Una foto de Alberto Cruz
Al artículo le he
añadido algunos enlaces y por ejemplo por “El 18
brumario de Luis Bonaparte”. y
otras fuentes que Alberto Cruz colabora con diferentes medios españoles e internacionales
Egipto estalló. Como era previsible. Y
el estallido se ha llevado por delante a la izquierda árabe. Mejor dicho, a los
restos de la izquierda árabe
"A veces la gente tiene una
creencia fundamental muy fuerte. Cuando están ante pruebas que van en contra de
esa creencia, la nueva la evidencia no puede ser aceptada. Se crearía una
sensación muy incómoda, llamada disonancia cognitiva. Y debido a que es tan
importante proteger esa creencia fundamental, se racionalizará, ignorara e
incluso negará aquello que no encaja con la creencia fundamental".
Frantz Fanon (“Los condenados de la tierra”)
Frantz Fanon (“Los condenados de la tierra”)
Porque ésta, en realidad, se ha
suicidado. La situación recuerda mucho a la película “La vida de Brian”, de los
fantásticos Monty Python: en la escena final, un grupo de aguerridos –y bien
armados- luchadores se acerca a quien consideran líder revolucionario, Brian,
que está crucificado, y para salvarle… se suicidan. Pues eso viene haciendo la
izquierda árabe desde las tan traídas y llevadas “primaveras”. Quien tenga
interés en profundizar en la tesis de quien esto escribe que recurra a un viejo
artículo de hace exactamente un año titulado ¿Dónde fueron todas las flores
en la “primavera árabe”? (1). Quien no, que evite seguir leyendo y no
pierda más el tiempo.
Si ya entonces no tenía ninguna
esperanza en las revueltas, que no revoluciones, tan alabadas en Occidente por
una progresía que nunca –reitero, nunca- ha tenido en cuenta la geopolítica (es
evidente en Siria, pero este sector “progre” sólo parece darse cuenta ahora,
cuando se constata con toda su crudeza tras el golpe de Egipto), mucho menos
cuando se observa la deriva de la izquierda árabe y su accionar en ellas.
También ahora se comienzan a publicar críticas, de una forma aún tímida y hasta
estos momentos ocultos, de lo que hace la izquierda árabe. Hay miedo a que te
etiqueten como un simpatizante de los islamistas y ya se sabe que luego es
difícil quitarse esas etiquetas.
Pero cualquiera que tenga los ojos
abiertos, no ya la mente, tiene que ver que si la izquierda árabe comenzó a ser
irrelevante en la década de 1990 tras el golpe militar en Argelia, con la
postura que ha adoptado en Egipto de apoyo al golpe militar y los llamamientos
en el mismo sentido que está haciendo en Túnez sólo tiene un futuro: la nada.
Ha habido muchos analistas que se han
dado cuenta que se puede hacer un paralelismo entre el golpe en Argelia de 1992
y el de Egipto en 2013, pero se cuidan muy mucho en decir que el golpe en Argelia
fue impulsado por la Unión General de Trabajadores y el Partido de la
Vanguardia Socialista. El Frente Islámico de Salvación había ganado las
elecciones en la primera vuelta, iba a revalidar su triunfo en la segunda y eso
había que evitarlo a toda costa. La UGT y el PVS no tuvieron ningún reparo en
buscar el apoyo y la colaboración de los empresarios, agrupados en la Unión de
Empresarios Públicos, y de los intelectuales, agrupados en la Coalición para la
Cultura y la Democracia. Cuando esa gran Coalición Nacional para la
Salvaguardia de Argelia tomó cuerpo el Ejército dio el golpe militar. ¿A qué
recuerdan nombres como Frente de
Salvación Nacional en Egipto y Túnez, y más cuando se constata qué
fuerzas lo integran?
Un refrán castellano dice que no hay
peor ciego que el que no quiere ver puesto que lo de Argelia es exactamente lo
que ha ocurrido en Egipto. Y es el camino que está recorriendo la izquierda en
Túnez. Con la diferencia que en Egipto los islamistas habían triunfado en
varias elecciones desde 2011 como han puesto de relieve algunos analistas como
Esam Al-Amin, sin duda el crítico más lúcido sobre lo que está ocurriendo en
Egipto (2).
