[Este artículo fue publicado en Cuadernos de Ruedo Ibérico 25,
junio-julio 1970. El segundo tomo de esta obra no se llegó a editar
Juan Andrade.
La crisis del movimiento comunista. Tomo I: De la Komintern al Kominform
de Fernando Claudín (Ediciones Ruedo ibérico)
La crisis del movimiento comunista, tomo 1, primera parte
Fernando Claudín, La crisis del movimiento comunista 1. De la Komintern
al Kominform
Juan
Andrade. La crisis del movimiento comunista. Tomo I: De la Komintern al
Kominform
de Fernando Claudín (Ediciones Ruedo ibérico)
Confieso que
siento siempre una gran aprensión, en principio, cuando voy a abordar la
lectura de un libro escrito por un antiguo dirigente comunista que ha roto las
amarras con el partido, y que trata de justificar o explicar sus posiciones
políticas presentes. Generalmente se descubre un renegado, en el peor sentido
del término, que ha vendido su alma al diablo, y que trata de hacer méritos de
arrepentido ejercitándose en un anticomunismo frenético, en el que no se ataca
ya sólo a la burocracia estalinista sino también todo lo que sea
anticapitalismo, es decir las ideas socialistas en general. Es la manera de
intentar justificar el poder servir a otros. Son los que terminan como
apóstatas integrales, y desgraciadamente he conocido algunos ejemplos.
Pero inmediatamente
nos sentimos tranquilizados con el libro de Fernando Claudín en cuanto a su
propósito. La crisis del movimiento
comunista: de la Komintern al Kominform, primer tomo de una obra de gran importancia que constará de
dos volúmenes, es un libro honrado, producto de las reflexiones de un antiguo
revolucionario que no quiere dejar de serlo, y sobre todo un estudio profundo,
como se encuentran pocos, desgraciadamente en la bibliografía española, tan
parca en análisis teóricos o históricos sobre el movimiento socialista.
Ahora bien,
temo que produzca la impresión en algunos lectores, como en parte me ha
producido a mí, de obra de desconcierto, a fuerza de cómo están formuladas e
incluso forzadas las críticas negativas de todo el desarrollo del proceso
histórico de la Internacional Comunista, sobre todo en su iniciación, incluso
desde los tiempos de Lenin y Trotski. Se diría que las consideraciones de
Claudín sobre la fundación de la IC están inspiradas en el pensamiento de Otto
Bauer contra la ideología bolchevique y el leninismo. Si no es deliberadamente
sí es coincidencia, y revela principalmente un criterio de revisionismo
reformista, como si fuera la nave de salvamento que encuentra Claudín por la
desilusión sufrida.
No quiero
tampoco dejar de señalar la extrañeza que causa que una inteligencia que se
expresa con tanta clarividencia crítica a través de todas las páginas, haya
resistido hasta 1956, con el informe de Jruschov, para enterarse de todo el
curso de la degeneración del estalinismo, y haya esperado hasta 1965 para
romper definitivamente con él. Sin embargo, y es una prueba de la sinceridad de
Claudín, reconoce que estaba " alienado ", que " el año 1956 fue
para mí, como para otros tantos comunistas, el comienzo de ruptura con una
confortable y optimista representación del estado y las perspectivas de nuestro
movimiento. Hasta entonces su pasado y presente -incluso su futuro- no eran
problemas. Marx y Engels, Lenin y Stalin, los supergenios de la humanidad, habían
despejado todas las incógnitas fundamentales”. Y preveyendo las posibles
objeciones a este mimetismo que se le puede achacar, Claudín declara sinceramente:
" No hace falta decir que este libro no es solo una crítica del movimiento
comunista sino una autocrítica del autor”. Menos mal, esta sinceridad no es
frecuente.
¿Qué
conclusión en perspectiva, se puede
sacar del interesante libro de Claudín? No es muy fácil de deducir. Se puede
interpretar únicamente por algunas expresiones, precisamente de la Introducción:
" Lo que ha fracasado históricamente no es el marxismo, sino determinada
dogmatización y perversión del pensamiento marxiano. Su esencia
crítica-revolucionaria, no pocas de sus principales concepciones y tesis siguen
vivas, actuales. A condición, claro está, de que nos decidamos resueltamente a
situar a Marx en su tiempo histórico, y a continuarlo de acuerdo con el
nuestro. O en otros términos: a considerar y utilizar el marxismo de manera
marxista. “De acuerdo, pero precisamente ése es el hueso. Desde hace ya
bastantes años, la reorganización del movimiento revolucionario, nacional e
internacional, se encuentra en panne. De lo que se trata es de
encontrar una salida para ponerla en marcha.
A la letra,
no parece ofrecer objeciones esta declaración, a pesar de que deja
completamente de lado el leninismo. Sin embargo, habiendo leído su obra y el
pensamiento crítico general que se desprende a través de toda ella, a mí me
parece que Claudín, a pesar de toda su buena voluntad, no emite sobre la misma
longitud de onda que la vieja oposición marxista revolucionaria y que los
jóvenes de las nuevas generaciones marxistas-leninistas. Si se niegan los
propios principios y táctica que dieron lugar a la constitución de la III
Internacional, ateniéndonos a las consideraciones de Claudín terminaríamos
desembarcando en una nueva especie de Internacional II y 1/2, o más bien en un
comunismo " a la italiana ", policéntrico, en busca de una abertura
gubernamental para el partido, cuyo " liberalismo " a lo Longo y Améndola
se ha mostrado prácticamente en las medidas de expulsión de los dirigentes
de Il Manifasto.
