En Berlín
Londres, 14 de julio de 1893
Friedrich Engels
Falleció el 5 de agosto de 1895
con 74 años
Franz Mehring
Querido señor Mehring:
Hoy, por fin, puedo agradecerle la fina atención que ha tenido conmigo al
enviarme "La leyenda sobre Lessing". No he querido limitarme a un
formal acuse de recibo, sino decirle al mismo tiempo algo sobre el libro mismo,
sobre su contenido. De aquí mi demora en la respuesta.
Empezaré por el final, es decir, por el apéndice sobre el materialismo
histórico [1], en el que expone usted los hechos
principales en forma magistral, capaz de convencer a cualquier persona libre de
prejuicios. Si algo tengo que objetar, es contra el que usted me atribuya más
méritos de los que en realidad me pertenecen, incluso contando lo que yo --con
el tiempo-- hubiese llegado tal vez a descubrir por mí mismo, si no lo hubiese
descubierto mucho antes Marx, con su visión más rápida y más amplia. Cuando uno
ha tenido la suerte de trabajar durante cuarenta años con un hombre como Marx,
en vida de éste no suele gozar del reconocimiento que cree merecer. Pero cuando
el gran hombre muere, a su compañero de menor talla se le suele encomiar más de
lo que merece. Creo que éste es mi caso. La historia terminará por poner las
cosas en su sitio, pero para entonces ya me habré muerto tranquilamente y no
sabré nada de nada.
Falta, además, un solo punto, en el que, por lo general, ni Marx ni yo
hemos hecho bastante hincapié en nuestros escritos, por lo que la culpa nos
corresponde a todos por igual. En lo que nosotros más insistíamos --y no
podíamos por menos de hacerlo así-- era en derivar de los
hechos económicos básicos las ideas políticas, jurídicas, etc., y los actos
condicionados por ellas. Y al proceder de esta manera, el contenido nos hacía
olvidar la forma, es decir, el proceso de génesis de estas ideas, etc. Con ello
proporcionamos a nuestros adversarios un buen pretexto para sus errores y
tergiversaciones. Un ejemplo patente de ello le tenemos en Paul Barth [2].
La ideología es un proceso que se opera por el llamado pensador
conscientemente, en efecto, pero con una conciencia falsa. Las verdaderas
fuerzas propulsoras que lo mueven, permanecen ignoradas para él; de otro modo,
no sería tal proceso ideológico. Se imaginan, pues, fuerzas propulsoras falsas
o aparentes. Como se trata de un proceso discursivo, deduce su contenido y su
forma del pensar puro, sea el suyo propio o el de sus predecesores. Trabaja
exclusivamente con material discursivo, que acepta sin mirarlo, como creación,
sin buscar otra fuente más alejada e independiente del pensamiento; para él,
esto es la evidencia misma, puesto que para él todos los actos, en cuanto les
sirva de mediador el pensamiento, tienen también en éste su
fundamento último.
El ideólogo histórico (empleando la palabra histórico como síntesis de
político, jurídico, filosófico, teológico, en una palabra, de todos los campos
que pertenecen a la sociedad, y no sólo a la naturaleza), el
ideólogo histórico encuentra, pues, en todos [524] los campos científicos, un
material que se ha formado independientemente, por obra del pensamiento de
generaciones anteriores y que ha atravesado en el cerebro de estas generaciones
sucesivas por un proceso propio e independiente de evolución. Claro está que a
esta evolución pueden haber contribuido también ciertos hechos externos,
enclavados en el propio campo o en otro, pero, según la premisa tácita de que
se parte, estos hechos son, a su vez, simples frutos de un proceso discursivo,
y así no salimos de los dominios del pensar puro, que parece haber digerido
admirablemente hasta los hechos más tenaces.
