue uno de los impulsores del Movimiento Europeo y de los organizadores de la Conferencia de Munich de 1962.


Muerte ya Franco, Gironella constituyó con el resto de viejos militantes del interior el Secretariado Político del POUM y, al margen del grupo de los jóvenes, y con un contacto difuso con miembros del Comité Ejecutivo de París, iniciaron su actividad política . Fueron a visitar Tarradellas en Saint Martin-le-Beau, entonces cita obligada de la mayoría de partidos políticos catalanes, ingresaron en la Asamblea de Cataluña y entraron en contacto con la Convergencia Socialista de Cataluña de Reventós, que estaba iniciando el proceso de constitución del Partido Socialista de Cataluña.


Cabe decir que en estos momentos el grupo de los jóvenes había pasado por un mal momento, Lleget había sido detenido en septiembre de 1975 y permaneció en prisión hasta abril de 1976. La incertidumbre del momento político cuando fue detenido motivó que adoptaran medidas de seguridad para evitar que la caída afectara a más militantes. Y el grupo de jóvenes prácticamente paralizó su actuación.


En el año 1976, a medida que se iba aclarando el panorama político, la situación en que se encontraba el POUM era cada vez más confusa. Por un lado, en el interior coexistían el grupo de los jóvenes y el grupo de los viejos. Es cierto que había habido contactos entre unos y otros e incluso se llevó a cabo una reunión conjunta en Bellvitge, organizada por Ramón Fernández Jurado, que no sólo no condujo a ninguna conclusión positiva entre los dos colectivos, sino que marcó más las diferencias entre unos y otros. Por otra parte, en París se mantenía la división dentro del Ejecutivo, pero se iban decantando también las posiciones. Mientras algunos sectores, como Bonet, Roque, Sancho, se iban identificando con el Secretariado Político, Solano y la izquierda del POUM habían apostado por la reconstrucción del POUM desde la perspectiva del marxismo revolucionario y julio de 1976 habían disuelto la izquierda del POUM. En medio había algunos militantes, que no se acababan de decantar ante la fragmentación orgánica, como Quique Rodríguez o César Zayuelas.


Todo ello, ciertamente, era un poco triste. E incluso, repasando la hemeroteca, en un momento en que la prensa lo publicaba todo sobre la nueva vida política que estaba viviendo el país, se puede comprobar como los viejos y los jóvenes del interior pugnaban por lograr la legitimidad de las siglas del POUM. Recuerdo incluso una entrevista que Lleget y yo mismo mantuvimos con Joan Reventós para dejarle muy claro que el POUM que se integraba al Partido Socialista de Cataluña no se podía considerar depositario único de la herencia política del POUM histórico . Quiero recordar también que en los momentos de su configuración inicial el PSC-Congreso parecía que quería recoger todas las tradiciones históricas del movimiento obrero catalán, dentro de la cual el POUM lógicamente tenía un papel muy destacado.


Este frente se cerró, sin embargo, cuando en noviembre de 1976 se constituyó el Partido Socialista de Cataluña-Congreso, antecedente inmediato del definitivo Partido de los Socialistas de Cataluña. Mientras tanto, los jóvenes del POUM intentaban actuar en todos los frentes posibles, incrementando su militancia en el terreno sindical, básicamente dentro de la UGT, donde pronto Lleget entró a formar parte del Secretariado Nacional de Cataluña. Yo mismo verano de ese mismo año fui a presentar la UGT en la Universidad de Verano de Prades, acompañado de José Mª Triginer, que presentaba la Federación Catalana del PSOE. Y fue también un militante del POUM el que participó, en nombre de UGT, en el primer mitin sindical que se celebró en Cataluña después de la guerra. Fue el mitin de "Los trabajadores por la autonomía", que, organizado por el Congreso de Cultura Catalana, se celebró en el Palacio de Deportes de Barcelona el día 2 de abril de 1977