(Se refiere a Rossana Rossanda, Lucio Magri y otros animadores de este periódico, excluidos del Partido Comunista Italiano en el XII Congreso, celebrado en febrero de 1969)
Los
orígenes de la crisis
Este primer
tomo sobre La crisis del movimiento comunista, comprende
principalmente la disolución de la Internacional Comunista, la guerra civil de
España, la experiencia del Frente Popular y la colonial, la revolución
frustrada de Francia, la de Italia, las revoluciones sin permiso (Yugoslavia y
Grecia), la gran alianza de los dos campos, el reparto de las " esferas de
influencia ", el Kominform y la nueva táctica. El segundo tomo, según
anuncia, llevará por título " Del XX Congreso a la invasión de
Checoslovaquia ", es decir hasta la actualidad.
La obra es
densa, de un gran interés informativo, pero sus glosas o comentarios a los hechos
sugieren, a su vez, observaciones y críticas, que es imposible hacer en los
límites, siempre reducidos, de un artículo. Nos dedicaremos, pues, a lo más
sobresaliente.
La obra
comienza por la disolución de la Internacional Comunista, " como centro dirigente
del movimiento obrero internacional ", el 10 de junio de 1943, o sea una
de tantas maniobras inútiles de Stalin y de sus funcionarios. Justamente, el
autor alega que este hecho, el de la disolución de la IC, ha sido objeto de
escasa atención hasta hoy, y es cierto. Para los principales críticos de la IC,
según Claudín los trotsquistas, fue " el final lógico de la
instrumentalización de la IC al servicio de la política exterior de la URSS
", y en este mismo sentido abunda Deutscher en su libro Stalin.
Para los estalinistas del mundo entero se trataba de la política que mandaban
hacer. Claudín tiene su propia interpretación, "después de su estudio del problema”.
Cree que
existen ambas motivaciones, " pero dentro de un conjunto más complejo de
factores [...], recubre, en realidad, la llegada a un punto crítico, en un
momento de viraje de la historia mundial -la disolución coincide con el viraje
decisivo de la guerra a favor de la coalición antihitleriana, y está en intima
conexión con él-, de procesos políticos y estructurales que venían de lejos,
del nacimiento mismo de la III Internacional. Es el último episodio de una
larga crisis, iniciada en 1921, cuando el curso real del mundo capitalista
entró en contradicción con los fundamentos teóricos y orqanizacionales de la IC”.
Es decir, la
conclusión de Claudín sobre la liquidación de la Komintern es que fue
súbitamente llevada a cabo en la primavera de 1943 por orden de Stalin, de lo
que no cabe la menor duda. Y que esta determinación estuvo inspirada en
facilitar las negociaciones Stalin-Roosevelt-Churchill, no sólo para asegurar
la derrota de Alemania sino el reparto del mundo entre los "tres grandes”.
Pero fue también el efecto de una causa, de todo un proceso, el de la
degeneración a consecuencia de la omnipotencia de Stalin. Y en búsqueda de las
causas, el autor va, efectivamente, muy lejos, demasiado. Es precisamente la
parte de su obra más contestable, y que será más impugnada. Porque el caso es
ya bastante paradójico en sí, dado que cuando después de muchos años de
militancia en la IC, cuando el autor llega a comprender lo que era el
estalinismo, concluye hasta negando la necesidad misma de la constitución de la
Internacional Comunista.
Analizando
retrospectivamente las consideraciones de Lenin al poco de la revolución de
Octubre y las perspectivas que se ofrecían en Europa, los bolcheviques
consideraron la necesidad de la creación de la IC. Claudín hace resaltar que
esta decisión fue adoptada desoyendo la opinión de los espartaquistas alemanes,
y agrega que éste era el grupo revolucionario más importante. Esto es cierto si
se refiere a su valor teórico y si se considera sólo los grupos que eran ya
independientes de la socialdemocracia, pero no si se tiene en cuenta las
corrientes ya organizadas dentro de los partidos socialistas en otros países de
Europa. La Liga Espartaco la integraban únicamente 500 militantes en 1918, muy
selectos, ciertamente, pero se encontraba ante una organización mastodóntica
como la socialdemocracia alemana, por lo cual era explicable que su punto de
vista no fuera idéntico al de los bolcheviques. La creación del PC en Alemania
no era fácil, como se demostró al ser fundado y al manifestarse la pugna entre
las tres corrientes ideológicas que se manifestaban en su seno: luxemburguistas,
anarcosindicalistas y bolchevistas.
La
argumentación de Claudín para poner en duda la necesidad de la IC en el momento
en que lo fue y con las características con que se estableció, se funda en
recoger las opiniones optimistas de Lenin, que correspondían a la coyuntura,
sobre el curso rápido del desarrollo de la revolución en Europa y deducir que
ninguna se cumplió, para llegar a la conclusión de que Lenin había formulado un
esquema sobre la situación y que en función de él se había llegado a la
conclusión de crear el instrumento de la revolución mundial : la Komintern.
La verdad es
que ni Carlos Marx, sobre los juicios del cual también se muestra crítico el
autor de la obra, ni Lenin eran profetas o adivinos que podían garantizar con
seguridad el porvenir del desarrollo histórico de los acontecimientos :
analizaban los datos en presencia para exponer sus posibles desenvolvimientos.
Y la situación de Europa en aquella época era tal y como la definía Lenin,
llena de esperanzas para la revolución socialista, y se imponía la organización
del instrumento que preparase y coordinase la acción, lo cual no podía hacerse
más que a escala internacional.
