Pelai
Pagès
Universidad de Barcelona Working Paper nº156 Instituto de Ciencias Potitiques y Sociales (ICPS) Barcelona 1998
En la
memoria del buen amigo Xavier Virós, que vivió con intensidad muchos momentos
de esta historia y que también creía en un futuro socialista.
No quiero
ocultar, de entrada, que cuando Isidre Molas me propuso llevar a cabo una
sesión de este Seminario sobre el POUM durante la transición, tuve mis dudas en
aceptar. En primer lugar, porque yo mismo formaba parte de esta historia,
y es bien sabido que cuando un hombre ha vivido una experiencia que luego debe
intentar revivir para los demás, está mediatizado por las propias vivencias
personales y los recuerdos de estas vivencias. El debate sobre la
objetividad en la historia, en este caso, alcanza una nueva dimensión. De
lo contrario, me frenaba también el hecho de que hablar del POUM durante la
transición era hablar de una gran frustración, de un intento en el que un grupo
de gente puso muchas energías, esperanzas e ilusiones en un proyecto que, al
cabo y al cabo, no tuvo éxito. Intentar de rehacer la historia de un
fracaso no es nada agradable. Finalmente, un tercer condicionante venía
dado por el hecho de que no siempre el combate político es un camino de rosas,
si se me permite la expresión. Quiero decir que en el proceso de
discusiones y debates y en la propia lucha política para lograr la
reconstrucción del POUM hubo problemas, episodios y enfrentamientos a veces
personales, que tampoco es agradable de recordar. A pesar de todo, me
terminó convenciendo Isidre Molas cuando me dijo que si yo no escribía, ni que
fuera una pincelada rápida de esta historia, todo se acabaría perdiendo. Y
no es que la historia del POUM durante la transición sea una historia que
merezca figurar en los anales del movimiento obrero. Los años de la
transición configuran un período de nuestra historia en el que aparecieron
numerosos proyectos políticos que, en el momento de pasar por la prueba de fuego
de su experimentación histórica, de su confrontación con la realidad social, no
pudieron resistirlo. Fueron numerosas las organizaciones -algunas de
apariencia muy sólida, como las maoístas- que acabaron desapareciendo de manera
muy rápida y hoy forman parte ya del recuerdo más lejano
El POUM, sin
embargo, era, o si quiere, es otra historia. En primer lugar porque era un
partido histórico, depositario de la herencia de una parte muy significativa
del movimiento obrero catalán, con raíces históricas muchos más profundas, que arrancan de la segunda
década del siglo, los primeros años heroicos de la CNT. Hay que recordar
que al iniciarse la transición aún vivían hombres como Pedro Bonet, Jordi
Arquer, Luis Portela y Juan Andrade, nombres que aparecen en los anales de la
historia del comunismo en Cataluña y en España. En segundo lugar, la
historia del POUM no estaba exenta de episodios dramáticos, que lo convertían
en un referente en cierto modo mítico. La doble represión estalinista y
fascista que había vivido durante la guerra civil y el primer franquismo -con
el asesinato de su dirigente carismático Andrés Nin- debían marcar la vida de
todos los militantes que sobrevivieron a la experiencia dolorosa de la guerra y
la represión. Y el tema era importante porque provocó reacciones muy
diferenciadas tanto entre la dirección del Partido como entre la
militancia. Sólo hay que recordar que un dirigente como Joaquín Maurín,
que en cierto modo puede ser considerado, mucho más que Nin, como el padre del
POUM, tras la dolorosa experiencia sufrida en las cárceles franquistas, desde
el inicio mismo de la guerra, hasta su salida de la cárcel en 1946, no volvió a
la militancia política activa. Y fueron muchos los militantes que fueron
arrastrar hasta el fin de sus días el trauma de la represión
stalinista. El POUM, al inicio de la transición, era pues el referente
máximo del antistalinismo.
La
reaparición del POUM durante la transición representaba, por tanto, una novedad
en el panorama política catalán y español. Más teniendo en cuenta que la
última vez que había existido en el interior del país una militancia organizada
fue a finales de los años cuarenta. Desde principios de los años
cincuenta, el POUM fue básicamente una organización de exilio, que mantuvo la
infraestructura organizativa y los contactos en el exterior, pero que en cambio
no poseer una presencia activa en el interior peninsular.
Para
entender la historia del POUM durante estos años de la transición, hay,
ciertamente, y en primer lugar, tener muy presentes el enorme peso histórico de
estos dos fenómenos que acabo de señalar: la persecución stalinista y su
desaparición interior del país. El primer factor que, aparte de lo que ya
he señalado, tuvo otros efectos entre numerosos sectores de la militancia, pues
animó un anticomunismo visceral, que en muchos casos condujo a muchos
militantes a renunciar claramente los principios políticos que habían defendido
desde de su fundación. El replanteamiento ideológico de muchos dirigentes
del POUM tras la guerra, vertió, en última instancia en la escisión que
protagonizó José Rovira cuando fundó el Movimiento Socialista de
Cataluña. Incluso Joaquín Maurín desde su exilio en Nueva York sufrió un
cierto vuelco ideológico y no ahorró críticas a la política que el POUM había
llevado a cabo durante la guerra civil. Era la evolución lógica de
aquellos que no querían caer en el riesgo de una identificación entre comunismo
y estalinismo y de aquellos que pensaban -también hay hicieron haberse que el
POUM fue perseguido y represaliado porque defendió frente de la guerra y la
revolución una política excesivamente radical, básicamente errónea.
La crisis
político-organizativa que sufrió el POUM después de la guerra fue una de las
causas que condujo a su desaparición organizativa. Esto junto a las caídas
que sufrió a partir de los años 1947-1948 y siguientes, cuando el franquismo
buscaba una estabilización definitiva, terminaron desmoralizando la militancia
que se había mantenido activa prácticamente desde el fin de la guerra.
Esta falta de
continuidad en la militancia activa en el interior del país durante más de dos
décadas fue importante al inicio de la transición, porque implicó una falta de
continuidad generacional: cuando se inició el intento de reconstrucción en el
interior del país, existía una militancia eminentemente adulta, de más de
sesenta años, procedente del Bloque Obrero y Campesino y del POUM históricos, y
una militancia joven, que en muchos casos no llegaba a los treinta años, y que
había sido formada en las luchas de los últimos años del franquismo. En
medio existía un gran vacío que, aparte de otras consideraciones políticas e
ideológicas, marcaba, evidentemente, una ruptura generacional importante.