Esta apariencia de una historia independiente de las constituciones
políticas, de los sistemas jurídicos, de los conceptos ideológicos en cada
campo específico de investigación, es la que más fascina a la mayoría de la
gente. Cuando Lutero y Calvino «superan» la religión católica oficial, cuando
Hegel «supera» a Fichte y Kant, y Rouseau, con su "Contrat social"
republicano, «supera» indirectamente al constitucional Montesquieu, trátase de
un proceso que se mueve dentro de la teología, de la filosofía, de la ciencia
política, que representa una etapa en la historia de esas esferas del pensar y
no trasciende para nada del campo del pensamiento. Y desde que a esto se ha
añadido la ilusión burguesa de la perennidad e inapelabilidad de la producción
capitalista, hasta la «superación» de los mercantilistas por los fisiócratas y
A. Smith se considera simplemente como un triunfo exclusivo del pensamiento; no
como el reflejo ideológico de un cambio de hechos económicos, sino como la
visión justa, por fin alcanzada, de condiciones efectivas que rigen siempre y
en todas partes. Si Ricardo Corazón de León y Felipe Augusto, en vez de liarse
con las Cruzadas, hubiesen implantado el librecambio, nos hubieran ahorrado
quinientos años de miseria e ignorancia.
Este aspecto del asunto, que aquí no he podido tocar más que de pasada,
lo hemos descuidado todos, me parece, más de lo debido. Es la historia de
siempre: en los comienzos, se descuida siempre la forma, para atender más al
contenido. También yo lo he hecho, como queda dicho, y la falta me ha saltado
siempre a la vista post festum [3]. Así pues, no sólo está muy lejos de mi
ánimo hacerle un reproche por esto, pues, por haber pecado antes que usted, no
tengo derecho alguno a hacerlo, sino todo lo contrario; pero quería llamar su
atención para el futuro hacia este punto.
Con esto se halla relacionado también el necio modo de ver los ideólogos:
como negamos un desarrollo histórico independiente a las distintas esferas
ideológicas, que desempeñan un papel en la historia, les negamos también
todo efecto histórico. Este modo de ver se basa en una
representación vulgar antidialéctica de la causa y el efecto de acciones y
reacciones. Que un factor histórico, una vez alumbrado por otros hechos, que
son en última instancia hechos económicos, repercute a su vez sobre lo que le
rodea e incluso sobre sus propias causas, es cosa que olvidan, a veces muy
intencionadamente, esos caballeros, como, por ejemplo, Barth al hablar del
estamento sacerdotal y la religión, pág. 475 de su obra de usted. Me ha gustado
mucho su manera de ajustarle las cuentas a ese sujeto, cuya banalidad supera
todo lo imaginable. ¡Y a un individuo como ése se le nombra profesor de
historia en Leipzig! Debo decir que el viejo Wachsmuth, también muy cerrado de
mollera, aunque mucho más sensible ante los hechos, era un tipo muy diferente.
Por lo demás, sólo puedo decir del libro lo mismo que dije en repetidas
ocasiones acerca de los artículos cuando aparecieron en "Neue
Zeit" [4]: hasta la fecha es la mejor exposición
de la génesis del Estado prusiano; yo diría incluso que es la única buena, pues
en la mayoría de los casos muestra acertadamente todas las concatenaciones,
hasta en los menores detalles. Siento únicamente que no haya abarcado usted de
primer intento todo el desarrollo ulterior hasta Bismarck, aunque tengo la
secreta esperanza de que lo hará en otra ocasión, presentando un cuadro
completo y coherente, empezando por el elector Federico Guillermo y terminando
por el viejo Guillermo [5]. Ya tiene usted hecha la labor
preliminar, y hasta podemos decir que, por lo menos en las cuestiones
fundamentales, esa labor es casi definitiva. Y hay que hacerlo antes de que se
derrumbe todo el viejo edificio. La destrucción de las leyendas
monárquico-patrióticas no es una condición absolutamente indispensable para
derrocar esa misma monarquía que sirve para encubrir la dominación de clase
(pues, en Alemania, la república pura o burguesa es una etapa
que ha caducado sin haber tenido tiempo de nacer), pero es, a pesar de todo,
uno de los resortes más eficaces para lograr ese derrocamiento.
De hacerlo, dispondrá usted de más espacio y de mayores oportunidades
para presentar la historia local de Prusia como una parte del triste destino de
toda Alemania. Este es el punto en el que usted y yo discrepamos en cuanto a la
interpretación de las causas del fraccionamiento de Alemania y del fracaso
sufrido por la revolución burguesa alemana del siglo XVI. Si tengo ocasión de
volver a redactar el prefacio histórico a mi "Guerra campesina" --y
confío en que eso habrá de ocurrir el próximo invierno--, podré desarrollar
allí estas cuestiones. No es que considere erróneas las causas que usted aduce,
pero yo expongo otras, además de ésas, y las agrupo en forma algo distinta.
