NOTA DEL
EDITOR DE ESTE BLOG: Le he añadido libros y documentos que hace referencia a este
magnífico artículo. http://www.jaimelago.org/node/119
Augusto C.
Buonicore*
Original: Fundación
Mauricio Grabois
Traducción: www.jaimelago.org
Según
algunos autores, el objetivo principal de Marx y Engels era la afirmación de la
capacidad de "auto-emancipación del proletariado" y no una
preocupación por una teoría del partido. Pero estos autores no se dieron cuenta
de que el problema de la emancipación proletaria estaba estrechamente
relacionado con su capacidad de construir un partido político independiente y
de vanguardia.
Muchos
autores marxistas, de diferentes tendencias, negaron que la cuestión de la
construcción de un partido de vanguardia del proletariado fuera uno de
los problemas centrales de la agenda teórica y la política de Marx y Engels. El
francés George Sorel en “La descomposición del marxismo” (1908), escribió:
"El marxismo difiere notablemente del blanquismo en lo que dice respecto a
la noción de Partido, que era capital en la concepción de los revolucionarios
clásicos, porque retomó la noción de clase." Harold Laski, exponente teórico
del laborismo inglés, en su prefacio al Manifiesto Comunista (1947) siguió el
mismo camino: "La idea de un partido comunista se da tras la Revolución
Rusa; no viene de Marx ni Engels”.
El
representante del ala izquierda del comunismo italiano, Rossana Rosanda, en un
interesante artículo publicado en Il Manifesto (1969), también puso su granito
de arena en esta construcción teórica, "Si en Marx no hay una teoría del
partido es porque en su teoría de la revolución no hay necesidad de ella."
Otro autor contemporáneo marxista muy serio, Ralph Miliband, sigue esta misma
opinión. En “Marxismo y Política”, publicado originalmente en 1976, dijo:
"ni Marx ni Engels tenían una opinión exaltada del Partido como una
expresión privilegiada de los propósitos y las demandas políticas de la clase
obrera".
A pesar de
los diferentes matices, estos autores tienen en común la comprensión de que el
objetivo principal de Marx y Engels habría sido la afirmación de la capacidad
de "auto-emancipación del
proletariado". En eso no estaban del todo errados, pero lo que no se dan cuenta es que el
problema de la emancipación proletaria está estrechamente relacionada con su
capacidad de construir un partido político independiente y de vanguardia.
Una cosa no se puede entender sin la otra. Esta tesis, unilateral, fue
construida sobre citas dispersas y descontextualizadas extraídas de la obra de
los dos revolucionarios alemanes. La mayoría de ellas expresadas en cartas
escritas después de la derrota de las revoluciones de 1848-1849 y la crisis (y
cierre) de la Liga de los Comunistas. En estos escritos llegaron a decir
apresuradamente que no pertenecerían nunca más a partido alguno. Una promesa no
cumplida. Esto sólo demuestra que incluso los grandes revolucionarios
proletarios no son inmunes a las frustraciones que surgen después del reflujo
de una revolución. Pero, como se suele decir, no podemos dejar que los árboles
nos tapen el bosque.
Una posición
más equilibrada es la que presentó Monty Johnstone en
el artículo "Marx, Engels y el concepto del partido" (1967), que establece: "El
concepto de partido proletario ocupa una posición central en el pensamiento y
la actividad política de Marx y Engels" aunque en "ninguna parte los
autores del Manifiesto del Partido Comunista presentaron sistemáticamente una
teoría del partido proletario, su naturaleza y características, al menos no más
que sobre las clases sociales y el Estado." Esta comprensión parece ser la
más adecuada teniendo en cuenta toda la construcción teórica y la práctica
política de estos autores.
La
construcción del concepto de partido en Marx y Engels se vincula con algunos
hallazgos anteriores. Que son: 1º) el papel estratégico del proletariado en
la lucha por la emancipación humana; 2º) la centralidad de la lucha de clases
en el campo político; 3º) la necesidad de tomar el poder político de manos de
la burguesía como condición principal para la construcción del socialismo.
El
protagonismo obrero
Marx y
Engels comenzaron su colaboración teórica y política en agosto de 1844, cuando
en París, comenzaron a escribir “La
Sagrada Familia”. Desarrollaron tesis sobre el papel revolucionario del
proletariado moderno y la necesidad histórica de la revolución comunista, ya
esbozadas por el joven Marx en “Crítica
de la filosofía del Derecho” (1843). Entre otras cosas, afirmaba: " No
se trata de saber lo que tal o cual proletario, o aun el proletariado integro,
se propone momentáneamente como fin. Se
trata de saber lo que el proletariado es y lo que debe históricamente hacer de
acuerdo a su ser.“. Poco después, los dos amigos decidieron exponer de
manera más sistemática sus nuevas ideas (materialismo histórico), que iban
contra el idealismo de la escuela neohegeliana. Su trabajo conjunto tomó
la forma de dos gruesos volúmenes, estaría listo en 1846 y se llamó “La ideología alemana”. Allí escribieron: en el capitalismo "surge una clase condenada a soportar todos
los inconvenientes de la sociedad sin gozar de sus ventajas, (...) y de la que
nace la conciencia de que es necesaria una revolución radical." La misión histórica de esta nueva
clase debe ser la conquista del poder político de la burguesía y la
expropiación gradual de los medios de producción, allanando así el camino para
una sociedad sin clases, la sociedad comunista. El libro no encontró
editor, quedando sin publicar en su época. Marx, con buen humor dijo,
"abandonamos entonces el manuscrito a la crítica roedora de los
ratones".
Es de
recordar que el proletariado moderno - los trabajadores de la gran industria -
era todavía algo reciente y concentrado en unas pocas ciudades. El caso inglés
constituía una excepción a la regla. La gran mayoría de los obreros europeos y
norteamericanos se componía de artesanos en pequeños talleres. En cierto
sentido, las tesis de Marx eran premonitorias al captar las tendencias que sólo
se consolidarían décadas más tarde.
Sin embargo,
el proletariado naciente ya había mostrado toda su fuerza en las insurrecciones
de los tejedores de Lyon (Francia) en 1831 y 1834, y en Silesia (Alemania) en
1844. Las mayores muestras de organización y politización proletaria habían
sido dadas por movimiento cartista en Inglaterra. En 1842, millones de
trabajadores declararon la huelga general en defensa de la Carta del Pueblo,
por la que exigían derechos políticos y sociales; y su demanda principal era el
sufragio universal.
