El terror estalinista en Barcelona (1938). Del asesinato de Nin a la represión obrera [Capítulo 4].
La Guerra civil muestra la imposibilidad de disociar las actuaciones policiales y criminales de los estalinistas y sus objetivos políticos. No existía una frontera, sólo una división del trabajo.
Agustín Guillamón | Balance. Cuaderno de historia número 33 | 13-2-2010 a las 9:06 | 2699 lecturas
Represión generalizada del movimiento obrero (1938)
6.- Del asesinato de Nin a la represión generalizada del movimiento obrero.
La documentación existente en el sumario por el asesinato del capitán Narwicz hace evidentes las estrechas relaciones existentes entre la NKVD, el SIM y el aparato policíaco, político y organizativo estalinista. Narwicz era agente de la NKVD antes de mayo de 1937; Narwicz era agente del SIM en febrero de 1938; Kurt Laube, jefe del SIM en Barcelona, se llevó los efectos personales de Narwicz, incluido material que imputaba a otro agente del SIM; el caso Narwicz fue dirigido por Julián Grimau, “ojo de Moscú” en el proceso, que fue seguido con interés, en todo momento, por la cúpula del PCE, como demuestra la nota manuscrita por Antonio Mije, probablemente en enero de 1939, que dice así: “Manuel Grandizo. Enfermo. No comparece en agosto, ni el 5 de octubre. Que el médico lo reconozca de nuevo; el día del juicio (26) o antes como hablamos”.
En Barcelona, en 1938, el omnipresente y todopoderoso aparato represivo de la NKVD y del SIM tenía a su disposición la policía y las checas del partido comunista, al tiempo que había construido una vasta red represiva en la que ya no existían fronteras claras e impermeables entre legalidad e ilegalidad, en la que los métodos de tortura eran habituales y permanecían impunes, al tiempo que el ingreso en una prisión "oficial" era deseado como garantía de que, por el momento, no iba uno a "desaparecer" y ya se habían terminado las torturas.
Sin embargo, "Pedro", delegado de la IC en el PSUC, y responsable en Cataluña de la NKVD, no había alcanzado plenamente sus objetivos en España. Pese a los avances conseguidos por el PSUC y el PCE en la represión del "trosquismo" la actividad clandestina del POUM fue aún considerable durante mucho tiempo, y aunque desde abril de 1938 fue prácticamente imposible la edición y/o distribución de la prensa clandestina, la campaña internacional contra el juicio del POUM y el escándalo del asesinato de Nin, y de otras víctimas, conocidas internacionalmente ([1]), consiguieron contrarrestar la campaña difamatoria de los estalinistas, que acusaba de traidores y fascistas, con pruebas falsas y endebles, a destacados y probados militantes revolucionarios y antifascistas. No debe olvidarse que, además de las víctimas más conocidas, es imposible calcular el número de todos los militantes asesinados por el terrorismo estatal y estalinista, ya fuera en el frente, en los cuarteles, en los campos de trabajo o en las checas. El secuestro fue un método raro, utilizado sólo en el caso de los militantes de mayor fama, que era necesario suprimir antes de iniciar cualquier proceso; el método más común era la detención regular por la policía de Estado, de la Generalidad o del SIM y el ingreso en una de sus prisiones. El SIM no fue más que una cobertura de la NKVD que españolizaba, extendía y legalizaba las checas y los procedimientos ilegales de los agentes de la NKVD, formada por funcionarios estalinistas ([2]). El método rutinario del SIM era la tortura; su objetivo cualquier militante de la CNT o del POUM, o cualquier descontento en las Brigadas Internacionales o en las propias filas estalinistas ([3]); delitos eran la lectura de un diario o una hoja clandestina. Entrar en una checa significaba estar sometido continuamente durante semanas o meses a interrogatorios y torturas ([4]). El ingreso en la Prisión Modelo (pero sobre todo en la Prisión del Estado) suponía el fin de las torturas y una cierta garantía ([5]) de "no desaparecer", como tantos otros trabajadores que jamás salieron de una checa. Las actividades del SIM se dirigieron, en muy pocos casos, contra las escasas organizaciones fascistas que habían sobrevivido a la represión revolucionaria de julio de 1936, ya que su principal actividad fue la represión del movimiento obrero y de las minorías revolucionarias. El POUM, los bolchevique-leninistas y Los Amigos de Durruti pasaron a la clandestinidad. Todos esos militantes, junto con los grupos de anarquistas contrarios al colaboracionismo, eran el blanco predilecto del SIM. El número de asesinatos de la represión estalinista sería incalculable, aunque dispusiéramos de una lista exhaustiva de los asesinatos en las checas y en los campos de trabajo, porque muchos de los trabajadores que habían sido liberados tras largos meses de prisión eran enviados al frente, a unidades con mandos estalinistas, que tenían orden de eliminarlos ([6]). En esta tarea destacaron las unidades de Líster y de "El Campesino".