Al estudiar la historia de Alemania --una historia de continuas
desventuras--, siempre he hallado que la comparación con los correspondientes
períodos de la historia de Francia es lo único capaz de proporcionarnos una
medida exacta, pues allí ocurría precisamente lo contrario de lo que sucede en
nuestro país. Allí, la formación del Estado nacional a partir de los disjectis
membris [6] del Estado feudal, en el preciso
momento en que nuestro país se hallaba en la máxima decadencia. Allí, una
lógica objetiva excepcional en el curso de todo el proceso, mientras que en
nuestro país se produce un desbarajuste cada vez más funesto. Allí, en la Edad
Media, la invasión extranjera corre a cargo del conquistador inglés, que toma
partido a favor de la nacionalidad provenzal, en contra de la nacionalidad del
norte de Francia. Las guerras contra Inglaterra son una especie de Guerra de
los Treinta Años [7], pero que terminan con la expulsión de
los invasores extranjeros y con el sometimiento del Sur por el Norte. Luego
viene la lucha del poder central contra el vasallo borgoñón [8], apoyado por sus posesiones del
extranjero y cuyo papel corresponde al de Brandenburgo-Prusia; pero esta lucha
termina con el triunfo del poder central y remata la formación del Estado
nacional. Y precisamente en este momento, el Estado nacional se derrumba
definitivamente en nuestro país (si es que el «reino alemán» dentro del Sacro
Imperio Romano [9] puede ser llamado Estado nacional)
y comienza el despojo en gran escala de las tierras alemanas. Esta comparación
constituye un gran oprobio para los alemanes, pero, precisamente por eso, es
tanto más instructiva; y desde que nuestros obreros han vuelto a poner a
Alemania en el proscenio del movimiento histórico, nos es más fácil soportar
esa ignominia del pasado.
Un rasgo distintivo muy especial del desarrollo de Alemania es que
ninguna de las dos partes que terminaron por repartirse todo el país es
puramente alemana. Las dos son colonias establecidas en tierras eslavas
conquistadas: Austria es una colonia bávara, y Brandenburgo, una colonia
sajona; y el poder que ambas han adquirido dentro de Alemania se lo
deben exclusivamente al apoyo de posesiones extranjeras, no alemanas: Austria
se apoyó en Hungría (sin hablar ya de Bohemia), y Brandenburgo, en Prusia. Nada
de eso ocurrió en la frontera occidental, que era la más amenazada. La defensa
de Alemania frente a los daneses en la frontera norte fue encomendada a los
mismos daneses; y era tan poco lo que había que defender en la frontera sur,
que los encargados de guardarla, los suizos, ¡lograron separarse ellos mismos
de Alemania!
Pero veo que me he dejado llevar por toda clase de razonamientos. Sírvale
por lo menos toda esta palabrería como testimonio del vivo interés que ha
despertado en mí su obra.
Una vez más acepte la cordial gratitud y saludos de su
F. Engels.
Se publica de acuerdo con el manuscrito.
Traducido del alemán.
[1] El
artículo de Mehring "Über den historischen Materialismus" («Sobre el
materialismo histórico») fue publicado en 1893, como apéndice a su libro
"La leyenda sobre Lessing".- 523
[2] Trátase
del libro de P. Barth "Die Geschichtsphilosophie Hegels und Hegelianer bis
auf Marx und Hartmann" («Filosofía de la historia de Hegel y de los
hegelianos hasta Marx y Hartmann») publicado en Leipzig en 1890.
[3] Literalmente:
después de la fiesta, o sea, con tardanza. (N. de la Edit.)
[4] "Die
Neue Zeit" («Tiempos nuevos»); revista teórica de la socialdemocracia
alemana, aparecía en Stuttgart de 1883 a 1923. De 1885 a 1894 publicó varios
artículos de F. Engels.
[5] Guillermo
I. (N. de la Edit.)
[6] Miembros
dispersos. (N. de la Edit.)
[7] La guerra
de los Treinta años (1618-1648): guerra europea provocada por la lucha
entre los protestantes y católicos. Alemania fue el teatro principal de esta
lucha, objeto de saqueo militar y de pretensiones anexionistas de los
participantes en la guerra. Esta se acabó en 1648 con la paz de Westfalia que
refrendó el fraccionamiento político de Alemania.