En esta coyuntura se produjo un acontecimiento trascendental destinado a modificar cuantitativa y cualitativamente la situación del POUM en el interior del país. Fue el ingreso dentro del POUM de un grupo importante de militantes de Acción ComunistaEn este punto vale la pena recordar algunos aspectos significativos de la historia de AC. Ciertamente este grupo había surgido en 1964 del seno del Frente de Liberación Popular, los "felipe", cuando su Federación Exterior fue expulsada por el aparato al considerar que adoptaba posiciones excesivamente revolucionarias. Era un momento en que el aparato del FLP propugnaba el ingreso dentro del Partido Comunista. El origen de Acción Comunista residía en la publicación del mismo nombre que habían comenzado a publicar junto con miembros de las Juventudes Socialistas Revolucionarias -las Juventudes del POUM- y antiguos militantes del PCE.L'afinitat de Acción Comunista con el POUM era , pues, más que evidente, e incluso alguno de los fundadores de Acción Comunista, como Antonio Ubierna, habían afirmado en alguna ocasión que si Acción Comunista existía era por culpa del POUM. Parece que ya en 1964 se planteó el ingreso de los expulsados ​​del FLP en el POUM, pero la desorganización del Partido en el interior y alguna otra cuestión lo impidieron. En otro caso, en el exilio de París se habían llevado a cabo contactos frecuentes entre el POUM, AC y otras organizaciones afines. En junio y noviembre de 1974, antes del inicio de la crisis en el Comité Ejecutivo del POUM, se habían producido dos Conferencias para la reagrupación de los marxistas revolucionarios, en las que habían participado, además del POUM y Acción Comunista , Lucha Obrera y la Unión Comunista de Liberación. Incluso se había decidido constituir un Comité de enlace permanente para seguir impulsando, en el dominio teórico-político y en el de la intervención conjunta, el proceso de reagrupamiento. La política de reagrupamiento, en un momento que imperaba la dispersión más absoluta, era la que habían marcado el núcleo dirigente del POUM de París formado por Solano-Masó, con la colaboración de algún militante joven, inmigrado en Francia, como era el caso de Alberto González, un militante de la USO que luego se trasladaría a vivir a Madrid. Pero parece que esta política no había sido demasiado bien vista por el resto de miembros del Comité Ejecutivo.


A partir, pues, de los contactos preestablecidos, y en un momento en que Acción Comunista había entrado en crisis, con la formación de un núcleo dirigente que propiciaba un populismo militante, que no excluía la lucha armada, un sector importante abandonó la organización e ingresó en el POUM. Justamente, en 1976 se había celebrado en Barcelona una Conferencia de Acción Comunista, a la que asistió una delegación del POUM, que no pudo finalizar sus sesiones por problemas con la policía.


El ingreso de este núcleo era importante porque incluía militantes de una larga tradición de lucha, y con mucha experiencia política, como los hermanos Ubierna, Antonio e Ignacio, dentro del grupo de Barcelona, ​​algún sector del exilio, como los miembros de Acción Comunista de Frankfurt, que pronto se reincorpora a Barcelona, ​​sectores dispersos de la Comunidad Valenciana, militantes a título individual de gran valía, como Fernando Hevia, del País Vasco, y dos núcleos muy activos en Sevilla y Alcalá de Guadaira, con fuerte implantación obrera. Al mismo tiempo en Barcelona ingresaba un grupo de jóvenes militantes que procedían de las Juventudes de Bandera Roja, con muchas ganas de trabajar, pero muy críticos respecto al burocratismo de los partidos políticos existentes. Y otros que no habían militado nunca en ninguna parte, como Xavier Virós, que antes de ingresar al POUM había iniciado ya una intensísima actividad sindical dentro del Sindicato de prensa de la UGT, que lo condujo a representar Cataluña al Secretariado estatal de prensa del sindicato.


Era evidente que en poco tiempo se había modificado la situación del POUM. Numerosos sectores del exilio habían seguido fieles al Partido y se mostraban dispuestos a colaborar en lo que fuera con los jóvenes. Duran de Toulouse, Pasión de Carcasona, BITRA de Perpiñán, Reig de París, que pronto se trasladó a vivir a Barcelona, ​​son algunos de los nombres que ahora mismo recuerdo. Otros viejos militantes del interior, como Gracia, Rodríguez, Ferrando, o Enrique Penedés estaban también dispuestos a colaborar con la reconstrucción del POUM. De un POUM que en esos momentos se estaba constituyendo a partir de tradiciones políticas muy diferenciadas, que iban desde la izquierda socialista hasta el trotskismo.


Parecía claro, pues, que era el momento de celebrar una reunión amplia, una Conferencia del Partido que diera coherencia a las diversas tradiciones que habían confluido en el mismo proyecto, y marcara la línea política y las tareas a desarrollar en un momento en que los acontecimientos políticos iban muy rápido. En diciembre de 1976 se había realizado el Referéndum de la reforma política, ante el cual el POUM, como el resto de organizaciones de izquierda y democráticas, había propugnado el boicot. Pero parecía claro que se había iniciado el proceso de desmantelamiento del franquismo que sólo podía verter en la configuración de un sistema democrático. Las dudas que existían eran saber si se trataría de una democracia restringida o de una democracia plena y conocer los plazos para la celebración de unas primeras elecciones democráticas.


