Escrito: En la
segunda quincena de marzo, no más tarde que el 3 (16) de abril de 1890.
En inglés
Escrito: por
escrito no más tarde del 3 de abril (16), 1908
En
castellano
Escrito: En la
segunda quincena de marzo, no más tarde que el 3 (16) de abril de 1890.
Primera
edición: En San
Petersburgo, Rusia, entre el 25 de septiembre (8 de octubre) y el 2 (15) de
octubre de 1908 en Carlos Marx (1818-1883) con la firma: "Vl.
Ilín".
Fuente: Biblioteca de Textos Marxistas.
Preparado para el MIA: Por Juan Fajardo, abril de 2000.
Es bien
conocido el aforismo que dice que si los axiomas geométricos afectasen los
intereses de la gente, seguramente habría quien los refutase. Las teorías de
las ciencias naturales, que han chocado con los viejos prejuicios de la
teología, provocaron y siguen provocando hasta hoy la oposición más enconada.
Nada tiene de extraño, pues, que la doctrina de Marx, que sirve en forma
directa a la educación y organización de la clase de vanguardia de la sociedad
moderna, que señala las tareas de esa clase y demuestra la sustitución
inevitable -- en virtud del desarrollo económico -- del régimen actual por un nuevo
orden, haya debido luchar por conquistar cada uno de sus pasos.
Inútil es
decirlo, esto aplicado a la ciencia y la filosofía burguesas, oficialmente
enseñadas por profesores oficiales para embrutecer a las nuevas generaciones de
las clases poseedoras y "adiestrarlas" contra los enemigos exteriores
e interiores. Esta ciencia no quiere oir hablar de marxismo y lo proclama
refutado y aniquilado; Marx es atacado con igual celo por los jóvenes doctos
que hacen carrera refutando el socialismo, como por los decrépitos ancianos que
conservan la tradición de toda suerte de anticuados "sistemas". Los
avances del marxismo y la difusión y el afianzamiento de las ideas marxistas
entre la clase obrera provocan inevitablemente la reiteración y agudización de
esos ataques burgueses contra el marxismo, que sale más fuerte, más templado y
vitalizado de cada uno de sus "aniquilamientos" por la ciencia
oficial.
Pero, aun
entre las doctrinas vinculadas a la lucha de la clase obrera y difundidas de
modo predominante entre el proletariado, el marxismo de ningún modo consolidó
su posición de golpe, ni mucho menos. Durante el primer medio siglo de su
existencia (desde la década del 40 del siglo XIX) luchó contra teorías que le
eran profundamente hostiles. En la primera mitad de la década del 40, Marx y
Engels ajustaron cuentas con los jóvenes hegelianos radicales, cuyo punto de
vista era el del idealismo filosófico. A fines de esa década, en el campo de
las doctrinas económicas pasó a primer plano la lucha contra el proudhonismo. Esta
lucha terminó en la década del so con la crítica de los partidos y doctrinas
que habían surgido en el turbulento año 1848. En la década del 60, al expulsar
al baliuninismo1 de
la Internacional, la lucha se desplazó del campo de la teoría general a un
campo más cercano al movimiento obrero propiamente dicho. A comienzos de la
década del 70, se destacó en Alemania, por breve tiempo, el proudhonista
Mühlberger; a fines de ese período, el positivista Dühring. Pero la influencia
de uno y otro sobre el proletariado era ya insignificante. El marxismo había
alcanzado un indiscutible triunfo sobre todas las otras ideologías del
movimiento obrero.