Si señalo
este aspecto es que, evidentemente, la reconstrucción del POUM había que hacer
entre los viejos y los jóvenes militantes. La legitimación histórica del
POUM residía en aquellos que habían conservado todo el rico patrimonio político
e ideológico. Y por lo tanto, los jóvenes tenían que contar con los
militantes viejos. Pero los viejos militantes en ningún caso podían
plantearse reconstruir el POUM si no disponían de una militancia joven,
dispuesta a sacar adelante un proyecto que seguro sería difícil y
pesado. La diferente cultura política de viejos y jóvenes y las experiencias
militantes también divergentes fueron a menudo problemas graves. Sobre
todo cuando se evidenció una divergencia importante en los objetivos de unos y
otros. Los jóvenes que apostaron por la reconstrucción del POUM, tenían
claro que querían rehacer el POUM como organización marxista revolucionaria,
que se situara en los parámetros del radicalismo político y social que habían
configurado su historia, al tiempo que se intentaba adecuar la estrategia de
transformación social a los nuevos retos que presentaba la sociedad del
capitalismo avanzado, sobre todo después de la crisis sufrida por la izquierda
tradicional raíz del mayo de 1968. Cabe recordar que al inicio del proceso de
transición democrática todavía era muy reciente el eco de la sacudida sufrida
por el mundo occidental y por los partidos convencionales, incluidos los de la
izquierda, a raíz de los movimientos del 1968. Es cierto que la situación ya se
había estabilizado en Europa y en América, pero la eclosión de movimientos antiautoritarios, feministas,
ecologistas, antimilitaristas, nacionalistas radicales, etc. evidenciaba
la presencia de una nueva realidad que había que potenciar desde la
política. Los jóvenes que se acercaron al POUM pensaban que desde una
plataforma política histórica, con tradiciones antistalinista y
antiburocráticas y no vinculados a ninguna ortodoxia ideológica que no fuera la
genéricamente comunista, se podía dinamizar una izquierda revolucionaria, con
voluntad radicalmente transformadora, y que tuviera como objetivo dar
respuestas concretas a una sociedad capitalista que consideraban en crisis
permanente, a fin de avanzar hacia la construcción de una alternativa
socialista real.
Y no era
claro que este fuera el objetivo de todos los militantes históricos del POUM,
como muy pronto se evidenció. Los que habían vivido durante los últimos
veinte o treinta años en el interior del país, se habían desvinculado de toda
militancia política o se habían acercado a posiciones genéricamente
socialistas. Su experiencia, política y personal, en muchos casos había
sido muy dura y al abrirse la expectativa del fin de la dictadura franquista
les era un reto muy pesado reiniciar una tarea de reconstrucción organizativa,
política e ideológica, que requería muchos esfuerzos. En otro caso el
tiempo no había pasado en vano y el impulso revolucionario de la juventud a
menudo se había amortiguado. La crisis ideológica era el resultado de un
proceso histórico, personal y político, tan complejo como
comprensible. Esta misma sensación la podían vivir con la misma intensidad
los militantes del exilio. Hacía años que en París funcionaba el Comité
Ejecutivo de un POUM que alrededor de Wilebaldo Solano, secretario general del
Partido desde 1947, seguía publicando "La Batalla", seguía manteniendo
la coordinación entre los militantes del exilio, mantenía también contactos y
relaciones con colectivos y grupos del interior del país que se podían
considerar afines, pero, como ya he señalado, su tarea no se traducía en una
militancia organizada en el interior del país. Y a menudo las condiciones
del exilio habían llegado a ser muy duras para la militancia del POUM, donde
encontramos militantes que habían sido juzgados y condenados, y algún deportado
a campos de exterminio nazi, durante la guerra mundial, acusados de
propaganda comunista, mientras los "comunistas" oficiales los
acusaban de ser agentes del fascismo internacional, con la máscara del
trotskismo.
Con todo lo
que digo no quiero justificar nada. Simplemente intento explicar
actitudes, comportamientos y cambios ideológicos que experimentaron militantes
significados del POUM, que habían militado siempre en el partido, en el momento
en que el POUM podía experimentar el giro definitivo: pasar de una organización
de exilio en una organización que intentara jugar algún papel en el futuro
democrático de Cataluña y de España.
Si hago una
referencia a la situación de la vieja militancia, tal y como la interpreto
actualmente, es porque indudablemente su papel y las diversas actitudes que
adoptaron tuvo una gran importancia cuando se inició en la práctica el proceso
de reconstrucción del POUM en el interior del país.
Ciertamente,
los primeros militantes activos, después de muchos años, que aparecieron en
Barcelona reclamando como militantes del POUM, lo hicieron, al menos durante el
período inicial, al margen del Comité Ejecutivo del POUM de París. Fue en
1974 cuando Mario Lleget, un antiguo militante trotskista que en París había
sido vinculado a la Organisation Communiste Internationaliste (OCI), uno de los
grupos trotskistas internacionales animado por Pierre Lambert, inició los
primeros contactos en Barcelona. Contó con la colaboración del joven
militante Jordi Tuset y acto seguido se puso en contacto con un viejo militante
que, junto con su compañera, le ofrecieron la colaboración más
incondicional. Se trata de Vicente Ballester, antiguo militante del ramo
del agua que durante la guerra había formado parte del Comité local de
Barcelona, y de su compañera Mery Arbonés también una militante
histórica. Ambos no fueron ahorrar esfuerzos ni horas de dormir para
intentar poner en funcionamiento el primer núcleo organizado del POUM en
Barcelona. Para este objetivo contaron con una publicación, "Alianza
Obrera", que aparecía como "Portavoz del Comité de Enlace de los
militantes del POUM en Barcelona", aunque prácticamente la redacción de la
mayoría de artículos corriera a cargo de Lleget
Inmediatamente,
este núcleo inicial se puso en contacto con un grupo de militantes procedentes
de las Juventudes Socialistas del PSOE, que habían sufrido un proceso de radicalización,
defendían posturas trotskitzantes y pronto se integraron al POUM. Se
trataba de un grupo, encabezado por Antonio Ruiz, de Hospitalet, y del que
también formaban parte jóvenes militantes de Santa Coloma y Badalona. No
era, ciertamente, un grupo muy numeroso, pero sí tenía una cierta experiencia
política y una gran capacidad de resistencia discursiva en el terreno de la
dialéctica y de la discusión política. Se trataba de unos momentos, hay
que recordarlo, que a partir de una coincidencia política e ideológica genérica
se tenía que convencer de la bondad y de la justeza de las posiciones
defendidas con el don de la palabra. Pronto Lleget se manifestó como un
gran discutidor, capaz de mantener un discurso político seguido, sin papeles en
la mano, durante más de una hora seguida. Lo que hacía que a veces las
reuniones se alargaran eternamente y aun provocaran la desesperación de un
hombre como Ballester que era mucho más un militante de acción que un teórico.
A partir de
este núcleo inicial en los meses siguientes se produjo alguna incorporación más
de personas que no habían militado nunca en ninguna organización política, y
que contemplaban el POUM como un referente para el futuro. Este era, por
ejemplo, mi caso personal.