[8] Carlos
el Temerario. (N. de la Edit.)
[9] Sacro
Imperio Romano Germánico: imperio medieval, fundado en 962, que abarcaba el
territorio de Alemania y, en parte, de Italia. Más tarde formaban parte del
Imperio también algunas tierras de Francia, Bohemia, Austria, Países Bajos,
Suiza y otros países. El Imperio no fue un Estado centralizado y representaba
una unión poco sólida de principados feudales y ciudades libres, que reconocían
el poder supremo del emperador. El Imperio dejó de existir en 1806, cuando, a
consecuencia de la derrota en la guerra contra Francia, los Habsburgos se
vieron obligados a renunciar al título de los emperadores del Sacro Imperio
Romano.
Friedrich
Engels LA GUERRA DE LOS CAMPESINOS EN ALEMANIA
Primera
vez publicado: En los números 5 y 6 de la Neue
Rheinische Zeitung. Politisch-ökonomische Revue, dirigida por Karl
Marx, en Hamburgo, 1850.
Fuente del presente texto: El texto de todos los capítulos, incluyendo las notas, han sido tomados La guerra de los campesinos en Alemania, Ediciones Políticas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, con excepción del "Prefacio", el cual ha sido tomado de F. Engels, "Prefacio a La Guerra Campesina en Alemania", en el 2do tomo de C. Marx & F. Engels, Obras Escogidas, en 3 tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1974.
Transcripción/HTML: Julio Rodríguez/Juan R. Fajardo, 2011.
Esta edición digital: Marxists Internet Archive, junio de 2011.
Karl Marx: Prefacio a la Contribución a la Crítica de la Economía
Política
Franz
Mehring Sobre el materialismo histórico
Apéndice Carta de
Engels a Franz Mehring en Berlín
Londres, 14 de julio de 1893
Estimado Herr Mehring:
Hoy es mi primera oportunidad para agradecerles por la Lessing
Legend que tuvieron la amabilidad de enviarme. No quise responder
con un simple acuse de recibo formal del libro, pero al mismo tiempo intenté
contarte algo al respecto, sobre su contenido. De ahí la demora.
Comenzaré por el final: el apéndice sobre el materialismo histórico, en
el que has alineado las cosas principales de manera excelente y para cualquier
persona imparcial de manera convincente. Si encuentro algo a lo que
objetar es que me den más crédito de lo que merezco, incluso si cuento con todo
lo que pude haber descubierto por mí mismo, a tiempo, pero que Marx con
su golpe de gracia más rápido y una visión más amplia
descubierta mucho más rápidamente. Cuando uno tuvo la buena fortuna de
trabajar durante cuarenta años con un hombre como Marx, uno generalmente no
recibe durante su vida el reconocimiento que uno cree que
merece. Entonces, cuando el hombre mayor muere, el menor se sobrevalora
fácilmente y esto me parece ser solo mi caso en este momento; la historia
establecerá todo esto bien al final y para entonces uno habrá subido
silenciosamente los dedos de los pies y ya no sabrá nada de nada.
De lo contrario, solo falta un punto más, que, sin embargo, Marx y yo
siempre hemos dejado de insistir lo suficiente en nuestros escritos y respecto
de los cuales todos somos igualmente culpables. Es decir, todos pusimos,
y estábamos obligados a poner, el énfasis principal, en primer
lugar, en la derivación de nociones políticas, jurídicas y
otras nociones ideológicas, y de las acciones que surgen a través de estas
nociones, desde el punto de vista económico básico. hechos. Pero al
hacerlo, descuidamos el aspecto formal, las formas y los medios por los cuales
surgen estas nociones, etc., por el bien del contenido. Esto ha dado a
nuestros adversarios una buena oportunidad para malentendidos y distorsiones,
de las cuales Paul Barth es un ejemplo sorprendente.