Pero Claudín
no se limita a juzgar prematura la fundación de la III Internacional y a poner en contradicción los juicios teóricos y
políticos de Lenin con la realidad de lo que pasó después, sino que combate
incluso crudamente una de las reglamentaciones en que se fundamentó el nuevo
organismo internacional revolucionario: las 21 condiciones, a las que califica nada menos que de
« modelo de sectarismo y de método burocrático en el movimiento obrero *.
Indudablemente,
Fernando Claudín ha vivido durante toda su actuación, como militante y
dirigente, no sólo alienado sino engañado. Su criterio, que se manifiesta a lo
largo de esta parte de la obra, de hacer crítica retrospectiva, le lleva
frecuentemente a ignorar la situación concreta de la época y de las condiciones
imperantes ; es una especie de revisionismo a fondo, no ya, lo que es justo, de
la degeneración estaliniana, sino de los tiempos de Lenin y Trotski. Todo se
hizo entonces mal, lo que explica la decadencia vergonzosa actual de los
partidos comunistas; esto es lo que viene a sacarse, a veces, de su análisis.
No es que en la obra haya propósito deliberado de mala voluntad: pero sí me
parece ver, independientemente de su interés y grandes méritos, que hay algo de
barullo en los conceptos y una escritura un tanto confusa por demasiado afán crítico
del pasado, que le lleva casi a considerar que en el leninismo estaba
implícitamente comprendido el estalinismo.
Creo, por el
contrario, que una nueva Internacional socialista revolucionaria no podrá por
menos de inspirarse en las 21 condiciones para establecer la reglamentación de
admisión de sus secciones nacionales e imponer una disciplina en la acción. El
arma internacional de la revolución socialista, no puede estar formada a base de
" gentes de buena voluntad " y mucho menos de políticos profesionales
que buscan un destino, como eran y son los que abundan en los partidos
socialdemócratas. Tiene derecho, está obligado a garantizarse contra toda
deformación. Además, como los partidos o grupos eran libres de aceptar, o no,
en manera alguna se puede juzgar que era un método burocrático, era sólo una
medida profiláctica.
Las 21
condiciones fueron principalmente impuestas por la situación del partido
socialista francés. La creación de la III Internacional despertó un
extraordinario movimiento de simpatía y entusiasmo en las filas del partido
socialista en particular y de la clase obrera en general, como se comprobó en
el Congreso de Tours, que acordó por gran mayoría su adhesión a la III Internacional.
Pero numerosos caciques locales, abogados y arribistas del tipo de político
profesional, trataban de adaptarse provisionalmente para desviar al nuevo
partido de sus principios revolucionarios. Era natural que se quisiera levantar
una barrera para impedir el acceso a todos esos elementos: ésta era las 21
condiciones.
La
revolución inoportuna: España 1936-1939
El capítulo
consagrado a la guerra civil y la revolución españolas, comprende sólo veinte
paginas (además de bastantes notas al final, complementarias y muy
interesantes). Resulta un poco extraña esta reducción del tema, no únicamente
porque el autor es español y porque asumió entonces funciones dirigentes
principales, sino también porque la " rusificación " de España,
término que él emplea acertadamente en otras ocasiones, llegó en nuestro país a
su grado máximo, y sobre todo porque fue en él donde por primera vez en Europa
el estalinismo se manifestó como una fuerza contrarrevolucionaria y terrorista
activa : fue donde sus métodos de " persuasión " hicieron su
experiencia inicial en país extranjero.
Es cierto
que la Internacional de Stalin no supo valorizar ni comprender al principio el
desenvolvimiento de la revolución española que comenzó desde la caída de la
dictadura de Primo de Rivera, y que Manuilski manifestó en 1930, ante el
Ejecutivo de la Komintern, " que una revolución en España tenía menos
importancia que una huelga en cualquier país”. Pero este desprecio hacia el
movimiento obrero español tenía su origen en que el PCE había conservado
siempre, hasta 1932, una cierta libertad de opinión y decisión ante la
instancia suprema, incluso aunque aplicaba sus resoluciones principales. En
este sentido, por ejemplo, hubiera sido de gran interés histórico estudiar la
crisis del PCE de 1932, en la que el equipo Bullejos-Adame-Trilla se rebeló
contra el Comité ejecutivo de la Komintern y fue reemplazado por el equipo
Díaz-Pasionaria, que se entregó a la domesticación total de la sección
española, bajo la alta dirección del manager estalinista
Palmiro Togliatti (Ercoli), de triste memoria, responsable de toda la
política realizada en España, unos años antes y durante la guerra civil.
Stalin y sus
servidores sólo concedieron importancia a los hechos españoles cuando se
encontraron de sopetón con la realidad de la guerra civil. Decir como Claudín
que las otras organizaciones obreras no tenían conciencia del gran desarrollo
del fascismo que se producía ya antes de 1936, y que sólo el PCE lo denunciaba,
es un tanto pueril. Desde que se proclamó la República, el 14 de abril de 1931,
los comunistas, efectivamente, no dejaron de ver fascistas por todas partes ; a
falta de programa y de perspectivas, no tenían más consigna de propaganda que
calificar a todo Cristo de fascista: el gobierno republicano-socialista era
fascista, los socialistas eran socialfascistas, los libertarios
anarcofascistas; cada día encontraban un jefe fascista nuevo: Alcalá Zamora,
Azaña, Miguel Maura, Indalecio Prieto y no sé cuántos politices más; llegaron
incluso en un momento a ver al peligro fascista en José Ortega y Gasset. ¿Es
que se puede considerar esa irresponsabilidad política, ese griterío permanente
como conciencia política? Por otra parte, ningún partido u organización obrera
dejó de señalar, de una manera responsable, el desarrollo del peligro fascista,
y en Madrid, por ejemplo, fueron los socialistas los que desencadenaron contra
la Falange la acción violenta más activa desde el principio.