Pero como he
dicho el núcleo inicial de Lleget se constituyó al margen de la dirección en
París. Fue Sebastián García, un viejo militante del POUM también exiliado
en París, y vinculado a núcleos lambertistes, el que se encargó de presentarlo
al Comité Ejecutivo. La sorpresa y la incredulidad de muchos viejos
militantes fue enorme, más cuando se les presentaba la realidad como un hecho
irreversible. Pero a partir de ahí empezaron los problemas serios, al
menos en el seno de la dirección del exilio. Mientras una mayoría de
miembros del Comité Ejecutivo parecía dar credibilidad a Lleget, y se mantenía
en posiciones que podríamos considerar "centristas", Wilebaldo Solano
y algún otro dirigente, como Albert Masó, se separaban del resto de compañeros,
creaban la izquierda del POUM, entendida como una fracción, y publicaban "Tribuna Socialista", que aparecía como
"revista de crítica marxista", abierta a posiciones de otros partidos
y militantes. En estos momentos, sin embargo, la situación se aceleró a
raíz de la previsible muerte de Franco. La crisis en el Comité Ejecutivo
de París se producía en 1975, cuando después de la primera grave enfermedad de
Franco, sufrida el año anterior, se empezaba a vislumbrar la posibilidad de una
nueva etapa histórica. Es verdad que en el año 1975 fue un año
contradictorio, con una represión intensísima por parte del régimen, que
culminó con las condenas a muerte y ejecuciones de los militantes del FRAP y de
ETA en septiembre. Pero también fue el año en que todas las fuerzas
políticas de la oposición aceleraban su preparación ante los cambios que
presumiblemente se operarían tras la muerte de Franco, cada vez más inminente.
Fue en esta
nueva coyuntura histórica cuando los viejos militantes del interior del país,
que aún mantenían inquietudes políticas, reiniciaron sus contactos con el
objetivo de reconstituir el POUM. Algunos de estos militantes, como Joan
Rocabert, Manuel Alberich o Ramón Fernández Jurado, habían jugado un papel
importante en la primera posguerra. Enseguida disfrutaron de una colaboración
inmejorable, en la persona de Enric Adroher, "Gironella", un antiguo
militante del POUM, que había sido miembro de su Comité Ejecutivo durante la
guerra, se había desvinculado del partido muy pronto en el exilio y en 1947
había colaborado en la constitución del Movimiento Socialista por los Estados
Unidos de Europa y, más tarde, fue uno de los impulsores del Movimiento Europeo
y de los organizadores de la Conferencia de Munich de 1962.
Muerte ya
Franco, Gironella constituyó con el resto de viejos militantes del interior el
Secretariado Político del POUM y, al margen del grupo de los jóvenes, y con un
contacto difuso con miembros del Comité Ejecutivo de París, iniciaron su
actividad política . Fueron a visitar Tarradellas en Saint Martin-le-Beau,
entonces cita obligada de la mayoría de partidos políticos catalanes,
ingresaron en la Asamblea de Cataluña y entraron en contacto con la
Convergencia Socialista de Cataluña de Reventós, que estaba iniciando el
proceso de constitución del Partido Socialista de Cataluña.
Cabe decir
que en estos momentos el grupo de los jóvenes había pasado por un mal momento,
Lleget había sido detenido en septiembre de 1975 y permaneció en prisión hasta
abril de 1976. La incertidumbre del momento político cuando fue detenido motivó
que adoptaran medidas de seguridad para evitar que la caída afectara a más
militantes. Y el grupo de jóvenes prácticamente paralizó su actuación.
En el año
1976, a medida que se iba aclarando el panorama político, la situación en que
se encontraba el POUM era cada vez más confusa. Por un lado, en el
interior coexistían el grupo de los jóvenes y el grupo de los viejos. Es
cierto que había habido contactos entre unos y otros e incluso se llevó a cabo
una reunión conjunta en Bellvitge, organizada por Ramón Fernández Jurado, que
no sólo no condujo a ninguna conclusión positiva entre los dos colectivos, sino
que marcó más las diferencias entre unos y otros. Por otra parte, en París
se mantenía la división dentro del Ejecutivo, pero se iban decantando también
las posiciones. Mientras algunos sectores, como Bonet, Roque, Sancho, se
iban identificando con el Secretariado Político, Solano y la izquierda del POUM
habían apostado por la reconstrucción del POUM desde la perspectiva del
marxismo revolucionario y julio de 1976 habían disuelto la izquierda del
POUM. En medio había algunos militantes, que no se acababan de decantar
ante la fragmentación orgánica, como Quique Rodríguez o César Zayuelas.
Todo ello,
ciertamente, era un poco triste. E incluso, repasando la hemeroteca, en un
momento en que la prensa lo publicaba todo sobre la nueva vida política que
estaba viviendo el país, se puede comprobar como los viejos y los jóvenes del
interior pugnaban por lograr la legitimidad de las siglas del
POUM. Recuerdo incluso una entrevista que Lleget y yo mismo mantuvimos con
Joan Reventós para dejarle muy claro que el POUM que se integraba al Partido
Socialista de Cataluña no se podía considerar depositario único de la herencia
política del POUM histórico . Quiero recordar también que en los momentos
de su configuración inicial el PSC-Congreso parecía que quería recoger todas
las tradiciones históricas del movimiento obrero catalán, dentro de la cual el
POUM lógicamente tenía un papel muy destacado.
Este frente
se cerró, sin embargo, cuando en noviembre de 1976 se constituyó el Partido
Socialista de Cataluña-Congreso, antecedente inmediato del definitivo Partido
de los Socialistas de Cataluña. Mientras tanto, los jóvenes del POUM
intentaban actuar en todos los frentes posibles, incrementando su militancia en
el terreno sindical, básicamente dentro de la UGT, donde pronto Lleget entró a
formar parte del Secretariado Nacional de Cataluña. Yo mismo verano de ese
mismo año fui a presentar la UGT en la Universidad de Verano de Prades,
acompañado de José Mª Triginer, que presentaba la Federación Catalana del
PSOE. Y fue también un militante del POUM el que participó, en nombre de
UGT, en el primer mitin sindical que se celebró en Cataluña después de la
guerra. Fue el mitin de "Los trabajadores por la autonomía",
que, organizado por el Congreso de Cultura Catalana, se celebró en el Palacio
de Deportes de Barcelona el día 2 de abril de 1977
En esta
coyuntura se produjo un acontecimiento trascendental destinado a modificar
cuantitativa y cualitativamente la situación del POUM en el interior del
país. Fue el ingreso dentro del POUM de un grupo importante de militantes
de Acción Comunista. En este punto vale
la pena recordar algunos aspectos significativos de la historia de
AC. Ciertamente este grupo había surgido en 1964 del seno del Frente de
Liberación Popular, los "felipe", cuando su Federación Exterior fue
expulsada por el aparato al considerar que adoptaba posiciones excesivamente revolucionarias.
