La huelga (película)
La
huelga (en ruso: Стачка) es una película muda de 1924 dirigida por
el cineasta soviético Serguéi M. Eisenstein. La película describe
una huelga ocurrida
en 1903 por
los trabajadores de una fábrica en
la Rusia prerrevolucionaria.
Fue el primer largometraje de
Eisenstein, que un año después dirigiría la famosa película El acorazado Potemkin. La escena más
famosa del film es la secuencia final donde, haciendo uso Eisenstein de sus
innovadoras teorías de montaje, se alterna la masacre hacia los huelguistas e
imágenes de bovinos sacrificados. Otro tema de la película, que es una de las
mayores características del cine de Eisenstein, es el colectivismo frente
al individualismo convencional en el cine occidental.
Resumen de la trama
La película se abre con una cita de Lenin:
La fuerza de la clase obrera es la organización. Sin organización de
masas, el proletario es nada. Organizado lo es todo. Estar organizado significa
unidad de acción, unidad de actividades prácticas.
Índice
Стачка /
The Strike
El acorazado Potemkin: contexto histórico y vanguardia cinematográfica
Stachka La
Huelga, Sergei M. Eisenstein, 1924
Título
original: Стачка/Stachka; URSS, 1924; Productora: Proletkult Production;
Director: S.M. Eisenstein; Fotografía: Eduard Tissé (Blanco y negro); Guión:
Sergei M. Eisenstein, Valeri Pletniov, I. Kravchinovskii, Grigori Aleksandrov;
Reparto: Maxim Strauch, Grigori Alexandrov, Mikahil Gomorov, I. Ivanov, Ivan
Klukin, Aleksandr Antonov, Yudif Glizer, Anatoli Kuznetsov, Vera Yanukova,
Vladimir Uralsky, M. Mamin; Duración: 95′
“No creo
en el cine-ojo, creo en el cine-puño. Resquebrajar los cráneos con un cine
puño.” ¹ (S.M. Eisenstein)
Sinopsis:
En la Rusia
zarista, los obreros de una empresa están cada vez más descontentos con sus
condiciones laborales y con el trato recibido por parte de sus superiores. La
tensión es cada día más elevada. El director de la empresa comunica sus
sospechas de un posible motín de los trabajadores a los altos funcionarios
políticos y éstos envían a sus informadores. Aunque las nubes de tormenta ya
estaban flotando en el ambiente es cuando un compañero, un obrero, se suicida
al ser acusado injustamente de robo, cuando estalla todo y se produce la
huelga. Las fuerzas policiales, apoyando a los dueños de las empresas y los
accionistas, tomarán cartas en el asunto.
Comentario:
‘La
Huelga’ surgió
gracias a una idea del Teatro de la Cultura Proletaria (Proletkult), que encabezado
por Valeri Pletniev encargó a Eisenstein una serie de películas que llevarían
por título “Hacia la dictadura (del proletariado)”. Estos filmes
debían contar la historia de la revolución rusa desde 1880 hasta 1917. Como no
podía ser de otra manera, se centrarían en diversos aspectos de las luchas
obreras. Se iban a rodar siete títulos, pero finalmente sólo se realizó ‘La
Huelga’, que debía ser la quinta entrega del proyecto. En gran parte se
rodó en exteriores de Moscú y alrededores, en 1924, año de la muerte de Lenin,
hecho éste que marcó definitivamente el posterior desarrollo de la historia de
Rusia y de su cinematografía. Se podría decir que esta película inauguró la
edad de oro del cine soviético.
El argumento
está basado en hechos reales. En concreto, según David Bordwell ², reflejaría
las huelgas de 1903 en Rostov del Don, a las que se sumaron más de quinientas
fábricas. El descontento se extendía y la represión era cada vez más violenta.
Un dato significativo: en 1903, un tercio del ejército ruso en la parte
occidental del país tenía asignadas tareas de «acción represora». Estos
movimientos de protesta influyeron definitivamente en las protestas de 1905.
Aunque pueda
sorprender, el tema principal de ‘La Huelga’ no es el trabajo.