Sin embargo, a Esam se le ha escapado
algo. Es enternecedor ver cómo el nuevo ministro de Trabajo egipcio, Kamal Abu
Aita, fundador de la novísima Federación Egipcia de Sindicatos Independientes y
feroz crítico de la represión de los militares cuando éstos prohibían las
huelgas en nombre del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas y encarcelaban a
los sindicalistas en los meses post-Mubarak bajo la acusación de “detener el
ciclo productivo y socavar la economía”, ahora diga públicamente que hay que
poner fin de inmediato a las huelgas y que “los héroes de las huelgas [de
entonces] deben convertirse en héroes del trabajo y la producción”.
La pasada del flamante ministro ha sido
de tal calibre que otros dirigentes sindicales de la FESI han salido a matizar
que ellos no van tan lejos y se limitan a pedir “una suspensión de un año” de
todas las huelgas para permitir las reformas dado que, de mantener esa forma de
lucha obrera, “sólo serviría a la estrategia de los Hermanos Musulmanes”. Con mayores
o menores matices es el mismo discurso que han utilizado otras organizaciones
como la Federación Sindical Egipcia (el sindicato vertical de la etapa de
Mubarak) y el Congreso Obrero Egipcio.
Combatividad sindical
En Egipto la única izquierda consecuente
está en los sindicatos, los más combativos del mundo árabe. A pesar de la
represión de Mubarak, militares e islamistas. Durante la etapa post-Mubarak y
en plena represión militar del CSFA hubo 3.817 huelgas, más que las realizadas
en los últimos diez años de gobierno de Mubarak. Y el movimiento sindical fue a
más durante el gobierno de los Hermanos Musulmanes, con 5.844 huelgas,
sufriendo también una dura represión anti-sindical. La policía llevaba perros
con los que atacaba a los huelguistas. ¿Y ahora el ministro y los sindicatos
piden que se desconvoquen estas formas de lucha? La combatividad de los
trabajadores egipcios está fuera de toda duda, pero la presión que ejercen las
cúpulas sindicales-políticas-ministeriales-comunicacionales es de tal calibre
que no será extraño ver cómo se empieza a criminalizar a quienes no secunden
esos llamamientos a abandonar la lucha obrera puesto que una gran parte de las
huelgas que se han convocado hasta ahora se han hecho al margen de las
incipientes estructuras sindicales.
¿Alguien en su sano juicio piensa que el
nuevo gobierno va a cambiar un ápice la política económica neoliberal de
Murabak, de la etapa post-Mubarak del CSFA y de los Hermanos Musulmanes?
Estamos asistiendo a un claro intento de contener al movimiento obrero y
controlarlo por completo. Hasta ahora todos los movimientos en ese sentido han
fracasado. Pero en estos momentos la izquierda apela a la “legitimidad” de la
nueva situación “que ha sido impulsada por la lucha de masas”. Es lo que dice,
por ejemplo, la Corriente Popular Egipcia (nasserista). Y ese argumento,
repetido machaconamente dentro y fuera del país, pesa mucho.
Aquí entra un nuevo debate: la sariyya
(legitimidad). Para los Hermanos Musulmanes está en las elecciones que han
ganado; para quienes apoyan a los golpistas está en la plaza Tahrir. Claro que
hay más legitimidades, pero eso no interesa ni a unos ni a otros puesto que
ambos se mueven dentro del sistema. Y el sistema acepta casi todo, una
revolución nacional o burguesa, pero no una socialista que cambie el modelo
económico. Así que cuando la izquierda sale a las calles
arropando el llamamiento de los militares a “combatir el terrorismo” –que no
hay- en nombre de la “legitimidad” de la nueva situación o bien está cavando su
propia fosa o bien está reconociendo que nunca va a ir más allá de lo que el
sistema quiera o bien está cimentando su camino hacia la nada puesto que el
Ejército egipcio de hoy no tiene nada que ver con el de la época de Nasser
(aunque el llamamiento a salir a la calle para apoyar su política se haya hecho
el 26 de julio, día de la nacionalización por Nasser del Canal de Suez). Eso ya
es jugar con la psique de las masas puesto que, en contraposición a las
nacionalizaciones de Nasser, los nuevos gobernantes van a profundizar las
políticas neoliberales y privatizadoras impulsadas tanto por Mubarak como por
los Hermanos Musulmanes. Si hubiese alguna duda que éste no va a ser el camino
a recorrer ni Arabia Saudita, ni Qatar, ni los Emiratos Árabes Unidos, ni
Kuwait, ni EEUU, ni la UE, ni el FMI se hubiesen aprestado a socorrer a Egipto
con 12.000 millones de dólares ni a ofrecer su apoyo al golpe. Los nasseristas
egipcios, tan contentos con el movimiento golpista militar, parecen obviar este
simple dato.