Era un momento en que el aparato del FLP propugnaba el ingreso dentro del
Partido Comunista. El origen de Acción Comunista residía en la publicación
del mismo nombre que habían comenzado a publicar junto con miembros de las Juventudes
Socialistas Revolucionarias -las Juventudes del POUM- y antiguos militantes del
PCE.L'afinitat de Acción Comunista con el POUM era , pues, más que evidente, e
incluso alguno de los fundadores de Acción Comunista, como Antonio Ubierna,
habían afirmado en alguna ocasión que si Acción Comunista existía era por culpa
del POUM. Parece que ya en 1964 se planteó el ingreso de los expulsados
del FLP en el POUM, pero la desorganización del Partido en el interior y
alguna otra cuestión lo impidieron. En otro caso, en el exilio de París se
habían llevado a cabo contactos frecuentes entre el POUM, AC y otras
organizaciones afines. En junio y noviembre de 1974, antes del inicio de
la crisis en el Comité Ejecutivo del POUM, se habían producido dos Conferencias
para la reagrupación de los marxistas revolucionarios, en las que habían
participado, además del POUM y Acción Comunista , Lucha Obrera y la Unión
Comunista de Liberación. Incluso se había decidido constituir un Comité de
enlace permanente para seguir impulsando, en el dominio teórico-político y en
el de la intervención conjunta, el proceso de reagrupamiento. La política
de reagrupamiento, en un momento que imperaba la dispersión más absoluta, era
la que habían marcado el núcleo dirigente del POUM de París formado por
Solano-Masó, con la colaboración de algún militante joven, inmigrado en
Francia, como era el caso de Alberto González, un militante de la USO que luego
se trasladaría a vivir a Madrid. Pero parece que esta política no había
sido demasiado bien vista por el resto de miembros del Comité Ejecutivo.
A partir,
pues, de los contactos preestablecidos, y en un momento en que Acción Comunista
había entrado en crisis, con la formación de un núcleo dirigente que propiciaba
un populismo militante, que no excluía la lucha armada, un sector importante
abandonó la organización e ingresó en el POUM. Justamente, en 1976 se
había celebrado en Barcelona una Conferencia de Acción Comunista, a la que
asistió una delegación del POUM, que no pudo finalizar sus sesiones por
problemas con la policía.
El ingreso
de este núcleo era importante porque incluía militantes de una larga tradición
de lucha, y con mucha experiencia política, como los hermanos Ubierna, Antonio
e Ignacio, dentro del grupo de Barcelona, algún sector del exilio, como los
miembros de Acción Comunista de Frankfurt, que pronto se reincorpora a
Barcelona, sectores dispersos de la Comunidad Valenciana, militantes a título
individual de gran valía, como Fernando Hevia, del País Vasco, y dos núcleos muy
activos en Sevilla y Alcalá de Guadaira, con fuerte implantación
obrera. Al mismo tiempo en Barcelona ingresaba un grupo de jóvenes
militantes que procedían de las Juventudes de Bandera Roja, con muchas ganas de
trabajar, pero muy críticos respecto al burocratismo de los partidos políticos
existentes. Y otros que no habían militado nunca en ninguna parte, como
Xavier Virós, que antes de ingresar al POUM había iniciado ya una intensísima
actividad sindical dentro del Sindicato de prensa de la UGT, que lo condujo a
representar Cataluña al Secretariado estatal de prensa del sindicato.
Era evidente
que en poco tiempo se había modificado la situación del POUM. Numerosos
sectores del exilio habían seguido fieles al Partido y se mostraban dispuestos
a colaborar en lo que fuera con los jóvenes. Duran de Toulouse, Pasión de
Carcasona, BITRA de Perpiñán, Reig de París, que pronto se trasladó a vivir a
Barcelona, son algunos de los nombres que ahora mismo recuerdo. Otros viejos
militantes del interior, como Gracia, Rodríguez, Ferrando, o Enrique Penedés
estaban también dispuestos a colaborar con la reconstrucción del POUM. De
un POUM que en esos momentos se estaba constituyendo a partir de tradiciones
políticas muy diferenciadas, que iban desde la izquierda socialista hasta el
trotskismo.
Parecía
claro, pues, que era el momento de celebrar una reunión amplia, una Conferencia
del Partido que diera coherencia a las diversas tradiciones que habían
confluido en el mismo proyecto, y marcara la línea política y las tareas a
desarrollar en un momento en que los acontecimientos políticos iban muy
rápido. En diciembre de 1976 se había realizado el Referéndum de la
reforma política, ante el cual el POUM, como el resto de organizaciones de
izquierda y democráticas, había propugnado el boicot. Pero parecía claro
que se había iniciado el proceso de desmantelamiento del franquismo que sólo
podía verter en la configuración de un sistema democrático. Las dudas que
existían eran saber si se trataría de una democracia restringida o de una
democracia plena y conocer los plazos para la celebración de unas primeras
elecciones democráticas.
En esta
situación precisa los días 7 al 10 de abril de 1977 se celebró la IV
Conferencia General del POUM en Toulouse, que reunía, por primera vez desde el
inicio de la transición, las diversas tradiciones existentes en el seno del
POUM en Además de una extensa representación de la vieja militancia del
exilio. Posibilitar que los viejos militantes del exilio pudieran asistir
a la Conferencia fue la causa básica de que la reunión se celebrara en Toulouse.
El
desarrollo y los resultados de la Conferencia fueron, en cierto modo, los
previstos. Por un lado, hubo una discusión muy viva sobre el momento
político que se estaba viviendo y el programa que defendía el POUM, que en esos
momentos era claramente rupturista, tanto respecto al franquismo como en
relación a las perspectivas políticas que se estaban apuntando bajo el gobierno
Suárez. Se hizo un pronunciamiento claro contra la monarquía -cosa que
durante los primeros tiempos de la transición también hacían muchas otras
organizaciones de izquierda, y no sólo las de la extrema izquierda-, ya favor
de la República, y una llamada para la formación de una asamblea constituyente,
y en favor de la autodeterminación de las nacionalidades, en la perspectiva de
un futuro socialista.
La
resolución política aprobada en la Conferencia partió de un texto amplio que
había presentado Wilebaldo Solano, y que en algún aspecto significativo había
discutido Màrius Lleget, quien por su parte también había presentado un texto
político para su discusión. Se aprobó también una resolución sindical, a
partir del texto elaborado por Masó y González, de París, y unas normas
provisionales de tipo organizativo que deberían regir hasta la aprobación de
unos nuevos Estatutos del POUM en un próximo Congreso. Las novedades más
significativas de estas normas fueron, sin duda, el reconocimiento del derecho
de tendencia en el seno del partido y la voluntad claramente expresada que el
POUM haría todo lo posible para garantizar su legalización y desarrollar una
actividad pública. Finalmente, se nombró un Comité Central de quince
miembros -más seis suplentes-, doce de los cuales residían en España y tres en
el exterior.