En esta situación precisa los días 7 al 10 de abril de 1977 se celebró la IV Conferencia General del POUM en Toulouse, que reunía, por primera vez desde el inicio de la transición, las diversas tradiciones existentes en el seno del POUM en Además de una extensa representación de la vieja militancia del exilio. Posibilitar que los viejos militantes del exilio pudieran asistir a la Conferencia fue la causa básica de que la reunión se celebrara en Toulouse.


El desarrollo y los resultados de la Conferencia fueron, en cierto modo, los previstos. Por un lado, hubo una discusión muy viva sobre el momento político que se estaba viviendo y el programa que defendía el POUM, que en esos momentos era claramente rupturista, tanto respecto al franquismo como en relación a las perspectivas políticas que se estaban apuntando bajo el gobierno Suárez. Se hizo un pronunciamiento claro contra la monarquía -cosa que durante los primeros tiempos de la transición también hacían muchas otras organizaciones de izquierda, y no sólo las de la extrema izquierda-, ya favor de la República, y una llamada para la formación de una asamblea constituyente, y en favor de la autodeterminación de las nacionalidades, en la perspectiva de un futuro socialista.


La resolución política aprobada en la Conferencia partió de un texto amplio que había presentado Wilebaldo Solano, y que en algún aspecto significativo había discutido Màrius Lleget, quien por su parte también había presentado un texto político para su discusión. Se aprobó también una resolución sindical, a partir del texto elaborado por Masó y González, de París, y unas normas provisionales de tipo organizativo que deberían regir hasta la aprobación de unos nuevos Estatutos del POUM en un próximo Congreso. Las novedades más significativas de estas normas fueron, sin duda, el reconocimiento del derecho de tendencia en el seno del partido y la voluntad claramente expresada que el POUM haría todo lo posible para garantizar su legalización y desarrollar una actividad pública. Finalmente, se nombró un Comité Central de quince miembros -más seis suplentes-, doce de los cuales residían en España y tres en el exterior.


La nota emotiva de la Conferencia fue la carta de adhesión y solidaridad que había enviado Juan Andrade desde París, donde hacía un llamamiento a la necesaria renovación política e ideológica que debían potenciar los compañeros del POUM y animaba a todos a culminar la tarea por la que el Partido había surgido en 1935, y que no era otra que la de intentar superar la parcialización organizativa en que se encontraban las organizaciones marxistas revolucionarias de cara a construir entre todas ellas una alternativa socialista. Esta carta, junto con el conjunto de las resoluciones aprobadas, fue publicada en forma de folleto como Resoluciones de la IV Conferencia General del Partido Obrero de Unificación Marxista. POUM
De regreso a Barcelona, ​​la situación política se aceleró, cuando el gobierno tomó la decisión de legalizar el PCE, en plena Semana Santa, y de convocar las primeras elecciones democráticas para el 15 de junio de 1977. Era una muestra bastante clara que se 'iba hacia un sistema plural y democrático no restrictivo, pues los "comunistas" de Carrillo eran, sin duda, mucho más que las organizaciones de la extrema izquierda, la bestia negra de los franquistas y de muchos sectores políticos y militares que aún eran más que presentes dentro del aparato del Estado.


Al POUM se le presentaba la necesidad de dar respuesta a un requerimiento no previsto de forma inmediata, y que no se había discutido en la conferencia de Toulouse. Pero por coherencia con lo que se había decidido, por necesidad de aprovechar la plataforma política que podía ofrecer un proceso electoral, la mayoría del Comité Central, con el voto en contra de Màrius Lleget, decidió intervenir en el proceso electoral e iniciar inmediatamente conversaciones con organizaciones afines para constituir una coalición electoral conjunta. Y se decidió, al mismo tiempo, iniciar los trámites para conseguir la legalización del Partido.


