Escrito: Fechado por Nin en Barcelona,
19 de mayo de 1937.
Primera
vez publicado: En
francés como "Les organes du pouvoir et la Révolution espagnole" en Revue
intemationale du POUM, nº 1 (único), de julio de 1937
(Barcelona-Paris). El artículo fue publicado con vistas a la Conferencia
Internacional convocada por el POUM para mediados de julio de 1937.
Obviamente esa conferencia no se celebró, ya que el POUM fue ilegalizado y
perseguido desde el 16 de junio de 1937, tres días antes de la convocatoria del
congreso.
Traducciión al castellano: Agustín Guillamón, y publicado en la revista Balance n°2 (1995).
Fuente/Edición digital: En La Bataille Socialiste, con permiso del traductor.
Esta edición: Marxists Internet Archive, agosto de 2010.
Traducciión al castellano: Agustín Guillamón, y publicado en la revista Balance n°2 (1995).
Fuente/Edición digital: En La Bataille Socialiste, con permiso del traductor.
Esta edición: Marxists Internet Archive, agosto de 2010.
Nada es más
antimarxista que aplicar a todos los acontecimientos y a todas las situaciones
revolucionarias un esquema preparado de antemano y válido para todos los casos
y todas las latitudes. Los seudomarxistas que recurren a este procedimiento, en
lugar de partir de las situaciones concretas para elaborar la táctica más
adecuada, pretenden someterla al esquema, especie de panacea universal que,
cuando se administra, produce resultados completamente negativos. Tal fue el
caso de la Internacional Comunista durante el famoso tercer período cuya
política preparó la victoria del fascismo en Alemania. Tal es el caso de los trotskistas [1],
cuyas maravillosas fórmulas se han demostrado en la práctica absolutamente
estériles. Trotsky posee también su panacea universal, pero no ha llegado a
constituir en ninguna parte un núcleo más o menos importante, ni a ejercer
ninguna influencia sensible en ningún país.
Los marxistas puros que nos han llegado aquí y que, con
la irresponsabilidad que les confiere el privilegio de no tener ninguna
responsabilidad, se consagran a examinar con lupa los documentos y resoluciones
del POUM, en búsqueda de errores y desviaciones, estos marxistas puros también
tienen su esquema: la revolución rusa y el leninismo, pero se guardan bien de
tener en cuenta las particularidades específicas de nuestra revolución y de que
el leninismo no consiste en la repetición mecánica de algunas fórmulas, ni en
aplicarlas a todas las situaciones, sino en estudiar la realidad viva con la
ayuda del método marxista. La experiencia de la revolución de 1848 y de la
Comuna de París ayudaron eficazmente a Marx y Lenin a elaborar su táctica
revolucionaria, pero tanto uno como otro aplicaron las lecciones de esta
experiencia a cada situación concreta y las adaptaron a las condiciones de
lugar y tiempo en correlación con las fuerzas existentes. La revolución rusa
encierra inapreciables enseñanzas para el proletariado internacional; pero
sería un procedimiento absolutamente extraño al marxismo el de trasladar mecánicamente a España la
experiencia rusa, tal y como pretenden los desgraciados adeptos de Trotsky
que, sin raíces ni prestigio en nuestro movimiento obrero, se esfuerzan en vano
en desacreditar a la vanguardia revolucionaria española.
La experiencia rusa y la realidad
española
Uno de los
problemas más importantes que se plantean a nuestra revolución es
incontestablemente el de los órganos de poder. ¿Es necesario decir que los
celosos guardianes del marxismo puro -púdicas vestales que rehuyen todo
contacto con la vil realidad- se han apresurado a aplicar el patrón ruso a la
revolución española y a ofrecernos la fórmula salvadora?
El esquema
no puede ser más simple: « En Rusia, con la creación de los soviets apareció la
dualidad de poderes. De un lado los soviets; del otro el Gobierno Provisional.
La lucha entre los dos poderes se terminó mediante la eliminación del Gobierno
Provisional y la conquista del poder por los soviets. Ergo, la premisa
indispensable para la victoria de la revolución proletaria es la existencia de
la dualidad de poderes. En julio, en todas las poblaciones, aparecieron unos
comités unidos por un Comité Central de Milicias, que constituían el embrión
del poder revolucionario frente al Gobierno de la Generalidad. A la supresión
de estos comités, el POUM debía responder con una vasta campaña de agitación
con el objetivo de reconstituirlos ».