Cualquier
observador atento podía darse cuenta del nacimiento de una nueva fuerza social,
destinada a cumplir un papel destacado en la historia moderna. Un ideólogo
burgués como Monfalcon, testigo de las rebeliones de estos trabajadores,
constataría aterrorizado: "Una de las consecuencias fatales de estos
eventos es que los trabajadores (...) se convertirán en una clase política
(...) y se presentarán hombres que dirán a los trabajadores 'vuestro sudor sólo
beneficia a los ricos; los patronos son sus enemigos naturales. Os quejáis de
ser desdichados, y sin embargo sois los más numerosos y más fuertes.
¡Uníos!". En la década siguiente, un manifiesto, escrito por dos jóvenes
alemanes entonces aún desconocidos, estamparía el temido llamamiento "Proletarios
de todos los países ¡uníos!". El gran temor de Montfalcon terminó por
materializarse.
Los primeros
pasos del partido independiente de los trabajadores
Marx y
Engels pensaron que la futura revolución social y el partido proletario que
surgiría deberían tener un carácter internacional –o cuando menos europeo-. En
ese momento, no eran los únicos en pensar de esa manera. Desde la Revolución
Francesa - y la guerra que siguió – ganó fuerza entre los demócratas más
avanzados la idea de que la próxima revolución sería continental. Esta
concepción se transfirió al naciente movimiento obrero y socialista.
Por eso
mismo, los primeros años de la década de 1840 atraparían a los jóvenes
proscritos Marx y Engels involucrados, en cuerpo y alma, a la formación de los
llamados Comités de Correspondencia Comunista. Se organizaron en Bélgica,
París y Londres. Hubo un intercambio activo entre las distintas organizaciones
obreras y revolucionarias. En Londres los principales miembros de la Comisión
estaban vinculados a la Liga de los Justos y el movimiento cartista. Estos, a
su vez, solicitaron que sus miembros de otras regiones también se convirtieran
en corresponsales.
Según Marx,
este trabajo tuvo como objetivo establecer "el contacto de los socialistas
alemanes con los socialistas franceses e ingleses; mantener actualizados a los
extranjeros sobre los movimientos socialistas que se desencadenaron en
Alemania, así como informar en Alemania sobre el avance del socialismo en
Francia e Inglaterra. De este modo, podían manifestarse diferencias de opinión
y llegar a través de un intercambio de ideas, a una crítica justa. "
El cerebro y
el corazón de este embrión de organización internacional fue Marx, que se había
refugiado en Bruselas. En torno a él se fue fusionando y aglutinando el embrión
de un partido de los trabajadores independiente e internacional. Hasta ese
momento, el concepto de Partido se
confundía con el de "corriente de
opinión". No se habían constituido los grandes partidos modernos con
programas, estatutos y una máquina administrativa a escala nacional. El Partido
era todavía un término con un sentido muy fluido.
Durante este
período, Marx y Engels mantuvieron duros debates políticos y teóricos con otras
personalidades y corrientes socialistas. El primero fue contra Weitling, que
era trabajador autodidacta y uno de los elementos más activos de la Liga de los
Justos. En 1842 había publicado “Garantías de la armonía y de la libertad”,
aclamado por Marx como "un debut literario sin precedentes y brillante de
los trabajadores alemanes." Weitling anunció la inminente llegada del
comunismo y argumentó en contra de los reformistas, que esto sólo podría
lograrse mediante la lucha incesante entre los oprimidos y los opresores. Pero,
a diferencia de Marx, no entendía el papel especial que debía ser jugado por el
proletariado moderno. Por el contrario, argumentó que el elemento más
revolucionario de la sociedad capitalista eran las "clases
marginales" (el lumpenproletariado), e incluso llegó a presentar un plan
detallado de la revolución social. Este consistía en resumen en la formación de
un ejército de miserables y el estallido de una guerra de guerrillas contra el
orden existente. El plan fue rechazado por la mayoría de los miembros de la
Liga de los Justos.
Tampoco
entendía la necesidad de una etapa democrático-burguesa en la revolución
alemana y la alianza política con los demócratas liberales burgueses y pequeños
burgueses contra los junkers (aristócratas agrarios). Algún tiempo después
escribiría “El Evangelio del pobre pecador”, revelando una visión religiosa del
socialismo. Disfrazándose bajo su anterior perspectiva revolucionaria, comenzó
a preconizar un proyecto utópico reformista de constitución de colonias
comunistas aisladas dentro de la sociedad capitalista. Un viraje ideológico
típico de la intelectualidad pequeñoburguesa.
Otros
opuestos a Marx y Engels fueron los llamados "verdaderos
socialistas". Como Wetling, negaron la necesidad de desarrollo del
capitalismo alemán y creían posible saltarse esta etapa del desarrollo social.
Al centrar su crítica en la burguesía liberal-democrática, hacían
indirectamente el juego a la aristocracia agraria feudal alemana. Esta
estrategia, aparentemente de izquierdas, fue combatida enérgicamente por Marx y
Engels.
Los
"verdaderos socialistas", por otro lado, rechazaban la lucha
revolucionaria y predicaron una especie de "religión del amor". La lucha de clases sería el
resultado de un malentendido que podría ser superado en la hermandad de todos
los hombres. Uno de sus principales partidarios, Kriege, viajó a los
Estados Unidos y en nombre de la corriente comunista europea, pasó a predicar
el nuevo evangelio. Proclamaba la pequeña
propiedad como la forma natural de su comunismo. En respuesta, Marx hizo
aprobar en el Comité de Bruselas una circular contra Kriege. En ella afirmaba:
"La idea de convertir a todos los
hombres en propietarios privados es absolutamente irreal y aún más reaccionaria."
Pronto, Kriege y los "verdaderos socialistas" quedarían fuera de
circulación, engullidos por las revoluciones populares que barrieron Europa a
partir de 1848.
La última
gran lucha teórica y política, antes de la redacción del Manifiesto del Partido
Comunista, se libró contra Proudhon. En 1840, este había publicado su obra más
importante, “¿Qué es la propiedad?”, en la que afirmaba que la propiedad era un
robo. Las ideas radicales y generosas del socialista francés llamaron la
atención de los jóvenes Marx y Engels, que estaban ajustando sus cuentas con la
filosofía idealista alemana y adhiriéndose al comunismo.
