(14 de
enero de 1919)
NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Le he añadido algunos enlaces al escrito de
Rosa Luxemburgo y le voy añadir la obra de Carlos Marx, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte,
en esta obra expone como el golpe de estado del 2 de diciembre de 1881 en
París, dado por Luis Bonaparte y el
papel que tuvo el engendro del partido de la socialdemocracia en Francia y el partido del “orden”. Engendro, porque era y es, el partido de la pequeña
burguesía y del proletariado. Como se ha demostrado en la historia, desde la
fundación del primer partido socialdemócrata en Francia, ha traicionado a la
clase obrera y ha abonado el terreno para las dictaduras, en Francia de Luis
Bonaparte y el Partido
Socialdemócrata de Alemania con la República de Weimar con el ascenso de Adolf Hitler.
Escrito en
alemán por Rosa Luxemburgo el 14 de enero de 1919, la víspera de ser asesinada por los
soldados de la Caballería de la Guardia del Gobierno del SPD. Editado
digitalmente para la Red Vasca
Roja, con cuyo permiso aparece aquí, por
Justo de la Cueva en mayo de 1997. Formato recodificado para el MIA por Juan R.
Fajardo en octubre de 1999.
"El orden reina en Varsovia",
anunció el ministro Sebastiani a la Cámara de París en 1831 cuando, después de
haber lanzado su terrible asalto sobre el barrio de Praga, la soldadesca de
Paskievitch había entrado en la capital polaca para dar comienzo a su trabajo
de verdugos contra los insurgentes.
"¡El orden reina en Berlín!",
proclama triunfante la prensa burguesa, proclaman Ebert y Noske, proclaman los oficiales de
las "tropas victoriosas2 a las que la chusma pequeñoburguesa de Berlín
acoge en las calles agitando sus pañuelos y lanzando sus ¡hurras! La gloria y
el honor de las armas alemanas se han salvado ante la historia mundial. Los
lamentables vencidos de Flandes y de las Ardenas han restablecido su renombre
con una brillante victoria sobre...los 300 "espartaquistas" del Vorwärts.
Las gestas del primer y glorioso avance de las tropas alemanas sobre Bélgica,
las gestas del general von Emmich, el vencedor de Lieja, palidecen ante las
hazañas de Reinhardt y Cía., en las calles de Berlín. Parlamentarios que
habían acudido a negociar la rendición del Vorwärts asesinados,
destrozados a golpes de culata por la soldadesca gubernamental hasta el punto
de que sus cadáveres eran completamente irreconocibles, prisioneros colgados de
la pared y asesinados de tal forma que tenían el cráneo roto y la masa cerebral
esparcida: ¿quién piensa ya a la vista de estas gloriosas hazañas en las
vergonzosas derrotas ante franceses, ingleses y americanos? "Espartaco" se llama el enemigo y
Berlín el lugar donde nuestros oficiales entienden que han de vencer. Noske, el
"obrero", se llama el general que sabe organizar victorias allí donde
Ludendorff ha fracasado.
¿Cómo no
pensar aquí en la borrachera de victoria de la jauría que impuso el "orden" en París, en la bacanal de la burguesía sobre los cadáveres de los
luchadores de la Comuna? ¡Esa misma burguesía que acaba de capitular
vergonzosamente ante los prusianos y de abandonar la capital del país al
enemigo exterior para poner pies en polvorosa como el último de los cobardes!
Pero frente a los proletarios de París, hambrientos y mal armados, contra sus
mujeres e hijos indefensos, ¡cómo volvía a florecer el coraje viril de los
hijitos de la burguesía, de la "juventud dorada", de los oficiales!
¡Cómo se desató la bravura de esos hijos de Marte humillados poco antes ante el
enemigo exterior ahora que se trataba de ser bestialmente crueles con indefensos,
con prisioneros, con caídos!
"¡El orden reina en
Varsovia!", "¡El orden reina en París!", "¡El orden reina en
Berlín!", esto es lo que proclaman los guardianes del "orden" cada medio siglo de un centro a otro de la lucha
histórico-mundial. Y esos eufóricos "vencedores" no se percatan de
que un "orden" que
periódicamente ha de ser mantenido con esas carnicerías sangrientas marcha
ineluctablemente hacia su fin. ¿Qué ha sido esta última "Semana de
Espartaco" en Berlín, qué ha atraído consigo, qué enseñanzas nos aporta? Aun en medio de la lucha, en medio del
clamor de victoria de la contrarrevolución han de hacer los proletarios revolucionarios el
balance de lo acontecido, han de medir los acontecimientos y sus resultados
según la gran medida de la historia. La revolución no tiene tiempo que perder,
la revolución sigue avanzando hacia sus grandes metas aún por encima de las
tumbas abiertas, por encima de las "victorias" y de las
"derrotas". La primera tarea
de los combatientes por el socialismo internacional es seguir con lucidez sus
líneas de fuerza, sus caminos.