Desde luego, quien en el mundo árabe se
considere de izquierdas debería leer a Marx. Leer, no releer pues es dudoso que
alguna vez lo haya hecho y si ha sido así hace mucho que se deshizo de este
tipo de libros en su biblioteca. Y debería empezar por “El 18
brumario de Luis Bonaparte”. Los militares se quieren legitimar a sí
mismos, y buscar esa legitimación entre las masas, vinculando ciertas
iniciativas con fechas clave en la historia de Egipto, como la citada
nacionalización del Canal de Suez. Marx ya explicó de forma magistral este
comportamiento de la oligarquía política y militar en 1852, refiriéndose a
Francia, pero lo sorprendente es que la izquierda no lo tenga en cuenta. Marx
analizó la revolución francesa de 1848-1851; desarrolló aún más el principio
fundamental del materialismo histórico, la teoría de la lucha de clases y de la
revolución proletaria, la doctrina del Estado y de la dictadura proletaria; llegó
por primera vez a la conclusión de que el proletariado triunfante tiene que
destruir la máquina del Estado burgués. Pero claro, la izquierda de hoy no
tiene el menor interés en destruir el Estado burgués ni en Egipto ni casi en
ninguna parte.
Tal vez, sólo tal vez, haya una
organización que sí está por la labor: los Socialistas Revolucionarios. Como
toda la izquierda, saludaron con entusiasmo el golpe pero ahora parecen estar
empezando a tentarse la ropa al constatar no sólo las matanzas de simpatizantes
de los Hermanos Musulmanes, sino la continuación de las medidas represivas
contra los huelguistas. Una dirigente de los SR, y a la vez cargo en la FESI,
Fatma Ramadan, reconoce que el paternalismo de los militares es “un veneno
mortal” para la clase obrera y tiene claro qué está pasando: “las demandas de
los trabajadores son claras, trabajo para ellos y sus hijos, salario justo,
leyes que les protejan frente a los hombres de negocios, planes reales de
desarrollo, libertad de todo tipo, donde no haya torturas ni asesinatos; los
trabajadores no se tienen que dejar engañar ni dejarse presionar con pretextos
como combatir el terrorismo” (3).
Estas voces, claramente minoritarias hoy
dentro de la izquierda, tienen una excelente oportunidad de redimirse del apoyo
inicial al golpe volcándose con los huelguistas que se resisten a ceder a las
presiones de los nuevos gobernantes para que depongan sus métodos de lucha.
Otra vez son los trabajadores textiles de la combativa localidad de Mahalla
al-Kubra quienes están en la vanguardia, manteniendo la huelga que iniciaron el
31 de julio por el retraso en el pago de salarios en dos empresas: Nasr
Spinning and Weaving Company y Stia Spinning and Weaving Company. El lema que
corean los huelguistas es claro: “no dejes que el Ejército te engañe” En el
momento de escribir este artículo la huelga cumplía una semana. Veremos si se
gana o si los huelguistas son, como siempre, reprimidos por la policía.
Está claro que los llamamientos a la
“paz social” se producen porque hay miedo a que la situación se vaya de las manos
porque, y así hay que interpretar el golpe, el movimiento de masas desbordaba
todos los planes tanto de la oligarquía egipcia –donde se sitúan los militares-
como de la llamada “intelectualidad laica y liberal” –que jamás ha apostado por
ningún cambio revolucionario en el modelo económico-, y de Arabia Saudita,
Qatar o EEUU. Incluso de Israel.
La megalomanía de los Hermanos
Musulmanes
Porque esta es otra faceta que la
izquierda no tiene en cuenta: las implicaciones regionales de lo que ocurre en
Egipto. Cualquier análisis que se haga, en Egipto y en otra parte, tiene que
tener en cuenta la situación geopolítica y no verse de manera aislada. Quienes
no lo hagan así sólo verán el árbol en vez del bosque.
Los Hermanos Musulmanes cometieron
muchos errores pero uno, crucial, fue el intento de copar en poco tiempo todos
los sectores de poder en Egipto, con lo que se enfrentó al mismo tiempo con
militares, liberales y salafistas (financiados por Arabia Saudita). Es de
suponer que esta afirmación se entienda a la primera al ver cómo estos tres
sectores han coincidido en el apoyo al golpe cuando, aparentemente, los HM y
los salafistas comparten los mismos intereses islámicos. Al mismo tiempo, los
HM, pese a ser unos “hijos” de los intereses de Occidente en la zona –de forma
especial de EEUU, con quien mantenían unas excelentes relaciones desde 2007-
comenzaron a caminar en solitario intentando controlar todo el marco árabe
donde se han producido revueltas: Túnez, Libia, Egipto, Líbano, Jordania y
Siria. Fue aquí donde encontraron su primer freno: Arabia Saudita. Se dice que
el embajador saudita en El Cairo presionó todo lo que pudo para evitar el
triunfo de Morsi en las elecciones de 2012, lo que tiene sentido si se tiene en
cuenta que Arabia Saudita fue el primer país en saludar el golpe militar y en
felicitar al presidente interino.
