martes, 7 de junio de 2016

Juan Andrade El marxismo y los problemas de la revolución española. Lenin y el Leninismo



La Batalla, 14 de marzo de 1937.
Bastaría repasar las colecciones de la Prensa obrera de todos los países, a partir de la muerte de Carlos Marx, en 1883, para convencerse firmemente de lo que ha evolucionado y cambiado, a través de los años, el que podemos llamar pensamiento oficial del marxismo. La interpretación, la valoración de la doctrina de Marx, ha pasado durante este tiempo, por etapas diversas, y ha tenido divulgadores diferentes que llegaban en sus análisis y aplicaciones a conceptos nada homogéneos. La lucha entre marxistas de tan diversas categorías, se ha librado siempre en nombre del marxismo. Es más, hasta cuando se ha intentado llevar a cabo una revisión a fondo del marxismo que dejase a éste desposeído de su auténtica significación, se ha hecho también en nombre del marxismo. El propio Marx, ya en vida, tuvo que renegar de los marxistas.


Precisamente por lo que el marxismo tiene de crítico, de elemento renovador de toda una sociedad asentada, de ruptura absoluta con la tradición, se desenvolvió en su iniciación, cuando el maestro elaboraba la doctrina, en lucha constante contra los divulgadores de utopías literarias o contra los propugnadores de exageraciones constructivas. En la ciencia pura, el sabio da a conocer sus descubrimientos haciendo previamente la crítica de sus antepasados y de sus teorías. Marx desenvolvió sus teorías en lucha constante contra varios frentes. Es sabido que en sus críticas se halla, generalmente lo de más valor de sus concepciones. Porque, por ejemplo, para combatir a Proudhon, al tiempo que señalaba los errores del padre de la anarquía, afirmaba el propio pensamiento marxista.

De la misma manera, los marxistas revolucionarios contemporáneos, con su espíritu crítico, valorizan todo el conjunto doctrinal. Los filisteos odian este espíritu crítico y lo denuncian como una aberración, pero lo combaten de esa manera principalmente porque lo temen. Los que ya no exhiben su marxismo más que como papeleta de identificación para obtener autoridad entre los trabajadores, gustan también de citar a Marx, y no es difícil que a veces hallen párrafos que aparentemente, y truncados, den razón a sus opiniones. Con el marxismo se forcejea, se le estira o se le afloja, según las posiciones y conveniencias de los que políticamente lo manejan, y que, por tanto, pretenden interpretarlo.


La burguesía más reaccionaria ve en el marxismo el espíritu del mal. La aureola de un sentido satánico para justificar su represión; le convierte en el enemigo público número uno de la actual sociedad. El liberalismo, la democracia burguesa, emplea la táctica diplomática: pretende negarlo. Falsifica sus textos en busca de la demostración científica del fracaso. Pero, al mismo tiempo, se contradice, porque al escribir páginas y páginas, folletos y libros en demostración de sus asertos, demuestra que el marxismo es siempre una corriente viva.


Bernstein (7), que fue el primero que en nombre del marxismo se propuso revisar a Marx, no hizo más que iniciar toda una conducta que después, en lo que va de siglo, habían de seguir en forma más amplia toda una serie de profesores o de burócratas inteligentes del movimiento obrero. Para ellos, el marxismo es tan amplio de interpretación que pueden disculpar teóricamente, como marxistas, todas sus deslealtades a la causa de la revolución proletaria. El marxismo queda convertido así, para el reformismo, en el taparrabos de todas sus suciedades.


Al comenzar a militar en mi juventud en el campo obrero, recuerdo haber oído decir muchas veces a un profesor socialista, el cual tuvo mucho ascendiente en el partido socialista, y que después de dar más vueltas políticas que una campana ha vuelto a recalar en el viejo regazo, que él abogaba por el socialismo porque el fatalismo económico nos conducía a él (8). Con mi candor de revolucionario apasionado, yo le alegaba que esa no era una razón, porque si el fatalismo económico nos conducía a una situación que nosotros estimábamos injusta e inhumana, nuestra obligación era luchar contra ello. El cientificista de marras alegaba que él no entraba a discutir los aspectos morales de la cuestión, sino que se atenía exclusivamente a la rigurosidad científica. Marxistas de una originalidad tan pintoresca, opinan por ahí a montones. A nadie se le puede privar de elegir la denominación política que más cuadre a su gusto o sus conveniencias.