El resultado de esta doble decisión fue, por un lado, inesperado. Màrius Lleget, que no había asumido los resultados de la Conferencia de Toulouse, y que no estaba de acuerdo ni con la participación electoral ni con solicitar la legalización, se marchó del POUM, cuando se quedó en minoría, y, tras de convencer a los compañeros que procedían de las Juventudes Socialistas del PSOE, se autoproclamó como "único y verdadero POUM". Otra vez se reproducía una situación lamentable. Es cierto que la situación de duplicidad no fue muy duradera, ya que los primeros meses de 1978, cuando se constituyó el POSI, la sección española de la OCI francesa, Màrius Lleget pasó a integrar, pero el mal estaba ya hecho . Durante unos meses existieron, al menos por la prensa, dos POUMs, uno de los cuales se manifestaba a favor del boicot de las elecciones y de la instauración inmediata de la República. Esta digamos escisión no conllevó males mayores. Es cierto que a algunos compañeros, como a mí mismo ya Vicente Ballester, nos supo mal. Porque habíamos pasado muchas horas con los compañeros que ahora marchaban. Y pedimos un tiempo de reflexión. Pero la situación requería adoptar medidas rápidas. El POUM, finalmente, formar parte de una de las candidaturas de extrema izquierda que se constituyeron de cara a las elecciones del 15-j: el Frente para la Unidad de los Trabajadores, el FUT, que la integraban, Además, la Liga Comunista Revolucionaria, la Organización de Izquierda Comunista y Acción Comunista. (Frente Unidad de los Trabajadores (LCR-OIC-POUM-AC) (15) Jaime Pastor  41.208  0,22 %)
Y al mismo tiempo, participó en todos los actos de propaganda y mítines que se celebraron a nivel estatal. Especialmente emotiva fue la intervención de Wilebaldo Solano en el mitin final de la campaña en el Palacio de Deportes de Barcelona, ​​el día 9 de junio, donde fue el único orador que demostró que conocía a la perfección los secretos de una oratoria de masas. Al mismo tiempo el día 4 de junio se presentaba al Ministerio de la Gobernación la documentación necesaria para la legalización del POUM. El acta notarial estaba firmada por Wilebaldo Solano, Antonio Ubierna, Enrique Panadés, José Mª Rodríguez y José Gracia. Todos, menos Ubierna, antiguos militantes del POUM. La respuesta afirmativa del ministerio llegó el 17 de septiembre. En otro caso, el POUM abrió un local público en la calle Fontanella de Barcelona e intensificó su presencia en todos los actos que se celebraban en estos meses de delirio político. Cabe decir que en las tareas políticas y organizativas de estos primeros meses tuvo un papel muy importante un viejo militante del POUM, que bajó de París, abandonando trabajo y familia, con la idea de colaborar con los compañeros del interior durante varias semanas, y que finalmente permaneció en Barcelona durante más de dos años. Se trata de Albert Masó, conocido como J. Gil, un viejo militante que durante el largo exilio había militado en organizaciones francesas, como Socialisme ou Barbarie, y que había devuelto al POUM a principios de los años 70. También se incorporó a Barcelona, ​​procedente de Frankfurt, un antiguo militante de Acción Comunista, Baltasar Palicio, "Joaquín", que asumió las tareas de la Secretaría administrativa del POUM.


El resultado de las elecciones fue, en cierto modo, decepcionante por las organizaciones de la izquierda revolucionaria, algunos grupos de la que pensaban que su capacidad militante y movilizadora en la calle tendría una justa correspondencia a las urnas. Pero la realidad fue muy otra ya partir de 1977 la gran mayoría de las organizaciones situadas a la izquierda del PCE, empezando por las grandes, como el PTE o la ORT, entraron en una crisis que acabó siendo irreversible.


Esta nueva realidad animó el POUM a relanzar la política del reagrupamiento de los marxistas revolucionarios, que nunca había abandonado. Se partía de la necesidad de acabar con el fraccionamiento existente, como condición para superar la crisis de la izquierda revolucionaria. No se trataba evidentemente de una unificación en la confusión, de construir un conglomerado político e ideológico que aglutinara las tendencias más diversas. Pero se pensaba que existían grupos, como Acción Comunista o la OIC, que mantenían muchos puntos de contacto con el POUM. Fue en este momento cuando estalló la crisis dentro de la OIC, que culminó con la expulsión de su secretario general, Didac Fàbregas, y en la formación de un colectivo llamado Colectivo para la Unificación Marxista (CUM ). El caso de las organizaciones trotskistas era más complejo, porque casi todas dependían de una obediencia internacional, con su correspondiente IV Internacional. El POUM, que en agosto de 1977 celebró en Barcelona su V Conferencia General, donde se aprobó una importante tesis sindical, publicada en forma de folleto con el título de Trabajadores y Sindicatos en la encrucijada: defensa de clase o política " pactista ", y que regularizó la aparición mensual de" la Batalla ", como órgano central del Partido, pronto centró una parte importante de sus esfuerzos a la política de reagrupamiento. En octubre de 1977 daba a conocer el documento Por la unificación de los marxistas revolucionarios, que sirvió de base para el inicio formal de contactos con Acción Comunista
A comienzo del nuevo año 1978 el reto más importante del POUM era concretar de manera definitiva la política del reagrupamiento. Y muy pronto se puso a funcionar una Comisión Coordinadora de Unificación inicialmente integrada por Acción Comunista y el POUM, pero a la que enseguida se integró el Colectivo para la Unificación Marxista. Los días 4 y 5 de marzo se celebró en Barcelona la primera Conferencia para la Unificación, en la que participaron cerca de doscientos delegados de todo el Estado, que abrió un optimismo considerable. Es cierto que apenas se había iniciado el proceso y que existía la conciencia de que era necesario incidir en la discusión política y en el trabajo común, pero las conclusiones de esta primera Conferencia mundo las valoró como extraordinariamente positivas.