En lo
fundamental, este triunfo culminó en la década del 90 del siglo pasado. Hasta
en los países latinos, donde se habían mantenido las tradiciones del
proudhonismo por más tiempo, los partidos obreros estructuraron sus programas y
su táctica sobre bases marxistas. Al reanudarse en forma de congresos
internacionales periódicos, la organización internacional del movimiento
obrero, se colocó, en lo esencial, inmediatamente y casi sin lucha, en el
terreno del marxismo. Pero cuando el marxismo hubo desplazado a todas las
doctrinas más o menos integrales que le eran hostiles, las tendencias que en
ellas se albergaban comenzaron a buscar otros caminos. Las formas y las causas
de la lucha cambiaron, pero la lucha continuó. Y el marxismo comenzó su segundo
medio siglo de existencia (década del 90 del siglo pasado) enfrentando una
corriente hostil en el mismo marxismo.
El
ex-marxista ortodoxo Bernstein dio su nombre a esta corriente al proclamar con
gran alharaca y con grandilocuentes expresiones las enmiendas de Marx, la
revisión de Marx, el revisionismo. Aun en Rusia, donde -- debido al atraso
económico y a la preponderancia de la población campesina oprimida por los
vestigios de la servidumbre -- el socialismo no marxista se ha mantenido
durante mucho tiempo, hoy se convierte sencillamente en revisionismo ante
nuestros propios ojos. Y lo mismo en el problema agrario (programa de
municipalización de toda la tierra) que en las cuestiones programáticas y
tácticas de índole general, nuestros socialpopulistas fueron sustituyendo cada
vez más con "enmiendas" a Marx los restos agonizantes y caducos del
viejo sistema, coherente a su modo y profundamente hostil al marxismo.
El
socialismo premarxista ha sido derrotado. Continúa luchando ya no en su propio
terreno, sino en el del marxismo, como revisionismo. Examinemos, pues, cuál es
el contenido ideológico del revisionismo.
En el campo
de la filosofía, el revisionismo iba a remolque de la "ciencia"
académica burguesa. Los profesores "retornaban a Kant", y el
revisionismo se arrastraba tras los neokantianos2; los
profesores repetían las vulgaridades que los curas habían pronunciado mil veces
contra el materialismo filosófico, y los revisionistas, sonriendo complacidos,
murmuraban (repitiendo palabra por palabra el último manual) que el
materialismo había sido "refutado" desde hacía mucho tiempo. Los
profesores trataban a Hegel como a "perro muerto", y mientras ellos
mismos predicaban el idealismo, solo que mil veces más mezquino y superficial
que el hegeliano, encogiéndose desdeñosamente de hombros ante la dialéctica,
los revisionistas se hundían tras ellos en el pantano del envilecimiento
filosófico de la ciencia, sustituyendo la "sutil" (y revolucionaria)
dialéctica por la "simple" (y pacífica) "evolución". Los
profesores ganaban su sueldo oficial ajustando sus idealistas y
"críticos" sistemas a la dominante "filosofía" medieval (es
decir, a la teología), y los revisionistas se acercaban a ellos, esforzándose
por hacer de la religión un "asunto privado", no en relación al
Estado moderno, sino en relación al partido de la clase de vanguardia.
No se
necesita decir el verdadero significado de clase de semejantes
"enmiendas" a Marx: es bien evidente. Sólo señalaremos que Plejánov
fue el único marxista en la social democracia internacional que criticó desde
el punto de vista del materialismo dialéctico consecuente aquellas increíbles
necedades acumuladas por los revisionistas. Es tanto más necesario subrayar
esto con fuerza, por cuanto en nuestro tiempo se hacen tentativas profundamente
erróneas, destinadas a presentar el viejo y reaccionario fárrago filosófico
bajo pretexto de crítica del oportunismo táctico de Plejánov.*]
Pasando a la
economía política, es necesario señalar, ante todo, que en esta esfera las
"enmiendas" de los revisionistas eran muchísimo más multifacéticas y
minuciosas; se trataba de sugestionar al público con "nuevos datos sobre
el desarrollo económico". Se decía que la concentración y desplazamiento
de la pequeña producción por la gran producción no se opera de ningún modo en
la agricultura y con extrema lentitud en el comercio y la industria. Se decía
que las crisis se han vuelto ahora más raras y débiles, y que los cártels y
trusts probablemente harían capaz al capital de eliminarlas por completo. Se
decía que la "teoría de la bancarrota" hacia la cual marcha el
capitalismo es inconsistente debido a que las contradicciones de clase tienden
a suavizarse y atenuarse. Y, por último, se decía que no estaría mal corregir
también la teoría del valor de Marx de acuerdo con Bohm-Bawerk3.