Sí, la historia que nos cuenta es la del conflicto entre la clase obrera y la
clase dirigente, pero la reivindicación laboral está completamente superada por
una lucha mucho más general y que pone en cuestión las estructuras mismas del
sistema. Parece lógico, dado el momento y el lugar de realización de la
película. La Rusia soviética de 1924 contaba con una estructuración social y
una organización política que superaban la pura organización obrera, aunque
esto puede suponer alguna contradicción en el desarrollo de la historia, ya que
ésta se sitúa en la época pre-revolucionaria, donde las cosas no eran tan así.
Mucho se ha
escrito sobre el impresionante avance que supuso éste y los siguientes trabajos
de Eisenstein en el lenguaje cinematográfico, innumerables inventos y
hallazgos, novedosos recursos de montaje, metáforas visuales, planificación
expresiva, etc. Sin embargo no se suele incidir demasiado en algunos aspectos
igualmente novedosos en su estructura narrativa, quizá no tan espectaculares e
influyentes en el cine posterior, pero que desde luego no merecen ser
despreciados, como se ha hecho en algunos casos.
Para
empezar, el protagonista absoluto del film no es un sujeto, sino un
acontecimiento: la huelga. En torno a ella se articula toda la narración, y sus
fases componen la división en capítulos de la película, convirtiéndose en un
manual sobre el principal instrumento de la lucha de clases. Pero en realidad
la que se nos cuenta no es una huelga laboral, a pesar de que es evidente el
descontento de los trabajadores con su situación en la fábrica. Como decíamos,
lo que en realidad está en juego es el derrocamiento del poder establecido. Los
obreros ya no piensan sólo, ni principalmente, en mejoras laborales y así se
manifiesta una y otra vez en los intertítulos. Tan solo una vez declarada la
huelga se ponen a escribir su tabla reivindicativa. Probablemente en su época
fuera de la Unión Soviética, o en la actualidad en sociedades desarticuladas
como las nuestras, pueda ser difícil identificarse con obreros tan ambiciosos,
o lo que es lo mismo, con fuerzas sociales tan potentes como para pensar en
derribar un régimen.
Por otra
parte, y siguiendo las consignas de Kulechov, el actor protagonista no es un
individuo, sino un colectivo. Eisenstein ilustra perfectamente la teoría
soviética de la clasificación por tipos y del héroe colectivo. Pone mucho
cuidado en evitar que sobresalga un obrero sobre otro, en crear héroes o
protagonistas al uso. No se nos oculta que hay cabecillas, dirigentes y
acciones individuales, pero todas ellas, y sin darle más valor a unas que a
otras, conforman una acción colectiva. No es en absoluto casual, el
planteamiento obedece a la ideología soviética imperante en ese momento, como
tampoco parece casual que este tipo de personaje colectivo carezca casi
absolutamente de desarrollo posterior en la cinematografía mundial, producida
en sistemas que abominan todo lo que no sea el individualismo.
Para Maxime
Strauch ³: “Cada rostro vislumbrado debía aparecer como un componente
característico del acontecimiento, dado que al hombre sólo se le veía unos
instantes, tenía que tener un aspecto sumamente excesivo: su rostro debía ser,
en cierto modo, una filosofía, un concepto del mundo”.
Al contrario
que los trabajadores, y como no podía ser de otra forma, los malos se nos
muestran absolutamente individualizados. Aquí sí se construyen personajes típicos:
el dueño de la fábrica, el capataz, los rompehuelgas, el jefe de policía… Cada
uno con sus características, muy identificables y muy muy aborrecibles. Es
verdad, son caricaturas, pero es que Eisenstein en ningún momento oculta que se
trata de una película de propaganda. Lo que quiere es convencer y para ello no
renuncia a nada, desde deshumanizar a los rompehuelgas mediante la
identificación con animales, hasta mostrar a los dirigentes siempre como tipos
repulsivos. El maniqueísmo es tan evidente y tan explícito que no resulta
peligroso.