Inmediatamente, se puso en funcionamiento una Comisión Central de Unificación, que llevaba a cabo las tareas de coordinación y discusión centrales y al mismo tiempo se hizo un llamamiento para que las diferentes organizaciones locales iniciaran un trabajo en común, de cara a potenciar lo que había ser la futura organización unitaria. En la práctica, sin embargo, no parecía que la situación acabara de funcionar demasiado bien. En un Boletín Interior que el POUM publicó en mayo de 1978 aparecen diversas informaciones que así parecen confirmarlo: por un lado la falta de profundización en la discusión política y por otra las deficiencias en la coordinación de los organismos locales. Una nota del Comité local del POUM de Barcelona, ​​fechada el día 2 de mayo de 1978 se quejaba de que no se había celebrado todavía ningún Asamblea conjunta de los militantes barceloneses de las tres organizaciones.


A pesar de ello los días 24 y 25 de junio del mismo año se celebró en Quart de Poblet, cerca de Valencia, la 2ª Conferencia para la unificación de los marxistas revolucionarios, que en este caso reunió cerca de 150 delegados, y representantes, además, de un colectivo de militantes escindidos de la OIC de Valencia y del colectivo obrero de la fábrica Condiesel, del Vallés. En este caso los debates se centraron sobre cuatro temas centrales: la concepción del socialismo, la concepción del partido revolucionario, los problemas del bloque histórico y la crisis de la izquierda revolucionaria. En el transcurso de los debates se valoró que existía un elevado grado de acuerdo político entre las organizaciones y los colectivos participantes, como se puso de relieve en las Conclusiones de la Conferencia, que fueron publicadas inmediatamente. Y se propuso la celebración de un Congreso de Unificación que se debería celebrar en Barcelona el mes de octubre del mismo año.


No quiero ocultar que los resultados de la Conferencia de Valencia crearon una cierta euforia entre la militancia del POUM, teniendo en cuenta, además, que había locales, como la de Sevilla, en la que los militantes de Acción Comunista y del POUM ya trabajaban conjuntamente sin más problemas. Todo parecía, en cierto modo, visto para sentencia para una próxima y satisfactoria unificación. E incluso el mes de septiembre apareció un número de "La Batalla / Voz Obrera", como "periódico de AC-CUM-POUM (Proceso de Unificación)". Que la euforia no estaba del todo justificada pronto se puso de manifiesto, sobre todo porque se iba al Congreso sin que se hubieran aclarado algunos de los aspectos que podían ser conflictivos a la hora de la verdad. Y uno de estos era el nombre del nuevo Partido, fruto de la unificación, y la propia concepción que se tendría del Partido.


Pocas semanas antes de la inauguración del Congreso el POUM había planteado su aplazamiento, porque entendía que la clarificación política sobre aspectos fundamentales no era lo suficientemente madura como para ir a una sola organización unificada. Se había producido, además, alguna manifestación de militantes de AC que iba en contra de los acuerdos de la conferencia de Valencia. Pero AC y el CUM rechazaron cualquier aplazamiento. No tenía sentido ir a un Congreso de Unificación sin saber cuál sería el nombre de la nueva organización. El POUM había defendido el nombre del POUM, no por una estricta cuestión "patriótica", sino porque se pensaba que la reivindicación del nombre significaba entroncar con la tradición del marxismo revolucionario en España, reconocer las raíces que situaban el conjunto de organizaciones en la misma trayectoria histórica de la lucha contra el capitalismo y la burocracia, ya favor del poder de los trabajadores, y significaba, finalmente, entroncar con la revolución de 1936.


Estas ideas el POUM las había expuesto en dos documentos de trabajo: uno que llevaba por título El número de la organización unificada: un problema político, que había publicado el Comité Central del POUM el 15 de julio de 1978, y otro sin fecha titulado una organización obrera de nuevo cuño: el POUM, donde se quería dejar constancia de que lejos de reproducir el pasado glorioso del Partido, el POUM quería ser una organización útil ante los requerimientos múltiples de la realidad política del presente y los retos del futuro.