La lucha
contra los revisionistas en torno de estas cuestiones sirvió para reavivar de
manera fecunda el pensamiento teórico del socialismo internacional, tal como
había ocurriclo veinte años antes con la polémica de Engels contra Dühring. Los
argumentos de los revisionistas fueron analizados con hechos y cifras en la
mano. Se demostró que embellecían sistemáticamente la pequeña producción
actual. Datos irrefutables prueban la superioridad técnica y comercial de la
gran producción sobre la pequeña, no sólo en la industria, sino también en la agricultura.
Pero la producción de mercancías está mucho menos desarrollada en la
agricultura y, por lo general, los estadísticos y economistas actuales no saben
destacar las ramas especiales y, a veces, incluso las operaciones de la
agricultura que expresan de qué manera la agricultura es progresivamente
arrastrada al proceso de intercambio de la economía mundial. La pequeña
producción se sostiene sobre las ruinas de la economía natural debido al
constante empeoramiento de la alimentación, el hambre crónica, la prolongación
de la jornada de trabajo, el deterioro de la calidad y atención del ganado; en
una palabra, debido a aquellos mismos métodos con que se sostuvo también la
producción artesanal contra la manufactura capitalista. En la sociedad
capitalista, cada avance de la ciencia y la técnica socava, inevitable e
inexorablemente, los cimientos de la pequeña producción. Y la tarea de la
economía política socialista consiste en investigar este proceso en todas sus
formas, no pocas veces complejas e intrincadas, y demostrar al pequeño
productor la imposibilidad de sostenerse en el capitalismo, la situación
desesperada de las explotaciones campesinas en el régimen capitalista y la
necesidad de que el campesino adopte el punto de vista del proletariado. Ante
la cuestión que nos ocupa, los revisionistas cometieron el pecado, en el
aspecto científico, de generalizar superficialmente algunos hechos tomados de
manera unilateral, al margen de su conexión con el sistema del capitalismo en
su conjunto; y en el aspecto político, cometieron el pecado de que,
inevitablemente, quisieran o no, invitaron o empujaron a los campesinos a tomar
la actitud del propietario (es decir, la actitud de la burguesía), en vez de
instarlos a adoptar el punto de vista del proletariado revolucionario.
El
revisionismo salió aún peor parado en lo que se refiere a la teoría de las
crisis y a la teoría de la bancarrota. Sólo personas muy poco perspicaces y
durante muy poco tiempo podían pensar en modificar los fundamentos de la
doctrina de Marx bajo la influencia de algunos años de animación y prosperidad
industrial. Muy pronto la realidad se encargó de enseñar a los revisionistas
que las crisis no eran cosa del pasado: la prosperidad fue seguida por la
crisis. Cambiaron las formas, la sucesión, el cuadro de las distintas crisis
pero éstas seguían siendo parte integrante, inevitable, del régimen
capitalista. Mientras unifican la producción, los cártels y trusts,
simultáneamente, y en forma visible para todos, agravan la anarquía de la
producción, la inseguridad de la vida del proletariado y la opresión del
capital, agudizando así las contradicciones de clase en grado sin precedentes.