En La
Sagrada Familia (1844) todavía se hace referencia a él de una manera muy
positiva. Allí escriben: "La obra de Proudhon: `¿Qué es la propiedad´, es
tan importante para la economía política moderna como la obra de Sieyes, '¿Qué
es el Tercer Estado?´, para la política moderna." Así en mayo de 1846,
Marx lo invita a formar parte del Comité de Correspondencia en Francia. Éste se negó, mostrando serias diferencias
sobre las propuestas revolucionarias que apuntaban a la expropiación total de
la burguesía. Proudhon escribió: "Tal
vez usted todavía mantiene la opinión de que ninguna reforma es posible hoy sin
un golpe de mano, lo que antes se llamaba revolución (...). Prefiero quemar la
propiedad a fuego lento, en lugar de darle una nueva fuerza, haciendo con los
propietarios una noche de San Bartolomé (...). Nuestros trabajadores tienen
tanta sed de ciencia que sería mal recibido aquel que sólo les ofreciese sangre
como bebida". La propiedad que combatía Proudhon era la gran propiedad
y no la propiedad en general. La pequeña propiedad fue la base sobre la que
trataba de asentar su proyecto de sociedad comunista.
Las cosas se
complican aún más cuando, en octubre de 1846, fue publicado “Sistema de las contradicciones económicas o
Filosofía de la miseria”. Marx escribiría indignado: "El Sr. Proudhon
es de pies a cabeza, un filósofo, un economista de la pequeña burguesía ".
El libro era una especie de radicalización de la posición reformista anterior.
En ciertos pasajes tenia posiciones abiertamente conservadoras.
Proudhon, por ejemplo, condenaba los
sindicatos y las huelgas como inútiles y perjudiciales. Los aumentos de salarios,
ocasionados por huelgas, sólo causan el aumento de los precios que, a su vez,
aumentaría la pobreza de la clase obrera. "La huelga de los trabajadores
es ilegal, dijo. Y no sólo es el Código Penal el que lo afirma, es el sistema
económico (...). Que los trabajadores emprendan, a través de coaliciones, la
violencia contra el monopolio, esto es lo que la sociedad no se puede
permitir." En otra parte, dice: "Es imposible que las huelgas
seguidas de un aumento de los salarios no conduzcan a un encarecimiento
general: Esto es tan cierto como que dos y dos son cuatro" Marx respondió
con ironía: "negamos todas estas afirmaciones, excepto que dos y dos son
cuatro."
A
continuación, tomó la tarea de responder punto por punto a todas las tesis
erróneas presentadas allí. Así nació el libro “Miseria de la filosofía”,
publicado en julio de 1847. Esta fue la primera obra pública en la que se
presentaron, aunque de una manera polémica, los fundamentos del materialismo
histórico y su crítica de la economía política burguesa. A diferencia de
Proudhon, Marx destacó la importancia de que los trabajadores se organizasen en
sindicatos y realizasen huelgas para aumentar los salarios y reducir las horas
de trabajo, reduciendo así la explotación laboral. Afirmó que la conciencia
sindical era una etapa necesaria en el proceso de transformación del
proletariado de "clase en sí" en "clase para sí".
Marx
explicó: " La organización de estas huelgas, coaliciones y tradeuniones se
desenvuelve simultáneamente con las luchas políticas de los obreros, que
constituyen hoy un gran partido político, bajo el nombre de cartistas. (...).Las condiciones
económicas transformaron primero a la masa de la población del país en
trabajadores. La dominación del capital ha creado a esta masa una situación
común, intereses comunes. Así, pues, esta masa es ya una clase con respecto al
capital, pero aún no es una clase para si. En la lucha, de la que no hemos
señalado más que algunas fases, esta masa se une, se constituye como clase para
si. Los intereses que defiende se convierten en intereses de clase. Pero la
lucha de clase contra clase es una lucha política".
Para Marx,
a través de la lucha política que los trabajadores se constituirían en
una clase en el sentido fuerte de la palabra, en una "clase para sí".
Ésta era una forma superior de lucha de clases. De estas dos observaciones, se
despresnde una tercera: el partido político sería una forma superior de
organización del proletariado, al ser un medio privilegiado para librar la
lucha por la conquista y preservación del poder político.
La Liga
de los Comunistas
La Liga
Comunista era una continuación de la Liga de los Justos. Esta última fue creada
por artesanos alemanes emigrados en 1836. El centro político de la organización
residía en París, pero se crearon secciones secretas en Alemania. Tras
participar en un levantamiento blanquista (1839), una parte de sus líderes
fueron encarcelados y otra tuvo que huir a Londres, donde había más libertad
política.
Engels fue
el primero en ponerse en contacto con los miembros de la Liga, durante su
estancia en Inglaterra entre 1842 y 1844. Estaba muy impresionado y dijo que
habían sido los primeros proletarios revolucionarios que había conocido. Aún
así, no se le convenció para unirse al grupo porque sus opiniones eran muy
diferentes entonces. La Liga también compartía algunas ideas utópicas sobre el
socialismo.
A finales de
1846, la dirección de la Liga propuso la convocatoria de una conferencia de
todos sus secciones. Los principales objetivos fueron el desarrollo de un nuevo
programa socialista y unos estatutos, más adecuados a las experiencias que
habían atravesado. Las posiciones teóricas y políticas de Marx y Engels habían
llamado su atención. Así que fueron llamados para ayudar en este proceso de
reorganización.
Así, el 2 de
junio de 1847, comenzó el que fue el último congreso de la Liga de los Justos y
el primero de la Liga Comunista. Una carta justificó el cambio de nombre: "Nosotros no nos distinguimos por
abogar por la justicia en general (...), sino por repudiar el orden
social existente y la propiedad privada, propugnamos una comunidad de bienes,
somos comunistas." La consigna central también se modificó para
adaptarse a los nuevos principios adoptados. En lugar de "Todos los
hombres son hermanos", pasó a ser "¡Proletarios de todos los países,
uníos!".