La ideología es un proceso realizado conscientemente por el supuesto
pensador, es cierto, pero con una falsa conciencia. Las verdaderas fuerzas
motrices que lo impulsan siguen siendo desconocidas para él; de lo
contrario, simplemente no sería un proceso ideológico. Por lo tanto, él
imagina fuerzas motrices falsas o aparentes. Debido a que es un proceso de
pensamiento, deriva su forma y su contenido del pensamiento puro, ya sea el
suyo o el de sus predecesores. Trabaja con el mero material de
pensamiento, que acepta sin examen como el producto del pensamiento, y no
investiga más allá de una fuente más remota independiente del
pensamiento; de hecho, esto es una cuestión de rutina para él, ya que,
como toda acción está mediada por el pensamiento, le parece
que se basa en última instancia en el pensamiento.
El ideólogo histórico (lo histórico está aquí simplemente destinado a
comprender lo político, lo jurídico, lo filosófico, lo teológico, en resumen,
todas las esferas pertenecientes a la sociedad y no solo a la naturaleza) posee
así en cada esfera de material científico que se ha formado independientemente
a partir del pensamiento de las generaciones anteriores y ha pasado por su
propio curso independiente de desarrollo en los cerebros de estas generaciones
sucesivas. Es cierto que los hechos externos que pertenecen a una u otra
esfera pueden haber ejercido una influencia codeterminadora sobre este
desarrollo, pero la presuposición tácita es que estos hechos en sí mismos
también son solo los frutos de un proceso de pensamiento, por lo que
permanecemos dentro de ese dominio de meras pensamiento, que aparentemente ha
digerido con éxito incluso los hechos más difíciles.
Es sobre todo esta apariencia de una historia independiente de
constituciones estatales, de sistemas de leyes, de concepciones ideológicas en
cada dominio separado que deslumbra a la mayoría de las personas. Si Lutero
y Calvino "vencieron" a la religión católica oficial o si Hegel
"vence" a Fichte y Kant o Rousseau con su republicana Contrat
social indirectamente "vence" al Montesquieu constitucional, este
es un proceso que permanece dentro de la teología, la filosofía o la ciencia
política, representa un estadio en la historia de estas esferas particulares de
pensamiento y nunca pasa más allá de la esfera del pensamiento. Y como
también se ha agregado la ilusión burguesa de la eternidad y la finalidad de la
producción capitalista, incluso la superación de los mercantilistas por parte
de los fisiócratas y de Adam Smith se cuenta como una pura victoria del
pensamiento; no como el reflejo en el pensamiento de hechos económicos
modificados sino como la comprensión correcta finalmente lograda de las
condiciones reales que subsisten siempre y en todas partes; de hecho, si
Richard Coeur-de-Lion y Philip Augustus hubieran introducido el libre comercio
en lugar de mezclarse en las cruzadas deberíamos habernos perdonado quinientos
años de miseria y estupidez.
Este aspecto del asunto, que solo puedo indicar aquí, creo que todos
tenemos, creo, descuidado más de lo que merece. Es la vieja historia: la
forma siempre se descuida al principio para el contenido. Como digo, yo
también he hecho eso y el error siempre me ha impresionado más tarde. Así
que no solo estoy lejos de reprocharte esto de ninguna manera, ya que la parte
más antigua de los culpables ciertamente no tengo derecho a hacerlo; de lo
contrario. Pero me gustaría llamar su atención sobre este punto para el
futuro.
Junto a esto está la noción fatua de los ideólogos de que, debido a que
negamos un desarrollo histórico independiente a las diversas esferas
ideológicas que desempeñan un papel en la historia, también les negamos
cualquier efecto sobre la historia.. La base de esto es la
concepción no dialéctica común de la causa y el efecto como polos rígidamente
opuestos, el desapego total de la interacción. Estos señores a menudo
olvidan casi deliberadamente que una vez que un elemento histórico ha sido
introducido en el mundo por otras causas, en última instancia económicas,
reacciona, puede reaccionar sobre su entorno e incluso sobre las causas que lo
han originado. Por ejemplo, Barth sobre el sacerdocio y la religión, su
página 475. Estuve muy contento de ver cómo resolvió este tipo, cuya banalidad
supera todas las expectativas; ¡y él lo hacen profesor de historia en
Leipzig! Debo decir que ese viejo Wachsmuth, también bastante tonto pero
muy agradecido por los hechos, era un tipo bastante diferente.