Los modernos, gigantescos trusts ponen en evidencia, de modo bien palpable y en
inmensas proporciones, que el capitalismo marcha hacia la bancarrota, tanto en
el sentido de las crisis políticas y económicas aisladas como en el del
hundimiento completo de todo el régimen. La reciente crisis financiera en
Norteamérica y el horroroso crecimiento de la desocupación en toda Europa, sin
hablar de la próxima crisis industrial, de la que asoman no pocos síntomas, han
hecho que las rccientes "teorías" de los revisionistas fueran
olvidadas por todos, incluidos al parecer muchos de ellos mismos. Las que no
deben olvidarse son las enseñanzas que esta inestabilidad de los intelectuales
ha brindado a la clase obrera.
Con respecto
a la teoría del valor, sólo es necesario decir que, aparte de alusiones y
suspiros muy vagos, al estilo de Bohm-Bawerk, los revisionistas no aportaron
absolutamente nada ni dejaron, por tanto, ninguna huella en el desarrollo del
pensamiento científico.
En la esfera
política, el revisionismo intentó revisar
realmente los fundamentos del marxismo, o sea, la teoría de la lucha de clases.
La libertad política, la democracia, el sufragio universal -- nos decían
los revisionistas -- destruyen el terreno para la lucha de clases y desmienten
la vieja tesis del Manifiesto Comunista de que los obreros no tienen patria.
Puesto que en la democracia prevalece "la voluntad de la mayoría",
según ellos, no se debe considerar al
Estado como órgano de dominación de clase ni negarse a establecer alianzas con la burguesía progresista,
socialreformista, contra los reaccionarios.
Es
indiscutible que estas objeciones de los revisionistas se reducían a un sistema
bastante armónico de concepciones, a saber: las bien conocidas concepciones
liberal burguesas. Los liberales han
dicho siempre que el parlamentarismo burgués destruye las clases y diferencias
de clase, ya que todos los ciudadanos sin distinción gozan del derecho a votar
e intervenir en los asuntos de Estado. Toda la historia de Europa durante
la segunda mitad del siglo XIX, toda la historia de la revolución rusa a
comienzos del siglo XX en señan de manera patente lo absurdo de tales
conceptos. Con las libertades del capitalismo "democrático", las
diferencias económicas, lejos de atenuarse, se acentúan y agravan. El parlamentarismo no elimina, sino que pone
al desnudo el carácter innato de las repúblicas burguesas más democráticas como
órganos de opresión de clase. Al ayudar a ilustrar y organizar a masas de
población incomparablemente más vastas que las que antes participaban en forma
activa en los acontecimientos políticos, el parlamentarismo no contribuye a la eliminación
de las crisis y revoluciones políticas, sino a la agudización de la guerra
civil durante esas revoluciones. Los acontecimientos de París, en la primavera
de 1871, y los de Rusia, en el invierno de 1905, revelaron con suma claridad
que dicha agudización se produce indefectiblemente. Para aplastar el movimiento
proletario, la burguesía francesa no vaciló ni un segundo en pactar con el
enemigo de toda la nación, con las tropas extranjeras que habían arruinado a su
patria. Quien no comprenda la inevitable dialéctica interna del parlamentarismo
y de la democracia burguesa, que lleva a solucionar la disputa por la violencia
de las masas de un modo todavía más tajante que en tiempos anteriores, jamás
podrá, basándose en ese parlamentarismo, realizar una propaganda y agitación
consecuente y de principio que prepare realmente a las masas obreras para una
participación victoriosa en tales "disputas". La experiencia de las
alianzas, acuerdos, bloques con el liberalismo socialreformista en la Europa
Occidental y con el reformismo liberal (kadetes) en la revolución rusa, muestra
de manera convincente que esos acuerdos, al unir a los elementos combativos con
los elementos menos capaces de luchar, con los más vacilantes y traidores, sólo
embotan la conciencia de las masas, y no refuerzan, sino que debilitan la
importancia real de su lucha. El millerandismo francés -- la más grande
experiencia de aplicación de la táctica política revisionista en una escala de
amplitud realmente nacional -- nos ha ofrecido una valoración práctica del revisionismo
que el proletariado del mundo entero jamás olvidará.