No puede
negarse que la existencia de la dualidad de poderes es un factor de
extraordinaria importancia en la revolución y que, en 1917, jugó en Rusia un
papel decisivo. La dualidad de poderes apareció como resultado de la existencia
de unos soviets que, de los simples comités de huelga que eran al principio, se
convirtieron a causa de circunstancias particulares y específicamente rusas, en
órganos embrionarios del poder proletario. ¿En qué consistían fundamentalmente
estas condiciones particulares y específicas? En que el proletariado ruso, que
no había pasado por una etapa de democracia burguesa, no poseía ninguna
organización de masas, y por lo tanto, una tradición de ese tipo. Los soviets
fueron los órganos creados por la revolución, en los que los trabajadores se
agrupaban, y que se convirtieron automáticamente en un instrumento de expresión
de sus aspiraciones. El dilema « soviets o sindicatos » no podía plantearse
porque estos últimos, en realidad, no comenzaron a organizarse sino tras la
revolución de febrero.
El
papel de los sindicatos en España
En España la
situación concreta es muy diferente. Los sindicatos gozan de un gran prestigio
y una gran autoridad entre los trabajadores; existen desde hace muchos años,
tienen una tradición y son considerados por la clase obrera como sus
instrumentos naturales de organización. Por
otra parte, los sindicatos de nuestro país no tienen, como en otras partes, un
carácter puramente corporativo; no se han limitado jamás a la lucha por
reivindicaciones inmediatas, sino que son organizaciones de tipo auténticamente
político.
Esta
circunstancia explica en gran medida que la revolución no haya creado
organismos específicos dotados de vitalidad suficiente para convertirse en
órganos de poder. Por costumbre y tradición, el obrero de nuestro país se
dirige al sindicato tanto en las situaciones normales como en los momentos
extraordinarios.
¿Esto es
bueno o malo? Es en todo caso una realidad, y el marxismo digno de este nombre
debe juzgar no según sus deseos y desde un punto de vista subjetivo, sino según
la realidad concreta. El marxismo actúa con lo que es y no según lo que
quisiera que fuese.
Los
Comités Revolucionarios y el Comité Central de Milicias
« Sin
embargo -se nos objetará- durante las jornadas de julio se constituyeron
Comités Revolucionarios en todas las poblaciones ». En efecto, pero los
comités, que, lejos de ser organismos estrictamente proletarios, eran órganos
del Frente Popular, ¿podían jugar el papel de los soviets? ¿Se ha olvidado que
todos los partidos y organizaciones antifascistas, desde Acción Catalana,
netamente burguesa y conservadora, hasta la FAI y el POUM, formaban parte de
esos comités? El Comité Central de Milicias, formado sobre esas mismas bases,
no podía ser el embrión del poder revolucionario frente al Gobierno de la
Generalidad, dado que no era un organismo proletario, sino de unidad
antifascista, una especie de gobierno ampliado de la Generalidad. No existía
pues la dualidad de poderes [2], sino
dos organismos análogos por su constitución social y su espíritu. Podría
hablarse de dualidad de poderes si el Comité Central de Milicias y el Gobierno
de la Generalidad hubiesen tenido una composición social diferente. ¿Pero cómo
podían oponerse si tanto uno como otro eran, en el fondo, equivalentes?
Conviene
señalar por fin que, incluso en los momentos de mayor esplendor de los comités,
los sindicatos continuaron jugando un papel preponderante. No era el Comité
Central de Milicias, sino los Comités de las Centrales sindicales quienes
trataban, en primer lugar, las cuestiones más importantes.
La posición del POUM ante el problema de
los órganos de poder
El POUM no
dejó de comprender, sin embargo, desde el primer momento que la creación de
órganos proletarios destinados a reemplazar los de los poderes burgueses podía
tener una inmensa influencia sobre el desarrollo progresivo de la revolución. A
este efecto, opuso al Parlamento, que republicanos y estalinistas pretendían
resucitar, la Asamblea Constituyente de los Comités de Obreros, Campesinos y
Combatientes. Pero la consigna no caló entre las masas obreras. El POUM intentó
más tarde, con un resultado semejante, que la consigna fuera más precisa
formulándola de la siguiente forma: « Congreso de delegados de los sindicatos
obreros, de las organizaciones campesinas y de los combatientes ». El término
de « asamblea » fue reemplazado por el de « congreso », más comprensible para
los trabajadores, y la representación obrera surgía directamente de las
organizaciones sindicales, es decir, de los organismos ya existentes. La
consigna siguió teniendo el carácter de consigna de propaganda, y no se
implantó entre las masas.