El autor
titula el capítulo sobre España: " La revolución inoportuna ", y es
un acierto. Porque, en efecto, Stalin hubiera preferido que no se produjera,
que no hubiera venido a complicar sus manejos diplomáticos con las potencias
occidentales después del pacto con Laval. El propio embajador español en Moscú,
Pascua, que era hombre de toda confianza del gobierno ruso, le declaró
abiertamente a Azaña: " Para la URSS el asunto de España es baza menor.
" Pero habiéndose presentado inesperadamente la revolución, se trataba de
aprovecharla reduciendo todo lo más posible su alcance, de aprovecharla para
llegar a tener en su juego todo el poder determinante en su orientación. Para
realizarlo tenía su instrumento: el equipo dirigente de Pasionaria; pero esto
tenía también sus peligros, la oposición del largocaballerismo, de la CNT-FAI y
del POUM. Ante todo, era primordial tener en mano a la policía y al ejército, a
lo que sus agentes se aplicaron celosamente. Con una nube de expertos "
rusos ", a los pocos meses eran ya dueños del aparato policiaco y del militar.
Si bien fueron hábiles para infiltrarse en toda la estructura del Estado
existente entonces, en lo relativo a la ciencia militar los
"especialistas" soviéticos no mostraron gran genio. Es imposible
llegar a encontrar algún éxito en todas las operaciones militares estratégicas,
lo que no se ha estudiado nunca, aunque vale bien la pena. Sus logros se
demostraron totalmente eficaces, eso sí, en el terreno de la represión.
Los
comunistas españoles fueron ejecutantes fieles de esa política de Stalin. Había
que liquidar todo carácter socialista de la revolución, para tranquilizar a las
democracias occidentales, que era toda la política que interesaba a Stalin
entonces. Pepe Díaz leía declaraciones que habían sido escritas por Togliatti,
Gero, el búlgaro Stepanov o el atorrante argentino Codovila ; Pasionaria
pronunciaba sus discursos a base del guion que le facilitaban los mismos.
Reproduce Claudín, tomado de las Memorias de Azaña, un diálogo entre el
presidente de la República y Pasionaria, que había ido visitarle para formular
ciertas quejas. Del final de la entrevista, dice Azaña: " Supongo, le digo
riéndome, que eso de la dictadura del proletariado lo habrán aplazado ustedes
por una temporada. " A lo que Pasionaria respondió: " Si, señor
Presidente, porque tenemos sentido común. " Y el caso es que Dolores tenía
razón: en efecto, no deseaban la dictadura del proletariado español, sino la de
la burocracia soviética en España, lo que desgraciadamente consiguieron.
El
problema del POUM
Me permitiré
referirme ahora a las alusiones de Claudín referentes al POUM. No es que sus
interpretaciones o consideraciones contengan errores fundamentales, y mucho
menos partidistas. El proceso que culminó en la represión contra este partido,
aunque brevemente expuesto, es en su conjunto justo. Desde el momento en que la
prensa poumista elevó enérgicamente su protesta contra las ejecuciones en Rusia
de la vieja guardia bolchevique rusa, el POUM estaba inexorablemente condenado,
era la bestia negra del dictador moscovita. Claudín no lo comprendió entonces,
estaba " alienado”. Pero creo que comete dos errores de bulto.
En primer
lugar estima que ante la campaña del estalinismo, "los planteamientos
políticos del POUM en ese periodo hicieron el juego a la provocación
[estalinista] que se estaba montando contra él, y de la que era plenamente
consciente." “Hacer el juego a la provocación " se entiende que es
para el autor, por ejemplo, el que Andrés Nin dijera en un célebre mitin de
Barcelona, en marzo de 1937: " Aunque menos favorable que durante los
primeros meses de la revolución, la relación de fuerzas es tal que el
proletariado puede actualmente apoderarse del poder sin recurrir a la
insurrección armada. "
Es pura
coincidencia seguramente, pero estas manifestaciones de Nin fueron también el
caballo de batalla de Trotski contra el POUM, aunque, naturalmente, visto el
problema desde un ángulo totalmente diferente.
No se trata
de abordar aquí la opinión del trotsquismo, tan errónea y demagógica en este
extremo como en muchos más referentes a la revolución española, sino de señalar
el error de Claudín. Reproducir meramente una frase, separada de su contexto,
del lugar y del tiempo, supone cometer una inexactitud. Aclararemos, en primer
lugar, que Nin se refería sólo a la situación concreta de Cataluña, no a la de
toda España, donde el panorama era diferente y los comunistas estaban ya
implantados sólidamente. La situación en Cataluña era aún bastante diferente,
aunque la introducción en masa de los comunistas comenzaba a sentirse
orgánicamente, y era a lo que Nin quería ofrecer una parada: la CNT-FAI poseía
todo el peso determinante de la situación, y el POUM, aunque era una fuerza
menor, era dinámico y contaba con una fuerza de influencia positiva entre los
trabajadores catalanes revolucionarios no cenetistas. Una acción conjunta de
presión resuelta hubiera sido suficiente para la formación de un gobierno
obrero en aquellas circunstancias. Esto es lo que quería expresar Nin,
dirigiéndose a los líderes cenetistas y faístas en aquella coyuntura de
comienzo de degeneración de la revolución en Cataluña, y comprendiendo también
los peligros que habría tenido la insurrección armada.
