9 de agosto
2015
De
compañerxs y conocidxs militantes obreros y populares nos llega al
blog esta convocatoria para su publicación.
La audiencia
a la que va dirigida este texto no necesita que aportemos un repaso
retrospectivo de los orígenes de la crisis económica. Tampoco buscan soluciones
a ella en recetas keynesianas o en la vuelta a unos tiempos idílicos de
capitalismo “amable”. Baste decir que escribimos para aquellos que saben
que el problema es el capitalismo y que su solución exige su derribo y la
construcción de una sociedad socialista.
Sin embargo,
si el contexto económico no requiere de aclaraciones especiales, sí vemos
necesario precisar la visión del contexto político que nos lleva a ponernos
manos a la obra.
El estallido
de la última crisis ha derrumbado en Europa los últimos restos del
espejismo de Estado del Bienestar que inició su desmonte en los años 70.
En los países del sur hemos vivido el problema con mayor intensidad al no
partir de los mismos niveles de desarrollo que los del norte. La pérdida de la
ilusión de ser (o llegar a ser) clase media y de que los hijos vivirán mejor
que los padres desubica, a la vez que "indigna", a amplias capas de
la sociedad que no encuentran un sentido político en el que encajar
su futuro.
El riesgo de
que la mayoría de esos sectores tomase conciencia de su
ubicación real en la estructura social y se reconociera a sí misma
como clase trabajadora fue rápidamente atajado por el sistema. En
algunos países ha bastado con la irrupción de la "tecnocracia". En
otros países con una tradición más combativa y con resistencias recientes más
firmes eso no era suficiente: ocuparon el espacio con actores nuevos que
arrastraron a los desubicados a un redil controlable. Tanto en Grecia como en
España se puso en marcha el mismo mecanismo: la creación de formaciones
populistas y ciudadanistas, que renuncian a la ideología, que niegan
la clase, que afirman que el capitalismo puede funcionar si se le hacen unos
ajustes, que hacen de la “democracia” una solución fetiche en sí misma.
Es hora de
desenmascarar el mito de una clase media no patrimonial, ni propietaria de
empresas o negocios, y que cree no ser trabajadora sólo porque unos sueldos más
elevados que la media les permitieron acceder durante los años de crecimiento
económico a unos niveles de consumo superiores al resto de asalariados. Esa
falacia se cae cuando la crisis capitalista les ha resituado en un descenso de
niveles de vida, han perdido sus puestos de trabajo o se han enfrentado a la
abolición de muchos de sus derechos laborales. Pero es necesario dar, más allá
de la testarudez de los hechos, la batalla ideológica por explicar cuál es la
auténtica naturaleza de la relación capital-trabajo.
La lucha
frente a esta maniobra no ha sido firme sino muy débil en lo
ideológico y reformista en lo político. Las organizaciones de la izquierda
institucional se han limitado durante décadas a denunciar las políticas del
gobierno de turno, proponiéndose como alternativas gestoras de unas
tímidas reformas que aliviasen las condiciones de sobreexplotación y prometiendo
una salida progresista de la crisis. Nada que rompiese con los límites de
la legalidad del sistema político y económico. Tampoco las diversas organizaciones
comunistas revolucionarias, algunas de largo recorrido, han logrado conformarse
en espacios de aglutinación de nuestra clase y de respuesta al capital.
Cuentan con unos militantes imprescindibles, pero no consiguen la capacidad de
crecimiento y acumulación de fuerzas que el momento demanda.
En esta
situación, cuando los marxistas deberíamos haber conquistado una posición
clave en las aspiraciones y la confianza de los desposeídos, nuestra situación es
muy débil: no tenemos respuesta coordinada, no tenemos voz para llevarla a la
calle y ni siquiera tenemos unidad de acción para superar esta situación. En
unos pocos años, paradójicamente cuando más necesario es, el marxismo puede
quedar fuera de la experiencia vital de las nuevas generaciones de jóvenes.
Estamos
convencidos de que en estos momentos hay gran cantidad de personas de
identidad comunista que han abandonado las organizaciones en las que ya no
creen sin por ello renunciar a sus convicciones. Marxistas que se
niegan a continuar tapándose la nariz para participar en proyectos que ven
vacíos de antemano. Exmilitantes con la suficiente formación y sentido
crítico como para sentirse incómodos en asambleas en las que todo se
está constantemente comenzando de cero y en las que se huye de la más mínima
organización que multiplique las fuerzas y dote de estrategia a la lucha.
Creemos que
juntos somos mucho más de lo que imaginamos. Por eso nos animamos a
escribir este llamamiento. Partimos de la confianza en el compromiso de
quienes nos negamos a aceptar como horizonte la falsedad de un “capitalismo de
rostro humano”, desmentido por la cotidiana realidad en cada minuto de nuestras
vidas, y que aspiramos a una sociedad emancipada de la opresión de clase.
Confiamos también en su sentido de la responsabilidad para continuar
el combate. Nuestra unidad es necesaria para movilizar a los trabajadores en la
búsqueda de la alternativa al capitalismo.
Llamamos a
todas aquellas personas, colectivos y organizaciones que saben que la salida de
esta situación no está en limar las aristas del capital, sino en acabar
con él; es decir, en la lucha por una sociedad sin explotadores ni
explotados, en la lucha por una sociedad socialista. Planteamos la necesidad
de una herramienta colectiva que nos permita la unidad de acción y un debate
sobre las bases del marxismo, entendido éste en un sentido amplio que
incorpore las aportaciones del leninismo y de otras corrientes que han
enriquecido la teoría de la praxis.
No pretendemos hacer
discursos grandilocuentes, estamos convencidos de la responsabilidad que
afrontamos todos y todas. Proponemos ya un primer paso.
Tenemos la necesidad de un espacio de encuentro común, en el que se
puedan sentir cómodos todos los comunistas, tanto los que
provienen de organizaciones como los que no. Será necesaria una buena dosis de
generosidad, actitud y mente abiertas y voluntad unitaria para echar abajo los
muros que aparentemente nos separan; unos obstáculos que muchas veces
han sido erigidos por nosotros mismos. Debemos dejar
respirar al
marxismo como teoría viva y transformadora para que refuerce su condición
de terreno fértil en el que se promueve el debate, la reflexión y
la práctica, sin llaves secretas que dan la razón a unos elegidos. Un lugar
donde analizar entre camaradas la nueva realidad, en el que la teoría dé
respuesta a la lucha y sus formas y en el que construir la unidad de
acción necesaria para alcanzar el éxito. Un espacio que, desde su nacimiento,
se sepa parte de la lucha internacional contra el capital.
Ratificamos
como una sola voz las últimas palabras de Rosa Luxemburgo: “¡YO FUI, YO SOY, YO
SERÉ!”
Publicado 3 weeks ago por Espino De Fuego
Rosa
Luxemburgo: El orden reina en Berlín
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