Estación compresora de gas en Kovalivka, Ucrania, la semana
pasadaFoto Ap
Resulta
significativo que la sexta cumbre de los BRICS en Fortaleza (Brasil) suceda en
un escenario de fractura geoestratégica entre las tres superpotencias
vigentes: Estados Unidos, Rusia y China, tripolaridad que acepta el general Martin
Dempsey, jefe de las fuerzas armadas conjuntas de Estados Unidos.
La cumbre de
Fortaleza sería la más importante de todas por su localización en el continente
americano y sus históricos alcances que sepultan la caduca doctrina Monroe en
un ambiente de nueva multipolaridad.
La
cartografía geoestratégica ha cambiado dramáticamente en los recientes meses en
el mundo post Crimea, que ha acentuado las tendencias esbozadas en 2008
durante la guerra de Rusia contra Georgia y que tuvo como epílogo la
secesión de Osetia del Sur y Abjasia.
A partir de
la guerra entre Georgia y Rusia se trazó la primera línea roja del
Kremlin en la etapa de su restauración relativa por el presidente Vlady Putin,
quien ha jugado a las mil maravillas la carta de los hidrocarburos y los
oleo/gasoductos como arma disuasiva para impedir el desmembramiento de lo que
quedó de Rusia después de la disolución de la URSS y también con el propósito
de frenar el irredentismo de la tripleta Estados Unidos/OTAN/Unión Europea (UE)
en la periferia inmediatade Moscú.
El mundo
post Georgia, desde el punto de vista del posicionamiento militar, representó
las tendencias que se iniciaron en la primavera de 2004 cuando Estados Unidos y
sus aliados no pudieron controlar el petróleo de Irak, lo cual dio lugar al
nuevo barómetro de la geoeconomía planetaria con el inicio irreversible del
alza del crudo, que se ha quintuplicado desde entonces a más de 100 dólares el
barril y que llegó a un notable pico de 150 dólares.
No se puede
entender el mundo post Georgia de 2008 sin el inicio ascendente e
irreversible de la cotización del oro negro a partir de 2004,
considerando que Rusia es la máxima potencia gasera del planeta, seguida por
Irán, luego por Qatar y en cuarto lugar por Turkmenistán.
Se deduce
así que el arma petrolera no va sola y que necesita de la
cobertura de 4 mil 300 bombas nucleares hoy en manos de Rusia.
Mucho más
que China, Rusia ha vuelto a mostrar su dentadura militar, lo cual empuja al
incipiente orden multipolar y, en paralelo, a la irresistible expansión del
bloque de los BRICS que apunta a incorporar como nuevos miembros a Irán y
Argentina.
La secuencia
crono-geopolítica es pasmosa: irresistible alza petrolera a partir de la
primavera de 2004; nacimiento de los BRICS (oficiosa en 2006 y oficial en
2009), que de un bloque cuatripartita pasó a uno pentapartita; y el mundo
post Georgiaen 2008.
Tal es la
inicial plataforma multipolar que luego se concatenó con el reciente mundo post
Crimea de 2014.
Se pudiera
argumentar que el Grupo de Shanghai, como contrapunto a la expansión oriental
de la OTAN en la década de los 90 del siglo pasado, epitomizó el mínimo vital
del poder y la geografía de Rusia que restañaba sus heridas después de
la catástrofe geopolítica (Putin dixit) cuando Moscú
solamente esperaba la oportunidad propicia para detener la ofensiva en sus
fronteras por la tripleta de Estados Unidos/OTAN/UE.
La
oportunidad para detener la vertiginosa caída vertical de Rusia se la brindó la
doble debacle militar de Estados Unidos en Afganistán y, sobre todo, en Irak,
cuando Bush hijo no pudo controlar el pletórico petróleo de ese país en la
primavera de 2004.
El mundo
post Crimea ha acentuado la recuperación relativa del vital espacio
geopolítico de Rusia en superiferia inmediata, lo cual ha llevado a la
reincorporación de la superestratégica península de Crimea y a su
preponderancia militar en el Mar Negro, los cuales desencadenaron tanto el
acuerdo gasero histórico de Rusia con China como la eclosión de la Unión
Euroasiática con Bielorrusia y Kazajstán.
Hoy la
batalla mercantil cunde ferozmente en los dos océanos que bañan las costas de
Estados Unidos, quien busca controlar las dos terceras partes del comercio
mundial mediante sus dos polémicos tratados: 1) la Asociación Transpacifica
(TPP, por sus siglas en inglés), destinado a cercar, si no acontener, a China
y, de paso, a Brasil y al Mercosur y, desde luego, a toda el ALBA; y 2) la
Asociación Trasatlántica de Comercio e Inversiones (TTIP, por sus siglas en
inglés), mediante la cual Estados Unidos busca atraer en su trampa a la UE, hoy
fracturada económica y políticamente, mediante el espejismo de la burbuja
del fracking y
su shale gas para que rompa sus relevantes lazos energéticos
con Rusia.
No todos los
proyectos mercantilistas de Estados Unidos han sido exitosos, como lo
demuestran sus mayúsculos fracasos recientes: a escala local el fenecido Plan
Puebla-Panamá y a escala regional la sepultada ALCA.
Hoy
asistamos a neorregionalismos mediante la formación de bloques regionales
con sus respectivos liderazgos: Estados Unidos (con la absorción de Canadá y
México); Brasil (con el Mercosur y en lucha por controlar a Unasur y al ALBA);
Alemania (atormentada con su dilema ontológico: controlando lo que quede de
Europa o quizá creando la anhelada ruta de la seda con China y Rusia; China (con el
ASEAN-10, si es que no lo descarrila antes Estados Unidos atizando el fuego en
los mares del Sur y Este de China) y Rusia (Unión Euroasiática).
Las
fortalezas y vulnerabilidades de cada uno de los cinco miembros de los BRICS
afectan al todo.
Aun dentro
de los BRICS existen niveles y gradientes de poder que no son equiparables
entre todos sus miembros, como es el rubro nuclear, donde exhibe en su seno a
una superpotencia atómica de la talla de Rusia (a la par de Estados Unidos) y a
potencias medianas como China (con 250 bombas) e India (de 80 a 100).
Notablemente, Sudáfrica poseía seis bombas
nucleares antes
de que los gobiernos post apartheid las desmantelaran en forma
unilateral y voluntaria, mientras Brasil tiene prohibido en su Constitución
adoptar las bombas atómicas pese a que posee el know-howpara
fabricarlas.
Dada la
anárquica coyuntura presente del desmantelamiento unipolar estadunidense –a
partir de la confrontación entre el G-7 y los BRICS: desde Ucrania hasta el nuevo califato del siglo XXI–, la sexta reunión cupular de los
BRICS en Fortaleza simboliza la aceleración propicia para encaminar el nuevo
orden multipolar que asienta como nunca el singular momento histórico de
Sudamérica como nuevo gran actor geopolítico.
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