Comunicado de la Plataforma en Defensa
de las Libertades Democráticas (PDLD)
Y no lo es porque no creemos que la
transformación social ni el combate contra la opresión pueda depender de ningún
comité secreto cuyas decisiones y llamamientos sólo a él correspondan, los
cuáles no comparte con tantos que luchan en estas horas duras del ataque de la
reacción y del capital.
Y no es nuestra guerra porque en el
lenguaje del comité secreto no reconocemos el imaginario colectivo, ni el
relato, ni las aspiraciones, ni el hilo rojo que conecta el pasado y el
presente de las izquierdas revolucionarias que pretenden acabar con el
capitalismo. No encontramos una sola apelación a la clase trabajadora, ni al
asunto de la propiedad social de los medios de producción y de distribución, ni
al fin de las relaciones de dominación de unas clases sobre otras. Tan sólo
obsesivas y persistentes apelaciones al “pueblo”, que equivale a ciudadanos y
que constituye la totalidad de la nación, ocultando el hecho de que los países
y las ciudadanías están cruzadas de intereses antagónicos entre explotados y
explotadores. Tan pueblo-ciudadano son Botín, el presidente de la CEOE Joan
Rosell, el de Mercadona Juan Roig, el dueño de Inditex Amancio Ortega como el
más desolado parado del Estado español, la anciana que sufre el desalojo de su
vivienda, la joven ultraprecaria explotada por 2,5 euros a la hora (existen
esos salarios) o el padre de familia cincuentón que se enfrenta a un ERE en una
empresa con beneficios. Pueblo no equivale ni a oprimido ni a trabajador.
Pueblo, en medio de la más brutal acometida del capital contra la clase
trabajadora, es lo mismo que la tontería del 99% que intenta ocultar que gran
parte de la explotación laboral sucede en empresas medianas y pequeñas, no sólo
en las grandes multinacionales.
Y no es nuestra guerra porque no vamos a
ella si no se nos dice cuál es el “programa revolucionario”, qué fuerzas lo
proponen, cuál es la posición que mantienen los convocantes del asedio al
Congreso respecto a la cuestión de la propiedad y en qué elementos se
sustentará la legitimidad y la transición desde una forma de gobierno y de un
parlamento hacia otra configuración política. ¿O es que pretenden hacernos
creer que esa legitimidad se sustentará en ese autoproclamado comité
clandestino convocante del 25-A o que hay que confiar ciegamente en quienes se
ocultan a nuestros ojos?
Y no es nuestra guerra porque, cuando
pretende asediar a TODO el Congreso –sin preguntarse si el que esté vacío no
convierte en ridículo su pretensión inicial de “cercar un lugar fortificado,
para impedir que salgan quienes están en él o que reciban socorro de fuera”-,
no a la parte que nos gobierna y que es responsable de nuestro sufrimiento como
clase, trata de ensuciar el hecho de la representación, no de ésta ni de
aquella representaciones, sino de la representación en sí. ¿O es que estaríamos
representado por quienes, desde el anonimato, convocan “al pueblo” o por
infantiles unidades asamblearias que han jugado al discurso de “ni de
izquierdas ni de derechas” y que han sido los antecesores ideológicos de esta
involución convocante?
Y no es nuestra guerra porque estamos
hartos de que se limite la responsabilidad de la situación económica, de la
desesperación de millones de personas y de la corrupción institucional a las
instancias políticas, escamoteando el hecho de que quien manda es el capital y
los gobernantes sólo son su consejo de administración político. ¿Cuántos
asedios han hecho los convocantes de En Pie a Repsol, Gas Natural, Telefónica,
Iberdrola o el Banco de Santander (no una oficina cualquiera del mismo) o las
empresas con EREs? Ni uno solo. Sí, derroquemos a este gobierno salvajemente
antiobrero y a la Monarquía corrupta y degenerada pero hagámoslo también con el
sistema capitalista. ¿O es que los convocantes del 25-A pretenden tratarnos
como si fuéramos tan tontos como para creer que, si cambia el gobierno, cambia
la situación de pobreza, explotación, rapiña de nuestras conquistas sociales y
desesperación, sin tocar el poder, el único poder real, el económico? Es
necesario desenmascarar de una vez a quienes buscan seguir salvando al capital
desviando la dirección de la lucha.
Y no es nuestra guerra porque no iremos
a ninguna convocatoria en la que quienes la hacen admiten –al llamar a
abogados, médicos y enfermeras en su apoyo-la represión que su llamamiento
puede provocar, mientras ellos se esconden en el anonimato. Ni un paso en falso
ante un emplazamiento realizado por quienes no se ponen públicamente al frente
de aquello a lo que llaman. ¿Quién les ha dicho que son mejores o más
necesarios que el resto para resguardarse y protegerse ellos mientras buscan
exponer al resto a las cargas policiales?
Tiene sentido afrontar la represión
cuando se sabe con qué objetivos se arriesga, se conoce qué agentes y fuerzas
llaman a la revuelta y lo que pretenden, existe una mínima hoja de ruta al
respecto , no un proyecto acabado, ni mucho menos, pero tampoco la
improvisación oportunista y aventurera de agentes provocadores.
Sin embargo, la Plataforma en Defensa de
las Libertades Democráticas (PDLD) estará atenta y vigilante ante la represión
que puedan sufrir quienes secunden esta convocatoria. Las auténticas víctimas
de esa represión serán quienes confundan las banderas que les agitan ante los
ojos, quienes crean que el “hay que hacer algo” justifica caer en una ratonera,
quienes en su ignorancia y buena fe no ven la trampa que les tienden los
provocadores.
Y ante esa previsible represión, la
Plataforma en Defensa de las Libertades Democráticas (PDLD) se pronunciará con
toda su capacidad de denuncia contra la supresión de las garantías jurídicas,
políticas y democráticas por parte de un régimen de naturaleza represora y
filofascista contra personas que se han limitado al hecho de manifestarse
siguiendo ingenuamente el llamamiento de un autoproclamado directorio secreto
con cada vez menos ruido y aún menos nueces.
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