El gobierno republicano de Negrín fue cómplice, ya pasivo, ya activo, de la actividad ilegal y de los crímenes del estalinismo. Los campos de trabajo y los Tribunales de Alta Traición y Espionaje fueron las dos guindas que adornaron el pastel. Los campos de trabajo ([7]) fueron centros penitenciarios de exterminio y de horror en los que se fusilaba por el pretexto más nimio, y en el que los hombres estaban sometidos a una subalimentación permanente ([8]). Los Tribunales de Alta Traición y Espionaje fueron creados en junio de 1937 por el gobierno de Negrín para perseguir a las organizaciones y trabajadores revolucionarios ([9]): eran considerados criminales quienes habían formado parte de los Comités surgidos en julio de 1936, de las Patrullas de Control o Milicias de retaguardia, los militantes y milicianos del POUM, los miembros de grupos anarquistas revolucionarios contrarios al colaboracionismo, y por supuesto quien hubiera participado en las luchas de mayo de 1937 en el lado de la barricada antigubernamental. La posesión de una pistola conquistada en las luchas de Julio, de un carné de la CNT o del POUM, la lectura de prensa o de octavillas clandestinas, la mera expresión de descontento por el racionamiento o las largas jornadas de un trabajo militarizado, podía suponer varios meses de cárcel, la tortura o la "desaparición" ([10]). La libertad de expresión de los obreros era uno de los delitos más graves en la España de Negrín.
En la retaguardia, tras la caída de Teruel, cundía una profunda desmoralización. Cataluña era una sociedad de contrastes brutales entre la buena vida de burócratas, arribistas o dirigentes (del PSUC y la CNT), y la militarización del trabajo; entre el hambre popular en las colas del racionamiento, y un caro, pero bien surtido mercado negro, asequible sólo a una elite; entre las miserables masas de refugiados y los privilegiados y bien pertrechados destacamentos de funcionarios ([11]) y cuerpos de seguridad ([12]) del gobierno central. Era una vida cotidiana miserable a la que se añadía la indefensión frente a los constantes bombardeos y las levas de todos los hombres de 18 a 50 años.
El SIM, que dependía en teoría ([13]) del Ministerio de Defensa, contaba con un enorme presupuesto y una tupida red de agentes ([14]) que el traslado del gobierno de la República trajo a Barcelona. Pero su fuerza y su enorme repercusión social radicaba en la extensa red de delatores o soplones ocasionales, pagados en efectivo, o con cartillas especiales de racionamiento de una semana o incluso un mes, que en una sociedad angustiada por el hambre, la escasez y la miseria era una espléndida paga ([15]). Esta amplia red de delatores, infiltrados en todas partes, incluso en las checas ([16]), creó un clima de desconfianza y cautela que llegó a conocerse como "la enfermedad del SIM". Afectó gravemente a todas las capas sociales y fue uno de los factores esenciales del terror al SIM y de la desmoralización popular. El SIM podía estar en todas partes, podía detener a cualquiera ([17]) y gozaba de total impunidad.
Si una familia, después de visitar los hospitales, la morgue y la policía contaba con la desaparición de un familiar, siempre tenía la esperanza de que algún día fuera devuelto por el SIM que, mientras tanto, no daba cuenta a nadie de los detenidos en sus checas. Eran numerosas las personas excarceladas, absueltas o indultadas que volvían a ser detenidas sin explicación alguna. Las desapariciones dejaban a las familias en la mayor de las incertidumbres, puesto que las torturas, método habitual de interrogatorio en las checas, podían acabar en una muerte que jamás se comunicaba. Sólo, si había suerte, la desaparición se resolvía con el paso del detenido a una prisión oficial, aunque siempre a disposición del SIM.