Algunos han hablado del conflicto de
poder regional entre Arabia Saudita y Qatar, con los primeros apoyando a los
salafistas y los segundos s los HM. Pese a lo que se considera evidencias, no
es creíble que un pequeño estado con menos de dos millones de habitantes se
enzarce en una pelea de poder regional que sabía perdida de ante mano. Sí es
cierto que entre los dos países ha habido fricciones por el control de la
explotación de gas en la zona, por ejemplo, pero para quien esto escribe Qatar
no ha sido sino el peón de avanzada de los sauditas mientras se dirimía la
lucha por el poder dentro del propio régimen saudita, gobernado por una
gerontocracia que lo ha paralizado durante todo el tiempo que el rey Abdalá ha
estado enfermo. Qatar aprovechó esa inactividad en política exterior saudita
para moverse un poco a su aire, pero en realidad no había grandes diferencias
en cuanto a los intereses de unos y otros sobre el tutelaje de las revueltas.
Qatar hacía el papel de policía bueno y Arabia Saudita de policía malo. De
hecho, los dos se han apresurado a enviar dinero a Egipto para sustentar al
nuevo gobierno y es significativo que la primera visita a un país extranjero
que ha realizado el nuevo emir qatarí, siguiendo la tradición de su padre, haya
sido a Arabia Saudita. Todo está en orden en el Golfo.
El verdadero conflicto de poder dentro
de Oriente Próximo se ha dado entre Arabia Saudita y Turquía, los dos países
que emergieron como poderes regionales al inicio de las revueltas y tras
constatar la pérdida de influencia de EEUU en la zona. Es muy significativo que
los HM eligiesen Estambul como la sede de la reunión secreta que mantuvieron
nada más producirse el golpe militar que les desalojó del poder en Egipto (4) y
en la que se acordó la estrategia a desarrollar ante la nueva situación. No era
una cuestión de proximidad, sino de padrinazgo. También es significativo que
Turquía haya condenado el golpe mientras que, como se ha dicho, los saudíes lo
han apoyado.
Sin embargo, Turquía ahora está
atravesando graves dificultades tanto internas (las protestas y el acuerdo con
los kurdos del PKK) como externas (los kurdos sirios y su anunciada decisión de
proclamar en agosto una autonomía en el norte de Siria) que le hace ser más
débil en esta lucha de poder regional. Ya no es el jugador explosivo que era
hace dos años (Erdogan fue el primer dirigente musulmán en visitar Libia tras
el derrocamiento de Gadafi, lo mismo ocurrió en Túnez y también fue uno de los
primeros en visitar El Cairo tras el derrocamiento de Mubarak) aunque no ha
perdido toda la fuerza que tenía. Este es el momento que ha aprovechado Arabia
Saudita no sólo en Egipto, sino en Siria, imponiendo a su candidato entre las
filas de los llamados “rebeldes”.
Mientras que Arabia Saudita y Qatar han
ido de la mano y confluido en la estrategia sectaria contra los shiíes Turquía
ha sido más cuidadosa en ese aspecto dadas sus buenas relaciones con Irán. No
hay que olvidar que si bien Turquía ha sido una de las potencias impulsoras de
la guerra en Siria, ha procurado canalizar su apoyo político y militar a las
fuerzas menos sectarias, justo lo contrario que han hecho los otros dos países
como acaba de reconocer la ONU afirmando que “el 60% de las armas que Arabia
Saudita ha entregado a la oposición siria ha ido a manos de organizaciones
vinculadas a Al-Qaeda” (5).
Tampoco debería sorprender el hecho de
que los militares egipcios –con la aprobación o no del gobierno interino- hayan
cerrado el paso fronterizo de Rafah, la única vía de escape que tienen los
gazatíes para salvar el bloqueo de Israel, o que haya clausurado el 80% de los
túneles que daban algo de vida a la empobrecida población de Gaza (6), o que
una de las acusaciones a que se enfrenta Morsi sea sus vínculos con Hamás.