Por eso
también entre los obreros no hay prácticamente disensiones, todos participan de
la huelga, todos están concienciados, no hay esquiroles, los rompehuelgas son
tipos del hampa contratados expresamente para ello. Esta es una de las cosas
peor resueltas porque, como decíamos al principio, la ausencia de conflicto en
el interior de las fábricas quizás fuese lógica en las estructuras obreras de
1924, pero no tanto en ese periodo pre-revolucionario anterior a 1917. Igualmente,
resulta chocante que en un grado tan avanzado de organización política se
carezca por completo de sistemas de apoyo cuando la huelga avanza y en las
familias empieza a escasear lo básico. Es más que probable que en el tiempo en
el que se desarrolla la película las cosas fuesen realmente así, pero eso se
conjuga mal con lo que nos cuenta. En esa situación de hambre lamentablemente
se recupera la individualidad, cada uno se apaña como puede.
Resulta
también interesante la contraposición evidente que hace entre el trabajo y su
ausencia. Durante toda la primera parte la vida de los obreros se limita casi
exclusivamente al trabajo, siempre les vemos entre máquinas, grasientos,
hablando a escondidas… Tan solo en sus cortos momentos de ocio aprovechan para
ir al campo o darse un baño, donde siguen hablando de política, claro.
Pero en una
escena magistral, cuando ya han decidido ir a la huelga, tres imponentes
obreros mirando fijamente a la cámara con aire desafiante, y en un fundido con
una enorme rueda, escenifican el paro cruzando sus brazos mientras la rueda se
detiene lentamente. Han parado la producción, han abandonado el trabajo y a
partir de ese momento y por primera vez asistimos a escenas familiares: los
animales de la granja con sus crías, los niños con sus juegos, las mujeres con
sus labores… La contraposición entre el trabajo y la vida es evidente,
convirtiéndose en una reivindicación de lo cotidiano y, por qué no, también de
la pereza cuando ese trabajador continúa en la cama avanzada la mañana. Hasta
las reuniones políticas las tienen en plena naturaleza, justo el mismo espacio
donde antes los hemos visto pasar sus momentos de ocio. Porque la política sí
forma parte de la vida, pero el trabajo…
Si por algo
es recordada ‘La Huelga’ es por la magnífica secuencia de la
brutal represión de los obreros por parte de las fuerzas del Estado, donde
Eisenstein hace gala de su maestría montando en paralelo la carga contra los
huelguistas con imágenes de matanza de animales, logrando aumentar de una forma
espectacular el efecto de esas imágenes en el espectador.
Como se
señaló arriba, la película se divide en seis partes que se corresponden con las
que podrían ser las fases de una huelga cualquiera:
1. Todo está
tranquilo en la fábrica.
2. El pretexto de la huelga.
3. La fábrica se congela.
4. La huelga se prolonga.
5. Una provocación para poner fin a la huelga por la fuerza.
6. La liquidación de la huelga.
2. El pretexto de la huelga.
3. La fábrica se congela.
4. La huelga se prolonga.
5. Una provocación para poner fin a la huelga por la fuerza.
6. La liquidación de la huelga.
Así, la
película serviría como modo de adoctrinar a los proletarios e influir en su
conciencia de clase. Aunque, como ya hemos señalado, hay quien ubica los hechos
en 1903, lo cierto es que la acción puede reflejar muchas otras huelgas que se
produjeron sobre todo entre 1905 y 1917 y que acabaron de forma violenta. Así,
en los últimos carteles de la película se recuerdan diversos lugares donde, en
diferentes momentos, hubo represión con derramamiento de sangre de los
huelguistas y se exhorta a los espectadores a que no olviden.
Según su
colaborador Grigori Aleksandrov ³: “Consiguió una película
revolucionaria, sin historia de amor, sin suspense policíaco, sin otro héroe
que la propia masa, presentada como un personaje colectivo”.
¹ “El
problema de un enfoque materialista de la forma”; S.M. Eisenstein,
1925.
² “El cine de Eisenstein: Teoría y práctica”; Bordwell, David; Ed. Paidós Ibérica; Colección: Paidós Comunicación; Barcelona; 1999.
³ Citas extraidas de los extras del DVD “Octubre / La Huelga”, de Producciones JRB; 2004.
² “El cine de Eisenstein: Teoría y práctica”; Bordwell, David; Ed. Paidós Ibérica; Colección: Paidós Comunicación; Barcelona; 1999.
³ Citas extraidas de los extras del DVD “Octubre / La Huelga”, de Producciones JRB; 2004.
Historia del
cine
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