La otra
observación que deseo expresar es sobre la afirmación que se hace en la obra de
que los acontecimientos de mayo de 1937, de que " el choque armado fue
entre las fuerzas representadas principalmente por el PCE y el POUM más una
fracción del anarcosindicalismo”. Esta afirmación no responde en manera alguna
a la fidelidad histórica, y ampara, en cambio, la versión dada por el
estalinismo entonces, en su prensa nacional e internacional. El POUM no
desencadenó los hechos, porque su fuerza no era lo suficiente para ello, ni su
influencia sobre la CNT-FAI tampoco. Surgieron inopinadamente, como
consecuencia del ataque a la Telefónica de Barcelona, de la respuesta de los
obreros que trabajaban en ella y de la declaración de huelga general decretada
por la CNT oficialmente y no de " una fracción del anarcosindicalismo”. El
POUM no hizo más que secundar un movimiento de solidaridad obrera frente a la
contrarrevolución estalinista, y a pesar de las reservas que hacía a la forma
como la lucha se presentaba. No hubo ninguna preparación y fue una batalla que
se produjo espontáneamente sobre el fondo del reflujo de la revolución.
Para mí,
como para muchos otros lo será, es muy emotivo el que Claudín, como queriendo
descargar un paso de su conciencia, haya escrito estas líneas que le honran mucho:
" La agresión contra el POUM, y en particular el odioso asesinato de
Andrés Nin, es la página más negra en la historia del Partido Comunista de
España, que se hizo cómplice del asesinato cometido por los servicios secretos
de Stalin. Los comunistas españoles estábamos, sin duda, alienados -como todos
los comunistas del mundo en esa época y durante muchos años después- por las
mentiras monstruosas fabricadas en Moscú. Pero eso no salva nuestra
responsabilidad histórica. Han pasado catorce años desde el XX Congreso y el
PCE no ha hecho todavía su autocrítica, ni ha prestado su colaboración al
esclarecimiento de los hechos. Suponiendo -cosa bastante probable a nuestro
conocimiento- que los actuales dirigentes del PCE no puedan aportar gran cosa a
lo ya sabido, sí podrían exigir del PCUS que revelara los datos que sólo él
posee. El caso de Nin pertenece a la Historia de España, no sólo a la de la
URSS. "
Esto es como
pedir peras al olmo. Aunque Claudín ha abandonado el leer únicamente "
literatura " estalinista, para acudir a informarse en las verdaderas
fuentes y ha descubierto muchas cosas, esta pretensión demuestra un tanto que
sigue nadando todavía en aguas demasiado agitadas para saber cómo salir con
acierto del oleaje. ¿Cómo es posible pedir a Breznev que diga la verdad? Pasionaria
y su equipo no conocieron los detalles, los que llevaron a cabo el asesinato
fueron ejecutados a su vez al regresar a Rusia y el inspirador de la operación,
Palmiro Togliatti, ya muerto, es canonizado actualmente por el partido italiano
y se ha confirmado ahora oficialmente que era el hombre de la máxima confianza
de Stalin.
La
experiencia alemana
El capítulo
dedicado a la " experiencia alemana ", es muy completo y bastante
justo. Efectivamente, las insurrecciones prematuras y los errores cometidos
fueron un desastre para la Internacional Comunista, que tenía grandes
esperanzas en el éxito de la revolución alemana, no sólo por la ayuda que podía
prestar a los obreros y campesinos rusos, sino principalmente por el
extraordinario impulso que podía dar a la revolución mundial dado el elevado
nivel de preparación general de los trabajadores alemanes. Sin embargo, el
partido alemán no estuvo a la altura de las necesidades: la táctica putchista,
las divisiones internas, las expulsiones y sobre todo " la acción de marzo
" fueron liquidando todas las posibilidades de un resultado eficaz.
Hubo el
equipo Paul Lévi-Clara Zetkin, que como consecuencia de la " acción de
marzo " fue liquidado ; el equipo Brandler-Thalheimer, llamado de derecha;
el equipo izquierdista de Ruth Fischer-Maslow, hasta que finalmente Stalin
encontró su hombre, el muy mediocre Thaelmann, que era impugnado por todos los
cuadros del partido y consecuencia de su falta de capacidad y de conocimientos
teóricos, pero del que Stalin iba a hacer una figura internacional casi
legendaria, seguía a la letra todas las fluctuaciones en la política alemana
que convenían a la destrucción del partido y a facilitar el desarrollo del
hitlerismo.
En la X
Sesión plenaria del Comité ejecutivo de 1a Komintern, se opera un viraje sobre
la política a seguir, a base del informe de otras dos lumbreras, Manuilski y Kuusinen. Surge entonces la
célebre y nefasta teoría del " socialfascismo ", que se basaba en considerar que la
socialdemocracia era una organización de choque de la burguesía, que contaba
con el apoyo activo del capitalismo. " Los fines de la socialdemocracia y
del fascismo son idénticos. Estas organizaciones no se excluyen sino que se
complementan. No son antípodas sino gemelas. "
Otto Kuusinen
Otto Wille Kuusinen
Y como
consecuencia de esta concepción tan suicida de la socialdemocracia, se dirige
toda la artillería gruesa contra ella, llegando incluso el PCA al extremo de
participar, al lado de los nazis y de los " cascos de acero ", en el
referéndum del 9 de agosto de 1931 contra el gobierno socialdemócrata de
Prusia. Trotski había ya previsto, desde 1930, lo catastrófico de semejante
política, preconizando una táctica consecuente de frente único, como solo
camino posible para cerrar el paso al fascismo, y ya próximo el triunfo de
éste, en 1932, agregaba: " Si las organizaciones más importantes de la
clase obrera alemana prosiguen su actual política, la victoria del fascismo
está casi totalmente asegurada, y en plazo relativamente corto." Y
predecía que en este caso el frente único terminaría haciéndose en los
cementerios. Este llamamiento de Trotski era de una gran clarividencia, que
desgraciadamente los hechos confirmaron pocos meses después.