Cuando se inició el Congreso de Unificación en Barcelona, ​​el día 14 de octubre, pronto se evidenció que no terminaría de cuajar. El POUM había propuesto que el Congreso celebrara a puerta cerrada una primera sesión sobre un tema que consideraba capital: "Organización y Estatutos". Y en este punto enseguida se evidenció las diferencias, cuando aparecieron dos concepciones radicalmente opuestas: por un lado el POUM, junto con algunos delegados de AC de Barcelona, ​​Madrid y otros lugares, y la sección unificada AC / POUM de Sevilla defendía una organización política dotada de la coherencia y centralización necesarias para permitir una intervención conjunta. Por otra parte, los delegados del CUM, con sectores de AC de Madrid, Barcelona y Valencia eran contrarios a una organización centralizada y defendían una especie de federación de grupos y colectivos locales. A medida que las diferencias se intensificó, se fue deteriorando el clima de los debates, hasta el punto de que los delegados del POUM optaron por retirarse, abandonar el Congreso conscientes de que el mandato que habían recibido del conjunto de militantes resultaba irrealizable en el marco de las sesiones congresuales, tal y como se estaban desarrollando.


El fracaso de la unificación causó un gran pesimismo en el seno del POUM. En una valoración que el Comité Ejecutivo realizó el mes de diciembre, se intentó dar una explicación de este fracaso, señalando, en primer lugar, un error cometido por el POUM en valorar la evolución de AC y del CUM en el sentido que se estaban orientando hacia posiciones similares a las del POUM, cuando en realidad se estaban alejando cada vez más respecto a las concepciones organizativas y el tipo de intervención militante. Se señalaba también que no se había podido modificar esta situación, en el transcurso de los diez meses que había durado el proceso, porque a excepción de Sevilla el resto de locales del POUM habían ido actuando autónomamente. En unos casos por incompatibilidades geográficas, como en Valencia, en otros por debilidad organizativa del POUM, como en Madrid, y en otros por desidia militante, como en Barcelona. Finalmente, se resaltaba que el POUM había afrontado el proceso sumamente acomplejado, porque era la única organización que se definía como partido, y aspiraba a crear una nueva organización centralizada y coherente y mantener su propio nombre para la futura organización unificada. Las reticencias que por estas razones habían surgido entre militantes de AC y del CUM y el temor de que el POUM quisiera instrumentalizar el proceso, motivaron una serie de concesiones políticas y de cautelas por parte del POUM, que al fin actuaron de manera negativa.


De lo contrario, era fácil que el pesimismo se pasara a la crisis. En la práctica, sin embargo, sólo en Barcelona se detectaron síntomas serios de crisis, cuando dos miembros del Comité Ejecutivo, Antonio Ubierna y Eduardo Varela -este último había militado anteriormente en el Partido del Trabajo- presentaron su dimisión, y posteriormente se dieron de baja dos militantes de Hospitalet. Al mismo tiempo se produjo un cierto absentismo en la militancia barcelonesa. Era el resultado de las tensiones acumuladas durante muchas semanas: Barcelona había asumido las tareas centrales de la unificación, asumía también las de la organización y fue en Barcelona donde se presentaron los problemas más graves con AC y el CUM. De hecho el estallido de la crisis podía había tenido unas consecuencias más graves. Pero salvo en el caso barcelonés, la reacción del resto de locales fue de serenidad. Sólo los compañeros andaluces de Alcalá de Guadaira tomaron el acuerdo que había que iniciar los contactos de cara a la unificación con la LCR.


A pesar de todo, se reinició la actividad política, que en las semanas siguientes se centró en la campaña del referéndum constitucional que se iba a celebrar el día 6 de diciembre. El POUM partes hizo campaña a favor del NO y en Barcelona, ​​aun participó en el mitin central que celebraron la Liga Comunista Revolucionaria y el Bloque Catalán de Trabajadores. En la medida, sin embargo, que se había frustrado la unificación, era necesario replantear la estrategia del POUM. Y este fue el objetivo de la Conferencia Extraordinaria que se celebró en Sevilla los días 30 de diciembre de 1978 al 1 de enero de 1979. Sin triunfalismos, pero en un clima afable y distendido, que sólo los andaluces son capaces de construir cuando es necesario, y que incluyó la celebración de la fiesta de fin de año, la Conferencia contribuyó a dotar de serenidad al Partido. La participación en la Conferencia de militantes de Acción Comunista a título individual, creaba aún esperanzas de un reagrupamiento futuro, pero era claro que la unificación era un proceso a largo plazo. En el seno de la izquierda revolucionaria, estaban apareciendo tendencias que, rechazando un cierto "marxismo" ortodoxo, abonaban concepciones claramente "antipartido". El POUM creía que lo que era necesario, en primera instancia, era constituir frentes de lucha y unidad en la acción con el resto de fuerzas de la izquierda revolucionaria.


El POUM, pues, mantuvo más o menos, el tipo, y gracias a un equipo de trabajo, en el que, entre otros, habría que destacar a Albert Masó, Baltasar Palicio, Fernando Hevia -que se desplazaba a menudo de Bilbao, donde residía , hasta Barcelona- y Xavier Virós, se garantizó la continuidad de "la Batalla" mensual y las tareas mínimas centrales.