¿Por qué, a
pesar de todo, -se nos objeta- el partido no hizo prácticamente nada para crear
comités? Porque, dado que las masas obreras no experimentaron la necesidad de
su creación, se hubiera convertido en una tentativa estéril, sin trascendencia
alguna. Por otra parte, quienes se sirven de tal argumento olvidan que los
bolcheviques -cuya actividad nos ofrecen constantemente como ejemplo a imitar
servilmente- no crearon los soviets. Su gran mérito histórico consistió
precisamente en partir de una realidad concreta, los soviets ya existentes -que
habían sido creados espontáneamente por los trabajadores por primera vez en
1905- para convertirlos en instrumentos de insurrección primero, y en órganos
de poder acto seguido. Ya quienes nos acusan de no tener una orientación fija
sobre ésto, hemos de hacerles observar que la táctica no puede ser inmutable ni
rectilínea, sino dialéctica -es decir, que es necesario adaptarse a la realidad
cambiante- y a invitarles a estudiar cuidadosamente la actividad bolchevique en
1917, a fin de que se persuadan de que el partido bolchevique no se limitó a
repetir constantemente una misma consigna, sino que cambió varias veces sus
consignas según las circunstancias.
Los Comités de Defensa de la
Revolución
Las jornadas
de mayo en Barcelona han hecho revivir ciertos organismos que, durante estos
últimos meses, habían jugado un cierto papel en la capital catalana y en
algunas localidades importantes: los Comités de Defensa. Se trata de organismos
principalmente de tipo técnico-militar, formados por los sindicatos de la CNT.
Son éstos, en realidad, quienes han dirigido la lucha [3], y
quienes constituían, en cada barrio, el centro de atracción y organización de
los obreros revolucionarios. Partiendo de lo que es, nuestro partido preconizó
la ampliación de estos organismos para su transformación en Comités de Defensa
de la Revolución formados por los representantes de todas las organizaciones
revolucionarias. El POUM propuso su creación no solamente en los barrios, sino
en todos los lugares de trabajo, y la constitución de un Comité Central
encargado de coordinar la acción de todos los comités de base. Su iniciativa no
tuvo un resultado práctico inmediato. Nuestros militantes actuaron en estrecho
contacto con los Comités de Defensa existentes, pero no llegaron a crear un
solo comité que estuviese en armonía con nuestra concepción.
Actualmente,
el partido continúa repitiendo la misma consigna y da instrucciones concretas a
todas sus secciones para que la difundan y dirijan todos sus esfuerzos en
hacerla realidad. ¿Tendrá éxito nuestro objetivo? La experiencia lo dirá; pero
en todo caso, no renunciamos a lanzar consignas que se adapten mejor a la
realidad concreta de cada momento, y en caso necesario a relegar a un segundo
plano la de los comités si las circunstancias exigen momentáneamente otra, para
situarla de nuevo en primer plano cuando las circunstancias varíen. Tal fue el
caso de la consigna lanzada con ocasión de una reciente crisis del Gobierno de
Cataluña, « formación de un Gobierno constituido por todos los representantes
de todas las organizaciones obreras », gobierno al cual se le asignaba como
misión principal la convocatoria de un congreso de delegados de los sindicatos,
las organizaciones campesinas y los combatientes; tal fue también el caso de la
consigna « constitución de un gobierno CNT-UGT », preconizado con ocasión de la
formación del gobierno contrarrevolucionario de Juan
Negrín, paralelamente al de la creación de Comités de Defensa
de la Revolución.
Juan Negrín
¿La
existencia previa de la dualidad de poderes es indispensable para la victoria
proletaria?
Para
terminar, queremos someter a un rápido examen la tesis según la cual la premisa
indispensable para la victoria proletaria es la existencia de la dualidad de
poderes.
Apresurémonos
a declarar que nos negamos a otorgar la cualidad de dogma de fe a esta tesis.