En cuanto al resto, solo puedo repetir sobre el libro lo que dije
repetidamente sobre los artículos cuando aparecieron en el Neue Zeit : es con mucho la mejor presentación que
existe sobre la génesis del estado prusiano. [1]De hecho,
puedo decir que es el único; buena presentación, desarrollando
correctamente en la mayoría de sus asuntos sus interconexiones hasta los
detalles más detallados. Solo se arrepiente de no haber podido incluir
todo el desarrollo posterior en Bismarck y espero involuntariamente que lo haga
en otro momento y presente una imagen completa y coherente, desde el Elector
Frederick William hasta el viejo William. Ya has realizado tus
investigaciones preliminares y, en general, al menos, están listas para
terminar. La cosa tiene que hacerse alguna vez de todos modos antes de que
la vieja y temblorosa cabaña se derrumbe. La disipación de las leyendas monárquico-patrióticas,
aunque no directamente un preliminar necesario para la abolición de la
monarquía que filtra la dominación de clase (en tanto que un puro,
Entonces tendrá más espacio y oportunidad para representar la historia
local de Prusia como parte de la miseria general que ha atravesado
Alemania. Este es el punto en el que ocasionalmente me aparto un poco de
su punto de vista, especialmente en la concepción de las condiciones
preliminares para el desmembramiento de Alemania y del fracaso de la revolución
burguesa en Alemania durante el siglo XVI. Cuando tenga que volver a
trabajar en la introducción histórica de mi guerra campesina, que
espero sea el próximo invierno, podré desarrollar los puntos en
cuestión. No es que considere que los que indicó son incorrectos, pero
pongo otros junto a ellos y los agrupo de manera algo diferente.
Al estudiar la historia alemana -la historia de un continuo estado de
miseria- siempre he encontrado que solo una comparación con los períodos
franceses correspondientes produce una idea correcta de las proporciones,
porque lo que sucede allí es el contrario directo de lo que sucede en nuestro
país. Allí, el establecimiento de un estado
nacional a partir de las partes dispersas del estado feudal precisamente en
el momento en que atravesamos el período de nuestro mayor declive. Allí,
una rara lógica objetiva durante todo el proceso; con nosotros, cada vez
más dislocación triste. Allí, durante la Edad Media, la intervención
extranjera está representada por el conquistador inglés que interviene a favor
de la nacionalidad provenzal contra la nacionalidad del norte de
Francia. Las guerras con Inglaterra representan, en cierto modo, la Guerra
de los Treinta Años, que, sin embargo, termina en la expulsión de los
invasores extranjeros y el sometimiento del Sur por el Norte. Luego viene
la lucha entre el poder central y vasallo Borgoña, apoyado por sus posesiones
extranjeras, que desempeña el papel de Brandeburgo-Prusia, una lucha que
termina, sin embargo, en la victoria del
poder central y establece de manera concluyente el estado nacional. Y
precisamente en ese momento el estado nacional se derrumba completamente en
nuestro país (en la medida en que el "reino alemán" dentro del Sacro
Imperio Romano puede llamarse estado nacional) y se asienta el saqueo del
territorio alemán en gran escala. Esta comparación es muy humillante para los
alemanes, pero por esa misma razón es más instructivo;
Otra característica especialmente significativa del desarrollo de
Alemania es el hecho de que ninguno de los estados parciales que al final
dividieron Alemania entre ellos era puramente alemán: ambos eran colonias en el
territorio eslavo conquistado: Austria, una Baviera y Brandeburgo, una colonia
sajona, y que adquirió poder dentro de Alemania solo al contar con el apoyo de
posesiones extranjeras, no alemanas: Austria sobre la de Hungría (sin mencionar
Bohemia) y Brandeburgo la de Prusia. En la frontera occidental, el que
está en mayor peligro, nada de eso ocurrió; en la frontera norte, los
daneses se vieron obligados a proteger a Alemania de los daneses; y en el
sur había tan poco para proteger que la guardia fronteriza, los suizos,
¡incluso lograron liberarse de Alemania!
Pero me he permitido involucrarme en todo tipo de materia
extraña. Deje que esta palabrería al menos le sirva como prueba de cuán
estimulante es el efecto que su trabajo tiene sobre mí.
Una vez más, gracias y saludos cordiales de
Atentamente,
F. Engels
F. Engels
Nota
1. Ver
F. Mehring, Absolutism and Revolution en Alemania 1525-1848 (New
Park Publications, 1975).