La prepotencia del SIM llegó al punto de atreverse a asaltar y detener a los funcionarios y guardias de la prisión de la Generalidad en Figueres ([18]), que fueron encarcelados en esa misma prisión.
Si a la amplia red de soplones y de checas, al uso metódico de la tortura y las desapariciones, le añadimos las reformas judiciales ([19]) aprobadas por el gobierno Negrín, en agosto de 1938, que dejaban indefensos jurídicamente a los acusados ante unos tribunales compuestos por un militar, un policía (miembro del SIM) y un juez profesional (las más de las veces estalinista, afín, o bien sometido a sus presiones) que gozaban de las facilidades que les otorgaban unos procesos sumarísimos, convendremos en que la represión de la República contra el movimiento obrero fue metódica, brutal y despiadada.
A este cuadro descriptivo sólo nos cabe añadir los rasgos comunes del agente del SIM: joven ([20]) ambicioso, forastero ajeno a la realidad social y cultural catalana, sin demasiados conocimientos políticos ni convicciones ideológicas, sádicos e incapaces pero con una obediencia ciega a sus superiores, suelen ser de origen burgués, elegantes y bien vestidos, siempre con mucho dinero, producto de los porcentajes que se les acuerda sobre las requisas realizadas, lo que les permite llevar un tren de vida disoluto y absolutamente escandaloso en una sociedad que padece hambre y miseria ([21]).
El SIM y las checas llegaron a ser sinónimos. El odio popular al SIM era consecuencia del clima de terror generalizado.
Sin embargo, el mayor fracaso de los estalinistas fue, además de la campaña de prensa internacional contra la represión estalinista, que se hacía eco de la prensa clandestina del POUM, (y en menor medida de los trosquistas, algunos grupos pro-presos anarquistas y de Los Amigos de Durruti) ([22]); la independencia de algunos jueces ([23]), que, pese a las enormes presiones recibidas ([24]), y gracias a la presencia de observadores extranjeros, dictaminaron en octubre de 1938, en el proceso seguido contra el CE del POUM, que ese partido no era una red de espionaje y que sólo se les condenaba por su apoyo revolucionario a la insurrección de mayo de 1937 ([25]).
La independencia "relativa" de la Justicia, en el proceso contra el POUM, pese a las terribles presiones a que fue sometida por los estalinistas, fue posible gracias a la existencia de un sector del PSOE y del gobierno republicano ([26]) que supo resistir y enfrentarse al estalinismo, pero sobre todo a un creciente malestar y oposición social de la población que quería el final de la guerra a cualquier precio, porque la vida cotidiana era un infierno insoportable. Y ese malestar sordo y esa profunda y creciente desmoralización, que no pudieron ser acallados por las arbitrariedades, propaganda, secuestros, torturas, asesinatos y omnipotencia del odiado SIM, explican la caída sin lucha de Barcelona y el golpe de Estado de Casado en Madrid.
"Stepanov", "Alfredo", "Luis", André Marty y "Pedro", entre otros, tuvieron que entonar el mea culpa de la autocrítica y escribir largos informes a sus superiores, explicando con rocambolescos análisis un fracaso que no podía cuestionar nunca los métodos de terror impuestos por Moscú contra el movimiento obrero español.