La creación de comités, soviets, u otros organismos revolucionarios de masas, y
la dualidad de poderes resultante, constituye un instrumento poderoso y muy
eficaz en manos de los trabajadores; pero tenemos la absoluta convicción de que
la conquista del poder político por el proletariado, en nuestro país, es
posible sin que existan previamente los órganos del poder. ¿Puede negarse,
quizás, la posibilidad de que en un momento determinado la clase obrera,
después de una insurrección victoriosa[4], tome el
poder y se constituya un gobierno compuesto por representantes de
organizaciones revolucionarias, que hubieran tomado el mando de la
insurrección? ¿Deberíamos entonces rechazar, por fidelidad estúpida a un
esquema abstracto, el formar parte de ese gobierno? ¿Ese gobierno no sería un
gobierno obrero y revolucionario? Y si esta hipótesis, perfectamente factible,
se realizara, la creación de órganos adecuados de poder se plantearía como un
problema posterior a la conquista de éste por el proletariado.
Estas son,
sucintamente expuestas, algunas reflexiones que nuestra realidad revolucionaria
nos sugiere sobre el problema de los órganos de poder. Sabemos de antemano que
no dejarán satisfechos a los amigos de resolver todos los problemas con ayuda
de una receta sabiamente elaborada, buena para todos los casos. Pero el
marxismo, que no es un dogma, sino un método para la acción, rechaza las
fórmulas para actuar sobre la realidad viva y mutable. Lo fundamental es la
estrategia revolucionaria; en cuanto a la táctica, hay que adaptarla a la
realidad. Evidentemente, esto es más difícil que repetir mecánicamente una
fórmula.
Notas del
traductor
[1] Este es
el único artículo en el que Nin polemiza con los trotskistas, y puede
considerarse por lo tanto como la réplica de Nin a las durísimas críticas de
Trotsky. La posición del POUM respecto a la cuestión Trotsky fue siempre la de
solidaridad frente a la persecución política de que era objeto el militante
revolucionario, pero también de absoluta oposición a su ingerencia política en
las cuestiones españolas y la táctica propugnada por el POUM.
[2] La contundencia de esta
afirmación de Nin, en mayo del 37, es de una importancia extraordinaria. La
negación de que la insurrección revolucionaria de julio de 1936 hubiera
conducido a una dualidad de poderes, que es un lugar común en la historiografía
académica, aunque cuenta con pocas pero notables excepciones entre los más
destacados lideres de la época [vgr.: Tarradellas, Azaña], confiere al
pensamiento político de Nin un interés excepcional. Y es la clave que nos
permite entender la réplica de Nin a las críticas de Trotsky. Para Nin no hay
dualidad de poderes, y el Comité Central de Milicias Antifascistas no es el
embrión del poder proletario, sino un
organismo de colaboración de clases. Por lo tanto, en un desarrollo
coherente de esta tesis, la participación de Nin en el Gobierno de la
Generalidad no es una traición, ni significa que se inicie un proceso de
colaboración con el Estado republicano para reforzar el poder burgués (como
afirman los trotskistas), sino la continuidad de la participación del POUM en
el Comité Central de Milicias Antifascistas. También los bordiguistas (véase el
número 1 de Balance) negaban que el 19 de julio del 36 se hubiese
constituido en España una situación de doble poder. Para una ampliación sobre
el tema (cfr. Broue, Pierre: « Los órganos de poder
revolucionario: ensayo metodológico », en VV.AA.: Metodología histórica
de la guerra y la revolución españolas, Fontamara, Barcelona, 1980).
[3] En la historiografía sobre la
Guerra Civil española existe un vacío casi absoluto sobre los Comités de
Defensa, existentes en cada barrio de Barcelona. Como muy acertadamente
afirmaba Nin fueron éstos los que organizaron la lucha callejera en mayo de 1937.
Son estos Comités de Defensa los que explican el alzamiento espontáneo de la
ciudad de Barcelona, si por espontaneidad entendemos que las barricadas y la
movilización obrera se produjo sin orden alguno de los órganos de dirección
cenetistas.
[4] Nin parece haber abandonado
definitivamente la tesis de que existía la posibilidad de una toma del poder no
violenta, tan obstinadamente defendida por la dirección del POUM hasta las
Jornadas de Mayo: « Habíamos incluso afirmado que la clase obrera podía tomar
el poder sin necesidad de recurrir a la insurrección armada » (Andrés Nin: “El significado y alcance de las Jornadas de Mayo frente a la
contrarrevolución". Manifiesto escrito por Nin, pero
suscrito por el Comité Central del POUM y distribuido profusamente en
Barcelona, tras los Hechos de Mayo).
Los
Soviets: Su origen, desarrollo y funciones
Andreu
Nin
Escrito: 1932.
No hay comentarios:
Publicar un comentario