Métodos de lucha colectiva no violenta
Cuando se haga una acción colectiva
1º Cada asamblea de barrio y pueblo, tiene que comprar un megáfono, tiene que elegir una persona que lleve el megáfono, le da la responsabilidad del buen uso de ello.
Aº Este uso para que dirigirse a la policía, diciéndole que es una acción no violenta, que estamos haciendo uso del derecho democrático de libertad de expresión, manifestación, del uso utilizar la calle para…., etc( especificando el artículo de la constitución y la ley tal). Y que nos pegue y nos haga daño, con buenos modos y con mucha educación, para que no le demos motivo de machacarnos.
Para evitar que de pie a algunos fascistas, policía o un ingenuo que confunde lo radical tirar una piedra o insultar (como desahogo terapéutico), con traer muchas personas más que se unan.
Bº La consigna a la policía son, para desarmarlo moralmente:
· Despídete que te están utilizando el partido tal, que está defendiendo los intereses de la clase dominante, haciendo el trabajo sucio, que ellos no son capaces de defender.
· Que se están cometiendo una injusticia tal.
· Imagínate que somos tu familia (tus abuelos, tus padres, tus hermanos, tus primos, tus tíos o tus vecinos de tu barrio o de tu bloque).
· ¡Compañero únete!
· Tú no tienes la culpa, tu jefe te ha mandado.
· Por 1.500 euros, por hacer este trabajo, ¿te parece la pena?.
· La policía está para defender a los trabajadores oprimidos o no la clase dominante.
· Cuando detecte un policía secreto, el del megáfono dice, tonto secreta te hemos reconocido, todas las personas señalamos con el dedo acusador hay está, todos decimos fuera, fuera, fuera,….La personas que tenga cámara le hace muchas fotos que se cuelgue en todas partes (web, bloc, correos electrónico y en todos los medios de comunicación).
· Disolverse estáis rodeado.( de cachondeo)
· Cuando estamos mucho tiempo, por ejemplo lo pasó en la calle que está en el Parlamento español, unos compañeros se pusieron a contar chistes.( con esto quitamos tención)
Cuando se haga un cordón policial, nos acercamos junto a ellos silencio, nos ponemos muy cerca de ellos, muchas personas posibles, que sienta el calor humano, de la presión
La Desobediencia Civil
El término Desobediencia Civil se atribuye a Henry David Thoreau, quien, en 1846, fue encarcelado por negarse a pagar impuestos al recaudador en protesta por la guerra de agresión de los Estados Unidos contra México y para denunciar la política esclavista del Estado de Massachussetts.
La DC consiste en la desobediencia colectiva, pública y organizada a una ley que se considera injusta en sí misma o representativa de una situación de injusticia. La desobediencia civil es una intervención sociopolítica que toma cuerpo en un acto voluntario, intencionado, premeditado, consciente, público,… que supone la violación de una o varias normas; normas cuya validez jurídica puede ser firme o dudosa pero que son consideradas inmorales, injustas e ilegítimas por quienes practican tal desobediencia. Una desobediencia que persigue un bien para la colectividad, no un beneficio para quien la practica, y que es tanto una apelación a la capacidad de razonar y al sentido de justicia de dicha colectividad, como un acto “simbólico” que busca ocasionar un cambio en la legislación. Aunque es prácticamente imposible dar una definición que abarque la cuestión en toda su amplitud; máxime si se tiene en cuenta que, a la postre, la Desobediencia Civil se define tanto en la práctica como en la teoría.
Lo que la DC plantea es un conflicto fundamental: legitimidad frente a legalidad, la legitimidad de la acción política participativa radicalmente democrática frente a la injusticia muchas veces encubierta de legalidad. Es una herramienta política precisamente por su carácter público (trasciende lo privado y tiene significación social) y pedagógico (se trata de expresarse colectivamente mediante actos ejemplarizantes, que motivan, que enseñan, que provocan).
La DC no busca, a diferencia de otros modos de hacer política, imponerse sobre el conjunto de la sociedad. L@s desobedientes lanzamos mediante nuestra acción organizada y pública una interpelación a la sociedad desde la base social, es decir: creemos en la legitimidad de los debates o propuestas que sacamos a la luz. Su legitimidad se basa en esta búsqueda de la transformación y de la mejora social mediante convicciones y procedimientos éticos compartidos.
La filosofía de la desobediencia civil
Si buceamos en los orígenes de la desobediencia, podríamos considerarla como una facultad implícita en la naturaleza humana cuyo ejercicio se realiza a partir de la toma de conciencia de la injusticia. En lo que todas las personas activistas y estudiosas de este fenómeno coinciden es en su dimensión moral, individual y pacífica. Cuando se desobedece una orden o una ley se hace por un impulso ético de la conciencia. El derecho es un conjunto de normas establecidas por motivaciones prácticas pero carece de la fuerza moral para obligar a un individuo a obedecer una ley contraria a nuestras convicciones personales.