Pero en el
mes de mayo de 1934 se produce otro viraje mucho más radical de la
Internacional estalinista. Mediante un artículo de Pravda se
invitaba a la sección francesa a que realizara gestiones para un acuerdo con
los socialistas: la URSS preparaba un cambio en su conducta diplomática; era
también la iniciación de la política de Frente Popular en todos los países. En
el VII Congreso de la
Internacional,
Dimitrov proclamó: " Hemos eliminado deliberadamente de los informes y
resoluciones del Congreso las palabras sonoras sobre las perspectivas
revolucionarias. "
Dimitrov se
hace el intérprete de esta política determinada por Stalin, y tiene como
principales auxiliares a Maurice Thorez en Francia y a Palmiro Togliatti para España, que son los dos países
de Europa donde madura un proceso revolucionario. En las elecciones de mayo de
1936, el Frente Popular obtiene en Francia un gran triunfo en las urnas. La
distribución de las representaciones por partido cambia bastante bruscamente:
el partido burgués del Frente pierde 43 diputados, pasando de 159 a 116; los
socialistas, en lugar de 97 diputados obtienen 146, y los comunistas pasan de
10 representantes parlamentarios a 72.
Aunque
parezca increíble, este resultado no es muy del agrado de Moscú, únicamente
interesado en el fortalecimiento del pacto francosoviético. Era evidente que la
clase trabajadora francesa se había radicalizado y que esto podía desembocar en
una guerra civil, lo que a toda costa había que evitar. El corresponsal
de Le Temps en Moscú informaba que " los medios
dirigentes no manifiestan ningún entusiasmo especial [...] Se deplora el
fracaso relativo del partido radical”. Y Litvinov le dice al corresponsal del
diario Le Petit Parisien : " Lo esencial es que Francia
no deje que se debilite su potencia militar. Deseamos que ningún disturbio
interior favorezca los designios del Reich. "
Este periodo
lo explana ampliamente Claudín, con una detallada información que generalmente
se ha olvidado. Después de la guerra mundial, esta política se desarrolló en
Francia, pero ya entonces en un escalón más elevado, en el plano gubernamental,
y por primera vez aparecieron ministros comunistas. Estos iban a salvar al
capitalismo francés ante la ola revolucionaria de la clase obrera e incluso de
una parte de la clase media. Thorez impone sus órdenes: " Hay que arremangarse
las mangas y producir ", lo mismo que años antes había proclamado: "
Hay que saber terminar una huelga. "
Al mismo
tiempo, al terminarse la guerra mundial, el PC italiano seguía una política
similar a la del francés, bajo la batuta de Togliatti, que ya como Ercoli se
había ejercitado en ella durante la guerra civil española, a sangre y fuego,
evitando todo desarrollo socialista de la misma.
Las
burguesías respectivas no se mostraron muy reconocidas a que los comunistas les
hubieran ayudado tan eficazmente a combatir la revoluci6n. El 5 de mayo de
1947, Ramadier expulsó a los comunistas franceses del gobierno, el 30 del mismo
mes De Gasperi hace lo mismo con sus estalinistas, y ya antes, el 19 de marzo,
Spaak había formado un gobierno sin los comunistas belgas.
Las
revoluciones sin permiso
Califica así
Claudín a " la revolución lograda " (Yugoslavia) y a " la
revolución estrangulada " (Grecia).
Al contrario
de los otros PC, el partido yugoslavo " aplicó, desde el primer día de la
ocupación hitleriana, una política en la que se asociaba estrechamente la
liberación nacional y la transformación revolucionaria del país, considerando
este último aspecto no como un objetivo para después de la victoria sobre el
invasor, sino a realizar sobre la marcha misma de la guerra”. Y así lo hizo: a
medida que se iba liberando el territorio nacional se instalaba el poder del
pueblo, basado en órganos creados con la participación directa de las masas y
de los combatientes.
Esta
política fue considerada por Moscú como puro aventurerismo, porque perjudicaba
su entendimiento con Inglaterra y los Estados Unidos. Siguiendo siempre las
instrucciones de Stalin, Dimitrov enviaba mensaje tras mensaje a Tito para
obligarle a corregir su política. Claudín cita un ejemplo de estos mensajes,
que vale la pena reproducir: " A la vista de las informaciones que nos
habéis enviado, parece que a los ingleses y al gobierno yugoslavo [el gobierno
reaccionario únicamente reconocido por los Aliados. JA.] no les falta razón en
sospechar que el movimiento guerrillero toma un carácter comunista y tiende a
la sovietización de Yugoslavia. ¿Por qué habéis creado, por ejemplo, una
brigada proletaria de choque? En el momento actual el deber esencial e
inmediato es fusionar todas las corrientes antinazis, aplastar a los invasores
y llevar a término la liberación nacional. "
Las
discrepancias profundas que se habían manifestado durante la guerra, se ampliaron
a la paz y se agravaron por las críticas formuladas por los yugoslavos contra
la política llevada a cabo por los partidos francés e italiano. Y como final,
el 28 de junio de 1948 se hizo pública la resolución del Kominform, condenando
a la dirección del PC yugoslavo. Todos los partidos comunistas del mundo se
alinearon enseguida sobre las órdenes de Moscú, y el gobierno de Belgrado fue
considerado como fascista a través de toda una campaña escandalosa y
persistente. Y sin embargo, nos descubre Claudín que " dos años antes, en
1946, Stalin intentaba explotar la vanidad -real o supuesta- del
comunista-mariscal, elogiando en privado sus méritos, mientras denigraba a
Dimitrov, Thorez, Togliatti y Pasionaria”. Hasta que llegó la muerte de Stalin,
y que Jruschov, del día a la mañana, estableció la sensacional reconciliación
con Belgrado.