El segundo
congreso de la Liga comenzó el 29 de noviembre. Marx fue elegido delegado por
la región de Bruselas, Engels por París. Fue la asamblea más representativa del
movimiento obrero internacional hasta aquel momento. Estuvieron presentes
representantes de Alemania, Francia, Inglaterra, Suiza y Bélgica. El primer
párrafo de los nuevos estatutos decían: "El
propósito de la Liga es el derrocamiento de la burguesía, la dominación del
proletariado, la superación de la vieja sociedad burguesa que se apoya en los
antagonismos de clase y la fundación de una sociedad sin clases y sin propiedad
privada." Este fue un punto de inflexión en relación a todas las
organizaciones reformistas o revolucionarias pequeñoburguesas.
Marx recibió
la tarea de elaborar el programa definitivo de la organización. Se llamaría el Manifiesto Comunista y fue publicado en
enero de 1848, pocos días antes del estallido de la revolución en Francia que
derrocó al rey Luis Felipe. Entonces comenzó una ola revolucionaria que se
extendió por toda Europa y se conoció como la “Primavera de los Pueblos”.
En la
segunda parte del Manifiesto Comunista, titulado "Proletarios y comunistas",
Marx y Engels trataron de exponer la dialéctica de la compleja relación entre
el partido y la clase obrera. En él, dijeron: "Los comunistas no forman un partido aparte, opuesto a los otros
partidos obreros. No tienen intereses algunos que no sean los intereses del
conjunto del proletariado. (...).Los comunistas sólo se distinguen de los demás
partidos proletarios en que, por una parte, en las diferentes luchas nacionales
de los proletarios, destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el
proletariado, independientemente de la nacionalidad; y, por otra parte, en que,
en las diferentes fases de desarrollo por que pasa la lucha entre el
proletariado y la burguesía, representan siempre los intereses del movimiento
en su conjunto." Continúan, "los comunistas son, pues, el sector
más resuelto de los partidos obreros de todos los países, el sector que siempre
impulsa adelante a los demás; teóricamente, tienen sobre el resto del
proletariado la ventaja de su clara visión de las condiciones, de la marcha y
de los resultados generales del movimiento proletario."
En este
extracto, definen claramente el papel de vanguardia del Partido Comunista. Por
lo tanto, esta tesis no fue un invento de Lenin y los bolcheviques rusos. De
acuerdo con los dos revolucionarios alemanes, el Partido Comunista es parte de
la clase - es un partido proletario - pero al mismo tiempo, no debe confundirse
con ella plenamente, es su vanguardia organizada.
Además de
elaborar una concepción proletaria de Partido de vanguardia y su estrategia
revolucionaria, los autores del Manifiesto trataron de esbozar las formas que
debería adquirir para realizar sus tareas. En otras palabras, buscaron también
legar elementos para la construcción de una teoría de la organización política
proletaria.
La
modificación de sus estatutos fue esencial en la transformación de la Liga de
los Comunistas de una secta conspirativa (blanquista) en una verdadera
organización política revolucionaria con influencia en las masas trabajadoras.
Para ello, se eliminaron todas los residuos comunes a las sociedades secretas
de la época como los rituales místicos de entrada, juramentos, anatemas, y la
excesiva concentración de poder en los líderes. El congreso anual, compuesto
por delegados elegidos democráticamente en las comunidades y regiones, se
convirtió en el máximo órgano de la organización. Las direcciones centrales
pasaron a ser elegidas en estas conferencias y sus líderes podían ser revocados
en cualquier momento por la voluntad de su comunidad. Los órganos inferiores se
subordinaban a los órganos superiores.
La Liga era
una organización bastante democrática y al mismo tiempo centralizada. En muchos
países era ilegal. Para burlar a la policía y tender lazos con los
trabajadores, sus miembros creaban asociaciones culturales legales donde
podrían trabajar más abiertamente. Marx y Engels detestaban la idea de que la
Liga se convirtiera en una secta aislada de los trabajadores y la gran
política.
Muchos de estos principios rectores de la nueva organización, elaborados por Marx y Engels, permanecerían en la tradición del movimiento socialista y comunista: un Partido proletario, de vanguardia, internacionalista y para una ruptura con el capitalismo. Y podríamos añadir también la idea de la necesidad de un partido a la vez democrático y centralizado.
Las derrotas
de las revoluciones populares de 1848, resultado de las vacilaciones de la
burguesía y la pequeña burguesía, llevaron a Marx y Engels a defender con más
fuerza la necesidad de crear partidos de trabajadores verdaderamente
independientes. En el Mensaje del Comité Central de la Liga de los comunistas
(1850), escribió: "A fin de estar en condiciones de oponerse enérgicamente
a los demócratas pequeñoburgueses es preciso ante todo que los obreros estén
organizados de un modo independiente y centralizados a través de sus clubs
(...), y a la primera oportunidad, el Comité Central se trasladará a Alemania,
convocará inmediatamente un Congreso, ante el que propondrá las medidas
necesarias para la centralización de los clubs obreros bajo la dirección de un
organismo establecido en el centro principal del movimiento."
Continuaban:
"Que al lado de los candidatos burgueses democráticos figuren en todas
partes candidatos obreros, elegidos en la medida de lo posible entre los
miembros de la Liga, y que para su triunfo se pongan en juego todos los medios
disponibles. Incluso donde no exista ninguna esperanza de triunfo, los obreros
deben presentar candidatos propios para conservar la independencia, hacer un
recuento de fuerzas y demostrar abiertamente a todo el mundo su posición
revolucionaria y los puntos de vista del partido."
La Liga de
los Comunistas fue severamente perseguida. Contra ella se presentó el “proceso
de Colonia”, en Alemania, en el que varios dirigentes fueron condenados a
largos años de prisión. Por lo tanto, ya no había condiciones para conseguir
que funcionara y en 1852, fue disuelta. Marx dijo: "la Liga se disuelve,
por mi iniciativa, declarando que su continuación (...) ya no corresponde a la
situación actual."
La
Asociación Internacional de los Trabajadores
Tras el fin
de la Liga de los Comunistas, hubo un desánimo momentáneo sobre la posibilidad
de creación de un Partido Comunista. En ese corto período tienen lugar las
frases más desconcertantes expresadas en las cartas de estos dos compañeros de
armas. Marx, por ejemplo, escribió al poeta Freiligrath: "Nunca volver a
pertenecer a ninguna sociedad, secreta o pública". Pero pronto sentirá la
necesidad de "reclutar nuestro partido." La Liga de los Comunistas,
para ellos, era sólo "un episodio en la historia del Partido, que crece
espontáneamente en todas partes desde el suelo de la sociedad moderna".