Destacaremos también a aquellos que habiendo especializado su actividad en enderezar los entuertos del reformismo, en reavivar el marxismo, en reivindicarle, caen ahora en los errores que combatieron, encontrando actualmente nuevas justificaciones para su evolución. Enriquecieron el marxismo en el pasado con una metodología genial: el leninismo. Han terminado confundiendo todos los términos de la teoría y de la táctica, para amparar y divulgar, al final, el más monstruoso antimarxismo.


Como reacción exagerada contra esta decadencia del marxismo y de su interpretación más acertada, el leninismo, andan errando por el mundo algunos escasos dogmáticos, que convierten la teoría de la revolución proletaria y su táctica en un simple formulario, bueno para todas las ocasiones. No transigen con nada que no les permita constreñir una revolución en marcha dentro del molde fabricado para todas las circunstancias revolucionarias. Convierten así el marxismo en una teoría muerta, en un entretenimiento de academia, de laboratorio o sencillamente de café. En realidad, son reaccionarios, porque con su inhibición puritana facilitan prácticamente el desarrollo orgánico de los enemigos más peligrosos del marxismo en el campo obrero.


Una teoría que buscaba, y ha encontrado, la solución a los problemas de la humanidad trabajadora, de la que para distintos fines tantos se reclaman, pasa por etapas de necesaria renovación, cuya misión asumen núcleos o partidos que desbrozan el camino cubierto de obstáculos. Este trabajo es más trascendental, y quizá más difícil, cuando se_ lleva a cabo sobre la marcha de una revolución candente. Entonces se concentran en la coincidencia de una misma ofensiva, los intereses creados, los ideólogos de! campo contrario que operan en el movimiento obrero y los impertinentes sectarios que se creen en posesión de la piedra filosofal. Nuestro partido desempeña, con arreglo a su capacidad, este papel de reivindicador del marxismo, de defensor de la teoría de la revolución proletaria, y lo hace mediante una aplicación táctica correspondiente a la situación capitalista internacional, M movimiento obrero mundial en general y del español en particular.


El mejor tributo que puede rendirse a Carlos Marx en este 54 aniversario de su muerte, es el que presenta nuestra revolución, o mejor dicho, el que le ofrece el conjunto de marxistas que integran nuestro partido en intensa lucha por la aplicación del nervio de sus concepciones. Sin embargo, de vivir Marx presenciaría un curioso espectáculo: el de partidos que reclamándose de sus doctrinas ostentan plataformas diferentes y se combaten con denuedo en todos los terrenos. Y es porque muchos han sintetizado el marxismo exclusivamente en la aspiración genérica de instauración del socialismo. En el terreno propagandístico se llama marxista todo aquel que reconoce que el ideal supremo es una sociedad sin clases. La diferenciación se establece al concretar los que colocan la posibilidad de su realización en un porvenir muy lejano, y, por tanto, nada hacen por su desarrollo inmediato, y los que conciertan su acción en hacer de la teoría una realidad mediante su esfuerzo, su actividad y su sacrificio.


El punto central de diferenciación entre todos es la estimación sobre el carácter de la revolución que vivimos. ¿Es democrática, es —antifascista- no es proletaria? Precisamente el acontecimiento del proletariado en armas, dominando de hecho toda una gran parte de un país, nos reservaba la sorpresa de que cuando esto sucede, los "marxistas de toda la vida” desnaturalicen el carácter proletario de la revolución. En la época de guerras y revoluciones, no cabe margen para una revolución democrática o "antifascista", nueva denominación esta última que hasta ahora no conocía el vocabulario marxista.

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Para nosotros, marxistas revolucionarios, la contienda civil española es una guerra de clases, y, por tanto, una revolución proletaria. Siendo así, el problema `que se plantea es exclusivamente el de la conquista de todo el Poder por la clase trabajadora. Hacia esta finalidad, derivada de toda la situación objetiva, aunque no todavía la subjetiva porque el proletariado se halla prisionero de la influencia de tendencias adversas difundidas por partidos obreros, deben encauzarse y están encauzados nuestros esfuerzos. Pero nuestra aspiración es sólo un deseo, supeditado, claro está, a las posibilidades reales de aplicación y a nuestra capacidad e inteligencia para llevarla a cabo.