La nota
emotiva de la Conferencia fue la carta de adhesión y solidaridad que había
enviado Juan Andrade desde París, donde hacía un llamamiento a la necesaria
renovación política e ideológica que debían potenciar los compañeros del POUM y
animaba a todos a culminar la tarea por la que el Partido había surgido en
1935, y que no era otra que la de intentar superar la parcialización organizativa
en que se encontraban las organizaciones marxistas revolucionarias de cara a
construir entre todas ellas una alternativa socialista. Esta carta, junto
con el conjunto de las resoluciones aprobadas, fue publicada en forma de
folleto como Resoluciones de la IV
Conferencia General del Partido Obrero de Unificación Marxista. POUM
De regreso a
Barcelona, la situación política se aceleró, cuando el gobierno tomó la
decisión de legalizar el PCE, en plena Semana Santa, y de convocar las primeras
elecciones democráticas para el 15 de junio de 1977. Era una muestra bastante
clara que se 'iba hacia un sistema plural y democrático no restrictivo, pues
los "comunistas" de Carrillo eran, sin duda, mucho más que las
organizaciones de la extrema izquierda, la bestia negra de los franquistas y de
muchos sectores políticos y militares que aún eran más que presentes dentro del
aparato del Estado.
Al POUM se
le presentaba la necesidad de dar respuesta a un requerimiento no previsto de
forma inmediata, y que no se había discutido en la conferencia de
Toulouse. Pero por coherencia con lo que se había decidido, por necesidad
de aprovechar la plataforma política que podía ofrecer un proceso electoral, la
mayoría del Comité Central, con el voto en contra de Màrius Lleget, decidió
intervenir en el proceso electoral e iniciar inmediatamente conversaciones con
organizaciones afines para constituir una coalición electoral conjunta. Y
se decidió, al mismo tiempo, iniciar los trámites para conseguir la
legalización del Partido.
El resultado
de esta doble decisión fue, por un lado, inesperado. Màrius Lleget, que no
había asumido los resultados de la Conferencia de Toulouse, y que no estaba de
acuerdo ni con la participación electoral ni con solicitar la legalización, se
marchó del POUM, cuando se quedó en minoría, y, tras de convencer a los
compañeros que procedían de las Juventudes Socialistas del PSOE, se
autoproclamó como "único y verdadero POUM". Otra vez se
reproducía una situación lamentable. Es cierto que la situación de
duplicidad no fue muy duradera, ya que los primeros meses de 1978, cuando se
constituyó el POSI, la sección española de la OCI francesa, Màrius Lleget pasó
a integrar, pero el mal estaba ya hecho . Durante unos meses existieron,
al menos por la prensa, dos POUMs, uno de los cuales se manifestaba a favor del
boicot de las elecciones y de la instauración inmediata de la
República. Esta digamos escisión no conllevó males mayores. Es cierto
que a algunos compañeros, como a mí mismo ya Vicente Ballester, nos supo
mal. Porque habíamos pasado muchas horas con los compañeros que ahora
marchaban. Y pedimos un tiempo de reflexión. Pero la situación
requería adoptar medidas rápidas. El POUM, finalmente, formar parte de una
de las candidaturas de extrema izquierda que se constituyeron de cara a las elecciones del 15-j: el Frente para la Unidad de los
Trabajadores, el FUT, que la integraban, Además, la Liga Comunista
Revolucionaria, la Organización de Izquierda Comunista y Acción Comunista. (Frente
Unidad de los Trabajadores (LCR-OIC-POUM-AC) (15) Jaime Pastor 41.208
0,22 %)
Y al mismo
tiempo, participó en todos los actos de propaganda y mítines que se celebraron
a nivel estatal. Especialmente emotiva fue la intervención de Wilebaldo
Solano en el mitin final de la campaña en el Palacio de Deportes de Barcelona,
el día 9 de junio, donde fue el único orador que demostró que conocía a la
perfección los secretos de una oratoria de masas. Al mismo tiempo el día 4
de junio se presentaba al Ministerio de la Gobernación la documentación necesaria
para la legalización del POUM. El acta notarial estaba firmada por
Wilebaldo Solano, Antonio Ubierna, Enrique Panadés, José Mª Rodríguez y José
Gracia. Todos, menos Ubierna, antiguos militantes del POUM. La
respuesta afirmativa del ministerio llegó el 17 de septiembre. En otro
caso, el POUM abrió un local público en la calle Fontanella de Barcelona e
intensificó su presencia en todos los actos que se celebraban en estos meses de
delirio político. Cabe decir que en las tareas políticas y organizativas
de estos primeros meses tuvo un papel muy importante un viejo militante del
POUM, que bajó de París, abandonando trabajo y familia, con la idea de
colaborar con los compañeros del interior durante varias semanas, y que
finalmente permaneció en Barcelona durante más de dos años. Se trata de
Albert Masó, conocido como J. Gil, un viejo militante que durante el largo
exilio había militado en organizaciones francesas, como Socialisme ou Barbarie,
y que había devuelto al POUM a principios de los años 70. También se incorporó
a Barcelona, procedente de Frankfurt, un antiguo militante de Acción
Comunista, Baltasar Palicio, "Joaquín", que asumió las tareas de la
Secretaría administrativa del POUM.
El resultado
de las elecciones fue, en cierto modo, decepcionante por las organizaciones de
la izquierda revolucionaria, algunos grupos de la que pensaban que su capacidad
militante y movilizadora en la calle tendría una justa correspondencia a las
urnas. Pero la realidad fue muy otra ya partir de 1977 la gran mayoría de
las organizaciones situadas a la izquierda del PCE, empezando por las grandes,
como el PTE o la ORT, entraron en una crisis que acabó siendo irreversible.
Esta nueva
realidad animó el POUM a relanzar la política del reagrupamiento de los
marxistas revolucionarios, que nunca había abandonado. Se partía de la
necesidad de acabar con el fraccionamiento existente, como condición para
superar la crisis de la izquierda revolucionaria. No se trataba
evidentemente de una unificación en la confusión, de construir un conglomerado
político e ideológico que aglutinara las tendencias más diversas. Pero se
pensaba que existían grupos, como Acción Comunista o la OIC, que mantenían
muchos puntos de contacto con el POUM. Fue en este momento cuando estalló
la crisis dentro de la OIC, que culminó con la expulsión de su secretario
general, Didac Fàbregas, y en la formación de un colectivo llamado Colectivo
para la Unificación Marxista (CUM ). El caso de las organizaciones
trotskistas era más complejo, porque casi todas dependían de una obediencia
internacional, con su correspondiente IV Internacional. El POUM, que en
agosto de 1977 celebró en Barcelona su V Conferencia General, donde se aprobó
una importante tesis sindical, publicada en forma de folleto con el título de
Trabajadores y Sindicatos en la encrucijada: defensa de clase o política "
pactista ", y que regularizó la aparición mensual de" la Batalla
", como órgano central del Partido, pronto centró una parte importante de
sus esfuerzos a la política de reagrupamiento. En octubre de 1977 daba a
conocer el documento Por la unificación de los marxistas revolucionarios, que
sirvió de base para el inicio formal de contactos con Acción Comunista
A comienzo
del nuevo año 1978 el reto más importante del POUM era concretar de manera
definitiva la política del reagrupamiento. Y muy pronto se puso a
funcionar una Comisión Coordinadora de Unificación inicialmente integrada por
Acción Comunista y el POUM, pero a la que enseguida se integró el Colectivo
para la Unificación Marxista. Los días 4 y 5 de marzo se celebró en
Barcelona la primera Conferencia para la Unificación, en la que participaron
cerca de doscientos delegados de todo el Estado, que abrió un optimismo
considerable. Es cierto que apenas se había iniciado el proceso y que existía
la conciencia de que era necesario incidir en la discusión política y en el
trabajo común, pero las conclusiones de esta primera Conferencia mundo las
valoró como extraordinariamente positivas.