Setenta años después todavía hay historiadores que justifican los asesinatos de personalidades como Nin, Berneri, Landau, Wolf, Freund, etcétera, así como la brutalidad de la represión generalizada contra el movimiento obrero, e incluso defienden la labor del SIM ([27]). Y lo hacen sobre una documentación hallada en los archivos que certifica, no sólo los asesinatos y las torturas, sino los nombres de los asesinos, su profesión y su filiación política. Justifican el asesinato de Nin por Orlov y "Pedro" con el argumento siguiente: los estalinistas, pese a todo..., y ese todo incluye secuestro, tortura y asesinato; pese a todo..., combatieron el fascismo y dedicaron su vida a la lucha por la democracia. Los estalinistas, dicen algunos de esos doctos profesores, deben ser honorados por su contribución a la victoria de la democracia sobre el fascismo. El sacrificio de Nin y tantos otros, la represión del movimiento obrero, el aplastamiento de la revolución española, fueron una necesidad (en su momento) para alcanzar un objetivo: la actual democracia burguesa, que según ellos lo justifica todo. El postestalinismo universitario es aún más cínico de lo que fue nunca el estalinismo del PCE-PSUC o del PCUS-NKVD, y por lo tanto su digno heredero. Una herencia de sangre, de tortura, de represión del movimiento revolucionario, y por supuesto de democracia "de nuevo tipo", la herencia de quienes en nombre del antifascismo no dudaron en eliminar miles de víctimas anarquistas, poumistas, socialistas o disidentes, por el mero hecho de serlo.
La Guerra de España es el ejemplo histórico que demuestra la imposibilidad de disociar las actuaciones policiales y criminales de los estalinistas y sus objetivos políticos. No existió frontera alguna entre los periodistas, agitadores y políticos como Carrillo, Comorera, "La Pasionaria" o Pamies, que difundían consignas sobre la necesidad de liquidar a los trosquistas; los ejecutores materiales de esas liquidaciones como Orlov y "Pedro"; o quienes fueron cómplices e inductores intelectuales: los delegados del Comintern, como el propio "Pedro" y "Stepanov, "Luis" o "Alfredo". No existía una frontera, sólo una división del trabajo, en el que todos contribuían con lo mejor que sabían hacer en aras de alcanzar el objetivo común.
Georges Soria fue un periodista que calumnió de fascistas a probados revolucionarios, fabricó pruebas falsas ([28]) y justificó en el momento en que estaba sucediendo, la liquidación de los "trosquistas" del POUM y del movimiento revolucionario español. Años más tarde continuó su campaña de difamación como "historiador". No existe frontera, sólo división del trabajo: unos son asesinos, otros políticos, otros periodistas o historiadores: todos estalinistas a la caza del revolucionario.
Agustín Guillamón. Extraído del cuaderno número 33 de Balance.
[1]A los que ha de añadirse los asesinatos o desapariciones de los anarquistas Camilo Berneri, Barbieri y Alfredo Martínez, los trosquistas Erwin Wolf y Hans David Freund, los poumistas Kurt Landau, José Robles, Juan Hervás, y un largo etcétera, entre los que cabe añadir a Bob Smille, Marc Rein, Mena, Palau, Lloveras....
[3]El caso del militante del PSUC Hans Beimler, que tras afirmar en estado de embriaguez "que quería volver a Barcelona para poner orden en el Colón", fue eliminado sin contemplaciones.
[4]Para una descripción de las torturas practicadas más asiduamente: la verbena, la nevera, el pozo, la ducha, la caja de ruidos o campana, el patio de fusilamientos, el ataúd, la silla eléctrica, etcétera; véase el folleto "Cómo funcionaban las checas de Barcelona". Publicaciones del CIAS. Acción contra la III Internacional, Barcelona, [1939].
[5]Garantía que no era jamás definitiva, puesto que el SIM podía sacar de la Modelo a quien le interesara y llevárselo a una checa.
[6]G. Munis: "La terreur..." op. cit. Véase también los documentos presentados por Peirats sobre las órdenes estalinistas de hacer desaparecer a los adversarios políticos en el frente; así como su narración sobre la desaparición en el frente de tres soldados de la misma unidad: el cenetista José Meca y los poumistas Juan Hervás y Jaime Trepat, en PEIRATS, José: Los anarquistas en la crisis política española. Júcar, Madrid, 1976, pp. 323-338.
[7]Que puso en práctica el ministro de Justicia anarquista Juan García Oliver para redimir a los presos fascistas, y que, como tantas otras iniciativas gubernamentales de los anarquistas, terminaron aplastando al propio movimiento libertario.