De otro modo, en 1979 se volvía a presentar como un año lleno de numerosa actividad política: después de la promulgación de la Constitución, se convocaron nuevas elecciones legislativas para el primero de marzo y las primeras elecciones municipales para el día 3 de abril. El día 25 de octubre estaba previsto también la celebración de los referendos del Estatuto de Autonomía de Cataluña y Euskadi.


El POUM, consciente de sus limitaciones, y ante el panorama de fragmentación política que presentaba la izquierda revolucionaria, optó por no presentarse a las elecciones, y únicamente los compañeros de Castellón -l'hiperactiu Ricard Colom- integraron en la candidatura de la Izquierda Independiente de Castellón, formada por el PSAN y por independientes. En una Carta abierta a la izquierda revolucionaria, el POUM lamentaba la división existente y la progresiva desmovilización que ya se estaba produciendo en la militancia de la izquierda revolucionaria y hacía un llamamiento a impulsar la convergencia y la unidad para que después del uno de marzo se fuera capaz de comenzar a superar la incapacidad que estaba demostrando la izquierda radical de intervenir políticamente con un mínimo de eficacia.


En cuanto a las elecciones municipales, el POUM únicamente participó en Sevilla, Alcalá de Guadaira y Dos Hermanas, en coalición con la Liga Comunista Revolucionaria, y en Castellón y en Gandia, a las candidaturas de la Izquierda Independiente. Por otra parte, frente a los referendos estatutarios, la posición mayoritaria y oficial, pero que no era compartida por todos los militantes, fue la de llamar a la abstención, una postura que debía manifestar el rechazo hacia unos Estatutos de Autonomía que habían sido enormemente recortados respecto a la redacción original y que, por supuesto, negligente la autodeterminación.


En el transcurso de 1979 se estaba evidenciando, sin embargo, las enormes dificultades de mantener una organización política, con una militancia que no crecía y ante un panorama que cada vez era de desconcierto mayor en las filas de la izquierda revolucionaria. Cuando en mayo de 1979 se celebró en Barcelona una reunión del Comité Central se analizó la situación orgánica con unos tonos muy pesimistas, e incluso se planteó la posibilidad de la disolución del Partido, alternativa que se descartó por la voluntad básicamente de la mayoría de representantes del Comité Central. A pesar de ello las diversas organizaciones locales fueron buscando alternativas para poder hacer más efectiva su intervención. En Andalucía los militantes de Sevilla participaron activamente en el nacimiento y evolución del llamado Frente Andaluz de Liberación, mientras los compañeros valencianos también se decantaban hacia alternativas popular-nacionalistas radicales en el seno de la Izquierda Unida del País Valencià, que se 'estaba constituyendo. Por esta razón, cuando se planteó la celebración de las primeras elecciones a los Parlamentos de Cataluña y de Euskadi, convocadas en marzo de 1980, el POUM de Cataluña participó en la coalición de BEAN-Unidad Popular ya un compañero de Euskadi se le ofreció participar en la candidatura de Herri Batasuna.


De hecho en lo que respecta a Cataluña fue la última campaña importante en la que el POUM participó. Se participó debido a que el BEAN se planteaba como una plataforma unitaria que reunía, es cierto, sectores del nacionalismo radical, alrededor de Luis Mª Xirinachs, pero también sectores obreros, como el Bloque Catalán de Trabajadores, alrededor de Sánchez Carreté y de un sector procedente del Partido del Trabajo, un colectivo de obreros independientes y el Partido Feminista de Lidia Falcón. Y parecía que se trataba de una plataforma que se mantendría más allá de las elecciones. El POUM participó muy activamente en toda la campaña electoral y también en el mitin central de fin de campaña
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Texto original
Quan el mes de maig del 1979 es va celebrar a Barcelona una reunió del Comitè Central es va analitzar la situació orgànica amb uns tons molt pessimistes, i fins i tot es va plantejar la possibilitat de la dissolució del Partit, alternativa que es va descartar per la voluntat bàsicament de la majoria de representats del Comitè Central.
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Pero a partir de ese momento la actividad fue disminuyendo. Es cierto que todavía apareció un número de "La Batalla" en mayo de 1980, pero el Partido en Barcelona fue disminuyendo la actividad cada vez más, y el centro de gravedad de la acción política parecía que se desplazaba hacia el Valencia. En 1981 aún aparecieron dos ejemplares de una revista editada por el POUM valenciano con el nombre de "La Chispa", subtitulada "Revista antiautoritaria, periférica y mediterránea". Era evidente que desde 1974 se había hecho mucho camino, pero que las capacidades militantes estaban agotadas. La crisis del POUM no era un fenómeno aislado, reflejaba la incapacidad social para vertebrar un proyecto político independiente a la izquierda del Partido Comunista. Y el fenómeno era de alcance europeo y generalizado a todas las tendencias ideológicas del movimiento obrero. Nadie tomó, sin embargo, ninguna iniciativa para disolver oficialmente el POUM. Ni cuando unos años más tarde se constituyó la Fundación Andreu Nin, para preservar la memoria histórica del movimiento y fomentar el necesario debate político. Y eso ha permitido que cuando se ha seguido hablando del POUM, a raíz, por ejemplo, del documental sobre el asesinato de Andreu Nin, de Dolores Genovés, o de la más reciente película de Ken Loach, Tierra y Libertad, partes sigan apareciendo militantes que se reivindican del POUM, como si fuera un partido aún existente o como si formara parte de una especie de imaginario colectivo, inconcreto y diáfano, que sigue, sin embargo, siendo el punto de referencia y la esperanza en un futuro sin autoritarismos, ortodoxias ni opresiones. Esta es, seguramente, una de las funciones que para mucha gente aún sigue cumpliendo el recuerdo del POUM y de su historia. Es en este punto donde la historia se convierte en mito
 