El
complemento natural de las tendencias económicas y políticas del revisionismo
era su actitud hacia la meta final del movimiento socialista. "El objetivo final no es nada; el movimiento
lo es todo": esta expresión proverbial de Bernstein pone en evidencia
la esencia del revisionismo mejor que muchas largas disertaciones. Determinar
su comportamiento caso por caso, adaptarse a los acontecimientos del día, a los
virajes de las minucias políticas, olvidar los intereses cardinales del
proletariado y los rasgos fundamentales de todo el régimen capitalista, de toda
la evolución del capitalismo, sacrificar esos intereses cardinales en aras de
las ventajas verdaderas o supuestas del momento: ésta es la política del
revisionismo. Y de la esencia misma de esta política se deduce, con toda
evidencia, que puede adoptar formas infinitamente diversas y que cada problema
más o menos "nuevo", cada viraje más o menos inesperado e imprevisto
de los acontecimientos -- aunque sólo altere la línea fundamental del
desarrollo en proporciones mínimas y por el plazo más corto --, provocará
siempre, sin falta, una u otra variedad de revisionismo.
El carácter
inevitable del revisionismo está determinado por sus raíces de clase en la
sociedad actual. El revisionismo es un fenómeno internacional. Para ningún
socialista que reflexione y tenga un mínimo de conocimientos puede existir ni
la más pequeña duda de que la relación entre ortodoxos y bernsteinianos en
Alemania, entre guesdistas y jauresistas4 (ahora, en particular, broussistas) en Francia,
entre la Federación Socialdemócrata y el Partido Laborista Independiente en
Inglaterra, entre Brouckere y Vandervelde en Bélgica, entre integralistas5 y
reformistas en Italia, entre bolcheviques y mencheviques en Rusia es, en todas
partes, en lo sustancial, una y la misma pese a la inmensa diversidad de las
condiciones nacionales y de los factores históricos en la actual situación de
todos esos países. En realidad, la "división" en el movimiento
socialista internacional de nuestra época se produce ya, ahora, en los diversos
países del mundo, esencialmente en una misma línea, lo cual muestra el
formidable paso adelante que se ha dado en comparación con lo que ocurría hace
30 ó 40 años, cuando en los diversos países luchaban tendencias heterogéneas
dentro del movimiento socialista internacional único. Y ese "revisionismo
de izquierda" que se perfila hoy en los países latinos como
"sindicalismo revolucionario"6 se
adapta también al marxismo "enmendándolo": Labriola en Italia,
Lagardelle en Francia, apelan muy a menudo del Marx mal comprendido al Marx
bien compreadido.
No podemos
detenernos a examinar aquí el contenido ideológico de este revisionismo, que
dista mucho de estar tan desarrollado como el revisionismo oportunista y que no
se ha trasformado en internacional, ni afrontado una sola batalla práctica
importante con el partido socialista de ningún país. Por eso, nos limitaremos
al "revisionismo de derecha" descrito antes.