[8]Entre los campos de trabajo, el de Els Omells de Na Gaia (campo de trabajo número 3) fue un auténtico campo de exterminio, bajo el mando del sádico Astorga, por el que pasaron entre otros Teodoro Sanz, "Quique" Rodríguez y Jaime Fernández Rodríguez. Otros campos de trabajo fueron: nº 1: Pueblo Español y seminario de Barcelona; nº 2: L'Hospitalet de l'Infant (con un campo accesorio en Tivissa); nº 4: Concabella (trasladado a Barbens); nº 5: Ogern (trasladado a Anglesola); nº 6: Falset, con campos accesorios en Gratallops y Porrera (trasladado a Arbeca). Dependiente de la Dirección General de Prisiones del Ministerio de Justicia, el campo sito en la playa de "La Pelosa" en Roses (L'Empordà). Véase el documentado estudio de BADIA, Francesc: Els camps de treball a Catalunya durant la guerra civil (1936-1939). Pub. Abadia Montserrat, 2001.
[9]En realidad el primer intento de persecución judicial de los revolucionarios lo inició el gobierno de la Generalidad, en abril de 1937, con el nombramiento del juez especial Bertrán de Quintana para incoar un proceso por los “cementerios clandestinos”, producto de la persecución anticlerical y antifascista del verano de 1936 que, sumado a los incoados por la insurrección de mayo y por el intento de asesinato el 2 de agosto de Josep Andreu, presidente del Tribunal de Casación, produjo masivas detenciones de anarquistas y poumistas en el verano de 1937, algunos tan significados como Aurelio Fernández o Dionisio Eroles. Se estaba juzgando y encarcelando a los revolucionarios de julio de 1936. Por otra parte las “desapariciones” también se iniciaron antes de los Hechos de mayo, como por ejemplo la de Marc Rein.
[10]En diciembre de 1937 ¡Liberación! número 1 (20 de diciembre de 1937) contabilizaba quince mil presos antifascistas. En noviembre de 1937, primer aniversario de la muerte de Durruti, una octavilla libertaria clandestina, decía: "Durruti protesta de que 15.000 revolucionarios estén en la cárcel".
[11]Las necesidades de locales, provocadas por el traslado del Gobierno de la República a Barcelona. fomentaron el desalojo y asalto de los locales sindicales, que habían sido incautados en julio de 1936, por parte de las fuerzas de seguridad del estado.
[12]Negrín y Prieto habían creado el cuerpo de los carabineros, excelentemente disciplinado, uniformado, armado y alimentado, conocido popularmente con el despectivo apelativo de "los cien mil hijos de Negrín". Los privilegios de que gozaban y su evidente carácter pretoriano y contrarrevolucionario, destinado a controlar la retaguardia civil, fomentaron la antipatía popular a los carabineros.
[13]En la práctica todos los cargos de responsabilidad del SIM, como anteriormente de la policía y del ejército, y también la mayoría de sus miembros, habían sido copados por militantes estalinistas, o por oportunistas a la caza de un trabajo fácil y bien remunerado, fieles servidores del nuevo amo. Por lo tanto pronto se produjo una efectiva autonomía del SIM, absolutamente independiente del Ministerio de Defensa y a las órdenes de la NKVD y del PCE-PSUC.
[14]Según Piqueras, el SIM contaba con seis mil agentes. Véase PIQUERAS, Francisco: Servicio de Investigación Militar. Los crímenes cometidos por el Partido Comunista Español en la Guerra Civil 1936-1939". Ediciones Libertarias, Barcelona, 1988. Heleno Saña afirma que el presupuesto anual del SIM era de 22 millones de pesetas; en SAÑA, Heleno: La Internacional Comunista 1919-1945. Zero, Madrid, 1972, tomo 2, p. 166.
[15]SABATER, Doctor Miguel: Estampas del cautiverio rojo. Memorias de un preso del SIM. Editorial Librería Religiosa, Barcelona, 1940.
[16]El caso de Paulina Dobler, agente del SIM-NKVD, que se hizo pasar por militante del POUM y estuvo presa en las checas para poder seguir informando de las confidencias recibidas.
[17]Prieto confesó a Pi Sunyer, de ERC y alcalde de Barcelona en 1937, que el SIM le había abierto un expediente que no había avanzado gracias a su intervención personal. PI SUNYER, Carles: La guerra, 1936-1939. Memòries. Pórtic, Barcelona, 1986, p. 120.