La posición no está exenta de complejidades, que deben resolverse en todas las circunstancias con un criterio revolucionario realista. La guerra no ha terminado todavía, ni puede preverse por completo su resultado. Están empeñados en triunfar en nuestros frentes, no sólo la reacción militar fascista española, sino todo el fascismo internacional. Adquiere la lucha, pues, unas proporciones imponentes que obligan a fortalecer el frente militar, a extremar la organización y la disciplina en la guerra. Partiendo de esta imprescindible necesidad, hay que resolver los problemas militares con una severidad máxima que garantice el triunfo. Aún sin tener el poder político, la clase trabajadora se ve obligada a sostener sin límites todos los problemas de la guerra. En este sentido, una actitud contraria no sólo sería suicida, sino contrarrevolucionaria. Las necesidades inmediatas no pueden aplazarse.


Pero paralelamente a la acción en los frentes de batalla, se libra también combate político en la retaguardia. Y la solución que se dé a los problemas de la retaguardia está directamente en relación con las probabilidades de ganar la guerra. La moral del combatiente en el frente es un reflejo del desarrollo político de los acontecimientos en retaguardia. El impulso más fuerte, que puede hacer del miliciano un luchador indomable, se lo dará el saber que ofrece diariamente su vida por una sociedad que garantizará el porvenir suyo y de su clase. Por eso marchan unidos los dos objetivos de ganar la guerra y hacer la revolución. Aquéllos que se llaman marxistas y que tienden a separarlos, intentando incluso excitar los sentimientos primarios de las masas laboriosas contra los que defienden consecuentemente las más elementales enseñanzas del marxismo revolucionario, cometen un grave crimen político.


La discrepancia es tan fundamental en este terreno entre las propias fracciones que se llaman marxistas, que no cabe entre ellas acuerdo alguno para caminar juntas. Se hacen intérpretes las fracciones más fuertes de una ideología que no es la del proletariado, que no tiene en vista inmediata los intereses de la revolución, que pretende dar nueva vida, con "nuevo contenido", a la democracia burguesa. Dichas fracciones son, en todos los dominios, completamente irreconciliables políticamente.


Para un partido marxista revolucionario como el nuestro, la cuestión no estriba en registrar los hechos, en constatar la situación y en darse por satisfecho llegando a la conclusión de que hemos expuesto la verdad, de qué tenemos la línea justa, pero que no podemos cambiar el sentido de los acontecimientos y la relación de fuerzas en el movimiento obrero. No actuamos para que la Historia haga resaltar en dos líneas nuestra buena voluntad, sino para que refleje el esfuerzo continuado que hemos llevado a cabo para influir con éxito en el porvenir político. Esta es la cuestión que nuestro Partido tiene planteada, y hacia cuya solución deben tender todos sus esfuerzos y toda su actuación.


Independientemente de la táctica y de la conformación final de la nueva sociedad, hay que buscar hoy las coincidencias que nos unan en la aspiración revolucionaria proletaria. Una fracción marxista puede coincidir mucho más fácilmente en este terreno con otra que no lo sea. El sentimiento de la revolución puede servir de aglutinante, para compenetrarlas circunstancialmente en la consecución de dicho objetivo. Esta tarea está a la orden del día en la actividad de nuestro Partido en todos los lugares.


Por eso, en este 54 aniversario de la muerte de Carlos Marx, en un país en revolución se presenta el fenómeno de una mayor identificación entre la fracción marxista y revolucionaria, que es el verdadero pensamiento del maestro, y una bakuninista, con la cual estuvo él en pugna en vida. Sin embargo, esta coincidencia y la labor para unirlas en la consecución de objetivos, entran en la previsión táctica del marxismo, el cual no es una ciencia muerta, no es un dogma, es una corriente viva al servicio apasionado y leal del proletariado.
 



LENIN Y EL LENINISMO


“l´Hora”, número 1, 20 enero de 1937. Traducido del catalán por Pelai Pagés.
Corresponde al libro de Juan Andrade La revolución española día a día. Primera edición: mayo 1979. Editada: Editorial Nueva Era y Publicaciones Trazo.