A finales de
la década de 1850, el movimiento obrero en Europa y los Estados Unidos comenzó
a recuperar aliento. Se organizaban nuevos sindicatos y grandes huelgas fueron
organizadas para conseguir aumentos salariales, reducción de las horas de
trabajo y derechos sociales. La propia composición de la clase obrera cambiaba
rápidamente: aumentaba el número de obreros empleados en la gran industria.
Como
resultado de este proceso, el 28 de septiembre de 1864, se fundó la Asociación
Internacional de Trabajadores (AIT). Johnstone escribió: "La formación de
la Primera Internacional en 1864 dio a Marx (y Engels después) la oportunidad
de salir de su relativo aislamiento e integrarse al movimiento obrero de Europa
Occidental, que entonces renacía a una escala mucho más amplia que su
predecesor continental de la década de 1840".
Al igual que
ocurrió en 1847, fueron llamados para ayudar en la preparación del programa y
los estatutos de la nueva organización obrera supranacional. La tarea sería
mucho más difícil porque en esta Internacional participaban trade-unionistas
(sindicalistas) británicos, proudhonianos franceses, lassalianos alemanes,
bakuninistas (anarquistas) y otras corrientes no marxistas. A la AIT podían
afiliarse sindicatos, cooperativas de consumo y de producción, asociaciones
políticas (secretas o públicas) y personalidades independientes. Por lo tanto,
a diferencia de la Liga de los Comunistas, sería difícil pensar en ella como un
partido unificado política e ideológicamente.
Marx
desarrolló los documentos fundacionales, como el Preámbulo de los Estatutos y
el discurso inaugural. Debía tener una gran capacidad para contentar a todas
las corrientes participantes, sin caer en el eclecticismo o hacer renuncias
significativas en el terreno teórico ya ganado con el Manifiesto Comunista de
1848. En estos textos, esta fue la idea clave: "conquistar el poder político se volvió el gran deber de la clase obrera”.
Los
estatutos, siguiendo el modelo de la Liga, preveían congresos anuales como
instancias máximas que debían elegir a un consejo central. También se creó un
pequeño órgano ejecutivo denominado Comité de Dirección, con cerca de 10
personas. El propio Marx aunque no pudo estar en el Congreso, fue nominado a
dicho comité como secretario de la sección alemana. Como dijo Lenin, a partir
de entonces Marx sería "el alma de la Internacional." Muchas de las
reuniones de la dirección se llevaron a cabo en su casa. La historia de la Liga
y la Primera Internacional demuestran lo falso de las teorías que afirman que
Marx y Engels no estaban involucrados en el trabajo concreto de una
organización político-partidista.
En la
Conferencia de Londres (1865), Marx y Engels derrotaron a los franceses
proudhonistas que querían acabar con el "principio de representación"
y defendían que todos los trabajadores presentes en la conferencia debían tener
derecho a votar. Defendían que la Internacional no debía pronunciarse sobre la
lucha de liberación librada por los polacos, por ser un tema estrictamente
político, que no tenía relación directa con los intereses socioeconómicos de
los trabajadores europeos. Para contribuir al debate, Engels escribió una serie
de artículos titulados "¿Qué tiene la clase obrera que ver con
Polonia?". El internacionalismo proletario y el apoyo a las luchas de
liberación de los pueblos oprimidos pasan a ser principios irrenunciables de
las organizaciones verdaderamente comunistas.
Una gran
batalla estaba aún por venir. En 1868 el ruso anarquista Bakunin fundó la
Alianza Internacional de la Democracia Socialista y solicitó su ingreso en la
AIT. Marx y Engels defendieron que no se aceptara dicha solicitud, ya que era
otra organización internacional, con principios políticos y organizativos
diferentes. Bakunin maniobró, disolviendo formalmente la Alianza e instó a que
sus secciones regionales se afilasen a la AIT. Los bakuninistas comenzaron a trabajar en la clandestinidad dentro de
la Internacional comprometiendo su unidad política.
Sintiéndose
más a gusto y tras ganarse la confianza de la mayoría de los miembros de la
AIT, Marx y Engels dieron nuevos pasos al frente. En la Conferencia de Londres
(1871), se aprobó una resolución "sobre la actividad política de la clase
obrera", que declaró: "contra el poder colectivo de las clases
poseedoras, el proletariado sólo puede actuar como clase que constituyéndose en
un partido político distinto, opuesto a todos los viejos partidos formados por
las clases poseedoras" y que "esta conformación del proletariado en
partido político es indispensable para asegurar el triunfo de la revolución
social y su objetivo final: la abolición de las clases”. Engels, resumiendo la
resolución, escribió: "simplemente exige la formación, en todos los
países, de un partido independiente de la clase obrera, diferenciado de todos
los partidos de la clase media".
Las
organizaciones regionales bajo la dirección bakhuninista se negaron a aceptar
las decisiones de la Conferencia. En 1872, el Consejo General denunció las
acciones de los anarquistas contra la Internacional. Marx, Engels y Lafarge
escribieron el panfleto “Las supuestas diferencias en la Internacional” y se
prepararon para la batalla que se llevaría a cabo en el Congreso de la AIT de
La Haya. Por primera vez, los dos amigos participan juntos en tal evento. Marx
escribió: "en este congreso se tratará la vida o muerte de la
Internacional."
Este sería
el encuentro internacional más importante del movimiento obrero socialista
hasta el momento. Allí estaban presentes setenta y cinco delegados en
representación de quince países. Como era de esperar, los anarquistas llamaron
a la disolución del Consejo General y de toda autoridad dentro de la AIT. Pero
el Congreso ratificó todas las decisiones de la conferencia de Londres. La
resolución final, dijo: "La constitución de la clase obrera en un partido
político es indispensable para asegurar el triunfo de la revolución social y su
fin último: la abolición de las clases (...). La conquista del poder político
se convierte en el gran deber del proletariado ". Ante los actos
fraccionales insistentemente promovidos por los anarquistas, ampliamente
documentados, se decidió expulsar a Bakunin y sus camaradas.