Franz
Mehring Los orígenes de la cultura
alemana de clase media
La leyenda de Lessing (1892/1893)
Franz
Mehring 1846-1919
[Libro] Carlos Marx Historia de su vida por Franz Mehring
Rosa Luxemburgo Carta A FRANZ MEHRING
Escrito: 27 de febrero de 1916.
Nota sobre esta carta por la Fundación Federico Engels: Al cumplir Mehring setenta años de vida, el 27 de febrero de 1916, Rosa Luxemburgo, que fue en los años 10 y hasta su muerte, la más leal amiga y camarada de luchas, le dirigió una carta en la que con su habitual rigor y concisión de razonamiento explicitaba la importancia de la figura de Mehring en el movimiento obrero europeo. Dicha carta, que permaneció inédita por varios años, fue publicada por Eduard Fuchs en el prólogo al primer tomo de las obras completas del autor, del cual era su testa- mentario y editor. En español se publicó como apéndice de la edición española de la biografía de Marx (Franz Mehring, Carlos Marx. El fundador del socialismo científico, Buenos Aires, Editorial Clari- dad, 1965, 3 q edición, pp. 422-423).
Fuente de esta version: El siguiente texto tomado de la compilación de escritos editada por la Fundación Engels, sobre Mehring, intitulada SOBRE EL MATERIALISMO HISTÓRICO Y OTROS ESCRITOS FILOSÓFICOS. Primera edición: mayo 2009, ISBN: 978-84-96276-44-4 Depósito Legal: M-24298-2009
Traducción: Fundación Federico Engels
Transcripción/Html: Rodrigo Cisterna, Abril de 2014
Mí venerado amigo: Tiene usted que permitirme que reproduzca aquí las pocas palabras en las que he intentado decir- le verbalmente por qué su personalidad y su obra me son y seguirán siendo siempre tan caras. Desde hace muchos años, ocupa usted cerca de nosotros, por derecho propio, un puesto que nadie le puede disputar: el de representante de la auténtica cultura del siglo en todo su brillo y esplendor. Y si según Marx y Engels el proletariado alemán es el heredero histórico de la filosofía alemana clásica, usted es el albacea de esa herencia. Ha salvado usted del campo de la burguesía para traerlo al nuestro, al campo de los socialmente desheredados, todos los tesoros que aún guardaba la cultura en otro tiempo espiritual de la burguesía. Sus libros y sus artículos han fami- liarizado íntimamente al proletariado alemán, no sólo con la filosofía alemana clásica, sino también con los poetas clásicos, no sólo con Kant y Hegel, sino también con Lessing, Schi- ller y Goethe. Con cada trazo de su pluma maravillosa, ha enseñado usted a nuestros obreros que el socialismo no es, precisamente, un problema de cuchillo y tenedor, sino un movimiento de cultura, una grande y poderosa concepción del mundo. Defenderla, permanecer en su atalaya a pie firme, es la misión que usted se ha impuesto desde hace más de una generación. Cierto es que hoy -desde la espantosa bancarrota de la guerra mundial- los herederos de la filosofía clásica andan como míseros mendigos llenos de penurias. Pero las férreas leyes de la dialéctica histórica que usted ha sabido exponer ante el proletariado, día tras día, con mano maestra, harán que los mendigos, los "desharrapados" de hoy, vuelvan a erguirse y sean otra vez los luchadores fieros e indomables. Tan pronto como el espíritu del socialismo vuelva a soplar en las filas del proletariado alemán, su primer movimiento será para alargar la mano hacia sus obras, hacia los frutos de la labor de su vida, cuyo valor es imperecedero y en los que alienta siempre el mismo hálito de ideas fuertes y nobles. Hoy, en que las inteligencias de origen burgués nos traicionan y desertan de nosotros en manada para retornar al pesebre de los que mandan, podemos verlos marchar con una sonrisa de desprecio, y decirles: ¡Idos en buena hora! ¿Qué nos importa que os vayáis, si le hemos arrancado a la burguesía alemana lo último y lo mejor que le quedaba de espíritu, talen- to y carácter: a Franz Mehring? ●
Siempre suya, cordialmente
ROSA LUXEMBURGO
https://www.marxists.org/espanol/luxem/1916/2/letters.htm
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