¿En qué
descansa su carácter inevitable en la sociedad capitalista? ¿Por qué es más
profundo que las diferencias de las particularidades nacionales y el grado de
desarrollo del capitalismo? Porque en todo país capitalista existen siempre, al
lado del proletariado, extensas capas de pequeña burguesía, de pequeños
propietarios. El capitalismo ha nacido y sigue naciendo, constantemente, de la
pequeña producción. Una serie de nuevas "capas medias" son
inevitablemente formadas, una y otra vez por el capitalismo (apéndices de las
fábricas, trabajo a domicilio, pequeños talleres diseminados por todo el país
para hacer frente a las exigencias de la gran industria, por ejemplo de la
industria de bicicletas y automóviles, etc.). Esos nuevos pequeños productores
son nuevamente arrojados, de modo no menos infalible, a las filas del
proletariado. Es muy natural que la concepción del mundo pequeñoburguesa
irrumpa una y otra vez en las filas de los grandes partidos obreros. Es muy
natural que así suceda, y así sucederá siempre hasta llegar a la revolución
proletaria, pues sería un profundo error pensar que es necesario que la mayoría
de la población se proletarice "por completo" para que esa revolución
sea posible. La experiencia que hoy vivimos, a menudo sólo en el campo ideológico,
es decir las discusiones sobre las enmiendas teóricas a Marx; lo que hoy surge
en la práctica sólo en problemas aislados y parciales del movimiento obrero
tales como las diferencias tácticas con los revisionistas y la división que se
produce en base a ellas, todo ello lo experimentará en escala incomparablemente
mayor la clase obrera cuando la revolución proletaria agudice todos los
problemas en litigio, concentre todas las diferencias en los puntos que tienen
la importancia más inmediata para determinar la conducta de las masas, y en el
fragor del combate haga necesario separar los enemigos de los amigos, echar a
los malos aliados para asestar golpes decisivos al enemigo.
La lucha
ideológica, librada a fines del siglo XIX por el marxismo revolucionario contra
el revisionismo no es más que el preludio de los grandes combates
revolucionarios del proletariado que, pese a todas las vacilaciones y
debilidades de los filisteos, avanza hacia el triunfo completo de su causa.
NOTAS
* Ver el libro Ensayos
sobre la filosofía del marxismo, de Aleksandr Bogdánov,
Bazárov y otros. No es oportuno analizar aquí este libro y, por el momento, me
limito a manifestar que en un futuro próximo demostraré en una serie de
artículos, o en un folleto especial, que todo lo que en él se dice sobre los
revisionistas neokantianos guarda también relación, en sustancia, con estos
"nuevos" revisionistas neohumistas y neoberkelianos. (Véase V. I. Lenin, Materialismo
y empiriocriticismo)
1 El bakuninismo: corriente
anarquista cuya denominación tiene origen en M. A. Bakunin. El bakuninismo
formuló la teoría de la "igualación" de las clases, consideró que la
abolición del derecho de sucesión era punto inicial de la revolución social y
preconizó el abandono de todas las actividades políticas de la clase obrera. La
tesis fundamental del bakuninismo era la negación de la dictadura del
proletariado y de su partido, sostuvo que el Estado era fuente de todo tipo de
desgracias, por lo que debía ser abolido de todas maneras. Y, finalmente, cayó
en la anarquía. El bakuninismo era enemigo encarnizado del marxismo. Bakunin y
sus seguidores efectuaron en la I Internacional actividades conspirativas
escisionistas intentando en vano usurpar la dirección del movimiento obrero internacional.
En 1872 Bakunin fue expulsado de la I Internacional. Marx y Engels condenaron
severamente la teoría y la táctica de los bakuninistas. Lenin calificó esa
corriente como "la concepción del pequeñoburgués que no tiene esperanza de
salvarse". (V. I. Lenin, "En memoria de Herzen", Obras
Completas, t. XVIII.)
2 Neokantianos: partidarios de la
corriente filosófica burguesa surgida en Alemania en la segunda mitad del siglo
XIX. Reproducía las tesis idealistas más reaccionarias de la filosofía de Kant.
Bajo la consigna de "retorno a Kant", los neokantianos combatían el
materialismo dialéctico e histórico, trataban de conciliar la ciencia con la
filosofía idealista de Kant, negaban la "cosa en sí", rechazaban la
admisión de ley objetiva de la sociedad. En la socialdemocracia alemana, los
neokantianos (E. Bernstein, C. Schmidt y otros) revisaron la filosofía de Marx,
su teoria económica y sus tesis sobre la lucha de clases y la dictadura del
proletariado. En Rusia, los partidarios del neokantismo fueron los
"marxistas legales", los eseristas y mencheviques.