Morsi se había movido un poco, sólo un poco, en lo que respecta a la relación
con Israel pero eso fue considerado como una amenaza intolerable al status quo
regional El acuerdo de paz con Israel, estratégico para EEUU, tiene que
mantenerse a cualquier coste. Incluso al de un golpe de estado.
Entre la ilusión y la ingenuidad
Y la izquierda egipcia mira a otro lado
en este tema, como en otros, cuando no se hace vanas ilusiones sobre un
“nacionalismo conservador antiimperialista” de los militares que ha sido
repetido, como un mantra, por un sector significativo de la izquierda
occidental. Incluso marxistas insignes como Samir Amin han calificado al Ejército
egipcio como “una fuerza de clase neutral” tal vez
arrebolado por la salida de mucha gente a las plazas –desde luego no 32
millones, como se ha dicho en una extraña coincidencia tanto desde los medios
de izquierda como desde los de la burguesía- en una especie de locura temporal
que Frantz Fanon (otro autor al que habría que leer) llamaría disonancia
cognitiva, como se recoge en la cita inicial de este artículo.
Desde luego, no se puede ser más
ingenuo. La burguesía ha usurpado todos los símbolos de la izquierda,
comenzando por el lenguaje. O más bien, la izquierda se ha entregado con armas
y bagajes a la burguesía. Esto ha supuesto su suicidio. No es aventurado decir
que la izquierda árabe camina hacia la nada. En ninguna parte del mundo árabe
ha habido revolución alguna y el simple hecho de admitir que lo que está
ocurriendo es una “revolución” supone una des-radicalización de las luchas que
se hacen, desde ahora, siempre en los límites del sistema. Un
proceso revolucionario supone la transformación de todos –repito, todos- los
aspectos de la sociedad y no sólo de las relaciones interpersonales, sino de
los aparatos del Estado y de las relaciones económicas y de producción para
acabar con todas las formas de opresión.
Notas:
¿Dónde fueron todas las
flores en la “primavera árabe”? 20/8/2012
(1) Alberto Cruz, “¿Dónde fueron todas
las flores en la ‘primavera árabe’?” http://www.lahaine.org/index.php?p=63485
¿Dónde fueron todas las flores en la
“primavera árabe”?
(2) Esam Al-Amin, “El gran fraude:
Reflexiones en torno al golpe militar de Egipto” http://www.rebelion.org/noticia.php?id=171657 Es de agradecer el excelente trabajo de la traductora Sinfo Fernández en
temas árabes.
He hecho muchas traducciones de nombre, de artículos que estaban en árabe e inglés
El gran fraude: Reflexiones en torno al golpe
militar de Egipto
(4) Islamic Invitation Turkey, 15 de
julio de 2013.
(5) Al-Akhbar (Líbano), 2 de agosto de
2013.
(6) Al-Masri Al-Yawm (Egipto), 15 de
julio de 2013. Hay que añadir que también Morsi clausuró, inundando de aguas
fecales, aproximadamente el 10% de los túneles en un intento de congraciarse
tanto con Israel como con EEUU. Si son ciertas estas cifras eso indica que
Morsi y los militares que lo han depuesto, con el apoyo de la izquierda,
habrían destruido el 90% de los túneles que llevan algo de vida a Gaza para
paliar el bloqueo israelí.
Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su nuevo libro
es “Las
brujas de la noche. El 46 Regimiento “Taman” de aviadoras soviéticas en la II
Guerra Mundial”, actualmente en imprenta y que será editado por La Caída
con la colaboración del CEPRID. Los pedidos se pueden hacer a
libros.lacaida@gmail.com o bien a ceprid@nodo50.org
albercruz@eresmas.com
Alberto Cruz colabora con diferentes medios españoles e
internacionales, entre ellos
Los
pies en la tierra (reflexiones y experiencias hacia un movimiento
agroecológico)
Han participado en este libro:
Alberto Cruz, Paula Ortiz, Raúl Rodríguez,
Julia del Valle; Asociación de Consumidores y Productores de Productos
Ecológicos «El Encinar»; Asociación de Pastores y Ganaderos del Oriente
Asturiano; Bajo el Asfalto está la Huerta (BAH!); Daniel López García y Marc
Badal Pijuan (coordinadores); Ecollavors,
Banco
Cooperativo de Semillas; Eduardo Sevilla Guzmán y Joan Martínez-Alier; José
Manuel Naredo; Nafarroako Herri Okupatuak; Okupantes de La Punta (Valencia);
Plataforma Transgènics Fora (PTF!); Ramón Fernández Durán; Sonia Oceransky
Losana y Xarxa Agroecològica de Catalunya
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