La Historia compensa a los grandes hombres que han sido calumniados en vida, haciéndole justicia a través de los años; pero también impone un nuevo castigo: el  de verse tergiversados e interpretados por aquellos que estaban muy lejos de su verdadero pensamiento. Así, Marx, pudo exclamar: “Yo no soy marxista”. Si Lenin levantase la cabeza, su primera decisión sería abrir el fuego graneado de su dialéctica contra tantos falsarios de sus concepciones que pululan por el mundo.

Para unos, se ha hecho del leninismo un método ecléctico de táctica que justifica las determinaciones y todas las rectificaciones. A través de interpretaciones sofistas y  frases sueltas, sin ninguna conexión con el texto y sin seguir toda la línea del pensamiento, se intenta una justificación a posiciones opuestas. Se busca más reclamarse del leninismo que permanecer fiel a su conjunto.


Para otros, el leninismo es una unidad de medida a la que se debe someter toda conducta táctica. Aquella actitud política que no posea las dimensiones exactas calculadas por los patentadores del leninismo, se rechaza y se califica de herética. Su llamada intransigencia leninista no es más, a fin de cuentas, que una prueba de pereza mental, de sistema para aplicar recetas convenidas independientemente de toda otra consideración objetiva.


Sólo hace catorce años que Lenin nos abandonado para siempre, y ya hay diversas escuelas que se titulan interpretadores fieles de su pensamiento, y que son francamente hostiles entre ellas. Los años aún más profundo este proceso de diferenciación.


No obstante, el leninismo es algo total diferente del esquematismo sectario con que nos lo presentan. Lenin no se distinguió por tener soluciones anticipadas para los problemas que iban surgiendo. Poseía un pensamiento fundamentalmente, el marxismo revolucionario, al servicio del cual aplicaba la táctica que los hechos concretos reclamaban.

Ante la revolución española, corresponde a los leninistas tener fundamentalmente en cuenta la experiencia de la Revolución rusa. Pero sería antileninista querer obligar a nuestra revolución a seguir, estrictamente, los mismos senderos que aquélla, prescindiendo de sus características especiales e incluso de la época diferente en que se produce. El leninismo es, pues, oportunismo revolucionario, y éste está en contradicción con las líneas rectas.




Marxismo-leninismo o leninismo, fue acuñado por Stalin





Lenin y el socialismo en un solo país. El término Marxismo-Leninismo  o Leninismo y del Trotskismo fue creado o acuñado por Stalin.


Estas son las obras de Stalin

JV Stalin 1924 ¿Trotskismo o leninismo?


J. Stalin 1924  Los fundamentos del Leninismo


Verdades elementales. Andreu Nin Por la unificación marxista


Leer el ACTA DE LA REUNION DEL 6 ABRIL DE 1935
Cita:
El PCC manifiesta que está de acuerdo con aquellos puntos, pero propone que en lugar de decir marxismo revolucionario, se diga marxismo leninista. Manifiesta también, como cuestión previa, que el Partit Comunista de Catalunya es partidario de formar un Comité de Unificación de todos los partidos convocados a estas reuniones con la excepción de la Izquierda Comunista…….





La tontería del capitalismo de Estado.


V. I. Lenin: Cinco años de la revolución rusa y perspectivas de la revolución mundial (capitalismo de Estado)




Antes de tomar el poder defiende el capitalismo de estado

V. I. Lenin La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla 


Septiembre de 1917


Defiende el capitalismo de estado

V. I. Lenin. Acerca del infantilismo "izquierdista" y del espíritu pequeñoburgués

Escrito: El 5 de mayo de 1918.


El último "Testamento" de Lenin o Carta al Congreso del Partido Comunista de Rusia bolchevique



Lenin y Trotsky: la consigna los Estados Unidos de Europa, el socialismo en un solo país y el capitalismo de Estado




[El marxismo en España (1919-1939)] Historia del BOC y del POUM




JUAN ANDRADE (1898-1981) MARÍA TERESA GARCÍA BANÚS (1895-1989)




JUAN ANDRADE (1898-1981)



Julián Gorkin  EL P.O.U.M. ANTE LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA


La situación política y las tareas del proletariado



Andrés Nin La concepción marxista del poder y la revolución española






Polémica Joaquín Maurín y Santiago Carrillo: Problemas de la unificación marxista revolucionaria 1933-1935


Víctor Alba. La revolución española en la práctica. Documentos del POUM








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