[18]BOLLOTEN Burnett: La guerra Civil Española: Revolución y contrarrevolución. Alianza Ed., Madrid, 1989, p. 906. Véase también la documentación del Fons Pere Bosch i Gimpera, en el ANC.
[19]PI SUNYER, op. cit, p. 133, afirmó que Irujo y Aiguader, ministros del gobierno Negrín, dimitieron por su oposición al decreto que aprobaba unos tribunales cuya "composición y funciones eran parecidas a las de los países dictatoriales".
[20]Santiago Garcés contaba sólo 22 años cuando fue nombrado Jefe del SIM. Santiago Garcés contaba sólo 22 años cuando fue nombrado Jefe del SIM. Había formado parte de la patrulla que asesinó a Calvo Sotelo. Pierre Broué lo señaló como uno de los que intervinieron en el asesinato de Nin.
[22]La prensa clandestina del POUM estaba formada por La Batalla, Juventud Obrera y Boletín de Información sobre el proceso político contra el POUM. Los trosquistas, desaparecidos ya La Voz Leninista y Le Soviet, publicaron noticias sobre su detención y proceso en La Lutte Ouvrière y La Commune. Los Amigos de Durruti publicaron El Amigo del Pueblo hasta enero de 1938. Los comités pro-presos cenetistas publicaron Anarquía, Libertad y Liberación (este último agrupaba poumistas y anarquistas). Eran innumerables las octavillas clandestinas de carácter libertario.
[23]Irujo, ministro de Justicia en el gobierno Negrín, consiguió nombrar a magistrados independientes, pese a las enormes presiones de los estalinistas.
[24]Gomis, el fiscal del Estado en el proceso contra el POUM, se reunía con el CC del PCE para redactar el acta de acusación, estudiar los materiales del proceso y coordinar una campaña de prensa y manifestaciones. Véase el informe de Stepanov a la IC, reproducido en kaosenlared. En ese informe Stepanov desvelaba su participación en la redacción del libro de "Max Rieger" Espionaje en España.
[25]Las actas del proceso y la sentencia pueden consultarse en El proceso del POUM (junio de 1937-octubre de 1938). Transcripción del sumario, juicio oral y sentencia del Tribunal especial. Presentación y notas de Víctor Alba y Marisa Ardevol. Lerna, Barcelona, 1989.
[26]La oposición del ministro de Gobernación Zugazagoitia y del ministro de Justicia Irujo a las aberraciones totalitarias de Negrín fueron siempre de carácter formal y respondían a un talante liberal que no dejaba de ser tan antiobrero como el resto del gobierno Negrín. Por ejemplo, Zugazagoitia (que no desveló las informaciones que conocía sobre el secuestro de Nin) mantuvo a Largo Caballero en una especie de arresto domiciliario, impidiéndole realizar una campaña escisionista en la UGT. Irujo no denunció las aberraciones judiciales de Negrín, y su primera dimisión, en diciembre de 1937, fue rectificada por su nueva entrada como ministro sin cartera en abril de 1938, porque su preocupación principal fue siempre la de ser el representante vasco en el gobierno Negrín. Zugazagoitia, bajo el seudónimo de "Fermín Mendieta" había publicado en La Vanguardia, portavoz oficioso de Negrín, artículos antiobreros y contrarios a la gestión de la industria de guerra por los sindicatos. Zugazagoitia, a través de su íntimo amigo, el subsecretario de Gobernación Rafael Méndez, había sido valedor del nombramiento de Santiago Garcés como jefe del SIM.
[27]Véase las críticas y denuncias realizadas en "Combate por la Historia. Manifiesto", fechado en 1999, traducido y publicado en francés, inglés, alemán e italiano, que puede consultarse en estas webs: www.red-libertaria.net y en www.kaosenlared.net .
[28]Fue uno de los redactores del libro Espionaje en España, firmado por el seudónimo colectivo Max Rieger. Véase en kaosenlared mi trabajo sobre Stepanov, que fue alma y editor del colectivo Max Rieger. Véase también BROUÉ, Pierre: Staline et la Révolution, Le cas spagnol. Fayard, Paris, 1993, pp. 183, y 262-268.
No hay comentarios:
Publicar un comentario