La masacre
de la experiencia heroica de la Comuna de París (1871) representó un duro golpe
para la Asociación Internacional de Trabajadores, a pesar de que tuvo un papel
relativamente pequeño en su surgimiento y dirección. Al igual que sucedió
después de la derrota de las revoluciones de 1848, el mundo entró en una fase
marcada por el avance de las fuerzas reaccionarias y la represión del
movimiento obrero y socialista.
Con el
objetivo de proteger a la Internacional de la contrarrevolución en curso e
influencias blanquistas (y anarquistas) que crecían, Marx y Engels propusieron
el traslado de la sede de la organización a Nueva York. Unos años más tarde, en
1876, la Conferencia de Filadelfia decidió su disolución. La situación era muy
desfavorable cara a la existencia de una organización socialista internacional
de ese tipo.
En
septiembre de 1873, Marx escribió: "De acuerdo con mi visión de las
condiciones europeas, es del todo útil hacer pasar ahora a la organización
formal de la Internacional a un segundo plano." Dos años más tarde se
repetiría la misma idea: "La actividad internacional de la clase obrera no
depende en modo alguno de la existencia de la Asociación Internacional de los
Trabajadores. Éste fue sólo el primer intento de crear un órgano central para
esa actividad; un intento cuyo impulso ha tenido consecuencias duraderas, pero
en su primera forma histórica, no pudo prolongarse más tiempo después de la
caída de la Comuna de París”.
Marx y
Engels llegaron a la conclusión de que la existencia de la Internacional podría
constituir un obstáculo para la formación de potentes partidos obreros en los
principales países capitalistas. Esto contradice la tesis generalizada que
afirma que la Internacional era una forma de organización necesaria en
cualquier situación, casi como una cuestión de principios para los marxistas.
Esto no es verdad.
En algunas fases del movimiento comunista, de instrumento de refuerzo de la lucha y la organización proletaria se convirtió en un obstáculo. El principio inamovible para los marxistas revolucionarios es el internacionalismo proletario y no las internacionales.
El
Partido Socialdemócrata Alemán
Durante los
primeros años de funcionamiento de la Asociación Internacional de Trabajadores
(AIT), la influencia de Marx era muy pequeña en su tierra natal. Decía de si
mismo ser un "general sin ejército." La Asociación General de
Trabajadores Alemanes, fundada en 1863, estuvo fuertemente influenciada por las
ideas Ferdinand Lassalle. Éste proclamó una alianza con los junkers
(aristocracia terrateniente de Prusia), que estaban en el poder frente a la
oposición liberal-burguesa, a cambio de algunos beneficios a los trabajadores.
Una táctica opuesta a la defendida por Marx.
En 1869, un
grupo socialista de izquierda rompió con la Asociación Lasalliana y celebró un
congreso en Eisenach, en el que se decidió la creación del Partido Obrero Socialdemócrata. Éste fue el primer partido del
proletariado, bajo la inspiración del marxismo en un contexto nacional. Entre
sus fundadores estaban Wilhelm Liebknecht y August Bebel, recién electos para el
parlamento imperial alemán.
La nueva organización tenía alrededor de 10.000 miembros en su fundación. Al no poder unirse a la AIT legalmente, se declaraba "solidaria" con sus aspiraciones. Desde entonces, la Internacional pasó a tener una base sólida en Alemania. Buenos auspicios se anunciaban para los socialistas europeos, pero la guerra franco-prusiana (1870), y después la derrota de la Comuna de París (1871), frenarían y harían retroceder estos avances.
Merece
especial mención el trabajo de los dos únicos diputados marxistas del
parlamento prusiano. En primer lugar denunciaron la agresión militar perpetrada
por Napoleón III contra Alemania. Cuando el conflicto cambió de rumbo y se
convirtió en una guerra de conquista de Prusia, no vacilaron en denunciar los
fines de rapiña de su propio gobierno y defender la paz sin anexiones con
Francia. Por su valiente acto, fueron detenidos y acusados de alta traición.
En respuesta
a esta actitud, Marx y Engels escribieron una carta conjunta en la que dijeron:
"Todos nos quedamos muy satisfechos de la demostración valiente de ambos
en el Parlamento Imperial, en circunstancias en que, de hecho, no era fácil
mostrar con franqueza y decisión nuestras opiniones ". Así nació un nuevo
tipo de parlamentario, que ponía los intereses del proletariado mundial por
encima de los intereses de su país capitalista y sus aspiraciones
imperialistas.
En el
Congreso de Gotha (1875), el Partido Socialdemócrata del Trabajo (marxista) se
unificó con la Asociación General de los Trabajadores (lasalliana),
estableciendo un partido socialista único: el Partido Socialdemócrata Alemán
(PSDA). Si bien la unificación fue un acontecimiento importante, el programa no
fue del agrado de Marx y Engels. El documento, según ellos, hacía demasiadas
concesiones a las viejas concepciones de Lassalle, que había muerto en 1864.
Contra dicho
texto, que consideraban ecléctico, Marx escribió la “Crítica
del programa de Gotha”, que no se dio a conocer en aquel momento. Destacaba
dos cosas negativas en el programa: la ausencia del requisito de una República
Democrática y el uso impreciso del término "Estado Libre" - para
definir el estado en el socialismo. Para los marxistas, el Estado era
esencialmente una máquina de dominación de una clase sobre la otra. El Estado
socialista no estaría al servicio de la libertad en general, sería un instrumento
en las manos del proletariado revolucionario en su lucha contra la burguesía
apeada del poder.
Debido a
estas diferencias conceptuales, Marx y Engels llegaron a considerar que la
fusión no había valido la pena. La realidad demostraría que en este caso se
equivocaron. Los resultados de la unificación terminaron siendo más positivos
que negativos. Pronto las ideas marxistas triunfaron en el interior del PSDA.
En 1877, el partido logró unos 500.000 votos - casi el 10% del electorado –
consiguiendo la elección de 12 diputados. Esto representó un 36% más de lo que
habían recibido los dos partidos socialistas combinados en la elección
anterior. El número de sus miembros llegó a 32 mil. La mayoría de ellos eran
obreros de las fábricas.
En 1878,
ante el miedo al crecimiento electoral del Partido Social Demócrata, y
aprovechando dos atentados contra el emperador, el primer ministro Bismarck
promulgaba leyes anti socialistas. El Partido, recientemente organizado,
pasó a una situación de semiclandestinidad. Sus oficinas centrales y periódicos
fueron clausurados. Varios líderes fueron encarcelados y exiliados.