¿Podía
esperarse una victoria definitiva del proletariado revolucionario en el
presente enfrentamiento, podía esperarse la caída de los Ebert-Scheidemann y la instauración de la dictadura socialista?
Desde luego que no si se toman en consideración la totalidad de los elementos
que deciden sobre la cuestión. La herida abierta de la causa revolucionaria en
el momento actual, la inmadurez política de la masa de los soldados, que
todavía se dejan manipular por sus oficiales con fines antipopulares y
contrarrevolucionarios, es ya una prueba de que en el presente choque no era
posible esperar una victoria duradera de la revolución. Por otra parte, esta inmadurez del elemento
militar no es sino un síntoma de la inmadurez general de la revolución alemana.
El campo, que es de donde procede un
gran porcentaje de la masa de soldados, sigue sin estar apenas tocado por la
revolución. Berlín
sigue estando hasta ahora prácticamente asilado del resto del país. Es cierto
que en provincias los centros revolucionarios -Renania, la costa norte,
Braunschweig, Sajonia, Württemberg- están con cuerpo y alma al lado de los
proletarios de Berlín. Pero lo que sobre
todo falta es coordinación en la marcha hacia adelante, la acción común directa
que le daría una eficacia incomparablemente superior a la ofensiva y a la
rapidez de movilización de la clase obrera berlinesa. Por otra parte, las luchas económicas, la verdadera fuerza volcánica que impulsa
hacia adelante la lucha de clases revolucionaria, están todavía -lo que no
deja de tener profundas relaciones con las insuficiencias políticas de la
revolución apuntadas- en su estadio inicial.
De todo esto
se desprende que en este momento era imposible pensar en una victoria duradera
y definitiva. ¿Ha sido por ello un "error" la lucha de la última
semana? Sí, si se hubiera tratado meramente de una "ofensiva "
intencionada, de lo que se llama un "putsch". Sin embargo, ¿cuál fue
el punto de partida de la última semana de lucha? Al igual que en todos los
casos anteriores, al igual que el 6 de diciembre y el 24 de diciembre: ¡una
brutal provocación del gobierno! Igual que el baño de sangre a que fueron sometidos manifestantes indefensos de
la Chausseestrasse e igual que la carnicería
de los marineros, en esta ocasión el asalto a la jefatura de policía de
Berlín fue la causa de todos los acontecimientos posteriores. La revolución no opera como le viene en
gana, no marcha en campo abierto, según un plan inteligentemente concebido por
los "estrategas". Sus enemigos también tienen la
iniciativa, sí, y la emplean por regla general más que la misma revolución.
Ante el
hecho de la descarada provocación por parte de los Ebert-Scheidemann, la clase obrera revolucionaria se vió obligada a recurrir a las armas. Para la revolución era una cuestión de honor dar
inmediatamente la más enérgica respuesta al ataque, so pena de que la
contrarrevolución se creciese con su nuevo paso adelante y de que las filas
revolucionarias del proletariado y el crédito moral de la revolución alemana en
la Internacional sufriesen grandes pérdidas.
Por lo
demás, la inmediata resistencia que opusieron las masas berlinesas fue tan
espontánea y llena de una energía tan evidente que la victoria moral estuvo
desde el primer momento de parte de la "calle".
Pero
hay una ley vital interna de la revolución que dice que nunca hay que pararse,
sumirse en la inacción, en la pasividad después de haber dado un primer paso
adelante. La mejor defensa es el ataque. Esta regla elemental de toda lucha
rige sobre todos los pasos de la revolución. Era evidente -y haberlo comprendido así testimonia el sano
instinto, la fuerza interior siempre dispuesta del proletariado berlinés- que
no podía darse por satisfecho con reponer a Eichhorn en su puesto.
Espontáneamente se lanzó a la ocupación de otros centros de poder de la
contrarrevolución: la prensa burguesa, las agencias oficiosas de prensa,
el Vorwärts. Todas estas medidas surgieron entre las masas a partir
del convencimiento de que la contrarrevolución, por su parte, no se iba a
conformar con la derrota sufrida, sino que iba a buscar una prueba de fuerza
general.
Aquí también nos encontramos ante una
de las grandes leyes históricas de la revolución frente a la que se estrellan todas las
habilidades y sabidurías de los pequeños "revolucionarios" al estilo
de los del USP, que en cada lucha sólo se afanan en buscar una
cosa, pretextos para la retirada. Una vez que el problema fundamental de
una revolución ha sido planteado con total claridad -y ese problema es en esta revolución
el derrocamiento del gobierno Ebert- Scheidemann, en tanto que primer
obstáculo para la victoria del socialismo- entonces ese problema no deja de
aparecer una y otra vez en toda su actualidad y con la fatalidad de una ley
natural; todo episodio aislado de la lucha hace aparecer el problema con todas
sus dimensiones por poco preparada que esté la revolución para darle solución,
por poco madura que sea todavía la situación. "¡Abajo Ebert-Scheidemann!", es la consigna que aparece
inevitablemente a cada crisis revolucionaria en tanto que única fórmula que
agota todos los conflictos parciales y que, por su lógica interna, se quiera o
no, empuja todo episodio de lucha a sus más extremas consecuencias.