3 Eugen
Böhm-Bawerk fue un vulgar economista burgués austríaco, uno de los
representantes de la llamada "escuela austríaca" en economía
política. Se oponía a la teoría marxista de la plusvalía, afirmaba que la ganancia
surge como diferencia entre la valoración subjetiva de los bienes actuales y la
de los futuros, y no como resultado de la explotación de los obreros por los
capitalistas. Encubriendo las contradicciones del capitalismo, trató de distraer la atención de la clase
obrera de la lucha revolucionaria.
4 Jauresistas: partidarios del
socialista francés J. Jaures, quien conjuntamente con A. Millerand, formó en
los años 90 del siglo XIX el grupo de los "socialistas independientes",
y encabezó el ala derecha, reformista, del movimiento socialista de Francia.
Con el pretexto de una supuesta "libertad de crítica", los
jauresistas propugnaban la revisión de las tesis fundamentales del marxismo y
predicaban la colaboración de clase del proletariado con la burguesía. En 1902
formaron el Partido Socialista Francés, de tendencia reformista.
5 Los integralistas: partidarios
de una corriente socialista pequeñoburguesa en el movimiento obrero de Francia,
Italia y Bélgica de fines del siglo XIX. Ellos se pronunciaban porque el
socialismo se apoyase no sólo en la clase obrera, sino en "todos los que
sufrían", sin distinción de clase, defendían la paz entre las clases y
combatían la lucha de clases. Los representantes principales de los
integralistas eran el francés Benoit Malon y el italiano Enrico Ferri. En la
década del 90, sobre una serie de problemas lucharon los integralistas
italianos contra los reformistas que ocupaban posiciones oportunistas extremas
y colaboraban con la burguesía reaccionaria.
6 Sindicalismo revolucionario:
corriente semianarquista pequeñoburguesa sa aparecida en el movimiento obrero
de varios países de Europa Occidental a fines del siglo XIX. Los sindicalistas
negaban la necesidad de la lucha política de la clase obrera, el papel
dirigente del partido y la dictadura del proletariado. Consideraban que los
sindicatos pueden, organizando la huelga general de los obreros, derrocar el
capitalismo sin revolución y tomar en sus manos la dirección de la producción.
V. I. Lenin. Marxismo y reformismo
Lenin y el revisionismo
V. I. Lenin. La guerra y la socialdemocracia de Rusia
V. I. Lenin.
EL SOCIALISMO Y LA GUERRA (La actitud del P. O. S. D. R. ante la guerra)
V. I. Lenin.
Informe sobre la situación internacional y las tareas fundamentales de la
Internacional Comunista. 19 de julio de 1920
Vladimir
Ilich Lenin. Cartas desde lejos. Suiza 1917, Informe sobre la revolución de
1905, las Tesis de abril.
Vladímir
Ilich Uliánov Lenin. Informe sobre la revolución de 1905
V. I. LENIN.
EL ESTADO Y LA REVOLUCIÓN
Hace 100
años... La revolución de 1905 en Rusia
Ver los
comentarios
V. I. Lenin:
Cinco años de la revolución rusa y perspectivas de la revolución mundial
(capitalismo de Estado)
Lenin y el
socialismo en un solo país. El término marxismo-leninismo fue creado por José
Stalin
Lenin y
Trotsky: la consigna los Estados Unidos de Europa, el socialismo en un solo
país y el capitalismo de Estado
La URSS: de
la revolución socialista al capitalismo de Estado
Juan Andrade
El marxismo y los problemas de la revolución española. Lenin y el Leninismo
Rosa
Luxemburgo. La Revolución en Alemania de noviembre de 1918 y la Revolución en
Rusia de octubre de 1917
Rosa Luxemburgo:
Utopías pacifistas - Estados Unidos de Europa 1911
Rosa Luxemburgo. La Huelga de masas, partido político y los sindicatos (1906)
Rosa
Luxemburgo. El folleto Junius: La crisis de la socialdemocracia alemana. 1915
Debate sobre
la lucha de clases
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