Adiós a José María Delgado, poumista y luxemburguista sevillano.


Adiós a José María Delgado, poumista y luxemburguista sevillano
Pepe Gutiérrez-Álvarez



Adiós a José María Delgado, poumista y luxemburguista sevillano


El POUM en la memoria 
Andalucía Libre







Acción Comunista



Ha fallecido Manuel Ramón Alarcón Caracuel el 26-5-2015
El miércoles 27 hubo un acto laico de despedida en el Tanatorio en el que intervinieron dos de sus hijos, el catedrático José Manuel Gómez Muñoz (compañero del Departamento de Derecho del Trabajo durante muchos años), el veterano abogado Pepe Rubio (José Mª Rubio López, buen amigo de la familia, se refirió a su bella relación con sus 4 hermanas y sus 3 esposas sucesivas, Amparo Rubiales, María Luisa Amores y Margarita).

Por último intervino su esposa Margarita Aizpuru que definió los ocho años compartidos con Manuel Ramón como los mejores años de su vida.

Todos ellos destacaron su labor como docente e investigador (ser profesor universitario era para él la profesión más bella), como hombre de izquierda que defendió siempre con brillantez y vehemencia sus ideas, muchas veces a contracorriente, siempre sin rencor y con respeto a los que pensaban de otra forma. Fue un hombre de principios, generoso, bueno y sencillo. Su esposa se va a empeñar en reunir sus publicaciones y conferencias en un libro para el que contará con el apoyo de la Universidad. La Universidad de Sevilla prepara un acto académico en su memoria.

En la mañana del martes, 26-5-2015, ha fallecido nuestro compañero y amigo Manuel Ramón Alarcón Caracuel, tras una lucha de varios meses contra la enfermedad de la que pensábamos que se iba recuperando. Catedrático de Derecho del Trabajo y en los últimos tiempos Magistrado de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo, fue ya en sus primeros años de Universidad (años 60) un joven que destacó por su compromiso y liderazgo en el movimiento estudiantil de Sevilla. Luego como joven profesor participó en los partidos que luchaban por acabar con la dictadura.

También ejerció la abogacía en un despacho laboralista que dio sus primeros pasos en 1976 en la calle Adriano de Sevilla, donde la extrema derecha todavía atacaba con cadenas a los antifranquistas que colocaban carteles por la libertad y la amnistía. Ese despacho fue lugar de reunión de trabajadores de empresas y de militantes de izquierda en los años en que todavía no eran legales los sindicatos ni los partidos.

Su impronta también se ha notado en sus publicaciones doctrinales en el campo del Derecho del Trabajo y en el Tribunal Supremo en cuya Sala de lo Social ha influido defendiendo sus tesis en pro de los derechos de los trabajadores.
Fue presidente de la Asociación Derecho y Democracia, a la que perteneció desde su constitución en 1981.

Nuestro sentido pésame a sus familiares y allegados por la pérdida de una persona, amigo y compañero, con la que hemos compartido muchas vivencias y batallas.


El 26 de mayo de 2015 lo hemos acompañado en el Tanatorio de la SE-30, Sala 22.

Ver la noticia en el digital de Diario de Sevilla.
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Artículos publicados en recuerdo de Manuel Ramón en Información complementaria.  Los artículos reflejan facetas diversas de su vida y su personalidad.
La noticia en el digital de ABC

INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA




Manuel Ramón Alarcón, in memoriam


La reforma del sistema de pensiones en España MANUEL RAMÓN ALARCÓN CARACUEL*





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