De esta contradicción entre el
carácter extremo de las tareas a realizar y la inmadurez de las condiciones
previas para su solución en la fase inicial del desarrollo revolucionario
resulta que cada lucha se salda formalmente con una derrota. ¡Pero la revolución
es la única forma de "guerra" -también es ésta una ley muy peculiar
de ella- en la que la victoria final sólo puede ser preparada a través de una
serie de "derrotas"!
¿Qué nos
enseña toda la historia de las revoluciones modernas y del socialismo? La
primera llamarada de la lucha de clases en Europa, el levantamiento de los
tejedores de seda de Lyon en 1831, acabó con una severa derrota. El movimiento
cartista en Inglaterra también acabó con una derrota. La insurrección del proletariado de París, en los días de junio de
1848, finalizó con una derrota asoladora. La Comuna de París se cerró con una
terrible derrota. Todo el camino que conduce al
socialismo -si se consideran las luchas revolucionarias- está sembrado
de grandes derrotas.
Y, sin
embargo, ¡ese mismo camino conduce, paso a paso, ineluctablemente, a la
victoria final! ¡Dónde estaríamos nosotros hoy sin esas
"derrotas", de las que hemos sacado conocimiento, fuerza, idealismo!
Hoy, que hemos llegado extraordinariamente cerca de la batalla final de la lucha de clases del proletariado,
nos apoyamos directamente en esas derrotas y no podemos renunciar ni a una sola de ellas, todas forman parte de
nuestra fuerza y nuestra claridad en cuanto a las metas a alcanzar.
Las luchas revolucionarias son justo
lo opuesto a las luchas parlamentarias. En Alemania hemos tenido, a lo largo de cuatro decenios,
sonoras "victorias" parlamentarias, íbamos precisamente de victoria
en victoria. Y el resultado de todo ello fue, cuando llegó el día de la gran prueba histórica, cuando llegó el 4
de agosto de 1914, una aniquiladora derrota política y moral, un naufragio
inaudito, una bancarrota sin precedentes. Las
revoluciones, por el contrario, no nos han aportado hasta ahora sino graves
derrotas, pero esas derrotas inevitables han ido acumulando una tras otra la
necesaria garantía de que alcanzaremos la victoria final en el futuro.
¡Pero con una condición! Es necesario indagar en qué
condiciones se han producido en cada caso las derrotas. La derrota, ¿ha
sobrevenido porque la energía combativa de las masas se ha estrellado contra
las barreras de unas condiciones históricas inmaduras o
se ha debido a la tibieza, a la indecisión, a la debilidad interna que ha
acabado paralizando la acción revolucionaria?
Ejemplos
clásicos de ambas posibilidades son, respectivamente, la revolución de febrero en Francia y la revolución de marzo alemana.
La heroica acción del proletariado de París en 1848 ha sido fuente viva de
energía de clase para todo el proletariado internacional. por el contrario las
miserias de la revolución de marzo en Alemania han entorpecido la marcha de
todo el moderno desarrollo alemán igual que una bola de hierro atada a los
pies. Han ejercido su influencia a lo largo de toda la particular historia de la Socialdemocracia oficial alemana llegando
incluso a repercutir en los más recientes acontecimientos de la revolución
alemana, incluso en la dramática crisis que acabamos de vivir.
¿Qué podemos
decir de la derrota sufrida en esta llamada Semana de Espartaco a la luz de las
cuestiones históricas aludidas más arriba?
¿Ha sido una derrota causada por el ímpetu de la energía revolucionaria
chocando contra la inmadurez de la situación o se ha debido a las debilidades e
indecisiones de nuestra acción?
¡Las dos cosas a la vez! El carácter doble de esta
crisis, la contradicción entre la intervención ofensiva, llena de fuerza,
decidida, de las masa berlinesas y la indecisión, las vacilaciones, la timidez
de la dirección ha sido uno de los datos peculiares del más reciente episodio.
La dirección
ha fracasado. Pero la dirección puede y debe ser creada de nuevo por las masas
y a partir de las masas. Las masas son
lo decisivo, ellas son la roca sobre la que se basa la victoria final de la
revolución. Las masas han estado a la altura, ellas han hecho de esta
"derrota" una pieza más de esa serie de derrotas históricas que
constituyen el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y por eso, del
tronco de esta "derrota" florecerá la victoria futura.
"¡El
orden reina en Berlín!", ¡esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado
sobre arena. La revolución, mañana ya "se elevará de nuevo con estruendo
hacia lo alto" y proclamará, para terror vuestro, entre sonido de
trompetas:
¡Fui, soy
y seré!
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