Inmediatamente,
se puso en funcionamiento una Comisión Central de Unificación, que llevaba a
cabo las tareas de coordinación y discusión centrales y al mismo tiempo se hizo
un llamamiento para que las diferentes organizaciones locales iniciaran un
trabajo en común, de cara a potenciar lo que había ser la futura organización
unitaria. En la práctica, sin embargo, no parecía que la situación acabara
de funcionar demasiado bien. En un Boletín Interior que el POUM publicó en
mayo de 1978 aparecen diversas informaciones que así parecen confirmarlo: por
un lado la falta de profundización en la discusión política y por otra las
deficiencias en la coordinación de los organismos locales. Una nota del
Comité local del POUM de Barcelona, fechada el día 2 de mayo de 1978 se
quejaba de que no se había celebrado todavía ningún Asamblea conjunta de los
militantes barceloneses de las tres organizaciones.
A pesar de
ello los días 24 y 25 de junio del mismo año se celebró en Quart de Poblet,
cerca de Valencia, la 2ª Conferencia para la unificación de los marxistas
revolucionarios, que en este caso reunió cerca de 150 delegados, y
representantes, además, de un colectivo de militantes escindidos de la OIC de
Valencia y del colectivo obrero de la fábrica Condiesel, del Vallés. En
este caso los debates se centraron sobre cuatro temas centrales: la concepción del socialismo, la concepción
del partido revolucionario, los problemas del bloque histórico y la crisis de
la izquierda revolucionaria. En el transcurso de los debates se valoró
que existía un elevado grado de acuerdo político entre las organizaciones y los
colectivos participantes, como se puso de relieve en las Conclusiones de la
Conferencia, que fueron publicadas inmediatamente. Y se propuso la
celebración de un Congreso de Unificación que se debería celebrar en Barcelona
el mes de octubre del mismo año.
No quiero
ocultar que los resultados de la Conferencia de Valencia crearon una cierta euforia
entre la militancia del POUM, teniendo en cuenta, además, que había locales,
como la de Sevilla, en la que los militantes de Acción Comunista y del POUM ya
trabajaban conjuntamente sin más problemas. Todo parecía, en cierto modo,
visto para sentencia para una próxima y satisfactoria unificación. E
incluso el mes de septiembre apareció un número de "La Batalla / Voz
Obrera", como "periódico de AC-CUM-POUM (Proceso de
Unificación)". Que la euforia no estaba del todo justificada pronto
se puso de manifiesto, sobre todo porque se iba al Congreso sin que se hubieran
aclarado algunos de los aspectos que podían ser conflictivos a la hora de la
verdad. Y uno de estos era el nombre del nuevo Partido, fruto de la
unificación, y la propia concepción que se tendría del Partido.
Pocas
semanas antes de la inauguración del Congreso el POUM había planteado su
aplazamiento, porque entendía que la clarificación política sobre aspectos
fundamentales no era lo suficientemente madura como para ir a una sola
organización unificada. Se había producido, además, alguna manifestación
de militantes de AC que iba en contra de los acuerdos de la conferencia de
Valencia. Pero AC y el CUM rechazaron cualquier aplazamiento. No
tenía sentido ir a un Congreso de Unificación sin saber cuál sería el nombre de
la nueva organización. El POUM había defendido el nombre del POUM, no por
una estricta cuestión "patriótica", sino porque se pensaba que la
reivindicación del nombre significaba entroncar con la tradición del marxismo
revolucionario en España, reconocer las raíces que situaban el conjunto de
organizaciones en la misma trayectoria histórica de la lucha contra el
capitalismo y la burocracia, ya favor del poder de los trabajadores, y
significaba, finalmente, entroncar con la revolución de 1936.
Estas ideas
el POUM las había expuesto en dos documentos de trabajo: uno que llevaba por
título El número de la organización unificada: un problema político, que había
publicado el Comité Central del POUM el 15 de julio de 1978, y otro sin fecha titulado
una organización obrera de nuevo cuño: el POUM, donde se quería dejar
constancia de que lejos de reproducir el pasado glorioso del Partido, el POUM
quería ser una organización útil ante los requerimientos múltiples de la
realidad política del presente y los retos del futuro.
Cuando se
inició el Congreso de Unificación en Barcelona, el día 14 de octubre, pronto
se evidenció que no terminaría de cuajar. El POUM había propuesto que el
Congreso celebrara a puerta cerrada una primera sesión sobre un tema que
consideraba capital: "Organización y Estatutos". Y en este punto
enseguida se evidenció las diferencias, cuando aparecieron dos concepciones
radicalmente opuestas: por un lado el POUM, junto con algunos delegados de AC
de Barcelona, Madrid y otros lugares, y la sección unificada AC / POUM de
Sevilla defendía una organización política dotada de la coherencia y
centralización necesarias para permitir una intervención conjunta. Por
otra parte, los delegados del CUM, con sectores de AC de Madrid, Barcelona y
Valencia eran contrarios a una organización centralizada y defendían una
especie de federación de grupos y colectivos locales. A medida que las
diferencias se intensificó, se fue deteriorando el clima de los debates, hasta
el punto de que los delegados del POUM optaron por retirarse, abandonar el
Congreso conscientes de que el mandato que habían recibido del conjunto de
militantes resultaba irrealizable en el marco de las sesiones congresuales, tal
y como se estaban desarrollando.