Sorprendentemente, incluso bajo estas leyes discrecionales, el PSDA continuó creciendo. En 1884 sus candidatos obtuvieron 550.000 votos y, por primera vez, el número de parlamentarios permitió a los socialistas presentar proyectos de ley en el parlamento. Tres años más tarde, los socialistas alcanzaron 774.000 votos.
Surge
entonces un nuevo fenómeno negativo. La fracción parlamentaria, por su
expresión política y los recursos materiales que tenía, iba asumiendo
gradualmente un mayor poder en la definición de la dirección política del
partido. Este sería uno de los rasgos más llamativos de la socialdemocracia
europea.
En 1890
tiene lugar un gran salto electoral. El partido logra casi 1,5 millones de
votos, y la elección de 35 diputados. Como resultado de esta gran victoria, el
poderoso Bismarck cayó y con él, todas las leyes antisocialistas. En 1893 los
socialistas consiguen 1,8 millones de votos (más del 25% del electorado) y
eligen 44 diputados. Las leyes autoritarias resultaron impotentes para contener
el avance de la izquierda alemana. Los terratenientes y la gran burguesía ahora
tenían que encontrar otros medios para detener la amenaza roja.
En su
polémica introducción (1895) al libro de Marx “La lucha de clases
en Francia”, Engels escribió: "La ironía de la historia del
mundo pone todo patas arriba. Nosotros, los "revolucionarios", los
"subversivos", prosperamos mucho mejor con los medios legales que con
los ilegales y la subversión. El "partido del orden", como ellos se
llaman, se hunden con la legalidad que han creado. Exclaman desesperados como
Odilon Barrot: la legalidad nos mata, mientras que nosotros, con esta
legalidad, revitalizamos nuestros músculos y ganamos color en las mejillas y
parecemos tener vida eterna. Y si no estamos lo suficientemente locos como para
hacerles un favor y dejar que nos arrastren a la lucha en las calles, ya no
quedará más remedio que sean ellos mismos quienes rompan con esta legalidad tan
fatal para ellos." En este caso la violencia sería defensiva, la respuesta
obrera y socialista a la violación de la legalidad por la burguesía.
Existía en
aquel entonces - fruto de las victorias electorales atronadoras - la ilusión de
que la próxima elección podría dar al PSDA más votos e iniciar una transición
socialista no traumática. El propio Engels en la misma introducción, escribió
optimista: "El crecimiento (del PSDA) se da tan espontáneamente, tan
constante, como irresistible, y al mismo tiempo tan silenciosamente como
un proceso de la naturaleza. Todas las intervenciones del gobierno han
demostrado que no pueden contrarrestarlo. Podemos contar con 2 ¼ millones de
votantes. Si esto sigue así conquistaremos hacia el final del siglo la mayor
parte de las clases medias de la sociedad (...) y transformarnos en la fuerza
decisiva en el país en la que todos los demás, les guste o no, tendrán que
apoyarse". Las cosas, sin embargo, sería mucho más complicadas de lo que
pensaban los socialistas alemanes en ese momento.
El Congreso
de Erfurt (1891) aprobó un nuevo programa del partido. En este proceso de
redacción del documento, Engels escribió el artículo: "Para la crítica del proyecto de programa socialdemócrata".
Una gran parte de sus propuestas fueron incorporadas en el texto final.
El partido finalmente comenzó a tener un programa realmente marxista.
El PSDA
terminó constituyendo un modelo que fue seguido por una gran parte de las
organizaciones políticas socialistas creadas en Europa y América. Partidos de
este tipo surgieron en Francia, Austria, España, Italia, EE.UU., Inglaterra y
Rusia. Nacidos bajo el signo de la teoría más avanzada producida hasta el
momento: el marxismo.
Algunos
estudiosos, como Umberto Cerroni, incluso han afirmado que el PSDA no sólo fue
el primer partido socialista de base nacional importante, sino también el
primer partido político moderno. Según ellos, la burguesía, acosada por el
avance político de los partidos obreros, empezó a copiar algunos aspectos de su
organización, fundar sus propios partidos electorales y de masas.
Engels y la
Segunda Internacional
Desde
principios de la década de 1880 surge la necesidad de coordinar estos nuevos
partidos socialistas y agruparlos en una organización de carácter
internacional. Marx y Engels se resistieron a la idea misma de la
reconstrucción de una nueva Internacional según los viejos moldes. Annie Kriegel
señaló: "Entre 1876 y 1888, los congresos y conferencias internacionales
se suceden (1881 en Coire, Suiza, 1883, en París, etc.). Los socialistas de
Bélgica y Suiza promovían estas iniciativas con el fin de reconstruir la AIT.
Sin embargo, sus esfuerzos resultaron inútiles por la oposición de la
socialdemocracia alemana, especialmente de Marx y Engels, para los cuales el
problema no era a volver a un estado de cosas considerado superado, sino crear
partidos poderosos y coherentes en tres países europeos decisivos: Inglaterra,
Alemania y Francia.”
Después de
varios contactos y reuniones, los socialistas franceses decidieron convocar
para el año 1889 una nueva conferencia internacional. Ésta debía llevarse a
cabo, a propuesta de Engels, el 14 de julio - cuando se conmemoraba el
centenario de la gran Revolución Francesa.
El congreso
contó con la presencia de 300 delegados en representación de 23 países. Engels
se resistió hasta el último momento a la "nostalgia de reconstituir la
Internacional." No fue un accidente por tanto que no se proclamara la
formación de una organización socialista internacional. Ésta sólo tendría lugar
en el Congreso de Bruselas (1891).
Los
socialistas alemanes, inspirados por Engels, eran reacios a dar a la naciente
Internacional una estructura muy centralizada. Como dijo Kriegel, la Segunda
Internacional fue "una federación de partidos o grupos nacionales
autónomos, que aseguraban las relaciones internacionales entre los movimientos
de los distintos países en forma de conferencias internacionales (...). Pero
los congresos internacionales evitaban escrupulosamente intervenir en los
asuntos internos de las secciones nacionales que conservaban su competencia
exclusiva en materia de tácticas”. Las resoluciones del Congreso eran sólo
indicativas y no obligatorias. Sólo en 1900 se formó la Oficina Internacional
Socialista – una especie de dirección central - compuesta por dos delegados de
cada país miembro, con sede en Bruselas.