La
Resistencia griega tuvo semejante sentido revolucionario e importancia que la
yugoslava. A fines de 1944, era prácticamente dueña del país. Pero su dirección
se sintió débil y cedió ante las presiones de Moscú, haciendo concesiones y
facilitando el éxito de la intervención armada de los ingleses contra la
revolución griega. Stalin habla dicho: " Yo tengo confianza en la política
del gobierno británico en Grecia. " El imperialismo inglés transmitió a
los norteamericanos la tarea de someter a los revolucionarios griegos, y el 12
de marzo de 1947 hizo público que los Estados Unidos se encargaban de " la
protección " de Grecia y Turquía; el poder fue entregado a los monárquicos,
con la bendición de Stalin. Bien sabido es todas las víctimas que le ha costado
al pueblo helénico esta traición.
La
descomposición de la IC
Los
capítulos finales están consagrados a lo que el autor llama " periodo
kominformiano ", o sea las revoluciones del "glacis", la nueva
táctica, la revolución herética yugoslava, el relevo oriental y la cuestión de
la revolución china : problemas todos ellos que determinaron una política de
sometimiento total de las secciones comunistas, consistente meramente y en
totalidad en servir los intereses de la nacionalidad rusa, pero que lleva
también en si la descomposición del bloque monolítico internacional comunista
que había logrado formar Stalin.
La evidencia
se impone: a fuerza de obligar a los partidos comunistas a realizar una
política nacionalista en sus propios países (son patriotas, no revolucionarios)
para mejor servir las aspiraciones dominadoras de la gran potencia nacional
rusa, la burocracia estalinista o postestalinista no soviética, ha llegado a la
conclusión de jugar su propio programa nacionalista con todas sus
consecuencias.
Si bien en
los países de Iberoamérica esto rebasa toda medida, adquiere la forma de un
renunciamiento total a toda dignidad política y moral, y llega a la caricatura,
en los países de Europa tiende a realizar la tradicional política de la
socialdemocracia, a la que ésta ha renunciado para integrarse más profundamente
en el sistema parlamentario burgués. Los dos partidos " comunistas "
más importantes, el francés y el italiano, no tienen más programa y aspiración
que la participación ministerial en los gobiernos capitalistas, pretensión
imposible, porque la burguesía ha deducido para su defensa lecciones más
positivas que los propios comunistas.
El resultado
de este policentrismo es una táctica de acuerdo,
escéptica, en virtud de la cual cada burocracia desarrolla interiormente de sus
fronteras una política nacionalista y conservadora, que les permita un acceso a
la participación ministerial, e internacionalmente llevan a cabo la política
que interesa a las finalidades nacionales rusas. Y por encima de todo, la
coincidencia más estricta, en bien de todos los dirigentes, estriba en
consolidar firmemente la solidaridad más estrecha entre todas las capas
burocráticas en la defensa de sus respectivos intereses creados y como inmensa
barrera reaccionaria opuesta al socialismo con todos sus valores humanos.
La obra
termina con lo que el autor llama " primer epilogo ", especie de
resumen teórico de las conclusiones que Claudín deduce de los hechos que
registra y comenta en el curso del libro, y anticipa lo que se propone abordar
en el segundo volumen, puesto que " con la muerte de Stalin el movimiento
comunista entra en su ocaso histórico, en la etapa de su crisis general”.
Hubiera sido preferible que el autor emplease otra expresión que la de "
movimiento comunista " para aludir al "ocaso histórico" del burocratismo estalinista antisocialista;
estos equívocos, bastante frecuentes en el libro, son los que producen alguna
reserva ante ciertas consideraciones teóricas o simplemente políticas que hace
el autor y en las que parece poner en duda igualmente el acierto y las
posibilidades del socialismo en general.
Este tomo va
acompañado al final de abundantes notas, muy interesantes como referencias y
también como complemento del texto. Lo que se echa de menos es un índice
alfabético, tan necesario en obras históricas de esta naturaleza; pero hay que esperar
que este elemento le será facilitado al lector al final de la totalidad de la
obra.
Conclusión
Una objeción
que podríamos hacer a La crisis del movimiento
comunista,
de Fernando Claudín,
es que no ofrece ninguna perspectiva de salida de ese pantano. Claro está que
se trata sólo del primer tomo de una obra considerable, y es muy posible
reserve exponer en el segundo volumen los remedios que ve contra ese balance de
quiebra que establece como conclusión de la obra.