Para Gandhi “quien desobedece una ley injusta en realidad no hace sino prestar obediencia a un principio superior de la verdad”. Otros autores, como Erichh Fromm le dan una importancia vital a la desobediencia al considerar que la evolución de la humanidad ha sido posible gracias a ella: “la historia humana comenzó con un acto de desobediencia y no es improbable que termine con un acto de desobediencia”. En la cultura occidental la desobediencia tiene una referencia mitológica en Prometeo, el cual al robar el fuego a los dioses sentó los fundamentos de la evolución de la humanidad.
Habermas considera la desobediencia civil como algo indispensable para la democracia mientras que Thoreau cree que toda persona tiene el “derecho legítimo” a negarse “de forma pacífica e individual, al cumplimiento de aquellas leyes o disposiciones que violenten su conciencia”. Para el precursor de la desobediencia civil el hecho de que las leyes hayan sido aprobadas por una mayoría no puede, moralmente, vincular a una minoría “por lo tanto, cuando la conciencia individual de una persona las considere injustas, su actitud de resistencia a las mismas es perfectamente legítima. ¿Por qué entonces la desobediencia civil es tan difícil cuando está sustentada por fuertes principios morales? Hume piensa que se debe a que la obediencia y la sujeción a las normas llegan a ser tan familiares que la mayoría de las personas no indagan su origen.
El profesor García Cotarelo afirma que la quiebra fundamental entre el derecho y la moral hace que las normas en vigor sólo tengan una razón para hacerse obedecer (la de estar en vigor) y una posibilidad de conseguirlo (la fuerza). Pero las propias democracias occidentales, cuyos estados hoy reprimen la desobediencia civil, la justificaron en Nuremberg contra el nazismo, al justificar la no obediencia a las normas injustas.
Una visión moderada de la desobediencia civil sostiene su legitimidad y justifica el incumplimiento o violación de una norma “con el fin de conseguir que el legislador la cambie por otra”. No es la única postura. Las hay más radicales que propugnan la desobediencia civil para acabar con un régimen o sistema, como en el caso de los movimientos anticapitalistas que han surgido recientemente en todo el mundo contra el FMI y el Banco Mundial. Pero hasta los que están de acuerdo con el actual régimen de democracia parlamentaria y burguesa asumen la desobediencia civil, como Habermas, quien considera que en democracia la desobediencia civil es necesaria.
Todos los defensores de la Desobediencia Civil insisten en que uno de los aspectos fundamentales de la desobediencia Civil es su carácter individual, el poder de la voluntad personal colectivizada. Pero otro aspecto condiciona notablemente también la eficacia práctica de la desobediencia civil: su efecto sorpresa. José Antonio Pérez, autor del “Manual práctico para la Desobediencia Civil” cree que ni siquiera desde un punto de vista táctico conviene homogeneizar las acciones desobedientes “porque cuando los comportamientos se unifican, el Sistema aprende a dar respuestas”. El éxito y la fuerza de la desobediencia radican en la imprevisibilidad de sus acciones y en la imposibilidad de ser controlada por aparatos de poder, sean del signo que sean.
La desobediencia civil actúa sin violencia. La práctica y la teoría de la desobediencia Civil, a pesar de las múltiples formas que ha adoptado a lo largo de la historia y en el presente, tiene una base común que le da valor y que es la esencia: su estricto pacifismo y la negación radical de la violencia.
Señala Cotarelo que la fundamentación en conciencia de la Desobediencia Civil ha de excluir el recurso a la violencia “porque ésta es precisamente la razón aducida para desobedecer en conciencia”. Ya que en la “justificación de la Desobediencia Civil figura también la prueba de que el daño causado por practicar la desobediencia civil es inferior que el que se sigue de la norma contra la cual se protesta. Cualquier recurso a la violencia de los y las resistentes elimina su fundamento justificativo. La violencia es el método al que recurre el estado y cualquier tipo de poder y contra la que surge la desobediencia civil, por lo que desobediencia civil y violencia son conceptos antitéticos.
Por lo tanto, la desobediencia civil debe provocar el quebrantamiento público de la norma por razones de conciencia y por medios pacíficos, responsabilizándose activamente de las consecuencias que dicho quebrantamiento conlleve. De ese modo, este comprometido estilo de pedagogía política logra volver en contra de los poderes que la ejercen su propia represión, descubriendo públicamente su carácter violento, minando así su falsa imagen de administradores de orden y justicia, atacando su supuesta legitimidad (basada en el daño social que, dicen, provocamos) para reprimirnos. Así ha sido, por ejemplo, con la desobediencia civil a la ley de reclutamiento forzoso, público, colectivo y consciente, con la Insumisión, que ha sido la herramienta de la que se ha dotado el movimiento de objeción de conciencia a lo largo de estos casi treinta años. Los y las antimilitaristas del estado español plantearon en lo básico una confrontación entre legalidad y legitimidad no aceptando pasivamente la respuesta represiva o legalista del estado y sus instituciones armadas y carcelarias, sino por el contrario instrumentalizando los mecanismos del propio poder en su contra, en una especie de jiu-jitsu político (en muchas ocasiones el simple hecho de aplicar la ley se convierte en una tarea imposible), sometiendo al sistema a su papel violento que le corresponde por naturaleza.
Hoy en día la noviolencia es la forma de lucha habitual de diferentes movimientos políticos y sociales.
http://www.kaosenlared.net/noticia/me-violenta-tanto-pacifismo
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=133421
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