Engels y sus
compañeros consideraban inconveniente, en un primer momento, excluir a las
minorías anarquistas de la organización. Los marxistas incluso esperaban
atraer a sectores vacilantes para obtener posiciones más sólidas. Como sucedió
en la Primera Internacional, la táctica era continuar aprobando resoluciones que
requerían a sus miembros una posición cada vez más clara en la lucha política,
incluyendo la parlamentaria.
En Zurich
(1893), por ejemplo, se aprobó una moción que declaró: "son admitidos al
Congreso todos los sindicatos profesionales, así como los partidos socialistas
y asociaciones que reconocen la necesidad de la organización obrera y la acción
política." Sólo tres años después, en Londres, los anarquistas fueron
expulsados de las filas de la Segunda Internacional. Engels dijo: "Con
esto, la antigua internacional llegó a su fin y comenzamos una nueva
Internacional".
Por otra
parte, Engels estaba muy preocupado por la democracia dentro de los nuevos
partidos socialistas, consideró que esta era una de las condiciones para lograr
mantener la unidad política de la acción. "El Partido obrero", dijo,
"se basa en la crítica más aguda de la sociedad existente. La crítica es
un elemento vital. Entonces, ¿cómo puede evitar la crítica dentro de sí mismo,
prohibir la controversia dentro? ¿Es posible que demandemos más libertad de
expresión para poco después eliminarla dentro de nuestras propias filas?
". En una carta, refiriéndose al PSDA, explicó: "El partido es tan
grande que la absoluta libertad interna de debate en una necesidad (...). El
partido más grande del país no puede existir sin que todos los matices de
opinión que lo integran sean escuchados por completo."
La Segunda
Internacional no estableció la obligatoriedad del principio de partido único
del proletariado en cada país. Reconociendo el derecho a la existencia de
varios partidos e incluso varias tendencias en el mismo partido. Lo que no
impidió que abogara por la necesidad de unificación política de las diversas
organizaciones nacionales en un único - y poderoso - partido socialista, ya que
esto facilitaría la lucha de los trabajadores por el poder político.
Así, a
finales del siglo XIX, el marxismo se consolidaba como la principal fuerza
entre los trabajadores y el movimiento socialista europeo. Desde entonces, las
grandes batallas teóricas y políticas serían en su interior.
Engels murió
en 1895 dejando en pie un poderoso movimiento socialista internacional. Sin
embargo, poco después de su muerte, la Internacional se vio inmersa en un gran
debate en torno a las ideas reformistas defendidas por Eduard Bernstein.
Esto favoreció la lucha parlamentaria y sindical corporativa a expensas de la
lucha política revolucionaria. Para él, votando el trabajador se elevaría de
"la condición social de proletario a la de ciudadano." Las
reformas políticas y sociales eran la realización paulatina de las piedras de
la nueva sociedad socialista. La corriente de Bernstein fue llamada "revisionista".
Esta
corriente fue derrotada en el Congreso de la socialdemocracia alemana de 1903.
Uno de los acuerdos adoptados, declaró: "El Congreso condena enérgicamente
las tendencias revisionistas que pretenden cambiar nuestra táctica victoriosa
basada en la lucha de clases." Aunque vencidas en el plenario, las ideas
de Bernstein siguieron influyendo a toda la socialdemocracia para convertirse
en hegemónica en las décadas siguientes.
Conclusión
Como se
puede ver en toda nuestra discusión, Marx y Engels eran decididamente hombres
de partido. Siempre lo apreciaron como un instrumento privilegiado en la lucha
por el derrocamiento revolucionario del capitalismo y el logro del socialismo.
Pero nunca celebraron dogmáticamente a una sola forma de organización. Ésta
debía servir, en última instancia, a la política de transformación, y no al
revés. Cada vez que una forma de organización era vencida por la realidad, no
tenían miedo de abandonarla y buscar otras formas, más adecuadas.
En resumen,
podemos ver las distintas formas adoptadas por los partidos obreros en todo el
siglo XIX: 1) la pequeña organización internacional de cuadros comunistas (la
Liga de los Comunistas: 1847-1852); 2) la gran federación internacional de
organizaciones sindicales (La 1ª Internacional: 1864-1872); 3) partidos
socialistas nacionales y de masas (por ejemplo, la socialdemocracia alemana -
1970-14); 4) la Federación de Partidos Socialistas - Marxistas (2ª
Internacional: 1889-1914). Además de estos, existieron partidos de masas
trabajadoras no marxistas (cartistas y obreristas).
Marx y
Engels eran conscientes de que las formas del partido debían variar de país a
país, en función del nivel de la lucha de clases y las particularidades
nacionales. Johnstone escribió: "Alemania
en 1860 y, en menor medida, Francia en 1880 había llegado a la etapa en la que
los partidos arraigaban en la clase obrera sobre la base de programas socialistas
más o menos desarrollados, y para Marx y Engels cualquier intento de fusionarse
con otras organizaciones o para ganar más votos a cambio de alterar o
deteriorar este programa representa un "paso decisivo hacia atrás”. Sin
embargo, en Gran Bretaña y Estados Unidos, donde los trabajadores estaban
políticamente vinculados a partidos burgueses, cualquier movimiento hacia un
partido propio, amplio, unido e independiente de los trabajadores, no importa
cuán retrasada fuera su base teórica, era un gran avance.”
Por
supuesto, para ellos, todos estos movimientos debían converger para formar un
partido socialista de nuevo tipo, que tenía los siguientes principios rectores: ser un
partido de la clase obrera y al mismo tiempo de vanguardia de esta clase; ser
un partido de ruptura con el capitalismo; ser un partido internacionalista; y,
por último, ser un partido regido por normas que centralistas y profundamente
democráticas. Estos principios serán desarrollados y adaptados por
Lenin y sus discípulos en la situación iniciada a principios del siglo XX, con
la consolidación del imperialismo y los avances de las revoluciones populares y
socialistas.
* Augusto
Buonicore es historiador, secretario general de la Fundación Mauricio Grabois.
Es autor de los libros “Marxismo, história de la revolución brasileña” y “Meu
Verbo é Lutar: a vida e o pensamento de João Amazonas”, ambos publicados por la
Editorial Anita Garibaldi.
Bibliografia
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