El fracaso
de la unificación causó un gran pesimismo en el seno del POUM. En una
valoración que el Comité Ejecutivo realizó el mes de diciembre, se intentó dar
una explicación de este fracaso, señalando, en primer lugar, un error cometido
por el POUM en valorar la evolución de AC y del CUM en el sentido que se
estaban orientando hacia posiciones similares a las del POUM, cuando en
realidad se estaban alejando cada vez más respecto a las concepciones
organizativas y el tipo de intervención militante. Se señalaba también que
no se había podido modificar esta situación, en el transcurso de los diez meses
que había durado el proceso, porque a excepción de Sevilla el resto de locales
del POUM habían ido actuando autónomamente. En unos casos por
incompatibilidades geográficas, como en Valencia, en otros por debilidad
organizativa del POUM, como en Madrid, y en otros por desidia militante, como
en Barcelona. Finalmente, se resaltaba que el POUM había afrontado el
proceso sumamente acomplejado, porque era la única organización que se definía
como partido, y aspiraba a crear una nueva organización centralizada y
coherente y mantener su propio nombre para la futura organización
unificada. Las reticencias que por estas razones habían surgido entre
militantes de AC y del CUM y el temor de que el POUM quisiera instrumentalizar
el proceso, motivaron una serie de concesiones políticas y de cautelas por
parte del POUM, que al fin actuaron de manera negativa.
De lo
contrario, era fácil que el pesimismo se pasara a la crisis. En la
práctica, sin embargo, sólo en Barcelona se detectaron síntomas serios de
crisis, cuando dos miembros del Comité Ejecutivo, Antonio Ubierna y Eduardo
Varela -este último había militado anteriormente en el Partido del Trabajo-
presentaron su dimisión, y posteriormente se dieron de baja dos militantes de
Hospitalet. Al mismo tiempo se produjo un cierto absentismo en la militancia
barcelonesa. Era el resultado de las tensiones acumuladas durante muchas
semanas: Barcelona había asumido las tareas centrales de la unificación, asumía
también las de la organización y fue en Barcelona donde se presentaron los
problemas más graves con AC y el CUM. De hecho el estallido de la crisis
podía había tenido unas consecuencias más graves. Pero salvo en el caso
barcelonés, la reacción del resto de locales fue de serenidad. Sólo los
compañeros andaluces de Alcalá de Guadaira tomaron el acuerdo que había que
iniciar los contactos de cara a la unificación con la LCR.
A pesar de
todo, se reinició la actividad política, que en las semanas siguientes se
centró en la campaña del referéndum constitucional que se iba a celebrar el día
6 de diciembre. El POUM partes hizo campaña a favor del NO y en Barcelona,
aun participó en el mitin central que celebraron la Liga Comunista
Revolucionaria y el Bloque Catalán de Trabajadores. En la medida, sin
embargo, que se había frustrado la unificación, era necesario replantear la
estrategia del POUM. Y este fue el objetivo de la Conferencia
Extraordinaria que se celebró en Sevilla los días 30 de diciembre de 1978 al 1
de enero de 1979. Sin triunfalismos, pero en un clima afable y distendido, que
sólo los andaluces son capaces de construir cuando es necesario, y que incluyó
la celebración de la fiesta de fin de año, la Conferencia contribuyó a dotar de
serenidad al Partido. La participación en la Conferencia de militantes de
Acción Comunista a título individual, creaba aún esperanzas de un
reagrupamiento futuro, pero era claro que la unificación era un proceso a largo
plazo. En el seno de la izquierda revolucionaria, estaban apareciendo
tendencias que, rechazando un cierto "marxismo" ortodoxo, abonaban
concepciones claramente "antipartido". El POUM creía que lo que
era necesario, en primera instancia, era constituir frentes de lucha y unidad
en la acción con el resto de fuerzas de la izquierda revolucionaria.
El POUM,
pues, mantuvo más o menos, el tipo, y gracias a un equipo de trabajo, en el
que, entre otros, habría que destacar a Albert Masó, Baltasar Palicio, Fernando
Hevia -que se desplazaba a menudo de Bilbao, donde residía , hasta Barcelona- y
Xavier Virós, se garantizó la continuidad de "la Batalla" mensual y las
tareas mínimas centrales.
De otro
modo, en 1979 se volvía a presentar como un año lleno de numerosa actividad
política: después de la promulgación de la Constitución, se convocaron nuevas
elecciones legislativas para el primero de marzo y las primeras elecciones
municipales para el día 3 de abril. El día 25 de octubre estaba previsto
también la celebración de los referendos del Estatuto de Autonomía de Cataluña
y Euskadi.
El POUM,
consciente de sus limitaciones, y ante el panorama de fragmentación política
que presentaba la izquierda revolucionaria, optó por no presentarse a las
elecciones, y únicamente los compañeros de Castellón -l'hiperactiu Ricard
Colom- integraron en la candidatura de la Izquierda Independiente de Castellón,
formada por el PSAN y por independientes. En una Carta abierta a la
izquierda revolucionaria, el POUM lamentaba la división existente y la
progresiva desmovilización que ya se estaba produciendo en la militancia de la
izquierda revolucionaria y hacía un llamamiento a impulsar la convergencia y la
unidad para que después del uno de marzo se fuera capaz de comenzar a superar
la incapacidad que estaba demostrando la izquierda radical de intervenir
políticamente con un mínimo de eficacia.
En cuanto a
las elecciones municipales, el POUM únicamente participó en Sevilla, Alcalá de
Guadaira y Dos Hermanas, en coalición con la Liga Comunista Revolucionaria, y
en Castellón y en Gandia, a las candidaturas de la Izquierda
Independiente. Por otra parte, frente a los referendos estatutarios, la
posición mayoritaria y oficial, pero que no era compartida por todos los
militantes, fue la de llamar a la abstención, una postura que debía manifestar
el rechazo hacia unos Estatutos de Autonomía que habían sido enormemente
recortados respecto a la redacción original y que, por supuesto, negligente la
autodeterminación.
En el
transcurso de 1979 se estaba evidenciando, sin embargo, las enormes
dificultades de mantener una organización política, con una militancia que no
crecía y ante un panorama que cada vez era de desconcierto mayor en las filas
de la izquierda revolucionaria. Cuando en mayo de 1979 se celebró en
Barcelona una reunión del Comité Central se analizó la situación orgánica con
unos tonos muy pesimistas, e incluso se planteó la posibilidad de la disolución
del Partido, alternativa que se descartó por la voluntad básicamente de la
mayoría de representantes del Comité Central. A pesar de ello las diversas
organizaciones locales fueron buscando alternativas para poder hacer más
efectiva su intervención. En Andalucía los militantes de Sevilla
participaron activamente en el nacimiento y evolución del llamado Frente
Andaluz de Liberación, mientras los compañeros valencianos también se
decantaban hacia alternativas popular-nacionalistas radicales en el seno de la
Izquierda Unida del País Valencià, que se 'estaba constituyendo. Por esta
razón, cuando se planteó la celebración de las primeras elecciones a los
Parlamentos de Cataluña y de Euskadi, convocadas en marzo de 1980, el POUM de
Cataluña participó en la coalición de BEAN-Unidad Popular ya un compañero de
Euskadi se le ofreció participar en la candidatura de Herri Batasuna.