También se
busca en vano, lo que es una falta para un marxista, una explicación de las
causas profundas que han originado la degeneración de la IC, y de sus
consideraciones se deriva únicamente que ha sido consecuencia de la misma
concepción leninista del partido, de la rusificación de los PC y de la
hegemonía dictatorial sobre éstos, desde el principio, del partido ruso. Hay
una gran parte de verdad en ello, pero la explicación no es suficientemente
dialéctica.
Hay también
en la obra una cierta confusión, como si fuera consecuencia de su misma
extensión, aunque me parece más bien fruto de que el autor, después de su
desilusión, se entregó apremiantemente a la lectura de obras y documentos que
durante su " periodo de alienación " no conocía o de los que no había
reparado su trascendencia antes, lo que no le ha permitido poner orden todavía
a las conclusiones y da lugar a que frecuentemente el libro resulte un poco
prolijo. Esperemos el segundo volumen.
Estas
ligeras observaciones en manera alguna privan de su gran valor a este libro de
gran envergadura histórica y que suministra informaciones y referencias no
siempre fáciles de encontrar. Es la historia, en suma, de la grandeza y
decadencia de una organización que nació como la gran arma del proletariado
internacional, y que se ha convertido en el mayor obstáculo para el desarrollo
del socialismo en todos los países. Será también una obra de gran utilidad
documental para las nuevas generaciones marxistas, pues no creo que existan
otras que de una manera escalonada y cronológica traten críticamente el proceso
de degeneración de la Komintern.
El libro va
precedido de un prefacio de Jorge Semprún, compañero de Fernando Claudín en el
Partido Comunista de Pasionaria-Carrillo, y que siguió la misma suerte final
que él. Semprún, precisamente, establece una especie de conclusión, que ya he
dicho que me parece que falta en el curso del libro: "En fin de cuentas no
se trata de rasgarse las vestiduras; se trata de plantear las bases para una
nueva lucha por el socialismo. " Y agregaremos, por nuestra parte, que no
sólo teniendo en cuenta la experiencia del estalinismo, sino también la de
todas las oposiciones socialistas revolucionarias que se han enfrentado con él
hasta ahora.
1. El tomo 2
no se llegó a editar
In Cuadernos
de Ruedo ibérico nº 25, junio-julio 1970
PROGRAMA
DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA
INTRODUCCIÓN
I. EL
SISTEMA CAPITALISTA MUNDIAL, SU EVOLUCIÓN Y SU INEVITABLE RUINA
1. Las leyes generales de desarrollo del capitalismo y la época del
capital industrial
2. La época del capitalismo financiero (imperialismo)
3. Las fuerzas del imperialismo y las fuerzas de la revolución
4. El imperialismo y el derrumbamiento del capitalismo
II. LA
CRISIS GENERAL DEL CAPITALISMO Y LA PRIMERA FASE DE LA REVOLUCIÓN MUNDIAL
1. La guerra mundial y el desenvolvimiento de la crisis revolucionaria
2. La crisis revolucionaria y la socialdemocracia contrarrevolucionaria
3. La crisis del capitalismo y el fascismo
4. Las contradicciones de la estabilidad capitalista y lo inevitable del
derrumbamiento revolucionario del capitalismo
III. EL
OBJETIVO FINAL DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA ES EL COMUNISMO MUNDIAL
IV. EL
PERÍODO DE TRANSICIÓN DEL CAPITALISMO AL SOCIALISMO Y LA DICTADURA DEL
PROLETARIADO
1. El período de transición y la conquista del poder por el proletariado
2. La dictadura del proletariado y su forma soviética
3. la dictadura del proletariado y la expropiación de los expropiadores
4. Las bases de la política económica de la dictadura proletaria
5. La dictadura del proletariado y las clases
6. Las organizaciones de masas en el sistema de la dictadura proletaria
7. La dictadura del proletariado y la revolución cultural
8. La lucha por la dictadura mundial del proletariado y los tipos
fundamentales de revolución
9. La lucha por la dictadura mundial del proletariado y las revoluciones
nacionales
V. LA
DICTADURA DEL PROLETARIADO EN LA URSS Y LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA INTERNACIONAL
1. La edificación del socialismo en la URSS y la lucha de clases
2. La significación de la URSS y sus deberes internacionales y
revolucionarios
3. Los deberes del proletariado mundial con respecto a la URSS
VI. LA
ESTRATEGIA Y LA TÁCTICA DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA EN LA LUCHA POR LA
DICTADURA DEL PROLETARIADO
1. Las ideologías adversas al comunismo en la clase obrera
2. Los objetivos fundamentales de la estrategia y de la táctica
comunistas
Otto Kuusinen
Otto Wille Kuusinen
O.W Kuusinen
Una
descripción engañosa del "Octubre alemán"
Resolución
del Comité Ejecutivo del POUM en los procesos de Moscú (28 de agosto de 1936)
Los crímenes
de Stalin. Nikita Khrushchev Informe Secreto al XX Congreso del PCUS, 25 de febrero
de 1956
FUNDACIÓN
ANDREU NIN
JUAN
ANDRADE (1898-1981) Y MARÍA TERESA
GARCÍA BANÚS (1895-1989)
Juan Andrade
Juan Andrade El marxismo y los problemas de la revolución española. Lenin
y el Leninismo
Juan Andrade Apuntes para una historia del PCE
Fernando Claudín La revolución inoportuna (España 1936-1939)
ResponderEliminarExtracto del libro La crisis del movimiento comunista internacional. De la Komintern al Kominform por Fernando Claudín (1915-1990), publicado por Ruedo Ibérico 1970, con prefacio de Jorge Semprún
http://www.marxistarkiv.se/espanol/espana/claudin-la_revolucion_inoportuna.pdf