De hecho en
lo que respecta a Cataluña fue la última campaña importante en la que el POUM
participó. Se participó debido a que el BEAN se planteaba como una
plataforma unitaria que reunía, es cierto, sectores del nacionalismo radical,
alrededor de Luis Mª Xirinachs, pero también sectores obreros, como el Bloque
Catalán de Trabajadores, alrededor de Sánchez Carreté y de un sector procedente
del Partido del Trabajo, un colectivo de obreros independientes y el Partido
Feminista de Lidia Falcón. Y parecía que se trataba de una plataforma que
se mantendría más allá de las elecciones. El POUM participó muy
activamente en toda la campaña electoral y también en el mitin central de fin
de campaña
Texto
original
Quan el mes
de maig del 1979 es va celebrar a Barcelona una reunió del Comitè Central es va
analitzar la situació orgànica amb uns tons molt pessimistes, i fins i tot es
va plantejar la possibilitat de la dissolució del Partit, alternativa que es va
descartar per la voluntat bàsicament de la majoria de representats del Comitè
Central.
Sugiere una
traducción mejor
Pero a
partir de ese momento la actividad fue disminuyendo. Es cierto que todavía
apareció un número de "La Batalla" en mayo de 1980, pero el Partido
en Barcelona fue disminuyendo la actividad cada vez más, y el centro de
gravedad de la acción política parecía que se desplazaba hacia el
Valencia. En 1981 aún aparecieron dos ejemplares de una revista editada
por el POUM valenciano con el nombre de "La Chispa", subtitulada
"Revista antiautoritaria, periférica y mediterránea". Era
evidente que desde 1974 se había hecho mucho camino, pero que las capacidades
militantes estaban agotadas. La crisis del POUM no era un fenómeno
aislado, reflejaba la incapacidad social para vertebrar un proyecto político
independiente a la izquierda del Partido Comunista. Y el fenómeno era de
alcance europeo y generalizado a todas las tendencias ideológicas del
movimiento obrero. Nadie tomó, sin embargo, ninguna iniciativa para
disolver oficialmente el POUM. Ni cuando unos años más tarde se constituyó
la Fundación Andreu Nin, para preservar la memoria histórica del movimiento y
fomentar el necesario debate político. Y eso ha permitido que cuando
se ha seguido hablando del POUM, a raíz, por ejemplo, del documental sobre el
asesinato de Andreu Nin, de Dolores Genovés, o de la más reciente película de
Ken Loach, Tierra y Libertad, partes sigan apareciendo militantes que se
reivindican del POUM, como si fuera un partido aún existente o como si formara
parte de una especie de imaginario colectivo, inconcreto y diáfano, que sigue,
sin embargo, siendo el punto de referencia y la esperanza en un futuro sin autoritarismos,
ortodoxias ni opresiones. Esta es, seguramente, una de las funciones que
para mucha gente aún sigue cumpliendo el recuerdo del POUM y de su
historia. Es en este punto donde la historia se convierte en mito
Adiós a José
María Delgado, poumista y luxemburguista sevillano.
Adiós a
José María Delgado, poumista y luxemburguista sevillano
Pepe
Gutiérrez-Álvarez
Adiós a
José María Delgado, poumista y luxemburguista sevillano
El POUM
en la memoria
Andalucía
Libre
Acción
Comunista
Ha fallecido
Manuel Ramón Alarcón Caracuel el 26-5-2015
El miércoles
27 hubo un acto laico de despedida en el Tanatorio en el que
intervinieron dos de sus hijos, el catedrático José Manuel Gómez Muñoz
(compañero del Departamento de Derecho del Trabajo durante muchos años), el
veterano abogado Pepe Rubio (José Mª Rubio López, buen amigo de la familia, se
refirió a su bella relación con sus 4 hermanas y sus 3 esposas sucesivas,
Amparo Rubiales, María Luisa Amores y Margarita).
Por último
intervino su esposa Margarita Aizpuru que definió los ocho años compartidos con
Manuel Ramón como los mejores años de su vida.
Todos ellos
destacaron su labor como docente e investigador (ser profesor universitario era
para él la profesión más bella), como hombre de izquierda que defendió
siempre con brillantez y vehemencia sus ideas, muchas veces a
contracorriente, siempre sin rencor y con respeto a los que pensaban de otra
forma. Fue un hombre de principios, generoso, bueno y sencillo. Su esposa se va
a empeñar en reunir sus publicaciones y conferencias en un libro para el que
contará con el apoyo de la Universidad. La Universidad de Sevilla prepara un
acto académico en su memoria.
En la mañana
del martes, 26-5-2015, ha fallecido nuestro compañero y amigo Manuel Ramón
Alarcón Caracuel, tras una lucha de varios meses contra la enfermedad de la que
pensábamos que se iba recuperando. Catedrático de Derecho del Trabajo y en
los últimos tiempos Magistrado de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo,
fue ya en sus primeros años de Universidad (años 60) un joven que
destacó por su compromiso y liderazgo en el movimiento estudiantil de
Sevilla. Luego como joven profesor participó en los partidos que luchaban por
acabar con la dictadura.
También
ejerció la abogacía en un despacho laboralista que dio sus primeros pasos en
1976 en la calle Adriano de Sevilla, donde la extrema derecha todavía
atacaba con cadenas a los antifranquistas que colocaban carteles por la
libertad y la amnistía. Ese despacho fue lugar de reunión de trabajadores de
empresas y de militantes de izquierda en los años en que todavía no eran legales
los sindicatos ni los partidos.
Su impronta
también se ha notado en sus publicaciones doctrinales en el campo del Derecho
del Trabajo y en el Tribunal Supremo en cuya Sala de lo Social ha influido
defendiendo sus tesis en pro de los derechos de los trabajadores.
Fue presidente
de la Asociación Derecho y Democracia, a la que perteneció desde su
constitución en 1981.
Nuestro
sentido pésame a sus familiares y allegados por la pérdida de una persona,
amigo y compañero, con la que hemos compartido muchas vivencias y batallas.
El 26 de
mayo de 2015 lo hemos acompañado en el Tanatorio de la SE-30, Sala 22.
Ver la
noticia en el digital de Diario de Sevilla.
Ver
la página impresa de ABC más abajo en Galería de imágenes: para poder
leerla pulsa en la imagen y luego amplíala con CTRL +.
Artículos
publicados en recuerdo de Manuel Ramón en Información complementaria.
Los artículos
reflejan facetas diversas de su vida y su personalidad.
La noticia
en el digital de ABC.
INFORMACIÓN
COMPLEMENTARIA
- Un sevillano en la
más alta Magistratura, Francisco Correal, 27-5-2015
- La generosidad del
jurista, Jesús Cruz Villalón, 27-5-2015
- El rojo que viajó con
la Cía, Luis Sánchez-Moliní, 27-5-2015
- El padre de mis
hijos, Amparo Rubiales, 27-5-2015
Manuel Ramón Alarcón, in memoriam
La reforma
del sistema de pensiones en España MANUEL RAMÓN ALARCÓN CARACUEL*
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